la investigación y la gestión cultural de las ciudades

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  • 8/8/2019 La investigacin y la gestin cultural de las ciudades

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    Nmero 4- Junio - Septiembre 2003

    "La investigacin y la gestin cultural de las ciudades"

    Tulio Hernndez

    Antes de entrar de lleno en el tema, quisiera saludar el hecho de que en una reunin de autoridades culturalesde diversos gobiernos de ciudades latinoamericanas y espaolas(1) se haya incluido una mesa para debatirexclusivamente sobre las relaciones entre investigacin social y gestin cultural.

    Es una circunstancia alentadora. Porque si en Amrica Latina ya resulta difcil convencer a las autoridades delos gobiernos centrales sobre la importancia de usar adecuadamente los instrumentos y hallazgos de lainvestigacin social para el diseo y ejecucin depolticas, ms difcil an resulta hacerlo en una escala -la delos gobiernos locales y de las ciudades- que generalmente est marcada por la brevedad de sus perodos degestin, la fuerte rotacin o variacin de las autoridades y la reiterada discontinuidad entre gobiernos que en lamayora de los casos se suceden sin lograr consolidar el seguimiento de estrategias y programas de largo

    plazo. La inclusin de esta mesa en el evento parece dar cuenta de cambios sustanciales en laspreocupaciones y los hbitos de gestin cultural que sin duda estn ocurriendo tanto en Espaa, donde se haacumulado ya una fuerte tradicin e innovacin en las reas culturales de los gobiernos locales, como enAmrica Latina donde tambin se comienzan a acumular experiencias exitosas.

    Entre lo tangible y lo intangible

    Aunque parezca obvio subrayar la importancia de la investigacin en cualquier prctica de diseo, aplicacin yevaluacin de polticas pblicas, no est de ms recordar que mal podemos intervenir sobre un campodeterminado de la realidad si no disponemos de un conocimiento, ms o menos preciso y complejo, de suscaractersticas, sus carencias o sus fortalezas, para de ese modo decidir con propiedad en dnde se colocanacciones correctivas y en dnde se refuerzan tendencias, servicios o prcticas previamente existentes.

    En el caso de las polticas pblicas en cultura esta condicin no siempre se cumple. El tiempo relativamentereciente que ha transcurrido desde que el rea ha sido incorporada como campo especfico dentro de lagestin pblica; el hecho de que lo cultural no sea un aparato en el sentido que lo son, por ejemplo, loeducativo, lo meditico e, incluso, la salud pblica y que, por tanto, no haya generado, al menos en AmricaLatina, sistemas confiables de seguimiento estadstico de sus realidades; la innegable circunstancia de que lasescalas de necesidades en el campo de la cultura no tienen la contundencia, la visibilidad o el rango deamenazas que generalmente adquieren en otros campos (no hay epidemias, como en la salud; ni cifras paratodos alarmantes, como las de analfabetismo o desercin escolar, en educacin), son factores que en suconjunto hacen creer que la gestin de la cultura no requiere de los mismos insumos de realidad que otrasesferas.

    Es verdad que cada vez se desarrollan ms instrumentos formales para medir los grados de desarrollo

    cultural, los niveles de consumo y dotacin cultural en una sociedad nmero de butacas de cine, debibliotecas, de museos o de salas de teatro por cada mil, diez mil o cien mil habitantes- o, como se ha hechorecientemente en Chile, los ndices de d inmica culturalpor regiones(2). Tambin es cierto, que con mayorfrecuencia se hace nfasis en los aspectos tangibles y el aporte concreto de la cultura a la actividadeconmica(3), al empleo(4), o al capital social(5). Pero una cierta tradicin romntica, voluntarista obellartstica hace que todava muchos subestimen en la gestin cultural los instrumentos propiamentegerenciales, de desarrollo organizacional, o de investigacin emprica que hoy son moneda comn en cualquierotro tipo de intervenciones pblicas.

