lefebvre henry la ilusion urbanistica la revolucion urbana
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8. La ilusión urbanística
Podemos ahora definir de manera objetiva el urbanismo, cuya definición oficial es la siguiente: actividad que "traza en el territorio la disposición de los establecimientos humanos, en rasgos de .piedra, cemento o metal". A lo largo de nuestra investigación, hemos adquirido los elementos conceptuales que permiten llevar a cabo la crítica radical (en el plan teórico) de esta actividad, que pretende dominar y someter a su orden el proceso de urbanización y la práctica urbana. No se nos aparece exactamente de la misma forma que se presenta a sí misma: arte y ciencia a la vez, técnica y conocimiento. Precisamente es en este carácter tmitario que reside la ilusión. En realidad, visto de cerca el urbanismo se disocia. Existen varios urbanismos, el de los humanistas, el de los promotores, el del Estado y de los tecnócratas. Los primeros proponen utopías abstractas; los segundos venden urbanismo, es decir, felicidad, "estilo de vida", standing; y los últimos tienen una actividad que se disocia ella misma, como la del Estado, en voluntad y representación, en instituciones e ideologías. Las presiones que simultáneamente ejercen los dos aspectos del urbanismo estatal
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no le dan, ni mucho menos, el carácter unitario y la disposición coherente que se atribuye. Se puede objetar: "Si no estuvieran los urbanistas, sería el caos". Pero precisamente es el caos bajo un orden impuesto. El pensamiento urbanístico, por carecer de un método apropiado (dialéctico), no ha logrado dominar el doble proceso, tan complejo y conflictual: industrialización-urbanización. Apenas si ayudó a que los urbanistas percibieran las urgencias y los problemas derivados de las nuevas escaseces, espacio, tiempo, lugares y "elementos" naturales.
Conviene denunciar en la estrategia del conocimiento, tanto la ilusión urbanística como otras ilusiones que están vinculadas a ella. Este término "ilusión" no es en absoluto despreciativo. No es un insulto hacia las personas, no implica un argumento ad bominem, ni trata de alcanzar a éste o aquél. Si alguien lo toma corno insulto es que no tiene la conciencia tranquila. ¿Quién no conoce la ilusión? En cuanto a las ilusiones más tenaces, más eficaces, las ilusiones de clase, su origen es más lejano y profundo que el de los errores intelectuales e individuales. Su trayecto pasa por encima de las cabezas, aunque emerge y aterriza a nivel de estas cabezas. ': '..
La ilusión filosófica consiste en que el filOsofo cree encerrar el mundo entero en un sistema: el suyo. Piensa que su sistema va más allá que los precedentes, porque no deja escapar nada y cierra de forma más hermética. Pero siempre hay más cosas en el mundo que en una filosofía. La actividad filosófica no ha sido solamente respetable, durante mucho tiempo pudo competir con el arte por el carácter incomparable de la obra: única, infinitamente preciosa e irreemplazable. ¿Y no es también una ilusión el hecho que se siga construyendo sistemas, siempre decepcionantes y siempre mejorables? La ilusión filosófica penetra en la conciencia a partir del momento en que la idea de una p61"fectibilidad indefinida de la sistematización entra en conflicto con la idea de la perfección inmanente al sistema cama tal.
En lo que concierne a la iluJión estatal, es un proyecto a la vez colosal e insignificante. El Estado tendría que saber
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y administrar los asuntos de varias decenas de millones de sujetos. Se erigiría en director de conciencia y administrador superior. Providencial, dios personificado, el Estado seria el r~r:.::o de las COS;lS y de las conciencias terrestres. Podría pensarse que una ilusión tal se derrumba en el momento en que se formula. En realidad, no es así. Parece que es inherente a los proyectos y a las ambiciones de los que quieren ser y se dicen hombres de Estado, administra. dores grandes o pequeños, dirigentes políticos. La sola idea de Estado implica este proyecto, revelado en secreto. En cuanto se pierde fe en el proyecto y en Cuanto le abandonan el pensamiento y/o la voluntad, el Estado empieza a decaer.
