la llamada de cthulhu expediente x-psique_por carolinam

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Disclaimer: Evidentemente ninguno de los personajes que aquí aparecen me

pertenece (salvo los ideados por mi mente). Mulder y Scully son propiedad de

Chris Carter, Ten Thirteen Productions y de la Fox. Lo único que realmente sí me

pertenece es mi propia imaginación que me ha impulsado a escribir este nuevo

relato. Cualquier parecido entre los personajes protagonistas no habituales en XF

que aparecen en este relato y la realidad no es pura coincidencia.

Nota del autor: Todas las direcciones que aparecen en el relato existen, o al

menos existieron en los años treinta. El nombre de la calle donde viven los

protagonistas nada tiene que ver con la famosa escena del pasillo, aunque tengo

que reconocer que me encantó utilizarla.

Agradecimientos: Tengo que agradecer a N. que me introdujera hace ya años en el

mundo del rol y por compartir conmigo sus conocimientos sobre H. P. Lovecraft y

su obra. Gracias. Y a J. que me ha orientado sobre todos los términos técnicos que

aparecen en el relato y por regalarme sus valiosos consejos, su apoyo incondicional

y sus críticas, las buenas y las malas. Gracias.

Dedicatoria: Dedicado a mis amigos, fieles siempre a un profundo sentido de la

amistad, y a mis nuevas amigas Keenness, Elena, Kathe, Helena y Bluecrow, por

esperar este relato incluso antes de comenzarlo y por alentarme en ello. Y a Oscar.

Gracias a todos.

Tipo: XF (investigación de un Expediente-X), UST (Tensión sexual no resuelta).

Maqueta en PDF: Abdul Alhazred.

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PRIMERA PARTE

La cocina era grande y estaba bien iluminada debido a los tubos fluorescentes del techo. Por la ventana, enmarcada con primorosas cortinas de encaje blanco se filtraba una tenue luz proveniente de un pequeño farol de la terraza. El centro de la habitación lo presidía una gran mesa de madera rodeada de cuatro sillas.

El hombre estaba de pie delante de la mesa sosteniendo con una mano lo que parecía la tapa de una caja de cartón rectangular. Miraba fijamente a través de sus gafas de monturas metálicas a la mujer que estaba frente a él, sentada, con los brazos cruzados delante de ella y tamborileando la superficie de madera con sus uñas. El hombre vestía de manera formal, camisa blanca de manga larga, pantalón azul oscuro y una elegante corbata haciendo juego. No tendría más de treinta años. Siguió mirando a la mujer.

—“Dime, Karen, ¿qué va a hacer Georgina?” —posó la tapa en la mesa y se apoyó sobre las palmas de sus manos, inclinándose levemente hacia delante.

La mujer bajó la mirada y la posó en unos folios escritos que tenía ante sí. Pareció estudiar algo de lo allí escrito y alzó la mirada.

—“Wilson, Georgina va a volver a intentarlo” —dijo finalmente.

Wilson se asombró ante la afirmación de la mujer, elevó una ceja y se acercó aún más a ella. La mujer sostuvo su mirada. Tan joven como él, la mujer no se intimidó ante su gesto.

—“¡Conque paseando por el lado oscuro! Karen, tuviste suerte una vez, dos serían demasiadas.” —Se elevó en toda su estatura y cruzó los brazos ante su pecho.

—“¡Venga ya, Wilson! Lo tengo decidido” —y tendió su mano ante el hombre. Wilson metió la mano en su bolsillo y sacó lo que parecían dos dados, blanco y negro. Con numerosas caras cada una de ellas grabadas con un número era parecido a un poliedro. Depositó los dados en la palma de la mano abierta de la mujer y está los lanzó con cuidado. El blanco paró primero en su frenética danza: un seis, el negro después: un cero. Ambos miraron como los dados se detuvieron.

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—“¡Sí!” —la mujer alzó su mano en señal de victoria.

—“¿Lo pasaste? Déjame ver” —el hombre tomó los papeles que segundos antes Karen había estado estudiando, le echó un vistazo rápido y se los devolvió. —“Tienes suerte.” —Wilson se relajó y tomó los dados de encima de la mesa. Esta vez los tiró él. La mujer lo miraba con curiosidad. Asintió.

—“Bien, creo que podemos volver con los demás” —recogió los dados, se los metió de nuevo en el bolsillo. Karen se levantó de la mesa llevando todos los papeles en la mano. Casi tan alta como Wilson vestía mucho más informalmente que él y su cabellera pelirroja estaba algo despeinada. Ella pasó primero por la puerta y él la siguió.

La cocina estaba separada de la sala de estar por medio de un pequeño pasillo. La madera pulida del suelo crujió bajo sus pasos. La puerta doble se abrió dando paso a una gran habitación. En ella se encontraban tres personas más; una mujer y dos hombres, todos jóvenes. Sentados alrededor de una mesa charlaban alegremente hasta que Karen y Wilson entraron. La mesa estaba repleta de papeles, dados de diversos colores y formas, libros, una caja de pizza vacía, vasos y una botella de Southern Comfort a la que sólo le faltaban un par de dedos para estar completamente llena. Karen tomó asiento mientras que Wilson continuó de pie.

—“Bien —habló Wilson, se acercó a la mesa buscó un papel en blanco y tomando un lápiz hizo un tosco croquis de lo que parecía la planta de una habitación. —Estáis en la bodega. Georgina se encuentra aquí— dibujó un pequeño círculo con una G en el interior— a su lado justamente estás tú, Malcom— dijo señalando al hombre sentado frente a él, dibujo otro circulo con una M— Elizabeth está aquí, junto a Malcom pero un paso por detrás— volvió a dibujar otro circulo con una E, refiriéndose a la otra mujer sentada junto a Karen – y tú John estas aquí –dibujo un cuarto circulo— junto a Elizabeth pero un poco más atrás”— todos asintieron y miraron fijamente el burdo dibujo que tenían ante ellos. Wilson se incorporó.

—“Tú, Malcom, y tú, John no dudáis ni un segundo y sacáis vuestras armas y le apuntáis” —Wilson dibujó otro circulo, esta vez frente a los cuatro que ya había dibujado con anterioridad— “el sótano está suficientemente iluminado para verlo con claridad”—Ambos hombres se miraron y se rieron, cómplices. Wilson prosiguió —“pero os fijáis que tanto Georgina como Elizabeth dan un paso hacia atrás y comienzan a salmodiar algo en voz baja que no comprendéis pero que ya conocéis por lo que seguís apuntando al frente pero no disparáis” — les entrega a ambas mujeres un papel escrito— “venga, lo podéis leer”.

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Karen se levantó y se acercó a donde estaba la otra mujer. –“A ver, Kate, déjame leer”— la mujer se levantó también y sostuvo el papel ante ambas. Comenzaron a leer con voz calma y al unísono: —“Efficiunt Daemones, et quae non sunt, sic tamen quasi sint, conspicienda hominibus exhibeant...”— Ellas levantaron la cabeza al terminar de leer.

Los tres hombres las miraron, Wilson asintió —“Volved a leerlo”— ellas obedecieron y leyeron con la misma cadencia que unos segundos antes. Los dos hombres que estaban sentados miraron a los que se encontraban de pie.

—“Kate, ¿ya lo habéis vuelto a hacer?”— el hombre se acomodó en su asiento y cruzó los brazos ante sí.

—“Calla, James, y está atento”— Kate pareció reñirle. Wilson alzó una mano para callar a ambos —“Ahora frente a vosotros se comienza a formar una densa nube de humo grisáceo, ellas siguen salmodiando algo que vosotros dos no conseguís comprender pero parece que conforme ellas repiten y repiten el versículo la nube se hace más espesa”— Wilson toma los dados y los lanza sobre la mesa —“cada vez hace más frío. De repente de esa nube salé una fuerte garra que toma del cuello a quien tenéis frente a vosotros y ambos, criatura y hombre desaparecen”—. Los cuatro sentados a la mesa lanzan un suspiro, habían estado conteniendo sin darse cuenta la respiración conforme Wilson había estado relatando el hecho. Todos se relajaron. El hombre sentado a la izquierda de Wilson miró el reloj de su muñeca.

—“Me temo que ya es un poco tarde. Son casi las dos. Yo me marcho”— el gesto del hombre hizo que todos los demás miraran sus respectivos relojes. —“Henry tiene razón. En verdad es tarde, yo también me marcho. Se me ha pasado la noche volando. Menos mal que mañana es domingo y aún puedo descansar”— la mujer se puso de pie y comenzó a recoger la mesa —“deja eso, Kate, ya lo haremos James y yo”— Karen se levantó seguida del hombre que estaba a su lado. Más alto que ella y con una modernas gafas azules se pasó su mano por el corto cabello rubio —“sí, no os preocupéis. Ya nos veremos la semana que viene”—.

Karen salió de la habitación y regresó a los pocos segundos cargada con los abrigos de sus amigos —“Henry, creo que este es tuyo”— de dirigió al hombre que había permanecido casi toda la noche en silencio, como era habitual en él. Tan alto como James y también con gafas vestía informalmente con un jersey de lana gris y pantalones vaqueros —“toma Kate, tu bolso”— la mujer vestía un sencillo traje chaqueta de pantalón color borgoña. Más baja que Karen, contrastaba con ella en su pelo, oscuro y algo más largo y en su tez, que a diferencia de la palidez de Karen la suya era algo más bronceada. Wilson tomó del brazo de Karen su abrigo y se lo puso.

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Todos se dirigieron hacia la puerta de entrada y se despidieron quedando Karen y James a solas en su apartamento.

Los coches de los tres jóvenes estaban aparcados frente al edificio. El señor Baxter, el vecino de los Jones, los vio salir tal y como los veía todos los sábados por la noche desde hacía cinco años, el tiempo que hacía que Karen y James se habían mudado a ese vecindario. Tanto Henry como Wilson y Kate lo vieron y les saludaron cortésmente con la cabeza. En ese momento estaba recogiendo los cubos de basura que ya habían sido vaciados por el servicio municipal de limpieza. Era frecuente ver al anciano señor Baxter merodear alrededor de la puerta de entrada al edificio y a ninguno de los tres les extrañó verlo a esas horas fuera de su hogar.

Cada uno se dirigió a sus respectivos coches, montaron en ellos y enfilaron la calle hasta desaparecer por la esquina.

El señor Baxter era mayor pero se consideraba a sí mismo que no estaba demasiado mal de salud a pesar de su edad. Vivía en el apartamento situado bajo el de los Jones y había terminado por tomar cariño a la pareja. Desde que los conociera tanto la esposa, Karen, como el marido, James, habían sido amables con él en todo momento, claro que su relación se limitaba a desearse mutuamente buenos días y a dejarse ayudar alguna que otra vez que les subieran alguna bolsa pesada hasta su casa. Envidió su juventud pero a él ya le había tocado vivir la suya y tenía que reconocer que había vivido lo suyo. Pero ahora estaban esos pequeños problemillas con el sueño. Normalmente solía irse a la cama temprano pero a las pocas horas se desvelaba y le era casi imposible intentar volver a conciliarlo. Así que esa noche decidió recoger los cubos una vez que el servicio de limpieza había terminado en lugar de dejarlos hasta por la mañana y así evitaba que los perros los ensuciaran con sus necesidades. Oyó como los amigos de sus vecinos salían del apartamento de estos y aprovechó la ocasión para salir.

—“¡Malditos basureros! Nunca dejan los cubos bien colocados”— el señor Baxter se agachó para recoger la tapa de uno de los cubos. La puso sobre este y lo levantó sin esfuerzo. Bajo el edificio había un pequeño sótano donde se guardaban los elementos de limpieza y donde se encontraban los depósitos de agua y la caldera central. Bajó los cuatro escalones que daban acceso a la puerta de acceso con cuidado y sacó una llave de su bolsillo. Abrió la puerta y pulsó el interruptor de la luz. Nada. La luz no se encendió. Se molestó —“bonito momento para que se funda la bombilla”— la instalación era algo antigua y las bombillas sufrían continuas subidas y bajadas de tensión por lo que no le extrañó que no funcionara. Dejó el cubo en el suelo y cerró la puerta a su espalda metió la mano derecha en el bolsillo de su pantalón sacando un encendedor. El médico le había prohibido explícitamente el tabaco pero era uno de los pocos vicios que le quedaban así que había decidido no hacerle mucho caso. Con la tenue luz del mechero se acercó a la pequeña bombilla que pendía del techo para

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poder comprobarla. Iluminó la bombilla y la tocó, no parecía que estuviera fundida, pues podía ver el que filamento permanecía intacto.

Una extraña neblina comenzó a reunirse bajo sus pies. El señor Baxter se fijó que por momentos aquello parecía ascender y tornarse más y más denso. No era una persona que se asustara con facilidad pero notó como su corazón comenzó a bombear la sangre rápidamente. Comenzó a hacer frío. A los pocos segundos la niebla, espesa, le impedía la visión y la escueta luz del encendedor nada podía hacer frente a aquella oscuridad que lo desorientó hasta tal punto que no podía ver donde se encontraba la puerta de salida. Angustiado intentó llegar hasta ella y abrirla. Sólo le dio tiempo a posar su mano derecha sobre el pomo de frío metal de la puerta, algo le agarró fuertemente de la pierna y un fuerte calor se apoderó de ella. Un grito se ahogó en su garganta cuando sintió que la vida se le estaba escapando en la oscuridad de aquel sótano.

Un fuerte golpe despertó a Scully de su placentero sueño. Miró el reloj de su mesilla de noche. Otro golpe. Fuera quién fuera iba a tirar la puerta abajo y seguramente los vecinos ya estarían en el pasillo mirando quién se dedicaba a semejante atropello a una puerta un domingo tan temprano. Se levantó, tomo la bata que estaba sobre la silla y se la puso. Otro golpe. Por supuesto que ella ya sabía quién era el autor de semejante alboroto. Lo que le extrañaba es que no la hubiera despertado en mitad de la noche con una de sus llamadas de teléfono. Se pasó las manos por la cara para alejar el sueño.

—“¡Ya voy!”— Scully se ató el cinturón de su bata. Quitó la cadena de seguridad de su puerta y dio vuelta a la llave. No se molestó en mirar por la mirilla. Abrió la puerta directamente.

—“Mulder ¿qué demonios quieres a esta hora?”— el hombre parado ante su puerta le sonrió.

—“Buenos días. Vine a ver como estabas”— y entró en el apartamento sin esperar la invitación de rigor. Scully quedó de pie junto a la puerta abierta y viendo como aquel hombre, que irrumpía en su vida cada día, lo hacía esa mañana en su apartamento. Ella cerró la puerta con cara de sorpresa.

—“Mulder, es domingo, aún no son las nueve de la mañana. Para variar me gustaría disfrutar de la cama por un sólo día”— la cara de Scully reflejaba cansancio.

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—“Por mí no hay inconveniente”— abrió los brazos en un gesto de renuencia. Scully suspiró y miró al techo.

—“Lo digo en serio, Mulder. ¿Qué tienes ahí?”— le dijo señalando con la cabeza a una carpeta que traía su compañero en la mano.

—“¿El qué, esto? Pues no me había dado cuenta”— una leve risita se escapó de los labios de Mulder. Aquel hombre era incorregible, se le veía fresco y vigoroso, aunque seguramente aún no se habría acostado recabando la información que Scully sabía que contenía aquella carpeta —“No te quejes, Scully. Por lo menos no te he llamado a las cuatro de la mañana”— se sentó en el sofá y se quitó la cazadora. Vestía de una manera informal, con vaqueros y una camiseta, algo muy alejado de los elegantes trajes que solía vestir para ir a la oficina, aunque su gusto por las corbatas fuera algo cuestionable.

Scully cerró los ojos. Sabía que llevaba razón. —“Y ahora tendré que darte las gracias, ¿verdad?”— Mulder asintió con un gracioso gesto de su cabeza. Ella se sentó a su lado y se alisó el pelo con una mano.

Rio para si —“Ya... bien, dime qué tienes ahí”—.

Para los oídos de Mulder aquello sonó como el beneplácito para poder exponerle a Scully su último descubrimiento, el último expediente que había llegado a su poder tan sólo un par de horas antes y que no pudo contener las ansias de tener que esperar al lunes por la mañana para mostrárselo a su compañera en la oficina. Y para qué engañarse; para verla a ella también.

—“El pasado miércoles— comenzó, obligando a su mente a concentrarse en aquellos papeles —se encontró un cadáver en una carretera de Rhode Island que une Providence con Manton. Según los informes preliminares del forense indicaban que el sujeto, al parecer un vagabundo sin identificar al que llamaron John Doe, llevaba varios días muerto— Mulder sacó del dossier lo que parecía un certificado médico fechado dos días antes —El cadáver se encontró a unos seis metros de la carretera, entre unos pequeños arbustos que apenan lo ocultaban. Fue descubierto por unos jóvenes. El señor Doe presentaba un avanzado estado de descomposición y...”— Scully tomó de la mano de Mulder lo que parecía las fotografías que habían tomado del cuerpo de la víctima. Mulder silenció su exposición de los hechos que estaba relatándole a Scully, ella se encontraba ya absorta mirando aquellas fotografías a color. Las miraba concienzuda y detenidamente, con el aire de profesionalidad que sus conocimientos y su experiencia le había otorgado. Paseaba su vista ante las fotos, una tras otra, a veces volviendo a retomar la anterior. Mulder se acercó un poco más a ella para poder ver el objeto de tan minucioso estudio.

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Scully levantó la vista brevemente —“Mulder, ¿qué es esto?— él se encogió de hombros —“tú eres la doctora, dímelo tú”— Scully volvió a fijar su vista en la última fotografía, la que tenía ante sí en ese momento. Scully abrió la boca para cerrarla inmediatamente, y negó con un leve movimiento de cabeza —“Mulder, en mi vida he visto semejantes heridas en ningún cadáver que yo haya podido estudiar. Las lesiones que presenta no parecen producidas por ninguna arma blanca. Lo más parecido que yo he visto ha sido el mordisco de un tiburón tigre en Florida”— Mulder sonrió.

—“Sí, pero que yo sepa a los tiburones no les da por pasear por plena carretera. Fíjate en esta foto— tomó una de las que tenía ella en la mano y la puso sobre las demás —este hombre fue asesinado en ese mismo lugar, no lo trasladaron de ningún otro sitio. Ese hombre se desangró ahí mismo”— Scully asintió ante la observación de su compañero. Volvió a tomar otra de las fotografías —“Observa esto. El tejido del brazo ha sido desgarrado con algún arma de superficie irregular como puedes ver por los bordes de la herida. Le han seccionado totalmente la arteria y la vena braquial del brazo derecho. Y mira su abdomen. Los tejidos presentan las mismas abrasiones que en sus miembros superiores— Miró a Mulder con horror en su cara —Realmente no conozco ningún animal que pueda hacer este tipo de heridas y mucho menos pudo hacerlo la mano de un hombre, aunque se ayudara de herramientas”—.

Mulder apoyó los codos sobre sus rodillas, unió sus manos y apoyó la cabeza en ellas, pensativo, mirando fijamente la foto que sostenía su compañera entre sus manos. Scully lo miró fijamente —“Mulder, ¿cómo ha llegado esto a tus manos? Sé que tienes tus fuentes pero creo que esto es labor de la policía de Rhode Island”—.

El hombre sonrió levemente y miró a la menuda mujer —“La policía piensa que esto se les escapa de las manos y me lo han mandado ellos directamente. Lo recogí a media tarde en la oficina. Ni siquiera han dado los datos a la prensa. Están asustados ante la idea que un asesino ande suelto por Providence”—.

Scully se frotó la cara con las manos y respiró profunda y sonoramente —“Mulder, si ellos piensan que es obra de un asesino, de un hombre, ¿por qué te lo envían a ti, a los Expedientes X?”— ella lo miró fijamente. Conocía a aquel hombre demasiado bien y podía asegurar que en su mente ya se estaba fraguando la idea de que aquel caso tenía algo que ver con los expedientes inexplicables que ellos investigaban desde hacía ya casi siete años. Mulder volvió la cabeza hacia su compañera y sostuvo su mirada —“Dime, Scully, ¿tú que piensas?”— le preguntó.

Ella miró al frente, cerró los ojos por unos instantes y negó con la cabeza. —“Mulder, no creo que tenga nada que ver con los Expedientes X. Seguramente ese pobre hombre fue atacado salvajemente por alguien y asesinado en aquel lugar para

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que después los animales se fueran cebando en él hasta que fue hallado por esos jóvenes”—.

Mulder alzó las cejas. Ella había dicho hacía unos momentos que no conocía ningún arma que pudiera hacer aquello, y ahora, segundos después, se refugiaba en teorías distintas a las que había esgrimido y argumentado. Se levantó de un salto del sofá. Scully miró como su compañero se ponía la cazadora y con gesto serio le tendía la mano para que le entregara el dossier que había llevado hasta su apartamento. Se levantó ella también.

—“Mulder, ¿se puede saber qué ocurre?”— le puso una mano en su brazo. Él se volvió hacia ella y la enfrentó.

—“Scully, hace unos instantes me has dicho que era prácticamente imposible que alguien hubiera hecho algo así y ahora me cuentas que seguramente ese hombre fue asesinado por unos individuos y que las heridas posteriores se deben a mordeduras de alimañas— respiró profundamente y miró al fondo de los ojos azules de su compañera.

Ella bajó la mirada —“Mulder — su voz era dulce —no tengo ni idea de qué puede ser. No tengo datos fehacientes en los que apoyarme ni informes que estudiar, sólo esas fotografías que...”— a Mulder le bastó con oír aquello.

—“Bien, Scully. Cuando tenga más datos te lo haré saber. Nos vemos mañana en la oficina”— caminó hasta la puerta de entrada, alargó la mano y girando el pomo salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Cabizbajo anduvo por el pasillo hasta el ascensor que lo llevaría hasta la calle. El ruido de una puerta que se abría a su espalda lo detuvo.

—“¡Mulder!”— Scully apenas había asomado la cabeza por la puerta entreabierta de su apartamento. Él se volvió y la miró.

—“¿Quieres un café?”— ella le dedicó una sonrisa. Él agachó la cabeza y sonrió también. Colocó la carpeta con los papeles debajo de su brazo, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y se dirigió de nuevo al apartamento de Scully.

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Scully tomó el ascensor que la llevaría directamente hasta el sótano. En su mano llevaba un dossier del nuevo caso que le habían encomendado a ambos. Para ella fue una sorpresa cuando al ojearlo vio datos familiares en el informe.

El ascensor se detuvo y ella salió al pasillo que comunicaba con la puerta de su despacho, bueno no era realmente su despacho. A decir verdad ella nunca había tenido un despacho propio, tan sólo una vez tuvo una mesa con un ordenador el tiempo que estuvo apartada de los Expedientes X y al mando del jefe adjunto Kersch. Aquella era realmente la oficina de Mulder, la que incendiaron para impedir que ellos continuaran con su labor de investigación y en donde un rótulo sobre la mesa constaba su nombre: Fox Mulder, no el de ella.

