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  • 7/25/2019 Koyre Del Mundo-cerrado

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    DEL MUNDO CERRADOAL UNIVERSO INFINITO

    por

    ALEXANDRE KOYR

    S I G L O V E IN T IU N OD E E S P A A E D I T O R E S

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    Traduccin de

    CARLOS SOLS SANTOS

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    siglo veintiuno de espaa editores, saPRINCIPEDEVERGARA,78.28006MADRID.ESPAA

    siglo veintiuno editores, saCERRODELAGUA,248.04310MEXICO.D.F.

    Todos los derechos reservados. Prohibida la reproduccin totalo parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya seagrfico, electrnico, ptico, qumico, mecnico, fotocopia, etc.)y el almacenamiento o transmisin de sus contenidos ensoportes magnticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tiposin permiso expreso del editor.

    Primera edicin en espaol, abril de 1979Decimoprimera edicin (4.ade Espaa) en espaol, d iciem bre d e 1999

    SIGLO XXI DE ESPAA EDITORES, S. A.

    en coedicin con

    SIGLO XXI EDITORES, S. A.

    Primera edicin en ingls, 1957

    Ttulo original: From the closed world to the infinite universeJohns Hopkins University Press, 1957

    DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

    Impreso y hecho en EspaaPrinted and made in Spain

    Diseo de la cubierta: Juan Jos Barco y Sonia Alins

    ISBN: 84-323-0349-6Depsito legal: M. 48.533-1999

    Impreso en Closas Orcoyen S L Polgono Igarsa

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    INDICE

    PREFACIO ..........................................................................................................................

    IN T R O D U C C IO N .............................................................................................................

    i . e l f i r m a m e n t o Y l o s c i e l o s (Nicols de Cusa y Marcellus Palingenius) ..........................................................

    I I . LA NUEVA ASTRONOMIA Y LA NUEVA METAFISICA (N. Co-pmico, Th. Digges, G. Bruno y W. Gilbert) .........

    I I I . LA NUEVA ASTRONOMIA CONTRA LA NUEVA METAFISICA(El rechazo del infinito de Johannes Kepler) .........

    IV. COSAS NUNCA VISTAS E IDEAS JAMAS SOADAS: EL DES

    CUBRIMIENTO DE NUEVOS ASTROS EN EL ESPACIO DEL

    MUNDO Y LA MATERIALIZACION DEL ESPACIO (Galileoy Descartes) .......................................................................

    v . e x t e n s i o n i n d e f i n i d a o e s p a c i o i n f i n i t o (Descartes

    y Henry More) ................................................................v i . d i o s y e s p a c i o , e s p r i t u y m a t e r i a (Henry More) ...

    VII. e s p a c i o a b s o l u t o , t i e m p o a b s o l u t o y s u s r e l a c i o -

    n e s c o n d i o s (Malebranche, Newton y Bentley) ...

    v i n . l a d i v i n i z a c i n d e l e s p a c i o (Joseph Raphson) ...

    IX. DIOS Y EL m u n d o : ESPACIO, MATERIA, ETER Y ESPIR ITU

    (Isaac Newton) ................................................................X. ESPACIO ABSOLUTO Y TIE MPO ABSOLUTO: EL MARCO

    d e l a a c c i o n d i v i n a (Berkeley y Newton) ..............

    XI. EL DIOS DE LOS DIAS LABORABLES Y EL DIOS DEL SABBATH

    (Newton y Leibniz) .........................................................

    X II. CONC LUSION: EL ART IFICE DIVINO Y EL DIEU FAINEANT.

    INDICE DE ILUSTRACIONES...................................................................................

    INDICE ANALITICO

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    PREFACIO

    Al estudiar la historia del pensamiento cientfico y filosfico

    de los siglos xvi y xvn (de hecho, estn tan ntimamenteinterrelacionados y conectados entre s que, si se separan,se tornan incomprensibles), me he visto una y otra vez forzado a reconocer, como tantos otros antes que yo, que durante este perodo el pensamiento humano, o al menos eleuropeo, sufri una profunda revolucin que transform elmarco y los patrones de nuestro pensamiento, de la que la

    ciencia y filosofa modernas constituyen a la vez la raz yel fruto.