La ilusión urbanística está estrechamente vinculada a las dos ilusiones precedentes. Al igual que la filosofía clásica, el urbanismo se considera un sistema. Pretende abarcar, abrazar, poseer una nueva totalidad. Pretende ser filosofía moderna de ~ ciudad, justificada por el humanismo (liberal) al justificar una utopía (tecnocrárica),
Ni la buena voluntad, ni las buenas intenciones ideológicas. son excusas; al contrario, El tener buena conciencia y alma: recta agravan la situación. ¿Cómo podríamos definir el vacío fundamental del urbanismo, privado o público, nacido en 'el intelecto de unos o secreteado por las oficinas donde viven Otros? En qué pretende reemplazar y suplantar la práctica urbana. No la estudia, pues precisamente esta práctica es para el urbanista un campo ciego. Vive en él, en él se encuentra, pero no lo ve, y menos aún lo puede captar como tal. Con la conciencia tranquila, Sustituye a la praxis en sus representaciones del espacio, de la vida social, de los grupos y de sus relaciones. No sabe de dónde recibe estas re. presentaciones ni lo que implican, es decir, las lógicas y las estrategias que sirven. Si lo sabe, es imperdonable, y su cobertura ideológica se desgarra, manifestando una extraña desnudez.
los planificadores y distribuidores desconocen casi total. mente la actividad productiva en el c:lpiralismo de organización. Se invita a los técnicos y tecnócraras a dar su opi
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nión; se les escucha atentamente (aunque no siempre), pero no deciden. Pese a sus esfuerzos por erigirse en clase, no logran salir del stattls que se les ha impuesto, el de un grupo de presión o el de una casta. Pasa lo mismo en los países llamados socialistas. Para estos tecnócratas, el espacio como tal parece ser el lugar de sus futuras hazañas, el campo de sus victorias, si se puede hablar de esta forma. El espacio está a su disposición. ¿Por qué? Porque está casi vacío, o por lo menos así parece. las empresas, las unidades productivas, se esparcen en el espacio sin llenarlo. Las redes establecidas tampoco lo llenan. Así, pues, este espacio libre pertenece al pensamiento, a la acción. Observamos que el pensamiento de los tecnócratas oscila entre la representación de un espacio vacío, casi geométrico, ocupado sólo por los conceptos, las lógicas y estrategias al nivel racional más alto y la representación de un espacio por fin llenado, ocupado por los resultados de estas lógicas y estrategias. En primer lugar, no se dan cuenta de que todo espacio es producto] y, luego, de que este producto no proviene del pensamiento conceptual, el cual no es inmediatamente fuerza productiva. El espacio, considerado como producto, resulta de las relaciones de producción dirigidas por un grupo activo. Los urbanistas parecen ignorar o desconocer que ellos mismos forman parte de las relaciones de producción que acatan las órdenes. Creen dominar el espacio y únicamente ejecutan. Obedecen una orden social, que no concierne a tal objeto ni a tal producto (mercancía), sino a un objeto global, este supremo producto, este último objeto de intercambio: el espacio. La extensión del mundo de la mercancía alcanza al contenido de los objetos. Ya no se conforma sólo con los contenidos, con los objetos en el espacio. Desde hace poco, el mismo espacio se vende y se compra. No sólo la tierra o el suelo, sino el espacio social como tal, producido como tal, es decir, con este objetivo, con esta finalidad (como se suele decir). El espacio ya no es el medio indio ferente, la suma de los lugares donde se forma, se realiza y se reparte la plus-valía. Se vuelve producto del trabajo social, es decir, objeto muy general de la producción y, por
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consiguiente, de la formación de plus-valía. De esta forma y ;l lo largo de este proceso, la producción se hace social dentro de los mismos marcos del capitalismo. Este recorrido era imprevisto e imprevisible hace varios años, cuando todavía se consideraba la producción y su carácter social basándose únicamente en las empresas y en el trabajo productivo en las empresas. Hoy, en día, el carácter social (global) del trabajo productivo, es decir, de las fuerzas productoras se vislumbra en la producción social del espacio. Hace poco tiempo, no se podía imaginar otra "producción" que la de un objeto, localizado aquí o allí en el espacio: un objeto usual, una máquina, un libro, un cuadro. Hoy, todo el espacio en: rra en la producción como un producto en función de su compra, venta e intercambio de las partes del espacio. Ayer, el espacio localizable y designable, el suelo, pertenecía todavía a esta entidad sagrada: la tierra. Pertenecía, pues, a este personaje maldito y por lo tanto sagrado, el propietario (no de los medios de producción, sino de la casa), resto de los tiempos feudales. Hoy, esta ideología y su correspondiente práctica se derrumban. Surge algo nuevo.
