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LAS TEORÍAS COSMOGÓNICAS Y FÍSICAS MODERNAS Y SUS RELACIONES CON LA GEOLOGÍA LA COSMOGONÍA EN CHAMBERLIN SISTEMA GEOLÓGICO DE SCHWARZ LA TEORÍA GIROSCÓPICA DE BELOT EL PROBLEMA DE LA BARISFERA TE- RRESTRE: DESCARTES; CREHORE Conferencia dada en el Ateneo de Madrid el 13-IV-1921 por Juan Carandell ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE M. CORDÓN. CABRA (CÓRDOBA) MCMXXI

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LAS TEORÍAS

COSMOGÓNICASY FÍSICAS MODERNAS

Y SUS RELACIONES CON LA GEOLOGÍA

LA COSMOGONÍA EN CHAMBERLIN

SISTEMA GEOLÓGICO DE SCHWARZ

LA TEORÍA GIROSCÓPICA DE BELOT

EL PROBLEMA DE LA BARISFERA TE-

RRESTRE: DESCARTES; CREHORE

Conferencia dada en el Ateneo de Madrid el 13-IV-1921

por

Juan Carandell

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE M. CORDÓN. CABRA (CÓRDOBA)

MCMXXI

LAS TEORÍAS

COSMOGÓNICASY FÍSICAS MODERNAS

Y SUS RELACIONES

CON LA GEOLOGÍA

LA COSMOGONÍA EN CHAMBERLIN

SISTEMA GEOLÓGICO DE SCHWARZ

LA TEORÍA GIROSCÓPICA DE BELOT

EL PROBLEMA DE LA BARISFERA TE-RRESTRE: DESCARTES; CREHORE

Conferencia dada en el Ateneo de Madrid el 13-IV-1921

por

Juan Carandell

ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE M. CORDÓN. CABRA (CÓRDOBA)

MCMXXI

Las teorías cosmogónicas yfísicas modernas y sus rela-

ciones con la Geología•

SEÑORAS Y SEÑORES:

HABIDA cuenta de estos enunciados, no creo preciso jus-tificar una aclaración previa; y es, que si van a ser trata-

das aquí cuestiones nuevas o que por lo menos rebasan los mol-des de una cultura geológica al estilo clásico, para nada abso-lutamente habré de referirme al credo en que todos hemos co-mulgado; es decir, la hipótesis de Laplace, con arreglo a lacual están construidos los sistemas geológicos que tan bien en-cajan en la idea sencilla, tangible, cómoda, que nos hacemosde la pérdida de volumen de la Tierra y de la adaptación dela superficie terrestre a ese volumen cada vez menor. Y aun-que las teorías que voy a exponer brevemente no excluyen, co-mo no pueden por menos, la del geosinclinal, ofendería yovuestra cultura si insistiese en temas suficientemente tratadosen esta misma cátedra.

El momento actual de la Geología física

Es un defecto, señores, que hallo en los libros de geología co-rrientes entre nosotros, el que se prescinda en absoluto de fijarante todo el criterio del autor en punto a un problema tan tras-

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cendentalísimo como el de la Cosmología. Estudiar la Tierraexagerando el principio de las causas actuales es como estudiaruna planta en su madurez haciendo caso omiso de los procesosanteriores; procesos no cíclicos, no reversibles, sino más bienirreversibles. Puede ser, en efecto, falsa la idea del ciclo geoló-gico, o por lo menos mezquina, si se abarca la colosal ampli-tud de la evolución terrestre.

Corremos los geólogos el peligro de formar como satéliterezagado o cometa sin rumbo ante los avances de la Astrono-mía. Hay una solución desdichada de continuidad, una lagunaentre los campos de la Astronomía y la Geología. Y menos malsi el cálculo ha hecho su entrada triunfal en nuestro solarasombrándonos, con la Sismología, al darnos detalles tan pre-ciosos respecto a la constitución física del interior de nuestroplaneta.

Es necesario que los geólogos no desdeñemos los datos dela física, de la matemática, de la astronomía, de la mecánica ce-leste; quiere ello decir, quiero yo expresar el deseo, el ruego alos astrónomos de que nos presten su colaboración valiosa, enla seguridad de que ellos habrán de encontrar en muchas oca-siones la comprobación geológica de sus asertos. Bastaría citarel caso de la espectrografía cósmica para justificar la importan-cia que para el progreso armónico de las doctrinas científicastiene el saber abandonar toda idea exclusivista y mantener vi-vos, por encima de la especialización —que yo la llamo línea demenor resistencia psíquica—el interés y la curiosidad y la vigi-lancia inclusive de los procesos científicos más distanciados delos en que uno se desenvuelve. Que en las tinieblas de lo ajenobrille el faro de la erudición.

La crisis de las ideas clásicas

Estas reflexiones me las sugiere el momento actual de laGeología física. Para el laplaciano es un axioma el enfriamientoterrestre, causa de la contracción. Pero aparece el descubri-miento del radio y sus efectos térmicos y ya tenemos al geólo-

clásico ante un escollo.

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El laplaciano cree en el fuego central. Pero las determina-ciones de la gravedad y los datos de la Sismología caen comolosas contundentes sobre la bella imagen que del interior de latierra nos habíamos forjado al contemplar las luminarias delos grandes volcanes. El fuego central debe de existir sólo enreducidos espesores. Me adelanto a deciros que ya algunosquizá ultraístas, lo consideran como un antropomorfismo; paraéstos los fenómenos volcánicos se explican sin necesidad deapelar al pretendido fuego central. Ya hablaré de esto más ade-lante.

No entra en mis planes, ni tengo un átomo siquiera de per-sonalidad para intentarlo, el rebatir las doctrinas de Laplace.En cambio voy a exponer otras hipótesis cosmológicas, y cla-ro está que de cada una de ellas derivan otros tantos sistemasgeológicos, que explicaré también. Un poco de atención y unmuchísimo de benevolencia pido de nuevo, toda vez que nohe de pretender convenceros acerca de hipótesis que bienharemos todos en guardar en cuarentena, por cuanto solo lahistoria de la ciencia, el día de mañana en que haya suficienteperspectiva, podrá decir la última palabra.

