las mentiras

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En una relación de pareja no debe existir nada oculto. Cuando sucede, puede traer serias consecuencias. Decir a su cónyuge que le cae muy bien su suegra, que salga con sus amigas sin problema, que no importa si llega tarde a casa debido al trabajo, que es lo máximo en la cama, que mejor se quede en casa sin trabajar o que no le importa que haya perdido el empleo son algunas de las mentiras más comunes que se dan entre la pareja al inicio de la relación. Según la psicóloga clínica Romy Albuja Arteaga, al principio son tolerables, pero con el tiempo cuando el nivel de complacencia en la relación conyugal va bajando, los engaños comienzan a crecer y son puestos en práctica a la perfección. Este mal hábito se da en hombres y mujeres, y sucede porque desde el inicio de la relación de pareja se lo ha empleado. Cuando eran enamorados, por ejemplo, es probable que la chica le haya dicho a la mamá que saldría con los amigos o amigas, pero en realidad con quien se vería era con el novio. Entonces, el vínculo amoroso empieza mal y posteriormente da un fruto inadecuado. “Mentir a la mamá significa que en un futuro ella será capaz de engañar al esposo”. “Igual sucede si el chico le comenta a su pareja que hizo trampa en un examen de la universidad. No solo que miente a la autoridad, sino a sí mismo. Este joven podrá ser muy lindo, bonito o estar muy perfumado, pero en el fondo es alguien que le gusta mentir”. Foro ¿Las mentiras se pueden tolerar?Participe Las mentiras, dice Albuja, también surgen cuando la persona es insegura y no es frontal para expresar lo que piensa y quiere, sobre todo, porque la

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Page 1: Las Mentiras

En una relación de pareja no debe existir nada oculto. Cuando sucede, puede

traer serias consecuencias.

Decir a su cónyuge que le cae muy bien su suegra, que salga con sus amigas sin

problema, que no importa si llega tarde a casa debido al trabajo, que es lo máximo en

la cama, que mejor se quede en casa sin trabajar o que no le importa que haya

perdido el empleo son algunas de las mentiras más comunes que se dan entre la

pareja al inicio de la relación.

Según la psicóloga clínica Romy Albuja Arteaga, al principio son tolerables, pero con

el tiempo cuando el nivel de complacencia en la relación conyugal va bajando, los

engaños comienzan a crecer y son puestos en práctica a la perfección.

Este mal hábito se da en hombres y mujeres, y sucede porque desde el inicio de la

relación de pareja se lo ha empleado. Cuando eran enamorados, por ejemplo, es

probable que la chica le haya dicho a la mamá que saldría con los amigos o amigas,

pero en realidad con quien se vería era con el novio. Entonces, el vínculo amoroso

empieza mal y posteriormente da un fruto inadecuado. “Mentir a la mamá significa

que en un futuro ella será capaz de engañar al esposo”.

“Igual sucede si el chico le comenta a su pareja que hizo trampa en un examen de la

universidad. No solo que miente a la autoridad, sino a sí mismo. Este joven podrá ser

muy lindo, bonito o estar muy perfumado, pero en el fondo es alguien que le gusta

mentir”.

Foro

¿Las mentiras se pueden tolerar?Participe

Las mentiras, dice Albuja, también surgen cuando la persona es insegura y no es

frontal para expresar lo que piensa y quiere, sobre todo, porque la pareja no le ha

dado la suficiente confianza para expresar lo que le agrada o le disgusta. Pero si le

otorga seguridad se sentirá escuchada, respetada, analizará la situación y la

compartirá; de lo contrario, comenzará a ocultar información de sí mismo y acerca de

su relación con los demás.

Para la psicóloga clínica Mónica Llanos de Mora, si bien es muy importante la

frontalidad y sinceridad en una relación de pareja, también es necesario saber decir la

verdad. No por ser frontal se debe ser impertinente, inoportuno o irrespetar a la otra

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persona. Ante todo debe haber respeto y consideración, saber comunicar es

importante, es decir, buscar el momento y lugar oportunos.

“La sinceridad y confianza es algo que se lo construye a lo largo de la relación,

aprender a escuchar es fundamental, respetar las opiniones y decisiones de la pareja

también, al igual que expresar nuestros puntos de vista y desacuerdos con la pareja

sin que esta se sienta atacada”.

Cuando uno de los dos empieza a sentirse inseguro, agrega Llanos, es porque al

comunicar y compartir, recibe críticas, recriminaciones, se siente juzgado y

desvalorizado por la pareja e incluso cuando siente que se limita su libertad de ser

quien es y de hacer lo que le gusta. Por ello prefiere ocultar las cosas, decirlas a

medias o simplemente mentir, con la finalidad de evitar las discusiones y conflictos en

la relación. Otras de las razones para mentir son cuando se hace algo que sabemos

que desagrada a la pareja o cuando se da lugar a la infidelidad emocional o física.

Algunas de las características, agrega Llanos, que nos deben poner alertas son:

cuando evitamos conversar sobre ciertos temas con nuestra pareja; cuando hacemos

cosas o frecuentamos a personas sin que nuestra pareja lo sepa; cuando minimizamos

las mentiras y las consideramos sin importancia; cuando pensamos que las mentiras

no van a afectar la relación y que tenemos control de la situación.

Descubrir la mentira

La mejor forma de descubrir que la pareja está mintiendo, dice Albuja, es estar

presente en la convivencia y en la vida diaria del compañero. Se debe frecuentar el

área laboral del cónyuge, ir a la oficina de vez en cuando, dejarlo en el trabajo o

asistir juntos cuando hay salidas en grupo, es decir, relacionarse con las amistades de

ambos.

