los estereotipos en la lengua resumen

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R. Amossy – A. Herschberg Pierrot Estereotipos y clichés. Resumen capítulo 4: Lingüística, retórica y análisis del discurso. Profesora Adjunta: Karen De Francesco Jefa de Trabajos Prácticos: Celeste Grecco Ayudante de Primera: Marianela Lavate 1 Análisis del Discurso Periodístico APUNTES DE CÁTEDRA Estereotipos y clichés Capítulo 4: Lingüística, retórica y análisis del discurso. R. Amossy – A. Herschberg Pierrot

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R. Amossy – A. Herschberg Pierrot Estereotipos y clichés. Resumen capítulo 4: Lingüística, retórica y análisis del discurso.

Profesora Adjunta: Karen De Francesco Jefa de Trabajos Prácticos: Celeste Grecco Ayudante de Primera: Marianela Lavate

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Análisis del Discurso Periodístico

APUNTES DE CÁTEDRA

Estereotipos y clichés

Capítulo 4: Lingüística, retórica y análisis del discurso.

R. Amossy – A. Herschberg Pierrot

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R. Amossy – A. Herschberg Pierrot Estereotipos y clichés. Resumen capítulo 4: Lingüística, retórica y análisis del discurso.

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Los estereotipos en la lengua Locuciones cristalizadas Llamamos locución a “todo grupo cuyos elementos no se actualizan individualmente” (Gross, 1996:14). Las locuciones responder a condicionamientos de fijación sintáctica y semántica. Gastón Gross las clasifica como: sustantivos compuestos (mesa redonda, llave inglesa), determinantes del sustantivó (un hambre de lobo), locuciones verbales (estirar la pata = morir), adjetivales (hecho bolsa, de película), adverbiales (a la buena de Dios, sin ton ni son) o locuciones prepositivas o conjuntivas (a pesa de, en medio de). Cada una se comporta como una unidad, con un significado global, distinto de los sentidos de cada uno de los elementos que la componen. Los clichés corresponden, en particular, a expresiones que marcan la intensidad, basadas en comparaciones o metáforas cristalizadas. Locuciones, estereotipos y clichés forman parte de un continuum de expresiones fijadas, junto con los proverbios y el eslogan o la consigna, que se distinguen, sin embargo por el hecho de que la cristalización afecta la enunciado entero. Los clichés y las locuciones se distinguen, entre otros, por las perspectivas de las disciplinas que los estudian. Locuciones como (canta) como los dioses, o (se pegó) el susto de su vida interesan a los lingüistas por razones de orden morfosintáctico (lo relativo a la formación de las palabras, de orden léxico (relativo a la delimitación de las unidades léxicas), y de orden lexicografito (composición de las entradas de los diccionarios monolingües y bilingües). En cambio, el enfoque estilístico estudia los efectos del cliché en un contexto discursivo, su papel en la producción del texto y las diferentes lecturas a las que pueden dar lugar las figuras cristalizadas.

Semántica del estereotipo y del prototipo

Según Putnam, estereotipo es una idea convencional asociada a una palabra en una cultura determinada; es una parte de la significación, que responde a la idea común asociada a la palabra. La significación incluye marcadores sintácticos, marcadores semánticos que permiten la clasificación de la especie, y la extensión que corresponde a la competencia de los especialistas.

Esta teoría se contrapone al modelo que representa en lingüística el análisis componencial, que define el sentido de una palabra a partir de condiciones necesarias y suficientes. Se determina un número limitado de rasgos que permiten diferenciar un término de otro e identificar el referente. La definición que se obtiene de este modo se llama analítica (es verdadera a priori). Ej: Soltero: “hombre que no está casado” (referente).

La semántica del estereotipo considera que la palabra designa directamente al referente, y le asigna una descripción típica: el estereotipo es “lo que caracteriza a un miembro normal de la especie” (Putman, 1990: 301). Su propuesta pasaba por definir una “significación”, no determinando un objeto que se identificará con ella, sino especificando un “tipo” de forma normal de descripción de la significación; esta descripción del significado no corresponde a una verdad analítica.

