los orígenes del conflicto

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© Nabarralde para la presente edición Diseño y Fotocomposición: Nabarralde Nabarralde. Bidankoze, 3. 31014 Pamplona - Iruñea Teléfono: 948 21 10 57 Fax: 948 206 047 E-mail: [email protected] ISBN-10: 978-84-92870-24-0 Depósito legal: NA-3088/2010 Impreso por Ulzama digital Pol. Ind. Areta, calle A-33 31620 Huarte (Navarra) Printed in Navarre

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En el espacio temporal transcurrido entre la Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial —algo más de un siglo—, se produjeron en Euskal Herria una serie de acontecimientos que cambiaron radicalmente su fisonomía. Francesada, Guerras Carlistas, industrialización, emigración e inmigración en masa, sustitución poblacional, pérdida acelerada del euskera, aplicación de legislación extraña al país, traslado de aduanas, decaimiento económico… Tal cúmulo de sucesos en tan breve tramo de tiempo hizo que la acomodación fuera imposible. Mikel Sorauren analiza minuciosamente en el presente libro estos hechos, y nos da las claves para interpretarlos con una visión diferente a la que secularmente ha sido desarrollada por historiadores foráneos, e incluso propios.

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© Nabarralde para la presente edición

Diseño y Fotocomposición: Nabarralde

Nabarralde. Bidankoze, 3.

31014 Pamplona - Iruñea

Teléfono: 948 21 10 57 Fax: 948 206 047

E-mail: [email protected]

ISBN-10: 978-84-92870-24-0

Depósito legal: NA-3088/2010

Impreso por Ulzama digital

Pol. Ind. Areta, calle A-33

31620 Huarte (Navarra)

Printed in Navarre

Mikel Sorauren

LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO

A quienes con su trabajo y apoyo hacen posible Nabarralde.

SAILA - COLECCIÓN

ÍNDICE

LOS ORÍGENES DEL CONFLICTO

I.- INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7

II.- GÉNESIS DEL CONFLICTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15

III.- CARLOS III Y GODOY: PRIMER PLAN DE ASIMILACIÓN1- Primeras presiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .192- Los desafueros de Godoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21

IV.- LA CRISIS DEL IMPERIO ESPAÑOL: LA FRANCESADA Y LAREFORMA DEL ESTADO

1- Napoleón y el Imperio español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .272- Navarros y franceses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .283- Los intentos de reforma del Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .334- Euskal Herria y la reforma del Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35

V.- ABSOLUTISTAS Y LIBERALES: EL FUERO1- Conflicto en estado latente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .392- La sociedad vasca y la percepción de la agresión . . . . . . . . . . . . .403- El desencuentro total con el absolutismo español . . . . . . . . . . . . .44

VI.- NAVARRA (EUSKAL HERRIA) Y ESPAÑA: CONFLICTOABIERTO

1- Un conflicto ya maduro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .452- Los Fueros como expresión de la libertad nacional navarra . . . . . .493- Vascos y españoles dentro del carlismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .514- Final de la guerra: nueva perspectiva del conflicto . . . . . . . . . . . . .535- Las diferentes actitudes ante la guerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58

VII.- DESMANTELAMIENTO DEL FUERO: PROFUNDIZACIÓNDE LA CRISIS

1- 16 de julio de 1841: la Paccionada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .632- La integración en la nación española . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .663- Las limitaciones de la modernización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .70

VIII.- LA CONSOLIDACIÓN DEL CONFLICTO1- Cánovas: la reafirmación del Estado español . . . . . . . . . . . . . . . . .75

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2- Nuevos factores del conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .773- La resistencia a la desaparición nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .834- Sabino Arana: un primer planteamiento independentista . . . . . . . .85

IX.- PROCELOSO SIGLO XX1- Dos décadas de apariencia anodina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .912- Panorama político . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .93

X.- LA CRISIS DEL SIGLO XX1- La dictadura de Primo de Rivera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1032- La segunda República española . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .106

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I

Introducción

Para configurar una perspectiva adecuada de las raíces del deno-minado conflicto vasco, es ineludible referirse, aunque sea some-ramente, a la historia anterior de Euskal Herria, desde luego, demanera sintética y resumida. Euskal Herria constituye una naciónque consiguió articular un Estado soberano en las profundidadesde la Edad Media, representado por el Reino de Navarra.

