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La incomprendida Diez años, diez cronistas, diez historias de Caracas. Diez historias que nos cuentan cómo es que se vive en una ciudad viva. Amores furtivos, periodismo militan- te, turismo citadino, ciclovía necesaria, parque amo- roso, comuna activa, parroquia combatiente, cultura para todos los gustos, bulevar transformador y hasta un parque con perfume francés, son las historias que confluyen en esta edición que cuenta desde diez mira- das cómo se puede vivir en una ciudad viva que algunos creen muerta. Una ciudad que nos recibe cada mañana escoltada por una montaña mágica. Una ciudad que tie- ne un diario que la comprende y le reclama. Una ciudad que no siempre es entendida por sus ciudadanos y ciu- dadanas. Una ciudad poderosa por su pasado y por su presente. Una ciudad en Revolución. Esa es mi ciudad. Caracas mía. Sigamos. PARQUE HUGO CHÁVEZ, ESPACIO DE ENCUENTRO P2 / NUESTRAS CICLOVÍAS P3 / DEL WARAIRA REPANO A LA PLAZA DE SANJACINTO, PASANDO POR GRADILLAS P4 / EL ARTE QUIZÁS SEA LA MATRIZ DE TODO P5 / BULEVAR CÉSAR RENGIFO P6 / EL CUARTEL DE LA MONTAÑA 23 DE ENERO P7 / LA CAÑADA 23 DE ENERO P9 / PLAZA LA CONCORDIA P10 / EL CALVARIO, PARQUE EZEQUIEL ZAMORA P11 / ALTOS DE LÍDICE P12 CONTENIDO

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La incomprendidaDiez años, diez cronistas, diez historias de Caracas. Diez historias que nos cuentan cómo es que se vive en una ciudad viva. Amores furtivos, periodismo militan-te, turismo citadino, ciclovía necesaria, parque amo-roso, comuna activa, parroquia combatiente, cultura para todos los gustos, bulevar transformador y hasta un parque con perfume francés, son las historias que confl uyen en esta edición que cuenta desde diez mira-

das cómo se puede vivir en una ciudad viva que algunos creen muerta. Una ciudad que nos recibe cada mañana escoltada por una montaña mágica. Una ciudad que tie-ne un diario que la comprende y le reclama. Una ciudad que no siempre es entendida por sus ciudadanos y ciu-dadanas. Una ciudad poderosa por su pasado y por su presente. Una ciudad en Revolución. Esa es mi ciudad. Caracas mía. Sigamos.

PARQUE HUGO CHÁVEZ, ESPACIO DE ENCUENTRO P2 / NUESTRAS CICLOVÍAS P3 / DEL WARAIRA REPANO A LA PLAZA DE SANJACINTO, PASANDO POR GRADILLAS P4 / EL ARTE QUIZÁS SEA LA MATRIZ DE TODO P5 / BULEVAR CÉSAR RENGIFO P6 / EL CUARTEL DE LA MONTAÑA 23 DE ENERO P7 / LA CAÑADA 23 DE ENERO P9 / PLAZA LA CONCORDIA P10 / EL CALVARIO, PARQUE EZEQUIEL ZAMORA P11 / ALTOS DE LÍDICE P12

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2| VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019 w w w . c i u d a d c c s . i n f oEDICIÓN ANIVERSARIA |CIUDAD CCS

Parque Hugo Chávez

JUAN CERMEÑOCIUDAD CCS

Hace unos cuantos años, una tarde, ya ano-checiendo y mientras transcurría un torneo de atletismo en el Polideportivo Andrés Mi-randa, parroquia Coche, alguien que tenía que ver con la organización de la competen-cia, presionado por la obligación de concluir la programación antes de que oscureciera, comentó que esa instalación no había sido dotada de sistema de alumbrado que permi-tiera la práctica deportiva nocturna, “por-que las luces no dejarían dormir a los caba-llos del Hipódromo La Rinconada”.

A lo mejor la tranquilidad de los equinos también está entre las causas que ocasiona-ron las dos mudanzas del hipódromo cara-queño hasta terminar donde hoy está.

El primer hipódromo de la capital estuvo en Sabana Grande a finales del siglo XIX y funcionó hasta 1906. Luego surgió el de El Paraíso, con carreras desde el 9 de febrero de 1908, pero en noviembre de 1949 una inun-dación afectó esa instalación hípica.

Murieron más de mil caballos, salvándose el campeón Caimán. Diez años después, el 5 de julio de 1959, fue inaugurado el de La Rin-conada, entonces El Valle y ahora parroquia Coche, quedando las caballerizas y cuadras a salvo de inundaciones y otros percances.

Posteriormente fueron agregadas instala-ciones como el Poliedro de Caracas y otras, netamente deportivas. No obstante, la ubi-cación significaba un problema, por lo lejos, hasta que en 2006 el presidente Hugo Chávez inauguró el tramo El Valle-La Rinco-nada del Metro de Caracas.

Fue en 2013 cuando el entonces alcalde de Caracas Jorge Rodríguez, anunció la cons-trucción del Parque Hugo Chávez, para de-volverle al pueblo lo que le pertenece.

Concebido como un complejo educativo, recreacional, deportivo con la tecnología más moderna y formado por tres ejes: el pri-mero es la movilidad, con un termi-nal intermodal que sustituirá al de La Bandera y se vinculará a los sistemas Metro de Caracas y el Ferrocarril de los Va-lles del Tuy. Otro es el recreativo-deportivo, que contempla un estadio de fútbol para 55 mil espectadores, uno de beisbol para 35 mil, canchas múltiples para baloncesto, vo-leibol y fútbol de salón, entre otras. El tercer eje es el educativo, que incluye la construc-ción de la nueva sede de la Universidad Boli-variana de Venezuela.

Es así como el hipódromo La Rinconada pasó a formar parte de las 840 hectáreas del Parque Hugo Chávez, convertido en un es-

pacio al que ya la mayoría de los asistentes no lleva una revista hípica para apostar. Ahora acuden con balones de voleibol, fút-bol, baloncesto, kikimbol, bicicletas.

“Aquí desarrollamos nuestra programa-ción como un enlace con la comunidad para actividades sobre todo formativas, en las que prevalece todo aquello que tenga que ver con la ética socialista; que sea el encuen-tro de Chávez con la gente”, señala Frank Mendoza, gerente de Programación de la fundación encargada del Parque.

“Debe ser principalmente un espacio para los niños y las niñas. La estructura que se ge-nera es pensada de manera social, para que se perciba la atención hacia la gente”, por-que si tiene que ver con Chávez, entonces también debe tener a la gente como centro, una de las prédicas del Comandante.

Ingrid Oropeza, articuladora social del Parque con la comunidad, cuenta que varios urbanismos de la Gran Misión Vivienda Ve-nezuela se benefician de las instalaciones.

“Aquí nos encontramos con la comuni-dad, dictamos talleres de reciclaje, recrea-ción, atención a la abuela y el abuelo, y tene-mos a los Tribilines de Chávez, proyecto de

formación para enseñar a cuidar el Parque y que la comunidad se apodere de sus espa-cios”, añade Oropeza.

Varias áreas funcionan desde hace tres años, como el Jardín de los Primeros Pasos, que cuenta con parques infantiles, canchas de futbolito, una ciclovía de 1,2 kilómetros, la plaza de las fuentes. También dispone de una piscina y un laguito, uno de los espacios preferidos en el que se fotografían con una estatua de Chávez sentado en un banco.

Para los más exigentes, hay un sendero de montaña de 7,5 km. El parque es uno de los espacios fijos en los planes vacacionales co-munitarios, así como escenario en la pro-gramación de los Juegos Comunales.

“Este parque ha unido a todos los secto-res”, explica Ismael Álvarez, quien presenta deficiencia visual y es la vocera ante la Fun-dación de los sectores con discapacidad vi-sual y adultos mayores.

“Aquí hacemos deporte y otras activida-des formativas. Vengo tres veces a la sema-na. Mi hijo está en la escuela de fútbol El Va-lle-Coche y hace sus entrenamientos aquí”, nos dice Ana Linares.