Sus zapatos de tacón alto resonaban en el suelo del pasillo. Llegó ante la puerta del despacho, estaba abierta. Mulder estaba sentado ante su escritorio, con la mirada fija en algo que tenía ante él. Ni siquiera reparó en que ella había llegado. Scully se paró en la puerta y se dejó de caer contra el quicio.

—“Toc, toc”— imitó el ruido con su voz.

—“¿Quién es?”— Mulder no levantó la cabeza de aquello que lo mantenía absorto pero una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

—“Campanilla”— se incorporó.

—“Te va más el papel de Wendy”— al fin Mulder levantó la mirada, sonriente. Ella le correspondió. Se acercó al escritorio y dejó caer ante él la carpeta que le había sido entregada. Apoyó las manos sobre la mesa y se inclinó ante él.

—“Y a ti no te va el ser Peter Pan— sonrió. —Me parece que los de arriba también creen que debes de tener este informe”— Scully alzó una ceja.

Mulder dejó lo que estaba haciendo y que lo había mantenido ocupado durante largo tiempo y tomó el dossier que Scully había depositado ante él. Lo abrió impaciente leyendo el primer folio que apareció ante él. Tras unos segundos levantó la mirada y encontró los ojos de Scully fijos en él. Ella asintió.

—“Sí, Mulder. Providence— ella se irguió y cruzó los brazos ante su pecho —Ha habido otro asesinato. Nos requieren allí. Los de arriba quieren que nos vayamos

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mañana por la mañana. La policía está aterrada. Han mantenido los detalles fuera del alcance de los periodistas pero no saben cuánto tiempo pueden mantenerlo así”— el hombre la miró y volvió a depositar su mirada ante el legajo de papeles que tenía frente a él.

Scully se dirigió a una silla. La acercó a la mesa y se sentó.

—“Emmott Baxter, varón, raza blanca, setenta y tres años. Vivía solo. Lo encontró el chico que solía llevarle los recados del supermercado. Lo buscó por su casa pero no lo encontró. Al final lo halló en el sótano. Mira las fotos— Mulder hizo lo que le dijo su compañera. Las fotografías en color revelaban toda la crudeza de la escena. Podía ver a un hombre anciano cubierto completamente de sangre. El fotógrafo parecía haberse recreado en los detalles. A Mulder se le revolvió el almuerzo en el estómago —están esperando que vayamos para practicarle la autopsia”— Scully se arrellanó en el asiento.

Mulder se llevó los dedos índices de ambas manos a los labios en actitud pensativa, miró a Scully —“Y dime, ¿esto también lo han hecho las alimañas?”—.

Ella alzó una ceja en señal de advertencia.

El gélido ambiente del pasillo recreaba en toda su crudeza la naturaleza de aquel pequeño edificio cercano a la Universidad Brown. Tenuemente iluminado, Mulder y Scully lo recorrieron pausadamente pero sin ninguna demora. Las baldosas grises reflejaban el andar de los agentes y el olor, mezcla de éter y antiséptico impregnaba el aire. Se detuvieron ante la puerta de una oficina. A través del cuadrado cristal opaco se reflejaba la luz del interior. Scully llamó tímidamente con los nudillos y mirando a Mulder. La puerta no tardó mucho en abrirse, tras ella un hombre con una bata blanca los miraba con curiosidad.

—“¿Sí, en qué puedo ayudarles?”— no demasiado alto y con unas incipientes sienes despobladas el hombre no parecía aparentar más de cuarenta y pocos años.

—“Soy el agente Mulder y ella es la doctora Scully, del FBI— ambos mostraron sus placas —nos envían desde la agencia para que mi compañera pueda examinar el cadáver del difunto señor Baxter”— Mulder, serio, pareció evaluarlo con sólo mirarlo. La cara del hombre se relajó y afloró una pequeña sonrisa de sus labios.

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—“Eh... bien, en realidad los estaba esperando. Mi nombre es Garret y soy el encargado del depósito— se apartó levemente de la puerta y se acercó a la mesa para recoger unos folios —si quieren seguirme les indicaré el lugar”— Mulder y Scully aún se encontraban en el umbral de la puerta. El hombre se acercó de nuevo a ellos, y saliendo cerró la puerta con llave tras de sí y se adelantó por el pasillo.

—“¿Quién se va a querer llevar algo de aquí? ¿Los pacientes?”— Mulder se inclinó levemente al oído de su compañera mientras avanzaban tras el hombre de la bata blanca. Scully rio silenciosamente ante el comentario de su compañero.

Una puerta doble metálica dio paso a una gran sala iluminada con focos instalados en pantallas redondas. Las distintas salas de autopsias en las que Scully había podido ejercer su trabajo no se diferencian en gran cosa unas de otras. Una camilla yacía directamente bajo la influencia de los focos. A su lado mesas forradas de verde albergaban el instrumental quirúrgico. Al otro lado de la habitación una serie de nueve pequeñas puertas cuadradas formando un cuadrado unas sobre otras indicaban que aquello era los congeladores donde se refrigeraban los cuerpos de sus infortunados visitantes. El hombre entró presuroso y se acercó de inmediato a uno de los refrigeradores. La puerta hizo un extraño sonido al abrirse, dejando escapar el frío en ella contenido. Mulder y Scully se acercaron para ver cómo aquel hombre tomaba del interior la bandeja en la que descansaba el cuerpo y la extraía. Una sábana blanca cubría un cuerpo menudo. Garret tomó una de las esquinas y descubrió parcialmente lo que bajo ella se ocultaba. La piel del rostro del hombre había sido limpiada, eliminando todo exceso de sangre que impidiera un reconocimiento visual por parte del forense y del médico que llevaría a cabo la autopsia. De forma casi mecánica el encargado del depósito trasladó el cuerpo del difunto hasta el centro de la habitación, situándolo sobre la camilla y directamente bajo las luces de los focos.

—“Bien, doctora, es todo suyo. Avíseme cuando haya terminado”— Garret se despidió con una leve inclinación de cabeza dejando a Mulder y a Scully a solas.

Mulder miró cómo el hombre salía presuroso de la habitación —“No sé qué será más extraño, la forma en que haya muerto este pobre hombre o el que acaba de salir por esa puerta”— Scully le sonrió con una mueca forzada. Se quitó la chaqueta y alcanzó la bata y las gafas. —“Bien, veamos qué tenemos aquí”— terminó de ponerse los guantes de látex y destapó el cuerpo en su totalidad.

—“¡Por Dios, Mulder! ¿Quién pudo hacer una cosa así?”— los ojos de Scully se posaron horripilados en aquel desafortunado cuerpo. Tras años de profesión y de impregnarse con imágenes a veces dantescas, Scully no podía por menos que impresionarse ante tal acto de crueldad cometido en el cuerpo de un pobre hombre.

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Mulder volvió levemente la cabeza en un acto involuntario al destapar Scully por completo el cadáver del hombre y dejarlo al descubierto.

Tras una rápida mirada al cuerpo, Scully tomó unas pinzas de la mesa anexa. La pierna derecha del hombre era sólo un despojo sobre la camilla, músculos desgarrados y huesos astillados unidos sólo por una pequeña porción de piel. Tras un breve estudio inicial a la pierna, Scully centró su atención en el torso y el abdomen. Le resultaba incuestionable que aquello hubiera sido hecho fortuitamente. Mulder le puso una mano en el hombro –“Bien, te dejo. Nos vemos luego”—.

Scully levantó la vista —“¿A dónde vas?”— su voz sonaba distinta a través de la mascarilla que ocultaba su boca y su nariz. Mulder se alejó unos pasos de ella y la miró de frente —“Quiero ir a ver el escenario en dónde fue encontrada la primera víctima. — hizo un gesto con la cabeza señalando al cuerpo tendido en la camilla — ¿Cuánto tiempo crees que tardaras aquí?”— Scully bajó su cabeza y miró el arduo trabajo que le esperaba —“Dame dos horas”— Mulder asintió levemente con su cabeza —“Aquí estaré”— y despidiéndose con una mano, dio media vuelta y se marchó cruzando las puertas metálicas.

Scully vio cómo su compañero se alejaba, respiró profundamente e intentó concentrarse en el trabajo que tenía ante sí. Se acercó a una de las mesas revestidas de verde y puso en marcha el magnetófono.

—“Diez y quince horas de la mañana. Soy la agente Dana Scully. Procedo a realizar la autopsia a Emmott Baxter, varón blanco, setenta y tres años, residente en Providence, hora del fallecimiento sin determinar. Comenzaré por un examen visual...”—.

Mulder aparcó su coche en la cuneta donde le había indicado el agente de la policía local. De todas forma el lugar no tenía pérdida alguna ya que aún se podían encontrar trozos de lo que fue la cinta policial que delimitaba el paso al posible escenario del crimen. La zona ahora estaba desierta, sin un alma. A Mulder no le extrañó que hubieran dictaminado que la muerte del señor Doe se hubiera producido en la madrugada del domingo y no hubiera sido encontrado hasta tres días después. Por aquella carretera no parecía haber demasiado tránsito. Se bajó del coche y se adentró unos metros en dirección a lo que parece había sido la zona de trabajo de la policía. Cintas plastificadas y guantes de látex aún yacían sobre el terreno. La tierra estaba algo más oscura allí que en otras zonas cercanas, seguramente debido al derrame de sangre. Se agachó y tocó la tierra con sus dedos. Podía sentir su tacto suave y a la vez grasiento

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entre sus dedos. Se incorporó y giró levemente su cabeza a uno y otro lado. Pequeños arbustos delimitaban la escena. Algo en ellos llamó su atención, las hojas de algunos tallos parecían oscurecidas, con un verde más intenso en algunas partes de la planta manteniéndose las demás con su verdor original. Acercó su rostro a la planta; efectivamente las pequeñas hojas estaban diferentes al resto. Del bolsillo de su abrigo sacó una pequeña bolsa de plástico transparente y cortó con cuidado un esqueje del arbusto que depositó con cuidado dentro de ella.

Mulder regreso cuando Scully estaba terminando de rellenar el informe de la autopsia del señor Baxter. Seguía vestida con la bata verde pero se había quitado las gafas y la mascarilla. Al oír la puerta abrirse vio a Mulder entrar en la sala y dirigirse a ella. Le saludó con una pequeña sonrisa.

—“¿Terminaste?”— Mulder se paró a su lado y miró sobre el hombro de Scully para ver el informe que la mujer estaba redactando. Scully soltó un profundo suspiro y dejó el bolígrafo sobre la mesa.

—“Creo que sí. —Se volvió hacia él y comenzó a desabrocharse la bata quirúrgica— No tienes idea de lo duro que ha sido esto, Mulder”— comenzó a recoger sus cosas y los papeles del informe. Mulder la miró con expresión de lástima en sus ojos, realmente se la veía cansada, si ella decía que aquello había sido duro lo más probable es que hubiera sido realmente horrible. Le puso una mano sobre el hombro y apretó suavemente. Scully le sonrió ante tal muestra de aprecio y compañerismo.

—“Bien, estoy lista —suspiró — despidámonos del encargado y salgamos de aquí. Creo que si estoy un minuto más me voy a asfixiar”— ella tomó la delantera y paso primero por las puertas metálicas.

Para Scully fue gratificante poder oler aire limpio, sin rastros de éter o formol y sin el invisible aroma de la muerte. El coche estaba aparcado justo en la puerta. Mulder se sentó al volante dejando que Scully tomara asiento a su lado. Ella al sentarse se dejó caer en el cómodo sillón y reclinó la cabeza hacia atrás. Mulder esperó a poner en marcha el coche, siguió mirándola.

—“¿Y bien, qué has podido hallar?”— Scully suspiró sonoramente y miró a su compañero —“Ha sido un poco complicado dadas las circunstancias. — se llevó una mano a las sienes dando un pequeño masaje a la zona y cerrando los ojos — El señor

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Baxter fue brutalmente agredido por alguien o algo que no he podido identificar, no he encontrado indicios de huellas, fibra o materia orgánica alguna ajena a las pertenecientes al propio señor Baxter. — Abrió de nuevo los ojos encontrando los de sus compañero fijos en ella — La violencia con la que fue llevado hasta la muerte fue abominable y, la verdad, aún no tengo nada en qué basar mis averiguaciones. — Ella encogió sus hombros y Mulder asintió levemente y dejó que ella siguiera explicándose — Ya viste cómo quedó la pierna de ese pobre hombre. Bien, pues las heridas a las que sometieron al cuerpo eran igualmente horrorosas. Lo que sí he podido determinar es que fue atacado en primer lugar por la espalda. Las primeras excoriaciones y hematomas en la piel pude encontrarlas ahí. Seguidamente el señor Baxter cayó seguramente al suelo boca arriba y fue en su torso y abdomen donde se produjeron las lesiones más graves. Mulder, quien quiera que hiciera eso se ensañó con ese pobre hombre”— Mulder miró al frente a través del parabrisas. Al estar el depósito tan cerca de la universidad, jóvenes estudiantes cargados de libros iban y venían por la calle. Volvió a mirar a Scully.

—“¿Y el arma? ¿Has podido averiguar algo?”— Ella negó levemente con la cabeza — “Las heridas desde luego no se produjeron por un arma de bordes cortantes, de eso estoy segura. — calló unos segundos — Es más, ya te dije al ver las fotografías del primer cadáver que parecían un mordisco de una especie de tiburón o algún otro animal con dientes afilados, ahora estoy algo confusa pero se podría tratar de algún animal con grandes garras o uñas”—

—“O quizás unas pinzas”— apostilló Mulder.

—“¿Pinzas?”— le preguntó ella extrañada ante el comentario.

—“Sí, algo parecido a las pinzas de una langosta”— puntualizó Mulder.

Scully no pudo reprimir una sonrisa que rayaba en el sarcasmo —“¡¿Langosta?! ¿Como cuáles, Mulder? ¿Como las de las siete plagas de Egipto o...?”— Él no la dejó terminar su frase —“Como el crustáceo, Scully. Pinzas como la de un crustáceo”— ella ya no pudo resistir la risa y soltó una carcajada. —“Ja. Mulder ¿desde cuándo hay langostas gigantes sueltas por ahí atacando a la gente y en un sótano cerrado?— ella lo miró intrigada, más aún le intrigaba la posible respuesta que él podía darle — Además ¿has tenido cuenta el tamaño? Mulder, eso es imposible”— una falsa sonrisa se dibujó en la boca de Mulder.

—“¿Y qué me dices del calamar que atacó a Nemo y a su barco?”— Scully se desesperó y se revolvió en el asiento del automóvil para poder mirarlo frente a frente —“¡Por Dios, Mulder, no seas tonto! Aquello era ciencia ficción escrita por una persona con una imaginación hiperactiva fuera de lo común”— Scully lo miró

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fijamente a los ojos. Mulder asintió —“Sí, ya, pero nadie le hizo caso cuando escribió que el hombre podría llegar a la luna... ¡y ya ves! En cierta manera, Scully, Verne predijo el futuro”—.

—“¡Mulder, no estamos hablando del futuro! Estamos hablando de dos muertes que aún, bajo el punto de vista científico no tienen explicación posible y tú se la quieres atribuir a una langosta gigante”— Scully se quedó tranquila y calmada tras haberle soltado a Mulder lo que pensaba de aquel argumento que él esgrimía y que para ella no tenía ni pies ni cabeza. Él asintió y volvió a mirar al frente. Scully hizo lo mismo. Tras un breve momento volvió la cabeza para mirar a su compañero —“¿Y tú qué has encontrado?”— le preguntó Scully más por cortesía que por curiosidad.

Mulder metió una mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una pequeña bolsa de plástico. Se la tendió a Scully —“¿Qué es esto, Mulder?”— ella le preguntó al ver la ramita del arbusto.

—“Lo encontré en donde hallaron el primer cadáver”— Scully sujetó el plástico ante sus ojos y miró detenidamente el contenido —“fíjate bien en las pequeñas hojas de ahí”— Mulder se acercó a su compañera y le señaló unas hojas de un verde más intenso — “¿qué ves?”— le preguntó.

Scully fijó su atención en el punto que le había indicado su compañero —“Mulder, me recuerdan a cuando compras verduras y las hojas verdes se quedan pegadas al fondo del frigorífico y se vuelven más oscuras por el frío ¿sabes a qué me refiero?”— Mulder la miró con cara de no entender lo que ella estaba diciendo. Scully rio para sí misma al ver la cara de su amigo —“Perdona, se me olvidó que la nevera de tu casa está allí de adorno”— le devolvió la bolsa a Mulder, él la recogió y asintió —“Scully, aunque no tenga la experiencia de que en mi frigorífico se quede pegada la verdura al fondo del mismo, coincido contigo, parece como si estas hojas hubieran estado expuestas a bajas temperaturas— Mulder paseó la bolsita ante sus propios ojos —parecen quemadas por efecto del frío”—. Se guardó la bolsa en su abrigo y encendió el motor del coche.

Mulder estacionó el vehículo delante de lo que se podría llamar una típica casa de Nueva Inglaterra del pasado siglo. Edificio de ladrillos marrones con ventanas pintadas de color blanco y cuidadas contraventanas. De tan sólo dos plantas, se accedía a él mediante una pequeña escalinata de cinco peldaños. A la derecha otros cuatro

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pequeños escalones bajaban a lo que seguramente, pensó Mulder, sería el sótano donde el señor Baxter encontró la muerte.

Durante el frugal almuerzo, tanto él como Scully habían estado estudiando el informe que le facilitó el departamento de policía sobre la investigación que ellos habían iniciado en espera de que el FBI se hiciera cargo de ella. En dichos informes constaba el interrogatorio a los únicos vecinos del difunto señor Baxter, los Jones, una joven pareja a la que habían interrogado al poco de hallar el cadáver. Scully bajó del coche seguida de cerca por Mulder y se adentraron en el edificio en dirección el primer piso, hogar de los Jones.

—“...Cálmate Kate. Sí, claro que te entiendo...— Karen sostenía en la mano su móvil pegado al oído, hablaba en tono tranquilizador y se paseaba de un lado a otro de la habitación— la policía estuvo ayer aquí y nos interrogó a James y a mí... No, por supuesto que no. Más tarde intentaré ponerme en contacto con Henry y con Wilson. Sí, os acompañaremos, de eso no te quepa duda, pero tendremos que hacerlo cuanto antes...— el timbre de la puerta asustó a la mujer, se acercó hasta la puerta de entrada—...Kate, tengo que dejarte. Acaban de llamar a la puerta. Luego te llamo”— Karen colgó la llamada desde su teléfono y con él en la mano se dispuso a abrir la puerta.

Scully y Mulder llamaron a la puerta de los Jones. Al otro lado creyeron oír una voz. Esperaron. A los pocos segundos una mujer joven les abría la puerta. Más alta que Scully pero un tanto más baja que el propio Mulder, compartía con ella el mismo color de pelo; una brillante melena corta rojiza peinada de manera desenfadada. Botas de tacón alto, pantalón negro y camiseta negra completando el atuendo con una chaqueta de lana en una mezcla de marrón y negro. Levemente maquillada los miró con ojos expectantes —“¿Sí, que desean?”— preguntó intrigada.

—“¿Señora Jones?”— Scully se adelantó un paso a Mulder. La mujer asintió con la cabeza —“Soy la agente Scully y él es mi compañero el agente Mulder, del FBI — ambos le mostraron sus placas — Nos gustaría poder hablar con usted y con su marido de la muerte de su vecino, el señor Baxter”— el rostro de la mujer pareció relajarse levemente, incluso esbozó una pequeña sonrisa.

—“Sí, claro, claro. Por favor, pasen”— esperó a que ambos agentes pasaran al interior del vestíbulo para cerrar la puerta de entrada. —“Mi marido no se encuentra en casa en estos momentos, está trabajando. Conmigo han tenido suerte, pues hoy me he traído el trabajo a casa”— Se dirigió de frente a los agentes —“si tienen la amabilidad de seguirme pasaremos a un lugar donde podremos hablar más cómodamente”—.

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La mujer pasó por delante e invitó a Mulder y a Scully a seguirla por el pasillo. Abrió una puerta y los tres entraron en la habitación. Iluminada aún por la luz natural que entraba por la ventana, la estancia estaba repleta de librerías atestadas de volúmenes. Una mesa llena de papeles y un ordenador estaba situada delante de la ventana y en la parte exterior de ésta dos amplios y confortables sillones de cuero negro donde Scully y Mulder tomaron asiento alentados por la mujer. Ella rodeó la atestada mesa y se sentó frente a ellos, dejó el móvil que llevaba aún en la mano sobre la mesa. —“Un momento, por favor”— la joven tecleó algo en el ordenador y lo apagó inmediatamente. Mulder aprovechó esos instantes para analizar la habitación. Scully fijó su mirada en la mujer, que actuaba con presteza y eficiencia. Ella por fin finalizó y miró directamente a los agentes sentados frente a ella cruzando sus brazos delante de ella y apoyándose en la mesa.

—“Señora Jones...”— comenzó Mulder, la mujer levantó levemente la mano y le dedicó una sonrisa franca —“por favor, llámenme Karen”— Mulder le devolvió la sonrisa y Scully hizo lo mismo.

—“Bien... Karen. Queremos hablar con usted sobre su vecino, el señor Baxter”— Karen asintió con pesar. —“Ayer por la tarde estuvo aquí la policía y tanto mi marido James como yo les dijimos todo lo que sabíamos”—. Scully sacó el dossier que le había entregado la policía con el interrogatorio.

—“Lo sabemos, Karen, pero nos gustaría, si no le importa, que nos contara lo que le dijo a la policía”— Karen pareció moverse incómoda en su silla giratoria, se incorporó en ella y cruzó las manos delante de ellos —“Sí, claro. Bien, la última vez que tanto mi marido como yo vimos a Emmott, el señor Baxter, fue el sábado por la mañana. Nos lo encontramos en la calle y le ayudamos a subir unas bolsas hasta su casa —recapacitó antes sus próximas palabras— teníamos la costumbre, tanto Emmott como nosotros, de no inmiscuirnos en las vidas del otro. Nosotros lo ayudábamos en lo que podíamos cuando él así nos lo requería”—.

Mulder se arrellanó en el sillón —“¿Cuánto tiempo hace que conocían al señor Baxter?”— le preguntó.

—”Desde que nos casamos y nos mudamos aquí, hará algo más de cinco años.”— Karen ahogó una sonrisa con pesar —“Pobre señor Baxter. Era una buena persona.”—.

—“¿Sabe usted qué podía hacer él afuera a esas horas?”— Scully se acercó a la mesa. Karen asintió con la cabeza y bajó la mirada hasta posarla en sus propias manos.

