la poscolonialidad explicada a los niños

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Editorial Universidad del Cauca Instituto Pensar, Universidad Javeriana Jigra de letras Santiago Castro-Gómez (Instituto Pensar, Universidad Javeriana) LA POSCOLONIALIDAD EXPLICADA A LOS NIÑOS

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Editorial Universidad del CaucaInstituto Pensar, Universidad JaverianaJigra de letrasSantiago Castro-Gmez(Instituto Pensar, Universidad Javeriana)LA POSCOLONIALIDADEXPLICADA A LOS NIOS11 LA POSCOLONIALIDADEXPLICADA A LOS NIOSPERSPECTIVAS LATINOAMERICANASSOBREMODERNIDAD, COLONIALIDAD YGEOPOLTICAS DEL CONOCIMIENTODe acuerdo con la taxonoma propuesta recientemente por John Beverley (2001) el campo de los estudiosculturales latinoamericanos durante los ltimos diezaos se dividi en cuatro proyectos diferentes pero com-plementarios: los estudios sobre prcticas y polticas cultu-rales en la lnea de Nstor Garca Canclini, George Ydice,JessMartnBarberoyDanielMato;lacrticacultural(desconstructivista o neofrankfurtiana) en la lnea de Al-bertoMoreiras,NellyRichard,BeatrizSarlo,RobertoSchwarz y Luis Britto Garca; los estudios subalternos enla lnea seguida por l mismo, Ileana Rodriguez y los miem-brosdelLatinAmericanSubalternStudiesGroup;y,fi-nalmente, los estudios poscoloniales en la lnea de WalterMignolo y el grupo de la modernidad/colonialidad, entrequienes se cuentan Edgardo Lander, Anbal Quijano, Enri-queDussel,CatherineWalsh,JavierSanjins,FernandoCoronil,RamnGrosfoguel,FreyaSchiwy,NelsonMaldonado y quien escribe estas lneas.No es mi propsito discutir la pertinencia heurstica de estataxonoma que, como todas, supone una voluntad arbitraria deseleccin y exclusin. Quiero referirme, sin embargo, al ltimode los cuatro proyectos sealados por Beverley con el fin deexplicar, de forma cuasi pedaggica, desde qu tipo de deba-12tes tericos se ha venido configurando el llamado grupo lati-noamericano de la modernidad/colonialidad. No sobra de-cir que hablo en nombre propio y que la estrategia de pre-sentacin que adoptar no refleja, en modo alguno, un puntode vista grupal. En lugar de iniciar con la presentacin dealgunascategorasanalticas(comotransmodernidad,colonialidad del poder, diferencia colonial, gnosis de frontera,interculturalidad, punto cero y corpo-poltica) que se han con-vertido ya en una especie de koin para el grupo o de pasarrevistaalaspublicacionesquehemoslogradorealizarenestos ltimos aos de trabajo conjunto (1999-2002)1 mereferir al modo como nuestras discusiones se enmarcan enun contexto discursivo ms amplio, conocido en la academiametropolitana con el nombre de teora poscolonial. Al adop-tar esta estrategia mi idea no es ubicar nuestros debates comounasimplerecepcindeloquesehavenidoescuchandodesdehacevariosaosenbocadetericosmainstreamcomo Said, Bhabha y Spivak (es decir, como si furamos lasucursal latinoamericana de una compaa transnacional lla-mada teora poscolonial) sino mostrar que la especificidaddel debate latinoamericano slo puede apreciarse a contra-luz de lo que en otros lugares se ha venido discutiendo bajoestarbrica.Proceder, entonces, de la siguiente forma: primero tratarde mostrar el modo como la teora social marxista constru-y el problema del colonialismo, tomando como ejemplo al-gunos trabajos de Marx. Luego examinar cmo el libroOrientalismo de Edward Said intent poner de relieve cier-tos aspectos que para Marx eran todava un punto ciego,reconstruyendo, de este modo, el colonialismo como pro-blema. Tambin examinar el malestar causado por esta13lectura poscolonial en el seno de los tericos marxistas con-temporneos,tratandodeidentificarlascausasdesure-chazo. Finalmente, y asumiendo la legitimidad de algunasde estas crticas marxistas, mostrar que la teora poscolonialanglosajona no es suficiente para visibilizar la especificidaddel debate latinoamericano sobre modernidad/colonialidad,tema que ocupar el final del captulo.El punto ciego de MarxEn El manifiesto comunista Marx y Engels afirmaron quelaburguesaeslaprimeraclaseverdaderamenterevolu-cionaria de la historia. Nunca antes haba surgido un gruposocialquefuesecapazdetransformarestructuralmentetodaslasrelacionessociales.Modosdevidaquehabanpermanecido casi idnticos durante siglos, legitimados porel poder de la religin y la fuerza de la costumbre, han teni-do que ceder frente al paso avasallador de la clase burgue-sa. Lo antiguo ha sido suplantado por lo nuevo, dando lugara un mundo que ni an el ms fantasioso de los poetas fuesiquiera capaz de imaginar:La burguesa no puede existir sino a condicin de revo-lucionar incesantemente los instrumentos de producciny, por consiguiente, las relaciones de produccin, y conello todas las relaciones sociales... Todas las relacionesestancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias yde ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nue-vas se hacen aejas antes de llegar a osificarse. Todo loestamentalyestancadoseesfuma;todolosagradoesprofanado y los hombres, al fin, se ven forzados a consi-derarserenamentesuscondicionesdeexistenciaysusrelaciones recprocas (Marx y Engels 1983:31).14Los elementos que facilitaron el ascenso vertiginoso de laburguesa fueron el surgimiento del mercado mundial y eldesarrollo de la gran industria. A raz del descubrimiento deAmrica y del intercambio con sus colonias las nacioneseuropeas pudieron administrar un sistema internacional decomercio que rompi en mil pedazos los lmites de la anti-gua organizacin feudal o gremial. Los nuevos mercadoscrearon nuevas necesidades de consumo que ya no pudie-ron ser satisfechas con productos nacionales sino que re-clamaronlaintroduccindemercancasprovenientesdelos lugares ms apartados y de los climas ms diversos delplaneta. La apertura de estos nuevos mercados dio un im-pulso sin precedentes al desarrollo de la ciencia y a la inno-vacin tecnolgica. La navegacin a vapor, el ferrocarril,el telgrafo elctrico y el empleo de maquinaria industrialrevolucionaron el modo como los individuos sometieron lasfuerzasdelanaturalezaygeneraronnuevasfuentesderiqueza. La relacin entre estos dos elementos, el mercadomundial y la gran industria, no fue casual sino dialctica. Elmercado mundial impuls el surgimiento de la gran indus-tria y esta, a su vez, ampli los lmites del mercado mun-dial2 (Marx y Engels 1983:29-33)Sin embargo, a pesar de afirmar que la burguesa recorreel mundo entero gracias al surgimiento del mercado mun-dial, Marx y Engels fueron escpticos al considerar el de-sarrollodelaclaseburguesaensociedadesnoeuropeas.Las sociedades no capitalistas, dependientes y colonizadas(lo que hoy, grosso modo, llamaramos Tercer Mundo)fueron miradas por Marx y Engels desde la perspectiva delas sociedades modernas europeas, que s consiguieron undesarrollo plenamente capitalista. Por eso, cuando seala-15ron en el Manifiesto que la burguesa ha dado un carc-ter cosmopolita a la produccin y al consumo de todos lospases(MarxyEngels1983:31)parecanreferirsealaaccin de la burguesa europea, particularmente de la bur-guesa britnica que, gracias a su control del comercio in-ternacional, logr establecer ncleos de produccin capita-lista en las colonias de ultramar. Ni siquiera en su trabajosposteriores sobre la periferia europea (Rusia, Irlanda, Es-paa), publicados despus de su muerte bajo el ttulo Theeastern question 3, identific Marx un ascenso conside-rable de la clase burguesa en estas regiones. Si la revolu-cin socialista era posible all no se deba tanto a la accinde una burguesa nativa, capaz de establecer previamenteun modo de produccin capitalista, cuanto a los efectos dela internacionalizacin del capital financiero.Marx jams se ocup de estudiar el desarrollo del capitalis-moen AmricaLatina.LaraznparaestasignificativaausenciadelacuestinlatinoamericanaenlaobradeMarx parece ser la influencia que ejerci sobre su pensa-mientoelfamosoveredictodeHegelsobreAmrica(Aric 1980:97-99; Zea 1988:225-236). En sus LeccionessobrelafilosofadelahistoriauniversalHegelconsi-der que Amrica Latina se encontraba todava fuera delahistoriapornohaberdesarrolladounasinstitucionespolticas y un pensamiento filosfico que le permitieran in-sertarse en el movimiento progresivo hacia la libertad, ca-racterstico de la Historia Universal. En opinin de Hegelmientras que los Estados Unidos haban empezado a desa-rrollar una pujante industria y unas instituciones socialesrepublicanas las jvenes repblicas latinoamericanas con-tinuabanaplastadasbajoelpesodeunarigurosajerar-16qua social, el desenfreno de los clrigos seculares y lavanidaddeunaclasedirigentecuyonicointerseradominar y hacerse ricos por medio de la obtencin decargos pblicos, ttulos y grados.La tesis hegeliana de los pueblos sin historia, heredadaporMarx,permiteentenderporquraznstevioaLatinoamrica como un continente incapaz de desarrollaruna estructura econmica y social que le permitiera inser-tarse, con alguna esperanza de xito, en el proceso revolu-cionario mundial. Para Marx Amrica Latina era un con-junto de sociedades semi-feudales gobernadas por latifun-distasqueejercansupoderdespticosobreunasmasascarentes de organizacin. La revolucin de la independen-cia habra sido obra de un puado de separatistas criollosque obraron con el apoyo externo de la burguesa inglesa,sin contar para nada con el respaldo de las masas popula-res.Porestarazn,alredactarsuartculosobreSimnBolvar para el New York Daily Tribune en 1857 Marx serefiri al prcer venezolano como representante tpico deuna clase dirigente reaccionaria y partidaria de estableceruna monarqua bonapartista en el continente4. La derrotade la comuna de Pars en 1848 y la ofensiva internacionaldel monarquismo francs, con la coronacin de Maximilianocomo emperador de Mxico, no hizo sino reforzar el ve-redicto de Marx sobre Amrica Latina: debido al carctersemi-feudaldesusrelacionessocialesyalaorientacinaristocrtica de sus clases dirigentes, representadas tpica-mente por Bolvar, las sociedades latinoamericanas se es-taban convirtiendo en un enclave de la contrarrevolucina nivel mundial.17EnelanlisisdeMarxBolvarnofueunrevolucionarioburgus sino un aristcrata con ansias de poder, deseosode construir un rgimen poltico en el cual las masas popu-laresnotuviesenrepresentacinalguna.Estedesprecioaristocrticoporlopopularserevelconclaridadenelproyecto bolivariano presentado ante el congreso de An-gostura, en el cual Bolvar propuso la constitucin de unsenadohereditarioydeunpresidentevitalicio.Enotraspalabras, nada en Bolvar record a Marx la tendencia re-volucionariadelaburguesaarompercontodoloestamental y estancado que describi diez aos antes, juntoconEngels,enElManifiesto.Msbiensetratabadeunrepresentante de la nobleza estamental criolla partidaria deconservar el antiguo rgimen y opuesta, por ello, tanto alos intereses de la pequea burguesa liberal como a los delas (todava) inconscientes masas populares.Desde la perspectiva de Marx el colonialismo no es un fe-nmenodignodeserconsideradoporsmismosinotanslo una antesala para la emergencia en las periferias