la crisis del siglo iv a. c. en grecia

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GRECIA: EL FIN DE LA ÉPOCA CLÁSICA LA CRISIS DEL SIGLO IV A. C. Y LA DECADENCIA DE LA POLIS Profesor Miguel Hurtado Leña La historia política de Grecia durante el siglo IV a. C. es complicada, latosa e irritante. Fue un siglo de guerras incesantes que no sólo agotaron a Grecia material y espiritualmente sino que, por sus consecuencias económicas, sociales y políticas, provocaron el derrumbamiento de todo el sistema político –en este caso un sistema de vida– que en el siglo anterior había funcionado exitosamente y había permitido a los griegos acceder a las grandes conquistas que lograron en el campo de la organización política e institucional, del arte, de la filosofía y de las letras que los hombres de hoy admiramos bajo el nombre de la "Época Clásica". El historiador inglés H.D.F. Kitto sostiene que el proceso político que siguió a la guerra del Peloponeso significa: ...el fin de la ciudad-estado como fuerza creadora que adaptaba y conformaba la vida de todos sus miembros. En el transcurso del siglo IV Grecia se desplaza con firmeza hacia nuevos modos de pensar y de vivir. Tanto es así que a los nacidos a fines del siglo IV la época de Pericles debió parecerles, desde el punto de vista intelectual, tan remota como a nosotros la edad media." 1 1 ? Kitto, H. D. F., Los Griegos, EUDEBA, Buenos Aires, l966, p. 209. 1

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Page 1: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

GRECIA: EL FIN DE LA ÉPOCA CLÁSICA

LA CRISIS DEL SIGLO IV A. C. Y LA DECADENCIA DE LA POLIS

Profesor Miguel Hurtado Leña

La historia política de Grecia durante el siglo IV a. C. es complicada, latosa e

irritante. Fue un siglo de guerras incesantes que no sólo agotaron a Grecia material y

espiritualmente sino que, por sus consecuencias económicas, sociales y políticas,

provocaron el derrumbamiento de todo el sistema político –en este caso un sistema de

vida– que en el siglo anterior había funcionado exitosamente y había permitido a los

griegos acceder a las grandes conquistas que lograron en el campo de la organización

política e institucional, del arte, de la filosofía y de las letras que los hombres de hoy

admiramos bajo el nombre de la "Época Clásica".

El historiador inglés H.D.F. Kitto sostiene que el proceso político que siguió a la

guerra del Peloponeso significa:

...el fin de la ciudad-estado como fuerza creadora que adaptaba y conformaba la vida de todos sus miembros. En el transcurso del siglo IV Grecia se desplaza con firmeza hacia nuevos modos de pensar y de vivir. Tanto es así que a los nacidos a fines del siglo IV la época de Pericles debió parecerles, desde el punto de vista intelectual, tan remota como a nosotros la edad media."1

Por su parte el gran historiador francés Gustave Glotz dedica todo el tomo III de su

célebre Histoire Grecque al análisis de los deplorables efectos de las guerras entre las

diversas ciudades griegas en su "lucha por la hegemonía" durante todo el siglo IV. Destaca

Glotz que las guerras incesantes entre las poleis pusieron fin a un período de feliz

equilibrio entre el poder del Estado y los derechos del individuo pues los griegos no

pudieron resarcirse de los estragos morales causados por la guerra y en el transcurso del

siglo vemos que un egoísmo, cada vez más creciente, corrompe las costumbres privadas y

públicas y, como dice Glotz textualmente:

"...los nexos que unían a los ciudadanos a la ciudad se rompen o se relajan (...). Las condiciones económicas sociales y políticas, en vez de evolucionar en una progresión lenta y normal, son dislocadas por una verdadera revolución. Minadas en su

1 ? Kitto, H. D. F., Los Griegos, EUDEBA, Buenos Aires, l966, p. 209.

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interior, las ciudades se enfrentan y se debilitan en esfuerzos espasmódicos por imponer su hegemonía por la fuerza o salvaguardar su autonomía [de los embates de otra ciudad rival]. Bastaron dos generaciones para arruinar para siempre semejante régimen."2

I.- PERIODIFICACIÓN DEL SIGLO IV. (La evolución política desde el fin de

la guerra del Peloponeso hasta la conquista macedónica. 404-338 a. C.)

Los múltiples y complejos episodios de este siglo turbulento podrían sintetizarse en

una generalización expresada en pocas palabras: el fracaso de tres tentativas por parte de

Esparta, Tebas y Atenas para implantar una hegemonía en toda Grecia. Tal fracaso, en fin

de cuentas, resultó en provecho de una potencia externa (Macedonia) que impuso su

dominación sobre Grecia y el gran Imperio Persa. Veamos en resumen los principales hitos

en este proceso de "lucha por la hegemonía":

1.- La hegemonía de Esparta (404-371). La victoria de Esparta sobre Atenas en la

guerra del Peloponeso (404) se debió en gran parte a la ayuda económica y militar que le

brindaron los persas cuyo precio fue el abandono de las ciudades griegas del Asia Menor

bajo el dominio del "Gran Rey". Razón tiene Kitto al afirmar: "lo que Atenas y Esparta

juntas habían arrebatado a Jerjes [en las guerras médicas], Atenas y Esparta en guerra se lo

devolvieron a Artajerjes."3 Atenas perdió su imperio marítimo, y su flota, se fue obligada a

pagar una fuerte indemnización de guerra y, además, tuvo que derribar sus murallas y

someterse al régimen de terror impuesto por el gobierno de "los Treinta". Tras la

humillación de Atenas, Esparta impuso en toda Grecia su propia hegemonía: un régimen de

violencia despótica que habría de durar tres décadas y en el cual podemos establecer cuatro

períodos bien definidos:

A) La hegemonía de Esparta en alianza con los persas (404-395). En casi todas

partes, valiéndose de su innegable superioridad militar, Esparta –dirigida por Lisandro,

hábil general y hombre de Estado– impuso regímenes oligárquicos bajo la supervisión de

un "gobernador" (harmoste) espartano encargado de velar por el orden. Pronto los griegos,

sometidos a la dureza del gobierno de los vencedores, comenzaron a añorar la "tiranía"

ateniense.

2 ? Glotz, Gustave. Histoire Grecque, Presses Universitaires de France, París 1941, vol. III, p. 3. Traducción y texto entre corchetes nuestros.

3 ? Kitto, Ob. cit., p.209.

2

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La verdadera beneficiaria de le guerra entre las ciudades griegas fue Persia pues, sin

haber sufrido pérdidas materiales ni mal alguno, recuperó el Asia Menor que los griegos

desunidos no podrían jamás rescatar.

Ahora bien, la alianza de Esparta con los persas no podía ser duradera; fue sólo el

interés común de acabar con el poderío de Atenas y, sobre todo, con su dominio del mar, lo

que había logrado el entendimiento, pero, una vez logrado el objetivo inmediato, firmadas

por Atenas las humillantes condiciones de paz del año 404, la alianza entre Esparta y los

persas ya no tuvo más razón de ser. Ese entendimiento era la negación, por ambas partes,

de sus respectivas tradiciones: Esparta –una vez establecida su supremacía– estaba obligada

moral e históricamente, a seguir defendiendo la causa del "helenismo" contra los "bárbaros"

que habían puesto en peligro la supervivencia de la cultura griega a comienzos del siglo V

a. C. (guerras médicas); para los persas, por su parte, la desaparición del imperio ateniense

y su política de defensa del mar Egeo, significaba poder retornar a la política expansionista

de Darío y de Jerjes.

Sin rivales en Grecia, Esparta ya no necesitaba de los persas para mantener su

hegemonía y por eso le dio un vuelco súbito a su política exterior enarbolando de nuevo la

bandera de la liberación de las poleis griegas del Asia Menor dominadas por Persia.

Durante una década provocó al enemigo con ataques indirectos primero y directos después,

pero intermitentes y locales, en distintos lugares de los territorios del Gran Rey. En el año

395 a. C. los persas hastiados de los constantes ataques y del estado de revuelta que Esparta

atizaba en las ciudades asiáticas, tomaron la iniciativa de una guerra abierta y general. Era

el pretexto que buscaba Esparta para intentar reivindicarse ante el resto de los griegos por

sus compromisos con los tradicionales enemigos del helenismo. El rey Agesilao, el mejor

general espartano, fue enviado por los éforos a conducir la guerra en el Asia.

B) El doble frente: contra Persia y contra la alianza corintia (395-386). El

dominio de Esparta sobre Grecia descansaba únicamente en el miedo que había suscitado

en el resto de las poleis la violencia despótica impuesta por Lisandro amparado en la

supremacía militar de su ciudad. La "paz" reinante no era fruto del entendimiento sino una

paz del terror. Por esto, desde el mismo momento en que Esparta concentró sus efectivos

militares en el Asia para guerrear contra el Rey, las poleis de la propia Grecia comenzaron

3

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a entenderse para intentar sacudir el yugo espartano. Una coalición de ciudades4 marca el

inicio de la reacción que enciende de nuevo la guerra entre los griegos (guerras corintias

395-386). Así, Esparta se consigue de pronto teniendo que luchas entre dos frentes: contra

los persas y contra la coalición griega.

Mantener sumisa a Grecia al mismo tiempo que conquistar el Asia Menor con el

pretexto de librarla de los persas era una tarea enorme que sobrepasaba las fuerzas y las

posibilidades de una minúscula polis, así ésta fuese Esparta con su famoso ejército.

Imposibilitados de poder luchar simultáneamente en esos dos frentes, los lacedemonios se

vieron obligados a tener que escoger. Para ellos la prioridad era mantener su predominio en

Grecia sofocando la rebelión. Tuvieron que apresurarse a llamar a Agesilao quien obedece

y regresa a Esparta, dejando sólo un pequeño contingente en Asia Menor para dar alguna

protección a los griegos que luchaban contra el Rey. El hecho real es que Esparta dejaba

desguarnecida al Asia Menor sin preocuparse mucho de su suerte.

En Grecia las hostilidades se prolongaron sin que ninguno de los contendientes

obtuviera una victoria definitiva. En el ínterin Atenas hizo denodados esfuerzos para su

reconstrucción material, política y moral. La alianza de Atenas con algunas ciudades de

Tracia hizo que los lacedemonios temieran el nacimiento de una segunda confederación

marítima en su contra y, por esto, se apresuraron a congraciarse con los persas y a solicitar

de nuevo su ayuda para imponer a los demás griegos una paz que ellos mismos necesitaban

con urgencia.

