la facultad de derecho y las elites-libre

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  • La Facultad de Derecho de la

    Universidad de Buenos Aires

    en la formacin de las elites

    Tulio Ortiz (coordinador)

    Departamento de Publicaciones

    Facultad de Derecho

    Universidad de Buenos Aires

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  • 1 edicin 2012 Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires, 2012Av. Figueroa Alcorta 2263 (C1425CKB) - Ciudad Autnoma de Buenos AiresTel./Fax (+5411) [email protected]/publicaciones

    IBN 978-950-

    Todos los derechos reservados, 2012

    Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier modo electrnico o mecnico, incluyendo fotocopiado, grabacin o cualqioer otro sistema de archivo y recuperacin de informacin sin el previo permiso por escrito del editor.

    Correccin: Lic. Mariela Ledo y Ed. Macarena de Caria

    Imagen de tapa: Mural del Saln Azul de la Facultad de Derecho de la UBA, obra de la profesora Zulma Gaca Cueva, acrlico sobre pared cncava de 9 x 3 m. Describe la historia de la Facultad a travs de los siglos y muestra los distintos ediicios que ocup. Se realiz en el marco de los festejos por los 60 aos del ediicio actual de la Facultad.

    Queda hecho el depsito que dispone la Ley 11.723

    Impreso en Argentina

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  • Autoridades de la Facultad de Derechode la Universidad de Buenos Aires

    Decana Mnica Pinto

    Vicedecano Alberto J. Bueres

    Consejo Directivo de la Facultad de Derecho

    Claustro de profesores

    Consejeros Titulares ProfesoresAtilio A. Alterini /Beatriz S. Krom/ Jorge L. Kielmanovich /Mario E. Ackerman / Marcelo Gebhardt / Mary A. Beloff /

    Luis M. Genovesi / Daro F. Richarte

    Consejeros SuplentesAlberto Bueres / Enrique N. Zuleta Puceiro / Esteban Centanaro /

    Alfredo E. Soto / Diego E. Chami /Eduardo Barbarosch / Marcelo E. Haissiner/ Jorge Berbere Delgado

    Claustro de graduados

    Consejeros TitularesLeandro Ernesto Halperin / Marialma Gabriela Berrino / Pablo Andrs

    Yannibelli / Sebastin Alejandro Rey

    Consejeros SuplentesSergio Javier Gargiulo / Marcela A. Hernndez / Aldo Claudio Gallotti /

    Lisandro Mariano Teszkiewicz

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  • Claustro de estudiantes

    Consejeros TitularesToms Gonzlez Vera / Luciana Gallardo / Lucas Lagos / Julin Hofele

    Consejeros SuplentesDiego Cortese / Leandro Mutchinick / Carlos Plaza /

    Camilo Alejandro Lpez

    Secretaria Acadmica: Silvia C. NonnaSecretario de Hacienda y Administracin General: Alejandro Gmez

    Secretario de Investigacin: Marcelo AlegreSecretario de Extensin Universitaria: Carlos A. Bedini

    Subsecretario Acadmico: Sergio BrodskySubsecretaria de Relaciones Internacionales e Institucionales: Isabel

    SbatoSubsecretario de Vinculacin Ciudadana: Nicols de La Cruz Garca

    Departamento de PublicacionesDirectora: Mary Beloff

    Subdirector: Sebastin PicassoSecretario: Andrs Heim

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  • ndice

    Prefacio ................................................................................................ 9Tulio Ortiz

    La Facultad de Derecho, promediando el siglo XX ............................. 11Tulio Ortiz

    Las tesis doctorales del Departamento de Jurisprudencia en los tiempos de Rosas ....................................................................... 43 Sandro Olaza Pallero

    La moral, el derecho y el determinismo causal en la Teora del Derecho de Carlos Octavio Bunge .................................................. 71Marcelo Bazn Lazcano

    Lisandro de la Torre, laicismo y progresismo ...................................... 121Eduardo Barbarosch

    Educacin y Derecho: interaccin en la conformacin del ciudadano .. 147Vernica Lescano Galardi

    La Biblioteca (1896-1898): un icono cultural de los aos de la consolidacin del Estado Moderno .............................................. 171Martn A. Testa

    El primer plan de estudios de Abogaca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.Su incidencia en la formacin de la clase dirigente argentina ............... 189Estefana Paola Cuello

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  • Prefacio

    La Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires vuelve a ser objeto de nuestro estudio. Los casi dos siglos de existencia hace que sea muy difcil de abarcar su historia en un solo intento dada la vastedad de un m-bito creador de buena parte de la clase dirigente argentina, de sus referentes sociales y culturales y tambin de un protagonismo singular que la convierte en eje de importantes momentos histricos.

    Nacida con los albores de la Patria, ha transitado caminos no fciles, acor-des con los tiempos vertiginosos y contradictorios de la historia argentina. Por ello este libro solo pretende aportar una pequea parte de una tarea que es prcticamente inagotable.

    Desde el antiguo Departamento de Jurisprudencia de los tiempos de Rosas (analizados por Sandro Olaza Pallero), pasando por la obra de Carlos Octavio Bunge (estudiada por Marcelo Bazn Lazcano) y la notable trayectoria de Lisandro de la Torre que encar Eduardo Barbarosch, el impacto sobre la educacin (a cargo de Vernica Lascano) y en monumentos culturales, cual fue La Biblioteca de Paul Groussac (estudio que realiz Martn Testa), la vi-viseccin del primer Plan de Estudios (que explay Estefana Cuello) hasta el encuentro de la Facultad con ese momento tan importante de nuestra historia llamado Peronismo, (parte la primera a mi cargo). Todos temas desarrollados por los participantes en esta obra, la que pretende ser una ms de la serie inaugurada el ao anterior (Facultad de Derecho, Historia, Nacin y Universidad), en vistas al Bicentenario de la Universidad que encontrar a la Facultad de Derecho, como siempre, protagonista y generadora de ideas.

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  • 10 | prefacio

    La Facultad de Derecho, espacio y mbito, caja de resonancia siempre, pero tambin institucin con deinida personalidad, permanente sujeto de la historia a travs de sus hombres y mujeres, quienes contribuyeron en gran medida a deinir la personalidad de una Nacin, que acompa desde el principio y cuyo destino contribuy a consolidar.

    Tulio Ortiz

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  • La Facultad de Derecho, promediando el siglo XX

    Tulio Ortiz*

    Esta debe ser una Casa de direccin del alma de los habitantes

    del pas, de conianza en sus destinos, de saber dirigente y de sana

    preparacin para el gobierno.

    (Estanislao Zeballos, al asumir como Decano

    de la Facultad de Derecho en 1919).

    Me propongo analizar los procesos de transicin ocurridos en el Estado moderno argentino. El primero, cubre los tiempos de la consolidacin y el segundo, la etapa de la democratizacin o etapa participativa en la segunda dcada del siglo XX (Pasquino, 1995). Constar que ambos fueron orga-nizados por sendos partidos polticos y que la dirigencia de stos proceda, principalmente, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. La pregunta que me formulo es a qu se debi este protagonismo y porqu no ocurri otro tanto con el proceso distributivo inaugurado en los aos 40. Adelanto, al respecto, algunas hiptesis.

    Desde el comienzo del proceso emancipador sudamericano hasta la conso-lidacin de los Estados modernos transcurre un periodo en el que se hilvanan, como gemas de un collar, una sucesin de Estados fallidos sobre el territorio que actualmente ocupa la Repblica Argentina. Tal sucesin, que en otras partes hemos denominado Estados premodernos (Ortiz, 2003), coniguran

    * Profesor Titular Emrito de la Universidad de Buenos Aires. Vicedecano de la Facultad de

    Derecho de la Universidad de Buenos Aires (2006-2010).

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  • 12 | la facultad de derecho promediando el siglo xx

    los intentos frustrados (casi todos sus nombres estn en el art. 35 de la Cons-titucin Nacional).

    El Estado moderno argentino se consolida hacia 1880, dado que por entonces se articulan los tres elementos constitutivos (territorio, poder y poblacin) en forma deinitiva, superando el escollo que hasta entonces haba hecho naufragar los intentos anteriores (Ferns, 1970; Floria y Garca Belsun-ce, 2009).

    Aun el observador menos cuidadoso podr notar que los Estados premo-dernos precedentes dispusieron de posibilidades que los hubieran tornado viables llegando incluso a sancionar, en su afn constructivo, normas funda-mentales (algunas con el nombre de Constitucin), que reunan los requisitos formales sistmicos, aplicables a las ms conocidas Cartas Magnas del mundo de aqul entonces.

    Cuando nace la Universidad de Buenos Aires (Halpern Donghi, 1962; Cutolo, 1969; Lascano, 1981; Pestalardo, 1913; Quesada, 1921, Ortiz, 2004) no exista el Estado nacional organizado. El primer intento llamado Provin-cias Unidas de Sud Amrica haba fracasado por diversas causas y cay junto al Directorio, en la batalla de Cepeda, arrastrando al Congreso que haba declarado la Independencia. Se daba por entonces, una suerte de mosaico de provincias, entre autnomas y soberanas, que si bien reconocan pertenecer a un origen comn, lejos estaban an de poder instituir un Estado nico. En ese marco surge la Universidad de Buenos Aires, lgicamente, como ente provincial. Ese sera su estatus por casi sesenta aos, tiempo durante el cual se sucedieron los gobiernos de Rivadavia, Rosas, las luchas civiles, la sancin de la Constitucin de 1853, la Secesin argentina, la segunda Cepeda, Pavn, la Guerra del Paraguay y, inalmente, la Guerra Civil de 1880, al cabo de la cual la Provincia cedi la Ciudad de Buenos Aires y, por carcter accesorio, la Universidad, que se nacionalizara. O sea, durante buena parte de una larga y sustancial parte de nuestra historia la UBA fue una institucin local. Desde ah sus hombres no solo la contemplaron sino que tambin la protagonizaron.