Por eso es oportuno recordar aquellas palabras del aba-te Hervás y Panduro en su «Viaje estático al mundo plane-tario»: de hipótesis falsas resultan conocimientos útiles.

LA COSMOLOGÍA EN CHAMBERLIN

Los cráteres lunares

PERMITIDME un breve capítulo de Selenografía. Quiero de-ciros dos palabras acerca de los famosos cráteres luna-

res, palabras que podrán contribuir a un aspecto del fundamen-to de la teoría cosmológica del famoso geofísico norteameri-cano.

Sobre el origen de los cráteres lunares andan muy discordeslos astrónomos. Cosa muy natural, porque la Luna no ofrece

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rasgo alguno de cordilleras, de plegamientos; y raro, muy raroes que un cuerpo heterogéneo, como parece ser también nues-tro satélite, sometido a cambios bruscos de temperatura, nosea asiento de vibraciones, de sismos, que, en sentir de Sch-warz, habrían sido aquí en la Tierra la causa del levantamientopaulatino de nuestras grandes cordilleras, según veremos másadelante.

Unos astrónomos aseguran que los cráteres lunares son deorigen endógeno, como los terrestres, correspondientes al tipohawaiano, de erupciones tranquilas y de diámetro enormemen-te mayor que el de los cráteres de explosión. Aducen otros,también vulcanicistas, el dato de la masa lunar, 80 veces menorque la terrestre; según esto, los materiales lanzados por los vol-canes, cualquiera que fuese el tipo eruptivo, podrían no volvera la superficie lunar. Por ejemplo, echando mano de la fanta-sía, si en la Tierra fuera quimérico intento pretender arrancarde cuajo un árbol robusto, en la Luna esto sería sencillísimo;un cañón podría lanzar proyectiles hacia el cénit en la seguri-dad de que no habrían de volver jamás.

Veamos otra hipótesis. Trae marchamo americano, pero yocreo que no hay ningún ex-combatiente de la gran guerra que,por poco desarrollado que haya tenido el sentido de la obser-vación, no haya hecho la hipótesis por su razón y cuenta.

Los cráteres lunares son, en lo grandioso, algo parecido a losboquetes que en los frentes de batalla abrieron las espantosasexplosiones de los proyectiles vomitados por miles de bocasde fuego.

La Luna, señores, habría sido un celeste tiro al blanco y loscráteres no serían otra cosa que los impactos de proyectiles gi-gantescos: de meteoritos.

Al choque con la superficie lunar se produciría una emisiónde materia fundida por efecto de la presión y rozamiento sub-siguientes. No habiendo agua, ausencia de actividad explosiva.

Shale opina que los grandes María de la Luna pueden com-pararse con las extensiones ocupadas por las lavas volcánicasen la Tierra.

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Esta teoría tiene visos de verosimilitud: si no fuese por nues-tra atmósfera sabe Dios en qué forma caerían las 20.000 tone-ladas anuales de polvo cósmico con algún que otro meteoritoque según Arrhenius se precipitan sobre nuestro planeta.

Es más: desentendiéndose Arrhenius, lo cual no es poco te-merario, de la inevitable reacción entre la ley diferencial de lagravitación y la ley diferencial de la conducción del calor, deFourier, opina que la superficie del Sol debe su estado ígneoal colosal bombardeo de los meteoritos que sin cesar caen so-bre él.

Las Nebulosas espirales

De ahí a la teoría de Chamberlin no hay más que un paso.Pero antes os he de hablar de un hecho, favorable para ella alparecer, que asombra. Mientras las nebulosas del tipo de La-place escasean en el Universo, van contadas más de 700.000otras nebulosas llamadas espirales. ¿Quién no ha oído siquierahablar de los Lebreles, de la Virgen, de la Cabellera de Bereni-ce? Imaginad dos resortes de reloj embutidos uno en otro, conlos extremos sueltos situados en dos puntos opuestos. Seráuna espiral doble, tipo nebulósico el más frecuente. Si en lu-gar de dos ponemos cuatro, tendremos una espiral cuádruple;etcétera.

Las Mareas

La explicación que Chamberlin da a la aparición de una No-va es la piedra angular de su sistema cosmogónico.

¿Qué sería una Nova? Antes preguntémonos: ¿qué es elfenómeno tan conocido llamado marea? Indudablemente losabéis: con ritmo periódico el mar sube y desciende de nivel.Los océanos se hinchan en puntos diametralmente opuestosdel Ecuador, como atraídos y rechazados por la Luna y por elSol. Estos puntos y la Luna están, aproximadamente, en línearecta siempre, pero como la Tierra da vueltas sobre sí misma yla Luna gira alrededor de nosotros, de la combinación de estosmovimientos resulta un retraso diario de 50 y pico minutosen las horas de plea y bajamar.

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La hinchazón del lado de la Luna aparece evidente; pero ¿yla del lado contrario? Veamos por qué. La Luna es atraída porla Tierra, pero la Tierra lo es a su vez por la Luna, con arregloa las leyes de Newton, No creáis que la órbita terrestre es unasencilla elipse. Es una línea muy complicada: elipse, espiral(porque el Sol se desplaza no sabemos alrededor de quién), ysinuosa porque la Luna tira siempre de la Tierra. Por eso di-cen que Tierra Luna es un par, como una estrella de esas lla-madas dobles.

Luego el centro de gravedad no está jamás en el centro te-rrestre. Está siempre girando alrededor de éste, en sentido con-trario, lentamente, al en que la Tierra gira, porque la Luna,causante de la marea, cada día la vemos retrasada, cada día saleuna hora, casi, más tarde.

Resultado, el hemisferio terrestre de cara a la Luna está máscerca de ésta: hinchazón consiguiente. En el hemisferio contra-rio, como hay una disminución de gravedad porque el centrogravitatorio está más alejado de la superficie, la fuerza centrí-fuga se aprovecha de la ocasión; resultado también: hinchazón.

Ya explicado el fenómeno de la marea, retenedlo, así comolo que dijimos respecto de los cráteres lunares (impactos demeteoritos).

Las Novas

He aquí cómo Chamberlin explica la formación de una No-va, o estrella nueva.

