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REVISTA GRATUITA Edición número Trescientos treinta y cuatro. Año 07. Caracas, 28 de julio de 2019 CARACAS, 452º ANIVERSARI0 334

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REVISTA GRATUITA

Edición número Trescientos treinta y cuatro. Año 07.Caracas, 28 de julio de 2019

CARACAS, 452ºANIVERSARI0

334

Page 2: 334 - Ciudad CCSnoticias.ciudadccs.info/wp-content/uploads/2019/07/... · “Simón Bolívar”, 2014, 2015 y 2017. Premio Municipal de Periodismo “Guillermo García Ponce”, 2014

Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, 2014, 2015 y 2017.Premio Municipal de Periodismo

“Guillermo García Ponce”, 2014. Premio de Periodismo Aníbal

Nazoa, 2018.

Consejo editorialErika FaríasRoberto MalaverGustavo Borges RevillaMercedes Chacín

direCtor Carlos Cova

direCtora de arte María Isabel Guerrero

Coordinador de FotoGraFÍaJesús Castillo

Coordinadora 2.0Yanira Albornoz (†)

Web y redesEnyeli González

redaCCiónMarlon ZambranoMaría Eugenia Acero ColomineArgimiro Serna

FotoGraFÍaMichael MataEnrique Hernández

CorreCtorRodolfo Castillo

loGÍstiCaDaniela FernándezEdi CorderoDanielis Delmar

redes www.epaleccs.info

[email protected]

@epaleccs

@epaleccs

Épale CCS

Una publicación de la

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114Distribución: 0212-8085843 Depósito Legal: pp201202dc4166

Contenido

02. urbanismoCaracas, delta itinerante

03. letrasUn libro para forasteros

04. letrasEl Techo de la Ballena, de lo bueno a lo horrendo

05. hábitatUn samán que muere

06. hábitatEl pueblo florido que bajaba con el frío

07. arquitecturaCortejarse y amarse sobre el Guaire

08. arquitecturaUn diabólico artificio

09. hospedajesEl Waldorf regresó de sus cenizas

editorial

Caracas cumple años en una fecha simbólica a la que colocar, además, dos pares de comillas. Lo importante del asunto es que sirve de pretexto para homenajear a la ciudad. En Épale CCS hemos querido hacerlo echando mano de una vieja sección. Suerte de pastillitas de historia mínima, los “¿Sabías que...?” han venido recogiendo referencias pintorescas, curiosas y asombrosas de nuestra urbe, una data que merece ampliarse y ordenarse para su consumo por parte de lectores y lectoras de todas las edades.

Aspiramos, con la presente edición, iniciar una serie que compile las ya publicadas en la revista y pretexte nuevas entregas, para lo cual invitamos desde ya a todos aquellos echadores de cuentos y cronistas a sumarse a esta tarea continuada y necesaria.

Continuada, porque es mucho el testimonio aún pendiente por contar. Necesaria, porque para querer a Caracas basta conocer su historia.

Échennos los cuentos, pues; seremos todo oídos.

Carlos Cova

10. hospedajesEl hotel donde vivió el genio del cuento corto

11. cinematografíaUna película entre manitos y panas

12. cinematografíaPelícula premiada con cárcel y persecución

13. personajesApascacio se llevó hasta su ejemplo

14. personajesLa hamburguesa más rápida es de las primeras

15. urbanismoLas Torres de El Silencio arrasaron con el Centro

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02

legiar el fluido, minimizando en estas parroquias el impacto de los torrenciales aguaceros con que la naturaleza se manifiesta eventualmente.

urbanismo

Durante la ecléctica formación de nuestra ciudad, desde la colonia, Caracas se ha ido construyendo por diferen-tes sistemas de valores y, por tanto, de arquitectura. Al recorrerla podemos encontrar diversidad de curiosida-des, atajos, pasajes, monumentos modernos y clásicos; avenidas cortas, largas; urbanizaciones apresuradas, disímiles; arquitecturas arriesgadas y conservadoras; edificios con decorados místicos religiosos; y con la re-ciente Misión Vivienda se le pone la guinda a su eclecti-cismo. Pero una influencia resulta imprevisible.

Si has caminado por algunas avenidas del noroeste de Caracas, las que están más arriba del Casco Histórico, seguramente te ha parecido que los arquitectos de la época querían proteger al transeúnte del tránsito o que les dio por jugar al sube y baja. La verdad es que cuando uno ve esas aceras, que en algunos casos se elevan hasta varios metros de las calles sin patrón claro, las sube y las baja para evitar las angostas calles, respira hondo si al

Las construcciones se adaptaron a la topografía del terreno

Aceras que ascienden hasta 2 y 3 metros de altura

buscar una dirección se pasa unas cuadras, no pa-reciera haber sido obra de arquitectos o ingenie-ros. Resulta que el motivo de tales construcciones es más simple, inevitable, pragmático y efectivo de lo que se puede esperar de un arquitecto.

Desde el primer plano fundacional de Caracas, durante el tiempo de la primera planeación arquitectónica en el siglo XIX, ya se habían comenzado a construir las casas alrededor del Casco Histórico, esas que dan lugar al epíteto de la “ciudad de los techos rojos”. Durante la construcción de estas casas los colonieros se habían ido adaptando a una superficie moldeada por quebradas que descendían de lo que todavía se confundía con la sinuosidad de las faldas del cerro Ávila. Desde 1750, cuando se funda la pa-rroquia Altagracia, hasta 1889, cuando se funda La Pastora (con gran parte del territorio de aquella), las casas con que se fueron conformando pertenecían a la periferia y consistían en edificaciones adaptadas a los accidentes del terreno. Para trazar las primeras calles no quedó otra alternativa que construirlas aplana-das y rebajadas al nivel de la calzada, respetando la altura de las aceras, como podemos comprobar-lo hoy día. Para evitar caídas de peatones, algunos años después, se le pusieron barandas a la mayoría de las aceras.

Históricamente, las parroquias La Pastora, Al-tagracia, Candelaria y San José se fueron urba-nizando en los promontorios que la afluencia de un territorio altamente fluvial talló como su ras-go intrínseco. Actualmente podemos comprobar esa historia con los torrentes que por las calles de nuestras parroquias primigenias y tradicionales se convierten en ríos itinerantes, que van y vienen se-gún la época. Así que estas parroquias se edifica-ron, progresivamente, sobre lo que alguna vez fue un recorrido de aguas torrenciales constantes que descendían de nuestro distintivo monumento na-tural, el Waraira Repano.

Cuando recorras estas calles observa cómo mantie-nen la frescura, seguramente porque imitan el cauce de los ríos por donde corrían tanto el viento como el agua, otorgando el serendípico beneficio de privi-

en la construcción de nuestra ciudad han participado arquitectos,ingenieros, albañiles, entre otros profesionales y oficiosos, pero tambiénhan intervenido las fuerzas naturales. el resultado ha sido una vialidad

tan extraña como funcional

Calles en lo que alguna vez fueron cauces fluviales

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías miChAEL mAtA

caracas,delta itinerante

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03 letras

accidentado alumbramiento (…) es seguro que los amigos de Bello recomendarían que se guardara, silenciara o ignorara este trabajo (…) Estimo po-sible que a medida que crecía Bello ante los ojos de los venezolanos, sus propios compatriotas, y en-tre ellos quienes más lo quisieron, evitaran todos los argumentos que pudieran serle desfavorables, máxime cuando Bello había sido muy injustamen-te tildado de traidor a la causa de la Independencia nacional”.