    Para ines del siglo XIX la evolucin sociopoltica de Europa produjo condiciones que fueron propicias para la ijacin deinitiva de los elementos del postergado Estado Moderno (Agulla, 1999; Bauman, 1999; Grondo-

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    na, 1967). Por ejemplo, la evolucin del capitalismo industrial (Hobsbawn, 1998) permiti una fuerte exportacin de capitales hacia los pases perifricos (ferrocarriles, infraestructuras sanitarias, portuaria, etctera).

    Asimismo, las crisis econmica y social recurrentes produjeron una ex-pulsin de habitantes por parte de los Estados ms crticos, tales como Italia y Espaa, cuyos gobiernos favorecan la emigracin como vlvula de escape de los sectores menos favorecidos, propiciando su lejano asentamiento y evi-tando una superpoblacin, castigada por el sino maltusiano y potencialmente revolucionaria.

    Por otra parte, la evolucin tecnolgica permiti que se expandiera la red de ferrocarriles y de telgrafos, lo cual cre una infraestructura no solo til para el traslado de personas, mercaderas e informacin, sino tambin para un mejor control del territorio por el gobierno central, incluyendo el rpido desplazamiento de las fuerzas armadas que le respondan. Sumado a lo anterior se dio el novedoso hecho de la utilizacin de modernas armas de repeticin (tales como la ametralladora) a partir de las revueltas de Lpez Jor-dn constituidas en imbatibles, frente a las lanzas o a los arcaicos trabucos de los tiempos hispnicos. Por vez primera el poder central contaba con medios tcnicos que, a partir de entonces, tornaran al Estado en algo tcnicamente imbatible, hecho que aprenderan, a alto costo, diversas disidencias de los siglos XIX y XX.

    Pero, adems de las condiciones externas favorables y la modernizacin de las armas fue necesaria la existencia de una clase poltica que con claros objetivos y medios idneos concretara la transicin hacia un Estado moderno consolidado.

    La idea de clase poltica es ineludible an en los regmenes democrticos y casi inevitables cuando, como en aquellos tiempos, la idea de democracia era muy diferente de la actual. Se hablaba, en todo caso, de repblica por encontrrsela a aqulla asociada a los desbordes revolucionarios franceses. La nica cuestin fundamental dentro de la clase poltica era saber si en su in-terior se permitira la circulacin permanente de sus dirigentes y el logro de objetivos que estuvieran ms all de la vida de sus protagonistas. Por entonces estos requisitos se cumplieron y un grupo de hombres con ideas claras y preci-

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    sas dieron vida al llamado Programa del 80 que, a ms de un siglo, haciendo una retrospectiva, se destaca por mltiples logros y algunas falencias.

    Pero la clase poltica debi encauzarse a travs de un partido poltico que aglutinara voluntades, dirimiera jefaturas y proyectara en la accin el plan que la animaba. Este partido se llam en el caso argentino, Partido Autono-mista Nacional o Partido Nacional, (algunos los llaman los conservadores) que gobern, con matices, hasta la transicin de los tiempos del Centenario.

    Desde luego, no se trat de un partido en el sentido moderno del trmino sino que ms bien responda a la tipiicacin de lo que podemos denominar partidos premodernos o tradicionales en cuanto a que slo signiican un colectivo destinado a ocupar el poder o mantenerse en l, unido por intereses comunes, ambiciones, pretensiones ms o menos ideales y sobremanera, por lo que Ma-quiavelo llamaba la virtu, como cualidad inherente al militante de la poltica.

    Cabe recordar que nuestro pas conoci partidos polticos desde sus orge-nes, ya sea que se los ubique a principios del siglo XIX como en los tiempos fundacionales espaoles (Ortiz, 1981). No slo me estoy reiriendo a Unitarios y Federales, sino tambin a Porteos y Provincianos, Morenistas y Saavedristas y anteriormente a Carlotistas y Juntistas, y quizs, remontndome a tiempos primigenios a Benemritos y Confederados. Desde luego que despus de Caseros la lista sigue con Crudos y Cocidos, Mitristas y Alsinistas, para nombrar slo a aquellos con protagonismo en Buenos Aires y zona de inluencia. Todos responden a la caracterizacin que hemos referido y asociados (en tiempos anteriores a la Consolidacin) en clubes polticos de vagos propsitos y fuertes personalismos aglutinantes.

    Los antecedentes inmediatos del PAN se remontan al ao 1874. El Par-tido Nacional de Avellaneda, surgido a raz de los comicios de 1874 como expresin de los intereses provincianos, se impone sobre el candidato porteo. Mitre, aduciendo el fraude cometido en el segundo semestre de ese ao, en-cabez una revolucin militar que fracas y que dej a los mitristas excluidos de la poltica hasta la Conciliacin del ao 1877 (Mguez, 2011). Este Partido Nacional se fusionar con el Partido Autonomista de la provincia de Buenos Aires, ya fallecido Alsina, y entonces en julio de 1880 nacer el Partido Au-tonomista Nacional.

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    La fecha es importante, pues Buenos Aires se encontraba en ese momento enfrentado con el gobierno de Avellaneda (surgido del fraude de 1874) quien con el apoyo del ejrcito roquista (que vena de la denominada Campaa del Desierto) aplast a la resistencia portea tras miles de muertos (Gutirrez, 1894). Como herramienta de la Liga de Gobernadores, del Ejrcito victorioso y de todas las provincias, (excepto Corrientes), el PAN sera instrumento de la clase poltica en la transicin entre el Estado premoderno argentino y el Estado moderno argentino.

    Este instrumento poltico tuvo entre sus trece fundadores, once que pro-vinieron de la Facultad de Derecho de la UBA. Veamos quines fueron: Alem, Leandro;1 Cambaceres, Antonino; Can, Miguel; Irigoyen, Bernardo de; Valle, Aristbulo del; Madero, Eduardo; Pellegrini, Carlos; Rocha, Dardo; Senz Pea, Luis; Senz Pea, Roque; Ugarte, Marcelino; Wilde, Eduardo e Yrigo-yen, Hiplito.2 Todos haban cursado en esa Casa de Altos Estudios excepto Madero, que era ingeniero, y Wilde, mdico (Senz Quesada, 1972).

    Pero, fueron tan conservadores? En realidad, la idea de revolucin suele estar asociada a la del uso de la fuerza, principalmente para obtener el po-der poltico. Profundas transformaciones, sin embargo, han ocurrido en el mundo, que fueron resultado de la evolucin o de la transformacin lenta y gradual de las cosas, operando muchas veces bajo la supericie y dejando huellas indelebles. Por el contrario, suele advertirse que las conmociones violentas terminan instaurando una fuerza igual o superior que destruye los logros obtenidos. Los ejemplos sobreabundan y basta recordar que la revolu-cin en Francia termin con los Borbones nuevamente en el poder y, en Rusia, con los masacrados Romanov, lleg a los altares.

    Los cambios acaecidos en el pas a partir de 1880 fueron profundos y con la mayor prolongacin en el tiempo que los negocios humanos posibilitan. Permtanme enumerar algunos:

    1. Diputado en la Legislatura bonaerense, se opuso a la nacionalizacin de la Ciudad de Buenos

    Aires en clebre debate del ao 1880.

    2. Yrigoyen fue Diputado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, por el PAN.

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    Introdujeron las llamadas leyes laicas, que a pesar de la resistencia y de-iciencias perduraron, en lneas generales. No solo la Ley 1420, referida a la enseanza primaria estatal, sino tambin las leyes de matrimonio civil y de registros civiles. No hubo marcha atrs, aun pasando la ola agnstica y posi-tivista que invada por entonces a buena parte de la dirigencia. La suspensin de la primera durante diez aos (entre 1944 y 1954) se debi, sin duda, a circunstancias polticas e ideolgicas coyunturales (Zanatta, 1996) que, cuan-do fueron superadas, se volvi al laicismo. Asimismo, lograron decapitar a la Provincia de Buenos Aires (Saldas, A. 1910; Ruiz Moreno, 1980) lo que nadie haba logrado antes arrastrando la marea a la Universidad que de provincial, como lo haba sido los sesenta aos anteriores, se convirti en nacional, hasta nuestros das. A su vez, la creacin del Ejrcito moderno por la Ley Ricchieri acarre profundas transformaciones en cuanto al control poltico de las provincias (que lo perdan sobre las Guardias Provinciales), como as tambin como factor de integracin nacional, preservacin de las fronteras y otras tareas de tipo civil como la alfabetizacin de los conscriptos iletrados. Last but not the least, el padrn militar fue la base de la reforma electoral, utilizado a partir de la reforma de 1911, que permiti el trnsito a la etapa siguiente en la evolucin de nuestro Estado moderno.

    En esta breve resea no hay que olvidar los nervios del gobierno como los llamara Deutsch (1985), es decir, las comunicaciones y los transportes que fueron obra del grupo gobernante de entonces.

    Finalmente, sin agotar la lista, hasta se las vieron con los smbolos nacio-nales (que an eran borrosos y propicios a las ms singulares controversias). As, deinieron el color de la bandera, el tamao de sus franjas, las caracte-rsticas que debera ostentar el sol, etc. (Bertoni, 2001). Inclusive, redujeron la versin histrica de la Cancin Patria al Himno Nacional tal como se lo conoce hoy.3 Deinieron, asimismo, el valor del peso argentino que se man-tuvo inclume por dcadas, etctera.

