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LEEMOS FONDÓN No le falta de nada a este pueblo. Quizás sea la hospitalidad de sus gentes la que ha mantenido vivo este espíritu. Un carácter con- ciliador que desde bien temprano avivaron los fondoneros. Ver, si no, esta iglesia, ejemplo vivo del respeto y la convivencia; de cuando Las Alpujarras fue retiro y refugio de musulmanes perseguidos. Sin embargo, más de cinco siglos después aún se yergue en la plaza este templo de estilo mudéjar. Una mixtura que nos recuerda que tiempo atrás aquí la mezquita de Fondón albergaba culto, de la misma forma que después los fieles cristianos consagraron este recinto para oficiar misa. Avatares de todo tipo que escudriña sistemáticamente en esta pu- blicación su erudito autor. Así se extiende este proyecto literario, con el que la Diputación de Almería quiere fomentar la lectura a través de actividades diseñadas en torno al patrimonio histórico-cultural de nuestros municipios. Deseamos que esta publicación sea tan popular como los ‘chiscos’ de la hoguera de San Sebastián o la afamada agua del pilar de la Plaza. De esta forma leemos Almería, una lectura que supone siempre un elemento extraordinario, tanto en la formación de las personas como en el desarrollo cultural de nuestra sociedad. Como la de estos vecinos, cuya devoción ha hecho de la parroquia de San Andrés un referente histórico, y el apoyo institucional ha venido a respaldar el ánimo de tantos fondoneros para su conservación. Si Fondón ha pre- sumido siempre de vecinos ilustres, hoy puede llevar a gala la riqueza de su patrimonio. Caridad Herrerías Moya Diputada del Área de Cultura Diputación de Almería

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LEEMOS FONDÓN

No le falta de nada a este pueblo. Quizás sea la hospitalidad de sus gentes la que ha mantenido vivo este espíritu. Un carácter con-ciliador que desde bien temprano avivaron los fondoneros. Ver, si no, esta iglesia, ejemplo vivo del respeto y la convivencia; de cuando Las Alpujarras fue retiro y refugio de musulmanes perseguidos. Sin embargo, más de cinco siglos después aún se yergue en la plaza este templo de estilo mudéjar. Una mixtura que nos recuerda que tiempo atrás aquí la mezquita de Fondón albergaba culto, de la misma forma que después los fieles cristianos consagraron este recinto para oficiar misa.

Avatares de todo tipo que escudriña sistemáticamente en esta pu-blicación su erudito autor. Así se extiende este proyecto literario, con el que la Diputación de Almería quiere fomentar la lectura a través de actividades diseñadas en torno al patrimonio histórico-cultural de nuestros municipios. Deseamos que esta publicación sea tan popular como los ‘chiscos’ de la hoguera de San Sebastián o la afamada agua del pilar de la Plaza.

De esta forma leemos Almería, una lectura que supone siempre un elemento extraordinario, tanto en la formación de las personas como en el desarrollo cultural de nuestra sociedad. Como la de estos vecinos, cuya devoción ha hecho de la parroquia de San Andrés un referente histórico, y el apoyo institucional ha venido a respaldar el ánimo de tantos fondoneros para su conservación. Si Fondón ha pre-sumido siempre de vecinos ilustres, hoy puede llevar a gala la riqueza de su patrimonio.

Caridad Herrerías MoyaDiputada del Área de Cultura

Diputación de Almería

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La mezquita de Fondón, consagrada como iglesia tras el bautis-mo de los moriscos en el verano de 1500, debió arruinarse como consecuencia del terremoto que asoló Almería en 1522 y afectó de forma dramática a gran parte de Las Alpujarras, ya que en 1527 y 1528 se alquiló la casa de un morisco para decir misa. Dos décadas después se documenta la compra de álamos a vecinos del llano de Andarax para la construcción del templo cristiano, aunque el inicio de las obras se demoraría unos años.

Razones de urgencia política y económica, unido a su versatili-dad y rapidez de ejecución, hicieron que se adoptara la técnica mu-déjar de herencia medieval para la construcción de las iglesias alpuja-rreñas. En el periodo comprendido entre 1530 y 1568, coincidiendo con un auge económico y constructivo en la diócesis granadina, se levantan la mayoría de las iglesias de la comarca y se generalizan los distintos esquemas constructivos mudéjares. La elección del modelo de iglesia venía determinado por el número de habitantes de la locali-dad, tal y como podemos comprobar en las iglesias del municipio de Fondón. Así, en Benecid, que en 1552 contaba con 59 vecinos, una década después se erige un sencillo templo de una nave rectangular en el que el presbiterio se diferencia por una ligera elevación respecto del nivel del suelo. En Codba, la actual Fuente Victoria, entre 1557 y

El templo Mudéjar

Benecid.Planta de la iglesia

Fuente Victoria.Planta de la iglesia, segúnJosé Luis Galera Moreno.

Fondón.Planta de la Iglesia.

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Fondón. Iglesia parroquial. Exterior.

1560 se hizo un templo de una nave rectangular y capilla mayor dife-renciada, que debía acoger a los 108 vecinos moriscos que tenía por entonces. Finalmente, el lugar de Fondón alcanzaba a mediados del siglo XVI los 169 vecinos, por lo que se construyó la estructura mu-déjar más compleja: tres naves separadas por pilares rectangulares y capilla mayor adelantada, un modelo de progenie andaluza.

