la tradición clásica en las literaturas occidentales
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Apuntes de la asignatura Tradición Clásica en las Literaturas OccidentalesTRANSCRIPT
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
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LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS
LITERATURAS OCCIDENTALES
UNIDAD I. Introducción a la asignatura.
1. Sobre las distintas posturas ante el concepto de Tradición Clásica.
Punto de partida del programa: siglo III a.C. (sobre las literaturas
derivadas).
Hablamos de Tradición Clásica para designar tanto un objeto de estudio (la influencia de la
cultura clásica grecolatina en el mundo occidental moderno) como la disciplina académica que
se encarga de estudiar ese objeto.
Otras denominaciones se han empleado con un sentido idéntico o similar, como legado,
herencia clásica o pervivencia.
Ahora bien, junto a esas formulaciones alternativas, no cabe duda de que la etiqueta que ha
conocido mayor éxito para designar el fenómeno es la de Tradición Clásica. La juntura léxica
procede del título del completo manual de Gilbert Highet sobre la cuestión: The Classical
Tradition (1949). El uso de la etiqueta cundió pronto. Parece que en el ámbito español se
utilizó la etiqueta por primera vez en 1964, fecha de publicación de la comunicación de Isidoro
Muñoz Valle titulada «La Tradición Clásica en la lírica de Bécquer».
Es muy probable que el libro de dónde Highet tomó el término Tradición Clásica fuera Virgilio
nel medio evo de Domenico Comparetti, un gran helenista italiano.1 Comparetti consideraba la
Tradición Clásica como «el legado literario grecolatino, pagano, tal como se transmitió en la
Edad Media»2. Esto tiene una consecuencia importante, pues si Comparetti es el primero en
utilizar el término es reseñable que no lo haga a partir del Renacimiento, que es como después
se ha entendido con mayor amplitud. Utiliza el método positivista «A en B». También cabe
observar el uso que hace de la expresión Tradición Clásica: cuando habla de tradicional hemos
de entender que se refiere a la tradición culta, utiliza indistintamente los adjetivos «antica» y
1 LAGUNA MARISCAL, Gabriel (2004): «¿De dónde procede la denominación Tradición Clásica?» en
Cuadernos de filología clásica. Estudios latinos nº 24. Madrid, Universidad Complutense. 2 Laguna, 2004, p.88.
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«classica». Debe observarse que Comparetti utiliza la juntura «lettere classiche»3 tan cercana a
la de «tradizione classica»4, al mismo tiempo que se refiere a los autores grecolatinos como
«antichi autori pagani». Esto se resume en:
antiguo / moderno
clásico (pagano) / cristiano y también romántico
tradición (culta) / leyenda (popular)
Esta triple oposición nos lleva a una rica polisemia de la juntura Tradición Clásica por oposición
a lo moderno, lo cristiano y lo popular. En lo que respecta a España, observamos que la
expresión Tradición Clásica se documenta unos años más tarde, de la mano de Menéndez
Pelayo (precisamente, entre 1880 y 1881 compone su Historia de los heterodoxos españoles)
para referirse a la tradición del paganismo. Menéndez Pelayo equipara Tradición Clásica a
«paganismo», si bien no debemos entender este aserto de manera peyorativa. De hecho, la
relación de Menéndez Pelayo con el paganismo es más que ambigua y no debe olvidarse que
sus notas correspondientes a la Bibliografía hispano-latina clásica están encaminadas a
defender, mediante un monumental acopio de datos, la existencia de una arraigada tradición
clásica latina en el ámbito hispano.
Azorín, por su parte, utiliza en 1903 la juntura, esta vez en oposición a «modernismo», en el
sentido general de exaltación de lo moderno, y dentro de su visión dinámica del uso que debe
hacerse del mundo clásico y humanístico.
De esta forma, ante la llamada Tradición Clásica se origina la conciencia de una tradición
moderna, cada vez más presente a medida que entramos en el siglo XX. Toda esta complejidad
puede quedar reflejada perfectamente en este esquema:
ANTIGUA / MODERNA
TRADICIÓN CLÁSICA (PAGANA) / CRISTIANA, ROMÁNTICA
CULTA / (LEYENDA) POPULAR
Curtius publica su Literatura europea y Edad Media Latina en 1948, y en 1949 Highet da a las
prensas oxonienses su The Classical Tradition. Ambos libros, con sus virtudes y defectos,
ofrecen ya una visión más rica de la Tradición Clásica que la decimonónica, aceptando su
3 COMPARETTI, Domenico (1872): Virgilio nel medio evo, p. 119. Firenze, la Nuova Italia (1967).
4 Comparetti, 1967, p. 119.
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convivencia con tradiciones y corrientes propiamente modernas. De esta forma, el paradigma
«A en B» comienza a encontrar alternativas según otros presupuestos tendentes a considerar
la literatura desde el punto de vista de las relaciones entre sus diferentes autores y obras. La
relación concreta entre las literaturas antiguas y modernas ofrece nuevas posibilidades de
estudio, donde no puede obviarse la capacidad de selección y reinterpretación que tienen los
propios receptores modernos5.
Es en el siglo III a.C. cuando en Roma empieza el denominado periodo arcaico de la literatura
latina con Plauto como principal autor. La literatura romana podría decirse, es una
continuación de la griega. Podemos deducir, por tanto, que en el s. III es cuando se produce la
primera gran influencia clásica en la historia de la literatura occidental, al tomar los romanos la
literatura clásica helena como modelo para la suya.
2. El concepto de lo clásico y el cánon.
Concepción tradicional de lo clásico: origen, desarrollo y delimitación del concepto
Es Aulio Gelio, escritor latino del siglo II d.C., quien traslada el término de clásico desde el
ámbito de la administración fiscal romana, donde se aplica a la clase social que pagaba las
contribuciones más altas, al de las letras con el significado de un escritor que se destaca
porque escribe correctamente y que, por eso, puede ser tomado como modelo. Durante la
Edad Media y el Renacimiento, el término conservó este significado de ejemplaridad en el
sentido de autor leído y estudiado en las clases, es decir, en los cursos correspondientes a los
diferentes grados de enseñanza, en atención a su alto grado de excelencia y valor
paradigmático. El hecho de que estos escritores sean preferentemente griegos y romanos
explica que el término clásico se aplicase en general a los autores pertenecientes a esa época,
y que con la denominación de Antigüedad Clásica se hiciese extensivo a todo aquel período
histórico-cultural.
En consecuencia, desde su origen el concepto clásico funcionó como categoría que determina
el estatus de una obra y de su autor en un sistema de jerarquías, en el cual señala el nivel
superior. Esta condición radica, por una parte, en el carácter único y diferencial de la obra
cuando representa «los más altos valores humanos y artísticos»6, y, por otra, en el carácter
paradigmático de sus rasgos formales. Ambas manifestaciones de lo clásico –en términos de
5 GARCÍA JURADO, Francisco (2007): «¿Por qué nació la juntura «Tradición Clásica»? Razones
historiográficas para un concepto moderno» en Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, nº 27. Madrid, Universidad Complutense. 6 CURTIUS, Ernst Robert (1955): Literatura Europea y Edad Media Latina, tomo I, p. 385. Fondo de
Cultura Económica de España, Madrid (1999).
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Ernst Robert Curtius, respectivamente, «clasicismo ideal» y «clasicismo normal»– pueden
combinarse pero también excluirse. Esto último sucede cuando el clasicismo normal,
representado por autores y épocas que escriben «correcta, clara y artísticamente»7, pretende
consagrar dogmáticamente ciertas formas como modelos normativos para la creación artística.
Actualmente, en total independencia de la Antigüedad Clásica, el término clásico remite a
obras que ostentan valores tanto éticos como estéticos que trascienden su propia época y que,
por ende, tienen un carácter paradigmático, y designa también el período histórico en el cual
fueron creadas. Consecuentemente, la palabra clásico se refiere a las máximas expresiones
culturales de un pueblo, a sus obras y sus autores, pero también a la culminación de un
determinado género literario o movimiento artístico-cultural.
Conceptos relacionados con lo clásico: canon y literatura universal
Originariamente, la palabra canon designa una vara o caña recta de madera, que los
carpinteros usaban para medir. Más tarde, en sentido figurado, pasa a significar una norma de
conducta y, para los filólogos alejandrinos del siglo III d.C., la lista de obras escogidas por su
excelencia en el uso del lenguaje y por ello consideradas ejemplares. Es por eso que para Sullà,
«el núcleo de sentido del concepto canon contiene por lo menos dos aspectos: norma o regla
o, incluso, modelo, y lista de autores o autoridades, dignas de estudio»8.
El concepto de literatura universal fue propuesto por Goethe para referirse, por una parte, a la
literatura como «un bien del cual participa toda la humanidad»9 y, por otra, como medio para
desarrollar en los pueblos «el deseo de participar en un comercio intelectual»10. Se trata, pues,
de valerse de la literatura universal «para que todas las naciones se interrelacionen», y los
pueblos terminen acercándose unos a otros. «Sólo podrá asegurarse una tolerancia
verdaderamente general», escribe Goethe, «si se dejan a un lado las singularidades
individuales y nacionales, pero se conserva la convicción de que lo realmente meritorio es
patrimonio de toda la humanidad»11.
No cabe duda de que los tres conceptos, clásico, canónico y literatura universal, coinciden en
considerar a las obras que pertenecen a su ámbito como de alta excelencia y valor ejemplar.
Efectivamente, desde un punto de vista cualitativo, puede sostenerse que las obras clásicas
7 Curtius, 1955, I, p. 385.
8 SULLÁ, Enric (1998): «El debate sobre el canon literario» en El canon literario, p. 20. Madrid, Sarco.
9 ECKERMANN, Johann (1960): Gespräche mit Goethe, p. 163. Reutlingen, Bertelsmann.
10 GOETHE, Johann Wolfgang von (1869): Goethes Sämtliche Werke. Tomos I: 1 y 2; II: 1 y 2; III: 1 y 2.
Stuttgart, Verlag der J.G. Cotta’schen Buchhandlung. 11
Goethe, 1869, 3,2, p. 516.
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forman un canon abierto y flexible de textos que representan la más alta expresión cultural de
un pueblo, vigente más allá del tiempo y el espacio de su creación y, por ello, perteneciente a
la literatura universal en cuanto medio para propiciar el diálogo entre los pueblos. Por otra
parte, en lo que se refiere a la diferencia entre estos conceptos, aparece como más evidente la
propensión didáctica de la noción de canon, el proyecto transcultural implícito en la literatura
universal y la inagotable significancia que caracteriza a la obra clásica. Gadamer destaca
especialmente este último rasgo en su definición del texto eminente en cuanto «configuración
consistente, autónoma, que requiere ser continuamente releída, aunque siempre haya sido ya
antes comprendida»12.
Lo clásico desde la perspectiva de la recepción literaria
En atención a que «el efecto y la recepción de una obra se articula en un diálogo entre el
sujeto presente y un discurso pasado»,13y que este diálogo puede realizarse en cualquier
ámbito lingüístico y cultural, parece necesario que la obra clásica reúna dos condiciones
fundamentales:
Permitir que el «sujeto presente» descubra la respuesta implícita contenida en el
«discurso pasado» y que la perciba como una respuesta a una cuestión que le compete
plantear ahora14, y
constituir su sentido en función del aporte de su propia oferta semiótica, cuando el
texto no tenga su correspondencia en el mundo empírico ni en los hábitos del lector15.
En otras palabras, una obra proveniente de una lengua y cultura diferentes a la de los
respectivos lectores sólo se constituye en un «clásico universal»16 cuando aporta elementos
que el lector puede identificar y reconocer, cuando muestra una virtualmente inagotable
capacidad de transformarse en un «objeto estético»17 cada vez diferente, es decir, de
concretarse de manera siempre nueva, inesperada, para sus distintos lectores.
La relevancia clásica tipificada
12
GADAMER, Hans-Georg (1998): «El texto eminente y su verdad» p. 101 (1986) en Arte y verdad de la palabra. Barcelona, Ed. Paidós. 13
JAUSS, Hans Robert (1989): «La Ifigenia de Goethe y la de Racine. Con un epílogo sobre el carácter parcial de la estética de la recepción» en Estética de la recepción, pp. 217 y ss. Madrid, Ed Visor. 14
Jauss: 1989: 241. 15
ISER, Wolfgang (1987): El acto de leer. Madrid, Ediciones Taurus. 16
ELIOT, T.S. (1959): «¿Qué es un clásico» en Sobre la poesía y los poetas, pp. 50 y ss. Buenos Aires, Ed. Sur. 17
MUKAROVSKY, Jan (1977): «El arte como hecho semiológico» en Escritos de estética y semiótica del arte. Barcelona, Editorial Gustavo Gili.
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El principio según el cual la trascendencia de un texto deviene de su recepción, permite
distinguir –siguiendo a Gustav Siebenmann18– tipos de relevancia en una clasificación que
parece más pertinente que la ordenación jerárquica:
la importancia microcultural, referida a obras literarias representativas en un ámbito
cultural y lingüístico regional.
la relevancia macrocultural, referida a obras paradigmáticas de la literatura de un país.
la importancia transcultural, referida a obras literarias que trascienden las propias
fronteras lingüísticas y culturales.
Lo clásico entre el devenir y el poder
La calidad clásica de un texto radica para nosotros en el atributo que Deleuze y Guattari
denominan anómalo, por cuanto una obra de tal condición «está siempre en la frontera, en
límite de una banda o de una multiplicidad; forma parte de ella, pero ya está haciéndola pasar
a otra multiplicidad, la hace devenir, traza una línea-entre»19.
El libro clásico es el libro de sentidos múltiples, el texto descentrado cuya inagotable
significancia se pivotiza momentáneamente en función de las preguntas que le formula el
lector. Igualmente, es un texto en fuga, en devenir, siempre escapando de las significaciones
definitivas y únicas.
Cabe problematizar la categoría de lo clásico reconociendo su vinculación con los juegos de
fuerza extraliterarios desde los cuales los textos llegan a ser “canonizados”. La sociedad
deslinda un campo institucional para el lenguaje escrito que designa como “literatura”, señala
en su interior ciertos puntos de inflexión que concentran poder y lo distribuyen de acuerdo a
instancias ideológico-valorativas cuyo posesionamiento permanece, de suyo, fuera del campo
literario. Los textos así cargados de gravidez y sobrecodificados, tocados por el poder y
elevados al visible sitial reservado para las manifestaciones de las virtudes de la colectividad,
devienen entonces “clásicos”, esto es, adquieren una identidad más o menos inmutable cuyo
prestigio deriva precisamente de dicha asimilación al paradigma intelectual o literario de la
sociedad que les atribuye un valor eminente: «Pero los clásicos no son los sembradores de las
18
SIEBENMANN, Gustav (1985): «El concepto de Weltliteratur y la nueva literatura latinoamericana» en Humboldt, 85, pp. 56 ss. Bonn. 19
DELEUZE, Guilles y GUATTARI, Félix (1997): Mil pesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-Textos.
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virtudes intelectuales o literarias: son la realización y la más elevada floración de estas
virtudes»20.
Las virtudes manifiestas en un clásico pueden coincidir con el modelo social, de modo que el
texto canonizado se transforma en un operador o intensificador de las relaciones de poder,
disminuyendo –con su canónica existencia– las posibilidades de desobediencia y de producción
de discursos alternativos. Pero también puede ocurrir que las virtudes que se le asignan
correspondan a aquellas que contradicen los discursos imperantes en el campo social.
La relación entre lo clásico y el poder queda entonces definida por esta condición ambivalente
según la cual un texto se designa como clásico cuando es apropiado e instalado en un sistema
de jerarquías por las instancias de poder (las academias de la lengua, universidades, crítica
literaria, ministerios de educación, etc.), a la vez que se revela como afirmación de la vida
contra el poder, esto es, como dispositivo de descentramiento e inagotable apertura
lingüística. Inestabilidad radical que supone también la consideración irónica o desacralizada
de la noción misma de lo clásico en su acepción normativa, por cuanto la mutua operación de
asimilación-destitución entre el poder y los textos abre un espacio móvil que jamás podrá ser
estabilizado o colmado por el poder, la crítica o la propia escritura; espacio que –según
parece– constantemente transitan los textos que en algún momento son denominados
clásicos.
Libros clásicos, mitos y relatos bíblicos
George Steiner elabora en Antígonas la tesis provocadora y polémica según la cual uno de los
rasgos que definen la cultura occidental después de Jerusalén y después de Atenas es el hecho
de que hombres y mujeres vuelven a realizar de manera más o menos consciente los grandes
gestos y movimientos simbólicos ejemplares configurados antes por las formulaciones e
imágenes de los antiguos. Nuestras realidades imitan, por así decirlo, las posibilidades
canónicas expresadas primero en los mitos grecolatinos y los relatos bíblicos.