    3. Durante los eventos dedicados al Bicentenario de la Revolucin de Mayo, la Facultad de

    Derecho de la Universidad de Buenos Aires, present, en Concierto del 23 de mayo de 2009,

    ambas versiones [en lnea] http://www.derecho.uba.ar/institucional/bicentenario/bc_activi-

    dades_cancion_arcaica.php [Consulta: mayo de 2012].

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    Pero si bien los denominados conservadores tenan como meta paz y administracin no vacilaron en usar la fuerza tanto para tomar el poder como para conservarlo.

    Cabe recordar que la federalizacin de Buenos Aires fue producto de una ley basada en un hecho previo, de tipo poltico-militar. Por ms que se le d vueltas al asunto y se minimice con eufemismos la guerra civil, lo cierto es que la referida federalizacin se logr mediante el lamentable costo de miles de muertos.

    De igual modo, el Estado moderno no vacil en utilizar toda su fuerza para sofocar las revolucin de 1890 (en cierto modo intento de resarcimiento de la anterior), como las radicales de los aos 1893 y 1905. Y an despus, ya en los tiempos radicales en otra etapa la revuelta de 1919 en la Capital Federal, y pocos aos despus las de la Patagonia.

    En conclusin, por razones externas e internas, usando como medio un partido poltico, el Estado argentino se consolid hacia ines de siglo. La protagonista de este momento histrico fue, una vez ms, la Facultad de Derecho, con sus hombres y sus ideas (Cossio, 1947).

    De igual manera, la transicin hacia la etapa democrtica que va des-de 1910 a 1916 fue protagonizada por dos hombres cumbres, Senz Pea (que expresaba las ideas progresistas del rgimen en retirada) e Yrigoyen, expresin de la fuerza nueva que se hara cargo de la etapa restante. Ellos protagonizaron el histrico acuerdo de 1910 (Ortiz, 2011) y la crucial etapa que recin culmina en el Centenario de la Independencia argentina con el advenimiento de los radicales al gobierno nacional.

    Pero este momento culminante no fue ms que la expresin de una co-rriente incontenible que vena de un cuarto de siglo atrs, cuando aparecera la Unin Cvica de la Juventud en 1889.

    Como hemos visto en nuestra obra anterior (Ortiz, 2011) tanto la UCJ como su continuadora, la Unin Cvica fueron movimientos polticos que protagonizaron estudiantes y egresados de la Facultad de Derecho. La igura del hoy olvidado Francisco Barroetavea (Ibarguren, 1999: VIII; Perriaux, 1970, Tabla) abre la larga lista de protagonistas de una historia que comen-

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  • 18 | la facultad de derecho promediando el siglo xx

    zaba a escribirse desde los aledaos de Moreno 350 (la primera sede de la Facultad de Derecho, construida por Pedro Benoit). No en vano en la Junta Revolucionaria de 1890 tena fuerte presencia la gente de la Facultad de De-recho, como la hubiera tenido en el futuro gobierno que hubiera desplazado a Jurez Celman (Ortiz, 2011).

    Otro tanto podemos decir de la existencia de los hombres de Derecho en las presidencias de Yrigoyen y de Alvear. En larga enumeracin que obvia-mos, pero que tiene iguras descollantes como Pelagio Luna, Francisco Beir, Carlos Bec, Domingo Salaberry, Jos Salinas, Carlos J. Rodrguez, Honorio Pueyrredn, Pablo Torello,4 Jos P. Tamborini, Vicente Gallo, Leopoldo Melo, Jos N. Matienzo, Rafael Herrera Vegas, Vctor Molina, Antonio Sagarna, Roberto M. Ortiz, Tomas Le Bretn5 y tantos otros que ocuparon gobiernos provinciales y mltiples puestos de responsabilidad poltica y jurdica.

    Hasta aqu los hechos. Pero hay alguna explicacin para este protago-nismo?, fue obra del azar?

    Entiendo que para intentar una respuesta, al menos conjetural, sera til considerar, por lo menos, dos puntos. El primero atae al hecho de que los egresados de la Facultad de Derecho fueron capacitados para ocupar estos roles en funcin de la inalidad que la imbua, cual era la de no formar me-ros profesionales tcnicamente solventes, sino tambin dirigentes polticos y sociales tal como hemos visto anteriormente (Ortiz, 2011). Vale decir que es consecuencia exitosa de la propuesta fundacional.6

    4. Durante la primera presidencia de Yrigoyen (1916-1922), ocho de los trece ministros, eran

    egresados de la Facultad de Derecho.

    5. Durante la presidencia de Alvear (1922-1928), siete sobre catorce ministros.

    6. A los quince presidentes de la Nacin que cursaron en la Facultad de Derecho de la UBA

    (Avellaneda, Luis Senz Pea, Uriburu, Quintana, Figueroa Alcorta, Roque Senz Pea, de la

    Plaza, Yrigoyen, Alvear, Ortiz, Castillo, Frondizi, Alfonsn, Rodrguez Sa y Duhalde) habra

    que agregar a los que fueron presidentes de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin y aqu

    deberamos recordar que fue presidida en trece ocasiones por egresados de la Facultad de Derecho

    de la Universidad de Buenos Aires y cuyos nombres debemos recordar:

    Francisco de las Carreras (1863-70); Jos A. Barros Pazos (1877); Jos Benjamn Gorostiaga

    (1878-87); Benjamn Victorica (1887-92); Antonio Bermejo (1905-29); Roberto Repetto

    (1932-46); Toms Daro Casares (1947-49); Felipe Santiago Prez (1949); Benjamn Villegas

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    El segundo aspecto, tal vez antecedente de lo anterior, se reiere al hecho de que tal protagonismo surgi de una conformacin mental, cimentado en el relato que se escribi en aquellos aos fundacionales, basado en una concepcin histrica lineal, positivista y progresista de la sociedad argen-tina que tena como inalidad ltima hacer de la joven nacin una entidad euroamericana.

    Esto quiz explique por qu cuando apareci el siguiendo desafo, cual fue la etapa distributiva de los aos cuarenta, los hombres de la vieja guardia de la Facultad de Derecho no respondieron exitosamente al reto y quedaron excluidos del proceso.7 Esto se debi, creo, a que no entraban los nuevos tiem-pos, con sus novedosos protagonistas y procedencia (inmigratoria interna) en la programacin previa.8 Estas realidades no se ajustaban al esquema que les haban incorporado.

    No obstante hay que admitir que ciertas fracciones de la dirigencia tra-dicional (radicales, conservadoras y socialistas) se incorporaron al peronismo.

    La Universidad y, especialmente la Facultad de Derecho,9 durante los primeros tiempos peronistas no desentonaba totalmente con la vieja diri-

    Basavilbaso (1960-64); Aristbulo Aroz de Lamadrid (1964-66); Miguel ngel Bercaitz

    (1973-76); Enrique Parach (1989-90 Y 2004-6); Ricardo Levene (h) (1990-94) [en lnea].

    [Consulta:

    mayo de 2012]

    7. Basta con ver la lista de los renunciantes y cesanteados despus de 1946 (Diario La Vanguardia,

    1947).

    8. Esta es la opinin de Flix Luna, que en lneas generales comparto, sin aceptar la excesiva y

    tal vez culposa exaltacin del movimiento peronista en sus orgenes, comprensible a la luz del

    toque setentista que el autor ostentaba por entonces (Luna, 1975). En igual sentido el Editorial

    en su revista (Luna, 1973,76-5) cuando la conduccin de la UBA qued en manos del equipo

    encabezado por Rodolfo Puiggrs. En dicha gestin el Decano Kestelboim lo design como

    profesor de la asignatura Historia Social Argentina (que reemplaz a Historia del Derecho

    Argentino instaurada por iniciativa de Ricardo Levene).

    9. Sera bueno recordar, una vez ms, que el actual ediicio de la Facultad de Derecho (a pesar de

    haber sido iniciativa y gestin del Prof. Jorge Coll, uno de los excluidos) fue inaugurado por

    Pern en 1949. Pern haba logrado sacarla de la parlisis y cuenta la tradicin oral logr

    evitar que fuera destinada a la Fundacin que conduca su esposa, aconsejando al Decano Carlos

    Lascano que procediera a tomar posesin de inmediato, a lo cual ste accedi enviando a los

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  • 20 | la facultad de derecho promediando el siglo xx

    gencia excluida, tal vez por obra de algn acuerdo obtenido por Pern y los dirigentes que rodeaban a los doctores Jos Arce,10 Ramn Carrillo, Carlos Lascano y Lucio Moreno Quintana, personajes totalmente compatibles con los anteriores en gustos, estilos y jerarqua. Queda para el futuro intentar dilucidar esta conjetura.

    Pasemos a analizar lo anterior. En primer lugar sostuve que haban re-cibido, en su formacin, el objetivo de convertirse en clase dirigente de una sociedad europea, enclavada en Amrica del Sur, surgida despus de Caseros y que tras diversos avatares se consolid deinitivamente hacia 1880, inician-do un derrotero que, infaliblemente, la llevara a paragonarse con los pases del viejo continente ms adelantados como Francia e Inglaterra, en donde jugaran las variables del capitalismo liberal en una Repblica cerrada, al principio y abierta, inalmente.

    Esto surge de la ideologa subyacente al relato histrico primigenio que surgi de dos hombres vinculados a la Facultad de Derecho, Vicente F. L-pez y Bartolom Mitre; el primero, egresado del antiguo Departamento de Jurisprudencia y el segundo, miembro de la denominada Academia que la gobern desde 1874 (en que fue creada la Facultad por Decreto provincial de marzo de ese ao) y hasta su muerte en 1906 (el mismo ao que se dicta un nuevo sistema de gobierno de las facultades en virtud de los movimientos reformadores de 1903 y 1904 (Ortiz y Scotti, 2011).

