manuel machado la guerra literaria 1898 1914

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    ES PROPIEDAD

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    DEDICATORIAl poeta insigne, al maestro de maestros-

    escritores Alfredo Vicenti.Con el gran afecto y la mayor admira-cin de su devotsimo

    Manuel Machado

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    PRLOGO

    La mano vida de un editor ha pasado por mimesa de trabajo y llevdose todos los papelesescritos... y algunos en blanco. O bien un ven-dabal los arrebat depositndolos luego mila-gros de la fuerzaen un montn que parece unlibro... Y. sin embargo, nada de esto. En el espritude un hombre, y ms si ste hombre es un escri-tor, pueden darse juntos ( separados) todos losmatices. Y la vida se parece ms un libro as,invertebrado, que una novela correctamente pla-neada y escrita.Yo soy muy dueo de divagar mi antojo.O mejor, yo no soy muy dueo de no divagar.Y divago. Es decir, escribo sobre esto y aquellolo que buenamente se me ocurre. Lo que no hayes la obligacin de leer.Y sin embargo, mi ingenua sinceridad, tieneel inters de mostrar los estados de mi esprituenfrente de las cosas de la vida y del arte sinla preocupacin de hacer una obra literaria.

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    10 PRLOGO

    Tal vez incurro en el pecado de trivialidadvertiendo aqu impresiones sin substancia, propsito de cosas banales. Es decir, que tal vezhablo de cosas que no importan, bien, lo queyo hablo de ellas no tiene importancia. Bueno,pues, con todo, ms lgico me parece 'esto queponerse hacer un libro.

    Decir buenamente lo que se piensa se sien-te de las cosas, es para ciertos temperamentosuna necesidad. Proponerse escribir un tomo meparece, por lo menos, una cosa superflua, unachifladura que puede no ser nociva, y hasta pro-ducir en determinados casos una obra de arte,pero que en el fondo no deja de ser una extrava-gancia.Me pasa con la literatura (en ese sentido) lomismo que con la oratoria. No dejo de admirar nuestros elocuentes retricos; pero no concibocmo para decir algo sea posible hablar tanto.Todo esto, no para justificar lo desarticulado yheterogneo del presente volumen, sino para saliral paso los crticos de buena fe que lo encon-trarn falto de unidad y de responder su ttulo...La guerra literaria cuadra solo llamar mis conferencias sobre el Modernismo, dadas porcuenta y encargo del Ministerio de InstruccinPblica. Lo dems son cosas que yo he ido vien-

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    PRLOGO IIdo, pensando, leyendo... Y las he puesto aqucomo las pude poner aparte, porque no creo quecon esto ocurra nada grave.De otra cosa se me tildar. De contradecirmecon frecuencia. Y ya de eso no puedo defender-me fcilmente. Pero declaro, en cambio, que no meda pizca de vergenza de mis contradicciones.De sabios es mudar de consejo, de hombres elequivocarse, de honrados reconocerlo. Ademseso de pensar siempre lo mismo me parece con-tra todo lo natural y de una pobreza de esprituextremadsima. La consecuencia es una virtud ne-gativa. Siendo tan mudable la vida! Desde niome hizo rer, en boca de un orador de mitin, aque-llo de:

    Lo dije el ao sesenta y lo repito hoy...Luego no se te ha ocurrido otra cosa de en-tonces ac.Adems este era un revolucionario, quientodo lo nuevo le pareca nefando. Y, sobre todo,no conceba ms revolucin que la suya. Muchosliberalazos y aun republicanos conozco comoaquel, que, despus de tomarle Francia las cua-tro ideas que tienen en la cabeza no concibenque se traiga ya nada ms de all. Ni los som-breros de seora. Son consecuentes sin embargo,con las novedades... de hace cincuenta aos.

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    1 PRLOGO

    Pero vamos lo de mis contradicciones, queahora mismo se me est ocurriendo cmo res-ponder al supuesto cargo. En el fondo yo soytambin consecuente con mi carcter... que esvariable. De modo que si no me contradijese es-tara en contradiccin conmigo mismo. Y ya liaypara todos los gustos.

    Se me dir tambin... Se me dir?... Galicis-mo! En efectoaunque los que suelen hablar degalicismo no suelen saber francsyo cometomuchos. No me pago de purista, ni comprendocmo hay quien se entretiene en eso, fuera de laAcademia Espaola, que tiene la obligacin, y elgran Mariano de Cavia, '.que tiene el capricho.Con todo mi respeto la Academia y mi devocinal maestro Cavia seguir cometiendo galicismossiempre que me acomode para ser ms expresi-vo y claro, es decir, siempre que me encuentrecon que la expresin espaola est gastada y vie-ja, y no responde ya al matiz actual de una cosa de una idea. Los que han dejado morir medioidioma castellano por ignorancia del cultivo desus races y por el miedo de remozarlo con saviade lo popular y lo cosmopolita, no me harn per-der el tiempo en desenterrarles sus muertosagarbanzados.

    Todava, finalmente, me dirn otra cosa. Y

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    PRLOGO 1S que, si m no me importa la literatura, ni elcasticismo, ni la retrica, ni la preceptiva, paraqu escribo? Pues sencillamente, para deciros loque se me ocurre como vosotros cuando os diri-gs un amigo.Hacedmc la honra de considerarme como taly veris qu fcilmente nos entendemos.Y cuando lo dicho no fuere de vuestro agrado,perdonadme.Y que Dios nos perdone todos.

    Manuel Machado

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    LOS POETAS DE HOY

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    Tened por cierto, seoras y seores, que una de lascosas ms importantes, tiles y positivas de nuestropequeo mundo es la Poesa. Esto es axiomtico. Nolo duda nadie..., y si alguien lo dudara no se le po-dra demostrar, como ocurre con todas las grandesverdades. El amor y la muerte, sin ir ms lejos. Asla Poesa. Tras ella corren los que lo han alcanzadotodo. La fortuna, el poder, la sabidura. Porqu ellaest, no slo en los versos de los poetas, sino en todolo que es bello, empezando por los ojos de las muje-res hermosas, en todo lo que es bonito, como dice elpueblo. Y como slo lo bonito da gusto, y aqu esta-mos pasarlo lo mejor posible, pocas cosas puedenimportarnos ms que aquellas que contribuyen ha-cernos la vida grata y llevadera.

    Esto sentado, yo me propongo entreteneros conlos lances y peripecias de la Poesa y los poetas espa-

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    oles de esta primera dcada de nuestro siglo xx^yendo buscar, aunque de paso y someramente, lasraces de los modos y tendencias actuales los lti-mos aos del pasado siglo.Yo voy hablar de la vida de las letras en esta l-

    tima etapa de nuestro desarrollo nacional, y voy hablar de los sucesos literarios como testigo y nocomo historiador. Dejo tiempos y hombres msadelante la serena imparcialidad y la docta crdca.Estas son memorias de un poeta que ha vivido y lu-chado en su tiempo y que no ha salido an del palen-que. Tendrn, pues, el inters palpitante de la reali-dad y carecern de la claridad y la enseanza de lasgrandes sntesis en que habr de simplificarlas la pos-teridad docta, fra y curiosa.

    Escasa, pues, la parte doctrinal, nula la erudicin,horro de notas, citas y apostillas, mi trabajo no esms que mi impresin personal sobre algo que todosconocis tal vez ms fra y severamente que yo, algoque ha sido durante algn tiempo tema de las con-versaciones y de esas disputas espaolas en las quenadie suele llevar la razn, en una palabra..., mi pala-bra sobre el viodcniismo en la Poesa.Es indudable que una notable floracin potica ha

    tenido lugar en Espaa en lo que va c siglo y que

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    LA GUERRA LITERARIA 1SU germinacin comenz raz de los desastres pol-ticos y militares con que despedimos al pasado.Y fuerza es para darse cuenta de las condiciones enque vinieron la luz los nuevos poetas; que repase-mos, aunque sea triste cosa, el estado de la vida na-cional, de la mentalidad espaola en aquellos dascercanos an, y, afortunadamente, tan idos para novolver jams nuestra historia.

    Terrible, mansamente terrible para las artes espa-olas, y ms particularmente para su mayor, la poe-sa, fu el largo perodo que transcurri desde lamuerte del Rey D. Alfonso XII hasta nuestros lti-mos desastres coloniales.

    Vivase aqu en una especie de limbo intelectualmezcla de indiferencia y de incultura irredimibles.Irredimibles, porque, ignorndolo todo, lo despreci-bamos todo tambin. Condicin es sta tan espaola,que habra que buscarle las races en aquellos anti-guos iberos de Argantonio, que vivan felicsimos,segn la historia, y de quien apenas se sabe otra cosasino que fueron sucesivam-cnte estafados, engaadosy dominados por fenicios, griegos, cartagineses y ro-

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    manos. As nuestros modernos conterrneos de micuento vivan ociosos ignorantes mientras sobreellos se cernan las ms terribles amenazas. Vivantranquilos y estaban satisfechos. Las escasas ideas sepaseaban por el cerebro de los espaoles como losguardias del orden por las calles, por parejas. Aquno se conceban ms que dos cosas: blanco negro,tuerto derecho, chico grande. Y si alguien pre-tenda colocar una tercera nocin, la idea del matiz,la de un justo medio, entre la simple simetra de lospares, anatana sit.

    Sagasta y Cnovas; Calvo y Vico; Lagartijo y Fras-cuelo... Campoamor, que era sin par, tuvo que aguan-tar toda la vida en frente la contrafigura de Nezde Arce para no dejar cojo el sistema. Todo tenaque ser por pares, y donde no los haba se inven-taban.Por la ancha calle balda que estas dos hileras de

    faroles simtricos y antagnicos dejaban en medio, laholganza y la inculturaincultura incultivo, mentaly materialarrastraban este grande y desdichadopueblo los ms crueles desengaos. Embotados yentristecidos por la inaccin, hartos del romanticismopasado incapaces para la vida prctica y laboriosa,viviendo la sombra de glorias muertas, leyendo una

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    LA GUERRA LITERARIA 21Historia primitiva y falsa, sin nimos para rectificaray hurtarle consecuencias amargas, pero provechosas;despreciando las letras y las artes en gracia al amorde las ciencias, entonces victoriosas en el mundo(amor, sin embargo, puramente platnico, puesto quefpenas un nombre de Castilla figura en la larga rela-cin de inventores y cientistas); despreciando cuantose ignoraba, indisciplinados, pobres y arrogantes, asvivan los espaoles de fin de siglo hasta los desas-tres del 96.Nada hacan los Gobiernos por la instruccin, nico

    medio para dar disciplina, cohesin y rumbo laopinin pblica.