¿A qué se debe la inquebrantable autoridad que los mitos y libros clásicos grecolatinos, pero
también los de la época moderna, ejercen sobre la imaginación de Occidente? ¿Por qué la
Iliada, Odisea, Edipo Rey, Antígona, Eneida, Don Quijote o Juan Tenorio reaparecen una y otra
vez en el arte y el pensamiento moderno y postmoderno? De modo explícito e implícito
Steiner escribe Antígonas para explorar estas interrogantes. Su respuesta es fascinante: los
mitos grecolatinos perduran como un legado vivo en el recuerdo y el reconocimiento
20
NIETZSCHE, Friederich (1994): El caminante y su sombra. Madrid, M.E. Editores.
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colectivos porque contienen, codificados, algunos enfrentamientos biológicos y sociales
primarios registrados en la historia de la especie humana. También, agregamos nosotros, los
relatos bíblicos y los libros clásicos. Unos y otros imponen, en efecto, esa dinámica de la
repetición a través del tiempo que nos permite conjeturar con Steiner que expresamos
vestigios de tales mitos, relatos y libros cuando hablamos21.
Retornos
Existe una especie de conjura contra los clásicos. Ella se manifiesta en señalar una y otra vez
que son libros extensos, aburridos y difíciles. El éxito de tal maquinación está a la vista.
El texto clásico comprendido como aquel que sirve para definirnos a nosotros mismos en
relación y quizás en contraste con él es el libro que no se lee, en todo caso, por deber o por
respeto, sino sólo por amor. La obra clásica no debe leerse por deber, salvo en la escuela.22
Lo clásico no es un problema de geografía
La condición de libro clásico no es, obviamente, una cuestión de geografía sino de relevancia
cultural. Los textos clásicos son aquellos que siguen siendo (re)leídos, independientemente del
lugar de su procedencia y, por cierto, independientemente de la nacionalidad del lector. 23
Italo Calvino afirma que «no queda más que inventarse cada uno una biblioteca ideal de sus
clásicos»24.
Nos da las siguientes razones para leer a los clásicos:
1. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y
nunca «Estoy leyendo...».
2. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más
nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.
3. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y
amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de
leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.
21
STEINER, George (2000): Antígonas. La travesía de un mito universal por la historia de occidente. Barcelona, Ed. Gedisa. 22
CALVINO, Italo (1994): «¿Por qué leer a los clásicos?» en ¿Por qué leer a los clásicos?, pp. 13 y ss. Barcelona, Tusquets. 23
ALONSO, María Nieves et alii. (2003): «Una preferencia bien puede ser una superstición: sobre el concepto de lo clásico» en Atenea, nº 488. Concepción, Universidad de Concepción. 24
Calvino, 1994, p. 16.
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4. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen
por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria
mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.
5. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas
que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en
las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las
costumbres).
6. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos, pero que la obra
se sacude continuamente de encima.
7. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a
semejanza de los antiguos talismanes.
8. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al
mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.
9. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso donde la actualidad más
incompatible se impone.
Según Calvino, los clásicos sirven para entender quiénes somos y adónde hemos llegado.
El empleo de la palabra clásico no requiere en esta ocasión precisiones de autoridad, estilo o
antigüedad, pues lo que aquí singulariza al libro clásico es tal vez sólo un «efecto de
resonancia» que vale tanto para una obra antigua como para una obra moderna ya ubicada en
una continuidad cultural. Lo que interesa, en todo caso, es que también aquí sería preciso
reescribir este trabajo una vez más para que no se concluya que los clásicos deben leerse
porque sirven para algo. Ello, porque la «única razón» que se puede aducir es que leer los
clásicos es mejor que no leer los clásicos.
Remando a contracorriente (A guisa de introducción)
Hay defensores a ultranza de lo que se da en llamar canon literario, que parecen asumirlo
como una serie progresiva de textos clásicos que todo estudiante con una formación
humanística debiera conocer.
Una de las corrientes defensoras del canon literario fue la del new criticism, cuyos miembros,
en los años treinta y cuarenta se hicieron con numerosos puestos docentes en las
universidades de EE.UU. y se dedicaron a la elaboración de obras didácticas: antologías
comentadas que buscaban conducir al alumno a la apreciación correcta de la literatura y que
pretendían de paso inculcar una suerte de humanismo conservador, emanado de las
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tradiciones y valores del sur norteamericano.25 El new criticism representaba la ortodoxia
académica en el momento en que Bloom hacía sus pinitos como docente en la Universidad de
Yale.
Estas ideas implicaron en su momento una revalorización de los cánones existentes. Así el
gesto seminal que Eliot arriesga en The Metaphysical Poets trajo por consecuencia que Donne
y los poetas metafísicos ingleses repuntaran, mientras los románticos pasaron a un segundo
plano de interés. Es más, Eliot pareció darle la puntilla a un romántico como Shelley cuando
afirmó en The Use of Poetry and the Use of Criticism que «The ideas of Shelley seem to me
always to be ideas of adolescence»26.
El gesto iniciático de Bloom para revertir todo esto fue escribir una tesis doctoral sobre
Shelley, que más tarde se convertiría en el primero de una larga cadena de volúmenes
publicados, en los que presentaría, como alternativa al neoclasicismo estricto de la vanguardia,
el continuismo romántico de “the visionary company”.
Yiddish Dr. Johnsson
En The Anxiety of Influence (1973), Harold Bloom nos dice que la trayectoria del poeta es una
lucha constante en contra de una figura mayor. El modelo seguido por Bloom es el de “family
romance”, de acuñación freudiana, en el cual el creador joven entabla una especie de
contienda edípica por afirmar su identidad artística, contienda que de antemano está
condenada al fracaso y a la distorsión del poeta anterior. Fundido con el complejo de Edipo,
hay otro paradigma de rebelión: la de Satán en el Paraíso Perdido de John Milton. Bloom nos lo
propone como figura alegórica del dilema del poeta moderno.27
Bloom parece estar más interesado en las acciones de los poetas y autores en cuanto revelan
gestos de lectura y mecanismos de defensa ante la sobrepujanza creadora de sus antecesores.
Ya que las credenciales de Bloom como teórico literario son limitadas, habrá que buscar su
innegable talento en otra parte, y todo apunta hacia su papel como mentor. Su meta ideal
como maestro era ayudar a que sus alumnos descubrieran su propia personalidad.
Un canon casi monolingüe
25
ALCÁZAR, Jorge (1987): «La nueva crítica norteamericana» en Acta Poética, nº 8. México D.F., Universidad Nacional Autónoma de México. 26
ELIOT, T.S. (1933): The Use of Poetry and the Use of Criticism. Cambridge, Harvard University Press. 27
BLOOM, Harold (1973): The Anxiety of the Influence. London, Oxford University Press.
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En The Western Canon, Shakespeare constituye en centro del canon propuesto por Bloom. El
dramaturgo isabelino representa el extraño caso del escritor que logra absorber por completo
a su predecesor, Marlowe.28En la nueva visión del canon sus bonos suben aún más puesto que
se convierte en el inventor práctico del psicoanálisis y, por ende, en el precursor de Freud.
En el que tal vez sea el capítulo más brillante de su libro, Bloom le aplica a Freud una dosis de
su propio método. Demuestra con citas generosas el modo en que el padre del psicoanálisis ha
reprimido la presencia de Shakespeare. Así, Shakespeare se convierte en «Freud’s hidden
authority, the father he would not acknowledge»29.
El mundo literario está lleno de precursores y de sombríos artilugios de censura que niegan la
presencia del escritor precedente. Si el mecanismo de negación privilegia el ámbito de la
creación, Bloom se vale de la noción del precursor para encontrar migas entre personajes
literarios.
De los veinteseis autores escogidos por Bloom, la mitad son de habla inglesa. De los restantes,
tres escriben en español (Cervantes, Borges y Neruda), tres en francés (Montaigne, Molière y
Proust) y tres en alemán (Goethe, Kafka y Freud). Los demás son un italiano (Dante), un
portugués (Pessoa), un ruso (Tolstoi) y un noruego (Ibsen). Se ha calificado el canon de Bloom
de “excesivamente occidental”, “masculino” y “blanco”.
La guerra de las antologías
Bloom se queja de la ascendencia que tiene la “escuela del resentimiento” en la academia
norteamericana. Con este término engloba seis ramas teóricas recientes: neohistoricismo,
materialismo cultural, feminismo, deconstrucción, lacanismo y semiótica. Según Bloom, estas
tendencias críticas han dado al traste con la lectura y la enseñanza de la literatura. La supuesta
apertura del canon han significado su aniquilación, ya que el logro artístico ha quedado en un
plano inferior de importancia. Reconoce que el canon occidental –compuesto según los
cálculos de unos tres mil títulos– es, en términos prácticos, imposible de asimilar durante la
vida de un individuo.30
28
Bloom: 1973: 11. 29
BLOOM, Harold (1994): The Western Canon, p. 372. Boston, Houghton Mifflin Harcourt. 30
ALCÁZAR, Jorge (1998): «Harold Bloom y el problema de los cánones literarios» en Poligrafías, nº 3. México D.F., UNAM.
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3. El concepto de Literatura según la perspectiva temporal del
investigador ante su objeto de “invención”.
Ha habido distintos intentos de definir el concepto de Literatura:
Roman Jakobson afirmó que «el objeto de la literatura es la literalidad, que es lo que
hace de una obra determinada una obra literaria».
Tzvetan Todorov, por su parte, dice que «la literatura es un medio de tomar posición
frente a los valores de la sociedad; digamos de una vez que es ideología. Toda
literatura ha sido siempre ambos: arte e ideología».
Joaquín Xirau: «la literatura, como el arte, es una de las formas más altas de
conciencia, es una forma de conocimiento y autorreconocimiento».
María Moliner: «la literatura es el arte que emplea la palabra como medio de
expresión, la palabra hablada o escrita».
Wolfgang Kayser plantea cambiar el término “literatura” por el de “bellas artes”, para
poder diferenciarla del habla y de los textos no literarios.
Las definiciones han sido muchas, pero podemos agruparlas en estructurales y funcionales31:
Definiciones estructurales: Desde el punto de vista estructural, se caracteriza a la
literatura por ser imitación y por usar un lenguaje sistemático y autosuficiente (es
autotélico en el sentido de que sólo busca “decirse a sí mismo” y puede ser opaco).
Este tipo de definiciones tienen su origen en Aristóteles en cuanto a la característica de
la imitación (mimesis), mientras que el aspecto de lenguaje como un fin en sí mismo
llega hasta la actualidad a través de los románticos alemanes, el simbolismo, el
formalismo ruso y el New Criticism americano. Por ejemplo, para el formalista Roman
Jakobson (1896-1982) la literatura «designa ese tipo de mensaje que toma su propia
forma por objeto, y no su contenido». Es él quien formula que «si los estudios
literarios quieren llegar a ser una ciencia, deben reconocer en el procedimiento su
personaje único». Sus investigaciones se centran en las estructuras narrativas (Propp),
estilísticas (Eichenbaum, Bashtin, Voloshinov), rítmicas (Brik, Tomashevski), sonoras
(Brik, Jakobson), sin excluir la evolución literaria (Shklovski, Tinianov), la relación entre
literatura y sociedad (Tinianov, Voloshinov), etc.
Dentro del estructuralismo destaca el formalismo ruso, en el que destacan autores
como Jakobson, entre otros:
31
TODOROV, Tzvetan (1978): Les genres du discours. París, Seuil.
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R. Wellek y A. Warren (Theory of Literature. A Seminal Study of the Nature and
Function of Literature In All Its Contexts, 1949) retoman las definiciones
estructuralistas en su capítulo «The Nature of Literature» dónde hablan de
«the particular use made of language in literature». «Language is the material
of literature as stone or bronze is of sculpture, paints of pictures or sounds of
music».
John M. Ellis (The Theory of Literary Criticism, 1974) Este autor argumenta que
la pregunta “¿qué es literatura?” está mal planteada, y que lo importante es
definir las características de los textos literarios: «Literary texts are not defined
as those of a certain shape or structure, but as those pieces of language used
in a certain kind of way by the community. They are used as literature».
V.M. de Aguiar e Silva: La función poética del lenguaje permite la creación de
un universo de ficción, y es el lenguaje el que «tiene poder suficiente para
organizar y estructurar mundos expresivos enteros». El lenguaje
literario «constituye un discurso de contexto cerrado y semánticamente
orgánico», que impone una verdad propia.
Definiciones funcionales: Son las definiciones de la literatura que la caracterizan por
relación a algo que es externo y a lo que debe hacer. Es la perspectiva que adopta
la crítica marxista. La literatura está incluida en la dinámica social, su ideología, su
espacio y su tiempo, y se enfoca ligada al materialismo dialéctico (como filosofía) y al
materialismo histórico (como proceso social), vinculada a un contexto que determina
una concreta visión del mundo. Son representantes de estas teorías Lukács, Adorno,
Walter Benjamin, Goldman y Terry Eagleton.
Definiciones semióticas: La semiótica estudia el comportamiento del signo lingüístico
en el entorno social, y en ese contexto, la literatura es una expresión concreta de un
código. Este tipo de definiciones integran las estructuralistas y funcionales, y tienen en
cuenta el rasgo de la comunicación del hecho literario.: «la literatura es un lenguaje
propio del tipo de comunicación especial que es el arte» (J. Domínguez Caparrós). Sin
negar las peculiaridades lingüísticas del texto literario, éstas se vinculan a un contexto
comunicativo que va más allá del texto. La consideración semiológica del texto literario
implica una perspectiva comunicativa: la literatura es un mensaje dentro de un acto
de comunicación que se desarrolla en una situación especial, con un emisor,
un receptor y un contexto propio (que puede no ser el mismo que el del receptor o el
del autor). J. Domínguez Caparrós considera preferibles este tipo de definiciones,
porque «aunque la literatura cambie de una época a otra, de una sociedad a otra, en
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
14
su descripción debe integrar elementos textuales y extratextuales como
caracterizadores del tipo de comunicación artística en qué consiste». Lo que sí parece
cierto, es que en los últimos tiempos el concepto sigue sin tener una definición que
guste a todos los críticos. Como señalan Fernando Cabo Aseguinolaza y María do
Cebreiro (Manual de teoría de la literatura, 2006, pág. 71), «términos como el de
paraliteratura reflejan bien la incomodidad conceptual ante un determinado tipo de
textos que aun cumpliendo los requisitos formales que definen la extensión de lo
literario, no alcanzan a satisfacer otro tipo de exigencias».
4. Observaciones sobre las llamadas «Literaturas Occidentales».
En el panorama de la literatura universal, las literaturas occidentales ocupan un lugar especial,
pues han ejercido un importante influjo sobre la posteridad. El binomio cultural formado por
Grecia y Roma ha heredado su riqueza estética a las generaciones que lo continúan, forjando
nuevas civilizaciones donde el idioma, el pensamiento y la concepción estética tienen un
origen grecolatino común. Las maneras de entender a vida de los seres humanos iniciadas por
los griegos y seguidas por los romanos prevalecen en el ámbito mundial hasta nuestros días.
Los principios artísticos y las concepciones filosóficas de la sociedad griega animaron la
naciente literatura latina y, posteriormente, por medio de la expansión romana, sentaron las
bases de las etapas históricas de la cultura occidental. Los griegos crearon admirables moldes
artísticos y literarios que son fundamento ineludible para la estética contemporánea.32
UNIDAD II. Factores que favorecieron la pervivencia del mundo
clásico.
1. La unidad lingüística.
Uno de los principales factores que garantizó la pervivencia del mundo clásico fue la
supervivencia y la unidad del griego y el latín.
