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seeviuo oe ^UDLicACIOMES A6RICOLAS ^ Año Xl1I. Abril. ^ Eslse•11o)as•seremltenq^atlsaqulenlasDlde. N11tl1erOS % y H. DIRECCIÓN OENERAL DE AGRICULTURA, M1NAS Y MONTES l^:rlfer>tl><ed^de^ del .>Llrl>tendl•o, por•.^\TO\TIO BALLE^TliR. In^cui^•ru.leic dcl ^ercicio elgronriinico ^le P,n,lumre^ ;1^. Helada.-l3 s la helada o escarcha el accidente meteoroló;;i- co que eon más f^^ecuencia deja sentir sus perniciosos efectos ^obre cl almendro, cuya producción y desarrollo disminuve notablcmentc. Casi todos los años pueden observarse e q di^- tintas ronas los perjuicios ocasionados por ella, y en al^unos ha sido, sin duda al^una, la causa principal de :a falta de co- sec;^a. Las escarchas sólo son temibles desde fine^ de febr^r^> a mediados de abril, puesto que despu^s de esta í•poca el fruto y el brote tienen ya resistencia suficiente para soportarlas. :^caeccn solamente en noct^es frías, tranquilas y despejadas, por lo cual resulta relativamente iácil predecirlas. Los daños Gue originan las heladas alcanz.ln a todas las I^artes tiernas del ve^etal, como son las yemas o botones, las flores, los almendrucos y los brotes foliáceos, pcrjudicando a unos u otros de dichos órganos, sc^ú q la época en que se pre- senteo. De su intensidad depende la cuantía dcl mal que pro- ducen, y cuando aquélla es suticiente, llega q a destruír por completo los órganos que las soportan. I?I almendr;cultor cucnta con un m^edio infalible para c^^i- tar, o, por lo menos, aminorar !os perjuicios dc la escarcha, cual es la formació q de nubes artiriciales, y, sin embar^;o, ra- ras acces lo pone en práctiea. Para formar dichas nubes se distribuye q en ]os almendrales, a distancia de unos 2o me- tros, montones de combustible constituídos por pajas, raíces o leiias impreg•nadas de; brca, alquitrtín, pez ne^ra, aceite pu- ^ 1 i l.o rclati^^n al Pulgún dcl almcndro sc inscrtí^ cn la fío^a l^i^^^^i.r..^- ^,oa:^ niím. 15, corresp^mdicnlc al mcs dc agosto dc 1917,

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Page 1: l^:rlfer>tl>Llrl>tendl•o, · cos viejos y esparcir alrededor de ellos polvos insecticidas d: 3 acción enér^ica, entre los cualcs hemos cmpleado con

seeviuo oe ^UDLicACIOMES A6RICOLAS ^ Año Xl1I.Abril. ^ Eslse•11o)as•seremltenq^atlsaqulenlasDlde. N11tl1erOS % y H.

DIRECCIÓN OENERAL DE AGRICULTURA, M1NAS Y MONTES

l^:rlfer>tl><ed^de^ del .>Llrl>tendl•o,

por•.^\TO\TIO BALLE^TliR. In^cui^•ru.leicdcl ^ercicio elgronriinico ^le P,n,lumre^ ;1^.

Helada.-l3 s la helada o escarcha el accidente meteoroló;;i-co que eon más f^^ecuencia deja sentir sus perniciosos efectos^obre cl almendro, cuya producción y desarrollo disminuvenotablcmentc. Casi todos los años pueden observarse e q di^-tintas ronas los perjuicios ocasionados por ella, y en al^unosha sido, sin duda al^una, la causa principal de :a falta de co-sec;^a.

Las escarchas sólo son temibles desde fine^ de febr^r^> amediados de abril, puesto que despu^s de esta í•poca el frutoy el brote tienen ya resistencia suficiente para soportarlas.:^caeccn solamente en noct^es frías, tranquilas y despejadas,por lo cual resulta relativamente iácil predecirlas.

Los daños Gue originan las heladas alcanz.ln a todas lasI^artes tiernas del ve^etal, como son las yemas o botones, lasflores, los almendrucos y los brotes foliáceos, pcrjudicando aunos u otros de dichos órganos, sc^ú q la época en que se pre-senteo. De su intensidad depende la cuantía dcl mal que pro-ducen, y cuando aquélla es suticiente, llega q a destruír porcompleto los órganos que las soportan.

I?I almendr;cultor cucnta con un m^edio infalible para c^^i-tar, o, por lo menos, aminorar !os perjuicios dc la escarcha,cual es la formació q de nubes artiriciales, y, sin embar^;o, ra-ras acces lo pone en práctiea. Para formar dichas nubes sedistribuye q en ]os almendrales, a distancia de unos 2o me-tros, montones de combustible constituídos por pajas, raíceso leiias impreg•nadas de; brca, alquitrtín, pez ne^ra, aceite pu-

^ 1 i l.o rclati^^n al Pulgún dcl almcndro sc inscrtí^ cn la fío^a l^i^^^^i.r..^-^,oa:^ niím. 15, corresp^mdicnlc al mcs dc agosto dc 1917,

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sado de hulla, resina de pino o cualquier otra sustancia capazde producir humo pesado y abundante; se prende fue^o a losmontones, y la combustión incompleta de los mismos orif;ina,a poca altura del suelo, una densa nube que impide la heladao evita el rápido deshielo. Estas operaciones sólo deben reali-zarse las noches en que el cariz del tiempo hace sospecharquc va a ocurrir el meteoro, y darán tanto mejor resultadocuanto más densa sea la nube y cubra mejor el arbolado. Poresta razón convendrá, en noches de li ĥera brisa, situar e!combustible hacia el lado del cual sople ^sta, pues de lo con-trario, nos expouemos a que nuestro trabajo rinda provechopara el vecino. '

1'uede procedcrse también colocando las sustancias preci-tadas en envases que hayan contenido brea, en vez de formarcon ellas montones, lo cual tiene ]a ventaja de facilitar su des-plazamiento en caso de cambiar la dirección del viento. Exis-ten aparatos para producir densos y abuudantes humos, usa-dos en el .^Iediodía de l^rancia, donde las heladas son muyfrecuentes; pero opinamos que para este clima es suticiente 1<upráctica del procedimiento descrito.

