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1 Narraciones de la crisis: viejos fetiches con caras nuevas EMMÁNUEL LIZCANO ¿Cómo nos han contado la crisis? ¿Cómo es presumible que nos la sigan contando? La cuestión no es baladí, pues las narraciones sobre la crisis forman parte de la crisis misma. Cuando, como todos los analistas señalan, en el núcleo de la llamada crisis lo que hay es una pérdida de confianza, el que esa desconfianza se ahonde o se desvanezca depende, en muy buena medida, del modo en que los discursos vayan dando forma a un asunto tan volátil. El papel ideológico del discurso, como señala P. Ricoeur en Ideología y utopía, estriba precisamente en eso, en despertar ese plus de fe que las medidas tomadas por las autoridades no son capaces de recabar por sí solas. 0, por decirlo en palabras de Josep Piqué: "Sin crédito, el sistema capitalista muere" (EP-19/10). Sólo los discursos pueden venir a salvar la brecha entre lo que la gente está dispuesta a creerse y lo que las autoridades aspiran a que se crea. Sin los cuentos sobre la crisis, a la crisis no le salen las cuentas. De todas las estrategias retóricas empleadas para narrar/salvar la crisis, nos limi-taremos aquí a analizar las principales familias de metáforas empleadas. Y ésa es una primera y significativa constatación. Pese a la amplia gama de metáforas posibles, casi todos los discursos se centran tan sólo en tres o cuatro grandes familias. Apenas hay diferencias metafóricas –y, por tanto, tampoco las hay en sus imaginarios respectivos 1 – entre unos periódicos o blogs y otros, entre los discursos de derechas o los de izquierdas, ni entre las declaraciones de economistas, empresarios, políticos y periodistas. Pueden diferir en los detalles del tratamiento y en los agentes legítimos que los controlen y lleven a cabo, pero no en los presupuestos comunes que permiten entrever las metáforas utilizadas por todos ellos 2 . Casi todas las metáforas de la crisis pertenecen, efectivamente, a uno de los siguientes tipos. En primer lugar, las metáforas de naturalización presentan la crisis como un fenómeno natural, en particular, como una fuerza desatada de la naturaleza que, por tanto, a todos nos amenaza y perjudica, al tiempo que es independiente de factores humanos. Segundo, las metáforas médicas vienen, por un lado, a subrayar esa condición natural de la crisis pero, por otro, al humanizarla, nos mueve a apiadarnos de ella, a sentir hacia su recuperación el alivio que sólo un despiadado no sentiría. Además, percibida como un paciente en estado grave, no puede dejar de exigir una urgente intervención médica, o sea, experta. Pero un paciente, por crítico que sea su estado, no deja de ser persona. Las metáforas de personificación acuden así, en tercer lugar, a devolverle la agencia que nunca dejó de tener ni podrá dejar de tener una vez salvado. Aunque pacientes, los agentes económicos son personas hechas y

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Narraciones de la crisis:

viejos fetiches con caras nuevas

EMMÁNUEL LIZCANO

¿Cómo nos han contado la crisis? ¿Cómo es presumible que nos la sigan contando? La cuestión no es baladí, pues las narraciones sobre la crisis forman parte de la crisis misma. Cuando, como todos los analistas señalan, en el núcleo de la llamada crisis lo que hay es una pérdida de confianza, el que esa desconfianza se ahonde o se desvanezca depende, en muy buena medida, del modo en que los discursos vayan dando forma a un asunto tan volátil. El papel ideológico del discurso, como señala P. Ricoeur en Ideología y utopía, estriba precisamente en eso, en despertar ese plus de fe que las medidas tomadas por las autoridades no son capaces de recabar por sí solas. 0, por decirlo en palabras de Josep Piqué: "Sin crédito, el sistema capitalista muere" (EP-19/10). Sólo los discursos pueden venir a salvar la brecha entre lo que la gente está dispuesta a creerse y lo que las autoridades aspiran a que se crea. Sin los cuentos sobre la crisis, a la crisis no le salen las cuentas.

De todas las estrategias retóricas empleadas para narrar/salvar la crisis, nos limi-taremos aquí a analizar las principales familias de metáforas empleadas. Y ésa es una primera y significativa constatación. Pese a la amplia gama de metáforas posibles, casi todos los discursos se centran tan sólo en tres o cuatro grandes familias. Apenas hay diferencias metafóricas –y, por tanto, tampoco las hay en sus imaginarios respectivos1– entre unos periódicos o blogs y otros, entre los discursos de derechas o los de izquierdas, ni entre las declaraciones de economistas, empresarios, políticos y periodistas. Pueden diferir en los detalles del tratamiento y en los agentes legítimos que los controlen y lleven a cabo, pero no en los presupuestos comunes que permiten entrever las metáforas utilizadas por todos ellos2.

Casi todas las metáforas de la crisis pertenecen, efectivamente, a uno de los siguientes tipos. En primer lugar, las metáforas de naturalización presentan la crisis como un fenómeno natural, en particular, como una fuerza desatada de la naturaleza que, por tanto, a todos nos amenaza y perjudica, al tiempo que es independiente de factores humanos. Segundo, las metáforas médicas vienen, por un lado, a subrayar esa condición natural de la crisis pero, por otro, al humanizarla, nos mueve a apiadarnos de ella, a sentir hacia su recuperación el alivio que sólo un despiadado no sentiría. Además, percibida como un paciente en estado grave, no puede dejar de exigir una urgente intervención médica, o sea, experta. Pero un paciente, por crítico que sea su estado, no deja de ser persona. Las metáforas de personificación acuden así, en tercer lugar, a devolverle la agencia que nunca dejó de tener ni podrá dejar de tener una vez salvado. Aunque pacientes, los agentes económicos son personas hechas y

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derechas. Y también resultarán serlo los Estados, que, de acompañantes del sufrimiento del paciente, pasarán a ser activos colaboradores de los esfuerzos médicos para la recuperación de su salud. Los agentes económicos y los estatales revelan así, en situaciones de crisis, su radical función de auténticos fetiches. Por último, las metáforas religiosas impregnan en nuestro país ese fetichismo universal, por cuyo retorno clamaba A. Comte, de aromas católicos que no pueden dejar de mover sentimientos desde la cálida fe de nuestros an-cestros hacia la creencia gélida que aspiran a merecer los fetiches mercantiles y esta-tales.