La versión de este libro, que permanece en la uni-dad de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Venezuela, corresponde a la edición del Banco Central de Venezuela de 1968, edición facsimilar en homenaje al Correo del Orinoco en su sesquicentenario. Puede consultarse en la web: www.cervantesvirtual.com.

UN LIBRO PARAFORASTEROS

Es obra del insigne intelectual universal nacido en Ca-racas, don Andrés Bello, de cuando apenas contaba con 29 años, fecha que debería ser considerada como nuestro auténtico Día del Libro y no el 23 de abril, como está establecido, para conmemorar la muerte de Miguel de Cervantes en 1616.

El tomo incluye el almanaque anual, un directorio de gobierno de España e Indias, una lista de conquista-dores y gobernadores, el cómputo eclesiástico, las fe-chas memorables, las fiestas movibles, los escribanos de Caracas, juzgados civiles y ordinarios y, lo más re-levante, una breve historia de Venezuela: un recorrido que abarca desde finales del siglo XV hasta comienzos del XIX, pasando por la llegada de Colón a tierra fir-me, exploraciones sucesivas por las costas venezola-nas, evangelización y pacificación de los aborígenes, la función de los Welser, sondeo del territorio, fun-

La portada se mantiene en buen estado físico

dación de las primeras ciudades, conquista de los territorios de Oriente, de Occidente y de Guayana; búsqueda de El Dorado, progreso de la economía, actividad agrícola, actuación de la Compañía Gui-puzcoana, establecimiento de la Independencia, régimen de libre comercio, entre otros aspectos.

En 1865 el escritor y periodista Juan Vicente Gon-zález comentaba sobre el libro: “Bello contaba así, en los primeros años de su juventud, los progre-sos de Venezuela, sin que a su edad el carácter de la época ni su puesto al lado del Capitán General detuviesen su pluma en el juicio de los conquista-dores ni lo modificasen”.

Para 1956, el escritor Mariano Picón Salas seña-laba: “La investigación de primera mano o las noticias inéditas lo que debe pedirse al compen-

dio, sino el singular espíritu con que in-terpreta el pasado y la teoría del país que formulará. Es muy virgiliana actitud que preludia ya la tesis de las ‘silvas ameri-canas’ y muy particularmente a la Sil-va a la agricultura de la zona tórrida, contrasta Bello los tiempos crueles y devastadores en que los españoles buscaron El Dorado y abandona-ban los primeros establecimientos en pos de una Manoa inalcanza-ble, con los otros —a partir ya de la segunda mitad del siglo XVII—, cuando curados del espejismo del oro, se dedicaron a la más fiel y es-table agricultura”.

Pedro Grases, quien desde 1944 adelantó las averiguaciones para localizar el referido im-preso en el Museo Británico de Londres y continuó su en-samblaje con otro ejemplar encontrado en la biblioteca del venezolano José María Núñez Ponte, desarrollando uno de los más importantes

estudios sobre el tratado de Bello, escribió en 1958: “El texto de Bello envejeció

y aún murió antes de salir publicado (…) los pro-pios patriotas decidieron que no sobreviviera a su

La primera pubLicación venezoLana, autoría de andrés beLLo, en 1810, fuereconstruida gracias aL empeño deL maestro pedro grases, entre Los originaLes

dispersos en Londres y caracas. Hoy se puede consuLtar Hasta por internet

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

FOtOgRaFías ArChivo

Libros incunables que son un tesoro patrimonial

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04Letras

en respuesta al pacto de punto fijo hubo otro pacto, de artistas plásticos y escritores, que dio lugar al movimiento cultura más completo y diverso

de nuestro país. produjo las obras más originales y se diseminó por el mundo,tal y como dice la simbología asociada a su nombre

En Venezuela ha habido gran diversidad de mo-vimientos culturales a lo largo de su historia. Seguramente eso se debe tanto a su accesible ubicación geográfica como al atractivo por las curiosidades de su geografía, su mestizaje y su reconocida afabilidad.

Lo cierto es que a uno de esos movimientos le dio por llamarse El Techo de la Ballena, por motivos que Adriano González León, escritor de una de las nove-las vanguardia del movimiento denominado boom de la novela latinoamericana, explicara como “el ser que viaja distancias más largas, recorriendo el mundo para ubicarse entre lo bueno y lo horrendo, quien siendo tan grande coopera con aves pequeñas para limpiar sus fauces y, entre otros detalles, se-gún reza el cuento bíblico, se come a Jonás y luego lo expulsa para darle otra oportunidad, convirtiendo el castigo en una burla”.

El Techo de la Ballena inicia su actividad exponiendo obras plásticas en el garaje de una quinta ubicada en la urbanización El Conde, sobre la avenida Este 12, donde hoy están construidos esos dos aparato-sos monumentos que, de muchas formas, anuncian la obsolescencia del proyecto petrolero urbano por el cual optaron las cúpulas y en contra del cual pa-recieran manifestarse todos los movimientos cultu-rales, confluyendo consciente o inconscientemente en la tendencia contracultural de la época, esa que ahora intermitentemente es casi cliché.

El movimiento fue precedido por otra vanguardia llamada Sardio, conformada por artistas plásticos con mucha influencia del surrealismo, declarada en contra de la dictadura de Pérez Jiménez. Una vez derrocado el polémico dictador, al que tantos re-cuerdan con añoro, el grupo se divide entre los más radicales izquierdosos y los que se conforman con la dirigencia sucesora de Pérez Jiménez.

El resultado fue un grupo potente conformado por Juan Calzadilla, Salvador Garmendia, Adriano Gon-zález León, Perán Erminy, Edmundo Aray, Efraín Hurtado, Rodolfo Izaguirre, Caupolicán Ovalles, Francisco Pérez Perdomo, Hugo Baptista, Alber-to Brandt, Pedro Briceño, Carlos Contramaestre, José Cruxent, Daniel González, Fernando Irazá-bal, Dámaso Ogaz, entre muchos otros. Ese grupo de creadores, progresivamente, va influenciando

nuevas generaciones. Se emparenta con particula-res, como Aquiles Nazoa y el naciente movimiento rítmico caribeño.

Además de sus manifiestos y boletines impresos, como Rayado sobre el Techo, el movimiento se des-tacó por una serie de “intervenciones” que cuestio-naban la situación del arte venezolano en la década de los años 60. Recordemos que en el contexto de la reciente Revolución Cubana y la respectiva reacción de los sectores oligárquicos de todo el continente, la simpatía que manifestaran los movimientos de vanguardia en Latinoamérica por esa movilización aspiraba una colectiva desembocadura creadora. Había la esperanza de que desde ese movimiento se expandiera una movilización hacia otro modelo de vida no industrial, no patriarcal, revisionista, diver-so, abierto a la investigación antropológica y la inclu-sión de otros modelos de vida diferentes a la moder-nidad positivista (por el cual seguimos esperando), ya que no tardó en aparecer una reacción oculta muy refinada que, entre otros signos, nos dejó una suerte de “estética del malandreo” como moda de minorías que terminaron en nichos de alienación alternativa. La muerte de tantos artistas con capacidad de convo-catoria rompió el relevo para continuar la gestación de nuevas formas de contar la historia, y la esencia de El Techo de la Ballena ha venido desvaneciéndose en la atmósfera caraqueña, como el éter divino. En 2014, la Alcaldía del Municipio Libertador de Caracas

intenta reflotarla inaugurando el café-librería del mismo nombre.