1.1. El griego.
Edad Antigua y Edad Media: El griego estaba extendido por todo el Mediterráneo
oriental. Se hablaba no sólo por los habitantes de Grecia, también en Egipto,
Palestina… El griego común fue el lenguaje estándar para la comunicación entre los
países del Oriente Cercano que tenían sus propias lenguas: es por eso que el Nuevo
32
CORREA PÉREZ, Alicia y OROZCO TORRE, Arturo (2004): «Unidad 3. Época clásica grecorromana» en Literatura Universal, p. 80. México, Pearson Educación.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
15
Testamento está escrito en griego. En la mayor parte de Italia, Europa occidental y
norte de África se hablaba latín. Antes de eso, casi todos los dialectos nativos y lenguas
como el cartaginés desaparecieron, dejando pocos rastros en la vida y ninguno en
literatura. Sin embargo, en su más alto desarrollo, la totalidad del imperio romano no
era de habla latina, pero si bilingüe de latín y griego. Debido a la flexibilidad de los
griegos, los romanos lo utilizaron como un lenguaje social e intelectual. Casi todos los
miembros de la clase alta romana de la República tardía y el Imperio temprano
utilizaban el griego no sólo para la discusión filosófica y la práctica literaria, también
para la conversación social. Las últimas palabras de Julio César, dichas en el momento
de su asesinato, estaban en griego, y el emperador Marco Aurelio escribió su diario
privado en dicho idioma. Pero en el siglo IV las dos corrientes de la lengua y la cultura
grecorromana que habían permanecido unidas se separaron una vez más. El hecho
esencial aquí fue el división del imperio romano. Habiendo resultado imposible de
administrar y defender como una unidad, el imperio fue en el año 364 dividido en dos:
un imperio occidental bajo Valentiniano, con su capital en Milán, y un imperio oriental
bajo su hermano Valente, con su el capital en Constantinopla. A partir de entonces,
aunque hubo contactos frecuentes, las diferencias entre este y el oeste crecieron más
y más. Aumentaron considerablemente cuando en 476 d.C. el último emperador de
Occidente fue depuesto y su poder legado reyes semi-bárbaros. Después de graves
disensiones en los siglos VIII y IX, las iglesias cristianas fueron finalmente divididas en
1054, cuando el Papa excomulgó al patriarca de Constantinopla y toda la iglesia
ortodoxa oriental fue considerada herética. El conflicto se convirtió en una guerra. La
ciudad griega cristiana de Constantinopla fue saqueada en 1204 por los ejércitos
cristianos franceses y venecianos de la Cuarta Cruzada, que representaban a Roma y
las tradiciones católicas del oeste. El mundo moderno aún muestra muchos efectos de
esta división entre los imperios. Los paganos del oeste y oeste-centro de Europa se
convirtieron por la influencia de la iglesia de Roma, pero los Rusia y los Balcanes
fueron absorbidos por Constantinopla. La división está entre Polonia y Rusia, y se
muestra en su escritura. Aunque polaco y ruso están estrechamente relacionados,
Polonia (convertidos a Roma desde 965) utiliza el alfabeto romano, y Rusia
(convertidos a Bizancio en 988) utiliza el alfabeto griego. Mucho antes de que el
saqueo de Constantinopla, el griego había sido olvidado en el oeste. Continuó siendo
la lengua oficial de la imperio oriental hasta la conquista turca en 1453, y muchas
formas de la lengua persistieron, incluso bajo el dominio de los turcos, en algunas
partes de Grecia y de las islas. Ha sobrevivido hasta el día de hoy, pero la cultura griega
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
16
fue separada de la parte occidental de Europa durante la Edad Media, a excepción de
las pocos incursiones que penetraron a través de Arabia y diversos canales de judíos; y
sólo regresó a Occidente cientos de años más tarde, justo a tiempo para escapar de la
mutilación en la propia Grecia por los bárbaros turcos.33
Renacimiento: Se produjo un redescubrimiento del griego clásico.
Oralidad: Estudiosos occidentales aprendieron griego de los visitantes
bizantinos que llegaban a Italia. Petrarca fue el primero en hacer esto. Se inició
en 1339, con el monje Barlaam, que aparentemente era un agente secreto del
imperio oriental. Pero él era demasiado viejo y las lecciones fueron
desgajadas, por lo que tuvo que contentarse con unas nociones iniciales. Sin
embargo, en 1360, su joven amigo Boccaccio estuvo bajo la tutela de uno de
los alumnos de Barlaam, Leoncio Pilatus, el primer profesor de griego en el
oeste de Europa (concretamente en Florencia). Con ayuda de Leoncio,
Boccaccio produjo la primera traducción completa de Homero a prosa latina.
Posteriormente otros emisarios de Bizancio continuaron con el trabajo de la
enseñanza del griego en Italia. El idioma y la corte de Bizancio estaban
claramente relacionados con el griego clásico a través de una cadena de
descendencia viva; pero no era el griego clásico. Por lo tanto, aunque los
bizantinos podría enseñar el griego clásico a los italianos como una lengua
viva, aunque arcaica, introdujeron elementos bizantinos en la escritura y la
pronunciación del griego clásico.
Asimismo, se produjo la aparición de manuscritos de autores griegos en el
oeste. Como la Turcos se acercaban Constantinopla, hubo un éxodo de
emigrantes académicos y los refugiados bizantinos llevaron los manuscritos
con ellos. Al mismo tiempo, los alumnos italianos fueron ansiosamente
buscando manuscritos griegos, tanto en el este como en el oeste. Entre las
personalidades que mandaron emisarios para buscar manuscritos estaban
Lorenzo de Medici o el Papa.34
1.2. El latín.
Edad Antigua y Edad Media: El destino de la lengua latina fue diferente y más
complejo. El latín sobrevivió, no de una, sino de tres maneras diferentes.
33
HIGHET, Gilbert (1949): The Classic Tradition, pp. 4-8. Oxford, Oxford University Press 34
Higuet: 1949: pp. 16-18.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
17
En primer lugar, sobrevivió a través de siete lenguas modernas –español,
portugués, francés, italiano, rumano, catalán y provenzal– y un cierto número
de dialectos –corso, sardo, romanche, ladino, etc. Estas lenguas y dialectos no
se derivaron del latín literario que conocemos por los discursos de Cicerón y
los poemas de Virgilio, sino por el latín más simple, hablado por soldados,
comerciantes y agricultores. Sin embargo, son fundamentalmente latinos en la
estructura y el sentimiento, y es a través de estas naciones de habla latina por
lo que la mayor parte de los clásicos se transmiten a Europa occidental.
Además, el latín sobrevivió en la iglesia católica. Aquí su vida fue más
complicada. Al principio, el latín hablado y escrito en el la iglesia se mantuvo
deliberadamente como un lenguaje sencillo y coloquial, para adaptarse al
habla simple de la gente de que estaban en sus congregaciones. La Biblia fue
traducida a sencillo latín sencillo con el propósito expreso de ser entendido
por el pueblo. Lo único que quieren los padres de la Iglesia es que todo el
mundo sea sea capaz de entender la evangelios y sus sermones. Pero, como
las invasiones bárbaras continuaron y las provincias de el imperio se dividieron
en reinos, ese mismo latín coloquial se dividió y desarrolló en las diferentes
lenguas y dialectos mencionados arriba. En este punto la Iglesia tenía que
tomar una de las decisiones más graves de su historia: traducir la Biblia a los
nuevos idiomas o mantenerla en latín que, a pesar de empezar a considerarse
una lengua muerta, era una forma de unidad lingüística de la Iglesia. Para el
bien de la unidad se eligió la segunda alternativa: el latín de la Vulgata, que
una vez había sido utilizado deliberadamente con el fin de hacer la enseñanza
de la iglesia accesible para todos, se convirtió en una lengua medieval oficial.
Siempre hubo una fuerte oposición dentro de la Iglesia a que se realizase
cualquier estudio de la civilización clásica, porque era la obra de un mundo
que corrupto, pagano y muerto. Sin embargo, la lengua latina clásica y su
literatura sobrevivieron en las bibliotecas de iglesias y escuelas. Los
manuscritos fueron cuidados, y eran copiados por los monjes como parte de la
disciplina monástica. Ciertos autores fueron a estudiantes avanzados y
comentados por los grandes maestros. Pero otros autores se perdieron, en
parte o en su totalidad. Los autores paganos eran mucho menos propensos a
sobrevivir que los autores cristianos, los informativos eran mucho que los
emocionales e individuales… Así tenemos aún las obras de muchos geógrafos
sin importancia y enciclopedistas, pero apenas la poesía lírica y dramática.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
18
Además, los eruditos de la Edad Media eran más propensos a leer y copiar
autores más cercanos a ellos en el tiempo. Dedicaron una gran proporción de
su tiempo y energía a los autores que son relativamente poco importantes,
pero que vivía cerca de su tiempo.35
Renacimiento: durante el Renacimiento, con el nacimiento de las disciplinas
científicas, el latín se convierte en la lengua de la ciencia y la cultura.
Edad Moderna: En la Edad Moderna, el latín aún se usó como lengua de la cultura y de
la ciencia, pero fue siendo sustituido paulatinamente por los idiomas locales. Este
declive se empieza a observar cuando Descartes hace la primera publicación de una
obra filosófica en lengua vulgar con su Discurso del Método.
En latín escribieron, por ejemplo, Nicolás Copérnico e Isaac Newton. Galileo fue de los
primeros científicos en escribir en un idioma distinto del latín (en italiano, hacia 1600),
y Oersted de los últimos en escribir en latín, en la primera mitad del siglo XIX.
2. La tradición escolar unitaria.
Edad Media: Gran parte del progreso que tuvo lugar durante la Edad media se debió a
las mejoras en educación y a los conocimientos de la literatura, la lengua y el
pensamiento clásico. Aparecieron las universidades: Salerno, la más temprana,
Bolonia, París, Oxford, Cambridge, Montpelier, Salamanca, Praga, Cracovia, Viena, San
Andrés… También nacieron las escuelas, como Eton y Winchester. Estas universidades,
a pesar de que la mayor parte de su personal y sus estudiantes eran hombres de la
iglesia, no estaban consideradas como instituciones clericales. Eran escuelas mucho
más avanzadas que los seminarios religiosos. Se dedicaron sobre todo al estudio de la
filosofía clásica.
Al mismo tiempo, aumento el ratio de escolaridad en algunas órdenes monásticas,
sobre todo los Benedictinos. Muchos de los manuscritos clásicos que conservamos hoy
fueron transcritos y conservados en bibliotecas benedictinas.
Estas actividades fueron estimuladas por la correspondencia, los denominados «viajes
escolares», la existencia de un latín estándar e internacional, diferente a los diversos
tipos de «latín local», la existencia de numerosas librerías y la expansión del latín por
Europa occidental.36
Renacimiento: La educación renacentista dio mucha importancia al tema de la
traducción de un lenguaje extranjero. Con la difusión del bilingüismo en el ámbito
35
Highet: 1949: pp. 4-8. 36
Highet: 1949: pp. 11-14.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
19
escolar durante el Renacimiento fueron más las personas con acceso a los clásicos.
Desde entonces, los países modernos han basado parte importante de su educación en
el estudio de un idioma extranjero y su literatura (p.e.: Bocaccio).37
Barroco: Los autores del Barroco tenían una educación mucho más solida que los del
Renacimiento. Incluso después de su etapa escolar, seguían formándose y
profundizando en el tema de los clásicos. Corneille, por ejemplo, fue formado por los
Jesuitas, lo que significa que tuvo una gran formación clásica. A pesar de que era uno
de los menos instruidos de su época, su conocimiento de la época clásica era
muchísimo mayor que el de, por ejemplo, Shakespeare.38
Romanticismo: Aunque el conocimiento y la presencia de los clásicos en la enseñanza
fue mucho mayor, se produjo cierto rechazo hacia los mismos, por el excesivo uso que
de ellos se hicieron en el barroco.39
Finales del XIX, principio del XX: En los primeros sesenta o setenta años de la siglo XIX
las escuelas y universidades existentes crecieron, muchas otras nuevas se fundaron,
más chicos e incluso niñas fueron alentados asistir a clases, una nueva seriedad de
propósito educativo se hizo sentir. La educación clásica tuvo un gran impulso a partir
de los avances notables en la erudición griega y latina que se estaban logrando, y
también de la inspiración de autores ampliamente admirados cuyo conocimiento
clásico era parte de su reputación. Sin embargo, hacia los ochenta los clásicos
comenzaron a perder su primacía hasta entonces indiscutible en la educación. Otros
temas –en particular las ciencias físicas– eran llamados a abastecer la demanda, lo cual
era incompatible con la enseñanza de las disciplinas clásicas.
Se reescribe la historia grecorromana.
Se traducen muchos libros clásicos.40
3. La transmisión de los textos.
La transmisión de los textos latinos paganos, considerada en su sentido más amplio, es la
historia de la literatura latina desde el final de la Antigüedad hasta la época actual, que se
centra en la circulación de textos antiguos antes de la invención de la imprenta. Desde un
punto de vista más concreto, el estudio de la transmisión traza la historia de aquellos
manuscritos que contribuyen directamente a la reconstrucción del texto. Es imposible
entender la circulación de un texto sin comprender la época y el lugar en los que ésta tuvo
37
Higuet: 1949: pp. 105-106. 38
Highet: 1949: pp. 293-295. 39
Highet: 1949: pp. 355-367. 40
Highet: 1949: pp. 466-501.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
20
lugar, es decir, la Edad Media latina. En muchos aspectos, por tanto, el estudio de la circulación
textual corresponde a los medievalistas que analizan el panorama de la historia y la evolución
de la sociedad medieval. Mientras que «la transmisión de la literatura romana» ha sido
interpretada tradicionalmente como la transmisión de las obras maestras literarias de la
antigua Roma, ya sea en el campo de la literatura, la medicina, el derecho civil, la gramática, la
arquitectura o incluso veterinaria, contribuye de manera significativa a nuestro conocimiento
de la transmisión de las letras latinas.
La transmisión y la circulación de un texto determinado se reconstruyen a partir de una serie
de evidencias que (se espera) conectan entre sí y son lo suficientemente numerosas para dar
una visión general del camino recorrido por el texto. Estos indicios pueden ser tanto internos
como externos con respecto al texto. La evidencia interna indica la relación textual de los
manuscritos supervivientes con otro y se representa mediante el stemma codicum, que es un
sustituto en forma de diagrama del discurso histórico, un reflejo de acontecimientos concretos
en el tiempo y en el espacio. El ejemplar que dio lugar a un grupo de manuscritos tiene que
estar localizado en algún centro de producción o difusión. Un stemma dibuja sólo las
relaciones de los manuscritos conocidos o deducidos hoy; por consiguiente, si los que se
conservan son pocos, el stemma situará forzosamente en proximidad manuscritos que,
históricamente, estuvieron muy distanciados en lugar y fecha de origen, y dará esta misma y
falsa apariencia de separación a dos obras que en realidad fueron escritas en el espacio de
pocos meses, o incluso en la misma habitación, como es el caso de los Diálogos de Séneca. Y,
sin embargo, los stemma siguen siendo el único mapa basado en indicios internos de que
disponemos. Afortunadamente hay varias series de testimonios externos que pueden arrojar
luz sobre la circulación y transmisión de textos antiguos. En primer lugar, debemos averiguar
en la medida de lo posible la fecha y el lugar de origen, las circunstancias de producción y la
procedencia o sucesión de la propiedad para cada uno de los manuscritos relacionados con la
transmisión.
En la historia de la transmisión:
Desde la Antigüedad hasta la Edad Media: La transmisión de un texto comienza en el
momento en que su autor pone este texto o parte de él en circulación. Trazar la
historia de dicha transmisión implica, por tanto, averiguar el número de copias
difundidas por el autor o su editor, y, en el caso de la transmisión clásica, requiere un
conocimiento de la producción de libros en rollos de papiro en la Antigüedad. Si bien
de los autores latinos más importantes sólo Virgilio puede ser editado casi
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
21
enteramente a partir de copias antiguas, los testimonios que se conservan de los
textos antiguos ingleses se remontan en última instancia a productos perdidos de la
bibliografía romana. La ruptura entre la Antigüedad y la Edad Media queda mitigada
gracias a dos factores significativos que explican la literatura conservada. El primero es
que la base cristiana de la civilización europea medieval empezó a establecerse ya
durante el bajo imperio a partir de los materiales literarios de la educación romana,
cuando el comercio de libros era aun floreciente. Junto al cambio de fe, un segundo
cambio ocurrido hacia la misma época contribuyó materialmente a la supervivencia de
la literatura antigua durante la Edad Media: el traslado de la mayor parte de la
literatura antigua del rollo de papiro tradicional al códice de pergamino recientemente
adoptado. Este hecho tuvo lugar en una época relativamente estable del final del
imperio, aproximadamente entre el 200 y el 400 d.C., de modo que la civilización
clásica confió la literatura romana a un recipiente mucho más duradero que el rollo de
papiro en la transición a la Edad Media. El final de la civilización clásica en Occidente
(entre el 450 y el 650 d.C.) se debe al proceso de barbarización de la cultura latina por
parte de los trogodos y de los lombardos después. Al tiempo que se apagaba la
civilización romana, la educación en la escuela pública o con tutor privado disminuía
progresivamente, y cuando la demanda de libros cesó, las librerías públicas
desaparecieron. Es asombroso lo mucho que ha perdurado la Roma cristiana y su
infraestructura; lo que quedó de las legiones de Belisario cayó ante los lombardos, el
último de los grupos tribales que invadieron Italia. Los acueductos funcionaban todavía
en la época del papa Gregorio I Magno, pero la clase dirigente romana fue siendo
sustituida o absorbida gradualmente por lombardos (o francos en la Galia).