Sin embargo, agrega, la mejor forma de evitar que nos vuelvan a mentir es si se

detecta otra, no dejarla pasar. Siempre hay que aclarar por qué se la dijo. Es ahí

cuando se notará que ante determinada situación no hay comprensión.

Llanos explica que cuando se intuye o descubre que la pareja miente, se debe buscar

el tiempo y lugar para aclarar la situación, nunca en público o en presencia de otras

personas. Incluso se debe ser directos, pero cuidar mucho las palabras que se utilizan.

Lo mejor es hablar en primera persona si se sospecha de una mentira, decir por

ejemplo: ¡Me parece..., ¡estoy sintiendo que...!

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Asimismo, si se trata de una mentira comprobada, hay que empezar expresando

aquello de lo que nos hemos enterado. Dar lugar a que la pareja exponga su punto de

vista, las razones que la llevaron a mentir, manifestar lo afectado que está con la

mentira y finalmente, y lo más importante, llegar a acuerdos para recuperar la

confianza.

Por último, dice Albuja, no hay que olvidar que cuando hay mentiras en la relación de

pareja, es porque existe mucha inseguridad tanto en el mentiroso que provee la

mentira como en quien recibe la mentira. Entonces es cuando se enquista la traición,

la infidelidad, surge la separación o la terminación del matrimonio.

 

Psicología de la mentira (I): Tipos de mentirasAgo 16, 2013 by Rafael Benítez Moreno 15 CommentsCompártelo!Google+8Twitter19Facebook166LinkedIn1

Voy a realizar una serie de artículos sobre la mentira, bases fisiológicas, lenguaje no verbal, indicios de engaño, tipos de mentiras… ya que en Psicología, una de las materias que más dediqué tiempo a investigar fue la del comportamiento. Saber diferenciar de los demás cuando dicen la verdad y mentira no es un don de unos pocos. Las clave en la psicología de la mentira está en la comunicación, el contexto y el comportamiento. ¿Lo vemos?.

INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA DE LA MENTIRA: LOS DOS TIPOS DE MENTIRAS.

Una de las razones de la mentira puede ser querer salvaguardar ante los demás una determinada imagen que pensamos que tienen de nosotros. En este caso, la

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principal razón para mentir es la vergüenza o intentar evitar el deterioro de la reputación y de la imagen.

Patrick White, «Una mentira, sin embargo, no encierra una cabal malicia cuando se profiere en defensa del honor».

Una parte de todo engaño es la de “formación de impresiones” o “manejo de impresiones“, al proporcionar información dirigida a crear una imagen socialmente adecuada de nosotros mismos. La mentira cumple no sólo la función de ocultar la verdad, sino también la de dar impresión favorable ante los otros, dando seguridad y protección, y y evitando la vergüenza pública y valoración negativa de los demás.

Queremos proyectar ser más inteligentes, educados, atractivos, más poderosos o simplemente ricos de lo que en realidad somos. No se salva nadie de la “mentira”. Existen diferencias de sexo cuando hablamos de la mentira. Los hombres quieren parecer más poderosos, ricos o inteligentes de lo que son, y  las mujeres quieren mostrar más interés por los demás del que tienen realmente.

La ambigüedad es una característica del lenguaje, que no debe considerarse negativa, ya que proporciona matices y riqueza a la comunicación humana. Además, el lenguaje describe así mejor la realidad y se acerca más a ella, ya que muchos acontecimientos, sociales y privados, como nuestras emociones o los sentimientos que acompañan a un encuentro con una persona querida u odiada, no pueden describirse sin matices.

Edward de Bono, […] la posibilidad, la especulación y la fantasía son elementos de la comunicación humana”

El valor de la comunicación es más lo que sugiere que lo que refiere. Si tuviéramos que revisar en cada conversación y frases, nuestras comunicaciones serían limitadas y aburridas, mermando nuestra capacidad de comunicación y nuestras posibilidades de interacción. Queremos despegarnos de la realidad y si algo nos parece interesante, pensamos que debe tener algo de verdad o deseamos que así sea.

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Las mentiras se disculpan más a unas personas que a otras.

Una persona puede ser considerada hábil, diplomática, o astuta y verse en ella la mentira como una cualidad positiva. De algunas profesiones, como ocurre con los políticos, no se espera que digan siempre la verdad o que cumplan sus promesas. Tampoco extraña en personas que socialmente encubren mentiras para no crear situaciones perjudiciales (indefensión aprendida). No nos debe extrañar que se les perdonen las mentiras o eso parece cuando hablamos de la misma.

Otto von Bismarck: “Cuando quieras engañar al mundo, di la verdad”.

Evelin Sullivan, “en su ensayo sobre la mentira”, nos habla de las condiciones que debe reunir la mentira para ser tolerable.

 

Dentro de la psicología de la mentira para Sullivan pueden tener tolerancia social e incluso aplauso cuando se dan algunas de las siguientes circunstancias: que sean ingeniosas y divertidas, que sean obra de un embaucador simpático o ingenioso, que no nos sintamos ofendidos por ellas, que sean hasta cierto punto inofensivas o que sus motivos no nos perjudiquen a nosotros en principio.

Existen dos tipos básicos de mentiras:

(1) Ocultación, escondiendo o callando un hecho u opinión.

Las mentiras de ocultación persiguen retener la información intencionadamente. La omisión de elementos en la comunicación lleva a una falsa interpretación por parte del destinatario o receptor. Según la psicología de la mentira, el mentiroso engaña suprimiendo la verdad a través de silencios, descripciones vagas o muy generales, evasión de preguntas, emoción fingida, ira o indignación. También es ocultación revelar la verdad a medias sin exponer elementos clave de la  información que, siendo verdadera, esquiva el asunto, desvía la atención o provoca una interpretación errónea de los hechos.