Esta construcción política es el resultado de la resistencia de losvascones frente a los imperios germanos que surgen al norte y alsur en importantes áreas de Hispania y las antiguas Galias. ElReino de Navarra conformará y afianzará sus estructuras estatalesa lo largo de la Edad Media, pero será objeto de las ambicionesexpansionistas por parte de Castilla y Aragón y, al final de la EdadMedia también por parte del Reino de Francia. La hostilidad deestos Estados dará lugar a importantes mutilaciones territorialesdel espacio que en origen aglutinaba a la mayor parte del territoriovascón. Aunque estas amputaciones se inician a mediados del sigloXI, será a partir del último tercio del XII cuando adquieran mayorgravedad. Así, se perdieron en un primer momento la mayor partede los territorios situados entre el río Ebro y el Sistema Ibérico,para culminar en 1200 con la pérdida de los territorios occidentales.

El territorio restante, situado entre el Adour y el Ebro, mantuvovarios siglos la independencia. Será, no obstante, objeto de accioneshostiles de manera permanente. Como resultado de las mismasexperimentará pérdidas territoriales más limitadas. Finalmentesufrirá un ataque contundente desencadenado por el rey castellanoFernando el Católico en 1512. A pesar de la resistencia opuestapor monarquía, instituciones y sociedad —que se prolongó, cuandomenos hasta 1524—, todo el espacio sur-pirenaico quedó dominadopor España. El territorio nor-pirenaico se mantuvo independientehasta 1620, año en que el rey Luis II, desvinculado de sus orígenesfamiliares, impuso su anexión a la Corona francesa.

El Estado navarro fue capaz de crear estructuras sociales e ins-titucionales muy peculiares. El factor que configura su sistemainstitucional no responde tanto a la iniciativa del monarca o de

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una casta privilegiada, cuanto a la capacidad de una sociedadfuertemente consolidada, que imprime al conjunto un sentido delo público poco común en la Europa medieval. Tal peculiaridad seadvierte en la organización del poder político que establece elcontrol de la actuación del monarca por parte de la sociedad y enel carácter representativo de las instituciones en cualquiera desus niveles. Todo ello sin obstáculo de la preeminencia de clasessociales privilegiadas, las que, en cualquier caso, reconocían elpapel de los sectores sociales más numerosos y con menos ca-pacidad económica. Un reflejo de todo ello es la existencia deuna compilación de derecho autóctono, representada por el FueroGeneral, datable en el siglo XII, de la época de Sancho VI el Sabio;compilación que puede situarse entre las primeras muestras euro-peas de derecho consuetudinario escrito. La importancia de esteconjunto de códigos, al que más tarde se añadirá el denominadoFuero Antiguo que recoge principios de organización constitucionaldel Estado, se evidencia en su permanencia como sistema jurídicocompleto. Se mantendrá en cuanto tal hasta que sea suprimido porla actuación unilateral de los estados francés y español en tiemposcontemporáneos. Los Fueros por los que se regirán los diversosterritorios en que quedará fragmentado el Estado navarro, bajo eldominio español y francés, son una reminiscencia del Fuero Gene-ral elaborado en la época de Sancho VI el Sabio. Hay que señalarque algunos territorios del Estado navarro fueron conquistados conanterioridad a este proceso y carecieron de estas compilacionescon carácter general, tal como sucedió a la Rioja y otras zonasaledañas; si bien es cierto que en muchos casos han funcionadosistemas jurídicos de derecho privado y comunal de raíz pirenaica,semejantes a los que caracterizan a los territorios consideradosvascos de una manera más vulgar.

Por lo que se refiere a las relaciones que mantuvieron los terri-torios de Euskal Herria con las potencias dominadoras es necesariofijar dos facetas o apartados. Uno de ellos toca a la aceptación —en mayor o menor medida— forzada de la citada dominación, yconsiguiente colaboración individual y colectiva. El otro se refierea la resistencia que se opuso por parte del país a la política de laspotencias, dirigida a conseguir la asimilación del mismo e integra-ción de Euskal Herria en los proyectos imperiales español y francés.