Desde los carolingios hasta el siglo XII: Carlomagno (742-814) gobernó un vasto
estado político-eclesiástico creado hasta un grado considerable por los misioneros que
habían llegado de Irlanda e Inglaterra para convertir a los paganos. El programa
carolingio de renovación se basaba conscientemente en la Antigüedad. El orden y la
estabilidad descansaban en el vigoroso renacimiento de todo lo útil y aplicable del
pasado romano: por ejemplo, su iconografía y formas artísticas, así como la figura
humana como tema central del arte, o su dependencia de la palabra escrita. Los textos
de casi todos los autores latinos editan hoy generalmente a partir de manuscritos
carolingios. Sólo los de unos cuantos autores (Tibulo, Porpercio y Catulo, entre otros)
no pueden ser reconstruidos mediante manuscritos del renacimiento carolingio.
Aunque el renacimiento carolingio decayó como consecuencia del fracaso de la
estructura política que había generado, la tarea de transmisión estaba realizada. La
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
22
transmisión de textos antiguos después del renacimiento carolingio comprende tres
grandes aspectos:
el traslado de manuscritos del siglo IX desde sus centros carolingios hasta los
nuevos centros de actividad intelectual en los siglos XI y XII
el redescubrimiento de autores cuyos textos habían permanecido ignorados
durante siglos, o cuyos lectores no habían dejado huellas de su existencia
y la aparición de testimonios sobre familias alternativas o adicionales de uno y
otro texto, fruto del incremento sustancial de copistas relacionado con las
numerosas abadías benedictinas y cistercienses fundadas en el siglo XII.
La Edad Media tardía: Las escuelas catedralicias se convirtieron en universidades
como respuesta a la necesidad de enseñar a los sacerdotes a atender a la creciente
feligresía urbana y a recuperar a los grupos sociales que habían caído en la herejía. Las
bibliotecas de clérigos y administradores eclesiásticos crecieron. Esto es un reflejo de
la creciente importancia, a finales del siglo XIII y a lo largo del XIV, de una audiencia de
lectores laicos (o al menos, de laicos dueños de libros). El florecimiento de la vida
urbana, el aumento de la alfabetización y el progreso económico – proceso general en
la Europa Occidental desde el siglo XII – dieron lugar, finalmente, a una clase de
nobleza rural y cortesana urbana que protegió las bibliotecas, a los artistas y a
traductores como Vignay. Gracias a la obra de estos mecenas, los hechos de Alejandro
y de los césares pasaron a formar parte de las casas nobles del mismo modo que el
sermón era parte del púlpito.
El Humanismo: El legado clásico no ayudó a los hombres del medioevo a enfrentarse
con el concepto de cambio histórico en el tiempo. La noción de progreso o evolución
fue ajena a la literatura medieval. El cambio en esta actitud hacia el pasado es una de
las cosas que distinguirá al Renacimiento de la Edad Media. El reconocimiento de que
no eran romanos, de que el pasado de Roma era esencialmente distinto, diferenció a
los escritores renacentistas de los medievales. Albertino Mussato compuso una
tragedia en métrica senequista con un propósito antiguo, animar a los ciudadanos de
Padua a una acción cívica. Petrarca redactó cartas a Cicerón en estilo ciceroniano,
aunque Boccaccio siguió mezclando citas de autores antiguos y medievales sin darse
cuenta de que eran fundamentalmente distintos. La enseñanza de las leyes implicaba
competencia en el arte de la retórica, en la redacción de cartas. Los modelos
estilísticos elegidos eran las epístolas antiguas: las de Séneca, Plinio el Joven, Símaco y,
después de que Petrarca las redescubriera, las de Cicerón a Ático y otros amigos.
Profesores de retórica como Guarino de Verona fueron los umanisti o humanistas en
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
23
cuyas manos descansa el renacimiento de la Antigüedad. Los humanistas actuaban
como diplomáticos, y su búsqueda y descubrimiento de estos textos tenía lugar a ratos
perdidos durante el transcurso de sus misiones diplomáticas en las cortes eclesiásticas
y seculares de Europa. Las bibliotecas constituían la fuente de los textos, los medios
por los que éstos se difundían eran sobre todo dos: los lugares de reuniones
internacionales y, los mismos humanistas-diplomáticos, a través de sus redes de
amigos y corresponsales. La temprana historia moderna de los textos antiguos, la
época entre la Era del Descubrimiento renacentista y la formulación de los principios
de edición modernos, es testigo de la aparición de dos nuevas de la alteración en la
actitud de los eruditos contemporáneos hacia los libros, a causa de la aparición de la
imprenta en 1454 cuya capacidad tenía de producir múltiples copias idénticas de un
texto y la posibilidad de mejorar la calidad del texto. Una segunda motivación fue el
interés por las lenguas clásicas, griego, hebreo y latín, por sí mismas y como vehículos
de transmisión de los textos antiguos.
Del siglo XVI al XIX: La imprenta y la conversión en el siglo XVI de las lenguas clásicas
en disciplina académica alteraron visiblemente la naturaleza de la transmisión. La
búsqueda de manuscritos antiguos comienza en serio cuando surge la profesión de
editor, creada por la imprenta y apoyada por las universidades y el mecenazgo. En
términos generales, la erudición clásica pasó de Italia a Francia, los Países Bajos,
Inglaterra y Alemania. Entre las figuras principales de esta época está Piero Vettori. El
último gran cambio en las bases del estudio de los manuscritos es la desamortización
durante la Revolución francesa y sus consecuenticas, que contemplaron el surgimiento
de los estados europeos modernos a partir del imperio napoleónico de las primeras
décadas del siglo XIX. Desaparecieron menos manuscritos en la transición europea que
los que se habían perdido durante la Disolución de las abadías en Inglaterra en el siglo
XVI. Hasta hoy día se han seguido descubriendo manuscritos nuevos, tanto en
excavaciones de Oriente Medio como en las bibliotecas públicas y privadas de Europa.
El estudio de la transmisión de los textos clásicos latinos finaliza con los inicios de la
filología moderna en Alemania hacia mediados del siglo XIX. Los filólogos alemanes del
siglo XIX crearon el instrumento indispensable para los historiadores de la transmisión,
los medios para formar un stemma codicum. Si bien se han perfeccionado las normas,
los editores modernos de los autores clásicos trabajan aún con los principios que ellos
establecieron. Está claro que el grado de circulación de un texto en la Antigüedad tiene
que hacer afectado al alcance de su difusión medieval.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
24
La ciencia actual: Nuestro conocimiento de la transmisión de la literatura latina ha
progresado a lo largo de este siglo gracias a la transformación de lo que antes era obra
de aficionados brillantes en una disciplina académica con metodología y reglas fijas. La
aparición de la paleografía como ciencia permitió un conocimiento más preciso de las
fechas de los manuscritos conservados, sus lugares de origen y las circunstancias de su
producción, y, además, centró la atención en los manuscritos medievales como objeto
de estudio. Tenemos numerosos y detallados estudios sobre los manuscritos de un
solo texto clásico, que intentan ser exhaustivos. Y de época más reciente son los
trabajos sobre la circulación y la transmisión de una obra concreta. Este tipo de
estudios, que al principio eran simples colecciones del material excedente acumulado
durante el proceso de edición de un texto, ha terminado por convertirse en un
objetivo útil en sí mismo. El estudio de la transmisión de textos se ha convertido en
una ciencia, señal de nuestra actitud cambiante hacia la transmisión de la literatura
clásica, hacia la Edad Media y hacia el proceso de edición. Esta disciplina nació como
parte de la historia o historiografía de la filología clásica, y fue conformada en el siglo
pasado por eruditos alemanes con contribuciones notables de Hall, Herescu y, más
recientemente, de Hunger y Pfeiffer. Texts and Transmission (1983), por su parte, se
esfuerza por primera vez en presentar de una manera concisa la historia de la
transmisión de cada obra literaria de la Antigüedad romana. No puede predecirse con
detalle futuro de los estudios sobre la transmisión, pero sí son evidentes ciertos pasos
inmediatos. Nos será posible aprender algo de cada manuscrito si consideramos la
Edad Media como un periodo vivo y cambiante de la historia europea, que aplico lo
que pudo de la Antigüedad a sus propias necesidades, y, al hacerlo, preservó gran
parte de la literatura clásica para las generaciones futuras.41
4. La tradición clásica de la Edad Media al Renacimiento.
4.1. Edad Media: Inglaterra
Poesía
Poesía secular –Beowulf y los poemas heroicos más pequeños, así como fragmentos.
En ellos, no hay una influencia grecorromana directa, pero sí una irradiación desde el
Cristianismo del mundo latino.
41
HOUSE, R.H. (1995): «La transmisión de los textos» en JENKYNS, Richard et alii.: El legado de Roma. Una nueva valoración. Madrid, Crítica.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
25
Cædmon, que escribió en la segunda mitad del s. VII, sobre todo poemas en el estilo
tradicional anglosajón sobre temas de la Biblia latina. Siguiendo su estela, otros poetas
leyeron la Biblia en latín y produjeron adaptaciones libres de varios libros cristianos.
Sobre el año 800, Cynewulf adaptó material de escritores de prosa latina cristiana a
temas de la lírica anglosajona.
Una traducción libre de la poesía en latín y la prosa en latín cristiana se aúnan en
Phoenix.
Con The Dream of the Rood, un poeta inglés creó poesía original sobre temas
introducidos en Bretaña por el cristianismo latino.
Prosa
La intención de la prosa medieval inglesa fue fundamentalmente educacional. La tradición
clásica pervivió gracias a la doctrina bíblica y a la cultura clásica. Destacaremos a los siguientes
autores:
San Gildas, monje celta, que se consideraba a sí mismo un superviviente directo de la
civilización romana en Bretaña.
Aldhelmo de Sherborne: su prosa imita a lo de los padres de la iglesia. Destacaremos
de él De Laude Virginitatis.
Beda el Venerable: todo su trabajo está en latín. Destacaremos su Historia
Ecclesiastica gentis Anglorum.
Alcuino de York: teólogo, erudito y pedagogo. Destacaremos sus Interpretationes et
responsiones in Genesim, Compendium in Canticum Canticorum, Commentaria super
Ecclesiastem, Commentaria in s. Iohannis Evangelium.
Juan Escoto Eriúgena, considerado el mejor filósofo de la época.
Alfredo el Grande.42
4.2. Edad Media: Francia
Romances de aventuras caballerescas
La literatura francesa comienza con La chanson de Roland, al igual que la inglesa lo
hace con Beowulf. Las pocas reminiscencias clásicas que se aprecian en ella son
débiles, distantes y distorsionadas. Roland es el primero de una enorme serie de
poemas heroicos que trata de la guerra en todo el mundo occidental, siguiendo el
modelo griego y romano. Estos pueden ser llamados romances.
42
Highet: 1949: pp. 22-47.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
26
El más importante de los romances de temática clásica es Le roman de Troie de Benoît
de Sainte-Maure, sobre Troya, que introdujo la historia y leyendas clásicas en Europa y
la moda de establecer vínculos entre las familias antiguas y las modernas para
legitimar su poder. Sainte-Maure se basó para este romance en De excidio Troiae
historia de Dares el Frigio y El diario de la guerra de Troya de Dictis de Creta. Temática
pro-troyana. Destacaremos también El romance de Eneas basado en la Eneida, El
romance de Tebas, El romance de Alexander, sobre la figura de Alejandro de
Macedonia.
Ovidio y el amor romántico
La concepción moderna del amor romántico ha contado con muchos elementos clásicos para
su desarrollo. Fue Ovidio, el gran poeta clásico del amor (con su Arte del amor) quien, por su
antigüedad y excelencia, le dio autoridad al concepto de amor, presente en el código de
caballería, el culto a la Virgen María, etc., y a los poetas amorosos medievales, como Peter
Abélard y poemas como Píramo y Tisbe, basado en los conocidos amantes de la Antigüedad o
Filomena, inspirada en una obra del propio Ovidio.
Le Roman de la Rose
Es el romance más importante, escrito por Guillaume de Lorris y Jean de Meun. Aparecen
personajes clásicos como Cupido o Venus.
La influencia clásica es mucho más evidente en la segunda parte que en la primera; aun así,
está a lo largo de todo el romance. Sigue el esquema de aventura dentro de un sueño, al estilo
del Sueño de Escipión de Cicerón.
Está en forma de dialogo y los hablantes suelen ser personajes abstractos. El más importante
es Razón, emulando seguramente a La Consolación de la Filosofía de Boecio. Asimismo, hay
numerosas referencias a Ovidio y su Arte del amor, Virgilio y las sátiras de Horacio y Juvenal.43
4.3. Dante
Dante fue el escritor más importante de la Edad Media, y La Divina Comedia su libro más
importante. El objeto de su vida fue crear, ser, mejor dicho, la más estrecha conexión posible
entre el mundo grecorromano y el suyo. Según él, el mundo moderno no podía realizarse a sí
mismo sin el mundo de la Antigüedad clásica.
43
Highet: 1949: 48-69
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
27
La Divina Comedia es grande porque es rica. Es rica con mucho de lo más consumado que en la
belleza y pensamiento logró la Edad Media, y ahí la tradición grecorromana desempeñó un
papel esencial.
El tema del poema es una visita al otro mundo, el mundo de más allá de la muerte. Este tema
fue muy común en poetas y visionarios del mundo grecorromano. La estructura general que
siguió Dante –división en infierno, purgatorio y paraíso– es cristiana. El hecho esencial es que
su guía en el purgatorio y el infierno es el poeta Virgilio. Antes de que Virgilio lo abandone,
llega a ellos otro poeta latino, Estacio, el cual lo acompaña hasta el paraíso, donde le aguarda
su primer amor, Beatriz (en la que se reúnen los ideales del amor romántico y la virtud
cristiana). Así, los elementos que le hicieron ver el mundo de la eternidad, aparte de Dios y
Beatriz, fueron los poetas del mundo clásico.
Virgilio adquirió la reputación de haber sido cristiano antes de Cristo y de haber predicho su
nacimiento. El carácter de Virgilio es lo que explica este poder visionario y su inmortalidad
como guía de Dante, aparte de ser un heraldo del Imperio Romano, de gran importancia
histórica para Dante, junto a la Iglesia (de hecho, en el Infierno de la Divina Comedia, se
encuentran los grandes traidores: Judas Iscariote, Bruto y Casio).
La estructura de la Comedia, así como su métrica, está destinado a honrar a la Santísima
Trinidad.
Asimismo, Dante tomó a Virgilio como su guía ya que este, en el sexto libro de la Eneida,
también realizó un viaje por el mundo inferior. Casi todos los personajes de su infierno estaban
tomados de Virgilio: Caronte, el juez de Minos, el perro Cérbero, las harpías, los centauros…
Las dos influencias clásicas capitales que se manifiestan en la Comedia de Dante son el sistema
ético y físico de Aristóteles y la imaginación, el patriotismo y el carácter de Virgilio. El mundo
grecorromano está tan vivo para Dante como el suyo propio. Dante alterna figuras ideas del
mundo clásico con las de su mundo contemporáneo.
Podemos sintetizar la influencia clásica en Dante de la siguiente manera:
Aristóteles: hay más de 300 referencias.
Virgilio: sobre 200 referencias.
Ovidio: sobre todo de su Metamorfosis.
Lucano: aparece en 50 referencias, más o menos.
Cicerón: influencia de sus ensayos morales.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
28
Boecio: citado 30 o 40 veces.
Estacio: que hace de él un poeta cristiano.44
A esto hay que añadir, además, la Vulgata, Santo Tomás y los Padres de la Iglesia.45
4.4. Renacimiento
Petrarca, Chaucer y Boccaccio
El renacer de la cultura clásica tras la oscura Edad Media empezó en Italia en manos de
Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio.
Francesco Petrarca perteneció a la generación posterior a Dante, y difiere en múltiples
aspectos del autor de la Divina Comedia. Su antipatía por Dante era tal que no poseyó
un ejemplar de la Comedia hasta que Boccaccio copió uno para él. Se aprecia su amor
por el mundo clásico en obras como Africa, inspirada en la Eneida de Virgilio, en las
Églogas, que toman como base las Bucólicas de Virgilio y Mi Secreto, con influencias de
Platón, Cicerón y Boecio. En italiano su obra cumbre es el Cancionero que, aunque sea
plenamente moderna, tiene muchas influencias clásicas. Al igual que Dante, Petrarca
era una síntesis del mundo moderno y clásico.
Giovanni Boccaccio fue alumno y amigo de Petrarca, y al igual que él escribió en latín e
italiano. Destacaremos las siguientes obras:
Su obra magna, el Decamerón, siguiendo un esquema de relato con marco. La
prosa del Decamerón se inspira en la de Cicerón, y en él podemos ver una
fuerte crítica a la cristiandad.
