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DE JUAN JOSÉ NIETO AL PREMIO NOBEL LA LITERATURA DEL CARIBE COLOMBIANO EN LAS LETRAS NACIONALES Por ARIEL CASTILLO MIER Universidad del Atlántico (Parte 2 de 2)

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Conferencia "La literatura del Caribe colombiano en las letras nacionales (de Juan José Nieto al premio Nobel)_Parte 2 de 2" por Ariel Castillo Mier.Escuela del Patrimonio 2011, ciclo II. Sesión 6.Diciembre 5 de 2011.Museo del Caribe.Barranquilla, Colombia.

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DE JUAN JOSÉ NIETO AL PREMIO NOBEL

LA LITERATURA DEL CARIBE

COLOMBIANO EN LAS LETRAS

NACIONALES

Por ARIEL CASTILLO MIER

Universidad del Atlántico

(Parte 2 de 2)

Page 2: La literatura del Caribe colombiano en las letras nacionales (de Juan José Nieto al premio Nobel)_Parte 2 de 2

Quisiera bobbeme gaita

y soná na má que pa ti,

pa ti solita, pa ti,

pa ti, mi negra, pa ti.

Y si fuera tamborito

currucutearía bajito,

bajito, pero bien bajito,

pa que bailaraj pa mí.

Pa mí, mi negra, pa mí.

Pa mí na má que pa mí.

CANTO III Por estos versos, madre, corre un río, igual que por mis venas corre tu sangre.

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AFFICHE DE LA PESCADORA

Por Bocagrande, la última pescadora viene. Un pez que escondido trae entre los senos, salta que salta, haciendo ecos de plata en las intimidades de su corpiño.

Agua y escamas, chorrean por sus tobillos. El agua llora el pez, que la pescadora apretándolo con sus muslos ha matado, y la luna y las escamas, se escandalizan de ver muslos tan morenos.

XVIII. VIDAL ECHEVERRÍA (1920- 1998): LA

VANGUARDIA CARIBE

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LA LUNA CRIOLLA

La luna

se vuelve

un montón

de peces

en las aguadas,

las muchachas

del vecindario,

se hacen rizos

copiosos

frente a la luna

de los techos.

Luna de los

caminos,

que contrasta

con el moreno

agrupado

de las

lavanderas

vírgenes,

luna que

en los bebederos

no deja beber

a los toros

negros.

Luna

disimulada,

que se tarda

en el pentagrama

de las cercas

de los patios,

para mirar

a las muchachas

orinando.

De Poemas para luna y muchachas

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XIX. AMIRA DE LA ROSA (1903-1974):

EL REGIONALISMO Y LA MUJER

—Dios lo oiga. Toma, niña, endúrzale er café.

La niña recibe la tacita de manos de la señora Cande, que sale a buscar los

pollos, sacudiendo el afrecho en una totuma:

—Pito… pito… pito…pito…

En un plato de peltre azul hay dos o tres puñados de azúcar y María Julia,

con el recazo del cuchillo, va llevándola al café poquito a poco.

—¿Ya? ¿Ya? ¿Ya? Usté dirá, padrino.

El padrino ha puesto los ojos sobre las manos de la doncella, su ahijada.

Las tiene limpias, morenas y nuevas. No tiene color en las uñas ni aliño

alguno. Son unas manos de mujer, comunes y corrientes; pero tiene un modo,

la niña, de volver hacia arriba la palma y de recoger los dedos, que parece que

llevara agua en el cuenco.

María Julia se siente mirada con regalo y se azora toda:

—Que se me derrama er café!

—¿No te han dicho que tienes las manos lindas?

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Fuera, la cometa del niño Manué runrunea suave y galana,

como un palomo sabio. Sopla viento marero y el bramante

tenso corta con una raya la montaña verde-azul. Se oyen los

gritos, las voces alborozadas...