    Esta revolucin o, como tambin se la ha l lamado, estacrisis de la conciencia europea se ha descrito y explicadode muy distintos modos. As, mientras que es algo comnmente admitido que el desarrollo de la nueva cosmologa,que sustituy al mundo geocntrico e incluso antropocntri-

    co de la astronoma griega y medieval por el heliocntricoy, ms tarde, por el universo sin centro de la astronomamoderna, desempe una funcin suprema en este proceso,algunos historiadores principalmente interesados en las imp licaciones sociales de los cam bios esp irituales han sub rayado la supuesta conversin del espritu humano de la teora a la praxis, de la scientia contem plativa a la scientia activa

    et operativa, la cual t ransform al hombre de espectadoren dueo y seor de la naturaleza. Aun otros han puesto derelieve la sustitucin del patrn teleolgico y organicista delpensam ien to y la explicacin po r el pa tr n m ecnico y causal que conducira en ltimo trmino a la mecanizacinde la visin del mundo, tan preeminente en la poca moderna, especialmente en el siglo xvm. Hay incluso quienes sehan l imitado a describir la desesperacin y confusin inducida por la nueva filosofa en un mundo del que haba

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    2 Alexandre Koyr

    desap arecido todo ra stro de coherencia y en el que los cielosya no proclamaban la gloria de Dios.

    Por lo que a m respecta, en mis E stud ios galileanos hetratado de definir los patrones estructurales de la vieja y dela nueva visin del mundo, intentando determinar los cam

    bios alum brados p o r la revolucin del siglo x v i i . Me parecaque se podan reducir a dos acciones fundamentales e ntimamente relacionadas, que caracterizaba como la destruccin del cosmos y la geometrizacin del espacio; es decir, la

    sustitucin de la concepcin del mundo como un todo finitoy bien ordenad o, en el que la es truc tura espacial incorp orab auna jerarqua de perfeccin y valor, por la de un universoindefinido o aun infini to que ya no estaba unido por subordinacin natural, sino que se unificaba tan slo mediante laidentidad de sus leyes y componentes ltimos y bsicos. Lasegunda sustitucin es la de la concepcin aristotlica del

    espacio (un conjunto diferenciado de lugares intramunda-nos) po r la de la geom etra eucldea (una extensin esencialmente infinita y homognea) que, a partir de entonces, pasaa considerarse idntica al espacio real del mundo. Como esobvio, el cam bio esp iritual q ue estoy describiendo no se pro dujo mediante una mutacin repentina. Tambin las revoluciones exigen tiempo para realizarse; tambin las revolucio

    nes poseen historia. As, las esferas celestes que cean elm undo, m antenindolo unido, no d esaparecieron de un golpecon una poderosa explosin; la burbuja del mundo creci yse hinch antes de estallar, confundindose con el espacioque la rodeaba.

    De hecho, la senda que lleva del mundo cerrado de losantiguos al abierto de los modernos no era muy larga: esca

    samente cien aos separan el De revolutionibus orbium coelestium de Copmico (1543) de los Principia philosophiae de Descartes (1644); apenas cuarenta aos separan esos

    Principia de los Philosophia naturalis principia m athema-tica (1687). Por otro lado, se trataba de una empresa ms

    b ien difcil, llena de obstculos y peligrosas ba rre ras . O, paradecirlo de un modo ms simple, los problemas que entraala infinitizacin del universo son demasiado profundos y lasimplicaciones de las soluciones poseen demasiado alcance y

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    Prefacio 3

    progreso sin im pedim entos. La ciencia, la filosofa e inclusola teologa estn todas ellas legtimamente interesadas en

    cuestiones relativas a la naturaleza del espacio, la estructurade la materia, los patrones de accin y, finalmente, pero no

    po r ello m enos im portan te, estn tam bin in teresadas encuestiones relativas a la naturaleza, estructura y valor d'

    pensam iento y la ciencia hum anos. As pues, son la ciencia,la filosofa y la teologa las que, representadas muy a menudo por las mismas personas (Kepler y Newton, Descartes

    y Leibniz), confluyen y toman parte en el gran debate quecomienza con Bruno y Kepler para terminar, sin duda provisionalmente, con Newton y Leibniz.

