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271 NOTA HISTÓRICA 1 Profesor Asociado Universidad de Chile. Gineco Obstetra. Departamento de Obstetricia y Ginecología. Hospital Santia- go Oriente «Dr. Luis Tisné Brousse». 2 Licenciada en Historia, Universidad Finis Terrae. E mail: [email protected] * Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos REV. OBSTET. GINECOL . - HOSP. SANTIAGO ORIENTE DR. L UIS TISNÉ BROUSSE. 2007; VOL 2 (3): 271-276 La Matrona y la Obstetricia en Chile, una reseña histórica José Lattus Olmos 1 . María Carolina Sanhueza Benavente 2 . En el siguiente artículo realizamos una reseña históri- ca acerca del ejercicio de la obstetricia en Chile. Para ello, abordamos el tema desde los comienzos de nuestra historia al remontarnos a la época colonial, pasando por el proceso de profesionalización de esta actividad en el siglo XIX, hasta el siglo XX. De esta manera, la DIBAM*, a través de su sitio web Memoria Chilena, nos proporciona datos y documentos intere- santes que se refieren a la medicina en Chile y, específicamente, al ámbito de la obstetricia. Para ubicarnos en los tiempos pretéritos, consideremos que la ciudad de Santiago se funda el 12 de febrero de 1541, por su primer gobernador don Pedro de Valdivia (1500-1553). Le sucede don García Hurtado de Mendoza como gobernador, en 1556 y es en este período en que ya encontramos algunos datos de la atención del parto en Chile. En la época colonial la medicina tuvo un precario desarrollo. El ejercicio de la obstetricia entonces no tenía un carácter profesional y se restringía a la atención del parto, actividad realizada por las muje- res que ayudaban a las parturientas, a las cuales se les llamaba comúnmente «pa rtera s». Durante este período poco se conocía acerca del trabajo de los médicos parteros, a excepción de que la atención del parto se realizaba en los domicilios de las madres que muchas veces morían ellas, sus hijos o ambos en el momento del parto vaginal, aspectos que perma- necieron a lo largo del siglo XIX e, incluso, a comienzos del XX. De esta manera las pa rtera s o empíricas convirtieron su actividad en un oficio ante la gran recurrencia de las mujeres embarazadas hacia ellas. Pero, ¿quiénes eran estas pa rtera s? Sor Imelda Cano Roldán (Religiosa Mercenaria) en su libro “La mujer en el Reyno de Chile”, nos informa sobre el origen social de estas mujeres en Chile. Las parteras o «comadres de parir» pertenecían generalmente a la baja esfera de la sociedad, lo que se explica, en parte, por el menosprecio con que era mirado el oficio de partear y la repulsa que por él sintieron las damas españolas en el Reyno de Chile. De este modo, fueron las otras mujeres quienes ejercieron el men- cionado oficio, dejando algunas de ellas noticias de su ignorancia, falta de criterio e inhumanidad. Asimismo, las parteras de Santiago eran en su mayoría mulatas, indias y gentes sin Dios ni ley y lo hacían por el solo hecho de no tener otro oficio en qué ganarse la vida, como afirmaba el protomédico José Antonio Ríos, quien inició severos juicios por abuso como parteras a Tránsito Muchel y Josefa Orrego en 1790. Por su parte, sor Imelda expone también acerca del aprendizaje de este importante oficio. Recorde- mos que la enseñanza y estudios oficiales de la medicina en Chile se remontan al siglo XVIII con la fundación en Santiago de la Real Universidad de San Felipe el 11 de marzo de 1747, por el monarca Felipe V. La medida revocó la facultad a otras instituciones de entregar títulos y grados, razón que provocó la

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Page 1: La matrona y la obstetricia en chile (lectura estudiante)

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NOTA HISTÓRICA

1 Profesor Asociado Universidad de Chile. Gineco Obstetra.Departamento de Obstetricia y Ginecología. Hospital Santia-go Oriente «Dr. Luis Tisné Brousse».