delaburguesa,nicaclasecapazdeimpulsarlacrisisdelorden feudal de produccin. El colonialismo es un efectocolateral de la expansin europea por el mundo y, en estesentido, forma parte de un trnsito necesario hacia el ad-venimiento mundial del comunismo. Lo que interes a Marxfue el anlisis de la lucha de clases, ignorando cualquierotrotipodeluchasdemenordignidadporconsiderarlasdesfasadas con respecto al cauce de la Historia Univer-sal, como los conflictos de tipo tnico. Por eso la discrimi-nacin tnica y racial fueron consideradas por Marx comofenmenos pre-capitalistas propios de sociedades en lascuales todava no haba emergido la burguesa y en las cua-18les reinaba el ordenamiento estamental y teolgico, carac-terstico del antiguo rgimen. El texto en el cual Marxrelat el atentado contra Bolvar en Bogot es una pruebalatente de su posicin frente al colonialismo:Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio enBogot, de la cual se salv slo porque salt de un bal-cn en plena noche y permaneci agazapado bajo un puen-te, le permiti ejercer durante algn tiempo una especie deterror militar. Bolvar, sin embargo, se guard de poner lamano sobre Santander, pese a que ste haba participadoen la conjura, mientras que hizo matar al general Padilla,cuya culpabilidad no haba sido demostrada en absoluto,pero que por ser hombre de color no poda ofrecer resis-tencia alguna (Marx 2001:71).El hecho de que Bolvar no se hubiese atrevido a poner lamano sobre el criollo Santander, a pesar de ser su rival po-ltico, sino sobre el almirante negro Padilla se explicara, se-gn deja entender Marx, por la ausencia de modernidadde las sociedades latinoamericanas. En esas sociedades nohaba tenido lugar la revolucin burguesa, todava predomi-naban las relaciones feudales de produccin y el poder pol-tico era detentado por caudillos como Simn Bolvar, investidoscon poderes dictatoriales que les permitan imponer su vo-luntad personal sobre las masas ignorantes. Las clases so-ciales propiamente modernas (la burguesa y el proletariado)todava no se haban formado, lo cual explicaba por qu ra-zn la pureza de sangre y los privilegios tnicos todava cons-tituan un criterio fundamental de honor y distincin. Perocuando este orden pre-capitalista desapareciera, cuando laburguesa se adueara finalmente de los medios de produc-cin, cuando las fuerzas productivas se desarrollaran plena-19mente, cuando todo lo slido se hubiera disuelto en el aire,entonces el colonialismo sera cosa del pasado. Para Marxel colonialismo no era otra cosa que el pasado de la moder-nidadydesapareceraporcompletoconlacrisismundialque dara paso al comunismo.A pesar de reconocer que el mercado mundial fue prepara-do por el descubrimiento de Amrica e impulsado por laexpansin colonial de Europa Marx permaneci aferrado auna visin teleolgica y eurocntrica de la historia para lacual el colonialismo es un fenmeno puramente aditivo yno constitutivo de la modernidad. Lo que constituye ver-daderamente a la modernidad es el capitalismo, que se ex-pande desde Europa hacia el resto del mundo, de modo quepara Marx el colonialismo apareca, ms bien, como un efec-to vinculado a la consolidacin del mercado mundial. EnMarx no existi la idea clara de que el colonialismo pudieratener algn tipo de incidencia fundamental a nivel, por ejem-plo, de las prcticas ideolgicas de la sociedad (en especialde la prctica cientfica) ni, mucho menos, que pudiera jugarun papel primario en la emergencia del capitalismo y de lasubjetividad moderna. Por eso la explicacin del colonialis-mo se agot para Marx con la utilizacin de categoras filo-sficas (falsa conciencia), econmicas (modo de produc-cin) y sociolgicas (lucha de clases).Esta apreciacin empez a cambiar con el surgimiento de losestudios poscoloniales y subalternos hacia finales del siglo XX.Lo que tericos provenientes de las ex-colonias europeas enAsia y el Medio Oriente como Said, Bhabha, Spivak, Prakash,Chatterjee, Guha y Chakrabarty empezaron a mostrar es queel colonialismo no es solamente un fenmeno econmico y20poltico sino que posee una dimensin epistmica vinculadacon el nacimiento de las ciencias humanas, tanto en el centrocomoenlaperiferia.Enestesentidocabrahablardecolonialidad antes que de colonialismo para destacar la di-mensin cognitiva y simblica de ese fenmeno. Casi todoslos autores mencionados han argumentado que las humanida-des y las ciencias sociales modernas crearon un imaginariosobre el mundo social del subalterno (el oriental, el negro, elindio, el campesino) que no solo sirvi para legitimar el poderimperial en un nivel econmico y poltico sino que tambincontribuy a crear los paradigmas epistemolgicos de estasciencias y a generar las identidades (personales y colectivas)de colonizadores y colonizados. As, la colonialidad dista deser un fenmeno colateral al desarrollo de la modernidad y elcapitalismo, como errneamente plante Marx.La orientalizacin del orienteNoesesteellugarparaextendermeenlapresentacindetallada de las teoras poscoloniales, en particular el modocomo fueron desarrolladas en Norteamrica por los auto-res que Robert Young (1990) identifica como pertenecien-tes a la sagrada trinidad del movimiento: Edward Said,Homi Bhabha y Gayatri Chakravorty Spivak5. Para ejem-plificar el punto que me interesa, la dimensin cultural yepistmica del colonialismo, me concentrar solamente enel trabajo de Said, particularmente en el ms conocido desus libros, Orientalismo.Elargumentocentralde Orientalismoesqueladomina-cinimperialdeEuropasobresuscoloniasde AsiayelMedio Oriente durante los siglos XIX y XX condujo, ne-21cesariamente, a la institucionalizacin de una cierta imageno representacin sobre el oriente y lo oriental. SegnSaidunadelascaractersticasdelpoderimperialenlamodernidad es que el dominio (Herrschaft) no se consiguetan solo matando y sometiendo al otro por la fuerza sinoque requiere de un elemento ideolgico o representacional;es decir, sin la construccin de un discurso sobre el otroysinlaincorporacindeesediscursoenelhabitusdedominadores y dominados el poder econmico y poltico deEuropa sobre sus colonias hubiera resultado imposible. Deeste modo Said empez a mostrar aquello que para Marxconstituy un punto ciego: la centralidad de dos elemen-tossuperestructuraleselconocimientoylasubjetivi-dad para la consolidacin del dominio imperial de Europa.El dominador europeo construy al otro como objeto deconocimiento(oriente)yconstruytambinunaimagenautocentrada de su propio locus enuntiationis (occidente)en el proceso de ejercitar el dominio:Oriente no es slo el vecino inmediato de Europa; es tam-bin la regin en la cual Europa ha creado sus colonias msgrandes, ricas y antiguas; es la fuente de sus civilizacionesy sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imge-nes ms profundas y repetidas de Lo Otro. Adems, Orien-te ha servido para que Europa (u Occidente) se defina encontraposicin a su imagen, su idea, su personalidad y suexperiencia. Sin embargo, nada de este Oriente es puramen-te imaginario. Oriente es una parte integrante de la civiliza-cin y de la cultura material europea. El orientalismo expre-sa y representa, desde un punto de vista cultural e inclusoideolgico,esapartecomounmododediscursoqueseapoyaenunasinstituciones,unvocabulario,unasense-anzas,unasimgenes,unasdoctrinase,incluso,unasburocracias y estilos coloniales... [El orientalismo] es un22estilodepensamientoquesebasaenladistincinontolgica y epistemolgica que se establece entre Orientey la mayor parte de las veces Occidente. As pues, unagrancantidaddeescritoresentreellos,poetas,novelis-tas, filsofos, polticos, economistas y administradores delImperio han aceptado esa diferencia bsica entre Orientey Occidente como punto de partida para elaborar teoras,epopeyas, novelas, descripciones sociales e informes pol-ticosrelacionadosconOriente,susgentes,suscostum-bres, su mentalidad, su destino, etc. (Said 1990:19-21;cursivasaadidas).Las representaciones, las concepciones del mundo y laformacin de la subjetividad al interior de esas represen-taciones fueron elementos fundamentales para el estable-cimiento del dominio colonial de occidente. Sin la construc-cin de un imaginario de oriente y occidente, no comolugaresgeogrficossinocomoformasdevidaypensa-miento capaces de generar subjetividades concretas, cual-quier explicacin (econmica o sociolgica) del colonialis-mo resultara incompleta. Para Said tales formas de vida ypensamiento no se encuentran, solamente, en el habitus delos actores sociales sino que estn ancladas en estructurasobjetivas: leyes de Estado, cdigos comerciales, planes deestudio en las escuelas, proyectos de investigacin cientfi-ca, reglamentos burocrticos, formas institucionalizadas deconsumo cultural. Said piensa que el orientalismo no es sloun asunto de conciencia (falsa o verdadera) sino la vi-venciadeunamaterialidadobjetiva.Me interesa, particularmente, el papel que Said otorg a lascienciashumanasenlaconstruccindeesteimaginariocolonial. El orientalismo encontr su lugar en la academia23metropolitana desde el siglo XIX con la creacin de cte-dras sobre civilizaciones antiguas en el marco del granentusiasmo generado por el estudio de las lenguas orienta-les. Said afirm que el dominio imperial de Gran Bretaasobre la India permiti el acceso irrestricto de los eruditosa los textos, los lenguajes y las religiones del mundo asiti-co,hastaesemomentodesconocidasparaEuropa(Said1995: 77). Un empleado de la East India Company y miem-bro de la burocracia colonial inglesa, el magistrado WilliamJones, aprovech sus grandes conocimientos del rabe, elhebreo y el snscrito para elaborar la primera de las gran-des teoras orientalistas. En una conferencia pronunciadaen1786antelaAsiaticSocietyofBengalJonesafirmque las lenguas europeas clsicas (el latn y el griego) pro-cedandeuntroncocomnquepodarastrearseenelsnscrito. Esta tesis gener un entusiasmo sin precedentesen la comunidad cientfica europea y foment el desarrollode una nueva disciplina humanstica: la filologa6.El punto central de este argumento es que el inters por elestudio de las antiguas civilizaciones asiticas obedeci auna estrategia de construccin del presente colonial euro-peo. En el pasado del mundo asitico se buscaron los or-genes (las races) de la triunfante civilizacin Europea.La filologa pareca comprobar cientficamente lo que fi-lsofoscomoHegelvenanplanteandodesdefinalesdelsiglo XVIII: Asia no es otra cosa que el grandioso pasadode Europa. La civilizacin ciertamente empez en AsiaperosusfrutosfueronrecogidosporGreciayRoma,elreferenteculturalinmediatamenteanteriordelaEuropamoderna. Como dira Hegel la civilizacin recorri el mis-mo camino del sol: apareci en oriente (donde tuvo su arch)24pero se despleg y lleg a su trmino (a su telos, a su finltimo) en occidente. El dominio europeo sobre el mundorequiri una legitimacin cientfica, en la cual empezarona jugar un papel fundamental las nacientes ciencias huma-nas: filologa, arqueologa, historia, etnologa, antropologa,paleontologa. Al ocuparse del pasado de las