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¿Maldición o bendición de los recursos naturales? El caso de la minería del cobre en Chile, 1890- 1950 Mauricio Folchi 1 Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile 1. Introducción El papel de los recursos naturales en el desarrollo económico ha sido un tema de intensa discusión entre economistas e historiadores económicos desde mediados del siglo XX en adelante. En ese debate pueden reconocerse, básicamente, dos posiciones enfrentadas: la de quienes consideran la explotación de recursos naturales como una vía conducente al subdesarrollo (en referencia a la experiencia latinoamericana clásica, en consonancia con los postulados teóricos de Prebisch o de la Teoría de la Dependencia), y la de quienes ven en esta estrategia una oportunidad real para activar el proceso de desarrollo (en referencia a la experiencia de países como Canadá, Suecia, Noruega, Australia y Nueva Zelanda, siguiendo los postulados de la economía convencional). En los años ’90 este largo debate se ha reactivado con la irrupción de un hallazgo empírico formulado como “la maldición de los recursos naturales”. De acuerdo a esta tesis ―planteada por Jeffrey Sachs y Andrew Warner (1995) 2 ― el crecimiento de las economías intensivas en recursos naturales, en lugar de verse favorecido, se vería ralentizado en comparación al de los países con menor dotación de recursos naturales que, como por ejemplo Japón, experimentarían un crecimiento más dinámico. Este argumento supone un paso importante en el debate. No es lo mismo decir que la exportación de RR.NN. tiene un efecto marginal decreciente sobre el crecimiento económico ―como había dicho Prebisch―, y otra cosa muy diferente es decir que tiene un efecto negativo. 1 Ponencia presentada al 2º Congreso Latinoamericano de Historia Económica (CLADHE-II), 3 al 5 de febrero de 2010, Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), Ciudad de México. 2 Jeffrey D Sachs y Andrew M Warner, “Natural resource abundance and economic growth, Development Discussion Paper”, nº 517A, Cambridge (MA), Harvard Institute for International Development, 1995 1

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¿Maldición o bendición de los recursos naturales? El caso de la minería del cobre

en Chile, 1890-1950Mauricio Folchi1

Departamento de Ciencias HistóricasUniversidad de Chile

1. Introducción

El papel de los recursos naturales en el desarrollo económico ha sido un tema de intensa discusión entre economistas e historiadores económicos desde mediados del siglo XX en adelante. En ese debate pueden reconocerse, básicamente, dos posiciones enfrentadas: la de quienes consideran la explotación de recursos naturales como una vía conducente al subdesarrollo (en referencia a la experiencia latinoamericana clásica, en consonancia con los postulados teóricos de Prebisch o de la Teoría de la Dependencia), y la de quienes ven en esta estrategia una oportunidad real para activar el proceso de desarrollo (en referencia a la experiencia de países como Canadá, Suecia, Noruega, Australia y Nueva Zelanda, siguiendo los postulados de la economía convencional).

En los años ’90 este largo debate se ha reactivado con la irrupción de un hallazgo empírico formulado como “la maldición de los recursos naturales”. De acuerdo a esta tesis ―planteada por Jeffrey Sachs y Andrew Warner (1995)2― el crecimiento de las economías intensivas en recursos naturales, en lugar de verse favorecido, se vería ralentizado en comparación al de los países con menor dotación de recursos naturales que, como por ejemplo Japón, experimentarían un crecimiento más dinámico. Este argumento supone un paso importante en el debate. No es lo mismo decir que la exportación de RR.NN. tiene un efecto marginal decreciente sobre el crecimiento económico ―como había dicho Prebisch―, y otra cosa muy diferente es decir que tiene un efecto negativo.

En principio, la maldición de los recursos naturales es sólo una constatación empírica; una correlación de datos: las economías más intensivas en RR.NN. crecen menos que las economías menos intensivas en RR.NN. Al parecer, el método seguido fue la búsqueda masiva e indiscriminada de correlaciones entre variables que permitieran explicar las diferencias en los niveles o en las tasas de crecimiento del PIB per capita, a partir de una muestra de países. En otras palabras, el método seguido en

1 Ponencia presentada al 2º Congreso Latinoamericano de Historia Económica (CLADHE-II), 3 al 5 de febrero de 2010, Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), Ciudad de México.

2 Jeffrey D Sachs y Andrew M Warner, “Natural resource abundance and economic growth, Development Discussion Paper”, nº 517A, Cambridge (MA), Harvard Institute for International Development, 1995

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la elaboración de esta tesis no fue deductivo, sino inductivo. No había una teoría, ni una hipótesis para la cual se buscara una comprobación empírica. Más bien, ocurrió lo contrario: apareció una evidencia empírica ―muy elocuente, hay que admitirlo― que ahora reclama una explicación. Los propios autores confiesan que esa es la situación en que se encuentra la tesis de la maldición de los recursos naturales.

“Al igual que carecemos de una teoría universalmente aceptada sobre el crecimiento económico en general, carecemos también de una tesis universalmente aceptada sobre la maldición de los recursos naturales (…). Dado que existe una diversidad de opiniones en relación a (…) qué es lo que realmente impulsa el crecimiento, tenemos una diversidad de opiniones similares en torno al tema de los recursos naturales. En otras palabras, una respuesta más cabal a lo que hay detrás de la maldición de los recursos naturales queda supeditada a una mejor respuesta a la pregunta sobre qué es lo que en definitiva impulsa el crecimiento” (Sachs y Warner, 2005: 75)

Dada la contundencia del hallazgo y los alcances del mismo, era casi obligado que la comunidad científica reaccionara, acumulándose a la fecha un número suficiente de estudios para alimentar una discusión animada. Ahora bien, dadas las circunstancias en que fue concebida la tesis de la maldición de los recursos naturales, el debate ha sido algo desordenado. Por una parte, se han realizado nuevas investigaciones replicado la metodología de Sachs y Warner o corrigiendo una de las variables, los cuales han arrojado resultados que avalan y contradicen su tesis. La conclusión más clara que puede sacarse de la lectura de esos estudios es de orden metodológico: una pequeña corrección en los parámetros que definen la variable independiente pueden cambiar los resultados de forma significativa. En este caso, la principal controversia radica en cómo entender, definir y medir la intensidad de recursos naturales de una economía (o el peso de este sector en una economía). Si se usa una definición diferente a la usada por Sachs y Warner, las correlaciones entre intensidad de RR.NN. y crecimiento no salen.3 Algo similar ocurre si se cambia la cesta de RR.NN, los años de referencia o la base de datos usada (véase Apéndice 1).

