lusitania, por la raya

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Realizamos un viaje por la frontera luso-extremeña en el tren que lusitania que hace el trayecto nocturno Madrid-Lisboa. Subimos en San Vicente de Alcántara

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El tren de La Raya

TRENHOTEL LUSITANIA¿Por qué elegimos el Trenhotel Lusitania para ir a Lisboa? ¿Por qué salir desde San Vicente de Alcántara si tenemos que esperar dentro del coche a que den las 3:07 de la madrugada para tomar el comboio?

De esta manera hacemos que el tiempo y la distancia sigan teniendo la dimensión que les daba el paso del tren y la actividad en las estaciones de La Raya en la primera mitad del

siglo XX, época que la revista Noudar y la gente de San Vicente de Alcántara quieren recordar y traer hasta estas páginas. Un tiempo en el que existían tres trenes diarios de Badajoz a Lisboa y el TER o el TALGO Luís de Camões pasaba la frontera. La realidad de unas relaciones transfron-terizas donde el tren tiene su papel:

-“Fue y sigue siendo un elemento que demues-tra y enriquece la permanencia de las relaciones con Portugal”. Nos comenta Julián Rodríguez Morera, un factor de circulación o encargado que trabajó en la estación de Valencia de Alcántara desde 1975 hasta el 2005 y que también ejerció en nuestro punto de partida.

Un puente más entre los dos países vecinos y un testigo excepcional de lo que fuimos, de nuestros anhelos y nuestras necesidades. Un tren que algunos tachan de mítico y que actualmente ofrece un viaje nocturno que acerca Madrid y Lisboa. El Trenhotel Lusitania.

Estábamos solos y la noche acechaba con hacer-nos la espera larga. Pero comenzó a obtener tintes de aventura cuando el coche de la policía nos recordó que en estos tiempos, tres pasajeros espe-rando al Lusitania precisamente en la estación de San Vicente, y a esas horas de la noche, podían perfectamente pasar por narcotraficantes. O por contrabandistas, quién sabe.

La estación de San Vicente de Alcántara forma parte del paisaje que rodea al pueblo. Vagamos un buen rato por los andenes y las vías sintiendo la soledad que no existía antes de la crisis del

Textos: Miguel Méndez · Fotografías: Juanjo Bolaño y Fran de la Cruz

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transporte por ferrocarril en los años noventa. Actualmente, los tres kilómetros que separan la estación del pueblo se han agrandado. Las pare-des verdes que visten el edificio y que se mime-tizan con la dehesa, durante sesenta años vieron jornadas de trabajo en las que llegaban a reunirse unas treinta personas entre pasajeros de un lado y otro de La Raya, trabajadores del corcho y del carbón, y de los encargados de la carga que llegaba del pueblo hasta los andenes. Vieron las campañas del ganado trashumante y del contra-bando de café.

Siendo un pasajero más, dada su relevan-cia, en las paradas de los trenes ómnibus para cargar la mercancía, los huecos que dejaba el carbón se convertían en improvisados almace-nes de café y en lugares algo más seguros para transportarlo. Y no sólo se escondía en forma de mercancía. En la zona de viajeros, mujeres vestidas literalmente con café debajo de la ropa pasaban la frontera y se lo proporcionaban a otros que, en carro o andando, lo repartían por los pueblos cercanos.

Encontramos a Julián Rodríguez, trabajador ferroviario, hijo de ferroviario y apasionado del tren, leyendo el periódico en la Sociedad Sanvicenteña. Dice que lleva toda la vida empa-pándose de este “mundillo” y que la estación no ha cambiado desde que él la conoce. Su pasión

la materializa con sus palabras y con algún que otro recuerdo que dejaron en la estación y que él conserva, como unos informes escritos por los inspectores en libros de visitas, controlando así el buen estado de las instalaciones.

Nos habla de cuando en las vías de San Vicente convivían tres tipos de trenes. El tren correo, el ómnibus –que alternaba mercancía y viajeros- y el Lusitania. Éste último, antes de producirse el cambio al TALGO en los años 80, era un TER o tren con cabeza automotora. Julián advierte con los ojos que estamos hablando de un tren mítico e histórico, al ser el medio de transporte que utilizaba la monarquía al estar en el exilio en tiempos de la dictadura. Y era el paso de la gente del Norte, ya en Europa, que pretendía buscarse la vida en América.

El Lusitania daba servicio diurno y nocturno. Actualmente sólo se puede acceder al servicio nocturno, desapareciendo el TALGO “Luís de Camões”. Este hecho desembocó en protestas por parte de los habitantes de San Vicente que veían cómo la vida de la estación se reducía a las míni-mas expectativas.

El paso del Lusitania llegó a desaparecer a causa de un descarrilamiento y posterior acon-dicionamiento de las instalaciones. Y volvió a tener la ruta vía Extremadura el 14 de Diciem-bre del 2008.