el techo de la ballena,“de lo bueno a lo horrendo”

La única referencia en pie es Parque Central

El movimiento no se restringía por formalismos

Invitando a su exposición permanente

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías miChAEL mAtA

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05 hábitat

El Samán dE BEllo, o dE la Trinidad, llEva caSi 300 añoS SiEndo TESTigo SilEncioSodE la épica caraquEña, dESdE loS díaS En quE Brindó SomBra al liBErTador. Hoy,

al BordE dE la muErTE, ExigE dE la ciudad mayor EmpEño En Su Salvación

El llamado Samán de la Trinidad, Samán de Bello o del Buen Pastor se erige en la plaza de El Samán 266 años después de haber sido plantado cerca del Templo de la Santísima Trinidad (hoy Panteón Nacional). Andrés Be-llo le dedicó un poema y Tito Salas los retrató a ambos (y agregó al Libertador) en su céle-bre óleo La lección de Andrés Bello a Bolívar. Se trata de un hijo del Samán de Güere.

Fue plantado en 1753 a orillas de la quebrada Catuche por Juan Domingo del Sacramento In-fante, maestro albañil, constructor por cuenta propia del templo devenido en mausoleo de los héroes patrios, y se mantiene erguido —pero malherido— en un espacio maltrecho, pero vi-tal, del ala norte del cuadrilátero fundacional de la ciudad, sobre una glorieta a la entrada de la Sala Juan Bautista Plaza de la Biblioteca Nacional, donde hacen vida funcionarios de la misma biblioteca, la Hemeroteca, el Ministerio de la Cultura y vecinos que han encontrado en sus sombras un nicho para sus reuniones co-munales e, incluso, para hacer aeróbicos.

Se dice que a sus pies los poetas José Martí, Pablo Neruda y Gabriela Mistral, entre tantos otros, se recogieron en profunda introspec-ción, a sabiendas de que su verde rumor al-bergó los sueños heroicos del Libertador y las elucubraciones intelectuales del más grande filólogo americano. Dicen que el maestro Si-món Rodríguez también instruyó en las letras y en el pensamiento revolucionario a un Bolí-var postadolescente.

El 5 de junio de 1983 fue declarado como árbol emblemático de los países bolivarianos. Pese a haber sido intervenido varias veces con tra-tamientos fitosanitarios, sus ramas han men-guado y hoy luce enfermo, con sus raíces y tronco marchitos y agrietados, lo cual le au-gura un futuro incierto.

Un guardián informal, pero persistente, del samán, el poeta y ambientalista de la parro-quia San José, Aníbal Isturdes, se ha dado a la tarea, por años, de denunciar el maltrato y abandono que sufre tan importante monu-

mento natural e histórico. De hecho, de su inspiración han surgido crónicas y versos que intentan visibilizar su triste destino a casi tres siglos de ser testigo presencial, incólu-me, de la gesta heroica de la patria. Recientemente, en un encuentro de cronistas parro-quiales, y luego de repartir entre propios y extraños las semillas que a duras penas aún propala el árbol, pidió iniciar una grande y defini-tiva cruzada para salvarlo.

Escribe un inspirado Andrés Bello, en su “A un samán”:

“Árbol bello, ¿quién te trajoa estas campiñas risueñasque con tu copa decorasy tu sombra placentera?Dicen que el dulce Dalmi- ro,Dalmiro aquel que las selvasy de estos campos los hijosno sin lágrimas recuer- dan,compró de un agreste joventu amenazada existen- cia;en este alcor, estos va-lles,viva su memoria eterna.Del huérfano desvalido,de la infeliz zagaleja,del menesteroso ancianoél consolaba las penas.Extiende, samán, tus ramassin temor al hado fiero,y que tu sombra amigableal caminante proteja.Ya vendrán otras edadesque más lozano te vean,y otros pastores y otrosque huyan cual sombra lige-ra;mas del virtuoso Dalmiroel dulce nombre conserva,y dilo a los que pisaren estas hermosas riberas”.

UN SAMÁN QUE MUERE

Pese al deterioro, su nobleza le hace lucir majestuoso

Durante la construcción del Foro Libertador (1983)

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

FOtOgRaFías MiChAEL MAtA

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06hábitat

el pueblo florido que bajaba con el frío

Aunque ahora queda poco de esa tradición que da nombre a lugares y signos propios de nuestra idiosin-crasia caraqueña, durante mucho tiempo ese lugar —al que ahora solo vamos a comer después de burlar el esfuerzo, con el que muchos nos enorgullecemos, al montarnos en el teleférico— sirvió para adornar los hogares caraqueños cuando tipificaban nuestro valle como la ciudad de los techos rojos.

Resulta que durante casi 300 años bromelias, claveles, girasoles, tulipanes, hortensias, helechos, entre otras especies de flores y ornamentos naturales, se vendían en Caracas provenientes del pueblo de Galipán, ese que está ubicado en la cara norte de la gran montaña que protege y oxigena nuestra privilegiada ciudad.

Efectivamente, el que luego conoceríamos como ce-rro Ávila, cuando todavía tenía nombre ágrafo —ahí, donde hoy hacemos ejercicios caminando, trotando o practicando ciclismo de montaña (los que más, claro)—, comenzó a poblarse de agricultores. Unos doscientos años después de que la familia Ávila pro-pagara su nombre a la Sierra del Norte o Montaña a la Mar (por el huerto que tenía en sus faldas), en la época colonial tempranera, por los años mil seiscien-tos, comienza a formarse un pueblo de lugareños con gran sentido de la oportunidad. Inmigrantes de las islas Canarias llegaban en barco al puerto de La Guai-ra y luego se concentraban en la cara norte del cerro para habitarla. Habiéndose percatado de lo ventajo-

Colores para la ciudad

Mercado de las Flores hoy, esquina de San Luis

so de esta zona (de alto nivel fluvial) desde aproximadamente el año 1790, equidistante entre el mar (para proveerse de comercio)y la ciudad (para comerciar su producción agrícola y ornamental), ni cortos ni pere-zosos establecieron su ubicación y princi-pal forma de comercio allí.

La siembra de especies locales (como la orquídea, la hortensia y el clavel) se al-ternó con algunas importaciones, con-virtiendo la floricultura en una de sus principales fuentes y características lo-cales, que no tardaron en incentivar el turismo. Para comerciar su producción asumieron el punto recurrente de la esquina de San Luis, donde posterior-mente se construiría el famoso Merca-do de las Flores en 1963. Actualmen-te ese mercado queda en el extremo norte de la avenida Fuerzas Armadas.

El nombre Galipán sí parece ha-berse conservado desde orígenes precolombinos hasta nuestros días. Aunque no hay registro oficial, dice el imaginario de la zona que un cacique mítico solía peregrinar con su tribu por la acci-dentada geografía, que luego poblarían los inmi-grantes isleños.