Las fuerzas de la naturaleza... económica

La naturaleza, qué duda cabe, es generosa. Habitualmente surte

profusamente de imágenes a esa poesía acartonada que es el discurso de la ciencia económica. El PIB o las empresas crecen con la misma espontaneidad con que crecen animales y plantas, los parados se remansan en yacimientos de empleo como si fueran crudo esperando ser extraído, o se crean viveros de empresas donde a esos delicados vegetales se les estimula con créditos semilla. El equilibrio económico es tan delicado como el de cualquier otro ecosistema. Cuando se altera abruptamente, la naturaleza sigue proveyendo de metáforas, pero ahora ya no se toman de los reinos animal o vegetal, sino de la geología o de la meteorología, donde los fenómenos suelen adquirir unas dimensiones catas-tróficas más propicias para llamar al apiñamiento de –y a la solidaridad con– las multitudes amenazadas por las fuerzas desatadas de la naturaleza.

"La tormenta sacude al mundo. La crisis financiera cruza el Atlántico y se deja

sen-tir en todo el planeta." "Los mercados siguen agitados." "Las bolsas sufren brutales sacudidas." "Otro vendaval argentino." "La fuerza del huracán financiero obliga al Gobierno a …"

"El tsunami provocado por los precios de la energía y de las materias primas alimentarias,"

"Era como si el suelo se hubiera abierto bajo mis pies" (un inversionista ante el "desplome de los fondos monetarios").

"Los márgenes de los derivados de crédito surcaban aguas ignotas."3 "Clima de histeria, de pánico." "Avalancha de clientes dispuestos a retirar sus

ahorros."4 "Sequía crediticia." "Estallido de la burbuja (financiera, inmobiliaria)." "Estallido de las sub prime." "Sectores muy volátiles, como el de las materias primas." "El toro está ya corneándonos. ¡Por Dios, movámonos!" (Josep Piqué, ex

ministro de Economía, EP-Negocios-5/1O) y pese a todo... "el Ejecutivo se resiste a dar carta de naturaleza a la recesión."

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Como efecto retórico derivado de esta estrategia de naturalización se obtiene que esta economía es la economía (a secas), del mismo modo que este planeta es el planeta y esta naturaleza es la naturaleza. Construida la crisis económica en los mismos términos en que se construyó la crisis medioambiental desencadenada por el cambio climático, ¿quién puede resistirse a la llamada a combatirla? Así como la segunda no pone en cuestión un modelo concreto de medio ambiente, sino el medio ambiente mismo, tampoco es un cierto modelo económico lo que resulta amenazado con la primera, sino la economía misma. Como esgrimía Ben S. Bernanke, presidente de la Reserva Federal USA, "si no lo hacemos [el plan de rescate], es muy posible que el lunes no tengamos economía". ¿Y quién puede sobrevivir sin economía?

Otro efecto de naturalización, distinto del inducido por metáforas como las anteriores, pero también alimentado por ellas, es el producido por la retórica de la oposición. Si sólo había una economía (esa especie de economía natural), habría de tener los pies de barro para que se desfonde tan bruscamente. La contra-argumentación, no por tópica es menos eficaz. Incluso permite hacer de la necesidad virtud, al hacer que el modelo económico resurja doblemente naturalizado, que rebrote, por así decirlo, sobre-naturalizado. Bueno, sí, había dos economías. Pero la que ha desencadenado la crisis era una economía ficticia, la de la ingeniería financiera y las especulaciones desenfrena-das. Si ésa es ficticia, por oposición el resto (la economía de las finanzas sin ingeniería y de las especulaciones refrenadas) debe ser real, y es esa economía real; basada en la producción de mercancías reales y no ficticias, la que sufre los efectos de la crisis desencadenada por la otra, la falsa. Así, expulsada la ficción, el residuo no puede ser sino realidad pura y dura. Es la misma estrategia retórica que la empleada por los matemáticos para crear ciertos números como números reales, unos números cuya única realidad estriba en que se suelen contraponer a los números imaginarios pues, de hecho, ambos se construyen mediante ficciones a cual más sofisticada (si cabe, es más irreal la construcción de los números reales –ya sea mediante "cortaduras de Dedekin", ya mediante "sucesiones de Cauchy"– pues, admitidos éstos, los números imaginarios ya no tienen mayor misterio ).

El paciente imaginario

Poco importa que la inhumana impersonalidad de un tsunami, un huracán o

una avalancha sea incongruente con la frágil figura yacente de un enfermo en estado crítico. A efectos retóricos, ver los mercados o el sistema financiero como seres vivos y dolientes no es incompatible con haberlos visto también naturalizados como fenómenos geológicos o atmosféricos. Lo importante es la superposición de sentimientos, percepciones y persuasiones que se deriva de la agregación de efectos retóricos producidos por ambos tipos de metaforizaciones. Así, en el siguiente análisis se mezclan sin rubor me-

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taforizaciones diferentes del sistema financiero (arquitectónicas, mecánicas, geológicas, médicas...) que cualquier creyente en el principio de no-contradicción tendría por in-compatibles entre sí:

"Desde hace un mes, todo el edificio financiero parece a punto de desplomarse [...]. El problema es que, mientras tanto, se han desajustado otras piezas de la economía mundial [...]. De ahí la virulencia de la repercusión sobre la Bolsa española [...]. En definitiva, estamos en pleno proceso de reajuste de las placas

tectónicas de la economía mundial y de ahí la sensación de vértigo [...]. El panorama debe registrar un alivio a corto plazo en las Bolsas [...]. (Las lecciones bien aprendidas) evitarían que la economía caiga en una gran depresión [...]. Y cuando eso suceda empezará como otras veces a cebarse la bomba del optimismo en una economía cuya recuperación suele seguir a la de las Bolsas [...]. Tras esa alegría inicial de las Bolsas habrá que…" (Juan Ignacio Crespo, EP-Negocios-26/10)

Otra noticia de El País nos cuenta que "cuando el pasado septiembre estalló la

tormenta financiera mundial, pareció que China atravesaría casi inmune el temporal, gracias a sus cuantiosas reservas de divisas". Sin embargo, como reza el titular, "China empieza a contagiarse (EP-Negocios: 9/11). Es de destacar cómo la confusión de ámbitos (aquí, el meteorológico y el biológico) que es característica de la actividad metafórica, no sólo no resta credibilidad a la noticia, sino que acentúa su efecto persuasor: bien mirado (si es que algo así puede mirarse), la navegación de China a través del temporal nada tendría que ver con que se contagie o no con algún agente patógeno, y sin embargo, para el lector –y para el escribidor– la bondad de la primera y la morbosidad de los segundos se perciben como contradictorios. El efecto retórico de esta con-fusión de ámbitos propia de las metáforas se refuerza en este caso con la fotografía que ilustra esta 'noticia', donde se ve una serie de trabajadores (aunque chinos, humanos) procesando carne de pollo (animal), alineados como en una cadena de montaje (mecánica) y cubiertos con batas y mascarillas, como en un hospital.