El segundo asunto debatido es en torno a la causalidad. La constatación de Sachs y Warner es que los países que cierto año (1970 en su estudio) tenían una economía relativamente intensiva en recursos naturales tuvieron, durante las dos décadas siguientes, tasas anuales de crecimiento del PIB per capita inferiores a las de los países cuyas economías no eran intensivas en recursos naturales hacia 1970. Obviamente, el efecto negativo de los recursos naturales sobre el crecimiento es un efecto indirecto. Por lo tanto, debe existir un mecanismo (o un conjunto de ellos) que transforme la mayor actividad del sector extractivo en una menor actividad en el conjunto de la economía.

3 Aquellas investigaciones que se concentran en la dependencia o intensidad de los recursos verifican una relación negativa con el crecimiento, mientras que aquellas que se concentran en la abundancia refutan dicha relación.

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Si estos mecanismos existen realmente, deberían poder establecerse correlaciones entre la intensidad de recursos naturales de las economías y la presencia de esos mecanismos (léase, incentivos perversos, malas prácticas, distorsiones en los mercados, etc.). Asimismo, el grado de presencia de estos mecanismos en las economías, debería estar correlacionada con los malos resultados de las mismas. En este punto, la oferta de hipótesis ha sido tan abundante como ingeniosa, aunque, muchas veces, contradictoria. Sachs y Warner plantean como mecanismo básico el desplazamiento (crowding-out logic), que castigaría la actividad industrial, dejándola fuera de competencia. Pero hay quienes antes habían sostenido lo contrario (Auty, 1994): que la renta de los RR.NN. se destinaría a sostener un sector industrial ineficiente. Mecanismos contrapuestos, mismo resultado: bajo crecimiento. También se ha planteado como mecanismo la existencia de un conjunto de problemas, de alguna manera vinculados entre sí: altas tasas de pobreza, bajos índices de educación, regímenes políticos no democráticos, altos niveles de corrupción, conflictos internos violentos, que también transformarían la abundancia de recursos naturales en un lastre para el crecimiento económico.

En esta búsqueda de la explicación ―llevada a cabo con el mismo método―, los resultados son completamente heterogéneos. La principal conclusión que puede sacarse de la revisión de estos trabajos es, de nuevo, metodológica. El hallazgo de cada nueva correlación (por ejemplo, niveles educativos, abundancia de recursos y crecimiento económico) vuelve a abrir la pregunta básica: ¿por qué?, la cual siempre se resuelve, una y otra vez, mediante un ejercicio especulativo: “dado que A está fuertemente correlacionado con B, podemos pensar que lo que está ocurriendo es C”, lo cual nos llevaría a buscar correlaciones entre A, B, y C.

Con todo, la tesis de la maldición de los recursos naturales resulta sugerente y estimulante. El gráfico de dispersión de Sachs y Warner no nos puede dejar indiferentes. Es cierto que podría tratarse, simplemente, de un espejismo estadístico, pero eso es algo que todavía está en discusión y, por lo tanto, tenemos que tomar este asunto muy en serio.

Lo dicho hasta aquí nos lleva a plantearnos el examen de esta tesis con una metodología diferente: la de la Historia. Para estos efectos nos proponemos contrastar el cúmulo de hipótesis que se han planteado respecto de los mecanismos que convierten la intensidad de recursos naturales en una economía en un obstáculo para su crecimiento, con la experiencia chilena de la primera mitad del siglo XX, dominada también por un boom de recursos naturales: la minería del cobre. ¿Acarreó dicho boom un perjuicio para la economía chilena? ¿Se activaron los mecanismos perversos que operan en las economías fajo los efectos de la maldición de los recursos naturales? ¿Cómo se explica la existencia o no de estos mecanismos en el caso chileno? Estas son algunas de las preguntas que nos proponemos responder.

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2. La maldición de los recursos: evidencia y mecanismos de operación

Sachs y Warner proveen el primer estudio que documenta empíricamente (comparando países) una correlación negativa entre la intensidad de recursos naturales (definida como el peso de las exportaciones de RR.NN. en el PIB) y el crecimiento del PIB/per capita en el período 1970-1989. De acuerdo a los autores:

“manteniendo un ingreso inicial constante, una mayor participación de las exportaciones primarias al inicio del período está asociada con un menor crecimiento en los siguientes 20 años, con un coeficiente estimado de -6,920 […]. Por ende, un incremento de una desviación estándar en la participación de exportaciones primarias en 1971 estaría asociado con una reducción en el crecimiento anual per cápita de poco menos de un 1% al año, específicamente, -0,93% per annum”4

A la hora de buscar una explicación, como se ha dicho, estos autores recurren a una “lógica de desplazamiento”. La explotación de recursos naturales desplaza a la actividad x. La actividad x impulsa el crecimiento. Por lo tanto, los recursos naturales dañan el crecimiento5. Sachs y Warner identifican a x con “las actividades manufactureras comerciadas”. El mecanismo es familiar ―dicen. “Los impactos de riqueza positiva provenientes del sector de recursos naturales (…), crearía un exceso de demanda por bienes no transables y elevaría los precios de éstos, en especial, los costos de insumos no transables y remuneraciones. Esto, a su vez, reduciría las utilidades obtenidas en actividades comerciadas tales como manufacturas que usan dichos bienes no transables como insumos, pero que venden sus productos en los mercados internacionales a precios relativamente fijos. La reducción en la manufactura entonces, tendría ramificaciones que llevarían a paralizar el proceso de crecimiento” (Sachs y Warner, 2005: 75). En otras palabras, el boom de recursos naturales, traducido en un aumento de la riqueza, conduciría a la destrucción del sector realmente virtuoso, el que de verdad genera crecimiento: el manufacturero.

En un artículo posterior al original Sachs y Warner (2005) reconocen para el caso del petróleo en Trinidad y Tobago, que uno de estos efectos puede estar ausente: la elevación generalizada de las remuneraciones. Pero inmediatamente añaden otro elemento de idéntica naturaleza: la migración de los potenciales emprendedores, desde el sector manufacturero al primario. “Si este tipo de mayor remuneración se extendiera a trabajos que pudieran aceptar los empresarios, la existencia de mayores remuneraciones crearía un gran incentivo para que los empresarios e interesados en obtener rentas invirtieran en tratar de ingresar al sector petrolero. En la medida que la oferta de talento empresarial sea limitada, esto desplazará las iniciativas empresariales promotoras del crecimiento de toda índole” (2005: 80)

4 Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 85 Sachs y Warner, “Natural resources and…”, p. 833

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Estas explicaciones están asociadas al modelo del “mal holandés”.6 De acuerdo a los autores, el influjo de las ganancias producidas por un sector de recursos naturales en bonanza puede producir, como efecto final, una “declinación de las manufacturas que tienen ramificaciones que llevan al proceso de crecimiento a un punto muerto”7. En términos generales, para Sachs y Warner la clave está en que los países ricos en recursos naturales han fallado sistemáticamente en llevar adelante un crecimiento liderado por exportaciones de manufacturas.

