la duración de lo visible

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42 IF–Nº8 ANTE LA IMAGEN Entre la demasía o la ausencia de imágenes producidas por nuestra cultura para encegue- cernos, me detengo ante “El ojo del Cíclope” de Oscar Muñoz, que fue parte de Protografías, la muestra presentada en el Malba a fines de 2012 y comienzos de 2013. La exhibición indagó en la aparición y desaparición de las imágenes, entre dispositivos y procesos de for- mación visual, y abrió una dimensión estética y política de la aparición y la desaparición que cuestionó, de modo conceptual y técnico, la duración de las imágenes. La obra se compuso como una instalación registrada en video y proyectada sin fin. En el registro aparece un lavabo que se asemeja a una batea fotográfica en la que, de forma centrífuga, giran los restos materiales de un proceso de revelado que parece desaparecer en la pileta del sanitario. La proyección centrífuga sin fin no per- mite percibir el instante en el que la imagen se compone o se descompone, sino que exhibe el dispositivo mismo en el que el ojo del espectador enfrenta el movimiento continuo y la duración rítmica como un vértigo en sí mismo. La obra se presenta como un “ahora” perceptivo, aunque constituye una disposición paradójica que abre preguntas mientras nos devuelve una mirada. No es sólo lo que vemos sino lo que nos mira lo que cuestiona una imagen dogmática del pensamiento mientras nos enfrenta a una imagen problemática. ANTE EL TIEMPO Ante “El ojo del Cíclope” enfrentamos una apertura perceptiva: un umbral que ciega, tanto como seduce y unos vestigios que impregnan, tanto como interrogan. Nuestro deseo perceptivo se transforma en espera. Por antigua o contemporánea que sea la imagen, nuestro presente —como experiencia de la mirada— no cesa nunca de reconfigurarse en instantes que se transforman en reminiscencia. Vale decir que no habría reconfiguración de lo visible como pensamiento sin una construc- ción de la memoria. Debemos aceptar que la imagen tiene más de memoria y de porvenir que el ser que la mira. Por ello, cualquier ar- queología visible, filosófica y crítica no cesa de indagar en la concepción temporal de la obra. Ante la imagen, el tiempo parece in- aprensible o indefinible como si sólo existiese en tanto duración en fuga. El propio tiempo de la obra es la duración rítmica en sí misma. Cualquier división de la duración perceptiva estaría compuesta de pasado (que ya no es) y de futuro (que todavía no es). Esto nos permite decir que el tiempo no es ni un ser ni la nada, sino un pasaje perpetuo entre imágenes. Este pasaje, como duración vivida para el espectador, es múltiple, heterogéneo y desigual. Como no hay regularidad ni ho- mogeneidad de la duración vivida, el tiempo como ritmo se transforma en un problema para la conciencia perceptiva. Oscar Muñoz. Protografías, exhibida en el Malba, incluyó fotografía, grabado, dibujo, instalación, video y escultura, llevando al límite las fronteras de cada uno de estos lenguajes. AUDIOVISUAL ADRIÁN CANGI GENTILEZA MALBA – FUNDACIóN COSTANTINI t f 01 LA DURACIóN DE LO VISIBLE En su paso por el Malba, Oscar Muñoz propuso pensar el tiempo interno de las imágenes. Este ensayo examina la obra del artista colombiano y plantea nuevos interrogantes, desde los usos de la conciencia y la memoria hasta —una de sus claves— el rol del espectador.

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por Adrián Cangi

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Page 1: La duración de lo visible

42 IF–Nº8

ANte lA iMAgeNEntre la demasía o la ausencia de imágenes producidas por nuestra cultura para encegue-cernos, me detengo ante “El ojo del Cíclope” de oscar Muñoz, que fue parte de Protografías, la muestra presentada en el Malba a fines de 2012 y comienzos de 2013. La exhibición indagó en la aparición y desaparición de las imágenes, entre dispositivos y procesos de for-mación visual, y abrió una dimensión estética y política de la aparición y la desaparición que cuestionó, de modo conceptual y técnico, la duración de las imágenes. La obra se compuso como una instalación registrada en video y proyectada sin fin. En el registro aparece un lavabo que se asemeja a una batea fotográfica en la que, de forma centrífuga, giran los restos materiales de un proceso de revelado que parece desaparecer en la pileta del sanitario.