De vez en cuando, y en sitios del espacio que antes apare-cían vacíos, sin estrellas, surge una, no registrada en losatlas astronómicos, la cual en pocos días adquiere enorme bri-llo, como de una estrella de primera magnitud.

MECANISMO DE UNA NOVA SEGÚN CHAMBERLIN:por cerca, muy cerca de un cuerpo opaco, de un sol extinguido,ha pasado otro en estado de vejez análoga. Si, por ejemplo, laLuna se acercase mucho a la Tierra, si cayese sobre ésta—comosucederá algún día—no creáis que chocase contra nuestro pla-neta. Lo que sucedería sería que, si bien la Tierra sufriría una

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marea atmosférica y oceánica verdaderamente terrible, hastaquedar en unos sitios secas las cuencas oceánicas y en otros for-mando las aguas dos conos de enormísima altura, dos trombasapocalípticas que irían girando alrededor de !a Tierra, apoyadassobre la corteza sólida, ésta misma también se deformaría y losmateriales sólidos se pulverizarían y escaparían del interior.Pero y a la Luna ¿qué le acontecería? La pobre Luna, de masamucho menor, sufriría el efecto de ser anulada la cohesión quemantiene unidas sus partículas; como Lázaros sin número, re-sucitarían sus moléculas a la libertad, en una marea inmensailuminada por la fosforescencia producida por el danzar demoléculas, átomos e ingrávidos electrones.

Si en lugar de ser ingrávido, por no poder ser de otra ma-nera, fuese un cuerpo rígido el cometa de Halley que pasó ha-ce 12 años, ya mucho antes de acercarse a la Tierra ésta sehabría estirado enormemente; pero desplazándose aquél congran velocidad, el penacho terminal de la gigantesca mareaterrestre y el diametralmente contrario al supuesto cometa rígi-do y sólido habrían tendido a seguir, simétricamente, a éste:se habrían incurvado los dos penachos, el uno en pos del co-meta; y el opuesto, en contrario sentido. Tendríamos una espi-ral de dos ramas enormísimas. En Sirio, a los 22 años, habríananunciado una Nova.

Esta espiral, comprenderéis que conservaría otro recuerdo delcometa: un movimiento giratorio lento; claro está que en sen-tido contrario a una rueda de fuegos artificiales.

Estos penachos van engrosándose hasta que en medio de laespiral aparece un gran núcleo: la materia más pesada, de máscohesión, la que menos ha resonado ante el llamamiento gravi-tatorio del cometa.

El núcleo será un futuro sol. A lo largo de las dos ramas dela espiral irán condensándose las partículas formando primero«planetésimos» (partículas infinitesimales de planetas), y des-pués meteoritos. Los meteoritos mayores capturarán a los máspequeños que caigan en sus esferas de atracción, y fundiéndosede esta guisa irán formándose los futuros planetas. Ved por qué

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aún hoy caen meteoritos sobre la Tierra, sobre la Luna, sobreel Sol.

La Tierra sería—es—un meteorito de meteoritos: Tal es lateoría de Chamberlin, o planetesimal; como véis, es dualista.

SISTEMA GEOLÓGICO DE SCHWARZ, ENCUADRADO

EN ESTOS MOLDES COSMOGÓNICOS

Ya tenemos un enjambre de meteoritos, creciendo sin cesarpor la yuxtaposición de los que, cada vez más escasos, van ca-yendo. Unos son sidéreos: ferro-níquel. Otros asidéreos: sili-catos metálico-alcalinos. Impurezas de unos y otros: nitrógeno,óxido de carbono, hidrógeno, metano y aceites pesados. Yatenemos la atmósfera primitiva. ¿Y el oxígeno, cómo lo libera-remos para que pase a la atmósfera actual? Sencillamente: cadameteorito que cae produce una elevación tal de temperaturaque el hierro conquista al carbono y queda suelto el oxígeno,e inmediatamente se forma vapor de agua.

Escaseando la lluvia meteórica no hubo nuevos aumentoseventuales de temperatura; se inició el enfriamiento; precipi-tóse el agua y se colmaron las primitivas cuencas oceánicas,apareciendo los catalizadores, raíz del protoplasma fundamen-tal, germen de la vida, absorbiendo anhídrido carbónico y pro-siguiendo la liberación del oxígeno.

Aparición del agua quiere decir desintegración de los mine-rales meteóricos y formación de otros nuevos, exclusivamentecorticales, por los conocidos procesos de erosión, transporte ysedimentación.

Y aquí es oportunísimo hacer hincapié en un hecho: la mo-vilización del hierro y del magnesio hacia el centro de la Tie-rra; la transformación de las calizas en dolomitas es un casoparticular. Es decir, que la superficie terrestre se ha ido empo-breciendo en hierro y magnesio y enriqueciendo en sílice, alú-mina, calcio, sodio y potasio, entre los elementos esenciales.El níquel desapareció también prácticamente de la superficie.

El océano primitivo sería un enorme coloide de sales de hie-

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rro, de magnesio y calcio con sílice disuelta, y una pequeñafracción de las sales que contiene el agua del mar.

Los escudos continentales primitivos eran confusos conglo-merados de meteoritos encastrados por la fusión y el choque.

La atracción solar retrasaría la rotación de estos escudos,por lo que los océanos pudieron recubrirlos paulatinamente deEste a Oeste. Y más tarde, en virtud de la isostasia, cuando lassustancias lexiviadas de las áreas continentales fueron transpor-tadas a los océanos primitivos, los continentes se elevaron; mástarde aún, perdida la fuerza de transporte, los ríos depositaroncordones litorales, a lo largo de los cuales hubieron de hun-dirse los continentes. Este vaivén ha proseguido, cada vez másleve, hasta estos días, y prosigue aún.

El resultado total ha sido que, por acciones metamórficas, sehaya creado una corteza que ofrece la particularidad de que enel espesor de unos 50 y pico kilómetros tiene la misma natura-leza física que las rocas que solo están a un kilómetro de pro-fundidad, pues es sabido que todas las ondas sísmicas que sepropagan según cuerdas tangentes a una esfera terrestre cuyoradio es 50 kilómetros menor que el de la tierra lo efectúancon idéntica velocidad.

Estas rocas son los granitos: todos los granitos serían meta-mórficos bajo las acciones de disolución y presión.

