los fantasmas del eros agamben
TRANSCRIPT
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
1/9
Giorgio Agamben
LOS FANTASMAS DE EROS
ENSAYO SOBRE LA MELANCOLIA
Nar
ciso
El
demonio
meridiano
Durante
toda
la Eda d Me dia un flagelo
peor
que la peste
que
infesta los cas tillos las villas y los pa lacios de las
ciuda
des del mu ndo se abate sob re la s mo
radas
de la vida espiri
tual pe
netra
en las celdas y en los cla ustros de los monaste
rios en las tebaidas de los
ermi
ta os en las trapas de los re
clusos .
cedia
tristitia
taedium
vitae
desidia
son los
nombr
es
que los pa dres de la iglesia da n a la muerte que eso induce en
el
alma
y aun
que
en las listas de las umma e oirtutum et vititi-
mm
en las miniat uras de los manuscritos y en las representa
ciones populares de los siete pecados cap ita les su desolada
.
d H.
El
pr e
se nte tex to es un fragmento del l
ibro / jlll ml jiJII-
l 1 1111 I/I/
T orcidrntalr,
de
Giorgio gamben
. Agamben naci en Rom a
en 1942. ha enseado en Pa r s y Londres y en 1970
pub
lic 1 I 0 1 / / ) ' 0 // -
/1 11/
.
El texto se
reproduce
con autor izacin de
Einaudi
ed itores
Traduccin de Ida Vitale
figura p r ~ z en el quinto puesto una antigua trad icin
hermenutica hace de l el ms leta l de los vicios el nico
par a el cua l no hay perdn posib le.
Los padres se lanzan con p
arti
cular fervor contra los peli
gros de est e demonio merid i
ano
qu e elige sus vctimas en
tre los
homines religiosi
y los asa lta cuando el sol culmina en el
horizont e ; y qu iz par a ningu na otra tenta cin del n ima
sus esc ritos dan muest ra de una tan desp iadada penet racin
psicolgica y de una tan pun tillosa
y
tan helada fenomenolo
ga :
La
mi ra da
del acidioso
p 0 ; o lst' S
i C1IlH
1l1t'
en
la
\ ( ' n l ;1I1i1
y.
con la a n
lasa .
r i l l
ltl im. un-n de qu e viene ,1 visi tarl o;
l 11 11
crujido de la
pllt 'l'l l CI lla sobre di'
pirs :
Sie llll una \'()/ y corre l
asn
mars a la v('u ta ll a
par ;1
m irar: y
l l l tS eh hiljar a la e;
e ya
ha
vu c li o a scn t.
us
donde
rs ta
ha,
l p (' y couluudi d .
Si lec,
SI' iuu-rrum p
inquieto
y 1I11 .n inu to des
PU(S se desliz, rn ( 1Sll( IW; st' fl l Il i l la
ra
ro n 1.
1
man os. eSlirl losdedo s
25
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
2/9
y. apart ando los ojos del libro. los detiene sobre la pared; de nuevo los
pone sobre el libro. adela nta algunas lineas, balbuciendo el final de cada
palab ra que lee; y mi
entras se llena la cabeza con clculos ociosos. cuenta
el
nmero de las pginas y los folios de los cuadernos ; y se le hacen odio
sas las letrasy las hermosas miniaturas que tiene ante los ojos, hasta que,
por ltimo, vuelvea cer ra r
el
libro, usndolo comoalmohadnpara su ca
beza, y cayendo en un sueo breve y no profundo, del cual lo despierta
una sensacin de carencia y de hambre que debe saciar.
Apenas este demonio comienza a obsesionar la mente de algn desventu
rado , insinale dentro horror del lugar en el queseencuentra , fast idio de
la propia celda y asco de los hermanos que viven con l,que ahora le pare
cen descuidados y groseros . Lo vuelveinerte para cualquier actividad que
se desarrolle entre las paredes de su celda , le impide qu
edar
se en paz y
atender a su le
ctur
a ; y he aqu que el desdichado comienza a quejarse de
no extraer ningn goce de la vida conventual, y suspira y gime que su es
pritu no producir ningn fruto mientras se encuentre donde est ; que
josamente se proclama inepto para hacer frentea cualqu ier c lculo del es
pritu y se aflje por esta r vaco e inmvil siempre en el mismo punto, l
que habra podido ser til a los dems guindolos, y en cambio noha con
cluido nada ni servido a nadie. Se prodiga en desmesur ados elogios de
monasterios ausentes y lejanos y evoca los lugares donde podra ser sano
y feliz; describe cenobios suaves de hermanos y flagran tes de conversacio
nes espirituales; y, por el contrario, todo lo que tiene al alcance de la
mano le resulta spero y difcil, sus hermanos carentes de cualquier cuali
dad e incluso le parece no poderse procurar la comida all sin gran fatiga.
Al cabo se convence de que no podr esta r bien hasta que no haya aba n
donado su celda y que, de quedarse,encontrar en ella la muerte. Luego,
hacia la hora quinta o sex ta le sobreviene una languidez de cuerpo y un
rabioso apetito de comida , como si estuviese extenuado por un largo viaje .
o por un duro trabajo, o hu biese ayunado dos o tres das. Ent onces co
mienza a mirar en derredor, aqu y all, entra
y
sale ms veces de la celda
y pone sus ojos en el sol como si pudiese retardar el ocaso; y, por ltimo,
invade su mente una enloquecida confusin, semejante al calor que en
vuelve la tierra , y lo dej a inerte y como vaciado.
Pero donde la mentalidad alegorizante de los
padres
de la
Iglesia ha fijado magistralmente la alucinada constelacin
psicolgica de la aceda ha sido en la evocacin del cortejo
infernal de las liae acediae. Aqulla genera antes que nada
malitia, el ambiguo e irrefrenable odio-amor hacia el bien en
cuanto tal , y rencor la rebelda de la mala conciencia frente a
aquellos que
exhortan
al bien;
pusillanimitas,
el
nimo
pe
queo y el escrpulo que se retrae turbado ante la dificul
tad y el compromiso de la existencia espiritual; desp
eratio
, la
oscura y presuntuosa certeza de estar ya condenado antici
padamente y la complacida profundizacin de la propia rui
na, hasta e
punto
de
que
nada, ni siquiera la
gracia
divina,
pueda salvarnos;
torpor,
e obtuso y somnoliento
estupor
que
paraliza cualquier gesto que pudiera curarnos; y, por lti
mo, evagatio mentis, la huida del nimo y el inquieto discurrir
de fantasa en fantasa manifiesta en la verbositas, e hueco
discurso vanamente proliferante sobre smismo, en la curiosi-
tas,
la insaciable sed de ver por ver que se dispersa en siem
pre nuevas posibilidades, en e
instabilitas loeioel propositi
y en
e
importun istas
mentis la petulante incapacidad de fijar un or
den y un ritmo al propio pensamiento.