    Qu era entre tanto de la Poesa espaola en aque-llos aos tristes y baldos?Muere Zorrilla perfectamente desconocido y des-estimado por las castas literarias, no as por el pueblo

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    22 MANUEL MACHADOy los profanos en general. Pudo parecer, por pocotiempo afortunadamente, ciue se haba sobrevivido s mismo. El pobre viejo, amargado y olvidado, habasobrevivido solamente al romanticismo como escue-la, que, en efecto, haba pasado ya por completo,puesto que el mismo Echegarayeterno mixtificadorde todo lo que ofreca probabilidad de xitoensa-yaba ya el naturalismo y hasta el simbolismo en elteatro. Pero, poeta de veras, i>oeta de siempre, susltimos versos son, si cabe, mejores que los primeros,y sin perder su carcter exuberante y su riqusimavena castiza tienen ya las auras y los matices de lanueva poesa, de que son en realidad los primerosprecursores. Porque este hombre, que muri mas allde los ochenta aos, tuvo siempre el corazn joven yla mente. Y en una poca y en un pas en que eranecesario punto menos que estar fsil para ser respe-tado, y en que los altos puestos se ganaban general-mente por prescripcin, slo l tuvo el noble, elfuerte, el conmovedor atrevimiento de abominar enpblico de la fatal vejez y de las inferioridades queacarrea. Conmueve orle exclamar en el momento desu coronacin ante la Alhambra granadina, que tandulces cosas y soberbias le dijo siempre, aquellas pa-labras sinceras y lamentables:

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    24 MANUEL MACHADOnes, pero muy cuidada de metro y rima, le faltaba ya,y el buen D. Gaspar muri para las letras algunosaos antes de fallecer definitivamente.

    As decapitada la Poesa espaola, qued reducida un escaso nmero de imitadores sin carcter nifuerza alguna, entre los cuales se ve sobresalir apenaslas efmeras y borrosas figuras de un Velarde, un Fe-rrari, un Manuel Reina. La Poesa espaola se moraen medio del desprecio general, entre las zumbas deClarn y las inocentes stiras del Madrid Cmico^mantenedor de la lrica festiva ms insulsa del mun-do. Fu sta la poca de Madrid Cmico. Un hombrede verdadera finura intelectual y de relativo buengusto, Sinesio Delgado, diriga la publicacin, y entorno suyo se agrupaban nuestros lamentables vaiidc-villistas y comedieros del gnero chico. Fu sta lapoca del genero chico y muy particularmente de losmelodramas comprimidos, quinta esencia de la msodiosa cursilera literaria.Todo entusiasmo, todo fervor era mirado desdeo-

    samente y nunca tuvieron los poetas, bien que mere-cidamente por entonces, un concepto ms desdichadoen la opinin general. Los libreros y editores repug-naban las colecciones de versos, rechazbanse stosen los peridicos, y en el Ateneo de Madrid,, donde

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    LA GUERRA LITERARIA 2$tan altas cosas se han dicho, pero donde casi todanecedad ha tenido tambin su asiento, se discuta enserio si la forma potica estaba llamada desapa-recer.

    Por tales tiempos y costumbres, y raz de la granderrota, fu cuando comenz surgir la nueva Espa-a, y, como siempre, muy por delante la Poesa nue-va. Por entonces nacieron las letras los jvenesque, hoy maduros, representan nuestra literatura enEspaa y fuera de ella. Su obra, en un principio, tuvoque ser negativa y demoledora. Jams una juventudtuvo que sacar fuerzas tan de flaqueza, ni tuvo tanpocos impulsos recibidos de la generacin anterior,ni tantos ejemplos... que no seguir.Apenas parecieron los primeros innovadores, la

    indiferencia general se convirti en unnime zumbaatronadora. 'La palabra 'modernismo, que hoy deno-mina vagamente la ldma etapa de nuestra literatura,era entonces un dicterio complejo de toda clase dedesprecios. Y no era lo peor esta enemiga natural delvulgo, contrario siempre toda novedad. A las bue-nas gentes se les desquiciaba su tinglado mental y seles complicaba cruelmente su saneado par de idecas

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    con que tan bien hallados estaban. Aullaron, pues,buenamente, como los perros la luna, y prorrum-pieron en ineptas risotadas durante algn tiempo, yaceptaron al cabo, sin ms reflexin y por instinto,en cuanto ya estuvieron un poco fans, las vitandasnovedades.Ms dura iu la lucha con los escritores, crticos yliteratos, que ocupaban por entonces las cumbres del

    parnaso espaol. Lejos de iluminar la opinin sobrelas nuevas tendencias, que para ellos debieron sercosa prevista y conocida, se mostraron tan sorpren-didos indignados como la masa general; secundaronla zumba y la chacota y tronaron desde pulpitos ms menos altos contra el abominable modernisviio.Bien es verdad que aquellos escritores, que se llama-ban maestros y sabios porque eran viejos y no que-ran saber nada, sospechaban ya por dnde les ven-dra la muerte, y, en cuanto los crticos, cuya obli-gacin profesional es iluminar al vulgo caminandodelante de l sin asombrarse de nada, sabido es queen Espaa caminan detrs, consagrando lo que lagente aplaude, condenando lo que rechaza, es decir,escribiendo siempre antes de enterarse... y despusde no haberse enterado.En tales condiciones, la lucha se impona. La lucha

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    LA GUERRA LITERARIA 27trae siempre los excesos consigo. De los atentados la retrica, la prosodia, al academismo neoclsico,que estaban en el programa, se pas los atentadoscontra el crdito literario y la obra personal de losseores del margen. Fu tambin preciso exagerardeterminadas tendencias para romper el hielo de laindiferencia general; irritar con algn desentono losodos rehacios y adoptar ciertas poses para llamar laatencin.No os relatar las mil peripecias de la lucha, que

    todos tenis presente, algunas de las cuales soy yo elprimero en lamentar. La opinin y el tiempo hanhecho ya gran justicia y continan hacindola. Loque importa consignar aqu es que, conjuntamente esta labor de rebelda, de ataque y de demolicin, lajuventud potica espaola realizaba su obra generosade pura Poesa, sin ms inters que el del arte ni msconcupiscencia que la de la gloria.

    All por los aos de 1897 y 98 no se tena en Es-paa, en general, otra nocin de las ltimas evolucio-nes de las literaturas extranjeras que la que nosaportaron personalmente algunos ingenios que habanviajado. Alejandro Sa-vva, el bohemio incorregible,muerto hace-poco, volvi por entonces de Pars ha-blando de parnasianismo y simbolismo y recitando

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    28 MANUEL MACHADOpor la primera vez en Madrid versos de Verlaine.Pocos estaban aqu en el secreto. Entre los pocos,Benavente, que la sazn era silbado casi todas lasnoches al final de obras que haban hecho, sin em-bargo, las delicias de) pblico durante toda la repre-sentacin. Un gallego pobre hidalgo, que haba ne-cesariamente de emigrar Amrica, emigr, en efec-to, y volvi al poco tiempo con el espritu francsms fino de los Banvilles y Barby d'Aurevilly mez-clado al suyo clsico y archicastizo. Fu Valle-Inclnel primero que sac el modernismo la calle, consus cuellos epatantes, sus largas melenas y sus queve-dos redondos. Por entonces esto representaba unvalor toda prueba. Finalmente, con uno de esosfantsticos cargos diplomticos de ciertas republiqui-tas americanas, se hallaba en Madrid Rubn Daro,maestro del habla castellana, y habiendo digeridoeclcticamente lo mejor de la moderna Poesa fran-cesa. A estos elementos se uni el poeta ya entoncesgranado Salvador Rueda, cuya exuberante fantasa,descarriada veces, pero poderosamente instintiva,haba roto ya en cierto modo los lmites retricos yacadmicos.

    Por una de esas coincidencias extraas y parad-gicas tan frecuentes en la vida, el primer rgano de

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    publicidad que tuvieron los novadores, fu aquelmismo Madrid Cmico convertido ahora en La VidaLiteraria, que diriga Jacinto Benavente. All por lavez primera se publicaron las Carias de mujeres y elTeatro fa7itstico, base de todo el teatro de Benaven-te, obra de vida, de grande profundidad psicolgicay honda poesa humana que ha venido luego triun-fante sustituir en nuestra escena los disparatadosdramones pseudo romnticos que por entonces se es-tilaban. All dio conocer D. Ramn del Valle losmejores trozos de su primer libro Femeniias, mos-trando que la prosa puede cincelarse como el mspulido verso y darle la onomatopeya propia del asun-to en un hbil trabajo de orfebrera literaria.

    Valle Incln, estilista supremo, pudo ensear losescritores y al pblico cunta era la pobreza de aque-llcis eminentes plumas que cultivaban el llamado esti-lo castizo, agarbanzado, clsico cervantino, supremaflor del arte por aquellos tiempos. Finalmente, all seimprim.ieron los primeros versos llameados modernis-tas, que escriban Rubn Daro y Juan Ramn Ji-mnez.Una gran actividad con vistas Europa haba sus-

    tituido la inercia anterior, y en todos los ramos li-terarios y artsticos, en general, las nuevas tendencias

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    30 MANUEL MACHADOcomenzaban abrirse camino. La novela con Barojay Azorn, el teatro con Benavente, la poesa lrica conDaro, Juan Ramn Jimnez, Marquina, Villaespesa.El periodismo pudo contar desde entonces con cro-

    nistas de verdadero arte, como Gmez Carrillo. Lacrtica artstica y filosfica con Jos Ortega y Gasset.Y el movimiento de renacimiento espaol cont conhombres del antiguo Renacimiento, como Rusiol,pintor, poeta, dramaturgo, y con ese enorme propul-sor de ideas y conmovedor de conciencias que se lla-ma D. Miguel de Unamuno.No cito sino algunas cspides porque todos cono-

    cis la verdadera legin de ingenios que han idofloreciendo nuestra vista. Legin he dicho, y tenedpor cierto que son tantos y tales, que bien puede Es-paa enorgullecerse de ellos y poner sus artistasfrente los mejores de Europa. As pudiera hacer lomismo con los dems productos nacionales...A la fundacin de la Vida Literaria, sigui la deun sinnmero de semanarios cuya vida fu efmera,brillante y loca, y que se titularon FJcctra, Jiivoitud,Revista Ibrica, la Revista Latina, Helios, Renaci-miento, y tantas otras creadas al calor de la juventud,independiente para todo, pero solidaria nicamenteante el amor del arte. Estas revistas, sostenidas prin-

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    LA GUERRA LITERARIA ' 31cipalmente por los poetas, lo tenan todo; escritores,suscriptores y pblico. Carecan solamente de admi-nistracin, y como hijas prdigas de las ms genero-sas intenciones, se arruinaban pronto y moran jve-nes. Moran, pero no sin dejar su buena huella lu-minosa.Adems ya no eran necesarias. Los grandes rga-nos de la Prensa, las altas tribunas literarias, las casas

    editoriales y hasta los teatros, ltima palabra de lohermtico, estaban abiertos la libre emisin de lasnuevas ideas y formas literarias, no slo para los ca-pitanes del movimiento sino para los que venan ensegunda fila. La gente, y despus los crticos y edito-res, aceptaban ya lo nuevo en todas partes. En unapalabra, el modernismo haba triunfado.