El niño Manué es un cometero excelente. Hace de la guadua

hebras y filetes y sabe dar al arco la perfecta curva de Eros. En

su cometa las verticales tienen fuerza de flechas; y en el nudo

de encuentro, las pegaduras no se hallan. Es un trabajo fino, de

artesano maduro, pero con la ternura de las manos sin durezas

y del tacto sin hieles.

la cometa runrunea suave y galana, como un palomo sabio.

Sopla viento marero y el bramante tenso corta con una raya la

montaña verde-azul. Se oyen los gritos, las voces alborozadas.

La cometa sabe dar al arco la perfecta curva de Eros y las

verticales tienen fuerza de flechas.

Amira de la Rosa, “Marsolaire”

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EL RESPLANDOR Nunca supe su nombre. Pudo ser el amor, un poco de alegría, o simple- mente nada. Pero encendió de tal manera el día, que todavía dura su lumbre. Dura. Y quema.

XX. MEIRA DELMAR (1921):

EL ESPLENDOR DE LA PALABRA

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REGRESOS Quiero volver a la que un día

llamamos todos nuestra casa.

Subir las viejas escaleras,

abrir las puertas, las ventanas.

Quiero quedarme un rato, un rato

oyendo aquella misma lluvia

que nunca supe a ciencia cierta

si era de agua o si era música.

Quiero salir a los balcones

donde una niña se asomaba

a ver llegar las golondrinas

que con diciembre regresaban

Tal vez la encuentre todavía

fijos los ojos en el tiempo,

con una llama de distancias

en la pequeña frente ardiendo.

Quiero cruzar el patio tibio

de sol y rosas y cigarras.

Tocar los muros encalados,

el eco ausente de las jaulas.

Acaso aún estén volando

en torno suyo las palomas,

y me señalen el camino

que va borrándose en la sombra.

Quiero saber si lo que busco

queda en el sueño o en la infancia.

Que voy perdida y he de hallarme

en otro sitio, rostro y alma.

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INMIGRANTES Una tierra con cedros, con olivos,

una dulce región de frescas viñas,

dejaron junto al mar, abandonaron

por el fuego de América.

Traían en los labios

el sabor de la almáciga,

y el humo perfumado del narguile

en los ojos,

en tanto que la nave se perdía en las ondas

dejando atrás las piedras de Beritos,

el valle deleitoso al pie de los alcores,

los convites del vino en torno de la mesa

tendida en el estío

bajo el cielo alhajado.

El mar cambió de nombre

una vez, y otra, y otra

hasta llegar por fin a la candente orilla,

donde veloces ráfagas

de pájaros teñían

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de colores y música repentina

el instante

y el fragor de los ríos remedaba el rugido

del jaguar y del puma

ocultos en la selva.

En riberas y montes levantaron la casa

como antes la tienda en los verdes oasis

el abuelo remoto, y las viejas palabras

fueron trocando entonces

por las palabras nuevas

para llamar las cosas,

y el corazón supieron compartir con largueza

tal el odre del agua en la sed del desierto.

A veces cuando suena el laúd memorioso

y la primera estrella

brilla sobre la tarde,

rememoran el día

en el “bled” fue borrándose

detrás del horizonte.

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XXI. JOSÉ FRANCISCO SOCARRÁS (1906 -1995)

EL REALISMO SOCIAL

Ño Jenaro le confió la reliquia, bien resguardada en un lío de

telas mugrientas que nadie debía deshacer, so pena de que el

diablo en persona acudiera a reclamar la uña perdida.

Precisaba conservar el atadijo en el bolsillo izquierdo del

pantalón y, a la hora de un trance, apretarlo en el hueco de la

mano sin extraerlo del escondite. Ño Jenaro se alargó en

instrucciones detalladas.

J.F. Socarrás, “La uña de la gran bestia” (Socarrás, 1961: 134)

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XXII. MANUEL ZAPATA OLIVELLA ((1920 - 2004)

LA VOZ DEL MARGEN

El pueblecito se despierta. ¡Ese

acordeón! Encalabozado a la media

noche y es ahora cuando se enteran. La

música sale de la ventana por donde

otras veces se oyó el llanto de los

flagelados. Las mujeres que regresan

del río se detienen para oírlo. Pasan

frente al hueco enrejado sin que nadie

les pida una totumada de agua. Las

notas más que los comentarios

expanden la noticia.