Entre 1555 y 1558 Juan Trujillo, que también levantó la de Fuente Victoria, hizo la obra de albañilería de la iglesia de Fondón y Mateo Gutiérrez la carpintería, que se prolongó hasta 1560 e incluía, además de las armaduras, puertas, ventanas, escaños, cajones y un facistol. Los muros, realizados con la tradicional técnica mixta de cajones de mampostería comprendidos entre cintas y rafas de ladrillo, estaban coronados con aleros de mensulones de ladrillos doblados como los que todavía conserva la iglesia de Benecid, mientras que el uso de la cantería se reduce a los sillares de refuerzo de las esquinas y las sencillas portadas. Su blanco interior se ornamentó con 1.200 piezas de azulejos que entregó Isabel de Robles y tendrían por destino los escalones de subida al presbiterio, el frontal del altar o, más probable-mente, el solado y zócalo de la capilla bautismal.

Apenas una década después de erigirse la iglesia, fue quemada por los moriscos al inicio del levantamiento de Las Alpujarras. Esta

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guerra y la posterior expulsión de los moriscos acarreó una profunda crisis social y económica que impidió la reconstrucción inmediata de los numerosos templos afectados. En Fondón, la destrucción no afectó a los muros de la iglesia, por lo que la primera medida fue co-locar un sencillo colgadizo de tablas sobre la nave central y tapiar los arcos que la separan de las laterales, reduciendo sensiblemente el es-pacio para la celebración de la misa.

Las familias de repobladores que a partir de 1572 se asentaron en Fondón tuvieron como escenario de su vida religiosa una arrui-nada iglesia que comenzó a ser reparada en 1590. Las obras se pro-longaron hasta comienzos del siglo XVII y corrieron a cargo de Juan Alonso “el mozo” y Francisco Gutiérrez, carpintero y albañil, respec-tivamente, mientras que el licenciado Gaspar Martínez de Escalona, beneficiado de Fondón, llevó el control económico. La actuación más significativa fue la construcción de unas nuevas armaduras que estarían sensiblemente menos decoradas que las primitivas.

Destruidas también las imágenes, en los primeros años del siglo XVII se encargan nuevas esculturas y, en 1620, los vecinos costean la construcción de una capilla para un crucifijo de madera que, pasados los años, recibiría culto bajo la advocación de Cristo de la Luz y ocu-paba el espacio de la actual capilla del Beato Cecilio López, situada en el lado del evangelio de la capilla mayor.

Juan de Trujillo (activo entre 1559 y 1568). Maestro de albañilería avecindado en Granada, perteneciente a una amplia nómina de artífices especializados en obras de tradición mudéjar, que desde la capital granadina irradió a casi todos los núcleos de la diócesis. En Granada, fue tasador de la torre de la parroquial de Santa Ana; de 1564 a 1567 realizó la iglesia de Beas de Granada y, en 1563, trabajó en la iglesia de Escúzar, ambas destruidas durante la Guerra de Las Alpujarras. En Motril, construyó dos torres abaluartadas en los flancos de la iglesia de la Encar-nación, proyectadas por Luis Machuca, y realizó ciertos trabajos en la antigua Cárcel. En tierras alpujarreñas, entre 1559 y 1560, realizó también la obra de albañilería de la iglesia de Alcolea.

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La iglesia de Fondón, al igual que el resto de los templos mudé-jares, era bastante oscura, por lo que en 1704 se mandó que Juan de la Torre, maestro de albañilería, hiciera una ventana con su reja en la capilla mayor para dar claridad al altar. Unas décadas más tarde, el óculo situado sobre la puerta principal se convertirá en un gran ventanal con objeto de iluminar los pies del templo.

En 1748, don Joseph del Moral, beneficiado, y don Mateo Bueso Oliver, cura de la parroquial de Fondón, solicitan a la Contaduría la construcción de una nueva sacristía, ya que la existente era muy pe-queña, y el solado del templo, pues, en su opinión, estaba hecho un terrero, “que apenas tiene ladrillo sano ni a donde poner los pies, que no sea un hoyo, pues quando salen los sacerdotes a decir misa a los al-tares de las capillas, muchas veces se an visto tropezar por lo desigual del suelo”. Indalecio Guiote, maestro mayor de las obras de fábrica y alarife de la ciudad de Granada, será el encargado de proyectar y construir la nueva sacristía al pie de la torre y poner la nueva sole-ría con ladrillo fabricado en Ugíjar. Sin embargo, esta solería volvió a deteriorarse y, en 1768, se pusieron nuevos ladrillos. Finalmente, en 1790, se colocó un esterado de pleita fina en el altar mayor y peanas de los altares, mientras que el suelo de la sacristía y cuerpo de la igle-sia se cubrió con pleita basta. La reciente intervención arquitectónica ha descubierto una lápida que conmemora la instalación de una so-lería de mármol en la segunda mitad del siglo XIX.

Indalecio Guiote también tuvo que reparar los tejados de las na-ves, que tenían muchas goteras, y, en 1760, el maestro Joseph Ordaz, bajo la dirección de Juan José Fernández Bravo, volvió a intervenir en las cubiertas. Pero estas actuaciones no fueron suficientes, pues en 1762 el beneficiado exponía en un memorial que la iglesia tenía la enmaderación totalmente quebrantada, podrida y expuesta a una ruina; y el enlucido de las paredes tan desconchado “que más pareze

La remodelaciónBarroca

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establo que casa de Dios”. La memoria de la intervención de emer-gencia para la iglesia de Fondón, redactada por el arquitecto Miguel Fernández Gázquez en 1987, señala la existencia de una armadura con poca decoración y deteriorada.