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Admitir la verdad de forma exagerada o errónea también es una forma de ocultación o mentira: “Sí, voy robando a la gente por la calle“. Otra forma es utilizar términos, frases, expresiones o giros que desvirtúen o atenúen el hecho que se quiere ocultar. Es una mentira difícil de admitir, es la más corriente y la más ventajosa para el mentiroso, ya que siempre hay una vía de escape. Si se le descubre puede atribuir lo que dijo a un olvido, a que no se le preguntó precisamente eso, a que no entendió las palabras que se utilizaron, a que creía que querían saber otra cosa o a que malinterpretó la pregunta…

(2) Falsificación o creación de una historia.

En la psicología de la mentira hablamos de falsificación que consiste en la presentación de información falsa o en la invención de una historia falsa para confundir o engañar. El mentiroso proporcion datos, detalles o explicaciones como si fueran ciertos. Necesita para ello poseer buena memoria, anticipación y no perder la compostura. Si la mentira no consigue su objetivo de engañar a los demás debe volver a la falsificación, inventando más cosas, o admitir parte o toda la verdad. El descubrimiento es inadmisible para los engañados e inaceptable para el mentiroso ya que no tiene escapatoria.

Los mentirosos saben cuando pueden usar la mentira de ocultación o la de falsificación (la primera ofrece siempre más vías de escape y la falsificación exige esfuerzo mental).

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Construir una historia falsa cuesta siempre más que exponer la realidad. Su elaboración requiere esfuerzo, debe ser compatible y consistente con los datos que conoce el destinatario.

Para detectarlas se busca, entre otros datos, la congruencia entre los distintos elementos de la información que va proporcionando e indicios del mayor esfuerzo mental que requiere este tipo de mentira.

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Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE), mentir es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Consecuentemente, mentira es la «expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa». Engañar es «dar a la mentira apariencia de verdad» o «inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras y de obras aparentes o fingidas».

Para concluir este capítulo si no atenemos a la psicología de la mentira, el mentiroso alberga siempre miedo , fundado o no, a que la verdad se sepa. Además tiene miedo a ser menos que los demás, miedo a no conseguir un objetivo profesional, miedo a perder la confianza de los suyos, miedo a que no les quieran o aprecien, miedo a que no les respeten y miedo a perder o a no ganar algo.

La Psicología de la Comunicación establece que entre el 50 y el 70 % de los mensajes emitidos o recibidos son no verbales. Sólo una parte puede controlarse voluntariamente y con el engaño es bastante difícil ocultar esas señales.

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Son señales que normalmente ignora el que comunica, pero que la gente se da cuenta de esas señales. A través de ellas podemos conocer los sentimientos y actitudes de las otras personas, si se intentan esconder, o si hay incongruencias entre el mensaje hablado y el no hablado.

La mayor parte de la comunicación no verbal se realiza en apoyo del lenguaje en forma que los gestos, miradas y la expresiones faciales, ya que en muchas ocasiones completa el significado de las palabras, indica el grado de atención que presta la persona que escucha a quien está hablando…

La utilización de la comunicación no verbal sigue cuatro principios: familiaridad, conjunto, congruencia y contexto.

1. Familiaridad: Conocimiento que se poseemos de la situación en el que se produce la interacción (familiaridad situacional) y del que se tiene de la persona que emite y observa las señales no verbales (familiaridad personal).

En la interpretación de las señales no verbales del engaño, la familiaridad personal desempeña un papel muy importante. No utilizamos los mismos gestos con la misma frecuencia ni con la misma intensidad, cuando estamos con conocidos que cuando estamos ante desconocidos. Con los desconocidos no se emplea la comunicación no verbal con la misma naturalidad que con las personas con quienes se trata a menudo. Una persona conocida está familiarizada con nuestra respuesta no verbal, puede detectar emociones inesperadas y puede identificar intentos de disimulo.

2. Conjunto: Las señales no verbales no se emiten nunca solas, sino en conjuntos. Deben analizarse formando parte de un todo no como señales aisladas. Es conveniente observar todo el cuerpo y en especial el rostro y las manos.

3. Congruencia: Uno de los indicios del engaño es la incongruencia entre las señales verbales y no verbales. Las señales verbales son congruentes entre sí y congruentes con las no verbales siempre. Cuando hay congruencia entre ellas, la comunicación es clara. Un ejemplo de incongruencia es la sonrisa de disimulo que sirve para ocultar emociones.

4. Contexto: El empleo de las señales no verbales se rige por aspectos del contexto que determinan la comunicación dentro de una misma cultura. Existen aspectos propios del país, de la ciudad o de la región, de la clase social, de la categoría profesional o jerárquica y del entorno laboral. Un contexto serio va acompañado de una emisión limitada de señales no verbales, mientras que un contexto informal insta a una mayor expresividad.

INDICIOS NO VERBALES DE LA MENTIRA

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No existe ningún indicio no verbal del engaño que sea válido para todas las personas.

El mentiroso piensa más en lo que dice y menos en su comunicación no verbal. Es más fácil controlar las palabras que las expresiones y microexpresiones de la emoción.

Hay tres razones principales por las que la conducta no verbal puede revelar el engaño:

1. Mentir provoca estrés, miedo y esfuerzo que se traducen en expresiones y gestos observables. Los indicios no verbales expresan emociones de miedo o de no preparación de la mentira.

2. El intento excesivo de controlar la información produce actuaciones artificiales con poca emoción, pocos gestos y movimientos, que revelan una incongruencia entre el lenguaje verbal y el no verbal.