La psicologa
moderna
ha vaciado hasta tal punto e tr
mino
aceda
de su significado original, convirtindolo en un
pecado contra la tica capitalis ta del trabajo,
que
es difcil
reconocer en la espectacular personificacin medieval de
demonio meridiano y de sus
f iliae
la inocente mezcla de pere
za y dejadez que estamos habituados a asociar con la imagen
del acidioso. Sin embargo, como muchas veces ocurre, la
mala interpretacin y la minimizacin de un fenmeno, lejos
de significar que nos es remoto y extrao, son indicio, em
cambio, de una
proximidad tan
intolerable como
para
tener
que ser disfrazada y reprimida. Esto es cierto
hasta
tal
punto
que muy pocos
habrn
reconocido en la evocacin patrstica
de las
filiae acediae
las mismas categoras de las
que
se sirve
Heidegger en su famoso anlisis de la trivialidad cotidiana y
de la ca da en la dimensin annima e inautntica del si
que ha proporcionado el punto de partida (en verdad no
siempre a propsi to) para
innum
erables cara cterizaciones
sociolgicas de nuestra existencia en las llam
adas
sociedades
de masas. Y sin embargo, la concor dancia es tambin t
erm
i
nolgica . Evagatio ments se convier te en la fuga y en la di
de las posibilidades ms autnticas del espritu; ver-
bositas es la char
la
qu e incesantemente disimula lo que
tendra
que
revelar y conservar as el equvoco; curiositases la
c
uriosidad, que busca lo nue vo s lo par a volver a salta r
hacia lo que es todava ms nuevo e, incapaz de preocupar
se verdad
eram
ente por lo que se le ofrece, logra, a travs de
esta imposibilidad de det enerse (la instabilitas de los Da-
dre s), la constante disponibilidad de la distraccin. '
La resurreccin de la sabidura psicolgica
que
el medievo
haba cristalizado en la tipologa de acidioso puede por lo '
tanto llegar a ser algo ms que un ejercicio aca dmico y, mi
rada
de cerca, la mscara repugnante de demonio mer idia
no revela
ms
familiares de lo qu e se podra prever.
Si examinamos, en efecto, la int
erpret
acin
que
de la esen
cia de la aced a dan los doctores de la Iglesia , vemos que no
est pues ta bajo el signo de la pereza, sino haj o e de la an
gustiosa tristeza y de la desesperacin. Segn Santo TrJ
ms, que en la Summa theologicaha recogido las observaciones
de los padres en una sntesis rigurosa y exhaustiva, es preci
samente una
species trstitiae
y, ms exa
ctam
ente, la tri steza
relacionada con los esenciales bienes de espritu del hom
bre , es decir con la especial dignidad espir itual que le ha sido
conferida
por
Dios. No aflige al acidioso, pues, el conoci
miento de un mal , sino por e contrario la consideracin del
mayor de los bienes : aceda es precisamente el vertiginosu y
despavorido retraerse
r
ece
ssus
frente al compromiso de la
estacin del h
ombr
e ante Dios. Por tanto, en la medida en
que consiste en la fuga horrorizada de aquello que no pucde
ser eludido de ninguna manera, la ace da es un mal mort al ;
es, incluso, la enfermedad mortal
por
excelencia, cuya de
sencajada imagen ha fijado Kierkeg
aard
en la descripcin de
la ms temible de sus hijas:
l a
desesperacin que es cons
ciente de ser desesperacin, consciente por lo
tanto
de que
hay un yo en e que existe algo de
eterno
y pret ende desespe
radamente no ser ella misma o ya serlo .
El sentido de este
recessus a bono divino,
de es ta
huida
del
hombre ante la riqueza de sus propias posibilidades espiri
tuales, contiene en s, sin embargo, una ambigedad funda
mental, cuyo establecimiento es uno de los ms sorprenden
tes resultados de la ciencia psicolgica medieval. Que e aci
dioso retroceda ante su finalidad divina no significa , en los
hechos ,
que
logre olvidarlo o que deje, en realidad, de de
searlo. Si, en trminos teolgicos, lo qu e le impor ta no es la
salvacin , sino la
va
que a ella
condu
ce, en trminos psicol
gicos, e desistimiento del acidioso no denota uneclipse de
deseo sino, ms bien, el que su objeto se vuelva inalcanzable:
la suya es la perversin deunav
oluntad
quequiere elobjeto, pero noel
caminoque la condu a l, y a la vezque desea, lecierrael camino al
propio deseo.
Santo Toms
registra perfectamente la ambigua relacin
entre la desesperacin y e propio deseo: lo que no anhela
mas , escribe, no puede ser objeto ni de nuest ra esperanza
ni de nuestra desesperacin ; y a su equvoca constelacin
ertica se debe que , en la umma theolgica, la aceda no est
opues ta a la sollieitu
do
es decir , al deseo y al cuidado, sino al
gaudium,
es decir a la satisfaccin del espritu en Dios.
Esta persistencia y exaltacin del deseo ante un objeto que
l mismo ha vuelto inalcanzable es
expr
esada por la ingenua
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
3/9
caracterizacin popular de Jacopone de Benevento diciendo
que J aceda toda cosa quie re poseer, pero no quiere fati
garse ; y Pascasio R
adb
erto la os
cur
ece con
una
de aquellas
etimologas fant sticas a las cuales los pensadores medieva
les confiaban sus ms audaces intuiciones especulativas:
desperntio dicta est, ea quod desit illi pes in via,
quae
Chris
tus est. gradlendi - l a desesperacin es llamada as, por
que le [al ta el pie par a caminar por la va que es Cristo . De
tenido en la escandalosa contemplacin de
una
meta que se
le muestra en el mismo ac to en que le es clausurada y que se
le vuelve ms obsesiva cuanto ms inalcanzable, el acidioso
se encuentra as en una situacin paradojal en la cual , como
en el aforismo de Kafka, existe un
punto
de llegada, pero
ning
n camin
o
y desde la cual no hay salvacin, puesto que
no se puede huir de lo que ni siquiera se
puede
alcanzar .