Negociaciones dirigidas por el espartano Antálcides, lograron persuadir a los persas

de que el renacimiento de Atenas era, para los intereses del Gran Rey, mucho más

peligroso que la hegemonía, meramente continental, que ejercía Esparta, lo cual, por

demás, era cierto.

La paz entre griegos y persas, –dentro de lo que pudiéramos llamar la "coyuntura

internacional" de la época– se restableció bajo la lamentable forma de un "edicto"

unilateral y altanero del soberano persa, la "paz del Rey". Los términos del dictamen son

concisos y de graves implicaciones: el rey persa se reservaba el dominio sobre las ciudades

del Asia Menor y sobre las islas de Clazómenes y Chipre y estipula que en lo sucesivo

4 ? La reacción inicial partió de Corinto a la que se unieron Argos, Tebas y Atenas quienes contaron también con el apoyo de los locrios, eubeos y acarnienses.

4

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todas las poleis griegas, grandes o pequeñas, serían autónomas y, en consecuencia, todas las

ligas debían desaparecer; de no aceptarse el principio de la autonomía, el rey les haría la

guerra. Así, Atenas debería renunciar a sus aspiraciones de volver a dominar los mares, la

liga beocia, encabezada por Tebas debía disolverse, Corinto y Argos debían separarse. Sólo

Esparta escapaba a la regla y pudo seguir al frente de la liga de Peloponeso. Con este edicto

Artajerjes II devenía árbitro de Grecia pues la "paz del Rey" vino a ser, en realidad, un

verdadero reparto: el rey persa se proclamaba dueño y soberano del Oriente y Esparta

obtenía la disolución de todas las ligas opuestas a la suya y la continuación de su

hegemonía en Grecia. Los otros griegos tuvieron que someterse ante el temor de tener que

afrontar una formidable coalición de Esparta, Persia y Siracusa cuyo tirano, Dionisio,

también había intervenido en buen momento en el conflicto ayudando a Esparta para

reservarse luego su preponderancia en Occidente. Los hermosos días del año 404 renacían

para Esparta pero al precio de haber vuelto a abandonar a su suerte a los griegos del Asia,

esta vez definitivamente.

C) La hegemonía de Esparta bajo la "paz del Rey" (386-378). El edicto de

Artajerjes introducía un nuevo principio en el "derecho internacional griego": la

autonomía. En adelante este principio sería invocado incesantemente, tanto por parte de las

ciudades débiles forzadas a defender su independencia, como por las fuertes que querían

impedir toda coalición contra su preponderancia5

Mientras los persas aplican los términos de la "paz del Rey" incorporando a sus

satrapías a las ciudades griegas del Asia, Esparta los aplica a su manera en Grecia. Disuelve

las confederaciones, fragmenta en aldeas las grandes concentraciones mientras conserva

para sí Laconia y Mesenia. Lo que para las demás poleis era una violación de la "paz del

Rey", para ella era sólo una alianza. Bajo el pretexto de cuidar que las constituciones de las

poleis se acomodaran al nuevo derecho, estableció oligarquías en todas las ciudades en las

que no confiaba. Guarniciones de mercenarios comandadas por jefes espartanos mantenían

en constante acoso a las ciudades independientes; en fin, para garantizar la policía de los

mares, Esparta exigió tributos a las islas. Esta política se va a mantener por varios años y es

sorprendente ver como Esparta no tiene escrúpulos en valerse del apoyo de un tirano y de

un rey que encarnaban la negación de los ideales de vida griegos, para prolongar su

5 ? Véase Glotz, Ob. cit., vol. III, pp. 100-101.

5

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dominación sobre el continente. Como lo hace notar Jenofonte, Esparta alcanzó así su más

alto grado de poder:

"Esparta tenía a los tebanos y al resto de Beocia bajo su completa autoridad, los corintios le eran seguros aliados...Todo hacía creer que su dominación estaba establecida absolutamente y para siempre de bella y sólida manera."6

Pero Esparta se equivocaba; éste sería precisamente el momento de la catástrofe. La

hegemonía espartana padecía de una tara de nacimiento; su único soporte era el miedo que

inspiraba a las demás ciudades griegas y la buena voluntad de su poderoso aliado, el Rey de

los persas. El entendimiento con estos últimos estaba subordinado a combinaciones de

intereses y a coincidencias circunstanciales para el logro de objetivos políticos que –como

siempre en estos casos– están sujetos a continuos y repentinos cambios. La solidez de la

entente estaba, pues, constantemente sometida a prueba. Por otra parte, Atenas y Tebas, –

las tradicionales enemigas de Esparta– no tardarían en comprender que su desunión era la

causa de su debilidad y terminarían por entenderse. En el mismo instante en que se lograse

esta alianza o que la Persia imperial no encontrase una utilidad efectiva y práctica a una

alianza caduca, la supremacía espartana cesaría de existir.

D) La ruptura de la "paz del Rey" y la segunda liga ateniense (379-371). Fue

desde Tebas de donde partió el movimiento de liberación. Jenofonte (Helénicas) y Plutarco

(Pelópidas) nos han dejado, respectivamente, la versión espartana y la versión tebana de los

acontecimientos que habrían de dar al traste con la hegemonía lacedemonia. Veamos lo

esencial de los hechos.

En 379 un cierto número de tebanos que se había refugiado en Atenas entra en

contactos secretos con sus compatriotas y, comandados por un hombre de genio, Pelópidas,

urdieron un plan para masacrar el gobierno filoespartano de Tebas y restablecer la

democracia. Acto seguido, voluntarios atenienses y tebanos atacaron Cadmea y lograron

liberarla. Las represalias de Esparta contra el Pireo y contra Tebas sólo lograron empujar a

Atenas y a Tebas a formalizar una alianza (378). Este era el fin de la "paz del Rey" y el

reinicio de una feroz guerra entre las poleis. Es imposible (e innecesario) resumir aquí los

complejos episodios de esta época.7 Nos basta con señalar el hecho más significativo, el

6 ? Jenofonte, Helénicas, V, 3, 277 ? Para los detalles de la declinación de la hegemonía espartana y la consolidación de la segunda

confederación ateniense, véase Gustave Glotz, Histoire Grecque, vol. III, pp. 113-144.

6

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que, a la larga, traería mayores consecuencias: Atenas aprovechó la ruptura para

reconstituir su antigua liga y volver a asumir el dominio de los mares.

Esta segunda confederación, más liberal y mejor constituida que la del siglo V,

estaba abierta a todas las poleis que no formaran parte del dominio persa. En el decreto que

la creaba –bajo la forma de un pacto federal redactado por un tal Aristóteles– Atenas puso

todo empeño en evitar caer en los mismos errores que ocasionaron la animadversión de sus

aliados en el siglo anterior. Las ciudades conservarían plenamente su autonomía y no

recibirían más clerucos atenienses8, los problemas entre las ciudades confederadas no serían

ventilados en la Ecclesia de Atenas sino que serían resueltos de común acuerdo por el

consejo de la liga (synedrion) en el cual Atenas no participaba y en el que todas las

ciudades estaban representadas y tenían iguales derechos. Nuevas "contribuciones"

(sintaxeis), mucho más bajas, reemplazaban a los antiguos "tributos" (phoroi). Puede

decirse que Atenas, hábilmente, se cuidó en hacer ver que, oficialmente, la nueva liga era

un pacto de defensa mutua a efectos de asegurar la libertad y la autonomía prometidas por

la "paz del Rey", y que las ciudades sólo se comprometían a la asistencia recíproca en casos

de agresión. Pronto la nueva liga reunió todas las ciudades de la primera confederación e

incluso muchas más. Atenas, así fortalecida, toma la ofensiva contra Esparta y sus aliados.

Podría decirse que la guerra del Peloponeso volvía a repetirse pero en sentido contrario.

Mientras tanto Tebas comenzó a actuar por propia cuenta tratando de formar su propia liga

para hacerse fuerte en el continente.

Esparta captó perfectamente que el corazón del poder de Atenas era su dominio de

los mares y allí quiso atacar. Se apresuró a procurarse una flota e inició los ataques a

ciudades claves de la liga. Atenas reaccionó con decisión y envió a sus estrategas Cabrias y

Timoteo, al oriente el primero y a occidente el otro. La superioridad naval de Atenas no

tardó en quedar demostrada. Las resonantes victorias obtenidas por ambos generales

obligaron a Esparta a intentar una nueva tregua. Para lograrla se inclinó de nuevo hacia sus

antiguos aliados, Dionisio de Siracusa y Artajerjes. El rey persa acogió con agrado las

insinuaciones de Esparta pues tenía urgente necesidad de mercenarios que sólo podría

procurarse con una Grecia pacificada. De nuevo, con el rey persa como mediador, se

negoció la paz del 374 a.C. sobre la base de un statu quo: Atenas reconocía la supremacía

8 ? Soldados habitantes de las cleruquías, especie de colonias militares que, en la primera liga, Atenas colocaba en las cercanías de las ciudades aliadas para mantenerlas sumisas.

7

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de Esparta en el Peloponeso y ésta reconocía la confederación cuya dirección detentaba

Atenas. Se ignoran las cláusulas referentes a Tebas pero es de suponerse que de hecho

fueron reconocidas también las recientes adquisiciones de esta polis con las cuales formó la

liga beocia. La tregua del 374 debería hacerse firme en un congreso que se reunió en

Esparta en 371 por iniciativa de Artajerjes. Allí estuvieron representados todos los griegos

y, mezclados con ellos, los intereses del tirano de Siracusa y del rey de Macedonia Amintas

III a quien afectaba también la situación de sus vecinos del sur.

Atenas y Esparta acudieron al congreso con la esperanza de consagrar en Grecia una

especie de hegemonía compartida y pretendieron ignorar que desde hacía siete años Tebas

trabajaba por llegar a ser una potencia igual a las dos ya reconocidas. A la hora de jurar el

tratado el líder tebano Epaminondas pretendió hablar en nombre de todos los beocios y no

sólo de los tebanos, lo cual no fue aceptado, por lo cual Tebas quedó excluida del tratado

tras haberse producido un vivo y áspero altercado entre Agesilao, rey de Esparta, y

Epaminondas.