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–“Últimamente Emmott nos había comentado tanto a James como a mí que no dormía bien; que se acostaba pronto y que a las pocas horas ya no tenía sueño — levantó la vista y miró directamente a Scully — ya sabe, cuando uno se va haciendo mayor va perdiendo incluso la capacidad para dormir” — Scully asintió levemente, le sonrió a la mujer que tenía frente a ella y miró de reojo a su compañero.

—“Tiene razón, eso suele pasar con la edad”—. Mulder miró a su compañera y enarcó una ceja. —“Probablemente — prosiguió Karen — salió a recoger los cubos de basura. No hubiera sido la primera vez y realmente, no encuentro ninguna otra explicación”—.

En aquel momento un suave timbre procedente del móvil de Karen que se encontraba sobre algunos papeles de encima de la mesa, hizo que la mujer desviará su atención de los dos agentes sentados frente a ella, tomó el móvil —“Discúlpenme un momento”— les dijo a Mulder y Scully.

Ambos asintieron con la cabeza. Mulder aprovechó la pausa para pasear de nuevo la vista por la habitación. Diversas fotos la adornaban, muchas de ellas mostraban a una joven pareja sonriente en diversos paisajes y, aunque aún no conocía al marido de Karen, supuso que el hombre que la acompañaba en todas ellas era él. Otras tantas mostraban a los Jones con un pequeño grupo de amigos, algunas de ellas tomadas en esa misma habitación. La decoración se completaba con algunas acuarelas de paisajes marinos.

La mujer miró la pantalla antes de aceptar la llamada y se llevó el móvil al oído —“Dime, Wilson... Sí, sí, ya lo sé... Ahora no puedo atenderte —dijo mirando directamente a ambos agentes, primero a uno luego al otro — te llamaré más tarde”— retiró el móvil de su cara y pulsó el botón de finalizar, dejando el aparato de nuevo sobre la mesa.

—“Perdónenme. Es muy útil pero a veces es bastante molesto que la interrumpan a una constantemente”— encogió los hombros y sonrió. Scully le correspondió de la misma manera.

—“Sí, así es. Dígame, Karen — preguntó Scully — ¿a qué se dedican usted y su marido?”— la mujer se acomodó en su sillón.

—“Yo soy empresaria y dirijo mi propia empresa. Nada pretencioso. Es sólo una pequeña empresa pero nos va bastante bien. James, mi marido, es jefe del departamento de recursos humanos de una empresa”— Tanto Mulder como Scully asintieron. Hasta ese momento todo lo que les había contado la señora Jones coincidía al pie de la letra con lo redactado en el informe policial.

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Mulder la miró fijamente —“Y la noche del sábado ¿notaron algo extraño usted o su marido?”— Karen suspiró y negó con la cabeza, pensativa —“No, no recuerdo nada, pero...— unió sus manos y bajó la cabeza —... verán, no le comentamos nada a la policía porque no creímos que fuera nada relevante— Scully miró a Mulder y este hizo lo mismo, fuera lo que fuera a contarles estaba segura que no aparecía en el informe de la policía — el sábado por la noche, como todos los sábados desde hace cuatro años, nos reunimos aquí con unos amigos. Se suelen marchar tarde... — Karen hizo de nuevo una pausa y levantó la cabeza sosteniendo la mirada de Scully, que la miraba expectante —... como les digo, ellos se suelen marchar tarde. El sábado concretamente lo hicieron sobre las dos de la mañana— suspiró y tomó aire para proseguir su relato — cuando ustedes han llegado estaba hablando con mi amiga, una de las que estuvieron aquí y hace un momento la llamada que he recibido ha sido de otro de nuestros amigos que también estuvo aquí el sábado. No se han enterado de la muerte de mi vecino hasta esta mañana por los periódicos — hizo una pausa — El sábado al salir de mi casa, ellos vieron como el señor Baxter se dirigía al sótano... Por favor, espero que no me malinterpreten. Cuando ayer la policía vino y nos dijo que Emmott había sido hallado en el sótano nos pusimos muy nerviosos. En esos momentos no recordamos nada. Sólo más tarde recordamos que Kate, Wilson y Henry estuvieron aquí. Ellos se han enterado esta mañana por los periódicos. Me han llamado en cuanto han podido.”— el rostro de Karen se había convertido en una máscara de lo que hasta unos instantes era el agradable rostro de una mujer joven.

Mulder miró a la mujer, asintiendo con la cabeza —“Creo, señora Jones, que tanto ustedes como sus amigos tendrán que avisar a la policía y contarles ese hecho”—. Karen asintió automáticamente —“eso le he dicho a ambos. Esperaré a contactar con Henry y nos pondremos en contacto con la policía — respiró profundamente preocupada — de eso no les quepa duda”—.

La policía se había puesto en contacto con ellos la noche anterior. El inspector que llevaba el caso les dijo que los vecinos del difunto señor Baxter habían llamado, contándoles la visita de sus amigos el sábado por la noche y que olvidaron mencionar debido a los nervios del momento. Se había citado con ellos al día siguiente por la mañana. Mulder y Scully llegaron a la comisaría sobre las diez y media de la mañana. Los interrogatorios habían comenzado. Ahora ambos esperaban a que el último de los amigos de los Jones finalizara el interrogatorio y se uniera a los demás.

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Mulder podía verlos a través del cristal. Estaban en una habitación tenuemente iluminada, con una ventana al exterior cuya protección impedía entrar libremente los rayos del sol. Scully permanecía a su lado pero estaba absorta mirando y leyendo el informe preliminar de las declaraciones de esos testigos, los últimos al parecer que vieron al señor Baxter con vida. De vez en cuando miraba a través del cristal y observa a los ocupantes de la habitación. Volvió a mirar sus papeles. Allí estaba la declaración de Karen, que coincidía con lo que les contó el día anterior. La mujer estaba de pie, junto a la ventana, vestida con un pantalón de lana marrón y una blusa color marfil. A su lado la única mujer que integraba el grupo, además de Karen. Se llamaba Katherine Bennet, rezaba el informe. Más baja que Karen, morena y de aspecto elegante, vestía falda negra y camisa gris oscura. Había cursado estudios de económicas en la Universidad Brown, trabajaba de auditora para una importante empresa. Ambas mujeres hablaban entre ellas, mirando de vez en cuando a través de la ventana hacia el exterior.

Sentados a una mesa cuadrada situada en el centro de la habitación estaban dos hombres jóvenes. Scully pasó la hoja de su informe. Conocía a uno de ellos por las muchas fotos que pudo ver en casa de Karen y reconoció en aquel hombre rubio al marido de ésta. Vestido con camisa clara y corbata, unas gafas ocultaban en parte sus ojos claros. Charlaba animadamente con el otro hombre, que parecía escucharle más que intervenir en la conversación. De cabello castaño, delgado y alto, Scully lo identificó como Henry Burker, amigo de los Jones desde su estancia en la universidad. Ahora trabajaba como analista de sistemas en una empresa informática. En ese momento la puerta se abrió e hizo aparición el último de los integrantes de aquel grupo de amigos. Wilson MacKenzie entró en la habitación y se dirigió a la mesa, donde se apoyó. Vestido con un traje azul oscuro y corbata, a Scully le pareció que aquel hombre bien podría haberse confundido con cualquiera de sus compañeros del FBI. Alto y moreno, emanaba un aire de sobriedad. Trabajaba como abogado en un bufete, y al parecer con bastante éxito. Lo que no se puede negar, pensó Scully, es que es un grupo bastante bien situado.

Todos tenían la misma edad, excepto Kate que era un par de años menor que los demás y habían compartido estudios en la universidad, incluso en el caso de James y Henry su amistad se remontaba aún más atrás, a los años de instituto. Las dos mujeres que estaban en la ventana se aproximaron a la mesa al entrar Wilson.

—“Bien, Scully. Es nuestro turno”— le dijo Mulder rompiendo el silencio que los había acompañado desde que entraron en aquella pequeña sala en espera de poder hablar con los Jones y con sus amigos y sacó sus manos de los bolsillos de su pantalón. Tomó la carpeta que tenía ella entre las manos y abrió la puerta en espera a que su compañera pasara primero. Scully miró de nuevo a través del cristal y salió por la puerta que su compañero aún mantenía abierta.

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Mulder y Scully salieron a un pequeño pasillo. Scully encontró a su derecha la puerta que daba acceso a la sala en dónde se encontraban los Jones y sus amigos. Tomó el pomo, lo giró y abrió despacio con Mulder siguiéndola de cerca. Los dos hombres que estaban sentados a la mesa se levantaron, Karen volvió su cabeza hacia la puerta que ahora se encontraba abierta, esbozó una sonrisa y se acercó presurosa a ellos. Scully entró en la habitación seguida de Mulder, quien cerró la puerta tras de sí. Karen se paró a unos pasos de ambos agentes.

—“Agente Scully, agente Mulder”— les saludó con un pequeño movimiento de cabeza y una tenue sonrisa en los labios. Mulder y Scully correspondieron al saludo.

—“Señora Jones”—. Karen se alejó un par de pasos para lograr que tanto Mulder como Scully tuvieran una mayor visión de los integrantes de aquella sala.

—“Agentes, él es mi marido, James — el hombre rubio se aproximó y tendió la mano derecha a ambos — ella es mi amiga Kate — la mujer hizo lo mismo — y ellos son Wilson y Henry — dijo refiriéndose a los otros dos hombres, ambos saludaron a Mulder y Scully de la misma manera que lo habían hecho los demás — ellos son los agentes Mulder y Scully, del FBI”— Karen terminó las presentaciones.

Scully miró a Mulder y este la invitó a que tomara asiento. Los demás la imitaron y todos se sentaron alrededor de la mesa, formando un pequeño círculo.

—“Bien — comenzó Mulder— gracias por ponerse en contacto tan rápido con la policía— miró uno por uno a todos los integrantes de aquel grupo. Karen tomó la palabra —“Agente Mulder, era lo menos que podíamos hacer dadas las circunstancias”—.

—“Por favor, esperamos que no piensen que esto ha sido un hecho premeditado, simplemente tanto Karen como yo nos pusimos extremadamente nerviosos cuando nos enteramos lo que le había ocurrido a Emmott—” James se inclinó hacia delante y apoyó sus antebrazos sobre sus rodillas. Scully asintió levemente con la cabeza e hizo una pequeña mueca con la boca. Mulder la miró primero a ella y luego depositó su vista en James.

—“Hacía ya algunos días de sus visitas — Karen volvió a tomar la palabra — sentimos enormemente si hemos retrasado la investigación”—.

—“Agentes, seguro que expreso el sentir de mis compañeros si digo que nosotros también sentimos el retraso con que nos pusimos en contacto con la policía — era Kate quien se dirigía a Mulder y Scully con serenidad — Desgraciadamente el fallecimiento del señor Baxter era sólo un pequeño articulo más en la página de sucesos del periódico del martes. Me sentí muy impresionada cuando leí la dirección y

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pude comprobar que era la misma que la de mis amigos”— tanto Wilson como Henry miraban a Kate y asintieron casi al unísono. Ella unió lentamente sus manos y las colocó sobre su regazo.

Era cierto que la policía no quería dar publicidad al asunto y habían filtrado a la prensa sólo los datos menos significativos del hecho. Scully y Mulder, pensativos, asintieron. Un suave toque en la puerta los sacó de sus propios pensamientos. Un joven policía entró y entregó a Mulder el informe con la declaración al último miembro del grupo. El policía se retiró con tanta rapidez como hubo entregado el papel. Mulder le echó un primer vistazo. A grandes rasgos las tres declaraciones eran casi idénticas en su contenido. Mulder movió su cabeza de modo afirmativo nuevamente.

—“Seguro que es así. Díganme ¿a qué hora abandonaron el hogar de los Jones?”— preguntó abiertamente Mulder.

—“Sería sobre las dos de la mañana. Henry miró el reloj y nos anunció que se marchaba. Todos decidimos irnos”— Wilson tomó primero la palabra cruzando sus brazos delante de su pecho e irguiéndose en su asiento.

—“¿Qué fue lo que vieron al salir?”— preguntó Scully.

—“El vecino de Karen y James, el señor Baxter, estaba recogiendo los cubos de basura que ya habían vaciado el servicio de limpieza— era Henry quién hablaba, con aire de tranquilidad.

—“¿Y era normal verlo a esas horas?”— prosiguió Mulder.

—“No era la primera vez que lo veíamos, no, si es a eso a lo que se refiere — confirmó Kate — Es más, pienso que esperaba que nosotros saliéramos para poder recogerlos”—.

—“¿Es habitual que abandonen la casa a tan altas horas?”— interrogó Scully, preguntándose a sí misma qué harían a tan altas horas en casa de unos amigos. Todos se miraron unos a otros, asintiendo sin reparos —“Agente Scully— Karen la miraba fijamente y movió su cabeza en un gesto afirmativo — es muy común que se vayan a esas horas e incluso más tarde”—.

—“¿Y qué hacen en esas veladas?”— preguntó esta vez Mulder.

—“Pues lo normal que hace un grupo de amigos cuando se reúne; charlan de sus cosas, de sus trabajos, cenan juntos, toman alguna copa, jugamos...”— James se encogió de hombros ante su exposición.

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Scully entrecerró los ojos y miró a James con extrañeza —“... ¿Juegan? ¿Al trivial?”— jugar. Interesante forma de pasar un sábado por la noche.

Wilson negó con la cabeza —“No, agente Scully. Rol. Jugamos al rol”— Scully alzó las cejas y miró a Mulder sorprendida. Jamás habría dicho que aquel grupo de profesionales y ejecutivos gastaran su tiempo en algo que ella pensaba era exclusivo de adolescentes en búsqueda de nuevas experiencias. La cara de Mulder no expresaba nada. Si algo cruzaba en ese momento por su mente, que seguro así era, estaba bien escondido bajo aquella máscara de inexpresividad.

Asintió lentamente —“... Rol, bien”— Mulder volvió a consultar los informes. Su mente comenzó a procesar datos a velocidad vertiginosa. Rol. ¿Qué conocía él de rol? Durante su estancia en la Unidad de Ciencias del Comportamiento pudo ver múltiples casos de personalidades alteradas por sumergirse demasiado en un personaje creado para un juego. Asesinatos cometidos a manos de niños que se creían estar jugando cuando mataban a alguien a sangre fría. No le pareció que aquello pudiera tipificarse en el mismo expediente. Tras unos segundos levantó la mirada de aquellos papeles y la fijó en Wilson. Este le sostuvo la mirada.

—“Agente Mulder, como seguro que sabrá existen diversos tipos de juegos bajo la denominación de juegos de rol, además de juegos de estrategias y juegos de guerras; unos están basados en novelas y libros ya publicados y otros ideados expresamente para ser jugados —miró a sus compañeros que seguían con atención la exposición de su amigo— nosotros nos limitamos a jugar a uno en concreto. —esbozó una sonrisa— ¿Sabe quién es Howard Philips Lovecraft?”— preguntó pausadamente Wilson pasando su mirada de Mulder a una sorprendida Scully.

—“...Lovecraft. He oído hablar de él antes”— Asintió Mulder. Había mentido. Realmente no recordaba quién era ese tal Lovecraft a quien se refería Wilson. Esperaba que él se lo dijera. No tuvo que esperar mucho.

—“Bien, Howard Philips Lovecraft, o H. P. Lovecraft, como era conocido, fue un escritor nacido en Providence a finales del siglo pasado. Se reveló como un imaginativo escritor de terror creando una cosmogonía, un panteón de dioses que, según sus propias palabras se basaban en tradiciones o leyendas según la cual el mundo estuvo habitado por seres, digámoslo así — Wilson hizo un gesto con ambas manos imitando las comillas con las que se encierran palabras que se quiere destacar dentro de un relato— extraterrestres, y su deseo de volver a adueñarse de la tierra. La lucha del bien y del mal, en definitiva. Pues bien, a raíz de la obra de Lovecraft, a comienzos de los ochenta se crea el juego de rol, en donde cada jugador interpreta a un investigador, a un héroe en donde, en definitiva, su misión consiste en salvar al mundo de una invasión de seres malignos”—.

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Scully se dio cuenta que su boca estaba abierta y la cerró al instante. Una sonrisa se dibujó en la cara de Mulder ¡y a él lo llamaban siniestro! Aquello que había descrito aquel hombre bien podía ser la sinopsis de su propia vida, la lucha de un hombre contra el mal en busca de una verdad oculta en alguna parte por obra de unos cuantos. Miró a Wilson y siguió sonriendo.

—“Sé lo que piensa, agente Mulder. Qué hacemos gente como nosotros — miró a sus compañeros, ellos a su vez miraban a Mulder — jugando a juegos propios de niños. Pues divertirnos, sólo divertirnos. Pasar un rato agradable en compañía de amigos y olvidarnos por unas horas de quienes somos realmente y correr aventuras que ni soñaríamos con interpretar en la vida real”— Wilson seguía con la mirada fija en Mulder. Este encogió los hombros y sonrió.

—“Hay gente que piensa que el rol es en sí mismo algo peligroso — habló Karen – pero nosotros, créame, sabemos dónde termina el juego y donde comienza la vida real”— Scully miró a la mujer.

—“... Bien... — Scully se había quedado sin palabras, no sabía qué decir. Mulder salió en su ayuda — Es una manera de pasar el rato”— sentenció Mulder. No sabía por dónde continuar. Aquello le llevaría más tiempo del que en un principio tanto él como Scully habían previsto —“Si no les importa, volveremos a ponernos en contacto con ustedes”— cerró la carpeta que tenía entre las manos y la depositó encima de la mesa.

—“Por supuesto. — dijo Karen mirando a sus compañeros — Será un placer ayudarles en lo que esté en nuestra mano”—.

Mulder se levantó y Scully lo imitó seguida de los Jones y sus amigos. Mulder abrió la puerta y con un sencillo gesto de cabeza despidió a aquellas personas. Salieron pausadamente unos tras otros. Mulder cerró la puerta al salir el último de ellos y Scully se dejó caer pesadamente en una de las sillas.

—“¡Mulder! ¿Qué demonios es todo esto? Te prometo que no entiendo nada”— Scully casi se desplomó en la silla, Mulder quedó pensativo al cerrarse la puerta tras el último integrante del grupo, con la mirada fija en el suelo. Levantó apenas la mirada sin alzar la cabeza y miró a Scully.

—“... ¿Scully?— ella miraba hacia la ventana, al oír su nombre miró a su compañero. Mulder anduvo hacia donde estaba ella, acercó una silla y se sentó frente a ella. —Dime, el examen que le realizaste al señor Baxter ¿pudo haber sido hecho por la mano del hombre? — Antes de que su compañera le respondiera alzó una mano en señal de advertencia. — Sí, ya sé que te lo he preguntado antes, pero ahora es

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importante, Scully”— ella fijó su mirada en los ojos de su compañero que la interrogaban impenetrables, silenciosamente.

Recapacitó ante su pregunta y negó con la cabeza —“Mulder, dudo mucho que esas clases de agresiones pudieran haber sido cometidas por uno o varios atacantes. — su mirada se clavó en algún punto de la pared que se encontraba a la espalda de Mulder — Una de las primeras heridas, como te dije, se la infligieron en la pierna y le seccionaron varias venas y la arteria femoral. Aquel hombre se desangró allí mismo en cuestión de minutos. — volvió a mirarlo a los ojos — Por lo que pude ver en las fotos tomada en el sótano no habían huellas de pisadas, ni dactilares, ni fibras, ni cabellos... nada — bajo la cabeza, negando — No sé, Mulder, esto no tiene explicación... no tengo suficientes pruebas para negar o afirmar nada con rotundidad o conjurar ninguna hipótesis que pueda esclarecer este asesinato”— Scully se acomodó en su silla reclinándose hacia atrás y cruzando los brazos ante ella.

Mulder continuó mirándola, pensativo. Abrió la boca para preguntarle algo pero se detuvo.

Ella alzó sus cejas —“¿Qué?”— Ahora era él quien negaba con la cabeza; aún no quería compartir sus ideas con ella —“¿En qué piensas Mulder?”— lo miró seriamente. Scully quería saber qué pasaba por su mente. Él dudó unos instantes.

—“Ellos han hablado de rol, Scully”— ella asintió y alzó los hombros como respuesta —“... ¿Y?— lo miró fijamente — No creerás que ese juego tiene algo que ver con...” — sus ojos se abrieron incrédulos, no hizo falta que continuara preguntándole, el rostro de su compañero le respondió por sí solo.

Ella se echó hacia atrás en su silla —“Mulder, ellos no son adolescentes para confundir la realidad con la ficción y matar a ese pobre hombre— él negó, bajando la cabeza —saben que es un juego, por muy fantástico que pueda ser. Mulder... me niego a pensar que después de ver todo lo que hemos visto ahora le toque el turno a unos dioses inventados por la mente de un escritor”—.

Él intentó decir algo pero Scully alzó su mano y lo detuvo antes de que pronunciara palabra alguna —“¡Y no digas nada acerca de Julio Verne!”— los ojos azules de Scully soltaron chispas al mirarlo. Mulder no pudo evitar una sonrisa ante la reacción de ella.

—”Bien... no, pero tengo una...”— Scully no lo dejó terminar.

—“¿Una corazonada, Mulder?”— respiró profundamente y se levantó de golpe de la silla, dio dos pasos en dirección al espejo que camuflaba el cuarto en el que ellos habían estado antes y se volvió para mirarlo. Mulder la siguió con la mirada y se levantó también de su silla.

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—“Tenemos que ver el lugar donde encontraron el cuerpo del señor Baxter y...”— la ceja derecha de Scully se alzó como si tuviera vida propia —...ver qué podemos encontrar de ese tal H. P. Lovecraft”— Scully miró al techo en actitud de rendición. Mulder sonrió, se dirigió hacia la puerta y la abrió.

—“Venga, Campanilla – la miró divertido – tenemos que trabajar”— y salió de la habitación. Scully tomó la carpeta con los informes de encima de la mesa, respiró profundamente y salió tras él.

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SEGUNDA PARTE

La puerta que daba acceso al sótano estaba aún precintada por orden de la policía. Mulder había informado al inspector que esa misma tarde irían al escenario del crimen y éste no puso objeción alguna. Cuatro escalones llenos de hojas secas bajaban hasta la puerta de entrada al sótano, situado a más bajo nivel que la acera. Mulder estaba a punto de abrir la puerta cuando una voz sonó sobre sus cabezas.

—“¿Quién anda ahí?”— preguntó una voz de hombre. La cabeza de un hombre joven apareció de inmediato —“¡Ah... son ustedes!”— Mulder y Scully miraron hacia el lugar de donde había provenido la voz. James, el señor Jones cerró la puerta de entrada al inmueble, bajó los escalones con agilidad y en unos segundos estaba junto a ellos.

—“Agente Scully, agente Mulder”— saludó con una sonrisa franca —“señor Jones”— saludo a su vez Scully. —“James, por favor”— Mulder asintió.