Todo, sin molestar a los caballos.

Con una variedad de

alternativas deportivas

y recreativas abrió sus

puertas a todos los

sectores de Caracas

Siempre dispuesto a recibir los visitantes a la orilla del lago. FOTO VLADIMIR

MÉNDEZ

La comunidad tiene un espacio para encontrarse con el Comandante

Recreacióny ecologíaVarias parroquias que antes no contaban con un parque ahora tienen uno de los más grandes dentro de la ciudad, sin tener que recorrer mucho para encontrar un lugar de esparcimien-to, recreación o práctica deportiva.Allí llevan a cabo el Pro-yecto Ecorecréate, que exalta el clamor de la Patria porque miremos hacia su naturaleza para proteger sus derechos, y que es puesto en prác-tica durante las visitas que realizan los niños y las niñas dentro de sus planes vacacionales.Por ese carácter ecológico en los torneos deportivos, en el Parque Hugo Chávez se premia con trofeos elaborados por artesanos de la co-munidad con materiales que tienen que ver con la naturaleza.“Aquí no se compran trofeos: se premia con talento artesanal el es-fuerzos de los deportis-tas, con lo que reforza-mos la parte ecológica”, dice Frank Mendoza.

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|3VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019w w w . c i u d a d c c s . i n f o CIUDAD CCS |EDICIÓN ANIVERSARIA

Caracas

NATHALI GÓMEZCIUDAD CCS

Cuando se inauguró el primer tra-mo de la ciclovía en Caracas, en 2013, yo no tenía bicicleta. El mapa con las líneas que fueron trazadas en algunas aceras de esta ciudad te-nía símbolos inexplicables, que so-lo pude descifrar años después.

Una noche, en la ciudad donde nació mi madre, me encontré a una prima que, sin saberlo, me mostró la línea punteada que de-bía seguir en ese mapa aún in-comprendido. Mientras caminá-bamos, me hablaba de su día, del trabajo y de lo que tenía pendien-te al llegar a su casa. En un mo-mento de silencio, como si la pre-gunta se hubiera posado sobre nuestras cabezas, me dijo: “Es tan rico ir en la bicicleta, me da tiem-po para pensar, para organizar-me, para relajarme”. La escuché con atención. Desde ese momen-to supe dónde estaba el tesoro.

Después de varias vueltas de rue-da, estábamos ahí: Caracas, afilada y desafiante y yo, titubeante. El miedo inicial a surcar las abruptas sinuosidades de esta ciudad parali-

za, como toda primera vez cerca del cuerpo anhelado. Los carros comienzan a aparecer como monstruos mitológicos que se opondrán entre tú y tu destino; las personas, esas que hasta hace poco andaban a tu lado, comenzarán a ir más lento y a parecer más indefensas y las calles empezarán a hablarte en un lenguaje hasta entonces des-

conocido. Bienvenido.*****

Mientras más se pedalea, más se

descifra eso que Caracas no termi-na de contar. La ciclovía de la ave-nida Bolívar, por las tardes, ofrece la escena para cualquier película luminosa, de esas que solo pueden recordarse así. La paleta de ocres y amarillos es cegadora y obliga a achinar los ojos. El tiempo transcu-rre de otra manera y las ecuacio-nes sobre velocidad no se despejan en ese trayecto. Sobre la bicicleta, las copas de los árboles; de un lado, la seguidilla de edificios que defi-nen a parte del centro: Parque Cen-tral, los museos, la Escuela Técnica de Artes Visuales Cristóbal Rojas, los urbanismos de la Misión Vi-vienda, el Palacio de Justicia. Por momentos, el ruido de una de las vías más importantes de la capital queda ensordecido por los pensa-mientos y, la hostilidad de los ca-rros, enemigos naturales de las bi-cicletas, queda empañada por un cielo tan azul que hace pensar en la pequeñez de la rueda y el pedal y en la grandeza del “Bolívar civil”, de Maragall, al final de la avenida.

*****El camino de la plaza Venezuela

a veces es evitado, por lo intrinca-do, a pesar de que es la puerta de entrada al este de la ciudad. Si bien los jardines y las esculturas hacen que el paseo sea fresco, la proximidad de la estación del Me-tro, hace pensar en las maneras de huir de un trayecto atropellado donde el ciclista pareciera sobrar. La vía está en mal estado, inclu-yendo el puente colgante que une a Los Caobos con la plaza Vene-zuela, los vendedores informales casi no permiten avanzar y el trá-fico de personas que prefieren

usar la ciclovía que la acera, nun-ca para. La promesa de Sabana Grande se hace lejana y para avan-zar hacia Bello Monte hay que en-frentarse a una parada de buses, a más ventas callejeras y a una ciu-dad de aruña con garra. La ciudad no es exclusiva de los ciclistas, ca-si invisibles para la mayoría, pero la negativa de los transportistas privados a realizar sus rutas y una opción alternativa al subterráneo, ha hecho que cada día más perso-nas rueden por Caracas y, de cier-ta forma, se liberen.

******Por el camino trazado para bici-

cletas, a un costado de la plaza Die-go Ibarra, abundan los contraluces. Las siluetas de los caminantes, que tal vez no sepan o no les importe que la ciclovía sea para vehículos con propulsión humana, van con su lento paso por las tardes. El tra-mo que tiene como línea final la ur-banización El Silencio, en partes se interrumpe, bien sea por los hue-cos en la vía, por los obstáculos de quienes ofrecen modestas mercan-cías o por las motos y su rugido in-esperado. Si se llega a El Calvario, se puede empalmar con parte de la avenida Sucre, en una especie de ci-clovía que quedó interrumpida, sin que se sepa mucho por qué. Sin embargo, y a pesar del poco tránsi-to de bicicletas, esta podría ser una de las rutas más entrañables, con un encanto de esa Caracas plena de nostalgias. El Arco de la Federa-ción, el Metro cuando decide salir de los túneles, la ojiva de la capilla de Nuestra Señora de Lourdes y el Cuartel de la Montaña, como la cúspide del oeste de Caracas.

Ningún trayecto es igual

cuando se anda por la

vida, en bicicleta. Caracas,

la ciudad de las colinas

y cerros, al principio se

resiste a tanta cercanía

pero después se entrega

amorosa. Con la rueda

comenzó y seguirá todo.

El trayecto en Plaza Venezuela es intrincado.

Nuestras ciclovías

Ser libreLa vida puede ser leve como una hebra de cabello movida por el viento. Así son los domingos, cuando un canal del Paseo Colón y de la avenida Bolívar están cerrados, como parte de ‘Caracas Rueda Libre’. La sensación de ir en bajada, de oeste a este, es un renacimiento en sí. Pocas veces la liber-tad es tan sencilla y tan al alcance de la mano. No solo hay bicicletas, también hay corredores, patineteros, patina-dores, mascotas y una ciudad que se niega a permanecer inmóvil como las guacamayas que no se están quietas en un mismo lugar. Caminar por fuera de Los Caobos es dejarse amparar por la sombra de los árboles que presagian un viaje al interior. Ser libre es tan sencillo.

2013Fue el año de la inauguración de la ciclovía

La ciclovía de la avenida Bolívar por las tardes ofrece la escena para cualquier película luminosa. FOTOS AMÉRICO MORILLO

¡VÍVELO!