Algunas semanas más tarde ocurrió un acontecimiento que conmovió a Grecia hasta

los tuétanos. En el sitio de Leuctras el hasta entonces imbatido ejército espartano fue

derrotado por los tebanos en abierta lucha. Una nueva táctica militar inventada por

Pelópidas y Epaminondas realizó lo increíble: aniquilar el poderío militar de Esparta y

poner fin a su odiada hegemonía.

De seguidas la liga peloponesia se disolvió en seguida en medio de sangrientos

excesos y Esparta, reducida de nuevo a la "cóncava Lacedemonia" habría de languidecer en

lo sucesivo como una sombra de su pasada grandeza. Con la victoria de Leuctras (371 a.

C.) el cetro continental pasaría a Tebas por muy corto tiempo, mientras Atenas seguía

ejerciendo su supremacía en el mar.

2.- La hegemonía de Tebas (371-362 a.C.). La derrota de Esparta, mientras Atenas

fortalecía su poder marítimo, no fue más que una substitución de puestos dentro de la

misma situación política. Tebas no tenía nada nuevo que ofrecer, su fuerza radicaba

únicamente en contar con la presencia circunstancial de dos hombres de genio, Pelópidas y

Epaminondas, quienes, aparte de ser excelentes generales, carecían de las dotes del hombre

de Estado que entonces hacía falta en Grecia. Tebas no hizo más que intentar, por su parte,

8

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la misma política tradicional de las poleis que habían aspirado a la hegemonía: imponerla a

fuerza bruta sin un programa de acción positiva convincente. Sus ambiciones tuvieron los

mismos resultados que para Atenas y Esparta: producir el descontento de los dominados y

excitar el celo de los estados rivales. Por lo tanto, Grecia permaneció en el ya crónico

estado de guerra. Su suerte va a jugarse también en el campo de batalla: en el año 362

Pelópidas se enfrentó en Mantinea a un ejército de aliados contra Tebas; la victoria se

inclinaba de su lado cuando fue mortalmente herido. Aunque los resultados de esta

formidable batalla fueron indecisos, para Tebas fueron la ruina pues perdió a su mejor

general y, con él, el único soporte de su hegemonía: la supremacía militar. Para los

conductores tebanos su concepción de la grandeza de Tebas no iba más allá de una simple

idea de dominio, de imponer por la fuerza una supremacía ficticia y engañosa sin buscar en

ningún momento remozar las viejas ideas para conseguir y fortificar la solidaridad

panhelénica que era, en realidad, lo que la civilización griega necesitaba. El liderazgo

pasajero de dos hombres de talento, Pelópidas y Epaminondas, dio a los tebanos la ilusión

de grandeza pero éstos no tuvieron sucesores.

Aunque, después de Mantinea, la paz fue rápidamente acordada sobre la base de un

statu quo, la guerra endémica entre las poleis que se disputaban la hegemonía no había

producido aún sus últimos efectos negativos en las condiciones económicas, políticas y

sociales de la forma de vida de los griegos. Para este momento sólo Atenas puede alimentar

esperanzas de grandeza gracias a su nuevo imperio marítimo, pero, precisamente por

encontrarse sin rivales que temer, volverá a caer en la tentación hegemónica que la llevará

en pocos años a la ruina.

3.- La ruina de la 2ª liga ateniense (362-355).9 Después de la derrota de Tebas en

Mantinea, Atenas era la única polis que extendía su liderazgo más allá de sus estrechas

fronteras. La confederación fundada en 377 a. C. había permitido su renacimiento.

Mientras Tebas y Esparta se destruían entre sí en la disputa por la hegemonía territorial,

Atenas aprovechó para fortalecer su confederación mediante el desarrollo racional de sus

instituciones. Servida por hombres de estado de calidad –Aguirros y Trasíbulo por

ejemplo– y por estrategas tales como Iphícrates, Cabrias y Calístratos, volvió a ser el centro

intelectual, artístico y comercial de Grecia. Su política prudente y liberal de los primeros

9 ? En este aparte nos limitaremos a resumir el detallado capítulo VII de la Histoire Grecque de Gustave Glotz, varias veces citada.

9

Page 10: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

años de la confederación le habían asegurado el liderazgo sobre la mayoría de las islas del

Egeo, sobre las ciudades de las costas de Tracia y Macedonia y, sobre todo, en la ruta de

los estrechos del Bósforo y el Ponto Euxino con lo cual restableció su control sobre la ruta

vital del comercio del trigo.

Pero a partir del 365, con una ceguera inaudita o, quizá más bien por la crisis

interna de sus instituciones democráticas, comenzó a cometer graves errores y todas las

precauciones que se habían tomado en el decreto de Aristóteles contra el imperialismo no

van a impedir que Atenas vuelva a estrellarse contra los escollos que conocía muy bien y

que, hasta entonces, se había jactado de poder evitar. Ahora quiso de nuevo aprovecharse

de su superioridad para poner a los confederados al servicio de su política y de sus intereses

particulares.

El primer gran error fue la anulación del Synedrion (consejo) quitándole o

desconociendo, al menos, gran parte de su autonomía de acción. Según la letra del pacto

federal las decisiones que afectaban a la comunidad de los aliados sólo podían ser tomadas

de común acuerdo en el consejo, en el cual Atenas no estaba representada; los acuerdos así

tomados eran luego llevados a la Ecclesia de Atenas para ser ratificados a proposición de la

Boulé (el Consejo de Atenas). Teóricamente el sistema establecía un equilibrio perfecto

entre Atenas, por una parte, y el conjunto de sus aliados por otra. Pero el sistema sólo podía

funcionar sobre la base de la buena voluntad de ambas partes. "El Synedrion y la Ecclesia –

dice Glotz– eran los dos platillos de una balanza cuyo fiel era la Boulé."10 Pero este

equilibrio empezó a romperse cuando Atenas comenzó a abusar del derecho a pactar

unilateralmente pues, aunque, en teoría, estas alianzas sólo la comprometían a ella de

derecho, de hecho Atenas comprometía a todos los aliados. Atenas se atreve incluso a

concluir nuevas alianzas en nombre de los confederados sin hacerlos participar ni en las

negociaciones ni en la prestación de los juramentos de rigor. Hay numerosos testimonios

que demuestran cómo Atenas extendió sus atribuciones y obligaciones más allá de los

límites explícitamente establecidos en el pacto de confederación. Hay que reconocer que el

procedimiento acordado para la toma de las decisiones conjuntas11 daba preponderancia a

10 Ib. id. p.125.11 Votar en la Ecclesia de Atenas las decisiones del Synedrion bajo la forma de una proposición de la Boule

10

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las instituciones atenienses que fueron, poco a poco reduciendo el Synedrion al papel de un

simple cuerpo consultivo.

A partir del 362 a. C. es Atenas la que, prácticamente, decide tanto en las

negociaciones de alianza y de paz como en materia financiera, y sus decretos son

obligatorios para los confederados en la misma medida que lo son para Atenas. Creemos

que Glotz está en lo cierto cuando afirma:

Al principio, cuando la confederación tuvo un objetivo preciso y bien delimitado, asegurar la tranquilidad de los confederados con respecto a Esparta, todo iba bien. Pero, alcanzado ese objetivo, la confederación sólo podía renovarse expandiéndose: hubiera sido necesario despertar no sólo entre los Atenienses sino en todos los Griegos el sentimiento de unidad nacional. La confederación había tenido su razón de ser; no tendrá razón para durar"12

Pero el error político más grave cometido ahora por Atenas, el que habría de

provocar la violenta secesión del 356-55 ("guerra de los Aliados") es el restablecimiento de

las cleruquías. El decreto de Aristóteles era preciso en la materia y prohibía a todo

ateniense adquirir, a cualquier título, tierras o casas en territorio de las ciudades aliadas.

Era derecho exclusivo de los ciudadanos de cada polis aliada el tener acceso en ellas a la

propiedad raíz, y este era, entonces, el atributo esencial de la soberanía. Es más, todos los

bienes que, para el momento del pacto, aún poseía Atenas o sus conciudadanos habían

tenido que ser devueltos.

Pero, a partir del año 365 miles de clerucos fueron enviados a Samos, a Sestos y a

Potidea. En este caso no podía decirse que Atenas había violado el pacto pues los territorios

mencionados eran recientes adquisiciones atenienses en tierras persas, calcídicas o

macedonias; no obstante, los aliados protestaron y alegaron expresamente en la Ecclesia

que así mismo había comenzado el sistema de cleruquías en el siglo V y había terminado

en odiosos abusos. Pero Atenas no dio importancia a estos anuncios de descontento

tomando por susceptibilidad lo que en realidad eran graves resentimientos.

En otros casos fueron las intromisiones de Atenas en los asuntos internos de las

poleis aliadas lo que hizo que éstas sintieran vulnerada su autonomía. Las luchas de

partidos –muy frecuentes en toda Grecia– turbaron en ocasiones la paz interna de las

ciudades aliadas y Atenas intervino para restablecer el orden y para reducir a los rebeldes.

12 Glotz. Ob. cit., p. 126. Traducción nuestra.

11

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Como siempre en estos casos, no faltaron quienes vieron en estas injerencias de Atenas en

la política interna de otras ciudades, intolerables abusos de poder.

El malestar político fue agudizado por la crisis financiera. La eliminación de los

antiguos phoroi (tributos) y su substitución por las syntaxeis (contribuciones teóricamente

eventuales y voluntarias) había sido –quizá– el mayor cuidado que había puesto Atenas

para evitar el temor de sus nuevos aliados. Pero en las circunstancias del siglo IV a. C., en

el que el estado de guerra era crónico y había impuesto como necesidad el uso de soldados

mercenarios, mantener una guerra exigía gruesas sumas de dinero. Para Atenas mantener

una flota que no cesaba de necesitar ser aumentada exigía un esfuerzo agotador, no tanto

por el costo de los barcos como por el equipamiento de los mismos pues la contratación de

remeros y de personal militar adiestrado exigía sumas realmente exorbitantes. Atenas había

acudido en balde a la imposición de pesadas liturgias a los más ricos y se las había

ingeniado para conseguir dinero de mil formas, pero su tesoro estaba siempre extenuado.