James miró a ambos agentes. —“Creí que serían los del servicio de mantenimiento — tanto Mulder como Scully lo miraron con expectación ante la frase de James — Verán, desde el lunes venimos notando poca presión en los grifos del agua así que llamé al inspector para ver si podía llamar al técnico — James se encogió de hombros — no puso ningún impedimento”—.

Mulder lo miró intrigado —“¿Desde el lunes?”— James reflexionó y asintió —“Sí, más o menos desde el lunes por la tarde”—.

—“Si no le importa nos gustaría echar un vistazo”— dijo Scully señalando la puerta. James negó con la cabeza —“¡Por supuesto que no me importa! Déjenme que les abra la puerta.”— Sacó un llavero de su bolsillo y tomó una de las llaves entre sus dedos que metió en la cerradura —“No he bajado aquí desde antes de que Emmott...”— no concluyo la frase.

La llave giró dentro de la cerradura y la puerta se abrió con un ligero quejido. Un fuerte olor saturó los sentidos de las tres personas que ocupaban el vano de la puerta. Scully metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó una pequeña linterna e iluminó la estancia con un pequeño haz de luz.

De techo bajo jalonado con vigas de madera, el sótano era un lugar lúgubre y oscuro, sin iluminación natural salvo la que entraba en esos momentos por la puerta.

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Una bombilla pendía del techo. Mulder buscó el interruptor cerca de la puerta y lo encendió. Una luz tenue inundó la habitación. En silencio, uno tras otro fueron entrando, despacio, primero Mulder, tras él Scully y por último James. Los tres ocuparon pronto el centro del sótano. Allí no había mucho espacio, casi todo lo ocupaba una vieja caldera enmohecida por años de uso que a simple vista parecía necesitar una puesta a punto y una limpieza. En la pared más alejada a ella, ocultas en una semi penumbra estaban un grupo de bombonas de agua potable que abastecían a los dos únicos apartamentos. Scully y Mulder pasearon la vista por aquella reducida habitación. El suelo bajo sus pies estaba oscurecido en algunos puntos, debido al derrame de sangre, pensó Scully. Mulder se encontraba a unos pocos metros de ella, observando el bajo techo con atención. James, a su lado, paseaba la mirada de un lado a otro. Ninguno de los tres se percató de que un hombre en ropas de trabajo estaba en la puerta.

—“¿Es aquí donde tienen problemas con el agua?”— preguntó el joven con desgana y mascando chicle ruidosamente.

Las palabras de aquel hombre les cogió a los tres por sorpresa, giraron sobre sus talones y enfrentaron al hombre que aún permanecía en el umbral del sótano.

—“¿Cómo dice?”— James se acercó un paso, confuso antes la inesperada aparición. Mulder y Scully continuaron en el lugar en donde estaban.

—“Que si aquí es donde han llamado al técnico”— sacó de uno de sus grandes bolsillos de sus pantalones una hoja impresa, leyó algo en voz baja. A James no le dio tiempo a contestar a la primera pregunta formulada por el joven cuando preguntó de nuevo —“Este es el 851 de Bee Street, ¿verdad?”— James reaccionó ante la nueva pregunta.

—“Sí... sí, aquí es. Le estaba esperando”—.

El técnico tomó del suelo una gran maleta de cuero marrón. Parecía muy pesada debido al peso de las herramientas. En la otra mano llevaba una pequeña bombona azul. El joven entró en la habitación y sin decir palabra se dirigió a las bombonas de agua. Tanto Scully como Mulder y James se acercaron al técnico que en esos momentos dejaba sus herramientas al pie de las bombas. Casi tan altas como él y pintadas de negro, las bombonas relucían y por su aspecto no parecían que llevaran mucho tiempo allí.

—“Dígame cuál es el problema, amigo”— siguió mascando chicle mientras tomaba de su maletín una linterna para alumbrarse mejor.

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—“Pues desde hace unos días venimos notando que falta presión en el agua”— dijo James mirando directamente al joven que rebuscaba algo entre sus herramientas. Se alzó y asintió con la cabeza.

—“Bien. Comencemos”— el hombre dio un paso al frente y se colocó delante del primer grupo de bombonas. James miró a Mulder.

El técnico pasó el haz de luz de su linterna por las bombonas, despacio, revisando meticulosamente cuando detuvo la luz sobre el manómetro —“Qué tenemos aquí...”— fijó su mirada y acercó más su rostro al aparato para verlo mejor. Redondo, del tamaño de una pelota de golf, el manómetro indicaba en kilos la presión interior de las bombonas, pero algo llamó la atención del hombre.

—“¿Qué pasa?”— James se acercó más para poder ver lo que aquel hombre estaba mirando. Este se separó un poco del instrumento y señaló con su dedo.

—“Ve esto de aquí… — le dijo a James señalando el agua que cubría casi la mitad del aparato, este asintió levemente con la cabeza — Este agua no debería estar aquí”— apagó la linterna, la metió en su bolsillo y con ambas manos agitó levemente una de las bombonas. El ruido de líquido en su interior pudo ser escuchado por todos. Repitió la operación con las otras bombonas conectadas a la misma instalación. En todas se pudo escuchar el ruido del agua que había en su interior.

James lo miró sin saber que pasaba —“¿Qué ocurre?”— preguntó. El hombre sacó de nuevo la linterna y volvió a iluminar el manómetro.

—“Este agua no debería de estar aquí — miró a James — las bombonas están a medio llenar. No existe explicación para que el agua haya pasado al manómetro. — Se rascó la parte posterior del cuello en actitud pensativa — Tan sólo lo he podido ver una vez en una helada”—.

—“¿Quiere decir que el agua se ha helado?”— James fijó la mirada en el aparato de medición. Mulder y Scully permanecían callados detrás de ambos hombres. El joven técnico asintió rotundamente. —“Creo que sí. Cuando el agua se hiela aumenta de volumen y puede pasar al manómetro. Una vez que se ha descongelado el agua vuelve a ocupar su volumen pero esos restos quedan atrapados en el interior del manómetro”— Mulder posó la mirada en Scully. Esta a su vez lo miró con ojos expectantes. —“Veamos el otro”— pasó el haz de luz de un aparato al otro que estaba conectado a otro grupo de bombonas. Igual que el anterior; restos de gotas de agua se amontonaban en el interior.

—“Esto es rarísimo. — Sentenció el joven — Sólo lo he podido ver en inviernos intensamente fríos y con heladas. — movió la cabeza con un movimiento negativo —

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La verdad es que no lo comprendo.”— se detuvo a pensar un momento, después se agachó ante el maletín y sacó de él una llave inglesa, apartó a James que estaba junto a él excesivamente pegado y se acercó al colector que unía las bombas de agua con las conducciones que subían hasta la casa. Cerró la llave del agua.

Mulder y Scully miraban fijamente como el hombre trabajaba intentando desenroscar una tuerca. Con manos expertas el hombre la aflojó y extrajo algo. Lo puso en la palma de su mano y dando media vuelta se la enseñó a las tres personas que había tras de él. La pequeña junta de goma redonda de un diámetro no superior a una pulgada estaba completamente agrietada. —“Ven esto… — dijo el hombre señalando las grietas con su dedo — es señal inequívoca de que el agua se ha congelado en las tuberías también. Por favor, sostenga esto”— y la puso en la mano derecha de James. Tomó de su maletín un destornillador, lo metió en el interior de la tubería y lo movió cuidadosamente. Cuando lo sacó pequeñas lascas escarchadas estaban adheridas a la herramienta. El hombre lo miró con grandes ojos abiertos y sostuvo ante James, Mulder y Scully el destornillador —“Señor, por esto no llega suficiente agua a su casa— lo miró de hito en hito – pero no me pregunte cómo se ha helado esto porque no tengo ninguna explicación. Voy a cambiarles todas las juntas y calentar las tuberías para que se descongelen, creo que es todo lo que puedo hacer”—.

James se irguió y asintió sorprendido ante el descubrimiento de aquel hombre. Se separó de él unos pasos y con él Mulder y Scully, y dejaron a aquel hombre hacer su trabajo. Los tres se acercaron a la puerta, al amparo de la luz ya decreciente del atardecer.

—“Dime, Scully— se dirigió a su compañera — ¿cómo es que las tuberías pueden estar aún heladas?”— Mulder la miró a los ojos y ella le sostuvo la mirada por unos segundos para luego mirar al interior.

—“Mulder, no sé cómo se pudo helar este sótano ni cuándo. — Le dijo. — Las conducciones siguen aún heladas porque los cuerpos sólidos como el metal tienen mayor densidad que los cuerpos líquidos y por tanto tardan más en descongelarse. De ahí que a la casa de los Jones llegue agua pero no con la suficiente presión. — Aseveró Scully — Seguramente, si pudiéramos mirar dentro de las bombonas en las paredes de esta también habría escarcha. — bajó la mirada al suelo para levantarla y mirar al señor Jones — De verdad no sé a qué puede ser debido”—.

James estaba tan extrañado como los dos agentes —“De verdad, agentes, que esto no lo comprendo — metió las manos en los bolsillos de su pantalón — se escapa a toda lógica”— Scully asintió ante tal afirmación.

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Dejaron al técnico cambiando juntas y reparando tuberías y subieron los escalones permaneciendo al pie de ellos a la altura de la calle.

Una sola palabra resonaba en la mente de Mulder: frío. Sólo un frío intenso habría sido capaz de producir aquello. Frío. Y la rama de aquel arbusto también había sido expuesta a bajas temperaturas. Frío. ¿Qué relación tenía una cosa con la otra? Al cabo de unos segundos su mente regresó de aquel viaje por un insondable mar de preguntas para ver cómo los azules ojos de Scully lo miraban fijamente. Ella le sostuvo la mirada brevemente y asintió; con ese sencillo gesto ella le hacía saber que conocía sus pensamientos y sus preguntas mucho antes de que él se lo dijera. Con ellos aún estaba James.

—“Esperaré aquí abajo a que el técnico termine, si no tiene inconveniente”— aquellas palabras terminaron por hacer aterrizar a Mulder.

—“Por supuesto – Mulder metió sus manos en los bolsillos y fijó su vista en el suelo, James se dirigió de nuevo hacia los escalones que conducían al sótano. Antes de que pusiera el pie en el segundo escalón Mulder lo llamó.

—“James” – este se volvió hacia el dueño de aquella voz.

—“¿Sí, agente Mulder?”— le contestó.

Mulder dudó unos instantes antes de formular la pregunta. James volvió a subir el escalón que había bajado, situándose de nuevo a la altura de ambos agentes —“... me gustaría informarme sobre ese juego que ustedes comentaron durante el interrogatorio. ¿Podría decirme dónde podría conseguir esa información?”— Scully miró a su compañero. Sabía que Mulder no iba a dejar escapar la oportunidad de preguntarle por el juego. James asintió.

—“Seguro. — Miró primero a Mulder y luego a Scully — Nosotros compramos todo el material en una librería en el centro de la ciudad, en el 116 de Prospect Avenue, llamada Arkham Loony. Los dueños son dos jóvenes muchachos. Ellos seguro le indicaran y le aconsejaran acerca de lo que ustedes quieren saber. — fijó su mirada en Mulder que lo miraba interesado— Si no es así, no tienen más que ponerse en contacto con Wilson, él es el verdadero entendido en el tema”—.

Mulder agradeció a James la información, dejó que este se encaminara de nuevo hacia el sótano y junto a Scully se dirigió al coche.

Antes de llegar a él, Scully tendió la mano abierta ante Mulder, este la miró y deposito en ella las llaves del vehículo. Ella cerró su mano alrededor del llavero que le había dado su compañero y se dirigió al asiento del conductor, abrió el coche y se

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sentó. Mulder quedó unos segundos fuera viendo cómo su compañera se había adueñado de las llaves, sonrió y abriendo la puerta tomo asiento junto a Scully.

Antes de poner el coche en marcha Mulder miró a Scully. —“Scully, ¿qué piensas de todo esto?”— continuó mirándola fijamente, ella suspiró levemente y miró hacia el frente a través del parabrisas del coche.

—“Mulder, no lo sé.”— sus ojos azules se volvieron hacia su compañero sentado a su lado. Este hizo una leve mueca con su boca y retiro la mirada.

—“Sin que sirva de precedente, Scully, yo tampoco lo sé. — se incorporó en su asiento y miró al cielo. Un glorioso tono violáceo anunciaba la inminente oscuridad nocturna que se avecinaba —Creo que es un poco tarde para ir hasta la librería. —Scully asintió taxativamente — Será mejor que lo dejemos para mañana”— Mulder volvió a acomodarse en el asiento y Scully puso en marcha el coche.

Aquella avenida era un ir y venir continuo de ejecutivos, oficinistas y gentes que salían de sus trabajos para almorzar en cualquier bar o en algún sitio de comidas rápidas. No llegaba a ser el hervidero humano de una gran ciudad pero se asemejaba bastante. A ambos les hubiera gustado haber iniciado aquella visita antes pero esa misma mañana tuvieron que esbozar el informe preliminar para el inspector de la policía local y después presentárselo. Todo aquello les llevó casi la mañana completa y cuando se dieron cuenta era casi la hora de comer.

Mulder y Scully se mezclaron entre la gente hasta que llegaron ante la librería. Un gran cartel azul escrito con letras góticas anunciaba el nombre del establecimiento, Arkham Looney; extraño nombre, pensó Scully para un lugar donde vendían libros. Bajo el nombre, en letras más pequeñas se podía leer rol, wargames, comics, miniaturas.

La puerta de entrada estaba flanqueada por dos grandes cristaleras desde donde ambos podían ver el interior. Mulder abrió la puerta y dejó que Scully pasará delante de él. Un doble sonido electrónico anunció que la librería estaba siendo visitada por dos potenciales clientes. Frente a ellos se encontraba un mostrador, redondo, de madera clara y muy lustrado que separaba la zona de atención al público de las muchas estanterías repletas de libros con las que estaba acondicionado el local.

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Mulder miró el establecimiento en conjunto, paseando la vista de una esquina a otra. En una pared cercana al mostrador pudo ver una vitrina iluminada con diminutas luces de neón. Dejó a Scully frente al mostrador esperando ser atendida, pues tras este no había nadie y se dirigió hacia ella. En la vitrina, como si de diminutos trofeos se trataran, estaban expuestas lo que parecían legiones de ejércitos en miniatura listos para el combate. Identificó reproducciones de soldados napoleónicos, otros vestían uniformes oscuros de oficiales de las SS alemana y aviadores de la RAF inglesa. Junto a estos había figuras que bien podían haber salido de cualquier libro de Tolkien; pequeños enanos de pies grandes y velludos, hermosos guerreros con orejas puntiagudas y magos con grandes y largas capas. Mulder fijó más aún su atención en otras pequeñas miniaturas que representaban a animales, monstruos informes, algunos de ellos alados. Levantó la mirada cuando alguien que parecía ser el dependiente de la tienda se acercó al mostrador y a Scully. Mulder echó un último vistazo a la vitrina y se acercó a Scully.

Aquel chico que se colocó tras el mostrador no podía tener más de veintidós o veintitrés años y poseía la altura de un jugador de la NBA, pensó Mulder, quien tuvo que levantar la cabeza para poder mirarlo a los ojos. Scully lo miró, rio y después miró a Mulder. Al ver a su compañero de nuevo a su lado se concentró en mirar los elementos que se exhibían sobre la superficie del mostrador. Un expositor anunciaba barajas de cartas con elaborados dibujos y atrayentes colores. Varios cestos pequeños se arremolinaban junto a la máquina registradora, todos ellos contenían lo que parecía ser dados, pero tan sólo un tipo de ellos eran los convencionales dados de seis caras. Scully pudo observar dados en forma piramidal, con sólo cuatro caras cada una de ellas enumeradas y de distintos colores incluso algunos de ellos eran transparentes con los números en brillantes colores metalizados. Otra cesta contenía dados de diez caras, de veinte caras y otros bastantes más grandes con un parecido asombroso a una pelota de golf. Tomó uno de ellos y pudo comprobar que se trataba de un dado de cien caras. ¿Para qué diablos servían?, pensó para sí misma depositándolo de nuevo en su lugar. El chico del mostrador guardó en la caja el dinero que le había dado el cliente al que había atendido, le devolvió el cambio y un ticket y con una sonrisa se dirigió a Mulder y a Scully.

—“¿En qué puedo ayudarles?”— se dirigió a ambos. Mulder miró hacia arriba.

—“Nos gustaría ver algo de... Lovecraft.”— preguntó Mulder con una media sonrisa en los labios.

—“¿Rol o relatos?”— el chico apoyó las manos sobre la superficie de madera con aire de superioridad. Mulder miró a Scully y esta se encogió de hombros.

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—“Ambas cosas”—. El chico asintió y se giró levemente hacia su derecha señalando el bosque de estanterías que tenía tras él.

—“Bien. Los relatos de Lovecraft están en la última estantería, al fondo a la derecha. Los manuales de La Llamada de Cthulhu están en el cuarto pasillo a la izquierda. Hoy han llegado cosas nuevas— les hizo una seña con el dedo, volvió a mirarlos – si no encuentran lo que buscan no duden en preguntarme”—. Y les sonrió.

Mulder miró a Scully con sorpresa —“¿...Los mitos de Cthulhu?”— preguntó Scully intrigada. El chaval la miró extrañado —“Eh... sí, es en el que están basados todos los demás manuales. El libro de Los Mitos es fundamental para empezar y conocer las reglas del juego. — Desvió su mirada de Scully a Mulder. — Pero si ya lo tienen pueden adquirir cualquier nuevo suplemento que contiene nuevas aventuras... Si quieren pasar pueden echar un vistazo”— y dejando a ambos saludó a un nuevo cliente que esperaba a ser atendido.

Scully y Mulder rodearon el mostrador y pasaron a la parte posterior de este donde se encontraban las estanterías divididas en pequeños pasillos. Había bastantes personas allí, hojeando libros y revistas. Mulder y Scully anduvieron juntos por el pasillo central hasta llegar al cuarto, el que le había indicado el dependiente y torcieron a la derecha.

—“¡Agente Mulder, agente Scully!”— los saludo una voz familiar. En el centro del pequeño pasillo estaba Karen con un libro en sus manos y con ella estaban Kate y Henry —“¡Es un placer volver a verlos!”

Tanto Scully como Mulder se sorprendieron de encontrarlos allí. Karen advirtió la cara de sorpresa de ambos agentes. Cerrando el libro que tenía entre las manos, dio un par de pasos hacia ellos acercándose.

—“Muchas veces aprovechamos la hora de comer para ver lo nuevo que ha traído Willie, seguro que ya lo han conocido” – Scully asintió con una sonrisa forzada, Mulder la imitó.

—“Karen – Scully se acercó aún más a la mujer, que la miró con una sonrisa sincera en el rostro — veníamos buscando algo sobre el escritor del que ustedes nos hablaron...”— “Lovecraft”— Mulder terminó la frase por ella.

Kate y Henry se acercaron más al trío que conformaban su amiga y los dos agentes del FBI. Karen asintió con un leve movimiento de cabeza. —“James ya me dijo que ustedes le preguntaron y que los envió aquí — miró alrededor de ella — es una de las mejores de Providence, y además Willie es muy competente y amable con los clientes. Todo nuestro material lo compramos aquí”— Karen dio un paso atrás para permitir a Mulder y a Scully una mejor visión de las estanterías, le paso a Kate el libro que tenía

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en sus manos y tomó uno nuevo de entre los que allí se encontraban expuestos, de brillantes pastas a todo color.

——Este es el manual del juego, Los mitos de Cthulhu. Contiene las reglas del juego y como fabricar un personaje — le tendió el libro a Mulder, este lo tomó y lo abrió ante si permitiendo a Scully verlo también — así como reglas especiales, armas que se pueden utilizar, enemigos, monstruos ... todo lo que se necesita para empezar a jugar — Scully levantó la cabeza del libro y miró a Karen fijamente. Mulder mientras tanto hojeaba el libro y pasaba de una página a otra.

—“El juego está basado en una de las obras de Lovecraft — era Kate quien habló — pero el escritor tiene otras muchas, sobre todo relatos cortos”—. Scully pasó su mirada de Karen a Kate. Henry, tras ellas se mantenía en silencio pero atento a lo que decían sus amigas.

Karen tomó dos libros más de la estantería, semejantes al que ahora tenía Mulder en las manos. —“Estas son módulos o campañas para este juego. Son aventuras ya escritas pero cualquiera que esté un poco avezado en el tema puede escribir sus propias aventuras para así jugarlas después”—.

—“¿Y existen muchos... módulos de estos?”— preguntó Scully tomando de manos de Karen uno de los libros. Está se encogió de hombros. —“No sé. — miró a Kate y a Henry para volver a mirar a Scully— Todos estos que ve aquí — le señaló la estantería completa — pertenecen a los mitos, pero el mercado está en constante expansión y salen módulos nuevos muy asiduamente”—.

—“¿Tienen un interés especial por alguno de ellos, agentes?”— preguntó Kate. Mulder levantó la vista al fin de su libro.

—“No, en ninguno en especial. — Miró a Scully que ahora hojeaba otro de los volúmenes — Sólo queríamos información sobre el juego y sobre el autor—. Mulder paseó la vista por los tres amigos – Sólo es simple curiosidad, nada más”— Mulder le tendió el libro de nuevo a Karen, quien lo tomó y lo puso de nuevo en su lugar.

—“Pues si es curiosidad lo que siente, agente Mulder, en los libros sólo encontrará aventuras de misterio para ser jugadas. Nada que pueda ser considerado como un relato”— Henry se dirigió a Mulder con calma. Karen miró primero a su amigo para después mirar a Mulder.

—“Cierto, si es curiosidad, la mejor manera es jugar — miró a Kate y de nuevo posó su mirada en ambos agentes— Como ustedes ya saben nosotros jugamos casi todos los fines de semana, pero una vez al año hacemos lo que denominamos maratón, o sea un fin de semana completo jugando — Kate y Henry asintieron al unísono — si

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a ustedes les parece, podrían venir este fin de semana y comprobar in situ cómo es realmente una partida de rol —miró con ojos expectantes a Mulder y a Scully— No creo que ni Wilson, que es quien dirige las partidas ni por supuesto a James, les importe en absoluto.”— sonrió.

Scully llevó su mirada hasta Mulder y este la miró a ella. Vio en los ojos de su compañero un brillo que conocía, que le era absolutamente familiar; el reflejo del entusiasmo, el mismo que había hecho en cientos de ocasiones que corrieran por medio país tras algo a lo que llamar verdad con mayúsculas. Supo que hiciera lo que hiciera y dijese lo que dijese, ese fin de semana irían al apartamento de los Jones a experimentar aquel juego de rol en el que Mulder estaba tan interesado.