En el primero de estos capítulos la historiografía española —y suintelectualidad en general—, insiste en la integración y colaboración

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que prestaron las gentes del país a España en los múltiples esce-narios en los que el Imperio español desarrollo su actividad. Nodeja de ser cierto que muchísimas individualidades de origen vascotuvieron un papel destacado a todo lo ancho de los imperios españoly francés en todos los planos, civil, militar y eclesiástico. Nopuede, sin embargo, deducirse de este hecho una identificacióncon los planteamientos actuales de los Estados-Nación español yfrancés. Los vascos aceptaban de hecho aquella situación comolo hicieron tantos individuos de muy diversas nacionalidades quecolaboraron con España, Francia o Inglaterra. El Imperio españolconstituyó una construcción política de la que formaron parte terri-torios europeos, americanos y asiáticos, así como sus gentes, sinque se pueda concluir que todos ellos tuvieran una perspectivaque identificase a España como su nación, tal y como ha puesto derelieve últimamente Henry Kamen (Imperio: La forja de Españacomo potencia mundial. 2003). Italianos, alemanes, flamencos,portugueses, franceses y gentes de otros países colaboraron con lamonarquía española, pero dejaron de hacerlo cuando sus territoriospasaron a otras soberanías. Nada tiene que ver tal colaboracióncon que los habitantes en general de los territorios de que eranoriginarias estas gentes sintiesen que formaban parte de un proyec-to nacional, tal y como se entiende en el Mundo Contemporáneo.Ésta es la perspectiva con la que colaboraron con España la ma-yoría de los Legazpi, Oquendo, Idiaquez, Carranza, Azpilicueta,Redin, etc., similar a los Spínola, Granvela, La fontaine, Egmonty demás.

En cualquier caso es obligado tener en cuenta que muchos de loscolaboradores del Imperio español se identificaron con sus patriasoriginales en los momentos de crisis que surgieron entre la Coronaespañola y los citados territorios. El portugués Melo es unamuestra al respecto. Destacado general de la Corona española enla guerra de los treinta años, e incluso en contra de Catalunya que,sin embargo se pasó a los independentistas portugueses cuandotuvo lugar la rebelión portuguesa años más tarde. El flamencoDuque de Egmont constituye un símbolo preclaro al respecto ypor lo que se refiere a Euskal Herria el caso del coronel Iturbe,quien formó parte de los tercios españoles en Flandes, representauna muestra paralela, cuando fue ejecutado por el gobierno españolal protestar por el trato infame que se dio a varios navarros deser-tores, forzados a formar parte del ejército español en la Guerrade Catalunya.

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Es fundamental, por tanto, no confundir actitudes. Podía darseperfectamente la colaboración en la política exterior de la Coronaespañola, sin que ello supusiera que los mismos vascos aceptasenlos desmanes de los españoles en el país, especialmente en lo que serefiere a la integridad de los sistemas jurídicos y constitucionalesde los territorios particulares. Las circunstancias históricas a lasque se ha aludido anteriormente, condicionaban esa organización,que había llevado al originario Estado navarro a una desintegración,impuesta por España y Francia. Que existía una conciencia uni-taria y de formar parte de una misma unidad cultural es claro demanera inequívoca en el siglo XVI —no quiere decir que haya desa-parecido nunca— cuando así lo recoge el autor de Urdazubi Axular,quien, al parecer acuñó la expresión Euskal Herria, la tierra vasca,del euskera, realidad incuestionable que ha sido puesta en eviden-cia por la investigación histórica, y que permite afirmar con rotun-didad que en la Ribera se hablaba nuestro idioma en el citado siglo,en la misma Tudela (Erlantz Urtasun 2002) y en zonas inmediatas.

La conciencia de pertenecer a una misma nación se encontrabaprofundamente arraigada en todo el país. Mediado el siglo XVIIlo dejarán meridianamente claro las instituciones vascas, a raíz delenfrentamiento abierto que tuvo lugar en el altiplano bolivianoentre españoles y vascongados —la guerra de las Naciones— con-flicto en el que se vieron implicadas las instituciones de EuskalHerria. En los escritos que intercambiaron las Diputaciones delReino de Navarra y Señorío de Vizcaya, así como la que remitierona la Corona, las dos entidades recogen la expresión "Navarra ylas provincias vascongadas forman la Nación vascongada". Estaconciencia de unidad nacional, por encima de divisiones políticas,aparece igualmente en los autores de la época, como es el caso delzuberotarra Oihenart, que reflejará tal realidad en su obra "NotitiaeUtriusque Vasconiae". En este terreno de la unidad no hay dis-crepancia y solamente a título de ejemplo mencionaré al tudelanoPedro de Agramunt, quien en su manuscrita "Historia de Navarradesde el inicio de los tiempos, sus patriarcas, reyes…" insiste enel componente humano común del Reino de Navarra y Vizcaya, alque considera, como era normal en la época, el originario pobla-miento de la Península Ibérica.