    Esta preocupacin por los aspectos, digamos, tangibles de la gestin cultural no debe significar en lo msmnimo abandonar o soslayar su naturaleza simblica irreducible a datos y cifras. Porque precisamente es enesa naturaleza intangible donde se encuentra su mximo valor: en el hecho de funcionar a un mismo tiempo,

    tal y como lo sealara alguna vez Edgard Morin, como el cemento ideolgico pero tambin como la enzimaque, de un parte cohesiona y le da consistencia a una sociedad y, de otra, la moviliza generando innovacionesy rupturas. Por esta razn lo cultural tiende a diluirse en la trama social, y se torna inasible, porque es vida real,

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    compleja, libre y creativa, aquello que se fragua diariamente poniendo en conexin, recreando y organizandosimblicamente todos los dems campos de la existencia.

    Es en el campo cultural donde las sociedades han concentrado necesidades humanas tan diversas (yaparentemente secundarias) como la memoria colectiva, en su sentido ms genrico de identidades

    universales, tnicas o locales; el ejercicio de la belleza y el placer, en sus versiones ms generalizadas delarte, la gastronoma y la fiesta; el territorio de la imaginacin pura, por los caminos de las ficciones artsticas,las utopas y los modos de vida contraculturales; y los modos de poner en escena la trascendencia de laexperiencia humana a travs de los imaginarios estticos que recrean la maravilla y el horror, la tragedia y lafelicidad, en tanto componentes inexorables de la experiencia humana a los que todos debemos enfrentarnos.

    Modos de conocer, modos de decidir

    Por esta razn hay que distinguir muy claramente entre el sistema culturaly las polticas culturales. El sistemacultural, para seguir las conceptualizaciones de Jos Joaqun Brunner(6), es la cultura real y concreta de unasociedad, que nunca se reduce a las intervenciones del Estado y sus instituciones, ni a las del mercado y susoperaciones, y se conforma a la manera de un "ecosistema en donde se entrecruzan, conviven y se recrean

    productos, mensajes y prcticas culturales tan diversas como los provenientes de los massmedia, los cultosreligiosos, los discursos institucionales, los fenmenos contraculturales, la memoria popular tradicional, losvalores de la nacionalidad o los ritos de la vida familiar.

    Las polticas culturales, en cambio, son intervenciones, concientes, intencionadas, formales, racionales yestratgicas realizadas desde el Estado o desde la iniciativa privada para tratar de incidir sobre un determinadosistema cultural, apuntando acorregir sus fallas, compensar sus carencias o reforzar suspotencialidades .

    En un esquema semejante, obviamente existirn reas que no requieren de la intervencin emergente delEstado (por ejemplo en sociedades que tienen un mercado editorial floreciente y diverso, no es indispensableuna editorial nacional del Estado), otras que en cambio demandan iniciativas ambiciosas y urgentes paracorregir sus fallas (pensemos en las estrategias para reforzar las cinematografas nacionales frente a la

    avalancha monopolizada del cine estadounidense) y aquellas que siempre necesitarn para su existencia deun cierto grado de intervencin pblica o de mecenazgo privado ya que el mercado, al menos hasta ahora, noresulta suficiente para garantizar su existencia (por ejemplo, los museos de arte, historia o de cienciasnaturales, las orquestas sinfnicas, o las actividades de promocin de las culturas comunitarias).

    El asunto no es secundario, pues no en todos los casos las conclusiones y las decisiones son tan evidentescomo en los ejemplos anteriores. No siempre resulta fcil decidir cules componentes de un sistema culturaldeben ser prioritario en la atencin pblica y cuales puede dejarse a su libre discurrir. Tampoco es siempreaceptado como obvio que slo conociendo a fondo la cultura real de un colectivo -interrogando la vida comnde la gente, sus hbitos, su consumo y sus expectativas- podemos saber qu es lo que necesitan, cules sonsus carencias y cules son las amenazas a sus equilibrios culturales.

    Pero el conocimiento del sistema culturalestar siempre tamizado por el tipo de concepciones que se tengan

    sobre el hecho cultural mismo y por la capacidad para identificar las transformaciones sucesivas que, al menosen el mundo contemporneo, le afectan de manera permanente. No es slo un problema de disponer de unadata estadsticas culturales, diagnstico de infraestructura, estudios econmicos-, sino de hacerse de unmarco conceptual, estratgico, tico desde el cual hacer comprensible esa data y ponerla en relacin con unavisin de la poltica, de la cultura y de la ciudadana.