2 Licenciada en Historia, Universidad Finis Terrae.

E mail: [email protected]

* Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos

REV. OBSTET. GINECOL. - HOSP. SANTIAGO ORIENTE DR. LUIS TISNÉ BROUSSE. 2007; VOL 2 (3): 271-276

La Matrona y la Obstetricia en Chile,una reseña histórica

José Lattus Olmos1. María Carolina Sanhueza Benavente2.

En el siguiente artículo realizamos una reseña históri-ca acerca del ejercicio de la obstetricia en Chile. Paraello, abordamos el tema desde los comienzos denuestra historia al remontarnos a la época colonial,pasando por el proceso de profesionalización de estaactividad en el siglo XIX, hasta el siglo XX. De estamanera, la DIBAM*, a través de su sitio web MemoriaChilena, nos proporciona datos y documentos intere-santes que se refieren a la medicina en Chile y,específicamente, al ámbito de la obstetricia. Paraubicarnos en los tiempos pretéritos, consideremosque la ciudad de Santiago se funda el 12 de febrerode 1541, por su primer gobernador don Pedro deValdivia (1500-1553). Le sucede don García Hurtadode Mendoza como gobernador, en 1556 y es en esteperíodo en que ya encontramos algunos datos de laatención del parto en Chile.

En la época colonial la medicina tuvo un precariodesarrollo. El ejercicio de la obstetricia entonces notenía un carácter profesional y se restringía a laatención del parto, actividad realizada por las muje-res que ayudaban a las parturientas, a las cuales seles llamaba comúnmente «partera s». Durante esteperíodo poco se conocía acerca del trabajo de losmédicos parteros, a excepción de que la atención del

parto se realizaba en los domicilios de las madresque muchas veces morían ellas, sus hijos o ambos enel momento del parto vaginal, aspectos que perma-necieron a lo largo del siglo XIX e, incluso, acomienzos del XX. De esta manera las partera s oempírica s convirtieron su actividad en un oficio antela gran recurrencia de las mujeres embarazadas haciaellas.

Pero, ¿quiénes eran estas partera s? Sor ImeldaCano Roldán (Religiosa Mercenaria) en su libro “Lamujer en el Reyno de Chile”, nos informa sobre elorigen social de estas mujeres en Chile. Las parteraso «comadres de parir» pertenecían generalmente a labaja esfera de la sociedad, lo que se explica, enparte, por el menosprecio con que era mirado eloficio de partea r y la repulsa que por él sintieron la sdamas española s en el Reyno de Chile. De este modo,fueron las otras mujeres quienes ejercieron el men-cionado oficio, dejando a lgunas de ella s noticia s desu ignorancia , fa lta de criterio e inhumanidad.Asimismo, las parteras de Santiago eran en sumayoría mula tas, india s y gentes sin Dios ni ley y lohacían por el solo hecho de no tener otro oficio enqué ganarse la vida , como afirmaba el protomédicoJosé Antonio Ríos, quien inició severos juicios porabuso como parteras a Tránsito Muchel y JosefaOrrego en 1790.

Por su parte, sor Imelda expone también acercadel aprendizaje de este importante oficio. Recorde-mos que la enseñanza y estudios oficiales de lamedicina en Chile se remontan al siglo XVIII con lafundación en Santiago de la Real Universidad de SanFelipe el 11 de marzo de 1747, por el monarca FelipeV. La medida revocó la facultad a otras institucionesde entregar títulos y grados, razón que provocó la