Los gastos de la guerra superaban las posibilidades de cualquiera de las poleis por sí sola,

así fuese Atenas. Esta tuvo que recurrir a sus aliados y exigió con apremio el pago de las

sintaxeis. Agobiados también por las deudas, los aliados pensaron que Atenas, en lugar de

ayudarlos como era de esperarse, más bien venía a explotarlos.

En el siglo V a Pericles le bastó con hacer trasladar a Atenas el tesoro de la

confederación desde la isla de Delos para tener a su alcance el dinero necesario, pero la

nueva confederación no tenía tesoro y el montante de las sintaxeis, cuando lograban

cobrarse todas, no alcanzaba para el pago de una sola expedición. El único recurso que le

quedó a Atenas fue extremar el rigor en el cobro de las contribuciones que algunos

confederados alegaban no poder pagar. Los estrategas fueron autorizados para cobrar in

situ la contribución y para disponer de ella allí mismo para pagar a sus soldados; para ello

podían emplear su flota o su ejército si era necesario. Esta disposición dio pie para que se

cometieran chocantes abusos. Se dieron casos de generales que se valieron de la ocasión

para cobrar en provecho personal el impuesto de los aliados. Cuando agotaban el dinero

que se les había asignado algunos generales decidieron "motu proprio" ir a cobrar el

impuesto a la polis aliada más cercana. En ocasiones algunos jefes inescrupulosos llegaron

incluso a prestar dinero a las ciudades deudoras para que pagaran su contribución y luego

les cobraban pesados intereses por el préstamo o se hacían pagar una especie de "rescate"

12

Page 13: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

para no saquear a la ciudad deudora. Aunque Atenas castigó en ocasiones a los que

cometían estos abusos, los métodos de fuerza empleado volvieron a ser vistos como un

mecanismo de explotación tanto para particulares como para los Estados y la hegemonía

ateniense se tornó de nuevo en despotismo.

No faltaron voces que en Atenas se alzaron contra el sistema; la más importante fue

la de Isócrates quien, en su "Discurso sobre la Paz" (356), se encarniza contra... "los

demagogos conductores de la democracia" y combate la política de dominación marítima

de Atenas pidiendo la cesación de las hostilidades contra los aliados. Pero el hecho es que –

en las graves circunstancias del siglo IV– las cosas habían cambiado de tal manera, que la

democracia ateniense no podía vivir sin imperialismo y, dadas las condiciones, este

imperialismo tendía a hacerse cada vez más opresivo.

En el siglo anterior las poleis descontentas tuvieron la posibilidad de inclinarse

hacia Esparta, la potencia rival de Atenas que actuó entonces como elemento catalizador de

la resistencia al imperialismo ateniense, pero ahora la debilidad y el descrédito de Esparta

habían borrado esa posibilidad. Atenas era la única potencia y ninguna otra polis, por sí

sola podía hacerle contrapeso. Tendrían que venir las alianzas entre las ciudades más

débiles y en las fronteras del mundo griego había soberanos "bárbaros" dispuestos a relevar

a Esparta como núcleo vivificador de la resistencia contra Atenas.

Desde el 359 comenzó a crecer en Macedonia un peligro amenazador que los

griegos –peleándose entre sí– no llegaron a ver sino cuando ya era demasiado tarde. Filipo

II –tras pacificar el país y organizar un formidable ejército (la falange)– empieza a buscar

una salida al mar y a entrever las posibilidades de conquistar a Grecia. Así, Atenas va a

presenciar simultáneamente –e impotente– el proceso de disolución de su segunda liga y

los progresos imperialistas de Filipo. Pero no es este el momento de analizar en detalle esta

compleja cuestión. Sólo nos interesa destacar que será de Persia y de Macedonia de dónde

habrían de salir los estímulos secesionistas para los aliados obligados de Atenas. El sátrapa

Mausolo de Caria estimuló la defección de Cios, Cos y Rodas quienes basadas en ese apoyo

se negaron a pagar las sintaxeis. Atenas envía su flota a reprimirlas pero es batida en la

batalla de Ambata (356). Mientras tanto Filipo se apodera de Olinto y Potidea en la

península calcídica y prosiguió sus avances para hacerse una fachada sobre el mar con la

toma de Anfípolis, Pidna y Metona.

13

Page 14: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

La política expansionista de Filipo a costa de los griegos dividió las opiniones

atenienses. Isócrates (en el Discurso sobre la Paz) recomendó la paz entre los griegos y la

guerra contra Persia y vio en el rey macedónico al caudillo capaz de unificar a los griegos

para conducirlos con éxito a la lucha contra los persas; Jenofonte (en Las Rentas) insinúa

ideas semejantes, mientras otros denunciaban a Filipo por su falta de escrúpulos y su

ambición, y alertaron sobre la grave amenaza que él significaba no sólo para Atenas sino

para toda Grecia. Un lustro más adelante esta polémica se concentrará en el duelo entre

Esquines y Demóstenes

A las defecciones anteriores se sumó la de Bizancio la cual significaba para Atenas

la miseria y el hambre pues quedaba cortado su abastecimiento de trigo. Apremiada por la

situación económica e impotente para mantener una lucha en diferentes frentes dentro de

una complicada situación política en la que se mezclaban intereses griegos, persas y

macedonios, Atenas tuvo que inclinarse y aceptar una negociación semejante a la vieja "paz

del Rey"

En un tratado firmado en 355 Atenas debió reconocer la independencia de Cios,

Cos, Rodas y Bizancio. Perinto y Celebria, al este, y Corcira, al oeste, permanecerían

autónomas de hecho. Esto era el fin de la segunda confederación ateniense. Poco después

las ciudades de Lesbos se desprenderían también de la liga y en adelante sólo aisladas y

minúsculas ciudades de las Cícladas quedarían como vestigios de lo que había sido un

sólido imperio marítimo. Unos años más y la Grecia exhausta por casi un siglo de guerras,

será conquistada por Filipo de Macedonia.

4.- La conquista de Grecia por Filipo (355-338). Tras la disolución de la liga

ateniense –último baluarte del poder militar griego– Filipo se valió de toda clase de

subterfugios y de intrigas para lograr su vieja ambición: apoderarse de Grecia.

Afectada por graves problemas internos Atenas se replegó sobre si misma sin

preocuparse por los movimientos de Filipo en el norte, sólo Demóstenes tuvo el mérito de

reconocer y de proclamar el peligro que el macedonio representaba para Atenas y en su

Primera Filípica (351) llegó a proponer incluso un plan de acción para intentar detenerlo

pero no fue escuchado.

14

Page 15: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

En 349 Filipo invadió la Calcídica cuyas ciudades le abrieron las puertas salvo

Estagira y Olinto que enviaron a Atenas embajadores a proponer alianza y a solicitar

asistencia. Se inicia así una larga y complicada madeja de acontecimientos militares,

políticos, diplomáticos y religiosos que no es preciso detallar13 y que vistos en conjunto

representan diez años de una sorda hostilidad entre Filipo y Atenas y que habrá de conducir

a la guerra abierta en la que Atenas será definitivamente derrotada en Queronea. (338). El

duelo lo encarnan Filipo y Demóstenes, el uno adelantando sus planes de conquista sin

entrar en guerra abierta y el otro con su famosa serie de discursos –las Filípicas y las

Olintianas– en los que con arrebatadora elocuencia denunciaba las estratagemas de Filipo y

suplicaba a sus compatriotas que defendieran con ahínco sus intereses y se decidieran a

combatir con las armas al enemigo. Ni los atenienses ni el resto de Grecia parecieron darse

cuenta de este drama y presenciaron impasibles el duelo entre Demóstenes y Filipo.

Cuando, por fin, reaccionaron ante la creciente desesperación y las súplicas de Demóstenes

ya era demasiado tarde.

El acto final de este conflicto dramático comienza en el 340 cuando Filipo, en un

audaz golpe de fuerza se apoderó, a la entrada del Ponto Euxino, de un convoy de 180

navíos atenienses que transportaban cereales y otros víveres vitales para la ciudad. Esta

afrenta venció los últimos sentimientos de prudencia y de temor que aún quedaban en el

pueblo ateniense y la guerra fue declarada al momento en que Filipo se ocupa de bloquear a

Bizancio

Atenas entrega el mando supremo a Demóstenes y éste, a la par que hace reformas

internas para procurarse dinero y reorganizar la marina –sacrificio que los atenienses

supieron aceptar– piensa también en que las posibilidades de éxito podían estar en

olvidarse de las rencillas tradicionales entre los griegos y buscar una alianza panhelénica

que incluyera a los seculares enemigos del Ática: los tebanos. No era una tarea fácil pues,

aparte de las tradicionales enemistades y antipatías recíprocas que se tenían que vencer,

Filipo también enviaba embajadores a las ciudades griegas para proponer alianzas contra

Atenas halagándolas con la promesa de un rico botín: "los rebaños, los esclavos y los

bienes del Ática". Esta fue la tentación que la elocuencia de Demóstenes tuvo que vencer

en Tebas, donde acudió personalmente para enfrentarse a los emisarios de Filipo. Sus

13 Al período comprendido entre la guerra de los Aliados 355 a. C. y la Batalla de Queronea (338 a.C. Gustave Glotz le dedica 120 páginas de su documentada obra. Véase Histoire Grecque pp. 241-361.

15

Page 16: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

argumentos terminaron por convencer a los quisquillosos tebanos y finalmente la difícil

alianza entre Tebas y Atenas fue concluida.

Algunas otras poleis se sumaron a la alianza en el congreso panhelénico convocado

por Demóstenes. Las principales fueron Eubea, Megara, Amfisa, Corcira, Corinto, Acaya,

Leucada, Acarnania y Ambrasia. La embajada enviada al Peloponeso en busca de más

alianzas fue un completo fracaso pues allí Filipo se adelantó y logró sus propios apoyos.

La suerte parecía estar echada cuando Demóstenes, arrebatado en su patriotismo,

rechazó las ofertas de alianza del Gran Rey persa y se negó también a entrar en

conversaciones con Filipo que, en la coyuntura, quiso también negociar. Los atenienses,

contagiados a última hora del fervor patriótico de Demóstenes, concedieron a éste como

premio y reconocimiento a su labor una segunda corona de oro.