    Y todo esto, qu es el modernismo? me pregun-tarn ustedes. Y en verdad que ustedes mismos tie-nen un poco la culpa de que yo no pueda explicrselomuy satisfactoriamente. Palabra de origen puramentevulgar, formada por el asombro de los ms ante lasltimas novedades, la voz modernismo significa unacosa distinta para cada uno de los que la pronuncian.

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    32 MANUEL MACHADO

    Ya dije que para ste el modernismo es la cabellerade Valle Incln, para aqul los cupls del Saln Rou-ge, para el otro los cigarrillos turcos, y para el de msall los muebles de Lissrraga.

    Pero circunscribindonos la poesa, objeto de estacharla, y aceptando la palabra, puesto que no hayotra, tratar de explicaros la cosa lo ms claramenteposible.

    El modernismo, que realmente no existe ya, no fuen puridad ms que una revolucin literaria de ca-rcter principalmente formal. Pero relativa, no slo la forma externa, sino la interna del arte. En cuan-to al fondo, su caracterstica esencial es la anarqua.No hay que asustarse de esta palabra pronunciada ensu nico sentido posible. Slo los espritus cultivad-simos y poseedores de las altas sapiencias del artepueden ser anrquicos, es decir, individuales, perso-nalsimos, pero entindase bien, anrquicos y no anar-quistas. No es lo mismo el no necesitar de gobiernoque el predicar libertad los salvajes.

    Las viejas disciplinas, los dogmatismos estticosque venan rigiendo, las manidas escuelas literariaspoticas, las estrecheces acadmicas y los cnones depreceptiva moral, todo eso fu lo que cay arrollado las primeras de cambio.

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    LA GUERRA LITERARIA 33Si alguna consecuencia final grande y provechosa

    ha trado esa revolucin en cuanto al fondo, es la deque el arte no es cosa de retrica ni aun de literatu-ra, sino de personalidad. Es dar los dems las sen-saciones de lo bello, real fantstico, travs del pro-pio temperamento cultivado y exquisito. De modoque para ser artista basta con saber ser uno mismo.Lo cual, entre parntesis, es bastante difcil. Con

    que el modernismo lejos de ser una escuela, es elfiniquito y acabamiento de todas ellas.

    Los poetas espaoles de este principio de siglo hanaceptado, como no poda menos de suceder, lo quehan encontrado de bueno y de til en las literaturasextranjeras como medio de expresin y de promoversensaciones. Y, as, hay en ellos del simbolismo delparnasianismo y de otros ismos que en Europa hanservido para denominar ciertas agrupaciones arts-ticas...Es de notar que esta influencia Europea y princi-

    palmente francesa, lleg Espaa, en primer trmi-no, desde la Amrica latina.

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    34 MANUEL MACHADORespecto la forma externa de la poesa, las inno-

    vaciones son de dos clases: retricas y prosdicas.Las retricas importan poco. Se reducen no re-

    conocer la obligacin de las rimas consabidas, noaceptar determinadas reglas para algunas estrofas, re-chazar ciertos artificios obligatorios y en crear nue-vas y variadas formas. De modo, que esto ms queatentar la integridad del Arte Potica, es ensanchar-la y aumentarle algunos captulos para que tenganque comer los maestros del porvenir. A este particu-lar, recuerdo que toda una tarde entera me estuvo elinsigne D. Eduardo Benot, rechazando, indignado, unsoneto, porque estaba escrito en versos alejandrinos,hasta que hube de decirle que en una retrica nov-sima se incluan ya estas clases de composicionescon el nombre de sonites.Ah, pues entonces est muy bien!, exclam elbuen viejo, convencido. Y cuenta que ste era un granrevolucionario, el cual, como todos los revoluciona-rios, no conceba que se hicieran revoluciones, des-pus de la suya, ni en la Retrica.En cuanto las novedades prosdicas ya han sido

    ms hondas y positivas. Dejando un lado la versifi-cacin por pies mtricos que ya era conocida, peroque alcanz gran desarrollo en los poemas primeros

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    LA GUERRA LITERARIAde Jimnez, Villaespesa y los americanos, hay quedecir algo sobre la tonalidad y la msica general delos versos modernos.No conceban los prosodistas que se saliera de losacentos tnicos obligatorios, constituyentes, como Be-not les llama, en cada clase de versos.Y hubo, sin embargo, dos poderossimas razonespara salir de ellos.La primera es la que tuvo la msica para salirse delos escasos ritmos bailables y de los eternos sonique-tes en que estuvo encerrada hasta la aparicin de losgrandes maestros alemanes. Para dar la msica ex-

    presin real y amplitud ideolgica, Wagner tuvo queromper la prosodia musical de su tiempo, tuvo quebuscar melodas ms vagas, ms matizadas, pero mu-cho ms grandes y ms fuertes. Los odos modernosno pueden ahora soportar los antiguos valsecitos re-tricos.La segunda razn, y quizs la ms fuerte, es la deque, no entrando lajp oesa solamente por el odo sinotratando de dar sensaciones la vista y la inteli-

    gencia, la iscrona repeticin constante de los acen-tos acapara y distrae la atencin del lector, molestn-dola y separndola de otras sensaciones ms intere-santes, como el redoble de un tambor nos molestaia

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    y nos desesperara en momentos de contemplacin de recogimiento.Estas son razones de puro sentido comn que con-

    venceran un nio, pero jams un retrico ni me-nos un prosodista. Gracias que esta clase de lun-ticos abundan poco.

    He dicho que el modernismo no existe ya, y nadams cierto, en efecto. Abiertos los caminos, rotos enel fondo los prejuicios y en la forma las trabas encuanto al metro y la rima; fertilizado el lenguaje consavia nueva, se trataba y se trata ya de trabajar enserio y abandonando toda pose. La personalidad decada uno de los poetas espaoles ha ido cristalizandoen modos y formas perfectamente diferentes, sin quehaya entre ellos nada de comn que permita agru-parlos bajo una misma denominacin de escuela sec-ta ni tendencia.

    Si alguno conserva an algo de las pri meras moda*lidades del modernismo, es el insigne Villaespesa, enquien prepondera ya, sin embargo, la nota clida,luminosa de su guitarra andaluza,

    Juan Ramn Jimnez, jacudi hace mucho tiempo

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    los alardes de metrificacin y ha encontrado caucepara su espritu dulce y sensitivo, cantor de lo inefa-ble, en el asonante del ms sencillo romance octos-labo, y en las claras rimas infantiles.Eduardo Marquina que representa una protesta

    contra el turrieburnismo que caracteriz en un prin-cipio los modernistas, hace una poesa dura, peromaciza de sentir y de pensar, cuya mdula es un him-no la eterna renovacin de la vida. Finalmente,Antonio Machado, de quien ser el hermano mayor nome impedir decir que lo tengo por el ms fuerte yhondo poeta espaol, trabaja para simplificar la formahasta lo lapidario y lo popular.No me incumbe m, compaero de stos, y de losotros que no cito y que tambin valen, daros aqu unjuicio crtico de cada uno de ellos. Ni es hora toda-va. Me limitar, pues, leeros una composicincomo tipo potico del temperamento de cada uno. Avosotros juzgar y perdonar las faltas del lector.No quisiera despedirme de vosotros sin rechazaruna acusacin que se nos viene haciendo constante-mente los intelectuales de hoy, y, muy particular-mente los poetas: la de no tomar parte en la vidapoltica nacional. En cuanto los gobiernos, hemosde confesar que no nos han llamado nunca sus con-

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    3 MANUEL MACHADOsejos, ni los puestos importantes de la administra-cin la enseanza. En cuanto las oposiciones, quehoy medio manejan^ ya el cotarro y que no hacen, sinembargo, ms que dificultar la obra de los gobiernosde buena fe, declaro, por mi parte, que no me son sim-pticas.Adems, yo creo que la nica poltica patritica

    consiste en hacer cada uno lo suyo lo mejor que pue-da. Yo hago versos y no otra cosa. Y cuando algnfurioso militante me excita tomar parte en algunalabor poltica sociolgica, suelo responderle comoGtierrita aquel otro torero, que le peda la punta desu capote para lancear al alimn:Toree usted con el suyo, que el mo es de seda.

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    GNESIS DE UN LIBRO

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    Hace prximamente un ao disertaba yo en estamisma ctedra sobre la poesa moderna, modcniistaysi queris, contempornea en el ms extricto senti-do de la palabra.Y hube de notar en gran parte del culto auditorioalgo as como el deseo de que entrase yo en un exa-men ms tcnico y profundo de los modos de poeti-zar y aun de versificar de nuestros lricos en boga.Aunque se trataba de una amable conversacin conpersonas y gentes ms all de la Retrica, y, aunqueseal grandes rasgos las caractersticas de nuestrapoesa de hoy, not, repito, una especie de decep-cin relativa mi falta de doctrina y de sistema.Se quera indudablemente algo ms de ciencia delarte, para lo cual (perdneseme el palabreo) hubierayo necesitado y deseado poseer el arte de la cienciaen el sumo grado de los ilustres conferenciantes mis

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    42 ISIAXUEL MACHADOpredecesores. Y adems, y por qu no confesarlo, unaconciencia demasiado clara y fra de la labor de miscoetneos y de la ma propia.Yo vine decir en resumidas cuentas, despus de

    relatar como testigo y, ay! como actor, la lucha en-tre las pasadas escuelas y las actuales personalidades,que la revolucin operada ltimamente en la poesaespaola se refera principalmente la forma.Faltme entonces indudablemente, y desde enton-

    ces confieso que lo vengo echando de ver, el com-pletar con un ejemplo, con el anlisis tcnico deuna obra determinada y caracterstica, mi leccin depoesa moderna.