—“Bien, Karen. — Scully movió lentamente su cabeza en un gesto afirmativo — Creo que el agente Mulder y yo estaremos encantados de poder ir — y miró a Mulder quien ya la estaba mirando con los ojos abiertos y una expresión de incredulidad en el rostro. Le gustó aquello de tomarlo desprevenido. Volvió sus ojos hacia Karen y sus amigos.

—“Podemos hacer algo más, agentes. — Dijo Karen — Si realmente están interesados en informarse sobre el juego y sobre Lovecraft, si les parece les puedo hacer llegar el material que tengo en casa. — miró directamente a Mulder a los ojos — Si me dicen a dónde se los enviaré por mensajero esta misma tarde”—.

—“Y si quieren saber más sobre Lovecraft, — dijo en esta ocasión Henry — la casa en la que vivía es ahora un museo. Si tienen tiempo vayan a visitarla. — Esperó a que Mulder lo mirara y asintiera – Es el 598 de la calle Angell. Seguro que Willie tiene algún folleto que dejarles”—.

—“Bien, muchas gracias por toda la información.”— dijo Mulder. Le tendió a Karen la dirección del hotel y el número de habitación donde podía hacerle llegar los libros. Tanto Karen como Kate y Henry se despidieron de ambos y abandonaron la librería con un nuevo módulo en las manos. Ellos permanecieron allí durante algunos minutos viendo cómo se marchaban.

—“¡Scully!”— Mulder miró a su compañera que todavía contemplaba como esas tres personas abandonaban el local, volvió la cabeza y lo miró directamente a los ojos —“¿Qué, Mulder?”— se colocó un mechón de pelo tras la oreja.

—“Has...”— Scully no lo dejó terminar.

—“Mulder, eso era lo que querías. Saber sobre qué va ese juego—. Miró hacia el techo iluminado con tubos fluorescentes, pensativa — Por alguna extraña razón que aún desconozco — bajó la mirada para posarla sobre el rostro sorprendido de su

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compañero – tú estás intrigado en ese juego. Mulder, no tengo ninguna teoría para ver resuelto estos crímenes, y me temo que será un expediente más clasificados en un archivo con una x delante — Mulder miró aquel dulce rostro — así que, dejando a un lado lo que yo opine seguiremos tu corazonada”—. Y diciendo esto dejo a Mulder allí, ante aquellas estanterías repletas de libros que le eran completamente extraños y se dirigió hacia el mostrador de la entrada. Mulder siguió con la mirada a aquella pequeña mujer pelirroja que con su determinación hacía que todo ocupara el lugar que le correspondía en el caos de su universo. Una sonrisa surcó sus labios y marchó tras ella.

Henry había tenido razón al decir que el dependiente de la tienda tendría información sobre la casa-museo de H. P. Lovecraft. Y allí estaban ahora ellos.

La casa era, por fuera, una más entre tantas construcciones que se alienaban en la calle Angell. Mulder y Scully subieron los escalones y entraron en un vestíbulo muy iluminado en donde se encontraba una mujer tras una mesa. Pagaron a la señora los tres dólares de la entrada de ambos y caminaron hacia el centro del vestíbulo.

Una gran fotografía en blanco y negro tamaño póster presidía la habitación. El cuadro era de un hombre enjuto, de unos cuarenta años. Cabello claro, rostro serio, alargado y con aspecto de enfermizo y nariz regia era identificado por una placa dorada como Howard Philip Lovecraft, mil ochocientos noventa a mil novecientos treinta y siete.

Mulder y Scully permanecieron unos minutos ante el cuadro, mirándolo fijamente. Scully fue la primera en abandonar el vestíbulo y adentrarse en la primera de las salas abiertas al público. Antaño debería haber sido el salón principal de la casa. Lleno de cuadros, vitrinas y expositores, Scully, y a unos pasos de ella, Mulder, hicieron un recorrido por la sala.

Pudieron ver fotografías del autor con otras personas, manuscritos y objetos personales del escritor. Un aura de melancolía recorría la estancia, todas las fotografías allí existentes mostraban a una persona seria, reservada y con un aire de tristeza en la mirada. Ni tan sólo en la pocas fotos en la que estaba acompañado, una sonrisa se dibujaba en su boca, sus ojos seguían siendo los mismos, tristes y solitarios. Mulder miró una de las fotografías con interés. En ella Lovecraft estaba sentado ante una mesa, con útiles de escribir en la mano y mirando a la cámara, con la misma mirada que en las otras. Una de las pocas fotos que se publicaron junto a su obra, rezaba la reseña bajo la foto.

Tardaron en recorrer el museo veinte minutos. Fueron de una habitación a otra. Con el mismo aire que seguramente tendría en los años treinta, la casa estaba decorada

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con los mismos muebles que antaño usaba el escritor y su familia. Lustrosos muebles de madera de caoba, acusaban el paso del tiempo y el uso de barnices baratos. Cortinas, enseres y pequeños elementos decorativos dejaban ver la mano femenina que casi setenta años antes había decorado aquella casa.

Scully comenzó a bajar las escaleras para abandonar la casa. Al salir esperó en la entrada a su compañero, que salió breves segundos después.

—“Un hombre triste ¿verdad?”— Scully miró hacia la fachada de la casa. Mulder la imitó y volvió la cabeza.

—“Cierto. Otro hombre triste”— y se alejaron en dirección al coche.

Volvieron a pasar toda la tarde en la comisaría de policía junto al inspector intentando sacar algo en claro de esas muertes. La policía no había encontrado ningún sospechoso y ninguna pista que los llevara hasta alguien. No habían podido catalogar a aquellos asesinatos como obra de una misma persona. Nada, excepto la violencia con la que se habían producido las muertes, establecía relación de una muerte con otra. Ni las edades eran algo en común. Los fallecidos no tenían mucho en común. Cuando Mulder recibió el dossier de ambos asesinatos, y a pesar de querer creer lo contrario, estuvo casi seguro que se trataba de un asesinato en serie, aunque se resistía a creerlo por el modo en que se cometieron los asesinatos. Pero ahora, tras estudiar el caso con más profundidad y tras la autopsia de Scully al último de los cadáveres encontrados, el del señor Baxter, estaba más seguro que aquello no correspondía a un acto de un asesino en serie pero tampoco sabía a qué se podían deber.

Y además estaba Scully. Nunca antes ella había acogido con tanta rapidez las conjeturas e hipótesis de Mulder. Eso le hizo pensar en ella. Scully siempre había intentado mantener la postura de encontrar una explicación plausible y científica a cada hecho y a cada situación. Y que ahora ella estuviera de acuerdo con él en buscar otra explicación a ese caso le resultaba algo desconcertante. Esta vez no sabía a qué atenerse. Scully siempre había sido la que había aportado la visión objetiva, cerebral, el dominio de la razón. Cuando ella asintió por él ante la oferta de los Jones y sus amigos a jugar una partida de aquel juego lo dejó asombrado. Había algo en aquel caso que removía el interior de su compañera.

Mulder se obligó a sí mismo a concentrarse ante los papeles que tenía ante él. Levantó la mirada y vio a Scully en la oficina del inspector a través de la mampara de cristal que separaba dicha oficina del resto de la comisaria. Ella, de pie ante la mesa del policía, hablaba agitadamente y le mostraba una y otra vez los documentos que tenía en sus manos. Mulder vio como al fin el comisario asentía y ella le dejó sobre la mesa

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los papeles y salía de aquella oficina. Mulder se irguió en su asiento. Al pasar junto a él, Scully se detuvo.

—“Estoy lista. Cuando quieras nos vamos”—. Y Mulder recogió todos los documentos regados sobre la mesa, los metió en la carpeta y abandonó la comisaría en compañía de Scully. Era media tarde.

Se dirigieron hacia su hotel. Era un cambio agradable. Nada de moteles en medio de carreteras casi desiertas. Por una vez disfrutaban del confort de un hotel. No era nada del otro mundo pero era agradable, cómodo y acogedor. Cuando llegaron se encaminaron directamente al mostrador de recepción para recoger sus llaves. Un amable conserje, al verlos llegar, las tomó de sus casilleros y se las entregó.

—“¡Agente Mulder!— llamó su atención cuando Mulder se estaba retirando ya en busca del ascensor que lo llevaría a sus habitaciones —. Han dejado para usted un paquete. Espere un momento por favor —. Y desapareció por una puerta tras el mostrador. A los pocos segundos apareció de nuevo con una gran caja entre las manos. Era voluminosa y, a juzgar por la cara del conserje, también pesada —. Aquí tiene. Buenas tardes”—. Y dejó la caja en brazos de Mulder.

Efectivamente era algo pesada y en la parte superior pudo leer su propio nombre, la dirección del hotel y la persona que lo remitía. Tal como pensó Mulder era de Karen Jones. Había cumplido su palabra de enviarle todo el material que poseía y a juzgar por el peso parecía ser mucho.

—“¿Pesa?”— preguntó Scully con una media sonrisa al ver la cara de esfuerzo de Mulder.

—“Tu encárgate de abrir puertas, ¿vale?”— se dirigieron al ascensor y ella pulsó el botón.

La puerta metálica del ascensor se abrió en la planta cuarta donde ambos tenían sus habitaciones. Scully marchó delante de Mulder y se paró ante la habitación de este. —“Coge la llave de mi bolsillo y abre, por favor”— Scully hizo lo que le dijo su compañero, sacó la llave del bolsillo de su abrigo, la metió en la cerradura, giró y abrió la puerta dejando que Mulder entrara en su habitación.

Mulder arrojó la caja sobre la cama, la cual rebotó y estuvo a punto de caer por el otro lado con un ruido de muelles procedentes del colchón. Se desabrochó el abrigo y se volvió hacia la puerta.

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—“¿Te quedas a ver qué nos han mandado?”— le preguntó Mulder mirándola.

Ella negó con la cabeza —“No puedo. Aún tengo que terminar algunas cosas y además tengo que llamar a Washington—. Le devolvió la mirada – Vendré más tarde”—.

Mulder se encogió de hombros —“Como quieras”— y Scully se despidió con un breve saludo y cerró la puerta.

Se quedó mirando la puerta que se acababa de cerrar. Tenía el deseo secreto de que ella se quedará allí para ayudarlo, para desentrañar aquel misterio que lo traía casi de cabeza. Soltó un pequeño bufido.

Se quitó la chaqueta y la arrojó de mala manera sobre una de las sillas, se aflojó la corbata que ya estaba ahogándolo y se desabrocho el primer botón del cuello de su camisa. La caja, de cartón común y corriente, había sido cuidadosamente embalada y precintada. Una letra algo inclinada, con trazos firmes pero alargados, indicaba su nombre. Se paró ante ella antes de abrirla, echó un vistazo a toda la habitación buscando algo con la que abrirla hasta que sus ojos se posaron en un abrecartas. Lo tomó y cortó el precinto. La caja se abrió ante él. Sobre lo que parecían un montón de papeles estaba un sobre dirigido a él y escrito con la misma letra del remite. Tomó el sobre, lo abrió y sacó cuidadosamente un folio de papel doblado en tres.

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Releyó la carta. Realmente tanto los Jones como sus amigos eran personas agradables. Reflexionó un momento. No sabía si hacían bien en mezclarse tanto en este asunto, pero ni los Jones ni sus amigos habían sido catalogados como testigos en este caso y mucho menos como sospechosos, pero la curiosidad que le despertaba aquel juego iba más allá de plantearse si hacía bien o no.

Dobló de nuevo la carta, la introdujo en el sobre y la puso sobre la mesilla. Se sentó en la cama y se dispuso a escudriñar que les había mandado Karen.

Un leve toque en la puerta hizo que su mente volviera de un viaje irreal a este mundo. Otro toque leve pero decidido. Sabía que tras la puerta se encontraba Scully, discreta pero decidida. La conocía casi tan bien como a sí mismo, si es que alguna vez uno termina de conocerse pensó.

—“Pasa, Scully”—. Cerró el libro que tenía entre las manos y para marcar el punto donde se había quedado utilizó una servilleta de papel que tenía junto a él. Scully abrió la puerta. Aún no había entrado cuando sus ojos se abrieron sorprendidos al ver aquel desorden reinante en aquella habitación.

—“¡Mulder! ¿Ha pasado por aquí el huracán Mitch?”—. Ella paseó su mirada asombrada por toda la habitación hasta posarla en su compañero. Aquello era un caos en el sentido literal de la palabra. Por todas partes se podía ver libros como los que había visto esa misma mañana en la librería, módulos los había llamado Karen. Además de libros en edición de bolsillo, fotocopias y carpetas azules de las que utilizan los niños en el colegio y un sin fin de papeles.

Y entre aquel maremágnum estaba Mulder sentado en la cama, con la espalda apoyada en el respaldar de madera, las gafas puestas, un libro en su regazo y papel y bolígrafo junto a él.

—“Entra y siéntate”— le dijo apartando algunos de los libros y tirándolos al suelo, junto a la caja ahora vacía.

Ella cerró la puerta y apoyó sus manos sobre su cintura, miró a Mulder de manera inquisitoria.

—“¿Se puede saber dónde? — volvió a mirarlo todo una segunda vez, esperanzada de que aquello fuera una mala pasada de su vista —. ¿En la lámpara?”—.

—“Quita algo de por ahí y ponlo donde quieras”— Mulder la miró directamente a los ojos. Se fijó que ella se había cambiado de ropa y se había duchado, aún tenía el pelo húmedo y se había puesto un pantalón cómodo y una blusa, mientras que él tan

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distraído había estado esas tres horas con la lectura que le había aportado los Jones que no había tenido consciencia del paso del tiempo. Tan sólo se dio cuenta cuando media hora antes le entró hambre y pidió al servicio de habitaciones un sándwich, cualquiera les dijo y que al final resultó ser uno vegetal.

Scully lo miró. La única luz que iluminaba la habitación era la proveniente de la lámpara de la mesilla de noche junto a la cama y que confería a la estancia una luminosidad algo lúgubre. Dio un paso más para adentrarse en el dormitorio, sopesó entre comenzar a ordenar la habitación o dejarlo todo tal y como estaba. Decidió que lo dejaría todo así, el caos es el orden natural del universo, pensó y volvió a mirar a Mulder que recogía papeles desperdigados junto a él.

Quitó la chaqueta de la silla, la colocó más cerca de la cama y se sentó frente a Mulder.

—“Bien. — le preguntó Mulder al ver que ella ya había decido donde sentarse— ¿Qué has estado haciendo?”—.

Scully cruzó las piernas y se arrellanó en la silla emitiendo un sonoro suspiro —“Llamé a Washington, Skinner quiere un informe del caso, hallamos terminado aquí o no y lo quiere para el lunes por la tarde— ella bajó la mirada y la depositó en sus propias manos — y mañana se llevan el cuerpo del señor Baxter para Florida. Allí vive la única familia que le quedaba y quiere que sea enterrado allí. El departamento de policía no ha puesto ningún impedimento”— levantó la mirada.

Mulder se quitó las gafas y miró fijamente a Scully. Se incorporó hacía delante —“¿Has cenado?”— Scully levantó la cabeza y negó. Mulder tomó el plato con el sándwich y se lo ofreció. Una media sonrisa cruzó el rostro de su compañero. —“Estaba tan absorto en la lectura de todo esto —señaló a su alrededor— que pedí lo primero que se me ocurrió y resultó ser uno vegetal, —le acercó aún más el plato— nada de grasas y todo fibra, ¿apetitoso, verdad?— Scully no pudo reprimir una sonrisa y tomó una de las dos mitades.

Mulder volvió a dejar el plato sobre la mesilla y se levantó de la cama. Ella lo siguió con la mirada.

—“¿Y ha sido una lectura interesante?”— le dio un pequeño bocado al sándwich. Mulder fue hacia su maleta y revolvió su interior —“Sobre la cama hay algunas notas que he tomado. Léelas mientras me ducho”— y se dirigió al baño sin decirle ni una palabra más. Scully lo vio desaparecer tras la puerta del baño. Miró sobre la cama. Entre otros muchos papeles estaban unas hojas manuscritas por su compañero. Se

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levantó de su asiento con el sándwich aún en una mano. Rodeó la cama para alcanzarlos y se sentó en ella dispuesta a comenzar a leerlos.

No habían pasado aún diez minutos cuando Mulder salió del baño vestido con un simple vaquero, su sempiterna camiseta, descalzo y con una toalla en la mano. Tenía el pelo mojado y revuelto.

—“¿Que te ha parecido?”— Scully se sorprendió ante la súbita aparición de su compañero, entregada como estaba a la lectura.

—“¡Mulder!, me has asustado” — se llevó una mano al pecho e intentó componer su rostro de sorpresa. Volvió su vista hacia los papeles que tenía entre las manos, pasó con rapidez una hoja tras otra y se encogió de hombros —“Exceptuando los que has escrito acerca del escritor, la verdad que no he comprendido mucho más”— lo miró.

Mulder seguía de pie al pie de la cama, secándose el pelo con la toalla que lanzó sobre el escritorio cuando consideró que ya había terminado. Se sentó a su lado en la cama y tomó los folios escritos de manos de ella —“Ahora te explicaré. ¡Ah! Se me olvidaba, con los libros llegó esto”— se estiró sobre la cama hasta alcanzar el sobre con la carta de Karen que estaba sobre la mesilla y se la entregó a Scully. Ella la tomó y la leyó.

—“Son muy amables”— Scully cerró la misiva y la metió de nuevo en el sobre.

Mulder miró fijamente a su compañera, que manipulaba con cuidado y esmero el sobre—. “Dime, Scully, ¿qué piensas de todo esto?”— ella se detuvo con sus ojos fijos en aquel sobre alargado.

—“Realmente, Mulder, no lo sé—. Le dijo casi en un susurro, levantó su mirada para encontrarse con los ojos de él fijos en ella —Estaba casi convencida que encontraríamos a alguien culpable del asesinato del señor Baxter, pero ahora no sé qué pensar, esto es demasiado extraño. — volvió a fijar su mirada en el sobre que tenía entre las manos — No sé qué razones tienes para interesarte con todo esto, con los Jones, con el juego... de veras que no lo sé ni lo entiendo, pero ...— dudó antes de proseguir — ... una cosa si tengo clara, me gustaría encontrar una solución a este enredo, a este asesinato sin sentido y quizás tengamos que seguir tus métodos, por mucho que mi mente me diga que es algo completamente irracional y que no tiene ninguna base —Scully le tomó una mano y la presionó ligeramente con la suya —Confío en ti. No sé dónde nos va a llevar esto pero confío en ti”—.

Aquellas palabras, que salían desde lo más profundo del corazón de su compañera que de sus propios labios, inundaron a Mulder. Ella, que siempre necesitaba apoyarse en razonamientos científicos e hipótesis comprobadas y contrastadas, le decía que lo

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que él estaba haciendo estaba bien, que ella lo apoyaba y que estaría junto a él. Le sonrió y apoyó la otra mano encima de la de Scully.

—“Bien, pues tenemos mucho que leer aún.” — soltó la mano de su compañera y paseó la mirada por la habitación en busca de algo. Se levantó cuando pareció verlo. Scully continuó sentada en la cama, observando como su compañero recogía libros y papeles de aquí y de allá y los depositó sobre la cama. Se sentó en ella, obligando a Scully a volverse para poder mirarlo de frente. Ambos se encontraban uno frente al otro. Junto a Mulder había una montaña de documentos, libros y papeles.

—“No pretenderás que nos leamos todo eso ahora, ¿verdad?”— él la miró divertido.

—“Scully, si pretendiera leerme todo esto ahora, créeme terminaría aún más loco”— Mulder le sonrió.

Ella le devolvió la sonrisa —“¿Y eso es posible?”— la pregunta de Scully hizo que Mulder estallará en una sonora carcajada arrastrando con ella a la propia Scully.

—“Una pregunta más, Scully. — Le dijo cuando se repuso de su ataque de risa — ¿Qué te parecen los Jones y sus amigos?”— Scully se movió, sentándose de una manera más cómoda. Suspiró.

—”Me caen bien — dudó unos instantes — me siento cómoda con ellos y también... — miró hacía el techo.

—“¿También qué, Scully?”— le preguntó Mulder con interés.

—“...También siento una especie de envidia. — Miró a Mulder haciendo un gesto sencillo de negación con sus manos. — No me malinterpretes. Ellos tienen un trabajo que les gusta, una vida de la que ocuparse, unos amigos... Tienen una vida real. Nada de correr de un lado a otro. Nada de conspiraciones ni de llamadas a las tantas de la mañana. — Ella bajó la mirada y la depositó en sus manos que estaban en su regazo. — Por una vez en la vida me gustaría tener esa clase de vida”— Mulder asintió levemente con su cabeza. Vio cierta tristeza en el rostro de su compañera. En su loca carrera por desentrañar los Expedientes X habían dejado muchas cosas atrás, ambos habían dejado mucho tras de sí.

Mulder se obligó a centrarse en aquel montón de documentos que esperaban en sus manos —“Comencemos de una vez, Scully. Este Lovecraft tiene mucho que contarnos”—.

A Mulder le llevó casi una hora contarle a Scully lo poco que había podido leer y desentrañar de aquellos libros.

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—“¿Un hombre un poco extraño, no crees?”— le dijo Scully una vez que él terminó de hablar.

—“Este hombre era en los años treinta lo que ahora podría ser Stephen King o Koontz. Un mago del terror. Pero no un terror cualquiera, un terror que nace desde lo más oscuro y recóndito del ser humano. Tomó distintos elementos de las historias de grandes escritores de terror y miedo como Poe o Dunsany y lo fundió creando lo que muchos han llamado la última mitología del siglo veinte”—.

Scully miraba a Mulder algo perpleja, asintió —“Sí, en sus relatos reflejaba sus propios miedos y terrores. — alcanzó uno de los libros abiertos junto a ellos — Crear estos seres necesita de un alto grado de imaginación”—.

—“No sólo eso, Scully. Lovecraft, ayudados de colaboradores crearon, como nos dijo Wilson, una cosmogonía, un panteón de dioses en donde se reflejaba la eterna lucha del bien contra el mal. — Mulder se sentía entusiasmado con aquella figura que en los años treinta vivió en aquella ciudad y que fue tachado de loco — Además de lugares mágicos, libros rituales, sicarios a las órdenes de seres superiores...”—.

—”Me ha llamado la atención que algunos libros que crearon sus colaboradores y que eran absolutamente ficticios, fueran buscados en la vida real por las bibliotecas y las librerías de medio mundo”— Scully tenía ante sí un listado con nombres de libros, algunos de ellos con títulos ilegibles o en otros idiomas, y que pertenecieron sólo al mundo ideado de Lovecraft. Mulder asintió. —“Hasta tal punto la gente comenzó a creer que lo que escribía Lovecraft era real que comenzaron a buscar esos libros. Lovecraft era un ateo convencido pero tenía tal anhelo de un mundo trascendente que se creó un mundo místico imaginario, pero no te confundas, Scully, él sabía que era sólo eso, literatura, pura ciencia ficción.”—.