—¡Está preso!

M. Zapata, “Un acordeón tras la reja”

(Zapata, 1967:55)

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ALDEBARÁN (fragmentos)

¿Qué somos? Este poco de mar, estos crustáceos, estas islas de fósforo que llevamos dormidas. Somos, también, estas pedrezuelas impasibles y ese niño que atesora un naufragio en su memoria. De aquí somos y esto somos. Lo demás es tristeza, ruido de nadie, mundo. Levantamos, en cada respirar, en cada poro nuestro, un poco de estos grumos, de estas chozas con vientres olorosos a fiebre. Miramos un camino con un hombre cantando, extendemos los ojos,

XXIII. HÉCTOR ROJAS HERAZO (1938-1995)

POETA DE LA MATERIALIDAD Y NARRADOR TRAS

LA RECONQUISTA DEL PARAÍSO PERDIDO

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vemos un árbol, ¡un árbol solamente en la playa insaciable! y más allá los barcos, el mar de olas eternas. Nos sentimos totales, furiosamente solos. Solos como si nada nos doliese en la frente. Somos de aquí, de este orbe rumoroso, de esta arena con olas y naranjas, de este diario morir frente a la sal, de este podrirse con caracoles y totumos, de estas paredes rotas, de estos trozos de esquifes que siguen navegando por las calles. De este patio enlutado donde ronda la abuela, donde mataron una casa y aventaron sus puertas, su quicio y sus ventanas. Esto somos no más: mar que se pudre que camina y se pudre con nosotros.

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XXV. JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR, CUENTISTA:

EL FUNDADOR

El doctor se reía de lo que yo hablaba, siempre se estaba burlando, qué iba yo a

hacer, tan bueno era el doctor. Y también yo lo excusaba porque él era hombre

de ciudad, no comprendía el monte, y ya no iba a aprender. Él no vino aquí ni

biche ni verde para madurar, sino maduro para pudrirse. Pudrirse digo, no para

que se le coja en el sentido malo que también lo tiene sino para dar a entender

que a la ciruela, cuando ya está colorada no le entra más sabor ni más jugo.

Vamos a ver, que no ha acabado el sol su bajada y ya está e doctor prendiendo

todas las luces adentro y hasta afuera de la casa. No, doctor, no haga eso en la

noche del monte. Deje una luz pequeña en un cuarto y sálgase afuerita en lo

oscuro a mirar y a escuchar la noche dejándosela cerquita, no se la quite de

encima espantándola con la electricidad. Para diversión nunca le faltará

cualquier cosa como luciérnagas que parecen, digo yo, reventazón de

topotoropos que no echan semillas sino candelitas; o el canto del bujío, que es

su propio nombre y lo repite cada momento porque le gusta llamarse así; o el

gritico sinvergüenza del conejo, que no le conviene hacerlo, pero lo da.

Comience por ahí, doctor, con esos juguetes mientras aprende como nosotros

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a poner atención a otras cosas que son vistas y oídas con ojos y orejas de

adentro, y esto es un misterio y no se lo puedo explicar. Usted no me va

a creer, doctor: cuando hay luna, se mueven por todas partes, caminando

calladitos, los sueños que salen a repartirse entre la gente dormida y que

son de toda clase, buenos y malos, pero a uno que está allí le toca el

mejor. Y si no hay luna, entonces es un secreteo como una brisita de

palabras que refresca cualquier mal de la persona. Métase, doctor, en la

noche del monte, que usté la necesita.

De eso quería yo hablarle al doctor, pero era como consejo que se lo

pensaba decir, y cómo me iba a atrever. De su alegría y tranquila

apariencia, ahí estábamos todos para testigos; pero sus risas, yo lo tenía

visto, eran como esas campanadas que se desparraman sobre la maleza

pero no tapan toda la mala yerba de abajo. El doctor estba fallo, y eso no

se me despintaba, y la noche del monte lo podía completar.

