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ESTRATEGIAS PARA FAVORECER LA RELACIÓN EDUCADOR ESTUDIANTE Prof. Rita Carrillo, Curso: Diversidad, nuevos enfoques y currículo inclusivo Diplomado de ATENCION A LA DIVERSIDAD, UARM Como docentes, una de nuestras tareas más importantes debe ser lograr que cada estudiante se sienta aceptado por nosotros y por sus compañeros, pues de esta manera se estará construyendo un buen clima emocional en la clase. Las personas que se sienten rechazadas raramente se sienten cómodas; están permanentemente preocupadas y resentidas con los demás. Veamos algunas estrategias para crear un buen ambiente emocional en el espacio de aprendizaje: a) Clarificar las expectativas La organización y convivencia del aula se debe iniciar con el desarrollo de actitudes favorables hacia el alumnado, a través del establecimiento de expectativas tanto del educador hacia sus estudiantes, cómo del alumnado hacia sus educadores, Díaz- Aguado (1984) recomienda seguir el siguiente proceso: Redactar a inicios del año escolar, o del programa, una relación de las expectativas que tenemos de nuestro alumnado, considerando las conductas o características de desenvolvimiento para el aprendizaje que esperamos de ellos y ellas. Luego es importante contrastar si este listado de características esperadas se ajusta realmente a lo que los y las estudiantes pueden hacer o lograr, para esto es necesario tener en cuenta lo siguiente: Las características multiculturales y socioeconómicas del alumnado, es necesario hacerse consciente de la influencia de este aspecto en el desarrollo de la clase, por ejemplo, deberán determinar si en su aula hay estudiantes provenientes de la zona andina o de la amazonía, o bien que si han nacido en la ciudad, quiénes son los que tienen padres y madres quechua-hablantes. También se deben considerar las características socioeconómicas, pues de ellas dependerá el nivel de estimulación que hayan podido recibir. La diversidad individual, si bien las diferencias están determinadas en alto grado por factores socioculturales, estas se interrelacionan con otros aspectos de tipo individual que son precisamente los que enriquecen esta diversidad. La etapa del desarrollo, puede ser que a veces nuestras expectativas, no se ajustan a las características de desarrollo de nuestro alumnado, por ejemplo deseamos que nuestros alumnos y alumnas del 2do grado nos presten atención permanente durante toda la clase, cuando en realidad por su grado de maduración neurológica (tomando en cuenta las individualidades) estos estudiantes no pueden desarrollar una atención permanente por

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ESTRATEGIAS PARA FAVORECER LA RELACIÓN EDUCADOR – ESTUDIANTE

Prof. Rita Carrillo,

Curso: Diversidad, nuevos enfoques y currículo inclusivo

Diplomado de ATENCION A LA DIVERSIDAD, UARM

Como docentes, una de nuestras tareas más importantes debe ser lograr que cada estudiante se

sienta aceptado por nosotros y por sus compañeros, pues de esta manera se estará construyendo

un buen clima emocional en la clase. Las personas que se sienten rechazadas raramente se

sienten cómodas; están permanentemente preocupadas y resentidas con los demás.

Veamos algunas estrategias para crear un buen ambiente emocional en el espacio de

aprendizaje:

a) Clarificar las expectativas

La organización y convivencia del aula se debe iniciar con el desarrollo de actitudes favorables

hacia el alumnado, a través del establecimiento de expectativas tanto del educador hacia sus

estudiantes, cómo del alumnado hacia sus educadores, Díaz- Aguado (1984) recomienda seguir

el siguiente proceso:

Redactar a inicios del año escolar, o del programa, una relación de las expectativas que

tenemos de nuestro alumnado, considerando las conductas o características de

desenvolvimiento para el aprendizaje que esperamos de ellos y ellas.