    Y, pensando y buscando cmo llenar hoy este va-co, he venido acudir lo que tena ms mano,es decir, m mismo.No porque yo me tenga por modelo, ni mucho me-nos, sino porque no s de nadie quien pueda tratar

    con ms confianza ni con quien tenga ms ntimo co-nocimiento.Voy pues, deciros cmo se pinta hoy con los

    versos. Voy abriros las puertas del taller, cosa queno hara ningn artista del Renacimiento por todo eloro del mundo: Perdonad el desorden en que vais hallarlo. Abriros la puerta del taller vale tanto en un

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    LA GUERRA LITERARIA 43poeta como franquearos las entradas del corazn ylos ms recnditos antros de la mente.Ah, perdonad todava una salvedad. Yo voy ha-

    cer esto por mostrroslo todo, no por ensearosnada; no vengo en profesor, sino en ingenuo. Yoquiero que veis conmigo y que sintis si puede serla gnesis de un libro de poesas con todo lo que hayde consciente en la factura, con todo lo que hay devago y de incoercible en el sentimiento.

    El libro, sin embargo, escogido por m entre losmos para esta experiencia, es una corta coleccin desonetos sobre las obras maestras de la pintura uni-versal.Lo informan, pues, sentimientos reflejos de arte,

    doblemente tamizados por el pincel y la pluma. Esflor de estudio y de cultura, grata quizs nicamente los que conocen bien y saben amar las grandesobras de mundial renombre que se refiere. Y la heescogido precisamente por eso; porque si no me re-trata ni me descubre m,salvo lo que hay de per-sonal en toda transcripcin artstica , tiene en cam-bio la ventaja de representar esa transfusin delcolor la palabra tan perseguida por los modernosescritores, esa indelimitacin entre las dos artesdistintas que ha sido mi entender tan saludable

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    LA GUERRA LITERARIA 45decroslo todo no me dejar pasar adelante sin unabreve aclaracin:La campanada blanca de maitines^ dice,

    al serfico artista ha despertado^ etc.Hacedme gracia del asonante campanada blanca

    hecho adrede con el fin de contribuir la sensacinde albor y de candor que se persigue, y cuyo empleoS ya viejo. Quin no recuerda el verso de Espronce-da hecho por el mismo procedimiento:

    las altas casas con su blanca luz>Y Espronceda no era ningn modernista. Era sim-

    plemente poeta, es decir vate, adivino, precursor.Vamos la adjetivacin de un sonido por un co-

    lor: campanada blanca. Hay realmente sonidos colo-rados y colores sonoros? Yo creo que s, nosotroscreemos que s, y utilizamos estas transfusiones comoelemento de arte, lo mismo que se utilizan en la vidala electricidad, el magnetismo y aun el hipno tisnio,sin saber todava muy bien lo que son estos fenme-nos. De aqu sentar una teora ms menos capri-chosa de las vocales coloreadas, como han hechoRimbaud y otros fantaseadores, hay largo trecho.

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    LA GUERRA LITERARIA 4/vinamente perfilados; con sus prpuras uniformes ysus inocentes iluminaciones de oro y seda. Por eso semientan en el soneto las frentes virginales y las manosde ncar, y se termina la estrofa con una frase sacra-mental y litrgica que da la sensacin de la ingenuareligiosidad de los prerrafalicos.Y ahora que sabis lo que se ha tratado de hacer ycmo, ved hasta dnde se haya conseguido, recor-dando el cuadro y oyendo el soneto:

    La campanada blanca de maitinesal serfico artista ha despertado,y, al ponerse pintar, tiene su ladoun coro de rosados querubines.Y ellos le ensean cmo se iluminala frente y las mejillas idealesde Mara, los ojos virginales,la mano transparente y ambarina.

    Y el candor le presentan de sus alaspara que copie su infantil blancuraen las alas del ngel celestial.

    que, ataviado de perlinas galas,desciende al seno de la Virgen pura,como el rayo del sol por el cristal.

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    48 MAXUEL MACHADOOtro albor de la pintura apuntaba en el Norte, pa-

    ralelo al italiano, y tan distinto. Los Pases Bajos, queempezaban ser nuestros con el matrimonio de Ma-dama de Castilla y D. Felipe el Hermoso, tenan tam-bin sus pintores primitivos, al par de los de Italia,Pero aquello era otra cosa. Las condiciones materia-les del pas y de la luz, el carcter de la vida social,la fuerza de las democracias y la existencia del pueblocomo entidad poltica importante, guiaban los ar-tistas la pintura de la realidad y aun del retrato.Primitivos, sin embargo, no supieron librarse en unprincipio del hieratismo en las figuras y la minucia enel detalle, que los caracteriza. Y, sobre todo, aquellosdivinos fondos de paisaje y de ciudad sin perspecti-va, tan cercanos de los ojos como lejanos en el re-cuerdo, deliciosos paisajes de nacimiento y de jugueterimitivo y desconocido, probable-mente de Van-Laethem, como pudiera serlo de Vander Goes, de los Van-Eyck, de Mabuse. Larga es la

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    LA GUERRA LITERARIA aq

    historia de este retrato hoja de un trptico cuyo pan-neau central se ha perdido y que figur con su com-paero lateral (el retrato del prncipe D. Felipe, es-poso de D.^ Juana) en la ltima Exposicin del Toisnde Oro en Bruselas, de donde ha podido obtener lareproduccin fotogrfica la Junta de Iconografa Na-cional que preside el ilustre Marqus de Pidal y deque es secretario el insigne escritor D. Jacinto Octa-vio Picn.

    Aparte de a significacin artstica y pictrica deeste retrato, he querido yo dar en mis versos la sen-sacin moral y fsica de la persona de D.^ Juana, vas-tago dbil y desmedrado de la Casa de Castilla, que-bradiza y enferma, y tan interesante en su atona y sumutismo, minada ya de la vesania que estall lamuerte del Rey y que la ha hecho clebre en la His-toria.Y todo ello expresado por el pintor sobre aquelfondo impagable en cuyo ingenuo ltimo trm.ino se

    distingue perfectamente el palacio que D.^ Juana hizollevar consigo al coronarse princesa de Brabante.Ved v oid:

    Hiertica visin de pesadilla,en medio del paisaje est plantadc

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    50 MANUEL MACHADOalto el brial y la color quebradala Reina Doa Juana de Castilla.

    Liso el pelo ambos lados de la frente,bajo el velludo de la doble toca...Ausente la palabra de la boca,y, de los ojos, el mirar, ausente.

    Abierto el regio y blasonado manto,como una flor enferma, el dbil talledeja ver, encerrado en el corpino.Y en una lejanamas no tanto,

    que se pierda el ms mnimo detallehay el paisaje que soara un nio.

    Paso por alto la estrofa sobre Boticcelli, en cuyoretablo de la Primavera est ya casi en pleno el Re-nacimiento. No quiero fatigaros. La composicin esms lrica que las otras, casi conipletamente personal.Yo supe de ese cuadro en Pars y su recuerdo va enm asociado otras impresiones que no son del caso.Y henos aqu ya ante el gran maestro florentinopoeta, filsofo, matemtico y hasta charadista en losratos de ocio. He nombrado Leonardo de Vinci, alms consciente, complejo y misterioso pintor del Rez

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    LA GUERRA LITERARIA 5 Inacimiento, al que tuvo y guard ms secretos deArte, despus de revelar tantos, al que supo que g}'a7tpoesa acompaa lasfiguras puestas delante de unapuerta que da acceso una habitaci7i en sombra^ alinefable autor de La Gioconda.Las innumerables hojas de papel escritas impre-

    sas sobre la sonrisa de Madona Elisa, de la que se hahecho un problema de Arte, un problema de Filoso-fa, un problema de Amor, un problema de Ciencia,pesaban sobre m al escribir esos versos, todo inte-rrogaciones, como todo enigma es el retrato de lahija de Francisco del Giocondo, desde su aparicinhasta su desaparicin misteriosa. Yo pienso con pena,no exenta de cierta admiracin, en el loco que ha pri-vado al mundo de esa sonrisa nica. Porque para mel robo de La Gioconda del Louvre es un verdaderorapto. La obra de un enamorado obseso y terrible,que estas horas goza solas del objeto de su pasin que tal vez lo ha destruido, lo ha matado, para queno vuelva sonrer nadie.Mi soneto no es feliz, pero la contemplacin del

    cuadro, aun siendo nuestra duplica del Prado, os in-demnizar de la msica:

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    de la escuela Veneciana, emperador del Arte de laPintura. Hablaros del uno y del otro parece comple-tamente ocioso. La simple asociacin de sus nombresme da hecha la sntesis que vais escuchar. Yo, comoel pintor, he llenado mi cuadro con la figura que lle-naba por entonces el mundo y he puesto al pie, sen-cillamente, la firma del artista.Ved qu os parece:

    El que en Miln niel de plata y orola soberbia armadura, el que ha forjadoen Toledo este arns, quien ha domadoel negro potro del desierto moro...

    El que ti de prpura esta plumaque al aire en Mulberg prepotente flotaesta tierra que pisa, y la remotaplaya de oro y de sol de Moctezuma...

    Todo es de este hombre gris, barba de acero,carnoso labio socarrn, y durosojos de lobo audaz, que, lanza en mano,

    recorre su dominio, el Mundo entero,con resonantes pasos y seguros.En este punto lo pint Tiziano.

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    54 MANUEL MACHADOCuando yo empez mis estudios de Arte, el Greco

    era, en el sentir de la crtica, el ltimo de los grandespintores espaoles. Despus lleg declarrsele elprimero. Despus... El Greco es, sin duda alguna, elms genuino y expresivo pintor de la Espaa de sutiempo, de aquella Espaa reconcentrada, furiosa-mente idealista, conquistadora en nombre de la feharapienta y grave, con los ojos puestos siempre enel cielo y tropezando cada instante en la tierra, sinrendirse nunca. En este sentido y no el de su tcnicadiscutidsima, he considerado yo al gran Teotocopu-li, y escogido para mi Museo uno de sus retratos an-nimos, el de El Caballero de la mano alpecho. Y heprocurado, como el artista al pintarlo, simplificar loscolores de la paleta. Nada brillante en la indumenta-taria, sino el pomo de la espada. De la cabeza, encambio, digo que surge de la golilla, porque, en efec-to, nadie como el Greco para dar los rostros la ex-presin de la vida interior y del fuego del espritu.Recordad si no aquel magnfico entierro del Conde

    de Orgaz, en que, sobre los tonos apagados de la ro-pilla, surgen verdaderamente, como llamas de cirio,las cabezas de los caballeros all retratados. Y algo dellama hay tambin en el retorcimiento de sus figurasreligiosas... Pero esto nos llevara demasiado lejos. Lo

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    LA GUERRA LITERARIA 55que yo he tratado de sintetizar travs del cuadro,S el espritu espaol de entonces y de siempre. Loscaballeros del Greco andan an por estas calles, tanincapaces de sonrer como en aquel tiempo. Ved elprototipo.