Debido al mal estado de conservación de la techumbre, que por su antigüedad estaba “totalmente indezente i llena de remiendos”, don Juan Marcos del Moral solicita en 1763 que se embovede “para que con el nuevo enluzido haga armonía”. Juan José Fernández Bravo, maestro mayor de las obras de fábricas de iglesias del Arzobispado de Granada, diseñó la transformación barroca del interior de la iglesia, pero conservando la estructura mudéjar. La primera actuación se acometió en el verano de 1765 y consistió en la realización de una bóveda vaída en la capilla mayor y otra de medio cañón, ligeramente rebajada, con lunetos en la nave central, por lo que también tuvie-ron que rebajarse los arcos formeros. Un año más tarde, gran parte

Juan José Fernández Bravo (Granada, c. 1706 – c. 1780)Maestro de albañilería, en 1752 sucede a su padre, Pedro Fernández Bravo, en la maestría ma-yor de obras de la diócesis granadina, puesto que ocupará hasta su destitución en 1770. En este cargo será el último de los maestros mayores con cierto peso específico, antes de que la intervención ilustrada de la Academia de San Fernando anulara la efectividad de su papel. Sus proyectos más interesantes se ejecutaron en La Alpujarra almeriense. Así, diseñó la ampliación de las iglesias de Adra y Dalías, y la que se levantó en Berja tras el hundimiento de la primitiva en 1763. En el obispado de Almería, reconoció en 1766 los templos parroquiales de Gádor y Zurgena y, un año más tarde, redactó unas instrucciones para las obras que se realizaran en territorio diocesano.

Fondón. Iglesia parroquial. Interior

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de las naves laterales se cubren con una bóveda de medio cañón con pequeños lunetos, mientras que el tramo de los pies conserva la cu-bierta con faldones de madera. Los muros y tejados de los tramos abovedados de las naves laterales se elevaron, desvirtuando la visión exterior escalonada del primitivo templo mudéjar.

A instancia del beneficiado don Juan Antonio de Casanova, en 1792 Juan de Castellanos proyecta una nueva sacristía arri-mada a la cabecera en el lado del evangelio, ya que la construida por Indalecio Guiote era pequeña y sumamente fría por estar orientada al norte. La obra fue ejecuta al año siguiente por An-tonio Corral, maestro de albañilería y vecino de Ugíjar, y la vieja sacristía se destinó a cuarto de trastos.

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Las estructuras encamonadas de madera, cañas y yeso de las bóvedas, decoradas con molduras de yeso y placas recortadas en el arranque de los arcos fajones, debieron causar una gran admiración en Fondón, hasta el extremo de que sirvieron de modelo para la caja de escalera de dos casas señoriales que se construyeron muy cerca de la iglesia poco después. La que preside la plaza de la Fuente Chi-ca, también llamada placeta de la Cruz de las Ánimas, presenta una escalera de planta rectangular cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos y dividida en dos tramos mediante un arco fajón. Las molduras de yeso que perfilan los lunetos y las placas recortadas bajo la movida cornisa acentúan las similitudes con la bóveda de la nave central de la iglesia. Muy cercana a ésta se conserva en la calle Agua otra magnífica muestra de arquitectura señorial. Al igual que la ante-rior, carece de patio, por lo que la escalera está situada a continuación de un amplio zaguán. En este caso, la bóveda de aristas de la escalera es una fiel copia, a menor escala, de la que cubre la capilla mayor de la iglesia. Ambas tienen en el centro una estrella de ocho puntas de la que parten molduras de yeso que terminan en el centro de cada lateral y los ángulos, bajo los que también aparecen placas recortadas. Estas cajas de escalera y otras de la comarca, que por el tipo y tra-tamiento de la bóveda tienen un aire de capilla, camarín o pequeña iglesia, son buena muestra del mimetismo que de lo religioso tuvo nuestra arquitectura civil.

La influencia de la Iglesia en la arquitectura señorial

Fondón. Casa señorial en la C/ Agua.Bóveda de la caja de escalera.

Fondón. Iglesia parroquial. Bóveda de la capilla mayor.

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La tribuna y el órganoConscientes de la importancia que tiene la música en la celebra-

ción de las funciones eclesiásticas, el concejo y los vecinos de Fon-dón libraron trescientos ducados para la realización de un órgano y solicitaron, en septiembre de 1759, al presidente de la Chancillería la construcción de una tribuna, ya que el maestro organero se había comprometido a tenerlo instalado para la festividad de la Inmaculada Concepción de ese mismo año. Inmediatamente, Juan José Fernán-dez Bravo dio las condiciones para hacer una tribuna a los pies de la nave central, que, a pesar de algunos contratiempos, debió construir-se antes que la bóveda de la nave central.

El órgano, del que se conserva la caja de madera policromada y dorada, además de algunos tubos y piezas del secreto, es considerado por algunos autores obra de Tomás Pabón, basándose en la inscripción que dice:

“A honra y gloria de Dios y de su Sma Madre concevida sin culpa original, fecit dn Tomás Pavon; por solicitud de Dn Vicente de Hita Beneficiado de esta Yglesia y De dn Juan Antonio Godoy Alcalde primero en este Pueblo, año de mil setecientos noventa y seis”.

Sin embargo, la documentación consultada por nosotros señala que Tomás Pabón sólo realizó una “obra de composición”, por la que

cobró 7.550 reales, cantidad sensiblemente inferior a los 10.000 reales que le pagaron en 1797 por el órgano nuevo que ejecutó para la iglesia de Almócita. Además, los elemen-tos decorativos no corresponden a la estética neoclásica que se ha asignado a esta pieza, por lo que pensamos que se trata del órgano fabricado en Baza y que ya estaba concluido en 1760. En cuanto a su artífice, es posible que sea el maestro organero Joaquín Jiménez, que trabajó para las diócesis de Guadix-Baza y Al-mería, y estuvo avecindado en Fondón, donde casó y nacieron sus hijos.