Lien sc^ ve que la aplicación del remedio contra las heladase;s sencilla y de poco coste, y, al propio tiempo, son muy con-siderablcs los daños que previene.

Cuando las plantaciones de almendro^ se estabtezcan cnzouas frías o propensas a las escarchas, ha ^de presidir el cri-terio de no cultivar más que varicdades de lloración tardía,aunque sean de poco rendimiento. ^^ pesar de esto, dichasclases dará q cosechas más constantes y regulares que lastempranas de ^ran producción.

Tijereta. - La tijereta ((^or/icula auriculariaJ es un insectoque en al^nnas ocasione; causa dai^os a los almendros, diri-^iendo casi siempre sus ataques a las púas y brotes de los in-jcrtos reciĉn practicados. f?n^Baleares sc^ ic; llama vull;•armentera^2 ^aovia; es muy común y de todos conociáa, por lo cualomitimos la descripción de sus caracteres.

Las tijeretas buscan sicmpre lunares oscuros, ocultándosedurante el día debajo de las pii;dras, en las r^squebrajadurasde los tron:.os, entre restos ve^ctales de todas clases, etc. Porla noche salen de sus duaridas y suben a los almeridros paradevorar las partes tiernas que les sirven de alimento, ori-áinando destrozos de consideración, debído a su g'ran vora-cidad.

Para combatir estos insectos basta construír cerca de losárboles i^vadidos abrigos artificiales, tales corno ma^etas in-vertidas, montoncitos de pajas, hojas u otros residuos ve^e-tales donde ellos se cobijan durante el día. E^tonces es fácilsorprenderlos en sus refugios y aplastarlos o destruírlos porel fuego. "1'ar^bi^n da bue,nos resultados espolvorear los tz•on-cos viejos y esparcir alrededor de ellos polvos insecticidas d:

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acción enér^ica, entre los cualcs hemos cmpleado con ^xitoios llamados a^^pteritc,^, que fábrica la Casa Cooper.

Barrenillo.-Otra de las enfcrmedades que padecen los ^!.l-mendros es la ori^inada por una de las especies del gí•ner^^Scolyti^s, pequeClos insectos que viven a espensas de los teji-dos duros de las ramas y de los troncos, acabando ^•ener^il-mente por matar al árbol invadido.

El insecto perfecto aparece a principios de verano sobrclos troncos y ramas del almendro, eumpiicndo entonces lasfunciones de fecundaeión y puesta, para lo cual las hembrasperforan la cortcza y abren entre ella y la madera una ^aleríadonde, a medida que avanzan, van depositando los ltuevos.Pronto q acen las pequeñas larvas, que comicuzan inmediat^^-mente a rc,ter la madera, abriendo a su ve•r, galerías perpendi-culares, en un principio, a la galería materna. Estas numen^-sas galerías larvarias van ens,^nchándose a medida que lalarva aumenta de tamai7o; si^uen caminos de variadas curv,i•turas, e;ntrecruzándosc a vcces, y terminan en una celda r^-dondeada, donde la larva pasa el invierno inactiva. Lle^ada laprimavera, tienen luear las metámorfosis correspondientcs,aparecicndo dcspu^s al E:xtcrior el insecto perfecto para vol-ver a empezar su ciclo evolutivo.

El barrenillo ti^ne la Curma d^ un pequeito es^arabajo, cle^ a 6 milímetros de lonóitud y de un color pardo roji•r.o. Sularva es bl^inca, con la cabera os^ura, y sólo pueclc ser ob^er-vada levantancio capas sucesivas de la cortcra hatita llet;ar alas ^alerías.

'l'odos l^s ailos existen manifestaciones de esta enfermc-dad, cuyais consecu^ncias son siempre funestas, pero por for-tuna se pr^^enta en casos aislados, no .Ilehando a constituírverdadera pla^a; q o obstat^te, el almcndro rinde su tributoanual a dicho enemit;•o. Creen muchos a^ricultores que el ba-rrenillo acude a los almendros despuí^s de muertos por otracausa cualquiera, p^ro esta cree.^cia es crrónea, porque si bienes verdad yue ei citado insccto habita co q írecuencia cn leñ<iscortadas o despreodidas dc varias clases de árboles, tambi^nlo es que tiene capacidad para atacar a los yue están cn plenavegetación y d^struírlos en poco tiempo.

Opinamos que tal creencia sc: debe a la circunstancia deque los a^;ricultores no se aperciben del mal hasta que el ^ír-bol está muerto, o poco menos. Entonces, al verle en pie, perocon todas las hojas secas y fuertemente adheridas, observanque el tronco o rama muertos presentan innumerables oriti-cios sensiblemente circulares, del tamai^o de una cabeza de al-filer, y ven tambi ĉn muchos barrenillos que se disponen aabandonar su víctima para diri^^irse a otros árboles. Si obser-varan mejor, verían que hay en aquellos contornos otros al-mendros, perfectamente sanos por su aspecto, pero que pre-sentan tambi^^n algunos orificios, indicio seguro de que ern-

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pieza el ataque que probab!emer_te acabará con Ia vida de lo^•órganos invadidos, una vez llegada la primavera o verano si-guientes.

La lucha contra esta clase de insectos es siempre muy di-ficultosa, por razón del sitio donde se alojan, y además, es po-sible que en la mayoría de los casos se llegaca tarde paracombatirlos, como se desprende de lo dicho en el párrafo'an-terior. Los tratamientos por medio de los polisulfuros soncostosos y de poca et-]cacia en este caso; los demás que pue-den seguirse son más propios de jardinería que del gran cul-tivo. I^'uestro parecer es que se impone como más práctico elprocedimiento radical de destrucción por medio del fue^;o de.todos los árboles o ramas muertas o invadidas, y al mismotiempo de todos los barrenillos a gérmenes que allí se en-cuentren. Si se tratase de una rama, ha de quemarse inmedia•tamente después de cortada, y si fuera un almendro joven, esmejor quemarlo en pie, facilitando esta operacián por mediode ramaje o hierba seca colocada a su alrededor.