civilizacionesorientales estas disciplinas construyeron, en realidad, elpresente colonial europeo.Las reflexiones de Said sobre las ciencias humanas apun-tan, como veremos, hacia un tema que est en el centro deldebate latinoamericano sobre la modernidad/colonialidad:la crtica del eurocentrismo. El orientalismo mostr que elpresentede AsianadatenaquedeciraEuropa,pueslailustracin haba postulado que esas manifestaciones cultu-raleseranviejasyhabansidoyarebasadasporlacivilizacin moderna. De las culturas asiticas tan solo in-teresaba su pasado en tanto que momento preparatorioparalaemergenciadelaracionalidadmodernaeuropea.Desde la perspectiva ilustrada las dems voces culturalesde la humanidad son vistas como tradicionales, primiti-vas o pre-modernas y se encuentran, por ello, fuera dela Weltgeschichte. En el imaginario orientalista el mundooriental Egipto es, quizs, el mejor ejemplo es asocia-do directamente con lo extico, lo misterioso, lo mgico, loesotrico y lo originario (es decir, con manifestaciones cul-turalespre-racionales).Lasmuchasformasdecono-cer fueron ubicadas en una concepcin de la historia quedeslegitimsucoexistenciaespacialylasordendeacuerdo a un esquema teleolgico de progresin temporal.Las diversas formas de conocimiento desplegadas por lahumanidad en el curso de la historia conduciran, paulatina-25mente, hacia una nica forma legtima de conocer el mun-do: la desplegada por la racionalidad cientfico-tcnica dela modernidad europea.Al establecer una relacin gentica entre el nacimiento delas ciencias humanas y el nacimiento del colonialismo mo-derno Said dej en claro el vnculo ineludible entre conoci-miento y poder sealado por autores como Michel Foucault.Frente a la idea dominante de que el cientfico puede tras-cender los condicionamientos sociales y polticos del mun-do en el cual vive para captar la verdad inherente al ob-jeto que estudia Said coment lo siguiente:Ahorameinteresasealarqueelconsensogeneralyliberal que sostiene que el conocimiento verdadero es,fundamentalmente, no poltico (y que, a la inversa, el co-nocimiento abiertamente poltico no es verdadero), no hacems que ocultar las condiciones polticas oscuras y muybienorganizadasquerigenlaproduccindecualquierconocimiento... Por tanto, el orientalismo no es una sim-ple disciplina o tema poltico que se refleja pasivamenteen la cultura, en la erudicin o en las instituciones, ni unalarga y difusa coleccin de textos que tratan de Oriente;tampoco es la representacin o manifestacin de algunavil conspiracin occidental e imperialista que pretendeoprimir al mundo oriental. Por el contrario, es la distri-bucindeunaciertaconcienciageopolticaenunostextos estticos, eruditos, econmicos, sociolgicos, his-tricos y filolgicos; es la elaboracin de una distincingeogrfica bsica (el mundo est formado por dos mita-des diferentes, Oriente y Occidente) y, tambin, de unaserie compleja de intereses que no solo crea el propioorientalismo sino que tambin mantiene a travs de susdescubrimientoseruditos,susreconstruccionesfilolgicas, sus anlisis psicolgicos y sus descripciones26geogrficas y sociolgicas; es una cierta voluntad o in-tencin de comprender y, en algunos casos, de contro-lar, manipular o, incluso, incorporar lo que manifiesta-mente es un mundo diferente (alternativo o nuevo)... Dehecho, mi tesis consiste en que el orientalismo es y noslo representa una dimensin considerable de la cultu-ra poltica e intelectual moderna y, como tal, tiene menosque ver con oriente que con nuestro mundo [moderno](Said 1990:31-32; cursivas aadidas).Aqu tenemos ya in nuce la crtica del eurocentrismo queluego desarrollarn tericos latinoamericanos como Dussely Mignolo. En efecto, uno de los argumentos ms intere-santes de Said es que la Europa moderna se representa a smisma sobre la creencia de que la divisin geopoltica delmundo (centros y periferias) es legtima porque se fundaen una divisin ontolgica entre las culturas. De un ladoest la cultura occidental (the West), representada comola parte activa, creadora y donadora de conocimientos, cuyamisinesllevarodifundirlamodernidadportodoelmundo; del otro lado estn todas las dems culturas (theRest),representadascomoelementospasivos,receptoresde conocimiento, cuya misin es acoger el progreso y lacivilizacin que vienen desde Europa. Lo caracterstico deoccidente sera la racionalidad, el pensamiento abstrac-to, la disciplina, la creatividad y la ciencia; el resto de lasculturas fue visto como pre-racional, emprico, espontneo,imitativo y dominado por el mito y la supersticin.El gran mrito de Said fue haber visto que los discursos delascienciashumanasquehanconstruidolaimagentriunfalista del progreso histrico se sostienen sobre unamaquinariageopolticadesaber/poderquehadeclarado27como ilegtima la existencia simultnea de distintas vo-ces culturales y formas de producir conocimientos. Conel nacimiento de las ciencias humanas en los siglos XVIII yXIX asistimos a la paulatina invisibilizacin de la simulta-neidad epistmica del mundo. A la expropiacin territorial yeconmica que hizo Europa de las colonias (colonialismo)corresponde, como sealar ms adelante, una expropia-cin epistmica (colonialidad) que conden a los conoci-mientos producidos en ellas a ser tan slo el pasado de laciencia moderna.Convulsiones tericas del marxismoDesdeuncomienzolafuertepretensincrticaydesconstructiva de las teoras poscoloniales fue vista consospecha por algunos autores cercanos al marxismo. El ele-mento que gener estas sospechas fue la clara filiacin te-ricaymetodolgicadelosautoresposcolonialesconelmodelo post-estructuralista de Foucault, Deleuze, Lyotardy Derrida. Las objeciones contra este tipo de teorizacinpost se haban dejado sentir con fuerza en el mbito delmarxismo desde finales de los ochenta. El filsofo marxis-ta Alex Callinicos (1992:85) seal, por ejemplo, que el post-estructuralismosocavapeligrosamentelafebsicaenlaracionalidad del mundo, lo cual deja sin piso cualquier in-tento poltico de transformacin social. Si la realidad socialno es otra cosa que una construccin (del lenguaje, de laciencia, del poder o del deseo), como postulan los tericosfranceses, entonces ya no es posible distinguir entre un pro-grama poltico totalitario y uno de oposicin porque carece-mos de criterios objetivos para hacerlo (Callinicos 1992:73,81). Tampoco podramos denunciar las desigualdades pro-28vocadas por el sistema capitalista ya que no sera posibleoponer a ellas un modelo totalizante de razn prctica.Pero lo que parece molestar ms a Callinicos es que desdela visin post-estructuralista el marxismo queda reducido aserunomsdelosgrandesrelatosquelegitimaronlaciencia moderna (Lyotard), un discurso que se mueve comopez en el agua en la episteme del siglo XIX (Foucault) ouna narrativa orientalista que sirvi para legitimar el co-lonialismo britnico en la India (Said).Estos puntos se hallan en el centro de la crtica a las teorasposcoloniales realizadas por autores marxistas como AijazAhmad,profesordelNehruMemorialMuseumenNuevaDehli. En su lectura de Orientalismo Ahmad (1993:178) re-procha el giro metodolgico que realiza Said desde Marxhacia Foucault. El problema radica en que al desarrollar suanaltica del poder Foucault abandon la perspectiva marxis-tadelaeconomapolticaconsunfasisenlasclasessociales y en la lucha de clases y desplaz el foco de inte-rs hacia el mbito (superestructural) de la produccin dediscursos. Este giro metodolgico, en opinin de Ahmad,tiene funestas consecuencias para el anlisis del colonialis-mo realizado por Said. Desligados de las luchas sociales yeconmicas que le sirven de sustento los discursos quedanconvertidos en una especie de seres metafsicos o epistemesque poseen vida propia, tal como critic Marx a los jveneshegelianosenLaideologaalemana.PoresoSaidpuedepresentar al orientalismo como un conjunto de discursosque atraviesa por completo la historia de occidente, desdelos griegos hasta la modernidad, pasando por Homero, Es-quilo, Dante, Marx y Joseph Conrad (Ahmad 1993:167). Said,ms que con Foucault, se encuentra en deuda con pensado-29rescomoHeideggeryDerridaysuconceptodeun logostranshistrico que constituye el devenir mismo de la cul-tura occidental (Ahmad 1993:182); el colonialismo queda asdespojado de sus referentes histricos concretos y subsumidoenunaestructuraontolgicapropiadeoccidente.Pare-ciera ser, afirma Ahmad (1993:181), que el orientalismo pro-duce al colonialismo y no lo contrario ya que, de acuerdo aSaid, ste se fundamenta en la divisin ontolgica entre orien-te y occidente.Un segundo problema, estrechamente relacionado con elanterior,eseldelasconsecuenciaspolticasdeOrientalismo.Ahmad,comoHabermas,piensaquelasteorasdeFoucaultyDerrida,queconstituyenlafuenteterica y metodolgica del libro, poseen un carcter abier-tamente reaccionario debido a la crtica de la razn queen ellas se manifiesta. Pareciera, como ya seal Callinicos,que no existe ninguna diferencia entre la realidad y su re-presentacin narrativa, que hubisemos perdido cualquierposibilidad de acceder a las cosas mismas y que la raznseencontrarairremisiblementeatrapadaenlasmscarasdel poder, el lenguaje y el deseo. Ahmad (1993:194) consi-dera que si la realidad es tan solo un conjunto de metfo-ras,metonimiasyantropomorfismos,comoafirmNietzsche, entonces quedara eliminada la posibilidad dearticular cualquier tipo de lucha por la transformacin realdel mundo. Esta forma de irracionalismo epistemolgicoexplica por qu razn Said rehus cualquier tipo de refe-renciaalarealidaddelasluchassocialesqueofrecenyofrecieron resistencia al colonialismo en los pases orienta-les:30Un aspecto notable de Orientalismo es que examina lahistoria de los textos occidentales sobre las [sociedades]no occidentales sin tomar en cuenta el modo cmo estostextos han sido recibidos, aceptados, modificados, reta-dos, desechados o reproducidos por la intelectualidad delos pases colonizados: no como una masa indiferenciadasinocomoagentessocialesconcretossituadosencon-flictos, contradicciones y locaciones diferentes de clase,gnero, regin, filiacin religiosa, etc... Una de las mayo-resquejas[deSaid]esquedesdeEsquiloenadelanteOccidente ha representado a Oriente sin permitir que Orien-te se represente a s mismo... Pero lo que resulta extraordi-nario es que, con excepcin de la propia voz de Said, lasnicasvocesqueencontramosenellibroson,precisa-mente,aquellasdelcanonoccidentalquesonacusadasde haber silenciado a Oriente. Quin est silenciando aquin,quinseestrehusandoapermitirunencuentroentrelavozdelasllamadoorientalistaylasmuchasvoces suprimidas por el Orientalismo, son preguntas queencontramos muy difciles de responder cuando lemoseste libro (Ahmad 1993:172-173).Pero si no puede existir ninguna resistencia posible frenteal poder del logocentrismo, si el poder colonial se encuen-tra inscrito en el seno mismo de la civilizacin occidental, sitodo en ella no es otra cosa que repeticin y diferencia,si el Orientalismo es una maquinaria infernal, entoncescul es el propsito de un libro como el de Said? Ahmadrespondi esta pregunta