Scully ordenó los papeles que tenía ante ella y miró a Mulder a los ojos con expresión dubitativa —“Mulder, ¿qué hacemos documentándonos sobre este hombre que a todas luces fue un incomprendido y de cierta manera un excéntrico?”—.

Mulder se frotó los ojos con una mano —“Hay algo en todo esto que no me cuadra, Scully. Aún no sé lo que es, pero cuando llegue el momento, lo sabré”—.

Scully miró el reloj de su muñeca. Era casi la una. —“Bien, Mulder, creo que es hora que me vaya a dormir”— se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. La voz de Mulder hizo que se detuviera.

—“Mañana podremos seguir con todo esto. — Scully se volvió, alzó la cabeza para mirar al techo y asintió levemente — Que descanses, Campanilla”— ella volvió su cabeza hacia él y lo miró con una mueca en sus labios que se asemejaba a una sonrisa.

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—“¿De qué te ríes?”— preguntó Mulder intrigado al ver la cara de Scully. Ella abrió la puerta que daba al pasillo del hotel y se apoyó en el marco.

—“Sabes, Mulder, no consigo imaginarte de Peter Pan”— ella cruzó sus brazos frente a su pecho y le lanzó a Mulder una mirada escrutadora con sus grandes ojos azules entornados.

—“¿Y eso? A mí me parece que estaría muy bien en el papel de Peter Pan”— Mulder sonrió, casi enorgulleciéndose.

Scully ladeó la cabeza, miró a su compañero de arriba a abajo y de su boca salió un chasquido —“Quizá. Tal vez con la ropa adecuada...”— y con un gracioso movimiento de sus dedos en forma de despedida cerró la puerta.

Mulder se quedó pensativo —“¿Ropa adecuada?”— dijo en voz alta. Y su rostro se sonrojó de momento y miró hacia la puerta cerrada donde segundos antes había estado Scully. Visualizó la imagen de Peter Pan y sus características mallas color verde.

Les llevó casi todo en día siguiente el leer todo el material que les había enviado los Jones. Únicamente abandonaron la lectura para tomar un leve almuerzo en un bar cercano al hotel.

Se ilustraron más profundamente acerca del escritor y de su obra, que en gran parte fue publicada después de su muerte. Después de aquello se centraron en informarse sobre aquel juego basado en aquellas historias y que al día siguiente compartirían con los Jones y sus amigos, como crear personajes para el juego, reglas, escenarios...

Scully llevó su ordenador portátil hasta la habitación de Mulder y mientras su compañero se entregaba a la lectura compulsiva de todo aquel material, ella se propuso terminar el informe que le entregarían el lunes a Skinner.

La habitación seguía sumida en la más atroz de las desorganizaciones. Tan sólo Mulder era capaz de saber dónde había depositado tal o cual libro o donde estaban las anotaciones que había hecho. La caja vacía en donde le entregaron todo el material estaba en un rincón a la espera de volver a acoger todo aquellos libros y documentos.

De vez en cuando Scully levantaba la vista de la pantalla de su ordenador y miraba a Mulder. Tirado en la cama, cómodo y despreocupado, leía y toma notas. A veces se levantaba, tomaba otro libro y continuaba con el mismo ritual. De vez en cuando comentaba con Scully algunas de sus anotaciones o cualquier hecho que le hubiera llamado la atención.

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A última hora de la tarde dieron por finalizado el estudio de cuanto le había hecho llegar los Jones y ambos se dispusieron a embalarlo de nuevo en la caja para al día siguiente devolvérselo a sus dueños.

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TERCERA PARTE

Pasaba sólo un minuto de la hora en que habían quedado con los Jones y con sus amigos. Mulder y Scully estaban ante la puerta y llamaron al timbre. Ambos iban vestidos de manera informal, dispuestos a pasar un fin de semana maratoniano jugando a un juego que aún no conocían. Mulder cargaba con la caja que Karen le enviara al hotel.

Escucharon pasos al otro lado de la puerta y esta se abrió. Un sonriente James les dio la bienvenida.

—“Agentes Mulder, agente Scully, por favor pasen y considérense en su casa”—. James cerró la puerta tras ellos. Scully le sonrió ante tal muestra de confianza.

—“Esto debe ser los libros que les envió mi mujer. — dijo James señalando la caja que Mulder sostenía, este asintió — Déjeme ayudarle” — y tendió los brazos hacia Mulder para que este depositara la caja. James la tomó con una sonrisa en sus labios. Mulder y Scully permanecieron en el vestíbulo mientras James abría una puerta y entraba en una habitación. Desde el fondo del pasillo y proveniente de lo que Scully y Mulder adivinaron era la cocina, una sonriente Karen se dirigía hacia ellos. Les estrechó las manos.

—“Agentes, es un placer volver a verlos. — miró a uno y luego al otro — Espero

que le haya servido todo lo que le envié”—.

—“Hemos tenido oportunidad de informarnos con profundidad, ¿verdad, Scully?”— le dijo Mulder volviéndose hacia donde estaba su compañera. Scully también asintió.

—“Creo que hemos llegado demasiado pronto”— Scully miró su reloj. Karen la imitó y negó levemente con su cabeza.

—“En absoluto. Los demás aún no han llegado pero les aseguro que no tardaran en hacerlo”— aún no había finalizado de hablar cuando el timbre de la puerta sonó y todos dieron un leve respingo.

—“¿Ven lo que les decía?— Karen se dirigió con una sonrisa en los labios hacia la puerta – Suelen ser muy puntuales”— Y abrió la puerta. Al otro lado estaban Henry y

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Wilson. Entraron en la casa, besaron a Karen en ambas mejillas y tendieron las manos hacia ambos agentes para estrechárselas.

—“Veo que están dispuestos a pasar el fin de semana descubriendo el mundo del rol, agentes”— Wilson se dirigió a ellos de una manera formal y seria. Tanto Mulder como Scully asintieron casi al unísono.

—“Wilson ha preparado una campaña para que ustedes se puedan incorporar — James puso la mano en el hombro de su amigo y lo miró. Este sonrió. —”Espero que les gusté la experiencia. Nosotros llevamos años jugando y nos encanta”—.

Karen paseó la mirada por todas aquellas personas que ahora ocupaban el vestíbulo de su apartamento. —“Chicos, podéis dejar vuestros abrigos en el armario— se refirió directamente a Henry y a Wilson – Si me acompañan, ustedes pueden dejar sus cosas en la habitación”— y esperó a que Mulder y Scully los siguiera.

Pasaron ante la puerta que daba al despacho de Karen y en donde tuvieron la primera entrevista con ella. Al fondo podían ver la cocina y antes de ésta cinco puertas más a ambos lados del pasillo daban paso a sendas habitaciones. Pararon ante una de las puertas que estaba situada a la izquierda del pasillo. Karen les abrió la puerta y pasó delante de ellos. La habitación contenía una sola cama individual, un armario y un pequeño y gracioso sifonier. Karen se adentró en la habitación y se paró junto a la cama. Al fondo se podía oír el timbre el teléfono.

—“Si quieren pueden dejar sus cosas aquí. Normalmente cuando jugamos todo el fin de semana, tanto Henry como Wilson se quedan a dormir, pero ellos se apoderan de los sofás del salón— se encogió de hombros en una actitud graciosa — Además, no iba a permitir que ustedes durmieran en un sofá — Scully miró a Mulder y reprimió una risa — Si no les importa compartir habitación podrán descansar aquí — se agachó y levantó la colcha que cubría la cama descubriendo otra cama bajo esta — Normalmente la utiliza mi hermana cuando viene de visita”— aclaró Karen irguiéndose de nuevo.

Mulder negó con la cabeza con una media sonrisa en sus labios y mirando de reojo a su compañera. Scully a su vez se sintió sorprendida ante tal invitación. No había pensado en tener que dormir aquella noche, pero por lo que había dejado entrever Karen descansarían en aras de proseguir la partida al día siguiente.

—“Les dejó un momento— Karen se volvió de nuevo hacia la puerta — En el armario encontrarán toallas y el baño es la puerta de al lado. Les esperamos en el salón”— y salió dejando la puerta cerrada.

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Mulder se volvió a Scully, la miró de frente y se frotó las manos —“Bien, Scully, ¿arriba o abajo?”— la característica sonrisa sarcástica de Mulder se apodero de su cara. Scully lo fulminó con la mirada y lo amenazó con uno de sus dedos ante los ojos de Mulder. Él se encogió de hombros con cara de inocencia —“Sólo te preguntaba qué cama preferías”— Scully dejó su abrigo sobre la cama.

—”No pensé que fuéramos a dormir”— Scully se volvió. Mulder se sentó sobre la cama. Ella se acercó al armario y abrió una de las puertas.

—“Pues parece que sí, al menos eso ha dicho Karen”— se impulsó sobre la cama y dio unos pequeños saltitos para comprobar su firmeza. —“Al menos no llegaremos a Washington el lunes con unas ojeras hasta los tobillos — miró la espalda de Scully con ojos entornados — ¿O es que te molesta compartir conmigo la habitación? — Se encogió de hombros inocentemente — Quizá sea demasiado para tu autocontrol, Scully”— y una toalla voló por la habitación para terminar sobre la cara sonriente de Mulder.

Mulder y Scully salieron a los pocos minutos de la habitación. Allí habían dejado sus abrigos y tan sólo llevaban con ellos las cartucheras de sus pistolas enganchadas en la parte de atrás del pantalón de ambos. Era una norma del FBI, nunca alejarse de sus armas. Se dirigieron hacia la sala donde estaban reunidos los Jones con Wilson y Henry. James estaba de pie ante un cajón de uno de los muebles que había en la habitación y de él sacaba lo que parecían útiles de escritura, sobre todo lápices y gomas de borrar. Henry y Wilson estaban sentados en uno de los sofás y charlaban animadamente y Karen estaba de pie apoyada sobre la mesa hablando por un teléfono inalámbrico. Cuando vio entrar a los agentes les sonrió y colgó la llamada. Se dirigió a ellos.

—“Por favor, pasen y siéntense – Mulder y Scully les hicieron caso y tomaron asiento uno junto al otro — Era Kate, dice que tiene algunos problemillas con su perro — James se volvió para mirar a su mujer — En cuanto los solucione viene hacia aquí, que ella cree será dentro de una media hora — miró a todos los que estaban sentados — Como sabe que los agentes tienen que fabricarse sus personajes me ha dicho que Wilson comience y que ella ya llegará antes de que empezar la partida”—.

Karen fijó su mirada en el arma que ambos agentes llevaban. Scully vio la cara inicial de sorpresa de Karen e instintivamente se llevó la mano a la cartuchera en una torpe señal de disculpa por llevar el arma dentro de la casa. Karen le hizo una señal con la mano, evitando que Scully emitiera una disculpa. Se acercó a ella.

—“No se preocupe, agente Scully. Las normas son las normas”—.

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Scully miraba fijamente a aquella mujer que se mostraba tan afable con todos. Al llegar se había sentido un poco extraña pero poco a poco se sentía más y más cómoda. Karen miró a Wilson y le hizo una señal con la cabeza.

—“Wilson, tú dirás”— el hombre, ataviado con la ropa formal que lo caracterizaba pero sin vestir corbata, se levantó de su asiento y fue hacia la mesa de donde cogió papeles, lápices, una carpeta de piel marrón con solapa y una pequeña caja de metal redonda. Miró a Mulder y a Scully.

—“Lo primero que hemos de hacer es fabricar sus personajes y eso lo hace cada uno individualmente. Yo voy dándoles las pautas— fijó su mirada en Mulder y luego en Scully – puede comenzar cualquiera de los dos”—.

—“¿Y por qué se hacen los personajes cada uno por separado?”— Scully miró a Wilson de pie ante ella. Wilson la miró.

—“Verá, agente Scully, cuando usted se fabrica un personaje este posee ciertas cualidades y habilidades que los otros no tienen por qué conocer al igual que yo no conozco cuáles son sus habilidades”— Scully reflexionó unos momentos y asintió.

—“¿Entonces eso quiere decir que al principio los personajes no se conocen entre sí?”— intervino Mulder.

Wilson miró a Mulder —“Así es. A no ser que se establezca una relación previa entre ellos que no impida el que se conozcan”— ambos, Mulder y Scully miraron a Wilson. Este prosiguió.

—“Ya lo comprobaran durante el juego. Además hay una serie de situaciones en las que cada uno de ustedes tendrá que decirme por separado, bien cara a cara o bien por escrito, cual es la acción que van a emprender — se encogió de hombros — es como en la vida real. De antemano no conoces lo que va a hacer el otro hasta que ves lo que realmente hace”. Mulder se puso de pie casi automáticamente.

—“Si no te importa, Scully, comenzaré yo”— y dio un paso hasta estar junto a Wilson. Este asintió.

—“Puedes ir a mi despacho. Allí estaréis cómodos”— les dijo Karen. Y Wilson salió de la habitación seguido de Mulder.

—“Bien, pues mientras esperamos a que el agente Mulder haga su personaje, yo voy a preparar algo para cenar más tarde”— anunció Karen. James seguía sacando papeles del cajón y de vez en cuando de la caja que les habían devuelto Mulder y Scully. Henry se levantó y fue hasta James para ayudarlo en su búsqueda y en los preparativos.

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—”Si no te importa, Karen, te ayudaré encantada”— Scully se levantó y fue hasta su anfitriona. Esta la miró con franqueza y amabilidad.

—”No, por supuesto que no”— y se dirigió hasta la cocina seguida de cerca por Scully.

Wilson entró en el despacho y encendió la luz, dejó pasar a Mulder y cerró la puerta para evitar ser molestados. Todo estaba tal y como Mulder lo recordaba, incluso el teléfono móvil de Karen, aunque ahora desconectado, seguía sobre la mesa del despacho. Wilson le indicó a Mulder que se sentara y él hizo lo mismo en la silla contigua. Puso una hoja de papel que parecía un cuestionario sobre la mesa, además de lápiz, goma de borrar, una carpeta de piel que llevaba en la mano y la pequeña caja metálica. Mulder miraba con curiosidad cómo aquel hombre preparaba casi con reverencia aquellos útiles. Tomó la caja y la abrió. De su interior sacó dados parecidos a los que habían visto en aquella librería. Había seis dados comunes de seis caras, dos dados de diez caras, un dado en forma de pirámide, o sea de cuatro caras; un dado de ocho caras y otro de veinte.

—“Bien, agente Mulder. Lo primero es ponerse un nombre. El que usted quiera” — Mulder primero lo miró y luego garabateó algo en aquella hoja que no era un cuestionario como él había pensado, era según encabezaba la página, una hoja de personaje.

Wilson miró por encima del hombro de Mulder. Cuando este hubo acabado volvió a mirar a Wilson.

—“¿Y ahora? – Estaba intrigado cómo se desarrollaría aquella fabricación de un personaje. Había leído en los manuales cómo era pero llevarlo a la práctica era algo distinto. —“Ahora comenzaremos a hacer las tiradas que determinaran sus características principales y cuál debe ser su profesión. De ellas saldrán las habilidades que usted posee”— Mulder asintió levemente.

—“¿Y la profesión puede ser cualquiera que yo escoja?”— Wilson le sonrió levemente. —“Agente Mulder, piense que nuestro juego se desarrolla en los años veinte. Un ingeniero en telecomunicaciones, por ejemplo, no tiene mucho sentido en esa época. A no ser que usted llame ser ingeniero a pasarse todo el día con el telégrafo y escribiendo en morse”— Mulder alzó las cejas.

—“No, es cierto, pero tenía la esperanza de ser un operador de telemarketing que no tiene que salir de casa para trabajar”— Wilson soltó una carcajada, tomó cuatro de los cinco dados de seis caras y se los puso a Mulder en la mano.

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—“Comencemos”— y Mulder arrojó sobre la mesa los dados.

En la cocina, Scully y Karen se disponían a preparar la cena que tomarían aquella noche. Karen abrió la nevera y de ella comenzó a sacar verduras para preparar una ensalada y otros alimentos.

—“Dime lo que voy haciendo, Karen”— esta se volvió y miró a Scully que estaba ante la mesa de la cocina. —“Si no le importa, agente Scully, puede ir enjuagando la verdura”— Scully se sintió un poco molesta ante el trato tan formal que le dispensaba Karen ya que ella no había dudado ni un segundo en permitirle llamarla por su nombre de pila.

—“Si no te importa, Karen, puedes llamarme Dana”— Scully le sonrió y Karen le devolvió la sonrisa. —“Bonito nombre, Dana”—.

Comenzaron a preparar lo que sería la cena, que consistiría en una ensalada vegetal, pasta y sándwiches de salmón. Tanto Karen como Scully se entregaron a la labor en silencio.

Fue Karen la primera en romper el hielo —“Dígame, Dana ¿Lleva mucho tiempo en el FBI?”— le preguntó Karen levantando levemente su mirada.

Scully cesó por un momento lo que estaba haciendo y reflexionó antes de contestar.

—“Casi diez años”— desde la ventana frente a Karen entraba la luz artificial de la calle e iluminaba el rostro de la mujer. Karen asintió con un corto movimiento de cabeza.

—“Es mucho tiempo — volvió su cabeza hacia donde se encontraba Scully — Debiste entrar a formar parte del cuerpo muy joven”— Scully hacía tiempo que no pensaba en ello. Realmente era muy joven cuando ingresó en el FBI, joven e inexperta, y no sabía todo lo que aquella decisión acarrearía en su vida.

—“¿Y todo ese tiempo lleva como compañera del agente Mulder?”— Scully dejó el cuchillo sobre la superficie de la mesa y fijó su mirada en él. La superficie de metal resplandecía ante la luz eléctrica del techo y por un momento ella misma se vio reflejada en su superficie.

Levantó la mirada, despacio y miró a Karen. Aquella mujer la intrigaba. Indudablemente era más joven que ella pero la rodeaba un aura que pocas personas jóvenes que ella conociera poseían. Negó con un movimiento casi automático.

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—“No, estuve dos años enseñando medicina en la Academia. Después fui destinada a trabajar junto al agente Mulder — Scully sonrió para sí misma al recordar su encuentro con Mulder — De eso hace casi siete años”—.

Karen la escuchaba pero no cesó en sus tareas, se movía con agilidad en la cocina, con movimientos precisos, sin inútiles idas y venidas y sin pérdidas de tiempo. Scully creyó que seguiría preguntándole pero la mujer continuó con su trabajo. Silencio.

—“Es mucho tiempo junto a un compañero”— la afirmación de Karen tomó a Scully por sorpresa tras el instante de mutismo en el que se habían sumido. Karen dejó lo que estaba haciendo, se limpió las manos bajo el agua, las secó y enfrentó a Scully que la miraba intrigada.

—“Espero no haber metido la pata al hacer que ustedes compartieran la habitación”— el rostro de la joven mujer era el reflejo de una sincera preocupación. Scully movió la cabeza negando.

—“No, en absoluto, no importa”— no sabía el motivo por el que se sentía empujada a escuchar, a hablar si llegara el caso con aquella mujer, casi desconocida para ella. En sólo unos pocos días y unas cuantas formales conversaciones sintió que era alguien en quien confiar. Definitivamente, Karen Jones tenía algo especial.

—“Mulder y yo hemos pasado muchas cosas juntos”— Scully esbozó una tímida sonrisa que le fue correspondida. Karen dio un paso hacia ella, acortando la distancia que las separaba, se apoyó sobre uno de los muebles de la cocina y cruzó los brazos delante del pecho.

—“El agente Mulder es alguien importante para ti, ¿verdad?”— Scully no se sorprendió ante la revelación de Karen. Ella, que siempre había intentado ocultar sus sentimientos, sus temores, sus anhelos bajo una fría capa de autocontrol, se sentía transparente ante aquella mujer. Encontró los ojos oscuros de Karen fijos en ella y no pudo por menos que asentir, tímida primero pero contundente después. Scully sintió que un ligero rubor le subía por las mejillas. —“Sí, así es... Es mi compañero, mi mejor amigo, mi...”— Karen levantó dulcemente la mano derecha y Scully calló.

—“Déjame contarte algo. Después de eso serás tú quien tenga la palabra”. Separó dos sillas de en torno a la mesa, tomó asiento en una de ellas e invitó a Scully a que se sentara en la otra, frente a ella. Scully hizo lo que le pidió.

—“Conocí a Wilson, James y Henry en la Universidad Brown —comenzó Karen — Estudiábamos el último curso de bachillerato, aunque en institutos diferentes. Coincidimos en una conferencia que organizaba la universidad para los futuros estudiantes. Allí nos vimos todos por primera vez. Incluso Kate que, aunque menor

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que nosotros, también estaba allí. Ella siempre fue una chica aplicada en los estudios y llevaba un par de años de adelanto con respecto a los chicos de su edad. Conectamos desde el principio. Henry y James se conocían de antes — explicaba Karen pausadamente y Scully la escuchaba — pues estudiaban juntos desde el comienzo del instituto. Aun teniendo planes bien distintos con respecto a qué carrera elegir, todos accedimos a la universidad pero en ramas distintas. Pero eso no impidió que nuestra floreciente amistad — el rostro de Karen reflejaba la felicidad con la que recordaba aquellos años de juventud, sus ojos resplandecían — se nos podía ver por el campus siempre juntos; Kate, Henry, Wilson, James y yo. Éramos como los mosqueteros, amigos de los que pocos quedan. Casi al final del último año de universidad, James y yo nos dimos cuenta que, aunque amigos, nos unía algo más, algo más fuerte y más profundo que la propia amistad — Karen estiró la mano izquierda ante Scully y le mostró el anillo de bodas — Nos casamos siete meses después. De eso hace ya casi seis años”—.

Scully miraba a Karen en silencio — “Y hemos continuado con nuestra amistad con Henry, Wilson y Kate— prosiguió de repente — pero James sigue siendo mi mejor amigo”—.

Scully terminó de escuchar el relato de la vida de Karen. Esta extendió las manos hacia Scully y tomó las de la agente entre las suyas. Scully se sorprendió ante semejante expresión de amistad y de cercanía, pero se sintió bien con aquel gesto de Karen.

—“Amar a alguien, Dana —Karen se acercó a Scully hablando casi en un susurro — no significa que deje de ser tu amigo”—. Scully se quedó en silencio. Karen lo había dicho todo por ella. Scully bajó su mirada, Karen soltó de entre sus manos las de Scully, se levantó con lentitud de la silla y acudió de nuevo ante la encimera de la cocina donde estaban los alimentos.

Un leve toque en el marco de la puerta sacó a Scully de sus propios pensamientos. Allí estaba Henry, con una mano apoyada en la madera. Karen se volvió para mirar a su amigo.