La Teseida, en la que se narra las guerras que el héroe griego Teseo sostuvo
contra las amazonas y contra la ciudad de Tebas. El poema se divide en doce
cantos, a imitación de la Eneida de Virgilio y de la Tebaida de Estacio.
El Filostrato tiene un argumento mitológico: narra el amor de Troilo, hijo
menor de Príamo, por Crésida, hija de Calcante, el adivino troyano que,
previendo la caída de la ciudad, se ha pasado a los griegos. La historia no
procede directamente del mito, sino del Roman de Troie de Benoît de Sainte-
Maure.
El Filocolo es una extensa y farragosa novela, en prosa, que narra la leyenda
de Florio y Biancofiore (Blancaflor), de origen francés y muy difundida en el
Medioevo en varias versiones. Boccaccio posiblemente se inspiró en la obra
44
MOORE, Edward (1896): Studies in Dante. London, Oxford Clarendon Press. 45
Highet: 1949: pp. 70-81.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
29
toscana Il Cantare di Fiorio e Biancifiore, basada a su vez en un poema francés
del siglo XII. La obra fue compuesta probablemente entre 1336 y 1338, a
instancias de Fiammetta, según refiere el propio Boccaccio en el prólogo. El
título es una invención del autor, y en mal griego querría significar algo así
como «fatiga de amor». Contiene figuras estilísticas clásicas.
Fue el primer gran autor que uso el paganismo en detrimento del cristianismo, ya que
para él las ideas de Dios griegas y romanas eran mejores, más libres y más reales, ya
que se adaptaban mejor a los hechos del mundo moderno.
Geoffrey Chaucer fue el primer gran poeta inglés que conoció Europa. Parte de su
poder derivaba de que, tomando las influencias de las lenguas vernáculas europeas,
mejoró la lengua y la literatura inglesas. Los siguientes poemas de Chaucer están en
deuda con la cultura grecorromana, pero no de forma directa, sino a través de los
escritores italianos y franceses:
Traducción de Le Roman de la Rose.
Troilo y Criseida (inspirado en el Filostrato de Boccaccio).
La Casa de la Fama (inspirado en la Divina Comedia de Dante).
El cuento del caballero de los Cuentos de Canterbury (inspirado en la Teseida y
el Decamerón de Boccacio).
También se aprecia en Chaucer una gran influencia de los romances franceses. Aunque
no estudió con mucha profundidad a los clásicos, en sus obras hay referencias a
autores como Ovidio, Virgilio, Boecio, Estacio, Cicerón, Séneca, Livio, Juvenal…46
Además, en el Renacimiento se produjo la vuelta a los géneros clásicos.47
UNIDAD III. Traducción (vortere), emulación (emulatio),
imitación (imitatio).
1. Conceptos de traducción, emulación e imitación.
La influencia clásica desemboca en la literatura de las naciones modernas a través de tres
canales principales: la traducción, la imitación y la emulación.
El canal más evidente e importante es la traducción.
La imitación puede producirse de dos maneras:
46
Highet: 1949: pp. 81-103 47
Ver punto 3 de la Unidad III.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
30
a) bien el autor moderno decide que él puede escribir poemas en, por ejemplo, América,
que son tan buenos como los de Virgilio y sus coetáneos o
b) el autor intenta escribir sus libros en su propio idioma siguiendo el patrón exacto de
las obras latinas o griegas que admira.
La emulación, impulsa a los escritores modernos a usar algo, pero no todo, de la forma y el
material clásico, y añadir la mayor parte de su propio estilo para producir algo no tan bueno
como las obras maestras clásicas, pero si diferente y nuevo. De esta manera se producen las
verdaderas obras de arte: las tragedias de Shakespeare y Racine, la Comedia de Dante…48
2. Funcionamiento de estos conceptos en la Antigüedad, en los siglos
XVI-XVIII y en la actualidad.
Edad Antigua
La traducción literaria se inició con los romanos y se interesó exclusivamente por lo griego.
Pese al prestigio de la cultura griega, las primeras traducciones se dirigen hacia obras de
carácter práctico como tratados de agricultura o documentos oficiales, ya sean tratados
internacionales o contratos matrimoniales. Con el tiempo vendrán las traducciones literarias
que darán cumplimiento al dicho horaciano Graecia capta ferum victorem cepit. Pero los
griegos se consideraban autosuficientes y no mostraron interés por traducir los escritos
religiosos orientales, pese al descubrimiento en el período helenístico de las religiones
mistéricas venidas de Oriente, con su enorme ascendencia y tradición.
En la Antigüedad las reflexiones teóricas sobre el proceso de la traducción no llegan hasta el
período romano con Cicerón, Horacio y, dentro del cristianismo, con Jerónimo. Todos estos
autores se inclinan por la traducción según el sentido, no por la traducción literal. Cicerón (De
optimo genere oratorum, 14) distingue entre el interpres y el orator y se inclina por el segundo
procedimiento en los textos literarios, reservando el más literal sólo para los textos legales. En
la misma línea se pronuncia Horacio (Ars poetica, 133).
Estas reflexiones de los autores antiguos contrapusieron desde la época romana dos tipos de
traducción, sensus de sensu y verbum e verbo, en términos generales, traer el original al lector
o llevar al lector hasta el original.
Volviendo a Grecia, la traducción de la Biblia al griego en la Alejandría ptolemaica fue un
fenómeno singular y tuvo un impacto cultural sin precedentes en la historia de la traducción.
48
Highet: 1949: p. 104.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
31
Las Escrituras judías fueron los únicos escritos religiosos de la Antigüedad que tuvieron el
privilegio de ser traducidos a la lengua de Homero.
Para que la primera traducción de la Biblia fuera posible tuvieron que darse cita una serie de
condiciones culturales favorables e irrepetibles, y que podemos resumir en:
a) la expansión del helenismo y el prestigio del griego como lengua franca y lengua
literaria;
b) la política cultural de los Ptolomeos;
c) la Biblioteca de Alejandría, y
d) el esplendor del judaísmo helenístico.49
Edad Media.
De la Edad Media tan solo destacaremos las traducciones llevadas a cabo en los monasterios,
ya que durante esta época la imitatio fue inexistente, y la influencia clásica sólo se produjo de
forma palpable en la Divina Comedia mediante la emulatio.
Renacimiento: la traducción.
Asimismo, como se ha dicho antes, durante el Renacimiento cobra importancia la traducción
de los textos griegos y latinos, con autores como Boccaccio y Petrarca.
Renacimiento y Barroco: la doctrina de la imitatio auctoris.
La imitación de modelos fue vista en el Renacimiento y el Barroco como una necesidad, en el
sentido de que resultaba inviable el llegar a ser un gran escritor sin imitar a los autores
relevantes del pasado. Esta imitación compuesta (por ser de varios autores y no solo de uno)
incluía no solo versos sino también la técnica retórica.
A partir del siglo XIX se produce la llamada aemitatio o imitación libre.
3. Influencia clásica determinante en cada uno de los géneros
literarios: epopeya, bucólica, teatro, novela, lírica, sátira, prosa y la
importancia de la retórica.50
49
FERNÁNDEZ MARCOS, Natalio (2007): «Las Traducciones en la Antigüedad» en Sefarad, nº 67. Madrid, Escuela de Estudios Hebraicos. 50
Puede incluirse también en el epígrafe de la Tradición Clásica en el Renacimiento.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
32
Epopeya
Edad Media: Solamente un poema que se pueda llamar épico fue escrito durante la
Edad Media bajo un fuerte influjo del mundo clásico: la Divina Comedia de Dante.51
Destacaremos también los romances franceses.
Renacimiento: Fue la época durante la cual se produjo el auge de la épica en las
distintas lenguas vernáculas de cada país. Dividiremos las obras en cuatro grupos,
dependiendo del tema y del tipo de influencia clásica:
Imitaciones directas de la épica clásica: está representado solamente por La
Franciade de Pierre de Ronsard, inspirada en la Eneida.
Basadas en aventuras de héroes contemporáneos: Os Lusiadas de Luis de
Camoens, basada en el conquistador Vasco de Gama. También destacaremos
La Araucana, sobre un conquistador español.
Epopeyas románticas de la caballería medieval, con una fuerte influencia
clásica. P.e.: Orlando furioso.
Épica religiosa cristiana: Paraíso Perdido de John Milton.
Estas obras están fuertemente influidas en el tema (aventuras heroicas), la estructura, los
elementos sobrenaturales que en ellas aparecen (invocación de las Musas,…) y el lenguaje
(frases y expresiones latinizadas y helenizadas).52
Bucólica
La poesía, el drama (y raramente la prosa) bucólica evoca la vida feliz de los pastores en el
campo. Aparecen también ninfas, faunos, sátiros, etc. La vida pastoral se caracteriza por la
sencillez, el amor, los cantos, la pureza de la moral, etc.
Este tipo de literatura nació en uno de los primeros núcleos metropolitanos de la Humanidad,
Alejandría, y se le atribuye a Teócrito. Los protagonistas de sus poemas estaban situados en
Sicilia y hablaban un dialecto griego llamado Dórico. La obra clásica de referencia en este
género son las Bucólicas de Virgilio. Algunas de ellas son copias de las de Teócrito, y otras
están situadas en Arcadia, un territorio ideal y paradisiaco.53
Estas obras clásicas tienen influencias en grandes obras: Admetus de Bocaccio, El calendario de
los pastores de Spencer.54
51
Highet: 1949: p. 144. 52
Highet: 1949: 144-161. 53
La Arcadia de Jacopo Sannazaro (Edad Media); Églogas de Garcilaso de la Vega (Renacimiento). 54
Highet: 1949: pp. 162-178.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
33
Teatro
Mientras que el drama de la Edad Media guarda pocas similitudes con Grecia y Roma, es en el
Renacimiento donde se sientan las bases del teatro moderno, siguiendo las pautas del mundo
clásico.
La concepción del teatro como un arte: mientras que en la edad media el teatro era
llevado a cabo por actores y artistas amateurs, en el Renacimiento se convierte en un
arte casi aristocrático.
El drama se concibe como un tipo de literatura.
Se crean los teatros y los principios de la producción dramática: mientras que en la
Edad Media no existían los teatros, en el renacimiento se empiezan a construir
edificios dedicados únicamente a la representación teatral, como en Grecia.
La estructura del drama moderno sigue las pautas de el del mundo clásico:
Duración: dos o tres horas.
División, en tres actos, de más o menos la misma duración.
La introducción, de nuevo, del CORO.
Utilización del VERSO.
Los dramas griegos y romanos, al ser redescubiertos, proporcionaron estándares de
«alta literatura».55
La tragedia barroca está mucho más influenciada por el mundo clásico que cualquier género
moderno.
1. Los autores habían recibido una formación sobre el mundo clásico mucho más
profunda que sus antecesores.
2. Eran los únicos que conocían casi a la perfección a los tres grandes escritores de
tragedias griegos.
3. Todo lo que rodea al mundo del teatro adquiere un cierto grado de magnificencia.56
Destacaremos aquí a William Shakespeare y sus grandes tragedias influidas por el mundo
clásico, como por ejemplo es Sueño de una noche de verano, con reminiscencias de La
Metamorfosis de Ovidio.
55
Highet: 1949: pp. 127-144. 56
Highet: 1949: pp. 293-303.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
34
Lírica
Highet considera los poemas líricos canciones. Cuando determinada canción se vuelve popular,
la música se subordina a la letra, y finalmente termina perviviendo la letra.
La mayoría de la lírica grecolatica fue destruída o se perdió durante el comienzo de la Edad
Media, sobre todo la griega: apenas tenemos nada de Safo, Píndaro, etc. En latín conservamos
los preciados libros de Horacio, Cátulo y Sidonio Apolineo y raros anónimos como The Vigil Of
Venus. Todos juntos no conforman un número muy grande, y son difíciles de entender.
La influencia grecorromana en la lírica fue tardía. Los países modernos, sin embargo,
construyeron su lírica bajo la influencia del latín y, sobre todo, del griego, y nombraron su
género prominente igual que uno griego: la Oda.
Los modelos clásicos principales de la lírica moderna fueron Píndaro y Horacio; luego, muy por
detrás de ellos, Anacreonte (con sus discípulos), los poetas de la antología griega y Cátulo.57
Sátira
La sátira fue el único género de creación genuinamente romana.
Aunque los autores de la Edad Media no entendieron la intención y el patrón de algunos
autores clásicos sátiros, escribieron muchas obras satíricas, aunque en la mayoría de las
ocasiones estropeaban el material usándolo de manera incorrecta (p.e.: en El Romance de la
Rosa). Fue tal la influencia clásica que durante la Edad Media fueron más las sátiras escritas en
lengua latina que en lengua vernácula.
El redescubrimiento de la sátira en el Renacimiento fue más “exquisito”. La influencia directa
romana se aprecia en varios puntos:
Cobra más importancia la sátira en verso que la sátira en prosa, ya que no había
suficientes autores sátiros clásicos en prosa como para emularlos.
Por tanto, la sátira moderna en prosa adoptaba otra forma literaria conocida y le
inyectaban el espíritu de la sátira clásica (p.e.: Los viajes de Gulliver o la obra de
Rabelais).
La ventaja de esto es que se le da una gran libertad a los autores de sátiras.
La desventaja es que se pueden confundir las características de las sátiras con
las del género en prosa utilizado.
57
Highet: 1949: pp. 219-255.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
35
Unos de los principales sátiros modernos en prosa fue Abraham a Sancta Clara.
Mientras que la prosa sátira estaba poco influenciada por los clásicos por la falta de
referencias (exceptuando a Luciano), la sátira en verso moderna desciende directamente de
estos. Probablemente esta es la razón de la escasez comparativa de sátiras en verso en el alto
Renacimiento, y de la ausencia de grandes escritores satíricos en los países que estaban, en
parte, fuera del Renacimiento, como España y Alemania.58
Prosa y Novela
Los siglos XVII y XVIII son popularmente conocidos como «los siglos de la prosa».
Como hemos dicho antes, los autores barrocos fueron los mejor formados en los clásicos. La
prosa también emuló los modelos grecorromanos, pero con menos limitaciones, más variedad
y mayor éxito. Los modelos latinos eran usados con más frecuencia que los griegos.
Durante estos siglos existieron dos escuelas, y las dos se inspiraron en las autoridades clásicas
para elaborar sus obras.
1. La primera de ellas estaba basada en la estela del gran prosista de la antigüedad
Cicerón. Destacan Balzan, Bourke, etc.
2. En la segunda escuela destacan autores como Francis Bacon, John Milton, Blaise Pascal
o Michel de Montaigne. Se divide, a su vez, en dos tipos.59
Destacaremos, por su importancia, las novelas Telémaco de François Fénelon, Pamela de
Samuel Richardson y Tom Jones de Henry Fielding, así como el Ulises de James Joyce.
Retórica
La retórica es la disciplina transversal a distintos campos de conocimiento que se ocupa de
estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje, puestos al
servicio de una finalidad persuasiva o estética, añadida a su finalidad comunicativa.
Históricamente, la retórica tiene su origen en la Grecia clásica, donde se entendía, en palabras
de los tratadistas clásicos, como el ars bene dicendi, esto es, la técnica de expresarse de
manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario.
La retórica demostró pronto su utilidad como instrumento político en el régimen democrático,
siglo V a. C., divulgada por profesores conocidos como sofistas, entre los cuales los más
58
Highet: 1949: pp. 303-322. 59
Highet: 1949: pp. 322-355.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
36
conocidos fueron Protágoras de Abdera y Gorgias. Para estos maestros de retórica que fueron
también filósofos, no existe una única verdad y con el lenguaje sólo se pueden expresar cosas
verosímiles. Valoraban mucho el poder que tenía la palabra que según Gorgias «es un gran
soberano que con un cuerpo muy pequeño e imperceptible realiza obras de naturaleza
divina»60.
Ya en Roma, la retórica se perfeccionó sumamente por medio de las investigaciones y
esfuerzos que consagraron a su estudio hombres de letras como Cicerón, que dedicó al tema
una parte sustancial de su obra e hizo de la retórica el eje de sus preocupaciones, el anónimo
autor de la Retorica ad Herennium o Marco Fabio Quintiliano, cuyos doce libros
de Instituciones oratorias suponen la culminación de los estudios sobre la materia en el mundo
romano.
Durante la Edad Media, de los tres géneros oratorios, el judicial, el deliberativo y el epidíctico,
entraron en decadencia el género deliberativo y el epidíctito, es decir, la oratoria política y la
artística, ya que la militarización del imperio hacía inútil los conocimientos de la oratoria; sin
embargo sus conocimientos fueron transvasados a la literatura en general, que se retorizó
notablemente perdiendo bastante de su inspiración originaria y su frescura. Así lo vino a
concluir el gran estudioso de la literatura medieval Ernst Robert Curtius en su Literatura
europea y Edad Media latina, traducido al castellano en 1955.