Por otra parte, tampoco debería sorprender demasiado que los agentes económicos involucrados en la crisis se representen como enfermos necesitados de tratamiento médico. Después de tantos años oyendo hablar –y hablando– de la "salud de nuestra población", de la "robustez de la economía" y de "contabilidades nacionales saneadas", ¿qué puede extrañar que esos seres vivos tan extraños como, al parecer, sanos (poblaciones, economías, contabilidades) caigan de vez en cuando enfermos ?5.

"Quizá en la propia patología de la crisis y en su correcto diagnóstico se detecten las correcciones y reformas necesarias para evitar otros episodios similares. […] Esta epidemia de prácticas incorrectas ha tenido un efecto contagio en la economía real" (Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, EP-2/11)

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"Medidas preventivas y de saneamiento..." (Art. 11 del Real Decreto 2606/ 1996 sobre Fondos de Garantías de Depósitos de Entidades de Crédito). "Sanear (balances, fondos...)."

"Contagio de la crisis financiera". "Elevada exposición de los bancos europeos a los activos tóxicos". "La crisis crediticia [a diferencia de una crisis bursátil] se desarrolla en lugares que la mayoría no ve” (reforzado con imágenes de "pánico", "hundimiento", "desplome", "estampida" ante "el contagio que se extendía"). Aunque hay "sistemas financieros, como Marruecos, cuyo sistema financiero no

está contaminado" (Abdes-lam Baraka, ex ministro marroquí, EP13/10). "Eso dañaría los beneficios, pero ahora los beneficios importan menos que la

supervivencia." "La salud de la Banca es la que nos garantiza estabilidad" (ministro chileno de

Hacienda, EP-2/11). "Grandes dosis de inyecciones de liquidez" para "alimentar los flujos de

capital", "regenerar los fondos monetarios" y "potenciar las reservas de los depósitos".

"Hay que bajar nuestro ritmo de consumo y de inversión, un mecanismo de

auto-defensa de la economía para volver al equilibrio" (José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, EP-2/11).

"El diagnóstico no deja lugar a dudas para el FMI." "Nadie salva su vida si se le colapsa el sistema arterial, sin que circule la

sangre, sin sistema financiero que permite que las transacciones y las decisiones económicas vayan más allá del mero trueque […] No basta, en estos casos, con medicina paliativa. Se re-quiere cirugía. Y de urgencia." (Josep Piqué, EPNegocios-5/10).

"La sangre dejará de fluir en el cuerpo de la economía y el paro cardíaco será inevitable. En todo caso, las secuelas sobre las funciones del cerebro estarán servidas" (Abdeslam Baraka, EP-13/10).

“La bolsa español a empieza a despedir un olor a muerto que mata, la verdad. Aroma que desprenden compañías que no son ya sino cadáveres andantes que avanzan fatigosos…”

Tras las inyecciones de capital y retirada de activos tóxicos por los Estados europeos y estadounidense, "el enfermo responde". "Incentivos […] para reanimar la economía."

"La depresión […] se manifiesta en […] la debilidad de la demanda […] como síntoma de lo que ocurre en la economía. Desde entonces [estallido de la burbuja inmobiliaria y de las hipotecas subprime], hay muchas víctimas sin enterrar. Entre ellas, la economía real en forma de estrangulamiento del crédito (que es su sistema sanguíneo). La velocidad de la metástasis es tal que..." (Joaquín Estefanía, EP, 26/10).

Pero no todo el sistema está enfermo: "No hay que olvidarse del robusto sector de la pequeña y mediana empresa [...] Se han comprobado las ventajas de

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tener un sector industrial vertebrando la economía" (Horst Köhler, presidente de Alemania y ex-gerente del FMI, EP-Negocios-26/10).

"La crisis corre más que su medicina." En las construcciones metafóricas, tan significativo es lo que fuerzan a ver

como lo que impiden ver6. En nuestro caso, la visión de la economía y sus agentes como seres vivos dolientes (demandas debilitadas, bolsas que sufren, activos contagiados, finanzas colapsadas, créditos estrangulados…) y necesitados de solícitos cuidados médicos (inyecciones de capital en altas dosis, cirugía de urgencia, potenciación de las reservas...), bloquea una percepción muy particular, ésa que podría ver esta economía como siendo ella misma una dolencia que padece el cuerpo social. ¿Cómo puede el propio enfermo ser él mismo, y a la vez, una enfermedad? Un puro despropósito.

En el mismo sentido, y aún asumiendo la condición de paciente para el sistema económico, esas metáforas médicas también bloquean la percepción de otros posibles diagnósticos. Si los síntomas de la crisis se narran en términos de estrangulamiento, caída, estancamiento o incluso parálisis de los flujos/fluidos que requiere el crecimiento, resulta imposible la posibilidad de que el propio crecimiento incesante del paciente fuera precisamente el origen de su mal. Cuando las peripecias de la economía se narran como las de un ser vivo, ¿no sería más propio concluir que si ese viviente crece de forma permanente, o hay algo en su interior que así lo hace, nos encontramos ante un ser monstruoso o, en el segundo caso, ante un cáncer galopante? ¿Qué clase de ser vivo es esa economía en la que un crecimiento permanente (del PIB, de las exportaciones, de la producción…) es sinónimo de salud?. ¿Será que los catedráticos de Economía están entonces objetivamente interesados en la expansión de la epidemia para ampliar su dominio como cirujanos expertos?: "Por mucho que sufran las economías liberalizadas al estilo anglosajón (…), muchas otras partes del planeta seguirán creciendo" (Jeffrey D. Sachs, director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, EP-2/11).