Por cierto que nuestra consabida tradición acerca de la llegada de Pacheco se debe a uno de estos comerciantes de flores que, según dice el cuento popular, rechazaba el frío por algu-na susceptibilidad o simplemente porque ele-gía el tiempo de las fiestas decembrinas para quedarse comerciando su producción. De manera que, cuando se aproximaba la época caracterizada por su bajas temperaturas (de noviembre a enero), la aparición del suso-dicho personaje anunciaba a los caraqueños la inminencia de la estación más gélida del año. Una vez asentada esta tradición, una y otra terminaron asociados en el imaginario capitalino y en el de improvisados cronis-tas, quienes la enriquecieron con cuentos de cosecha propia. Para los que tenemos sensibilidad nasal, la visita de Pacheco es aviso de una visita mucho más indeseable: el capín melao... pero ese es otro cuento.

de galipán descendían a vender flores todos los años sus pobladores.esa tradición duró casi dos siglos y fue, durante un tiempo, su principal fuentede ingresos. la ciudad agradecía su llegada, sobre todo en épocas decembrinas

El legendario Pacheco, de carne y hueso

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías miChAEL mAtA

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07 ARQUITECTURA

El Puente Dolores fue demolido a mediados de los años 30 en virtud de la apli-cación de tecnologías más duraderas, viniendo a resolver lo que alguna vez constituyó una división material-mente infranqueable de la ciudad.

cortejarse y amarse sobre el guaire

Tal y como la naturaleza misma se ha ocupado de que nos enteremos, vivimos en una ciudad altamente flu-vial. Recientemente hemos vivido diferentes lluvias copiosas, y hasta vaguadas, que han requerido nuestra solidaridad y organización institucional para encon-trar refugios y construir viviendas a quienes han sido desplazados por el temperamento salvaje de nuestra geografía. Quizá por ese motivo no hay registro his-tórico de que los autóctonos, o más bien ancestrales, pobladores de estas tierras hicieran asentamientos permanentes en el valle. Cosa que los invasores espa-ñoles sí eligieron para su acostumbrada nave central de plaza, cabildo, iglesia principal, a partir de la cual iniciaban la forma concéntrica de población, que tarde o temprano requirió el servicio de la ingeniería para expandirse hacia el sur del valle.

Hoy por hoy, la serie de puentes construidos a lo lar-go de los 70 kilómetros del río Guaire son algo coti-diano para nosotros. Cruzar el río no implica mayor

Locomoción humana a río traviesa

El distribuidor hace hoy de conector en la misma zona

contratiempo gracias al distribuidor La Araña, las “Nalgas de Rómulo”, el puente de Plaza Venezuela y las diversas entradas de la autopista (como las de la avenida Bolívar, Caurimare, Los Cortijos, Chacao, Puente Hierro y un largo etcétera). Actualmente los puentes son parte de la cotidianidad, de ma-nera que el Guaire no constituye problema alguno para el traslado, salvo en las mencionadas épocas de lluvia copiosa, cuando los avezados choferes prefieren mantenerse en alguno de sus márgenes.

Resulta que en sus comienzos la construcción de puentes implicaba la aplicación de mecanismos de ingeniería equivalentes a los que requieren los cable-trenes y monorrieles de hoy. Estas construcciones se dieron gracias a que, por aquellos tiempos, cruzar el río vertebral de Caracas constituía un rebusque perfecto que llegó a costar el oneroso precio de una locha por llevar en la espalda a quienes im-peraban llegar secos a su destino. Dice el registro de cronistas que hubo varios puentes metálicos sobre el Guaire. Muchos de ellos arrasados en crecidas del río.

El primero de ellos fue el Puente Regenera-ción (luego conocido como Puente Hierro), terminado en 1875 durante el mandato de Guzmán Blanco. Luego se erigió el Puente Cons-titución (1882) que, tras una crecida, es susti-tuido por el llamado Puente Sucre en 1895, al final de la avenida Sur 7 (actual Fuerzas Armadas). El puente El Paraíso, en la avenida Sur 12, también terminaría derribado por una crecida.

El llamado Puente Dolores sería uno de los más em-blemáticos, ubicado al final de la avenida Sur 4. Fue inaugurado en 1897 y cierra el circuito de puentes metálicos de finales del siglo XIX. Este puente tuvo una gran significación para el caraqueño porque fue uno de los primeros viaductos confiables para el paso de los carruajes, que entonces abundaban en la ciudad. Además, empalmaba con la naciente urba-nización El Paraíso (llamada así por su intención de albergar la élite citadina) y tomó el nombre de Do-lores por la esquina que le era más cercana.

Su entorno bucólico, enmarcado por sauces majes-tuosos y frondosos, resultaba propicio para el paisaje idealista de pintores y fotógrafos de la época. Las pa-rejas de sociedad solían aderezar sus cortejos en sus serenas vegas, por lo que llegó a hacerse muy popular entre las parejitas de la época.

El río quE cruza nuEstra ciudad fuE, durantE mucho tiEmpo, una bEndiciónfluvial y, a la vEz, un obstáculo para podEr llEgar a dEstino. EntrE todoslos puEntEs quE sE hiciEron para salvar Estos Escollos, uno En particular

quEdó En la mEmoria dE nuEstros abuElos

Las llamadas “vegas” del Guaire

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías JESúS CAStiLLo

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08ARQUITECTURA

Las escaLeras mecánicas hicieron su aparición en caracas, por primera vez,en eL pasaje zingg, inaugurado en mayo de 1953 por un divertido generaL marcospérez jiménez, quien se dio coLita frente a La mirada incréduLa de La pobLación

El edificio Zingg está considerado el primer cen-tro comercial de Caracas. La propuesta inicial arranca en 1940, cuando la Casa Zingg (propiedad del empresario Gustavo Zingg) decide construir su sede en Caracas (con diseño de Oskar Herz) y 13 años después el pasaje (con el arquitecto Ar-thur Kahn), conectando a la avenida Universidad (entre las esquinas de Sociedad y Traposos) con la avenida Este 6 (frente a la plaza Diego Ibarra) a través de un largo pasillo en pendiente, salpicado de tiendas comerciales.

El pasaje lo inauguró el mismísimo primer man-datario de entonces, general Marcos Pérez Jimé-nez, el 6 de mayo de 1953, y resultaba un exceso modernista de grandes dimensiones, erigido con acero resistente a los terremotos. Pero si estas novedades resultaban sorprendentes para una ciudad encariñada con sus callejuelas de tierra, un elemento sui géneris movió los cimientos del escándalo: sus escaleras mecánicas.

Por primera vez un edificio erigido en la capital se jactaba de un artificio tan diabólico como ma-ravilloso, que evitaba que las personas se des-plazaran por sus propios pies. El ingenio mecá-nico en cuestión era una escalinata de madera que se movía electrónicamente, permitiendo el ascenso o descenso de los viandantes. Un aviso de seguridad recomendaba a mujeres embara-zadas y personas con problemas de tensión no usarlas por el riesgo a sufrir “una fuerte emo-ción”.

El propio Pérez Jiménez se dio colita el día de la inauguración, mientras una multitud ma-ravillada hacía vítores y expresaba asombro ante los adelantos de la ciencia. La novedad tecnológica venía acompañada de uno de los primeros ascensores de carga que se insta-laba en una edificación capitalina.

“El pasillo central es la sección superior que da comienzo al pasaje y que conecta con la Plaza Bolívar. Aquí se encontraban tiendas prestigiosas y comercios emblemáticos. A diferencia de los estilos franceses, en donde todo el pasaje estaba cubierto por un techo que permitirá entrada de luz en modo opaco, la zona central superior del pasaje solo tenía una cúpula central que

permitía la entrada de luz. Los pisos superiores albergaban oficinas”, nos cuenta el blog “Cara-cas en retrospectiva”, donde un usuario anónimo advierte: “También funcionaba, hermoso y de fino acabado, el primer baño público, en el cual se cancelaba la cantidad de Bs. 0,25 por su uso”.