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clausura definitiva de la Universidad de Santo Tomás,fundada en el siglo XVI, año 1622 al amparo de laórdenes religiosas, y en base a las cátedras deTeología y Arte, y un año más tarde en 1623 laCompañía de Jesús funda el Convictorio San Francis-co Javier o Carolino que se concentró en la forma-ción de sacerdotes y misioneros para evangelizar alos indígenas, y que es clausurado en 1767 fecha enque los jesuitas son expulsados de los dominios delrey de España. La estructura de la Universidad de SanFelipe funcionó regularmente hasta el año 1813, añoen que se funda el Instituto Nacional. Así, ante lasnecesidades de los chilenos por una institución queimpartiese estudios fuera del ámbito religioso, dichoestablecimiento impartió disciplinas tales como teo-logía, derecho, matemáticas y medicina. De estemodo, la religiosa observa que el primer título de laspartera s en la Colonia era hereditario, lo cualconvertía a la actividad de «corta r el cordón umbili-ca l» en una práctica que se enseñaba a las mujeres,ya sea por enseñanza directa en la familia comofuera de ella. Por su parte, destacamos que paraejercer su oficio, las partera s debían recibir autoriza-ción de los alcaldes del Cabildo, quienes juzgaban lacompetencia de estas mujeres en la asistencia de lospartos mediante su evaluación. Así lo relata Benja-mín Vicuña Mackenna (1831-1886), al referirse alexamen de la que es considerada como la primerapartera o primera matrona examinada en Chile en elsiglo XVI, Isabel Bravo, peruana, quien previamentevistas sus aptitudes por el Promedicato de la ciudadde Lima el 11 de septiembre de 1559, fue sometida aprueba por su símil chileno, narra la nota:

«Pero lo que sí tenía lugar en plena audiencia (...)era el examen práctico y de cuerpo presente querendían la s partera s ante aquellos venerablesediles, cuyas firmas apenas pueden leerse, porrudas, en los libros becerros, pero que, a fuer dechilenos y estancieros de vacadas considerábansesuficientemente doctos en la obstetricia y suspudorosos secretos. Fue de esta suerte, en susestrados de la ca lle de la Nevería , en sesiónpública , sentados los dos a lca ldes ba jo el dosel, ylos regidores en sus duras bancas con la s varas enla s manos, como hizo sus pruebas de aptitud laprimera «matrona examinada» que vino de fueraa esta ciudad por excelencia de matronas sinexamen. Llamábase aquella con un buen nombrepor el sa lto en el vientre de la visita ción y elapellido –Isabel Bravo– na tura l de Lima , y demos-

tró en presencia de los cabildantes, que sabía todolo necesario «en el conocimiento que se ha detener de parto na tura l como en el modo que se hade tener de ayudar a que la cria tura sa lieseentera y viva , a sí como cuantas maneras habíade partos y muchas otra s preguntas a todas la scua les la dicha Isabel Bravo respondió bien cla ray abiertamente, en ta l manera que el señor Dotordon Francisco Gutiérrez, protomédico, visitadorgenera l de estos Reynos dijo que era hábil ysuficiente en el dicho oficio y a rte de partera yansí en esta dicha ciudad como en todos losReynos e provincia s de Pirú y Reyno de TierraFirme», según aparece textua lmente consignadoen el a cta de la sesión del Cabildo del 22 deoctubre de 1568 *.Sin embargo, sor Imelda Cano Roldán sostiene

que durante un extenso período en la Colonia, lapráctica y grado de matronas en Chile no estabansujetos a reglamentos. Afirma que si bien hacia 1750existió un decreto que otorgaba al protomedicato lafacultad de examinar a las partera s, éste nunca sepuso en práctica en Chile porque no hubo ningunaaspirante a dicho grado. Por lo demás, el decretoestablecía que el grado de matrona se debía «pagarcon cien rea les de vellón, aportando 62 para elprotomédico, 30 para el secreta rio y 8 para el otrocirujano examinador», razón de sobra por la cual eldecreto no funcionó en estos lejanos territorios,debido a la baja condición social de la mujer partera .