El teatro de operaciones para los inevitables enfrentamientos fue la región de

Beocia y Tracia. Los primeros choques, a manera de tanteos, fueron favorables a los

aliados griegos y en agosto del año 338 tuvo lugar en la llanura de Queronea el combate

decisivo. Las fuerzas eran equiparables (alrededor de 30.000 infantes y 2.000 jinetes en

cada campo) pero la destreza de los soldados y la dirección era mejor en el bando de

Macedonia. Al decir de Plutarco, Filipo acudió a la batalla "estremeciéndose de terror" al

pensar que Demóstenes lo había obligado... "a arriesgar en un día su reino y su vida"14; pero

fue el vencedor; la carga de caballería de su hijo Alejandro, casi adolescente, decidió la

batalla. Atenienses y tebanos se batieron con valor; en el campo quedaron 1.000 guerreros

atenienses y el total del famoso "batallón sagrado" de Tebas, compuesto por 300 jóvenes

hoplitas, que eran entre sí "amadores y amados," y habían jurado vencer o morir todos

como héroes en el campo de batalla.15 Se contaron unos 2.000 prisioneros y el resto de los

derrotados se dio a la fuga, entre éstos Demóstenes que combatió como hoplita. Este quería

aún la lucha a ultranza pero otros dirigentes de Atenas, Damedes, Foción y Esquines,

prefirieron negociar la paz.

Teóricamente Grecia no fue incorporada de inmediato al reino de Macedonia pues

Filipo determinó que las ciudades permanecerían libres y autónomas pero unidas en una

"paz general" que el rey de Macedonia se encargaría de hacer respetar. Anualmente todas la

14 Véase Plutarco, Vida de Demóstenes, parágrafo XX.15 Véase Plutarco, Vida de Pelópidas, parágrafo XVIII.

16

Page 17: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

poleis enviarían un representante a la ciudad de Corinto para discutir en paz sus asuntos.

Macedonia no participaba en las reuniones de este consejo federal (n) pero el rey

era el hegemón (jefe y conductor) de Grecia y en caso de guerra se reservaba el mando

supremo de los ejércitos en calidad de estratega autócrata (

Al año siguiente Filipo reunió en Corinto una asamblea general de todas las poleis

griegas a la que sólo Esparta se negó a asistir. Allí, hábilmente, expuso a los griegos la idea

de una especie de "cruzada" contra los bárbaros, seguro de que era lo único que podía

fomentar la unión panhelénica con él a la cabeza como generalísimo de los ejércitos. Estaba

en los preparativos de esta magna empresa cuando, por razones que tal vez no se sepan

nunca, murió asesinado por uno de sus cortesanos (336 a. C.).

Con la muerte de Filipo de Macedonia se cierra un capítulo de la historia griega. La

polis y la libertad de los griegos expiraron en la llanura de Queronea. Es el fin de la época

clásica. La muerte de Filipo da paso a la asombrosa personalidad de su hijo Alejandro

quien llevará no sólo los ejércitos sino la cultura griega a la conquista del milenario

Oriente. Es el comienzo de la época helenística que será el eslabón central en la cadena

cultural Oriente-Grecia-Roma que constituye el modelo de civilización que habrá de

dominar el Mundo Mediterráneo hasta el siglo V d. C.

II- EL DERRUMBE DEL SISTEMA Y LA DECADENCIA DE LA POLIS

Lo verdaderamente significativo de todo este siglo de guerras incesantes entre los

griegos –aunque sea deprimente comprobarlo– es el agotamiento material y espiritual de

Grecia y la derivación hacia una concepción de la vida completamente distinta al

significado que esta tenía en el glorioso siglo V a. C. Razón tiene Kitto cuando afirma que:

"Para un griego nacido en la época de Demóstenes, la época de Pericles debió parecerle

desde el punto de vista intelectual, tan remota como a nosotros la Edad Media."16

Para los griegos la polis era la forma política ideal para llevar una existencia feliz,

pero las complicaciones económicas, políticas, militares, administrativas etc. que fueron

surgiendo en el intrincado juego de circunstancias que hemos resumido en el aparte

anterior, pusieron de manifiesto que aquella poliarquía de ciudades en miniatura que tenían

como ideal la independencia, la autonomía y la autarquía y que vivían recelando unas de

16 Kitto, Ob. cit., p.209.

17

Page 18: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

otras, no era ya capaz de brindar una forma de vida satisfactoria. Todo lo que hemos visto

anteriormente no fue más que las sucesivas tentativas de Atenas, Esparta, Tebas y de nuevo

Atenas para romper los cuadros demasiado estrechos de la polis para tratar de arribar a una

forma de Estado con oficio y beneficio más allá de los límites de la tradicional Patrios

politeia.17 Pero lo intentaron no por la vía del entendimiento, del respeto recíproco, de la

diplomacia sincera e inteligente, sino por la vía de la fuerza, la imposición de una

hegemonía de la polis más poderosa sobre las más débiles y no para integrarlas a una esfera

mayor de intereses comunes, sino para dominarlas, cobrarles tributo e imponerles

obediencia. Es cierto que en medio las vicisitudes de la guerra entre griegos algunos

espíritus lúcidos propusieron fórmulas de unión panhélenica pero estos esporádicos

esfuerzos fracasaron ante el principio de autonomía que estaba clavado en la mentalidad de

los griegos de la época clásica. La unidad política de toda Grecia en un solo Estado

nacional para protegerse de la política agresiva de los persas, primero, y de Filipo después,

o para oponerse a la hegemonía de una polis demasiado fuerte sobre las más débiles, no

podía jamás lograrse por la vía de constituir, coyunturalmente, débiles y frágiles alianzas,

para defenderse de otro grupo de aliados con intereses distintos. La unidad griega sólo

podía lograrse mediante una potencia colocada por encima de las autonomías locales y

fuertemente armada, pero esto sería la monarquía militar que la mayoría de los griegos

rechazaba.

Era un dilema trágico: o polis republicana, libre e independiente, encerrada en sus

estrechos límites tradicionales (fórmula que los tiempos y las circunstancias rechazaban) o

Estado monárquico –militarmente muy fuerte– que englobase todas las poleis en masa

(sistema que la mente griega no acepta). ¿Demóstenes o Filipo?... Parecía no haber

alternativa. A la postre se jugó todo en el campo de Queronea; ganó el que poseía la fuerza

y la polis llegó a su fin.

De la lectura atenta de los dramáticos discursos de Demóstenes y los de su enemigo

Esquines, de las narraciones de Jenofonte y de las argumentaciones de Platón y de

Aristóteles en sus escritos políticos, resalta un hecho general impactante: durante el siglo

IV a. C. el individualismo –que no tenía cabida en la concepción teórica de la polis– se va

17 Este vocablo griego, del que se deriva nuestra palabra "patria", implicaba para los griegos no sólo el lugar en el que se había nacido, sino la herencia cultural recibida de los ancestros. Era, a la vez, el territorio, la organización, las costumbres y la cultura tradicional de la polis a la cual se pertenecía.

18

Page 19: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

extendiendo como mancha de aceite en todas las manifestaciones del espíritu griego. La

vida social, la política, las artes plásticas, las obras de teatro, la filosofía misma, ponen de

manifiesto el cambio de actitud ante la existencia que han adoptado los griegos.

Las guerras incesantes trastocaron el orden concreto en que se había formado la

cultura griega clásica, los patrones de existencia tradicional; por esto la polis va perdiendo

su fuerza cohesiva interna y el hombre griego comienza a hacerse cada vez más

individualmente humano, es decir, va dejando de ser un producto y un reflejo de la polis,

pequeña y aislada, en la que había transcurrido su existencia. El griego del siglo IV se vio

envuelto no sólo en una crisis económica y política sino en una crisis de valores al

encontrarse de pronto mezclado en una lucha de potencias mucho mayores que dejaban a la

polis reducida a una desnuda organización comunal que ya había irradiado y consumido

toda su energía histórica.

Examinemos con algo más de detenimiento las condiciones económicas, políticas y

sociales del siglo IV y veremos aclararse esta cuestión al comprobar los contrastes entre "la

época de Demóstenes y la época de Pericles"(Kitto):

1.- Las condiciones económicas: El índice más característico de los cambios que se

han operado en el siglo IV es la disminución de la población. Las continuas guerras son la

razón principal, a la cual se unen las endemias (la peste de Atenas) que –agravadas por las

privaciones alimentarias que sufría la población– hacían fácilmente millares de víctimas.

No hubo región de la Hélade que no sufriera el influjo destructor de la guerra. En las

circunstancias precarias de todo tiempo de guerra la práctica del "maltusianismo" no es de

extrañar. Los textos de la época ponen de manifiesto que la restricción de los nacimientos y

la exposición de los recién nacidos era una práctica común en el siglo IV, lo cual demuestra

la descomposición de la familia por las obligaciones que ésta impone.

El despoblamiento fue particularmente intenso en los campos debido a la

devastación sistemática de las regiones rurales que fue puesta en práctica como táctica de

guerra. El éxodo rural fue característico del siglo. Para los campesinos las guerras

significaron no sólo el abandono de sus tierras mientras estaban en campaña sino encontrar,

a su regreso, los campos de trigo incendiados, los olivares talados por el pie, los viñedos

arrancados. Reparar los daños, deforestar o resembrar implicaba siempre, no sólo gastos

19

Page 20: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

que no estaban a su alcance, sino también la angustia de ver el fenómeno de destrucción

repetirse. Aun en las cortas treguas el campesino estaba en pésima situación: en los malos

años se veía forzado a endeudarse convirtiéndose en presa de los acreedores o de los

comerciantes de bienes; en los buenos años debía enfrentarse a los malos efectos de la

sobreproducción o la escasez de mercados. Los que se refugiaron en la ciudad tomaron

gusto por la vida de buhonero, empleado de taller o a destajo y ya no pudieron acomodarse

de nuevo a la vida rural

En el Ática y en general en los Estados democráticos prevalece aún la pequeña

propiedad, pero a fuerza de dividirse por las sucesiones o la venta parcial, la tierra se

pulveriza. Los campos de labranza son ya tan exiguos que, o permanecen indivisos o no

alcanzan ya para alimentar una familia. En cambio, los grandes propietarios que producen

para la venta y que poseen un capital que les permite capear el temporal, saben sacar

provecho de la situación. El alza de los precios de los productos del campo les favorece

pues pueden multiplicar sus ganancias; pero los campesinos prácticamente no producen

excedentes destinados a la venta, consumen lo que producen y tienen que pagar caro lo que

compran, por esta razón se endeudan. Cansados de una vida miserable venden su pequeña

propiedad por lo que le den por ella y se van a engrosar el proletariado de una ciudad o a

alquilarse como mercenarios al mejor postor.