Luego es importante contrastar si este listado de características esperadas se ajusta

realmente a lo que los y las estudiantes pueden hacer o lograr, para esto es necesario tener

en cuenta lo siguiente:

Las características multiculturales y socioeconómicas del alumnado, es necesario

hacerse consciente de la influencia de este aspecto en el desarrollo de la clase, por

ejemplo, deberán determinar si en su aula hay estudiantes provenientes de la zona andina

o de la amazonía, o bien que si han nacido en la ciudad, quiénes son los que tienen padres

y madres quechua-hablantes. También se deben considerar las características

socioeconómicas, pues de ellas dependerá el nivel de estimulación que hayan podido

recibir.

La diversidad individual, si bien las diferencias están determinadas en alto grado por

factores socioculturales, estas se interrelacionan con otros aspectos de tipo individual que

son precisamente los que enriquecen esta diversidad.

La etapa del desarrollo, puede ser que a veces nuestras expectativas, no se ajustan a las

características de desarrollo de nuestro alumnado, por ejemplo deseamos que nuestros

alumnos y alumnas del 2do grado nos presten atención permanente durante toda la clase,

cuando en realidad por su grado de maduración neurológica (tomando en cuenta las

individualidades) estos estudiantes no pueden desarrollar una atención permanente por

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más de 15 minutos, por lo que se requiere retomar la motivación cada cierto tiempo.

El siguiente paso consiste en especificar nuestras expectativas a través de algunos

indicadores objetivos, pues lo que sucede es que a veces se desea que el alumnado

desarrolle ciertas características, pero estas pueden ser muy generales, por ejemplo

deseamos que nuestros estudiantes sean responsables, pero la responsabilidad abarca una

enorme cantidad de conductas y actitudes, por lo que es preferible especificarlas para

favorecer su cumplimiento y evaluación. Entonces en vez de considerar la palabra

“responsables”, podríamos especificarla de la siguiente manera:

- Que cuiden sus materiales y los del aula

- Que cumplan con sus tareas

- Que sean puntuales

Por último, una vez contrastadas, aclaradas y especificadas las expectativas que tenemos

sobre nuestro alumnado, lo que se debe hacer es conocer las expectativas que tiene el

alumnado para con su educador o educadora, para lo cuál se pueden utilizar los siguientes

recursos:

Rememorar y reflexionar sobre la época en la que éramos estudiantes de escuela y hacernos

las siguientes preguntas: ¿Cómo eran mis maestros y maestras? ¿Qué es lo que más me

gustaba de ellos y ellas? ¿Qué es lo que menos me gustaba de ellos y ellas?

Conocer las expectativas de nuestro alumnado, elaborando una encuesta que

preferentemente debe ser anónima y la cual puede ser depositada en una ánfora,

específicamente elaborada para este fin, preguntando: ¿Qué es lo que más me gusta de mi

profesor(a)? ¿Qué es lo que menos me gusta de mi profesor(a)? ¿En qué me gustaría que

mejore mi profesor(a) ?

De esta manera podremos darnos cuenta de la imagen que tiene el alumnado sobre nuestra

persona, percepción que a veces no se ajusta con la imagen que creemos estamos dando o que

deseamos proyectar; ese es uno de los puntos importantes de este recurso.

Si en el aula tenemos estudiantes que presentan alguna discapacidad, tengamos presente el

siguiente ejemplo:

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“Gonzalo es un niño de seis años que presenta

Síndrome Down y estudia en un aula regular ¿Qué

puede hacer su maestra para educar con respeto a

todo su alumnado tal y como son y no como a ella

le gustaría que fueran? ....

Lo que debería hacer es no negarle a Gonzalo la

posibilidad de descubrirse como lo que es: ¡Un

niño de 6 años! puesto que, si no lo hace así, lo que

provocará en los restantes compañeros y

compañeras será el pensamiento (sentimiento) de

que Gonzalo es “otro - niño”, (otro modo de ser niño), desvalorizándolo en función de lo que

no sabe, cuando lo que debe hacer es subrayar lo que puede saber. ¿Como puede hacer esto?

Sencillamente invitando a todo el alumnado a convivir sin competitividad.