La teoría del estereotipo apunta a permitir que el hablante use y comprenda la palabra dentro del discurso, más que a representar su significado. Se trata de una

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representación simplificada asociada a una palabra, obligatoria para garantizar un buen uso en la comunicación en una sociedad. El estereotipo se basa en un reconocimiento de la norma social y cultural. A su vez, puede evolucionar junto con las creencias.

Aún cuando resulta inexacto, el estereotipo no es una entidad peyorativa.

La teoría de Putman diferencia las competencias requeridas en el leguaje común y la de los especialistas. (Por ejemplo, el locutor medio no conoce la definición de quilate pero conoce y utiliza la palabra oro en su comunicación diaria)

Para Bernard Fradin y Jean Marie Marandin, “el `sentido´ de los nombres de clase natural/ artefacto” es “un conjunto de frases `enciclopédicas´ que constituyen un estereotipo correspondiente a un sustantivo” (Fradin - Marandin 1979:66). En la línea de Putman, esta reformulación del estereotipo le otorga una dimensión más abiertamente discursiva, ya que la expresión del estereotipo es entendida como una forma de enunciación tipificadota.

La concepción del estereotipo como conjunto de rasgos semánticas cristalizados, relacionados con la unidad léxica, encuentra una aplicación en la comprensión de los encadenamientos discursivos que disparan razonamientos predefinidos (salvo indicación contraria, un término interpretado conforme a su estereotipo). Por ejemplo: “Entramos a un pueblo. La iglesia estaba cerrada”; el estereotipo asociado a “pueblo” supone la existencia de una sola iglesia.

Comprender un texto se basa en gran parte en las propiedades típicas o “prototípicas” del léxico, como también del reconocimiento de guiones o modelos narrativos.

La semántica del prototipo

La noción de prototipo apareció en psicología cognitiva en los años setenta (trabajos de Rosch) y remite al origen de los “procesos de categorización en el marco más general del estudio de las estructuras de los conocimientos de la memoria humana” (Dubois-Resche-Rigon en Plantin, 1993:373).

En psicología, el prototipo designa “conceptos y representaciones mentales” (Kleiber, 1990:16). Al tomar el modelo los lingüistas, la semántica del prototipo se convierte en una teoría sobre el sentido “lingüístico”, y particularmente sobre el sentido de una palabra.

El prototipo se define como el ejemplar que resume las propiedades típicas o sobresalientes de la categoría. A diferencia del modelo de las condiciones necesarias y suficientes, que implica que la definición de una clase se aplique uniformemente a todos los ejemplares de una clase, la teoría del prototipo no supone que todos los miembros de la categoría posean todos los atributos del prototipo. Están vinculados a la instancia central, que comprende el mayor número de propiedades típicas, por un “parecido de familia”, en una relación de graduación: el pingüino es un pájaro aún cuando su definición no comprenda la capacidad de volar.

Si bien prototipo y estereotipo se asemejan, la teoría del prototipo tiene por objeto principal la cuestión de la categorización, la organización de las categorías

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semánticas y remite a la psicolingüística. “Es una hipótesis sobre la organización del conocimiento en el sistema cognitivo individual” (Geeraerts, 1985: 30).

La teoría del estereotipo se ocupa de la organización social de la comunicación. “La teoría del estereotipo es una hipótesis sobre la distribución del conocimiento lingüístico en una comunidad lingüística” ” (Geeraerts, 1985: 31). “Los estereotipos describen las convenciones sociales; los prototipos, los principios psicológicos de economía conceptual que influyen en la categorización semántica” Geeraerts, 1985: 31).