J.F.Fuenmayor, “Con el doctor afuera” (Fuenmayor , 1967:21)

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Hoy decidí vestirme de payaso. Me he puesto unos

grandes zapatones de caucho y me he pintado la

cara de rojo y de blanco. Cuando atravesé el

estrecho corredor de arena la sentí rebotar debajo

de mis zapatones y tuve la agradable sensación de

sentirme payaso. Todos estaban en el redondel

cuando entré y no me han mirado siquiera. Estaban

esperando que yo llegara para comenzar, pero no

me han dicho nada. Cuando fui a ocupar mi puesto

he pasado frente al domador que está todavía

tratando de pegar una melena de papel amarillo a

sus leones de cartón. Y ahora estoy entre los demás

payasos, los payasos de verdad, y yo que sólo estoy

vestido de payaso, me confundo entre ellos y nadie

podría decir cuál de nosotros es el menos verdadero.

La marcha comenzó a sonar y con un movimiento

lleno de gracia y soltura salió el director quitándose

el sombrero y haciendo malabares con un bastón

negro.

XXVI. ALVARO CEPEDA SAMUDIO (1926 – 1972):

RENOVADOR DEL CUENTO Y LA NOVELA

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Todos hemos comenzado a movernos

alrededor de la pista. Nosotros salimos

corriendo y nos mezclamos con los demás

como estorbándolos. Parece que yo me he

excedido porque al tirarle la cola a uno de

los leones se me ha quedado en las manos

una borla suave de lana amarilla. El

domador me amenazó con el látigo y los

payasos me han mirado con asombro por

debajo de sus máscaras de colores

Todos están serios pero a medida

que se van acercando a las

primeras silletas, las sonrisas

comienzan a aparecer hasta que

están completas en los rostros,

como si fueran un trozo más de

pintura blanca y roja.

“Hoy decidí vestirme de payaso”. De Todos estábamos a la espera

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— Yo no he montado nunca en tren. ¿Y tú?

— Yo sí.

— ¿Muchas veces?

— Sí.

— ¿Te gusta montar en tren?

— Me gusta más verlo pasar.

— Yo sí los he visto pasar pero no he montado nunca.

— Vivimos un tiempo cerca de una parada.

— ¿Cómo ésta?

— No, ésta es una estación. Allá no paraba siempre,

sino cuando había pasajeros. Íbamos todos los días a

vender higos. Cuando no paraba nos comíamos los

higos por la noche. — Entonces era mejor que no parara.

— No, porque cuando paraba podíamos

vender algunos higos y sabíamos que

tomaríamos café dos o tres mañanas.

— A mí me gustan más los higos que el café.

¿A ti no?

— No sé: hace tanto tiempo que no como

higos y había tantas mañanas cuando no

teníamos café que he olvidado la diferencia.

— ¿Cómo eran los higos?

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— Grandes y morados y estaban llenos de

bolitas por dentro.

— ¿Cómo eran los trenes?

— Largos y alegres, y cuando no paraban la

gente saludaba desde los vagones: eso era lo

mejor.

— El único tren que yo he visto es el de Puerto

Colombia, pero es chiquito y no lo he visto

andando. Cuando está parado la gente no

saluda, ¿verdad?

No, no saluda: mira nada más.

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Estaban sentados sobre el techo del vagón. Yo me acerqué. Uno bajó los brazos. No sé

si iba a saltar. Cuando alcé el fusil el cañón casi le tocaba la barriga. No sé si iba a

saltar pero yo lo vi bajar los brazos. Con el cañón casi tocándole la barriga disparé.

Quedó colgado en el aire como un cometa. Enganchado en la punta de mi fusil. Se

cayó de pronto. Oí el disparo. Se desenganchó de la punta del fusil y me cayó sobre la

cara, sobre los hombros, sobre mis botas. Y entonces comenzó el olor. Olía a mierda.