    No m e ocup de estos problem as en m is E studios gali-leanos, en los que tena que describir tan slo los pasos queconducen a la gran revolucin, constituyendo, por as decir,su prehistoria. Sin embargo, en mis conferencias en la Uni

    versidad Johns Hopkins (Los orgenes de la ciencia moderna de 1951 y Ciencia y filosofa en la poca de Newtonde 1952), en las que estudiaba la historia de esta revolucin,tuve ocasin de tratar como se merecen las cuestiones queeran fundamentales para el espritu de sus grandes protagonistas. Es esta la historia que, bajo el ttulo Del m undo cerrado al universo infinito, he tratado de narrar en la Con

    ferencia Noguchi que he tenido el honor de pronunciar en1953; es esa misma historia la que vuelvo a contar en estevolumen, tomando la historia de la cosmologa a modo dehilo de Ariadna. En realidad no es ms que una versinaumentada de mi Conferencia Noguchi.

    Quisiera expresar mi gratitud al Comit de la fundacinNoguchi po r su am able perm iso p a ra am p lia r m i conferencia

    hasta sus dimensiones actuales, as como agradecer a la seora Jean Jacquot, a la seora Janet Koudelka y a la seoraWillard King su ayuda en la preparacin del manuscrito.

    Tam bin tengo una deud a con el ed itor Abelard-Schum anp o r el perm iso p a ra c ita r la traduccin hecha p o r la seoraDorothea Waley Singer del libro de Giordano Bruno DeVinfinito universo e mondi (Nueva York, 1950).

    Princeton Alexandre K oyr

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    L a F u n d a c i n H i d e y o N o g u c h i

    En 1929 el difunto doctor Emanuel Libman de Nueva York cedi 10.000 dlares a la Universidad Johns Hopkins para lacreacin de un ciclo de conferencias sobre Historia de la Medicina. Siguiendo los deseos del doctor Libman, se le dio el nombrede Conferencias Hideyo Noguchi para honrar la memoria de tandistinguido cientfico japons.

    Este volumen debe su origen a la undcima conferencia detal fundacin, que pronunci el 15 de diciembre de 1953 el profesor Alexandre Koyr en el Instituto Johns Hopkins de Historiade la Medicina.

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    INTRODUCCION

    Todo el mundo admite que el siglo xvn sufri y llev a cabo

    una revolucin espiritual muy radical de la que la cienciam od erna es a la vez raz y fru to .T a l revolucin se puededescribir (y de hecho ha sido descrita) de muy diversas maneras. As, por ejemplo, algunos historiadores han situadosu aspecto ms caracterstico en la secularizacin de la conciencia, en su alejam iento de objetivos transce nd en tales y suacercamiento a otros inmanentes; es decir, en la sustitucindel inters por el otro mundo y la otra vida en favor de la

    preocupacin p o r esta vida y este m undo. Algunos o tros lohan si tuado en el descubrimiento que la conciencia humanahace de su subjetividad esencial y, por tanto, en la sustitucin del objetivismo de medievales y antiguos por el subjetivismo de los modernos. Incluso otros lo han situado en elcambio de relaciones entre Gecopia y izpa&, en el hecho deque el viejo ideal de la vita contemplativa cediese su lugar

    al de la vita activa. Mientras que el hombre medieval y antiguo tenda a la pura contemplacin de la naturaleza y delser, el moderno aspira a la dominacin y seoro.

    Tales caracterizaciones no son en absoluto falsas y nocabe duda de que sealan aspectos ms bien importantesde la revolucin espiritual (o crisis) del siglo xvn; aspectosque ejem plifican y nos pon en de m anifiesto p erson ajes como

    1 Cf. A. N. Whitehead, Science and the modern world, NuevaYork, 1925; E. A. Burtt, The metaphysical foundations of modern

    physical science, Nueva York, 1926 [hay traduccin castellana deRoberto Rojo, Los fundamentos metafsicos de la ciencia moderna,Buenos Aires, Sudamericana, I960]; J. H. Randall, The making ofthe modern mind, Boston, 1926; el libro clsico de Arthur O. Love-

    joy, Great chain of being, Cambridge, Mass., 1936 [hay traduccin

    castellana, La gran cadena del ser, Buenos Aires, Nueva Visin, 1945],y mis tudes Galilennes, Pars, 1939.