    Este desconocido es un cristianode serio porte y negra vestidura,donde brilla no ms la empuadurade su admirable estoque toledano.

    Severa faz de palidez de liriosurge de la golilla escarolada,por la luz interior iluminada,de un macilento y religioso cirio.Aunque slo de Dios temores sabe,

    porque el vitando hervor no le apasionedel mundano placer perecedero,

    en un gesto piadoso, y noble, y grave,la mano abierta sobre el pecho pone,como una disciplina, el caballero.

    Al pintor de la Verdad, su tierra, dice la inscrip-cin de la estatua de Velzquez, de Sevilla. Para mes algo ms que el pintor de la Verdad. Es la propia

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    56 MANUEL MACHADOVerdad pintando. Para m no tiene antecedentes niconsecuentes; 'es nico y aparte. Veo en todos los de-ms artistas la tcnica, el arte, la paleta. En Velz-quez veo la vida... y, entonces, ya no s nada, comopasa con nuestra vida misma.

    Por eso, en mi transcripcin potica de este mara-villoso retrato de la infantita de Austria D.^ MaraTeresa, no miento para nada el Arte. Al referirme la coloracin del rostro, aludo los afeites con queestucaban sus mejillas nuestras damas del xvii, no la pintura del artista. Lo que he procurado es rendiren mis versos toda la elegancia, toda la decadencia,toda la infinita amargura de la deliciosa Infanta, tanviva en el cuadro y, aun ms, que lo estuvo nunca enla realidad:

    Como una flor clortica el semblante,qne hbil pincel ti de leche y fresa,emerge del pomposo guardainfante,entre sus galas cortesanas presa.

    La manombar de ensueo entre los tulesde la falda desmyase, y sostieneel pauelo riqusimo, que vienede los ojos atnitos y azules.

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    LA GUERRA LITERARIA 57Italia, Flandes, Portugal... Poniente

    sol de la gloria, el ltimo destelloen sus mejillas infantiles posa...Y corona no ms su augusta frente

    la dorada ceniza de cabello,que apenas prende el leve lazo rosa.

    Coronas que se caen de las frentes fatigadas, ojoscansados y delicadas manos incapaces de sostener yaun cetro, de puro finas y reales. Recordad los admi-rables retratos del IV Felipe pintados por el mons-truo:

    Nadie ms cortesano ni pulidoque nuestro rey Felipe,que Dios guardetodo de negro hasta los pies vestido.

    Es''plida su tez, como la tarde,cansado el oro de su pelo undosoy, de sus ojos el azul, cobarde.

    Sobre su augusto pecho generosoni joyeles perturban ni cadenasel negro terciopelo silencioso.

    Y, en vez de cetro real, sostiene apenas,con desmayo galn, un guante de antela blanca mano de azuladas venas.

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    58 MANUEL MACHADO

    Pero Velzquez no fu slo el pintor de las deca-dentes aristocracias reales. He dicho que l era comola vida, y en la vida espaola de su tiempo, en aquellaEspaa que aguardaba famlica el oro de los galeo-nes de Amrica (que caa casi siempre en manos delos ingleses) conviva con magnates caballeros y sol-dados el hampa rufianesca, la truhanera y la gallofa,que llegaba, como el hambre y la miseria, hasta elpropio Palacio, con los bufones del Rey. Inmortalesfiguras de Pablillos, Don Manolito, Don Antonio elIngls, Don Sebastin de Mora, Barbarroja, y, sobretodo, Don Juan de Austria. Cmo lleg Espaa,como lleg la corte dejar caer tan gran nombresobre tan mezquino sujeto, haciendo as mofa de lams gloriosa ocasin que vieron los siglos y del re-cuerdo de un vastago tan ilustre de la propia CasaReal?...

    Los tiempos eran de perder y los nobles caballerospierden siempre sonriendo.

    Don Juan de Austria, el bufn... Don Juan terrible,la socarrona cara jocoseria,bajo el gorro anacrnico y risible...Don Juan de la verdad y la miseria!

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    LA GUERRA LITERARIA 59Hay en sus ojos de amargura un sello,

    y en vano burlan de su mal talantelas damas del absurdo guardainfantey decuple archivolta en el cabello.No fu en Lepanto, pese su alto nombre.

    Pero, amigo de un rey de glorias harto,entre sus timbres de alta prez hay uno

    que hace de l un amable gentilhombre,prest un dobln al gran Felipe cuartoen cierta noche de terrible ayuno.

    Yo .no s si vosotros os habr pasado alguna vezlo que m. Despus de recorrer las salas de nuestroMuseo y sobre todo la magnfica cruja central dondesolicitan la vista y sacuden fuertemente el espritucon intensidad violadora las inquietantes fantasas ylas realidades tremendas de Goya, los soberbios ydorados desnudos del Tiziano, la opulenta policromade Rubens, la suprema verdad de Velzquez inexo-rable, la ardiente angustia contenida del Greco, iosferoces contrastes del Espaoleto..., el sentir comouna caricia de la luz en los ojos y en el espritu, comoun descanso inefable al deteneros en aquella pequea

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    6o MANUEL MACHADOrotonda clara y pacfica donde se exponen los cua-dros de Murillo. De m s decir que aquello me ha-laga y tranquiliza como agua que se remansa tras lacarrera torrencial/y mi vista se posa dulcemente sobreaquellos ngeles tan nios y aquellas vrgenes tanmaternales... Senta y pintaba este hombre tan hiima-natnente las cosas divinas, que para trasladar yo alverso la poesa de su obra he tenido que valerme deun artificio de inversin: algo as como volver ellienzo del revs para mirarlo al trasluz Y, as como lhumaniza lo divino, trato yo de divinizar lo humano.Y, tomando por base la Sacra Familia, pinto una es-cena familiar cualquiera que bien pudo servir de mo-delo al maestro.Y todo envuelto en la luz de Sevilla, que es la luzde sus Glorias.

    Aos se cumplen que su hogar fundaronRosario y Jos Antonio, y, junto ellos,un nioblanca tez, rubios cabellosatestigua la fe con que se amaron.

    El nioalma de pjarogorjea,en los brazos saltando de su padre.Morena y dulce, arrllale la madre.El amplio lecho en la penumbra albea.

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    62 MANUEL MACHADOTedio y desdn en la orguUosa frente,vago pesar en la mirada infausta...

    Lujossima espada, en joyas rica.Cruza una banda el busto indiferente.

    Blanca mano espectral, de sangre exhausta,y en la mano un limn, que significa...

    Que significa... El limnque no es limn, sino na-ranjasignifica sencillamente que el retratado, Duquede Rich^mon.pertenece la casa de Orange. Buenoest saberlo. Pero no os parece que queda mejor elsoneto sin decirlo?

    El ms formidable contraste con este retratista demagnates lo forma su conterrneo el flamenco Te-niers, pintor del pueblo y del pueblo ms groseramen-te alegre y sensual que ha habido en el mundo. Ha-ba sido hasta entonces la pintura el lujo de los gran-des. Pero en Holanda, el pueblo fu tambin rico yfu tambin amo. Teniers, que lo amaba, fu el pri-m.ero en pintarlo en todo el esplendor de su alegraV^ulciosa y desapacible, en toda la ingenua brutali-dad de sus apetitos y sus expansiones, y en toda laexuberancia de vida y de fuerza que en l radican:

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    LA GUERRA LITERARIA 6^Ya est aqu el pueblo, el de la ruda mano

    y el abundante corazn sencillo,con su msica alegre de organilloy su reir descomedido y sano.

    Teniers lo amaba, y lo pint el primero las luces de antorchas macilentasen orgas alegres y violentas en sus fiestas de albogue y de pandero...Y helo aqu, que se atraca y refocila,

    y en pintorescos gapes desfilapor tabernas, posadas y figones...

    Grita furioso, re plena boca,ansioso bebe y come y gusta y toca,y hace cosas de nerro en los rincones.

    Dejo por no cansaros, ni cansarme, en blanco aquhoy la poca de los sucesores de Velzquez hasta lle-gar al ms complejo y original espritu de arte entrelos pintores de Espaa. Si Velzquez es la vida sinadjetivos, Goya es la vida con toda su amplitud, contoda su policroma versiforme, vista travs de unadmirable temperamento de filsofo. Slo que, comoes sabido, la filosofa se convierte en humorismo en

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    lA GUERRA LITERARIA 65de esta arrogante vieja, esta amazona,mejor montada de lo que conviene.Y en vano esta cabeza, un poco loca,

    pierde el cabello, y smese esta boca,y de estos ojos el mirar se empaa...

    Con su uniformerojo y negroella,siempre ser la suspirada y bellaMara Luisa de Borbn, de Espaa.Y ved ahora la terrible escena de los fusilamientos

    de la Moncloa con toda su descarnada crueldad, contoda la brutalidad de la muerte mansalva. Ved esatremenda fila de los fusiles, perpendicular la vida,matando apresuradamente, y racimos, al pueblo ma-drileo.

    l lo vio... Noche negra, luz de infiernoHedor de sangre y plvora, gemidos...Unos brazos abiertos, extendidosen ese gesto del dolor eterno.

    Una farola en la tierra casi alumbra,con un halo amarillo que horripila,de los fusiles la uniforme filamontona y brutal, en la penumbra.

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    65 MANUEL MACHADOMaldiciones, quejidos.., Un instante

    primero que la voz de mando suene,un fraile muestra el implacable cielo.Y en convulso montn agonizante,

    medio rematar, por tandas vienela eterna carne de can al suelo.

    Para admirar este cuadro y para gustar los versosque vais oir, es preciso haber vivido en el extran-jero. Es preciso saber cmo se nos desconoce siste-mticamente fuera de Espaa y cmo se nos ama conamor de artistas, precisamente causa de este des-conocimiento. Nada es verdad en esta Caniuvia'/a deSergent... bien ella es toda la verdad de nuestra Es-paa, fuera de Espaa. Yo he tenido que interpretar,no sin cierta pena, este concepto mundial, y mi sone-to est tan lleno de naen tiras como este cuadro ad-mirable.

    Esta espaola yanki, y tan francesa,que es toda Espaapara el mundo,tieneun ardor en los ojos, que le vienede un corazn de virgen satircsa.

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    LA GT.TI^RA LITERARIA 6/Mstica, y tan carnal, sabe de amores

    iinicos y de espasmos indecibles.Y coloran sus labios los terriblesrojos de las heridas y las flores.