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4| VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019 w w w . c i u d a d c c s . i n f oEDICIÓN ANIVERSARIA |CIUDAD CCS

Dos parroquias

MERCEDES CHACÍNCIUDAD CCS

Responder a la pregunta ¿cuál es tu lugar pre-ferido de Caracas? y que además tengas que ha-cer una crónica de eso, es una pauta periodísti-ca que, seguro, miles, millones de personas quieren hacer. Pero si usted vive cerca de la avenida Boyacá o Cota Mil, y ya descubrió la maravilla de montaña que es el Waraira Repa-no o el Ávila, como aún muchas personas la lla-man, seguramente disfrutará leyendo esta his-toria tanto como yo escribiéndola. En rigor, no cumplí con la pauta. No pude ele-gir entre dos lugares llenos de nostalgia, melan-colía e instantes de felicidad. Siga leyendo. Hace 21 años me mudé a San Bernardino, pa-rroquia con varias entradas al cerro. Hay siete caminos “de Petare rumbo a La Pas-tora” como dice aquella canción de Ilan Chester. El que yo he subido con frecuencia se llama sector Gamboa. La prime-ra vez que subí por allí con intenciones fitness, ya a los cien metros necesitaba una bom-ba de oxígeno, y también necesité una bolsa para ocultarme la cara de vergüenza, pues aunque creí que so-lo yo era testigo de mi desesperación por agarrarme de algo, de alguna ra-mita, que me impidiera rodar estre-pitosamente por el piso; la verdad fue que tres militares se reían de mí en si-lencio, veinte metros más arribita. Pero esa es otra historia. Este martes 6 de agosto subimos con la in-tención de reencontrarnos con una montaña a la que yo tenía mucho menos tiempo sin subir que Jesús Castillo, jefe de fotografía de Épale CCS, quien tenía unos tres años sin visitarla. La razón: de su última subida tiene recuerdos nada gratos pues bajó en camilla debido a una fractura sufrida en el camino de regreso de una pauta: hacer cumbre en el pico Naiguatá.

COMO EN CASA Saludé a los compañeros conocidos de esa ru-ta, esos que suben de lunes a viernes. Los asi-duos, los fanáticos, los adictos a la magia que da la vegetación de ese cerro. Iván, el “filósofo del Ávila”, chocó nudillos como tantas otras veces. “Saludos, amistad” dijo sin detenerse. Luego la señora setentona. Es una corredora de maratones que me saludó con el consabido “tenías bastante tiempo sin subir”. Tanto tiem-po tenía sin subir que me estampó por prime-ra vez un beso en el cachete. Vi al historiador Agustín Blanco Muñoz. Sigue con la misma tu-musa, ahora bañada de ceniza, y los mismos

músculos africanos de cara al sol de los años 80 ucevistas. Y vi por supuesto a la “Nona”. La inmigrante italiana de 80 años que empezó a subir a los 70, cuando murió su esposo.

Para esas tribulaciones propias de los tiem-pos que corren, el cerro funciona como una especie de exorcismo, un despojo pacífico y voluntario de tormentos reales o imagina-rios. Una tripa mágica.

DEL WARAIRA A SAN JACINTODe la parroquia San Bernardino bajamos hasta la parroquia Catedral hasta llegar a la mismísi-ma Plaza Bolívar de Caracas. De la esquina de Gradillas (llamada así porque había allí unas es-caleras que parecían eso, unas gradillas) en el

lado Este de la plaza, donde está la sede de Ciudad CCS, camina-

mos para seguir hasta San Jacinto, que es el nombre de un mercado de econo-mía popular que debería redimensionarse o mu-darse. Justo al lado de ese mercado está la pla-za El Venezolano con su también incomprendi-do “Faluco”, su viejo re-loj y su paseo Linares con

techo de paraguas multi-colores, mudos prootago-

nistas de un incipiente turis-mo citadino. También allí to-

dos los viernes se arman las rum-bas de salsa más públicas que conozcamos.

Entre esas esquinas hay siglos de historia, como la Casa del Vínculo, primer hogar de Si-món Bolívar con María Teresa del Toro.

De Gradillas a San Jacinto se pueden conse-guir artículos tan disímiles como útiles. Res-taurantes, cafés, luncherías, ventas de telas, ventas de helados que recuerdan a Cuba, una franquicia de cocadas, zapaterías, piñaterías, perfumes, librerías, una sucursal bancaria, tiendas deportivas y una interesante dinámica que en su conjunto abona para ese turismo ci-tadino tan necesario para propios y extraños. En le edificiio Gradillas está la sede de Ciudad CCS, una escuela de Comunicación Popular (la Yanira Albornoz) y una revista dominical (Épa-ple CCS). Otra tripa más, pues.

Esquinas y árboles, oxígeno y concreto, senderos y café, tierra y cocadas, aves y perio-dismo, todo medido en kilómetros o hectá-reas aderezados con caqueñidad y huracanes de soberanía que ojalá abanen los corazones de quienes aúpan intervenciones. Así es mi Caracas. Ojalá que la suya sea tan divertida y si no lo es, lo invito a conocerla.

El Waraira, por los lados de

San Bernardino, y las dos

esquinas más movidas del

centro, son esa Caracas mía

Vegetación que guarda, que cuida y reanima. FOTO

JESÚS CASTILLO

Del Waraira Repano a la plaza San Jacinto, pasando por Gradillas

Presidente estrambóticoLlegamos hasta Loma de los Vientos, a unos 3 kilómetros de “tierra firme”, que es como le decimos a la cota cero en San Ber-nardino. El trayecto fue propicio para “actualizarnos” sobre lo humano y lo divino y para hablar de las nuevas medidas coercitivas espetadas por el estrambótico pre-sidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra Vene-zuela. Un embargo de todas nuestras propiedades en Estados Unidos, y una cuarentena ma-rítima que impida la entrada de los alimentos que nos permitan ejercer nuestro derecho de darnos el sistema de gobierno que nos venga en gana. Una medida que busca “torcernos el brazo”, frase con la que de-finió Barack Obama (el afroamericano más farsante del que tenga registro la historia de la Hu-manidad) su política internacional. En esa batalla andamos y para ganarla no está demás estar entrenado. ¿Por qué entrenarse? Para vivir, simplemente.

De Gradillas a San Jacinto se encuentra usted. FOTO JESÚS CASTILLO

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|5VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019w w w . c i u d a d c c s . i n f o CIUDAD CCS |EDICIÓN ANIVERSARIA

Bellas Artes

FRANCIS COVA CIUDAD CCS

No se dio cuenta de que las medias de seda se le habían ido, casi al gri-to del evangélico que se escabulle a la salida del metro de Bellas Ar-tes, todos los domingos. Aquella pobre dama de antaño, vestida de pura nostalgia europea elitesca, no formaría parte de este encua-dre sino fuese porque es conocida por los altos y bajos fondos de La Candelaria como la Barbie. Eso, el estruendo invocando al señor de los cielos para que acabe pronto con los comunistas, el chico que hace malabares con fuego cerca de la alfombra de libros y antigüeda-des y el asopado que se me viene encima porque el hambre ataca un poco más temprano, me marea y me aísla, que es donde reside el vicio de esta ciudad.

Un asopado parece ser buen ar-gumento para que te den unas ga-nas locas de ir a sembrar cuanto

monte sepas en cuanta botella de refresco tengas en casa; me-jor dicho: un asopado del orga-nopónico Bolívar 1 que se abre a juro entre la gente, el tráfico, los artistas de museo y de ca-lle, y le da aire de lechuga fres-ca a esta convulsión que respi-ra a color y donde más de una vez Chávez levantó el puño pa-ra alborotar la Av México, para

quedar más tarde silueteado en la pared de enfrente, la que feliz-

mente no han orinado ni por el ca-

rajo. Sería verdad que transita por esos lares el ánima del Comandan-te – no quiero decir penando, ni de vaina – como dice la señora Victo-ria, una miliciana de sabias arru-gas que se está encargando del huerto, como esas abuelas que cui-dan a los nietos de alguna hija de frescura jovial.

Victoria me mira tras la reja con un gato pardo a sus pies, como si vigilara el sabor en mis sorbos de asopado. Me ha agarrado despreve-nida comiéndome el pescuezo de pollo como si estuviera en mi pue-ricia por Tucupita, como si el Iartes no estuviese cruzando la calle, co-mo si el Teresa Carreño no existie-ra tan elegante, y como si el bendi-to evangélico se hubiese quedado mudo cuando pasó la Barbie con su vestido de lino rosa entallado.

Me levanta la llenura y quiero ir directo al chinchorro de un pana en el eje del buen vivir, pero me ataja la miliciana con una victoria en los ojos. “¿Estaba buena, ver-dad?”. Buenísima. Ella, además de atesorar recetas de siembra y de re-volución, me embarca en una es-pecial radiografía del hombre que se sentaba a tomar café en tacita de peltre en una de las ocho estre-llas de cemento dentro del huerto, mirando a la avenida Bolívar. “Aho-ra él está asomado allí en el patio”.