elevando la tpica sospecha mar-xista: el poscolonialismo de Said, Bhabha y Spivak al igualqueelpost-estructuralismodeFoucault,DeleuzeyDerridaesunaideologaqueocultainteresesdeclaseenunmundomarcadoporeltriunfodelcapitalismo31neoliberal. En este caso se trata de una nueva clase inte-lectual de inmigrantes que trabajan en universidades de eli-te de los Estados Unidos, principalmente en algunos depar-tamentos de humanidades y ciencias sociales; son acad-micos asiticos, africanos o latinoamericanos procedentesde la clase alta en sus pases de origen que necesitan pre-sentarse a s mismos como intelectuales poscoloniales ydemostrarunsofisticadomanejodelasteorasfrancesasde vanguardia para poder ser aceptados en el competitivomedio acadmico del Primer Mundo. Para ello necesitanescribirlibrosqueocultensuprocedenciadeclaseyde-nuncien, simultneamente, al colonialismo del Imperio enel cual estn tocando a la puerta (Ahmad 1993:196). Losposcolonialistas, en opinin de Ahmad, son individuos que,por un lado, denuncian hipcritamente el sufrimiento de laopresin colonial de la cual se beneficiaron ellos mismos ysus familias y, por el otro, se perfilan como una nueva ge-neracin de profesionales inmigrantes que aprovechan esosbeneficios para posicionarse ventajosamente en el merca-do laboral del Primer Mundo7. Ningn otro libro pudo ex-presarmejorqueOrientalismolosdeseosdeestanuevaclase de acadmicos, lo cual explicara su xito inmediato.Perolasospechamarxistade Ahmadnosedetieneeneste punto. En su opinin no resulta casual que en 1978, elao de lanzamiento de Orientalismo, llegaron a su fin lasluchas revolucionarias del Tercer Mundo y que Inglaterray los Estados Unidos empezaron a perfilarse como los ni-cosdueosdelcapitalinternacional.EseaoReaganyThatcher anunciaron al mundo la ms reaccionaria de lasideologaspolticascontemporneas:elneoliberalismo.Ahmad parece estar convencido de que este nuevo demo-32nio fue inventado por los pases anglosajones con el pro-psito de deshacerse de todos los marxistas; por eso esta-blece un vnculo ideolgico entre la hegemona que em-piezaaadquirirlanuevateorafrancesaenlaacademianorteamericana y el avance global de la derecha en todo elmundo (Ahmad 1993:192). Nada mejor para los interesesdel neoliberalismo que promover un tipo de teoras donde lahibridez, el border crossing y los flujos de deseo se en-cuentran en el centro de atencin; nada mejor para silen-ciar a los enemigos del sistema que la crtica radical a con-ceptos como lucha de clases, ideologa, modo de pro-duccinyconcienciadeclaserealizadaporSaid,Foucault y toda la horda de antihumanistas nietzscheanos(Ahmad 1993:193). La prioridad nmero uno del sistemacapitalista en la dcada de 1980, parece creer Ahmad, eradeshacersedeMarxcomoreferentetericoeintelec-tual capaz de movilizar a los sectores inconformes del Pri-merMundo. Ynadamejorquelasteorasposcolonialespara lograr este propsito!AlgunosaspectosdelascrticasdeAhmadfueronretomados por otros tericos marxistas en los Estados Uni-dos, como Arif Dirlik, profesor del Departamento de Histo-ria en Duke University. Aunque las teoras poscolonialeshan denunciado cmo el eurocentrismo permea gran partedelasrepresentacionesmetropolitanassobreelotroymarca los paradigmas decimonnicos de las ciencias hu-manas Dirlik (1997:13) piensa que la crtica al eurocentrismoya no es suficiente (si es que alguna vez lo fue) para elabo-rar una teora crtica del capitalismo. En las condicionesactuales de globalizacin el modo de produccin capitalistase ha desligado de sus orgenes europeos, de tal modo33que la narrativa del capitalismo ya no coincide con la na-rrativa de la historia de Europa (Dirlik 1997:71); tampocoes suficiente denunciar las exclusiones locales en trminosde gnero, raza y produccin de imaginarios. Sin una teoraque d cuenta del modo como esas exclusiones operan enelcontextomsampliodelcapitalismogloballacrticaposcolonialista podra estar contribuyendo a reforzar la ideo-loga legitimadora del sistema (Dirlik 1997:10). Frente a estafalencia terica y poltica el marxismo aparece como unindispensable recurso terico para entender las fuerzas queestructuran la condicin posmoderna, la cual no debe serdivorciada de los cambios estructurales trados por el capi-talismo global (Dirlik 1997:2). Nos encontramos, de nue-vo, frente a una defensa apasionada del marxismo en con-tradesuprincipalusurpadorcontemporneo,elposmodernismo, y su ms reciente versin de moda entrelosintelectualestercermundistasdelPrimerMundo:elposcolonialismo.Pero el marxismo que defiende Dirlik no equivale, simple-mente,aunllamadopararegresaraMarx(zurckzuMarx), como plante Callinicos. Dirlik (1997:28) reconoceque, obsesionado por los condicionamientos socio-econmi-cos, el marxismo tradicional no pudo ver la importancia delos factores culturales para el desarrollo y consolidacin dela hegemona occidental en el mundo: El poscolonialismo esla respuesta a una necesidad genuina: la necesidad de supe-rar la crisis producida por la incapacidad de las viejas cate-goras [marxistas] para dar cuenta del mundo [contempor-neo](Dirlik1997:73).Sinembargo,afirmaqueelposcolonialismo ha cometido el mismo error que dice criti-car:lamistificacindelacultura.Surechazodelos34metarrelatos universalistas que nombran la totalidad entreellos el marxismo ha producido un efecto contrario: la totalidadinnombrada (el capitalismo global) reingresa por la puerta de atrsy coloniza la epistemologa de las teoras poscoloniales, convirtin-dolas en aquello frente a lo cual ellas mismas buscaban distanciar-se. El minimalismo discursivo de las teoras poscoloniales desligalaculturadesuscondicionamientosmaterialesglobalesylamistifica, ocultando sus vnculos con el modo de produccin capi-talista:Los crticos han sealado que, a pesar de su insistencia enla historicidad y la diferencia, el poscolonialismo repite en sudesarrollolastendenciasahistoricistasyuniversalizantesdel pensamiento colonial... El poscolonialismo termina, en-tonces, por imitar metodolgicamente la epistemologa colo-nial que busca repudiar. Las soluciones que ofrece el indi-vidualismo metodolgico, el aislamiento despolitizante de losocialfrenteasusdominiosmateriales,unavisindelasrelaciones sociales que resulta ser en extremo voluntarista,el rechazo a cualquier tipo de poltica programtica no nosparecen radicales, subversivas y emancipadoras. Ellas son,por el contrario, conservadoras e implcitamente autorita-rias (Dirlik 1997:66).El problema que seala Dirlik es, entonces, el mismo deFoucault: las teoras poscoloniales se han concentrado enla crtica del esencialismo epistmico de la modernidad anivelmicroestructural,peroolvidandoelanlisisdelasmacroestructuras capitalistas que han hecho posible dichaesencializacin.Esteolvidotambinhahechoquelasteoras poscoloniales sean ciegas frente a sus propias con-diciones globales de produccin. Retomando la crtica desu colega Ahmad, Dirlik (1997:8) afirma que los intelectua-lesposcolonialessonunejemplofehacientedelanueva35distribucin del mercado laboral en tiempos de globalizacin.Las poblaciones del Tercer Mundo, presentes ahora en elPrimero a la manera de disporas inmigrantes, se han con-vertido en uno de los grupos ms dinmicos de la economaen pases como Inglaterra y los Estados Unidos. El trabajode estas poblaciones se ha tornado crucial para el desarro-llo de la industria de las comunicaciones, del sector de ser-vicios y de la produccin de bienes simblicos (industriacultural), materializados en proyectos de investigacin fi-nanciados por institutos y corporaciones de ayuda al desa-rrollo, publicaciones en grandes editoriales multinacionales,becas de estudio, programas acadmicos en universidadesformadoras de elites, etc. En esta redistribucin del trabajomaterial e intelectual a nivel global se inscribe la produc-cin de las teoras poscoloniales y de los estudios cultura-les. Sus productos intelectuales, que exaltan la hibridez, ladiferencia y el multiculturalismo, se venden muy bien en elmercado internacional de smbolos y favorecen, sin propo-nrselo,lalibrecirculacindecapitalenelmarcodelaglobalizacin neoliberal8. Las teoras poscoloniales, lejos deconstituirseenunateoracrticadelcapitalismo,sehanconvertido en uno de sus mejores aliados.Ecos y reflejos latinoamericanosEnelcontextolatinoamericanolascrticasalasteorasposcoloniales se han limitado a repetir, con mayor o menorvariacin, las objeciones anteriores. Esto pareciera ser unsntoma, entre otras cosas, del gran desconocimiento quereina en la academia latinoamericana de los temas aborda-dosporestasteorasydesusautoresprincipales.Orientalismo, por ejemplo, fue publicado por una pequea36editorialespaolaen1990yslorecientementesalialmercado la segunda edicin, de la cual difcilmente puedeconseguirse una copia, incluso en las mejores bibliotecas.Hasta donde tengo noticia ninguno de los libros de RanajidGuha, Dipesh Chakrabarty o Gayatri Spivak ha sido tradu-cido al espaol y disponemos de pocas antologas de textosque permitan ganar una visin, siquiera panormica, de es-tosdebates9.Quizsporestolaspocasreferenciasqueexisten en nuestro medio a las teoras poscoloniales hacenecodelosdebatesacadmicosenlosEstadosUnidos.Un ejemplo es la crtica de la pensadora chilena Nelly Richard,quien reprocha el gesto de hablar sobre el colonialismo enAmricaLatinadesdelaacademianorteamericanaconelargumento de que los discursos all producidos reflejan lanueva lgica cultural del capitalismo global:El tema del latinoamericanismo repone en escena la ten-sin entre lo global y lo local, lo central y lo perifrico, lodominante y lo subordinado, lo colonizador y lo coloniza-do, esta vez articulado por la academia como mquina deproduccinyvalidacininternacionalesdelateoraposcolonial que, entre otras funciones, mediatiza el inter-cambio de mercanca cultural del capitalismo global enzonas perifricas... La jerarqua del Centro no slo se basaen una mxima concentracin de medios y recursos, ni enel monopolio de su distribucin econmica. La autoridadque ejerce el Centro como facultad simblica procede delas investiduras de autoridad que lo habilitan para operarcomo funcin-centro... La autoridad terica de la fun-cin-centro reside en ese monopolio de poder de repre-sentacin segn el cual representar es controlar los me-dios discursivos que subordinan el objeto de saber a unaeconoma conceptual declarada superior... Cul es el es-37cenario, entonces, en el que se debate hoy lo latinoameri-cano? Un escenario marcado por la insidiosa complejidadde esta nueva articulacin poscolonial hecha de poderesintermediariosquetransitanentrelacentralidaddescentrada de la metrpoli, por un lado, y la resignacincultural de la periferia, conflictivamente agenciada por lateorametropolitanadelasubalternidad(Richard1998:248-250).La crtica chilena resiente que ya no sea posible articularuna teora latinoamericana que no pase por la trama con-ceptual del discurso acadmico norteamericano, lo cual, ensu opinin, constituye una nueva subordinacin cultural dela periferia, esta vez ejercida bajo la forma de la produc-cin de