“Una explicación para la maldición de los recursos naturales es que la abundancia de estos tendería a que fueran poco competitivos los sectores exportadores y, por consiguiente, los países con abundancia de ellos nunca habrían logrado implementar exitosamente un crecimiento en base a exportaciones (Sachs y Warner, 2005:78)Otro elemento sugerida por Sachs y Warner (siguiendo los aportes de Kiminori

Matsuyama), que también menciona Gelb (1988), tiene que ver con la vieja teoría de los eslabonamientos, de acuerdo a la cual la expansión rápida del sector primario “reduce el crecimiento inducido por aprendizaje propio del sector manufacturero8. Este canal de transmisión ha sido discutido por Stijns, para quien la evidencia histórica no permite sostener la tesis de que “la producción de recursos naturales se desarrolla sistemáticamente a costa del sector manufacturero, del aprender-haciendo y, por ende, del crecimiento”9. Más aún, para Stijns no es posible sostener que el aprender-haciendo (el cual conlleva una complejización de la división del trabajo) sea una característica exclusiva del sector manufacturero y que sea imposible de encontrar en el sector primario. La teoría que subyace al argumento de Sachs y Warner es que sólo el sector manufacturero genera desarrollo, puesto que activa mecanismos virtuosos (como el desarrollo tecnológico y el aprendizaje en todas sus formas) que el sector primario no podría activar.

Un mecanismo adicional mediante el cual la abundancia de recursos naturales podría perjudicar el crecimiento y el bienestar económicos recurre a la noción de “captura de rentas” (rent-seeking). Ragnar Torvik (2002) desarrolla un modelo teórico para explicar el efecto de los recursos naturales sobre la economía, por esta vía. Del modelo desarrollado por Torvik se sigue una proposición relevante para el debate sobre los recursos naturales: cuando existen grupos dedicados a la captura de rentas dentro de una economía, “un incremento marginal de los recursos naturales aumenta el ingreso y la producción total en la misma cantidad para un número dado de captores de renta”10. Esto tiene asociada una transferencia de emprendedores hacia la captura de rentas, al igual que una caída de las ganancias en la producción moderna. En trabajos reciente Sachs y Warner recogen también este mecanismo

6 Cf. Gelb, Op. cit., p. 22; Sachs y Waner, “Natural resource abundance…”., p. 67 Sachs y Warner, “Natural resources and …”, p. 8338 Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 59 Stijns, Op. cit., p. 10810 Torvik, Op. cit., p. 461

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Elissaios Papyrakis y Reyer Gerlagh (2004) analizan los efectos directos e indirectos de los recursos naturales sobre la economía. Para estos autores, el efecto directo de los recursos naturales no tiene un efecto negativo significativo, por lo que “los efectos indirectos deben ser responsables del impacto dañino general de los recursos naturales en el crecimiento económico”11. En consecuencia, Papyrakis y Gerlagh exploran los canales de transmisión, que refieren al impacto de los recursos naturales en: corrupción, inversión, apertura, términos de intercambio y escolaridad. Los dos canales de transmisión más importantes son la inversión, la apertura y los términos de intercambio. En el caso de la inversión, este se ve afectada por las fluctuaciones de precios de los recursos naturales, lo que aumenta la incertidumbre. Adicionalmente, la reasignación de factores productivos que ocurre durante un boom de recursos daña al sector manufacturero (como ya hemos constatado), con lo cual los rendimientos de escala disminuyen y con ellos la “productividad y rentabilidad de la inversión, lo que acelera aún más la caída de la inversión”12. Respecto de la apertura y los términos de intercambio, los autores apuntan al mecanismo del “mal holandés” como la explicación del impacto negativo indirecto de la abundancia de recursos. Finalmente, respecto de la escolaridad observan que la declinación de las manufacturas reduce la necesidad de la educación de calidad, lo que reduce el nivel de calificación de la mano de obra en general.

Hemos dicho que el trabajo de Sachs y Warner (1995) es el primero que formaliza una correlación “universal” entre recursos naturales y crecimiento. No obstante, este trabajo es deudor de otros anteriores (que habían acuñado la expresión “maldición”) y que habían advertido e intentado explicar esta correlación negativa. Por un lado, Alan Gelb (1988) analiza teóricamente las implicancias que tiene un boom de recursos naturales (su caso de estudio es el petróleo) en el ámbito monetario de la economía, que en términos generales apuntan a una rápida monetización (y, consecuentemente, a procesos inflacionarios)13. En términos empíricos, reconoce que la evidencia del impacto de la renta mineral en el desarrollo es ambigua. Si bien es posible encontrar casos de correlación positiva, no es menos cierto que “un vínculo causal positivo entre actividades de alta renta y desarrollo no es inevitable”14. El autor documenta la relación entre crecimiento e inversión en países exportadores de petróleo y exportadores de minerales duros. De acuerdo a Gelb, “los promedios sugieren que un deterioro en la productividad de la inversión (sugerido por las relaciones inversión-crecimiento) ha sido más marcado para los grupos exportadores de minerales, que también experimentaron la mayor variación en sus términos de intercambio15 […]. Los exportadores de minerales duros […] casi dejaron de crecer”16. Igualmente, hay una desaceleración del crecimiento porcentual del PIB per cápita en el 11 Papyrakis y Gerlagh, Op. cit., p. 18612 Ibídem, p. 18913 Alan Gelb, Oil windfalls: blessing or curse?, New York, Oxford University Press, 1988, p. 2814 Gelb, Op. cit., p. 3315 Para el período 1980-82, sufrieron una caída de un 22% respecto de los niveles de 1960-6216 Gelb, Op. cit., p. 35. Tablas con los datos discutidos en pp. 34 y 36

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período analizado por Gelb (1960-71 y 1971-83). No obstante, esta desaceleración es más pronunciada en los países exportadores de minerales, que pasan de aumentar su PIB per cápita en un promedio de 2,5% a disminuirlo en un 1%. Paralelamente, los exportadores de petróleo pasaron de un 2,9% a un 1,9%17.

