la era de los caudillos en rep. dominicana -rafael herrera rodríguez -

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  • 8/14/2019 LA ERA DE LOS CAUDILLOS EN REP. DOMINICANA -Rafael Herrera Rodrguez -

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    La era de los caudillos en laRepblica Dominicana*

    Rafael Daro Herrera Rodrguez**

    La gnesis del caudillismo

    El largo perodo del decurso histrico nacionalcomprendido entre 1844 y 1931 fue dominado por elcaudillismo. En este lapso se pueden deslindar dos grandesetapas. La primera comprende el perodo entre 1865 1886,en la cual se definieron los rasgos bsicos del caudillismo

    dominicano as como algunos patrones de su actuacin, loscuales fueron asumidos por los caudillos de la segunda etapa,que se inici en este ltimo ao y culmin en 1931, cuando fueabatido el ltimo de los caudillos, el General Desiderio Arias.Esta ltima etapa, sin embargo, no fue homognea, en tantocomport diversos reordenamientos, tal como veremos msadelante.

    El caudillismo fue un fenmeno poltico prcticamenteuniversal en Amrica Latina, cuya emergencia se produjo apartir de los procesos revolucionarios que se desarrollaron enla regin contra el dominio colonial espaol. A pesar de quealgunos caudillos defendieron los intereses nacionales,

    203

    * Conferencia pronunciada en el saln de actos de la AcadermiaDominicana de la Historia la noche del jueves 11 de marzo de2005.

    ** Profesor universitario y miembro correspondiente nacional dela Academia Dominicana de la Historia.

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    contribuyeron a la independencia y la unidad de los pueblos e,

    incrementando la conciencia poltica, en general, se convir-tieron en el obstculo ms formidable para la constitucin delEstado-nacin.

    1

    A partir de 1844, en la sociedad dominicana se verificuna primaca del poder ejecutivo sobre los dems poderes delEstado, que surgi seriamente disminuido en sus funcionesburocrticas y racionalizadoras, lo cual lo inhabilit para la

    unificacin del conglomerado social. Luego de esto, se creun mbito frtil para el auge de los caudillos, quienes militaronen contra de la formacin de un Estado nacional y de lacohesin del conglomerado social. Su espacio territorial sehallaba fragmentado y difuso. El poder, en lugar de estarconcentrado en un conjunto de aparatos, se hallabacompletamente atomizado, personalizado en los caudillos

    regionales, quienes permeaban las pocas institucionesconformadas en esa etapa.2

    Esta situacin impeda que el Estado adquiriera sustanciaeconmica, pues estaba privado de su principal fuente deingresos fiscales que eran las aduanas, las cuales estaban bajoel control privado de los caudillos, lo que impeda suautonoma. El Estado de esta poca no responda al inters

    general de la nacin. El hiato existente entre el Estado y lasociedad, en el perodo 1844 1916, ha sido resaltado por JosRamn Lpez en los siguientes trminos:

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    1 Hctor Inchustegui Cabral se queja de que nuestros caudillosslo se limitaron a pelear, pues lo importante para ellos eranlas condiciones animales del hombre. Cfr. El pozo muerto.Santiago, Universidad Catlica Madre y Maestra, s/f, p. 44.

    2 Jos Oviedo y Pedro Catrain. La cuestin nacional y laconformacin del Estado en Repblica Dominicana. SantoDomingo, Cuadernos del Centro de InvestigacionesAntropolgicas (CENDIA) de la Universidad Autnoma deSanto Domingo (UASD), 1983.

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    Los hombres que se aduean del Poder constituyen un

    trustque reparte desde arriba ddivas y violencias, injusticias y favoritismos, con los cuales aterra a unos y corrompe aotros y organiza una legin de alquilados para azuzarlacontra cada singular ciudadano. En el Estado actual no hayms sociedad que la del Poder Ejecutivo. La del pueblo no es sociedad, sino un grupo gregario desprovisto de todos losmedios de accin acaparados por el Ejecutivo.

    3

    Una revisin somera de la coyuntura posterior a la GuerraRestauradora depara elementos para comprender cmo segest el caudillismo, sobre todo, si tomamos como referenciauna de las expresiones de la crisis estructural e institucional dela sociedad dominicana como fue la degradacin que se produjo en el aparato militar. Los magros ingresos queperciba el Estado luego de 1865, le impedan el sostenimiento

    de un ejrcito regular. Los reducidos batallones que laborabanen el servicio pblico, eran, al decir de Lupern, viciosos ydesordenados, integrados por criminales carentes del sentidode la disciplina y el orden. Para compensar la falta de salariosy poder satisfacer sus depravaciones, estos sujetos vendan susfusiles, vestimentas y pertrechos. Faltos de sueldos, sindisciplina y sin honor militar, eran incorregibles.

    4

    La descomposicin del aparato militar gener laformacin de una mirada de generales, muchos de los cualesse forjaron en las frecuentes contiendas militares que se

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    La era de los caudillos en la Repblica Dominicana

    3 Jos Ramn Lpez. Ensayos y artculos. Santo Domingo,Fundacin Corripio, 1991, (Biblioteca de ClsicosDominicanos, Vol. X), p. 158.