En la extraordinaria compilación sobre la arqui-tectura de la ciudad, Caracas: del valle al mar, se afirma que el Pasaje Zingg fue una operación ur-bana que sacudió a la capital. En sus días inicia-les albergaba, por lo menos, 40 establecimientos comerciales de las marcas más exclusivas, al es-tilo de afamadas galerías europeas. Había tien-das de ropa y bisutería, barbería de alto standing que ofrecía a caballeros servicio de manicura, marcas relojeras, peleterías, floristería, la inol-vidable tienda Parker, venta de revistas importa-das, tabaquería, la academia de dibujo (que aún funciona), instrumentos musicales y hasta un cafetín donde vendían croissants, al mejor estilo francés.

UN DIABÓLICO ARTIFICIO

Primeras escaleras mecánicas de la ciudad

Realidades paralelas

Fachada norte del Pasaje Zingg

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

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09 hospedajes

cuperación total en 2016, ampliando su capacidad para 100 habitaciones y al que se le anexó el edifi-cio Puente Anauco, ubicado en la esquina siguien-te, que data también de la década de los 40.

EL WALDORF REGRESÓDE SUS CENIZAS

El remozado hotel Waldorf (en alusión al Waldorf Astoria de Nueva York), situado en la avenida Las In-dustrias de Candelaria, constituye una de las referen-cias hoteleras existentes más antiguas de la ciudad. Emergió de una Caracas con ínfulas de cosmopolitis-mo en los años 40 del siglo pasado, cuando surgieron otros hospedajes para albergar a visitantes nacionales y extranjeros que hicieron de la capital su destino de oropel en la búsqueda del éxito rápido que prome-tía la Venezuela petrolera. De la misma época son los hoteles Ávila, Astor, Potomac (San Bernardino) y El Conde (en el cuadrilátero fundacional de la ciu-dad), todos con “aires americanos” y escoltados por nacientes fuentes de soda, plazas y otros espacios de entretenimiento para la diversión de un turismo in-cipiente.

Otras hosterías de mayor “estatus”, así como cines y nigth clubs de la época, se daban el tupé, en un país mes-tizo como el nuestro —pretendiendo emular la políti-

Una apuesta corporativa por la ciudad

Así luce su fachada hoy, tras el remozamiento

ca discriminatoria norteamericana—, de impedir el acceso a “negros” a sus instalaciones; de allí viene la famosa anécdota, convertida en leyen-da urbana, sobre la vez en que al mítico trom-petista de jazz Louis Armstrong, “Satchmo”, le impidieron el acceso al hotel Tamanaco, siendo luego albergado como “huésped de honor” en El Conde. Dicen que esto sucedió en 1957 y hay quien afirma que el Waldorf fue el que lo acogió.

Su fachada y detalles art déco contribuyeron a darle lustro a la zona y fue foco de presen-taciones en vivo de agrupaciones con fama mundial en su exclusiva sala de baile, donde se hacían galas de Nochebuena, Año Nuevo y Carnaval, con espectáculos hasta al amanecer al compás de bandas como la de Luis Alfonzo Larra-in, por ejemplo. También se hizo célebre por los encuentros habituales que hacían los tangueros de mediados de siglo en sus espacios, cuando una ha-bitación costaba entre 5 y 10 bolívares de los de entonces.

Su cocina, regentada por el célebre gastrónomo austríaco Federico Schlesinger, alcanzó fama no solo por la calidad y variedad de los platos, sino por el don de gentes de su encargado, quien se dedicaba en Navidad a organizar colectas para donar juguetes entre los niños de la zona. Su ba-rra, de estilo american bar, acogía por igual a es-trellas del espectáculo y a ejecutivos acelerados que entablaban relación directa y frontal con el barman, quien se encargaba de ofrecer “lo de siempre”, como en las películas de Hollywood.

Hasta el eterno cronista Enrique Bernardo Núñez escribe en su libro La ciudad de los te-chos rojos un capítulo titulado “De la ranche-ría de Fajardo al hotel Waldorf ”.

En 2006 fue usado como locación para la pe-lícula Al borde de la línea, de Carlos Villegas Rosales, con roles protagónicos de Jeróni-mo Gil, Caridad Canelón, Daniela Bascopé y Roque Valero.

Con los años el hotel comenzó a decaer. Se muda la sede de la embajada de los Estados Unidos —que funcionaba adyacente—, fue invadido en 2007 —posteriormente desalojado— y recibió finalmente trabajos de remodelación que permitieron su re-

Modelo de una hostelería que plantó en la ciudad ániMos de cosMopolitisMoen los pujantes años 40 del siglo pasado, el hotel se hundió en el abandono

y volvió reMozado con sus viejos aires art déco

En los años 40

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

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10hospedajes

entre los lugares más literarios, reconocido por diversos autores de la literatura universal, están los hoteles. en caracas tenemos unocon un cuento muy particular, protagonizado por uno de los maestros

del género corto y con una propuesta real maravillosa

No es exagerado decir que en todas las ciudades del mundo hay estos espacios llamados hoteles, perfectamente dispuestos para el turismo, las re-laciones ocultas y/o los “matariles” furtivos. Pero ¿qué sucede cuando ese apremio intempestivo no apunta necesariamente hacia el sexo opuesto, ha-cia el sexo puesto o cualquiera que sea la tenden-cia? Aquiles Nazoa, por ejemplo, en lugar de dejar toda la quincena por alguna seducción fugaz, y pe-dir un credinómina cuando la suerte se repite antes del siguiente cobro, aprendió idiomas en el hotel Majestic, que fue un referente hasta que lo demo-lieron en el año 1949. Aunque sin pruebas, segura-mente a más de uno, resistiéndose a sentir el fra-caso de algún embarque, se le ocurrió escribir un poema, componer una canción o hacer un dibujo en alguna habitación de hotel. A los que eso les parezca un vago consuelo para evadir la desazón de un des-plante, deben saber que nuestro gran cuentista Ju-lio Garmendia escribió parte importante de su obra en el hotel Cervantes, uno que tenemos la suerte de visitar todavía en la esquina de Punceres de la ave-nida Urdaneta.

El conocido narrador, catalogado como uno de los mejores en el género del cuento, se alojó los últimos 27 años de su vida en ese hotel, durante los cuales escribió su última compilación conocida, que llevó el título de La hoja que no había caído en su otoño, publicada en 1979. Era su tercera y últi-ma compilación, con la que cerró su obra creativa. Ese cuento anima, sutilmente, lo que suele ser un lugar de paso y sin cuento. Claro que en estos tiem-pos sería rebuscado ponerse a escribir en un hotel del centro de Caracas, justo frente a una de las ave-nidas más escandalosas y activas de la ciudad, bajo el acoso de tantas influencias e intereses como los que ahora acechan a toda la parroquia Candelaria y a las vecinas. Pero en aquel tiempo era un conoci-do cónclave de cultores. En algún tiempo Caracas fue un espacio dispuesto para las artes en muchas esquinas de las avenidas México, Urdaneta, Uni-versidad y sus transversales. Se vendían pintu-ras, había reuniones, tertulias de donde salieron grandes talentos. Cónclaves entre los cuales se encontraba, también, El Techo de la Ballena.