    Pasin rugiente duerme en su ancha ojera,y en el seno magnfico que exultaun gran valor y un miedo milenario...

    Puesta la mano en la gentil cadera,junto de la morena carne ocultauna navaja y un escapulario.

    Aqu termina el libro y la conferencia. Yo quisierahaberos dicho algo de lo que siempre se nos quedaen el tintero y que es quizs lo mejor y lo ms esen-cial de nuestra obra. Deseara al menos que no oshubieseis aburrido demasiado. Si as no es, ^'a notiene remedio. Slo me resta pediros el perdn de lasfaltas, como en las antiguas comedias.

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    FERNNDEZ Y GONZLEZ

    Don Manuel Fernndez y Gonzlez cuyos son losmedianos versos que vais oir no era, sin embargo,ms que un poeta, un gran poeta, todo sentimiento,corazn y gracia.

    Semejante esos jvenes herederos de grandesfortunas que, desconocedores del valor del dinero, lotiran, derrochan y malgastan, l desparram y derro-ch el oro de su soberbia imaginacin sevillana encentenares de obras, que no han de pasar muy alldel tiempo, pero cuyo total asombra, por la riquezade la invencin, la agilidad de la prosa la armonajugosa del verso, y, ms que nada, por el nmero y lavena con que se improvisaron.Es fama que nuestro D. Manuel lleg dictar sus

    escribientes cinco y seis novelas un mismo tiempo.(Cmo eran esas novelas? Semejante en un todo alviejo Dumas, hall Fernndez y Gonzlez en la His-

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    JO MANUEL MACHADOtoria, en su sentimiento fantstico, pero cuan pers-picaz, veces, de la Historia, el ms rico venero parasu produccin. Las leyendas medioevales, los lancescaballerescos del siglo de oro, el penacho, la capa, laespada, el birrete almenado y la flotante garzota, des-filan lujosos por su mundo novelesco, donde la trama,los episodios y las peripecias no suelen tener mslgica que la de un cuento de hadas.En una ocasin hablbase de cierto personaje lla-

    mado Don Diego de Medina y hubo de objetarle unode sus amanuenses: Recuerde usted, D. Manuel, que este Don Diego lo hemos matado en el capituloanterior. No importa, repuso airado el novelista;puesto que yo lo he creado, bien puedo quitarlela vida y devolvrsela cuando se me antoje. Escribeah: De cmo no haba muerto Don Diego de Me-dina.

    Innumerables son sus novelas de este gnero y deaquellas otras que hacan temblar las almas sencillasde ha cincuenta aos con los lances de bandoleros ycaballistas. Oh divinas entregas de cuartillo de real;adorables librotes inacabables, deletreados al rincndel fuego por el nico lector de la casa, mientras entorno junta el miedo, la atencin y el encanto las ca-bezas de oro y las de plata!... Aquellos tiempos pasa-

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    lA GUERRA LITERARIA 71

    ron, y no sin enriquecer antes unos cuantos edito-res, que devoraron con su prisa y su avaricia el ta-lento y la \'ida de muchos escritores pobres, es decir,espaoles. Uno de esos tiranos fu el clebre Manini,que acosaba sin piedad Fernndez y Gonzlez.Bien que ste, independiente y ariscte de suyo, lodesesperaba menudo con dilaciones y morosidades.Don Manuel: que vienen por el original para Ma-nini. *Que yueUa. 7nanaua, responda l muchasveces, y segua durmiendo tan tranquilo.

    Pero volvamos sus novelas, encanto de la poca,y aun encanto nuestro muchas de ellas. Como un ad-mirador entusiasta le dijese despus de leer una desus fantasas histricas: Parece que ha conocidousted los personajes. No los he conocidores-pondi l, pero los presiento. Y s, en efecto, lospresenta, los adivinaba, como poeta que era. Y algu-nas de sus obras, como Mcn Rodrguez de Sanabria,Pero Gil y El cocinero de Su Majestad, tienen talsabor de poca, de vida, tal carcter de verdad ensus escenas y personas, que prueban hasta dnde, conel reposo y el estudio, hubiera llegado aquel ingeniomaravilloso.

    Pero reposo, estudio, eran incompatibles con suvida. Y su vida, otra novela de fantasa, que vale qui-

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    72 MANUEL MACHADOzas ms que su obra, no fu ms que un derrocheconstante de energa, de salud, de fortuna. Una bohe-mia incoercible incorregible, fecunda en lances yaventuras excntricas, llena de bellos gestos y demuecas grotescas, de salvajes alardes de independen-ciasin ms norma que el capricho de una imagina-cin desenfrenadapintoresca y amarga... Muchos lehabis conocido. Todos sabis de l rasgos que loretratan de cuerpo entero. Recordad, si no, la oca-sin en que, habindosele mostrado en Burgos la es-tatua sepulcral de Don Enrique de Trastamara, se fu ella gritando como un energmeno: Vil bastardofratricida; yo, D. Manuel Fernndez y Gonzlez, el pri-mer novelista espaol, con ms talento y ms vena queAlejandro Dumas, te abofeteo. Y, descargndola so-bre el duro mrmol, se destroz lastiniosamente lamano derecha...

    Alto, huesudo, blanco ya el hirsuto bigote, chis-peantes los ojos entre espirituales y espirituosos,ronca la voz, tal me lo recordaba ayer un ilustreamigo mo que le oy muchas noches en el viejo cafSuizo sus excntricas y admirables concepciones dela vida y de la realidad. Diga usted, D. Manuel, lepregunt una noche uno de la tertulia, ^'quin ha sido

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    LA GUERRA LITERARIA 73mejor poeta, Homero usted? Te dir*..., contestolmpicamente, Fernndez y Gonzlez. >

    Para terminar. Si es cierto lo que me han contadode sus ltimos momentos, hay en ellos un rasgo ni-co, una frase inmarcesible, que, revelando la firmecreencia de todo espritu grande en el ms all, cons-tituye al mismo tiempo la cifra ms clara y la stirams amarga de su vida agitada y atropellada. Alguien,sentado su cabecera, le animaba conversando ande arte y de letras y hablndole piadosamente delporvenir. Don Manuel quiso contestar algo; pero,sintindose morir asfixiado por la disnea, slo pudoexclamar, No!... me ahogo, me muero. Y, doblandola cabeza sobre el pecho, murmur sonriendo: Se con-tinuar. Fueron sus ltimas palabras. Las mismas quemil veces haba escrito al pie de sus folletines.Un duro y un paquete de cigarrillos constituan elnico haber que se encontr en su cuarto desmante-lado. Este hombre, que haba sido rico, ganado almenos montones de dinero, fu enterrado de limosna.Y es que estos seres pasan en manos de la fatalidadpor las vicisitudes de esas florecillas que se deshojandiciendo: Oro, plata, cobre... nada. (i)

    (1) La Seccin de literatura del Ateneo de Madrid presididapor el insigne Benaveute, tuvo, en el pasado curso, la buena ideade organizar una serie de confarencias sobre los grandes poetasespaoles. A ella pertenece el artculo presente.

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    LOS LIBROS

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    LA GUERRA LITERARIA

    UN LIBRO NUEVO Y UN POETA DE SIEMPREDijo la lengua el suspiro;

    chate hiscar palabrasque digan lo queyo digo.

    Esta solear la habis odo cantar y no sabis dnde;pero os suena algo conocido algo que habissiempre llevado dentro. No tiene fecha, no os evocaun nombre de escritor, no os recuerda la literatura,ni los versos, ni el papel impreso. Y al entonarla aloira creis que es vuestra, que no es de nadie, que esde todos, como ocurre con los cantares del pueblo...Pues bien; yo voy deciros de quin es esa coplay otras muchas que como bandada de alondras como flores silvestres han nacido en un espritu in-culto de los saberes que se leen; pero aleccionadopor la vida, sacudido por el sentimiento y visitadopor el quid divinum>, que convierte en poeta insu-perable Juan del Pueblo, cuando canta llora las

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    78 MANUEL MACHADOpenas reales, los amores verdaderos de su vidapropia.

    "Cantares. Imprcsio}ics-^ se titula el libro conqueel gran poeta Enrique Paradas vuelve ocupar elpuesto sealadsimo que en nuestra lrica le corres-ponde, puesto que abandon l las primeras decambio, ms amigo de ver que de contar, ms dado vivir que escribir, y por el cual puede decirse queno hizo nunca nada..., si no son sus versos, sus canta-res nicos.

    Los poetas de cantares! Qu pocos han sido! Encuanto hemos dicho Ferrant, Trueba, Aguilera, To-var, ya no tenemos que nombrar nadie casi nadie..Los poetas de cantares, almas identificadas con elpueblo en lo de acumular mil aos de sentimiento enlos cuatro versos de una malaguea en los terciosde una seguidilla gitana!... Y, como el pueblo, conde-nados la gloria del annimo!... Porque las coplas noson tales coplas verdaderas hasta que se pierde elnombre del autor y, gotas de llanto de roco, van parar al mar de la poesa popular... Bien es verdadque los que las escriben , mejor dicho, las cantan las lanzan, se les da un ardite de la gloria literaria,y se quedan satisfechos con desahogar el alma. Poetasde la vida, y no profesionales del arte, es solamente

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    LA GUERRA LITERARIA 79en los azares de su vida dunde hay que buscar lasraces de su produccin, si nos interesa descubrirlas, locual ellos les tiene sin cuidado... Tan ello es as,que uno de nuestros ms grandes escritores y el msversado en la actualidad en materia de coplas, urdicon las del pueblo la historia vulgar y corriente de unJuan andaluz; pero hecha de las cosas eternas queaquella gente cantael amor, la pena, la madre y lamuerte, cuyo libro es toda la vida y toda la poesadel pueblo y uno de los ms hermosos que se hanimaginado.

    As, cuando Paradas canta:

    Muri mi padre y mi madre,y t olvidaste mi amor.Hoy la gente dice al verme:Ah va el Cristo del dolor,

    al par que, con la suprema y terrible sencillez de unacopla, nos deja el prototipo acabado de la desgracialiumanatan humana, que, cuando alguien quierahablar de dolores sin consuelo, no podr aadirnada , ha dicho uno de ios momento ms trgicosde su azarosa vida.V cuando dice:

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    8o MANUEL iMACHADO

    T nunca podrs ser buena.El veneno naci malo,y sin querer envenena,

    hay tal sabor de verdad en los tres versos de esta so-lear, y de verdad sabida costa del propio corazn,que nadie se atrevera mover una palabra de la so-lemne sentencia, tan clara y tan sencilla.