El léxico elegido por Putman tiene alcance limitado para el estudio de estereotipos sociales. Denis Slatka subraya a partir de la entrada de “Bandera” del diccionario Petit Robert, que el estereotipo social no puede ser considerado en el mismo plano que los marcadores semánticos y sintácticos. La bandera es, definida por el Petit Robert, como “un pedazo de tela”, coloreado, asociado a la noción de patria (“el respeto, el culto de la bandera”). El marcador sintáctico (sustantivo masculino común, concreto, contable) y el marcador semántico (objeto fabricado, de tela, inanimado: / no humano/; /no animal/) no tienen el mismo estatus que los “estereotipos asociados: patria, respeto, culto, (morir-esencialmente prescriptivo-por la bandera)” Slakta distingue dos aspectos en el carácter obligatorio y normativo del estereotipo: un aspecto descriptivo (ser amarillo, para un limón), pero también un aspecto prescriptivo, olvidado por muchos lingüistas (morir por la bandera).

La teoría del estereotipo según Putman, por otra parte, se basa en una representación sociolingüística ideal, la de una comunidad lingüística y social homogénea, que coopera para “establecer los medios de una comunicación óptima y transparente” (Fradin - Marandin 1979:82) unida por el reconocimiento de una norma común. Fradin y Marandin señalan que el efecto de “verdad inmediata” de las frases enciclopédicas asociadas al sustantivo, su aparente universalidad, proceden de un borrado de las condiciones de su enunciación. El estereotipo funciona como una evidencia sin historia, que corresponde a lo preconstruido.

Los topoi en la pragmática integrada

Para Anscombre y Ducrot, algunos valores argumentativos están presentes “en estructura profunda, en la significación” (Anscombre, 1995:20). Esto significa que el componente retórico (la forma de influencia llamada fuerza argumentativa) no es agregado, no es posterior a los componentes sintácticos y semánticos. Por el contrario, se encuentra indisolublemente ligada a la significación misma de la palabra, la expresión o el enunciado.

Por ejemplo, el enunciado “Juan es inteligente, pero desordenado” contiene las mismas informaciones que “Juan es desordenado, pero inteligente” sin embargo, no tiene la misma orientación argumentativa: el primer enunciado marca la incapacidad para realizar una tarea, el segundo, su capacidad para realizarla. De allí que “significar, para un enunciado, es orientar” (Anscombre, Ducrot, 1983: Avabnt-propos), y no describir o informar, sino dirigir el discurso en determinada dirección” (Anscombre, 1995:30).

Con esta perspectiva se edificó una teoría de la argumentación en la lengua que se plantea como una “pragmática integrada”, es decir, un enfoque en el que no se puede disociar la pragmática de la semántica, donde el sentido profundo del enunciado no debe ser separado de su utilización en contexto; para el caso, de su valor argumentativo.

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Cuando un locutor presenta un enunciado E1, por ejemplo: “hace calor”, como destinado a hacer admitir otro E2, por ejemplo: “nos vamos a meter al agua”. El vinculo conclusivo entre E1 y E2 está dado por una ley implícita del orden de: “Un tiempo calurosos es propicio para meterse al agua”. Allí, el topos constituye la garantía del encadenamiento discursivo. En la perspectiva pragmática los topoi se definen como:

“Principios generales que sirven de base de razonamientos, pero no son razonamientos. Nunca aparecen afirmados, en el sentidote que el locutor no se presenta nunca como su autor, pero se los utiliza. Casi siempre se los presenta como si fueran objeto de consenso de una comunidad más o menos amplia” (Anscombre, 1995:39).

Los topoi, dice Ducrot, resultan como las “creencias presentadas como comunes a una determinada colectividad” que garantizan el encadenamiento argumentativo.

Los topoi implícitamente evocados para garantizar el lazo entre E1y E2 pueden ser contradictorios. En toda cultura coexisten ideas contrapuestas que son evocadas según las necesidades. Los topoi varían según las culturas.