    Al final se pueden disear y aplicar polticas, o en su ausencia, prcticas culturales institucionales, por olfato, aciegas o volando por instrumentos. Se le pueden concebir por capricho, intuiciones, buenas intenciones o porideologas entusiastas que busquen adecuar las culturales a los impulsos polticos generales de una alcalda,intendencia o gobernacin. Pero el modo ideal, el mecanismo que ser siempre ms democrtico y a la vezefectivo es el de disear polticas culturales a travs de un dilogo con sus destinatarios, una investigacin dela realidad y la adecuacin a, por una parte, una visin compartida de futuro del pas, la regin, el municipio ola localidad y, por la otra, al sentido de continuidad de las mejores experiencias institucionales en el contextode una tradicin y una situacin cultural especfica.

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    Para la primera opcin disear polticas por olfato, a ciegas, por instrumento, o por meros entusiasmos detransicin poltica- la va es expedita y depender ms del ensayo y error o de la capacidad para innovar. Parala segunda opcin, la investigacin, el pensamiento, la consulta permanente y el conocimiento del sistemacultural son instrumentos indispensables.

    Los retos de una poltica cultural urbana y municipal

    Esta condicin parece obvia pero no es siempre aceptada. A pesar de los avances, de las sugerencias ymodelos recomendados por los organismos intergubernamentales, de la inmensa cantidad de leyes yprogramas aprobados, o de buenas intenciones convertidas en frases hechas como la cultura no es slobellas artes, la cultura debe llegar al pueblo, o las polticas culturales deben ser elaboradasparticipativamente, no siempre las polticas culturales de los gobiernos locales se basan en un conocimientoreal, a veces ni siquiera aproximado, del sistema cultural ni en una aplicacin prctica de los avances delpensamiento poltico y cultural.

    Cmo puedo saber, por ejemplo, cuanta energa y recursos le debo colocar a un plan de lectura, si no tengouna idea certera y verificable de la situacin en la que se encuentra la industria, el mercado y el consumo

    editorial, los hbitos de lectura, la dotacin de bibliotecas, la capacidad inductora del sistema de educacinbsica, y otras variables que nos permitan definir cmo debe ser esa intervencin consciente dentro delsistema cultural, rea lectura, en su conjunto? Cmo puedo determinar un Plan de recuperacin delpatrimonio edificado sino conozco a fondo la situacin de conjunto en la ciudad o municipio que administro?

    En el caso de los gobiernos locales o de las ciudades esta situacin se hace an mucho ms compleja. Enprimer lugar, porque la gestin cultural municipal o local exige establecer una cierta diferenciacin decompetencias y reas de intervencin con las responsabilidades del gobierno central -Ministerio de Cultura,Consejo Nacional o su afn- y con las instituciones nacionales especializadas, tales como las CompaasNacionales, Museos, Cinematecas, etc.

    En segundo lugar, porque en las nuevas condiciones internacionales, pensar culturalmente una ciudad exige

    mezclar la visin de conjunto, nacional y global (las personas que habitan una ciudad y un municipio sonmiembros de la nacin pero tambin, como nos ha explicado Renato Ortiz(7), del nuevo universalismo y lanueva cultura popular global), con las percepciones de la ciudad como proyecto autnomo, como destino,espacio de administracin y de las representaciones, y a su vez, como confederacin de espacios micro:tribus urbanas, vecindades, comunidades e identidades superpuestas que conforman el espacio urbano.Digamos entonces que como condicin bsica para disear polticas culturales urbanas necesitamosinvestigar/conocer/pensar sobre:

    1. Las dimensiones del desafo: caractersticas de los municipios, las parroquias, los barrios, elequipamiento, los habitantes, los servicios pblicos, las audiencias, los fenmenos de exclusin einclusin;2. La realidad institucional y de mercado: infraestructura cultural y servicios existentes,concentracin y dispersin, oferta cultural dominante o carencial; organizaciones que en ella hacen vida

    pblica;3. Los sistemas de representacin: relaciones perceptivas e imgenes compartidas del ciudadanosobre la ciudad y las visiones de necesidades de conjunto en oposicin o convergencia con las sectorialesde grupos de opinin, barrios, profesionales, etc.;4. Los subsistemas: micromundos, tribus que conforman la diversidad interior;5. Las conexiones operativas, primero, entre los Planes Culturales nacionales y los locales y, luego,entre la vocacin que esa ciudad ha definido (cuando tienen Plan Estratgico o un instrumentoequivalente) y sus condiciones u posibilidades culturales dentro del Plan Cultural.