    Larga sera de contar, y sabrossima, la historia deesta vida que ha producido esos cantares y otros mu-chos y mejores que se contienen en el libro de Para-das. Vida sin ms gua que los sentimientos desorde-nados, aventurera y pintoresca. Una fortuna derro-chada casi en la niez, sin aprender otra cosa que guiar magnficos troncos de caballos. Los usureros,la ruina. Despus, la pobreza; despus, la miseria.Luego, el bienestar relativo, y otra vez la desgracia.Y atravesando por todas las clases sociales y por to-dos los medios de la vida espaola, aunque siempreaislado de los bajos contactos por la cancin que lle-vaba dentro. En menos de quince aos. Paradas hasido cmico, maestro de escuela, fotgrafo, qu seyo! Y siempre poeta, sin quererlo, sin pretenderlo,sin saberlo quizs...

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    LA GUERRA LITERARIA 8Pero el que l no lo sepa, no le importe, no ha

    de impedirnos decir que sus cantares son nicos, yque su libro de coplas quedar en los labios y en loscorazones.

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    CANTE HONDO(introduccin)

    Manes del Filio, del Perote y de la Andonda. Sa-cratsimas sombras de Silverio y el Chato de Jerez...Y vosotros felices continuadores de la verdaderatradicin del cante... Provecto Juan Breva, insupe-

    rable Chacn, celebrrima Antequerana. Nombresgloriosos de la Trini y la Paloma, de el Canario, elPollo Santa Mara, Andrs el Mellizo, Toms el Pa-pelista, por no despertar coda la ilustre legin de losmuertos... Pastora, la de los tientos, Re\'uelta, Mano-lo Torres, Fosforito, Nio de Cabra, Ramn el deTriana, Mochuelo, Prada, entre los vivos...Por vosotros y para vosotros se ha escrito este li-

    bro. Y tambin para ti, sobre todo para ti, hermanoJuan del Pueblo, Juan andaluz, Juan sevillano, porexcelencia.

    Mal digo que se ha escrito, porque las coplas no

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    84 MANUEL MACHADOse escriben; se cantan y se sienten, nacen del cora-zn, no de la inteligencia, y estn ms hechas de gri-tos que de palabras... Slo la costumbre de llorarcantando, propia de nuestro pueblo, es capaz de en-cerrar tanta pena y tantos amores en los tercios deuna malaguea, en el canto llano de una segui-riya>.

    No, no se escriben las coplas ni son tales coplasverdaderas hasta que no se sabe el nombre delautor. Y este glorioso annimo es el premio supremode los que tal gnero de poemas componen! Yo heodo en boca del pueblo los cantares de Ferrn, deTrueba, de Montoto, los de Alfonso de Tovar y En-rique Paradas, sin que el pueblo conociese estosnombres, honor de nuestra literatura...

    Y, en el fondo, yo mismo, cuando hago cantares,soy pueblo por el sentir y por el hablar:

    No canto porque me escuchenni para lucir la voz.Canto porque no se juntenla pena con el dolor.

    Yo mismo, andaluz, sevillano hasta la mdula (deall soy, de all mis padres y mis abuelos), canto, alestilo de mi tierra, los sentimientos propios, sin otra

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    NIEVE, SOL Y TOMILLO(primera 0BR.\ del poeta ANTONIO ANDIN.)

    Este libro representa dos cosas grandes y sagradas:el amor ai arte, y el entusiasmo de la juventud. Es laalegra de vivir, de escribir, de rimar en este mundodesapacible y prosaico: es la divina ceguera de la feen lo bello, por encima de tanta cosa fea. Es la vida,que palmetea y canta generosa, pesar de todo.Obra primera, balbuciente, cruda, llena de espas-

    mos lricos y de garruleras juveniles, tiene, sin em-bargo, algo que es la garanta del ser para maanay la ejecutoria y blasn de un noble y verdadero poe-ta. La originalidad casi absoluta, el estilo por com-pleto independiente de las actuales modas y corrien-tes poticas, en que no pueden menos de caerhijosde su tiempo al fin y al cabocasi todos los jvenesprincipiantes.

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    55 MANUEL MACHADONo. En estos versos de la Sierra no hay remi-

    niscencias de los grandes vates castellanos que can-taron y cantan serranillas. Pero s hay, en muchosmomentos, la severidad escueta y castiza de ios pri-mitivos. Y, casi siem.pre, el acierto y el tino que dis-tingue al poeta de los dems seres, cuando quierenpintar un paisaje un estado de alma.Oidle, si no, cuando dice la Paz de la tarde, bajoel cielo fro, sobre el suelo helado del paisaje se-rrano:

    El sol con fugaces lampossimula iris pasajeros,tiembla en lejanos senderosalguna copla serrana,mientras que la sombra ganael aire triste y dormido,y en el silencio prendidoqueda el son de una campana.

    Los dos ltimos versos son del todo magistrales.Hablando de El Pinar, gran seor en todo el li-

    bro, tiene una sinfona en mil matices de verde, don-de hay frases tan atrevidas y tan sugestivas comaesta:

    Y el monte aquietado lanzando un quejido,parece que tiene tambin corazn.

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    90 MANUEL MACHADOque est el cielo serranollorando su dolor.

    Y luego, como una sonrisa de nio, amanece esamaana deliciosa, que tan bellamente sabe sentir ydecir el poeta:

    Como moza de fiestadespert la maana,bullidora de risas,deslumbrante de sol.

    Y ms adelante, en Sol de invierno:Maanita limpia,

    maana de sol,suave, tibia, hermosa,como un nvievo amor.

    Hasta aqu el paisaje. Ahora, las figuras. Estas apa-recen en las dos partes del libro, que se titulan Ro-mances del pueblo: y los Varios poemas, con quela obra termina.

    Las figuras... Son pocas y simples, como cumple este escenario tan grande y tan desolado. Son mo-zas y mozos de fiesta de trabajo. Ancianas caserasy viejos leadores. Pastoras y zagales, cabras y lobos...

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    Msica de dos solos instrumentos: tamboril y gaita...Pero la misma justeza, el mismo ingenuo acierto en

    la pintura de las costumbres que en la del paisaje.Ved cmo en una Tarde de fiesta>, bajo el pobra

    sol del pueblecillo serrano,

    Ya rebrinca el tamboril,la alegre dulzaina suena,ya, van pasando los mozossobre el hombro la chaqueta,mirando hacia los balconesdonde las mozas se arreglan.

    Y asomaos luego la vida cotidiana de estos mse-ros leadores milenarios:

    Grazna un grajo, silba el aire,crepita la lumbre, el vientollamando est los cristales,ignorado mensajero.Te acuerdas?...la vieja, dice.Me acuerdodice el abuelo.Y la lea que cortadafu de fuerte tronco viejo,crepitando en el hogarparece decir: Recuerdo...

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    94 MANUEL MACHADOConsecuencia de !o sincero de un escritor es la

    naturalidad de la obra en el fondo y aun en la forma.Esa difcil y encantadora naturalidad que da lascreaciones del arte la divina gracia de las plantas quecrecen en el aire libre, bajo la luz inimitable.Un ligero examen de Serraniegas dir todo estoms claro.

    Quiero mi alma templar en la asperezay en la grandiosidad de la montaa,

    comienza diciendo el poeta, enamorado del paisajeserrano. Pero sabe muy bien que esta nieve delmonte no es la nieve de las cuartillas. Y que aquellaNaturaleza salvaje y huraa y fuerte, no se entrega

    Aquel que no ha escalado del monte las alturas,ni en su belleza agreste un momento ha vivido,ni el vuelo de las guilas cerca de l ha sentido,ni ensangrent su mano entre las quebraduras.Y entonces se entrega l su vez, por completo.

    Slo ella grandeza es toda!Slo este amor es el grande!

    Y as, entra de lleno en la vida del campo, que va ser su vida y va ser su libro. Y baja las caadas,

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    LA GUERRA LITERARIA 95y trepa, entre breales, los picachos de la cumbre.Y, todo ojos y odos, escucha los dilogos campe-sinos que inmortalizaron Santillana. Leed las poe-sas La misa del domingo, La posada, El sante-ro. Y notad cmo los escenarios y las figuras estnsorprendidas en la ms clara realidad, sin mezcla al-guna de literatura. Slo una vez se mienta aqu el es-critor, cuando dice:

    Es del trabajo mi mesa,sencilla, como yo soy,y en ella en las solas horastejiendo mis rimas voy.

    Pero tambin se'siente en torno de este cuadro, yentrando por la ventana de la casita rstica, el gransuspiro de la madre tierra.Lo dems todo es paisaje, sin olvidar las grandes

    cosas importantes de tierra y cielo, La carretera,El camino de Santiago tienen dos hermosos poe-mas en este libro. La carretera montona, blanca,inacabable, tiene, adems de los mendigos y cami-nantes de ordinario, sus dolores fantsticos, que cantaen los rboles el medroso crabo, y sus tragediasreales y antipticas; pero tan humanas...

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    96 . MANUEL MACHADO

    Seores civiles,no aprieten la cuerda,, clama el pobre preso conducido por la interminablecalzada.Pero estas escenas desfilan pronto y se esfuman

    rpidamente en el mar del campo y el monte, verda-dero y nico protagonista, Y en los das estivalesEl suelo es luz, el paisaje

    de la montaa bravia,con brumas de lejana,es todo un verde celaje.

    Ved ahora una Tarde en la Sierra:Placidez de la tarde campesina,

    quietud la de los valles alejados,piar de golondrina,los montes azulados,verdor de la colina.Y un reir de la brisa entre pinares,

    y un cantar de la fuente rum.oroso,y una voz de mujer.

    De la mujer, que puede y debe estar all.Pastora zaharea

    que desde ingente pea

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    LA GUERRA LITERARIA 99ungidos mis ojos irn para siempre

    de tu poesa.Y al final:

    Y all va el rapsodasu vivir glosando.

    iQu das me esperan? Qu noches me amargan?Quin oir mi canto?

    Todos, noble poeta, lo escucharn con deleite,mientras sea sincero y claro como hasta aqu.Yo he atravesado, como un viajero del expreso,

    por tu campo y tu libro. Otros se detendrn cogerlas florecillas franciscanas de que est sembrado. Yesto ser ahora que tus versos pasan las manos delpblico, y la crtica de tu obra ms seores.

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    LA GUERRA LITERARIA lOI

    UN PASEO Y UN LIBRO

    Acabo de dejar mi hermano y un amigo que estambin mi hermano intelectual.Venamos charlando arte y literatura y criticba-

    mos un viejo crtico, el ms viejo de todos.Al embocar en Recoletos, desde la Cibeles, sea-lando la carrera de la derecha, dijo el amigo:Por all hace sol,Y por aqu hace genteobserv mi hermano. Se-guimos, sin embargo, la acera de la izquierda, no muyanimada todava. Las cinco de la tarde. Y luego enColn cruzamos la derecha. No habamos evitadola gente ni bamos ahorrarnos el sol, por lo visto.Para el caso que nosotros le hacamos...