De la mano invisible a la angustia de las Bolsas: neofetichismo del

Mercado

La representación del sistema económico y de sus agentes e instituciones

como si fueran pacientes, da pie inmediato a la generalización de su condición de personas humanas. Mediante su personificación cabal, esos entes económicos no sólo serán gen-te intoxicada y necesitada de transfusiones para evitar el colapso, sino gente como usted y como yo, con sus necesidades y su inteligencia, sus ansiedades y sus alegrías, sus locuras y sus deseos. Nada más propio entonces que –como le ocurriera al Dr. Frankenstein– esas criaturas se presenten ante nosotros como personas autónomas, aunque personas cuyas facultades multiplican las nuestras más allá de toda medida, reduciéndonos a

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marionetas movidas por su compleja sentimentalidad, sus insaciables necesi-dades y sus momentos de locura.

Se dan así todos los momentos típicos de la emergencia de un fetiche: 1°) Se proyectan sobre el objeto-fetiche rasgos antropomórficos, 2°) El fetiche se desvincula de los humanos que se han proyectado en él y cobra autonomía, 3°) El fetiche, de pronto, actúa como un humano sobre los humanos que ya no saben -pues lo han olvidado- que no se trata sino de su propia "esencia separada" . Y las acciones del fetiche emancipado les parecen arbitrarias e impredecibles.

P: "En 2005 vd. ya advirtió acerca de los monstruos de los mercados financieros. ¿Cómo actúa el monstruo?". R: "[…] Lo que convierte al sistema [financiero] en monstruoso es el hecho de que, al final, ya nadie sabe quién ha comprado de hecho estos riesgos [financieros]. Y de pronto sucede algo impredecible." (Entrevista a Horst Köhler, presidente de Alemania y ex gerente del FMI, EP-Negocios-26/10).

"En un mundo conectado, me decía Seidman, los países, los gobiernos, las empresas, tienen también personalidad, y su personalidad –cómo hacen lo que hacen, cómo cumplen las promesas, cómo toman las decisiones […]– es ahora su destino" (George Soros, EP-Negocios- 19/10).

"Ni siquiera esas cantidades han servido para cubrir las necesidades del mercado."

"El mercado entendió que nadie era demasiado grande para evitar su caída". "Los mercados empiezan a percibir las diferencias entre los distintos países de la región". El mercado es muy consciente de que llega la hora de la verdad".

"Los mercados financieros se mostraban ansiosos por prestar a estas familias" (Jeffrey D. Sachs, catedrático de Economía de la Universidad de Columbia, EP-2/11)

"La locura en que se han metido los mercados financieros." "El pánico se extendía, en dos de los días más terroríficos para los mercados

financieros.” "Alegría de las Bolsas" (Juan Ignacio Crespo. EP-Negocios-26/10). "Angustia

de los parquets." "Euforia de los mercados." "El papel comercial es atractivo para los fondos" pero "los fondos empezaban a

abstenerse de comprar papel comercial." "Fue uno de esos días negros y feos del mercado." "El Ibex vive pendiente del continente." "No era ningún secreto que la economía española tenía la guardia baja ante

cual-quier crisis financiera, pero nadie esperaba encajar un golpe así." "Esos acuerdos eran necesarios por el castigo que los mercados venían

infligiendo a las divisas."

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"Las medidas que toman los países avanzados complican la vida de los mercados emergentes" (Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI. EP2/11).

"La crisis financiera ha demostrado que Rusia forma parte de la economía global."

"El gobierno se ha centrado en paliar la sed de liquidez que padecen las empresas" (La gráfica que ilustra el artículo de EP-9/11 podría ser, a primera vista, tanto la de la evolución del PIB como la de la evolución de las temperaturas.)

Leviatán revitalizado: neofetichismo del Estado

Como vemos, se puede tranquilamente ser de izquierdas, y descreer de la

mano oculta de los mercados, pero seguir creyendo en que el lbex, la Bolsa, las empresas o esos mismos mercados se alegran, bajan la guardia, enloquecen, padecen sed, perciben diferencias o sufren castigos, La famosa mesa que, al devenir mercancía, de pronto se echa a bailar –mesa con la que Marx ilustraba el fetichismo de la mercancía– hoy forma parte de las alucinaciones de tirios y troyanos. Y de su mano saca a bailar a esa otra mesa que –como denunciara Bakunin– Marx no supo ver, aunque no era menos danzarina, esa mesa ante la que se sientan gobiernos y expertos, la de la tecnoburocracia: con ella entra también en danza el fetichismo del Estado. Este viejo fetiche, al que tantos habían ya jubilado por mor de la globalización de los fetiches del mercado, renace de sus cenizas ante la agonía de éstos. Convertido de nuevo en su paladín, él mismo se proclama llamado a salvarlo: él será quien le reinyecte los flujos virales, quien emprenda una lucha titánica contra el huracán, quien devuelva la salud a los fetiches enfermos.

Parece que hubiera una correlación automática entre aquella visión del desbarajuste económico que lo narraba como si se tratara de fuerzas desatadas de la naturaleza y la presentación de los Estados como si fueran personas zarandeadas y amenazadas por esos desastres naturales. Ante los azotes de la naturaleza, todos somos uno: Leviatán y cada uno de los ciudadanos, el territorio y la colección de sus habitantes. Así, el efecto yuxtapuesto de toda una batería de metáforas (de naturalización, de medicalización, de personificación) y metonimias (la parte por el todo, el continente por el contenido, los representantes por los representados) consigue soldar los fetiches del Merca-do y los del Estado, fundiéndonos a todos sentimentalmente con ellos, como bien refleja el recorrido que El País (EP-2/11) hace por los diferentes países / paisajes / paisanajes de América:

"Brasil trata de apagar el fuego" cuando “Lula se percató de que los efectos de la crisis mundial empezaban a golpear al país”, pues "(al país) no le ha sido posible evitar el roce de la embestida".

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"Chile capea el temporal." "Chile no está inmune a lo que ocurra en el mundo [...], pero estamos muy bien preparados para afrontar ambientes muy adversos" (Presidente del Banco Central chileno).