Para evitar la difusión del mal que estos insectos causanes necesario q o dejar abandonadas en los almendrales, du-rante la primavera y verano, las leñas muertas, cualquiera qucsea la causa, pues éstas se convierten en criaderos de barre-nillos que pueden pasar luego a los árboles sanos. Cuandomuere un almendro o una rama por causa natural o fortuita(vientos, granizadas, etc.), hay que retirarla del campo ante,de que llegue la ^poca indícada.

Otra medida que tiende al mismo fin es el embadurnadode los tutores o palos que hayan de emplearse al hacer lasplantaciones, para impedir que los escolitos que muchas ve-ces se encuentran dentro de ellos se difundan por el almen-dral. Hemos podido comprobar que este fenómeno ocurrc conbastante í^cecuencia, y entonces es el mismo agricultor el queinconscientemente implanta el mal en su arbolado. EI peligrocitado se evita embreando o encalando los tutores.

Piojo blanco.-El insecto causante de esta enfermedad enlos almendros es, como el pulgón, del g•rupo de los llamadoschupadores, y está comprendido en el g^nero Uactvlorius oPsezctococcus. Su tamaño es de z a 3 milímetrós; su color, rojovivo, y su cuerpo está rccubierto por una materia blanca ha-rinosa que segregan las hembras. Viven en numerosas coio-nias, también como los pulgones, cuyo proceso vegetativosi^•uen con algunas variantes, pero dirigen sus ataques alas partes leñosas de los árboles, nunca a las hojas ní a losfcutos.

Los síntomas que presentan los almendros invadidos porel piojo blanco son bien característicos. Obsérvanse sobre lostroncos y ramas, especialmente en la cruz y en ]os puntos deinserción, unas pústulas blancas semejantes a al^odón, a ve-ces de gran tamaño y muy abultadas, las cual^^s está q cons-

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#ituídas por la materia quc segregan las hembras. Si se le-vantan dichas píistulas, aparece un^.i mancha roja, que es ]a^olonia de innumerables pioios fijos en aquel p!into con suchupador introcido en los tejidos vasculares del árbol cuyasavia absorben. L.as capas corticales han sido destruídas, y seha formado una úlcera que debilita notablemente al pieatacado.

Esta enfermedad tampoco ha revestido, hasta el prescnte,caracteres de plaga' sólo se ven algunos pequeilos focos, ycon más irecuencia casos aislados; pero no por eso se la hade mirar con indiferencia. IZecuerde siempre el ^^gricultorquc e^ preferible prevenir una plaga que comhatirla, y te.ngatn cuenta que si deja tomar incremento a ésta, se verá muehomás apurado que co q la del pulgón, pues la gra q capa protc^c-tora que recubre el piojo blanco le detiende en gran mancrade la acción de los insecticidas.

Dada la poca intet:sidad que suelen presentar lc^s ataque^,recomendamos el si};•uiente tratamiento, muy práctico y eco-q ómico, sin perjuicio de acudir a las palvericaciones y emba-durnado; en los casos de invasiooes más intensas.

Levántense las pústulas y límpiense las úlceras en seco,frotando con un trapo; aplíquese después sobre las her^id^,s,sirvi^ndose de una escobilla o de un paC^o, ácido fénico o pe-tróJeo bruto, y, por último, qu ĉ̂ mense los útiles que se hayauemplcado cn dichas opcraciones.

Podredumbre de las raíces -La podi^edumbre de las raí-ces del a}mentro ('.llorf^o) es una enfermedad poco extendida,pero sumamente grave, originada por un hongo parásitocuvo nombre cientíhco es Rosellinia. uecalriz o Demaloj^lr^>r^anecalri^. ^

Las raíces de los árboles invadidos presentan u q revesti-miento blanco en un prineipio, y de un tinte gris a m^didaque cl mal avanza, constituído por el micelio del hongo, cu-yos numerosos cordones se difunden por el suelo y propaganla enfermedad. r11 encontrar una raíz se instalan en su super-ficie, se introducen en ella y se extienden e q forma laminarentre las capas leñosas y liberianas, causando la destrucciónde estos tejidos e imposibilitando, por tanto, las irnportantí-simas fur.ciones cle circulación que les están cncomendada^.En estas condic:iones, el árbol no puede subsistir, y, efectiva-rnente, perece bajo la acción de la parásita.

Las raíces muertas están impregnadas interiorment^ deuna materia g•omosa, de color pardo y fuerte olor a podrido.Colocadas e q lugares húmedos, se cubren de vegetacionestambién pardas, donde están contenidas las conidias, que, agerminar, reproducen el micelio.

La completa evolución del hongo es más o menos ránida,según la naturaleza del suelo, y de ella, así corno de la resis-tencia y estado del pie atacado, depende ia duración de la

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vida del almendro. linas veces muere en poco tiempo, sir^^que se observc q síntomas precursores: otras resiste más, pre-sentándose durante el curso de la enfermedad desecacionesbruscas, p^rdida de hojas y demás anormalidades, pero eiiinal es siempre el mismo. Se da co q bastante írecuencia eicaso de aimendros que sacan con mucha fuerza y lozanía elbrote primaveral y^i los pocos días mueren repentinamente,y esto se explica considerando que el prirner desarrollo se^produjo únicamente a expensas de las reservas acumuladasen el árbol, pero las raíces ya no funcionaban.

EI medio más favorable para la podredumbre cs la hume-dad, lo cual es una ra•r.ón más que viene a apoyar lo quc he-mos dicho antes de ahora: «f?1 almendro no debe cultivarseen terrenos excesivamente húmedos ni en aquellos cuyo sub-suelo sea impermeable.»