    4 Gregorio Lupern. Notas autobiogrficas y apuntes histricos,Tomo III. Santo Domingo, Sociedad Dominicana deBiblifilos, 1974, pp. 34-35. Para 1882, las fuerzas armadasdominicanas estaban integradas por 1,500 soldados, 150 de loscuales se hallaban en la Comandancia de Armas de Montecristi.

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    produjeron en la etapa posterior a las Guerras de

    Independencia, mientras otros, sin formacin ni prcticamilitar alguna, obtuvieron la designacin de algunosgobiernos post restauradores, como fruto de la inveterada poltica clientelista de los diferentes gobiernos deBuenaventura Bez, Ignacio Mara Gonzlez y CesreoGuillermo, quienes engrosaron sustancialmente la cantidad degenerales al designar a ms de mil, los cuales pasaron adepender de los esmirriados recursos estatales.

    El predominio de los caudillos regionales, o jefaturaslocales, estaba asociado tambin a la creacin de lasDelegaciones Regionales durante la Guerra Restauradora, bajo la direccin de una figura militar, responsable deencabezar la lucha antianexionista, que, con el discurrir deltiempo, adquiri un poder prcticamente absoluto sobre el

    conglomerado regional bajo su gida y termin perpetundoseen el poder. Su encomienda bsica era el mantenimiento delorden y sofocar los conatos de rebelin que eventualmente segenerasen.

    Cada caudillo generalmente reciba del gobierno con elque haba pactado, una porcin del presupuesto nacional, paragastarlo a su discrecin. En el caso de las ciudades martimas o

    fronterizas, y dada la no diferenciacin entre la economa y la poltica, entre lo pblico y lo privado, a los caudillosregionales se les ceda el control de los impuestos sobreimportaciones, solventados en el puerto de desembarque, loque les permita obtener prstamos de los comercianteslocales para financiar sus ejrcitos privados. Hasta ladictadura de Heureaux, los prstamos a comerciantesnacionales y a financistas internacionales representaban laprincipal fuente de ingresos del Estado, dada la imposibilidadde organizar un eficiente aparato fiscal.

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    El caso del general Benito Moncin (18261898) permite

    ilustrar palmariamente el destino de los generales que participaron en la Guerra Restauradora, la fragmentacinpoltica que se verific en la sociedad dominicana y el estadode autarqua que adquiri la regin noroeste. Aunque nativode La Vega, desde muy joven, Moncin se traslad a vivir a lacomunidad fronteriza de Dajabn, y luego fij su residencia enGuayubn, inicindose en las lides revolucionarias comoayudante del general Santiago Rodrguez.

    Posteriormente, particip tanto en las Guerras por laIndependencia de Hait como en la Guerra Restauradora,luego de la cual instaur un Estado dentro de otro Estado en laLnea Noroeste,

    5y se convirti en una figura autnoma

    imponiendo en esa demarcacin un poder con ribetesnetamente absolutistas. Los gobiernos de turno le asignaban

    una porcin del presupuesto a fin de que pudiera operar sufeudo. En una ocasin, por ejemplo, adquiri 50 fusiles paralos miembros de su escolta. Moncin, caudillo astuto,suspicaz, sigiloso, slo aceptaba negociar dentro de los lmitesde su regin y, con el discurrir del tiempo, hizo de las revueltassu actividad predilecta.

    Por esta razn en l se cristalizaron algunos rasgos

    deleznables de los caudillos: escaso respeto por la vidahumana, pues, tal como se estilaba en la poca, ordenaba elfusilamiento de cualquier ser humano e inconstancia en susadhesiones a caudillos de dimensiones nacionales. A tono conesto ltimo, en enero de 1865 contribuy con Pimentel alderrocamiento de Polanco y, al poco tiempo, estaba yaconspirando contra el mismo. Antibaecista, luego fervientebaecista en los famosos Seis Aos de este gobernante, perodo

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    La era de los caudillos en la Repblica Dominicana

    5 El nombre de Lnea se le asign a esta parte nor occidental de laRepblica por antonomasia con la lnea fronteriza.

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    durante el cual comparti los ideales anexionistas. Pero, en

    1877, encabez una rebelin contra el propio Bez.Originariamente, Moncin fue un leal colaborador de sucompadre Ulises Heureaux que lo design, en 1879, al frentede la gobernacin del Distrito Martimo de Montecristi, yluego quebr los vnculos con ste a raz de la Revolucin deMoya. Aunque ya para esta fecha su capacidad militar estabaseriamente disminuida.