El topos, al estar relacionado con la cultura y con una época, y en tanto tal, constituye un hecho sociológico Para el especialista en pragmática-semántica, no deja de constituir un hecho de lingüística en tanto encadenamiento argumentativo. Se distinguen el topoi intrínseco: que constituye la base de significación de una unidad léxica; de los topoi extrínsecos: que son los agregados, que provienen del reservorio ideológico que posee toda lengua en una época dado. Por lo tanto remiten de manera más evidente a la doxa, a las creencias vigentes en un medio determinado (se los toma desde un principio externo, que no puede ser deducido simplemente desde la palabra misma).

Ejemplo de topos intrínseco: “Pedro es rico, puede comprarse una casa”, el segundo miembro no hace más que explicitar algo que ya está implícitamente contenido en la palabra rico (poder de compra).

Conocer el significado de una palabra es conocer los topoi que están relacionados con ella y que evocamos al utilizarla. Lo que define una palabra, más que el objeto que refiere, es un conjunto de topoi.

Ejemplo de topos intrínseco: “Pedro es rico: no lo ayudará”. Las forma tópica (+poseer – dar) no está en la significación de rico sino que proviene de la idea corriente de que el rico es avaro.

Para Anscombre, estos topoi se extraen de un reservorio de proverbios, eslógans y de ideas comunes., Su utilización para fundamentar encadenamientos argumentativos “tiene como finalidad la construcción de representaciones ideológicas” (Anscombre, 1995:57).

El proverbio, al igual que el topos, proviene de una conciencia lingüística colectiva: el locutor no es el autor. Es decir que el locutor recurre a un conjunto de enunciados de la doxa a los que él no dio origen. La voz del “nosotros”, la de la comunidad lingüística y cultural a la que pertenece el “yo”, habla a través de él. La argumentación en la lengua se inscribe en la perspectiva de la polifonía. (Anscombre, Ducrot, 1983: 174-179).

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Lo dóxico, resulta consustancial al sentido de los enunciados. Al mismo tiempo, la argumentatividad de la lengua muestra que le locutor que quiere dar un punto de vista y llevar a una conclusión, no es una conciencia individual pura. Siempre está atravesado por el discurso del Otro, el rumor público que subyace a sus enunciados.

Retórica y análisis argumentativo La retórica es, para Aristóteles, “la facultad de considerar, para cada cuestión, lo que puede ser apropiado para persuadir” (Aristóteles, 1991: 82). Se ocupa del discurso argumentativo, de una utilización particular del lenguaje, del habla con finalidad persuasiva. Está constituida por varias partes, las principales de las cuales son: la inventio o arte de encontrar argumentos, la dispositio o arte de ordenarlos, y la elocutio o estudio de procedimientos estéticos. A lo largo de los siglos, la retórica fue tendiendo a centrarse en la elocutio bajo la forma de tratado de las figuras y de los tropos, dejando de lado la parte que trataba de los topoi (la inventio). Actualmente, esto se ha revertido.

El discurso argumentativo se dirige a un público en un marco institucional determinado. Para Aristóteles, se dividía en tres categorías: el deliberatio (o discurso político), el judicial (o discurso jurídico) y el epidíctico (o discurso de celebración, el elogio, la condena, el discurso de conmemoración). En este marco se desarrolló inicialmente una reflexión sobre el lugar común como medio de persuasión: Fiel a la tradición retórica, el análisis argumentativo contemporáneo no asigna carácter peyorativo a la estereotipia y a la doxa, sino que por el contrario, ve un punto de consenso, un terreno de entendimiento. El recurso de las opiniones consagradas y a las evidencias comunes se impone en la medida en que se desea hacer compartir las convicciones, desarrollando un razonamiento que se basa en lo verosímil.

La argumentación interviene en el terreno de la opinión, donde no puede manifestarse la certeza. En este marco se despliega una lógica no formal que obedece a sus propias reglas, y cuyas conclusiones no son nunca vinculantes, en el sentido de que el público no está obligado a adherir y pueden siempre volver a ser cuestionadas. La argumentación despliega un razonamiento sometido a normas de racionalidad cuta clave es lo plausible (y no lo cierto). Pero lo verosímil es una proposición que “parece verdadera” o, en los términos de Aristóteles, “que se basa en la opinión común”. En este contexto el recurso de los topoi de la retórica clásica adquiere todo su sentido.