"Colombia confía en 'sus fuerzas." "Rusia ve las orejas al lobo." "Kuwait también sufre." "El pánico se ha apoderado de la economía kuwaití

[…]. La región ya ha recibido el contagio." "Cuando las acciones de Goldman Sachs cayeron a su mínimo en seis años,

un bromista hizo sonar el himno nacional en el hilo musical; los agentes de renta fija se pararon y se pusieron de pie en posición de firmes, algunos con la mano en el corazón: lo extraño fue que precisamente en ese momento el mercado empezó a subir, y con él las acciones de Goldman" (EP-Negocios-5/10).

Augusto Comte soñaba con el día en que adviniera una "nueva religión de la humanidad" en la que habrían de converger la fuerte sentimentalidad que sólo el fetichismo está en condiciones de despertar, con la capacidad de liderazgo que sólo la clase sacerdotal de las grandes teocracias puede proporcionar y con los contenidos dogmáticos que tan sólo la ciencia es capaz de aportar (aunque, por sí sola, no pueda despertar hacia ellos el menor sentimiento, de lo que habrán de encargarse las abstracciones fetichizadas). Pues bien, las narraciones de la presente crisis dan cuenta, sin asomo de duda, de la gloriosa epifanía de esa nueva religión. Tan sólo faltan, en los anteriores extractos, las apelaciones a los particulares rituales con que cada religión del libro (católica, protestante, musulmana) aspira, en su desconfianza ya histórica, a reforzar los sentimientos que presume que el fetichismo pudiera no llegar a conmover:

"Después de los pecados llega la penitencia" (ministro italiano de Finanzas en una reunión anterior del G-7, EP-Negocios-5/10). Un invitado a la cena posterior añade: "Pero después de mucha penitencia viene la indulgencia plenaria; y ése es el plan de rescate" (también llamado "plan de salvación").

"Cuando un miedo así llena el mercado, los inversores generalizan, castigando a muchos por los pecados de unos pocos."

"Lunes de Resurrección" (Titular de portada de Público, 14/10, al recuperarse el enfermo tras las inyecciones). "Las rebajas de los tipos de interés resucitan los merca-dos bursátiles."

Abdeslam Baraka termina su artículo de EP-13/10: "¡Que Dios nos coja

confesados" "Vemos cómo de un día para otro desaparecen sectores enteros. […] vemos

cómo casi ha desaparecido el mercado interbancario, […] vemos también actuaciones que yo creía que no verían mis castos ojos liberales, me refiero a nacionalizaciones de entidades financieras"? (EP-Negocios-5/10, Josep Piqué). Por todo eso que ve, el ex ministro del PP, aún "tapándonos la nariz" y "haciendo acto de contrición en mi fe liberal", pide a quien corresponda "que el plan salga".

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Joaquín González, fiscal, jefe de la Unidad del Consejo Judicial de la Oficina Europea de Lucha Antifraude, es extremadamente crítico (EP-17/10) con el tratamiento economicista que se le está dando a la crisis. La creencia en la metáfora de la mano invisible se ha revelado una falsa creencia: "Pese a su elevación a los altares por la economía clásica, este sagrado principio no ha podido evitar las hambrunas que con rigor bíblico han azotado a la humanidad". Es una creencia tan falsa que incluso ha tenido que recurrir a lo que había satanizado, como única fuente posible de salvación: "La antaño mano invisible se ha tornado hogaño en fuente del maná con que allegar recursos a los más necesitados, incluidos los pobres pecadores de la especulación. En penitencia habrán de recibir la transfusión de recursos, allí donde las reglas de la competencia estarían reclamando la piadosa extremaunción". ¿Dónde depositar entonces la fe perdida, en qué refundar la creencia desfondada? "Apartemos de una vez esa farsa económica […] y confiemos en el derecho, encarnación de los valores […] Un Estado reconstruido. El Estado, esa vieja creación política de la edad moderna […] puede verse revitalizado ante el fracaso o la inexistencia de órganos de control supranacionales", Ese tira-y-afloja entre Estado y Mercado no puede dejar de recordar el que se dio entre católicos y protestantes en torno a cuál de los dos encarnaba el auténtico cristianismo. La disputa está ahora en torno a cuál de los dos fetiches es la auténtica "encarnación de los valores" modernos y civilizatorios. El común tronco religioso de ambos reclamos de autenticidad se manifiesta en las metáforas que comparten, por debajo de las metáforas secundarias que les separan ("mano invisible del Mercado" vs. "cuerpo de la Nación").

Así, nuestro católico/estatista parte también, como el protestante/mercader, de la existencia de "virus, sidas económicos", observa también la necesidad de "transfusión de recursos" y concluye así mismo la urgencia por "revitalizar" al enfermo. Sólo difiere en la identificación del enfermo y del enfermero, en si la regeneración y la salvación vendrán de un "Mercado saneado" o de los "órganos del Estado".

Los sacrificios que los números exigen: neofetichismo de la razón

Pero bajo las aparentes diferencias entre mercaderes conversos y estatistas

confirmados en su católica fe, entre quienes sacrificaban a unos u otros fetiches, un fetiche más antiguo y poderoso, compartido por los unos y los otros, reclama para sí la parte del león de ese botín en que se ha convertido tanta fe perdida y, al parecer, por nadie encontrada, Se trata del fetiche de la Razón. Por encima, o por debajo, de tanta irracionalidad desatada, de finanzas huracanadas y bolsas aterrorizadas, de unas preferencias ideológicas u otras (más o menos Mercado, más o menos Estado), debe imponerse la razón. Sólo ella puede decirnos lo que hay que hacer, sólo sus decisiones están lo bastante libres de prejuicios como para movernos a aceptar las renuncias y sacrificios que la razón exige. Pocas

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apelaciones tan explícitas a este superfetiche de la modernidad como la de Josep Ramoneda (EP-26/10), cuando asume las preguntas fundamentales que formulara el premio Nobel J.M. Coetzee: "Estamos dispuestos y preparados para poner en práctica lo que la razón nos dice? […] ¿Estamos de verdad dispuestos a hacer los sacrificios que la razón pide?". Y en un alarde de ceguera hacia los propios fetiches, aclara: "Las dos preguntas de Coetzee tienen la ventaja de no dejar espacio a la demagogia; simplemente son una invitación a reflexionar, sin trampas." Y es que seguramente el creyente en la razón puede oír "lo que la razón nos dice", puede acudir solícito a lo que "la razón pide", y puede incluso sentirse llamado a predicar los sacrificios que la tal razón –como todo dios que se precie– exige. Por creer, el creyente moderno seguro que hasta cree, sin el menor asomo de duda, que lo que de ahí surge es una invitación a reflexionar "sin trampas".