La podredumbre de ]as raíces es un mal incurable; no hayremc^dios eficaces contra ella, pues si bien es cierto yue e1sulfuro de carbono y el sulfato de hierro tiene q alguna accióuanticriptogámica, tambié q lo es que e q su empleo no sc: logradetener el curso de la enfermedad una vez que la parásita hapenetrado cn el interior de la ralz. Los mcdios que el arbori-cultor tiene a su alcance para luchar contra la podredumbretienden íinicamente a evitar la dilusión de la plaga; son pro-cedimientos preventivos, fundados en la desinfeccíón de losterrenos invadidos, es decir, en la destrucción de los órganosreproductores del hongo, que, como ya sabemos, se encuen-tran sobre las raíces de los árboles inlestados.

Cuando muere un almendro sin causa conocida debe pro-cederse inmediatamente a su arranque y al examen de lasraíces, y sí éstas presentan los caracteres que hemos descritoen el párrafo tercero de este epígrafe, es preciso destruírlastodzs por medio del fuego. Lo más conveniente es quemarlasdentro del mismo hoyo, asegurando la combustión completacon pajas o ramaje y echar después ]a tierra mczclada con5 ó 6 1<ilogramos de sulfato de hie.rro.

Después de convencidos de que ha sido la podredumbre :acausa de la baja ocurrida, hay que examinar con cuidado losárboles vecinos. y si se observan én algunos síntomas quedenuncien la misma entermedad, es necesario también des-truírlos en seguida, sin aguardar que perezcan, pues siendosu muerte inevitable, se impedirá, por lo menos, la d^fusiónde la plaga. Los pies sanos plantados en el mismo ruedode in(ección deben abonarse con sulfato de hierro, a lasdosis de 3 a 5 kilogramos por pie, según su edad y corpu-lencia.

En los terrenos donde se presenten focos de podredumbrees conveniente no reponer las baias ĉon ninguna clase de ár-boles ni arbustos durante alg•unos años, porque la desinfec-ción absoluta es muy difícil de conseguir, aun cumpliendo es-

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crupulosamente lo que hcmos indicado; pero si, a pesar delpcligro que existe, se hace la repoblación, cúidese al menosde no plcu^tar en los mismos hoyos, de quemar leñas o pajasen los que se abran al efecto y de añadir sulfato de hierro altiempo dc colocar las estacas.

'homando las precauciones enumeradas es posible extín-l;uir u q foco de podredumbre; pero hay que tener presente^luc si el terreno^ es excesivamentc° húmcdo, todos los es-iuerzos se estrellarán ante ln potencia invasora del hongo pa-rásito.

Manchas de las hojas.-Es muy frecuente observar en lashojas tiel almendro unas manchas casi circulares, de ^ a 5 mi-lím^tros de diámetro, ocrosas, festoneadas de color morenocon bordes rojizos, las cuales acaban por secarse y a^ujcrearcl limbo, cíejando la hoja perforada por varios punto5. Estacnfermedad, muy extendida e q los almendrales de T3aleares,cs tambi^n de orígen parasitario, determinada por el hongo!:l.xsle^^osporzr^^^a ainy^^a'c^lea^^trna (Pass.) o Sj^o^^ic^esniium a^^i_^^g-:Yalearttnt.

^1•rátase de una parásita poco perjudicial, puesto que lashojas sólo pierden el color verde en los puntos atacados, y sirstos no son muchos, conser.van ^ran parte del par^nquima<ictivo. E q los ai^os que el mal e5 inás intenso, la i^oja cae pre-maturamente, dejando los árboles muy despoblados o desnu-dos antes de quc: lle^ue la otoñada, pero nunca antes de lamadurer deí fruto. Las hoias atacadas pierdc q valor nutritivocomo pasto. siendo í;ste quizás el perjuicio de mayor conside-ració q que causa la enfermedad.

Las manchas dc las hojas aparece q todos los ai^os, duran-te la primavera, e q la mayor parte de los almendrales, y pue-den ser combatidas cficazmente por medio de pulvcrizacionescon caldo bórdel^s r,eutro al i por ioo, aplicado en la se^un-da quinccna de mayo o e q la primera de junio.

Para prcparar cl caldo bordelés q eutro al i por ^uo de sul-fato de cobre se disuelve i kilogramo de esta sustancia en Solitros de agua, y, en recipiente s,eparado, 50o g•ramos de calen otros So litros de agua. Se echa poco a poco la sc^unda di-solución sobre la primera, agitándola constantemente co q unpalo, hasta llegar a la neutralización, y como quiera que no^^: habr^í empleado toda la cal, hacc falta completar la mezclacon agua hasta llegar a los ioo ]itros. El momento de la neu-tralización se conoce por el empleo de papeles de tornasol en-rojecido o de fenolptaleína, sun;er^idos en la mezcla al tiem-po de veri[icarla, los cuales indican que el caldo es q eutrocuando inician el cambio de color hacia el azul o rosa respec-tivamente. `

EI tratamiento ha de ser aplicado con todos los cuidadosque requiere una buena pulverización, conforme hcmos deta-ilado al ocuparnos del pulgón; pero en este caso debe procu-

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rarse que las hojas queden mojadas por ambas cáras. T1 éxitodependerá, como siempre, de la oportunidad y esmero conque se ejecuten estas operaciones.

Mal de la goma.-Hace diez y siete o díez y ocho años apa-reció en la finca aSon Sard», sita en las inmediaciones de C'asConcos (término municipal de Felanitx), una enfermedad enlos almendros, que se fuí: extendiendo rápidamente por tedaaquella comarca, llegando a invadir buena parte de los almen-drales de Felanitx y Santañy. Su foco más intenso se estable-ció en las zonas de C'as Concos, Calonge y Alquería I3lanca,donde originó perjuicios de bastante consideración; pero du-rante lns nueve ai^os últimos, además de haber quedado cir-cunscrita a la comarca citada, ha ido perdiendo energía ensus ataques, hasta e1 punto que hoy día apenas preocupa supresencia.

^To obstante, como no existen razones suf cientes para a ĥ r-mar que el mal no ha de recrudecer, conceptuamos oportunala ocasión presente para exponer ]bs medios que contra : l pue-den intentarse.