    Pero antes de hablar del relato histrico, algunas consideraciones previas a in de explicitar el concepto de historia lineal al que hicimos referencia ante-riormente y que puede facilitar la comprensin del preconcepto poltico que subyaca en las creencias de aquellos tiempos. Lo cual, a su vez, es previa a la

    ordenanzas que llenaran de muebles el gigantesco ediicio. Lo cierto es que en agosto de 1949

    la Facultad de Derecho ya estaba de hecho habilitada pues lo recibi con todos los honores y

    en clima de inauguracin a Hans Kelsen. La inauguracin oicial fue el Da de la Primavera

    del mismo ao, presidida por Pern y Evita.

    10. Luna sostiene, quiz con razn: As, nunca se haba lanzado contra la oligarqua (). En

    cambio, pact con algunos de sus prohombres: Con Jos Arce, por ejemplo, jefe de una de

    las fracciones de la oligarqua profesoral, a cuyos amigos entregara, en 1946, el manejo de la

    Universidad (Luna, 1975, 183/84).

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    idea misma de la historia, (que puede referirse tanto a una sucesin pautada de sucesos pasados como a lo que sobre ellos se dice o se escribe). Es decir, los hechos tales como ocurrieron o los hechos tales como se cuenta de ellos; distincin sta muy lgica desde el punto de vista de una gnoseologa realista pero muy discutida por los idealistas extremos para los cuales, en deinitiva, la realidad es lo que los hombres perciben, conciben y transmiten de ella a travs de un discurso oral o escrito, que, aducen los ms extremos, es lo que en deinitiva cuenta.

    Si se acepta un realismo moderado no puede haber discusin ya que para poder hablar de historia, como sucesin de hechos del pasado, lo que primero hay que admitir es que existe una lnea de tiempo que une lo que ha dado en llamarse el pasado como aquello que est en la memoria. No hay otra forma de concebir lgicamente la recuperacin de los hechos del pasado por parte de un sistema que est ubicado en el presente. Como no hay ms remedio que visualizar esa lnea de tiempo como una semirrecta que tiene su origen a la izquierda de nuestra visualizacin y su sentido o escape hacia la derecha, (todo ello convencionalmente, por supuesto, pues nada, salvo el sentido comn, impide dibujar la lecha saliendo desde la derecha en direccin a la izquierda).

    Ahora bien, cmo se explica que esa trayectoria convencional, que visua-lizamos de izquierda a derecha, no lo sea en sentido contrario (tal vez quepa airmar que la direccin de lectura de este pargrafo da respuesta satisfactoria al interrogante, al menos en un primer momento.11 Sin entrar a inquirir si esa lnea es una semirrecta ininita (como le ocurre al propio Universo einstenia-no), o bien vuelve sobre s misma, en cuyo caso el tiempo no sera una lnea sino un crculo. En otras palabras, el tiempo sera cclico como los antiguos estoicos crean, al igual que varias civilizaciones desaparecidas (Elade, 1972).

    Ahora bien, es cierto que la linealidad del tiempo es una creencia de la civilizacin judeocristiana que se impuso sobre ideas contrarias existentes en la ilosofa grecorromana. Ese gran ilsofo de la historia que fue San Agustn

    11. Lo que es tan convencional como poner el Norte arriba y el Sur abajo, cuando en rigor

    de verdad en el Universo esas referencias no existen dado que son meros recursos operativos de

    los pequeos seres humanos acostumbrados a tomarse ellos mismos como punto de referencia,

    quiz como una de las tantas milenarias estrategias de supervivencia de la especie.

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    explic que era incongruente con una idea salvica la vieja nocin cclica del tiempo. Por ende, la garanta de supervivencia intelectual de la escatologa cristiana depende de esta imagen de un tiempo lineal.

    Doctrina que no fue impugnada por la Ilustracin que, por el contrario, se sirvi de ella para cimentar la idea del progreso indeinido (Nisbet, 1980) que supone necesariamente, que la historia no se repite, sino que asciende indeinidamente. O sea que Las Luces fueron herederas del Cristianismo en esta idea bsica del devenir (aunque no acepten la idea de una Edad de Oro en el pasado a la que, por el contrario, la colocan en el futuro, amn de otras divergencias profundas que sera ocioso tratar).

    El progresismo cree, como artculo de fe, que a cada etapa la sucede otra que est en un peldao superior (conforme a una escala de valores preesta-blecida), por ende, necesita imperiosamente admitir la visin lineal, la lecha del tiempo.

    Claro que a esta altura cabe preguntarse si este presupuesto del progre-sismo es cienticamente veriicable, o sea, si la idea de la lecha del tiempo es algo ms que una mera creencia, prejuicio o, en el mejor de los casos, una hiptesis cultural de nuestra civilizacin.

    No obstante, creo que razonablemente puede admitirse, al menos a esta altura del conocimiento humano, que hay bases objetivas razonables para sostener la linealidad del tiempo.

    El primer argumento se basa en la conocida como la Segunda Ley de la Termodinmica que describe un fenmeno universal cual hecho es que los sistemas organizados tienden a pasar a estados de desorganizacin, cada vez mayores. Esto le da un carcter irreversible a los procesos que se suceden uno tras otros sin repetirse.12

    12. Asimov (1973) Atribuye el descubrimiento de la ley a Rudolf Julius Emmanuel Clausius

    (1822-1888) quien llam a esta razn entropa. En el universo la energa se elevaba invaria-

    blemente y la disponibilidad de energa para convertirse en trabajo decreca con paso seguro,

    airma Asimov, para luego agregar: Esta descripcin dramtica del inal de todas las cosas,

    se llam la muerte del universo, aunque su validez, agrega el autor no es tan segura ahora

    como lo fue hace un siglo, p. 327.

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    El segundo, atae a la veriicable Ley de Expansin del Universo que se estara dilatando desde hace miles de millones de aos en forma acelerada a partir de un momento de singularidad que se ha dado en denominar Big Bang.

    El tercer argumento no es de carcter fsico, sino psicolgico. Que la l-nea del tiempo tiene direccin nica quedara demostrado por el simple hecho de que solamente podemos recordar el pasado y no el futuro, lo cual sera factible en un sistema cclico donde un hecho es al mismo tiempo pasado y futuro del actual presente y, por ende, sera recuperable indistintamente por nuestra memoria.

    Recuperar la historia no es otra cosa que recobrar informacin que ha quedado en el pasado. La recuperacin de una relacin de hechos pautados lo conigura en relato histrico, o sea, no ya en los hechos en s mismos sino la signiicacin que de ellos damos y esto es lo que conigura el relato histrico que los hombres hicieron desde los tiempos remotos de la tradicin oral, los mitos y las leyendas.13

    Adelante, pues. Si bien la documentacin ha desplazado, hace aos, a la tradicin oral como fuente de recuperacin de los hechos del pasado, tambin es cierto que tampoco es posible desechar totalmente su valor (aqu revive el debate de ines del siglo XIX entre Mitre y Lpez sobre el valor de la tradi-cin oral).

    Pero el punto central a discutir es si el relato histrico conforma la rea-lidad o la construye. Mi posicin es conocida en cuanto a aceptar una tesis basada en un realismo moderado, en cuanto a que la historia como relato no construye de la nada el pasado, sino que precisa elementos preexistentes, de hechos reales que den lugar a la creacin del relato, tal como lo seala Hobs-bawn (1992, 118).

    Por el contrario la tesis idealista constructivista no solo exacerba inne-cesariamente uno de los trminos de la cuestin, sino puede alentar empresas no ticas destinadas a la manipulacin de consciencias y voluntades cuya orientacin en determinado sentido se busca.

    13. Cabe preguntarse aqu si esta sucesin de hechos o informacin ha desaparecido para siempre

    o si se conserva en alguna parte del universo y habra forma de recuperarla alguna vez.

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    De paso, evitaramos que la historia, como en deinitiva cualquier cono-cimiento humano expresable por signos y smbolos, se constituya en simples discursos y que la tradicin ilosica y cientica de Occidente se termine convirtiendo en una mera cuestin de lenguaje.14 Consiguientemente, es aceptable sostener que el relato histrico debe responder a un realismo mo-derado que conforma el pasado sin construirlo.

    Ahora bien, el relato histrico no es polticamente inocente, esto hay que asumirlo tambin. El solo hecho de que se seleccionen, dentro de la ininitud, pocos sucesos del pasado solamente signiica que un criterio orientador debe haber actuado a priori, en forma consciente o no. No cabe desconocer, en tal sentido, que la mayora de los hechos que periodizan la historia tienen alcance poltico, vale decir, referido al poder en las comunidades territoriales. No es aventurado airmar que la historia es la historia poltica, lo cual implica que ab initio se encuentra contaminada por creencias, doctrinas, prejuicios, etc. que guan la lupa que se dirige al pasado.

    La segunda caracterstica del relato histrico es que la historia ilumina a la Poltica, en cuanto permite comprender sus conceptos. No hay forma, por ejemplo, de distinguir entre Estado y Nacin sin observar los casos tomados del relato histrico, mxime al indagar la relacin de paternidad y filiacin entre uno y otro concepto.

    Ese relato histrico, asimismo, le otorga a la mente una posibilidad de encontrar una racionalidad diferente a la que surge de la lgica y de la ma-temtica. Esta razn histrica explica el presente a partir del pasado. Es vano pretender concebir una Nacin ntegramente sin haber conocido previamente su historia.

    En deinitiva, la cuestin gira alrededor de la aceptacin de la existencia de objetos culturales que son intrnsecamente histricos como lo son las na-ciones, los Estados, los pueblos, las instituciones, etc. A partir de la idea de

    14. Los ilsofos redujeron tanto el mbito de sus indagaciones que Wittgenstein, el ilsofo ms

    famoso de este siglo, dijo: la nica tarea que le queda a la ilosofa es el anlisis del lenguaje.