De hecho, el fetiche de la Razón ya había empezado a vaticinar el caos que se avecinaba, y lo hacía bajo el aspecto de su avatar más puro y sagrado, la razón matemática: "Las cifras ya empezaban a mostrar que las cosas no iban tan bien". Por haber desoído su oráculo, nos vemos ahora abocados a lo que el corresponsal de El País en Washington no vacila en llamar "una avalancha de tenebrosas estadísticas". Muy mal tienen que estar las cosas cuando hasta los propios números, tan puros y ordenados ellos, se muestran tenebrosos, se precipitan en avalanchas y corren a exigirnos sacrificios sin cuento. Y es que los números cantan.

NOTAS

l. Sobre cómo los imaginarios sociales se manifiestan en las metáforas que cada grupo social da por descontadas, véase E. Lizcano , Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia, democracia y otras poderosas

ficciones, Bajo Cero/Traficantes de sueños, Madrid, 2006 y "La metáfora como analizador social", Empiria, 2 (1999):29-6O. 2. La mayoría de las citas corresponden al mes de septiembre y provienen de la prensa salmón: expertos en "ciencia eco nómica", que hablan en tanto que expertos. La muestra seleccionada no pretende ser representativa, aunque creo que cualquier lector puede constatar la abrumadora reiteración de las expresiones metafóricas aquí mencionadas. Para aligerar la lectura he suprimido, salvo excepciones, las referencias a las distintas fuentes (La referencia EP lo es al diario El País). Las cursivas empleadas para destacar metáforas son mías. 3. Construido el hundimiento como un naufragio, nada más natural que surja la necesidad de un plan de rescate, plan cuyos efectos retóricos se sumarán a los del plan de salvación que reclamará la merafo-rización médica. 4. No eran avalanchas cuando los mismos clientes hacían grandes colas para depositar esos mismos aho-rros. Como tampoco son avalanchas, sino "gran afluencia", los millones de turistas que llegan a nuestro país, pero sí lo son esos pocos cientos que lo hacen en kayuco o en patera. 5. El propio nombrar la situación como "crisis" ya tiene inmediatas connotaciones patológicas. Derivado del término griego krisis, "decisión", se extiende a cualquier momento o situación decisiva y, en par-ticular, a una de las primeras acepciones de los diccionarios: "Cambio notable en el curso de una enfermedad". 6. La fe, decía más o menos Juan de Maicena, no consiste en creer sin ver, sino en creer que se ve.

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7. Véase nota 6 sobre el creer, según Juan de Mairena como "creer que se ve" y, al parecer, también como "creer que se huele". También a Tom Fitzpatrick del departamento de divisas de Citygroup, la fe –o me-jor, su pérdida– le produce sensaciones olfativas: "Algo huele muy mal en la crisis del sistema bancario" (EP-Negocios-5/10). ------------------------------------------ ----------------------------------------

Las mentiras de la crisis

AGUSTÍN GARCÍA CALVO

Cuando veas, lector, que los Ejecutivos o Administradores del Capital o Estado y los servidores de los Medios, le cogen gusto a un término y dan en usarlo a troche-moche, ya puedes sospechar que ahí se encierra algún truco, tergiversación o disimulo, importante para el Poder, que sólo por la mentira puede sostener la fe que necesita. Y no es que eso de la crisis y el estar en crisis sea cosa de ayer, pero, a lo que oigo, está muy al día, ya sea en el pulso económico o ya en debates de políticos.

Han tomado el uso del término de la vieja Medicina, donde el curso de la pulmonía, por ejemplo, entraba en crisis o alcanzaba el momento crítico, tras el cual o el paciente fenecía o la enfermedad se daba por derrotada; y así, lo que quieren hacer creer es que estamos en un trance decisivo, en el que la marcha de las finanzas y la consiguiente gestión de nuestras vidas toca un máximo de peligro que, una vez superado, permita que las cosas sigan progresando normalmente.

Tal es la doble función política de la Crisis: por un lado, entretener al personal alarmándolo un tanto con algo que pueda amenazar a la Administración y a su ordenada felicidad, esto es, llenar el tiempo vacío, el aburrimiento que cría la fe en el Futuro y en que no puede hacerse más que lo que ya está de antemano hecho; y eso, por otro lado, con la sugerencia de que es sólo una crisis, tras la cual, ya pasada, vuelva la normalidad, que por el pasajero peligro se habrá hecho más amada de los fieles.

Pero 'crisis' también quería decir 'juicio'; y los ejecutivos de Dios, dispuestos a contar Futuros y a que Estado y Capital pasen cualesquiera crisis y avatares, menos la última crisis o Juicio Final, no saben que la mentira se juzga y condena a sí misma, y consigo condena a "los fabricantes y atestiguadores de falsedades" a una crisis definitiva.

Medios y fines1

... En todo este barullo mediático de la Crisis, parece que cuando se habla del Dinero, (me refiero a ese flujo inmaterial que puebla las pantallas cibernéticas de las Altas Finanzas, no a las moneditas, querido lector, que en tu bolsillo tintinean), que se estuviera hablando de algo palpable y separado de su

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movimiento y manejo. Hay una pretensión mentirosa en separar los medios de los fines. En contra de lo que nos hacen creer, no es que los medios sean para los fines, sino que los fines están en los medios ya, por ejemplo, las pistolas, los automóviles... tienen en sí mismos su fin, y por tanto los que pretenden manejarlos o conducirlos se quedan un poco sin oficio, más que el de servidores: servidores de la pistola, servidores del automóvil.

Seguramente muchos habrán sospechado esto por lo bajo y se lo habrán declarado más o menos: si efectivamente las cosas están cargadas de sus fines –de por sí–, entonces la pretensión del manejo o conducción desde fuera de la cosa es más que dudosa, vana: se descubre que los hombres, los dirigentes no son quienes para eso, para inventar ellos los fines y imponérselos a las cosas puesto que las cosas están ya cargadas de fines, ellas de alguna manera hacen lo que tienen que hacer, a lo que están destinadas, y el conductor, el pistolero, el banquero... pues sí, pueden formar parte del asunto pero como servidores; como servidores de las cosas para esos fines. Este es el tipo de descubrimiento en el que quería insistir. Más bien que rechacemos la visión reinante de los fines con respecto a los medios y metamos los medios en los fines, eso implica que los pretendidos manejadores o conductores no son más que istrumento de las armas para estos fines.