    En el fondo se trata de entender la ciudad, adems de otras estrategias- econmica, ciudadana, turstica-tambin como una estrategia cultural. Pero asumiendo que lo cultural va ms all de lo que se disea en lasoficinas o dependencias especficamente culturales, que es indispensable culturizar los planes estratgicos ylas visiones de futuro de la ciudad, y, adems, conocer su dinmica cultural real para interactuar con ella.

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    Lo cultural, en las ciudades contemporneas, requieren entonces de una comprensin articulada entre:

    las polticas culturales y el marketing de la ciudad: la vocacin econmica.

    las polticas culturales y la equidad: la vocacin democrtica.

    las polticas culturales y los servicios y la oferta artstica y del espectculo: la vocacin ldica y delentretenimiento.

    las polticas culturales y las anomalas sociales, el racismo, la xenofobia, la violencia, la exclusin, etc.:la vocacin civilizatoria.

    las polticas culturales, la ciudad y la organizacin local: la vocacin ciudadana.

    Investigacin y polticas culturales de las ciudades: experiencias ytendencias

    Para ilustrar esta relacin entre gestin cultural local e investigacin vamos a enumerar algunas tendenciastemticas y experiencias concretas llevadas a cabo en diversos lugares de Iberoamrica.

    1. Conocimientos bsicos de infraestructura, equipamiento y consumo cultural desde el punto de vistade la ciudad y sus ofertas locales.

    En este caso se trata de investigaciones que ayudan a definir aspectos cuantitativos, operativos y deinfraestructura que reunidos en su conjunto podran mostrar una radiografa, una cartografa, o un atlasque muestre la realidad instrumental del espacio geopoltico sobre el que se quiere actuar.

    Es, por ejemplo, lo que hicieron a finales de la dcada de los ochenta en Catalua, los autores del AtlasCultural de Barcelona (*) en el que se mostraba, incluso grficamente, la infraestructura y los serviciosculturales de la ciudad, sus caractersticas, posibilidades de uso y otros aspectos operativos.

    Tambin, las investigaciones sobre consumo cultural, coordinadas por Nstor Garca Canclini con el equipo de

    la Universidad de Xochimilco, en Ciudad de Mxico, a solicitud y en alianza con el gobierno del Distrito Federal.Estos estudios tuvieron la particularidad de aplicar formas, vamos a decir, genricas de los estudios deconsumo cultural con aplicaciones concretas al estudio de la gestin y la infraestructura cultural de la ciudad.Ya no se trataba slo de saber qu bienes o servicios consuman los ciudadanos de un pas o una regin, sinosaber cosas muy especficas como el comportamiento de los pblicos ante los espectculos que se ofrecan enel Festival de las Artes que realiza anualmente gobierno local del DF. O las maneras en que incida sobre elconsumo cultural la ubicacin de las salas de espectculos o el tipo de informacin y los medios que seutilizaban para promover los espectculos.

    En el libro El consumo cultural en Mxico ( Mxico, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993) haquedado muy bien plasmado cmo se pueden mezclar ambos niveles datos duros sobre crecimiento ycaractersticas de la poblacin urbana, la distribucin espacial de equipamiento, y las oposiciones entre lasformas de usos de la ciudad al uso del hogar como lugar de esparcimiento, las relaciones entre los usos de la

    televisin, vida privada y los gneros consumidos.

    2. Estudios comparativos o especficos de experiencias concretas de gestin cultural de ciudades.

    En este caso se trata de estudios donde el tema no es la ciudad misma ni su sistema cultural, sino laevaluacin de las polticas culturales locales, sus estrategias, principios y metas. Una resaltante expresin deesta modalidad lo representa el trabajo de INTERARTS, el observatorio cultural cataln, titulado Las polticasculturales en 7 ciudades europeas.

    Este trabajo, desarrollado entre 1999 y 2001 (*), como su nombre lo indica, tuvo como objetivo precisocomparar las polticas culturales de 7 ciudades europeas en el marco de sus polticas urbanas. Las ciudadesincluidas fueron Amberes, Bruselas, Barcelona, Copenhague, Carlsruhe, Turn y Manchester. Las reas

    seleccionadas como instrumento de comparacin fueron: i. las competencias culturales definidas en cadaciudad como prioritarias; ii. las polticas culturales definidas; iii. la manera de poner en escena esas polticas; iv.las relaciones entre educacin y cultura; v. las relaciones entre cultura, empleo y empresariado; vi. el papel

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    asignado a las nuevas tecnologas; y, algo que en Europa es hoy motivo de gran preocupacin, vii. lasrelaciones interculturales y las polticas de migracin.