Otro autor pionero en abordar la influencia de la abundancia de los recursos naturales sobre el desarrollo fue Richard Auty (1994). En su análisis de la política industrial de seis países recientemente industrializados (o NICs, por su sigla en inglés), el autor señala los efectos que puede tener el sector primario de un país con alta dotación de recursos naturales, especialmente si se toman determinadas opciones de política industrial. En concreto, Auty sostiene que “muy a menudo, las rentas de los recursos minerales han sido usadas para evitar la necesidad de competir internacionalmente en las manufacturas”18. Haciendo un estudio de casos, el autor compara las políticas industriales de países pobres en recursos, como Corea del Sur y Taiwan, versus las adoptadas por países con alta dotación de recursos, como México y Brasil. En el nivel teórico:

“el sector primario de un país ricamente dotado puede ser inicialmente capaz de llevar la carga de un sector manufacturero poco competitivo, pero a medida que el tamaño relativo del sector primario se reduce, el sector manufacturero debe competir cada vez más, a menos que se busque la autarquía total. Un sector manufacturero débil estará mal situado para [competir] y mientras más haya sido protegido, más resistentes al cambio serán los grupos de interés que se benefician de la protección y bloquean la reforma. Así, una rica dotación de recursos naturales puede gatillar una serie de elecciones de políticas públicas que, en poco más de una década pueden transformar la bonanza de los recursos en una maldición”19. En términos empíricos, el análisis de Auty de los casos de Brasil y México

constata lo siguiente: las rentas de los sectores primarios produjeron una sobrevaloración de los tipos de cambio, que permitieron arrastrar por más tiempo a un sector industrial poco competitivo (a la vez que hacían poco atractiva la diversificación)20. En el caso de México, la política industrial autárquica pudo extenderse gracias a los resultados satisfactorios de la “revolución verde” generaron “altos niveles de inflación y protección industrial, y una cada vez más severa escasez de divisas”21. El agotamiento del sector primario agroexportador fue reemplazado por el boom del petróleo a partir de los 70, lo que “revirtió el progreso dubitativo del país hacia la diversificación competitiva, [por lo que] provee un ejemplo claro de la tesis de la maldición de los recursos”22. En el caso de Brasil, constatamos un proceso similar, en

17 Ibídem, p. 3418 Auty, “Industrial policy reform…”, p. 1219 Auty, Op. cit., p. 1620 Ibídem, p. 2021 Ibídem, p. 2222 Loc. cit.

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el que la amplia base de recursos naturales fomentó políticas autárquicas, que adicionalmente mostraban un favoritismo por las empresas ya establecidas (en vez de las nuevas), lo que disminuía la competitividad del sector industrial en su conjunto.

En síntesis, los aportes de Auty apuntan al efecto negativo de una alta dotación de recursos naturales en los NICs (aun cuando dicho indicador nunca es definido con claridad), puesto que permite tomar políticas proteccionistas que mantienen artificialmente a un sector manufacturero incapaz de competir internacionalmente. Igualmente, hay un incentivo para tolerar tanto políticas macroeconómicas laxas, como “grupos de captura de rentas” que bloquean esfuerzos de reforma. Finalmente, todo esto se traduce en “la mayor posibilidad de un crecimiento económico desacelerado y errático”23.

Un efecto más extremo de los recursos naturales documentado en la bibliografía es la influencia que éstos pueden ejercer en los conflictos bélicos, especialmente las guerras civiles. La relación recursos/conflicto ha sido explorada por Michael Ross (2004ª; 2004b), quien constata una correlación general entre la dependencia de recursos naturales y la probabilidad de que ocurra una guerra civil. 24 Ahora bien, el autor reconoce que esta correlación debe ser complejizada y discutida, puesto que los estudios que documentan el vínculo entre recursos y guerra civil usan medidas diferentes para medir la abundancia y/o dependencia de recursos naturales, al igual que distintos criterios para pesquisar el conflicto (umbrales de víctimas fatales principalmente) y las diversas bases de datos que proveen la información25.

En lo que respecta a los recursos específicos y su vinculación con el conflicto, tanto el petróleo como los minerales no-combustibles influyen en el conflicto, mientras que los recursos agrícolas no están vinculados de ningún modo con la guerra civil26. De acuerdo a Ross, “hay una riqueza de evidencia de estudios de caso que vinculan el petróleo y otros minerales con conflictos separatistas”27, especialmente con el comienzo de dichos conflictos. Esto no implica que haya un consenso sobre los mecanismos específicos y las razones que establecen este vínculo. Al mismo tiempo, la riqueza de recursos no empeora los conflictos (por el contrario, hay evidencia de que en algunos casos puede acelerar su resolución). También, la presencia de ciertos recursos naturales, denominados por Ross, “recursos saqueables” (piedras preciosas y drogas fundamentalmente) no ha motivado el inicio de conflicto, pero sí ha mostrado

23 Ibídem, p. 2424 Cabe señalar que los estudios de Ross conceptualizan la abundancia de recursos naturales como “dependencia de

recursos”, correspondiente al índice SXP utilizado por Sachs y Warner Ross, “How do natural resources…”, p. 38. Cabe mencionar que los resultados de Ross son altamente sensibles al tipo de recurso que se investiga, dado las correlaciones cambian dependiendo de si se pesquisa petróleo, recursos agrícolas, recursos saqueables o drogas.

25 Ross, Op. cit., pp. 340-34226 Michael L Ross, “How does natural resource wealth influence civil war? Evidence from thirteen cases”, International

organization, v. 58, nº 1, p. 6127 Ross, “What do we know…”, p. 343

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afectar la duración las guerras civiles, puesto que estos recursos representan una fuente de ingreso para el lado que logra apropiarse de los recursos. De acuerdo a los resultados de Ross, no hay una influencia homogénea de los recursos saqueables en los conflictos, dado que en algunos casos estos se alargaron y en otros se acortaron28. Podemos constatar que los recursos pueden influir en la duración del conflicto de las siguientes formas: siendo una fuente de ingreso para el lado más débil de conflicto, con lo que la correlación de fuerzas cambia y éste se alarga; creando incentivos para resolver el conflicto o para mantenerlo, dependiendo de la rentabilidad de la explotación de recursos.

En síntesis, la evidencia no permite afirmar de manera unívoca la tesis de que siempre y en todo caso los recursos naturales generarán un conflicto bélico. Tampoco puede plantearse un solo tipo de correlación, dado que es posible que los recursos influyan en la duración, intensidad o inicio de una guerra civil.

3. Los recursos naturales y el rol de las instituciones

Una característica destacada de los artículos más recientes que polemizan con Sachs y Warner es la importancia de la dimensión institucional. Estos estudios proveen evidencia de la importancia de las instituciones (el estado de derecho, la eficiencia burocrática, la corrupción) para poder explicar el mal desempeño económico de ciertas economías. Tanto para Brunnschweiler (2008) como para Stijns (2005), el rol de las instituciones (sea en la forma de políticas económicas, modelos de crecimiento, eficiencia burocrática, imperio de la ley, entre otros indicadores) resulta clave para poder explicar el crecimiento y resolver el puzzle conceptual de la abundancia de recursos. Para este autor, el nudo del problema del crecimiento parecería apuntar más hacia el cómo producir que hacia el qué producir, dado que altos índices de productividad y un capital humano altamente calificado son lo que hace la diferencia a la hora de aprovechar los recursos naturales (el caso de estudio discutido por Stijns es EEUU)29.