Acudiendo a la actualidad más inmediata, la llamada Crisis económica, fijaos el empeño que tienen los dirigentes, políticos, filósofos, etc., por ejemplo en la Política de los políticos, como caso más inmediato, en presentar la visión contraria, según la cual los hay, sujetos, coscientes, voluntarios, allá arriba que son los que manejan las cosas de la Economía en primer lugar, del resto de la Política en segundo lugar, es natural: cuanto más hay peligro de descubrir que los hombres no son quienes para manejar nada, que las cosas tienen sus fines en sí mismas, cuanto más eso corre peligro de descubrirse tanta más necesidad hay de engañar, es decir, de insistir en la visión contraria y exaltar la misión subjetiva, cosciente, voluntaria, desde arriba, de los que pretenden ser conductores o manejadores de las cosas. Supongo que se entiende bien, esto es una ley de pura economía de la información: cuanto más peligro corre de descubrirse una mentira de las que reinan, tanto más los dirigentes y sus Medios tienen que lanzarse a sostener la creencia contraria, la creencia que dominaba.

Si lo aplicamos al tema tan airado por los Medios de la Crisis Mundial: la famosa crisis económica o financiera que tanto nos ha entretenido durante estos meses pasados y nos seguirá entreteniendo, no debe estrañarnos el empeño en recalcar a las poblaciones de televidentes que por allá Arriba saben: que los Directores de las Bancas, que los Regentes de la Bolsa, que los Ministros de la Hacienda, de un sitio o del otro, saben de qué se trata y que por tanto toman medidas, y hacen declaraciones, declaraciones de conciencia del asunto, y dan órdenes destinadas a modificar o paliar la Realidad de la supuesta Crisis económica.

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Bueno, pues supongo que algo recelabais por lo bajo, con eso que nos queda de pueblo-que-no-existe y que está siempre atento haciendo su política contra los políticos; sospechabais que todo eso es filfa, bambolla; bambolla necesaria para engañar, para entretener a través de los Medios.

Ni Banqueros ni Financieros ni Ministros tienen miedo de las cosas que dicen que tienen miedo: tienen un miedo mucho más profundo que es justamente el miedo de descubrir que el Dinero se mueve por sí solo, y que por tanto ellos son unos monigotes. Éste es el miedo de verdad y el que os traía con este ejemplo de lo que antes os decía en general.

Efectivamente lo mismo que hemos dicho de pistolas o de automóviles, pero todavía en grado más alto, del Dinero -cosa de las cosas; la cosa por excelencia- tiene naturalmente sus fines en sí mismo: como que está costituido por sus fines, como que no hay Dinero de verdad poderoso más que el Dinero Futuro, el que depende justamente de su fin, el que camina a un fin con su crédito, con su Fe; y por tanto, claro está, que Él sabe lo que hace, el Capital sabe lo que hace.

Pero, hay un miedo por parte de las personas, y especialmente de las personas ilustres y destacadas, hay un miedo de descubrir que ellos ahí son unos monigotes, que ni saben lo que pasa con la Crisis, ni saben de dónde viene, ni saben siquiera qué quiere decir la tal Crisis, ni saben de las causas por las que ha empezado ni de los medios por los que se puede cortar, pero que tienen que hacer como que sí. Cuanto más es el peligro de descubrir la condición de monigotes de los hombres, tanto más los hombres tienen que apresurarse a sostener lo contrario y a lucirse mucho y a sacar muchos nom-bres y muchas opiniones en el mismo sentido.

... Pero tú y yo, no nos dejemos entretener por el miedo a perderse de los que creen que tienen algo que perder.

* Las peculiaridades ortográficas de este texto se deben al deseo del autor de ser fiel a la lengua hablada

en contra del sometimiento a las normas de la escritura.

NOTAS

l. De la Tertulia Política de El Ateneo de Madrid

Las cuentas de Dios

ISABEL ESCUDERO

Como ni soy economista, ni banquera, ni broker, ni rica... me presento –como todo hijo de vecino– como una simple usuaria del dinero: de este dinerillo de por acá abajo que tintinea a veces gozosamente en nuestros

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bolsillos, y sufridora de ese otro dinero de Arriba que nunca vimos ni palpamos, pero que parece que es el que gobierna nuestras vidas, y más: el que nos da existencia.

Si para algo bueno pudiera servir esta bambolla tan sonada de la CRISIS, es para que sintamos más a lo vivo la confirmación de esa falsa confusión entre los dos dineros, que ya sospechábamos:

Entre uno y otro no hay nada en común más que el nombre: Dinero, pero que eso no nos confunda para no distinguir y no da r a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Lo que pasa es que la tarea es harto compleja y confusa, y esta complicación va en aumento con el progreso de identificación entre Estado y Capital, pero no es nueva: viene de antaño, de la misma inclusión del rostro del Poder, del César, del Gobernador, del Rey..., en las monedas. El Poder del Dinero, el Capital dicho a lo marxista, siempre ha estado en relación con el Poder Estatal, con el Jefe del Estado, desde el César hasta nuestros días.

Luego, en la práctica de los Regímenes Desarrollados, se mantiene un disimulo de separación entre Estado y Capital que funciona desde la res publica como un desinteresado amparo del ciudadano frente a las posibles barbaries de los detentadores y manejadores del Dinero.