El calor no procedería sino de cantidades pequeñas de áto-mos que por ser complicado su edificio electrónico se desmo-ronan. El calor procedería acaso del estado de vibración peren-ne en que se halla la tierra: calentamiento diurno, conveccio-nes, mareas, diferencias de presión atmósférica, corrientes ter-mo-eléctricas, movimientos diferenciales integrales de múlti-ples causas.

Mecanismo de la formación de los geosinclinales.

Y ved ahora si es importante la Sismología, poco menosque mantenida fuera del campo de la geología clásica:

Siendo cierto que la superficie terrestre no es homogénea,resulta que las ondas sísmicas que de continuo la cruzan por

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doquier se rompe sobre ciertos segmentos de la tierra másopacos a ellas que otros. El fondo del mar, muy cargado desedimentos, transmite las ondas sísmicas con una rapidez que,comparada con la velocidad a que se desplazan en los cimien-tos graníticos es como 5 a 3.

De ahí resulta que las ondas sísmicas se estiran al abandonarlas cuencas oceánicas para entrar en los continentes, y de on-das de vibración solamente que eran pasan a ser ondas de tras-lación. Es algo parecido al oleaje en las playas.

En virtud de esto los sedimentos del fondo del mar son im-pelidos hacia las costas. A lo largo de ellas se forman los geo-sinclinales, pues allí convergen dos procesos antagónicos, elacarreo por los ríos y la acumulación de sedimentos por el pa-so de las ondas sísmicas submarinas a los continentes.

Quiere esto decir que la intensidad de la gravedad debe sermayor en el mar que en los continentes, o mejor aún, que lasmáximas de densidad terrestre deben hallarse, teóricamente, alo largo de las costas.

De lo contrario sería un hecho aquella fantasía científica deCrookes, es decir, el mar formaría un continuo menisco a lolargo de todos los litorales del globo.

El Volcanismo

Trataremos un punto final del sistema geológico de Schwarz:el volcanismo frío. Según este autor los volcanes se compren-den sin dificultad: bien sabido es que los movimientos de latierra en dirección vertical van acompañados de brechas defricción (milonitos) donde las rocas son cuarcitas infusibles o noestán suficientemente sepultados. En cambio, donde las rocasson calcáreas o ferruginosas, o están a profundidad bastante, lapresión y la fricción a lo largo de las zonas de movimientoson suficientes para elevar la temperatura, sobrepasar el pun-to de fusión y fundir las rocas. Y como el agua ocluye todoslos espacios, la fusión de las rocas determina emisión de vapo-res a presiones inmensas.

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Permítaseme hacer un comentario, especie de autocrítica delautor de este sistema geológico que excluye en absoluto el fue-go central; no es que los enigmas teóricos de los cuales estárecargada la geología sean pura novela, pero sí el factor domi-nante han sido concepciones teóricas sin base real y las teoríasfundamentales de la Geología moderna, en relación con la de-ducción lógica de los hechos, están en el mismo caso que elromanticismo con respecto a! racionalismo en el campo de laliteratura.

Examinemos ahora la

TEORÍA GIROSCÓPICA DE BELOTDescartes

Esta teoría viene a resucitar ideas tenidas por poco menosque absurdos por los contemporáneos de otro gran francés deallá el siglo XVII: me refiero a DESCARTES, el fundador orenovador de las ciencias y de la filosofía de su tiempo, quetanto impulso ha dado a las ciencias matemáticas, a la fí-sica, a la psicología, a la metafísica, etcétera. Descartes fué ungenio universal, un portento de la especie humana, un hombrede esos tan extraordinarios como aquellos cometas que solo demilenario en milenario aparecen ante nuestra vista.

He dicho que Belot ha resucitado la hipótesis giroscópica oturbillonar con que Descartes explicaba la constitución de lamateria en sus tres famosos elementos, y además la constitucióndel sistema planetario solar: ideas que le valieron las críticasmás acerbas por parte de los Peripatéticos, los filósofos quesólo admitían los datos del más riguroso silogismo.

Pues he dicho mal. Nada ha habido que resucitar, y sí sola-mente aplicar a los sistemas de mundos lo que hoy día la Cien-cia, sin réplica de nadie, aplica a porción de fenómenos físicos,entre ellos el fundamento de la atracción de los fluidos eléctri-cos y magnéticos de signo contrario y la repulsión de los deigual signo, que estriba, o se explica, por hablar con más exac-titud, por el hecho del sentido de rotación de las fuerzas elec-

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tromagnéticas. Se trata ahí de verdaderos torbellinos: tal y co-mo Descartes explicó en su tiempo estos fenómenos.

Entremos, pues, en materia... astronómica.

La bala de fusil que choca contra la placa de acero

Supongamos que tenemos un fusil mauser; delante de lapizarra ponemos una gruesa placa de acero: imaginemos quesea de esas que protegen el casco de los acorazados. Y dispa-remos. La bala no ha podido atravesar la placa de acero. Ana-licemos los hechos desde un poco más cerca. El cañón delfusil está estriado interiormente en hélice. La bala, pues, ha sa-lido animada de dos movimientos, y la trayectoria de todos lospuntos materiales de su masa no ha sido sencillamente una rec-ta, sino un tirabuzón, una hélice.

Al no poder atravesar la placa de acero, ¿qué le ha ocurridoa la bala? Pues que por inercia y por impenetrabilidad se hadesplegado formando una especie de abanico circular, una es-pecie de hongo; pero además vemos que el plomo está retor-cido, formando como un tosco y disforme tornillo, y vemosasimismo que el reborde de esa especie de seta está engrosadoy algo vuelto hacia atrás, como si las partículas tendiesen allí agirar en planos perpendiculares al plano de la coraza de acero.

Como veis esta teoría cosmogónica es también dualista, co-mo la de los norteamericanos. Pero este dualismo no es tanviolento como el de Chamberlin; aquí no hay pulverización deun planeta ni marea ni espiral nebulósica. Belot es más pací-fico: arranca de la materia en ese estado de radiación, de enra-recimiento, en este estado energético que ni es gaseoso, ni lí-quido ni mucho menos sólido: llamémosle estado de electrón.

Fijadas las ideas en este ejemplo material, vamos a extender-las a la mecánica de las nebulosas.