    Al despedirnos para maana, mi amigo me dejuno, de dos libros que haba comprado, Antonio Azo-rin, de Martnez Ruiz. Un libro tibio, callado, un tan-to seco, con descripciones de tierra pobre de Castilla

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    104 MANUEL MACHADO

    puertas cocheras, color sepia siena, festoneadas al-gunas por hiedras parras, se abren como un boste-zo en el fondo de los patios, cuyo suelo de granitoest siempre lleno de agua...

    Algunos hoteles rodeados de jardn, un jardn po-bre, avergonzado de verse as en mitad de la calle;otros jardines, muy pocos, la andaluza, estn dentrode las casas como un amable secreto y se columbranpor tal cual ventanilla entreabierta.En la calle, nadie. Ante un gran portaln un coche

    parado.Vuelvo mis ojos al libro y Azorn sigue presentn-dome el alma turbia y resignada de las llanuras man-

    chegas. La costumbre de la muerte. La conformidadde la inopia. Y pasan pginas srdidas con viejas yviejos labriegos pobres y menguados. Un cuadro an-cho de paisaje con muy pocas figuras, como convie-ne al asunto, que es la soledad y la tristeza de la me-seta.La figura animada de Pepita, con ojos prometedo-

    res y labios rojos, es lo nico que vive en el cuadroparduzco en que se mueve Azorn.A m tampoco me llama la atencin nada de cuan-to me rodea. El libro y el Madrid que recorro son deuna calma absoluta, y cuando llego la amarga pro-

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    LA GUERRA LITERARIA IO5

    testa de Verd contra la vida parda y srdida queest condenado, cuando llego sus ansias de juven-tud eterna y sus angustias por el espritu que se leva, me quedo algo asombrado y separo la vista dellibro para dejarla caer sobre el paisaje.

    Aiiora he llegado la esquina del paseo del Cisne,que ocupa inmenso taller de cantera. Los gruesosbloques de caliza y granito, ya algo regularizados, ten-didos en el suelo, llegan a la cintura de los hombresque los labran con grandes cinceles y martillos dehierro. La postura de estos obreros, es quizs la msantigua /.rt" de los hombres. La del primitivo traba-jador megaltico. El taller es un inmenso campo est-ril cubierto de arena de slice y lascas de caliza y ro-deado de una pequea muralla ciclpea.

    Al fin la presencia de un hotel de muy mal gustoen forma de castillo medioeval, que m me gustabamucho hace quince aos, me advierte que he llegadoal paseo del Obelisco. Los arbolillos me han acompa-ado en dos hileras derecha izquierda durantecasi todo el camino, y estn aqu tambin, como in-vitndome seguir entre ellos, con un engao desombra lo largo del antiguo paseo tan conoci-do mo.

    Contina todava el buen aspecto de estos arraba-

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    I08 MANUEL MACHADOjazminero que ella tiene en el balcn, un milagro, unacosa inverosmil, jazmines aqu, en Madrid.

    Pero yo vengo dispuesto no saber de nada, sinoescribir algo sobre el libro que me ha acompaado paseo. Y escribo mucho y lo rompo, y por fin, enca-rndome con Azorn, le digo:

    Tiene usted razn. El pas de Castilla es pobre yperezoso y tiene que estar triste naturalmente. Tam-bin es rutinario, la inocencia antiptica de la rutina.Est desocupado y preocupadsimo. Se inquieta de lamuerte y no de la vida. Y eso es congnito en l. YMadrid es la digna capital de ese pobre pueblo.

    Pero es muy hermoso el cuadro en que usted lopinta as, y usted ha hecho lo que le competa. Estusted tranquilo.

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    lio MAXUEL MACHADOaroma, que trasmina, los nardos de Oriente: Jeni-salcm.

    Si tomis la imaginacin exuberante y la gracialrica del padre Dumas y el admirable Teo, y la tem-plis con la escueta elegancia, con la justeza evoca-dora de la palabra de Loti, tendris la frmula mscompleja y completa para escribir hermosos libros deviajes.

    Pero si aads estos elementos formales el msinquieto espritu potico de nuestro tiempo, una su-perficialidad, aparente no ms, que convierte el toqueen caricia y el paso en vuelo, un misticismo flor deescepticismo la ms exquisita y un sentimiento pro-fundo y consciente de la inmensa tristeza juda, esta-ris en el camino de saborear este gran poema deGmez Carrillo, que se titula Jeriisalm.En efecto, si la maravilla de la moderna literatura

    consiste en ser una especie de conjuro por el cual lascosas hablan, los paisajes lloran ren, las ruinas trai-cionan sus recuerdos; pocas veces he visto yo brotarms clara, ms expresiva y evocadora, la realidad travs de las pginas de un libro.Lo que es hoy la Tierra Santa, tiene en la obra de

    Carrillo tanta memoria del pasado, tanta aoranza delo que fu como en la propia realidad conserva. Tie-

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    LA GUERRA LITERARIA IIIne, adems, toda la nocin de lo que aguarda la in-fatigable esperanza israelita.

    Pueblo de nyer tendido hacia el maana, Carrilloha sabido, y esto es el Iciv motiv amargo de suobra, el presente de este pueblo sin hoy; constanteaspiracin angustiosa y vida de no vivir. La conquis-ta del oro , Carrillo nos lo confirma en prrafos ins-piradsimosno integr nunca el ideal de este pue-blo de pastores, guerreros y sacerdotes...

    Pero coordinemos un poco estas impresiones enobsequio del pblico, ya que la obra de Carrillo vivay palpitante escapa la crtica como la vida misma.Viajemos con l.

    Damasco, la ciudad de todo tiempo, con la poesade los jardines interiores, le revela toda el alma mu-sulmana, religiosa, celosa, voluptuosa. A ella se refie-ren los captulos que describen la Meca, los peregri-nos la Kaaba, el Serrallo del baj Djenn. Aqu sonlos patios blancos y frescos festonados de jazmn, losricos oros de las tapiceras de Bagdad y de Persia,impregnadas de los capitosos perfumes orientalesy el humo balsmico de las narghils; pero todoello ntimo, rodeado de muros, en Sevilla blancos,aqu pardos grisientos, cindadelas de voluptuosi-dad, jardines recnditos cuya alma es el agua y cuya

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    Il8 MANUEL MACHADOcanta lo que se ama, sino lo que se odia ms cordial-mente. En suma, todo lo que de veras nos impresiona.Hay una apariencia y quizs una substancia tal de

    vida en algunos de mis malospoemas, que, reflejando,en efecto, la vida de muchos jvenes de mi tiempo,han podido parecer y han parecido destellos y rever-beraciones de la ma propia.

    Cierto que yo he visto, odo, gustado, muchas deesas cosas cuyo sabor amargo se nota en mi libro.Pero, platnicamente, mejor, como espectador, puray simplemente. Lo que hay es que no todos son due-os de elegir sus espectculos. Una fortuna indepen-diente pone un poeta como t en condiciones deescoger su jardn y aislarse para vivir en toda belleza.Yo no s si m me hubiera ocurrido otro tanto. Y

    aun presumo que no, porque soy inquieto de mo yde natural turbulento.Los talentos poticos que ms me asimilo sonPoe, Heine, Verlaine, nuestro Bcquer, aventurerosdel ideal travs de las pasiones amargas y de lavida rota.

    Congenio con ellos, pero no los amo. Mi gustosera vivir y escribir las serenidades buclicas de unVirgilio ms abajo los elegantes y fros madri-gales de los clsicos siglo de oro, paisanos mos. E^ s^

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    120 MANUEL MACHADOPero preciso es que as sea, so pena de convertirse

    en una figura de paisaje. (Qu mal habra en ello?)Pero, en fin, tienes razn, la vista de una sola cosa,por bella que sea, acaba por devenir una pesadilla.Y, adems, los sentidos y el corazn que no se ejer-cen, se atrofian y languidecen. Preciso es vivir, ybueno est correr mundo, ya que no hay otra cosaque correr. Pero, te lo repito, conserva tu rincn parala vuelta y que Dios te bendiga en el camino.

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    POR LA CAPA

    Yo no soy un tradicionalista ultranza. No creo condemasiada ferocidad en aquello de que

    cualquiera tiempo pasadofu mejor.No protesto de lo nuevo, que, al cabo, se har viejo

    tambin, pena de la vida... Pero entiendo que no poradmitir los flamantes adelantos se han de perder yechar al olvido las cosas tiles y bellas de los dasatrs. Filosofa bien burguesa y Uanota si queris,pero bien intencionada, de aprovecharlo todo. Tienesin duda lo modernsimo el encanto y la frescura delo joven, un encanto fuerte. Pero hay en las cosasantiguas tambin su agrado, su magia especial, unencanto delicado y fino travs del tiempo, granpoeta. Y hay algo ms, hay el carcter. Yo compren-do, en una palabra, que aceptemos regocijados el ad-mirable automvil, devorador del tiempo y del espa-

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    LA GUERRA LITERARIA 12$segn la forma que se le d. Este abrigo variable nopuede ser otro que la capa.Negar que la forma flotante, airosa y gallarda de la

    capa es una de las creaciones felices de la indu-mentaria, no se le ha ocurrido nadie. Si, en efecto,el quid de la elegancia en el vestir est en el sellopersonal esttico que podemos imprimir nuestraropa, qu prenda ms capaz de plegarse nuestrogusto idea que la admirable paosa? Un gabn, porbien hecho que est, estar siempre hecho, y no podrtener ms forma que la que le haya dado el sastre. Ala capa, en cambio, se la dais vosotros. Y en eso estel toque de su elegancia nica. No es verdad. Tama-mes, Mendoza, Medrano?...Hay, sin duda, motivos de ndole moral que alejan,

    tal vez para siempre, la capa clsica de nuestra vesti-menta... Aires de fuera nos la han arrebatado de loshombros.

    Pero cuida, que, cuando estemos del todo europei-zados, no vayamos retraducir nuestra propia capadel ingls del francs.

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    LA CRTICA

    En Espaa la crtica sigue la opinin. Ahora bien;como no hay opinin no hay crtica. Son pocos losque leen, menos los que se enteran, y nadie leer dosveces. No hay quien renasincerostres votos eneste santo pas del individualismo. Pero esto mismotan hermosoen literatura hace dao. Las reputa-ciones estn siempre al comenzar,