    En su condicin de gobernador de Montecristi, Moncin,que miraba a sus subordinados con nfulas de prncipegeneroso, actu con severidad contra los delincuentes queoperaban en la frontera. Los sorprendidos in fraganti eranfusilados en el acto; sin embargo, esta medida no logrmenguar la prctica del abigeato en la regin. Alguien cercanoa Moncin, segn refiere Rufino Martnez, le sugiri un

    procedimiento extremadamente atroz: castrar a los haitianosapresados y luego liberarlos. Y, al divulgarse el proceder deMoncin a lo largo de la frontera norte, ces la prctica delabigeato.

    Campesinos y caudillismo

    La base de sustentacin, o clase apoyo de los caudillosregionales estaba constituida por los grupos campesinos,conglomerado social mayoritario, percibido por los sectoresilustrados urbanos como el ms grave obstculo para alcanzarla modernizacin del pas. En los textos de Jos Ramn Lpez, por ejemplo, encontramos un repertorio de calificativosdenigratorios del campesino:

    raza de ayunadores que vegetan sin higiene, presa delas enfermedades ms repugnantes, que viven hundidos enlas tinieblas de su miseria fsica y moral, incestuosos,jugadores empedernidos, ladrones, ignorantes,

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    homicidas, perezosos, etc. Para este socilogo, los

    rasgos principales que la degeneracin ha impreso en elcarcter de los campesinos son: la imprevisin, la violencia ysu doblez.

    6

    Ahora bien, cabe preguntarse, por qu los pobladoresrurales se adheran masivamente a los caudillos? Dos factoresexplican el fenmeno. En primer trmino, el deseo demovilidad social, de obtener recursos para asegurar la

    solucin de elementales problemas existenciales. Enrolarse enlas revueltas le aseguraba al hombre comn un alto nivel deinmunidad, participar de las ddivas y en actos de pillaje,obtener algn rango militar, y sobre todo, una mayor primacaante sus congneres en un entorno donde primaba lainseguridad. En segundo lugar, es posible que en la adhesin alas revueltas incidiera un elemento de carcter subjetivo,

    referido a esa conciencia heroica, propia de las sociedadespremodernas.

    En el perodo post Guerra Restauradora, los campesinosdominicanos haban manifestado una propensin a laviolencia. Los ejrcitos revolucionarios estaban integrados por pobladores rurales. En 1874, y con el propsito decontrarrestar la tendencia de los campesinos a adherirse a las

    revueltas protagonizadas por los caudillos, el presidenteGonzlez desarroll una campaa a travs de los peridicos,orientada a desarraigar esta cultura violenta y la tendencialevantisca de los pobladores rurales. En un peridico

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    La era de los caudillos en la Repblica Dominicana

    6 Cfr. Jos Ramn Lpez, Ensayos y artculos. En la pgina 36de este mismo texto, y refirindose a la ltima caracterstica,

    Lpez resalta que el campesino en poltica tiene () un sistema de inters personalsimo que no se cree ligado aninguna promesa (). En elecciones, en guerras, casi todoslos jefes rurales se comprometen con ambos contendientes,reciben merced de ellos, les prestan por mitad su gente; y slo

    se deciden formalmente por uno cuando ven al otrocompletamente perdido e inexplotable.

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    progubernamental del 25 noviembre de este ao, se incluy un

    artculo propagandstico con el elocuente ttulo Odien elsable y quieran al machete, en el que se proporcionaban lassiguientes indicaciones:

    1. El sable los separa de sus familias, el machete los une aellas;

    2. El sable les roba a sus hijos, el machete se los conserva;

    3. El sable les causa gastos, el machete se los repara;

    4. El sable los lleva a la crcel y al presidio, el machete lossalva de ambas cosas;

    5. El sable pide sangre; el machete nunca;

    6. El sable en fin, es el compaero del licor queembrutece, del vicio que es la miseria, de la revolucin que

    mata de hambre; el machete es el hermano que da fuerza, vida,honra, dinero y consideraciones.

    7

    La valenta devino en el valor supremo de la escala devalores vigentes en la sociedad rural de entonces. Loscaudillos hacan caso omiso del ordenamiento constitucionalque prohiba el asesinato por razones polticas. En el fandangoy la gallera, principales medios de diversin de los habitantesrurales, la violencia era cosa comn. En realidad, a la vidahumana se le atribua escaso valor. Los frecuentes conflictosque se sucedan eran dirimidos apelando nicamente a laviolencia.

    Dijo Espaillat en 1875:

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    7 Citado por Jaime Domnguez en Notas econmicas y polticasdominicanas sobre el perodo julio 1865 julio 1886. 2 vols.,Santo Domingo, Universidad Autnoma de Santo Domingo,1984, (Coleccin Historia y Sociedad, vol. CCCXXVI, nm.60), tomo I, pp. 393 - 394.

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    Los dominicanos, tenemos algunas cosas que en

    realidad nos son peculiares; tales como la de creernos msvalientes que todas las dems razas.