Pero ¿qué pasa cuando llega de pronto este vuelco que llamamos, sin saber por qué, Crisis? Bueno, pues pasan evidentemente cosas malas, sobre todo para los Administradores del Capital y del Estado, y de rebote también cosas malas a los de abajo; pero pasaría algo bueno también, si uno , por una vez, se volviera contra los trampantojos de la historia económica, que son también los de la política, y se dejara ver y sentir el desvelamiento, un descubrimiento palpable del aconchabamiento y, más aún, inseparabilidad casi natural entre Estado, (cualquier Estado, sea de izquierdas o de derechas, en este caso se ve claramente que más que derechas e izquierdas, lo que hay es un Arriba que impone y un abajo que padece la imposición) y Capital, quedando así al descubierto la ilusoria separación tranquilizadora de que si por ahí arriba el Capital nos metía mano, venía el ángel de la Guarda del Estado y nos cobijaba bajo sus alas protectoras.. Ahora ya no te puedes fiar de esa dialéctica bipolar: cuando explota el Sistema por su propia estulticia, cuando estalla quizá por propia ex abundatia de su mentira, las alas del Estado, si quisieran desplegarse y velar por los de abajo, no acertarían a saber hacerlo, ni cómo, ni dónde; porque: ¿quienes son esas criaturas a las que hay que salvar? ¿dónde está eso que ellos llaman todavía demagógicamente pueblo?; porque eso ya previamente se ha trucado en su sustituto: las poblaciones de televidentes, clientes de bancos, habitantes de nichos hipotecados, conductores de automóviles en constante renovación, compradores de todo lo que les vendan, hombres y mujeres convertidos ya ellos mismos en dinero y en crédito por su firma personal... Por tanto para consolar a esas masas de individuos hay que consolar a sus fabricantes, engordar a sus engordadores, capitalizar a los Bancos, poner

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trasfusiones a su Dinero, o sea dar FE a los que la infunden, en forma de más dinero... para que no se pare el rodar del Dinero: ese rodar virtual sin fin ni destino del gran Dinero, ésa es su verdadera naturaleza. El Dinero no es otra cosa que su propio Movimiento progresivamente acelerado.

Ni ellos mismos saben: banqueros, financieros, políticos... lo que es el Dinero: sólo saben que necesita la FE de las mayorías, como si de un SupraDios universal se tratara al que van a subsumirse todos los Dioses de todas la religiones. Los sacerdotes que ofician la fe, sólo saben eso, oficiar: agitar campanillas, inciensos, sermonear, montar alboroto: jugar a que saben, porque les va la vida y el Poder en ello. No pueden reconocer que ellos son también unos mandaos, que por encima de ellos están las Cuentas de Dios. Las cuentas del Dinero mismo. No ese dinerillo que tintineaba inocentemente en tu bolsillico, no, el otro, el de los muchos ceros que ni Dios sabe qué es ni Cristo que lo fundó.

Porque, veamos, tomemos por un momento los ojos de un niño: ¿No habéis observado el asombro de un niño, todito boquiabierto, de la

mano de su madre viendo cómo ella saca dinero de las paredes con un plastiquito? Y empiezan a salir billetitos por aquella ranura como en la cueva aquella de nuestros cuentos mágicos: "¡Abracadabra! ¡Ábrete Sésamo!", y al cabo de un ratito todos aquellos papelitos se van a su vez convirtiendo en cosas: chupachuses, soldaditos, patinetes... Eso de que el Dinero sea la Cosa de las cosas es una de las primeras informaciones que le llega al niño de la radical falsedad del mundo en el que le han dejado caer... y ¿cómo no? él tan chico y desvalido todavía no está para desmentir las mentiras de sus mayores y prefiere seguir tragándose ese cambiazo y acomodarse a él como lo más natural del mundo... Pronto se da cuenta el niño, sin llegar a formulárselo, de que la realidad está fundada en la Fe y que la primera forma de FE universal es el Dinero. ¡Qué importa que todos los billetes sean falsos -como lo son en verdad- si la cosa funciona! Si la Realidad no se funda en ninguna verdad palpable, sino en el crédito: una fe compartida por la mayoría.

Pronto un niño cualquiera se acostumbra a vivir en esa componenda mentirosa; intenta a veces el pobre desdecir a sus padres y maestros preguntando y esto ¿qué? Pero pronto deja de preguntar, porque le han servido en bandeja todo tipo de respuestas que pudieran tranquilizarlo y ponerle a hacerse un porvenir, o sea su dinero futuro. ¿En qué otra cosa consiste la Educación sino en acallar pronto cualquier pregunta viva?

Hubo un tiempo ya muy viejo en el que quizá eso del dinero tenía una cara visible y un tacto más sensual: mordía el pirata con fruición la moneda y el avaro hundía con delectación sus dedos en los doblones de oro de su arcón, pero desde hace ya más de un siglo, desde que el dinero se hizo invisible e ideal, se divinizó y adquirió su Sumo Poder. Se podría decir que actualmente, y cada vez más, la esencia del dinero se ha reducido a su Pura Fe. Su carta de naturaleza, su existencia es por un lado su idealidad, su espiritualidad y su

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invisibilidad: un vacío que se alimenta de FE y de su propia velocidad de circulación... Pero eso no funcionaria por sí solo sin otro ingrediente "humanizador", diríamos; tiene, a su vez, que apuntalarse con alguna herramienta común que predique su Realidad, no sólo desde los púlpitos de los sacerdotes: desde la Información constante a través de los Medios, sino desde abajo, que se haya somatizado entre la gente corriente lo de hablar del Dinero con naturalidad. No olvidemos que cuanto más amenazada de descubrirse su mentira (la propia Crisis podía haber sido un buen momento desvelador) más necesitado está el dinero de que se le sienta como algo real y humano y se hable de él, que se conjeture acerca de él, y no sólo en las tertulias de los Medios, en los Titulares de Prensa y Televisión, por los expertos, los sacerdotes desde los templos sino la gente de a pié. Esa es la labor revitalizadora del muerto que hace la Información, la que alienta el cotarro, No olvidemos que Realidad es, en primer lugar, "aquello de lo que se habla", ese es el primer rasgo constitutivo de Realidad, y si el segundo es que la realidad "cuesta dinero", pues resulta que él Dinero (cosa de las cosas) cumple, más que ninguna otra cosa, o idea, esas dos condiciones; y de manera tan primordial y cumplida que podría decirse del Dinero lo mismo que de Dios decía la vieja Teología, que es la Realidad: de las realidades: el ens realissimun.

Así que como el Dinero se sostiene por la Fe y la Información, a lo mejor resulta que esta Crisis tan sonada no sea más que eso: SONADA: el modo que ha encontrado la Fe misma -quizá algo debilitada y entrada en inflación por su excesiva prepotencia- de trasfundirse de Información para superar la anemia. No hay más que ver que hasta el propio Papa, experto en Fe, unos meses antes de la Crisis tuvo su propia crisis personal y cambió las Acciones del Vaticano por oro de ley… (¡Y no debemos negar que algo debe de saber él de las Cuentas de Dios!).