¿Quién será en el universo la placa de acero, y quién la balade mauser? Pues aquélla podría ser una nebulosa amorfa, a lacual atribuiremos electrones de un signo; la bala sea un tira-buzón, un TORBELLINO de electrones de otro signo, de sig-no contrario.

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Claro está que también aquí hay que suponer que ese orden,ese equilibrio admirable, esa obediencia ciega que no pocosatribuyen al Universo, no existe; y claro está también que esedesorden no debe sorprendernos a los que estudiamos la Na-turaleza y sus ciencias, pues en la materia siempre hay movi-miento, y si este movimiento tiende al orden, al equilibrio, a lanivelación, viene, fatalmente la muerte, el quietismo, el silencio,la oscuridad, el frío, el no ser.

Hay que suponer, pues, que es cosa corriente en el Universoel albur de que choquen entre sí o bien dos cuerpos celestes obien dos masas de electrones.

Los ejes planetarios

Sigamos, pues. Y veamos cómo están dispuestos los ejes delos planetas de nuestro sistema con respecto al eje del Sol, que,como no ignoráis, está dirigido hacia la estrella Vega de laconstelación de Hércules. Y, efectivamente: tenemos que losejes de Mercurio, de Venus, de la Tierra, forman con el eje so-lar ángulos pequeños, pero crecientes: ya sabéis todos que elángulo entre el ecuador solar y el ecuador terrestre es de23°27'. Y fijáos cómo, de esa guisa, aumentan los ángulos enlos demás planetas, Marte, Júpiter, Saturno. Y al llegar a Ura-no, pero sobre todo a Neptuno ¿qué se observa? Pues lo quevemos es lo mismo que el reborde de la bala que deflagró sobrela placa de acero; vemos que Neptuno gira ya en un plano per-pendicular al plano del ecuador solar, o que su eje está situadoen este mismo plano y es constantemente tangente a la órbitaneptuniana. Resulta que en Neptuno los días son siempre igua-les a las noches, y que si España estuviera en Neptuno, en lu-gar de amanecer el Sol por las costas mediterráneas lo haría¡por los Pirineos! Y además estaríamos en el ecuador, lo mismoque Francia, Inglaterra, Alemania

Las Novas según Belot.

Pues bien: supongamos que contra una nebulosa amorfa,cuya superficie en kilóm. cuadrados sea la unidad seguida detantos ceros como gotas de agua hay en el mar, choca algo obli-

—14—cuamente—y así tendremos explicada la elipticidad de las órbi-tas planetarias—una tromba de electrones de signo contrario alos de la nebulosa amorfa, con una velocidad en el momentodel impacto infinitamente superior a la de la bala de fusil.

Al chocar unos y otros los electrones se formaría un cuer-po, un protocuerpo, llamémosle nebulium; protocuerpo quieredecir algo que ya es gaseoso o poco menos, algo ponderable:materia. Y habiendo materia hay gravitación y hay fuerza cen-trífuga.

En el cielo ha aparecido una Nova. Se han formado bandaselípticas, anillos; y a semejanza de un chorro de agua, que pre-senta nodos y vientres, el torbellino presenta ya los suyos, y decada vientre se desprenden otros tantos torbellinos chicos cu-yas trayectorias van divergiendo de la primitiva trayectoria conque el torbellino chocó contra la nebulosa amorfa.

Cada torbellino chico será un futuro planeta, y cada torbelli-no que de los torbellinos planetarios se desprenda, será un fu-turo satélite.

Ved un caso de torbellino celeste: la nebulosa de Andró-meda.

El tetraedro terrestre.Ya dijimos que los planetas están formando como una gigan-

tesca bala deflagrada contra una gigantesca placa de acero. Es-to por sí solo constituye un poderoso argumento en favor dela teoría de Belot. Pero vamos a otro hecho que puede invo-carse en favor de su hipótesis. Me refiero a la morfología de laTierra.

¿Qué forma tiene la Tierra? Esférica, no. Tetraédrica, sí.Mejor: intermedia entre una esfera y un tetraedro: como unapera cuyo pedúnculo coincidiese con el eje terrestre y con elpolo Sur al mismo tiempo. Como en todo tetraedro, a una ca-ra se opone siempre un vértice; es una ley, pues, antipódica.Si mantengo yo este tetraedro sobre la mesa apoyado en unvértice, éste representa el polo Sur y el continente antártico; lacara opuesta es el océano glacial Ártico. Por el punto medio de

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la distancia entre dichos cara y vértice trazo un plano perpen-dicular: es el Ecuador de la Tierra. Los otros tres vértices quequedan en la parte superior de dicho plano son los núcleoscontinentales del Canadá, Finlandia y Siberia, alrededor de loscuales, como si fuesen núcleos de cristalización de la sal co-mún en el agua madre, han ido creciendo las tierras, al pare-cer. Tres aristas rodean la cara superior de este tetraedro:igualmente que Asia, América del Norte y Europa rodean di-cho océano glacial. Las otras tres aristas vienen a coincidiren el vértice del polo Sur, en la Antártida: tres grandes aristashay en la Tierra así dispuestas: América, Africa y Australia.

Hemos hablado de una cara, que viene a ser aquel repetidoocéano. Las otras tres caras serán otros tantos océanos, el At-lántico, el Índico y depresiones indo-siberianas, y el Pacífico.

Esto está claro; pero insisto en que el tetraedro parece apo-yarse sobre ese vértice. ¿Porqué?

El teorema de Poincaré

Yo no sé si la solución que da Belot a este problema podríasatisfacer a los espíritus analíticos de Clairaut, Legendre, La-place, Roche y otros matemáticos de la brillante escuela fran-cesa; tampoco sé lo que pensaría Darwin, matemático homóni-mo del famoso naturalista, que, como es costumbre en sus tra-bajos, dibujó las figuras de equilibrio correspondientes a lassoluciones halladas al famoso problema de la masa fluida enrotación; pero sí sé que Poincaré, el gran matemático, no des-aprobó los originalísimos puntos de vista de Belot.

Y no podía por menos de ser así, puesto que a Poincaré sedebe un teorema célebre que dice: Si la figura piriforme tienemayor momento de inercia que el elipsoide crítico, la figurapiriforme es estable; de otro modo, es inestable.