Para Stijns, el análisis específico de las instituciones de un país determinado se vuelve necesario para poder explicar el fracaso o éxito de la explotación de recursos naturales, dado que “en una sociedad con una infraestructura social [débil] y una política económica disfuncional, tales booms [de recursos] pueden llevar a una captura de rentas improductiva y posiblemente a una desigualdad creciente, haciendo difícil alcanzar un consenso sobre las políticas de fomento del crecimiento”30.

En lo que respecta a los canales de operación de la abundancia de recursos naturales, el autor determina diferentes indicadores: infraestructura política; el grado de orientación al mercado de la política económica; ahorro e inversión; acumulación de 28 Ross, “What do we know…”, pp. 345-346 y Ross, “How do natural resources…”, pp. 52-5529 Stijns, Op. cit., p. 10930 Ibídem, p. 110

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capital humano; y finalmente indicadores de “mal holandés” (como la intensidad de las exportaciones primarias). El análisis considera separadamente la riqueza de tierra, petróleo y gas, carbón, y minerales31. Las conclusiones apuntan a una correlación negativa entre tierra y todos los indicadores, pero en el caso del resto de los recursos, la evidencia es mixta y poco concluyente. Respecto de los minerales, la evidencia señala una correlación positiva con altos niveles educaciones, una política que fomenta el crecimiento, al igual que con la inversión; sin embargo, la calidad de las instituciones política no muestra correlaciones claras con la abundancia de recursos minerales. En definitiva, las propuestas de Stijns señalan que no es posible correlacionar significativamente la abundancia de recursos naturales con el crecimiento, lo que no quiere decir que la intensidad de las exportaciones primarias no tenga alguna relevancia. En palabras del autor, “en términos de desarrollo económico, lo que importa más es lo que los países hacen con sus recursos naturales […], esta conclusión puede ser pesquisada en el tipo de proceso de aprendizaje involucrado en la explotación y desarrollo de los recursos naturales”32.

Otro aporte que puede inscribirse en este mismo enfoque es el de Christa Brunnschweiler (2008), para quien la evidencia señala una correlación positiva entre abundancia de recursos y crecimiento. Para la autora lo crucial está en dos puntos: redefinir los indicadores de riqueza de recursos y examinar el papel de las instituciones dentro del desarrollo. Los indicadores institucionales examinados corresponden al imperio de la ley y la corrupción, y la eficiencia del aparato estatal, especialmente la burocracia. El análisis puede dividirse en dos grandes secciones. Por un lado, Brunnschweiler demuestra que hay una asociación positiva entre riqueza de recursos y crecimiento. La evidencia también sugiere que “un incremento en el índice de la calidad institucional tendría un efecto de crecimiento positivo considerable”33.

Otra sección examina la interacción de las instituciones con la abundancia de recursos. En ella, la autora constata que “una mayor calidad institucional parece reforzar los efectos negativos de la participación de las exportaciones primarias […]. Es posible que la riqueza de recursos naturales haya estimulado el crecimiento en los países con menores niveles de desarrollo institucional”34. Ahora bien, mirando el conjunto, lo anterior no elimina el efecto generalmente positivo de abundancia de recursos, “un cambio de una desviación estándar en la riqueza de recursos naturales incrementaría el crecimiento económico en 0,38%”35. Adicionalmente, otras regresiones muestran resultados que refutan la explicación de la “maldición” a partir de la apropiación de rentas, puesto que no hay una relación necesaria entre dicha actividad, la calidad institucional y la abundancia de recursos. Hay que agregar que las

31 Los resultados se encuentran en Stijns, Op. cit., p. 12332 Ibídem, p. 12633 Brunnschweiler, Op. cit., p. 40734 Loc. cit. 35 Ibídem, p. 408

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propuestas de Brunnschweiler son consistentes con la observación de Sachs y Warner de que “el efecto de los recursos primarios parece no operar a través del efecto burocrático. Sólo hay evidencia débil de que la intensidad de los recursos primarios esté asociada con peor calidad burocrática”36.

Para Stijns, en el caso del petróleo y el gas, hay tanto canales positivos como negativos de operación: si bien la infraestructura política no es perfecta, hay un estado de derecho imperante, al mismo tiempo que una menor corrupción; paralelamente, hay un grado general de orientación al mercado de las políticas económicas. De acuerdo a Stijns, debemos interpretar la evidencia cuidadosamente, dado que es posible sostener que las ganancias del petróleo y el gas permiten una mayor escolaridad de la población; no obstante, no es improbable que sea un mayor capital humano el que hace posible explotar más eficientemente estos recursos. El mismo autor señala que la evidencia de un mayor riesgo de expropiación y de incumplimiento gubernamental de contratos podría atribuirse a la abundancia de petróleo y gas37. Para Brunnschweiler, existiría evidencia más sólida para sostener que la abundancia de petróleo genera mayores niveles de corrupción. Igualmente, al hablar del efecto general de la riqueza subterránea de un país, la autora sostiene que “tiene un efecto positivo altamente significativo sobre el crecimiento, mientras que el efecto indirecto es, una vez más, muy débil”38.

4. ¿Fue Chile víctima de la maldición de los recursos naturales durante la primera mitad del siglo XX?

La primera constatación que hay que hacer a este respecto, es que el boom de la minería del cobre en Chile de la primera mitad del siglo XX, propiciado por el desarrollo de los proyectos mineros a gran escala de las trasnacionales mineras de la época (Kennecott y Anaconda), no fue seguido de un ciclo de crecimiento aletargado, sino de una fase de crecimiento bastante dinámico (medido según la metodología de Sachs y Warner, en el período 1930-1950). Esto, a pesar de que en esos mismos años el peso del cobre en las exportaciones fue creciente, al igual que el valor de éstas respecto del PIB. Esto nos sugiere descartar de entrada, para el caso chileno, la tesis de la maldición. Ahora bien, más interesante que rechazar o confirmar la correlación estadística sobre la que se sostiene la tesis de la maldición de los recursos naturales, es analizar la existencia o no de los mecanismos que transforman el boom de los recursos naturales en una maldición para el crecimiento en general.

a) Uno de los efectos señalados es el desplazamiento de los “emprendedores potenciales” desde los sectores inductores del crecimiento (las manufacturas) hacia la explotación de los recursos naturales, atraídos por