Un puente más entre los dos países vecinos y un testigo excepcional de lo que fuimos, de nuestros anhelos y nuestras necesidades

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La constitución del Lusitania como Trenhotel tuvo lugar en 1998, con motivo de la Exposición Universal de Lisboa, ofreciendo, además de los confortables coches-cama , plazas sentadas en clases Preferente o Turista, ambas con un punto de luz para facilitar la lectura y climatización centralizada. También dispone de vagón-restau-rante –con una carta que ofrece una selección de vinos españoles- y de un coche-bar donde se preparan platos combinados y sándwiches.

Llegó puntual desde Chamartín. El ambiente de los vagones, la luz tenue y las recomenda-ciones del revisor aplacaron nuestra disposición para empezar a investigar rincones y personas.

Ya instalados en nuestros asientos y dejando atrás la estampa que producía la estación acom-pañada del coche de la autoridad, charlamos tranquilos sobre la calma tensa de la espera y lo que nos podría deparar el viaje. Y poco tiempo después llegó la siguiente parada. Valencia de

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La constitución del Lusitania como Trenhotel tuvo lugar en 1998, con motivo de la Exposición Universal de Lisboa, ofreciendo, además de los confortables coches-cama , plazas sentadas en clases Preferente o Turista, ambas con un punto de luz para facilitar la lectura y climatización centralizada

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Alcántara. Una estación también alejada del pueblo pero igualmente ligada a su gente y a su historia. Sus bóvedas y su reloj dejan entrever que el control de paso por la frontera le dan un carácter de autoridad. Señorial y como sacada de una película de Berlanga, la estación de Valencia de Alcántara es el último paso antes de la entrada en Portugal.

En este punto del recorrido se realiza el cambio de locomotora. Antes de llegar a la frontera, la locomotora de Renfe es sustituida por otra perte-neciente a los comboios de Portugal. La empresa CP es la encargada, desde este punto, de llevar al Lusitania hasta su destino.

Ya en marcha, sólo nos quedó confiarnos al traqueteo y al sueño que daba ser un viajero nocturno. Quizá la vuelta fuese más propicia para disfrutar del viaje portugués porque el tren cada vez iba haciéndose más confortable.

La llegada a Lisboa estaba prevista a las 7:41 de la mañana. Pero fue un poco más tarde, al desha-cernos del sueño, cuando nos dimos cuenta de que estábamos en Santa Apolonia, una estación cosmopolita y acogedora, restaurada respetan-do su planta y su alzado original, que nos abría paso al barrio de Alfama, a la bruma del Tajo y al trasiego de viajeros que animan el centro lisboeta.

Aprovechamos la noche para poder llegar a desayunar los exquisitos pastéis de Belém, y para disfrutar durante el día de paseos y vistas que nos ofrecieron a Praça do Comércio, el Elevador de Santa Justa, Chiado, el Tranvía, el bacalhau, y un arroz com peixe merecedor de veinte idas y vueltas en tren.

Regresamos a Santa Apolonia y nos despedi-mos de Lisboa con un último café. Nuestra vuelta estaba programada a las 22:30, aunque llegamos antes para empaparnos del ambiente viajero y para poder conocer, esta vez con más luz y más alboroto, los entresijos del Trenhotel Lusitania.

Una vez en marcha, disfrutamos del restauran-te, lugar incomparable para dejarse llevar por el romanticismo y por las conversaciones surgi-das de la nada, que van descubriendo historias y caminos diferentes. Entre los pasajeros se mezclan portugueses, españoles, gente haciendo el interrail…destinos que se muestran y se hablan en el coche-bar, donde es muy recomendable

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estar charlando sin que se acumule el peso de los kilómetros.

La vuelta se pasó rápida y amena, y enseguida, por la ventana empezamos a ver estaciones que nos resultaban familiares. Se empezaba a ver la influencia de La Raya en las construcciones ferro-viarias. Edificios sobrios en su estructura pero vistosos en su conjunto. Estaciones como Abran-tes y Marvao-Beira son ejemplos del paso del tiempo y de un territorio transfronterizo que ha albergado el ir y venir de sus gentes y que ahora mira el paso del Lusitania cargado de historia y de identidad.

Al terminar nuestro viaje tuvimos la certeza de que merece la pena que sigan existiendo puentes entre

España y Portugal. Habrá que trabajar en crear más de los que hay. Pero historias como las del Lusitania tienen que servir de sustento y punto de partida para un futuro que se podrá explicar entendiendo las palabras de Julián Rodríguez, un ferroviario que regalaría a la historia del Trenho-tel un centro de interpretación, el cual ayudaría a montar las piezas que, reunidas en forma de anécdotas, viajes, vidas y pueblos, nos darán una idea de el viaje o el camino que hemos recorrido hasta ahora.

...disfrutamos del restaurante, lugar incomparable para dejarse llevar por el romanticismo y por las conversaciones surgidas de la nada...

Agradecemos a las autoridades de la CP portuguesa, al personal de Renfe en el Trenhotel Lussitania, a la Delegación de Comunicación de Renfe para Extremadura, a Mª Dolores Nieto Casas y Laura Hernández de Renfe y a Antonio López Romero de ADIF su colaboración para la realización de este artículo.