Más recientemente aún, Jeans encuentra una figura piriforme.A todo esto hay que advertir que el problema está agotado

desde el punto de vista exclusivo de la Mecánica. Para ir másallá necesitan los matemáticos un punto de apoyo: una peticiónde principio cosmogónica.

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Trayectoria de nuestro sistema planetario.

Consecuencias.

He aquí, pues, cómo razona Belot:Sabido es que el Sol, con toda su cohorte, se desplaza hacia

la constelación Hércules, sin que sepamos si este desplazamien-to obedece a una gran órbita que describe el conjunto plane-tario alrededor de un centro desconocido, o si es una trayec-toria rectilínea; esta trayectoria no sería otra cosa que la quellevaba el torbellino inicial.

Un ejemplo nos servirá para aclarar la hipótesis de Belotrespecto al hecho de que el polo Sur de la Tierra, precisamen-te, corresponda a un vértice del supuesto tetraedro.

¿Qué sucede cuando por una polvorienta carretera marcharaudo un automóvil? Que el polvo se acumula detrás, proyec-tando un cono de gran longitud. Y si el coche fuese de unamateria blanda, plástica, la parte anterior, por efecto de la enor-me presión con que hiende el aire, se distendería, se ensan-charía.

Apliquemos el cuento a la Tierra cuando aún estaba en lafase estelar, y tendremos explicado porqué el polo Norte caeen medio de un océano y porqué el polo Sur es un vértice, unapunta, un continente: el continente Antártico.

Obsérvese además la contorsión de los continentes australes,especialmente América, debida a que el hemisferio austral, ha-llando menos resistencia, tendía a girar más velozmente que elboreal. Por eso también existe un Mediterráneo, una cicatriz al-rededor de toda la tierra.

Es curiosa en extremo la formación de los mares y la expli-cación del predominio de éstos en el hemisferio austral. Todoresponde a lo mismo. Sobre la punta antártica habríanse preci-pitado las sales, las escorias y por fin el agua, en forma de suce-sivos diluvios; y desde aquélla, a medida que el punto crítico seacercaba y la reevaporización era menos probable, avanzarían alo largo de los meridianos hacia el ecuador y, rebasándolo, ha-cia las latitudes boreales.

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Es de advertir que Marte presenta igualmente un hemisferioeminentemente oceánico; también allí es el hemisferio austral.

Lo cual tiene un valor teórico muy importante para las ase-veraciones del ilustre Belot.

La Geología en BelotPero no acaba aquí todo. Permitidme un momento no más

para sorprenderos con una asombrosa novedad que Belot des-cubre como corolario de sus dificilísimos y atrevidos cálculos.¿Verdad que la Tierra tiene una Luna? Pues bien: necesitandola Tierra seguramente de su materia, se ha incorporado en di-versas ocasiones OTRAS TRES LUNAS. ¿Dónde están laspruebas? Ah, esto quizá no lo sepamos nunca. Lo que sí pareceestar fuera de duda es que calculando el diámetro de Marte, elde Júpiter, Saturno, etcétera, mediante la paralaje, asegura Be-lot que si Marte, o Júpiter o Saturno, etc., con tal y tal cual diá-metro tienen tantos y tantos y cuantos satélites, la Tierra tiene,de derecho, tres satélites más entre la Luna y ella misma: laLuna sería el 4.°, el más distante. ¿Lo niega alguno de vosotros?Perfectamente; mas ¿quién asegurará que la Luna no caerá so-bre la Tierra algún día? Pero ¿es que la Luna no está más cercade la Tierra cada año, cada día, cada hora, ya que la Tierra, porla atracción que sobre su satélite ejerce, ha conseguido por depronto refrenar su movimiento de rotación, haciendo que laLuna nos presente siempre una misma faz?

Estas lunas o anillos satelitares no en balde habrían ido pre-cipitándose sobre la Tierra, puesto que antes de sufrir el efectodisruptor, con arreglo a la ley de Roche, habrían originado entres etapas, la acumulación, la marea de los magmas internos,el corrimiento de éstos hacia el ecuador, el correlativo aumentode peso en los polos y el plegamiento de la corteza en las tresorogénesis clásicas: caledo-huroniana, carbonífera y alpina.

Y cuenta que hay quien atribuye las variaciones seculares delclima de la Tierra a la presencia de hileras de meteoritos quevendrían a ser las reliquias de los anillos satelitelares de Belot.

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EL PROBLEMA DE LA BARISFERATERRESTRE

Antes he invocado la necesidad de que las investigacionesastronómicas, geológicas y físico-matemáticas no sean fragmen-tarias, y de que cada especialista se entere de la marcha de lasideas en los campos ajenos. El desdén glacial por aquéllo queno sea de la propia especialidad es un desdén suicida y anti-científico. Preferible mil veces es la infantil ciencia de un Aris-tóteles al compartimento estanco de cualquier titulado sabiomoderno, que vive encerrado en su torre de marfil.

Otra vez Descartes

He aquí un caso típico. Vamos a hacer una digresión. Hemosde alejarnos del punto de vista exclusivamente geológico; espreciso seguir una trayectoria que va nada menos que desdelos torbellinos de Descartes a las ecuaciones electromagnéticasde Lorentz.

EL PUNTO DE VISTA CARTESIANO ANTE EL PROBLE-MA DE LA MATERIA.—Quienquiera que hojee cualquierade las obras clásicas de Descartes, pero sobre todo, en resu-men, un libro antiguo, celebérrimo: DANIEL (P. Gabriel),VIAJE AL MUNDO DE DESCARTES (Refutación), del cualhay una traducción española de allá a fines del siglo XVIII, ten-drá ocasión de saborear las concepciones originalísimas, verda-deramente geniales, del gran filósofo respecto a la constituciónde la materia y de los mundos. No podemos resistir al deseode transcribir algunos párrafos del libro, en los cuales Descar-tes parece tener la palabra para explicar a los Peripatéticos,sus contradictores, cómo reproduce él la formación del sistemaplanetario solar.