Debemos aclarar también que el protomédico eraun funcionario establecido por las leyes hispanaspara controlar el ejercicio de la medicina en susterritorios. En el siglo XVIII, el Real Protomedicatoque tenía jurisdicción civil y criminal conferida porSu Majestad, intentó regular la labor de las partera s,«así como regulaba los excesos y delitos y examinabaa físicos, cirujanos, ensa lmadores, botica rios, espe-cieros, médicos y cirujanos, flebotomianos, ba rberos,a rzibistra es y otra s personas tocantes a los dichosoficios», aunque no lo logró satisfactoriamente, pues-to que sus atribuciones tenían un alcance restringidoal no existir instituciones que otorgaran una forma-ción oficial en torno a la actividad –como menciona-mos anteriormente–, ni una masa femeninaimportante dispuesta a recibir dicha educación for-mal. Asimismo, sobre la reglamentación del oficio delas parteras, observamos que sólo hacia fines delsiglo XVIII, en 1785, se tiene registro de un docu-mento mandado a hacer por el Real Tribunal del

* Vicuña Mackenna, Benjamín, Los médicos de antaño.

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Protomedicato para instruirse la s matronas, quevulgarmente se llaman Comadres, en el oficio departea r. La cartilla, como se menciona en su prólogo,«contiene lo más principa l que debe saber una matro-na , la s circunstancia s que deben a sistirla , y laobligacion en que por razón do oficio se constituye.Toda en methodo de preguntas, y respuesta s, y con laposible brevedad, y cla ridad; porque dirigiéndosepara mugeres, que apenas saben leer, y escribir, y quehasta aora , por no haverse sujetado á estudio a lguno,se les ha de hacer muy a rdua qua lquier litera riaenseñanza , ha parecido conveniente ceñirse á lo masfácil». De esta manera, la cartilla enseñaba diversasinstrucciones para las matronas con el objeto demejorar la asistencia en el parto.

Entre las parteras chilenas de la Colonia quetenemos noticia, podemos mencionar a la mulataElena Rolón, natural de Angol, conocida por ser laprimera partera que ejerció dicha actividad en Chile.Fue hija de Juan Rolón y de Elena Zúñiga, negra, yestuvo casada con Luis Manrique, negro, teniendocon él cuatro hijos; Lorenza, Luisa, Mariana Juana yAndrea, mulatas. Falleció en Santiago en 1635.Asimismo, observamos a Isabel Bravo, natural deLima, quien es reconocida como la primera matronaexaminada en Chile, en 1568. Como lo menciona-mos anteriormente, los alcaldes del Cabildo dictami-naron que era competente en el oficio. Finalmente,encontramos a las parteras María del Tránsito Hurta-do (Muchel era su sobrenombre) y a Josefa Orrego,quienes fueron juzgadas en 1790, por el Protomédicodoctor José Antonio Rios.

En el transcurso hacia la época republicana ennuestro país, la medicina en general sufrió grandes eimportantes transformaciones. Fue así como estadisciplina a lo largo del siglo XIX experimentó unproceso de profesionalización en el cual también sevio implicado el campo de la obstetricia. Insertos enun contexto mundial, siguiendo los intereses médi-cos europeos y norteamericanos, en Chile se incenti-varon los estudios anatómicos del cuerpo femenino,así como la comprensión de la fisiología reproducti-va y sexual de la mujer. Por su parte, el ejercicio dela medicina en el siglo XIX se caracterizó esencial-mente por ser «un modelo del tránsito de un oficiotradicional empírico a una profesión moderna basa-da en el conocimiento científico», en palabras de SolSerrano, quien sostiene que la profesionalización dela medicina nació como una iniciativa eminentemen-te estatal, inserta en el impulso modernizador delEstado. Dentro de este proceso, observamos que laenseñanza de la medicina constituyó la piedraangular para que la disciplina se erigiera como unaprofesión moderna basada en el conocimiento cientí-fico y la obstetricia no fue ajena a ello. De estamanera, podemos visualizar ciertos hitos importantesen el desarrollo de la profesión médica, relacionadoscon su enseñanza y con la ampliación de suinfraestructura. Sin embargo, y como dice nuestrotítulo, nos remitiremos específicamente a lo relacio-nado con el desarrollo del campo de la obstetricia yla ginecología, con especial énfasis en las matronas.