    Qu distancia desde la gran tradicin ilosica desde Aristteles a Kant (Hawking, 1995,

    223).

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    que el hombre es un ser histrico que nace y se hace dentro del devenir del tiempo, que todo lo que toca lo transforma. Si el objeto cultural es producto del devenir, es inexcusable aprehenderlo a travs de su historia.

    Si bien es cierto que el histrico no es el nico mtodo de conocimiento certero, su utilizacin nos preserva, asimismo, de cierta caracterstica de la posmodernidad consistente en quedarse en un mero presente, huyendo del relato histrico. Este hecho, tan lamentado por Vattimo (que hablaba con dolor del reemplazo de los grandes relatos por pequeas historias15 juicio muy cierto por lo que se aprecia a partir del aventurerismo periodstico co-merciales en boga).

    Hobsbawn (1995, 13) deplora el tiempo que le toc vivir en cuanto: La memoria histrica ya no estaba viva (...) la destruccin del pasado, o ms bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contempornea del individuo con la de las generaciones anteriores, es uno de los fenmenos ms caractersticos y extraos de las postrimeras del siglo XX. En su mayor parte, los jvenes, hombres y mujeres, de ese inal de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relacin orgnica alguna con el pasado del tiempo en el que viven.

    Palabras que hago mas.

    Las culturas de simultaneidad, tal como las denomina Tierno Galvn16 estn desplazando a las culturas histricas tradicionales. Los que reemplazan una cultura por otra son quienes, sin preocupacin por el pasado, sustitu-yen el sistema gentico o de sucesin por el de simultaneidad. Es lo que Montserrat (1975, 652) llama la mentalidad de la admisin. Lo que alrededor nuestro sucede, nuestra propia vida, es admitido sin mayor tensin o crtica. La contemplacin de las cosas como un hecho admitido, que llevan en s mismo su gnesis y justiicacin, deine al occidental moderno. Signiic ello nada menos que una especie de presentismo o actualismo o inmersin en lo instantneo exitoso. As el tiempo es vivido como una seriacin instantenesta

    15. Vattimo, Gianni, El in de la modernidad. Nihilismo y hermenutica en la cultura posmoderna. Bar-

    celona, Espaa, 1998, pp. 15-16.

    16. Tierno Galvn, Enrique, Tradicin y modernismo, Madrid, Tecnos, 1962.

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    de discontinuidades. Vivimos hoy una poca inversa que, cual pionero, vaticin Tierno Galvn en 1960. Las mentalidades analtico-contemplativas sucedie-ron a las genticas. El pasado dej de explicarlo todo para ser desplazado por la estrategia presentista y permisiva del bricolaje. El imperio de la sucesin fue conquistado por el de la simultaneidad. Una especie de zapping que salta de un vacuo a otro.

    En palabras de Tierno Galvn El pasado no generay condiciona el pre-sente, sino al contrario, el presente determina el sentido cultural del pasado. La minora ilustrada no estudia el proceso histrico para explicarse y analizar su situacin, elige de la reserva histrica, engrana los hechos segn conviene a sus intereses actuales. Junto a esta actitud, la ms generalizada, se da la especializacin analtica, sin pretensiones genticas, que estudia un hecho o conjunto dehechos en sus relaciones internas, sin buscar sus relaciones decausacin lineal. (Tierno Galvn, 1962, 166). Agregando a continuacin: a las culturas ms desarrolladas de la actualidad se las podra llamar culturas de simultaneidad.

    Finalmente, en esta exposicin de las funciones del relato histrico en-contramos a la historia en su funcin de legitimadora del Poder Poltico. Ello ocurri notoriamente en los tiempos de la III Repblica Francesa desde 1870 a 1914 (que tantos paralelismos guarda con el Estado moderno argentino, a par-tir de 1880), en cuanto a la utilizacin de medios como la educacin pblica, el servicio militar obligatorio, una literatura que puede ser llamada canni-ca, msica nacional y, sobre todo, la enseanza de la historia como medio de conformacin del Estado Nacin (podemos citar en la historia de Francia como paradigma al manual de Lavisse, en cuanto modelo de un mecanismo de uniicacin del discurso histrico sobre el pasado comn de Francia).17

    El relato histrico legitima los regmenes polticos como airmaba Renan en su clsico libro, (Renan, 1957). Cabe recordar, as, el caso de los repu-

    17. Pero un terreno en particular que ayud a crear la comunidad imaginaria de la France: la

    historia, o de manera ms especica, la enseanza de la historia. Durante ese perodo el nico

    libro de texto de historia, el Lavisse, fue elaborado en diferentes ediciones para sucesivos grupos

    de edad y niveles escolares y prescripto para todos los alumnos de todas las escuelas francesas,

    tanto en Francia como en sus colonias.... (Smith, 2000, 185).

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    blicanos franceses deseosos de legitimar su rgimen frente a la monarqua en el siglo XIX y el rol fundamental que le asignaron a la historia por ellos contada. Desde luego cabe recordar aqu la teora de las dos legitimidades que conformaron la Argentina Moderna (basada en el relato histrico funda-cional, como instrumento de la ingeniera poltica destinada a consolidar el Estado Moderno Argentino, y en la llamada despectivamente historia oicial (Scalabrini Ortiz, 1941).

    Esto conduce, indefectiblemente, a preguntarse dnde se elabor el sis-tema de pensamiento de la cual deriv la legitimacin histrica del rgimen poltico moderno argentino. La respuesta es que fue en la Facultad de Dere-cho: all se proces el relato legitimador de la Argentina moderna.

    Este relato cumpli dos funciones. Por un lado le dio legitimidad his-trica al rgimen posterior a Caseros, como se ha sealado.18 Pero por otra parte, marc un derrotero al conigurarlo como parte de un todo ms amplio destinado tambin, a ijar objetivos. Si se discurre por el lado de la legitimi-dad se puede airmar, pues, que legitimaba a la empresa comenzada despus de Caseros, tanto por su origen como por sus ines.

    Esto se debe a las pretensiones del relato fundacional que estuvo asentado en una ilosofa de la historia que pretenda que las razas inmigratorias esta-ban destinadas a ser los protagonistas llevando a la nueva Nacin a grandes destinos.19

    El triunfo de Caseros y todo lo subsiguiente, respondi no solo a un gol-pe de suerte de un general victorioso, sino a una especie de libro del destino que estaba escrito en algn lado y que sealaba al pueblo argentino como el protagonista de un futuro venturoso basado en la ley de la evolucin, la su-

    18. Recordaba Montaigne: las leyes toman autoridad del uso y aplicacin. Es peligroso remon-

    tarse a su nacimiento, porque se engrandecen y ennoblecen a medida que van entrando en

    vigor como los ros a medida que avanzan. Si los siguiramos hasta su origen hallaramos una

    fuentecilla insigniicante que se enorgullece y fortiica al envejecer. Si buscamos a ese famoso

    torrente de la ley, lleno de dignidad, honor y reverencia, las veramos tan livianas y frgiles

    (Montagne, 1984, II-227).

    19. Gonzlez, Joaqun V. El juicio del siglo, publicado originariamente en el diario La Nacin del

    25 de mayo de 1910.

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    premaca de las razas europeas sobre las autctonas, el triunfo de la educacin y en deinitiva el establecimiento de un pas euroamericano en Sudamrica.

    El xito del denominado Programa del 80 estuvo basado en las medidas econmicas y culturales, sumadas a la irme conviccin en esta especie de religin del progreso en la cual crean irmemente.

    No solo el Partido fundador, vale decir el PAN, sino tambin su conti-nuador y ocasional oponente fueron partidos europestas. Tambin los dems partidos surgidos a partir de ines de siglo como el socialismo y el anarquismo por ideologa y composicin social.

    La claridad de los orgenes y objetivos de la nacionalidad en ciernes sur-ge de la principal obra de Vicente Fidel Lpez o sea de la Historia de la Repblica Argentina, escrita por el autor a ines del siglo XIX y luego compendiada en el Manual20 de igual denominacin.

    A diferencia de Mitre, que no agrega ninguna introduccin o prefacio a la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Vicente Fidel Lpez no escatima deiniciones que lo adhieren netamente a un historicismo romn-tico que no deja de lado el positivismo en boga ni las tendencias entonces predominantes.21

    Su primera toma de posicin es netamente organicista pues se reiere a que la sociedad argentina es un organismo moral que encerrase el germen de su crecimiento propio provisto de sus leyes de desarrollo que no deban desconocerse.22

    20. Lpez, Vicente F., Manual de la historia argentina, Buenos Aires, La cultura argentina, 1920.

    Con prlogo de Carlos Ibarguren.

    21. Su referente, por propia confesin, fue Lord Macaulay de quien tom el estilo vibrante, colo-

    rido y audaz de sus descripciones, en donde la imaginacin reemplazaba el dato concreto que

    faltaba.

    22. Ob. cit. Prefacio, (XIII). Aqu Lpez adhiere a la tesis de un organismo que tiene en potencia

    todos sus atributos, desde el mismo momento de su concepcin. Inscritos en una especie de

    cdigo gentico y con leyes de desarrollo que lo lleva a crecer en determinada direccin. O sea

    que nuestro pas estaba en potencia desde los primeros tiempos. Se desarroll, por ende, y no

    fue construido.