¡Si esa maestra confía en la competencia de Gonzalo para aprender, él aprenderá! Cuando la

maestra tiene expectativas de que ella es competente para enseñar, seguro que el niño

aprenderá. A veces ese tipo de actitudes del profesorado se debe más al temor y al

desconocimiento de las diferencias humanas que a las incapacidades de las personas

excepcionales. Si quieres que una persona aprenda, solo tienes que enseñarle”.

b. Organizar el ambiente físico

Otras tareas para favorecer un clima adecuado en el aula tienen que ver con el desarrollo de

sentimientos de comodidad y orden, mediante la mejora de las condiciones físicas del lugar, así

como la comprensión clara y precisa de normas y procedimientos.

“El sentimiento de comodidad implica una percepción de que el aula es un lugar agradable

tanto física como emocionalmente”. (MARZANO id.).

En este aspecto es recomendable realizar actividades para que los estudiantes identifiquen qué

es lo que físicamente encuentran, o no, confortable en el salón. Es necesario consultarles sobre

el tipo de ambientación que les gustaría y trabajar juntos en ello. Si bien muchas escuelas,

especialmente las estatales, no cuentan con recursos económicos como para cubrir los gastos

que puede demandar una adecuada ambientación del aula, siempre se encontrarán recursos que

pueden ser utilizados con ingenio para modificar las apariencias y hacer del aula o sala un lugar

acogedor, se podría promover por ejemplo las siguientes actividades:

Conformar grupos de alumnos y alumnas que se responsabilicen de realizar dibujos,

pinturas y trabajos manuales, en forma mensual, y que estos respondan a los temas que

se trabajan en esas fechas, lo cual hará que se renueve constantemente la apariencia del

espacio y a la vez se refuercen los contenidos desarrollados.

Es necesario organizar el espacio y mobiliario del aula de forma que resulte grato, se

favorezca la autonomía y movilidad de las y los estudiantes y se pueda adaptar a los

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distintos tipos de actividades. Los estudiantes con mayores dificultades habrán de

ubicarse en aquellos lugares en los que tenga un mayor acceso a la información y

puedan comunicarse y relacionarse mejor con sus compañeras y compañeros y el o la

docente. Si en el aula hay estudiantes con problemas sensoriales o motores es necesario

crear condiciones adecuadas de luminosidad, accesibilidad y sonorización.

Sectorizar los espacios para que estos cumplan una determinada función, por ejemplo

un lugar destinado para guardar los materiales, otro para los útiles de aseo o para el

material de lectura que nunca debe faltar en el aula. También es importante que exista

un espacio donde los alumnos y alumnas puedan colocar sus opiniones, colgar algún

trabajo que quieren compartir con los demás, o comunicaciones entre ellos (una

invitación, cronograma de las tareas por entregar, avisos de su interés, los cumpleaños

del mes, etc.)

Debemos tener siempre presente que el aula es un lugar para todas y todos, donde los

estudiantes pasan gran parte de su tiempo diario. En ella deben sentirse cómodos y motivados,

además de desarrollar conciencia de que su cuidado, arreglo y ambientación es responsabilidad

de todos. Esto influirá de manera positiva en el grupo y promoverá un ambiente adecuado para

el aprendizaje.

c. Organizar grupos de trabajo

Además de lo señalado, es necesario recordar que tan importante como la organización física

del aula es la organización dinámica, esto es la forma de trabajo dentro del aula.

Definitivamente, para fomentar la inclusión el trabajo en grupos será siempre apropiado, sin

restar importancia al trabajo individual que es también necesario en el proceso de aprendizaje.

La formación de grupos debe propiciar el intercambio mutuo, el enriquecimiento de todos los

miembros y la posibilidad de generar nuevos aprendizajes, por ello los grupos no deben ser

siempre los mismos, algunas veces será el o la docente quien los conforme, otras veces se dejará

que se agrupen por afinidad o a través de dinámicas de formación de grupos. La mayoría de

veces lo más conveniente será que sean grupos heterogéneos en lugar de homogéneos. El aula

debe guardar coherencia armónica con los propios principios del fenómeno de aprendizaje

desde la diversidad, considerando los criterios necesarios para hacer los agrupamientos

(género, discapacidad, diferentes niveles socioculturales, etnias, afectividad, autonomía,...).