Si bien las partera s coloniales continuaron ejer-ciendo su oficio hasta las primeras décadas del sigloXX, a partir de la primera mitad del siglo XIX, elejercicio de la obstetricia comenzó con una serie detransformaciones importantes que la introdujeron enel proceso de profesionalización generalizado de lamedicina. Nos referimos, pues, a la medicalizacióndel parto o a la asistencia médica de éste. En dichoproceso, el interés de la matrona ya no sólo seremitió al momento de «corta r el cordón umbilica l»,como ocurría en la Colonia, sino que se extendió elfoco de atención médica a la etapa previa, durante ydespués del parto. En pocas palabras, la prácticaobstétrica se profesionaliza en Chile. Dicho procesose inicia aproximadamente en los años 1833 y 1834con la creación del primer curso de estudios médicos(1833), aunque su programa sólo haya podidoconcretarse parcialmente debido a la carencia deprofesores. En éste, se contemplaban cuatro áreas deestudio; Medicina, Anatomía, Farmacia y Cirugía yObstetricia, esta última a cargo del médico francésLorenzo Sazié Laterrade-Pilo (1807-1865), quien fueparte de un grupo de especialistas extranjeros conestudios formales traídos desde París por el encarga-

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do de negocios del Estado chileno Don Miguel de laBarra. Correlativamente, el 16 de julio de 1834, seinauguró la Escuela de Matronas –conocida tambiéncomo Colegio de Obstetricia– dirigida también por eldoctor Sazié, quien dictara cursos en la sala departurientas de la Casa de Huérfanos de Santiago.

A partir de aquellos cursos y de los cambios en lapráctica obstétrica en Chile a lo largo del siglo XIX,aumentó el número de mujeres que se suscribieron adicha preparación, aunque no fue exagerado. Segúnlos datos proporcionados por el sitio MemoriaChilena , alrededor de 300 matronas se instruyeronen la Escuela a lo largo del siglo XIX. De estamanera, la formación «profesional» de las matronasconstituyó una oportunidad para integrarse al inci-piente mercado laboral femenino decimonónico,sobre todo por ser un oficio practicado por mujerespertenecientes, mayoritariamente, a estratos socioeconómicos modestos. Igualmente, parte de lasmujeres que optaron por esta especialización prove-nían de provincias, quienes acudían a la capital paraformarse. Por lo mismo, ante el aumento de lasmatronas con instrucción formal, el oficio se fuereglamentando progresivamente a fines del siglo XIXy sobre todo hacia las primeras décadas del XX. Deeste modo, reconocemos la importancia que tuvieronlas matronas en el ejercicio del oficio sanitario quesignificó en aquel siglo y que más tarde adquirió unpapel estratégico en la obstetricia desde los alboresdel siglo XX.

La fundación de la Escuela de Matronas el 16 dejulio 1834 se realizó como una iniciativa del gobiernode turno para instruir a las mujeres que quisierandesempeñarse en el oficio. Su formación, así como lade los médicos, controlada por la Facultad deMedicina creada el 19 de mayo de 1833, se dirigióespecialmente para convertir la a tención del parto enuna ta rea sanita ria de la medicina profesiona l quese pretendía establecer y para restringir el predomi-nio de las parteras no examinadas, objetivos que notuvieron gran alcance durante el siglo XIX, en parte,porque las parteras y las matronas, a pesar de suinstrucción formal, compartieron y disputaron elmercado a sistencia l del parto y porque la Escuelatuvo un funcionamiento intermitente, el cual logrófortalecerse sólo en las últimas décadas del siglo. Así,observamos que durante el último tercio del sigloXIX, el desarrollo de la obstetricia y de la ginecologíatuvo un mayor impulso que en los años anteriores.Esto se aprecia cuando, durante este período sehabía iniciado un proceso de cambios y fusionesdesde 1813, que derivaron en 1842 con la fundaciónde la Universidad de Chile, en la cual la Facultad deMedicina obtiene un espacio propio destinado a la