3. Los procesos cognitivos superiores que acompañan al acto de mentir llevan a conductas no verbales involuntarias.

Según Ekman hay 35 indicios que pueden revelar que una persona está mintiendo. La sola presencia de uno de estos signos no es un indicador seguro de que la persona esté mintiendo. Algunos de los indicadores son gestos y expresiones inconsistentes en el contexto de la conversación.

PRINCIPALES INDICADORES DEL ENGAÑO.

Expresiones y microexpresiones faciales.

Las expresiones emocionales auténticas no duran muchos segundos, sin embargo, cuando su duración es de cinco a diez segundos tienden a ser falsas . Las microexpresiones faciales son movimientos muy rápidos que aparecen en la conversación, abarcan todo el rostro y están intercalados entre expresiones faciales normales. Son inesperadas y aparecen en un contexto de poca expresividad mientras se habla. Tardan menos de una vigésima de

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segundo en producirse, son muy difíciles de percibir a simple vista. En las investigaciones de Ekman encuentra que las personas que mienten tienden a simular sus expresiones faciales, pero no pueden evitar la aparición de estas rápidas expresiones que les delatan.

Sonrisa.

La sonrisa es una de las formas habituales de disimular una emoción .

En los estudios de Ekman y O’Sullivan la sonrisa se utiliza para enmascarar las expresiones emocionales negativas como la ansiedad y el miedo. El mentiroso utiliza la sonrisa para ocultar sus auténticas emociones. Los músculos que producen la sonrisa, en especial el músculo zigomáticoal contraerse, posee el efecto de estirar la comisura de los labios hacia los lados y hacia arriba.

La risa falsa que puede encubrir una emoción que no se quiere revelar. Por su parte, la sonrisa verdadera va acompañada de la contracción del orbicular de los ojos, que eleva el párpado inferior cubriendo parcialmente los ojos.

La risa nerviosa es un indicador típico de ocultación.

Voz.

En situaciones de ansiedad y estrés la voz humana se vuelve más aguda elevando su tono. La persona tiene más dificultad para modular la voz y entonar. Puede aparecer una ligera afonía. Se tiene que prestar atención a los cambios de voz ante las preguntas clave. Sin embargo, la ausencia de cambios no es signo de veracidad.

Ritmo del habla.

El habla posee un patrón consistente casi rítmico. Cuando alguien se pone nervioso este patrón se vuelve más lento, inconsistente y con errores en el habla debidos al nerviosismo y al esfuerzo mental que necesita para controlar lo que va diciendo.

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Gestos.

Las personas utilizamos en la conversación una o las dos manos para adornar con gestos una comunicación. La persona que miente no se siente cómoda al reforzar con gestos sus respuestas verbales y éstas tienden a ser artificiales. Emplea menos gestos demostrativos. Los mentirosos utilizan menos movimientos antigravitatorios, como levantar las cejas, que demuestra convicción y fe en las palabras que uno pronuncia o levantarse de puntillas cuando están de pie al terminar una frase para añadir énfasis.

La mirada esquiva o huidiza señala al mentiroso. Por ello, atender a la actividad ocular es la forma más corriente de evaluar la mentira. Muchas personas piensan que es el mejor indicador. Sin embargo, factores de personalidad o culturales pueden influir en la manera de establecer el contacto ocular. Desviar la mirada es un signo de estrés. El mentiroso mirará a otro lado justo antes de responder o durante las primeras palabras de la respuesta.

Principales signos de nerviosismo.

1. Falta de control de las extremidades : se escapa una patada seca contra otra silla, se mueven los pies incesantemente o se manipulan objetos como sujetapapepeles, bolígrafos o gafas…

2. Automanipulaciones : tocar con las manos la cara, las orejas y el cabello, frotarse la nariz; retirar hilos reales o imaginarios de la ropa, sacudirse el polvo o la caspa, ajustarse las gafas, jugar con el pelo, estirar, acariciar o retorcer collares, pendientes o joyas. Son indicios de mentira cuando aparecen sistemáticamente asociados a respuestas específicas sobre el tema que se investiga.

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3. Cambios asociados a la sudoración: sudor en el labio superior; rascarse la nariz ante preguntas comprometedoras… Es lo que se conoce con el nombre de efecto Pinocho: al mentir se dilatan los vasos sanguíneos de la nariz de forma que ésta se hincha.

4. Sequedad en la garganta: Se debe a la inhibición de la secreción salival que acompaña al estrés y a la consiguiente sequedad de garganta.

5. Signos de preocupación y esfuerzo mental intensos: arrugar la frente y el entrecejo o apretar los labios.

6. Dificultades respiratorias: suspiros, ritmo respiratorio rápido y superficial.

7. Parpadear con más frecuencia que las personas que dicen la verdad: contracciones involuntarias de párpados y cejas.

8. Revolverse inquieto en el asiento.

9. Errores en la articulación de palabras: «se traba la lengua» o muestran vacilaciones al hablar.

Postura

La postura de la persona sincera suele ser «abierta», frontal, inclinada hacia delante y alineada con el que habla. La persona que miente tiende a apartar su cuerpo del entrevistador y a alinearse de forma oblicua, no de frente. Tiende también a inclinarse más hacia delante para apoyarse. Adopta una postura rígida y defensiva, con muy pocos cambios corporales.

Levanta barreras corporales: cruza brazos o piernas más frecuentemente que los que no mienten o se acompaña de gestos como taparse la boca o la cara.

En resumen la detección del engaño basada en indicios no verbales se apoya en aprender a observar, en conocer bien los comportamientos no verbales que provocan las emociones y en comparar el comportamiento no verbal en especial si hay cambios importantes cuando hay información clave.