    8

    Actitud de los intelectuales ante el caudillismo

    En general, los reducidos grupos ilustrados urbanos defines del siglo XIX e inicios del siglo XX que llegaron a

    proclamar la inviabilidad de la nacin dominicana,percibieron a los caudillos como una retranca para el progresoy civilizacin de la sociedad. Emiliano Tejera, por ejemplo,equipar el revolucionario con el cerdo, ponderndolos comolos dos principales males del pas a inicios del siglo XX. En sucaracterstica visin negativa del pueblo dominicano,Espaillat vio en los caudillos rurales los portadores de laignorancia y la barbarie. Espaillat, que siempre ironiz sobreel estilo de vida de los dominicanos, sostuvo que ir a los gallosy hacer la revolucin constituan las dos actividadespredilectas de la adormecida sociedad dominicana.

    En una fecha tan temprana como 1858, Bon denunciabala guerra civil como uno de los supremos males que aquejabana la patria. Las revoluciones haban corrompido de tal modo ala sociedad que cualquier esfuerzo a favor del bien era

    recibido con timidez cuando no combatido. Las revueltas, a sujuicio, dejaban un profundo sentimiento de pesar y tristezay abran una va para la destruccin definitiva de la Repblica,tal como se desprende de las siguientes palabras:

    El espectculo de un pueblo turbulento, mal avenido siempre con el Gobierno que acaba de elegir, y el de estegobierno siempre descontento con la ley que lo ha creado; del

    primero, conspirando o en actitud de conspirar contra el

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    La era de los caudillos en la Repblica Dominicana

    8 Ulises F. Espaillat. Escritos. Santo Domingo, SociedadDominicana de Biblifilos, 1987, p. 95.

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    segundo, y ste demoliendo o amagando demoler las leyes que

    protegen al ciudadano, bajo el falaz pretexto unos y otros, deencontrar por esos rumbos, el camino de la libertad, delreposo, del orden. Todo esto hace augurar una disolucindefinitiva de su forma actual.

    9

    Jos Ramn Lpez, por su parte, descalific a loscaudillos para ejercer el gobierno. Aseguraba que stos seforjaban ejecutando algunos actos de valor y muchos de

    crueldad, o mandando a otros a ejecutarlos. Esta categora desujetos carecan de educacin para el gobierno de los pueblos.Porque gobernar es, precisa e indeclinablemente, locontrario de lo que fue la gnesis de esos prestigios y espinadorsal del carcter del caudillo.

    10Para Lpez, el caudillismo

    era el mal mayor del pas, efecto de otros males primarios.Floreca como vegetacin silvestre, reinaba en todas partesdesde las blandas puntas de las races del rbol social. Loscaudillos ocupaban todos los intersticios del tejido social:

    Haba caudillejos en todas partes, de todos los tamaosy de todas las calaas. El caciquismo era la organizacin poltica imperante. En la Seccin Rural haba un caudillogobernante y un caudillo de oposicin o de revolucin. En lasciudades, cada barrio disfrutaba de la sabrosona

    bienaventuranza de dos o ms caciques ms o menos brutos yengredos. Representantes de la ignorancia econmica ysociolgica, eran tanto ms caciques cuanto ms bestiales.

    11

    La guerra, convertida en estado permanente, provocaefectos deletreos en la sociedad dominicana, sostena Lpez,

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    9 Pedro Francisco Bon, Ensayos sociohistricos. Actuacinpblica. Santo Domingo, Editora Corripio, 2000, p. 67(Fundacin Corripio, Biblioteca de Clsicos Dominicanos, vol.XXXII).

    10 Jos Ramn Lpez. Ensayos y artculos, p. 147.

    11 Ibd., p. 196.

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    ya que sta, con sus privaciones, sus brutalidades, su

    refractarismo a la buena crianza contribuy a la degene-racin intelectual, y sta a su vez, propici las revueltas.Adems, con la guerra permanente, la ociosidad se hacavoluntaria; la riqueza destruida, o dejada de producir, reducalo que le corresponda a cada uno de los ciudadanos; sedebilitaban los vnculos morales e incrementaba el nmero demalhechores y habituaba a los dems a no percibir con horrorel crimen.

    Al fin de la contienda, el habitante se ha vuelto unharagn empobrecido y tal vez delincuente, que ser padre depcaros y abuelo de brutos, si no se modifican enrgicamentelas circunstancias que lo impulsaron al descenso.

    12

    Otro conspicuo intelectual, Amrico Lugo, repudi convehemencia el caudillismo, aunque desde otra tesitura. Frente

    al desorden que ste impona as como ante la imposibilidadde alcanzar la estabilidad poltica, propuso regular por lafuerza las relaciones de poder.

    13Al ascender Juan Isidro

    Jimenes al poder mediante la Revolucin de Julio de 1903,Lugo, aludiendo a los caudillos, le sugiri descontinuar lasdonaciones a quienes vivan a costa del presupuesto y norendan culto al trabajo, a la honradez y al orden. Desde un

    ngulo ms folklrico y ms superficial, Ramn EmilioJimnez depar una tipologa del caudillo, ponderndolo deladino, temtico, ignorante, arbitrario, enamorado, gallero,cafetero, mujeriego y otros calificativos de este gnero.