Sor. varias las opiniones que se han emitido acerca del ori-gen de esta enfermedad, cuyos síntomas, no conocidos hastaentonces en Espai^a, permitieron suponer que se trataba deuna nueva plaga de los almendros. Los dictámenes más auto-rizados coinciden en atribuírle un carácter parasitario, perono están acordes al ĥ jar la naturaleza de la parásita, pues altiempo que unos consideran como causa determinante unainvasión criptogámíca, otros afirman que el mal es de orige qĥ siológico, y que el parasitismo (bacterias) sobreviene comoconsecu^ncra, a;ravándolo y quizás difundiéndolo. Otras opi-niones se ha q hecho públicas también respecto del mismoasunto, pero tan faltas de fundamento cientíhco, que no me-recen ser tomadas en consideración.

.^1o corre ciertamente a nuestro cargo dirimir cuestíonesen las que intervienen maestros en la materia, y a pesar deque las circunstancias nos han obligado a formar criterio,séanos permitido pasar en silencio sobre este extremo y dejarsu resolución a firmas más autorizadas, Por otra parte, esteaspecto, puramente científico, del asunto en nada afecta, comoveremos, a la finalidad de este trabajo, que sólo tiende a guiaral arboricultor en el reconocimiento síntomático de las plagasy en e1 empleo racional de los remedios que económicamentedebe poner en práctica.

I_os efectos de esta enfermedad se maniĥestan en los fru-tos y en los brotes. El fruto tierno atacado presenta al exte-rior una mancha irregular, grisácea, que va profundizando através de todas las envolturas y llega hasta la almendra. Todoel tejido enfermo está ennegrecido y descompuesto, segregan-do una excreción gomosa que permanece sobre la corteza delfruto a medida que se produce; la almendra o pepita no se

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forma, y el almendruco no alcanza el desarrollo normal, quc-áando íuertemente adherido al árbol cuando llega la ^poca dela madw^ez. Si el ataque comieoza desputs que la cubierta le-riosa ha adquirido ya cierta consistencia, el agente invasor nologra atravesar aquélla, y entonces la secreĉ ión gomosa esmenos abundante y la almendra queda elaborada.

Los brotes ^n(estados presentan tambiC•n unas manchasoscuras a lo largo de I^s tallos y pccíolos, con las hojas bar-nizadas por la misma excrecíón, las cuales languidecen pro-gre^ivamente y acaban por secar5e.

Las consec ŭencias de estos perjuicios suelen ser la p^rdid^ide una parte más o menos importante de la cosecha, la rnuer-te de algunos hrotes y un agotamiento ;eaeral en el arhol.Salvo muy contadas excepciones, iste no muere del mal, vol-viendo a brotar en el at5o sig•u.ientc, aunque con la falta deenergía que es de supo^er. ,

\o todas las variedades dc almendros pre^entan la mismaresist^neia a la enfermedad cuyo estudio es objeto de este tra-bajo, observánd^se con trecuencia en una misma plantacióndistintos grados de iotensidad en el ataqi^e, según las clasespere entre todas ellas hay una, llamada d'en Pou, que, por lagran lacilidad que ofrece a contraer el mal de la goma, pued^ser considerada como ^I vehícuio de la pl^,^ga. Ln todas lasYincas en que ^sta hizo su aparición, los primeros pies infca-tados fueron los c^'e^a {'orr, a los que siguieron sucesivamenteotras variedades, eomo las cti'e i^z Cczaa^zl, Pola, Pi^ziac^ns, ^t'e^iFrare, tigurando con mayor resistencia, y en muchos casosinmunes, las Vercferel,z, l^oi^, L`e^aga^a, Ilorr^zch, Rotjet, ,l^arrcz'e-Uei^ y otras.

Pero aun hay más: en toda la comarca de diCusión dc laplaga abunda extraordinariamente la variedad d'e^i `Poi^, ocu-pando con seguridad el ^3o u^3j por Too de la mayor parte delas plaotaciones: Por el contrario, en el resto de la provinciade 13aleares, ap^nas es conocida (i).

Creemos que las razones cxpuestas son suficientes paraque ]os arboricultores de I'elanitx y Santañy abandonen elcultivo de la variedad citada, pues aunque es de buena cali-dad, de mucho rendimiento y desarrollo precoz, presenta losíncooveoientes apuntados, que, sin duda, superan a las^ven-tajas.

Nosotros aconsejamos que en lo sucesivo no se haga unsolo injerto ^^'en `Pou, con el fin de ir reducienáo paulatina-mente e1 tanto por ciento yue hoy le corresponde en aquella^p]antaciones. Sustitúyase por otras clases de buenas condi-ciones, elegidas entre las más resistentes a] mal de la goma.La índole, esencialmente práctica, de este trabajo nos induce

i l) I?n l^stahliiuc^^ts sc cultiva una ^^aricdnd llamatja tambií^ii rt'eu Yort,pero no cti 12 niisma, ni semejnnte siqiiiera.

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a no entrar en el estudio de tratamientos cuyos resuitadosson algo problemáticos: pero aunque no lo fuerau, -1e conven-drfa al agricultor mantener en sus fincas el predominio de losalmendros c^'err Poir, aun a costa de invertir muchos af^os unasuma no despreciable en tratamientos contra esa plaga= Opi-namos que de ningún modo, y, por lo mismo, hemos aconsc-jado como medida rnás conveniente la sustitución de la va-riedad.

Si en los años venideros se observaran manilestacioncs delmal de la goma, habrá que destruír, durante la ^poca de lapoda; todos los brotes muertos y los frutos atacados quc que-dan insertos en las ramas despu^s de la recolección, pues enellos reside q !os gér^nenes capaces de perpetuar la enfer-medad.

Gomosis. - Cuar.do los almendros presentan derrame degoma sobre los troncos, ramas o raíces, se dicc que padecenia gomosis. La aparición de la ^;oma es consecuencia de laformación en los tejidos de una materia viscosa y blanda, quesale al exterior por las grietas. concentrándose y desecándoseen seguida, pero que, bajo la int7uencia del agu<t, adquierciluidec su6ciente para deslizarse por la supe^rticie de los miem-bros del vegetal en forma de lágrimas más o menos volumi-nosas.