La producción del espacio no es nueva en sí. Los grupos dominantes siempre han creado uno u otro espacio particular, el de las antiguas ciudades, el del campo (inclusive los paisajes que luego parece "naturales"). La novedad es la producción global y total del espacio social. Esta enorme extensión de la actividad productora se realiza en función de los intereses de aquellos que la inventan, la .adminisrran y la aprovechan (ampliamente). El capitalismo parece agotarse. Ha encontrado una nueva inspiración en la conquista del espacio, en términos vulgares, en la especulación inmobiliaria en las grandes obras (dentro y fuera de las ciudades), en la compra y la venta del espacio: y esto a escala mundial. Tal es el camino (imprevisto) de la socialización de las fuerzas productivas, de la producción del mismo espacio. ¿Cabe añadir que el capitalismo, con objeto de asegurar su propia supervivencia, ha tomado la iniciativa en este terreno? La estrategia tiene mucho más alcance que la sola venta del espacio, parcela por parcela. No se limita a introducir el es-
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pacio en la producción de la plus-valía; pretende operar una completa reorganización de la producción subordinada a los centros de información y de decisión. , '
El urbanismo oculta esta gigantesca operación. Disimula :1 sus rasgos fundamentales, su sentido y su finalidad. Bajo una apariencia positiva, humanista y tecnológica esconde la estrategia capitalista: el dominio del espacio, la lucha contra la disminución progresiva de los beneficios, etc,
Esta estrategia oprime "al usuario", "al participante" o al simple "habitante". Se le reduce no sólo a la función de habitar (a la habitación como función), sino también a la función de comprador de espacio que realiza la plus-valía. El espacio se vuelve lugar de funciones, de las cuales la más importante y más oculta es la siguiente: formar, realizar, repartir de forma nueva el excedente de toda la sociedad (es decir, en el modo de producción capitalista, la plus-valía global).
La ideología urbanística exagera la importancia' de las acciones llamadas "concertadas", cuya realización autoriza. 'Da la impresión a los .que utilizan estas representaciones de manejar igualmente las personas y las cosas y de una forma innovadora y positiva. Con gran ingenuidad, lingida o no, mucha gente cree decid;" y crear. ¿Qué? Vida· social, relaciones sociales (humanas). En este punto, la ilusión urbanística despierta, la mitología del arquitecto un poco soñolienta. En la nueva ideología, los nuevos mitos se ajustan' y se sostienen. Así se explica el surgimiento de toda úna serie de excrecencias, a veces cancerosas, en los conocimientos reales, en la práctica concreta (la de los usuarios apegados todavía al1Jalor de U10).