«Voy a dividir—dice— en partes iguales toda la materia quese contiene en este espacio. Todas estas partes serán desdeluego muy menudas, pero aún se harán mucho más menudasdespués». «Dividiré este espacio en veinte turbillones, cada unode los cuales se compondrá de una infinidad de insensibles y

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menudísimas partes de materia». Es menester que concibáis ca-da turbillón como una cierta especie de Cielo, en cuyo centrose formará una estrella fixa. Y así haciendo desde luego veinteturbillones en el espacio... vendré a hacer otras tantas estrellasfixas». Aquí sigue la formación de nuestro sistema solar. Y lue-go añade: «Este mutuo y continuado rozarse unas partes conotras ¿no las labrará y pulirá más bien que si fuesen hechas atorno? Estas bolas, pues, así formadas, son las que forman elque llamo yo segundo elemento». «Pero al mismo tiempo quese quiebran y gastan las esquinas bien véis que se hace un me-nudísimo polvo. Este polvillo es lo que yo llamo la materia delprimer elemento. Véis asimismo que entre estas partes del pri-mer elemento, tan menudas y subtiles que son, hay algunas notan pequeñas como las demás. Y como no son sino las rasurasde las bolas, o glóbulos de el segundo elemento, no dejan detener sus ángulos y varias desigualdades. .: de que provieneque embarazándose y enredándose al fin entre sí forman, comovéis, ciertas masas ramosas y groseras que nombro yo materiadel tercer elemento. Y vé aquí mis tres elementos de los cua-les, estoy cierto, que nada se puede reprehender»

«Mientras tanto las partículas de la materia, a fuerza de rodarsobre sus ejes, y de rozarse las unas con las otras, se pulíanmás y más; y a medida que se iban puliendo, y se hacían gló-bulos o bolillas, perdían también de su tamaño.»

«Luego—relata el peripatético—las vi alejarse del centro delturbillón y no parar hasta apoderarse de la circunferencia: obli-gando asi a la materia del primer elemento (o sea el polvo tenuí-simo), que estaba dispersa por todo el turbillón, a ceder su lu-gar, a retirarse al centro y a formar allí un globo, o por decirloasí, un género de aglomeración de polvo sumamente sutil y tenue.»

Observando entre tanto cómo los torbellinos giraban, diceDescartes así: «Bien véis esa materia del primer elemento: ellase mueve y anda alrededor con violencia y consiguientementehace esfuerzos por apartarse del centro del turbillón donde gi-ra. Haciendo este esfuerzo para salirse del centro del turbillónimpele en su giro la materia del segundo elemento que ocupa

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«Imaginaos que estáis con vuestro cuerpo en alguna partede la circunferencia de este turbillón, y que miráis hacia su cen-tro: ya concebís que muchas líneas de la materia del segundoelemento van a dar o se terminan en el fondo de vuestros ojos..por lo cual percibimos la luz».

Como no queremos fatigar al oyente, añadiremos tan soloque en los torbellinos envejecidos, que giran con menos rapi-dez y están prestos a ser capturados por los torbellinos inme-diatos, la materia del tercer elemento formará las manchas «quehabréis visto muchas veces en el disco del Sol»... A este tercerelemento atribuía Descartes formas ramosas, acanaladas: los fe-nómenos magnéticos serían debidos a dicho tercer elemento.

Yo no pretenderé ahora establecer paridad alguna entre lasideas cartesianas y los resultados de las teorías modernas. Massí he de hacer notar cómo por encima de toda investigación, detoda conquista real y efectiva, flota perennemente el espíritucreador humano; cómo alrededor de cada ley científica insos-pechada existe siempre una atmósfera de fantasía, de elevaciónespiritual: un más allá. El gran Descartes lanzó a su mundocontemporáneo fantásticas quimeras, Como el proyectil quedispara ciclópeo cañón y describe una trayectoria parabólica,así las ideas, utópicas fantasías de poeta soñador para los queviven el actual momento histórico (este actual lo mismo puedeser el siglo XVII, que el XVIII, que el XIX, que el XX), tienensu trayectoria, y muchas veces al cabo de generaciones, al ca-bo de décadas, de siglos, de milenarios, reciben plena confir-mación...

¿Lo es de las fantasías cartesianas la dirección del pensamien-to científico actual en orden al problema de la constitución físi-co-química del interior de la Tierra?

El vacío absolutoDejando por el momento incontestada la pregunta, y antes

de exponer el estado de la cuestión, quiero recordaros que elvacío más extremo que el hombre ha podido obtener—y bien

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comprenderéis qué pequeño será en relación con el que existeentre los astros—presenta, cuando la temperatura desciende a170° bajo cero, una viscosidad sólo diez veces menor quela del aire normal. Consecuentemente, el éter cósmico debe te-ner una concentración insospechada: ¿tendría razón Descartesal concebir que la materia del segundo elemento ocupase laparte exterior de sus famosos torbellinos? ¿Vendrá, por consi-guiente, un día en que la Tierra sea englobada en el torbellinodel Sol y sobrevenga su muerte ígnea?

Pero vamos decididamente al problema del interior de laTierra.

La Cristalografía, los Rayos X y el Átomo

Desde hace algunos años andan los físicos afanosos de descu-brir la íntima constitución de la materia. Desde los tiempos deGrecia no se había avanzado gran cosa, y, como entonces, lameta del camino era el átomo.

Pero he aquí, que Haüy construye, casi por sí solo, una cien-cia: la Cristalografía. Y entonces viene lo curioso: es posibleque sin un Haüy el estudio de los cristales estuviese aún en suscomienzos; en cambio, cuando parecía ya agotado el aspectohistórico natural de la Cristalografía, esta ciencia acaba de reci-bir los resplandores de un orto, de un nuevo amanecer. Díga-lo, si no, una nueva conjunción de dos doctrinas: la Cristalo-grafía y la Electricidad. En efecto: los rayos X, que no se ha-bía logrado refractarlos y que, por tanto, si bien era presumiblefuesen de igual naturaleza que las vibraciones luminosas, difi-riendo tan solo por la frecuencia, todo esto no pasaba de seruna hipótesis, fueron por fin refractados mediante las sutilísimasredes de difracción constituidas por los planos de crucero delos cristales.