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    Montaigne, Bacon, Descartes o la expansin general del escepticismo y del l ibrepensamiento.

    Con todo, en mi opinin, no son ms que aspectos concom itantes y expresin de un proceso m s profu nd o y funda mental, cuyo resultado fue, como se dice normalmente, queel hombre perdiese su lugar en el mundo o, quiz ms exactamente, que perdiese el propio mundo en que viva y sobreel que pensaba, vindose obligado a transformar y sustituirno slo sus conceptos y atributos fundamentales, sino inclu

    so el propio marco de su pensamiento.Es posible describir aproximadamente esta revolucincientfica y filosfica (en realidad resulta imposible separaren este proceso los aspectos filosficos de los puramentecientficos, ya que son interdependientes y estn estrechamente conectados) diciendo que conlleva la destruccin delCosmos; es decir, la desaparicin, en el campo de los con

    ceptos filosfica y cientficamente vlidos, de la concepcindel mundo como un todo fini to, cerrado y jerrquicamenteordenado (un todo en el que la jerarqua axiolgica determinaba la jerarqua y estructura del ser, elevndose desde lat ierra oscura, pesada e imperfecta hasta la mayor y mayor

    perfeccin de los astro s y esferas ce les tes2. Adems, eseCosmos se ve sustituido por un universo indefinido y aun

    infinito que se mantiene unido por la identidad de sus leyesy componentes fundamentales y en el cual todos esos componentes estn situados en un m ism o nivel del ser. Todoesto, a su vez, entraa que el pensamiento cientfico desestime toda consideracin basada sobre conceptos axiolgicos,como son los de perfeccin, armona, sentido y finalidad,as como, para terminar, la expresa desvalorizacin del ser,

    el divorcio del mundo del valor y del mundo de los hechos.Aqu tratar de presentar, al menos en sus grandes l neas

    de desarrollo, este aspecto de la revolucin del siglo xvn;es decir, la historia de la destruccin del Cosmos y de lainfinitizacin del universo3.

    2 La concepcin del cosmos est ligada a la visin del mundo

    geocntrico tan slo prcticamente; esto es, histricamente. Sin embargo, es posible divorciarla completamente de esta ltima, comohace por ejemplo Kepler

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    Introduccin 7

    No cabe duda de que una h isto ria plena y com pleta dedicho proceso exigira una narracin larga, compleja y com

    plicada. As, hab ra de tra ta r la h isto ria de la nueva astronoma en su desplazamiento desde concepciones geocntricashacia las heliocntricas y en su desarrollo tcnico de Copr-nico a Newton, amn de la nueva fsica en su continua tendencia hacia la matematizacin de la naturaleza y su hinca

    pi concom itante y convergente en el experim ento y la teora.Debera tratar la resurreccin de viejas doctrinas filosficas

    y el nacimiento de otras nuevas aliadas o contrarias a lanueva ciencia y al nuevo enfoque cosmolgico. Debera dedar cuenta de la formacin de la filosofa corpuscular,esa extraa alianza de Demcrito y Platn, as como de lalucha entre plenistas y vacuistas y de la disputa entrep artidario s y enem igos del m ecanicism o estric to y de laatraccin. Habra que discutir los puntos de vista y la obra

    de Bacon, Hobbes, Pascal y Gassendi, Tycho Brahe yHuygens, Boyle y Guericke, as como tambin los de muchosotros.

    del espacio, de la Edad Media a los tiempos modernos, debera incluir la historia del resurgimiento de las concepciones de la materiaplatnicas y neoplatnicas desde la Academia Florentina a los pla

    tnicos de Cambridge, as como el de las concepciones atomsticasde la materia y las discusiones en torno al vaco que siguen a losexperimentos de Galileo, Torricelli y Pascal. Pero eso multiplicarapor dos el volumen de esta obra y, adems, nos distraera un tantode la lnea tan precisa y definida de desarrollo que seguimos aqu.Por otra parte, para algunos de esos problemas podemos remitira nuestros lectores a los libros clsicos de Kurt Lasswitz, Geschichtedes Atomistik, 2 vols., Hamburgo y Berln, 1890, y Ernst Cassirer,

    Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der

    neuen Zeit, 2 vols., Berlin, 1911 [trad, castellana de Wenceslao Roces, El problema del conocimiento, 4 vols., Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1948-57], as como las recientes obras de Cornelisde Waard, L'exprience baromtrique, ses antcdents et ses explications, Thouars, 1936, y el artculo de Marie Boas, Establishmentof the mechanical philosophy, Osiris, vol. x, 1952. Vase ahora MaxJammer, Concepts of Space, Harvard Univ. Press, Cambridge, Mass.,1954, y Markus Fierz, Ueber den Ursprung und Bedeutung von

    Newtons Lehre vom absolutem Raum, Gesnerus, vol. xi, fase. 3/4,

    1954, especialmente por lo que respecta a las concepciones del espacio, de Telesio Pattrizzi y Campanella.

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    Sin embargo, a pesar de esta t remenda cantidad de elementos, descubrimientos, teoras y polmicas que forman

    con sus interrelaciones el transfondo complejo y fluido, ascomo la secuela, de la gran revolucin, la lnea fundamentaldel gran debate, los pasos fundamentales por el camino quelleva del mundo cerrado al universo infinito, destacan claramente en las obras de un puado de grandes pensadoresquienes, comprendiendo profundamente su importancia pri m aria, han prestado p lena atencin al problem a fundam ental

    de la estructura del mundo. Aqu nos ocuparemos de ellosy de sus obras, tanto ms cuanto que se nos presentan bajola forma de una discusin firmemente interconexa.

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    I. EL FIRMAMENTO Y LOS CIELOS

    (Nicols de Cusa y Marcellus Palingenius)

    Como todo lo dems, o casi todo lo dems, la concepcinde la infinitud del universo se origina con los griegos, y nocabe duda de que las especulaciones de los pensadores griegos sobre la infitud del espacio y la multiplicidad de losm undos ha desempeado un papel im po rtante en la his toriade la que nos vam os a o cu pa r *. Con todo , me p arece imp osible reducir la historia de la infinitizacin del universo alredescubrimiento de la visin del mundo de los atomistasgriegos, que se hizo ms conocida a travs del recin descu bie rto L u crec io2 o del recin traducid o Digenes Laercio 3.

    No hem os de o lvidar que las concepciones in fin itis tas de losatomistas griegos haban sido rechazadas por la corrienteo las corrientes fundamentales del pensamiento filosficoy cientfico de los griegos (la tradicin epicuresta no era

    c ien tfica 4), razn p o r la cual, aun qu e nu nca fuesen olvidadas, no eran aceptables para los medievales.

    1 Sobre las concepciones griegas del universo, cf. Pierre Duhem,Le systme du monde, vols. I y il, Paris, 1913, 1914; Rodolfo Mon-dolfo, Linfinito nel pensiero dei Greci, Florencia, 1934, y CharlesMugler, Devenir cyclique et la pluralit des mondes, Paris, 1953.

    2 Los MS del De rerum natura se descubrieron en 1417. Sobre

    su recepcin e influencia, cf. J. H. Sandys, History of classicalscholarship, Cambridge, 1908, y G. Hadzitz, Lucretius and his influence, Nueva York, 1935.

    3 La primera traduccin latina de Digenes Laercio, De vita etmoribus phlosophorum, debida a Ambrosius Civenius, apareci enVenecia en 1475 y se reimprimi inmediatamente en Nurembergen 1476 y 1479.

    4 El atomismo de los antiguos, al menos tal como nos lo presentan Epicuro y Lucrecio puede que haya sido diferente en el caso

    de Demcrito, pero sabemos muy poco de l no constitua unateora cientfica y aunque algunos de sus preceptos, como, por ejem-

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    10 Alexandre Koyr

    No hem os de olvidar, con todo, que la de influenciano es una relacin bilateral simple, sino, por el contrario,

    bastan te com pleja. No influye sobre noso tros todo lo que

    leemos o aprendemos. En cierto sentido, tal vez el msprofundo, noso tros m ism os determ inam os las influenciasa las que sucumbimos; nuestros antecesores intelectuales nose nos dan en absoluto, sino que los elegimos libremente;en gran medida al menos.