Y el olor me ha cubierto como una manta gruesa y pegajosa. He olido el cañón de mi

fusil, me he olido las mangas y el pecho de la camisa, me he olido los pantalones y las

botas: y no es sangre; no estoy cubierto de sangre sino de mierda.

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No es culpa tuya, tenías que hacerlo.

No, no tenía que hacerlo.

Dieron la orden de disparar.

Sí.

Dieron la orden de disparar y tuviste que hacerlo.

No tenía que matarlo, no tenía que matar a un hombre que no conocía.

Dieron la orden, todos dispararon, tú también tenías que disparar: no te preocupes

tanto.

Pude alzar el fusil, nada más alzar el fusil pero no disparar.

— Sí, se verdad.

— Pero no lo hice.

— Es por la costumbre: dieron la orden y disparaste. Tú no tienes la culpa

— ¿Quién tiene la culpa entonces?

— No sé: es la costumbre de obedecer.

— Alguien tiene que tener la culpa.

— Alguien no: todos: la culpa es de todos.

— Maldita sea, maldita sea.

— No te preocupes tanto. ¿Tú crees que se acuerden de mí?

— En este pueblo se acordarán siempre, somos nosotros los que olvidaremos.

Sí, es verdad: se acordarán.

De La casa grande

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Antes de ponerse los botines de

charol raspó el barro incrustado

en la costura. Su esposa lo vio

en ese instante, vestido como el

día de su matrimonio. Sólo

entonces advirtió cuánto había

envejecido su esposo.

— Estás como para un

acontecimiento —dijo.

Este entierro es un

acontecimiento —dijo el

coronel—. Es el primer muerto

de

muerte natural que tenemos en

muchos años.

De El coronel no tiene quien le escriba

XXVII. GABRIEL GARCÍA MARQUEZ: PREMIO NOBEL

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XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940)

LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER

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XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940)

LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER

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XXVIII. FANNY BUITRAGO: (1940)

LA COTIDIANEIDAD DE LA MUJER

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XXIX. GERMÁN ESPINOSA: (1938 – 2007)

EL COMPLEJO BARROCO DE INDIAS

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XXIX. GERMÁN ESPINOSA: (1938 – 2007)

EL COMPLEJO BARROCO DE INDIAS

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XXX. JAIRO MERCADO: (1938 - 2003)

CUENTISTA DE TIEMPO COMPLETO

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XXX. JAIRO MERCADO: (1938 - 2003)

CUENTISTA DE TIEMPO COMPLETO

Page 31: La literatura del Caribe colombiano en las letras nacionales (de Juan José Nieto al premio Nobel)_Parte 2 de 2

XXXI. ROBERTO BURGOS CANTOR (1948):

LA RESISTENCIA DE LA MEMORIA

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XXXI. ROBERTO BURGOS CANTOR (1948):

LA RESISTENCIA DE LA MEMORIA

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XXXII. MARVEL MORENO (1939 -1995): (1945):

LA BURGUESÍA BARRANQUILLERA EN LA PICOTA

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XXXII. MARVEL MORENO (1939 -1995): (1945):

LA BURGUESÍA BARRANQUILLERA EN LA PICOTA

Page 35: La literatura del Caribe colombiano en las letras nacionales (de Juan José Nieto al premio Nobel)_Parte 2 de 2

Porque casi todo parecía tener un doble fondo: una muñeca

encerraba otra, un dado se repetía siete veces dentro de él

mismo, un joyero revelaba casillas invisibles presionando

botones ocultos entre arabescos. Tía Oriane le había dado a

entender que debía descubrir las claves por sí sola pero la

observaba sonriendo mientras ella escudriñaba sus gavetas y

de pronto, con un gesto casi imperceptible, le sugería que

había elegido la llave indicada o la hacía volver sobre un

objeto que había dejado de lado para buscarle su artificio. A

veces María descubría dibujos y retratos de su tía, una

insólita Tía Oriane de cabellos sueltos y vestidos

transparentes que corría descalza por la playa. Y figuras de

cobre: grandes pájaros cuyas alas se abrían sobre mujeres

desnudas.