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    La era de los caudillos en la Repblica Dominicana

    12 Ibdem., p. 27.13 Roberto Cass. Teora de la nacin y proyecto poltico en

    Amrico Lugo, prlogo a las Obras escogidas de AmricoLugo, Vol. I., Santo Domingo, 1993, p. 37 (Fundacin Corripio,Biblioteca de Clsicos Dominicanos Vol. XIV.

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    El caudillismo a partir de 1886

    A partir de 1886, se produjo una recomposicin delcaudillismo a raz de la instauracin de la dictadura deHeureaux, el desarrollo de la economa exportadora y laarticulacin entre el capital y el Estado que dio lugar a laformacin de un poder centralizado. En este contexto, losintelectuales nacionales abogaron por la entronizacin delautoritarismo a travs de la figura del general Heureaux, frenteal estado de inestabilidad social y poltica que se derivaba de laaccin de los caudillos y como la nica mediacin viable paraalcanzar la tan anhelada paz:

    Solamente tenemos hoy en el partido tres hombres que pueden gobernar el pas. Usted (Bon, RDH) , Lilises y elGeneral Benito Moncin. Si Usted acepta la presidencia,

    Lilises y Moncin le serviran como lo hacen hoy con el Padre(Merio, RDH ). Si Usted no acepta, fjese en Lilises y porfalta de ste en el General Moncin.

    14

    A los pocos meses, Lupern le indicaba a Bon que:

    Solamente el General Heureaux hoy y despus ustedpodrn evitar el abismo que se le abre a la independencia denuestra querida Patria.

    15

    Por su retraimiento de las funciones pblicas, a raz delfusilamiento del depuesto presidente Jos Antonio Salcedo(Pepillo), as como por sus reservas hacia el ejercicio delpoder en la Repblica Dominicana, Bon rehus las reiteradasofertas de Lupern. Sin embargo, al igual que Emiliano

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    14 Pedro Francisco Bon. El montero. Epistolario. SantoDomingo, Editora Corripio, 2000, p. 174. (Fundacin Corripio,Biblioteca de Clsicos Dominicanos, Vol. XXXI). Le dijoBon a Lupern en una carta de noviembre de 1883, El poder

    para ejercerlo, se necesita amarlo y yo no lo amo, p. 453.

    15 Ibdem.

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    Tejera, que al decir de Pea Batlle, mantuvo una neutralidad

    benvola hacia Heureaux, en los primeros das de marzo de1882, le expres al lder azul que haba tomado con calor lacandidatura del General Heureaux manifestando a todos locierto de los particulares de su carta y lo til para todoselevarlo a la Presidencia, por haber demostrado ser elmilitar ms afortunado, aunque se inclinaba porque elcandidato fuera de Santo Domingo por el largo predominio delCibao sobre el Ozama.

    16

    Heureaux, conocedor al dedillo de los entresijos de la psicologa de los dominicanos, desarroll una polticadestinada a captar para su gobierno a los provincianos mssobresalientes, adems de rodearse de los ms valerososcaudillos, con quienes comparti el poder del Estado. EnSantiago, design al frente de la Gobernacin al sanguinario

    general Perico Pekn; en la Secretara de Marina y Guerra; algeneral Miguel Andrs Pichardo, ponderado como la mayorcapacidad militar de la poca; y en Montecristi, al generalBenito Moncin. Los caudillos que se rebelaron fueroneliminados sin contemplacin.

    Algunos historiadores nacionales han tratado deestablecer una causalidad entre el caudillismo y la

    modernidad. Es bien cierto que el advenimiento de lamodernidad en la sociedad dominicana a fines del siglo XIXimplic una disminucin sustancial de los grupos caudillistas,pero no se trata de una frmula inmutable, que se verifica entodos los casos. En Montecristi, por ejemplo, la persistenciadel caudillismo estuvo asociada al atraso de sus fuerzasproductivas. El desarrollo de la agricultura moderna en estaprovincia tuvo efectos paradjicos al afectar sensiblemente lacrianza libre de ganado, practicada de manera extensiva, y con

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    La era de los caudillos en la Repblica Dominicana

    16 Pedro Francisco Bon. El Montero. Epistolario, p. 183.

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    ello a los sectores ms empobrecidos de la localidad,

    asociados a la cultura premoderna.Por el contrario, en el este del pas, el desarrollo de la

    industria azucarera, lejos de socavar los fundamentos delcaudillismo, dadas las expropiaciones masivas de tierraejecutadas por los capitalistas azucareros, le imprimi nuevosbros al fenmeno. En Santiago y en el llamado Cibao Central,los caudillos prcticamente desaparecieron del escenario

    poltico, exceptuando la figura de Cipriano Bencosme, en laprovincia Espaillat. En el sur del pas, y asociado a la culturarural, se desarroll ms bien un movimiento mesinico.

    El caudillismo noroestano

    Junto a la regin este, la del noroeste fue una de las msprdigas en la generacin de caudillos, en lo que incidierondiversos factores. Uno de ellos estaba asociado a lascondiciones de acentuada aridez y al fuerte dficitdemogrfico que tradicionalmente ha caracterizado esteespacio fronterizo.