Nuestro escritor baluarte del cuento corto nace en 1898 en la hacienda El Molino, cercana a El Tocuyo. Antes de cumplir 10 años publica

un pequeño ensayo que lo convierte en una pro-mesa. Promesa que cumplió.

Participa indirectamente en la llamada Generación del 28 y trabaja con la delegación de Venezuela en París. Fue cónsul general desde 1923 hasta 1940 en varias ciudades de Europa. Escribió, entre muchos otros, el cuento “La tienda de muñecos” (1927), con el que propone en los círculos literarios el concep-to de realismo fantástico y lo real maravilloso. Una interpretación original del realismo mágico, que se fortaleció con sus dos colecciones de relatos: La tuna de oro (1951) y La hoja que no había caído en su otoño (1979). También escribió estudios críticos que se pueden leer en los volúmenes Opiniones para después de la muerte (1984) y La ventana encanta-da (1986).

Así que si, por cualquier apremio irrefrenable, un día andas por el Centro y necesitas satisfacer alguna demanda de afecto o un ocio intempestivo de alguna pareja imprevista, acércate por el hotel Cervantes, donde tendrás uno o, más bien, varios cuentos perfectos para conversar en la antesala. Pero si resultas desfavorecido en alguna cacería, y tienes una vena creadora, podrás comprobar cuán fantástica puede ser la crónica imaginaria de un creador cuyo espíritu ha de andar por donde

pasó sus últimos días.

Su diseño delata el estilo de comienzos del XX

Desde su propia inauguración, una avenida dinámica

La zona cambió, pero el hotel sigue siendo referente

el hotel donde vivióel genio del cuento corto

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías EnriquE hErnándEz

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11 cinematografía

Youtube, suelta una polémica afirmación con su-ficiente sentido: “Desde aquellos tiempos se puede apreciar la diferencia eterna de clases sociales en un país tan inmensamente rico como Venezuela. Había que lisonjear a los ‘chéveres’ para poder te-ner éxito en la vida”.

UNA PELÍCULA ENTRE MANITOS Y PANAS

Me ha gustado un hombre, una producción mexica-na filmada en Venezuela en 1965, incluyó entre su elenco a varias figuras venezolanas que luego alcan-zarían enorme celebridad. Raquelita Castaños conta-ba con apenas 10 años cuando debutó como actriz en esta película. Entre otros, interpretó para el filme los temas “Voy”, “Plegaria de paz” y el mundialmente famoso “Jamás te olvidaré” de Ray Charles, que popu-larizó Chucho Avellanet para el público hispanopar-lante. Le acompañan una desconocida Lupita Ferrer, que se pasea oronda en varias escenas, mientras Toco Gómez y Napoleón Deffit se roban el show sobre la base de su estrafalaria comicidad.

Dirigida por el mexicano Gilberto Martínez Sola-res —quien trabajó, entre otros, con Tin Tan, Resor-tes, Clavillazo, Viruta, Capulina, Joaquín Pardavé y La India María, haciendo un cine de comedia fácil y paródico—, la película se pasea por exóticos para-jes como las costas de La Guaira y el teleférico, los hoteles Macuto Sheraton y Humboldt (en su máximo esplendor), narrando la historia de una muchacha que, tratando de huir de la policía, se hace pasar por hombre para poder trabajar de botones en un hotel, consiguiendo la atracción de un huésped que, al pen-

DFDSFSMent ius, asit la plitiae rerchicia con

DFDSFSMent ius, asit la plitiae rerchicia con

sar que se trata de otro hombre, de-cide someterse a un psicólogo para definir su “conflicto” sexual.

Y el pueblo venezolano ve en Amé-rica a su hermano, Venezuela es un espejo donde brilla tu leyenda de es-peranza y maravilla. Pueblo mexi-cano yo te quiero, en tu suelo petro-lero se forjó la libertad..., cantaba Raquelita con su portentosa voz, acompañada de un cuatrico. Julio Alemán, fallecido en 2012 y céle-bre por su rutilante paso como estrella en innumerables telenovelas, le apretaba el mentón y le augura-ba: “¡Bravo, Raquelita! Puedo asegurarte que esta noche nace una estrella”.

El cronista cinema-tográfico Gustavo

Arturo de Alba re-salta el argumento de la película de la siguiente manera: “La comedia Me ha gustado un hombre es otro de los filmes rescatables de Tere, en donde tuvo de pareja a Julio Alemán, en esa enésima versión de la situación equívoca que vive un galán, con fama de mujeriego, al creer que le resulta atracti-vo un supuesto miembro de su mismo sexo, que en realidad se trata de una mujer que, por diversas razones, se ha visto obligada a disfrazarse de hom- b r e , aclarándose todo al final para tranquilidad del macho, que ya se estaba sintiendo ‘del otro lado’”. Tere no es otra que Teresa Velásquez, la coprotagonista del filme, considerada un ícono del cine mexicano desde los días de la Época de Oro y calificada por el escritor francés Jean-Paul Sartre como “la mujer más inso-portablemente femenina”.

Un espectador, sin embargo, en uno de los pocos cortes que se pueden extraer del espacio virtual

La comedia mexicana-venezoLana me ha gustado un hombre, a mediadosde Los 60, miró con iLusión Los paisajes de caracas y La guaira, donde unosjóvenes raqueLita castaños, Lupita Ferrer, toco gómez y napoLeón deFFit

principiaban en su camino aL estreLLato

Una estrella del canto en ciernes

Raquelita Castaños, anfitriona del funicular

Producción mexicana, con locaciones y secundarios venezolanos

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

FOtOgRaFías ArChivo

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12CINEmatografía

a veces las películas transmiten, transforman, multiplican, disgregan,convencen, identifican. por eso, algunos cineastas se ven acusados

y perseguidos solo por hacer su trabajo. en ciertos contextos todo esopuede ser como una bomba. así le pasó al maestro román con su ópera prima

El conocido director de cine venezolano Román Chalbaud forma parte del imaginario venezolano por influir con sus numerosas películas en la ima-ginación de varias generaciones. De hecho, se pue-de considerar precursor de esa tendencia del cine social que marcó una época e influenció sobre una generación entera en Venezuela, y en toda la re-gión. Desde el comienzo de su carrera se notó esta tendencia a evidenciar fenómenos sociales que, por adelantado, sirven como muestra audiovisual de la conformación dispar, incongruente y convulsionada del país y, especialmente, de nuestra capital.

Su primer filme, realizado en 1959, se basó en su primera obra de teatro como dramaturgo. Caín adolescente es un filme que trata sobre la oferta de mejor vida que significó la ciudad capital para la po-blación de provincia, representada en los persona-jes de Juan y su madre Juana, una pequeña familia del interior que viaja a la capital buscando el “sueño americano”, en su versión local. Aprende de mecá-nica con su amigo Matías, quien ha llegado antes a la ciudad y les advierte sobre los peligros que puede haber. La diferencia entre lo que aspiran y lo que les espera no tardará en manifestarse cuando, a pesar de los intentos de Antonio, un hombre de bien que le advierte sobre la corrupción y la naturaleza en-gañosa de la ciudad, Juana es seducida por un bus-cón que se bandea con diversas fuentes de empleo marginales y vandálicas, llamado Encarnación. Pro-ducto de practicar un aborto ilegal, donde muere la paciente, Encarnación es buscado por la justicia, lo que comienza a complicar la vida de Juana.