La retórica contemporánea ha prescindido del discurso oral y, por tanto, de entre las cinco
fases de elaboración del discurso(invención, disposición, elocución, memoria y acción) de las
dos últimas de índole práctica, la memoria y la acción.
Sin embargo, la retórica ha vivido un gran renacimiento en la segunda mitad del siglo XX como
disciplina científica con el surgir de varias corrientes de pensamiento que han redescubierto su
valor para distintas disciplinas; comenzó Heinrich Lausberg realizando una gran labor de
clasificación de la disciplina con sus Elemente der literarischen Rhetorik, traducido como
Elementos de retórica literaria en 1975; y su impagable Manual de retórica literaria, publicado
en español entre 1966 y 1970 en tres volúmenes; Chaïm Perelman y Lucie Ollbrechts-
Tyteca publicaron en 1958 un fundamental Tratado de la argumentación, traducido al
castellano en 1994; la disciplina creada a raíz de este libro se denomina desde entonces
Retórica de la argumentación o, a veces, Neorretórica; por otra parte, y al lado de esta llamada
retórica de la argumentación, ha surgido una nueva neorretórica, la retórica contemporánea
60
GORGIAS DE LEONTINI: Elogio de Helena.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
37
de las figuras, ilustrada por Roman Jakobson, el Grupo µ (o Grupo de Lieja), Lakoff y Johnson,
etc. que permitió a la lingüística y a la semiótica desarrollarse en una orientación social y
cognitivista. El estudio de la retórica como un fenómeno cultural ha sido profundamente
renovado por el historiador francés de la cultura, Marc Fumaroli (Collège de France).
La invención, sola o conjuntamente con la disposición, es a menudo llamada argumentación; la
elocución se subdivide, como habían determinado ya los teóricos de la antigüedad, en un gran
número de puntos de vista sobre el discurso a hacer (arte de la retórica) o sobre el discurso ya
hecho (retórica como ciencia): sobre el vocabulario (registros de la lengua), sobre los ritmos y
las sonoridades, sobre la forma y la estructura de las frases (sintaxis, parataxis, hipotaxis, tipo
de progresión remática, periodo, estilo comático, etc.).
UNIDAD IV. El cuestionamiento de los clásicos.
1. La Querelle des anciens et des modernes.
El debate de los antiguos y los modernos —también conocido como la Querella de los antiguos
y los modernos—, es un tópico de la cultura occidental, consistente en la comparación entre
los autores considerados clásicos y los que en cada momento se tienen por actuales.
Bien se opta por valorar más a los antiguos, a los que se considera hombres que habrían
dejado dicha la última palabra de forma insuperable; bien a los modernos que, huyendo de los
caminos trillados, encuentran perspectivas innovadoras y superan errores ciegamente
perpetuados por la costumbre.
Historia
Frases sobre el valor relativo de unos o de otros pueden rastrearse desde la Antigüedad y
la Edad Media, con sus sucesivas renovaciones. Pero ese debate, en sentido estricto, es tan
viejo como el Renacimiento. En el siglo XVI se hablaba de continuo de novedad, en concordia o
no con los antiguos, de modo que, en distintos grados, varios aspectos del siglo siguiente
(«crítica de los clásicos, independencia de los antiguos, pretensión de mejorar al mundo y al
hombre, afirmación de la experiencia y de la razón como instrumentos del conocimiento»,61 )
aparecen muchos de ellos, y no sólo implícitamente, en las discusiones renacentistas de esa
centuria.
61
MARAVALL, José Antonio (1966): Antiguos y modernos. La idea de progreso en el desarrollo inicial de una sociedad, p. 582. Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
38
Sin embargo, con ese rótulo, Querella, no se explicitará hasta avanzado el siglo XVII, hasta la
intervención de Charles Perrault en la Academia Francesa (con el poema El siglo de Luis el
Grande 1687), que abrió un debate en el que de inmediato protestó otro miembro de la
Academia, Nicolas Boileau-Despréaux. De ahí que se la conozca familiarmente como la
querelle.
El debate se agudizó con la publicación a partir de 1688, por parte de Charles Perrault, de los
cuatro tomos de su importante Parallèle des anciens et des modernes,62 obra que habla de
literatura y artes, pero que también invita a comparar las ciencias modernas con las pasadas.
Se formaron así dos bandos, con numerosas publicaciones. Entre los «antiguos», además de
los ya citados, se contaban Jean Racine, Jean de La Fontaine y Jean de La Bruyère; con los
«modernos» se alinearon sobre todo Bernard Le Bovier de Fontenelle, secretario de la
Academia de Ciencias de París, y Jean Desmarets de Saint-Sorlin.
Lo importante es el salto a Inglaterra de tal debate, que amplió el número de contrincantes e
incorporó nuevas ideas. Pero no sólo los ingleses introdujeron la ciencia en el debate: a uno y
otro lado del Canal se mantuvo ese doble filo, literario y científico, del debate.
Hasta tal punto se dan intervenciones en la querella, en otros países, que por
ejemplo Jonathan Swift, para defender a William Temple uno de los que argumentaban acerca
de la primacía de los Antiguos, escribe la sátira literaria La Batalla de los Libros Antiguos y
Modernos (The Battle of the Books, 1704).
Puede considerarse la Querella como parte importante de la crisis de la conciencia europea,
momento cultural de la Europa de finales del XVII y comienzos del XVIII que definió
expresamente Paul Hazard63. Hasta el siglo XXI llegan los ecos del debate, y podemos
encontrar centenares de aforismo y frases al respecto, más aún tras el auge y declive del
posmodernismo.
62
PERRAULT, Charles (1688-1697): Parallèle des anciens et des modernes, Stlakine. París, Jean Baptiste Coignard. 63
HAZARD, Paul (1988): La crisis de la conciencia europea. Madrid, Alianza Editorial.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
39
2. Factores que siguieron haciendo posible la pervivencia en los siglos
XVIII-XXI.
Siglo XVIII
El pensamiento romántico no se aleja en absoluto de las literaturas griega y latina. Al
contrario, la mayoría de los grandes escritores europeos de la época sabían mucho más acerca
de la literatura clásica que sus predecesores: Shelley, por ejemplo, sabía más griego que el
Papa. Los clásicos no eran desatendidos durante este período. En cambio, fueron
reinterpretados con un énfasis y una comprensión más profunda.
La fuerza motriz real del periodo fue la protesta social, política, religiosa, estética, y moral.
Hubo, particularmente en Inglaterra, una reacción en contra de uno de los malos efectos de la
influencia clásica en la literatura: el hábito de dejar que los mitos y los poetas griegos y
romanos hagan la labor de creación de una obra. En lugar de escribir algo nuevo, los poetas
barrocos recurrían demasiadas veces al método de utilizar una imagen clásica, ya trillada, o un
recurso estilístico de la época. Por tanto, la reacción que se produjo en la época revolucionaria
no estaba en contra de los clásicos como tales, sino en contra de la falta de imaginación
característica de la época barroca y el hábito de usar clichés clásicos como atajos a la expresión
imaginativa.
Otra razón para hablar del período revolucionario en literatura como anti clásico es que
algunos de los ideales artísticos se oponían a los ideales de grecorromanos, en particular, a la
restricción de la emoción, que ahora cambia en detrimento de la fuerte la expresión de los
sentimientos.
Hay una razón adicional para describir la literatura del período revolucionario como anti-
clásica, y es que un número de nuevos campos de la experiencia humana, fuera del alcance de
los clásicos de la literatura, se lanza ahora abierto a los poetas y sus lectores.
Asimismo, mientras que el Renacimiento significó una asimilación del mundo latino, esta
época redescubrió los ideales griegos. Para ellos, la cultura griega implicaba belleza, nobleza,
culto a la naturaleza, a la libertad (artística, política y sexual), así como la oposición a la
cristiandad, el culto al paganismo. Con esta revisión de la cultura grecolatina, la consideración
de los autores de esa época cambió.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
40
Por último, Grecia e Italia simbolizaban la tierra del escape, con clima cálido, mujeres alegres,
etc., en contraposición al sombrío norte.64
Siglo XIX
Durante el siglo que sucedió a la época revolucionaria y que se cierra con la Primera Guerra
Mundial, el conocimiento clásico aumentó tanto en distribución como en profundidad. Más se
sabe acerca de Grecia y Roma que nunca; y más personas aprendieron algo sobre Grecia y
Roma que nunca. Pero los dos gráficos de aumento no coincidían. Durante los primeros
cincuenta o sesenta años corrían más o menos de forma paralela. Después, el primero empezó
a bajar, mientras que el otro siguió subiendo, más lentamente, tal vez, pero de forma continua
hasta 1914. Durante todo el siglo los eruditos estaban descubriendo más y más información
sobre la antigüedad grecorromana, y la creciente suma de conocimiento estaba siendo
impreso y, por tanto, más disponible.
En los primeros sesenta o setenta años de la siglo XIX las escuelas y universidades existentes
crecieron, muchas otras nuevas se fundaron, más chicos e incluso niñas fueron alentados
asistir, una nueva seriedad de propósito educativo se hizo sentir. La educación clásica tuvo un
gran impulso a partir de los avances notables en la erudición griega y latina que se estaban
logrando, y también de la inspiración de autores ampliamente admirados cuyo conocimiento
clásico era parte de su reputación. Sin embargo, hacia los ochenta los clásicos comenzaron a
perder su primacía hasta entonces indiscutible en la educación. Otros temas –en particular las
ciencias físicas– eran llamados a abastecer la demanda, lo cual era incompatible con la
enseñanza de las disciplinas clásicas. Desde entonces, hasta la primera guerra mundial, la
presencia de lo clásico en las aulas (y por ende en la vida) descendió.
El incremento de los conocimientos clásicos se debió en parte a la gran presencia en la escuela
y, principalmente, a la aplicación de los métodos de la física y la ciencia a lo que había sido
hasta entonces considerado como un campo entre el arte y la filosofía. Por ejemplo:
1. Nuevas ramas del conocimiento se desarrollan a través de la aplicación de los métodos
exploratorios directos de la ciencia experimental.
2. Conocimiento clásico revisado mediante la aplicación del método científico.
3. Los hechos, dispersos en muchos campos del conocimiento clásico, eran ahora
completados, centralizados y fácilmente disponibles.
64
Highet: 1949: pp. 355-367.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
41
4. Métodos de producción en masa fueron utilizados para hacer los libros clásicos más
disponibles a un amplio público.
5. La técnica desarrollada en el siglo XIX para la ciencia y la industria se aplicó a la
investigación en la erudición clásica, como a cualquier otra rama del saber.
6. Se fundaron las sociedades.65
Siglo XX
El desarrollo más interesante de la influencia clásica en el pensamiento y la literatura moderna
es la reinterpretación y la revitalización de los mitos griegos. Este está teniendo lugar en dos
campos diferentes, y al parecer en dos diferentes direcciones. Uno de ellos es casi totalmente
literario. El otro ha producido una gran cantidad de literatura indirectamente, pero es
principalmente psicológico y filosófico.
Sin embargo, son tres los principios fundamentales sobre los que los mitos pueden ser
interpretados.
Describen hechos históricos individuales.
Toman como símbolos verdades filosóficas permanentes.
Celebrar que son reflejos de los procesos naturales, eternamente recurrentes.
Mientras tanto, en la literatura, la obra ha sido producido por una serie de autores modernos
que han sabido volver a contar mitos griegos como obras de teatro o historias, dándoles un
aire moderno. Se prefiere utilizar las leyendas como lo hicieron los poetas griegos, haciéndolas
llevar significado moral y político a un público contemporáneo.66
65
Highet: 1949: pp. 466-501. 66
Highet: 1949: pp. 520-541.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
42
UNIDAD V. Los siglos XX-XXI y la tradición clásica.
1. Pervivencia indirecta. El estímulo creativo de los aspectos
“modernos” del Mundo Antiguo: ficciones modernas que toman como
punto de partida la historia y la mitología grecorromanas.
1.1. La novela histórica de tema grecorromano.
Conocida es la postura de Amado Alonso en el sentido de que «la novela histórica está en crisis
casi desde su nacimiento» y, como el mismo afirmó en su Ensayo sobre la novela histórica
(1942) consideraba que el género estaba «prácticamente abandonado»67.
Frente a la decadencia, sin embargo, de la que nos habla Amado Alonso, en los últimos
decenios hemos asistido a una auténtica eclosión que «ha querido explicarse por la falta de
interés y por la insatisfacción de lo cotidiano como tema literario. También por el cansancio de
nuestro siglo por tantos istmos mentalistas como surrealismo, racionalismo, psicologismo o
subjetivismo que ha hecho que la balanza se incline por la narración (..) y no hay razón para
suponer que estemos en el final de sus metamorfosis potenciales».68 Hay incluso quien afirma
que «la novela histórica de este final de siglo contribuye con sus símbolos a construir el emblema
de la decadencia de las Democracias Occidentales, comienzo del fin del imperio del espíritu
burgués, exaltador del individuo y nacido de la Revolución francesa y del Romanticismo, que hoy
agoniza en la cima de la soledad del poder económico y del bienestar, símbolo de Europa y los
Estados Unidos»69.
Lo que sí notamos en las novelas históricas de tema grecorromano en el siglo XX es que no están
tan ideologizadas, por ejemplo por la pugna entre cristianismo y paganismo, como lo estuvo la del
siglo XIX. La pugna religiosa ha ido quedando arrinconada, como ha acaecido en la propia
sociedad. No tanto, al menos, en la primera mitad del siglo XX, ha dejado de estar presente la
pugna entre capitalismo y comunismo en la novela histórica, como lo muestra la interpretación
por parte de determinados novelistas del tema de la rebelión, en el siglo I a. C, de Espartaco,
prototipo para algunos de la rebelión del proletariado, tal y como lo hicieron dos grandes
67
ALONSO, Amado (1942): «Ensayo sobre la novela histórica: El modernismo en la gloria de Don Ramiro» en Colección de Estudios Estilísticos, Tomo III. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. 68
SANTANA HENRÍQUEZ, G. (2000): «La novela histórica y su boom actual» en Tradición clásica y Literatura española, p. 201. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. 69
QUEROL SANZ, J. M. (1996): «Apropiación y modelización de la Antigüedad en la novela histórica contemporánea. Algunas notas sobre el problema de la reconstrucción de modelos y la decadencia de la
cultura occidental» en La novela histórica a finales del siglo XX, pp. 367-374. J. ROMERA CASTILLO, F.
GUTIÉRREZ CARBAJO & M. GARCÍA PAGE (Eds.), Madrid.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
43
escritores, en sus novelas históricas que tienen como centro la figura del rebelde, me refiero a las
famosas novelas de Koestler (1938) y Fast (1951), quienes indudablemente leyeron la historia
como quisieron leerla, pues la visión de estos novelistas no es la que encontramos en las fuentes
clásicas, trátese de Plutarco, Apiano, Livio o Floro, quienes nos presentan una sublevación de unos
forajidos audaces, desesperados y feroces.
El siglo XX, en opinión de C. García Gual70, se caracterizaría, en el ámbito de la novela histórica
grecorromana, «ante todo por la variedad de enfoques y la diversidad de estilos, mucho más que
por la novedad de los temas. No es ahora frecuente poner un énfasis retórico o ideológico como
telón de fondo ni agudizar los conflictos religiosos o morales como pautas para subrayar lo actual
o lo moderno de los dramas representados. No hay un empeño —en general— por demostrar la
cercanía de los antiguos a nuestros hábitos. El exotismo, la invitación a la evasión del presente, y
muy raramente la nostalgia del pasado, siguen siendo acicates en la recreación de esos escenarios
antiguos, pero ha disminuido mucho el didactismo, tanto implícito como sobre todo explícito, en
esas narraciones. Incluso en el aparato de notas y de citas, de frases o palabras en latín y en
griego, que daban ya a primera vista una nota distinguida a los textos decimonónicos». Resultan
indudables, pensamos, sus apreciaciones. Actualmente, por ejemplo, con el empobrecimiento
que el público lector e incluso el autor tiene de las lenguas y de la cultura clásicas, pedirle este
toque de lengua a una novela histórica actual resulta casi imposible. Normalmente el compromiso
que suele utilizar el autor en el caso de la lengua es dejar hablar al narrador y a sus figuras en el
idioma materno del autor y en el estado contemporáneo a la creación de la novela y sólo de vez
en cuando, a lo sumo, introduce una forma arcaizante o dialectal para que tanto el diálogo de las
figuras como las intervenciones del narrador tengan cierto aire de autenticidad71. El que autores
como Robert Graves o M. Yourcenar nos expongan en apéndice sus referencias bibliográficas
pertenece a otros tiempos, de mejor conocimiento de nuestras raíces.