LAS MENTIRAS EN LA PAREJAPublicado el 11/07/2013 por Vanessa

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“Recuerdo que cuando tú me mirabas no hacían falta palabras, y ahora no hay bastantes para explicar por qué mientes”. Mentiras – La Habitación Roja.

            ¿Por qué mentimos? Todos hemos mentido en algún momento de nuestra vida. Según investigaciones, los adultos decimos como media de 1 a 6 mentiras al día. Parece ser que mentir tiene sus beneficios: eludimos responsabilidades, evitamos castigos, salvaguardamos nuestra imagen ante la visión de los otros… aunque el mentir también va relacionado con características de personalidad, los extrovertidos mienten más que los introvertidos y en términos de género, tanto hombres como mujeres mentimos por igual, pero por diferentes motivos, los hombres mienten para dar una mejor imagen o impresión de sí mismos, mientras que las mujeres tienden a mentir para hacer sentir mejor a la otra persona.

            Con respecto a la pareja, la confianza es una base importantísima para que funcione. La mentira, ya sea por omisión o por comisión, es devastadora y afecta a la fidelidad, la intimidad entre las dos personas y debilita todas las bases sobre las que se asentó esa relación de pareja. Pero definamos que es confianza: confiamos en nuestra pareja cuando creemos en la sinceridad de sus conductas y de lo que nos dice, así pues, desconfiaremos cuando creamos que nos engaña o nos oculta cosas. Para conseguirla, el requisito principal es ser sinceros, pero… ¿hasta qué punto? Podemos ser sinceros pero no excesivamente y me explico. Hay detalles que no se deberían mencionar si no van a aportar mejoras constructivas en la relación ni en la otra persona y por consiguiente, sólo alcanzar a molestar o a hacer daño.

            Por ejemplo, en momentos de crisis, hay parejas que hablan desde el escudo de la sinceridad y transmiten mensajes tan difíciles de encajar como “en realidad, nunca me has atraído sexualmente” o bien, “no fui de viaje por ti”, manifestaciones de sinceridad extrema que no ayudan a que la relación mejore, si no que producen distanciamiento entre la pareja.

¿Qué podemos hacer si sospechamos que nuestra pareja no es sincera con nosotros? Podemos realizar una serie de pasos:

1. Pararnos. Antes de dejarnos llevar por el enfado y el dolor, tendremos que confirmar si es cierto que nuestra pareja nos mintió.

2. Confirmar con nuestra pareja esa mentira, ya sea que se gastó nuestros ahorros en un capricho, que nos fue infiel, que fue despedido hace 2 meses y no nos había dicho nada….

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3. Si es cierto, tendremos que preguntarnos si podemos perdonar esa mentira. Aquí es donde surgen muchas dudas, como… ¿si me ha mentido una vez, cuántas más? O si me miente en ese asunto, ¿en qué no me mentirá?

4. Gestionar las consecuencias, que pueden ir desde una conversación que nos aclare la situación o decidir que nuestra pareja se vaya de casa, o separarnos.

5. Perdonar la mentira. Ya no se trata sólo de que nuestra pareja nos mintió sino de la intención que trae esa mentira. Perdonar significa que dejamos a un lado la rabia, el rencor… y nos permitirá pasar página.

            El perdón no es fácil, incluso aunque la pareja decida darse otra oportunidad, se debe de trabajar para reconstruir la confianza, la complicidad y el apoyo, así como la seguridad que se perdió cuando se hizo pública la mentira. Tendremos que comenzar a asentar unas bases fuertes y sinceras, basadas en la honestidad y en la comunicación con nuestra pareja. Es un proceso difícil, pero posible.

La mentira es una afirmación que comunica una persona a otra

siendo falsa en su totalidad o parcialidad, esperando ser creída y con

una o varias intenciones ocultas “enredadas” donde las palabras están

expresando un engaño malintencionado. A veces se dice que una mentirilla

es blanca, haciendo alusión a que no es dañina sino se dice para proteger a

quien la escucha de lo que el otro interlocutor “presupone”  que causará

pena o dolor.

La pareja se construye día a día mientras se van conociendo y

profundizando la relación, en ella uno de los pilares que debe ser fuerte es

el de la confianza para generar un vínculo donde ambos se sientan

identificados y contenidos. No hago mención a contarle todo al otro, pues 

se perdería la individualidad con la que conquistaste a tu amor sino que es

un buen camino  brindarle un espacio donde complementarse; cuando

necesitas de la mentira para distraer a tu pareja es porque hay

quiebres importantes en la relación que están manteniendo.

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Mentira y pareja no son palabras que puedan adicionarse sino que van por

sendas opuestas; presta atención a  los silencios que acompañan las

acciones de quien desconfías puesto que ya ha generado ciertas sospechas

sobre las palabras que te dice, ten en cuenta siempre que el lenguaje

corporal es quien rige las comunicaciones entre los sujetos. Hay

movimientos que pueden ser señales de que tu pareja te está mintiendo: no

te mira a los ojos cuando te habla, se tapa la boca y no le entiendes bien lo

que dice, parpadea muchas veces o se fricciona sus manos que están

sudadas, lo que te cuenta no tiene relación alguna con la realidad sino que

solo coincide con su fantasía y muchas más, pues dependerá de cada

sujeto.

Cuando tu instinto te guía a sentir que tu pareja te miente; siéntate, dialoga

con él/ella planteándole de manera adulta lo que te sucede y observa

cuales son sus reacciones, pues en una relación la sinceridad entonces

cuando el miedo se manifiesta en mentira comienzan los problemas

para ambos porque quien dice la mentira debe sostenerla en el tiempo y

quien la escucha … ese “no sé que” no permitirá que la relación sea fluida

sino que se generarán tensiones y malestares que serán perjudiciales.