    Cmo explicar de otro modo que, a pesar de su granpopularidad, ni Digenes ni siquiera Lucrecio hub ieran tenido en toda una centuria la menor influencia sobre el pensamiento cosmolgico del siglo xv? Giordano Bruno fue el primero que tom en serio la cosmologa de Lucrecio. Nicolsde Cusa no parece haberle prestado mucha atencin (bienes ve rdad que no es seguro que conociese el De rerum natura cuando redact su De docta ignorantia en 1440). Sin em

    bargo, fue Nicols de Cusa, el ltim o gran filsofo de la agonizante Edad Media, el que rechaz por vez primera laconcepcin cosmolgica medieval, y a l se le atribuye frecuentemente el mrito, o el crimen, de haber afirmado lainfinitud del universo.

    Ciertamente, en ese sentido lo interpretaron GiordanoBruno, Kepler y finalmente, aunque no por ello menos im

    po rtan te , Descartes, quien, en una conocida ca rta a su amigoChanut (Chanut le informa de ciertas reflexiones de Cristinade Suecia, quien dudaba si, en el universo indefinidamente

    po, aquel que nos insta a explicar los fenmenos celestes con losmismos patrones que los terrestres, parecen conducir a la unificacin del mundo realizada por la ciencia moderna, nunca fue capazde sentar los fundamentos para el desarrollo de una fsica; ni siquiera en los tiempos modernos. En efecto, su resurgimiento porobra de Gassendi sigui siendo perfectamente estril. La explicacinde tal esterilidad ha de achacarse, en mi opinin, al sensualismoextremo de la tradicin epicuresta; slo cuando rechazaron semejante sensualismo los fundadores de la ciencia moderna, sustituyndolo por un enfoque matemtico de la naturaleza, el atomismoen las obras de Galileo, R. Boyle, Newton, etc. se convirti enuna concepcin cientfica vlida, con lo que Lucrecio y Epicuro

    aparecieron como los precursores de la ciencia moderna. Naturalmente, es posible y aun probable que, al conectar las matemticascon el atomismo, la ciencia moderna haya hecho resurgir las inten

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    El firmamento y los cielos 11

    Schma huiuspnrmTx djuiionisSpharaium .

    Fig. 1. Tpico diagrama del universo precopemicano. (De la edicinde 1539 de la Cosmographia de Pedro Apiano.)

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    12 Alexandre Koyr

    extenso de Descartes, el hombre podra seguir ocupando laposicin cen tra l que, segn las enseanzas de la religin, lehab a sido con ferida p o r Dios en la creacin del m un do

    le informa de que, despus de todo, el cardenal de Cusay otros varios telogos han supuesto que el mundo era infi-

    . nito, sin que la Iglesia les haya hecho nunca el menor reproche; bien al contrario, se piensa que es honrar a Dios hacerque sus o bras aparezcan m uy g randes 5. La in terpre tacincartesiana de las enseanzas de Nicols de Cusa resulta bastante plausible, dado que es bien cierto que Nicols de Cusaniega la f initud del mundo y su clausura dentro de los muros de las esferas celestes. Con todo, no afirma su positivainfinitud; de hecho, evita tan cuidadosa y continuamente,como el propio Descartes, la atribucin al universo del calificativo infinito que reserva para Dios y slo para l. Suuniverso no es infinito (infinitum), sino interminado (in-terminatum), lo cual significa no slo que carece de fronteras y no est l imitado por una capa externa, s ino tambinque no est terminado por lo que atae a sus consti tuyentes; es decir, que carece expresamente de precisin y dedeterminacin estricta. Nunca alcanza el lmite; es indeterminado en el pleno sentido de la palabra. Por consiguiente,no puede ser objeto de conocimiento preciso y total, sino

    tan slo de un cono cimiento p arcial y c o n je tu ra l6. Es p recisamente el reconocimiento de este carcter necesariamenteparc ia l y relativo de nu estro conocim iento, de la im posibil idad de construir una representacin unvoca y objetivadel universo, lo que constituye uno de los aspectos de la