    Al revisar los resultados de este trabajo nos encontramos, primero, con cuadros comparativos y datosestadsticos precisos que nos permiten comprender cmo se aborda cada uno de esos campos en cada

    ciudad; y luego, tal vez lo ms importante, con anlisis cualitativos que logran reconstruir con absoluta claridadlos perfiles individuales de las polticas culturales desarrolladas en cada una de ellas. Al concluir la lectura delos resultados, sabemos por ejemplo que Amberes oficia una estrategia construida sobre el trabajo de losactores locales en funcin de su visibilidad internacional; que Turn ejerce la accin cultural como eje para eldesarrollo local, la visibilidad internacional y la capitalidad de la regin del Piemonte en una regin fronteriza enemergencia. Y as sucesivamente para cada una de las ciudades. (8)

    3. Estudios de representaciones simblicas e imaginarios urbanos como manera de acercarse a losmodos como el ciudadano percibe y usa la ciudad

    Son enfoques que, a diferencia de los anteriores, apuntan a identificar, la manera como cada ciudadanos serepresenta, hace uso o visualiza y valora su ciudad. En este se recurre por tanto a los instrumentos propios del

    psicoanlisis o la etnografa, y a elemento de orden cualitativo menos ligados a la realidad de la ciudad depiedra y ms vinculados a la ciudad imaginada (8)

    Un buen ejemplo de esta lnea lo representa Culturas urbanas en Amrica Latina y Espaa, una investigacin,actualmente en desarrollo, coordinada por Armando Silva Tllez, aplicada a 13 ciudades de ambos lados delAtlntico, con el propsito de ubicar los grandes imaginarios urbanos de cada una de ellas y de organizar loque podra ser una primera enciclopedia multimedia de las culturas urbanas de la regin. En este caso ya no setrata de identificar la ciudad a travs de hechos fcticos y verificables datos duros como vivienda, consumo, oservicios- sino ms bien de indagar cmo los ciudadanos elaboran de manera colectiva ciertas maneras deentender la ciudad subjetiva, la ciudad imaginada, que termina guiando con ms fuerza los usos y los afectosque la ciudad real. Para ilustrarlo un poco, podemos decir que creer o imaginar que una zona es la mspeligrosa de la ciudad termina incidiendo mucho ms que el hecho fctico de que efectivamente lo sea, en loque se refiere por lo menos a la decisin de transitar por ella, tomar un decisin habitacional o realizar una

    inversin inmobiliaria.

    4. Estudios de la dinmica cultural interna de los grupos e instituciones que operan la vida cultural dela ciudad.

    En este caso ya no se trata de evaluaciones de las polticas sino de maneras de identificar lgicas defuncionamiento de organizaciones independientes u oficiales que son las responsables de la prestacin deservicios culturales y dinamizacin de la oferta y la creatividad cultural de un ciudad o un municipio. Un buenejemplo lo constituye el trabajo de Sandra Rapten, Pasin por la cultura (Editorial Trilce, Montevideo, 2001) unainvestigacin sobre la gestin, el financiamiento y la problemtica de las organizaciones culturales deMontevideo en el que estudia las formas de financiamiento de los grupos culturales de la ciudad, identificando,entre otras cosas, cules son las constantes, las carencias y las reglas esenciales de la relacin entre

    financiamiento pblico, subvencin estatal y otras formas de autofinanciamiento.

    La lista de experiencias y tendencias podra extenderse considerablemente pero, por razones de espacio, nosreferiremos slo a una ms:

    5. Las prcticas de investigacin para la participacin acadmicamente no convencionales.

    Y aqu citamos el caso de las desarrolladas en Caracas, a travs de la Fundacin para la cultura y las artes(FUNDARTE) de la Alcalda de Caracas, entre 1993 y 1996, basadas en la capacitacin de emergencia deactivistas de diversas comunidades de la ciudad para que pudieran realizar catastros de infraestructuras yservicios locales, inventarios de festividades y grupos, y, sobre todo, diagnsticos de tradiciones, necesidadesy expectativas, que funcionaran como insumo a lo que se conoci como el Programa de parroquializacincultural. Basado en esa investigacin de campo, desarrollada por los propios habitantes de las parroquias

    caraqueas (los municipios de Venezuela estn subdivididos en parroquias como la unidad mnima deadministracin); la Junta Directiva de FUNDARTE, la institucin encargada de la poltica cultural del Municipio

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    Libertador, asignaba un volumen determinado de recursos para el desarrollo de los programas locales.