. Est e desesperado profundizar en el abismo
que
se extien
de
entre
el deseo y su inasible objeto ha sido fijado por la ico
nografa medieval en e tipo de la aceda,
representada
como
una mujer que deja caer desoladamente por tierra la mirada
y
abandona
su cabeza al sostn de la mano, o como un bur
gus o un religioso que confa su propio desconsuelo al almo
hadn que el diablo le acerca. Lo que la intencin mnemo
tcnica del medievo ofreca aqu a la edificacin de contem
plador
no era una representacin naturalista del
sueo
cul
pable del desidioso, sino el gesto ejemplar de
dejar
caer la
cabeza y la mirada como emblema de la desesperada parli
sis del nimo
ante una
situacin sin salida. Sin embargo, y
justamente
por sta su fundamental contradiccin, la aceda
carece de una
polaridad
negativa. Con su intuicin de la ca
pacidad de vuelco dialct ico propia de las categoras de la
vida espiritual,
junto
a la tristitia
mortifera
(o diabolica otristi-
tia
saeculi
los padres colocan una tristitiasalutfera ( o utilis o
secundum
deum que es obradora de salvacin y ureo est-
mulo del a lma y, como tal, no ha de ser considerada como
vicio sino como virtud . En la esttica ascensin de la Scala
Paradisi
de Giovanni Climaco, el sptimo grado est ocupa do
por el luto que crea alegra , definido como una tri steza
del alma y una afliccin del corazn que busca siempre
aquello de lo que est ardientemente sedienta; y, hasta ser
privada de ello ansiosamente lo persigue y con aullidos y la
mentos le va detrs si le huye .
Precis
am
ente la ambigua pol
arid
ad negativa de la aceda
se convier te as en la levadura dialcti ca capaz de cambiar la
privacin en posesin. Puesto que su deseo permanece j ado
en aquello que se ha vuelto inaccesible, la aceda noesslouna
fugade sino incluso una huida para que comunica con su
objeto medi ante la forma de la negacin y de la carencia.
Como en aquellas figura s ilusorias que pueden ser int
erpr
e
tadas de una manera o de otra,as cada uno de sus rasgos d i
buja en su concavidad la plenitud de aquello de lo que se
aparta y cada gesto que realiza en su huid a da fe de la p
erdu-
racin del vnculo que la relaciona con aqu ello.
En cuanto su tortuosa intencin abre un espacio a la epifa
na de lo inasible, el acidioso da testimonio de la oscura sabi
dura
segn la cual slo se ha concedido la esperanza para
quien no tiene esperanza y slo para quien en ningn caso
podr alcanzarlas han sido establecidas las metas . Hasta
este punto es dialctica la naturaleza de su
demonio
meri
diano .
Como
la enfermedad mortal que encierra en s mis
ma la pos ibilidad de su propia curacin, tambin de ella se
puede decir que l a mayor desgracia es no haberla nun ca te
nido
.
Melancola
En la serie de los cuatro humores del cuerpo
humano
, que
un aforismo del
Rgimen
sanitatis palermitano condensa en
tres versos:
Quatuo r humores in humano corpor e constant:
San gui s cum cholera, phlegma, melan choli a.
Terra
melancholia, aqua phlegma, aer sanguis, cholera ignis.
la melancola, o bilis negra (-Irt, sri) , es aquello cuyo de
sorden
puede
producir las ms nefastas consecuencias. En la
cosmologa medieval de los humores, est asociada tradicio
nalmente a la t ierra, al otoo (o al invierno) , al elemento se
co, al fro, a la tramontana, al color negro , a la vejez (o a la
madurez), y su planeta es
Saturno
, entre cuyos hijos el me
lanclico encuentra un lugar junto al ahorcado , al cojo, al al
deano, al que juega al azar, al religioso y al porquerizo. El
sndrome fisiolgico de la
abundant
ia melancholiae incluye e
ennegrecimiento de la piel, de la san gre y de la orin a, el en
durecimiento del pulso , la sequedad de vientre , la flatulen
cia , la eru
cta
cin cida , e silbido en el odo izquierdo, la
const ipacin o el exceso de heces, los sueos tenebrosos, y
entre las enfermedades que puede aparejar figuran la histe
ria, la demencia, la epilepsia, la lepra, las hemorroides, la
sarna
y la mana suicida. En consecuencia, el temperamento
que deriva de su prevalecer en el cuerpo hum ano est pre
sentado bajo una luz siniestra : el melanclico es pexime
U1I -
plexionatus t r i ste , envidioso, malvado, vido, fraudulento,
timorato y terroso.
Sin embargo , una antigua tradi cin asociaba precisamen
te al ms desdi chado de los humores el ejercicio de la poesa ,
de la filosofa y de las artes. P or qu , dice uno de los ms
extravagantes probl
emata
aris totlicos , los hombres que se
han
distinguido en la filosofa, en la vida pbli ca, en la poe-
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
4/9
ntonello da Messina an ernimo en su celda
; ;
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
5/9
sa o en las artes son melanclicos, y algunos hasta el punto
de sufrir de los morbos que provienen de la bilis negra? La
respuesta que dio Aristteles a esta cuestin seala el punto
de
partida
de un proceso dialctico durante el cual la doctri-
na del genio se enlaza indisolublemente a aquella del humor
melanclico en la fascinacin de un complejo simblico cuyo
emblema se ha fijado ambigamente en el ngel alado de la
el n
cola de Durero:
Aquellos cuya bilis es abundante y fra, se vuelven torpes y extraos ; pero
otros que la tienen abundante y caliente, se vuelven maniticos y alegres,
muy enamorados y fciles de apasionar . .. Y muchos, puesto que elcalor
de la bilis est cercano a la sede de la inteligencia, son presa de furor y en-
tusiasmo, como ocurre con las Sibilas y las Bacantes y con todos aquellos
que estn inspira dos por los dioses, loscuales estn hechos as no por un
morbo sino por un temperamento natural. De este modo
Maraco
Siracu-
sano nunca era tan buen poeta como cuando estaba fuera de s. aque-
llos en los cuales el calor afluye hacia el medio, son tambin ellos melan-
clicos, pero ms sabios y menos excntricos,y superan a los dems hom-
bres, quin en las letras, quin en las arte s, quin en la vida pblica.
Esta doble polaridad de la bilis negra y su enlace con la pla-
tnica mana divina fue recogida y desarrollada con parti-
cular fervor por aquella
cur
iosa mezcla de secta mstica y de
cenculo de vanguardia que , en la Florencia de Lorenzo el
Magnfico, se reuna en torno de Marsilio Ficino . En el pen-
samiento de Ficino, que reconoca tener un temperamento
melanclico y cuyo horscopo mostraba Saturnum in
Aquario ascendentem , la rehabilitacin de la melancola
iba unid a al ennoblecimiento del influjo de Saturno, que la
tradicin astrolgica asociaba el temperamento melanclico
como el ms maligno de los planetas, en la intuicin de una
polaridad de los extremos en la cual coexistan frente a frente
la ruinosa experiencia de la opacidad y la esttica ascencin
a la contemplacin divina. Dentro de esta perspectiva, el in-
flujo elemental de la tierra y el astral de Saturno se unan
par a conferirle al melanclico una natural propensin al re-
cogimiento interior y al conocimiento contemplativo:
La naturaleza del humor melanclico sigue la calidad de la tierra, que no
se dispersa tanto como los dems elementos, sino que se concentra ms
estrechamente en s misma ... tal es tambin la naturaleza de Mercurio y
de Sat urno, en virt ud de la cua l los espritus, recogindose en el centro,
reclaman el avance del nima de aquello que lees extraoa aquello que le
es propio, la fijan en la contemplacin y la disponen a penet rar el centro
de las cosas.