Salí del recuerdo, con la meta del chinchorro en mis pasos lige-ros y me abandoné como siempre en el delgado olor a incienso de los

artesanos, velándoles la mercan-cía, sin plata para un treque por al-gún vinil de Cindy Lauper o de Ilan Chester, para los que no supera-mos el perreo de la música actual.

Me abono las visitas al museo de Bellas Artes de la semana pasada para completar la tanda del día con una lectura de ojos a media as-ta en el chinchorro. No llego toda-vía, sino que me pierdo en una pa-reja que camina agarrada de las nalgas, derechito al parque Los Caobos, quizás a la mística del Ele-fante dorado, poderosa escultura para la fecundidad, dicen.

Entreoigo tambores en la entra-da del eje del buen beber, y me es-pabilo rapidito. “Hay un santo que viene por ahí, espérenlo”, dice una de las morenas del grupo Madera, con su faldón rojo y alpargatas. Qué chinchorro ni que nada.. Veo venir a San Juan Bautista con su ca-pa roja, bailando un tambor culo e’ puya, seguramente de Tacarigüita.

San Juan sabe que el cuerpo se mueve solo y del alboroto en los poros. Un carajito le monta guar-dia a la morena y yo me voy como puedo y como sé, arriesgando el ri-dículo, en unas manos varoniles que me rondan la cintura, como en un tambor tranca’o.

Detrás del Museo de Ciencias y cerca de las grandes salas de ópe-ra del Teresa Carreño hay un al-boroto que le rompe la cordura a la Barbie: “Aquí lo que entra es pura chusma, esto no era así”.

El MBA surgió en los años 30´ debido a frecuentes demandas locales por plazas de trabajo.

El Círculo de Bellas Artes

es producto de una protesta para rescatar el quehacer artístico.

El TTC se estrena en 1983,

pero abre sus puertas al pueblo llano con la llegada de Chávez.

Una imagen que resume arte, naturaleza y disfrute en un mismo lugar. FOTOS JESÚS CASTILLO

El arte quizássea la matriz de todo

Punto y círculo

Todo lo que circunda la zona que cono-cemos como Bellas Artes ha terminado por formar una es-pecie de eje cultural y artístico que, si bien no es así en un plano urbanístico, se asemeja un tanto al esbozo de lo que un tal Maurice Rotival - francés - había tra-zado para Caracas en los años 30´. De darse ese plan eu-ropeo, tendríamos el parque Sucre Los Caobos conectado con el parque El Calvario. Pero el Complejo Cultural Teresa Carreño interrumpió aquella intención, para diluirnos en un urba-nismo pragmático norteamericano. Hoy, se explaya casi de manera arbitraria, como un arte tras otro, desde la GAN, MBA, Museo de Ciencias, Los Caobos hasta llegar a Plaza Venezuela, si vamos en línea recta. Pero lo que la circunda también es cultura: el Museo Armando Reverón, Parque Central y lo que alguna vez fue la Escuela de Bellas Artes.

Su circuito abre un vía para el trote y tres estaciones de ejercicios al rededor de la fuente emblema que vive allí desde los años 60´.

¡VÍVELO!

+ 10Esculturas en Los Coabos y árboles centenarios

El breakdance y otras expresiones artísticas se pasean con libertad por el TTC, otrora ámbito para élites.

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6| VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019 w w w . c i u d a d c c s . i n f oEDICIÓN ANIVERSARIA |CIUDAD CCS

Bulevar César Rengifo

JUAN CARLOS PÉREZ DURÁN CIUDAD CCS

El Sol no ha asomado aún sus dora-dos cabellos en el horizonte, y el gallo apenas canta anunciando que está llegando un nuevo ama-necer, cuando Olga sale de su hu-milde vivienda, ubicada en el ba-rrio 1ro de Mayo de El Cemente-rio, con su pequeño carruaje car-gado de termos de café, chocolate, manzanilla, malojillo, te verde, te negro, y otras tantas bebidas esti-mulantes, además de galletas, ace-mitas y las queridas catalinas; para ofrecer a los transeúntes locales y foráneos que caminan desde bien temprano las más de diez cuadras que componen el bulevar César Rengifo, obra que desde hace ocho años vino a cambiar la vida de quienes habitan este popular sec-tor de la parroquia Santa Rosalía.

Y es que el día a día de las perso-nas que viven en El Cementerio cambió cuando el bulevar César Rengifo vino a sustituir los para-

banes, paraguas gigantes y toda aquella parafernalia que no permitía, tanto a los visitantes como a los locales, caminar por la avenida principal de es-te poblado capitalino, y en la mayoría de las ocasiones no les concedía ni siquiera disfru-tar de los rayos del sol.

Por eso Olga dice que está muy orgullosa del César Ren-

gifo, y como ella dice “le da pe-dal y bomba todo el día para

vender su café y su chocolate”, y

todo lo que se pueda ofrecer para el consumo humano. Por eso, ape-nas pisa el bulevar, muy cerca de la entrada del Cementerio Gene-ral del Sur, uno de los camposan-tos más antiguos de Caracas, co-mienza a ofrecer con su ronca voz: “Café caliente, para que se despierte y no se pierda entre tan-ta gente”, o, “tome su chocolate para este frío mañanero”, entre otras tantas cosas que dice Olga en la medida que transita por las cuadras del César Rengifo.

Un par de señores la detienen y le piden un café bien caliente, y ella les pregunta:

—Solo uno para los dosA lo que ambos responden al

unísono, y dibujando una sonrisa en sus rostros:

—¡No! Es un negrito pequeño para cada uno. ¿Cuánto es?

—Dos mil bolívares –les dice Ol-ga sin inmutarse– y no me vayan a decir que está caro, porque miren que todo sube y nada baja. Y suelta una carcajada sin intención de burlarse de sus compradores.

Los señores toman su café, y se van caminando probando la ener-gética bebida y diciendo: “¡Qué bueno está! Por eso provoca tomar el café de Olga”, y lo dicen con to-da razón por que Olga no es la úni-ca vendedora de café en el César Rengifo. A lo largo de la mañana y la tarde se pueden contabilizar más de 200 vendedores de café, sin tener en cuenta a quienes ven-den cigarrillos, helados, tortas, y

entre otras tantas cosas que uno comienza a ver a eso de las nueve de la mañana, cuando el bulevar empieza a cobrar más vida, y el río de gente que sube y baja no da tiempo a contabilizar cuánta gen-te visita, camina y descansa un ra-to a lo largo y ancho de este espa-cio que le dio un vuelco a la rutina buhoneril y de comercio informal a la cual estaban acostumbrados quienes viven en El Cementerio hace más de diez años.

Ya pasada las diez de la mañana se puede observar a gente que ofrece desde herramientas carco-midas por el moho y la humedad, llenas de óxido y vetustidad, hasta pilas para celulares, repuestos electrónicos, pasando por las in-faltables verduras y frutas, tales como yuca y cambures.

En el César Rengifo se puede ca-minar con tranquilidad, hacer ejercicios, porque hay un pequeño espacio para los amantes de culti-var el físico; y hasta jugar dominó desde tempranas horas hasta bien entrada la tarde, cuando el Sol le cede el espacio a la luminosa u opaca Luna, depende de como ella se encuentre de ánimo; o sentarse a hablar con los amigos y disentir sobre política o dialogar sobre la si-tuación que vive el país.

Ya llegada la noche el volumen de gente en el bulevar se reduce, pero este cobra otra vida cuando la luz artificial suplanta la ilumina-ción natural, y los transeúntes si-guen paseando sus espacios.

Este espacio vino a

sustituir los parabanes y

paraguas del comercio

informal en este sector

Y aunque los buhoneros

no han desaparecido, la

anarquía de antaño se

difuminó en el bulevar

Ofrecen desde

herramientas carcomidas

por el óxido hasta pilas

para los celulares.

El busto en homenaje a César Rengifo adorna este lugar de esparcimiento. FOTOS YRLEANA GÓMEZ.