Esta es la época en que muchos se dedican a la especulación sobre las tierras no

cultivadas compradas a bajo precio y vendidas luego mucho más caras tras haberlas puesto

de nuevo en condición de producir. A pesar de la información fragmentaria que nos ha

llegado puede afirmarse que la movilidad de la tierra y la inestabilidad de la propiedad raíz

es una característica del siglo IV. Lo más notorio es la reconcentración capitalista de la

tierra en manos de una minoría de especuladores arribistas en detrimento de los campesinos

medios y de los pobres cuya miseria crece para convertirse en un proletariado rural

heterogéneo (esclavos, manumisos, metecos y ciudadanos arruinados) que alquila por corto

tiempo, y a destajo, su fuerza de trabajo en la época de siembra o en la de cosecha.

La producción de cereales –a pesar de los progresos técnicos logrados en el siglo

IV– no alcanza para satisfacer el consumo y por eso la cuestión del abastecimiento de

cereales importados y el control de las rutas comerciales para el tráfico fue preocupación

constante de las ciudades comerciales y de sus políticos. En cambio el cultivo del olivo y

20

Page 21: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

de la uva constituye la contrapartida pues se puede exportar mucho vino y aceite. En el

Ática, particularmente, el cultivo de flores y de árboles frutales es un negocio rentable y

valoriza rápidamente los terrenos, pero es una actividad agrícola muy cara, por las fuertes

inversiones que exige, y no está al alcance de los pequeños cultivadores. Los poderosos

pueden enriquecerse más con esta agricultura industrializada que produce para el comercio

e igual efecto produce el desarrollo de la industria manufacturera que cree igualmente a

expensas de los humildes.

En resumen, estamos en presencia de una nueva crisis económica y social que

sacude al mundo griego, debida, fundamentalmente, a los cambios en las condiciones de la

economía urbana y de la rural que determinaron nuevas relaciones entre el campo y la

ciudad en el momento en que Grecia perdía parte del mercado exterior debido a la pérdida

del imperialismo (en el caso de Atenas) y al desarrollo en el mundo mediterráneo de otras

áreas de competencia.

Como en los tiempos que precedieron a las reformas de Solón cada día se

ensanchaba más la brecha que separaba a aquellos a quienes la crisis favorecía (los

concesionarios de las minas, los acaparadores de tierras, los grandes armadores,

comerciantes y dueños de talleres) y aquellos a quienes la crisis lesionaba (los campesinos,

los obreros, los pobres en general). Vida difícil para los más y de molicie para los menos

tal es la herencia social dejada por las guerras.

Esto tenía que traducirse necesariamente en la pérdida del espíritu de solidaridad de

la polis, la debilitación del sentimiento cívico. En ambos bloques había razones para

quejarse: los ricos se lamentaban amargamente pues eran tratados con dureza en las

asambleas (donde dominaban los pobres) cada vez que se enfrentaba el problema de las

rentas públicas. Eran abrumados con pesados impuestos (liturgias), especialmente por la

eisphora (impuesto extraordinario sobre la renta). Los pobres, por su parte, aducían que no

podían conformarse con las limosnas de los misthoi y con los volátiles fondos del

theoricon,18 que, aunque cuantiosos, no alcanzaban para las dispendiosas funciones que

18 Los misthoi eran diferentes tipos de pequeñas indemnizaciones por los días de trabajo perdidos cuando se desempeñaba una función pública o cuando se asistía a la ecclesia. El theorikon era la caja que tenía por función proveer los gastos de las fiestas públicas (las carreras, el teatro, los espectáculos gratuitos) y los necesarios para la asistencia social y los "subsidios" a los más pobres. Era alimentado con los impuestos a los más ricos y se le asignaban gruesas sumas creyendo que así se evitaría el estallido de conflictos sociales. La popularidad de los gobernantes dependía muchas veces de la distribución de estas rentas.

21

Page 22: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

tenían que pagarse con ellos. En estas circunstancias de mala voluntad de unos contra otros

la esencia de la polis que era la concepción de una vida común en armonía quedaba

totalmente desvirtuada.

2.- Las condiciones sociales y políticas: Si tomamos sólo el caso de Atenas –por

ser su historia es la que mejor se conoce– y vemos los contrastes del funcionamiento de la

democracia del siglo IV respecto a las de la época de Pericles, nos podremos dar cuenta

rápidamente del cambio que ha sufrido en la mentalidad de los griegos el significado de la

polis. La democracia que se restauró en el año 403 a. C. –tras superar la corta y horrible

"Tiranía de los Treinta"– presenta una serie de nuevas circunstancias que revelan por sí

solas la crisis que sufre entonces la polis. El primer hecho que llama la atención es "la

dimisión política del demos". En los años que siguieron inmediatamente a la derrota de

Atenas, el pueblo parece desinteresarse por completo por los asuntos de la polis pues sólo

una ínfima minoría asistía a las sesiones de la Ecclesia. Así, el régimen corría un gran

peligro pues en tales circunstancias era posible que un grupo minoritario y emprendedor

pudiera por sorpresa imponer sus intereses como resoluciones de la polis, lo cual

significaba ir derecho a la oligarquía. El único recurso que le quedó a los pritaneos para

atraer el pueblo a la Ecclesia fue la institución de un muevo misthos. Hasta el año 400 a. C.

sólo se les pagaba a los buleutas y a los heliastas en ejercicio pero ante la creciente

abstención del pueblo se creó el misthos ecclesiastikos, que era el pago de una determinada

cantidad a los que asistieran a las sesiones de la Ecclesia. Si bien es verdad que el nuevo

misthos atrajo a los indigentes a las asambleas también es verdad que alejó de ellas a la

élite culta, a los viejos dirigentes de la democracia, quienes no vieron más utilidad alguna

en asistir a unas asambleas donde dominaba la chusma, dispuesta a dar sus votos a

cualquier demagogo que supiera halagarla para hacerse elegir como arconte o para

cualquier otra función pública que le interesara por razones particulares.

Lo realmente criticable al establecimiento del misthos ecclesiastikos no es tanto la

carga económica que significó para el Estado sino la distorsión de los ideales democráticos

que se había operado en Atenas: ahora era necesario pagar a los ciudadanos para que se

sintieran estimulados a cumplir con el antiguo deber de participar en los asuntos de la polis,

cosa que en tiempos de Pericles se tenía a título de orgullo. La carga financiera no era, por

demás, demasiado pesada para el Estado pues la cantidad a distribuir se fijaba de antemano

22

Page 23: La Crisis Del Siglo IV a. C. en Grecia

para todo el año y para cada sesión de la Ecclesia, de tal manera que sólo obtenían su

"ficha" de asistencia los que llegaran antes de que el montante del día se agotase. De ahí la

cola de indigentes madrugadores que se peleaban por los primeros puestos en los días de

sesión.

Los efectos económicos que hemos descrito en párrafos anteriores quizá nos den la

razón de ser de esta anomalía: la existencia en el Ática, tanto en el campo como en la

ciudad, de una masa de indigentes más interesados en la búsqueda del pan cotidiano que en

los destinos políticos de la democracia. Pero era precisamente esa democracia la que, con la

misthophoria, proporcionaba al proletariado, si no un medio de vida, al menos la

subsistencia, porque en un régimen igualitario donde todavía perdura el sorteo para la

provisión de ciertos cargos, los diferentes misthoi le permitían a muchos aliviar su miseria.

Es más, como el proletariado forma ahora la mayoría, tiende a constituirse en el conductor

de la república votando decretos y administrando justicia en los numerosos tribunales que

se constituían reclutando sus miembros entre los seis mil heliastas electos por sorteo todos

los años. Tanto en la Ecclesia como en los tribunales los indigentes buscaban mejorar su

condición, bien sea a expensas del tesoro que alimentaba sólo la minoría pudiente, bien sea

en los tribunales sacándoles de alguna manera dinero a los más ricos. La multitud, atizada

por los demagogoi que ahora pululan en la vida política sabe explotar su mayoría para

procurarse bienes. Esta era la circunstancia que exasperaba a Platón quien negaba al pueblo

las posibilidades de tener recto juicio:

"...cuando en las asambleas políticas, en los tribunales, en el teatro, en el campo o en cualquier otra reunión pública, desaprueban con grandes gritos o aprueban con grandes aplausos ciertas palabras o ciertas acciones, igualmente enajenados tanto en las rechiflas como en los aplausos, cuyo eco redoblan las bóvedas y las rocas, aumentando así el estruendo de la reprobación o del elogio"19

Otro rasgo característico de la democracia del siglo IV fue la multiplicación de los

procesos contra reales o presuntos "adversarios de la democracia". Cualquier ciudadano

podía delatar o constituirse en acusador de otro ciudadano como sospechoso de conspirar

contra el sistema democrático. Si la acusación prosperaba y el sospechoso resultaba

culpable, sus bienes eran confiscados y una buena parte de ellos iban a manos del acusador,

el resto servía para pagar a los jueces.

19 Platón. La República, 492 b-c.

23

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Se dirá que en el siglo anterior también se expulsó de Atenas a los sospechosos de

ser un peligro para la democracia por no compartir las decisiones del demos, pero había una

gran diferencia en el procedimiento: durante el sexto pritaneo la Ecclesia se reunía

exclusivamente para decidir si había algún ciudadano en Atenas que mereciera el

ostracismo por ser opositor a las decisiones del demos, pero no había proposición de

nombres; se dejaba a los ciudadanos decidir sin presiones. Si algún nombre aparecía seis

mil veces en las ostracas destinadas al efecto, al ciudadano se le aplicaba el destierro

preventivo,20 pero no perdía ni sus bienes ni su condición de ciudadano. En el siglo IV la

delación (sykophancia) se transformó en un mecanismo de chantaje y las víctimas de la

acusación no eran tanto "adversarios de la democracia" como hombres de fortuna. Por eso

Isócrates decía –no sin cierta exageración– que entonces en Atenas:

"… era más peligroso parecer rico que ser criminal (...) porque aquellos en cuyas manos estaba el gobierno de la polis, no sólo no castigaban a los delincuentes, sino que robaban a los hacendados y miraban (...) a los ricos como sus declarados enemigos"21

Demóstenes, por su parte, describe al sykophante en términos que no dejan dudas

sobre la repugnancia que le inspira:

"...Atraviesa el ágora irguiendo su aguijón como una víbora o un escorpión, yendo de aquí para allá, buscando con sus ojos quién será el ciudadano que puede ser la víctima de su ponzoña, para lanzar contra él una injuria, una calumnia con la cual lo atemorizará para extorsionarlo sacándole dinero."22

El abuso de esos procedimientos falseaba el libre juego de las instituciones y alejaba

cada vez más a la gente sensata de la actividad política, la cual va tomando cada vez más

un carácter "profesional" y deja de ser, como antaño, el "deber" de todos los ciudadanos

(politai).