imgenes sobre Amrica Latina; es decir, en tantoprctica acadmica escenificada por la teaching machinede los Estados Unidos las teoras poscoloniales contradi-cen el contenido de su propio discurso pues juegan comouna nueva forma de colonialismo intelectual. Segn Richardla nueva hegemona de la industria cultural norteamericanapermite que los estudios culturales y las teoras poscolonialessean globalizados y presentados como la nueva vanguardiaterica sobre lo latinoamericano, pero lo que en realidadse escenifica es la dominacin econmica, poltica y militarde los Estados Unidos en el marco del Nuevo Orden Mun-dial.ComopuedeobservarselacrticadeRichardhaceeco de los argumentos de Dirlik, Callinicos y Ahmad, aun-que no desde una perspectiva marxista10.Tambindesdeunaperspectivanomarxistasemuevelacrtica del antroplogo argentino Carlos Reynoso (2000) ensulibroApogeoydecadenciadelosestudiosculturales.38El ncleo de la crtica de Reynoso no es tanto poltico sinoepistemolgico. En su opinin las teoras poscoloniales handepredado perezosamente los logros metodolgicos de lasdisciplinas tradicionales y no han hecho absolutamente nin-guna contribucin al conocimiento del fenmeno del colonia-lismo. Por el contrario, los tericos poscoloniales ocultan suignorancia de la ciencia social mediante una sofisticada ret-rica que utilizan con propsitos polticos. Se trata, pues, de ungrupodefarsantes(oimpostoresintelectualescomolodenunci Sokal) que se presenta como cientficos socialespara abrirse paso en la academia del Primer Mundo. Paralegitimardealgnsufachadacientfica,lostericosposcolonialesseapropiandelajergaininteligibledelposestructuralismofrancsyconstruyenunamonstruosacolcha de retazos, desprovista de la ms mnima rigurosidadmetodolgica. Es el caso de Gayatri Spivak y Homi Bhabha,curiosamenteprofesoresdeinglsenlosEstadosUnidos,quienes apelan a una compulsiva sintaxis para presentar alpblico sus novedosas teoras. Irremediablemente adictosa la oscura retrica de Lacan y Derrida los dos pensadoresindios torturan a sus lectores con una jerga marciana que,adems, se jacta de ser progresista y de situarse junto a lossectores subalternos. Para Reynoso resulta imposible encon-trar en esta jeringonza ningn vestigio de rigor metodolgicosino, tan slo, un arrebato de abstracciones inexpertas, casiideogrficas en vez de analticas (Reynoso 2000:119)11.A diferencia de Richard y Reynoso la crtica del socilogoargentino Eduardo Grner s se articula desde una posicinmarxista. Para Grner (2002:177), a diferencia de los auto-res ya considerados, los estudios culturales, en particularlas teoras poscoloniales, constituye[n] un muy inteligente39y til conjunto de prcticas de lectura, fundamentalmentepreocupadasporelanlisisdelasformasculturalesquereflejan, mediatizan o, incluso, desafan a las mltiples rela-cionesdesubordinacinydominacin.Lasteorasposcoloniales son capaces de jugar un papel fundamentalpara la reconstruccin de la teora crtica que el marxis-mo tradicional ya no puede realizar; el marxismo continasiendo una matriz de pensamiento absolutamente vigentepara examinar nuestra poca (Grner 2002:35, 39) peronecesitaconurgenciadelaperspectivaculturalofrecidapor los nuevos campos emergentes. Con todo, las teorasposcolonialesadolecendealgunosproblemastericosymetodolgicos que es necesario corregir.En primer lugar este argumento fue formulado por Dirliklas teoras poscoloniales se han concentrado en una crticacultural de la colonialidad, descuidando el anlisis de suscondicionamientos materiales, es decir, del colonialismo. Estoconduce al peligro de culturizar el colonialismo, haciendode l un concepto abstracto y metafsico, y despolitizar lateora poscolonial. Para corregir este defecto:no slo es necesario contar con una teora general de lahistoria y una perspectiva particular desde donde elabo-rarla (como pueden ser la teora y la perspectiva desde laplataforma del colonialismo y el colonialismo) sino, tam-bin,conherramientasparaunanlisisconcretodelasetapas,perodosymovimientosdeesahistoriaenfun-cindesuscoordenadaseconmicas,socialesypolti-cas, herramientas que provee la teora y el estudio his-trico del modo de produccin capitalista como sistemaconstitutivamentemundialdedominacin.Laausenciade este soporte ms duro en la teora poscolonial resien-te sus por otra parte a menudo muy sutiles anlisis del40discurso (post) colonial en la medida en que dicha ausen-cia,combinadaconsuremisinalaaltateorapostestructuralista francesa, produce un inevitable desli-zamiento hacia los excesos de abstraccin fragmentaristay, paradgicamente, deshistorizada de las filosofas post(Grner 2002:176-177).Esta teora general de la historia que Grner propone comosoporte ms duro de las teoras poscoloniales y que podraevitar su deslizamiento hacia los excesos de la abstraccinfragmentarista no es otra que el anlisis del sistema-mun-do en su versin representada por Immanuel Wallerstein y,sobre todo, por Samir Amin (Grner 2002:40, 184). El anlisisdel sistema-mundo debera constituir algo as como la baseeconmica de la superestructura cultural representada porla teora poscolonial (Grner 2002:199). En otras palabras,slo en el horizonte de un gran relato totalizador, que tengaen cuenta las coordenadas econmicas, sociales y polticasdel sistema mundial capitalista desde una perspectiva histri-ca, es decir, que pueda analizar las etapas, periodos y movi-mientos de esa historia, podran las teoras poscoloniales cum-plir con su propsito anunciado de ser una teora crtica de lacultura. De un lado tendramos, entonces, una teora marxistade las estructuras socio-econmicas desarrolladas por el capi-talismo en un nivel planetario y del otro una teora del modocomo la colonialidad sobredetermina para decirlo en pa-labrasde Althusserestasestructurasenunnivellocaloregional (Grner 2002:185). Marxismo y poscolonialismo seuniran, as, en una sntesis grandiosa para generar un diagns-ticototalizantedelsistemacapitalistaqueabarquetantosulado moderno como su lado colonial.41Resulta fcil ver de qu modo Grner da un paso adelantecon respecto a sus colegas marxistas del Primer Mundo;su mrito consiste en desligarse de la gran sospecha quevea en las teoras poscoloniales y en los estudios culturalestan slo un reflejo ideolgico del neoliberalismo contem-porneo. Frente a la visin apocalptica muy comn, porlodems,enciertossectoresizquierdistasdelneoliberalismo como una especie de monstruo que con-trola la produccin acadmica del Primer Mundo Grnerreacciona con serenidad. Afirma no estar de acuerdo contodas las crticas de Dirlik y Ahmad (Grner 2002:180) porconsiderar que las teoras poscoloniales, independientementede su adscripcin en la academia metropolitana, llevan con-sigotodoelpotencialdeconvertirseenungranrelatocrtico. Por otra parte, Grner se da cuenta de la necesi-dad de corregir las tendencias microestructurales y, a ve-ces, demasiado culturalistas del anlisis poscolonial, vincu-lndoloconunateoramacroestructuralquevisualicelamodernidadylacolonialidadcomodosfacetascomple-mentarias, pertenecientes a un mismo sistema-mundo.Sin embargo, el programa terico tan agudamente anuncia-doporGrnercomosifueraunagrannovedadtropiezacon un obstculo impensado por su autor y que me pare-cesintomticodeloqueocurreennuestrasacademiasperifricas:setratadeunprogramayarealizadoportericossocialeslatinoamericanos.Laignoranciaquemanifiesta Grner con respecto al trabajo de sus propioscolegaslatinoamericanosresultatantomssorprendenteporque reconoce la importancia de pensar desde AmricaLatina. Sabe muy bien que pensar desde Amrica Latinano es un pensar desde la nada, como si ese pensamiento42empezara con nosotros, sino que se trata de reapropiarcrticamente todo lo que ha sido pensado desde siempre(Grner 2002:45). Pero lo curioso es que Grner, en unatpicaactitudeurocntrica,comienzaporreapropiarcrticamentelasteorasposcolonialesanglosajonassinpreocuparse, siquiera, por examinar el trabajo de sus cole-gas de Amrica Latina, algunos de ellos tambin argenti-nos como Walter Mignolo y Enrique Dussel12.La des-truccin del mito de la modernidadAunque la insercin sistemtica de tericos latinoamerica-nos en el debate internacional sobre el poscolonialismo segest primero en universidades de los Estados Unidos estono significa que, por lo menos en este caso, la teorizacinposcolonialsehayarealizadodesdelosEstadosUnidospara AmricaLatina,comosospechanDirlik,RichardyAhmad. Estos crticos ignoran que buena parte del arsenalquealimentalateorizacinlatinoamericanasobreloposcolonial surgi en pases como Mxico, con las obraspioneras del historiador Edmundo OGorman y del socilo-go Pablo Gonzlez Casanova, en Brasil con los trabajos delantroplogo Darcy Ribeiro y en Argentina con la filosofade la liberacin desarrollada por Enrique Dussel en la d-cada de 1970. No fueron influencias tericas como las deFoucault, Deleuze y Derrida las que animaron algunas deestas obras sino los desarrollos propios de las ciencias so-ciales en Amrica Latina, en particular de la teora de ladependencia. Los crticos ignoran, adems, que varios delos animadores actuales de este debate no son acadmicosquefuncionanparalateachingmachineestadounidense43sinoprofesores(as)yactivistasquevivenytrabajanenAmricaLatina.Reconstruir el debate latinoamericano empezando por lacrtica de la filosofa de la liberacin al eurocentrismo, paraluego avanzar hacia el modo como es retomada por auto-res como Walter Mignolo y Anbal Quijano; el propsito esmostrar que no slo cumplen el programa anunciado porGrnerysedesmarcandelascrticasmarxistasmen-cionadas sino que retoman y corrigen algunos de los argu-mentos centrales planteados por Said, avanzando hacia unateora de la modernidad/colonialidad y del papel jugadoen ella por las ciencias humanas.La crtica al eurocentrismo, elemento central de las teorasposcoloniales, fue tambin uno de los pilares de la filosofade la liberacin desarrollada por Enrique Dussel. Desde ladcada de 1970 Dussel se propuso demostrar que la filoso-fa moderna del sujeto se concretiza en una praxis conquis-tadora. Partiendo de la crtica de Heidegger a la metafsicaoccidental Dussel afirm que el pensamiento europeo mo-derno,incluyendoeldeMarx,desconociqueelpensa-miento est vitalmente ligado con la cotidianeidad humana(el mundo de la vida) y que las relaciones entre las per-sonas no pueden ser vistas como relaciones entre un sujetoracional y un objeto de conocimiento (Dussel 1995:92, 107).La relacin sujeto-objeto creada por el pensamiento mo-derno explica, segn Dussel, la totalizacin de Europaporque bloquea de entrada la posibilidad de un intercambiodeconocimientosydeformasdeproducirconocimien-tos entre diferentes culturas. Entre el sujeto que conocey el objeto conocido slo puede existir una relacin de44exterioridad y de asimetra. Por ello la ontologa de la to-talidad, caracterstica central de la civilizacin europea,hamiradotodoloquenoperteneceaella(laexteriori-dad) como carencia de ser y barbarie, es decir, comonaturaleza en bruto que necesita ser civilizada. De