formación de un cuerpo médico nacional y profesio-nal. Asimismo, con la fundación de este centro deestudios superiores, la Escuela de Matronas quedóba jo el amparo de la comunidad médica universita -ria . De esta manera, en 1897 se instaura un plan deestudios para el curso de matronas, el cual establecíaentre sus disposiciones que el curso permanecería enadelante ba jo la supervijilancia del Rector de laUniversidad i la inspeccion inmedia ta del Decano dela Facultad de Medicina i Farmacia . A esto se sumala creación en 1887 de las cátedras de Ginecología yde Clínica Ginecológica, instalada esta última en elHospital San Borja, lo que refleja el creciente interésde los médicos de la época en estas especialidades.Además, dentro de las preocupaciones del Estadochileno por formar un cuerpo médico y docenteprofesional, estaba la iniciativa por mejorar la infra-estructura institucional, creando establecimientos de-dicados al ejercicio y práctica de la obstetricia en elpaís. Así, vemos que en el año 1873 comienza laconstrucción de la Maternidad del Hospital SanBorja, el cual se entregó a la comunidad en 1875 yque fuera la antigua Casa de Maternidad de Santiago,heredera, a su vez, de la sala de parturientas de laCasa de Huérfanos de 1831. En una época en que laasistencia del parto se remitía más bien a losdomicilios y, por lo tanto, no era habitual tratarla enlos hospitales del país más que en situacionesexcepcionales, la Casa de Maternidad se erigió comoun centro caritativo y asistencial orientado a lasmadres de baja condición social. El recinto, dirigidopor el doctor Adolfo Murillo Sotomayor (1838-1889)entre 1875 y 1899 –quien estableciera estrictasmedidas de antisepsia en la atención del parto–,alcanzó un notable prestigio entre la comunidadmédica a fines del siglo XIX debido a su infraestruc-tura, al progreso de los tratamientos médicos imple-mentados y a la gestión de su visionario director. Yapara comienzos del siglo XX, la atención y cuidadosdel parto en los recintos hospitalarios se hizo másrecurrente en forma progresiva. Todo lo anteriordestaca los hitos institucionales fundacionales de lapreocupación por la asistencia médico-científica delparto en el Chile republicano. El primer curso de 16alumnas, es examinado por el Tribunal del Protome-dicato en 1836, quienes reconocieron la suficienciade quienes aspiraban a la licencia necesaria paraejercer como matrona, se destaca en este grupo aIsidora Góngora.

Por otra parte, la atención creciente en el períodopuerperal de la mujer, en los cuidados del reciénnacido y en los problemas de la infancia, llevó aldoctor Alcibíades Vicencio Tholar (1859-1913) atener la iniciativa de fundar el Instituto de Puericultu-

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ra, que concretó la Ilustre Municipalidad de Santiagoen 1906, durante la alcaldía de don Eduardo Ed-wards. Posteriormente, la institución se reorganizó yfusionó con el Colegio de Obstetricia, pasando a serel 9 de junio de 1913 –por decreto supremo N°

7.317– la Escuela de Obstetricia y Puericultura paraMatronas de la Universidad de Chile, en honor alquerido y carismático doctor Alcibíades Vicencio,pionero mundial en analgesia obstétrica.

Ante toda la información educacional, profesionale institucional acerca de la práctica obstétrica en elChile decimonónico, nos queda algo esencial. ¿Cómoera vivida la experiencia del parto y su asistenciamédica en el siglo XIX y comienzos del XX? Debemostener siempre presente, como lo hemos mencionado,que el siglo XIX constituyó el período en el cual lamedicina comenzó a adquirir rasgos de cientificidad y,por tanto, se encontraba en pleno auge y desarrollo.De esta manera, podemos ver las principales caracte-rísticas de los partos a través de las historias clínicasde los médicos obstetras que hacían sus observacio-nes en la Casa de Maternidad de Santiago y deaquellos que más tarde se especializaron en ginecolo-gía. Por empezar, en el Chile decimonónico elmomento del parto era comúnmente asociado a unaalta mortalidad materna, causada, entre otras cosas,por el desangramiento de las parturientas y el padeci-miento de fiebres puerpera les como lo destaca en uninforme el visionario doctor Murillo. Del mismomodo, el cuidado del recién nacido se incentivódebido a sus elevados índices de mortalidad infantil,sobre todo durante el primer año de vida, aspecto queguardaba relación con la fragilidad con que éstosnacían debido a los partos que no recibían unaasistencia oportuna. Además, el momento de «dar aluz» se caracterizó por la existencia de alumbramientoscomplicados después de largas y dolorosas jornadasde trabajo de parto y que, por lo general, concluíancon la muerte de la madre, del hijo o de ambos. Poreste motivo, tanto las parturientas como sus hijos eransometidas a complicadas intervenciones tales como eluso de fórceps, de los basiotribos y la realización delas primeras operaciones cesáreas en el año 1877.Asimismo, las fichas clínicas retratan las patologíasfemeninas y las primeras intervenciones quirúrgicas yfarmacológicas relacionadas a tumores y desangra-mientos.