¿Y qué resultados se obtuvieron? Pues dos; y no poco fe-cundos. De una parte, la identificación plena de una categoríade vibraciones que percibe nuestra retina, con esas otras de ma-yor frecuencia, los rayos X. Y de otra lo que es más sorpren-dente aún, el que se corriese el velo que nos impedía adivinar

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qué había más allá del átomo, pues la cantidad de rayos X di-fractados, su longitud de onda y el valor del ángulo de inciden-cia sobre una cara cristalina dependen en parte de la frecuenciay cantidad con que los electrones giran en el átomo.

Y he aquí la teoría de Bohr y de Crehore.El átomo se concibe como una esfera de electricidad positiva

en torno de la cual giran hileras de electrones o cargas de elec-tricidad negativa. Pues bien, la velocidad de rotación así comoel radio de aquellas hileras dependen de diversos factores y sona su vez causa de las más variables manifestaciones físico quí-micas.

Por ejemplo, parece ser que la atracción gravitatoria de doscuerpos es proporcional al producto de las sumas de los cua-drados de las velocidades de los electrones que giran dentrode los átomos constitutivos de dichos dos cuerpos.

¿Es cierto este principio? Puede serlo, pues en él no va en-vuelto ningún prejuicio; por el contrario, es producto de unalarga elaboración matemática, pacientísima como pocas.

¿Es falso? Ah!, entonces cae por su base, como frágil castillode naipes, la promesa que, por primera vez en la historia de laHumanidad, se dibuja en el horizonte del porvenir: esta pro-mesa es el tener el hombre a mano el medio racional de saberqué es lo que hay 6.000 kilómetros debajo de nosotros.

La filosofía matemática de Crehore (*). Conclusión.

Retengamos el principio anterior. Ahora bien: la ecuaciónque expresa el peso de un átomo en la superficie terrestre con-tiene dos cantidades incógnitas: 1.a la suma de los cuadradosde las velocidades de los electrones en el átomo; 2.a la sumade los cuadrados de las velocidades de cualquier electrón en latierra. Si se escoge el átomo de Carbono se puede calcular lasuma de los cuadrados de las velocidades de sus electrones.Ésta es una de las dos incógnitas, y por consiguiente podemosencontrar con el mismo límite de error la suma de los cuadra-dos de las velocidades de cada electrón en la tierra.

(*) The Mistery of Mastter and Energy. New York. 1917.

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El número así determinado es muy grande: aproximadamen-te 21 por 10 40 en términos de velocidad de la luz como unidad.Dividiéndolo por el número total de electrones que hay en laTierra se podrá hallar el cuadrado de la velocidad media de unelectrón.

Un gramo de cualquiera sustancia contiene siempre igual nú-mero de electrones: 6 05 por 10 23.

Multiplicando este número por el de gramos o masa de laTierra, es decir, su peso, que es de 5.984 por 1027 gramos, seobtiene el número de electrones que hay en la Tierra, o sea36'2 por 1030.

Dijimos que la suma de los cuadrados de las velocidades decada electrón es 21 por 1046. Si se divide este número por elnúmero de gramos, 5.984 por 1027, se obtiene como cuadradomedio 5856 cienmillonésimas. A su vez, la raíz cuadrada de estecuadrado medio de velocidad para el electrón en la tierra será765 cienmilésimas.

¿El Hidrógeno, reliquia de la sustancia nebulósica ,guardado por la Tierra como potencial energético?

Hoy día se conocen, en virtud de las ecuaciones electro-magnéticas de Lorentz, no solamente las velocidades electróni-cas medias del carbono sino las de los electrones de todas lasdiferentes formas de los elementos químicos.

La velocidad para un anillo de cuatro electrones es 846cienmilésimas de la velocidad de la luz; para un anillo de ochoelectrones es 12 milésimas. Pero antes, partiendo del núme-ro total de electrones que existen en la Tierra, y de la ecuaciónque establece el peso de un átomo en la superficie terrestre,llegamos a una cifra distinta, más arriba escrita: 765 cienmi-lésimas, valor inferior a los anteriores inmediatos. Quiere es-to decir que las sustancias de la corteza terrestre contienenátomos en los cuales los electrones giran a velocidades cuyosvalores son mucho mayores que 765 cienmilésimas de la velo-cidad de la luz. Luego los átomos del interior de la Tierra de-ben tener un valor menor que éste para mantener el promedio

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765 cienmilésimas. El único átomo que tiene un valor, para es-ta velocidad, menor que esta cifra es el átomo de HIDRÓGE-NO, que tiene un valor probable de 369 cienmilésimas.

Este resultado consagraría al hidrógeno como la única sus-tancia que llena el centro de la Tierra; o, si no queremos com-prometernos aún más, podría conjeturarse por lo menos queel centro de la Tierra está ocupado por el más ligero de loselementos. A primera vista parece esto absurdo, imposible, su-puesto que el hidrógeno es el menos pesado de todos los gasesconocidos a la presión atmosférica. Y aún más: la densidad dela Tierra es 5'5247, mientras que la de la superficie es conside-rablemente menor que este valor medio. Por lo mismo, la den-sidad del interior debe ser mayor que la media.

Difícil es, en vista de lo que va dicho, pensar en un hidró-geno con una densidad 6 (!). Pero no lo es tanto cuando seconsidera la inmensa presión bajo la cual él existe en el centrode la Tierra. Y cuando es admitido que en tanto la distanciaentre la Luna y la Tierra, y entre ésta y el Sol, es, respectiva-mente, 60 veces el radio terrestre y 215 veces el radio solar,los intervalos que separan los átomos de carbono en el dia-mante varían entre 319 y 412 veces el radio del anillo exteriorde sus electrones, nada se opone a que el hidrógeno pueda re-sistir cualquier presión, la cual se traducirá en un decrecimien-to de las distancias interatómicas, sin que por esto deje de po-seer ninguna de sus propiedades. Así puede aumentar su den-sidad cuanto queramos suponer.

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........................Tales son las conclusiones, casi idénticas a los sueños de la

filosofía cartesiana, con que mediante la portentosa herramien-ta cerebral de Crehore nos asombra hoy la teoría electrónica yelectromagnética, sobre cuyas bases la Ciencia pretende descu-brir los misterios de la energía y pugna por desentrañar losgrandes arcanos de la materia...

HE DICHO.