As el dios canbal y castrado, que la im gerie medieval repre-
sent aba cojo y en el acto de blandir la hoz segadora de la
muerte, se converta ahora en el signo bajo cuya equvoca
dominacin la ms noble especie de hombres, la de los reli-
giosos contemplativos , destinada a la investigacin de los
supr
emos misterios, encontraba su sitio junto a la fila zafia
y material de los desventurados hijos de Saturno.
No es fcil precisar en qu momento la doctrina moral del
demonio meridiano sale de los claustros para unirse con el
antiguo sndrome mdico del temperamento atrabiliario. Es
verdad que cuando el tipo iconogrfico del acidioso y el del
melanclico aparecen fusionados en las ilustraciones de los
calendarios y de los almanaques populares a fines del medie-
vo, ya el proceso deba haberse iniciado tiempo
atrs
y slo
el mal entendimiento de la aceda , identificada con su tardo
disfraz como s ueo culpable del perezoso, puede explicar
el escaso puesto
que
Panofsky y Saxl
han
reservado a la lite-
ratura patrstica sobre el demonio meridiano en su tenta-
tiva de reconstruir la genealoga de la Melan
col
dureriana.
y
de este mal entendimiento se debe incluso la errnea opi-
nin (repetida tradicionalmente por todos aquellos que se
han ocupado de este problema) segn la cual la aceda tena
en el medievo una valoracin puramente negativa. Se puede
suponer, por el contrar io, que precisamente el descubri-
miento patrstico de la doble polaridad de tristitia acedia
pudo contribuir a preparar el terreno para la revaloracin
renacentista del temperamento atrabiliario en el mbito de
una visin en la cual el demonio meridiano como tentacin
del religioso, y el humor negro como enfermedad especifica
del tipo humano contemplativo, deban aparecer como asi-
milables y en los cuales la melancola, sometida a un gradual
proceso de moralizacin, se presentaba, por as decirlo,
como la herencia laica de la tristeza claustral .
En la edicin dellanima de Ugo di San Vittore el proceso
de transfiguracin alegrica de la teora de los humores apa-
rece, complementariamente,
junto
. Si todava en Hildegard
von Bingen la polaridad negativa de la melancola se inter-
pretaba como el signo de la cada original, en Ugo el humor
negro se identifica ahora, en cambio, con la tristiti utilisen
una perspectiva en la cual la patologa humoral se vuelve el
vehculo corpreo del mecanismo soteriolgico :
El alma humana adopta cuatro humores : como sangre, la dulzura, como
bilis roja, la amargura, como bilis negra, la tristeza ...
a
bilis negra es
fra y seca, pero hielo y sequedad pueden interpretarse o en elbuen senti-
do o en el malo .. . Ella vuelve a los hombres ya somnolientos, ya vigilan-
tes, es decir, o graves de angust ia, o vigilantes y atentos a los deseos celes-
tes. .. Si tuvisteis a travs de la sangre la dulzura dela caridad, tened aho-
ra a travs de la bilis negra, o melancolla , la tristeza por los pecados .
Slo en relacin con esta recproca compenetracin de ace-
da y melancola, que mantena intacta su doble polaridad
en la idea de un riesgo mortal dentro de la ms noble de las
intenciones humanas, o de una posibilidad de salvacin es-
condida en el peligro ms extremo, podemos comprender
porqu en los escritos del jefe de la escuela mdica salernita-
na, Constantino Africano , figura entre las causas ms im-
port antes de la melancola el anhelo de ver el sumo bien
de los religiosos y por qu , por otra parte, un telogo como
Guillermo d Auvergne pueda afirmar sin rodeos que en su -
poca muchsimos hombres muy pos y religiossimos desea-
ban ardientemente elmorbo melanclico . En la tenaz voca-
cin contemplativa del temperamento saturnino revive el
Eros perverso del acidioso, que mantiene fijo en lo inalcan-
zable su propio deseo.
Eros melanclico
La misma tradicin que asocia el temperamento melancli-
co a la poesa , a la filosofa y al arte, le at ribuye una exaspe-
rada inclinac in al eros. Aristteles, despus de haber afir-
mado la vocacin genial de los melanclicos, pone a la luju-
ria entre sus caracteres esenciales :
El
temperamento de la bilis negra
scribe
tiene la naturaleza del so-
plo.. . De ah que, en general, losmelanclicos sean intemperantes, por-
que incluso el acto venreo tiene la naturaleza del soplo. La prueba est
en que el miembro viril se hincha repentinamente porque sellena devien-
to.
A
partir
de ese momento el desorden ertico figura entre los
at ributos tradicionales del humor negro , y si, del mismo mo-
do, tambin el acidioso es representado en los tratados me-
dievales sobre los vicios como ql o v o ~ y Al-
cuino puede decir de l que se entorpece los deseos car-
nales , en la interpretacin muy moralizada de la teora de
los humores de Hildegard von Bingen el Eros anormal del
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
6/9
Acualquier parte donde seinclina la asidua intencin del alma, all aflu
yen tambin los espritus, que son el vehculoy los instrumentos del alm...
Los espritus son producidos en el corazn con la parte ms sutil de la
sangre. Elalma del amante es arrastrada hacia la imagen del amado ins
crita en la fantasa y hacia el
amado
mismo. Allson atraldos tambin los
espritus en su obsesivovuelo, se agotan. Por esto es necesario un cons
'tante refuerzo de sangre'pura para recrear los esp ritus consumidos, alll
donde las partlculas ms delicadas ytransparentes de la sangre seexha
lan cada dla para regenerar a los espritus. A causa de esto se disuelve la
sangre ms
pura
y clara y slo queda la sangre impura, espesa, rida y '
negra . Entonces el cuerpo seseca y agota, Ylos amantes sevuelven melan
clicosEs pues la sangre
seca, espesa y negra la que produce la melanco
lIa o bilis negra, que llena la cabeza con sus vapores, ardece el cerebro y
oprimesin descanso, dla y noche, el nimacon ttricas
y
espantosas visio- .
nes. .. Por haber observado este fenmeno, los indicos de la antigedad '
afirmaron que el amor es una pasin cercana al morbo melanclico. El
mdico Rasis prescribe, por ello, para
curar, elcoito, elayuno, la embria
guez, caminar. :.
. l l ~ v a r su inteligencia ms
all
del espacio y de la grande
za .