“Cambió la vida y la rutina de lasy los habitantes de El Cementerio”

Falta la Ruta Nocturna

Cuando el 19 de abril de 2011 fue inaugurado el Bulevar César Rengifo, la mayoría de los habitantes de las barriadas y sectores populares de El Cementerio hicieron fiesta. Le dijeron adiós a la anarquía y al pandemónium que reinó hasta el año 2009, y le abrían las puertas a espacios de entretenimiento. Y así fue en los pri-meros años de vida de este novísimo espacio, cuando Omar Enrique y Diveana, además de las Chicas del Can y Los Adolescentes pusieron a bailar a los parroquianos hasta alta horas de la noche, llenando de alegría una localidad que en al-guna época del siglo pasado contó con la visita de grandes cantantes como Pedro Infante y de grandes orquestas como la Sonora Matancera.Quienes viven en El Cementerio les gustaría que la Ruta Nocturna llegara y disipara el ocio y la violencia de la noche.

2011Este año estuvo listo el bulevar César Rengifo, luego de dos años de intensa labor.

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|7VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019w w w . c i u d a d c c s . i n f o CIUDAD CCS |EDICIÓN ANIVERSARIA

23 DE ENERO

NIED BRICEÑO PERDOMOCIUDAD CCS

El 23 de Enero tiene muchos accesos para caer-le, le puedes entrar por Catia, por El Silencio, por la avenida Sucre y pare de contar... Esta vez nosotros tomamos la ruta del túnel que conec-ta con El Silencio, y si anduviéramos a pie le hu-biésemos entrado por el parque Ezequiel Za-mora donde, además de ejercitar las piernas su-biendo las escaleras de El Calvario, te deleitas con una amplia vista del oeste de la ciudad.

Pasando el túnel lo primero que se visualiza es esa llamarada que ilumina el Cuartel de la Montaña desde que el Comandante Chávez se sembró, esa luz representa la eterna lealtad que demostró a su pueblo. Fue imposible no sentir la nostalgia que se sumó a un cie-lo nublado que últimamente se empe-ña en amenazar con lluvia a los citadi-nos y en alegrar a los que labran la tierra.

Fue en esa misma pa-rroquia que lo vi en carne y hueso por primera vez, por allá en el año 2000 subía al ba-rrio abrazado de un montón de gen-te que caminaba a su lado y yo, des-de la ventana de la casa donde crecí, le dije adiós con la mano, para mi sorpresa me respondió con un beso y fue cuando sentí que una fuerte ener-gía entró por mis pies y se desplazó hasta mi cabeza, mi piel se erizó por completo, a eso yo hoy lo llamo el desper-tar de la conciencia. Ese fue el flash que me co-locó de este lado de la historia, pero sin desviar-me mucho continúo mi relato...

Al seguir por ese mismo camino pasamos Monte Piedad, esa zona popular donde plas-maron sus ojos en uno de los bloques que ca-racteriza al 23. Y es que se hace evidente que estás en lo profundo de las bases chavistas cuando empiezas a ver cómo la expresión de un pueblo rebelde se manifiesta en las paredes coloridas que hablan sin preguntarles nadita.

AQUÍ NO SE HABLA MAL DE CHÁVEZAntes era el Museo Histórico Militar, desde el año 1994 se convirtió en un lugar estratégico donde dijo “Por Ahora”, y desde el 2013 es un espacio sagrado donde reposan los restos del Gigante resguardado por un pueblo que enten-dió su mensaje con profundidad.

Aromas de flores impregnan nuestra visita, en ese caminar por la comunidad me di cuenta de que el espacio está bien cuidado por las veci-nas que además permiten que las paredes de sus viviendas sirvan como exposición muralis-ta en las que los pinceles y latas trazan parte de la historia recorrida y que hacen del lugar un

museo ideal para entender el camino andado por la Revolución Bolivariana.

En una de esas de activar mis cinco sentidos, observo un quiosco, ubicado antes de entrar al cuartel, donde visualicé muchas fotos de Chávez, velas y flores, era un altar realizado por la comunidad, donde expresan la lealtad, el amor y la fe que le tienen al accionar de “el hombre que dio la vida por nosotros”.

Al entrar está un pasillo donde ondean las 33 banderas de los países agrupados en la Comuni-dad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en ese caminar se respira algo de tranquilidad y amabilidad por parte de los milicianos y milicia-nas que nos reciben para darnos una ruta turís-tica, quien lo imaginaría, haciendo turismo en

el barrio que me vio crecer.Más adelante están los ca-ñones que se activan con

una fuerte explosión jus-to a las 4:25 de la tarde, hora en que partió de este plano, el 5 de mar-zo de 2013.

Y la Flor de los Cua-tro Elementos es la obra donde reposa su sarcófago, diseñada por el arquitecto Fruto Vi-

vas, que representa la tierra, el aire, el agua y el

fuego unidos en una hermo-sa orquídea de granito.

Su discurso de fondo hace vibrar los cuerpos de quienes continuamos esta lucha y al llegar a estar de frente a aquella hermosa estructura se me erizó por completo la piel, así como aquella vez que lo vi por primera vez.

UNA MIRADA EN RETROSPECTIVAAl salir de allí todo fue místico, las nubes co-menzaban a descargarse lentamente y la llama revolucionaria sigue ardiendo. Pedí a Vladimir Méndez (Fotógrafo) que capturara los murales que estaban a la salida y decidí que el chofer (Jo-hn Vivas) nos llevara al sector El Mirador, en esa misma parroquia. Recuerdo que en mi épo-ca del liceo me jubilaba una que otra vez para admirar al barrio desde las alturas.

Desde ese punto visualizamos Catia, Propa-tria, La Silsa, Casalta, Alta Vista, Lídice, Manico-mio y hasta un pedacito de La Pastora, allí era donde imaginaba que podía volar, y esta últi-ma vez que estuve también me di el espacio pa-ra hacerlo, pero esta vez fue distinto, otros con-textos, otros tiempos y mejor entendimiento del momento histórico que seguimos constru-yendo. Allí afloraron más ideas y se reforzaron más convicciones, justamente cuando apare-cieron los compañeros del colectivo 3 Raíces.

En las profundidades de

aquella parroquia vuelven a

los discursos de Chávez cada

vez que lo creen necesario.

Desde lo alto se aprecia el oeste de la ciudad. FOTOS:

VLADIMIR MÉNDEZ

Ese barrio rebelde resguarda la memoria y el cuerpo del Gigante

Defensa del territorioMientras más se agudiza el asedio contra Venezuela, más el pueblo entiende necesa-ria la defensa del territorio. Estando en El Mira-dor, nos abordaron varios compañeros del colectivo 3 Raíces preguntando para qué iban a ser usadas las fotos que estábamos tomando. Al principio fue un poco incómodo pero luego fuimos dándonos cuenta de que era necesario estar alerta pues los espacios de esta parroquia han sido utilizados por los medios hegemó-nicos para seguir dando palo al proce-so de construcción comunal que se vive en la Venezuela profunda.Luego de explicar nuestro motivo de la visita, bajaron la guardia y se arma-ron de conciencia para socializar sus prácticas de resguardo. Ellos son también los que entendie-ron el mensaje de Chávez, son los mismos que en los momentos, cuando la Patria es vulnera-da, salen en defensa del territorio, en de-fensa de los ideales que nos mueven a escribir la historia.

Los murales expresan el sentir de un pueblo.

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8| VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019 w w w . c i u d a d c c s . i n f oEDICIÓN ANIVERSARIA |CIUDAD CCS

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|9VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019w w w . c i u d a d c c s . i n f o CIUDAD CCS |EDICIÓN ANIVERSARIA

La Cañada

JOSE ROBERTO DUQUECIUDAD CCS

En 1975 el gobernador del Distrito Federal era un tipo juvenil, funcionario carlosan-dresero cuyo copete arrancaba suspiros en-tre las simpatizantes de Acción Democráti-ca. Se llamaba (y al parecer todavía se lla-ma) Diego Arria y probablemente todavía tenía un solo ombligo. También tenía una misión tan fea e impresentable como el ombligo doble que él mismo le mostró al mundo 40 años después: perfeccionar y for-talecer el sistema represivo en la ciudad ca-pital, un monstrico en crecimiento que ya andaba por los dos millones de habitantes.