Darse cuenta que la persona con quien estás te miente no es difícil pero

duele y eso hace que muchas veces lo disimules,  aún sabiendo cual es la

realidad.

La mentira en las relacionesUno de los temas recurrentes dentro de las cosas negativas que puede haber en una relación afectiva se encuentra el tema de la mentira, que desgraciadamente muchas veces termina siendo un componente cotidiano dentro de la vida en pareja de muchas personas. En muchas ocasiones utilizamos la mentira como un recurso para no herir a nuestra pareja, porque consideramos que una mentira piadosa no significa nada idea con la cual nos justificamos y creemos que lo que estamos haciendo es proteger a un ser querido.

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Aunque sin duda sabemos que esta es una idea un tanto errónea, puesto que la mentira por lo general siempre trae consecuencias negativas en la pareja y aunque queramos ocultarlo tarde o temprano se llega a saber la verdad, pero también es cierto que quizás existan momentos en que este recurso es bastante útil y llegamos a pensar que es un recurso hasta necesario para utilizar.

Frecuencia de las mentiras

Claro que hay de mentiras a mentiras, por lo general dependerá de la frecuencia con que utilicemos este recurso, para el fin qué lo usemos, así como la magnitud de la misma mentira. Cuando al mentir no ponemos en riesgo situaciones vitales de la relación o de nuestra persona, esta mentira puede no tener consecuencias mayores, algo así como librarse de una llamada de atención como ¿ya pagaste la renta?, responder que sí sin no haberlo hecho y correr a pagarla.

En el caso ejemplificado vemos que la mentira no pone en riesgo ni determina el curso de la relación y si muy bien nos puede evitar una discusión sin sentido.

La mentira puede considerarse algo normal, si la utilizamos en muy contadas ocasiones ypara cuestiones simples con la intención de proteger ya sea a la pareja o a nosotros mismos y en otras ocasiones muy diferentes no podrá ser tomada como algo normal sino al contrario como algo patológico en la medida que se la use indiscriminadamente y sin culpa alguna.

De esta forma la mentira no sería recomendable, pues en ocasiones la utilizamos bajo supuestos o prejuicios y pequeñas mentiras terminan transformándose en una bola de nieve que con el paso del tiempo se acumula y de la cual es muy complejo lograr salir.

La verdad

Por lo que es importante procurar poner en práctica el sentido común cada vez que queramos hacer uso de las mentiras ocasionales y pensar como primera instancia en las

posibles consecuencias que pueda acarrear lo que diremos.

Sobre todo analizar si de verdad vale la pena y aun más importante ¿podría dañar a mi pareja?

En nuestra opinión, lo mejor es siempre ir con la verdad, sobre todo cuando nos referimos a seres queridos y relaciones afectivas. La comunicación con nuestra pareja siempre va a estar determinada o se verá afectada de alguna forma y la mentira va a operar como un ruido que entorpece en la comunicación que de alguna forma puede emerger en cierto momento.

En suma, lo más recomendable es primero que todo intentar una buena comunicación con nuestra pareja y tratar de no actuar con sobreentendidos que nos lleven a mentir, porque los

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conflictos pueden emerger de alguna forma y la culpa también nos llegará a afectar de alguna u otra forma. Ahora bien, si la culpa no aflora en nosotros y la mentira es moneda corriente pues deberíamos preocuparnos ya que estaríamos presentando actitudes muy poco sanas.

Lo más importante en una relación es que esta tenga bases solidas en las cuales podamos levantar las paredes que construyan el futuro de la misma, pues si fortificamos nuestra comunicación en los cimientos empobrecidos de las mentiras lo único que lograremos es gastar inútilmente nuestros esfuerzos en una empresa destinada al colapso total.

La verdad sobre las mentirasIRENE ORCE,Barcelona

- 18/04/2012 - 16:39 h

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“La mentira más devastadora es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo”, Friedrich Nietzsche

Las mentiras son maestras en el arte del disfraz. Siempre creativas, adoptan tantas formas como nuestra imaginación les permite. Las hay pequeñas y grandes, cobardes y atrevidas. A veces inocuas, a menudo extremadamente dañinas. Todas ellas descaradas. Su mala reputación las precede. Sin embargo, son tan despreciadas como utilizadas. Lo cierto es que no existe ningún ser humano que no haya caído en la tentación de utilizar sus servicios en un momento u otro de su vida. Para muchos, son compañeras habituales. El mejor antídoto contra la cruda realidad. Pero su naturaleza tramposa resulta particularmente arriesgada. Cuando menos lo esperamos, se vuelven contra nosotros. Es entonces cuando nos enfrentamos al coste de vivir tras una máscara. Y no siempre contamos con los recursos necesarios para pagar tan abultada factura.

Las razones que nos llevan a mentir son infinitas. Pero todas se basan en un planteamiento común: evitar exponer la verdad. Utilizamos las mentiras como un escudo para proteger nuestras inseguridades y carencias. Así, mentimos por conveniencia, por vergüenza, por interés, por miedo e incluso por respeto a nuestro interlocutor. Algunas de las mentiras que decimos son respuestas automáticas. Las tenemos tan integradas que apenas nos damos cuenta. Pongamos por ejemplo una mañana cualquiera. Nos cruzamos con un conocido de camino al trabajo, y se acerca a saludarnos. “Buenos días, ¿cómo va?”, nos pregunta. Y casi sin pensarlo, respondemos: “bien, ¿y tú?”. Tal vez no nos interese compartir nuestras vicisitudes con esa

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persona. Posiblemente ni siquiera nos apetezca saludarla. Pero se imponen las normas de cortesía, al igual que cuando nos hacen un regalo que no nos gusta. En este tipo de situaciones, la mentira resulta útil e interviene en aras de facilitar nuestras relaciones, como una estrategia para proteger nuestra intimidad.