Aqu
no se trata simplemente, como se ha credo de un
lmite estt ico de la estructura mental de los melanc licos
que los excluye de la esfera metafsica sino ms bien de un
l ~ i
dialctico q u ~ .
cobra sentido
respecto al impulso
eronco de transgresin que transforma la intencin contem
plativa en concupiscencia de fusin . Por lo tanto la inca
pacidad ?e concebir lo incorpreo y el deseo de h a c ~ r l o obje
to de
fusin
son las dos caras del mismo proceso,
durante
el
cual se revela que la tradicional vocacin contemplativa del
melanclico est expuesta a un trastorno del deseo que la
amenaza desde dentro.
Es curioso que esta constelacin ertica de la melancola
se les haya escapado tan
tenazmente
a los estudiosos que
han tratado de
trazar
la genealoga y los significados de la
Melancola
de Durero.
Cada interpretacin
que prescinda de
la fundamental pertinencia del humor negro en la esfera del
deseo ertico, pertinencia que radica en que puede descifrar
una por.una las figuras inscritas en su recinto,
est
condena
da a
pasar
de largo junto al misterio que se ha fijado emble
mticamente en esta imagen. Slo si se
comprende
que est
puesta
bajo
el signo de Eros es posible velar y, a la vez, deve
lar
el secreto,
cuya
intencin alegrica va
totalmente
por de
bajo del espacio entre Eros y sus fantasmas .
melanclico
toma
directamente el aspecto de un
trastorno
sdico y ferino:
(los melanclicos) tienen grandes huesos que contienenpoca mdula, que
adems arde
tan
fuerte, que son incontinentes con las mujeres comovbo
ras ... son excesivas en su lujuria y sin medida con las mujeres como as
nos, tanto que si cesaran en su depravacin fcilmente se volveran lo-
cos su abrazo es odioso,tortuoso y mortfero como elde loslobos rapa-
ces tienen comercio con las hembras y no por eso dejan de odiar las.
Pero el nexo
entre amor
y melancola tena desde hada tiem
po su fundamento terico en una tradicin mdica que con
sidera constantemente amor y melancola como enfermeda
des afines, si no idnticas.
Dentro
de esta tradicin, que apa-
rece ya cumplidamente
articulada
en el
Viaticum
del mdico
rabe
Haly
Abbas (que, a travs de la traduccin de Cons
tantino
Africano, influy profundamente en la medicina eu
~ o p medievalj. el amor, que aparece con el
nombre
de amor
heteos o
a OT
heTOY US y la melancola, estn catalogados
entre
las enfermedades de
la
mente en rbr icas cont iguas y a ve
ces, como en el SpeculuTT doctnnale de Vicente de Beauvais, fi
guran
directamente' bajo la misma rbrica: d e melancolia
nigra et canina et de amore
qui
ereos
dicitur
.
Esta
sustan
cial proximidad de.las patologas ertica y melanclica est
expresada en el
De amore
de Ficino. El proceso mismo del
enamoramiento se convierte
aqu
en el mecanismo que viola
y subvierteel equilibrio humoral, miefttras, para el converso,
la encarnizada obsesin contemplativa del melanclico lo
impulsa fatalmente a la
pasin
amorosa. La soberbia
s n t e
figural que resulia de ello y que hace
asumir
a Eros los oscu
ros trazos saturninos del ms siniestro de los temperamentos
deba seguir
actuante
' por siglos en lasimgenes populares
del
enamorado
melanclico,
cuya
enflaquecida
y ambigua
caricatura
ha mucho tiempo que aparece entre los emblemas
del humor negro en el frontispicio de los tratados sobre la
melancola del seiscientos: .
En el mismopasaje, el
carcter
propio de eros melanclico es
identificado por Ficino con una dislocacin y un abuso: es-
to suele acaecerle , escribe, a aquellos que abusando del
amor transforman
lo que respecta a la contemplacin en de
seo de fusin . La intencin ertica que desencadena el de
sorden melanclico se presenta aqu como la que pretende
poseer y tocar lo que slo debera ser objeto de contempla
cin; la trgica insania del temperamento saturnino encuen
tr a
as su raz
en
la nt ima contradiccin de un gesto
que
quiere asir lo inasible. En esta perspectiva se
interpreta
el
pasaje de
Enrique
de Gand que Panofsky relaciona
con
la
imagen de Durero y segn la cual los melanclicos no
pue-
den concebir lo incorpreo en cuanto tal, porque no
saben
objeto perdido
En 1917 aparece en el Internationale Zeitschrift fr Psy
choanalise
(vol. IV) el ensayo
titulado ut
y
melancola
uno
de los raros textos en que Freud enfrenta
temticamente
la
interpretacin psicoanaltica del antiguo complejo humoral
saturnino. La distancia que separa al psicoanlisis de las l
timas ramificaciones de la
medicina humoral
del mil seis
cientos coincide
con
el nacimiento y desarrollo de la moder
na ciencia psiquitrica, que clasifica la melancola entre las
formas graves de enfermedad
mental;
de ah que no deje de
sorprendernos el encontrar, en el anlisis freudiano del me
canismo de la melancola, aunque naturalmente traducidos
al lenguaje de la lbido, dos elementos que tradicionalmente
aparecan
en las descripciones patrsticas de la acedia y en la
fenomenologa del
temperamento
atrabiliario, cuya persis
tencia en el texto freudiano testimonia la extraordinaria fije
za en el tiempo de la constelacin melanclica : el abandono
del objeto y el ret irarse en s
misma
de la intencin contem
plativa.
.Segn
Freud, en efecto, el mecanismo dinmico de la me
lancola
toma
sus caracteres esenciales en
parte
del lutoy en
parte de la regresin narcsstica. Como en el luto, la lbido
responde a la prueba de la realidad que muestra que la per
sona amada ha dejado de existir, fijndose en
cada
recuerdo
yen
cada objeto relacionados con ella; tambin la melanco
la es una reaccin a la
prdida
de un objeto de amor, de lo
que no se desprende, sin embargo, pese a lo que se
podra
es
perar, una transferencia de la lbido hacia un nuevo objeto,
sino un retraerse en el yo, narcssticarnente identificado con
, el objeto perdido. Segn la concisa frmula de Abraham, cu
yas conclusiones, en su estudio sobre la melancola, publica
do cinco aos antes, const ituyen la base de la indagacin de
Freud:
despus
de haber sido retirado del objeto, la identi
ficacin libdica regresa al yo y, simultneamente, el objeto
es incorporado al
yo .