La ideología y su aplicación (por las correspondientes instituciones) abruman la práctica real. El uso (el valor de uso), aislado ya por la extensión del valor de cambio (del mundo de la mercancía con su lógica y su lenguaje, con su sistema de signos y significados adscritos a cada objeto), se ve oprimido por las representaciones urbanísticas, por las incitaciones y motivaciones que se le proporciona en abundancia. Entonces desaparece su práctica, cae en el silencio y la
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pasividad. Aparece una asombrosa paradoja: la pasividad de los interesados. Las razones son múltiples. Una de ellas, y una de las más importantes, es la ideología ttrba1Jística como reductora de la práctica (del babitar de la realidad urbana). Pero como toda ideología, no se conforma con reducir. Extrapola y concluye sistemáticamente COmo si poseyera y conservara todos los elementos del problema, como si resolviera la problemática urbana en/y por una teoría total inmediatamente aplicable.
La extrapolación pa~a los límites cuando tiende hacia una especie de ideología médica. A veces el urbanista se imagina que atiende y cura a una sociedad enferma, un espacio patológico. Considera que existen enfermedades del espacio, primero concebido de forma abstracta como un vacjo disponible, y luego fragmentado en contenidos parciales. Termina siendo un sujeto. Sufre, padece, hay que atenderle para devolverle la salud (moral). Al final de la ilusión urbanístjsa se halla el delirio. El espacio y la idea del espacio llevan" alspensador por una vía fatal. En efecto, el pensador se vuelve esquizofrénico e imagina una enfermedad mental -una esquizofrenia de la sociedad- en la cual proyecta su propia enfermedad, la del espacio, el vértigomental. _
Si ahora examinamos las propuestas urbanísticas, observamos que no tienen mucho alcance. Se limitan a dibujar cuadrículas y mallas en el espacio. A veces los tecnócratas llegan a organizar con minuciosidad el espacio represivo, porque ignoran lo que sucede en su propia mente y en sus conceptos operatorios y desconocen por esencia lo que ocurre (y lo que no ocurre) en su campo ciego. Pero no pierden su buena conciencia. No saben que el espacio oculta una ideología (más exactamente una ideo-lógica). Ignoran o simulan ignorar que el urbanismo, en apariencia objetivo (por ser estatal, alimentado por competencias y saberes), es un urbanismo de clase y oculta una estrategia de clase (una lógica particular). Cabe aquí preguntarse si la "recnoestructura" es tan eficaz en este caso (al servicio de las relaciones de producción existentes, de su mantenimiento y supervi-
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vencia, de su extensión y acondicionamiento) como en el marco de la empresa. Contestaríamos que precisamente en este sector la tecnoestructura y el "poder compensador" frente a las grandes potencias económicas y políticas (Galbraith) alcanzan su máxima eficacia. ¿De qué forma? Permitiendo que la lógica y la estrategia se oculten: que la estrategia parezca lógica, es decir, necesaria.
Tal y como es, es decir, funcional (aunque de manera no revelada y tal vez no revelable) en los marcos existentes, el urbanismo no logra salir de una crisis permanente ya descrita y estigmatizada; no logra encontrar un estatuto si el urbanista define su papel. El urbanismo se ve preso entre los intereses particulares y los intereses políticos, entre los que deciden en nombre de lo "privado" y los que deciden en nombre de las instancias superiores y de los poderes. Vive del compromiso entre el neo-liberalismo (que deja que participen la programación y las acciones llamadas "voluntarias" o "concertadas") y el neo-dirigisrno (que deja un campo de acción a la "libre empresa"). Entre los dos, en la fisura entre promotores y poderes cuando existe tal fisura, se introduce el urbanista. Para él, la coyuntura más propicia es el conflicto (inconsciente) entre las representaciones y las voluntades, incluso entre los hombres de Estado. Por una parte, la realidad urbana y su problemática se fragmentan indefinidamente en la teoría y en la práctica, en representaciones dispersas (el "medio" y el "medio ambiente", los "equipamientos"), en competencias (las oficinas de investigación, los organismos oficiales, las instituciones a todo nivel). El urbanismo y el urbanista no pueden sino aceptar esta fragmentación y hasta contribuyen a que se lleve a cabo. Cuando actúan es porque existe en alguna paree una "oficina" suya. Al mismo tiempo, el urbanismo pretende ser doctrina. Tiende hacia la unidad: teoría, lógica, estrategia. Pero cuando aparece una función unitaria y cuando se revela eficaz, no es creación del urbanismo. Es la estrategia del beneficio o la lógica del espacio industrial o bien la de los intercambios del "mundo de la mercancía".