En líneas generales el autor suele escoger del mundo grecorromano un tema que resulte
atractivo, emocionante, sobre todo de épocas de crisis, de fuertes personalidades, trátese de
César, Alejandro, Hipatia, Nerón, o bien de amores que se desarrollan en épocas muy interesantes
históricamente o de personajes míticos y sus aventuras que están realzados por la distancia y
majestuosidad del mito. De todas formas hemos de destacar que la novela de tema romano72 es
70
GARCÍA GUAL, C. (2013): La Antigüedad novelada y la ficción histórica, p. 215. Madrid, Fondo de Cultura Económica de España. 71
SPANG, K. (1995): «Apuntes para una definición de la novela histórica» en La Novela Histórica. Teorías y Comentarios, p. 107- K. SPANG, I. ARELLANO & C. MATA (Eds.), Universidad de Navarra. 72
MONTERO CARTELLE E. & HERRERO INGELMO M.C. (1994): De Virgilio a Umberto Eco. La novela histórica latina contemporánea. Huelva, Ediciones del Orto.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
44
muchísimo más abundante que la de tema griego. Abundan más las figuras de la Roma imperial
que las griegas de época arcaica, clásica o helenística, aunque aparezcan novelas sobre Safo,
Pericles o Alejandro, sobre todo de éste último con asombrosa frecuencia.
En efecto, novelas históricas, centradas en personajes históricos griegos, son menos
frecuentes que las latinas. Así sobre Safo, aparte de Safo de J. Fernau y La novela de Safode A.
Krislov, tenemos las de Michael Darius (Alexander Trocchi), I, Sappho of Lesbos (1960), de
Martha Rofheart, Burning Sappho (1974), o la de Ellen Frye, The Other Sappho (1989), entre
otras. Sobre Esopo incluso tenemos novelas como las de A. D. Wintle, Aesop (1943) y John
Vornholt, The Fabulist (1993). Sobre Pericles y/o Aspasia, entre otras, tenemos las novelas de
W. Savage Landor, Pericles and Aspasia (1836), de Robert Hamerling, Aspasia (1875), de Rex
Warner, Pericles the Athenian (1963), de Madelon Dimont, Darling Pericles (1972), o de Taylor
Caldwell, Glory and the Lightning (1974). Sobre Alcibíades, entre otras, tenemos las de Charles
H. Bromby, Alkibiades (1905), de C.E. Robinson, The Days of Alcibiades (1925), las dos sobre
esta figura de Vincenz Brun (1935-1936), Alcibiades, beloved of Gods and Men (1935)
y Alcibiades, forsaken by Gods and Men (1936). En cuanto a Sócrates, entre otras, tenemos las
novelas de Fritz Mauthner, Mrs. Socrates (1926), la de O. F. Grazebrook, Socrates among his
Peers (1927), la de Arnold Trinder, O Men of Athens (1947), la de Cora Mason, Socrates (1953)
o la de Robert Pick,The Escape of Socrates (1954). Sobre Alejandro, aparte de las de Mary
Renault o las recientes de Valerio Maximo Manfredi, tenemos, entre otras, las de A. J.
Church, A Young Macedonian in the Army of Alexander the Great (1890), las de Marshall
Monroe Kirkman, The Romance of Alexander and Roxana (1909) y The Romance of Alexander
the King (1909), la de Konrad Bercovici, Alexander (1928), la de Mary Butts, The
Macedonian (1933), la de Nikos Kazantzakis, Alexander the Great (1941), la de Harold
Lamb, Alexander of Macedon (1946), la de Jakob Wasserman, Alexander in Babylon (1949), la
de Robert Payne, Alexander the God (1954), la de Karl V. Eiker, Star of Macedon (1957), la de
Alfred Powers, Alexander's Horses (1959), la de Maurice Druon (Maurice Kessel), Alexander
the God (1960), la de Edison Marshall, The Conqueror (1962), las de Helga Moray, I,
Roxana (1965),A Son for Roxana (1971) y Roxana and Alexander (1971), las de David
Gemmell, Lion of Macedon (1990) y The Dark Prince (1993), y la de Anna Apostolou (P.C.
Doherty), A Murder in Macedon (1997). Sobre Cleopatra, aparte de la famosa de H. Rider
Haggard (1889) y la de Terenci Moix, tenemos, entre otras, bajo el título común
de Cleopatra las de Georg Ebers (1894), la de Emil Ludwig (1959), la de Jeffrey Gardner (1962),
la de Douglas Keay (1962), la de Teresa Crayder (1972), aparte de las de Claude Ferval
(Marguerite Aimery de Pierrebourg), The Life and Death of Cleopatra (1924), la de Talbot
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
45
Mundy, Queen Cleopatra(1929), la de Jack Lindsay, Last Days with Cleopatra (1935), la de la de
Dorothy Cowlin,Cleopatra, Queen of Egypt (1970), la de Naomi Mitchison, Cleopatra's
People (1972), la de William Bostock, I, Cleopatra (1977) y la de Margaret George, Memorias de
Cleopatra, entre otras. Todos ellos son personajes muy atractivos en sí, aparte de sus épocas,
para los escritores de novelas históricas.
En cuanto a la forma de presentación del relato el narrador como voz narrativa en la novela
histórica no se distingue de los demás tipos de novelas. Lo más usual es el narrador omnisciente
en tercera persona que desde el principio conoce los orígenes y el final de la historia y también los
caracteres de los protagonistas. Es una visión "desde arriba", comprehensiva, total. Pero en otras
ocasiones cabe la narración en primera persona, fórmula común de los diarios, las memorias, las
cartas y las autobiografías, en las que el narrador es el propio protagonista, como, por
ejemplo, Yo, Claudio, Memorias de Adriano, Memorias de Cleopatra de Margaret George
o Casandra de Christa Wolf, aunque también el "yo" puede ser un amigo íntimo, un testigo
próximo a los acontecimientos como es Anaxágoras en el caso de Pericles el ateniense o el eunuco
Bagoas en El muchacho persa de M. Renault. Mas también puede darse la variante de un narrador
múltiple como ocurre con la novela epistolar, en las que todos los corresponsales se convierten en
narradores y figuras, y asistimos a un poliperspectivismo de los acontecimientos que se nos
narran, como sucede con novelas históricas como Los idus de marzo de Th. Wilder, Roma bajo
Nerón de Krascewski, Safo de J. Fernau o Lesbia mía de A. Priante. En este caso lo normal es que el
narrador vea la historia "desde abajo", observa, como uno más y con limitaciones, lo bajo, lo
cotidiano.73
En cuanto a la tipología, Carlos García Gual74 distingue cinco tipos: novelas mitológicas o de tema
mítico, biografías novelescas de grandes figuras históricas, relatos de gran horizonte histórico,
novelas de amor y aventuras y relatos de intriga. El primer tipo, novelas mitológicas, como su
nombre indica, serían aquellas que tienen como base un mito clásico y en este grupo entrarían
desde El vellocino de oro (1945) de Robert Graves a las novelas sobre Casandra de Hilary Bailey y
Christa Wolf, pasando por las novelas de Mary Renault centradas en Teseo (El toro del mar
y Teseo rey) entre otras, aparte de una novela no justamente, desde nuestro punto de vista,
valorada, Menesteos, marinero de abril de Mª Teresa León, la fiel compañera hasta la muerte de
Rafael Alberti. En cuanto al tipo de biografías novelescas, hoy día en auge, acogería en su seno las
dedicadas a personajes históricos, políticos, como la multitud de novelas sobre Alejandro, desde
73
García Gual: 2013: p. 216; Spang: 1955: pp. 96-98; Santana Henríquez: 2000: p. 203. 74
García Gual: 2013: p. 217.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
46
la trilogía de Mary Renault a las recientes de Valerio Massimo Manfredi, pasando por La jeneusse
de Alexandre de R. Peyrefitte, Alejandro de G. Haefs, Pericles de Rex Warner, Yo, Aníbal (1988) de
Juan Eslava, Yo, Trajano de J. Pardo, La leyenda del falso traidor (1994) de A. Gómez Rufo,
centrada en la figura de Bruto, o Apócrifo Cleónico, Primera biografía de Pericles (1996) de M. M.
Rubio Esteban o las culminaciones de este tipo, Yo, Claudio y Claudio el dios de R. Graves
o Memorias de Adriano (1948) de M. Yourcenar, entre otras. En cuanto a biografías noveladas
centradas en famosos escritores clásicos tendríamos que citar La séptima carta de Vintila Horia,
que evoca la vida de Platón, Safo de J. Fernau y La novela de Safo de A. Krislov, El cantante de
salmos de M. Renault, que evoca al poeta Simónides, Lesbia mía de A. Priante, que evoca
naturalmente al poeta Catulo, La encina de Mario. Autobiografía de Cicerón también de
Priante, La muerte de Virgilio (1951) de H. Broch y El largo aliento de Juan Luís Conde sobre
Tácito, entre otras. En cuanto a novelas de gran horizonte histórico (seguimos utilizando la
terminología de C. García Gual) serían aquéllas en las que no es tan importante el héroe como el
amplio escenario de sus aventuras, donde entrarían la Creación de Gore Vidal (1981), Aníbal de G.
Haefs (1990), Nerópolis (1984) de H. Monteilhet (1984), entre otras. En el apartado de novelas de
amor y aventuras entrarían novelas como Laureles de ceniza de Norbert Rouland o Aphrodite in
Aulis (1931) de George Moore (1852-1933), novela de amor que se desarrolla en la Grecia del
siglo V a.C., entre otras. En cuanto a novelas históricas que son auténticos relatos de intriga,
policiacos, entrarían la serie cuyo protagonista es el detective Marco Didio Falco en las novelas de
Lindsey Davis —El oro de Poseidón, La plata de Britania, La estatua de bronce, La Venus de cobre,
La mano de hierro de Marte y Último acto en Palmira— o el detective Gordiano el Sabueso creado
por Steven Saylor (Sangre romana, El brazo de la Justicia, El enigma de Catilina y La suerte de
Venus o Asesinato en la vía Apia).
Pero también el propio C. García Gual75nos dice que básicamente podemos distinguir en las
novelas históricas «dos esquemas básicos y distintos, repetidos con frecuencia: las de tramas que
podemos llamar romántica, en los que los protagonistas son una joven pareja, y otras que están
centradas sobre la figura de una personalidad de gran relieve histórico. El primer tipo es bien
conocido por ser el más frecuente en el período romántico, tanto en las obras de W. Scott, como
en Los novios de Manzoni o en Quo vadis? de Sienkiewicz, por ejemplo. El segundo tipo podemos
ejemplificarlo en novelas como las de Merezhkovski, Juliano el Apóstata o la de H. Kesten, Felipe
75
GARCÍA GUAL, Carlos (1966): «Novelas biográficas o biografías novelescas de grandes personajes de la Antigüedad: algunos ejemplos» en La novela histórica a finales del siglo XX: actas del V Seminario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral de la UNED, p. 55. Cuenca, Visor.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
47
II (traducida con el título de Yo, la muerte, Edhasa, 1994) o los dos tomos de Enrique IV de
Heinrich Mann.»
Por su parte Kurt Spang distingue tan sólo dos tipos de novelas históricas, la novela histórica
ilusionista y la novela histórica anti ilusionista. La primera caracterizada por el afán de los autores
de crear la ilusión de autenticidad y de veracidad de lo narrado, por tratar de infundir en el lector
la sensación de que está asistiendo a la reproducción auténtica del devenir histórico, creándose la
apariencia de que historia y ficción coinciden, y el autor suele afirmar, incluso con pruebas
documentales, que lo que narra es verdadero. En ella todo resulta lógico y coherente.
Generalmente enaltece al individuo. Es el tipo de novela que, según Spang se adapta más a la
novela histórica decimonónica y anterior. La novela antiilusionista para Spang es aquella que
corresponde en grandes rasgos a la novela histórica que se cultiva preferentemente a fines del XIX
y el siglo XX, que asume el hiato entre historia y ficción, que no trata de crear "ilusión" de
autenticidad en el receptor, que si existen incongruencias éstas se presentan como tales, y donde
juegan un papel mucho más importante los grupos sociales e ideológicos, donde entrarían, según
el mismo auto, por ejemplo, Los negocios del Sr. Julio César de B. Brecht o Los idus de marzo de
Thornton Wilder.
Por su parte Enrique Montero Cartelle y Mª Cruz Ingelmo, que centran su estudio sólo en la
novela latina, reconocen que se podrían establecer diversas tipologías atendiendo a criterios
históricos o literarios, aunque reconocen que «el más evidente y el que más llama la atención del
lector es el criterio temático, a la vez que la finalidad o intención con la que se escribe la novela.
Estos criterios se solapan porque no son incompatibles, razón por la cual algunas de las novelas
podrían tener cabida en más de una categoría», llegando a distinguir dentro de las novelas
históricas latinas, correspondientes al mundo antiguo, la siguiente tipología:
Novela biográfica sea cual sea la forma de narración que se adopte, donde entrarían, por
ejemplo, entre otras, La columna de hierro. El gran tribuno (novela sobre Cicerón y Roma)
de Taylor Caldwell, las novelas sobre Claudio de Robert Graves, Los Idus de Marzo de
Thorton Wilder, El joven César y César Imperial de Rex Warner, Applaudite, se lo
spettacolo è stato bueno, I diari segreti del divino Augusto de Philip Vandenberg, el
Augusto y Tiberio de Allan Massie, La Memoria del tirano. Trece espejos para el
emperador Tiberio de Pierre Kast, Mesalina. Emperatriz y esclava del placer de V.
Vanoyeke-G. Rachet, Agrippina, la donna dei Cesari de Furio Sampoli, Memorias de
Agripina. La Roma de Nerón de Pierre Grimal, No digas que fue un sueño (Marco Antonio
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
48
y Cleopatra) de Terenci Moix, Anibal de Gisbert Haefs. Como variante, dentro de este
primer tipo, los autores incluyen la biografía antihistórica o contrahistórica de Alberto
Arbasino, Super-Heliogábalo.
La novela analística, esto es, los hechos son presentados año a año al modo de la
analística antigua, está representada por la saga republicana de las novelas de C.
McCullough, El primer hombre de Roma y La corona de hierba.
La novela biográfica religioso-filosófica, donde entrarían obras maestras como las
Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, Juliano el Apóstata de Gore Vidal o
Julian, La mort du monde antique de Claude Fouquet, entre otras.
La novela biográfica literaria con su típica representante, La muerte de Virgilio de
Hermann Broch, El último mundo de Christoph Ransmayr, Lesbia mía de Antonio
Priante o El largo silencio de Juan Luis Conde.
La novela biográfica ideológica o politizada, donde entrarían, lógicamente,
el Espartaco de Howard Fast y la inacabada novela, publicada post mortem en 1956, de
Bertol Brecht, Los negocios del señor Julio César.
La novela de orientación cristiana, bien a favor bien en contra, que tuvo una larga
tradición en el siglo XIX, como hemos visto, y que estaría representada por Dios ha nacido
en el exilio de Vintila Horia, Nerópolis, Novela sobre los tiempos de Nerón de Hubert
Monteilhet, Elena, la madre del emperador Constantino, de Evelyn Waugh, Médico de
cuerpos y almas, sobre la vida de S. Lucas, de Taylor Caldwell, Los conversos, que describe
el periplo intelectual de S. Agustín, de Rex Wagner, entre otras. Desde la perspectiva
anticristiana destacan Un gusto a almendras amargas de Hella S. Haase o Amantía de Mª
Xosé Qeizán.
La novela pedagógica, escrita por profesores para formación y deleite de sus alumnos,
donde entraría, por ejemplo, Laureles de ceniza de Norbert Rouland.
La novela policíaca, el tipo más curioso e insospechado, que supone el traslado a Roma
del género policiaco, donde entrarían El pompeyano (La vida en la antigua ciudad del
placer) de Philipp Vanderberg, las novelas de Lindsey Davis y de Steven Saylor, ya citadas,
o Noches de Roma (Una intriga en tiempos de Marco Aurelio) de Ron Burns, entre otras.
En cuanto a la clasificación que hace Germán Santana Henríquez, el propio autor reconoce que
existen otras posibilidades y prácticamente sigue la clasificación anterior, esto es, la de E. Montero
Cartelle y M. C. Herrero Ingelmo, pues distingue entre novela biográfica, novela analística, novela
biográfica religioso-filosófica, novela biográfica literaria, novela biográfica ideológica o politizada,
novela cristiana, novela pedagógica, novela policiaca y finalmente, la tipología que sería una cierta
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
49
innovación respecto a la clasificación ya citada de Montero Cartelle y Herrero Ingelmo, pero que
ya encontrábamos en la clasificación de C. García Gual, la novela mitológica (El vellocino de oro de
R. Graves, Final Troyano de Laura Riding o Jasón de Henry Treece, etc.).
Como se ve, las clasificaciones pueden ser diversas y nacen de nuestro afán de sistematizar.