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    El devenir histrico, cree Lpez, comienza para el pas de los argentinos con la poca colonial23 no habiendo solucin de continuidad entre aquella y la Revolucin de Mayo. Desde el estado de embrin hasta ser responsables de su propia suerte.24

    Ese in se alcanzar el da que se cumpla con lo que el mundo quiere, esto es, segn Lpez, aumentar el nmero de los miembros libres y produc-tores que aceleren el movimiento de la tierra y de la industria, para que con el trabajo y la cultura intelectual extiendan su territorio, realcen sus condiciones morales y abriguen en un mismo ser social y cristiano todas las aptitudes y todos los esfuerzos de la Humanidad y de los civilizacin.25

    A medida que las razas del pas se europecen entrarn en el cauce de la civilizacin cristiana. Coniando el autor en la accin benica de las emi-graciones pacicas que llevan el trabajo de tierra a tierra, como un simple producto de importacin y de capital econmico.26

    Reconoce que la configuracin del territorio se debe a dos factores primordiales, las guerras que enfrentaron a Espaa con las potencias de su

    23. La expresin colonial era usual en Lpez y es propia de su poca. Levene, aos despus, desa-

    rrollara, con otros, aquello de que Las Indias no eran colonias basado en el anlisis normativo

    del Derecho Indiano en que, en efecto, al menos en la poca de los Habsburgo, consideraban

    estas tierras como Reinos de los Reyes de Castilla y Aragn. Se trata de una de las tpicas

    discusiones planteadas a partir de que se parta o no de premisas puramente formales como lo

    eran las sustentadas por el notable complejo normativo indiano que, por lo dems, sola no

    cumplirse aunque se acataba la autoridad de la cual emanaba.

    24. Ob. cit. Prefacio, (XV). Sin duda el determinismo no es total en la medida en que se conjuga

    con la responsabilidad de los argentinos, parece sugerir el autor.

    25. Ob. cit. (XVI). El mundo era Europa donde, presupone Lpez, existe una evolucin hacia el

    progreso ineluctable. Ello, cree, Europa lo quiere para todos los pases. A continuacin elabora

    una profesin de fe que conjuga al ciudadano y al productor, campo e industria, donde se ve

    la inluencia de Saint Simon, (lo cual no es extrao para alguien que integrara la llamada Ge-

    neracin del 37, a quienes precisamente, Jos Ingenieros en La evolucin de las ideas argentinas,

    llamara los saintsimonianos argentinos.

    26. Ob. cit. (XVII). Aqu se ve que el proceso de civilizacin o europeizacin va de la mano con

    la inmigracin de ese origen.

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    poca27 y, en segundo trmino, los factores econmicos que conformaron el espacio territorial argentino, inclusive los medios propios e ilegtimos del contrabando, con que nuestra riqueza empez a principiar, a pesar de las tra-bas que le opona el oicialismo colonial, hasta que lo venci y adquiri un sentimiento enrgico de su propio derecho y tambin de su poder.28

    En in, el propio Vicente Fidel Lpez reconoce que su labor como histo-riador es herramienta fundamental para consolidar su pas. As airma: Esto de saber y de difundir el conocimiento de la historia nacional, es de un inters vitalsimo para los pueblos que aspiran al gobierno libre y a la cultural social. Excusado sera que se sometiera a prueba l cuando no hay Estado civilizado que no profese este principio y cuando desde la antigedad clsica, es un axioma reconocido.29

    En 1910 al cumplirse el Centenario de la Revolucin de Mayo muchos de los pronsticos anteriores parecieron ser una realidad contundente.

    27. El hecho de que para entrar en estas guerras los Reinos de Indias nunca fueron consultados, es

    una de los tantos argumentos que esgrimen quienes niegan tal carcter a las colonias que desde

    luego padecan sus consecuencias como lo demuestran, a guisa de meros ejemplos, los casos

    de los cambios de dueo de Colonia del Sacramento o bien de las Invasiones Inglesas causadas

    por una de las tantas guerras sostenidas entre el declinante Imperio Espaol y su desaiante,

    Inglaterra.

    28. Ob. cit. (XX). Aqu Lpez se convierte en un positivista economicista que reconoce este fac-

    tor como constitutivo del territorio argentino, ya en los tiempos espaoles. Lo cual llevara

    a la conclusin de que el pas que actualmente se llama Repblica Argentina habra estado

    preconigurado desde tiempos remotos y que tal formato es debido a los factores econmicos,

    dentro de los cuales las aduanas tendran singular relevancia (que es la opinin de Vicente

    Cutolo (1948), contrariamente a lo que sostienen los constructivistas que rechazan esta hip-

    tesis, tal como Romero (2004). Finalmente es notable la reivindicacin del contrabando que

    realiza Lpez pues, a pesar de usar la palabra ilegtimo, no vacila en airmar que por l surgi

    el sentimiento enrgico de su propio derecho y tambin de su poder (opinin que tambin

    parece sostener Cutolo en la obra mencionada).

    29. Ob. cit. (LVI). El deseo del historiador se cumpli al menos por varias dcadas, su Manual y el

    famoso Grosso (vulgata del anterior) son testimonio de ello. Tambin surgieron continuadores

    que, aun refutndolo, lo reconocieron, menos que a Mitre, como uno de los fundadores de la

    historiografa argentina. Hoy, si vivieran percibiran un panorama menos alentador, fecundo en

    oportunistas, periodistas de la historia (aunque estos tienen antecedentes de casi medio siglo),

    e instrumentadores polticos del pasado.

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    Esa mirada optimista es la del escritor, estadista y jurista Joaqun V. Gonzlez, que a su carcter de profesor de la Facultad de Derecho le una el hecho de ser el fundador de la Universidad de La Plata como ente nacional.30

    En pginas memorables, el riojano intent legitimar el sistema de la Repblica Restrictiva 31 en la cual se viva por entonces. La fundamentacin, a juicio del autor, surga de la aceptacin cuasi religiosa de las premisas cienti-cas que airmaban la Evolucin como ley suprema del Universo. Ella presida el desarrollo de todos los seres vivos y tambin de los sistemas polticos que eran mecanismos animados que hoy todos los maestros de la ciencia cons-titucional comparan con un ser viviente sujeto a todas las leyes que rigen el nacimiento, crecimiento y conducta posterior de todo organismo vivo (Gon-zlez, 1921, 54) porque la nacin tiende a ser cada vez ms un organismo vivo (Gonzlez, 1913, 258).

    Este organismo vivo sujeto a las leyes de la Evolucin pasaba por tres etapas segn Elihu Root,32 a quien Gonzlez sigue al pie de la letra:

    El primer grado, el inferior, no es aquel en el cual el pueblo se divide con relacin a su adherencia a la suerte personal de los que se colocan en el poder (). Sera el segundo grado aquel en que el pueblo ha pasado de la adherencia puramente personal y, ijando atencin en cuestiones de principios de pol-ticas o inters material, se ha aprestado en defensa de sus varias opiniones o aspiraciones, pero no ha alcanzado an el punto en el cual podra subordinar diferencias de ms importancias que las de orden vital y primordial sobre las cuales se armonizan. La divisin excesiva en asuntos, grupos, tendencia e inters es la caracterstica de la etapa de gobierno y el xito de la legislacin o del di-namismo poltico depende de las combinaciones de grupos, impulsados por las inluencias personales, pero, sin duda, sobre una cuestin de principio o inters. El tercer grado, que es ms alto, solo caracteriza gobiernos como Inglaterra y Estados Unidos en los que solo predominan las cuestiones fundamentales de

    30. Sobre Gonzlez y su obra universitaria (Ortiz, 2011).

    31. As llama Natalio Botana al rgimen conservador, contraponindola a la Republica Abierta,

    en cuanto al ejercicio de los derechos Polticos (Botana, 1986).

    32. Poltico y doctrinario norteamericano (1875-1937). Secretario de Estado de Teodoro Roosevelt.

    Fue Premio Nobel de la Paz en 1912. Visit nuestro pas en 1906.

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    dos grandes divisiones histricas y econmicas, representadas por partidos de larga duracin y cohesin indestructible, hasta aqu el gran jurista argentino. (Gonzlez, 1910, 212/3). Segn Gonzlez, nuestro pas se encontraba en el segundo grado, aunque llevbamos airma una orientacin marcada hacia el nivel superior, aunque ella sea lenta e intermitente (Gonzlez, 1910, 213).

    Para coadyuvar a la evolucin, los gobernantes deban implementar po-lticas acordes con ella. Ocupndose de la poblacin en primer lugar y en ella la poltica inmigratoria era sustancial. En tal sentido el autor recepta plenamente la tesis de que la Evolucin debe ayudar en cuanto sta elimina los elementos inferiores, al mismo tiempo que, por sucesivos cruzamientos con superiores, se origina una seleccin de los mejores. De tal modo que la evolucin de las leyes biosociales (da como resultado) la evolucin tnica () por eliminaciones de razas indgenas ineptas para las obras de la civilizacin () [por otra parte], la buena corriente inmigratoria dio la posibilidad de ir reemplazando con ventaja el elemento humano (Gonzlez, 1921, 60). Eli-minados por diversas causas los componentes degenerativos e inadaptables, como el indio y el negro, quedaban solo los que llamamos mestizos por la mezcla de india y de blanco. Pero a su vez, la evolucin de siglos, obrando sobre una proporcin mnima de esos elementos, los elimina sin diicultad y deja como ley de composicin del tipo tnico nacional, la de la raza europea por su origen puro por la seleccin operada en nuestro suelo sobre la sangre criolla, que es tambin sangre europea () suprimidos los elementos de degeneracin o corrupcin () queda, pues, un producto selecto de sangre blanca pura o depurada (Gonzlez, 1910, 246/47).

    Alaba luego, el tipo criollo producto de esta seleccin racial, princi-palmente el femenino que se ha robustecido y embellecido, prometiendo generaciones ms viriles, trabajadoras y virtuosas, por lo cual su pronstico del porvenir es muy auspicioso cuando el tiempo de la seleccin transcurra en mayor espacio (Gonzlez, 1910, 249), aunque deja en claro que ello ocurrir siempre y cuando una errada y contradictoria poltica no desve la evolucin de sus cauces normales. O sea, que la clase dirigente argentina no deba desviarse en sus polticas dirigidas a apoyar la evolucin, so pena de que se produzcan resultados regresivos.