    A modo de conclusin: Hacia una integracin entre visiones estratgicas, investigacin emprica,pensamiento cultural y proyecto democrtico.

    Pero tampoco nos confundamos, la relacin entre investigacin social, de una parte, y diseo y aplicacin depolticas culturales locales, de la otra, no es una panacea. Puede operar, es cierto, como un antdoto a ciertastentaciones el elitismo, el populismo, el asambleismo, el voluntarismo, el clientelismo, el mito de lapreeminencia de lo popular o lo grupal por encima de cualquier otro proyecto o necesidad municipal o urbana.Puede usarse como un instrumento que contribuya a liberar la gestin del pragmatismo y la simplificacin o laurgencia poltica (el alcalde o gobernador empuja porque necesita visibilidad de su gestin que al final sermedida en votos). Y puede ser de mxima utilidad para saber con exactitud la diferencia entre el tamao de lasnecesidades y la restriccin de los recursos disponibles. Pero en lo que no debe convertirse es en un criterionico, digamos que tecnocrtico, de diseo y ejecucin de apolticas.

    Lo verdaderamente importante en este campo es la posibilidad de que desde las unidades responsables delrea cultural se asegure una prctica a la vez promotora y vigilante de la importancia decisiva del carcter

    cultural de la ciudad y el municipio, y de la necesidad de conocimiento riguroso de ese componente. O, paradecirlo de otra manera, en la comprensin de la ciudad como una estrategia cultural cuya concrecin va msall de las oficinas o direcciones de cultura. Entendiendo que lo ms cultural de las ciudades derivaprecisamente no de un grupo de teatro o una editorial sino del uso mismo de la ciudad, de la apropiacincolectiva del espacio pblico, del autorreconocimiento y reconocimiento mutuo entre ciudadanos, memoriacolectiva, espacio construido y espacios de convivencia que a la larga son una resultante de la articulacin deestrategias y polticas pblicas en otras reas urbanismo, servicios, seguridad, etc.- que no parecieran serpropiamente culturales. Me permito recordar a Vctor Hugo quien sostena que en las ciudades los edificios sondel propietario, del dueo legtimo, pero su belleza, la de sus fachadas y su construccin es un bien colectivo,es propiedad de todos, es lo que hace la ciudad.

    Por eso, y obviamente con mucha fuerza en las megalpolis y las grandes ciudades latinoamericanas, lapreocupacin por la cultura urbana, la necesidad de generar pensamiento propio sobre nuestras ciudades, e

    imaginar futuros realizables sobre su destino ,es una prioridad. Los latinoamericanos acudimos, en la mayorade nuestras ciudades, a procesos muy complejos de redefinicin de lo urbano y de fragmentacin de lo pblicoresultado de las amenazas crecientes de la pobreza, la violencia, el caos y la exclusin. La existencia de lo queSusana Rotker ha llamado las ciudadanas del miedo(9) y lo que Calos Monsivis(10) define como las ciudadesposapocalpticas; la secuencia de grandes insurrecciones populares que peridicamente sacuden a nuestrascapitales (Caracas en 1989, Buenos Aires en el 2001, La Paz en el 2003, por slo citar los casos mssonados); la aparicin en su seno de un repertorio semntico para designar a, como lo define MabelPiccini(11), los que no son como uno (elpelado en Ciudad de Mxico, el marginalo la chusma en Caracas, elcholo en La Paz o Lima) y afirmar formas de exclusin y de neorracismo; son datos fundamentales desdednde pensar las polticas culturales. No hacerlo desde all es trabajar para ciudades artificiales, imaginadas,existentes slo en la comodidad de los barrios bien, las zonas rosa, o los centros histricos bien equipadosculturalmente en todas nuestras ciudades.