La Policía Metropolitana ya era el engen-dro putrefacto que todo el mundo sabe que llegó a ser, pero el gobierno de las va-cas gordas tenía un excedente de dinero por ahí y empleó una buena parte en dotar al cuerpo policial de patrullas y de unos módulos, cuarteles de la franquicia poli-cial; en la entrada de cada barrio, y a veces en el corazón de alguno de ellos, había una sede de la PM. En casi todas partes, la sede se trataba de una casa grande más o menos convencional, con patio, oficinas y calabozos, como cualquier sede policial. Pero en el sector La Cañada del 23 de Ene-ro, que no ameritaba ni de vaina una sede convencional, construyeron una especie de búnker o fortín de concreto armado, garitas de observación y ese aspecto lúgu-bre que atemoriza a la gente incluso antes de oírle la voz a un paco. Queda a la entra-da del estacionamiento que comparten los bloques 18, 19 y el 20-21.

En ese lugar se planificó durante 30 años la vigilancia, los allanamientos y la represión en forma de detenciones arbi-trarias contra los habitantes de la zona. Y los grupos organizados de allí, que ni mansos ni dóciles fueron durante la se-gunda mitad del siglo pasado, respondían como se debe: a candelazos que de-jaron marcas en las puertas y mu-ros del lugar, que al entrar este siglo ya no podía ser más sombrío. Durante una entrevista con algunos funcionarios des-tacados allí en los años 90, varios de ellos me comentaron que una de las instruccio-nes que se les daba a los efectivos era no recibir comidas ni bebidas de los vecinos, y no solo en el 23 de Enero: la relación con la comunidad era tan tensa o decidida-mente chimba y desagradable que el códi-go de seguridad del cuerpo incluía la sos-pecha de todo aquel que se acercaba aun-que fuera a cordializar o a colaborar. Por

esos años, en plena entrada del módulo colocaron varias pilas de sacos de arena, a modo de barreras de protección contra ataques de tipo militar.

30 AÑOS DESPUÉSNo existe una manera disimulada de conti-nuar el relato con una declaración tipo: “Ah, pero llegó la Revolución y las cosas cambiaron”, así que dejémoslo así: las co-sas cambiaron en el año 2005.

La gente de la Coordinadora Simón Bolí-var, organización o colectivo cuya sede principal quedaba enfrente, a escasos 20 metros del tenebroso búnker, aprovechó un contacto con quien había sido electo al-calde metropolitano, Juan Barreto, para plantear una reunión con el comandante de la Policía Metropolitana. Eran otros tiempos y todo indicaba que se podía con-versar y negociar algunos asuntos con las autoridades. El comandante de la policía, en efecto, parecía dispuesto a dar esa y otras conversas, pero cometió el error o el acierto de embarcar a los muchachos de la Coordinadora en aquella reunión.

Varias docenas de personas estaban allí en la sede a altas horas de la noche, espe-rando la llegada del jefe policial, pero el hombre no llegó. Así que dieron un vista-zo de reconocimiento, se asomaron en

aquellos calabozos de la vergüenza. Y em-pezaron a sacar algunos objetos. Después otros más. Y de pronto la muchedumbre estaba sacando todo y realizando una asamblea de ciudadanas y ciudadanos: así comenzó el proceso de apropiación popu-lar de la sede, que de pronto se convirtió en la nueva base de operaciones de la Coordinadora Simón Bolívar.

Tras un período de tensión y de expecta-tivas, y de contactos políticos y acuerdos formales con la alcaldía, el módulo fue co-brando forma como espacio de cogobier-no del Poder Popular y las instituciones del Estado. Fue llamada Casa de Encuen-tro Bolivariana Freddy Parra en honor de uno de los activistas y fundadores de la Coordinadora, fallecido trágicamente en enero de 2005. La Coordinadora, que tenía ya varias ruedas de experiencia en la orga-nización de eventos callejeros y de organi-zación popular, comenzó a cambiarle el perfil al módulo y de pronto toda la fiesta en clave de creación que es el 23 de Enero se trasladó a ese espacio, que se llenó de música. En 2006, en un hueco del segundo piso que los compañeros de la Coordina-dora aseguran que antes funcionaba como calabozo, se construyó el estudio de la emisora Al Son del 23, uno de los íconos de la salsa en Caracas en lo que va de siglo.

...Y de pronto la

muchedumbre

estaba sacando todo

y realizando una

asamblea de ciudadanas

y ciudadanos (...)

El local carga encima una buena dosis de historia y otra de leyenda.FOTO

YRLEANA GÓMEZ

Casa de Encuentro Bolivariana Freddy Parra

Pase adelanteNo solo la emisora: la Casa de Encuentro Bolivariana Freddy Parra también es también sede del Saime (acuda allí y saque la cédula de identidad; la entregan en corto tiempo), el Club de Abuelos, Fundafauna, un Infocentro que alguna vez fue el más grande y mejor dotado de Venezuela, con 64 com-putadoras (hoy tiene 30, porque varias se las han llevado para fundar o fortalecer otros); un Café Venezuela, una Li-brería del Sur, y espacios académicos donde se imparten varios diplo-mados, cursos y talleres avalados por universida-des nacionales: Idiomas Modernos, Acompaña-miento Social, Taller de Socialismo Bolivariano, entre otros.Tan solo por esta historia de transformación desde lo más perverso a lo más humano, vale la pena darse una vuelta por ahí y pasar el día preguntando, conver-sando, hurgando en uno de los episodios más sabrosos de rebelión para la construcción en la Caracas insurgente.

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10| VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019 w w w . c i u d a d c c s . i n f oEDICIÓN ANIVERSARIA |CIUDAD CCS

La Concordia

MARLON ZAMBRANOCIUDAD CCS

“Papi, llévame para la habitación”, me sugi-rió la primera vez, con esa confianza provin-ciana de prima lejana que se quedó en Colón, un remoto pueblo del estado Táchira, desho-jando la margarita del progreso. Me dijo que se llamaba Isabel.

Tímido y confundido, en plena esquina de Curamichate, le respondí lo que ya ha dejado de ser una excusa para convertirse en letanía: “es que no tengo plata”. Se trata de una rubita hermosa, de ojos perlados y mofletes de man-zana, con dos piernas lechosas del grosor de co-lumnas del Partenón, que, por supuesto, re-mueve los instintos, pero que cuando habla, lo remite a uno a cierta nostalgia ancestral por la familiaridad gocha de su acento.

La Concordia y sus alrededores, en el corazón de la parroquia Santa Teresa, pero arru-llada por Santa Rosalía, ha sido, por años, la alca-bala festiva de varones libi-dinosos en busca de caricias baratas y besos de alquiler. Fue -y es- el pun-to de no retorno de una diáspora provinciana que arriba al Nuevo Cir-co trasnochada, alucinando con el Dorado de concreto y dispuesta a ofrecer las arcadas de su sexo a cam-bio de una cosa medio mitológica que, en los parajes más alejados de la geografía patria, aún llaman “porvenir”.

Allí encuentran acomodo entre las esquinas con más solera de la capital y sus casonas derrui-das, sostenidas apenas por la inercia digna de la Caracas más audaz, las muchachas del interior que migraron buscando suerte entre sus pen-siones de arrabal, de donde se entra y se sale con la frivolidad urgente del deseo.

Son ejércitos de impúberes huyendo del hambre que no lograron saciar ni en Tucupi-ta o La Grita, ni en Curiepe o Cumaná, y se aposentaron entre las avenidas Lecuna y Ba-ralt con la plaza como epicentro del alma prostibular del centro.

Algunas han hecho de su oficio parte de la rutina doméstica, y se desplazan entre la es-quina El Hoyo y el Teatro Nacional, ofrecien-do sus carnes y comparando precios de un plátano y dos cebollas para completar el al-muerzo de la jornada.

