la alucineta nº 53

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temporada dos - edición número cincuenta y tres la alucineta - domingo seis de noviembre del once

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Revistita cultural semanal!

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Page 1: La Alucineta Nº 53

temporada dos - edición número cincuenta y tres

la alucineta - domingo seis de noviembre del once

Page 2: La Alucineta Nº 53

La Alucineta.-

Un Hermano

Vamos a pintar el mundo de violeta, rosa, verde, verde musgo, rojo!

Es un cierto amor que me hace doler saber cuanto vas a sufrir todavía, anular su alma sana y verdadera es como matarme. No saquen su verdad!

Pero sonrió tanto de saber la verdad de su alma que duermo creyendo que todavía vamos a encontrar nuestro lugar.

No lo toque, no le hable, no lo lastime!

Pavada, habrá una hora en que él mismo se va a las-timar, él mismo se tocará y él mismo se va hacer mojar.

Él hombre flaco, gordo, lindo, tonto, será él, será una historia, seré yo.

Todo lo mío que puedo pasar, todo de él que puede guar-dar, todos los cortes que se puede acordar y con mucho todavía para soñar.

No necesitamos de tatuajes, nuestras almas llevaran tantas que nos va a faltar espacio, color y hasta coraje para recordarlas.

Sonreiremos por vernos verdad.

Si hoy ya busco consuelo en su hombro y él conoci-miento y diversión, espero solamente, poder hacerlo son-reír hasta en la oscuridad; pinto de azul.

Ana Paula Junqueira.-

Page 3: La Alucineta Nº 53

La Alucineta.-

Cansado de todo

Dio mil vueltas en la habitación, no tenia mucho mas para hacer tampoco, había estado encerrado todo el día, apenas había dormido y eso no lo reconfortaba para nada. Ya no solía fumar con frecuencia pero esa noche fulmino una caja de habanos sin darse cuenta, el caballito blan-co lo paso como si fuera agua de la canilla, que goteaba para aumentar sus nervios y aumentar la boleta a fin de mes, pero eso poco importaba.

Siempre fue un tipo muy cerebral, demasiado cere-bral, siempre fue un cliché de películas, un Pierre de Gaspar Noe, un Maximilian de Darren Aronofsky, aunque sin matafuegos ni taladros en el baño, aunque si con ese dolor intenso que no lo dejaba tranquilizarse.

En medio de una migraña que le hacia parpadear y tartamudear dijo -La Puta! y pensó en llamar por telé-fono por veinteava vez, pero así como agarro el tubo lo tiro sobre el sillón y casi rompe una pequeña mesa que tambaleaba con solo tener la guía de teléfonos encima, que, desquiciado, comenzó a romper, llenando de hojas la habitación, poco mas grande que un garage, digamos unos nueve metros cuadrados, aunque bastante bien acomoda-dos, la pequeña mesita del teléfono, un sillón indivi-dual frente a una mesa de juegos con un ajedrez a medio terminar, un PC sobre una esquina y dos pequeñas repi-sas enfrentadas llenas de libros, algunos muy grandes y otros muy pequeños, sin contar los tres cuadros que re-posaban sobre la pared donde ahora se acurrucaba casi sollozando por su estado.

Cansado de todo se puso de pie y extendiendo los bra-zos grito a viva voz -Arnet y la Puta que te Parió!

Facundo Martín.-

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La Alucineta.-

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La Alucineta.-

Arne Bloch Pedersen.-

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La Alucineta.-

“NADA“

Nada es más satisfactorio que prender la tele y que no haya nada interesante para ver, y que toquen la puerta y sea una persona que pregunte “¿acá es la casa de Vicedo?” y decir, “no, es al lado”, volver y ver que en la tele empezó el festival Woodstock, transmitido por MuchMusic.

Nada es más placentero que fotografiar a un niño con cinco sonrisas diferentes, cabello gracioso y vivaces corridas con el perro.

Nada es más místico que tocar la guitarra con cinco personas más que acaba uno de conocer, sentados todos en el piso, en una noche inesperada, que conviden con un vinito o una cerveza, que todos sepan las cancio-nes y todos canten, pero repito, personas que acaba uno de conocer, y sin embargo, ver en cada uno de los otros espejismos de uno mismo y percibirse como si los cono-ce desde siempre, de toda la vida, y al rato olvidar que existe un afuera de esa ronda de personas, de ese espa-cio de piso.

Nada es más especial que ir a un recital y ver como los pies se salen del suelo porque la adrenalina es mu-cho más, y sentir a la gente apretujar, a todos contra todos, y estar en el medio del tumulto y los gritos, y percibir que ningún rato es más feliz que ese donde la banda toca la canción que más hace vibrar.

Nada es más fabuloso que perder varios sentimientos un día, de la nada, y al otro, encontrar tirados en la vereda todos los sentimientos que se le cayeron al ve-cino, y robarlos.

Nada es más apacible que llegar a las 7 de la mañana un sábado, con los ojos y los pies rotos, abrir la hela-dera y encontrar una pizza que sobró la noche anterior y un poco de cerveza negra, y bailar un rato más con la pizza en la mano porque eso no sucede todos los días.

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La Alucineta.-

Nada es más gracioso que dormir sin almohada, apa-recer a las seis de la mañana en otra cama, despertar de golpe, pensar que son las ocho de la mañana, mirar el reloj, ver que son las doce del mediodía, y putear por-que el despertador no sonó, o sonó, pero no se hizo oír.

Nada es más grato que divisar por el mirador cuando golpean la puerta, y no atender si no es alguien espe-rado o interesante, dar la vuelta y regresar al comedor como si nada.

Nada es más increíble que saber que el amor de tu vida está escondido detrás del muro de la casa de la esquina opuesta a la calle perpendicular a la que cruza con la paralela de la Fray Luis Beltrán, y sin embargo, no ir a buscarlo y quedar en casa oyendo Maybe de Janis Joplin.

Nada es más inquietante que armar un ritual para preparar el mate y que aparezca alguien que moja la yerba por completo, y después se caga de risa.

Nada es más beneficioso que vivir un poco en una burbuja de uno, de uno, y de nadie más, y estar un poco afuera, afuera de todo, de las opiniones, de las burlas, de los chismes, de la frivolidad, de la moda, de la fal-sedad y de la aceptación social.

Nada es más emocionante que comprar una casa rodan-te y viajar hasta El Bolsón con un malabarista y dos acróbatas de circo.

Nada es más infalible que oír Bob Marley a las diez de la mañana tomando licuado de banana y pensando que hubiese sido lo mejor del mundo haber nacido en Jamai-ca, en el rayo del sol, con las playas y las rastas por doquier.

Nada es más bello que comer mandarinas en el pasto con el sol de invierno a las tres de la tarde, recordan-do cómo se sentía tener cuatro años aquel verano donde

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La Alucineta.-

arte

y e

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e.-

Marian Stori.-

tragar las semillas significaba que iba a crecer una planta en el estómago.

Nada es más hermoso que oler flores del patio escu-chando Verde llano, de Spinetta, y bailando cual danza-rín de las aguas marrones del Paraná, con milanesas de pollo cocinándose dentro de casa.-

Juli Ramos.-