Mientras tanto, Juan se enamora de una mujer em-barazada que había estado enredada con su amigo Matías. Producto de estas relaciones caudalosas y malsanas, la pareja madre-hijo pasa de ser feliz, esperanzada e inocente, a tener resentimientos, confusiones y actitudes delincuenciales. Final-mente, Juana muere en la Basílica de Santa Te-resa cuando, producto de la desesperación y los sentimientos de culpa, busca la presencia de Dios para purificarse. El hecho está documentado y la película constituye una crónica basada en un su-ceso real del año 1952.

Este filme describe el fenómeno migrante que incidiría en la conformación de los barrios ca-raqueños durante el siglo pasado, en Venezuela

y probablemente en toda Latinoamérica. Un tema incómodo para el poder político, que auspiciaba la migración para servirse de la mano de obra barata que eran los provincianos en la capital, sin repre-sentación política ni organización social.

Contradictoriamente, entre los reconocimientos que obtuvo el cineasta por ese atrevimiento el en-tonces joven director fue perseguido políticamente y hasta encarcelado. Se giraron órdenes de que la cinta fuera destruida por las autoridades del mo-mento, las cuales, como sabemos, aunque se ha-bían liberado de años de dictadura como modelo institucional seguían inscritas en la planificación in-dustrial internacional y hegemónica. El presidente Rómulo Betancourt, para entonces, se había encar-gado de legalizar a la izquierda, clandestina hasta el momento, y también de sectorizar debidamente las manifestaciones culturales.

Ha sido recurrente en la historia, desde que apareció el cine, que por intrínseca necesidad dramatúrgica las películas tienden a adelantarse revelando albo-res de lo que luego se erige como montañosos dra-mas solapados en vallas publicitarias. Aunque, si los vemos bien, quizá no haya sido más que un proceso inevitable de gestación de un nuevo universo en la periferia caraqueña. Eso es, al menos, lo que se nos ocurre al ver tantas manifestaciones culturales re-cientes. Lo que falta es asumir esa realidad, escri-birla como una película y realizarla entre todos, para

dar origen a una nueva cultura.

Película Premiada con cárcel y Persecución

El filme abrió el camino al realismo social

Román Chalbaud, icónico director venezolano

Román con su equipo de realización

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías ArChivo

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13 PERSONAJES

decía que esa unidad era parte de él mismo.

Murió un jueves de mayo de 2015, pero lo peor es que también se llevó su ejemplo.

APASCACIO SE LLEVÓHASTA SU EJEMPLO

Apascacio Mata fue el agente de policía más popular de Caracas durante la segunda mitad del siglo pasado. Seguramente lo seguirá siendo, no solo porque resulta difícil imaginar a un funcionario policial de su estirpe en esta época, sino también porque la ciudad creció y el interés que procuran las redes sociales por diversos temas no pasa, ni de lejos, por la eficacia de un policía de punto en la urbe.

Nacido en 1940 en Panaquira, intrincada población barloventeña, prestó 33 años de servicio en la Policía Metropolitana, hasta jubilarse en noviembre de 1996. Fue un hombre que tributó a Caracas con su oficio, a través del servicio que prestó durante 18 años di-rigiendo el tránsito en la esquina de Sociedad, en la convulsa avenida Universidad. Era eficiente, pulcro y un maestro que, con vocación ciudadana, enseñó a los peatones a comportarse frente al rayado y a los con-ductores a no pasarse de la raya, hasta el punto de que

¿Realizará el semáforo labor tan eficiente?

Mata en su isla de autoridad

en una oportunidad (marzo de 1980) le puso un parao a la comitiva oficial que trasladaba al presi-dente Luis Herrera Campins, que pretendía saltar-se el semáforo. Los detuvo en seco, le argumentó al escolta que encabezaba la caravana sobre la infracción que estaba cometiendo (“ustedes son los primero que deben hacer cumplir las leyes”, dicen que dijo), hasta que el primer mandatario nacional se percató del suceso y ordenó que se respetara la decisión de Apascacio. La anécdota y su prestancia alcanzaron tal revuelo, en una Caracas aún pequeña y nostálgica, que a los días fue invitado a almorzar con el presidente en Miraflores; y en 1981 fue homenajeado en la Casa Blanca, Washington, donde almorzó y compartió con el propio mandatario esta-dounidense Jimmy Carter, luego de conocer la escuela de agentes de Tennessee.

Había en su estilo cierto histrionismo: espigado y marcial, con sus impolutos guantes blancos, su hebilla reluciente y su zapatos lustrosos marcaba el ritmo intercalado entre vehículos y peatones, como una danza implacable que sirvió para de-mostrar que sí es posible convivir en Caracas en medio del tráfico, que ya por entonces comen-zaba a mostrarse infernal. A tal punto era gracioso y eficaz, que ya en sus días era reconocido por un pú-blico que lo admiraba por su ejemplo, y la prensa acudía a él para reconocer públicamente el carisma que exhibía al sostener con firmeza la ley y las buenas costumbres.

Se dice que no faltó un solo día al trabajo. Su número de chapa era el 983 y fue ejemplo viviente de eficien-cia y buena voluntad al frente de un oficio que se ca-racteriza, la mayoría de las veces, por los excesos y el atropello.

El destino fue cruel con el queridísimo Apascacio, quien, tras culminar su carrera, perdió sus piernas gangrenadas tras sufrir un accidente, que fue mal atendido en el Hospital de Lídice, y su motricidad comprometida tras un ACV, quedando postrado y prácticamente olvidado en su apartamento del 23 de Enero, rodeado de decenas de condecora-ciones que recibió durante su carrera y la réplica de la chapa de la Policía Metropolitana, que siempre exhibió con orgullo. En el traspatio de su edificio quedaba la motopatrulla de oficial que recibió en ejercicio, la cual se negaba a vender incluso estando en las más precarias condiciones económicas, pues

El célEbrE policía dE punto quE dirigió El tráfico En la EsquinadE sociEdad durantE 18 años, dEjó su profEsión y la vida, llEvándosE consigo

una mística quE pocas vEcEs sE ha visto rEEditadaEn una ciudad quE muchas vEcEs sE hacE inhóspita

Apascacio condecorado (junto a Maritza Sayalero)

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

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14PERSONAJES

En la gastronomía vEnEzolana la rEinvEnción y El vErsionamiEnto formanpartE dEl mEnú. la hamburguEsa tiEnE múltiplEs intErprEtacionEs En nuEstra patria,

hasta El punto dE quE supEra, por mucho, a su original En sabor y En valornutricional. y, por si fuEra poco, también En rapidEz, En El caso particular

dE EstE ExpEndEdor con fórmula dE aliño sEcrEta

Difícilmente algún venezolano, y menos aún cara-queño, ha dejado de probar la versión autóctona de la hamburguesa, aderezada y recompuesta con tantos ingredientes propios que termina siendo hasta desilusionante esa cosa escuálida que sirven en la franquicias norteamericanas. Entre esa varie-dad tenemos hamburguesas con aguacate; queso blanco, amarillo, madurado o de año, o en algunos casos los cuatro “inclusive”. En los Andes les po-nen maíz, en Maracaibo tajadas de plátano fritas. En Caracas las he comido con acelga, zanahoria y remolacha; doble carne, con pollo, chorizo, chuleta; y hasta vegetarianas mixtas para los que sufren de ratón moral por el exceso de grasa. Pero en todos los casos son versiones que cumplen, a medias, con su atributo de comida rápida, motivo por el cual en más de una ocasión, cuando hay plata para eso (y mira que culturalmente los venezolanos, sobre todo en Caracas, solemos encontrarla para eso), hemos cometido el exceso de pedir un “perrito” mientras esperamos. Ese conflicto interno, casi existencial —que sucede en ese lapso donde se sobreestimulan glándulas salivales, gástricas y, en algunos casos, como el mío, hasta las sudoríparas, por la ansiedad de lambucio que nos caracteriza a algunos—, solo fue atendido por un genio de la gas-tronomía, hace tanto tiempo que podría tratarse de un pionero, precursor y prestidigitador de todas las “calles del hambre”.