Para Aristóteles hay lugares que son comunes a todos los géneros de la argumentación, y otros que sin específicos de un género. Los primeros, llamados lugares comunes (topoi koinoi), son esquemas lógicos abstractos, principios o reglas de la argumentación. “Los lugares comunes no son estereotipos plenos, sino por el contrario, lugares formales” (Barthes, 1970: 311), “esquemas primarios en los que se puede convertir a los razonamientos concretos” (Angenot, 1982:162). Aristóteles propone tres grandes categorías de lugares comunes: lo posible y lo imposible, lo existente y lo no existente, lo más y lo menos. El lugar común no basa la argumentación en los contenidos de las proposiciones, sino “en la relación que se plantea entre los constituyentes”, y en “la presencia de una estructura relacional de la cual la proposición sólo es una de las innumerables actualizaciones posibles”. [Ejemplo: 1.”si llegó incluso a pegarle a su padre, seguro que debe haberle pegado a su vecino” (Aristóteles, 1991:23).]

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Los lugares específicos aristotélicos o lugares relativos a un género particular o a un tema determinado son los que cumplen el papel de repertorio (reservorio de argumentos hechos de los que el orador debe nutrirse). Por ejemplo, refiriéndose a lo bello, Aristóteles designa como bellas a las cosas que se hacen por la patria, sin preocuparse por uno mismo (1991:131). Estos lugares específicos coinciden con las opiniones corrientes, las ideas comunes de una colectividad, como las creencias y valores ligados a la noción de patria. El carácter dóxico de los lugares específicos es para Aristóteles la base de su plausibilidad. En la tradición heredada de Aristóteles, el lugar específico sirve de premisa genérica en la que se puede apoyar el razonamiento. Sólo en una perspectiva contemporánea podemos considerar que equivale a la noción preestablecida, “a tal punto que el conjunto de topoi específicos en una comunidad argumentativa constituye el sistema de hipótesis y de plausibilidades de la misma” (Eggs, 1994:33).

Podemos distinguir los lugares comunes que dependen de lo lógico-discursivo (si existe lo más, existe lo menos), de los lugares específicos que están emparentados a la doxa (es bello servir a la patria de manera desinteresada).

En algunos enunciados subyacen tanto el lugar común como los topoi específicos. (Ejemplo: “esta Francia que ha prodigado irracionalmente su sangre para la liberación de las naciones vecinas y se que muestra finalmente preparada para verterla útilmente para su propia liberación”. Subyace al texto el lugar de lo más y lo menos: es que es capaz de hacer lo menos es también capaz de hacer lo más: el que ha hecho lo menos (útil) debe hacer también lo más. Francia, que luchó por la libertad de otros, debe con más razón luchar por su propia libertad: hay que defender la libertad al precio de la vida, velas por proteger a los nuestros antes de proteger a los otros.) En muchas ocasiones, lo que designamos generalmente como “ideas comunes” se expresa de manera indirecta. Para identificarlas, hay que inferirlas del discurso argumentativo. Estén tácitas o explícitas, no dejan de constituir un punto de acuerdo (o desacuerdo) que determina la eficacia de la palabra argumentativa.

La estereotipia resulta necesaria para el buen funcionamiento de la argumentación: en sus diversas formas, constituye la base de todo discurso con fines persuasivos. El análisis retórico busca encontrar los elementos dóxicos constitutivos de la argumentación en su manifestación social e ideológica (ideas comunes, evidencias compartidas, estereotipos), tanto como en su manifestación lingüística, es decir, su inscripción en la lengua (topoi pragmáticos).