La realidad histórica es que este hecho era generalmente reco-nocido por eruditos y aceptado por las poblaciones del territorio,a las que unía la percepción de disponer de un sistema jurídico

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original, el Fuero, que el rey español debía jurar respetar previa-mente a ser reconocido como tal. Ya no vamos a entrar en la fuerzaefectiva que pudiese tener esta pretensión de los territorios vascos,porque tampoco olvidamos que la situación existente era resultadode la imposición violenta por parte de España y Francia y resultabadifícil en aquellas circunstancias mantener el status que en teoríareconocía la corona. Tampoco vamos a entrar en polémica conquienes, hoy en día, se hayan empeñados en demostrar que noexistía una conciencia de unidad nacional. En unos casos porquebuscan de una manera enfermiza encontrar los lugares de desen-cuentros que se dieron entre los vascos a lo largo de estos siglos¡Claro que existieron! De la misma manera que han tenido lugaren el seno de todos los pueblos. En todo caso constituye una ma-nipulación inaceptable que se pretenda minimizar, y aún hacerdesaparecer el enfrentamiento más trascendental con la Coronaespañola que perseguía el desmantelamiento institucional, la asi-milación cultural y, en definitiva la desaparición del pueblo vascoen cuanto tal. Otro tanto se puede decir de la Monarquía francesa enrelación con los territorios vascos situados al norte de los Pirineos.

A quienes desde una perspectiva elaborada en los tiempos con-temporáneos a la medida de los Estados-Nación de Europa oc-cidental, cuestionan que se pueda hablar de nación refiriéndonosa la realidad vasca de la Edad Moderna, será necesario hacerlesreflexionar sobre la pretensión que tienen los Estados actualesde configurar una nación, casi marcada por la historia y que haterminado por fraguarse en el Mundo Contemporáneo. Ni Francia,ni España constituyen una nación y solamente en la Edad Con-temporánea sus dirigentes políticos intentarán imponer esta pers-pectiva a naciones con conciencia nacional diferenciada. En elcaso francés serán los revolucionarios de 1789 quienes declararána Francia nación obligando a todos los habitantes del hexágono —concepto que por cierto se acuñará con posterioridad— a asumirla conciencia subjetiva que dominaba, a la sazón, en el centrodel territorio; algo similar cabe decir de España. Se pretende laimplantación de una realidad nueva a partir del Estado dominan-te, pero remitiéndose a un hecho preexistente en muchas colecti-vidades, que era además espontáneo.

Por lo que se refiere a las relaciones que mantuvieron los territo-rios vascos con las Coronas francesa y española, el sometimientoreal permitió a España y Francia imponer su poder con contun-

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dencia, a pesar de que las instituciones lograron mantener íntegro,en teoría, el sistema jurídico vigente. En un principio los diversosterritorios serán reconocidos como Reyno de Navarra (expresiónhistórica), Señorío de Vizcaya y provincias de Gipuzkoa y Araba;de una manera más genérica, en especial a partir de los borbonesse hablará de Reino de Navarra y Vascongadas e incluso, sin más,de provincias exentas. En cuanto a los territorios al norte de losPirineos, conservarán su denominación tradicional, destacando,desde luego la denominación de Royaume de la Navarra que laCorona francesa colocará paralelo al de la France. El conjunto seincluirá en los denominados Pays de electión, sobre los que laCorona no ejercía el poder de una manera directa.

Lo que interesa en definitiva es el trato dispensado por ambascoronas a estos territorios. El sector del territorio que conquistóEspaña a partir de 1512 sufrió la represión y exacciones de losinvasores de una manera singular, siendo objeto de una ocupaciónmilitar que se tradujo en la creación de importantes fortificacionesen torno a Iruña, la intromisión de cargos castellanos en el sistemainstitucional más allá de lo que permitía la legislación propia y,desde luego, el control de los cargos eclesiásticos a todos losniveles, que siempre fueron la punta de lanza de la intromisión. Atodo ello ha de añadirse la persecución y castigo de todos aquellosque se resistieron a la conquista y la desconfianza explícita hacialos habitantes del reino en general, que no dejaría de tener efectoni en el caso de los colaboracionistas a todo lo largo del periodo.