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    Con respecto a la educacin, que era el otro pilar, junto a la poltica inmi-gratoria, Gonzlez tambin es muy claro, por momentos brutal. Haba que realizar dice por la escuela dos portentosos milagros: cambiar en el vino exquisito de la ciencia nueva, el agua estancada de los claustros, sacristas y doctrinas de la Colonia; y a la masa oscura y ociosa del los campos, nacida y proliferada despus de la revolucin, inducirla a buscar la escuela, hacrsela amar (Gonzlez, 1910, 174). Pero con un imperturbable sentido elitista sostiene: Escuelas comunes para el pueblo y colegios secundarios para las clases medias, como ruta para una cultura ms alta, fue en todas las pocas una aspiracin ardiente en todos los hombres que llegaban a las funciones pblicas (Gonzlez, 1910, 170).

    En el plano de la cultura ms alta las ideas principales vertidas con mayor sutileza continuaban la misma lnea. Tras la Reforma de 1918 el primer Decano elegido bajo las nuevas ideas, Estanislao Zeballos,33 dirigi signiicativas palabras en el acto de asuncin como Decano de la Facultad de Derecho al ao siguiente (Zeballos, 1919).

    Dirigindose a un pblico numeroso que colmaba el amplio Saln de Actos de la calle Moreno, dijo:

    Esta Facultad debe ser material y cienticamente reconstruida. Su vieja y

    estrecha casa, inferior a una escuela primaria, sus planes de enseanza limi-

    tados, la timidez de los nuevos, horizonte que, con escaso xito, intentamos

    algunos abrir en ella, hace catorce aos,34 las formas mismas de la enseanza,

    la disciplina, la eicacia del profesorado, la va y la aplicacin de los estudian-

    tes, reclaman examen, estmulos, reacciones y reformas.35

    33. La eleccin de Zeballos (egresado en 1874) no es arbitraria. Como estudiante haba encabezado

    el primer movimiento reformista habido en la UBA en 1871 (Ortiz, Scotti, 2011) que fuera

    precursor del de 1903. Por otra parte fue uno de los ms distinguidos profesores en la Facultad

    de Derecho, sin dejar de mencionar su poderoso paso por la Cancillera argentina y su vastsima

    obra jurdica y cultural.

    34. Se reiere al movimiento reformista iniciado en 1903/1904 en la FDCS de la UBA que dara

    origen a importantes transformaciones precursoras de la Reforma del 18 (Ortiz, Scotti, 2011).

    35. Zeballos, 1919.

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    La suprema necesidad social y poltica argentina en la actualidad dijo des-

    pus es la elevacin del carcter y la elevacin del nivel de la cultura de los

    ciudadanos.36 No bastan la lectura, la informacin abundante, para lograrlo;

    y no se concibe democracia sin cultura.37 Ellas deben abonar un medio men-

    tal propicio, que no se obtiene sino, digniicando el espritu, fortaleciendo su

    idealismo, robusteciendo su fe en el trabajo, en la virtud, en el patriotismo.38

    Las vsceras tienden, naturalmente, a extraviarlo, a dominarlo, a corromperlo;

    la cultura universitaria lo enfrena y lo salva.39

    He aqu la va! Nuestra vieja y amada casa no debe ya existir rezagada como

    fuente de satisfacciones utilitarias. A ella deben acudir, no solamente los que

    ambicionan ttulos profesionales, sino los que quieran fortiicar y regenerar

    su mentalidad.40 Esta debe ser una casa abierta a la sociedad, a la intelec-

    tualidad argentina; gabinete de investigacin, libre pero no licencioso, ni

    irresponsable de las necesidades y de las aspiraciones comunes, de irradiacin

    terico prctica, de remedios, de consuelos,41 de direccin del alma de los

    habitantes del pas, de conianza en sus destinos, de saber dirigente y de

    sana preparacin para el gobierno.42

    36. La vieja idea de la Generacin del 80 de transformar la sociedad a travs de la educacin.

    37. Esta frase tendra singular relevancia en los sucesos de los aos 40 que dieron origen al pero-

    nismo, toda vez que identiicaban la cultura como la basada en cnones europestas.

    38. Aqu se nota la impronta que dej Jos Enrique Rod en la intelectualidad argentina con su

    Ariel.

    39. Esta ltima frase revela claramente una vocacin salvica basada en la antigua creencia de que

    los instintos ms groseros deben superarse a travs de la educacin.

    40. Una cuestin dirigencial fundamental es formar caracteres fuertes y homogneos, caracterstica

    analizada en mi estudio anterior (Ortiz, 2011).

    41. La tarea que hoy llamaramos de contencin est claramente referida por Zeballos.

    42. Zeballos no oculta la intencin de formacin dirigencial que impregn a la Facultad de Dere-

    cho desde los tiempos ms remotos, incluyendo una totalizadora idea referida a la direccin

    del alma de los habitantes que podra haber sido grata a regmenes surgidos con posterioridad

    a la Primera Guerra en Europa. Intencin, que, sin duda, no colisionaba con su liberalismo

    toda vez que el mismo pretenda tener una vocacin revolucionaria correctiva del atraso y la

    ignorancia en la cual se encontrara sumergida buena parte del pas. Desde luego que esta

    caracterstica no iba a compatibilizar con ideas igualmente totalizadoras surgidas en los mo-

    vimientos antiliberales posteriores.

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    Esta lnea de pensamiento se mantiene en el Centenario de la Universidad de Buenos Aires.

    En esta ocasin, el Consejo Superior distingui al Dr. Ernesto Quesada43 para que pronunciara el discurso central. En l elabor una visin histrica de la institucin a la cual agreg disquisiciones sociolgicas y pronsticos que no se cumplieron.

    Subrayando la funcin de construccin de la idea de Nacin sostuvo: Las generaciones estudiantiles que frecuentaban las aulas bonaerenses salan fortalecidas en su robusto optimismo patritico, a la vez que nutridas en una enseanza impartida con entusiasmo por los mejores cerebros porteos (Quesada 1921, 170).

    Luego, contundentemente, emite una airmacin y su desenvolvimiento argumental.

    La Universidad, convertida, deinitivamente,44 en el molde del alma futura de toda la repblica.45 Argentina virtus robur et studium.46 Realizbase as el lema, pues a la vez que el pas visiblemente desenvolva sus riquezas,47 al mismo tiempo perfeccionaba la ilustracin de sus hijos, todo auguraba ya un brillante porvenir (Ibd., 171).

    43. Egres de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1882.

    44. Est hablando de los tiempos posteriores a la nacionalizacin de la Universidad ocurrida luego

    de la Guerra Civil de 1880 y consolidada por la Ley Avellaneda, cinco aos despus.

    45. El concepto de alma argentina es un derivado de espritu del pueblo o conciencia nacio-

    nal, expresiones todas que emanan del romanticismo alemn de mediados del siglo XIX y que

    est estrechamente vinculado con el concepto de Nacin a partir de Mancini y otros precursores

    (Hobsbawn, 1992). Lo notable es que Quesada, al igual que la mayor parte de la gente de su

    poca, radicaba en la Universidad de Buenos Aires la misin de disearla. Esto lo alejaba de

    otras posiciones anteriores y posteriores referidas a la formacin religiosa del alma nacional o

    bien a la sujecin a los cnones de las FF. AA, como algunos sostuvieron poco tiempo despus

    (Zanatta, 1996). De ms estara agregar que esto ltimo explica la imposibilidad de cualquier

    conciliacin con las ideas posteriores a 1943.

    46. La virtud argentina es la fuerza y el estudio, reza el lema de nuestra Universidad desde ines

    del siglo XIX. Quesada la repite no menos de tres veces en su conferencia.

    47. Aqu la referencia al Programa del 80 es tan obvia como implcita.

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    Poder as constituir agrega el alma nacional de las futuras generaciones,48 inculcndoles el ms potente en el desarrollo de su riqueza y, a la vez, el ms hondo y slido saber en el lorecimiento de su inteligencia (...) y, en efecto presenta la Repblica Argentina un aspecto especialsimo en su evolucin:49 sus progresos materiales de todo gnero y su proteiforme produccin permiten desarrollar iniciativas econmicas casi inimaginables, siendo as que su pri-vilegiado territorio contiene, a la vez, las riquezas ms soadas o concebibles, de ah que en su poblacin ofrezca amplio campo para formar un verdadero mosaico de razas diversas50 y el despliegue de cualesquier actividades, por eso acuden a esta tierra gentes desde los rincones ms apartados del globo, y su fusin prepara la sorpresa de un tipo nacional imposible hoy de adivinar.51 La misin de la Universidad, entonces, es precisamente la de preparar el carcter espiritual de ese futuro tipo argentino: misin grave y nobilsima, que exige en los directores y docentes una atencin cuidadosa para lograr debidamente el alma de la patria, pulirla y puriicarla.52

    La cultura nacional todo lo favorece y nada la perjudica, por eso es de con-gratularse que nuestra actitud internacional sea de una amistad ecunime para todos, como se demostr con tranquila e inquebrantable energa en la pasada terrible conlagracin mundial al rehusar embanderarnos en uno u otro lado,53 pues para unos y otros existe anlogo sentimiento de simpata y a todos, por

    48. La idea persigue a Quesada que no vacila en reiterarla.

    49. Desde luego el concepto spenceriano de evolucin estaba presente en los egresados de la FDCS.

    50. Para Ernesto Quesada, como para el pblico al cual se diriga, referirse a razas diversas im-

    plicaba dirigir la mirada solamente a las dismiles etnias europeas que haban llegado como

    consecuencia de la inmigracin.