Sin embargo, en relacin al proceso gentico del luto, la
melancola representa en su origen una circunstancia parti
cularmente
dificil de explicar. En efecto,
Freud
no esconde
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
7/9
Rubens: erclito mel n li o fragmento
su embarazo ante la irrefutable comprobacin de que, mien
tras que el luto sucede a una prdida realmente sobrevenida,
en la melancola no slo no est nada claro qu es lo que se
ha perdido, sino que ni siquiera es seguro realmente que
haya habido una prdida de la que se pueda hablar. Hay
que adm itir
escribe
con cierta incomodidad- que se ha
producido una prdida, pero sin llegar a saber qu se ha per
dido , y tratando de atenuar la contradiccin por la que ha
bra una prdida pero no un objeto perd ido, habla poco des
pus de una prdid
desconocida , o de una prdida obje
tual que escapa a la conciencia . El examen del mecanismo
de la melancola, as como est descrito por Freud y por
Abraham, muestra, en efecto, que el receso de la libido es el
dato original , ms all del cual no es posible remontarse; de
modo que, queriendo mantener la analoga con el luto, ha
bra que decir que la melancola ofrece la paradoja de una
intencin luctuosa que precede y anticipa la prdida del ob
jeto. El psicoanlisis parece haber llegado aqu a conclusio
nes muy similares a aquellas a las que haba arribado la in
tuicin psicolgica de los padres de la Iglesia, que conceban
la aceda como receso de un bien que no haba sido perdido e
interpretaban la ms terrible de sus hijas, la desesperacin,
como anticipacin del no cumplimiento y de la condena. Y
como el receso no proviene de un defecto, sino de una conci
tada
exacerbacin del deseo que vuelveinaccesible el propio
objeto en su desesperado intento de asegurarse contra su
prdida y de adherirse a l al menos en su ausencia, se dira
que la retraccin de la libido melanclica no tiene otro fin
que el de hacer posible una apropiacin en una situacin en
la que , en realidad, no es posible ninguna posesin. Desde
esta perspectiva, la melancola no seria tanto la reaccin re
gresiva hacia la prdida del objeto de amor como la capaci
dad
fantasm tica
de hacer aparecer como perdido un objeto
inapropiable. Si la lbido se conduce o osi hubiese ocurrido
una prdida, aunque en realidad
nada
se haya perdido, es
porque est montando una simulacin en cuyo mbito lo
que no poda perderse porque nunca sehaba posedo apare
ce como perdido y lo que no poda poseerse porque, quiz,
nunca haba sido real, puede pasar a ser propiedad en cuan
to objeto perdido. En este punto, se vuelve comprensible la
ambicin especifica del ambiguo proyecto melanclico, que
la analoga con elmecanismo ejemplar del luto haba en par
te desfigurado y vuelto irreconocible y que con mucha razn
la antigua teora humoral identificaba con la voluntad de
transformar en objeto de abrazo lo que slo habra debido
ser objeto de contemplacin. Recubriendo su objeto con los
fnebres adornos del luto, la melancolia leconfiere la fantas
magrica realidad de lo perdido; pero en cuanto es luto por
un objeto no apropiable, su estrategia abre un espacio a la
existencia de lo irreal y delimita una escena en la cual el yo
puede entrar en relacin con l e intentar una apropiacin
que ninguna posesin podra equiparar y ninguna prdida
asediar.
Siesto esas, si lamelancola logra apropiarse de su objeto
slo en la medida en que afirma su prdida, se comprende
entonces porqu Freud qued tan impresionado con la am
bivalencia de la intencin melanclica, hasta convertirla en
uno de sus caracteres esenciales. La tenaz batalla que elodio
yel amor libran en torno al objeto uno para separar de l la
lbido, otro para defender del ataque esta posicin de la libi
do , coexisten en la melancola y se ajustan en uno de aque
llos compromisos que slo son posibles bajo el dominio de
las leyes del inconsciente y cuya individualizacin es una de
las adquisiciones ms fecundas que el psicoanlisis ha deja:
do en herencia a las ciencias del espritu.
Como en la
erleugnung
fetichista, en el conflicto entre la
percepcin y la realidad, que lo obliga a renunciar a su fan
tasma, y su deseo que lo insta a negar la percepcin, el nio
no hace ni una cosa ni otra , o ms bien hace las dos simult
neamente, desmintiendo, por un lado, la evidencia de su.per
cepcin y reconociendo, por otra, la realidad mediante la
asuncin de un sntoma perverso; as, en la melancola, el
objeto no sufre apropiacin ni es perdido, sino ambas cosas a
la vez. Y como el fetiche es, a la vez, el signo de algo y de su
ausencia, y debe a esta contradiccin su propio estatuto fan
tasmal , as el objeto de la intencin melanclica es a la vez
real e irreal, incorporado y perdido, afirmado y negado. No
esde asombrarse que Freud haya podido hablar, a propsito
de la melancola, de
un triunfo del objeto sobre el yo, pre
cisando que el objeto ha sido, s, suprimido, pero se ha
mostrado ms fuerte que el y
o
. Curioso triunfo, que consis
te en triunfar a travs de lapropia supresin: y, sin embargo,
precisamente en el gesto de abolir el melanclico manifiesta
su fidelidad extrema al objeto.
Desde esta perspectiva se entiende incluso el sentido de la
correlacin que Freud (tras las huellas de Abraham) esta
blece entre la melancola y l a fase oral o canibalistica de la
evolucin de la libido , en la cual el yo aspira a incorporarse
el propio objeto devorndolo, como la singular obstinacin
con la que la psiquiatra legal del ochocientos clasifica como
formas de melancola los casos de canibalismo que llanan de
horror las crnicas criminales de la poca . La ambigedad
de la relacin melanclica con el objeto se asimilaba as a la
manducacin canibalistica que destruye y a la vez incorpora
elobjeto a la lbido; y detrs de los ogros melanclicos de
los archivos legales del ochocientos vuelve a levantarse la
sombra siniestra del dios que se traga a sus hijos, de aquel
Cronos-Saturno cuya tradicional
asociac n
con la melanco
la encuentra aqu un fundamento ulterior en la identifica
cin de la incorporacin fantasmtica de la lbido melancli-
~ i i i i i i i i i
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
8/9
ca con la comida homofgica del depuesto monarca de la
edad de oro.