Fondón. Iglesia parroquial. Órgano

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El camarín del Cristo de la Luz

El desarrollo económico experimentado por Fondón a lo largo del siglo XVIII y el auge de la devoción hacia el Cristo de la Luz se verá plasmado en la construcción y decoración de un camarín para esta imagen, que era considerada “milagrosa” por el pueblo.

Las obras del camarín, que se documentan entre 1760 y 1767 y estaban concluidas en 1770, se financiaron con las limosnas ofreci-das por el concejo del lugar y los devotos, nombrándose a don Fran-cisco Laureano Godoy Arévalo, hombre de gran prestigio y poder en Fondón, como comisario para la administración de estos fondos.

Adosado a la cabecera de la iglesia y sobre un pasadizo aboveda-do, el camarín se divide en tres espacios: uno central de planta cua-drada, que se cubre con una cúpula sobre pechinas y está abierto a la capilla mayor mediante un arco de medio punto, y dos laterales de planta rectangular que presentan bóvedas de medio cañón con lunetos. Este mismo esquema de planta, alzado y bóvedas lo encon-tramos en el camarín de la Virgen de Gádor, patrona de Berja, que fue construido en la década anterior, y ambos parecen seguir el modelo de la estancia central del realizado, entre 1690 y 1742, en la basílica de la Virgen de las Angustias de Granada.

La luz, que en los camarines contribuye a crear un espacio tras-cendente y mágico, procede de ventanas laterales, la linterna y cua-tro óculos situados en la cúpula, pero, al tener adosada una vivienda, carece de uno de los elementos más característicos de estas piezas barrocas: la ventana-transparente, que tenía por finalidad iluminar la imagen por detrás y que se mostrara a los fieles rodeada de un res-plandor.

Desde el punto de vista constructivo, el camarín se levantó con la tradicional técnica mixta de cajones de mampostería entre rafas y cintas de ladrillo, mientras que en las esquinas se disponen sillares y las bóvedas también son encamonadas. Exteriormente muestra un

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revoco que imita sillares y pintura mural sobre enlucido que simula rafas, cintas y pilastras de ladrillo, a modo de sencillo trampantojo arquitectónico. Igualmente, la imitación de sillares se ve enriquecida con bandas esgrafiadas de movido perfil, que recuerdan la decora-ción exterior del camarín de la iglesia de Benecid, fechado en 1751. Este cuidado tratamiento decorativo contribuye a singularizar el ca-marín, que se manifiesta como una estructura independiente, cuyo volumen central se eleva sobre los tejados de la iglesia, por lo que podemos incluirlo en la tipología de camarín-torre.

Finalizada la obra arquitectónica del camarín, a comienzos de 1770 los cabildos eclesiástico y secular de Fondón solicitaron al pre-sidente de la Chancillería de Granada la construcción de un retablo

Fondón. Iglesia parroquial. Planta y sección del camarín del Cristo de la Luz, según Jesús Serrano Rodríguez.

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para el testero del altar mayor, comprometiéndose a colaborar en su financiación. El autor del diseño fue el tallista Alejandro Salmerón, que también contrató su ejecución y, tras su fallecimiento, sus hijos Juan y José Salmerón se encargaron de concluirlo. En septiembre de 1773, el beneficiado certificó que el retablo mayor estaba colocado con total perfección y, en agosto de 1793, Francisco Márquez con-cluyó su dorado. Desgraciadamente, este ejemplar de la retablística tardobarroca granadina, que servía de portada al camarín y contri-buyó a acentuar el carácter teatral de éste, fue destruido durante la Guerra Civil.

De nuevo, entre 1775 y 1778, la devoción de los fondoneros ha-cia el Cristo de la Luz se manifiesta en la recogida de limosnas para financiar la decoración pictórica del camarín y comprar “lo demás que se necesitase para su servicio”. El artista elegido fue Diego Sánchez Sarabia, un acreditado pintor y escultor granadino, con amplia expe-riencia en la realización de pinturas murales.

Diego Sánchez Sarabia (Granada, 1704 – Fondón, 1779)Pintor y escultor con conocimientos de arquitectura, destaca su trabajo para el Hospital y la Basílica de San Juan de Dios, en Granada. Su afición por la antigüedad y el coleccionismo le llevó a verse envuelto en las fraudulentas excavaciones que se acometieron en el Albaicín entre 1754 y 1763. Para la Academia de Bellas Artes de San Fernando realizó pinturas y dibujos que contenían imágenes arquitectónicas, inscripciones y motivos ornamentales de la Alhambra, trabajo por el que fue nombrado académico de mérito en 1776. En compañía del pintor Luis Sanz Jiménez, fue el primer director de la Escuela de Dibujo que impulsó la Sociedad econó-mica de Amigos del País de Granada. Fue enterrado en la iglesia parroquial de Fondón y la decoración pictórica del camarín del Cristo de la Luz es su última obra.

Fondón. Iglesia parroquial. Camarín del Cristo de la Luz. Detalle del exterior.

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Las pinturas murales de carácter figurativo conservadas se locali-zan en la cúpula y las pechinas, mientras que las de la cornisa, pilastras y zócalo imitan revestimientos de mármol. La película pictórica si-tuada por encima de la cornisa está realizada al óleo sobre una impri-mación rojiza, también al óleo, mientras que en las zonas de cortinas y placas negras del zócalo se ha empleado la técnica del temple y, en las imitaciones de mármol, el óleo y el temple juntos.