Mar Angenot, muestra cómo el discurso del panfleto se basa al mismo tiempo en presuposiciones que se inscriben en la lengua, y en un tópico entendido como “las variantes culturales e históricas propias de una sociedad dada” (1982:177), que designa como “máximas ideológicas” o “ideologemas”.

En esta misma senda, Ruth Amossy intenta circunscribir los elementos de la estereotipia que intervienen en el funcionamiento argumentativo. Distingue entre la presuposición, el lugar común aristotélico, la idea común y el estereotipo (1994:33, en Goulet, 1994:47-54).

Como puede observarse, estos análisis que observan estrategias argumentativas basadas en la explotación de a estereotipia a todos los niveles, se acerca a algunas perspectivas del análisis del discurso.

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Estereotipos y análisis el discurso

La escuela francesa de análisis del discurso

El análisis del discurso en Francia, surgido a fines de los setenta, se caracteriza por una serie de presupuestos teóricos que se relacionan con el estereotipo: la idea de que el sujeto no es la fuente de sentido, que el discurso es “la actividad de sujetos inscritos en contextos determinados” (Maingueneau, 1996:28). Esto implica la articulación de lo lingüístico y lo social, de lo discursivo y lo interdiscursivo, y la toma en cuenta de condicionantes genéricos e institucionales que gobiernan el discurso. Desde este punto de vista, el sentido de las palabras no es independiente de los contextos en las que están insertas ni del lugar que locutores en el campo sociohistórico e institucional.

Desde esta perspectiva, la noción de preconstruido, introducida en el análisis del discurso por Michel Pêcheux en los años setenta, constituye un aporte teórico importante. El preconstruido responde lingüísticamente a formas de encastramiento de la sintaxis como las nominalizaciones (el llamado de la patria), o las construcciones epitéticas (un lujosos Mercedes Benz), que presentan un elemento como si ese elemento ya estuviera ahí, como el efecto de predicación anterior. Ek juicio “preconstruido” en la relación sintáctica es un elemento previo al discurso, no afirmado por el sujeto enunciador, no sometido a la discusión, y cuyo origen discursivo ya hemos olvidado. En esta línea Patrick Sériot estudió las nominalizaciones en el discurso político soviético y mostró que esos giros tienen como resultado presentar una aserción como si fuera una constatación de evidencia eterna, emanada de un sujeto universal. Esto conduce al autor a redefinir la “lengua de madera”, cuya especificidad sería no tanto “afirmar lo falso” como “afirmar simples relaciones entre objetos preconstruidos”. En términos más generales, el preconstruido procede de una concepción del sujeto que no es el sujeto idealista intencional de la pragmática lingüística sino un sujeto prisionero de un lenguaje donde lo preafirmado gobierna lo afirmado. El estereotipo se relaciona así por partida doble con lo preconstruido: en el sentido e que designa un tipo de construcción sintáctica que pone en marcha lo preafirmado y, en un sentido más amplio, de que lo preconstruido se comprende como la huella, en el enunciado individual, de discursos y juicios previos cuyo origen se ha borrado (Herschberg Pierrot, 1980). El estereotipo, una evidencia sin historia, presenta un efecto de “verdad inmediata”, “que resulta del borrado del saber en el que fueron producidas” (Fradin y Mrandin, 1979: 82).

El análisis del léxico permite establecer un estereotipo del discurso de un enunciador X (por ejemplo, la Revolución Francesa) para evaluar las posturas ideológicas, aun cuando la noción de estereotipo no se encuentre entre las que utilizaba el analista del discurso de esa época.

Discurso y archivo

En relación a análisis del discurso (histórico), la construcción de un corpus cerrado que descarta la mayor parte del archivo comenzó a parecer insatisfactoria. Los trabajos ulteriores, han procurado tomar en cuenta la diversidad de archivo.

El analista del discurso reúne el examen de archivo donde la asociación es temática al análisis lingüístico de una expresión fijada en un corpus definido. Este procedimiento se considera interpretativo. Determina el sentido de un trayecto discursivo que lleva de un valor a otro valor de preconstruido.