—“Karen, Wilson ha terminado con el personaje del agente Mulder— hablaba con tranquilidad, la misma que emanaba en cada momento, se dirigió directamente a Scully — Cuando quiera puede comenzar usted”— y abandonó el hueco de la puerta dando un giro.

Scully se levantó de la silla y miró a Karen. Esta a su vez la miraba con una sonrisa en su boca y en sus ojos. Le hizo un gesto con la cabeza.

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—“Vaya, Dana. Wilson la estará esperando en el despacho— sin decir nada Scully se dirigió a la puerta de entrada de la cocina — ¡Ah! Dana — la llamó Karen — Créese un buen personaje. Los mejores, créame, son los que no tienen nada que ver con uno mismo”— y le guiñó un ojo.

Scully se dirigió al despacho, abrió la puerta. Allí estaba Wilson esperándola. Ella entró y cerró la puerta.

Cuando Wilson y Scully salieron del despacho, con la hoja del personaje que ella misma se había creado, quince minutos después, en el salón se encontraban todos, incluida Kate que se levantó de su asiento, se acercó a Wilson lo besó en la mejilla y saludó a Scully con un formal apretón de manos.

Charlaban animadamente, también Mulder que parecía sentirse cómodo en la reunión. La habitación había cambiado un poco; la mesa rectangular que cuando ellos llegaron estaba delante del mueble—librería ahora se encontraba en el centro rodeada de seis sillas. Sobre la mesa hojas como la que ahora llevaba Scully en la mano, seguramente las hojas de personajes de sus anfitriones y sus amigos.

Wilson dejó sobre la mesa la pequeña caja metálica que contenía los dados y la carpeta de piel. James, sentado junto a Mulder y al ver a su amigo frente a la mesa, se levantó.

—“Bien— unió sus manos en un sonoro golpe — Creo que es hora de comenzar”— Wilson asintió con la cabeza y con aire de solemnidad indicó que fueran tomando asiento. El primero en sentarse fue Henry, ocupando la cabecera de la mesa, a su derecha Karen y frente a ella Kate. Mulder ocupó el lugar a la derecha de Karen y Scully se sentó frente a su compañero, dejando a James que ocupara el otro extremo de la mesa. Wilson dejó que todos se acomodaran y tuvieran delante sus respectivas hojas de personajes.

—“Lo primero será... — Scully hizo un leve movimiento apenas perceptible, se movió nerviosa en su silla. Al mirarla Mulder se percató enseguida de la reacción espontánea de su compañera y le tendió la mano hacia ella por encima de la mesa.

—“Relájate, Scully, seguro que nos divertimos”— todos miraban a ambos agentes y sus ojos iban de uno a otro. Scully sintió los ojos de Karen sobre ella, que la miraba con una amplia sonrisa. Scully volvió la cabeza hacia su derecha y vio a Kate observándola fijamente.

—“Al principio, todos estábamos un poco nerviosos, agente Scully— Kate se rio divertida y volvió la cabeza hacia Karen — Karen, cuéntale tus primeros pasos en una

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partida”—. Aquella idea fue acogida por todos. Henry le puso una mano sobre el hombro de su amiga y Wilson la animó con la mirada a contar aquella anécdota.

Karen encerró su cara entre sus manos en su signo de vergonzosa actitud, levantó la cabeza, sonreía abiertamente.

—“Bien, agente Scully — volvía a referirse a ella con el tratamiento formal – En la primera partida que jugamos, todos estábamos nerviosos ante esa nueva experiencia — dirigió su mirada hacia Mulder que la escuchaba atentamente — Era algo nuevo para nosotros, excepto para Wilson que él sí tenía experiencia — respiró profundamente y señaló con la cabeza a Wilson que la miraba con sorna — Comenzamos la partida y la primera en jugar fui yo. Al <señor>— señaló con un dedo acusatorio a su amigo allí de pie – se le ocurrió que debía ser yo quien comenzara. Comienza diciéndome que llego temprano a la universidad donde mi personaje imparte clases, inusualmente temprano. En el vestíbulo de la universidad veo un cuerpo. Está inconfundiblemente muerto, me dice. Está pálido y su cuello se encuentra en un ángulo extraño, señal inequívoca que está roto — Scully seguía con atención el relato de Karen — ¿Qué haces, Karen? me pregunta— soltó una pequeña carcajada poniendo cara de estar volviendo a vivir aquel episodio pasado — Lo pienso un instante y le digo que me acerco al muerto, que lo miro y ... ¡le digo hola!”— todos, incluidos Mulder y Scully estallaron en risas. Scully se imaginaba la situación y más aún aumentaba su risa. Evidentemente Karen no había visto muchos cadáveres en su vida, pensó para sí.

Aquella experiencia contada por Karen hizo que Scully se relajara. Sonrió a Mulder, que a su vez le devolvió la sonrisa y movió la cabeza hacia Wilson que los miraba. Scully asintió y Wilson la imitó.

Wilson, de pie ante todos los ocupantes de aquella mesa, cerró los brazos delante de su pecho y se preparó para comenzar.

—“Es final de curso. Sólo quedan unas semanas para que la universidad se quede vacía. En el periódico de Boston, en la sección de varios aparece el siguiente anuncio”— toma de la carpeta de piel de delante de si un papel escrito, lo sitúa en medio de la mesa y habla en voz alta—.

“Grupo de Historiadores busca para expedición un

profesor especialista en cultura precolombina y un

médico. Interesados ponerse en contacto con el dpto.

de Historia de la Universidad Brown, a la atención

de Elizabeth Montgomery”

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Todos, uno por uno van tomando el papel y leyéndolo en voz baja. Wilson mira directamente a Henry que está el extremo opuesto de la mesa.

—“A la semana de aparecer el anuncio recibís un par de cartas, obviamente vuestro anuncio — señala a sus cuatro amigos — no ha tenido mucho éxito. Una está matasellada en Boston y otra en Nueva York— hace una pausa — Contestáis a ambas cartas y citáis a los interesados para la semana siguiente”— Wilson cesó su monologo, rodeó la mesa y se colocó al lado de Karen, teniendo ahora frente a él a James, a Mulder y a Scully.

—“Llega el día. En el departamento de Historia de la universidad estáis tú, — señala James con el dedo – y vosotros tres – señala también a Kate, Karen y Henry — Charláis animadamente. Entonces escucháis un toque en la puerta y uno de vosotros se levanta a abrir — todos seguían el relato de Wilson con atención — Al abrir veis al otro lado a una mujer joven — con la cabeza señala a Scully — la dejáis pasar sin decir nada y cerráis la puerta tras ella” — Scully miraba con atención a Wilson. Efectivamente su personaje había hecho entrada ya en el juego.

—“La puerta no ha hecho más que cerrarse — continua Wilson— cuando un nuevo golpeteo proveniente de la puerta se escucha en la habitación. La persona al otro lado de la puerta no espera a ser invitado a entrar, abre un poco y asoma la cabeza por el hueco”— Wilson mira a Mulder. —“Le invitáis a pasar. En la habitación os encontráis ahora los seis. Ahora sois vosotros”— abre sus brazos indicado con el gesto que es el turno de ellos.

James toma la palabra —“Bien, pues comenzamos a presentarnos — mira a Wilson y después desvía su mirada hacia Mulder y Scully — Yo soy Malcom Washington y soy profesor de Historia antigua con una tesis en cultura japonesa”— James miró a su mujer al otro lado de la mesa.

—“Mi nombre el Georgina Anderson y soy doctora en arqueología”— dijo Karen presentando a su personaje.

—“Elizabeth Montgomery. Yo fui la que puso el anuncio. Al igual que Malcom soy profesora de historia antigua en esta universidad”— terminó Kate.

Henry era el último en hablar —“Mi nombre es John Pickman y soy escritor, la oveja negra entre tantos eruditos”— los demás se rieron. Ahora era el turno de Mulder y Scully de presentar a los personajes que habían ideado.

Mulder tomó la palabra mirando primero a Scully, quien con la cabeza le indicó que fuera él el primero en hablar. Se movió un poco en la silla y se volvió su cabeza hacia la izquierda.

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—“Pues yo me llamo Rob Petrie — Scully al escuchar aquel nombre alzó las cejas entre sorprendida y divertida, Mulder la miró de reojo pero no se molestó en mirarla de frente porque sabía que se iba a encontrar con una Scully que se reiría de él — y soy profesor de historia en la universidad de Boston. Hice mi tesis sobre las antiguas culturas mayas y precolombinas”— y ahora miró de frente a Scully que se sorprendió ante la rápida reacción de su compañero.

—“Bien... — balbuceó Scully — mi nombre es Helen Trent y soy doctora en medicina — a Mulder se le escapó una pequeña risa. Scully lo miró y lo petrificó con la mirada.

La partida comenzó sobre las nueve de la noche, al principio no parecía nada alentador hasta que fueron rompiendo el hielo y Mulder y Scully se fueron metiendo en sus propios personajes y en el ambiente del juego.

Era casi las once y cuarto cuanto hicieron una pausa para cenar. Ninguno de ellos se había detenido en mirar el reloj hasta que Karen anunció que era hora de cenar y se levantó. Cuando esta lo hizo y se dirigió a la cocina seguida de Kate y Henry, los demás se apresuraron a levantarse también y despejar la mesa para poder cenar.

—“Conque Rob Petrie ¿eh?”— le dijo Scully con sorna. Mulder se acercó al oído de Scully.

—“Es que me quedé con ganas que me prepararas aquel sándwich... mujercita”— le dijo en su susurro.

—“Eres muy original, Mulder, al volver a elegir ese apellido”— Mulder alzó una ceja y la miró.

—”Habló la señorita original que ha elegido el nombre de su mejor amiga y como apellido el nombre de su ahijado”— odiosamente fotográfica de Mulder, pensó Scully. No le dio tiempo de responderle, en ese mismo instante entraba Kate, seguida de Henry y Karen con la cena y todos los utensilios para ella.

La cena transcurrió en un ambiente jovial y desenfadado. Los Jones y sus amigos rememoraban anécdotas de juegos pasados y disfrutaban recordándolas. Mulder y Scully los escuchaban con atención y diversión.

Volvieron al juego cuarenta minutos después. Entre todos despejaron la mesa y se volcaron de nuevo en el juego.

Nadie se dio cuenta de la hora que era hasta que Kate se levantó de la mesa.

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—“Lo siento, pero tengo que marcharme o mañana no podré seguir jugando”— Scully la miró. Pensó que todos iban a pasar allí la noche. Kate vio el rostro extrañado de la agente —“Yo no suelo quedarme a dormir, agente Scully. Vivo a tan sólo unas manzanas de aquí, además está mi perro”— se encogió de hombros como disculpándose.

Karen se levantó al igual que Kate —“Nos vemos mañana”— e hizo un gesto de despedida con la mano. Las dos amigas se dirigieron hacia la puerta de entrada. Henry las imitó y se levantó también saliendo tras ellas. Se escuchó la puerta cerrarse y Karen volvió a entrar en la habitación seguida de Henry, que portaba en sus brazos un par de almohadas y mantas que depositó sobre el sofá. James se levantó y con él todos los demás. Miró el reloj. Las tres y veinte de la mañana.

—“Creo que para ser el primer día de juego de los agentes por hoy es suficiente — miró a Wilson — ¿A qué hora crees que podemos comenzar mañana?— Wilson se encogió de hombros.

—“Kate estará aquí sobre las nueve y media. Creo que comenzar sobre las diez estaría bien”— todos volvieron la cabeza hacia Karen, que estaba apoyada en uno de los sofás. James asintió. Scully y Mulder miraron a unos y otros.

—“Entonces buenas... — levantó su muñeca y miró el reloj — no sé si noches o casi días. Que descanséis de todos modos”— James le hizo un gesto de despedida a Mulder y Scully con la cabeza y salió de la habitación. Scully y Mulder imitaron a James y salieron de la habitación seguidos de Karen, que les deseó buenas noches en el pasillo.

Cuando Scully abrió la puerta de la habitación y encendió la luz, la cama que esa tarde descansaba bajo la otra ahora estaba en medio de la habitación, separada de la cama gemela por casi un metro. Mulder entró tras ella y cerró la puerta. Se dirigió a la primera de las camas y se tumbó boca abajo. Scully se sentó sobre la otra.

—“¿Te lo pasas bien, Scully?— la voz de Mulder sonaba distorsionada y amortiguada por el colchón. Giró la cabeza y la apoyó en la almohada para mirar a su compañera. Una tenue luz bañaba a Scully por detrás proveniente de la ventana. Los visillos permitían que la luz de la luna se introdujera en la habitación.

Scully alzó las cejas y miró al techo. Respiró profundamente, bajó los ojos y miró a Mulder.

—“Es un juego interesante, en nada parecido a cualquier cosa que yo haya jugado antes”— se encogió de hombros. Mulder asintió torpemente, su cabeza estaba en una postura un tanto forzada. Se incorporó en la cama y se sentó en ella, quedando frente a

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Scully. La miró fijamente, hasta que los ojos de su compañera se detuvieron en los suyos.

—“Dime, Mulder — se acercó un poco más a él — ¿Realmente crees que podremos sacar algo de aquí? ¿Que esto nos ayudará a esclarecer algo?”— los ojos de Scully seguían fijos en los de él. Mulder no apartó la mirada y la sonrió levemente.

—“Espero que sí, Scully. Quiero creer que sí”— Scully se levantó de su cama y se sentó al lado de Mulder, despacio.

—“¿En qué piensas?”— Mulder sólo veía ahora el lado izquierdo del rostro de Scully. Ella miraba al frente, a la ventana, pensativa.

—“Hay algo extraño...— bajó la mirada y la posó en sus manos —no sé si soy yo o es el ambiente, pero me siento...”— un mechón se escapó de detrás de la oreja de Scully cubriéndole parcialmente su perfil. Mulder continuó mirándola.

—“¿Fuera de lugar?”— preguntó Mulder.

Scully negó suavemente con la cabeza —“No, no es eso. Me siento extraña. Es como si mi mente dijera <ves Dana, así podría ser tu vida ahora>”— levantó la mano para despejar el cabello de su rostro. La mano de Mulder fue más rápida y colocó dulcemente el mechón de pelo de nuevo en su sitio. Scully aceptó el gesto de su compañero con naturalidad, bajó de nuevo su mano y continuó mirándolas, unidas.

—“¿Pero sabes qué? — negó con la cabeza con un ligero movimiento que soltó de nuevo el rebelde mechón — Mi vida es está — abrió sus manos, con las palmas extendidas hacia arriba, giró la cabeza hacia Mulder encontrando los claros ojos de su compañero fijos en ella a sólo unos centímetros — Y esta la vida que quiero vivir — aquello era casi un susurro — No vale inventarse otra o pensar en que hubiera sido de Dana Scully en otras circunstancias. — Volvió a negar — No vale el pensar que sería llevar otra vida, con otro trabajo, con otras perspectivas... con otros compañeros. Esta es mi vida y es la que quiero vivir” – le sonrió ligeramente.

Él le correspondió con otra. Scully volvió su cabeza de nuevo hacia el frente, con la sonrisa aún dibujada en sus labios y una expresión de calma.

Mulder le apartó de nuevo el mechón de la cara y se acercó a ella, con un movimiento lento, apenas perceptible, acortando la escasa distancia entre ellos. Scully, con su mirada puesta en la ventana frente a ella y en los árboles que eran mecidos por un suave viento se levantó.

—“Buenas noches, Mulder”— le dijo mirando aún la ventana.

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—“Buenas noches, Scully”— Mulder se irguió y miró como Scully se tumbaba en la cama de al lado y volviéndose con el rostro hacia la ventana le daba la espalda.

Un dulce aroma a café despertó a Mulder. Miró su reloj. Las ocho menos cuarto. Quien hubiera preparado aquel café era un madrugador teniendo en cuenta las pocas horas de sueño que habían tenido.

Miró hacia su derecha. Scully seguía dormida. Estaba vuelta hacia él y su pelo se extendía sobre la blanca almohada destacando aún más su color rojizo. Demoró unos segundos su vista en ella y recordó la conversación de la noche anterior, mejor dicho de horas atrás se corrigió. Despacio y procurando hacer el menor ruido posible se levantó de la cama y salió de la habitación.

La cocina estaba inundada con la luz del sol. James estaba sentado a la mesa con una taza de café ante él y el periódico extendido sobre la superficie de la mesa, sosteniendo una de las páginas con la mano izquierda. Mulder se paró ante el umbral de la puerta.

—“Buenos días”— saludo Mulder. James levantó la cabeza del periódico.

—“Ah, agente Mulder. Buenos días. No le había oído entrar— dejó la taza en el platillo— ¿Le apetece un café?”— se levantó sin darle oportunidad a negarse.

Mulder se acercó a la mesa y se sentó ante ella. James le sirvió el café y lo puso ante él. Se sentó de nuevo a terminar su desayuno.

—“¿Ha descansado bien?”— le preguntó James.

Mulder tomó un sorbo de café y asintió —“Todo lo bien que se puede después de cinco horas de sueño”— dejó la taza ante él.

James asintió sonriente y continuó con su lectura brevemente, pasando una hoja tras otra. Pocos segundos después cerró el tabloide y se lo tendió a Mulder.

—“¿Quiere echar un vistazo?”— Mulder tomó el periódico de la mano de James. Este se levantó de nuevo de su asiento.

—“¿Qué le pareció ayer el juego?”— la voz de James sonaba despreocupada. Mulder levantó la mirada de uno de los artículos que había llamado su atención.

—“Interesante... y muy imaginativo”— Mulder miró a su anfitrión que se encontraba ante él, de pie.

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James le sonrió —“Espero que cuando se vayan de aquí hayan pasado un buen rato”—.

—“Todos ustedes son muy amables”— era cierto aquello que le había dicho. Se encontraba a gusto entre aquella gente. Por una vez en su vida no se veía a sí mismo como un bicho raro; aquí no le precedía su fama de Mulder el siniestro y tenía la firme convicción que aquello no le importaría a aquella gente. Al igual que a Scully tampoco le importó siete años atrás. Su mente volvió a su compañera que aún dormía en la habitación.

En aquel momento entró Karen en la cocina con una resplandeciente sonrisa y el pelo recogido. “Buenos días a ambos”— se acercó a su marido y le dio un fugaz beso en los labios y dedicó a Mulder una radiante sonrisa.

—“¿Ha descansado bien, agente Mulder?”— este asintió.

—“Veo que ya habéis desayunado”— dijo Karen fijándose en las dos tazas que estaban sobre la mesa.

—“Me levanté temprano y preparé café. Sabes que Wilson no es capaz de decir una palabra sin antes haber tomado su café”— James se volvió a sentar mientras Karen se preparaba un té.

Escucharon unos pasos por el pasillo. Acto seguido entró Wilson, con sus pies arrastrando literalmente por el suelo. Sin dedicar una palabra a nadie de dirigió a la cafetera y se sirvió un café, largo.

—“Buenos días, Wilson”— le dijo James. Esté asintió al tiempo que se llevaba a la boca la taza humeante.

—“Henry está ya recogiendo las mantas. Ya sabéis que es muy meticuloso”— Wilson se sentó en la mesa junto a Mulder, que lo miraba, y tomó el periódico abriéndolo por la página de deportes.

—“Y tú un desastre”— James se mofó de su amigo que le dirigió una mirada un tanto furibunda.

Al rato entró en la cocina Henry, saludo a todo el mundo y se sirvió el café. Karen había calentado en el horno unos bizcochos y los puso en medio de la mesa para que quien quisiera se pudiera servir. No tardaron mucho tiempo en desaparecer.

Estuvieron sentados en la cocina mucho tiempo, charlando. Hablando cada uno de sus cosas; del último caso que había defendido Wilson, de la intranet que estaba

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desarrollando Henry en su empresa, de los problemas con los empleados que había en la compañía de James y de la cantidad de impuestos a los que estaban sujetas las pequeñas empresas.

Mulder escuchaba y de vez en cuando intervenía, pero la mayor parte del tiempo lo paso escuchando los problemas que rodeaban a aquellas personas. Todo muy lejano a lo que tanto él como Scully estaban acostumbrados, nada de casos de abducciones ni de conspiraciones ni nada extraño. Después de todo existía una vida que era normal para alguien.

Scully tardó un poco en levantarse. Cuando lo hizo entró en la cocina y saludo a todo el mundo. James, al igual que había hecho con todos los demás, se levantó y le ofreció café que ella aceptó encantada.

—“¿Ha descansado bien, agente Scully?”— ella miró a Karen que le preguntaba. Luego paseó su vista por todos los ocupantes de la habitación hasta terminar posándola en su compañero.

—“Muy bien, gracias por todo”— respondió con una sonrisa en los labios. Scully vio como Mulder desvió su rostro hacía la ventana y fijó su mirada en ella.

Continuaron con sus charlas hasta que sonó el timbre de la puerta. Eran las diez menos veinte y Karen se apresuró a abrir.

Se escucharon pasos de dos personas provenientes del pasillo. A los pocos segundos Karen y Kate hicieron su entrada en la cocina. Kate saludó a todos.

—“Buenos días”— dijo Kate.

—“Kate, ¿te apetece un café?”— le preguntó James. Ella negó gentilmente con la cabeza.

—“No, gracias. Ya he desayunado”— acercó a la mesa una pequeña banqueta y se sentó junto a Henry.

Wilson miró el reloj de pared que adornaba una de las paredes de la cocina. Las diez menos cuarto. Paseó la mirada por todos los integrantes de la habitación. Kate y Karen lo miraban como si estuvieran esperando algo. Enarcó una ceja.

—“¿Os parece que comencemos? Anoche nos quedamos en un momento bastante interesante y hoy promete serlo aún más”— un murmullo creciente se escuchó en la habitación. Todos, incluidos Mulder y Scully estaban expectantes ante la nueva

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jornada de juego. Wilson se levantó, metió las manos en los bolsillos del pantalón y se dirigió a Karen directamente.

—“Y una cosa Karen... – la mujer lo miró intrigada —... tu personaje...”— Karen dio un corto paso hacia él.

–“¿Sí, Wilson?”— ambos amigos se miraron fijamente. Mulder y Scully seguían la conversación con interés.

Wilson inclinó la cabeza hacia su amiga y puso cara seria —“... ¡Me exaspera Georgina!”— en el rostro de la mujer se dibujó una sonrisa de oreja a oreja, solo acertó a decir.

—“Lo tendré en cuenta, Wilson”— Karen miró a su marido y este sonrió a su vez.

En la sala tomaron los mismos asientos que la noche anterior. Henry en uno de los extremos con Karen y Kate a derecha e izquierda respectivamente. James en la otra cabecera con Scully y Mulder a ambos lados. Wilson seguía de pie como la noche anterior. Comenzó la partida en el punto donde lo dejaron la noche anterior. Todos parecían pasárselo bien. El tiempo de descanso nocturno había hecho que se enfrentaran a esa nueva jornada con más ímpetu. Incluso Scully, que aunque la noche anterior había actuado con cautela ante la nueva experiencia, ahora parecía relajada y contenta.