Lo cierto es que las utilizamos a diario, en todo tipo de interacciones. Y la mayoría no tienen mayor trascendencia. El problema surge cuando espoleados por nuestra inseguridad y el miedo a no ser aceptados tal y como somos, optamos por disfrazar la realidad a nuestro antojo. Resulta una idea tentadora. La vía más rápida para ganarnos la admiración y el respeto de las personas que nos rodean. Solemos empezar por algo pequeño, poco importante. Pero poco a poco, nos vamos enredando en el telar de las mentiras. Y en este proceso, nos olvidamos de que son como pompas de jabón. Brillantes e hipnóticas, contienen un universo de imaginación en su interior. Pero terminan reventando. Y su hechizo desaparece, al igual que la confianza que los demás han depositado en nosotros, destruyendo por completo nuestra credibilidad.

Vendedores de humo“Se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo”, Refrán popular

Cada persona tiene una relación única con la mentira. La más íntima es la que conocemos como autoengaño. Solemos ponerlo en práctica a menudo por miedo al potencial conflicto y por el dolor que nos produce reconocer nuestros propios sentimientos y emociones. E invariablemente, las mentiras que contamos a los demás son un reflejo de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Se trata de una inercia tan sutil como perjudicial que ponemos en marcha desde la infancia. Mentimos y nos mentimos para eludir las frustraciones que nos causa nuestra realidad. Nos engañamos a nosotros mismos y a los demás cuando no somos capaces de afrontar las verdades que nos contrarían. Y también cuando nos ciega el interés para conseguir un objetivo concreto.

A lo largo de la historia, las mentiras han causado muchas bajas. Han truncado carreras, destrozado relaciones, causado guerras. Son la causa de la mayoría de grandes escándalos. Sin embargo,

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vale la pena matizar los distintos tipos de mentira que utilizamos, pues no todas son iguales ni acarrean las mismas consecuencias. Según el diccionario, mentir es “decir algo que no es verdad con intención de engañar”. Pero también es “cualquier manifestación contraria a lo que uno sabe, cree o piensa”. Esta definición contiene todas las formas de mentira. Y eso incluye la omisión de información.

Por otra parte, cabe apuntar que quien engaña sin ser consciente de ello no miente, simplemente propaga su propia equivocación o visión distorsionada de la realidad. De ahí que lo que en última instancia define una mentira es la intención con la que se dice. Las más dañinas para nuestra salud emocional son aquellas que decimos para evitar responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras decisiones, conductas y actitudes, perjudicando a los demás en la búsqueda de nuestro propio beneficio. Es lo que se denomina ‘mentiras conscientes’. Si bien resulta más fácil mentir por omisión, las consecuencias de no decir toda la verdad pueden ser equiparables a las de falsear la realidad con premeditación y alevosía.

La política de la honestidad“Ningún legado es tan rico como la honestidad”, William Shakespeare

Cuando practicamos la honestidad no tenemos que preocuparnos de prestar atención a la versión de la historia que estamos explicando, ya sean anécdotas jocosas o cosas importantes que nos hayan sucedido. Los exponemos tal y como permanecen grabados en nuestra memoria. Pero cuando mentimos tenemos que permanecer alerta, controlando cada palabra que sale de nuestros labios para que resulte creíble y veraz. Lo cierto es que cuanto más nos enredamos en el complejo telar de las mentiras, más difícil resulta evitar los deslices que pueden terminar por dejarnos al descubierto. Resulta casi imposible controlar las distintas versiones de la misma historia que hemos contado a cada persona manteniendo una cierta coherencia.

El punto culminante de ese malestar llega cuando nos pillan mintiendo ‘in fraganti’. En ese momento perdemos mucho más

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que nuestro disfraz. Perdemos la confianza que la otra persona ha depositado en nosotros, agrietando los cimientos de nuestra relación. Dependiendo de la gravedad de la mentira, esa grieta provoca que aquello que llevamos construyendo durante tanto tiempo quede reducido a escombros. Resulta una lección devastadora. No en vano, la confianza es la base sobre la que se edifican las relaciones humanas. La intensidad y profundidad de nuestra relación con otra persona tiene que ver con nuestro nivel de confianza en ella y viceversa. Es un tesoro frágil, y el principal daño colateral de toda mentira. Para verificar esta premisa, no tenemos más que recordar cómo hemos reaccionado y de qué manera nos hemos sentido cuando una persona cercana nos ha engañado.

Eso sí, cabe apuntar que en ocasiones, somos en parte responsables de las mentiras que nos cuentan. La falta de tolerancia, la rigidez y la inflexibilidad que a veces mostramos dificulta la transparencia en nuestras relaciones. De ahí la importancia de apostar por el respeto como política para favorecer la honestidad. Si aspiramos a cultivar relaciones sanas y sólidas, tenemos que aprender a encajar verdades dolorosas. Es el precio de la autenticidad.

Llegados a este punto, vale la pena recordar que la mentira hace daño a quien la escucha pero siempre hiere más a quien la pronuncia, pues eso la convierte en una persona poco íntegra, indigna de confianza y tremendamente irresponsable. Si queremos romper esta inercia, tenemos que empezar por cuestionarnos cuál es el peso que ejercen las mentiras en nuestra vida. En última instancia, nuestra relación con las mentiras –es decir, con qué frecuencia la utilizamos y qué resultados obtenemos– es un buen indicador de nuestro grado de responsabilidad y madurez. Y cada vez que aparezca la tentación de bailar al son de las musas del carnaval, preguntarnos: ¿Qué ganamos cuando mentimos? Y sobretodo… ¿Qué estamos dispuestos a perder?