La segunda vez, apostada en la esquina donde vende perrocalientes un sospechoso mercader de acera, Isa me sonrió como si fue-ra mi pana, y me siseó persiguiendo mi rastro esquivo -y menesteroso- entre ese vértice pi-caresco de vida mundana que es el terminal

de transporte terrestre de La Hoyada y la es-quina de Viento, donde cualquier hotel, hos-tal, pensión, posada y centro turístico giran en torno a la transa amatoria. Son pactos arti-ficiosos que se tejen con la velocidad del ges-to y donde el amor no es tan caro como pare-ce, pues todos, en esa región ficticia de los afectos, siempre estamos pelando bolas.

HAY QUIEN SE ENAMORANo fue igual para Ana, quien se fugó de la vio-lencia y la escasez de Capaya (Barlovento) y se internó en un templo del placer de la Caracas vieja, llamado La Caneca. Diagonal a la plaza donde más de un macho moqueó castigado por las torturas de los esbirros gomecistas, en las

catacumbas ensangrentadas de La Rotunda, despachaba sonri-

sas y cervezas a destajo co-mo anfitriona beatífica, y siempre se negó a prosti-tuirse porque le conmo-vían esas matronas al borde de la jubilación, que anidan en las ban-quetas de la barra espe-rando a un cliente más o menos decoroso.

Ahí halló el amor. Lo co-noció en el bar. Una vez me

contó que ese señor que casi le dobla la edad le sostuvo la

mirada un día en el aire, y se que-dó prendada como una idiota de esa fas-

cinación loca por los sortilegios de la perdición. “Usted no sabe lo que es querer hasta que no es fe-liz sirviéndole un plato de comida a su marido”. Por él, huía cada noche, a eso de las 7, extraviada como una posesa por los pasillos malevos del cen-tro a prepararle su almuerzo para varios días ofi-cinescos, y le sacaba el filo a las camisas y los pan-talones para la semana entera. Por él huyó, final-mente, de La Caneca, y más nunca nadie supo de ella ni pudo dar pistas de su destino.

“¿Y es que nunca me vas a llevar al cuartico?” me entrampó Isabel con rudeza de esposa, la tarde crepuscular en que mi mirada huidiza se tropezó con la suya justo al frente del Hotel For-te, cerquita de la esquina de Pinto donde, por lo general, recargo una teta del café que traen unos muchachos desde Biscucuy. Yo había co-brado y andaba realengo. “¿En cuánto?” me atreví. “Hasta puede ser gratis” sugirió. “Espe-remos mejor a una próxima vez” balbuceé asustado, temiendo que sucediera lo que tantas veces me ha generado más magulladuras y he-matomas que placer. “No me vuelvo a enamo-rar”, canté con Juan Gabriel, de regreso a casa, como huyendo de Sodoma y Gomorra.

El ambiente prostibulario de

una ciudad sin complejos,

encuentra en sus alrededores

un paraíso

Recostadas del tedio, su sino es la espera. FOTOS

MICHAEL MATA

En el mapa salvaje de los amores furtivos

La plaza

Se supone que la plaza La Concor-dia se erigió para enaltecer la paz alcanzada, luego de las luchas libertarias contra la dictadura gomecista, y en respuesta al horror inmortalizado en el imaginario de la ciu-dad por uno de los más terribles cuar-teles carcelarios establecidos por el dictador: La Rotun-da. Allí estuvieron atenazados por grilletes de más de 3 kilos de peso, emi-nentes intelectuales, atrevidos dirigen-tes estudiantiles, poetas comprome-tidos, y todo aquel que quiso alzar su voz reclamando democracia desde 1908 hasta 1935 del siglo pasado.Por muchos años, no hubo paz ni sosiego en la plaza, consumida por el abandono y la delincuencia, hasta que, en 2015, la Al-caldía del Municipio Libertador concretó el milagro de su re-cuperación con una millonaria inversión que la dejó nueveci-ta y reluciente para rescatar a la ciudad en el marco de su 448 aniversario. Hoy, aún convoca al amor.

En la plaza confluyen vecinos y amores lícitos y condenados.

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|11VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019w w w . c i u d a d c c s . i n f o CIUDAD CCS |EDICIÓN ANIVERSARIA

El Calvario, parque Ezequiel Zamora

ARGIMIRO SERNACIUDAD CCS

El conocido Calvario de Caracas ha pasado por diferentes épocas, pero nunca ha dejado de ser un lugar especial por su ubicación, su forma, su cercanía con el eje central y con va-rias parroquias, pero, sobre todo, por su his-toria tarambana y progresiva. De colina para procesiones y entierros, pasó por ostentoso jardín afrancesado y hasta a vereda pública, hasta que fue progresivamente descuidado, se sumió durante décadas en penumbras, por el cual, al pasar, corrías por tu propia cuenta y riesgo. Ahora la gente se reúne y de-ja sentir una esperanza real.

Su forma final atravesó por varios tropie-zos y aportes fractales, desde que fuera ele-gido camposanto, poco después de la fun-dación de la capital, a comienzos del siglo XVII. El obispo de Caracas, de aquel enton-ces, fundó ahí la primera capilla para in-centivar las procesiones y los cristianos ri-tos mortuorios en las adyacencias. Al em-blemático y afrancesado Guzmán Blanco, quien había fundado el cementerio general del sur para liberar de toda responsabilidad tanática la colina central del valle, le dio por construir ahí un jardín a la moda euro-pea, y poner una estatua en honor a sí mis-mo, que la plebe enardecida en contra del narcisismo señorial derribaría posterior-mente. Las caminerías se fueron amplian-do y reforzando, y se han restaurado en di-ferentes momentos, pero, según fotos de varias épocas, la forma es esencialmente la misma. En consecuencia con la precolom-bina, en 1884 se construyó en estilo neogó-tico la Capilla de Lourdes de El Calvario, la cual exhibe una complejidad arquitectóni-ca, que, por su ubicación en la pendiente, muy bien puede servir para aficionados cu-riosos y hasta para estudios especializados. Nueve años después de la capilla, la cons-trucción del Arco de la Federación comple-taría el complejo que le da entrada suntuosa. Un recorrido para carrua-jes fue, durante décadas, el espacio más concurrido y el pulmón vegetal de la población caraqueña en su ensancha-miento. La estatua de una mujer desnuda del torso hace referencia a un personaje con problemas mentales que se convirtió en ícono de la zona. Otras plazas y bustos como los de Ezequiel Zamora, Agustín Co-dazzi, Cervantes, Teresa Carreño y Pedro Elías Gutiérrez afianzan el valor histórico y educativo. Hay una pequeña representa-ción del Partenón, una Plaza Bolívar heli-coidal, miradores hacia el este, el norte y el

sureste, y un misterio acerca de la estatua de Cristóbal Colón, que alguna vez recibió a los visitantes cuando, jadeantes, termina-ban de subir los 90 escalones de su antesala original, con lo que hacía honor a su nom-bre. Aquella estatua del genovés segura-mente también fue arrancada por esa aver-sión al principio señorial que derribó la del ilustre afrancesado.

Ahora queda un presente donde pode-mos ver clubes de artes marciales, martes y jueves, adultos mayores haciendo aerobics despacito, pero con mucha risa, cristianos dándose abrazos para disfrutar del próji-mo, aunque sea un ratico antes de que lle-guen las culpas; parejitas de todos los colo-res y tamaños, algunas, al comienzo, cuan-do planifican posibles caraqueñitos, otras cuando reavivan las llamas dando algún es-pectáculo panegírico. Cantantes, músicos, estudiantes, hasta yoga iniciático, los sába-dos, con la instructora Belkis Ruiz, guardias nacionales sembrando en algunos espacios aprovechables, estudiantes en grupo ano-tando leyendas, scouts como arroz hacien-do jornadas de reforestación coordinadas con las instituciones y, claro, muchos niños adornando, aliviando, iluminando, saltan-do, alegrando, pintando nuestra vida coti-

diana, a pesar de la crisis y de todos los in-fortunios, en pleno centro de Caracas.