Mulder la miraba sin que ella se diera cuenta. Paseaba sus ojos por todos los integrantes del grupo, una y otra vez pero su mirada siempre terminaba en el mismo punto: Scully. Ella no parecía notarlo, inmersa como estaba ya en el juego, eso hizo posible que su mirada se demorara más en ella. Se la veía feliz, en paz consigo misma, reconciliada con ella y con todos. No sabía si de aquel absurdo juego y de aquel fin de semana sacarían algo en claro para resolver el caso de la muerte del señor Baxter, pero así fuera o no valía la pena con el sólo hecho de ver a su así a su compañera, a su amiga, a la mejor amiga que jamás tuvo y que probablemente jamás tendría. Mulder se preguntó que pasaba en aquellos momentos por la cabeza de su compañera.

Scully se dio cuenta de que Mulder la miraba fijamente tan pronto como comenzó el juego pero no pudo, o no quiso incomodarlo devolviéndole la mirada así que dejó que su compañero continuara mirándola. Se sentía bien, el descanso de esa noche le había sentado bien. No entendía por qué pero se había levantado sintiéndose ligera, como si un peso invisible que hubiera llevado sobre sus hombros se hubiera desvanecido. Sentía los ojos de Mulder fijos en ella pero no se sentía incómoda al ser observada por él. Dejó que continuara y ella obligó a su mente a centrarse en el juego que acababa de comenzar.

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Al medio día, la partida había avanzado bastante y se habían hecho interesantes averiguaciones. Encargaron comida china para comer a un restaurante que le dijo se la llevaría en menos de treinta minutos. Así fue, a los veinticinco minutos un joven chino estaba ante la puerta de los Jones con el pedido que habían realizado al restaurante.

Tal como hubieron terminado la comida se dispusieron a continuar el juego. El saber que el desenlace de la partida estaba próximo había enaltecido los ánimos de los jugadores, incluyendo a Mulder y a Scully, que deseaban, como todos, saber cómo terminaría aquella historia que tan bien realizada y guiada había ideado Wilson.

Eran sobre las cinco y media de la tarde y ya atardecía pues la luz del sol que durante todo el día los había iluminado a través de la ventana, se estaba desvaneciendo obligando a James a encender la luz del techo. Wilson estaba de pie, alrededor de la mesa yendo de un lado a otro, como lo había estado durante toda la partida. Se paró junto a Scully y miró a todos.

—“Bien, y en ese parque os encontráis ahora. Coged uno de esos papeles — señaló con la cabeza a pequeñas piezas de papel recortadas que se encontraban en el centro de la mesa — y escribid en ella qué es lo que hace cada uno de vosotros”—. Todos tomaron un bolígrafo y un trozo de papel y comenzaron a escribir.

Scully miró a Mulder, este se encogió de hombros y se dispuso a escribir su acción en aquel pedazo de papel. Scully lo pensó un momento y escribió. Uno por uno fueron doblando los pequeños papeles y entregándoselos a Wilson. Esperó a que Henry terminara para comenzar a leerlos. Fue desdoblándolos, los leía y lo ponía boca abajo sobre la mesa. Así hasta finalizar con todos ellos. En un gesto que expresó claramente que estaba pensando, se llevó la mano a su barbilla, emitió un pequeño chasquido de su boca y tomo de la mesa una hoja en blanco y un bolígrafo.

En la hoja Wilson dibujó un gran círculo y puso la palabra fuente dentro de él. Justo al lado del gran circulo dibujo otro mucho más pequeño y escribió una equis dentro. Volvió a revisar los pequeños trozos de papel.

—“Aquí, junto a la fuente —señaló al pequeño círculo con la equis en su interior que había dibujado con anterioridad— está ese hombre. Por su rostro y su actitud deducís que sus intenciones no son del todo buenas”— Wilson le daba una entonación especial a las palabras, resaltando adecuadamente unas de otras —“A unos siete o diez metros de distancia os encontráis John — dibujó un circulo con una jota en su interior— a ambos lados Malcom y Helen — dibujó sendos círculos con las iniciales de los nombres — Justo detrás de Helen está Rob — colocó el circulo con la erre en su correspondiente lugar — y a unos dos pasos por detrás de este se encuentran Georgina y Elizabeth”– dibujó los dos últimos círculos.

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En el pequeño plano se encontraban ya plasmados todos los jugadores.

—“El hombre frente a vosotros comienza a elevar sus manos y su cara hacía el cielo como en actitud de plegaria y sus ojos comienzan a cerrarse lentamente. Parece como si estuviera entrando en una especie de trance hipnótico”— todos, sin excepción de ninguno, miraban a Wilson. Se estaba acercando el final del juego. Una sensación de nerviosismo inundó a Mulder. Fijó su mirada en todos los que allí estaban, incluida Scully. Ella miraba fijamente el papel que había dibujado Wilson.

—“Malcom, John y Helen sacan sus pistolas, las cargan y apuntan hacia aquel extraño hombre frente a vosotros” — miró a James, Henry y Scully por ese orden. Ellos asintieron ante la exactitud con la que Wilson había trasladado al juego lo que ellos habían escrito en los papeles y que correspondía a lo que iban a hacer sus personajes.

—“Rob observa como vosotros sacáis vuestra arma— mira a Mulder por unos momentos. Wilson rodea la mesa y se acerca primero a Karen, está extiende la mano y este pone sobre ella dos de los dados de diez caras. Ella arrojó los dados sobre la mesa. Los dados comenzaron a danzar. Todos estaban atentos al movimiento enloquecidos de los dados que, poco a poco van haciéndose más lento hasta detenerse. Un uno y un cero. Diez. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Karen. Wilson volvió a tomar los dados de encima de la mesa y se los puso a Kate en su mano. Kate imita a su amiga y lanza los dados. La misma danza hasta que estos se detienen. Un cero y un seis. Seis. Kate miró a Karen y se sonrieron mutuamente.

Wilson emitió un suspiro profundo, miró a sus amigas y por sus labios surcó una tenue sonrisa —“Tenéis demasiada suerte”—.

—“Desde vuestras posiciones y sin dejar de mirar a aquel hombre comenzáis a oír un pequeño cántico, suave al principio para ir haciéndose más fuerte por segundos”—.

—“¿Otra vez, Karen?”— le preguntó Henry. Sólo obtuvo un siseo de silencio por parte de Kate. Mulder y Scully se miraron fijamente uno al otro. Allí había algo que se les estaba escapando y aún no sabían lo que era. Wilson le hizo un gesto con la cabeza a Karen y a Kate, ellas se pusieron de pie, acercándose Kate al lugar donde estaba Karen y tomando el papel que le extiende Wilson comenzaron a leer.

—“Efficiunt daemones, ut quae non sunt, sic tamen quasi sint, conspicienda hominibus exhibeant”— Karen y Kate leyeron aquella especie de salmodia al unísono, recreándose en cada una de las palabras.

—“Podéis volver a leerla”— les dice Wilson, serio. Ellas acataron la orden de su amigo y volvieron a leer aquella frase casi con reverencia. Scully fijó su mirada en su

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compañero, alzó una ceja y este le correspondió con un gesto idéntico. En el rostro de ambos se reflejaba la incertidumbre. Algo no funciona, algo que les es completa y absolutamente extraño.

—“Bien, el hombre permanece frente a vosotros. Estáis a unos siete metros. De repente una densa neblina surgida de la nada se comienza a formar entre vosotros y el hombre. Comienza a hacer frío, mucho frío y...”—.

—“Un momento — Mulder se enderezó en su asiento y se dirige a Wilson — Dime, ¿qué están haciendo ellas?— señalando con la cabeza a Karen y Kate que aún están de pie, mirándolo.

Esas palabras de Mulder extrañan a Wilson —“Pues... están lanzando un conjuro”— le dice con total naturalidad.

—“¿Un qué?”— la voz de Scully se alzó incrédula ante la afirmación del hombre. Wilson hizo una seña a Karen, y esta y Kate volvieron a tomar asientos. Wilson dio unos pasos y se colocó a espaldas de Mulder y frente a Scully. Mulder se giró un poco en su silla para poder ver de frente al hombre.

—“Verán, los personajes de Karen y Kate; Georgina y Elizabeth, en campañas anteriores consiguieron leer algunos de los libros de conjuros”— comienza a decir Wilson.

Mulder asintió con calma —“Esos de los que se habla de Lovecraft en los módulos, los libros que él y sus amigos inventaron”— Wilson afirmó con su seco movimiento de cabeza —“Al leer esos libros el personaje adquiere ciertos conocimientos que les permite conjurar algo determinado. Ellas son aún muy inexpertas en eso— miró de soslayo a ambas mujeres que lo miraban fijamente —tan sólo lo han utilizado en dos ocasiones anteriores y aún no lo dominan bien, pero con el tiempo adquirirían más experiencia”—.

El nerviosismo de Mulder iba en aumento y Scully se dio cuenta con tan sólo mirarlo.

—“¿Y se puede saber qué demonios es lo que significa lo que está diciendo?”— la voz de Mulder sonaba casi furiosa. James y Henry se miraron extrañados ante la reacción del agente.

La mirada de Wilson fue desde el rostro de Scully al de Mulder. Se acercó a uno de los libros de la estantería que tenía a su espalda y tomo uno de ellos. Rebuscó entre las páginas hasta detenerse en una de ellas.

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—“Creo que la traducción puede ser algo como que los demonios hacen que lo que no es, se presente ante los ojos de los hombres como si existiera”— Wilson cerró el libro manteniéndolo aún en las manos.

Scully no comprendía en absoluto el interés que de repente manifestaba Mulder ante aquello pero su instinto le decía que aquello era importante.

—“Bien, Wilson ¿Y qué es lo que ellas están... —le costaba decir aquella palabra, se sentía idiota al creer aquello —...convocando?—. Wilson volvió a abrir el libro y lo colocó ante ella. Mulder se levantó arrastrando la silla, rodeó la mesa y se acercó a Scully que miraba la reproducción de un dibujo en blanco y negro. Mulder se agachó junto a Scully, quedando ambas cabezas casi a la misma altura. El dibujo se desplegaba ante ellos con toda su crudeza.

Un extraño ser a medias entre un buitre y una hormiga erguido sobre dos patas extrañas, de la altura de un hombre, con membranosas alas y pies palmeados con largas y afiladas uñas. Su cara se adornaba en un horrendo pico puntiagudo muy parecido al de los grandes loros y sus miembros superiores, poderosos, terminaban en una especie de garras parecidas a la de las langostas.

Mulder giró un poco la cabeza y miró el perfil de Scully que seguía con su mirada absorta en aquel dibujo. Entonces ella giró también su cabeza y encontró la mirada de Mulder fija en ella, a tan sólo unos centímetros y pudo ver un extraño brillo en los ojos de su compañero. Mulder asintió levemente y Scully comprendió el gesto de su compañero. Garras, pico y frío.

Los Jones y sus amigos miraban a los agentes con extrañeza. Mulder se incorporó de nuevo y miró a Karen.

—“Dime, Karen ¿Cuántas veces habéis utilizado este conjuro?”— la mujer no sabía qué clase de pregunta era aquella. Miró a Mulder entornando levemente los ojos.

—“Pues... en un par de ocasiones, creo”— miró a Kate que asintió con la cabeza ante ella para luego mirar a Mulder y asentir de nuevo.

—“¿Y cuándo ha sido eso, Kate?”— Mulder se alejó de Scully para rodear la mesa y colocarse de pie junto a Karen y frente a Kate, apoyó las manos en la mesa y se reclinó ante ellas. Kate le sostuvo la mirada por unos segundos.

—“Los dos últimos fines de semana— miró a Wilson abiertamente — como te ha dicho él — señaló con la cabeza a su amigo — hace poco que los personajes tienen ese poder. La verdad es que tanto el personaje de Karen como el mío se están aprovechando de esta circunstancia”—.

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Mulder se incorporó de nuevo. Scully lo miraba fijamente. Ahora sabía que era lo que estaba pasando por la cabeza de su compañero. Mulder se dirigió a ella.

—”Scully, ¿cuándo fue encontrado el primer cuerpo?”— Scully se levantó y se acercó a su compañero.

—“Fue el miércoles pasado pero el estudio forense determinó que había muerto unas noventa horas antes...”—.

—“O sea, el sábado anterior – replicó Mulder ante la explicación de Scully. Ella abrió los ojos sorprendida.

—“Y según mi informe el cadáver del señor Baxter llevaba unas cuarenta y ocho horas muerto”— le dijo Scully asombrada.

—“Lo que nos lleva al sábado pasado”—.

Todos los integrantes del grupo, sin excepción de ninguno, miraban atónitos a los agentes allí de pie. —“Agentes, por favor ¿qué es lo que ocurre?”— preguntó dulcemente Kate.

Mulder se volvió hacia ella —“Dígame Kate, en esas partidas que ustedes jugaron los dos últimos fines de semana ¿dónde se desarrollaron?”— Kate miró primero a Mulder para después pasar a mirar a sus amigos sin lograr comprender nada.

—“Una de ellas se desarrolló en una carretera desierta”— dijo Henry —“Y la otra en el sótano de una vieja casona”— concluyó.

Scully no podía creer aquello. Mulder la miró y supo que su compañera también estaba pensando lo mismo que él.

Mulder anduvo hacia Scully lentamente con la mirada fija en ella, dándoles la espalda a todos los demás que miraban a ambos agentes.

—“Los mismos lugares, Scully. El frío, las armas con las que atacaron a los dos hombres”— Scully asintió ante las deducciones de Mulder, por muy descabelladas que le parecieran estaba comenzando a ver las conexiones entre los hechos que habían llevado a las muertes a aquellos dos hombres y lo que en el juego había ocurrido.

Mulder la miró y le puso las manos sobre los hombros. Necesitaba que ella le creyera, que no eran puras coincidencias. Scully lo miró y asintió. Días antes le había dicho que cuando llegara el momento de saber el porqué de jugar aquella partida lo sabría y ese momento había llegado.

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Mulder miró al fondo de los ojos de su compañera y esbozó una sonrisa. De repente fue consciente de lo que había ocurrido; Karen y Kate habían pronunciado de nuevo el conjuro, ese en el que convocaban al extraño ser. Si no se equivocaba, y estaba absolutamente seguro de que no sería así, esa tarde sería la tercera vez en la que aquella bestia alada hiciera estragos entre algún miembro de la tranquila comunidad de Providence.

—“¿Dónde se encuentra el parque más cercano?”— preguntó Mulder casi atropelladamente mientras corroboraba que su pistola seguía en la cartuchera en la parte posterior de sus pantalones.

Ante aquella pregunta todos se pusieron de pie, con expresión atónita en sus rostros. Se miraban unos a otros sin poder articular palabra.

—“El más cercano es el Greenwich Park, justo al final de esta calle”— James fue el único que acertó a responder a la apresurada pregunta de Mulder. Este le hizo una casi imperceptible señal a Scully y ambos salieron corriendo hasta la puerta de entrada a la vivienda. Sin saber por qué todos los demás corrieron tras los dos agentes del FBI.

Un ruido atronador de pasos bajando la escalera llenó el edificio. Salieron a la calle. Mulder iba delante seguido de cerca por Scully y tras ellos Wilson, James, Henry y las dos mujeres. Se dirigieron calle abajo en una desenfrenada carrera. El sol estaba casi completamente oculto y extrañas sombras se proyectaban sobre las aceras casi desiertas, las luces de las farolas se estaban comenzando a encender dando un tono amarillento a la calle. Siete personas corría por la calle como si su alma dependieran de ello, pero tan sólo dos de ellos conocía lo que en aquel parque se podían encontrar.

Mulder vislumbró el parque a unos veinticinco metros delante de él. Scully lo seguía con su arma en la mano y tras ella podía escuchar las fuertes pisadas de los hombres.

Entraron en el parque, Mulder frenó repentinamente, mirando a uno y otro lado dándole tiempo a Scully de alcanzarlo. Pocos segundos después llegaron James, Henry y Wilson casi sin aliento seguidos por unas exhaustas Karen y Kate. Mulder y Scully miraron a uno y otro lado.

El parque estaba a esas horas muy oscuro y ver a larga distancia se hacía muy difícil. El ruido de agua al caer llegó al poco a oídos de Scully.

—“¡Por allí, Mulder!”— y salió corriendo en dirección al sonido del agua. Mulder corrió tras ella y los Jones con sus amigos detrás.

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Scully y Mulder frenaron casi al mismo tiempo. Un hombre joven vestido con ropa deportiva y con una pierna sobre el borde de la fuente, estiraba sus músculos después de una sesión de footing. Parecía distraído, escuchando la música que salía por los auriculares de su walkman. Una densa nube se comenzó a materializar a la espalda del joven deportista sin que este se diera cuenta. Wilson, James, Karen, Kate y Henry pararon tras Mulder y Scully con la respiración agitada.

Comenzó a hacer frío, demasiado frío. La nube se hacía cada vez más y más densa. El deportista se dio media vuelta y quedó paralizado ante la imagen que estaba tomando forma ante él salida de aquella nube.

Mulder y Scully no podían dar crédito a sus ojos. De entre los vapores helados de la nube pudieron ver primero una horrible garra para después ver claramente el resto: un ser como el del grabado que les había enseñado Wilson minutos atrás se acababa de materializar ante ellos. El joven deportista estaba petrificado. El ser, en un intento de atacarlo, estiró hacia él ambas garras.

No esperaron ni un sólo segundo. Mulder y Scully dispararon a aquel ser diabólico. Un sólo disparo. El ser desistió en su ataque al joven deportista, lanzó una indescifrable mirada con ojos cetrinos a Mulder y a Scully y tal como había aparecido, desapareció dejando tras él una nube de gas que poco a poco se fue desvaneciendo y quedando como única señal de aquella macabra aparición esquirlas de agua helada en el suelo del parque.

Scully miró a Mulder en un intento de ordenar sus ideas. Aún no había salido de su asombro. Mulder la miró, bajó el arma y se giró para encontrarse de frente con los Jones y sus amigos. Rostros estupefactos miraban hacia donde segundos antes había estado aquella visión. Karen estaba abrazada a Kate y ambas lloraban ante lo que acababan de presenciar. James se acercó a ambas mujeres y las rodeó con sus brazos.

Los rostros de Henry y Wilson era una máscara de asombro. Mulder miró primero a uno y luego al otro sin acertar a decir nada.

—“Quarendo Invenietis”— dijo Wilson en voz queda.

—“¿Cómo dice?”— preguntó Mulder ante la extraña frase del hombre. Este lo miró con tristeza en sus ojos.

—“Busca y encontrarás, agente Mulder. Busca y encontrarás”—.

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Scully estaba tras la cristalera que dejaba ver todo lo que ocurría en la habitación contigua. El departamento de psiquiatría del hospital había acogido rápidamente a ambas mujeres. Cuando entraron en el hospital estaban bajo un terrible shock y habían tardado unas horas en volver a su estado normal. Ahora se encontraban al otro lado del cristal, las dos juntas, vestidas con batas del hospital y sentadas la una junto a la otra.

Un especialista en psiquiatría del mismo hospital estaba frente a ellas haciéndoles preguntas y grabándolas con una cámara, imágenes que seguramente después serian analizadas minuciosamente una por una. Scully sintió un profundo pesar por aquellas dos mujeres que la habían tratado tan bien y la habían acogido como si de una amiga más se tratara. Profundas ojeras surcaban los rostros de las dos amigas y respondían con amabilidad pero con profunda tristeza a cuantas preguntas les hacía el médico.

Mulder entró en la pequeña habitación en la que estaba Scully y cerró la puerta tras él, despacio sin hacer ruido. Avanzó un par de pasos y se puso frente a la cristalera.

—“¿Que ha ocurrido?”— le preguntó.

Scully suspiró y negó con la cabeza —“Llevan casi una hora con el médico — volvió a mover su cabeza en un movimiento de negación — No sé, Mulder, pero esas mujeres no están locas. ¿Cómo iban ellas a saber que sus inofensivos juegos estaban matando a alguien?”— Scully miró el perfil de su compañero que estaba mirando a través del cristal. Él asintió sin dudar.

—“No pongo en duda eso, Scully— la miró — pero lo que es innegable es que ese juego ha despertado en ellas una parte de su cerebro que la mayoría tenemos dormido”— volvió a mirar a Karen y a Kate a través del cristal.

—“Algunos estudios dicen que sólo usamos el veinte por ciento de la capacidad de nuestro cerebro — le dijo en voz baja, giró de nuevo la cabeza para encontrar los ojos de Scully fijos en él — Quizá no usemos el resto no por que no podamos sino porque no estamos preparados para usarlo”— sus ojos se clavaron en la mirada clara y límpida de su compañera que asintió levemente. Giro de nuevo la cabeza para posar sus ojos en aquellas dos mujeres.

Al mirarlas recordó un pequeño párrafo de uno de los libros que les dejara los Jones cuando quiso documentarse sobre Lovecraft.

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Obligó a su mente a recordar. Decía algo así <antes de ser hombres, hubo en nuestra vida una época de terrores sin nombre y caos sin forma. Al alborear lo humano esa zona de nuestra psique quedó rebasada, hundida en nuestro subconsciente. Pero ahí sigue —decía el libro— amando, odiando y temiendo que impulsos no regidos por nuestra razón recuperen esa pasada hegemonía e invadan de nuevo el mundo consciente>.

Mulder continuó mirando a ambas mujeres y a aquel médico que estaba con ellas, cuando sintió un gentil roce en su brazo. La mano de Scully estaba allí posada.

—“Venga, Mulder, tenemos que irnos. Creo que aquí hemos terminado” — le dijo su compañera en voz baja y con una suave cadencia. Mulder la miró a los ojos directamente y ella no apartó la mirada deleitándolo con una dulce sonrisa. Él asintió sin dejar de mirarla.

—“Está bien. Skinner nos espera esta tarde”— Mulder se soltó a desganas del contacto de la mano de Scully sobre su brazo y fue hacia la puerta. La abrió y permitió que ella saliera en primer lugar.

Estaban a punto de abandonar el hospital, andando el uno junto al otro cuando Mulder se detuvo. Scully dio un sólo paso y giró para ver porqué se había detenido su compañero.

—“Scully...”— Mulder miró hacia la salida.

—“¿Sí?”— ella lo miró.

Mulder posó su mirada en ella —“Si alguna vez te digo que quiero jugar a uno de esos jueguecitos, hazme un favor y pégame una bofetada”— una cálida sonrisa se dibujó en los labios de Mulder.

—“Recuérdalo, Mulder— le advirtió Scully con un dedo ante la cara de él y con una sonrisa de complicidad en su rostro — Te tomo la palabra”—.

Mulder soltó una sonora carcajada, apoyó una mano gentilmente en la espalda de ella y dejó que una sonriente Scully pasara delante de él.