os f nt sm s de
Eros
En su ensayo sobre Lutoy melancola Freud apunta apenas el
eventual carcter fantasmal del proceso melanclico, obser
vando que la revuelta contra la prdida del objeto de amor
puede alcanzar el punto en que el sujeto se
aparta
de la rea
lidad y se aferra al objeto perdido gracias a una psicosis alu
cinatoria del deseo . Es necesario remitirse, por lo tanto, a
su Complemento
metapsicolg
ico a la doctrina de lossueos (que en
trara a formar parte, con el ensayo 'sobre lamelancola.jun
to al cual fue publicado, del proyectado volumen de Prepara-
cin
de
una metapsicologa
para encontrar esbozada, paralela
mente a un 'anlisis del mecanismo del sueo,
una
indaga
cin sobre el proceso por el cual los fantasmas del deseo lo
gran eludir aquella institucin fundamental del yo, que es la
prueba de la realidad; y penetrar en la conciencia. Segn
'Freud, en el desarrollo de la vida psquica, el yo pasa en los
hechos
por
un estadio inicial en el que todava no dispone de
una facultad que le permita diferenciar las percepciones rea
les de las imaginarias:
Al comienzo nuestra vida pslquica
-escribe-
cada vez que sentimos
la necesidad de un objeto apto para sat isfacernos, una alucinacin nos lo
hacia creer realmente presente: Pero en este caso, no sobrevenla la espe
rada satisfaccin y elfracaso debla pronto incitarnos a crear una organi
zacin capaz de hacernos distinguiruna similar percepcin de deseo de la
realidad verdadera y propia y ponernos a continuacin en condicionesde
evitarla. En otros trminos , hemos abandonado precozmente la sat isfac-'
cin alucinatoria del deseo y construido una especie de pruebade la reali
En algunos casos, todava, la prueba de la realidad puede ser
eludida o puesta temporalmente fuera de juego. Es lo que
ocurre en la psicosis alucinatoria del deseo, que se presenta
como reaccionante una prdida que la realidad afirma pero
que el yo tiene que negar por no poder soportarla :
El yo rompe ahora sus lazos con la realidad y retrae su propio choque al
sistema consciente de las percepciones. A travs de esta anulacin de lo
real la prueba de la realidad esevitada y los fantasmas del deseo, perfec
tamente conscientes, sin destitu ir. pueden penetrar en la conciencia y ser
aceptadas como realidades mejores. \
Freud, que en ninguno de sus escritos ha elaborado una ver
dadera y apropiada teora orgnica del fantasma, no precisa
en qu parte sta se desarrolla en la dinmica de la intros
peccin melanclica. Sin embargo,
una
antigua y tenaz tra
dicin consideraba el sndrome del humor negro tan estre
chamente ligado
auna
-morbosa hipertrofia de la facultad
fantstica, que se puede decir que slo si se le coloca dentro
del complejo de la teora medieval del fantasma es posible
entender plenamente todos sus aspectos. Y es probable que
el psicoanlisis contemporneo, que ha revalorado el papel
del fantasma en los procesos psquicos y parece adems que
rer considerarse cada vez ms.explcitamente como una teo
'ra general del fantasma, encontrara un punto de referencia
til en una
'doctrina que, con muchos siglosde anticipacin,
haba concebido a Eros como un proceso esencialmente fan
tasmal, otorgndole al fantasma una parte importante en la
vida del espritu. La fantasmologa medieval naca de
una
convergencia de la teora de la imaginacin de origen aristo
tlico, con la doctrina neoplatnica del pneuma como ve
hculo del nima, la teora mgica de la fascinacin y aquella
mdica de los influjos entre espritu y cuerpo. Segn este
multiforme complejo doctrinal, que se encuentra ya diversa
mente anunciado en la Teologa pseudoaristotlica, en el Li
berdespirituetanima de Alquero y en el einsomn iis de Sinesio
la fantasa ,( , ;
q
a.J ta.CLxo J lt JEJ l a ,
tus phantasticus se concibe como una especie de cuerpo sutil
del alma que , Situado en la
punta
extrema del
alma
sensible
recibe las imgenes de los objetos, forma los fantasmas de los
sueos y, en determinadas circunstancias, puede separarse el
cuerpo para establecer contactos y visiones sobrenatura
les; es, por lodems , la sede de las influencias astrales, el ve
hculo de los influjos mgicos
y
como quid m
ediu
m entre cor
preo e incorpreo, permite
dar
razn de toda una serie de
fenmenos , de otro modo , inesplicables, como la accin de
los deseos maternos sobre la materia blanda
del feto, la
aparicin
de los demonios y el efecto de los fantasmas de
acoplamiento sobre el miembro genital. La misma teor a
permita tambin explicar la gnesis del
amor
; sobre todo,
no es posible comprender el ceremonial amoroso que la lri
ca trovadoresca y los poetas del dolce stil novodejaron en he
rencia a la poesa occidental moderna, si no se tiene en cuen
ta que desde los orgenes se presenta como un
pro
ceso fan
tasmal. No un cuerpo externo, sino una imagen interior, es
decir el fantasma impreso, a travs de la mirada, en los esp
ritus fantsticos, y el origen y el objeto del enamoramiento; y
slo la
atenta
elaboracin y la descomedida contemplacin
de este fantasmal simulacro mental se consideraba que te
nan la capacidad de generar una autntica pas in amorosa.
Andrea Cappellano, cuyo eamore est considerado como la
teorizacin ejemplar del amor corts, define as el amor
como Immoderata cogitatio del fantasma interior y agre
ga que ex sola cogitatione... passio illa procedit.
No sorprender entonces,
dada
la fundamental pertinen
cia del
humor
negro en el proceso ertico, que el sndrome
melanclico est desde el origen tradicionalmente unido a la
prctica fantasmal. Las imaginationes malae hace mucho
que aparecen en la literatura mdica entre los signa melan
coliae en posicin tan eminente, que puede decirse que el
morbo atrabiliario se configuraesencialmente, segn la ex
presin del mdico paduano Girolamo Mercuriale, como un
vitiurn corruptae imaginationis. Ya Lulio menciona la afi
nidad entre la melancola y la facultad imaginativa, preci
sando que los saturninos a langa accipiunt per ymaginacio
nem, que
cum
melancolia maiorem habet concordiam quam
cum alia compleccione; y en Alberto Magno se encuentra
escrito que los melanclicos multa
phantasm
ata inve
niunt
porque el vapor seco retiene ms slidamente las
imgenes. Pero, una vez ms, es en Ficino y en el neoplato
nismo florentino que la capacidad de la bilis negra de dete
ner y fijar los fantasmas es afirmada en el
mb
ito de una teo
ra mdico-mgico-filosfica que identifica explcitamente la
contemplacin amorosa del fantasma con la melancola, que
correspondera al proceso ertico precisamente por una ex
cepcional disposicin fantasmal. Si en la
Teologa
platnicase
lee que los melanclicos, a causa del humor trreo fijan con
sus deseos ms establemente y ms eficazmente la fantasa ,
en el pasaje arriba citado del eamare ficiniano, el obsesivo y
enervante precipitarse de los espritus vitales en tono del fan
tasma
impreso en los espritus fantsticos caracteriza, a la
vez, el proceso ertico y el desencadenamiento del sndrome
atrabiliario. Desde esta perspectiva, la melancola resulta
esencialmente un proceso ertico empeado en un ambiguo
comercio con fantasmas;
ya
la doble polaridad, demoniaco
mgica y anglico-contemplativa de la naturaleza del fantas
ma sedeben tanto la funesta tendencia de los melanclicos a
la fascinacin necrornntica como su aptitud para la ilumi
nacin esttica.