Así, tenemos un espacio de tránsito, ejer-cicio, entrenamiento, reunión, esparci-miento, conversación, diversión, contem-plación, cortejo y seducción en todos los sentidos, para todas las edades y gustos. Un espacio tan accesible que te puedes acercar con una botella de agua, un tique del metro y las ganas de sentir las pruebas tangibles de una esperanza, la esperanza en un pro-yecto futuro, tanto del que le toca irse, co-mo del que le toca quedarse. La esperanza de no perder ese espacio nuevamente, co-mo el recorrido lúgubre con el que me crié durante dos décadas de abandono.

No importa si es un cortejo que traerá futuros caraqueñitos, conversaciones e in-terpretaciones para sembrar poemas, sa-lutaciones al sol para nuestra salud física, estudios sistematizados para tareas uni-versitarias… cuando el espacio público se presta tanto, es porque debemos apropiár-noslo y protegerlo. Quizá, muchas religio-nes en principio, así como para abrazarse, no fueron más que una justificación para reunirse. Nosotros tenemos algo más que una excusa, estamos inventando una nue-va cultura, entre todos.

Su especial ubicación se nota cuando al venir caminando desde el centro de Caracas, nos sentimos, de repente, por primera vez, envalentonados frente al Waraira Repano, pero con respeto, claro

Un lugar para encontrarnos con la historia y con el presente

Nueva vida en la ciudad

En su pasado remoto, y hasta el no tan remoto, las culturas surgen en espacios que dan forma a su cosmogonía, por eso el andino tiende a ser silencioso, el oriental escandaloso y el llanero recio. El caraqueño es más complejo. En algún tiempo, los espacios públicos eran escasos, oscuros y peligrosos. El gobierno ha logrado activar muchos espacios que sirven para el encuentro y la reunión, con todo lo que eso im-plica. Conversar, tocarse, reflexionar, avanzar, pensar, organizar, pintar, ejercitar, fotografiar, contemplar la ciudad desde miradores muy estratégicos, admirar el Waraira Repano justo al frente son activida-des propicias para la gestación de nuevos va-lores. Y, si esa ventaja la tenemos a unos cuantos pasos del centro de Ca-racas, podemos salir del trabajo periódicamente y adelantar en nuestra misión de gestar un nuevo modelo de vida.

En El Calvario, Parque Ezequiel Zamora, los niños disfrutan el momento. FOTO ENRIQUE HERNÁNDEZ

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12| VIERNES 9 DE AGOSTO DE 2019 w w w . c i u d a d c c s . i n f oEDICIÓN ANIVERSARIA |CIUDAD CCS

DAYON MOIZ CIUDAD CCS

Todo comenzó con la convocatoria de la for-mación de reporteros y reporteras infantiles que propusimos desde la Escuela de Comuni-cación Popular Yanira Albornoz (Ecpya) a la Comuna Socialista Altos de Lídice. A ellos les habían donado cinco tabletas Canaima y te-nían la necesidad de consolidar un equipo de comunicación que diera cuentas del trabajo comunal. Nuestra escuela, por su parte, tenía la “deuda pendiente” de ir al territorio.

Yo suelo ir en moto o camioneta. Antes iba en el transporte de la fundación, pero des-pués de la tercera vez de escuchar que “los ca-rros estan dañados y no hay transporte” tuve que tomar una decisión. O entraba en la lógi-ca institucional de “sin carro no me muevo”, o asumía que la comunicación popular jamás estará detrás de un escritorio. Así que junto a Gregory o Jeffrey (mis super mototaxistas), agarramos la Princi-pal de Lídice en un solo en-vión y nos plantamos en La Redoma. En el cami-no siempre imagino qué me voy a encontrar ese día en la comuna.

Afortunadamente los días de dudas, cuando no sabía cuántos niños llegarían a clase, quedaron en el recuerdo. Ahora tengo la cer-teza de que Jeremy, Gabriela y Oriana van a ser los primeros en llegar, y que Ángel llegará antes que su hermana Ariatna.

El Norte de la comuna es el Waraira Re-pano. Los Altos está pegadito al Ávila, por eso es que la subida es tan empinada y el clima se hace más agradable en la medida que vas su-biendo la montaña. Se encuentran además, las lomas del Polvorín al Este, la parte baja de Lídice y el 23 de Enero hacia el Sur, y el sector Manicomio por el Oeste.

El cotidiano lo cuentan los 5 mil habitantes de los siete consejos comunales que, al igual que sus padres y abuelos, apostaron por la or-ganización del poder popular y, después de mucho bregar, decidieron (hace poco más de un año) caminar juntos en comuna. El mes pasado ya empezó a funcionar el Parlamento Comunal, que se dieron para ejercer demo-cráticamente el poder local.

Hoy, con un marco legal que favorece el for-talecimiento del poder popular, la comuna enfrenta desafíos gigantes: hacer que el agua llegue a todos los hogares y que el transporte pueda acercar lo máximo posible a los veci-nos y vecinas a sus casas. Esto sin desestimar todo lo hecho hasta el momento, principal-mente en el acceso digno a salud y alimenta-ción, obras de infraestructura que poco a po-co comienzan a realizarse, y el rescate de la

En los Altos de Lídice los reporteros infantiles nos conectan con el amor y la esperanza.

Altos de Lídice a mano y sin permiso

Territorio colorista

Hay muchísimos murales. Están los que identifican a los siete consejos comunales, los alu-sivos a salud, saber y trabajo, y otros más que engalanan cada recoveco. Por encimita cuento unos 14 murales. Pero como casi todo en la comuna, esto no es casual. Allí vive Gsus Gar-cía, fundador del colectivo muralista Antimantuanos que conocí hace unos cinco años, y que siempre encuentra una ocasión para resignificar las paredes.

La Redoma es el sitio de encuentro de los lugareños.FOTOS JAVIER

CAMPOS.

Los reporteros Ariatna, Gabi, Ángel, Oriana y Enyelbert,

organización como clave en la resolución de problemas.

Sé que están pensando que hago una lectu-ra romántica del barrio, pero no es así. La or-ganización popular no surgió porque las ne-cesidades estaban cubiertas. Recordemos que nuestras barriadas nacieron del olvido institucional del campo.

La comuna también encierra dureza en sus relatos. Sin ir muy lejos, Gsus, quizás el líder comunitario de mayor proyección, no des-maya en el día a día del Parlamento Comu-nal, aún cuando perdió su casa en un incen-dio hace cinco meses. Allí está juntando vo-luntades para resolver no solo el problema habitacional de su familia sino el de otras ve-cinas que también perdieron sus casas en si-tuaciones similares.

Les cuento todo esto porque soy una mujer que siempre ha militado en las fi-

las de la esperanza. Mis señas son mi sonrisa amplia y ac-

titud positiva. Sin embar-go, confieso que en oca-siones mi espíritu se quebranta ante los ata-ques que recibimos co-mo pueblo; tristonaza, agarro mi moto y vuel-vo a subir allí, donde Chávez se sembró y se hizo millones

No alcanzo a sacarme el casco, y me abordan los pe-

queños dando cuenta de su día a día. Jeremy que no cabe

de felicidad al explicarme que la siembra ya está dando frutos, a la vez que muestra unos granitos de caraota. Oriana, que investigó que el nombre de Lídice nace como homenaje a un pueblo checo que fue devastado por los nazis en 1942, y en 1943 le dio el nombre a la primera urbanización obrera del país. Leonaiker que quiere hacer un títere en forma de lenteja para explicar su valor alimenticio.

Gabriela, Brei, Ariatna, Enyelbert, Joshua, Daniel, Jenser, Víctor, Ángel Rodríguez y Án-gel Espinoza esperan su turno para contarme su hallazgos. También Ricardo, Dubrangely y Andrea que junto a Mayra siguen formándo-se para ser reporteros.

De pronto me encuentro como aquel que va a Maracaibo y comienza a pasar el puente con un nudo en la garganta… No sé bien por qué me brotan las lágrimas, sospecho que son de alegría. Es que, en medio de tanta muerte y miseria anunciada por los portado-res del odio, estas niñas y niños, porfiados y testarudos, empeñados en vivir y ser felices, me vuelven a recordar que sí, que Caracas (y Venezuela toda) está viva y construye su pre-sente. A mano y sin permiso,

Lídice