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El discurso de la prensa

El análisis de la prensa contemporánea intenta determinar, a partir de amplios corpora, algunas representaciones colectivas que corresponden a un imaginario de época. Encontramos estudios que se reclaman del análisis del discurso basados en el estudio de las frecuencias léxicas y de las situaciones de enunciación, es decir, de anclajes lingüísticos del discurso, y por otro lado, trabajos que dirigen una atención más distraída a los mecanismos del lenguaje en tanto tales.

En todos ellos se puede observar la utilización del estereotipo, ya se para presentar dos constelaciones léxicas opuestas y simultáneas; para mostrar un cliché latente y conocido por todos; para reforzar un contrato de lectura con el público, etc,

El análisis del discurso político

Así como a menudo recurre al estudio de las frecuencias léxicas, adopta también procedimientos que no son necesariamente de índole lingüística. Algunos politólogos buscan determinar un esquema cultural cristalizado, evaluando su potencial argumentativo en una situación dada.

Los elementos de estereotipación discursiva pueden cambiar de función cuando consolidan un discurso de propaganda que repite incansablemente al público lo que se supone que éste sabe de memoria por haberlo escuchado miles de veces. La estereotipación no sólo puede servir como terreno de comunión, sino que también puede contribuir a construir un contra-lenguaje que borre lo hablado comúnmente por un grupo de personas. Angenot ve allí “un acceso por el lenguaje a la identidad colectiva”.

“Langues de bois” (“lenguas de madera”)

Esta expresión se utiliza para designar “toda manera rígida de expresarse, usando estereotipos y fórmulas cristalizadas” (Grand Dcitionnarie encyclopédique Larousse, de 1984) (Mots, 1989:9).

Pineira y Tournier intentaron delimitar la langue de bois estudiando el corpus de prensa de 1988. Un primer tipo de empleo la emparienta a la idea de un lenguaje oficial y a las instancias de poder. Otra acepción remite a la noción de incomprensión. La lengua de madera se presenta como una “contra-lengua” (A. Geffroy), diferenciada del lenguaje común y que impide la comunicación, estableciendo un “diálogo se sordos”. También se establece una asociación con una retórica política artificial, hecha de argumentaciones inamovibles. El tercer uso califica de “lenguas de madera” a las expresiones estereotipadas “propias de ciertos medios, slogans y consignas que se repiten, clichés televisivos” (Pineira - Tournier en Mots, 1989:14).

Más allá de esto, la lengua de madera designa el “discurso del Poder y su rigidez retórica, sin ningún matiz ni compromiso, congelado por las fórmulas hechas” (Pineira - Tournier en Mots, 1989:15).

En cuanto a los calificativos asociados a la lengua de madera, son peyorativos y metafóricos. Los antónimos de lengua de madera son imprecisos: frente a la “palabra verdadera” o el lenguaje de la improvisación, el humor, la picardía…, la lengua de madera “se asimila como un agente de bloqueo de todo tipo de comunicación social” (Mots, 1989:17). Es “la lengua de los que detentan un poder”.

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En definitiva, la lengua de madera herramienta ideológica y polémica, aparece como un objeto impreciso. Se puede concebir como una retórica, plausible de ser caracterizada por algunos rasgos caricaturescos. “La madera no está en la lengua sino en le uso que se hace de ella” (Mots, 1989:18). Se la asimila a una jerga que hay que decodificar, a un lenguaje técnico, normalizado, frío, que no llega al auditorio. Se la percibe, por otra parte, como un lenguaje estereotipado, repetitivo, refractario de toda evolución, una letanía sin raíz y fuera del tiempo. Se la denuncia, por último, como un lenguaje perentorio, hecho de contra-verdades, con función d propaganda. Más que definir lo esencial de la lengua de madera, Pineira y Tournier se preguntan si la expresión lengua de madera, que calificaba al principio a cierto lenguaje político, no se habrá convertido en el signo de un fracaso del discurso.