estemodolaeliminacindelaalteridadincluyendolaalteridadepistmicafuelalgicatotalizadoraquecomenzaimponersesobrelaspoblacionesindgenasyafricanas a partir del siglo XVI, tanto por los conquistado-res espaoles como por sus descendientes criollos (Dussel1995:200-204).La primera gran tarea de un pensamiento crtico, liberadory poscolonial es la destruccin en sentido heideggerianode la ontologa que ha hecho posible la dominacin colonialeuropea sobre el mundo. Slo desde las ruinas de la tota-lidad ha de surgir la posibilidad de la filosofa latinoameri-cana (Dussel 1995:111). A finales de la dcada de 1970 elfilsofo argentino formul su proyecto con las siguientespalabras:Es necesario, primero, destruir una mquina para cons-truir una nueva y la filosofa latinoamericana, por muchotiempo todava, tiene que ser destruccin del muro paraque por la brecha pueda pasar un proceso histrico... Paradescubrir nuevas categoras con las cuales nos sea posi-ble pensarnos a nosotros mismos hay que comenzar porhablar como los europeos y, desde ellos, probar sus limi-taciones, destruir el pensamiento europeo para dar lugara lo nuevo. Por lo tanto, durante mucho tiempo tendre-mos que hablar con Europa y conocer muy a fondo lo queellospiensanporque,delocontrario,pasamosporsulado sin lograr quebrantar el muro (Dussel 1995:138-139).45En tiempos ms recientes Dussel ha reformulado su pro-yecto terico de manera creativa. El muro que es nece-sario demoler (y que se extendera desde los griegos hastael presente) ya no es concebido en trminos de una tota-lidad ontolgica, al estilo de Heidegger, sino como un pa-radigma que tiene nombre concreto: el mito eurocntricode la modernidad. Este mito, en opinin de Dussel, surgiconeldescubrimientode Amricayhadominadodesdeentonces,asumiendodiferentesformas,nuestroentendi-miento terico y prctico de lo que significa la moderni-dad. El paralelo con el desarrollo del pensamiento de Saidresulta, en este punto, interesante. Al igual que el tericopalestino el primer Dussel intent explicar el colonialismomoderno a partir de una estructura de pensamiento quetuvo sus orgenes en Grecia y se extendi, sin fisuras, porla historia de occidente; pero luego el Dussel de los aosnoventa dej de lado esta impronta metahistrica que loscrticos marxistas reprochaban, con razn, a Said paratrabajar en un anlisis histrico del colonialismo moder-no desde una perspectiva tica y epistemolgica.LanuevatesisdeDussel(1999:147)esqueapartirdelsiglo XVIII la modernidad desarroll una visin de s mis-ma, un mito sobre sus propios orgenes, que posee una im-pronta claramente eurocntrica. De acuerdo con este mitolamodernidadseraunfenmenoexclusivamenteeuro-peo originado durante la Edad Media y que luego, a partirdeexperienciasintraeuropeascomoelrenacimientoita-liano, la reforma protestante, la ilustracin y la revolucinfrancesa, se habra difundido, inevitablemente, por todo elmundo.Europaposeecualidadesinternasnicasquelepermitieron desarrollar la racionalidad cientfico-tcnica, lo46cual explica la superioridad de su cultura sobre todas lasdems. De este modo el mito eurocntrico de la moderni-dad sera la pretensin que identifica la particularidad euro-peaconlauniversalidadsinms.PoresoelmitodelamodernidadimplicaloqueDusselllamalafalaciadesarrollista, segn la cual todos los pueblos de la tierradebernseguirlasetapasdedesarrollomarcadasporEuropa con el fin de obtener su emancipacin social, polti-ca, moral y tecnolgica. La civilizacin europea es el telosde la historia mundial (Dussel 1992:21-34).Frente a este modelo hegemnico de interpretacin Dusselpropone uno alternativo que l denomina paradigma pla-netario: la modernidad no es otra cosa que la cultura delcentro del sistema-mundo y surgi como resultado de laadministracindeesacentralidadporpartedediferen-tes pases europeos entre los siglos XVI y XIX. La moder-nidad no es un fenmeno europeo sino mundial que poseeuna fecha exacta de nacimiento: 12 de octubre de 1492. Enpalabras de Dussel:La modernidad no es un fenmeno que pueda predicarsede Europa considerada como un sistema independiente,sino de una Europa concebida como centro. Esta sencillahiptesis transforma por completo el concepto de moder-nidad, su origen, desarrollo y crisis contempornea y, porconsiguiente, tambin el contenido de la modernidad tar-da o posmodernidad. De manera adicional quisiera pre-sentar una tesis que califica la anterior: la centralidad deEuropa en el sistema-mundo no es fruto de una superiori-dad interna acumulada durante el medioevo europeo so-bre y en contra de las otras culturas. Se trata, en cambio,de un efecto fundamental del simple hecho del descubri-47miento,conquista,colonizacineintegracin(subsuncin) de Amerindia. Este simple hecho dar a Eu-ropa la ventaja comparativa determinante sobre el mun-do otomano-islmico, India y China. La modernidad es elresultado de estos eventos, no su causa. Por consiguien-te, es la administracin de la centralidad del sistema-mun-doloquepermitiraEuropatransformarseenalgoascomo la conciencia reflexiva (la filosofa moderna) de lahistoria mundial... An el capitalismo es el resultado y nola causa de esta conjuncin entre la planetarizacin euro-peaylacentralizacindelsistemamundial(Dussel1999:148-149).Este paradigma alternativo desafa la visin dominante, se-gnlacuallaconquistade Amricanofueunelementoconstitutivo de la modernidad porque se asent en fenme-nos puramente intraeuropeos como la reforma protestante,el surgimiento de la nueva ciencia y la revolucin francesa.Espaaysuscoloniasdeultramarhabranquedadoporfuera de la modernidad porque ninguno de estos fenme-nos tuvo lugar all. En cambio, siguiendo a Wallerstein, Dusselmuestra que la modernidad europea se edific sobre unamaterialidad especfica creada desde el siglo XVI con laexpansin territorial espaola; esto gener la apertura denuevos mercados, la incorporacin de fuentes inditas demateria prima y de fuerza de trabajo que permiti lo queMarx denomin acumulacin originaria de capital. El sis-tema-mundo moderno empez con la constitucin simul-tneadeEspaacomocentrofrenteasuperiferiacolonial hispanoamericana. La modernidad y el colonialis-mo fueron, entonces, fenmenos mutuamente dependien-tes. No hay modernidad sin colonialismo y no hay colonia-lismo sin modernidad porque Europa slo se hace centro48del sistema-mundo cuando constituy a sus colonias de ul-tramar como periferias.HastaaquDusselparecieraseguirdecercalosplantea-mientos del anlisis del sistema-mundo desarrollados porWallerstein, cumpliendo, de este modo, las expectativas le-vantadas por su compatriota Eduardo Grner. Sin embar-go, un anlisis ms detallado muestra que Dussel no estsimplemente inscribiendo su crtica al colonialismo en losparmetros de la teora wallersteiniana del sistema-mundo;ms bien, el pensador argentino est leyendo a Wallersteindesde la filosofa de la liberacin, lo cual tendr importan-tes consecuencias para el debate latinoamericano sobre lacolonialidad. Quizs el desvo ms importante de Dusselfrente a Wallerstein es la tesis de que la incorporacin deAmrica como primera periferia del sistema-mundo mo-derno no slo represent la posibilidad de una acumula-cin originaria en los pases del centro sino que tambingenerlasprimerasmanifestacionesculturalesdeordenpropiamentemundial,loqueWallersteindenominunageocultura. Esto significa que la primera cultura de lamodernidad-mundo, entendida como un sistema de smbo-los de orden ritual, cognitivo, jurdico, poltico y axiolgicopertenecientesalsistemamundialenexpansin,tuvosucentroenEspaa13.Elmundohispanoamericanodelossiglos XVI al XVIII no slo aport al sistema-mundo manode obra y materias primas, como pens Wallerstein, sino,tambin, los fundamentos epistemolgicos, morales y pol-ticos de la modernidad cultural.Dussel (1997:156) identific dos modernidades: la primerase habra consolidado durante los siglos XVI y XVII y co-49rrespondi al ethos cristiano, humanista y renacentista quefloreci en Italia, Portugal, Espaa y en sus colonias ame-ricanas. Esta modernidad fue administrada globalmente porla primera potencia hegemnica del sistema-mundo (Espa-a)ynoslogenerunaprimerateoracrticadelamodernidad14sino,tambin,unaprimeraformadesub-jetividadmoderno-colonial.Dusselconceptualizaestasubjetividad en trminos filosficos (tomados del pensamien-to de Levinas) y la describe como un yo conquistador,guerreroyaristocrtico,queentablafrentealotro(elindio, el negro, el mestizo americano) una relacin exclu-yente de dominio15. El ego conquiro de la primera moder-nidadconstituyla proto-historiadelegocogitodesple-gado por la segunda modernidad (Dussel 1992:67); esta l-tima, que se auto-represent ideolgicamente como la ni-ca modernidad, comenz apenas a finales del siglo XVIIcon el colapso geopoltico de Espaa y el surgimiento denuevas potencias hegemnicas (Holanda, Inglaterra, Fran-cia). La administracin de la centralidad del sistema-mun-do se realiz ahora desde otros lugares y respondi a losimperativos de eficacia, biopoltica y racionalizacin des-critos admirablemente por Max Weber y Michel Foucault.La subjetividad que all se form correspondi al surgimientode la burguesa y a la formacin de un modo de produccincapitalista (Dussel 1997:158).El discurso de la limpieza de sangreLa filosofa de la liberacin de Dussel entabla un dilogocrtico con el anlisis del sistema-mundo de Wallerstein,buscando integrar la crtica al colonialismo dentro de unaperspectiva globalizante. El punto central de divergencia50que seal entre uno y otro proyecto, a saber, el plantea-mientoporpartedeDusseldelsurgimientodeunageocultura moderna de corte hispnico antes de la revo-lucinfrancesa,noesalgosobrelocualhayameditadosuficientemente la filosofa de la liberacin. El pensadorargentino Walter Mignolo fue quien desarroll una crticaexplcita a las tesis de Wallerstein desde una perspectivaposcolonial y, al mismo tiempo, asumi creativamente lasreflexiones de Dussel en torno al surgimiento de una subje-tividad ya propiamente moderna aunque no burguesaen el mundo hispnico.Mignolo reconoce la importancia del monumental libro Themodern world-system para el desplazamiento epistemolgicoque se produjo en la teora social durante la dcada de 1970.Vinculando los aportes de la teora de la dependencia con lostrabajos de Braudel sobre el Mediterrneo Wallerstein con-sigui analizar la centralidad del circuito del Atlntico para laformacindelsistema-mundomodernoenelsigloXVI(Mignolo 2000:11); con ello el Mediterrneo dej de ser eleje de la historia mundial, como haba planteado Hegel16, yEuropacomenzaserprovincializadaenelsenodelateora social. Lo importante ahora no es el estudio de Europacomo tal sino del sistema-mundo con toda su variedad es-tructural (centros, periferias y semiperiferias). Sin embargo,el proyecto de Wallerstein todava concibi las periferias entrminos de unidades geohistricas y geoeconmicas, peronogeoculturales(Mignolo2000:12). AunqueWallersteinacert en sealar que el sistema-mundo moderno comenzalrededor de 1500 su perspectiva fue todava eurocntrica.La primera geocultura de este sistema el liberalismo seform apenas en el siglo XVIII