Se suele dar por hecho que las relaciones entre los territoriosoccidentales y la Corona española funcionaron de una manera másnormalizada y la colaboración de los Elcano, Oquendo y en generalel conjunto de la población mejor asumida, al menos durante elgobierno de los Austrias. La participación de estos territorios en laconquista del Reino parece corroborarlo. En todo caso, siemprese encuentra abierto el camino para el matiz y la revisión. A decirverdad también tuvieron lugar conflictos que evidencian friccionesy desacuerdos. J. Elliot recoge en su biografía sobre el conde-duquede Olivares (1990) que en Euskal Herria no surgieron conflictos araíz de la crisis del Imperio español en torno a 1640, gracias a losbuenos oficios de los vascos que servían importantes puestos en laadministración, cerca el mismo rey. En cualquier caso, no puededejar de mencionarse la revuelta de la matxinada, que estalló en elSeñorío de Vizcaya en 1631 con ocasión del intento de la corona

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de implantar en el país el monopolio-estanco de la sal a favor dela Hacienda española, en un producto básico para la economía desus habitantes, siempre vendido en mercado libre. A la revueltaprecedieron fuertes tensiones con actuación relevante de las JuntasGenerales del Señorío.

En lo que respecta a Zuberoa el conflicto de aspecto políticode mayor importancia tuvo lugar en 1661 y es conocido como larebelión de Matalaz. Es resultado de la intromisión de la Coronafrancesa, que intenta actuar sobre Zuberoa como sobre un terri-torio patrimonial, cobrando derechos de tipo señorial, siemprerepudiados en el país. Lo cierto es que tras el edicto de Unión ala Corona francesa de estos territorios y del Bearne (Bearn) lostribunales franceses —Parlamento de la Navarre y de Burdeos—introducen la jurisdicción francesa que merma de continuo la liber-tad del territorio.

Uno de los aspectos de mayor trascendencia política lo consti-tuye la política religiosa, al que ya he aludido con anterioridad.Al referirse a una materia en teoría no política, las autoridadesactuaban con mayor libertad, por entender que la misma no eracompetencia de las leyes civiles. Ambas coronas -española yfrancesa- utilizarán a fondo la religión y las cuestiones afectas ala disciplina religiosa para controlar y perseguir a los elementosinconformistas más destacados. La Corona española intentó in-troducir la Inquisición en el territorio. La resistencia con que topó,obligó a situar en Logroño el centro de actuación de esta instituciónrepresora de la conciencia y política. Desde este punto establecióla vigilancia sobre el país. A decir verdad, al sur de los Pirineos nosurgieron focos de protestantismo destacados, hecho que debeatribuirse a la contundencia y eficaz vigilancia inquisitorial. Noobstante la población no se vio libre de la represión. En concretola persecución de la brujería, nombre con que se designaba aprácticas ancestrales que no había conseguido suprimir la religiónoficial, fue ocasión de denuncias, torturas y ajusticiamientos,destacando la quema de los denominados brujos de Zugarramurdi.En todo caso éste no deja de ser sino un episodio, ya que en lazona montañosa del Reino en las primeras décadas del siglo XVIIfueron denunciados y llevados a los tribunales de la inquisiciónprobablemente la mitad, y más de la población, en medio de unhisterismo represor en el que se mezclaba lo increíblemente fantás-tico con el afán perseguidor de los miembros del tribunal, sin que sea

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paliativo que, finalmente, quedase en evidencia lo fantasioso demuchas acusaciones y declaraciones de testigos atemorizados.Paralelamente, también se dieron persecuciones de brujas en losterritorios al norte de los Pirineos, destacando los procesos y eje-cuciones que tuvieron lugar en Bayona de la mano del inquisidorPierre De Lancre en 1609.

Pretender que el sometimiento de Euskal Herria a Francia yEspaña dio lugar a una identificación de la población sometidacon los dominadores, es resultado, sin más, de la elucubración quederiva de planteamientos ideológicos del nacionalismo hispanoy galo, elaborados a raíz de la estructuración que ha tenido lugaren los denominados Estado-Nación, surgidos con la Edad Con-temporánea, elucubración que carece de base científica alguna,salvo datos coyunturales escasamente contextualizados. No haexistido esa "convivencia de siglos" que pretenden hoy algunos.La realidad ha sido muy otra, la que ha expresado la historiadoranavarra M. Puy Huici Goñi, nada sospechosa de tendenciosidad,aunque sí exacta y honesta: Primero consideré que Navarra habíasufrido una ocupación militar durante un siglo, después de la con-quista de 1512, luego me di cuenta que la ocupación se prolongabadurante dos siglos y finalmente, entiendo, que la ocupación hadurado 500 años.

Hasta aquí esta especie de síntesis básica de la Historia delPaís, que no tiene por objeto sino servir de mera introducciónpara entender una fase de la evolución histórica de Euskal Herriaconstituida por el conflicto actual en el marco de los Estados-Nación español y francés y que puede considerarse que se generaa lo largo de la Edad Moderna.

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