36 Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 1937 Stijns, Op. cit., p. 12438 Brunnschweiler, Op. cit., p. 409

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mejores ingresos a igual nivel de calificación. En el caso chileno esto no se produjo, por dos razones. En primer lugar, las características geológicas de los yacimientos de cobre que alimentaron este boom, los cuales, si bien eran enormemente ricos, exigían una inversión cuantiosa y una tecnología avanzada, debido a su baja concentración. Ninguna de estas dos condiciones eran posibles de satisfacer por parte del “empresariado” chileno, que no migró al sector exitoso de la minería del cobre hasta hace muy poco tiempo. Durante muchos años existió una especie de barrera de entrada ”natural”, que impidió el efecto de desplazamiento. Quienes se hicieron cargo del desarrollo de estos proyectos fueron empresas extranjeras (estadounidenses). Esta misma circunstancia hizo que tampoco se produjera la migración del capital humano avanzado. Hasta 1971, año de la nacionalización del cobre, la plana mayor en estas empresas fue ocupada mayoritariamente por profesionales estadounidenses.

b) Respecto del efecto renta-precio, que se traduciría en un encarecimiento de los bienes no transables, lo cual, en ausencia de una política de proteccionismo, dejaría a los productores de manufacturas en desventaja para competir internacionalmente, podemos señalar, provisoriamente (en ausencia de datos específicos sobre los niveles de precios), que dicho efecto era muy improbable en el caso de la economía chilena, dado el emplazamiento de la actividad minera en tres zonas muy específicas del país, distantes entre sí (y aisladas incluso de su propio entorno) y alejadas de los centros industriales (Santiago, Valparaíso y Concepción). De esta manera, aunque el salario de los trabajadores del cobre fuera, efectivamente, más elevado que el del resto de los trabajadores del país, la posibilidad de que su ingreso presionara al alza los precios de los bienes no transables y, de esta forma, perjudicara la actividad industrial es casi imposible.

c) Por otra parte, como reconocen Sachs y Wagner para el caso del petróleo en Trinidad y Tobago, la existencia de un nivel de salarios mayor en los trabajadores del sector primario exitoso no conduce a una elevación generalizada del nivel de salarios y, por lo tanto, a una elevación de los costos de producción del sector industrial, con el consiguiente empeoramiento de su competitividad. El mecanismo aludido, típico de la enfermedad holandesa, sólo funciona en un contexto de pleno empleo, que no es el caso chileno. La oferta de trabajo en las grandes empresas mineras de la época era limitada, mientras que la oferta de fuerza de trabajo era bastante superior. La demanda de trabajo, efectivamente fue creciente, pero en ningún caso a un ritmo y volumen que pudiera repercutir en una elevación generalizada de los salarios de los trabajadores industriales, por las mismas razones analizadas en el punto anterior.

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d) Efecto desviación y captura de rentas. Según este argumento, la existencia de una “renta minera” permitiría al país sostener sectores ineficientes o de baja productividad, protegidos de la competencia exterior. La existencia de esta “renta minera” depende de cuál sea el marco institucional en el que se desarrolle la actividad. En el caso chileno, ésta fue ejercida por empresas internacionales que, hasta 1952, gozaron de un régimen tributario muy favorable. De esta manera, en Chile no existió una renta minera para malgastar. Aunque suene chocante, el Estado al renunciar a una renta minera, se ahorró el problema de verse presionado a malgastarla e introducir, por esa vía, mayores dosis de ineficiencia al sistema. Un fenómeno estrechamente ligado al anterior asociado al anterior es lo que en la bibliografía se denomina “captura de rentas”. Al no existir un botín para repartir, no existió la posibilidad de que surgieran grupos o comportamientos de captura de rentas en torno a las grandes explotaciones mieras. Paradójicamente, donde esto sí existió fue en el segmento del empresariado minero pequeño y mediano, que desde su asociación gremial (SONAMI), con argumentos entre nacionalistas y desarrollistas, presionaron al Estado para que éste creara un sistema de fomento y subsidio del sector: que comprendía un programa de apoyo técnico y financiero, la creación de un poder de compra estatal, y de plantas de beneficio de los minerales.

e) Efecto renuncia al aprendizaje. Como argumenta (Stijns, 2005: 109) con base a la experiencia de EE.UU, son los altos índices de productividad y un capital humano altamente calificado lo que hace la diferencia a la hora de aprovechar los recursos naturales. La tesis subyacente en la maldición de los recursos naturales es que el sector secundario es virtuoso por definición, mientras que el primario no. No hace falta documentar aquí la enorme cantidad de vicios que puede llegar a acumular el sector secundario en una Economía donde se aplican políticas equivocadas. Basta decir que no es necesariamente cierto que el sector primario carezca de las virtudes que normalmente se le atribuyen al sector secundario: desarrollo tecnológico, mejoras constantes de productividad, mayor cualificación de la fuerza de trabajo, etc. Las industrias primarias de exportación deben competir internacionalmente, lo cual las obliga entrar en la misma dinámica que al sector manufacturero. Los datos de productividad el trabajo en la gran minería del cobre, no dejan dudas de que se trató de un sector muy dinámico en este sentido.

f) Estancamientos de los niveles educativos. Según este argumento, los mejores salarios del sector primario inhibirían los deseos de estudiar como vía para mejorar el ingreso personal. Los datos demuestran que, en el caso chileno, en estos años la escolaridad avanza de forma significativa. La explicación de que el mecanismo no funcione es, de nuevo, el mismo comentado antes. La localización y aislamiento de las actividades mineras

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reduce irradiación de sus efectos a una fracción muy reducida de la población. Aunque aún no contamos con datos precisos, es muy probable que la política educativa pública haya contrarrestado este efecto incluso en las regiones mineras. Tampoco puede descartarse que las propias empresas mineras ―como ocurre en el presente― hayan tenido una política de contratación o capacitación contraria a este efecto.

g) Debilidad institucional. Stijns (2005: 124) señala que un mayor riesgo de expropiación y de incumplimiento gubernamental de contratos (debilidad institucional) podría atribuirse a la abundancia de petróleo y gas39. Si contrastamos este supuesto con la experiencia chilena, debemos señalar que, en cambio, la minería del cobre gozó de amplias garantías institucionales hasta 1952, año en el que se establece un “nuevo trato” (creándose una carga impositiva más efectiva), y que luego se iría profundizando hasta la nacionalización de la principal riqueza nacional. El cambio institucional, efectivamente, se produjo, pero con un rezago en el tiempo que no sería captado por la metodología de Sachs y Wagner, quienes estudian el crecimiento del PIB/per capita en los 20 años posteriores al boom.