    17Los primeros atisbos de modernidad

    empezaron en la segunda dcada del siglo XX con laconstruccin de los canales de riego a cargo del ingeniero

    belgaflamenco Monsieur Bogaert, en la pequea comarca deMao. Hasta los aos 40 del siglo XX, cuando se instal laGrenada Company en la provincia de Montecristi, la tierra

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    17 Los ms sobresalientes caudillos noroestanos fueron: LucasEvangelista de Pea, Juan Chvez, Gaspar Polanco, PedroAntonio Pimentel, Jos Antonio Salcedo, Diego y Gavino

    Crespo, Juan Gmez, Federico de Js. Garca, Benito Moncin,Ramn y Amadeo Tavrez, Cirilo de los Santos (Guayubn),Andrs Navarro, Demetrio Rodrguez, Rocilin, EvangelistaPeralta (To Snchez), Desiderio Arias, Carlos Daniel, SalomnHaddad, Mximo Cabral, los hermanos Jimnez (Cesreo yMauricio), etc.

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    continu siendo un recurso abundante, razn por la cual no

    represent una fuente de conflicto, como aconteci en el este.Con la desaparicin fsica de Heureaux, emergi otro

    grupo de caudillos que se aglutinaron en torno a dos figurasque de un modo o de otro estuvieron vinculados al dictador, ya quienes se le regateaba uno de los atributos cardinales delcaudillo que era el valor personal: El general HoracioVsquez, quien se inici en los menesteres revolucionarios

    como colaborador de Heureaux y combati al moyismo en1886 al frente de la Guardia Nacional de Moca; y Juan IsidroJimenes, socio comercial de Lils en la poderosa CasaJimenes, a quien se le reconocan habilidades excepcionalespara el comercio pero no as para la poltica, como se puso demanifiesto en la fracasada Expedicin del Fanita, en 1898. Espreciso resaltar que Jimenes siempre asumi ideales cvicos y

    democrticos y, al igual que Bez, siempre esper que susaclitos le gestionaran el ascenso al poder.

    Jimenes tuvo una influencia descomunal en la Lnea Noroeste; todos los caudillos noroestanos, una parte de losantiguos lilisistas y un nutrido grupo de intelectualesnacionales hicieron causa comn con l. En la Lnea Noroestese le dio continuidad a la arraigada tradicin guerrerista

    instituida por los caudillos restauradores, principalmente en loque concerna al dominio de los preceptos de la guerra deguerrillas, a la capacidad para establecer pactos que leasegurasen ventajas para la regin, etc. Los caudillosjimenistas, luchaban con ahnco para preservar la autonomade la regin y, sobre todo, su principal fuente de sustentacin:los derechos aduanales y los beneficios que se derivaban deltrfico comercial fronterizo. De hecho, Montecristi fue la provincia del pas que mayor resistencia opuso a laConvencin Domnicoamericana de 1905. Esta disputaenfrent a los caudillos noroestanos con el incipiente

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    imperialismo norteamericano, pues los primeros estaban

    vinculados a los comerciantes alemanes, que participabanactivamente en el comercio de maderas. El general DemetrioRodrguez incluso se educ en Alemania.

    Desde 1898, a los Estados Unidos le preocupaba laintensa actividad comercial que desarrollaban los alemanes enMontecristi y el respaldo financiero que le proporcionaban a laCasa Jimenes. La preocupacin de los norteamericanos tena

    su fundamento en el hecho de que los buques de guerra deAlemania patrullaban las aguas dominicanas, en mayo de1903.

    En 1904, los servicios de inteligencia estadounidensestuvieron acceso a una correspondencia dirigida por el generalRodrguez al Cnsul General de Alemania en Santo Domingoen la que le aseguraba que ante un eventual triunfo de Jimenes,

    los Estados Unidos nunca obtendran concesiones territorialesen Santo Domingo debido a los vnculos de este ltimo con losalemanes. En ese mismo ao, los representantes consularesnorteamericanos descubrieron que unos cartuchos que habansido embarcados por los rebeldes partidarios de Jimenesestaban consignados a Lemcke and Company de Montecristi,firma propiedad de alemanes. Algunos peridicos europeos,

    recopilados por los norteamericanos, resaltaban el inters deKaiser Guillermo en adquirir concesiones en Santo Domingoa fin de controlar el Canal de Panam, proteger los intereses deAlemania en el Nuevo Mundo y dictaminar el futuro de SurAmrica.

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    18 Nancy Gonzlez. Desiderio Arias, caudillo y hroe cultural. El Pequeo Universo de la Facultad de Humanidades de laUniversidad Autnoma de Santo Domingo (UASD), No. 1, p.7.Santo Domingo, julioseptiembre de 1971.