La proyección centrífuga sin fin no per-mite percibir el instante en el que la imagen se compone o se descompone, sino que exhibe el dispositivo mismo en el que el ojo del espectador enfrenta el movimiento continuo y la duración rítmica como un vértigo en sí mismo. La obra se presenta como un “ahora” perceptivo, aunque constituye una disposición paradójica que abre preguntas mientras nos devuelve una mirada. No es sólo lo que vemos sino lo que nos mira lo que cuestiona una imagen dogmática del pensamiento mientras nos enfrenta a una imagen problemática.

ANte el tieMpoAnte “El ojo del Cíclope” enfrentamos una apertura perceptiva: un umbral que ciega, tanto como seduce y unos vestigios que impregnan, tanto como interrogan. Nuestro deseo perceptivo se transforma en espera. por antigua o contemporánea que sea la imagen, nuestro presente —como experiencia de la mirada— no cesa nunca de reconfigurarse en instantes que se transforman en reminiscencia. vale decir que no habría reconfiguración de lo visible como pensamiento sin una construc-ción de la memoria. Debemos aceptar que la imagen tiene más de memoria y de porvenir que el ser que la mira. por ello, cualquier ar-queología visible, filosófica y crítica no cesa de indagar en la concepción temporal de la obra.

Ante la imagen, el tiempo parece in-aprensible o indefinible como si sólo existiese en tanto duración en fuga. El propio tiempo de la obra es la duración rítmica en sí misma. Cualquier división de la duración perceptiva estaría compuesta de pasado (que ya no es) y de futuro (que todavía no es). Esto nos permite decir que el tiempo no es ni un ser ni la nada, sino un pasaje perpetuo entre imágenes. Este pasaje, como duración vivida para el espectador, es múltiple, heterogéneo y desigual. Como no hay regularidad ni ho-mogeneidad de la duración vivida, el tiempo como ritmo se transforma en un problema para la conciencia perceptiva.

Oscar Muñoz. Protografías, exhibida en el Malba, incluyó fotografía, grabado, dibujo, instalación, video y escultura, llevando al límite las fronteras de cada uno de estos lenguajes.

AuDIovISuALADrIÁN CANgI

gENtILEZAMALBA – FuNDACIóN CoStANtINI

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la duración dE lo visiBlE

En su paso por el Malba, Oscar Muñoz propuso pensar el tiempo interno de las imágenes. Este ensayo examina la obra del artista colombiano y plantea nuevos interrogantes, desde los usos de la conciencia y la memoria hasta —una de sus claves— el rol del espectador.

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Diremos que ante la imagen, el tiempo no es una existencia absoluta sino que sólo existe para el espectador, como relativo al cambio o como tensión de duración. La obra nos sumer-ge en el cambio y así afirma que el tiempo pasó. por la experiencia del ritmo, percibimos que el tiempo del mundo, como dato físico, no coin-cide con el tiempo del alma, del espíritu o de la conciencia como duración íntima del tiempo.

uN Niño juegAAnte “El ojo del Cíclope” ¿existe algo más allá del universo que presenta y de la fragilidad de lo que aparece como imagen? percibimos la identidad de la imagen y la ma-teria en una perspectiva temporal en la que sólo podemos realizar un corte móvil de la duración. En este plano de la imagen-materia nada hay más allá del juego de las fuerzas y del azar. paisaje donde el tiempo es el rey, ya que nadie parece vencerlo, fijándolo para la conciencia. Esa realeza del tiempo es como la

de un niño que juega con inocencia y gratui-dad porque no quiere nada como fin.

Desde el punto de vista de la conciencia, el tiempo es impasible y cruel en su implaca-ble indiferencia. Juego que se presenta como una determinación actual que, simultá-neamente, no cesa de cambiar. El tiempo actual es irreversible e insuprimible porque el pasado no regresa y el futuro nunca estará aquí. La obra lo evoca porque muestra el eterno retorno del presente, que sólo resulta posible como cambio y nunca como repeti-ción de lo mismo. Concepción que afirma la plena aceptación de lo real como crueldad e inocencia del tiempo que se desplaza entre los dedos del niño que juega.