Las figuras dirigentes de las exiguas asambleas no son ya los funcionarios

responsables del Estado ni los hombres cultos y ricos de las viejas familias a quienes el

pueblo confiaba en el siglo anterior la dirección de la ciudad; ahora son "hombres nuevos"

20 Se le daba el plazo de diez días para abandonar a Atenas por un lapso de 10 años. Pero esta medida extrema no se consideraba un "castigo" sino una simple "prevención".

21 Isócrates, Contra Eutino, 160.22 Demóstenes, Contra Aristogitón, 1, 52.

24

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salidos de la burguesía industrial, poseedores de una reciente fortuna surgida de los

negocios o de los talleres y no de la sabia valorización de un patrimonio heredado.23

Estos "nuevos ricos" y también "neodirigentes" ignorantes y ambiciosos hubieran

provocado la hiriente ironía de Aristófanes en el siglo anterior, pero ahora eran los líderes

de Atenas. Algunos son hábiles en la palabra para manejar la Ecclesia a su antojo, y los que

no lo son tanto saben proveerse de su orador profesional que habla en su nombre y de una

clientela particular que vota sus proposiciones.

De esta forma la actividad política se fue convirtiendo en un oficio, en una nueva

profesión con empleos diversos: unos encargados de convencer, los oradores, otros como

especialistas en finanzas, otros como técnicos de guerra... Este hecho era contrario a la

esencia de la polis pues, como dice Kitto:

"La polis estaba hecha para el aficionado. Su ideal era que cada ciudadano (más o menos según la polis fuera democrática u oligárquica) desempeñara su papel en todas sus múltiples actividades, un ideal que procedía de la generosa concepción homérica de la areté como una excelencia completa y una actividad total. Esta filosofía encierra un respeto por la totalidad o la unicidad de la vida y su consiguiente desagrado por la especialización..."24

La polis clásica reducía al extremo el campo de acción del experto profesional, pero

en aquellos tiempos la vida era simple y las funciones públicas que el ciudadano debía

desempeñar no eran difíciles de aprender y tenían su debido tiempo para realizarse, de

manera que la vida política y la vida particular de cada quien eran perfectamente

compatibles. Ahora, "el progreso" había hecho de los asuntos políticos, sobre todo los

económicos y militares algo tan complejo que exigían verdaderos "técnicos" a la hora de

encontrar y saber administrar nuevas fuentes de recursos financieros; también los generales

debían ser "profesionales" para dirigir la guerra tanto en tierra como en el mar.

A partir de la guerra del Peloponeso el carácter de los ejércitos griegos cambió

notablemente: el ejército de ciudadanos compuesto principalmente de hoplitas pesadamente

armados cedió paso a las tropas de mercenarios (otra negación del espíritu de la polis) en

las que tomaba cada día más importancia la infantería ligera (los peltastes) cuyo papel en el

combate daba a la batalla una nueva forma. También en este campo se operó el fenómeno

23 Véase Claude Mossé, Les Institutions Grecques, Librerie Armand Colin, París 1967, pp. 39-40.24 Kitto, Ob. cit., p. 221.

25

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de la especialización. La táctica militar se perfeccionó y adquirió tal importancia que

también quedó fuera del alcance del ciudadano común, del "ciudadano-soldado" o "el

ciudadano-general". Un Pericles –a la vez líder, estadista y eficaz comandante de tropas–

ya no era posible en estos tiempos. Hacer la guerra era una nueva "profesión" que requería

estudio, preparación y destreza. Con la táctica naval sucedió lo mismo y ninguna polis,

salvo Esparta, en los comienzos del siglo, estaba en capacidad de formar ejércitos y

tripulaciones profesionales con ciudadanos que tenían que ganarse la vida en el trabajo

cotidiano. Así que, también en el aspecto militar la vieja polis ya resultaba ineficaz y sólo

la gran unidad o confederación política (en este caso el Imperio ateniense) podía brindar los

medios de lograr una flota y un ejército con el grado requerido de especialización.

En resumen, tanto en las condiciones económicas como en las sociales y políticas lo

que encontramos en el siglo IV a. C. es que en toda Grecia la brecha entre ricos y pobres

produce terribles enfrentamientos en todas las poleis, que no son ya sociedades de hombres

libres unidos por intereses comunes sino un campo de lucha de clases y partidos.

3.- Las condiciones de la vida intelectual: El individualismo propio del siglo IV

invadió también el campo de las manifestaciones artísticas, filosóficas e intelectuales en

general. Ese individualismo cuyos excesos fueron dañinos para el espíritu de la polis,

produjo, en cambio, efectos renovadores en las ciencias y, sobre todo, en las artes pues los

artistas se sintieron más libres para expresar la sensibilidad y la personalidad propias, antes

refrenadas por la necesidad de satisfacer el gusto colectivo. Tuvieron más libertad para la

creación y la expresión de los propios sentimientos.

La escultura comienza a representar los rasgos individuales con una libertad

desconocida hasta entonces. En el siglo anterior Mirón, Fidias y Policleto habían intentado

plasmar en el mármol o en el bronce valores ideales o universales. En este siglo, sin romper

de plano con la herencia del período anterior, Praxiteles, Escopas y Lisipo –cada uno con

su particular estilo– se inspiran más bien en los rasgos individuales o estados anímicos

transitorios. Frente a la serenidad de espíritu y el idealismo de las obras escultóricas de los

artistas de la época de Pericles, las obras de los escultores del siglo IV dan una impresión

de un gran realismo expresado bien sea en situaciones patéticas, bien sea en misticismo e

incluso sensualidad.

26

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En el teatro sucede un fenómeno semejante; se aceleró la tendencia que ya había

aflorado con Eurípides, de irse apartando de los temas universales y paradigmáticos para

dar cabida a las pasiones agitadas puestas en juegos por personajes anormales como Electra

y Orestes. La tragedia se fue agotando de tanto repetir los mismos temas que ya no atraían

al público, en cambio la comedia encontró en las críticas circunstancias políticas y sociales

la ocasión para renovarse pero, igualmente, dejando ya de lado la sátira política y a los

personajes oficiales de Atenas, que en el siglo anterior eran el blanco de los chistes,

algunos de ellos bastantes obscenos, para inspirarse más bien en personajes de la vida

cotidiana y en las costumbres populares ironizadas con exageración pero en forma realista.

Profesionales chambones, cocineros jactanciosos, parásitos sociales, mujeres vulgares,

como los personajes que introdujo el meteco Alexis en el escenario, devinieron en

personajes típicos de la comedia del siglo IV.

Tanto la escultura como el teatro reflejan la debilitación del espíritu de la polis en el

que no tenía cabida el individualismo: se empieza a representar a hombres y no al hombre.

Lo bello en esta época, más que el esplendor de la verdad universal y eterna, es la relación

perfecta de la realidad y de la intimidad.25

La filosofía es particularmente interesante para comprender el dilema trágico de la

mente griega frente a la crisis de la polis en el siglo IV. Los más grandes representantes del

pensamiento especulativo griego en este siglo –Platón y Aristóteles– aferrados a la idea

tradicional de que la polis era el medio perfecto para el desarrollo de la vida humana,

dedicaron buena parte de su obra a la construcción teórica de la polis ideal, y lo hicieron,

precisamente, porque la polis real no les era soportable. Otros pensadores, por el contrario,

prescindieron en absoluto de la polis y concentraron su pensamiento en descubrir en qué

consistía para el hombre individual la verdad, el bien o la felicidad.

En Atenas, por lo menos, las respuestas fueron tan variadas que bien puede

afirmarse que la polis ya no educaba a sus ciudadanos dentro de un determinado patrón de

virtud sino que la inseguridad sobre lo que era el bien para el hombre daba origen a las más

variadas posiciones frente al problema. Antístenes, fundador de la escuela llamada

"cínica",26 enseñó que el hombre debía asemejarse al animal en estado de naturaleza, que se 25 Véase Kitto, Ob. cit., pp. 219-221.26 Sobre el nombre dado a esta escuela hay dos interpretaciones. Para unos toma su nombre del gimnasio de

Cinosargos, donde Antístenes fundó su escuela y para otros se debe a que sus discípulos presumían de llevar

27

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satisface con sólo lo realmente necesario para la vida, se defiende él solo sin tener en

cuenta las opiniones de los demás y no le importan para nada los convencionalismos

sociales, la religión o el patriotismo, los cuales no son más que prejuicios. Las nociones de

felicidad o desgracia, de riqueza o de pobreza son subjetivas y dependen de las ambiciones

de cada cual. Sin dejar de reconocer la afectación en que cayeron algunos los cínicos, vale

la pena insistir en su desdén por la polis y las posibilidades de vida que ella brindaba.

Diógenes de Sínope, –de quien se cuentan extravagantes anécdotas– renunció a ella para

irse a vivir en un tonel a la orilla de un río a vivir de la caridad pública y de la benevolencia

de sus amigos. También puede citarse el caso de Crates de Tebas que renunció a una gran

fortuna para vivir, vestido de harapos, mendigando en las calles de Atenas.

Otra corriente filosófica de este siglo fue la que siguió las enseñanzas de Aristipo de

Cirene quien encontró en el hedonismo el refugio contra la inseguridad de la vida política.