a raz de la mundializacin de51la revolucin francesa. De este modo Wallerstein continuprisionero del imaginario construido por los intelectuales eu-ropeos de la ilustracin, segn el cual la segunda moderni-dad (siglos XVIII y XIX) es la modernidad por excelencia(Mignolo 2000:56-57); as, la geocultura de la primera mo-dernidad permanece invisible desde su perspectiva.EnsulibroLocalhistories/globaldesignsMignoloafir-m que la conquista de Amrica signific no solo la crea-cin de una nueva economa-mundo (con la apertura delcircuito comercial que una el Mediterrneo con el Atlnti-co) sino, tambin, la formacin del primer gran discurso(en trminos de Said y Foucault) del mundo moderno. Enpolmica con Wallerstein, Mignolo argument que los dis-cursos universalistas que legitimaron la expansin mundialdel capital no surgieron durante los siglos XVIII y XIX so-bre la base de la revolucin burguesa en Europa sino queaparecieron ya desde mucho antes, en el largo siglo XVIy coincidiendo con la formacin del sistema mundo mo-derno/colonial(Mignolo2000:23).Elprimerdiscursouniversalista de los tiempos modernos no se vincul con lamentalidad burguesa liberal sino, paradjicamente, con lamentalidad aristocrtica cristiana; se trata, segn Mignolo,del discurso de la limpieza de sangre. Este discurso ope-r en el siglo XVI como el primer esquema de clasificacinde la poblacin mundial. Aunque no surgi en el siglo XVIsino que se gest, lentamente, durante la Edad Media cris-tiana el discurso de la pureza de sangre se torn hegemni-cograciasalaexpansincomercialdeEspaahaciaelAtlntico y el comienzo de la colonizacin europea. Unamatriz clasificatoria perteneciente a una historia local (lacultura cristiana medieval europea) se convirti, en virtud52de la hegemona mundial adquirida por Espaa durante lossiglosXVIyXVII,enundiseoglobalquesirviparaclasificar a las poblaciones de acuerdo a su posicin en ladivisin internacional del trabajo.En tanto que esquema cognitivo de clasificacin poblacionalel discurso de la pureza de sangre no fue producto del sigloXVI; ech races en la divisin tripartita del mundo sugeri-da por Herodoto y aceptada por algunos de los ms impor-tantes pensadores de la antigedad: Eratstenes, Hiparco,Polibio, Estrabn, Plinio, Marino y Tolomeo. El mundo eravistocomounagranisla(elorbisterrarum)divididaentres grandes regiones: Europa, Asia y Africa17. Aunque al-gunossuponanqueenlasantpodas,alsurdelorbisterrarum, podan existir otras islas quizs habitadas por unaespecie distinta de hombres el inters de los historiado-res y gegrafos antiguos se centr en el mundo por ellosconocidoyeneltipodepoblacinquealbergabansustres regiones principales. La divisin territorial del mundose convirti en una divisin poblacional de ndole jerrquicay cualitativa. En esa jerarqua Europa ocup el lugar mseminente, ya que sus habitantes eran considerados ms ci-vilizados y cultos que los de Asia y Africa, tenidos por grie-gos y romanos como brbaros (O`Gorman 1991:147).Los intelectuales cristianos de la Edad Media se apropia-ron de este esquema de clasificacin poblacional, introdu-cindole algunas modificaciones. As, por ejemplo, el dog-ma cristiano de la unidad fundamental de la especie huma-na (todos los hombres descienden de Adn) oblig a SanAgustnareconocerquesillegasenaexistirotrasislasdiferentesalorbisterratumsushabitantes,encasode53haberlos, no podran ser catalogados como hombres por-que los potenciales habitantes de la Ciudad de Dios solopodanhallarseenEuropa,AsiaoAfrica(OGorman1991:148). Asimismo, el cristianismo reinterpret la anti-guadivisinjerrquicadelmundo.Porrazonesahorateolgicas Europa sigui ocupando un lugar de privilegiopor encima de Africa y Asia18. Las tres regiones geogrfi-cas eran vistas como el lugar donde se asentaron los treshijos de No despus del diluvio y, por tanto, como habita-dasportres tiposcompletamentedistintosdegente.Loshijos de Sem poblaron Asia, los de Cam poblaron Africa ylosdeJafetpoblaronEuropa.Lastrespartesdelmundoconocido fueron ordenadas jerrquicamente segn un cri-teriodediferenciacintnica:losasiticosylosafrica-nos, descendientes de los hijos que, segn el relato bblico,cayeron en desgracia frente a su padre, eran tenidos comoracialyculturalmenteinferioresaloseuropeos,descen-dientes directos de Jafet, el hijo amado de No.Mignolo (1995:230) seal que el cristianismo resignific elantiguo esquema de divisin poblacional, hacindolo fun-cionarcomounataxonomatnicayreligiosadelapo-blacin19 cuya dimensin prctica empez a mostrarse ape-nas en el siglo XVI. Los viajes de Coln haban puesto enevidencia que las nuevas tierras americanas eran una enti-dad geogrfica distinta del orbis terrarum, lo cual suscitde inmediato un debate a gran escala en torno a la natura-leza de sus habitantes y de su territorio. Si slo la isla de latierra (la porcin del globo que comprenda a Europa, Asiay Africa) haba sido asignada al hombre por Dios para queviviera en ella despus de la expulsin del paraso, questatuto jurdico posean, entonces, los nuevos territorios54descubiertos?; eran, acaso, tierras que caan bajo la sobe-rana universal del Papa y podan, por tanto, ser legtima-mente ocupadas por un rey cristiano? Si slo los hijos deNo podan acreditar ser descendientes directos de Adn,el padre de la humanidad, qu estatuto antropolgico po-sean los habitantes de los nuevos territorios?; eran serescarentes de alma racional que podan, por tanto, ser legti-mamenteesclavizadosporloseuropeos?.SiguiendoaOGorman, Mignolo afirm que los nuevos territorios y supoblacinnofueronvistos,finalmente,comoontolgicamente distintos a Europa sino como su prolon-gacinnatural:Durante el siglo XVI, cuando Amrica empez a serconceptualizada como tal, no por la corona espaola sinopor intelectuales del norte (Italia, Francia), estaba implci-to que Amrica no era ni la tierra de Sem (el oriente), ni latierra de Cam (Africa), sino la prolongacin de la tierradeJafet.Nohabaotraraznqueladistribucingeopoltica del planeta implementada por el mapa cristia-no T/O para percibir el mundo como dividido en cuatrocontinentes; y no haba ningn otro lugar en el mapa cris-tiano T/O para Amrica que su inclusin en los domi-nios de Jafet, esto es, en el Occidente. El occidentalismoes, entonces, el ms antiguo imaginario geopoltico delsistema-mundo moderno/colonial (Mignolo 2000:59; cur-sivasaadidas).El argumento de Mignolo es que la creencia en la superiori-dad tnica de Europa sobre las poblaciones colonizadas es-taba emplazada sobre el esquema cognitivo de la divisintripartita de la poblacin mundial y sobre el imaginario delOrbis universalis chriustianus. La visin de los territoriosamericanos como una prolongacin de la tierra de Jafet55hizo que la explotacin de sus recursos naturales y el some-timiento militar de sus poblaciones fuera tenida como justay legtima porque solamente de Europa poda venir la luzdel conocimiento verdadero sobre Dios. La evangelizacinfue, entonces, el imperativo estatal que determin por qurazn nicamente los cristianos viejos, es decir, las perso-nas que no se encontraban mezcladas con judos, moros yafricanos (pueblos descendientes de Cam o de Sem), podanviajar y establecerse legtimamente en territorio americano.El Nuevo Mundo se convirti en el escenario natural paralaprolongacindelhombreblancoeuropeoysuculturacristiana.Eldiscursodepurezadesangrees,deacuerdoconlainterpretacindeMignolo,elprimerimaginariogeocultural del sistema-mundo que se incorpor en el habitusde la poblacin inmigrante europea, legitimando la divisintnica del trabajo y la transferencia de personas, capital ymateriasprimasanivelplanetario.La lectura de Mignolo posee continuidades y diferenciascon la teora poscolonial de Said. Al igual que Said, y encontra de Marx, Mignolo sabe que sin la construccin deundiscursoquepuedaincorporarsealhabitusdedominadores y dominados el colonialismo europeo hubieraresultado imposible. Pero, a diferencia de Said, Mignolo noidentific este discurso con el orientalismo sino con eloccidentalismo, enfatizando la necesidad de inscribir lasteoras poscoloniales en el interior de legados colonialesespecficos (en este caso, el legado colonial hispnico)20.Consuplanteamientodelorientalismocomoeldiscursocolonial por excelencia Said pareci no darse cuenta quelosdiscursossobreelotrogeneradosporFranciayelImperio britnico correspondieron a la segunda moderni-56dad. Said no slo desconoci la hegemona geocultural ygeopoltica de Espaa durante los siglos XVI y XVII sinoqueterminlegitimandoelimaginariodieciochesco(yeurocntrico) de la modernidad ilustrada denunciado porDussel. Mignolo seal al respecto:No tengo intencin de ignorar el tremendo impacto y latransformacin interpretativa hecha posible por el libro deSaid.TampocointentounirmeaAijazAhmadensudevastadora crtica a Said nicamente porque el libro no diceexactamente lo que yo quisiera. Sin embargo, no tengo inten-cin de reproducir aqu el gran silencio que el libro de Saidrefuerza: sin el occidentalismo no hay orientalismo, ya quelas colonias ms grandes, ricas y antiguas de Europa nofueron las orientales sino las occidentales: las Indias Occi-dentales y Norteamrica. Orientalismo es el imaginario cul-turaldelsistema-mundodurantelasegundamodernidad,cuando la imagen del corazn de Europa (Inglaterra, Fran-cia, Alemania) reemplaza la imagen de la Europa cristiana delos siglos 15 hasta mediados del XVII (Italia, Espaa, Portu-gal)... Es cierto, como Said afirma, que el Oriente se convirtien una de las imgenes europeas ms recurrentes sobre elotro despus del siglo XVIII. Sin embargo, el Occidente nofue nunca el otro de Europa sino una diferencia especfica alinterior de su mismidad: las Indias Occidentales (como pue-deverseenelnombremismo)yluegoNorteamrica(enBuffon, Hegel, etc.) eran el extremo occidente, no su alteridad.Amrica, a diferencia de Asia y Africa, fue incluida [en elmapa]comopartedelaextensineuropeaynocomosudiferencia.Estaeslaraznporlacual,unavezms,sinoccidentalismo no hay orientalismo (Mignolo 2000:57; cur-sivasaadidas).Con todo, y a pesar de sus diferencias, si en algo se identificanlos proyectos tericos de Mignolo y Said es en la importancia57que otorgan al mbito de la colonialidad para explicar el fe-nmeno del colonialismo. Tanto el orientalismo de Said comoel occidentalismo de Mignolo son vistos como imaginarios cul-turales, como discursos que no slo se objetivan en aparatosdisciplinarios (leyes, instituciones, burocracias coloniales) sinoquesetradujeronenformasconcretasdesubjetividad.Elorientalismo y el occidentalismo no son simplemente ideolo-gas (en el sentido restringido de Marx) sino modos de vida,estructuras de pensamiento y accin incorporadas al habitusde los actores sociales. La categora colonialidad hace refe-rencia a ese mbito simblico y cognitivo donde se configurala identidadtnicadelosactores.Mignolo logr traducir a un lenguaje de las ciencias socialesaquello que en Dussel aparece todava como abstraccin filo-sfica. La subjetividad de la modernidad primera est rela-cionada con el discurso de la limpieza de sangre, es