    s Cf. Renato Descartes, Lettre Chanut, 6 de junio de 1647,

    Oeuvres, ed. Adam Tannery, vol. v, pp. 50 ss., Paris, 1903.6 Nicols de Cusa (Nicholas Krebs o Chrypffs) naci en 1401Cues (Cusa) sobre el Mosela. Estudi derecho y matemticas enPadua y teologa en Colonia. Como archidicono de Lieja fue miem

    bro del Concilio de Basilea (1437), y fue enviado a Constantinoplapara llevar a cabo la unin de las iglesias de Oriente y Occidentey despus a Alemania como delegado papal (1440). En 1448, el papaNicols V lo elev al cardenalato, y en 1450 fue nombrado obispo

    de Britten. Muri el 11 de agosto de 1464. Sobre Nicols de Cusa,cf. Edmond Vansteenberghe, Le Cardinal Nicolas de Cues, Paris,1920; Henry Bett, Nicolas of Cusa, Londres, 1932; Maurice Gandillac,L hil hi d Ni l d C P i 1941

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    El firmamento y los cielos 13

    docta ignorantia invocada por Nicols de Cusa como mediop a ra transcender las lim itaciones de n uestro pensam iento

    racional.La concepcin del mundo de Nicols de Cusa no se basa

    en una crtica de las teoras astronmicas o cosmolgicasde su tiempo y no conduce, al menos en su propio pensamiento, a una revolucin en la ciencia. Nicols de Cusa, porms que tantas veces se haya pretendido as, no es un precursor de Nicols Copmico. Y, sin embargo, su concepcin

    resulta en extremo interesante y, en algunas de sus audacesafirmaciones o negaciones, va mucho ms all de lo queCoprnico se haya atrevido n un ca a p e n sa r7.

    El universo de Nicols de Cusa es una expresin o undesarrollo (explicado), aunque s in duda necesariamente im

    perfecto e inadecuado, de Dios. Es im perfecto e inadecuadoporque despliega en el reino de la m ultip lic idad y separacinlo que en Dios est presente en una unidad ntima e indisoluble (complicatio); una unidad que abarca cual idades odeterminaciones del ser no slo diferentes, sino inclusoopuestas. A su vez, cada cosa singular del universo lo representa al universo y po r ende, a su m anera peculiar, tam

    bin a Dios; cada cosa rep resen ta al universo de un m ododistinto al de todas las dems, al contraer (contractio) la riqueza del universo de acuerdo con su propia individua

    lidad nica.Las concepciones metafsicas y epistemolgicas de Nico

    ls de Cusa, su idea de la coincidencia de los opuestos en elabsoluto que los transciende, as como el concepto correlativo de docta ignorancia como acto intelectual que captaesta relacin que transciende al pensamiento discursivo yracional, siguen y desarrollan el modelo de las paradojas

    matemticas implicadas en la infinitizacin de ciertas relaciones vlidas p ara ob jetos finitos. As, po r ejemplo, n ad a es

    7 Cf. Ernst Hoffmann, Das Universum von Nikolas von Cues, especialmente el Textbeilage de Raymond Klibansky, pp. 41 ss., queofrece el texto de Nicols de Cusa en edicin crtica, as como la

    bibliografa sobre el problema. El opsculo de E. Hoffmann apareci como Cusanus Studien I en Sitzungsberichte der Heidel

    berger Akademie der Wissenschaften, Philosophisch-HistorischeKlasse, Jahrgang 1929/1930, 3. Abhandlung, Heidelberg, 1930.