La producción abundante de goma sobre los troncos o ra-^ mas gruesas determina la debilitación dcl almendro, y hastapuede causar su n-iuerte, pues debido a las múltiples prolife-^raciones celulares realizadas para la constitución del par^n-yuima g•omífero y del depósito consíderabie de algodón queen ^I se acumula, sutren una mern^^a las reservas nutritivasalmacenadas en el árbol.

La presencia de derrames gomosos indica un esr<ido hato-lógico en los almendros, motivado por causas dc muy distin-ta naturaleca, como son el exceso de humedad e q los terre-nos, los cambios bruscos de temperatura durante el períodode vegetación activa, las intensas heladas tardías, la destruc-ción de los brotes o yemas por insectos o por otras causastraumáticas, ]as heridas producidas en las raíces por las labo-res, la excesiva proximidad de unos árboles con otros, etcéte-ra, etc. En una palabra, muchas de las circunstancias que ori-g•inan desequilibrios orgánicos en él arbolado pueden ser cau-sa indirecta de -la gomosis.

A veces es suficiente la producción de una herida en unórgano cualquiera para que surja ]a goma en aquel punto;pero este motivo no basta para que la cxcreción se ha^a ge-neral en el árbol. Existe un agente encargado de acudir a lossitios vulnerables y excitar en ellos la formación de los tejidosgomíferos, obrando como verdadera parásita y contribuyendoa la diCusión de lá plaga. I?ste agente es una bacteria, ser mi-croscópico conocido con el nombre d^ `l3acleriznn çrrr^a^nis.

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La ^omosis r^s difícil de c^rar, porque ca^i nunca son biendelinidas las causas que la han determinadr. 1?I agricultor queten^;a sus árboles ^ttacados de esta enfermedad ha de ponertoda su atenció q en el descubrimiento de aqu^llas, y si consi-í;ue averiguarlas, debe practicar cuanto est^ e q su mano 1>araque desaparezcan. Cuando no lohre conocc°r los motivos ori-í;inai^tes del mal, o cuando tstos sean de tal índole qae no scaposible actuar contra ellos, podrá recurrir, con probabilidadesde ^xito, a los tratarnientos que se citan a continuación:

^." "hratándose de almendros jóvenes, hay que practicaruna incísión en la cortcza, a lo larg^o de todo el tronco, tai7pronto como se observe q las primeras exudaciones. l^ato tien-de a provncar una derivación de la ^;oma hacia el exterior,con cl iin de debilitar la actividad celular del tejido ^omífero.

a.° Si cl ataque se presenta sobre q na sola rama, conveu-drá ^imputarla cerca dei punto de inserción y qucmarlainme-diatamentc.

3.° f'_n el caso de árboles aduitos se debc proceder a extir-par las partes dañadas, hasta lleg^ar a la madera sana, y des-pu^s lavar r.o q una bro.;ha las lla^;as producidas, empleandotiina disolución de r/^ dc litro de vinaf;^re y un puñado de salcomún en t.in litro de agua.

Como n^cdidas ;enerales contra la ^omosis, aplicables entodos los casos, son r^eomendables las labores frccu^ntes, lasupresión dc la poda invernal y el empleo constante de abo-nos en fórmulas adecuadas a la ^omposición química del suc-lo. rydemás, hay que tener especial cuidado en no adrnitir}^ara la multiplicación injertos^ ni plantones procedentes deárbolcs o de vivcros atacados.

Asfixia de los troncos.-La causa principal de la morttili-dad d^ almendros jóvencs en estos últimos ai^os es la asiixiade los troncos, orif;inada por la naturale-r.a dcl suelo y por unmal procedimiento seguido cn la plantación.

F_I fenómeno de ]a astixia se produce e q cualquier ór^anode ]a planta cuando se encuenU^a privado de la cantidad deaire ,suticiente para verifcar su función respiratoria. Ahorabien: corno las e^i^encias en oxígeno son mucho mayorespara las partes aéreas de u q ve^^etal (tallo y hojas) que paraias subterrráneas (raíces), se comprende fácilmente que laporción de tronco que qucda enterrada al plantar las estácaspuede encontrarse en un ambiente de difícil air•eación, y, porlo tanto, hallarse expuesta a la asfixia con todas sus conse-cuencias.

Las circunstaocias que dificultan e] acceso del aire en elsuelo son la falta de permeabilidad y la profundidad: así, porejemplo, en los terrenos sueltos y muy permeables, el aire'^ircula con mucha mayor facilidad que en los suelos arcillo-sos tenaces, sobre todo si Catos están embebidos de a^ua; cnun mismo suelo es menor la cantidad de aire por unidad de

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volumen a medida que profundizamos en él, ]legando a sermuy pequeña en la zona no removida por las labores. 1 Ĵstacantidad disminuye cuando aumenta la humedad almacena-da en las capas inferiores, y, por lo tanto, alcanza su mínimoen los casos que el subsuelo es impermeablc.

Siempre que una plantación de almendros jóvenes (meno-res de veinte años) se encuentra en malas condiciones deaireación subterránea sobrevienen casos de a^fixia que llevanconsigo la p^rdída de muchos pies. Los árboles de más edadno se resienten tanto de la falta de aire a causa del espesor yru^osidad de su corteza.

Todo órgano asfixiado muere, y si éste es el tronco, mue-re también el árbol, pues cesa toda comuuicación entre lasraíces y las hojas. La muerte del almendro ocurre en estecaso repentinamente, después de una ligera y breve lan^ui-dez, cor.servando sus raíces en perfecto estado de sanidadtoda la parte aérea intacta, pero en la porción de tronco ente-rrada se observan varios chancros de gran tamaño que handestruído completamente las capas corticales y las del cam-biu^^n, hasta Ile^^ar a la madera.

Los años lluviosos son los más apropiados para el des-arrollo de esta enfermedad, puesto que cuanto más húmedaestá la tierra, más di8cultad opone al libre acceso del aire.siendo buena prueba de ello el l;ran número de bajas que seregistraron desde rqr^ a rqr^ (ípoca 1luviosa), especialmenteen los términos municipales de ^,rtá, Son Servera y Capde-pera. 1^^luchas fueron las plautaciones donde las bajas se su-cedían continuamente durante el período de vegetación acti-va: los árboles más lozanos en apariencia desaparecían en pocos días, unas veces después de echar el brote, otras duranteel verano y en algunas ocasiones cargados con el fruto"verdeo ya maduro.