Como representación, el urbanismo no es sino una ideo
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logía que quiere y dice ser "arte", "técnica", "ciencia", según los casos y las coyunturas. Además esta ideología cree y pretende ser clara, pero contiene algo oculto, no revelado, que es precisamente aquello que esconde, aquello que contiene en tanto que voluntad tendente a lo eficaz. El urbanismo implica un doble fetichismo. En primer lugar, está el fetichismo de la satisfacción. ¿Los interesados? Hay que satisfacerles y, por consiguiente, conocer sus necesidades y darles una respuesta adecuada. A veces, para permitirles adaptarse es preciso modificar estas necesidades. Hipótesis implícita: es posible conocer estas necesidades bien porque los interesados las declaren, bien porque unos peritos las estudien. Las necesidades pueden ser clasificadas y a cada una de ellas se les proporcionará un objeto. Esta hipótesis es falsa desde e! principio y además desprecia las necesidades sociales. En segundo lugar está e! fechitismo del espacio. El espacio es creación. Quien crea el espacio, crea lo que va a ocuparlo. El lugar suscita la cosa y el buen lugar la buena cosa. De ahí una ambigüedad, una equivocación, una extraña oscilación.
O bien la enfermedad del espacio excusa a las personas y acusa a la competencia; o bien la enfermedad de las personas en un buen espacio es imperdonable. Vemos que el fetichismo de! espacio supone varias contradicciones. No logra
. resolver el conflicto entre el uso y el intercambio, incluso cuando oprime al uso y al usuario.
¿Es este el momento de analizar más detenidamente las contradicciones del espacio? No. Lo importante es subrayar el pape! de! urbanismo y más generalmente de lo "inmobiliario" (especulación, construcción) en la sociedad neo-capitalista. Lo "inmobiliario", como se suele llamar, desempeña el papel de un segundo sector, de un circuito paralelo al de la producción industrial que trabaja para e! mercado de "bienes" no duraderos o menos duraderos que los "inmuebles". Este segundo sector absorbe los choques. En caso de depresión, el capital afluye hacia él, pero si bien empieza por sacar beneficios fabulosos, termina por hundirse. Porque en este sector, los efectos "multiplicadores" son débi-
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les: hay pocas actividades inducidas. El capital se inmoviliza en lo inmobiliario y la economía general (llamada nacional) sufre entonces las consecuencias. Sin embargo; el papel y la función de este sector no cesa de crecer. En la medida en que e! circuito principal, es decir, el de la producción industrial de bienes "mobiliarios", detiene su crecimiento, los capitales se invierten en e! segundo sector, el de! inmobiliario. Incluso puede ocurrir que la especulación de los bienes rafees se convierta en la fuente principal, lugar casi exclusivo de "formación de capital", es decir, de realización de plus-valía. Mientras que baja el grado de plus-valía global formada y realizada en la industria, crece e! grado de plusvalía formada y realizada en la especulación y mediante la construcción inmobiliaria. El segundo' circuito suplanta al principal. De accidental pasa a ser esencial. Pero, como dicen los economistas, esta situación es malsana. Todavía es poco conocido este papel de lo inmobiliario en los distintos países (especialmente en España, en Grecia, ets.) y bastante mal situado en los mecanismos generales de la economía capitalista. Crea un problema. ¿No· será en este momento y de esta forma que actúa el "poder compensador" antes mencionado? Sin embargo, e! urbanismocen tanto que ideología e institución (como representación y ~luntad), oculta estos problemas. Parece llevar en sí una contestación; por esta razón no permite plantear estos problemas en e! plano teórico. El urbanismo situado en el punto de unión de los dos sectores (producción de bienes "muebles" el "inmuebles") oculta este punto de unión.