39 Stijns, Op. cit., p. 124

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ApéndiceProblemas metodológicos en la maldición de los RR.NN.

Lo primero que hay que señalar es que el conjunto de las investigaciones se limita a discutir la relación recursos/crecimiento para un período que va desde los 60 (en el caso de Gelb) hasta fines de los 90. Las regresiones trabajan con el PIB desde 1970. Existen referencias a evidencia histórica anterior (en Brunnschweiler y Stijns con mayor importancia), discutiendo en especial la industrialización de EEUU (segunda mitad del s. XIX) y su relación con la explotación de recursos naturales, pero en muy pocos casos se discute la primera mitad de s. XX.

¿Abundancia, dependencia o intensidad?

En el debate sobre los recursos naturales y el desempeño económico, la definición de la abundancia de recursos resulta un punto altamente contencioso. Las consecuencias que se siguen de adoptar una u otra definición son avalar o refutar la tesis de la maldición de los recursos naturales.

De un lado, una serie de autores han trabajado desde la noción de que la abundancia debe ser medida como la participación de la exportación de recursos naturales en el PIB (abreviado en la bibliografía como sxp o SXP), más importantemente a Sachs y Warner. Los autores equiparan “grandes dotaciones de recursos naturales”40 con el aporte de las exportaciones primarias al PIB en 197141. Se descartan así las medidas que dejan fuera el PIB dado que “queremos medir la importancia de los recursos naturales en la economía, y no solamente per cápita”42. Al trabajar sobre los resultados de Sachs y Warner, otros autores asumen de facto esta definición (es el caso de Papyrakis y Gerlagh43, y de Torvik44). También ocurre que otros autores adoptan tácitamente una definición análoga, como en el trabajo de Richard Auty sobre política industrial45 o el Michael Ross sobre la relación recursos naturales y guerra civil46.

Pero, ¿es esta la única manera de pesquisar la abundancia de recursos naturales? De acuerdo a Jean-Philippe C Stijns, “tres opciones se ofrecen al investigador para medir la abundancia de recursos naturales: exportación, producción, o reservas de recursos naturales”47. Los mismos Sachs y Warner reconocen que hay

40 Jeffrey D Sachs y Andrew M Warner, “Natural resources and economic development: the curse of natural resources”, Euroepan economic review, v. 45, nº 4-6, 2001, p. 828

41 Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 4142 Sachs y Warner, “Natural resources and…”., p. 83043 Elissaios Papyrakis y Reyer Gerlagh, “The resource curse hypothesis and its transmission channels”, Journal of

comparative economics, v. 32, nº 1, marzo de 2004, pp. 181-19344 Ragnar Torvik, “Natural resources, rent seeking and welfare”, Journal of development economics, v. 67, 2002, pp. 455-

47045 Richard Auty, “Industrial policy reform in six large newly industrializing countries: the resource curse thesis”, World

development, v. 22, nº 1, 1994, pp. 11-26 46 Michael L Ross, “What do we know about natural resources and civil war?”, Journal of peace research, v. 41, nº 3, 2004,

pp. 337-356

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“medidas alternativas de intensidad de recursos primarios”48, señalando al menos tres: la participación de la producción de minerales en el PIB (SNR), la fracción de exportaciones primarias del total de exportaciones en 1971 (PXI71), y el logaritmo del territorio per cápita en 197149. De acuerdo a los autores, la preferencia por el índice SXP se debe a que da mejor cuenta de la intensidad de los recursos naturales en la economía, dado que: a) cubre mejor la producción primaria (mientras que el índice SNR sólo cubre minerales y combustibles); b) las estimaciones utilizadas para construir el índice SNR tienen un mayor margen de error que el índice SXP; c) el considerar el PIB permite apreciar mejor los efectos “intersectoriales y de economía política de los recursos naturales”; y d) consideran que la tierra per cápita no es una medida adecuada de la producción primaria50.

Esta preferencia de Sachs y Warner encuentra una respuesta en otros estudios que buscan verificar la existencia de una relación entre abundancia de recursos y bajo crecimiento. Para Jean-Philippe C Stijns:

“el resultado SW [los estudios de Sachs y Warner] no es robusto frente a cambios en la medida de abundancia de recursos naturales desde flujos de intercambio hacia reservas o producción. […] Todos los estudios SW sobre la hipótesis de la maldición de los recursos sufren de una gran limitación. Miden la abundancia de recursos no por medio del stock per cápita, sino por la intensidad de exportaciones primarias. Hay tres principales preocupaciones que surgen a partir de esta forma de medir la abundancia de recursos. Primero, un país rico en recursos puede exportar pocos recursos naturales per se al mismo tiempo que las exportaciones de su sector manufacturero requieren recursos naturales de manera intensiva. Segundo [las medidas de dependencia de recursos] pueden servir de substitutos [proxies] de fracasos de desarrollo. […] Finalmente, el rol jugado por la abundancia de recursos depende de forma crítica, y un tanto complicada, del tipo de modelo de crecimiento que se adopte.”51

En suma, constatamos que las cosas aparecen mucho más complejas de lo que Sachs y Warner lo hacen ver. Christa Brunnschweiler comparte las observaciones de Stijns respecto de la pertinencia de las exportaciones de recursos como medida de la abundancia o riqueza de recursos, añadiendo que “asumir una correlación positiva entre abundancia de recursos naturales y exportaciones de recursos naturales no es en ningún modo obvio, dados los contraejemplos de países ricos en recursos con

47 Jean-Philippe C Stijns, “Natural resource abundance and economic growth revisited”, Resources policy v. 30, nº 2, 2005, pp. 110-111. Las traducciones del inglés son mías.

48 Sachs y Warner, “Natural resource abundance…”, p. 1249 Ídem50 Ibídem, p. 1351 Stijns, Op. cit., p. 108

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exportaciones primarias relativamente bajas, como Australia o Alemania […]. Cabe notar que la variable de exportación de recursos es bastante volátil…”52.