Ante la imagen no podemos más que ser fieles al tiempo, ya que continuamos perteneciendo a la existencia de su juego: sólo podemos aceptarlo, combatirlo si es ne-cesario y transformarlo cuanto sea posible. La obra nos enfrenta a la eternidad de la actualidad, presente que no cesa de cambiar abriendo a la conciencia las virtualidades, como pasaje o tendencia entre imágenes. Ante la imagen somos contemporáneos del juego del niño pero no para siempre. A pesar de intuir que el tiempo es “ahora” y que cada “ahora” es diferente —como puro presente y novedad perenne que cambia—, el pensamiento y el lenguaje enuncian que el tiempo es memoria.

01 Cortinas de baño, realizada entre 1985 y 1986, acrílico sobre plástico.

02 “El ojo del Cíclope”: secuencia de la obra de Oscar Muñoz presentada en cinco cuadros.

03 Sedimentaciones (detalle), videoinstalación presentada en 2011.

04 Narcisos (todavía en proceso) realizada entre 1995 y 2009 con polvo de carbón y papel sobre agua y plexiglás.

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ción o un ritmo de lo que aparece siempre simultáneo al presente. Sin la intervención de la conciencia, no habría frente a la imagen más que un presente definido por el número divisible de movimientos. Es la conciencia la que recuerda, prevee y espera. Esto permite decir que en la obra emerge una dimensión distinta del presente: lo que ya no es o lo que todavía no es.

Ante la imagen, existen presentes simul-táneos para el espectador: el presente del pa-sado, el presente del presente y el presente del futuro, que no es otra cosa que el tiempo de la memoria, de la intuición directa y de la espera. Es esta simultaneidad divisible la que dota de unidad a la conciencia del espectador frente al presente eterno que cambia. también la dota de un principio de fabulación frente a lo que aparece. Es posible decir que la temporalidad es una fabulación que sólo existe en nosotros, mientras que nosotros sólo existimos en el tiempo. La conciencia del espectador frente a la obra liga el presente al pasado o al futuro de la imagen como una red de intencionalidades. Diremos que el espectador es el surgimiento de la fabulación de la temporalidad, aunque el tiempo en sí mismo sea independiente del sujeto que lo fabula.

Ante “El ojo del Cíclope”, ¿podremos aceptar que frente a la duración de la ima-gen el olvido prevalecerá contra la memoria, la materia contra el espíritu y la naturaleza contra el hombre? retener el tiempo para la conciencia no supone ni trascenderlo ni superarlo. Muñoz elabora una obra que fuerza a sentir y a pensar la desaparición de cualquier imagen posible y la posibilidad de aparición de cualquier imagen por venir.

Ante la imagen paradojal de la obra es posi-ble pensar que el tiempo es o bien presente, múltiple y relativo a lo actual, o bien duración acumulativa, cualitativa y espiritual como po-tencia virtual. La obra como vértigo centrífugo presente contiene el pasado y el futuro de la imagen —que subsiste a la actualidad visible—, provocando a la percepción a que enfrente un “cristal de tiempo”. Cristal, como composición, que presenta la actualidad corpórea de los vesti-gios y la virtualidad incorpórea de los aconteci-mientos rítmicos que irrumpen en el umbral.

eNtre el MuNDo y lA CoNCieNCiAAnte “El ojo del Cíclope” ¿estaremos dispues-tos a reconocer que el tiempo es la condición de los acontecimientos, mientras que el espa-cio es la condición de los cuerpos? La condi-ción paradójica de la imagen reside en ello: simultáneamente, el tiempo es la condición formal a priori para la conciencia de los fenó-menos que irrumpen en el aparecer, mientras que el espacio es la condición de los fenó-menos exteriores que se encadenan de modo sensorial y motriz. Esta asimetría permite decir que el tiempo es una variable independiente de las condiciones espaciales.

Desde el mundo antiguo al moderno, el tiempo del mundo se expresa por el número de movimiento seguido del antes y del después; mientras que el tiempo del alma, el espíritu o la conciencia no es un número sino una dura-

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Adrián CangiEnsayista y crítico, doctor en Sociología y en Filosofía y Letras. Dirige la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas (UNDAV). Es autor de Gilles Deleuze. Una filosofía de lo ilimitado en la naturaleza singular. (Quadrata-Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2010).

cv

oscar MuñozNació en Popayán, en 1951. En la década del 70 integró Caliwood, un movimiento cultural multidisciplinario de vanguardia, originado en Cali. En 2007, expuso en la Bienal de Venecia. Sus obras problematizan las formas de espectación no sin hacer evidente el papel que juegan los soportes donde, según el autor, la imagen se configura a la vez que se deshace (Fotografía: Fernell Franco).