Resulta evidente, pues, que tenemos novelas históricas de tema grecorromano de lo más
variopintas en temas, estructuras, estilos, más de tema romano que griego, y que,
afortunadamente, en contra de la opinión de Amado Alonso hace años, no se le vislumbra su
final, sino continuidad y, a lo sumo, adaptaciones a los nuevos tiempos, en los que se irán
abandonando temas que socialmente ya no son relevantes y, en cambio, se buscará e incidirá
en otros que reflejen los avatares del presente.76
1.2. El cómic
Las aventuras de Astérix el Galo: Las aventuras de Astérix el Galo y de su inseparable
compañero Obélix, obra de Goscinny y Uderzo, constituyen el mejor ejemplo de
divulgación del cómic de tema latino. Su impacto en la población les ha otorgado un
poder de creación de imágenes a nivel popular. También se han realizado
adaptaciones cinematográficas inspiradas en diversas historias que aparecen en los
cómics, aunque no se ha logrado el éxito esperado.
En la aplicación didáctica de esta serie se han planteado diversos inconvenientes. Uno
de ellos es la mezcla de antigüedad y modernidad, sobre todo cuando nuestros
personajes salen de la Galia y visitan otros países. En estos álbumes se aprecia una
crítica humorística a las costumbres actuales de esos países.77
Las aventuras de Alix: creación del guionista y dibujante Jacques Martin, son menos
conocidas y están disponibles en lengua francesa. Los dibujos son realistas y con
voluntad de reconstrucción. Hasta el momento se han publicado 18 que tienen como
protagonista a un joven galo que vive sus aventuras en toda la cuenca del
Mediterráneo durante el siglo I a. C.
En el ámbito español destaca la serie de El Jabato de Victor Mora y Vicente Darnis
publicada a partir de 1958 con un héroe ibero que arrostra infinidad de peligros y que,
como parece una constante en este tipo de cómics, vive aventuras más allá del mundo
76 RAMOS JURADO, Enrique (2001): «La novela histórica de tema grecorromano a inicios de un nuevo
siglo. Estudios de Sónnica la cortesana y Menesteos, marinero de abril» en Cuatro estudios sobre tradición clásica en la literatura española. Lope, Blasco, Alberti y Mª Teresa León, y la novela histórica. Cádiz, Servicio Publicaciones UCA. 77
Incluir las adaptaciones cinematográficas y las series de animación.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
50
mediterráneo. A pesar de su interés nacionalista las aventuras del Jabato no tienen
una historicidad seria.
En el cómic de tema griego encontramos ejemplos de calidad aceptable en cuanto a su
fidelidad a las fuentes. La batalla de las Termópilas sirve de base a un cómic de la serie
Mort Cinder titulado La batalla de las Termópilas. También dentro de la historia de
Grecia destaca el cómic dedicado a Alejandro Magno Tras las huellas de Alejandro
perteneciente a la serie Grandes Héroes de la Historia que incluye el periplo de Necao
y el de Nearco. La figura de Ulises recibe una peculiar atención en Ulises, el navegante
perteneciente también a la serie Grandes Héroes de la Historia. Con una aceptable
ambientación (como por ejemplo el casco de dientes de jabalí micénico), posee un
curioso final que enlaza la vida del navegante con los periplos de Himilcón y Hannón.
Espartaco, el hombre de Tracia: El cómic Espartaco, el hombre de Tracia tiene el doble
objetivo de entretener y al mismo tiempo divulgar una versión de la historia de
Espartaco más cercana a las fuentes, puesto que la historia de Espartaco no ha sido
tratada de un modo serio. Se ha partido la mayor parte de las veces de
interpretaciones políticas (marxistas), de tendenciosas novelas de masas o de
adaptaciones cinematográficas. La intención del cómic es reconstruir con el mayor
rigor posible el ambiente político-social del siglo 1 a.c. Para ello los autores han
consultado las fuentes directas de los escritores grecorromanos procurando evitar en
lo posible tópicos y anacronismos que eran frecuentes en los anteriores acercamientos
a las historias «de romanos». Espartaco, hombre de Tracia es una «ficción posible»,
acorde con los hechos narrados por Plutarco y Apiano, optando por las posibilidades
más lógicas o atractivas para esta historia e incluyendo anécdotas contenidas en las
fuentes clásicas que le otorgan mayor verosimilitud. El cómic se cierra con un apartado
de orientaciones y sugerencias didácticas que contribuyen a enriquecer la visión
histórica del momento. Las ilustraciones del foro, del senado romano, y las múltiples
viñetas dedicadas a asedios y batallas pueden utilizarse como ilustración de aspectos
de realia.
300: basada fundamentalmente en Las Termópilas de William Golding y la Historia de
Heródoto, narra los acontecimientos sucedidos en la batalla de las Termópilas entre
espartanos y persas. El héroe Leónidas representa la libertad y Jerjes, el rey persa, la
tiranía. Miller transmite perfectamente el espíritu espartano y persa, y controla sus
personajes con la soltura digna de un gran creador literario. Las imágenes son
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
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impactantes resaltando el carácter épico y grandioso del combate entre persas y
espartanos.78
1.3. El mundo de la imagen: cine y televisión, series y animación.
El cine
El cine de temática griega es mucho más escaso que el de tema romano debido a que la
historia de Grecia no tiene la unidad que caracteriza a la romana, no puede explotar el filón de
los mártires cristianos en el circo y a que la literatura no produjo ningún best seller de este
tema, al contrario de lo que pasó, por ejemplo, Quo Vadis?. Podemos dividir las películas de
temática griega en tres clases:
Películas prepeplum, de la primera mitad de los cincuenta. Factura cuidada, actores de
prestigio y un relativo respeto a las fuentes originales. Ulises (1954), Helena de Troya
(1955) o Alejandro Magno (1955).
Películas péplum, con escenografía sumaria y musculosos actores. Hércules (1957), La
Batalla de Maratón (1959), León de Esparta (1962). Dentro de este grupo, pero con
características especiales, incluiremos Jason y los Argonautas (1963) y Furia de Titanes
(1980).
Películas adaptadas de tragedias griegas.
Este cine suele tener por temas el amor, el héroe bueno y su antagonista, guerras
espectaculares, hazañas heróicas, etc.
Aparte, según su temática, podemos dividir los filmes películas que narran la historia de
Grecia, películas que están basadas en los ciclos homéricos (entre el mito y la realidad) y
películas puramente mitológicas.
En lo que a películas de romanos se refiere, es imposible realizar una revisión exhaustiva, pero
si se pueden mencionar algunos ejemplos, teniendo en cuenta temas y tópicos. La cultura
clásica, tanto de Grecia como de Roma, nos ha dejado una ciencia, una literatura, una historia,
arte, una civilización, etc. pero además está presente en el arte de nuestro siglo: el cine.
En principio su fin era divertir a un público poco culto, hasta que se dieron cuenta de que
podían captar el presente y hacer revivir el pasado. La relación entre cine e historia se mueve
siempre en torno a dos ejes: la lectura histórica de la película, por un lado, y la lectura
78 LILLO REDONET, Fernando (1995): «Una revisión del cómic de tema clásico» en Estudios Clásicos, nº
108, pp. 135-145.
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
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cinematográfica de la Historia. Se podría decir que en el cine histórico se produce algo
semejante a lo que sucede con novelas como Rayuela, de J. Cortázar, es decir, que de una
misma obra son posibles varias lecturas.
Hay que tener en cuenta el momento histórico en el que un film es rodado. Un ejemplo
destacable es el célebre film de súper espectáculo que nos traslada a tiempo de la República
Romana, Espartaco (Spartacus, 1960) de Stanley Kubrick: hacía poco más de 10 años del final
de la Segunda Guerra Mundial, los EEUU estaban pasando por el trance de la guerra de Corea,
se perdió en la guerra del Vietnam, los asesinatos de J. F. Kennedy y Martin Luther King…
Podríamos decir que el país atravesaba una crisis de identidad nacional. Por eso el film se
enfoca en unos aspectos específicos, como, por ejemplo, marcar a los gladiadores como
esclavos. Aunque en la antigua Roma del siglo I a.C. era muy raro un esclavo negro en el film
aparece y además es bueno, y como el mismo Espartaco, heroico (haciendo referencia a la
discriminación racial).
Centrándonos en la lectura cinematográfica de la Historia, lo cierto es que casi toda el
argumento es inventado. Poco de lo que aparece en el film debió ocurrir en la realidad, al
menos si creemos a fuentes más fiables como Apiano o Plutarco. De hecho, los datos históricos
que conocemos no hacen la menor mención a la esclavitud de Espartaco. Por otra parte, y
pasando a otro tema, la inevitable fémina, en este caso Varinia (Jean Simmons), es ignorada
completamente por las fuentes históricas.
Con respecto a todas las películas que tratan el tema de la Antigüedad, y al cine histórico en
general, se encuentran filmes tan dispares en calidad y temática como el Hércules (1957) de
Pietro Francisci y el Espartaco (1960) de S. Kubrick o el Julio César (1953) de H. Mankiewicz.
No debemos pedir a filmes o novelas de este género que nos enseñe la Historia, sólo habrá
que pedir simplemente que nos permitan rememorar, revivir acontecimientos, ambientes,
personajes del pasado mediante los recursos poéticos e imaginativos propios del quehacer del
cineasta (o del novelista). No se pide la verdad, sino la verosimilitud. El artista puede y debe
actuar con libertad y permitirse aquellas alteraciones que le ayuden a conectar con su público.
Por otra parte, nos parece imprescindible distinguir el trabajo creativo, propio del artista, del
trabajo histórico, arqueológico o filológico. Pero además, puede ocurrir, como sucede en
ocasiones, que esos supuestos errores sean deliberadamente buscados quizás buscando una
relación de complicidad con el espectador, cuyo objetivo específico es de hacer más próxima la
Antigüedad. Aunque la Roma cinematográfica ofrezca una visión muy distinta a lo que debió
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
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ser, al menos aproximaron al pueblo a las raíces mismas de la cultura clásica por intermedio de
la persuasión irremplazable de la imagen. El Cine ha puesto en contacto a un público muy
amplio con una cultura pasada que, de no haber sido así, sin duda seguiría siéndole extraña.
La literatura ha sido el punto de referencia de las fuentes de las películas inspiradas en la
antigua Roma. Puede tratarse de una obra de teatro como el Julio Cesar de Mankiewicz sobre
la obra homónima de Shakespeare, o Golfus de Roma basada en un musical de Broadway de
Burt Shevelove y Larry Gelbart. Lo más frecuente es encontrar en la base algún representante
de la fórmula creada por Sir Walter Scott, la novela histórica decimonónica, que se plantea un
cierto acercamiento al mundo histórico, aunque envuelto por completo en las libertades
interpretativas de la ficción.
Las novelas históricas tienen un par de características comunes por lo general, como la
evidente nostalgia del pasado y las que van dirigidas a un público masivo con la pretensión de
ser populares. Cuatro en concreto tienen una enorme importancia en la popularización de los
temas vinculados a Roma y en su aplicación concreta al lenguaje cinematográfico: Los últimos
días de Pompeya de Bulwer Lytton, Fabiola de Wiseman, Ben-Hur de Lewis Wallace y Quo
Vadis? de Sienkiewicz. Otras consideraciones podríamos hacer respecto a Espartaco de Kubrick
o sobre Los Escipiones Africanos de Carmine Gallone.
Al igual que ocurre en la Literatura, los géneros cinematográficos en los que está inserto el
Cine de Romanos se encuentran sometidos a una estricta codificación, que como tal, implica
un cierto hermetismo, de forma que, aunque las películas no vayan dirigidas a iniciados, obliga
a un cierto aprendizaje y conocimiento por parte de los espectadores. Las tres fases en la
evolución del Cine de Romanos que en líneas generales serían las siguientes:
Una primera fase coincide con la afirmación del Cine italiano en los primeros quince
años del siglo XX y cuyo momento culminante está representado con el film Cabiria de
Giovanni Pastrone.
En una segunda etapa, esta tradición fue copiada y magnificada de manera
espectacular por el cine americano.
En la tercera y última fase las películas de romanos tuvieron un efímero pero
extraordinario resurgimiento con más de 150 títulos en Italia con el film mitológico, de
aventuras, que los franceses denominaron péplum y los americanos blockbuster,
género en el que aparecen completamente mezclados fantasía e historia. Predomina el
deseo de aventura sobre cualquier otro aspecto temático o narrativo, aunque también
la ideología juega un importante papel. Los filmes históricos que tienen como tema la
LA TRADICIÓN CLÁSICA EN LAS LITERATURAS OCCIDENTALES
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Antigüedad se caracterizan por su carácter espectacular, carácter que acentuó el cine
americano con el denominado colonialismo. Se trataba de una corriente estética que
intentaba superar los vínculos teatrales que poseía el Cine en la primera década de
nuestro siglo, se subrayaba todo aquello que es espectacular y atrae la atención del
público. La omnipresencia del elemento femenino introduce otro de los elementos
motores del género: el erotismo: no hay película de romanos que se precie sin orgías
en las que abundan gordos patricios, danzas exóticas, refinados alimentos y vestuarios
sugerentes. Incluso en las de tema cristiano, las heroínas van parcamente vestidas,
pero con una inocencias sugestiva. Hay que señalar que el erotismo no se limita al
elemento femenino; piénsese en los héroes de muchas películas, siempre
protagonizadas por atractivos actores. Es también obligatorio que exista una historia
de amor, y si en las fuentes no aparece tal historia se inventa como vimos que hacía
Kubrick en Espartaco. Finalmente en la última etapa del peplum un requisito
indispensable es la aventura: en medio de intrigas cargadas de trivialidad sin exceso de
profundización, los protagonistas se ven obligados a superar dificultades incontables,
sometidos a múltiples peripecias de las que siempre salen victoriosos.79
Las series
Yo, Claudio (1976): Se trata de una adaptación de las novelas Yo, Claudio y Claudio, el
dios, y su esposa Mesalina, de Robert Graves.
A.D. Anno Domini (1982): trata sobre la vida de las primeras comunidades cristianas
narradas en los Hechos de los Apóstoles cuyos personajes principales son Pedro y
Pablo.
Xena, la princesa guerrera (1995): el programa es una serie de aventuras que
mezcla historia y mitología y trascurre principalmente en la antigua Grecia, aunque se
permite varias licencias en cuanto a la localización temporal. Sus protagonistas
también viajan a lugares como Escandinavia, China, la India o Egipto. Xena, que tras
varios años como temible señora de la guerra, consigue redimirse de su pasado gracias
al héroe Hércules. A partir de ese momento, Xena hará todo lo posible para luchar por
el bien y la paz, peleando contra guerreros despiadados, dioses, demonios y hasta con
la misma muerte. Para ello cuenta con la compañía de la barda que será su amiga fiel
en todos sus viajes, Gabrielle, cuya evolución a lo largo de la serie, desde una
79 LILLO REDONET, Fernando (1997): El cine de tema griego y su aplicación didáctica. Madrid, Ediciones
Clásicas.
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campesina inocente hasta una poderosa guerrera, es considerada como otra trama tan
importante como la redención de Xena.
Hércules, sus viajes legendarios (1995): La serie es una fantástica versión de Hércules
de la mitología griega no precisamente desde el punto de vista histórico o conocido del
mito original; de hecho resultan algo anacrónicas las vestimentas y construcciones que
recuerdan paisajes medievales e incluso orientales.
Roma (2005): situada en la época del paso de la República Romana al Imperio. Al igual
que Spartacus, se caracteriza por un gran número de escenas violentas y de contenido
sexual, así como por su lenguaje malsonante. Tiene numerosas desviaciones históricas.
Pompeya (2007): inspirada en los sucesos ocurridos en el año 79 d.C. en la ciudad de
Pompeya cuando el monte Vesubio entró en erupción, sepultando la ciudad entera
bajo la ceniza.
Spartacus (2010): serie de televisión que presenta, de manera novelada, la vida del
gladiador rebelde Espartaco, sus compañeros gladiadores y los romanos de su
entorno. Destacaremos de ella su gran violencia gráfica, su altísimo contenido sexual y
su lenguaje implícito.
En España, destacaremos
Hispania, la Leyenda (2010): la serie es un drama histórico que presenta el periodo en
el que Viriato aglutina a varios pueblos hispanos, como los lusitanos, vetones,
arévacos, tittos y bellos, quienes con él a la cabeza, se enfrentan a los romanos
encabezados por Galba.
Imperium (2012): ambientada en el s. II a.C. Narra la resistencia de Hispania a la
conquista de Numancia.