Vemos que e! urbanismo, inconscientemente, es un urbanismo de clase. Cuando lo sabe el urbanista, cuando alcanza este grado de conocimiento se vueive cínico o bien dimite. En el primer caso, es decir, cínico, el urbanista puede llegar a vender libertad, felicidad, "estilo de vida", vida social y hasta vida comunitaria en falansterios para uso de los sátrapas modernos.
El urbanismo se funda en una crítica radical. Oculta. ¿Qué? La situación. Alberga. ¿Qué? Operaciones. Tapa. ¿Qué? Un horizonte. Una vía, la del conocimiento y la de
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práctica urbana. Acompaña una decadencia, la de la ciudad espontánea y la de la urbe histórica. Implica la intervención de un poder más que la de un conocimiento. Cuando alcanza una coherencia e impone una lógica, éstas son las del Estado. Es decir, la coherencia y la lógica del vacío. El Estado sólo sabe separar, esparcir, cavar inmensos vacíos, plazas, avenidas, que son su reflejo, el de la fuerza y el de la opresión.
El urbanismo no permite que el pensamiento se convierta en estudio de lo posible, imagen del porvenir. Origina una situación en la que se afrontan tres conceptos: la reflexión crítica, la ideología reformista y la contestación "izquierdista". Situación de la que sería necesario salir, pero que ellos (el urbanismo y el urbanista) impiden que se salga.
Sin 'embargo, todo no es "negativo", como se suele decir, en el urbanismo. Mejor dicho, sólo es cegador-cegado en la medida en que el urbanista cree serlo todo: hombre de síntesis, última....palabra de lo interdisciplinario, creador de espacio y de"''reljciones humanas. Además, el urbanista amontona datos e informaciones. El urbanismo aporta el presentimiento y a veces la exploración de nuevas escaseces: el espacio, el tiempo, el deseo, los elementos (el agua, el aire, la' tierra, el sol). Es cierto que los urbanistas procuran eludir el problema concreto y fundamental, el de la gestión (social) de las nuevas escaseces que suplantan a las antiguas (en los países llamados "adelantados"). Muy a menudo, el urbanista percibe la importancia del problema planteado al hombre por "la naturaleza" y a la naturaleza por el hombre. La lectura del espacio le obliga a leer la naturaleza, es decir, a concebir la devastación y el fin de la naturaleza. Quizá convendría leer de esta manera, es decir, "sinromáticamenre" (y ya no literalmente) algunos textos de Le Corbusier, o algunas obras llamadas urbanísticas menos famosas pero importantes por su mensaje ideológico. A veces el discurso
ces ocultado por técnicas y por el abuso del tecnicismo) no carece de interés en tanto que síntoma precursor que anuncia la problemática sin explicarla. Lo cual no quiere decir que exista una epistemología del urbanismo, un núcleo teórico virtualmente generador de una práctica urbana. Ni mucho menos. La argumentación aquí desarrollada tiende más bien a afirmar lo contrario. Por el momento, y probablemente durante largo tiempo aún, la problemática es más importante que lo ya adquirido. Conviene esencialmente tematizar, proporcionar conceptos (categorías) y comprobarlos, explorar lo posible-imposible mediante la transducción.