-
8/10/2019 Los Fantasmas Del Eros Agamben
9/9
Grabado del siglo
X
: sp rtilio
La influencia deesta concepcin que relacionaba indisolu
blemente el temperamento saturnino con la frecuentacin
delfantasma se extiende muy pronto fuera de su mbito ori
ginal y es evidente en un pasaje del Trattatodelta
nob
ilt delta
pittur de Romano Alber ti que ha sido citado a menudo a
propsito de la historia del concepto de melancola sin re
gistrar que ms de cuatro siglos antes que el psicoanlisis
echaba las ba ses de una teora del .arte considerada como
una operacin fantasmal :
Los pintores se vuelven melanclicos - escribe Romano Alberti- por
que queriendo imitar es necesario que retengan los fantasmas fijosen el
intelecto a fin de que despus los expresen de aquel modo como lo ha
ban visto en presencia; y esto no slo una vez sino continuamente sien
do ste su ejercicio; por lo que de tal modo tienen la mente abstrada
y
separada de la materia que consecuentemente de ello vienela melanco
la la cual sin embargo dice Aristteles que significa ingenio pruden
cia porque como l mismo dice casi todos los ingeniosos
y
prudentes
han sido melanclicos.
La tradicional asociacin de la melancola con la actividad
ar t stica encuentra aqu su justificacin precisamente en la
exacerb ada prctica fantasmal que constituye su rasgo co
mn
. Ambas se ponen bajo el signo del Spiritusphanta
i cus el
cuerpo sutil
que
no slo proporciona el vehculo de los sue
os del
amor
y de los influjos mgicos sino que incluso apa
rece estrecha y enigmticamente unido a las creaciones ms
nobles de la cultura humana . Si esto es verdad resulta en
tonces
una
circunstancia llena de significado
que
uno de los
textos en los que Freud se detiene ms en el anl isis de los
fantasmas del deseo sea precisamente el ensayo sobre la
a
ci
n liter ri y el sueode o osabiertos
en el que intenta es
boza r una teora psicoanaltica de la creacin artstica y for
mula
la hiptesis de que la obra de arte sera de todos mo
dos
una
continuacin del juego infantil y de la inconfesada
pero nunca abandonada prctica fantasmal del adulto.
Llegados a este punto comienza a hacerse visible la re
gin a cuya configuracin espiritual se diriga un itinerario
que i ~ i o tras los rastros del demonio meridiano y de su
cortejo infernal nos ha conducido hasta el genio alado de la
m ~ l n ~ o l dureriana y en cuyo mbito la antigua tradicin
cristal izada en este emblema puede encontrar quizs un
nuevo fundamento . La prdida
imaginar
ia que
tan
obsesi
vamente ocupa la intencin melanclica carece de
todo
ob-
jeto real
porque
su fnebre estrategia se dirige hac ia la im
posible captacin del fantasma. El objeto perdido.no es ms
que la
aparienc
ia que el deseo crea para su corte jo del fan
tasma y la introyeccin de la l bido es apenas una de las fa
ses de un proceso en el cual lo que es real pierde su realidad
para que lo que es irreal se vuelva real. S en
e f e ~ t o
el
mun-
do externo es narcissticamente negado como objeto de
amor
por el melanclico el fantasma recibe a cambio de
~ s t
~ e g -
cin un principio de realidad y sale de la muda cripta mte-
rior para entrar en una nueva y
fundament
al dimensin . Ya
no fanta
sma
y todava no signo el objeto ir rea l de la intro-
yeccin melanclica abre un espacio que no es la alucinada
escena onrica de los fantasmas ni el mundo indiferente de
los objetos naturales; pero en este intermediario lugar ep if
nico s ituado en la t ierra de nadie entre el amor narcisstico
y la eleccin objetual externa se podr situar un da a las
creaciones de la cultura humana el entrebescar de las formas
simblicas y de las prcticas textuales a travs de las cuales
el hombre entra en contacto con un mundo ms cercano
que
ningn
otro y del cual
dependen
ms
directamente
que
de la naturaleza fsica su felicidad y su des
ventura
. l ocus se-
uerus
de la melancola la cual sin embargo dice Aristteles
que significa ingenio y prudencia es tambin el lusus
seoerus
de la palabra y de las formas simblicas a
tra
vs de las cuales
segn las palab ras de Freud el hombre lo
gra
gozar de los
propios f
ant
asmas sin escrpulo ni vergenza la topologa
de lo irreal que dibuja en su inmvil dialctica es al
mismo
tiempo una topologa de la cultura.
No nos asombra desde esta perspectiva que la melanco-
la haya sido iden tificada por los alquimistas con Nigredo el
primer estadio de la Gran
Obra que
consista precisamente
segn la antigua mxima estagirtica en
darle
un
cuerpo
a
lo incorpreo y volver incorpreo lo corpreo. En el espacio
abierto
por
su obstinada intencin fantasmagrica comien
za la incesante fatiga alqumica de la
cultura humana
para
apropiarse de lo negativo y de la
muer
te y
para plasmar
la
mxima
realidad aferrando la mxima irrealidad.
Por esto si volvemos ahora la m irada hacia el
grabado
de
Durero se adecua a la inmvil figura alada atenta a sus
pro-
pios fantasmas y a cuyo flanco es t Spiritus ph nt sticus re
presentado
en forma de amorcil lo que los instrumentos de
la vida activa yazgan abandonados por el suelovueltos cifra
de
una
enigmtica sabidura. El
inquietante alejamiento
de
los objetos familia res es el precio
pagado
por el melanclico
a las potencias que custodian lo inacces ible . El ngel
medi-
tante no es segn una interpretacin ya tradicional el sm
bolo de la imposibilidad de la Geometra y de las artes que
se fundan sobre ella
para
alcanzar el incorpreo
mundo
me
tafsico sino por el contrario el smbolo del
intento del
hombre en el lmite de un esenc ial riego fsico de
corporizar
sus propios fantasmas y de dominar
mediante
una
prctica
artstica aquello
que
de otro
modo
no podra ser ni
aferrado
ni conocido. El comps la esfera la muela de
moler
el
mar-
tillo la balanza la regla vaciadas de su sentido hab itual y
trans
formadas en smbolos de su propio luto por la inten-
cin melanclica no tienen
otro
significado que el espacio
que ellos traman en la epifana de lo inasible. Y puesto que
su enseanza es que slo podemos asir
verdaderamente
lo
inas ible el melanclico est
cmodo
a solas entre estos am-
biguos despojos emblemticos. Como reliquias de un pasa-
do en el que est escr ita la cifra ednica de su infancia han
capturado para siempre una vislumbre de lo
que
puede po-
seerse a condicin de haber sido perdido para siempre.