Al igual que Sachs y Warner, tanto Stijns como Brunnschweiler reconocen otras formas de medir la abundancia de recursos. Para Stijns, las reservas y la producción de tierra, combustibles y minerales son dos indicadores útiles. De acuerdo a sus datos “las correlaciones entre reservas y producción fluctúan entre un 71 y un 97 por ciento”53. Sus fuentes de información para la construcción de series se basan en: medidas de tierra per cápita entregadas por la FAO (también usadas por Sachs y Warner); datos sobre reservas y producción de combustibles del Departamento de Energía de los EEUU; datos de producción y reservas minerales del US Geological Survey. Brunnschweiler también señala la producción como indicador de abundancia, obteniendo su información del World Mineral Statistics y de la British Petroleum. A estos datos suma las estimaciones del Banco Mundial sobre riqueza de recursos naturales, las cuales “valoran diferentes componentes de la riqueza natural en USD per cápita sobre la base del valor neto de las rentas actuales [net present value of rents], y están disponibles para 1994 y 2000”54. Tanto Brunnschweiler como Stijns prescinden de los datos sobre producción, pero por distintos motivos: para la primera, los datos sobre producción no son muestran la uniformidad necesaria para llevar adelante el estudio, a la vez que la producción mineral depende fuertemente de los niveles de tecnología55; para el segundo, las mediciones sobre reservas resultan conceptualmente más cercanas a la noción de abundancia. A ello hay que sumar que no hubo resultados significativamente distintos al usar los datos de producción56

Resumiendo, las aproximaciones que enfatizan el rol de las instituciones tienen a rechazar la tesis de la “maldición de los recursos” a partir de una redefinición de la abundancia de recursos naturales.

La primera conclusión que podemos sacar de las observaciones anteriores es que la existencia de una “maldición de los recursos” depende muy fuertemente de los presupuestos teórico-metodológicos de los investigadores, al punto en que el trabajo empírico es capaz de arrojar conclusiones absolutamente opuestas.

¿Qué recursos naturales investigar?

Quisiera ahora dirigir mi atención brevemente a otra arista de debate sobre recursos naturales: los recursos pesquisados. Una panorámica nos muestra que un lugar privilegiado lo ocupan los minerales combustibles: gas, carbón y petróleo. Especialmente este último ha recibido un tratamiento extenso y no está ausente de ningún estudio empírico. Al respecto, Gelb es quien realiza el análisis más profundo, enfatizando los modelos de crecimiento asociados a los booms de petróleo. Asimismo, 52 Christa N Brunnschweiler, “Cursing the blessings? Natural resource abundance, institutions, and economic growth”,

World development, v. 36, nº 3, pp. 40153 Stijns, Op. cit., p. 11254 Brunnschweiler, Op. cit., p. 40155 Ibídem, pp. 402-403. La autora agrega que las mediciones del Banco Mundial sobre riqueza de recursos naturales son el

mejor paralelo de ingreso per cápita. 56 Stijns, Op. cit., p. 112

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el petróleo resulta importante para los análisis de Stijns, Brunnschweiler, y Auty. En el caso de Auty, el petróleo cumple un explicativo fundamental a la hora de analizar el desarrollo de la política industrial mexicana. Como vimos más arriba “México usó sus recursos petroleros para evitar la necesidad de hacer las manufacturas internacionalmente competitivas cuando la agricultura demostró no ser capaz de cumplir el rol que había jugado durante los 50s y 60s”57. Esto sería consistente con lo señalado por Stijns, de que es más importante el cauce que se elige para los recursos que la decisión de un país de explotar su abundancia de recursos naturales.

Respecto de otros recursos, es interesante notar cómo Sachs y Warner (al igual que los trabajos que siguen las definiciones y resultados elaborados por ellos) no distinguen entre tipos de recursos. Sería posible, dicen los autores, objetar que:

“el efecto de los recursos naturales debe ser vinculado a la magnitud de las rentas económicas del recursos naturales, por lo que deberíamos distinguir los minerales (que usualmente tiene altas rentas) de la agricultura (que generalmente tiene bajas rentas). En la misma línea, quizás la agricultura procesada debiera distinguirse de la agricultura primaria. La respuesta principal a estas objeciones es práctica. La variación en las exportaciones minerales a través de países es responsable de una gran fracción de la variación general en la variable de recursos naturales, por lo que la inclusión o exclusión de la agricultura no altera demasiado los resultados empíricos básicos. […] Para la mayoría de los países […], los cambios en la definición de recursos naturales no es tan importante cuantitativamente como se podría pensar”58.

Habría que decir que esto contrasta con las propuestas de Alan Gelb, para quien, aun cuando no es posible categorizar definitivamente a una economía como mineral o no-mineral, sí podemos distinguir elementos estructurales importantes en las economías minerales. La producción de minerales se caracteriza por “ser de gran escala, de enclave, e intensiva en capital, usualmente con vínculos cercanos a empresas multinacionales, a menudo con salarios altos comparados con el resto de la economía y con un alto grado de incertidumbre”59. Si miramos más allá de la producción de recursos minerales y observamos algunas características de tipo estructural en las economías minerales, podemos constatar situaciones que pueden ser perjudiciales para el crecimiento y el desarrollo. Por un lado, Gelb señala que las economías minerales tienden a ser más desiguales en la distribución de rentas, con un sesgo a favor de los sectores urbanos, lo que a su vez genera un abandono de las actividades agrícolas (creando la subsecuente necesidad de importar alimentos debido a tipos de cambio sobrevalorados). En consecuencia, observamos una migración hacia sectores urbanos o de producción minera como forma de asegurar una participación en las rentas minerales60. A ello hay que sumar el hecho de que, según el autor:

57 Auty, Op. cit., p. 2258 Sachs y Warner, “Natural resources and…”, p. 83159 Gelb, Op. cit., p. 3260 Ibídem, p. 36

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“las economías minerales no hay disfrutado niveles particularmente altos de educación y salud, a pesar de la fuerte asociación positiva entre una gran industria minera y la ratio de ingreso fiscal/PIB. El fracaso a la hora de destinar recursos fiscales a sectores sociales puede estar relacionado con el rol menos crucial jugado por factores productivos reproducibles en dichas economías. El ingreso minero puede disminuir la presión para asegurar acceso amplio a bienes públicos y desarrollar el capital humano a lo largo de la población”61. Estas observaciones no son completamente consistentes con los resultados

obtenidos por Stijns, para quien la abundancia de recursos minerales en algunos casos se correlaciona positivamente con una mayor escolaridad (en todos los nivles), mientras que en otros casos existen correlaciones negativas entre escolaridad primaria y riqueza de recursos62. La diferencia de posturas de Gelb y Stijns puede deberse a la diferencia en las definiciones. Mientras que Gelb define una economía mineral de acuerdo a criterios de la intensidad de la minería en la economía (“más de un 10% de la producción y un 40% de las exportaciones en el período 1967-75”63), Stijns se concentra en la riqueza de las reservas minerales (v. supra).

Por otro lado, como acabamos de ver, las posturas de Gelb y Stijns resultan contrapuestas respecto de la relación entre educación y abudancia de recursos minerales, por lo que habría que verificar si el caso del cobre puede resolver ese desacuerdo.

61 Ibídem, pp. 36-3762 Stijns, Op. cit., pp. 123 y 12563 Gelb, Op. cit., p. 32

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Referencias bibliográficas

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