M. Moreno, “Oriane, tía Oriane” (Moreno, 1980: 22-23)

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XXXIII. RAMÓN ILLÁN BACCA (1938).

ENTRE LO BARROCO Y LO CHÉVERE

Page 37: La literatura del Caribe colombiano en las letras nacionales (de Juan José Nieto al premio Nobel)_Parte 2 de 2

LA ALONDRA Y LOS ALACRANES Acuérdate muchacha Que estás en un lugar de Suramérica No estamos en Verona No sentirás el canto de la alondra Los inventos de Shakespeare No son para Mauricio Babilonia Cumple tu historia suramericana Espérame desnuda Entre los alacranes Y olvídate y no olvides Que el tiempo colecciona mariposas

XXXIV. GIOVANNI QUESSEP (1939) :

LA FÁBULA DEL EXTRANJERO

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DECIRES DE ÉL, EL GUÁRICO CAMIONERO,

DECENTE HABLADOR, HACEDOR DE VERSOS

Y DE ELLA, LA PRINGAMOZA PARRANDERA,

LA VEZ QUE EN JUEGO DE COMPARSA Y DE

CONVERSA SE FUERON RUMBO AL

CARNAVAL Y EN ESAS SE LES PRESENTÓ LA

MUERTE, MUY DANZANTE, PARA ESPANTAR

EL CONGO GOLERO. CLARO ESTÁ QUE HUBO

SUSTO, PERO NADIE SUPO EN QUÉ

MOMENTO LES ENREDÓ LOS PASOS.

XXXV. ALVARO MIRANDA (1945):

LA SIMULACIÓN DE UN REINO

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Él: Detén tu voz: Tus manos sobre el cielo ya se

crispan. ¿No será acaso la vida el lugar de la espera?

Ella: Atarantado huevón, hombre de nube y vientos, la pringamoza es moza por sus nalgas, sus henchidos senos y el candente agite de su pelvis. Vida sabrosona y la guaracha. Bulla, bulla, la macanuda danza y los zapatos

rojos.

Él: Ah muerte, ah muerte: todo un destino entre nosotros

crece. Paso a paso he roto los rosales para quedar por fin con una rosa entre mis manos. Ella: Marica la vida de este príncipe: bebe mi ron, la butifarra come, llena tu panza, el mondongo

embute. Anda mi camionero, mete tu

cloche que sin fuerza no hay rumba y sin rumba no hay desquite.

XXXV. ALVARO MIRANDA (1945):

LA SIMULACIÓN DE UN REINO

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TE QUIERO BURRITA porque no hablas ni te quejas ni pides plata ni lloras ni me quitas un lugar en la hamaca ni te enterneces ni suspiras cuando me vengo ni te frunces ni me agarras. Te quiero ahí sola como yo sin pretender estar conmigo compartiendo tu crica con mis amigos sin hacerme quedar mal con ellos y sin pedirme un beso.

XXXVII. RAÚL GÓMEZ JATTIN (1945 - 1997):

EL DESEO Y LA LOCURA

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XXXVIII. JAIME MANRIQUE (1949):

COMO UN PINTOR NOCTURNO

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MAMBO Contra un cielo topacio y ventanales estrellados con delirantes trinitarias y rojas sensuales cayenas: el fragante céfiro vespertino oloroso de almendros y azahar de la India; sobre las baldosas de diseños moriscos, con zapatillas de tacón aguja, vestidos descotados y amplias polleras; sus largas, obsidianas cabelleras a la usanza de la época; perfumadas, trigueñas, risueñas, mis tías bailaban el mambo canturreando,“Doctor, mañana no me saca ud. la muela, aunque me muera del dolor”.

XXXVIII. JAIME MANRIQUE (1949):

COMO UN PINTOR NOCTURNO

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Aquellas tardes en mi infancia

cuando mis tías eran muchachas y me pertenecían,

y yo bailaba cobijado entre sus polleras,

nuestras vidas eran un mambo feliz

que no se olvida.

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