decir, conel imaginario cultural de la blancura. La identidad fundadaenladistincintnicafrentealotrocaracterizlaprimerageocultura del sistema-mundo moderno/colonial; esta distin-cin no slo plante la superioridad tnica de unos hombressobreotrossino,tambin,lasuperioridaddeunosformasdeconocimientosobreotras.Paraprecisaresteproblemame referir a la categora colonialidad del poder. La colonialidad del poderEstaeslacategoraclavedeldebatelatinoamericanosobre modernidad/colonialidad. La centralidad de esta ca-tegora radica en que permite avanzar hacia una analticadelpoderenlassociedadesmodernasquesedesmarcade los parmetros sealados por la obra de Michel Foucault,58por lo menos en tres sentidos: primero, porque hace refe-rencia a una estructura de control de la subjetividadquese consolid desde el siglo XVI y no apenas en el XVIII (lapoca clsica); segundo, y como consecuencia de lo an-terior, porque coloca en el centro del anlisis la dimensinracial de la biopoltica y no solamente la exclusin de m-bitos como la locura y la sexualidad; y tercero, porque pro-yecta este conflicto a una dimensin epistmica, mostran-do que el dominio que garantiza la reproduccin incesantedelcapitalenlassociedadesmodernaspasa,necesaria-mente,porlaoccidentalizacindelimaginario.La colonialidad del poder hace referencia, inicialmente,aunaestructuraespecficadedominacinatravsdelacual fueron sometidas las poblaciones nativas de Amricaa partir de 1492. Anbal Quijano, quien utiliz por primeravezlacategora,afirmqueloscolonizadoresespaolesentablaron con los colonizados amerindios una relacin depoder fundada en lasuperioridad tnica y epistmicadelos primeros sobre los segundos. No se trataba tan slo desometer militarmente a los indgenas y destruirlos por lafuerzasinodetransformarsualma,delograrquecam-biaran radicalmente sus formas tradicionales de conocer elmundo y de conocerse a s mimos, adoptando como propioel universo cognitivo del colonizador. Quijano describi lacolonialidad del poder en los siguientes trminos:Consiste, en primer trmino, en una colonizacin del ima-ginario de los dominados. Es decir, acta en la interiori-dad de ese imaginario... La represin recay, ante todo,sobre los modos de conocer, de producir conocimiento,de producir perspectivas, imgenes y sistemas de imge-nes, smbolos, modos de significacin; sobre los recur-59sos, patrones e instrumentos de expresin formalizada yobjetivada, intelectual o visual... Los colonizadores impu-sierontambinunaimagenmistificadadesuspropiospatrones de produccin de conocimientos y significacio-nes (Quijano 1992:438).Laprimeracaractersticadelacolonialidaddepoder,lams general de todas, es la dominacin por medios no ex-clusivamente coercitivos. No se trat slo de reprimir fsi-camente a los dominados sino de conseguir que naturali-zaran el imaginario cultural europeo como forma nica derelacionamiento con la naturaleza, con el mundo social ycon la propia subjetividad. Este proyecto sui generis quisocambiar radicalmente las estructuras cognitivas, afectivasy volitivas del dominado, es decir, convertirlo en un nuevohombre, hecho a imagen y semejanza del hombre occi-dental.EsteaspectoserelacionaconlosealadoporMignolo en el sentido de que Amrica fue vista como laprolongacin natural de Europa. Para lograr este objetivocivilizador el Estado espaol cre la encomienda, cuya fun-cinfueintegraralindioalospatronesculturalesdelaetnia dominante. El papel del encomendero era velar, dili-gentemente, por la conversin integral del indio median-te la evangelizacin sistemtica y el duro trabajo corporal.Ambos instrumentos, la evangelizacin y el trabajo, se diri-ganhacialatransformacindelaintimidad,buscandoqueelindiopudierasalirdesucondicindemenordeedad y acceder, finalmente, a los modos de pensamiento yaccin propios de la vida civilizada.La colonialidad del poder hace referencia a la manera comola dominacin espaola intent eliminar las muchas formas60de conocer propias de las poblaciones nativas y sustituir-las por otras nuevas que sirvieran los propsitos civilizado-res del rgimen colonial; apunta, entonces, hacia la violen-ciaepistmicaejercidaporlamodernidadprimerasobreotras formas de producir conocimientos, imgenes, smbolosy modos de significacin. Sin embargo, la categora tieneotro significado complementario. Aunque estas otras formasde conocimiento no fueron eliminadas por completo sino, a losumo, despojadas de su legitimidad epistmica el imaginariocolonial europeo ejerci una continua fascinacin sobre losdeseos,lasaspiracionesylavoluntaddelossubalternos.Quijano formul de este modo la segunda caracterstica dela colonialidad del poder:La cultura europea se convirti en una seduccin; dabaacceso al poder. Despus de todo, ms all de la represinel instrumento principal de todo poder es la seduccin.Laeuropeizacinculturalseconvirtienunaaspira-cin.Eraunmododeparticiparenelpodercolonial(Quijano 1992:439; cursivas aadidas).Uniendo las tesis de Quijano con las de Mignolo puedo de-cir que el imaginario de la blancura producido por el dis-curso de la pureza de sangre fue una aspiracin internalizadaportodoslossectoressocialesdelasociedadcolonialyfungicomoelejealrededordelcualseconstruy(conflictivamente) la subjetividad de los actores sociales.Serblancosnotenaquevertantoconelcolordelapiel como con la escenificacin personal de un imaginariocultural tejido por creencias religiosas, tipos de vestimenta,certificados de nobleza, modos de comportamiento y (estoesmuyimportante)formasdeproducirytransmitirco-nocimientos (cf. Castro-Gmez 2005).61EnanalogaconFoucault, AnbalQuijanosealquelacolonialidad del poder no solo reprime sino que tambinproduce; esto quiere decir que no slo hace referencia a laexclusin y/o subalternizacin de formas no europeas desubjetividad sino, tambin, a la produccin de nuevas for-mas que las sustituyeron. Ya me refer al imaginario de blan-curacomotipohegemnicodesubjetividadincorporadoal habitus de la poblacin en la periferia del sistema-mun-do; ahora es necesario sealar el tipo hegemnico de co-nocimiento que quiso reemplazar a los conocimientos ml-tiples de las poblaciones sometidas por el dominio europeo.Mencionar,entonces,unaterceracaractersticadelacolonialidad del poder que se asocia, por lo general y demanera errnea, con la modernidad segunda: la generacinde conocimientos que elevaron una pretensin de objetivi-dad, cientificidad y universalidad.En The darker side of the Renaissance Mignolo llam laatencin sobre la construccin de un imaginario cientficopor parte de la cartografa europea del siglo XVI. De acuer-do con Mignolo la clave para entender el surgimiento de laepistemologa cientfica moderna es la separacin que losgegrafos europeos realizaron entre el centro tnico y elcentro geomtrico de observacin. En casi todos los ma-pas conocidos hasta el siglo XVI el centro tnico y el cen-tro geomtrico coincidan. As, por ejemplo, los cartgrafoschinos generaron una representacin del espacio en la cualel centro estaba ocupado por el palacio real del emperadoryalrededordelseordenabansusdominiosimperiales.Igual ocurra con los mapas cristianos de la Edad Media,enloscualeselmundoaparecadispuestocircularmenteen torno a Jerusaln (Mignolo 1995:229), y en los mapas62rabesdelsigloXIII,dondeelmundoislmicoaparecacomo el centro de la tierra. En todos estos casos el centroera mvil porque el observador no se preocupaba por ocul-tarsulugardeobservacin,dejndolofueradelarepre-sentacin. Para el observador era claro que el centro geom-tricodelmapacoincidaconelcentrotnicoyreligiosodesde el cual observaba (cultura china, juda, rabe, cristia-na, azteca, etc.) (Mignolo 1995:220-236).Pero con la conquista de Amrica y la necesidad de repre-sentar con precisin los nuevos territorios bajo el imperati-vo de su control y delimitacin empez a ocurrir algo dife-rente.Lacartografaincorporlamatematizacindelaperspectiva que, en ese momento, revolucionaba la prcti-ca pictrica en pases como Italia. La perspectiva supusola adopcin de un punto de vista fijo y nico, es decir, laadopcindeunamiradasoberanaqueseencuentrafue-ra de la representacin. En otras palabras, la perspectivaesuninstrumentoatravsdelcualseveperoque,asuvez, no puede ser visto; la perspectiva, en suma, otorga laposibilidad de tener un punto de vista sobre el cual no esposibleadoptarningnpuntodevista.Estohechore-volucion por completo la prctica de la cartografa. Al tor-narse invisible el lugar de observacin el centro geomtricoya no coincidi ms con el centro tnico. Los cartgrafos ynavegantes europeos, dotados ahora de instrumentos pre-cisos de medicin, empezaron a creer que una representa-cinhechadesdeelcentrotnicoeraprecientfica,puesestaba vinculada a una particularidad cultural especfica.La representacin verdaderamente cientfica y objetivaeraaquellaquepodaabstraersedesulugardeobserva-cin y generar una mirada universal sobre el espacio.63Todo esto significa que, adems de hacer referencia a untipo hegemnico de subjetividad (el imaginario de la blan-cura), la colonialidad del poder tambin hace referencia aun tipo hegemnico de produccin de conocimientos queen otro lugar he llamado la hybris del punto cero (Castro-Gmez2005).Merefieroaunaformadeconocimientohumano que eleva pretensiones de objetividad y cientificidadpartiendo del presupuesto de que el observador no formaparte de lo observado. Esta pretensin puede ser compara-da con el pecado de la hybris, del cual hablaban los grie-gos, cuando los hombres queran, con arrogancia, elevarseal estatuto de dioses. Ubicarse en el punto cero equivale atener el poder de un Deus absconditus que puede ver sinser visto, es decir, que puede observar el mundo sin tenerque dar cuenta a nadie, ni siquiera a s mismo, de la legiti-midad de tal observacin; equivale, por tanto, a instituir unavisin del mundo reconocida como vlida, universal, legti-ma y avalada por el Estado. Por ello, el punto cero es el delcomienzo epistemolgico absoluto pero, tambin, el del con-trol econmico y social sobre el mundo. Obedece a la ne-cesidad que tuvo el Estado espaol (y luego las dems po-tencias hegemnicas del sistema mundo) de erradicar cual-quierotrosistemadecreenciasquenofavorecieralavi-sin capitalista del homo oeconomicus. Ya no podan co-existir diferentes formas de ver el mundo sino que habaque taxonomizarlas conforme a una jerarquizacin del tiempoy el espacio. Las dems formas de conocer fueron decla-radas como pertenecientes al pasado de la ciencia mo-derna; como doxa que engaaba los sentidos; como su-persticin que obstaculizaba el trnsito hacia la mayorade edad; como obstculo epistemolgico para la obten-cin de la certeza. Desde la perspectiva del punto cero los64conocimientoshumanosfueronordenadosenunaescalaepistemolgica que va desde lo tradicional hasta lo moder-no, desde la barbarie hasta la civilizacin, desde la comuni-dad hasta el individuo, desde la tirana hasta la democracia,desde lo individual hasta lo universal, desde oriente hastaoccidente.Estamos,entonces,frenteaunaestrategiaepistmica de dominio que, como veremos en el captuloque sigue, todava contina vigente.