Esa contradicción de la fastuosa y barroca hambur-guesa caraqueña, por la que hay que esperar un rato, tuvo siempre otra versión mucho más senci-lla, pero no menos sabrosa, calificada por muchos como “exquisitez exprés”, cuyo mayor retardo se podía encontrar, una que otra vez, en la antesala por la asiduidad con que era visitada. La única pu-blicidad con la que contaba para seducir a esa vas-ta clientela, que le fue fiel durante décadas, fue la prontitud, la inquebrantable constancia y su sabor especial.

Resulta que los llamados perros calientes de Filippo fueron un servicio de comida rápida que comenzó a venderse en la plaza Altamira en el año 1954 por el inmigrante italiano Filippo Sa-glimbeni, uno de tantos que llegó a Venezue-la huyendo de la Segunda Guerra Mundial. La particular invención urbana consistía en una especie de albóndiga aliñada con una mezcla

especial de su propia autoría culinaria, servida en un pan ya cortado, cual si fuera un perrocaliente, y acompañada de un jugo de concha de piña cocinada. El secreto de su preparación estaba en la frescura de los ingredientes, que eran adquiridos todos en la mañana y mezclados poco tiempo antes del des-pacho. El puesto duró tanto que fue atendido por dos generaciones, pasando de Saglimbeni a Filippo Acosta a mediados de los años 80. El negocio fue tan acertado que el Filippo sucesor prefirió conti-nuar la tradición del feriado gastronómico antes que el ejercicio de su propia carrera universitaria, la cual, a su vez, fue financiada por la solvencia del mismo negocio.

Todavía muchos recordamos el punto de reunión donde más de una novia resolvía el aporte proteico frente al obelisco en la plaza Francia de Altamira, en la avenida San Juan Bosco, mientras esperaba por “lo suyo”, como me sucedió a mí el día que des-cubrí esa exquisitez tan expedita. Recuerdo que me gustaron tanto que tuve que recurrir a mis encan-tos, que consistían en mirar fijamente trasmitiendo toda la carga emocional de mi estómago.

Lamentablemente, desde que Filippo fallece el 18 de abril de 2014, a los 88 años, la tradición se ha hecho intermitente, perdiendo la constancia que la caracterizó. Desde entonces, Filippo sobrino ofrece servicios por internet y rara vez se le ve en la ave-

nida San Juan Bosco de Altamira.

La hamburguesa más rápida es de Las primeras

Por años, el mismo emplazamiento

El primero de muchos modelos de food truck

Noches de sabor y gula

POR Argimiro SErnAFOtOgRaFías jESúS CAStiLLo

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urbanismo

Las torres de eL siLencio arrasaron con eL centro

La construcción del Centro Simón Bolívar, en la dé-cada de los 50, supuso una estridente modernización del paisaje caraqueño. Fue, como se sabe, otro capítulo de los esfuerzos por establecer un eje arquitectónico monumental en la ciudad, visualizado a partir del Plan Rotival que, desde 1939 y con la avenida Bolívar ha-ciendo de vértice, contempló la reurbanización de El Silencio, entre 1941 y 1944, y el establecimiento de la plaza O’Leary como el corazón del nuevo tejido, tra-zando hacia el Este las torres gemelas de 32 pisos y 103 metros de altura proyectadas por el arquitecto Cipria-no Domínguez, abiertas al público en 1954 para ofre-cer un conjunto de oficinas gubernamentales, estable-cimientos comerciales, sótanos y cruce de caminos, enlazando los cuatro puntos cardinales de Caracas.

Significó, junto a la construcción de las avenidas Ba-ralt, Urdaneta y Fuerzas Armadas, la devastación del Casco Histórico, el quiebre absoluto de la imagen bu-cólica de La ciudad de los techos rojos de Enrique Ber-nardo Núñez; modificó radicalmente el lienzo urbano tradicional de Caracas. La introducción de un conjun-

Las líneas curvas son el principal aporte de diseño

Las Torres encierran muchos secretos

to de plazas, pasajes, pórticos, terrazas, escaleras, áreas comerciales y estacionamientos subterráneos en el entorno de las célebres torres de El Silencio dieron pie a la coexistencia de arquitecturas des-iguales y alucinantes, en el centro de la ciudad.

Entre sus víctimas mortales no solo estuvieron ex-tensas manzanas de fachadas memoriosas y case-rones de patio central y corredores donde se apo-sentaron las primeras familias y sus descendientes, sino también el épico hotel Majestic, el cual debió ser demolido en su totalidad para darle paso a la modernidad prevista, con las primeras edifica-ciones antisísmicas de la capital y las estructuras más altas de una ciudad aún aldeana. Además, fue obligatorio cercenar el lujoso frente del Tea-tro Municipal, quedando sin la nariz que repre-sentaba su lobby de acceso principal.

Testigos de la época recuerdan cómo les encan-dilaba la majestuosidad colosal de los edificios en una época de estrechez económica; lo que despertó, sin duda, una especie de orgullo ca-raqueño en su camino hacia el desarrollo y se constituyó en una postal infaltable que ofre-cía paraísos artificiosos con el perfil de las torres. Pero también rememoran con triste-za cómo vieron desaparecer a mandarriazos la silueta de un ciudad apacible: “Me recuer-do a mí mismo presenciando la demolición del Majestic, el hotel de viejas memorias, donde se alojó Carlos Gardel o donde Titta Ruffo vocali-zó alguna bravura, antes de un discutido Rigoletto, por hablar de dos portentos. Recuerdo el sonido de aquella bola, quebrando las paredes ante el mara-villoso júbilo de centenares de caraqueños que vo-ceaban y ponderaban el movimiento pendular de la pesada mole”, escribió magistralmente Ignacio Cabrujas en “La ciudad escondida”.

Si bien los trabajos de reacomodo del Centro sur-gieron también por la necesidad de adecentar la vida licenciosa que se fue perfilando desde prin-cipios del siglo XVII —con el establecimiento de bares y prostíbulos sin control en ese entorno—, la reorganización fue implacable y tuvo un pro-pósito de tierra arrasada; jugando, quizás con conocimiento de causa, a la desmemoria, que apenas se teje hoy con las pocas callejuelas y fachadas y que dan un aire de raigambre al es-caso ámbito fundacional que sobrevive.

En aras dE la modErnización y El adEcEntamiEnto, la construccióndE las famosas torrEs gEmElas actuó bajo la política dE tiErra arrasada,

dEmoliEndo tras dE sí la mEmoria dE una ciudad bucólica

Arquitectura de recovecos

POR MArLon ZAMbrAno • @maRlOnzambRanO

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