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    Los caudillos noroestanos mostraron mayor vocacin de

    poder y un superior grado de agresividad que los demscaudillos regionales, pues defendan a todo trance a su principal dirigente, Juan Isidro Jimenes, tarea en la cualfrecuentemente traspasaban los linderos de la propia regin.As vemos cmo el general Demetrio Rodrguez se desplazhasta San Pedro de Macors y Puerto Plata; Desiderio Arias pele en Santiago, La Vega y Puerto Plata. Una prestantedama de Montecristi, doa Emilia Jimenes Vda. Rodrguez setiene la certeza de que financi la revuelta que depuso algeneral lilisista Alejandro Woss y Gil, quien tena repleta laFortaleza Ozama de prisioneros linieros.

    La participacin de los caudillos noroestanos en elcomercio fronterizo, as como la colaboracin que brindaron alos cacos haitianos, principalmente al Dr. Rosalbo Bob,

    condujo a los norteamericanos a calificarlos de bandidos,principalmente al general Desiderio Arias. Esto ha generadoconfusiones incluso entre cientistas sociales. La antroploga Nancy Gonzlez, por ejemplo, basndose en fuentesnorteamericanas, refiere que:

    Hay claras evidencias de que l introdujo armas ymuniciones de contrabando en el pas de diversas maneras

    durante un largo perodo, de que actu como mercenario porlo menos para un presidente haitiano (Charles Zamor), y deque vendi sus servicios a los dominicanos ambiciosos de poder tanto como a los comerciantes de Montecristi y decualquier parte, que estuvieran interesados en pagar ypudieran hacerlo a cambio de ayuda poltica y para mantenerlo que ellos consideraran una atmsfera apropiada para susprovechosos negocios de exportacin e importacin.

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    19 Ibdem, p. 6.

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    Con el ascenso del general Ramn Cceres y la

    formacin del primer ejrcito moderno del pas, la clebreGuardia Republicana, se produjo un reordenamiento delcaudillismo liniero. Este caudillo, dotado de visosanticaudillistas, despleg una ofensiva (cuyo ms remotoantecedente fueron las Devastaciones y Despoblaciones deOsorio en 16051606) que desarticularon el caudillismo de laregin. Al igual que Heureaux, la estabilidad del gobierno deCceres se debi a que de manera inteligente, deleg poderes alos grupos intelectuales con la finalidad de menguar lapreponderancia de los caudillos.

    En Montecristi, Cceres design como gobernador alantiguo cochero Manuel Camacho, quien, con la mediacindel cura local, convoc a una reunin en Guayubnsupuestamente conciliatoria y desat una cruel matanza contra

    los jimenistas. En Barahona, puso al frente de la Gobernacinal general Zenn Ovando quien fusil a ms de 50 rebeldes sincausa ni proceso. En la ciudad de San Francisco de Macors, elgobernador Zenn Toribio, de instintos primitivos, y rodeadode una camada de matones, aplic la ley de fuga a una grancantidad de prisioneros. En enero de 1906, los caceristaslograron abatir en Puerto Plata al romntico general DemetrioRodrguez, considerado la primera espada del jimenismo y

    desbandar a los dems que cruzaron la frontera; a fines de1909, asesinaron tambin en Juana Mndez al general AndrsNavarro.

    Por las medidas adoptadas a favor de la construccin delEstado-nacin y del orden social, por la pulcritud en el manejode los fondos pblicos, as como por la integracin de variosintelectuales al tren administrativo, el rgimen de Cceres fue ponderado positivamente por los grupos ilustrados urbanos.Al gobierno se integraron tanto jimenistas como horacistas,aunque Vsquez, disgustado por los abusos de la Guardia

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    Republicana, le retir su apoyo al rgimen y se march al

    exilio, lo que represent el principio del fin, pues en el exiliose fragu, una vez asesinado Cceres, una bestial embestidacontra el cacerismo, en la que se fusionaron jimenistas, sobretodo la faccin encabezada por el general Arias y horacistas,liquidando de esta manera los intentos por edificar un podercentralizado.

    Bon fue un crtico acrrimo de la comn tendencia de

    los gobernantes de disponer de una servidumbre adicta,guardia pretoriana o Comandantes de Armas, a quienes lesotorgaba amplias facultades para sofocar las rebeliones. Estos jefes militares constituyeron entonces seoros feudales,baronas o seores de horca y cuchillo, o cacicatos,quienes se vinculaban al poder central,

    no por las instituciones ni las mximas slo por el

    simple convencimiento de los referidos caciques que debenser fieles a su seor, pues ningn otro tolerar sus desmanes ydesafueros.

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    Pero fue con la Intervencin Militar Norteamericana de1916-24 cuando finalmente se alcanz la modernizacin delEstado y la homogenizacin del territorio a travs de laconstruccin de una red nacional de carreteras, que se

    erosionaron los cimientos del poder regional. El desarmegeneral de la poblacin, junto a la formacin de un ejrcitomoderno fue el canto de cisne del caudillismo. Ya en estaltima etapa, los caudillos eran percibidos por las litesurbanas como un puro anacronismo. De hecho, caudillismo yocupacin fueron dos males ampliamente repudiados por laslites ilustradas.