Hasta su destrucción a comienzos de la Guerra Civil, las paredes estuvieron tapizadas de pinturas sobre lienzo de diferentes tamaños que representaban pasajes de la Pasión, Resurrección y Ascensión de Jesucristo, los cuatro evangelistas, la alegoría de la Fe y dos ángeles. Este programa iconográfico de carácter pasionista se veía culminado con la representación en la cúpula de una visión de la Gloria celestial. En ella aparece la Santísima Trinidad, que se inspira en el lienzo que pintó Alonso Cano para el convento granadino de San Antonio y San Diego, y la Asunción de María a los cielos, que reproduce con toda fidelidad un grabado del pintor italiano Carlo Maratta. El resto son ángeles mancebos y niños, algunos de los cuales portan atributos pasionistas, al igual que los que se representan en las pechi-nas.

Sánchez Sarabia, pinturas murales del camarín del Cristo de la Luz (Fondón).

Seguidor de Alonso Cano, Santísi-ma Trinidad. Catedral de Granada

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La clave para la interpretación teológica de este conjunto pictórico se encuentra en la representación de la Santísima Tri-nidad. Se trata de una adaptación del Cristo mediador, que ofrece al Padre su pasión para interceder por los hombres, a los que se alude a través del orbe a sus pies, aceptando el Padre la media-ción, con su mano derecha levantada haciendo visible la idea del envío. Esta iconografía tuvo cierta relevancia en el Barroco y está vinculada a la de la Virgen como me-diadora e intercesora en su relación con los hombres, de ahí la pre-sencia de la Asunción de la Virgen en la cú-pula del camarín.

En este último tra-bajo, Sánchez Sarabia se mantiene fiel a la estética barroca, hasta

Sánchez Sarabia, Santísima Trinidad,detalle del camarín del Cristo de la Luz (Fondón).

Sánchez Sarabia, Asunción de la Virgen,detalle del camarín del Cristo de la Luz (Fondón).

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Carlo Maratta, Asunción de la Virgen, grabado

el extremo de repetir algunos de los modelos de ángeles que utilizó en el camarín y la sacristía de la basílica de San Juan de Dios, en Granada. Además de su interés iconográfico, la sabia distribución de las figuras y de los volúmenes de las nubes, con sus diferentes luminosidades y matizaciones de colorido, per-miten calificar este conjunto pictórico como uno de los mejo-res del barroco final granadino.

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Los enterramientos y la capilla de la purísima

ConcepciónHasta finales del siglo XVIII, el interior de la iglesia fue el lugar de

enterramiento de la población. El suelo de las naves estaba dividido en trances o tramos de sepulturas, que eran propiedad de la iglesia y cuyo precio disminuía a medida que se alejaban del altar. Los ecle-siásticos tenían reservado el espacio de la capilla mayor y las personas que podían permitírselo adquirían en propiedad una capilla.

Don Francisco del Moral y del Moral, un importante oligarca local, quiso tener un lugar reconocible en la iglesia de Fondón para su enterramiento que, además, manifestara el prestigio social de su fa-milia y fervor religioso. Por ello, mandó hacer a sus expensas una ima-gen de la Purísima Concepción y otras dos de san Isidro Labrador y santa María de la Cabeza, con el propósito de darles culto en la iglesia parroquial. En 1763 solicitó licencia al presidente de la Chancillería de Granada para construir una capilla en el lado de la epístola de la capilla mayor. Además de los costos de construcción, decoración y dotación de ornamentos necesarios para el culto, don Francisco se comprometió a pagar anualmente a la hacienda de fábricas de dicha iglesia una cuota. En 1779, habiéndola concluido con su reja, bóveda de enterramiento, retablo y demás ornamentos, envió a su hijo, Juan Gabriel del Moral Villalobos, a Madrid para solicitar el patronato y derecho de enterramiento. El rey Carlos III, a través de su Consejo de Cámara, concedió a don Francisco esta licencia, aunque prohibién-dole fijar escudo de armas ni otro distintivo alguno en dicha capilla.

En 1779, los cabildos eclesiástico y secular de Fondón exponen la gran necesidad que había de un enterramiento, por hallarse todas las sepulturas de la iglesia ocupadas. Inmediatamente, Juan de Cas-tellanos realiza un informe y señala que el mejor sitio para hacer el cementerio era el solar que ocupaba el reducto, aunque, debido a su estrechez, propone utilizar parte de la calle. Dado que el solar está en el centro del pueblo, aconseja que se haga cubierto, pero, por razones

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económicas, la Contaduría rechaza esta propuesta y también se opo-ne a que se haga descubierto, ya que, de construirse en la calle princi-pal, “causaría los malos olores que se deja considerar en perjuicio de la salud pública”. En 1782, pese a la oposición de los fondoneros, se aprueba el proyecto de enterramiento descubierto arrimado al costa-do de la iglesia, pero, una década después, ya funciona el cementerio parroquial situado a la entrada de la población y junto a la ermita de Nª Sª de las Angustias, una actuación más acorte con la política higie-nista que propugnaban los ilustrados.

La elevación de la torreEn 1774, don Juan Marcos del Moral solicita la elevación de la

torre, porque era muy chata y en algunos barrios distantes apenas se percibía el sonido de las campanas. Igualmente, exponía que el exte-rior de la iglesia estaba con gran falta de que lo enluzcan, “pues por su antigüedad está totalmente fea, con quiebras y agujeros”. Ambas peti-ciones fueron inicialmente denegadas a propuesta de la Contaduría General de Iglesias, pero el beneficiado se comprometió a poner a pie de obra los materiales necesarios para el enlucido y se aceptó la oferta. El maestro mayor Juan de Castellanos, que sucedió en el cargo a Fernández Bravo, reconoció la iglesia a comienzos de 1775 y, tres años más tarde, los cabildos eclesiástico y secular de Fondón volvie-ron a insistir en ambas peticiones, especificando “que se elebase un cuerpo a la torre para que se oyesen las campanas, otro de luces y chapitel”. Finalmente, el enlucido y revoco se ejecutó en el verano de 1779 bajo la dirección de Juan de Castellanos, pero la ansiada eleva-ción de la torre tuvo que esperar.