    51. Es la misma idea de Joaqun V. Gonzlez, tal como hemos visto, (en cuanto a fusionar las razas

    europeas, sin inclusin de los pueblos originarios), aunque Quesada bien se guarda de no llegar

    a las explicitaciones del primero.

    52. Est muy claro el concepto griego de la educacin y no hay que olvidar que la formacin

    intelectual de Quesada lo fue en el marco de la cultura alemana que conoci de muy joven.

    53. Se reiere, desde luego, a la posicin argentina ante la I Guerra Mundial: mantuvo a ultranza

    el neutralismo (tanto por los conservadores como por los radicales que les sucedieron en el

    gobierno). Como es notorio, Quesada fue uno de los pocos intelectuales argentinos que sostuvo

    la neutralidad, sin duda inluenciado por la admiracin hacia la cultura alemana en la cual l

    se haba formado y a la cual destinara su colosal biblioteca antes de morir.

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    ese ideal, se desea sinceramente atraer. As y solo as lograremos54 formar el alma nacional futura, amplia, hermosa, fraternal, y llena de generosos anhelos: es por eso que la Universidad tiene una alta y hondsima responsabilidad en el momento actual y me complazco en creer que se da de ello perfecta cuenta. Espero, por lo tanto, no morir sin haber saldado a esa ltima transformacin de nuestra instruccin superior (Ibd., 179,180).

    Conclusiones

    El Estado Moderno argentino en sus dos primeras etapas tuvo como protagonistas y hacedores a hombres e ideas emergentes de la Facultad de Derecho de la UBA. Esto se debi, por un lado, al objetivo de formar una clase dirigente, y a su conformacin mental adecuada a una visin histrica ideolgica legitimadora del rgimen poltico, no solo en cuanto a su origen, sino tambin en lo que atae a sus ines. Esta fue su principal caractersti-ca y virtud, razn suiciente de su xito en las dos primeras transiciones y, conjeturamos, a su fracaso en la tercera transicin que no los tendra como protagonistas sino como ausentes y an como impugnantes. Aunque admito que, en rigor de verdad, esto sera, desde el punto de vista cientico, una hiptesis que debemos someter a veriicacin, ms adelante.

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    54. Claramente reitera el objetivo y clariica el sujeto de tal misin.

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  • Las tesis doctorales del Departamento de Jurisprudencia en los tiempos de Rosas

    Sandro Olaza Pallero*

    1. Introduccin

    La Universidad de Buenos Aires desde su creacin durante el gobierno de Martn Rodrguez, por decreto del 9 de agosto de 1821, no tuvo autonoma directiva ni econmica,ya que su presupuesto qued supeditado al general de la provincia, no obstante que exis tan propiedades y rentas afectadas al sostenimiento de los estudios.As, esta institucin fue una rama administrativa que se aadi a las ya existentes, de acuerdo con la tendencia centralizadora del Minis terio de Gobierno encabezado por Bernardino Rivadavia.1

    La inauguracin de la Universidad se realiz en el templo de San Igna-cio el 12 de agosto a las cuatro de la tarde con la asistencia del gobernador, ministros, autoridades eclesisticas, civiles, militares y los catedrticos del establecimiento.2 Poco despus se cre el Departamento de Jurisprudencia e inici sus funciones en marzo de 1822, pero recin en 1823 se reglamenta-ron los requisitos de ingreso. Entre los aos 1822 a 1824, el rector Antonio

    * Docente de Historia del Derecho Argentino. Facultad de Derecho. UBA y Facultad de Ciencias

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  • 44 | Las tesis doctorales del Departamento de Jurisprudencia

    Senz verdadero propulsor y fundador de la Universidad de Buenos Aires organiz el funcionamiento de sus aulas.3

    La Universidad de Buenos Aires durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas ha sido minimizada por algunos y criticada por otros. Domingo F. Sarmiento airmaba en 1849 que Rosas haba cerrado establecimientos edu-cativos y cercenado el funcionamiento de la Universidad al retirarle apoyo econmico: Entonces el poder absoluto se fue a la causa del mal; cerr el Colegio de Ciencias Morales; dispers los profesores de la Universidad; retir a las escuelas y a los colegios las rentas. 4

    El objetivo de esta monografa consiste en presentar las tesis del Depar-tamento de Jurisprudencia en los tiempos de Rosas (1829-1851). Muchos de los hombres que pasaron por sus aulas se destacaron posteriormente en la vida intelectual, profesional y poltica de la nacin.5

    Esto puede aportar algunas referencias signiicativas para la historia de la enseanza del Derecho, dentro de lo que Tulio Ortiz denomina la primera etapa o Pre-Facultad (1814-1874).6

    2. Vida universitaria

    Durante su primer gobierno, Rosas no haba tomado ninguna medida de importancia respecto de la Universidad. sta conservaba su estructura ante-rior, tal como vena funcionando hasta entonces. Pero cuando asumi Juan Jos Viamonte, realiz una reforma universitaria por una comisin integrada por Valentn Gmez, Diego Zavaleta y Vicente Lpez y Planes.

    En cuanto al Departamento de Jurisprudencia con las modiicaciones vigentes desde el 1 de marzo de 1834, comprenda las siguientes asignatu-

    3. Ramallo, ob. cit., p. 69.4. Sarmiento, 1909, p. 188.

    5. Vase por ejemplo los casos de Antonino Aberastain, Juan Bautista Alberdi, Marco M. de

    Avellaneda, Jos Barros Pazos, Benito Carrasco, Francisco de las Carreras, Ruino de Elizalde,

    Juan Mara Gutirrez, Bernardo de Irigoyen, Marcos Paz, Roque Prez, Vicente G. Quesada,

    Luis Senz Pea, etc.

    6. Ortiz, 2004, p. 25.

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    ras: Derecho Civil; Derecho Pblico y de Gentes; Derecho Pblico y Privado Eclesistico, conciliado con el Civil y Elementos de Economa Poltica.7

    Los catedrticos en la poca de Rosas fueron los siguientes:

    1) Derecho Civil: Pedro Somellera (1830); Celedonio Roig de la Torre (1830-1831); Lorenzo Torres (1831) y Rafael Casagemas (1831-1857). Ho-rario en verano: 8,00 a 9,00 a.m. Horario en invierno: 8,30 a 9,30 a.m.

    2) Derecho Natural y de Gentes: Lorenzo Torres (1829-1831); Rafael Casage-mas (1831-1834 y 1835-1857); Valentn Alsina (1834-1835). La ctedra de Derecho Natural y de Gentes del plan de Antonio Senz (1822) pasa a deno-minarse en 1833 Derecho Natural Pblico y de Gentes.8 Horario en verano: 16,00 a 17, 00. Horario en invierno: 15, 30 a 16, 30.

    3) Derecho Cannico o Derecho Pblico Eclesistico: Eusebio Agero (1826-1834) y Jos Len Banegas (1834-1852). Horario en verano: 9,00 a 10, 00 a.m. Horario en invierno: 9, 30 a 10, 30 a.m.

    4) Economa Poltica: Juan Manuel Fernndez Agero (1829-1830).9 Ho-rario en verano: 9,00 a 10, 00 a.m. Horario en invierno: 9, 30 a 10, 30 a.m.10

    Miguel Esteves Sagu recuerda que tuvo como catedrticos en Derecho Civil al Dr. Rafael Casagemas, abogado espaol y de la antigua escuela; en Derecho Cannico al cannigo Dr. Banegas, graduado despus y con motivo de ser catedrtico. En Derecho de Gentes estuvo un ao solamente Valentn Alsina, cuya aula era nocturna, porque con esa condicin la acept.

    Menciona que tambin fue su profesor Cosme Argerich, catedrtico de Medicina Legal y que su aula se llenaba de auditores, alumnos y extraos. Destaca que Banegas era muy estimado, buen patricio y contrario al ultra-montanismo. Mientras que Casagemas era un hombre tesonero e infatigable.11

    7. Ramallo, ob. cit., pp. 72-73.

    8. Silva Riestra, 1943, p. 20.

    9. Gutirrez, Juan Mara, 1868, pp. 627-629. Glvez, 1942, p. 127.

    10. Cutolo, Vicente Osvaldo, 1948, p. 24.

    11. Esteves Sagu, 1980, p. 7.

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  • 46 | Las tesis doctorales del Departamento de Jurisprudencia

    Una peculiaridad del gobierno de Rosas fue la imposicin de la adhesin al federalismo al cual deban someterse todos los miembros de la Universidad, ya fueran profesores o alumnos. Por decreto del 3 de febrero de 1832 se im-puso el uso obligatorio de la divisa punz a los empleados civiles y militares y a los catedrticos de la Universidad. Otro decreto del 20 de junio de 1835 ordenaba que todo ciudadano que prestara juramento de servir bien y lealmen-te al empleo, cargo o destino que se le coniriese jurar al mismo tiempo, ser constante adicto y iel a la Causa Nacional de la Federacin. Este decreto se hizo por sugerencia del rector Paulino Gari para inculcar a los estudiantes el sistema de gobierno federal.12

    Muchos profesores, alumnos y graduados en Derecho tuvieron que irse del pas por cuestiones polticas, perdiendo sus ctedras, por lo que decay la calidad de los docentes en el Departamento. Varios de ellos se exiliaron en Uruguay donde llevaron sus conocimientos jurdicos a la cultura de ese pas.

    Del foro oriental compuesto por treinta y cinco inscriptos, slo once eran uruguayos, los dems eran argentinos desterrados: Alejo Villegas, Valentn Alsina, ngel Navarro, Julin Segundo de Agero, Juan Bautista Alberdi, Juan Thompson, Benito Carrasco, Andrs Somellera, Miguel Can, Jos Agre-lo, Juan Jos Cernadas, Dalmacio Vlez S