Hay que tener en cuenta que cuando el árbol empieza alanguídecer, el mal ya está en un período m'uy avanzado. Lavida prosigue a expensas de las reservas almacenadas, y, ago-tadas éstas, sobreviene rápidamente la muerte. Es un casosemejante al de la podredumbre de las raíces, con la diferen-cia de que entonces la (unción fisiológica que queda suprimi-da es la absorción, y ahora es la circulación.

1\TO hay que atribuir a la asfixia la muerte de Ios almen-dros reci^n plantados que no consiguen arcaigar, la cual esdebida a variadas causas, inherentes unas veces a los plan-tones, y relativas, otras, a la imposibilidad de adaptación alnuevo medio, por ser sus condiciones físicas o químicas mu_ydistintas de las del terreno que aquéllos ocupaban en el vive-ro. Todo lo que Ilevamos dicho en este epígrafe se refiere úni-camente a los árboles enraizados cuya corteza no presentatodavía profundas rugosidades.

La inmensa mayoría o quizás la totalidad de los casos de

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ashxia de los troncos en el almendro se deben al procedi-miento defectuoso de plantació q que muchas veces se adop-ta por los agricultores, consistente en enterrar lus estacas aprofundidades de 6o y 8o centímetros, es decír, casi hasta elfondo de los hoyos abiertos al efecto. En estas circunstancias,los árboles quedan en condiciones de contraer la enfermedadreferida, siempre que a ello coadyuven la naturaleza del sue-lo y el régimen climatoló^ico.

Gnhorabuena que los hoyos tenga q r metro o más de pro-fundidad, que la tierra extraída se meteorice el mayor tiempoposible, que se incorporen a estas materias fertilizantes altiempo de la plantación; todo esto es muy racional y conve-niente, pero introducir las estacas cuatro palmos bajo tierraes un disparate que, como hemos ^isto, acarrea funestas con-secuencias.

En varias ocasiones hemos tenido ocasión de preguntar alos plantadores que sif;uen tan mal sistema las razones yue.les determinan a ello, y se nos ha contestado que el arrai^o sehace con más facilidad. Este es otro error que es preciso des-vanecer; véase si no cuál es el lu^ar donde se extiende el en-tramado radicular de cualquier árboL Las raíces están cercade la superíicie del suelo, invadiendo las capas removidas porlas labores, que son precisamente las que proporcionan losprincipios nutritivos necesarios para la vida del vegetal. Esinútil que el hombre se empei^e en destinarles alojamientosmás profundos, pues ellas se diri^en, desde su primer des-arrollo, hacia la superficie, cambiando la ley natural del ^eo-tropismo.

E1 procedimiento de plantar los almendros a tanta profun-didad es perjudicial y peligroso en alto grado. Aconsejamosque la porción de estaca enterrada oscile entre 3o y So centí-metros, según la soltr.^ra y permeabilidad del terreno, no re-basando en ningún casó el límite máximo señalado. Entié-rrense los tutores todo lo que sea necesario para conseguir lasuticiente estabilidad. •

I^ualmente aconsejamos que se remueva, al final de pri-mavera, la tierra que rodea los troncos, siempre que los árbo-les est^n plantados en terrenos propensos a formar dura cos-tra en la ĉpoca de ^equía, con lo cual se conseguirá aumentarla capilaridad de las capas superiores, y, por tanto, facilitarel movimiento ascensional del a^ua y la peoetración del airc.

7•enemo^ la absoluta convicción que sujetándosc a estasreglas se habrá c,onjurado el peli^ro de la as6xia para todoslos almendrales que se creen en lo sucesivo, y con ello des-aparecerá una de las causas que más víctimas ocasionan enel presente.

Para curar los árboles enfermos de este mal no hay m^ísque dejar lo;^ troncos al aire libre, sacando la tierra de su alre-dedor ]:asta Ileg•ar al cuello de la raíz, limpiarlos perfectamen-

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te con una fuerte escobilla y mantcnerlos en dicho estadohasta la parada invernal. 1'uestos en estas condiciones, seráregenerada la corteza siempre que los destrozos causados porla asfixia no hayan alcanzado aún a la zona ^,eneratriz.

En años de primavera lluviosa es prudente efectuar las ci-tadas operaciones, en mayo o junio, en aquellos almendralesque rcúnan las condiciones de suelo y modo de plantación quehemos señalado como favorables al desarrollo de esta enfer-medad.

Acción contra las plagas del almendro. - De cuanto lleva-mos di^ho se deduce que el cultivo del almendro, irnportan-tísimo en Baleares, está expuesto a muchos contratiemposque merman sus cosechas y destruyen un tanto por ciento de.árboles nada despreciable; pero al mismo tiempo se deducetambién que el arboricultor dispone de numerosos mediosque económicamente puede poner e q práctica para atenuar oanular los perjuicios referidos.

La doctrina del buen almendricultor debe consistir en laacertada elección de terrenos y variedades, a ia par que en laadopción de los procedimientos racionales de c.ultivo y tras-plante adecuados a las condiciones de sus fincas, huyendosiempre de los suelos húmedos, ^ior ser l^z hirnae^a^^ e_LCesiv^z d^Clerreno el enemi^o priitcij^al del ^lnteradro. De este modo se con-sigue evitar muchas de las causas directas o indirectas de en-fermedad en el arbolado, a la vez que colocar a í;ste en condi-ciones de resistencia para !uchar contra^as invasiones para-sitarias.

El cumplimiento acertado de las prescripciones expuestasno es, por desgracia, suticiente para librar al almcndro de todopelig^ro de entermedad, puesto que í sta puede aparecer enct^talquier momento, originada por el parasitismo: mas seacual luere la causa determinante de un estacío morboso enuno o varios pies de una plantación, es de absoluta necesidadpracticar ^uanto antcs los cuidados o remedios oportunos, sise quiere evitar que el mal iniciado en un redurido foco se pro-pague y difunda cn forma de plaga devastadora.