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Libro recomendado‘Sobre verdad y mentira’, de Friedrich Nietzsche (Tecnos)

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Algunas personas se han acostumbrado a fingir en sus relaciones. Puede que, en un momento dado, se sientan tristes, pero consideran que no deben estar tristes porque eso puede entristecer a su pareja, así que se ponen una máscara de felicidad y se engañan a sí mismos y a los demás.

O tal vez a tu pareja no le guste que quedes con tus amigos o con tu ex pareja, con quien tienes una buena amistad desde hace tiempo, y entonces tú renuncias a ver a esas personas o acabas viéndolos a escondidas.

En este caso, tu deshonestidad te ha empujado a las mentiras y el engaño.

O quizás tu pareja tiene a veces un comportamiento que no apruebas pero piensas que debes quererla en todo momento y no contradecirla nunca, de manera que te engañas a ti mismo diciendo que no es para tanto, que no debe molestarte algo así, y engañas también a tu pareja al decirle que no te molesta lo que hace.

Sara pensaba que su pareja debía estar pendiente de ella en todo momento y cuando no era así, era desagradable con él y le hablaba con desprecio. Marcos, su pareja, pensaba que debía quererla en todo momento, de modo que callaba y aceptaba sus comentarios con una ligera sonrisa falsa. En este caso, era Marcos quien no estaba siendo honesto con sus sentimientos, pues realmente se sentía herido y pensaba, en esos momentos, que ella era odiosa. Al no reconocer sus sentimientos, tampoco hacía nada para cambiar las cosas, de manera que ella seguía hablándole con desprecio en cuanto consideraba que no tenía toda su atención.

Esta falta de honestidad puede impedir que haya una verdadera intimidad en la pareja; falta una conexión real porque hay demasiados secretos.

En tu afán de agradar a tu pareja y de no hacer nada que le moleste, acabas mintiendo, fingiendo, reprimiendo tus sentimientos u opiniones y alejándote tanto de tu pareja como de tu verdadero yo.

Este engaño acaba pasando factura tarde o temprano

La falta de honestidad puede ser típica, en algunos casos, de personas que desean gustar a todo el mundo (o que tienen un intenso deseo de agradar en todo a su pareja) y se rigen más por los deseos y preferencias de los demás que por los propias.

Son personas que, en vez de preguntarse: “Cómo quiero yo hacer esto o qué quiero hacer ahora”, se preguntan: “Cómo esperan los demás (pareja, padres, etc.) que haga esto o qué esperan que haga ahora” y esto último es lo que hacen, de manera que pueden acabar

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siendo como barcas a la deriva, sin llevar el timón de sus vidas y sintiéndose desgraciados y perdidos.

Acaban por no saber lo que sienten porque, en vez de sentir libremente, comienzan a preguntarse qué deberían sentir y tratan de convencerse de que eso es precisamente lo que sienten: “Se supone que esto debería gustarme; por tanto, me gusta”. Este modo de sentir o, más bien, de no sentir, es más común de lo que imaginas y, si te paras a pensar y analizar tus emociones con honestidad, es posible que descubras que, al menos en algunas ocasiones, estás actuando de ese modo.

El miedo a no ser amados

Este comportamiento se debe al miedo a ser rechazados o a no ser queridos por los demás. Al fin y al cabo, todos somos seres sociales y, en mayor o menor medida, deseamos agradar a los demás, regirnos por las normas del grupo y no ser rechazados. Pero al mismo tiempo, deseamos y necesitamos ser libres para sentir, opinar o actuar. Encontrar el equilibrio entre estas dos tendencias no siempre es fácil pero es importante hacer todo lo posible por ser honestos con nosotros mismos si queremos mantener relaciones satisfactorias y honestas con los demás.

Lo más curioso es que muchas personas que dejan de comportarse así y empiezan a ser más asertivas y expresar sus verdaderos deseos y sentimientos, suelen mejorar sus relaciones con los demás. Tal vez pierdas algunas amistades que solo te querían por tu sumisión pero serán el tipo de amistades que no vale la pena conservar.

Por supuesto, saber lo que sientes no significa que tengas que expresarlo siempre. Puedes elegir libremente expresar o no tus sentimientos pero al menos sabes lo que sientes y lo que deseas y eres capaz de actuar en consecuencia.

Tu propia libertad hace más libre a tu pareja

En una pareja, el comportamiento de cada uno de ellos tiende a moldear el comportamiento del otro. Cuando empiezas a dejar de pretender hacer en todo momento lo que tu pareja desea y empiezas a tener en cuenta también lo que tú deseas, estás dando también a tu pareja más libertad para ser honesta. Emilia comenzó a ir al gimnasio en vez de estar siempre en casa a la hora en que volvía Sergio de trabajar y él, aunque al principio reaccionó sintiéndose molesto, luego se dio cuenta de que también podría disfrutar de esa mayor libertad y comenzar a hacer cosas que deseaba hacer y no hacía por miedo al enfado de Emilia.

Al empezar a ser ambos más honestos y conceder al otro el derecho a ser honesto también (permitiéndole tener sentimientos y opiniones o deseos propios y contrarios a los suyos) su relación no solo mejoró sino que se sintieron más relajados estando juntos.

Por tanto, es tan importante ser honesto, como conceder a tu pareja el derecho a serlo, sin enfadarte cuando intente expresar sus deseos o no esté de acuerdo contigo

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