La enseñanza interactiva, el grupo de trabajo heterogéneo, es la nueva estructura organizativa

necesaria en una escuela para la diversidad.

d. Libertad y apoyo

Junto con el trabajo colaborativo, los espacios de libertad para desarrollar las tareas con

creatividad e iniciativa propia, a través del descubrimiento compartido entre coetáneos, es otra

condición. Dar siempre pautas demasiado precisas y rígidas no favorece a la interacción que sí

puede generarse cuando se les lanza el desafío y deben partir de explorar las capacidades

individuales de cada uno para poner en común los saberes y capacidades en pos de un producto

común.

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En una escuela o institución para la diversidad es fundamental el ejercicio de la democracia,

que exige organización y metodologías participativas donde se ponen en juego el respeto a las

diferencias, para formar en una axiología que fomenta el pluralismo, la justicia, el respeto

mutuo, la tolerancia, la solidaridad; etc. Por otro lado, una educación en libertad, permite el

desarrollo de la autonomía. La escuela o institución inclusiva debe dejar de lado las prácticas

que convierten al profesorado en “vigilantes”, atentos a descubrir los errores de los estudiantes

para sancionarlos, con el prejuicio de que “solo se portan bien si los miramos y controlamos”.

Un buen clima emocional depende también de la confianza mutua, que no solo se refiere a la

posibilidad de establecer relaciones amigables, sino fundamentalmente a creer en las

capacidades del otro.

Sin embargo, esta libertad consiste al mismo tiempo en saber poner límites. Los estudiantes

están en proceso de formación y esperan que los adultos los guíen. Por ello, otra actitud

necesaria de parte del educador es la disposición y disponibilidad para brindar los apoyos

necesarios en el momento oportuno. El profesor será siempre el principal apoyo en clase para

todo el alumnado.

e. Generar actitudes positivas hacia las tareas

Otra estrategia importante es la que tiene que ver con la generación de actitudes y percepciones

positivas frente a las tareas en clase. El o la docente debe ayudar a sus estudiantes a percibir el

valor que estas tareas tienen para su vida personal, a comprenderlas claramente, a confiar en que

tienen capacidad y los recursos para realizarlas.

“Si un estudiante piensa que una tarea tiene poca importancia, no pondrá mayor

esfuerzo en ella. Si no la comprende, pero de todos modos decide realizarla, sus

esfuerzos con seguridad estarán mal enfocados y no serán eficaces. Y si piensa que no

es capaz y que no cuenta con los recursos necesarios – aún cuando intente realizarla-

la tarea le resultará muy difícil”. (MARZANO id.).

Es frecuente encontrar en las aulas alumnos o participantes desmotivados. Los

profesores suelen protestar porque no consiguen que los alumnos se involucren con

entusiasmo en las actividades que preparan. Esta situación genera malestar de ambos

lados. Si bien, es necesario formar en los alumnos una actitud de mayor responsabilidad

y compromiso, no podemos olvidar que la dinámica del aula depende en mayor grado

de la habilidad del profesor para lograr capturar la atención y el interés de los

estudiantes por lo que se trabaja. Esta atención e interés están condicionados

principalmente por la pertinencia de la tarea en relación con los intereses y tipos de

actividades propicios para cada edad. Esto constituye un desafío para que el o la docente

se preocupe por aplicar sus conocimientos de psicología y pedagogía al diseñar sus

sesiones de clase. Ignorar lo que los alumnos sienten y proponerles tareas sin contar con

su buena disposición no solo impedirá la creación de un clima emocional adecuado para

el aprendizaje sino que deteriorará la relación maestro-alumno.