^cúdase para cada caso a los tratamientos que hemos in-dicado en los anteriores capítulos, sin omitir los cuidados hi-1;•iénicos y de desinfc:cción por medio del fuego, cuya obser-vancia es económica y a la vez muy edcaz. No hay que olvi-dar que la destrucción de gérmenes disminuye poderosamen-te la intensidad de las pla^as, las cuales son entonces más fá-ciles de combatir; por ejemplo, si se realiza la campaiia de in-vierno que hemos recomendado contra el puloón, no cabeduda que serán destruídos gran número de huevecillos. 1'uesbien: como cada huevecillo que logra avivar puede conver-tirse en muchos miles de pulgoncs, dado su sistema de ^ene-ración, se comprende fácilmente cuán ventajosos resultan losprocedimientos mencionados.

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En cl mismo orden de ideas, o sea en atcnción a la higienedcl arbolado, hay yue procurar yue los almendros estén lim-pios de los líquenes y muscíneas que con frecuencia invader.su tronco y ramas, y que, si bien es verdad que por regla ^e-q eral no son de i^nportancia los perjuicios que causan direc-tamente al árbol, constituyen un medio apropiado para cobi-jar distintas clases de g^rmenes pató^enos y un alberbue in-vernal para albunos insectos. Consíguese este objeto con elempleo del guante metálico o con el uso de sustancias espc-ciales yue el comercio ofrece expresamente.

-^=rc ^.^-^^

^li,iego ^>libterr^^neo de los .í^rbole^.

Se^ún ^\^lax Ringelmann, para que los árboles ve^ete qbien, yuc el terreno contcn^a de rb a ao por roo de su pcsode aoul, que cuando baja e^:ta cantidad del co por ioo las ho-jas amarillean y el crecimiento es peyuei^o, y que si eXC^dedel ^6, las r^zíe^^s se pudren y los ^írboles lau^uidecen. ^^^^adryue los plátanos, los chopos, 1os castaiios dc lndias y los tiloscxige.n más agua que los ailantos, los arces y las acacias, loque depende de su sunerlicie foliar, y que, para cada rie^^o, un^írbol dc cu^ltro a^.ineo ai^os exi^;^e ioo litros de a^;ua, de cin-co a quince ai^os ^aoo, y;oo los ^rar,des, comenzahd ĉ^ en Paríslos rie^;^os en abril y prolon^;^índose hasta el mes dc septicm-bre. Deben practicar^e cada semana pa^ra los yue rcquierenmucha atiua, y de yuince en yuince días para los demas.

^ Co q objeto de yue e1 a^^ua resulte mcjor aprovcchada, ^evierte en un tubo vertical, yue la distribuyc a una profundi-dad varíable entre lo y ^o centímetros, por medio dc un cua-drado que forrnan tubos de barro'como los empleados par^isaneamientos (dre^i^zjeJ, de ^ centímetros de diámetro interiory 3^ de long^itud, separados sus extremos to centímetros yunidos por otr^s mayores de 8 centímetros de diámetro intc--rior. Cada lado del cuadrado tiene de z,ao a^^,^o mctros. ^ Yi qde que tarde en obstruírse dicha tubería, se la rodea de ;oo^ramos de paja por cada metro lineal. Efectivamente, así scimpide que el terreno evapore el agua del riego, resultandoeconomia en este sentido; pero la instalación cuesta de i^ a i6francos por árbol, lo yue cicrtamente q o es barato.

En cambio, sí que lo es cuando el agua escasea, ante^ dcdar el riego, yue debe practicarse cuando el sol ya no hiera latierra con sus rayos, ahondar un poco fa pileta, si el árbol espeyuei^o, o bien abrir una zanja alrededor del tronco, verter

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el agua, y cuando el suelo la ha absorbido, volverla a taparcon tlerra hecha polvo.

Donde el agua es más escasa, se entierra junto al árbol uncántaro poroso o con algunos pequeños agujeros en la base;se llena de ag•ua y se tapa la boca con una losa o piedra, re-cubriéndola con tierra. Ue vez en cuando se descubre, y sevuelve a llenar de agua el cántaro, con lo que la planta siem-pre dispone de tierra húmeda. .

^iltr^ció>o< de los ^ceites.

F_n muchos casos hay que recurrir a la filtración para lo-grar brillantez en los aceites, cuando ha faltado reposo y bue-na depuración, como la efectúan siempre los comerciantesantes de poner el producto a la venta. Esta es una operaciónque debe conocer el cosechero, por si le conviniera practicarlapor sí mismo.

^ La operación es siempre delicada, pues predispone al en-ranciamiento; pero hoy la industria ofrecc buenos y sencillos111tros.

La materia f]trante debe ser perfectamente inerte, a fin deque no altere el aceite. Hoy, el algodón cardado o tejido y elpapel es la de uso más general.

Dada la viscosidad del aceite, la temperatura de 16 y 15grados es la más conveniente.

La materia mucilaginosa que retiene el iiltro lo embota:así es que hay que tratar aceites ya despojados o pasados porun filtro más grosero, como el de manga de algodón.

Hay que trabajar al abrigo del aire, y conducir la opera-ciór. con rapidez.

La tiltración es variable, segú q el sistema de ĥ ltro, deabajo a arriba, o viceversa. La circulación se obtiene por dife-rencia de nivel, bomba de compresión o por aspiración; ha deprocurarse que sea regular la presión, pues los golpes duros5on perjudiciales.

La primera parte de la filtración no suele ser completa-lnente límpida, por lo yue hay que repetirla.

La eficacia del filtro crece a medida que se embota, pero alcnisrno tiempo disminuye el gasto o r^gimen. Este dependede la porosidad de la materia tiltrante, de la naturaleza delaceite ,y de la presión. 1?stos factores pueden variar; hay quehacer diferentes tanteos para lograr un efecto útil.

8obrinos de la Suc. de ^f. hfinnesa de los ILíos, bfiguel Servet, 13.-Teléf. M-861.