Juan de Castellanos Maldonado (Granada, c. 1734 – c. 1815)Hijo de Francisco Castellanos, también maestro mayor de obras del arzobispado de Granada, estuvo activo entre 1771 y 1815. Su formación, ajena por completo a los círculos académicos, lo adscribe a la estética barroca. En este sentido, sus propuestas, fundamentalmente técnicas, reflejan su buen quehacer constructivo y la herencia de una fuerte tradición. Su actividad en los primeros años se limita a intervenciones parciales, fundamentalmente obras de reparación o construcción de torres y sacristías. También trabajó en la elevación de las torres de Huétor Vega, Güevéjar, Narila, Huétor Santillán y Cojáyar. Por encargo del arquitecto Ventura Rodrí-guez, sustituyó a Manuel Machuca en la información y planimetría de los templos de la dióce-sis almeriense que necesitaban reedificarse o restaurarse.

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Pese a lo mucho que hasta entonces habían gastado los vecinos en la conservación y decoración de su iglesia, el deseo de que ésta se viera adornada “como su devoción apetece”, les llevó a ofrecer, en 1782, 2.600 reales en peo-nadas y conducción de mate-riales para la obra de la torre. Todavía tuvieron que esperar los fondoneros una década para que Juan de Castellanos proyectase la elevación de la torre, cuyo chapitel se cubriría de pizarra y los limatones de teja vidriada blanca y verde. La obra, realizada también por Antonio Corral, consistió en un nuevo cuerpo de campanas que se remata con otro octogonal de ladrillo y un agudo chapitel. Aunque por aquellas fechas ya estaban consolidados los postulados estéticos clasicistas, no cabe duda que la torre de Fondón sigue fielmente el modelo barroco de las de la basílica de las Angustias, en Granada.

El aspecto exterior que ofrecía la iglesia hasta hace poco era resultado, fundamentalmente, de las intervenciones de la se-gunda mitad del siglo XVIII. La eliminación del revoco ha deja-do a la vista la fábrica, pero no le ha devuelto su aspecto original, puesto que los volúmenes han sido alterados y del tratamiento decorativo del mampuesto apenas quedan testimonios.

Fondón. Iglesia parroquial.Torre y camarín.

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El patrimonio mueble conservado

Del rico patrimonio artístico y devocional que atesoró la iglesia parroquial de Fondón a lo largo de los siglos, son muy escasas las piezas conservadas. En la nave del evangelio encontramos un retablo de madera que fue sufragado a finales del siglo XIX por don Rafael Campos Ramírez, presbítero y sacristán, que también constituyó una mayordomía aún vigente. En la sacristía, además del valioso archivo parroquial, se custodia una pequeña pero interesante colección de orfebrería. Destaca un cáliz de plata sobredorada con pie de tradi-

ción gótica, otro cin-celado barroco y uno de obrador madrile-ño fechado en 1889. También guarda una corona de tipo im-perial con ráfagas de la antigua Virgen del Rosario y un porta-paz con decoración de rocalla, realizado por el platero grana-dino Fabián Gonzá-lez de Almazán en 1781.

Andrés de Carvajal y Campos (Fondón, 1709 – Antequera, 1779)Nacido en el seno de una familia acomodada, durante su infancia vio como la iglesia de su pue-blo se iba llenando de nuevas esculturas y retablos, lo que sin duda debió influir en su vocación de escultor. Marchó muy joven a Granada, donde parece ser que se formó en el taller del escul-tor Diego de Mora y, en torno a 1740, lo encontramos afincado en Antequera. En esta ciudad malagueña desarrolló la mayor parte de su producción, eminentemente religiosa, siendo uno de los máximos exponentes de su escuela escultórica. No existen testimonios de que realizara obra alguna para su pueblo natal, pero, dado que este año se conmemora el III centenario de su nacimiento, creemos que es oportuno recordar a este hijo ilustre de Fondón.

Fabián González de Almazán, portapaz de la parroquial de Fondón, 1781.

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Fragmentos literarioscomplementarios

Relatos cortosBernardo MARTÍN DEL REY (Fondón, 1906 - Almería, 1974)

Poeta y escritor, nació en el seno de una familia profundamente cristiana, lo que marcó su obra. Inició su actividad poética en 1931, con Regina Mater, y en 1935 comenzó a colaborar con diferentes pe-riódicos. Encarcelado durante la Guerra Civil, en 1940 ocupó la pla-za de archivero-bibliotecario del Ayuntamiento de Almería y estuvo muy vinculado con la cultura oficial de posguerra.

De su producción destaca el libro de versos Cuarzo aurífero (1933), la obra de relatos Alkadar. Cuentos mudéjares (1958), y una Guía ilustrada de Almería y su provincia, que se publicó en diferentes ediciones desde 1945.

Bernardo MARTÍN DEL REY, “La Cruz del Arco”, en Alkadar, Madrid, 1958, pp. 36-37.