Cabe preguntarse aquí si el urbanismo no tiene actualmente el mismo papel que la ideología (filosofía, más economía política, más socialismo utópico) hacia 1845, cuando se estaba formando el pensamiento marxista y la reflexión crítica (revolucionaria) sobre los fenómenos industriales. Esta apreciación, a primera vista severa, contiene en realidad un elogio exagerado. En efecto. ¿Podemos atribuir a los doctrinarios del urbanismo la amplitud de miras de Hegel, de Fourier, de Saint-Simon, de Adam Smith y de Ricardo? Y aun pensando en los ideólogos menores como Bauer o Stirner, ¿no sería incluso concederles demasiada importancia? El urbanismo se acercaría más a la economía política, pero entiéndase el análisis vulgar, diferenciándolo así del de la economía marxista. Para estos economistas, el aspecto crítico desaparece, no les interesa. A veces dicen lo mismo que los marxistas, pero con un lenguaje distinto. Por ejemplo, Rostow llama "despegue" (take off) a lo que los marxistas denominan "acumulación primitiva". Sus esquemas contienen a menudo una táctica y entonces es cuando se llaman "operacionales". Los rasgos de esta técnica se revelan pronto o en el análisis o en la aplicación cuando logran llegar a ella. En efecto, los modelos abstractos .que crean
urbanístico se articula con el discurso de la práctica urbana. los economistas casi siempre terminan en los cajones. Los Una imagen deformada del futuro y de lo posible revela 1 hombres de negocios y los políticos que están en el poder sin embargo algunas huellas y ciertos indicios de este dis hacen lo que se les antoja. ¿No sucede lo mismo con los curso. Lo utópico en los proyectos urbanísticos (muchas ve urbanistas?
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Es cierto que el urbanismo corta la vía al poner en el camino el obstáculo de sus modelos. Pues, otra vez, se trata aquí de uno de los conflictos inherentes al pensamiento político y científico contemporáneo, el conflicto entre vía y modelo. Pata despejar la vía es preciso destruir los modelos.
Con el fin de no perderse en la confusión mantenida pOt la ideología, cabe recordar que la crítica del urbanismo que se está llevando a cabo aquí es una crítica de izquierda (hecha pOt la izquierda), La crítica de derecha, liberal o neoliberal, combate el urbanismo en tanto que institución para mejor alabat las iniciativas de los promotores. Se trata, para ella, de dejar paso libre a los promotores capitalistas capaces ahora de ocuparse provechosamente del sector inmobiliario, porque han podido adaptarse durante la época en que dominaba la ilusión urbanística. La crítica radical de la ilusión urbanística abre camino a la práctica urbana y a la teoría de esta práctica, destinadas a desarrollarse juntas a lo largo del desarrollo general (si éste adelanta al crecimiento, a sus ideologías y estrategias).
Esta crítica "por la izquierda" es más profunda que un simple rechazo del liberalismo o del neoliberalismo, enfrentado únicamente el EStado a la empresa privada, el paternalismo político a la iniciativa individual. Una crítica de este tipo sólo llega a ser radical negando el Estado, el papel del Estado, la estrategia del Estado, la política del espacio. En consecuencia, mostrando que la promocián de lo urbano está vinculada al rechazo del crecimiento económico (cuantitativo) tomado como fin en sí, a la orientación de la producción hacia otros fines, a la primacía del desarrollo (cualitativo) sobre el crecimiento, a la reducción del Estado (este reductor por excelencia) a una función subordinada; en resumen, a la crítica radical del Estado y de la política.
La peor utopía es la que no revela su nombre. La ilusión urbanística es propia del Estado. Es la utopía estatal: una nube que corta el camino en la montaña. Es la anri-teorfa y la anti-prácrica a la vez.
¿Qué es, pues, el urbanismo? Una superestructura de la sociedad neocapitalista, es decir, del "capitalismo de organi
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zación", lo que significa "capitalismo organizado". Dicho de otra forma, es una superestructura de la sociedad burocrá:
tica de consumo dirigido. El urbanismo organiza un sector que parece libre y disponible, abierto a la acción racional: el espacio habitado. Dirige el consumo del espacio y de la zona de habitación. En tanto que superestructura se diferencia y es necesario diferenciarlo claramente de la práctica, de las relaciones sociales y de la misma sociedad. ¿No se confunde a veces el urbanismo con "lo urbano", la práctica urbana con el fenómeno urbano? Esta confusión puede explicar la tesis seudomarxista, en apariencia vigorosa y rigurosamente crítica, según la cual el fenómeno urbano no es más que una superestructura. Estas ideologías confunden la práctica con la ideología, las relaciones sociales con lo institucional. Es únicamente gracias a este doble aspecto, ideológico e institucional lo que al análisis crítico revela las ilusiones que el urbanismo contiene y que permite sus aplicaciones. El urbanismo se manifiesta, pues, como el vehículo de una racionalidad limitada y tendenciosa, cuyo espacio, ilusoriamente neutro y no político, constituye el objeto (objetivo).