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    20 Pedro Francisco Bon. Ensayos sociohistricos. Actuacinpblica, p. 175.

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    Dentro de los caudillos noroestanos, merece destacarse la

    figura del general Demetrio Rodrguez (1866-1906). Estevaleroso caudillo militar puede ser tipificado como uncaudillo atpico, en tanto proceda de una acaudalada familiamontecristea, cuyos padres realizaron ingentes esfuerzos porsustraerlo del lgubre mundo de las revueltas. Casi con todaseguridad podemos aseverar que se trat de uno de los mscultos caudillos dominicanos, pues realiz estudios en elcolegio San Luis Gonzaga de la ciudad capital y, luego, enotros centros educativos de Estados Unidos y Europa. Suapreciable nivel formativo lo diferenciaba de los caudillosmedievales.

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    Aunque era extremadamente valiente, el torito, comose le conoca, nunca mat con redundancia ni por puro placercomo lo hicieron otros caudillos, sino en el marco de los

    combates. Rodrguez particip en las revueltas por puro placer, acorde con su mentalidad caballeresca; su objetivosupremo consista, al igual que los caballeros de la EdadMedia, en disfrutar de las aventuras guerrilleras.

    En muy pocos de los caudillos militares de nuestro pas seconjugaron los rasgos que logr aglutinar el generalRodrguez, en quien podemos constatar muchas de las

    virtudes inherentes a los caballeros medievalescos, talescomo: el apego a la palabra empeada; la cortesa; la escasaestima por su propia vida; la aficin por la guerra; lavaloracin de la fama por encima del dinero (vmonos a eseescenario a hacernos grandes), dijo en una ocasin; laconviccin de que empleaba su arma por una causa justa; laadmiracin por los caballos; la prctica de la cacera (en el

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    21 Otros caudillos nacionales con elevado nivel de instruccinfueron Luis Felipe Vidal, Jos del Carmen Ramrez y el

    profesor Fidel Ferrer.

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    caso de Demetrio la lidia de gallos); la defensa a ultranza del

    honor ante cualquier ofensa; y sobre todo, la valenta.22

    Demetrio era un espritu abierto, alegre, romntico,enamoradizo; gracias a la posicin econmica de sus padres pudo disfrutar de todos los placeres y satisfacciones, enfuncin, claro est, de los patrones de diversin predominan-tes en su poca. Su aficin por las mujeres fue probablementeuno de los pocos rasgos que comparti con los dems

    caudillos.

    Uno de los episodios en el que particip el generalRodrguez, y que alcanz ribetes netamente caballerescos, fuesu enfrentamiento con el general Ral Cabrera, amigo deinfancia y cuado, en la comunidad de Los Montones, SanPedro de Macors, el 21 de enero de 1904. De l di cuentaJuan Bosch en su romanceEl combate de los Montones. Antes

    de entrar en liza, entre ambos generales se produjo uninusitado intercambio de correspondencia en el que Demetriointent evitar el combate.

    En la muerte de Demetrio intervinieron dos factoresdeterminantes: En primer trmino, su obsesin por lasaventuras lo condujo a ofertar apoyo a un presidente Morales,virtualmente acorralado y; en segundo lugar, a la traicin del

    general horacista Jess Mara Cspedes.

    Por ltimo, y a modo de conclusin, quiero destacar queen el perodo 18861931, tanto en los casos de Heureaux,Cceres y Trujillo, las elites ilustradas urbanas clamaron por elautoritarismo. De hecho, la ms seera figura de este grupo,Pedro Francisco Bon, tena la certeza de que la sociedaddominicana haba sido organizada por el despotismo. En losumbrales de 1930, en un entorno caracterizado por laindigencia cultural y material y como respuesta a la pertinaz

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    inestabilidad que generaban los caudillos, los intelectuales

    nacionales se adhirieron al despotismo trujillista.El punto de entronque con el incipiente orden autoritario

    fue el repudio al caudillismo y la ideologa nacionalista. Dehecho La maosa. La novela de las revoluciones, de JuanBosch, quien en su juventud asumi ideales radicales, seinscriba en la lnea de repudio al caudillismo como elsupremo mal a combatir. Aunque el texto que mejor ilustra las

    motivaciones del selecto grupo de intelectuales para integrarseal rgimen de fuerza y legitimarlo ideolgicamente fue el yareferido, El pozo muerto de Hctor Inchustegui Cabral. Deesta manera, se cumpli la certeza terica enunciada por Marxen El dieciocho brumario de Luis Bonaparte de que losgrandes hechos y personajes de la historia aparecen dos veces,una vez como tragedia y la otra como farsa, pues el

    nacionalismo enarbolado por los intelectuales trujillistas eramixtificado.23

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    23 Un anlisis exhaustivo de la problemtica lo encontramos enRoberto Cass. Movimiento obrero y lucha socialista en la

    Repblica Dominicana. Santo Domingo, Fundacin CulturalDominicana, 1991.