“En la primera mañana del mes de noviembre del año 1573, a campana tañida, según uso y costumbre de los naturales, reuníanse en el lugar del Fondón del Andarax, el Concejo de justicias, alcaldes y regidores, beneficiado y hombres buenos, para tratar sobre el re-partimiento de las casas, tierras y otras haciendas, entre los sesenta y ocho pobladores que habían de asentar sus vidas en aquel ameno valle del río Andarax, que por causa de la rebelión de los moriscos había quedado sin moradores. Además de los sesenta y ocho vecinos nuevos, elegidos por la Chancillería del Reino de Granada, atraídos por el grande acontecimiento, habían acudido muchas gentes de las que andaban dispersas por las Alpujarras, especialmente de los luga-res y alquerías más cercanas a la taha.

Congregados en abigarrados grupos, hombres de todas las eda-des, mujeres y muchachos, exponían sus recelos y comentaban sobre las ventajas e inconvenientes de la repoblación. El colorido y variedad de sus atavíos, las acémilas y bastimentos que llevaban, dio al lugar un aspecto de zacatín granadino o antigua feria castellana. Veíanse hom-

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bres con calzas altas y jubones de colores vivos, sombreros y gorros de raras y variadas formas; tabardos y mantas tejidos en los telares de la morería; destacaban las mujeres con sus sayales de listas y alcando-ras de franjas, tocas y pañuelos arrollados a la cabeza; vestimentas mi-tad moriscas y mitad castellanas; capisayos y telas que denotaban la confusión y el ambiente de aquella época de insosiego y calamidad. Todos se congregaban en la plaza, junto a la iglesia en ruinas, bajo la almenada torre de ladrillo o a la sombra de la casa-concejo. Unos en cuclillas, otros en pie y otros apoyados sobre las arruinadas pare-des, esperaban pacientes la hora en que habría de celebrarse el acto. Como fondo de esta pintoresca muchedumbre medrosa y ladina, se alzaban dos collados con sus viejos castillos derruidos y negreantes chaparrales. Un sol color de azófar teñía las torres y las casas desha-bitadas y rotas. No lejos el río voceaba los romances moriscos de la taha, entre los desnudos álamos. Tres años habían pasado desde la su-misión, hasta aquel día en que habría de tener lugar el repartimiento. Los ejércitos de don Juan de Austria recorrían los presidios… Y allí estaban en la ciudad de Codbaa las gentes del Santo Oficio, juzgando todavía a muchos de los alzados”.

MemoriasJuan Gabriel del MORAL VILLALOBOS (Fondón,

1751 - 1827)Educado en la estricta moralidad católica, realizó estudios en

Granada y, a la muerte de su padre, heredó la regiduría perpetua de Fondón, convirtiéndose en el prototipo de oligarca local. Tuvo cono-cimiento de los avatares políticos, sociales y económicos de España y Europa a través de la prensa nacional.

La ocupación francesa acentuó sus convicciones absolutista, oponiéndose a la promulgación de la Constitución de Cádiz. Su angustioso periplo vital quedó plasmado en unas memorias que co-menzó a escribir en 1796.

Juan Gabriel del MORAL VILLALOBOS, Las memo-rias de un alpujarreño: D. Juan Gabriel del Moral Villalobos. Entre Fondón y Berja (1796-1826). Estudio preliminar a cargo de Valeriano SÁNCHEZ RAMOS, Almería, 1999, pp. 98-99.

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“Entre otras disposiciones de este nuevo Gobierno, una de ellas fue el extinguir la Santa Inquisición en España (gran pensamiento propio de aquella indigna gavilla), hubo su debate sobre la materia. El Nuncio de Roma y el Obispo de Orense, que también eran votos en aquel Congreso de Regencia, se negaron a esta herética disposición, y por esto fueron condenados a un destierro inmediatamente.

(…)Con afecto: así se ejecutó este sepelio, con mucha pompa y salvas

de Artillería. Allá serán los autores sepultados en los infiernos.El día que tocó leerse la referida orden aquí, en la iglesia del Fon-

dón, fue un día muy clásico. Yo, don Juan Gabriel del Moral, estaba en mi capilla de la Purísima Concepción oyendo la misa mayor; y acabado el Evangelio vide subir al beneficiado don Vicente Hita al púlpito. Principió a leer la citada disposición de la inicua Regencia contra el Santo Tribunal; y fue tanta la sensación que aquella maldita lección causó en mis entrañas, que, como un hombre sin juicio, en un acto tan serio, lleno y muy lleno el templo de gentes y la Justicia con su concejo pleno en el escaño, salí de la capilla cuasi corriendo, y por medio de la iglesia me planté en la calle, por no oír ni ser testigo de una cosa tan contraria a aquel Santo lugar y a nuestra santa fe y no volví a entrar en el templo hasta que oí cantar el credo”.

Literatura de viajesAlastair BOYD (Gran Bretaña, 1927 - Ronda, 2009)Séptimo barón de Kilmarnock, se educó en Gradfield College y

King´s College de Cambridge. Su escritura entronca con los grandes autores y viajeros anglosajones, y algunos lo consideran el último via-jero romántico de Andalucía. Desde su llegada a Ronda en 1957, fue un hombre comprometido con el medio natural de la Serranía.

En 1966, en compañía de su primera esposa -Diana Mary Gison- y de un amigo español, realizaron el viaje a caballo que relata la obra De Ronda a las Alpujarras. Viajes a caballo en los sesenta por el sur de Es-paña: un viaje desde Ronda a Almería, atravesando Las Alpujarras y regresando por Granada. Se trata de la única obra publicada en caste-llano de las numerosas que escribió sobre España.

Alastair BOYD, De Ronda a las Alpujarras. Viajes a caballo en los sesenta por el sur de España, Ronda, 2007, pp. 186-188.