Puesto que nada es seguro en esta vida y puesto que es imposible conocer la verdad, lo que

son las cosas en sí mismas –pues todo se reduce a sentimientos y sensaciones–, lo único

que le queda al hombre para sentirse feliz es gozar intensamente de todo lo que le produzca

placer siempre que se esté en capacidad de vencer la pasión, porque –para los cirenaicos– el

ideal era "conquistar sin ser conquistado", es decir, el hombre dominando al placer y no el

placer dominando al hombre.

Las reflexiones sobre los efectos de la crisis del siglo IV a. C. en la mente griega,

podrían multiplicarse, pero –aparte de que sería demasiado osado para nosotros adentrarnos

en terreno ajeno– no es necesario para nuestro propósito, que se limita a intentar demostrar

cómo los cambios operados en la economía, la política y la sociedad, desarrollaron en

forma creciente el individualismo que marca el fin de la polis como forma política pues, en

función de los cambios operados, –como dice Kitto– "la ciudad-estado ya no brindaba un

modo de vida tolerable"27

la vida natural del perro. 27 Kitto, Ob. cit., p. 216.

28

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III- LA TEORÍA POLÍTICA FRENTE A LA CRISIS:28 Precisamente por ser

una época de crisis, el siglo IV a. C. es el gran siglo del pensamiento político griego pues

en él se originaron doctrinas ricas en consecuencias de diversa índole en el futuro

desarrollo de la "ciencia política". Los teóricos de este siglo están contestes en que el

problema original, del cual se desprenden todos los demás, es el gran desequilibrio social

originado por la desaparición de la clase media campesina que produjo la inmensa brecha

existente entre la extrema pobreza de las mayorías y la gran riqueza de unos cuantos

privilegiados. Por primera vez la realidad económica y social se inserta en la base del

razonamiento abstracto sobre las diversas formas de politeia que la polis había adoptado o

podría adoptar si se modificaban esas condiciones económico- sociales.

1.- Frente a los problemas sociales: Algunos autores llegaron a proponer la

eliminación total o parcial de la propiedad privada sobre las tierras y sus frutos y hacer de

éstos y de los instrumentos de trabajo (hombres, animales y herramientas) bienes comunes

del conjunto de ciudadanos.29 Otros autores ven la solución en el restablecimiento de una

numerosa clase media que, constituida en mayoría, daría a la sociedad un carácter

equilibrado, moderado y pacífico porque, como decía Aristóteles, partidario de esta tesis:

"...esta clase de ciudadanos es la que tiene mayor estabilidad en las ciudades, pues ni codician como los pobres los bienes ajenos, ni lo suyo es codiciado por otros como los pobres codician lo de los ricos"30

La clase media formada por medianos propietarios libres e independientes, es el

equilibrio entre la riqueza y la pobreza, y se caracteriza porque prefiere la seguridad y la

estabilidad y por eso es enemiga de las agitaciones turbulentas del populacho y de la

política belicista de los demagogos.

28 Este punto es complejo y extenso y merece un estudio detenido apararte, pero nos pareció que este pequeño ensayo quedaría incompleto si no incluíamos aunque fuese un esbozo de las grandes líneas del pensamiento político en el siglo IV para ver, aunque sea a grandes rasgos, la reacción de los teóricos frente a la crisis que ocasionó la desaparición de la polis. El tema lo hemos tratado más extensamente en un curso electivo que hemos dictado varias veces en la Escuela de Historia de la U.C.V. bajo el título de "Raíces clásicas de la democracia y de la antidemocracia modernas". Actualmente preparamos un pequeño ensayo con ese expreso título.

29 Estas teorías del siglo IV, llamadas "comunistas" por algunos autores, no han llegado hasta nosotros con suficientes detalles, como para ponernos a especular aquí sobre ellas. Fueron propuestas por Hipodamo de Mileto y Phaleas de Calcedonia. Platón propone el "comunismo" en La República, pero en Las Leyes, abandona resueltamente estas ideas.

30 Aristóteles, Política, IV, 9, 1295 b, 30-32.

29

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Como remedio a la miseria del campesinado miserable que no encontraba en

Grecia los medios para vivir dignamente, algunos dejaron entrever la posibilidad de una

nueva colonización semejante a la que habían hecho los antepasados por toda la cuenca

mediterránea durante los siglos VIII a VI a. C. Pero en el siglo IV ya no había "tierras

vírgenes" en la zona. Sería necesario arrancar tierras bien sea a pueblos más atrasados,

como algunas tribus de Tracia, bien sea a los persas, principalmente en la región del Asia

menor, que había sido "civilizada" por los griegos y relativamente fácil de "reconquistar"

dada la decadencia del poder de los persas. Esta última posibilidad fue la que propuso

Isócrates en su Panegírico cuando exhorta a todos los griegos a… "hacer la guerra a los

bárbaros y estrechar más entre vosotros la amistad y la confianza"31 y cuando les recuerda a

los antepasados que, en condiciones semejantes a las del presente, "juntaron a los más

necesitados, vencieron con ellos a los bárbaros, fundaron poblaciones en uno y otro

continente y enviaron a todas las islas colonias diferentes".32 Pero, por no existir la

condición previa –la paz entre los griegos– para emprender conjuntamente la conquista de

nuevas tierras de colonización, era precisamente lo que impedía la realización de este deseo

de Isócrates. Tuvo que venir Alejandro Magno para realizar, de otra forma, ese sueño.

2.- Frente al problema político: En general, los escritores y filósofos que

vivieron en la Atenas del siglo IV a. C, más o menos mezclados a la política, se muestran

hostiles a la democracia pero, más que los principios del sistema, lo que los aleja de ella es

la realidad del medio ateniense en ese entonces, cuando el demos se confundía cada vez

más con la masa miserable de hombres libres –producto de la crisis económica– que ahora

formaba la mayoría en la Ecclesia y que era proclive a la anarquía, a la improvisación, al

abandono de las costumbres ancestrales y que –sostenida por la misthophoria33 y otros

"subsidios"– vegetaba en la ociosidad y pesaba fuertemente sobre el tesoro público. Esto

fue lo que hizo que los pensadores atenienses –pertenecientes en su mayoría a un medio

social elevado– rechazaran un régimen fundamentado en la igualdad de todos: ricos y

pobres, buenos y malos, filósofos e ignorantes. En estas condiciones el principio mismo del

sistema, la soberanía ejercida por demos ignorante no podía satisfacerles. Pero no todos los

adversarios de la democracia llegan a las mismas conclusiones. Aristóteles propone como

31 Isócrates, Discursos completos, (El Panegírico), Iberia, Barcelona 1961, Vol. I, p. 51.32 Ib. id. p. 5733 Retribución que se pagaba por los servicios públicos.

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salida una democracia moderada dominada por la clase media, lo cual podría considerarse

también como una forma moderada de gobierno oligárquico.34

Isócrates condena con vehemencia la democracia contemporánea, pero no pide

abolir el sistema sino retornar a la patrios politeia, a la "constitución ancestral", que hizo de

Atenas, en otro tiempo, la ciudad más poderosa y admirada de Grecia.35

Jenofonte, por su parte, asoma como remedio a la democracia en crisis, el hacer

cada vez mejores ciudadanos y, para lograr esto, poner el gobierno en manos de un hombre

superior, respetuoso de las leyes, quien, por su poder y, sobre todo, por su ejemplo, sería el

único capaz de realizar la transformación que exigían el estado de anarquía y los

desórdenes políticos y sociales de su tiempo. Sostiene Jenofonte que..."los hombres

obedecen más gustosamente a aquél que juzgan más ilustrado y más conocedor que ellos

mismos de sus propios intereses".36

Sólo Platón considera a la democracia un régimen viciado desde su base porque,

según él, el fin del Estado es buscar la justicia y en una polis democrática, quien dirige el

Estado es –en fin de cuentas– la opinión de la multitud la cual, reunida en asamblea, jamás

podría determinar lo que es justo y lo que no lo es. Platón preconizaba la sophocracia, el

gobierno de los sabios, y en el conjunto de su teoría del conocimiento sostiene que el

verdadero saber, la ciencia, esta reservada a un pequeño número de elegidos. El pueblo no

puede ser filósofo y por lo tanto está incapacitado para gobernar, sobre todo porque –si la

función del buen gobierno debe basarse en la búsqueda de la justicia– la democracia por, su

esencia, es ya una injusticia o, al menos, el régimen menos justo de todos, porque "concede

indistintamente una especie de igualdad tanto a los que son iguales como a los que no lo

son". Es cierto que Platón hace a la democracia la concesión de considerarla –a primera

vista– como "el más placentero de los sistemas" ya que permite a los hombres de todos los

caracteres "vivir más a gusto" pero es, precisamente, porque cada cual "puede hacer lo que

se le antoje", por lo que el sistema no sirve ya que es anárquico e inestable.37

34 Véase Aristóteles, Política, IV, 9, 1295 b, 1-40 y 1296 a 1-10.35 Véase Isócrates, El Panegírico de Atenas, en Discursos Completos, Vol. I, pp. 49 y ss.36 Jenofonte, Ciropedia, I, 6, 21.37 Todas las citas de Platón en este párrafo están tomadas de La República, Coloquio VII, passim.

31

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Ahora bien, si a ver vamos, –por interesantes que nos parezcan– no hay que

exagerar el significado de las ideas o posiciones teóricas que hemos resumido ya que ellas

no tuvieron en su tiempo efecto práctico alguno, porque ninguno de esos autores pensó

jamás en un programa concreto para realizar su ideal38 ni se mezclaron personalmente en

las discusiones de la Boulé o de la Ecclesia buscando ejercer un rol político más eficaz.

Fueron esencialmente teóricos o educadores que se limitaron a explicar sus teorías en el

reducido ámbito de sus discípulos convencidos como estaban de que, en fin de cuentas, la

educación era el único remedio eficaz y general para los males que padecía la polis. Por

otra parte el destino de Grecia no lo determinaron las doctrinas políticas sino el hecho

brutal de la conquista macedónica que impuso el tipo de gobierno que habría de prevalecer

en Grecia y en todo el Oriente próximo por varios siglos: la monarquía helenística.

38 Platón viajó varias veces a Sicilia con la esperanza de poder realizar con Dionisio el Joven su ideal del Rey filósofo pero su "experimento" fue un fracaso lastimoso ya que el joven siracusano resultó ser un libertino, ingrato y mezquino que prefirió los "más agradables" consejos del hedonista Aristipo de Cirene que colaborar con Platón en la fundación del "Estado filosófico".

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