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Es cierto que el urbanismo corta la vía al poner en e! camino el obstáculo de sus modelos. Pues, otra vez, se trata aquí de uno de los conflictos inherentes al pensamiento político y científico contemporáneo, e! conflicto entre vía y modelo. Pata despejar la vía es preciso destruir los modelos.
Con el fin de no perderse en la confusión mantenida por la ideología, cabe recordar que la crítica de! urbanismo qne se está llevando a cabo aquí es una crítica de izquierda (hecha por la izquierda). La crítica de derecha, liberal o neoliberal, combate e! urbanismo en tanto que institución para mejor alabar las iniciativas de los promotores. Se trata, para ella, de dejar paso libre a los promotores capitalistas capaces ahora de ocuparse provechosamente del sector inmobiliario, porque han podido adaptarse durante la época en que dominaba la ilusión urbanística. La crítica radical de la ilusión urbanística abre camino a la práctica urbana y a la teoría de esta práctica, destinadas a desarrollarse juntas a lo largo del desarrollo general (si éste adelanta al crecimiento, a sus ideologías y estrategias).
Esta crítica "por la izquierda" es más profunda que un simple rechazo del liberalismo o del neoliberalismo, enfrentado únicamente el Estado a la empresa privada, el paternalismo político a la iniciativa individual. Una crítica de este tipo sólo llega a ser radical negando e! Estado, el papel del Estado, la estrategia del Estado, la política del espacio. En consecuencia, mostrando que la promoción de lo ttrbano está vinculada al rechazo del crecimiento económico (cuantitativo) tomado como fin en sí, a la orientación de la producción hacia otros fines, a la primada del desarrollo (cualitativo) sobre el crecimiento, a la reducción del Estado (este reductor por excelencia) a una función subordinada; en resumen, a la crítica radical de! Estado y de la política.
La peor utopía es la que no revela su nombre. La ilusión urbanística es propia del Estado. Es la utopía estatal: una nube que corta el camino en la montaña. Es la anri-teor ía y la anti-práctica a la vez.
¿Qué es, pues, el urbanismo? Una superestructura de la sociedad neocapítalisra, es decir, del "capitalismo de organi
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zación", lo que significa "capitalismo organizado". Dicho de otra forma, es una superestructura de la sociedad burocrática de consumo dirigido. El urbanismo organiza un sector que parece libre y disponible, abierto a la acción racional: el espacio habitado. Dirige el consumo del espacio y de la zona de habitación. En tanto que superestructura se diferencia y es necesario diferenciarlo claramente de la práctica, de las relaciones sociales y de la misma sociedad. ¿No se confunde a veces el urbanismo con "lo urbano", la práctica urbana con el fenómeno urbano? Esta confusión puede explicar la tesis seudornarxista, en apariencia vigorosa y rigurosamente crítica, según la cual el fenómeno urbano no es más que una superestructura. Estas ideologías confunden la práctica con la ideología, las relaciones sociales con lo institucional. Es únicamente gracias a este doble aspecto, ideológico e institucional lo que al análisis crítico revela las ilusiones que el urbanismo contiene y que permite sus aplicaciones. El urbanismo se manifiesta, pues, como'el vehículo de una racionalidad limitada y tendenciosa, cuyo espacio, ilusoriamente neutro y no político, constituye el objeto (objetivo). ,,;,1
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