Tanto las especialidades de obstetricia como deginecología, sólo fueron ejercidas por hombres en elsiglo XIX, aunque se destaca, como excepción, a laprimera médico chilena y americana, Eloísa DíazInsunza (1866-1950), quien recibió su título profesio-nal en 1887, seguida por Ernestina Pérez Barahona.Ambas se interesaron por temas relacionados a la

salud femenina, especialmente en el ámbito gineco-lógico. El desarrollo de dichas especialidades, junto ala formación de las matronas fueron los ejes principa -les de la medica lización forma l de la a sistencia delparto decimonónico. Además, a fines del siglo XIX,existió la preocupación por difundir, a través de lapublicación de manuales sobre puericultura, losbeneficios que entregaban los servicios de matronasinstruidas y los médicos especialistas. Las publicacio-nes informaban principalmente sobre los cuidadosde los recién nacidos y de las mujeres en losperíodos del embarazo, del parto y período puerpe-ral.

Hoy en la mayor parte del mundo, excepto en losEstados Unidos, son mujeres las que ayudan alnacimiento de un nuevo ser. En el Reino Unido, el80% de los partos son atendidos por matronas y en elresto ella siempre está presente. En Chile podríamosdecir, con los antecedentes que obran en los datosministeriales, que el 60% de las mujeres chilenas sonatendidas por mujeres matronas y el resto pormédicos, con un 99.7% de cobertura y ocurren en unrecinto hospitalario. El resto 0.3% son mujeres indí-genas que deciden tener a sus hijos como susancestros, mayoritariamente de las comunidades ay-marás. De ahí que el Hospital de Iquique creara el«Proyecto de salud intercultural desde una materni-dad». Hasta la fecha tienen numerosas pacientes encontrol, entre las que se atendió el primer parto el 9de julio del año 2004. Hoy ya son 19 las que handado a luz, la mayoría mujeres aymarás de pobladoscomo Colchane, Camiña, Pariquima y Pica. «Tenemospara ella s una sa la con una cama norma l –no escamilla–, una mesa ginecológica y una silla de partopara que puedan tener un parto vertica l. La piezaestá adornada con cosas autóctonas de su cultura , yen ella también hay un comedor y una estufa , porquepara ella s el ca lor es muy importante. Además,tenemos hierbas para ofrecerles infusiones ca lientes,les prestamos frazadas si la s necesitan y mantenemostodo bien cerrado para que se mantenga la tempera -tura en la sa la», dicen sus organizadores. «Mientras seacerca la hora del parto pueden caminar o adoptarla posición que quieran, durante todo ese tiempo y ela lumbramiento mismo, están acompañadas por supareja y una partera o mujer de su familia». Laparticipación de la partera es más de apoyo psicoló-gico para la madre; les aplica masaje, les ayuda apasearse y las pacientes la piden porque se sientenacompañadas y apoyadas. El equipo médico aplicóuna encuesta de satisfacción de usuario con muybuenos resultados, pues manifestaron «la s pacientesestán muy agradecidas, todas tuvieron muy buenaopinión del equipo y la infra estructura».

LA MATRONA Y LA OBSTETRICIA EN CHILE, UNA RESEÑA HISTÓRICA

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REFERENCIAS

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