    Est, por supuesto, el otro lado de la moneda. Estas ciudades -lo escrib en 1993 en la inauguracin de laCtedra de Imgenes Urbanas- son al mismo tiempo, los grandes laboratorios de la innovacin social y de lacreatividad cultural de nuestros pases. Las nuevas musicalidades que nos definen e identifican, lasmutaciones deslumbrantes del habla popular, los novedosos mecanismos de resistencia poltica y solidaridadsocial, los lenguajes visuales permanentemente renovados, encuentran en las grandes ciudades su fermentocrtico y su mejor espacio de realizacin.(12)

    Intentar conocer esa complejidad es una tarea esencial para la gestin cultural.

    Notas

    1. Este texto fue presentado en INTERLOCAL. Foro Iberoamericano de ciudades para la Cultura,

    realizado en Montevideo, entre el 25 y 28 de marzo de 2003, bajo el auspicio de la Organizacin deEstados Iberoamericanos (OEI), la Diputacin Provincial de Barcelona y la Intendencia de Montevideo.

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    2. Nos referimos al informe Desarrollo Humano en Chile. Nosotros los chilenos, un desafo cultural,

    PNUD, Santiago de Chile, 2002.

    3. En los ltimos aos se han incrementado, por ejemplo, los estudios sobre la relacin entre

    economa y cultura tales como: El aporte de la economa de las industrias culturales en los pasesandinos y Chile: realidades y polticas, Informe ejecutivo del proyecto, Convenio Andrs Bello, Bogot,2001.

    4. Ya es una referencia pionera el estudio de Sotolovich, Lescano y Mourelle, La cultura da trabajo,Fin de siglo, Uruguay, 1977.

    5. Bernardo Kliksberg y Luciano Tomassini (compiladores), Capital social y cultura: claves

    estratgicas para el desarrollo, FCE, Buenos Aires, 2001.

    6. Jos Joaqun Brunner,Amrica Latina: cultura y modernidad, Grijalbo, Mxico, 1997.

    7. Renato Ortiz, Otro territorio, Convenio Andrs Bello, Bogot, 1998.

    8. El italiano Corrado Beguinot sugiere que cada ciudad esta compuesta por tres ciudades: laciudad de piedra (la construida, formada por edificios, plazas, avenidas, etc.); la ciudad de relaciones(formada por los intercambios y actividades que las personas realizan dentro de la ciudad de piedra, losnegocios, la vida familiar, el ocio) y la ciudad imaginada (la subjetiva, la que cada uno creaimaginariamente a partir de su experiencia).

    9. Susana Rotker (ed.), Ciudadanas del miedo, Nueva Sociedad, Caracas, 2000.

    10. Carlos Monsivis, Los rituales del caos, Ediciones Era, Mxico, 1995.11. Mabel Piccini, Territorio, comunicacin e identidad apuntes sobre la vida urbana-, en

    Fernando Carrion y Dorte Wollrad (comp.), La ciudad como escenario de comunicacin, FLACSO, Quito,1999.

    12. Tulio Hernndez, Una ctedra para pensar la ciudad, presentacin a Nstor Garca Canclini en

    La cultura en la Ciudad de Mxico. Redes locales y globales en una urbe en desintegracin, Fundarte,Caracas, 1993.

    Tulio Hernndez

    Socilogo, especializado en temas de Cultura y Comunicacin. Se ha desempeado como profesor la Escuelade Comunicacin Social de la Universidad Catlica Andrs Bello (UCAB) de Caracas, en las Escuelas de Arte yComunicacin Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y como investigador en el Instituto deInvestigaciones de la Comunicacin (ININCO) de la UCV. Fue Director-fundador del Centro de Investigacin yDocumentacin de la Fundacin Cinemateca Nacional de Venezuela, y presidente de la Fundacin para lasArtes y la Cultura (FUNDARTE) de la Alcalda de Caracas. Profesor invitado en los cursos de gestin ycooperacin cultural de la OEI en San Jos de Costa Rica, Bogot y en Barcelona en los cursos de laFundacin Interarts, la Universidad de Barcelona, y la Ctedra UNESCO de Polticas Culturales de laUniversidad de Girona. Actualmente se desempea como columnista en la edicin dominical del diario ElNacional, coordinador de la Ctedra Permanente de Imgenes Urbanas, y como director del Laboratorio deCultura Contempornea de Caracas