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“A primera vista Fondón era misterioso, incluso alarmante, ya que parecía totalmente desierto; que estaba habitado sólo podía ser deducido por las débiles y escasas luces de las calles y el ocasional resplandor que salía de alguna casa. No había un alma en la calle por la que bajamos desde la carretera principal, que pasaba por fuera del pueblo. Esto nos llevo a una gran zona empedrada, demasiado larga para ser descrita como una plaza y con reminiscencias, por lo me-nos en tamaño, de aquellas anchurosas calles principales que solían ser la gloria de los pueblos rurales ingleses. Alrededor se levantaban suntuosas casas antiguas con fachadas de piedra medio derruidas y postigos podridos; al menos tres podían ser descritas como pala-ciegas. Descendimos a lo largo de este paseo sin pasar por ninguna tienda o bar ni por ningún establecimiento o casa que pareciera estar abierta, hasta que llegamos al escaparate iluminado de una tienda de ultramarinos con un rótulo encendido que decía Supermercado. Un poco más abajo, donde finalizaba el paseo, había una espléndida fuente con numerosos caños y un abrevadero, rematada con un fron-tón con bolas y urnas; en la inscripción ponía que había sido erigida en tiempos de Carlos IV en el año 1790. Aquí nos encontramos a tres hombres. Uno de ellos llamó a otro con aspecto deprimido y una incipiente calvicie, de unos cuarenta años, que vestía un traje gastado y que resultó ser el posadero. Pero la posada estaba cerrada.

-Al menos podría abrirnos la cuadra para los caballos –dijo Die-go-. Encontraremos cama en algún otro sitio.

-Como deseen –el hombre se encogió de hombros y fue a por la llave.

La posada estaba a sólo cincuenta metros de la fuente y era con mucho la mayor que veríamos en nuestro viaje. Tenía tres plantas. El zaguán era enorme. De allí se pasaba a una enorme habitación vacía con suficiente espacio para celebrar banquetes de boda. La cuadra estaba limpia y aún había una cálida alfombra de estiércol en el suelo. Una vez que compramos paja y cebada, todo estaba en regla para que los caballos pasaran una noche decente. Di regresó de buscar algún sitio para dormir.

-No hay cama alguna en el pueblo –nos dijo.Diego miró al hombre.-Tendremos que dormir aquí.El hombre volvió a encogerse de hombros.

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-Como quieran.La planta de arriba estaba totalmente desierta. No había luz. Aún

había camas pero estaban retiradas de la pared y abandonadas en cualquier rincón de las habitaciones. Algunas tenían montones de mantas delgadas y húmedas. Elegimos dos de entre los veinte o más dormitorios y, apañándonos como pudimos, conseguimos vestir una cama de matrimonio para Di y para mí, y una individual para Diego.

Cuando le preguntamos al posadero qué le había llevado a esta situación, respondió simplemente “circunstancias de la vida”.

No había dónde comer. Afortunadamente encontramos un bar donde a Di se le permitió entrar en la cocina y cocer algunos huevos. Medio ocultas por el tabique divisorio detrás del mostrador había dos columnas de piedra. El camarero nos condujo a la parte trasera donde más columnas de este tipo sostenían una galería alrededor del patio. En su tiempo fue una casa importante, nos dijo, así como la mansión de piedra que nos señaló al otro lado del paseo; al lado de la fuente, en el pasado, los burros y mulos habían descargado oro y plata. ¿Oro y plata? ¿Para qué? Obviamente para pagar a los mine-ros. ¿Qué mineros? Los que trabajaban en las minas de plomo, por supuesto, arriba en la sierra de Gádor. Había sido una importante in-dustria y Fondón un pueblo próspero. ¿Cuándo sucedió todo esto? El hombre no estaba seguro. En mi mapa militar, que dista mucho de ser nuevo, las minas del cerro del Molinero, de cerro Carnicero y aquellas bajo el pico más alto del Morrón (2.078 metros) están todas marcadas como abandonadas. Ford no menciona la región en su recomendado tour geológico y mineralógico a mediados del siglo XIX. Las grandes casas de Fondón, esa misteriosa noche, tenían una apariencia renacentista, pero como los estilos cambiaban lentamente en la España provincial, tal vez serían del siglo XVIII. “Los mineros –según me escribió Gerald Brenan- vivían en cabañas y cuevas arriba en la ladera de la montaña, y los ingenieros abajo”. Mucha gente esta-ba sin duda orgullosa de ser de Fondón, aunque Berja era un centro más grande a unos veinte kilómetros al sur, sobre el otro lado de la sierra. Hoy día Berja tiene al menos uvas y miel. Fondón no tiene nada más que confusos recuerdos de un espléndido pasado; apenas parece tener contacto alguno con el presente. Si hubiera una orden gubernamental prohibiendo el movimiento de animales, Fondón no tendría noticias de ello o estaría demasiado sumergido en la apatía como para prestarle alguna atención. Ni siquiera se nos obligó a relle-

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nar el típico formulario que dejaría constancia de nuestro paso por el pueblo. Fondón había perdido incluso el apetito por la burocracia.

Decidimos levantarnos a las seis e intentar cruzar la sierra de Gádor desde Canjáyar, llegando a Enix o a Felix a tan sólo 20 kilómetros de Almería. Llenamos botellas vacías con agua de la fuente de Carlos IV. El agua era lo único en Fondón que tenía una chispa de vida, era muy bue-na. Subimos a nuestras habitaciones con la ayuda de velas y pasamos unas incómodas horas bajo las viejas y húmedas mantas. Aún estaba oscuro a las siete y media cuando salimos cabalgando del pueblo”.

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Bibliografía

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