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    ms opuesto en geometra que la rectitud y la curvilinia-ridad y, con todo, en el crculo infinitamente grande, lacircunferencia coincide con la tangente y, en el infinitamente

    pequeo, con el d im etro. Adems, en am bos casos, el centrop ierde su posicin nica y determ inada; coincide con lacircunferencia; no est en ninguna parte o est en todas

    partes. A hora bien, grande y pequeo constituyen ellosmismos un par de conceptos opuestos que slo resultanvlidos y significativos en el dominio de la cantidad finita,en el mbito del ser relativo, donde no hay objetos grandes o pequeos, sino tan slo objetos mayores y menores, y donde, por tanto, no existe el mayor ni tampocoel menor. En comparacin con el infinito no hay nadaque sea mayor o menor que otra cosa. El mximo absolutoe infinito, as como el mnimo absoluto e infinito, no pertenecen a la serie de lo grande y pequeo. Estn fuera de

    ella y, por tanto, como audazmente concluye Nicols deCusa, coinciden.La cinemtica nos proporciona otro ejemplo. No cabe

    duda de que no hay dos cosas ms opuestas que el movimiento y el reposo. Un cuerpo en movimiento no est nuncaen el mismo lugar, mientras que otro en reposo no estnunca fuera de l. Con todo, un cuerpo que se mueva con

    velocidad infinita a lo largo de una trayectoria circular estar siempre en el lugar de partida y, al mismo tiempo,estar siempre en otra parte; buena prueba de que el movimiento es un concepto relativo que abarca las oposicionesde rpido y lento. As, se sigue que (del mismo modoque en la esfera de la cantidad puramente geomtrica) nohay mnimo ni mximo de movimiento, no existe ni el ms

    lento ni el ms rpido, y que el mximo absoluto de velocidad (velocidad infinita) as como su mnimo absoluto (lentitud infinita o reposo) estn ambos fuera y, como hemosvisto, coinciden.

    Nicols de Cusa es p lenam ente consciente de la originalidad de su pensamiento y, sobre todo, del carcter ms

    bien parad jico y extrao de la conclusin a la que se ve

    abocado por la docta ignorancia *.

    Cf D d t i ti 1 ii ii 99 Si l t t d l

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    El firmamento y los cielos 15

    Es posible [seala] que quienes lean cosas jams odas antes yestablecidas ahora por la Docta Ignorancia se sientan asom

    brados.Nicols de Cusa no puede evitarlo: ciertam ente, lo ha establecido la docta ignorancia9

    ...que el Universo es trino; y que nada hay que no sea unaunidad de potencialidad, actualidad y movimiento conectante;que ninguno de ellos puede subsistir absolutamente sin el otro;

    y que todos ellos estn en todas [las cosas] en grados distintos,tan distintos que en el Universo no hay dos [cosas] que puedanser completamente iguales entre s en todo. Por tanto, si consideramos los diversos movimientos de las esferas [celestes],[hallaremos que] es imposible que la mquina del mundo poseaun centro fijo e inmvil, sea ese centro esta Tierra sensible, elaire, el fuego o cualquier otra cosa. En efecto, no se puede hallarun mnimo absoluto de movimiento, es decir, un centro fijo, yaque el mnimo debe coincidir necesariamente con el mximo.

    As pues, el centro del mundo coincide con la circunferencia y, como veremos, no es un centrum fsico, sino meta-fsico, que no pertenece al mundo. El lugar que contieneeste centrum, que es el mismo que la circunferencia,esto es, comienzo y fin, fundamento y lmite, no es otra cosaque el Ser Absoluto o Dios.

    Ciertamente, contina Nicols de Cusa invirtiendo curiosamente un famoso argumento de Aristteles en favor dela lim itaci n del m undo 10:

    El mundo no tiene circunferencia, ya que si se tuviese un centroy una circunferencia, poseyendo por ende un comienzo y un finen s mismo, el mundo estara limitado respecto a alguna otracosa y fuera del mundo habra algo ms y espacio, cosas com

    ple tamente falsas. As pues, puesto que es imposible encerrar

    ltima edicin crtica de las obras de Nicols de Cusa, realizadapor E. Hoffmann-R. Klibansky (Opera omnia, Jussu et auctoritateAcademiae litterarum Heidelbergensii ad codicum fidem edita,vol. i, Lipsiae, 1932). Hay ahora una traduccin inglesa del De doctaignorantia, por Fr. Germain Heron: Of Learned ignorance, por Nicols Cusano, Londres, 1954. Sin embargo, he preferido traducir yomismo los textos que cito.

    Ibid., p. 99 ss. Ibid., p. 100.

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    al mundo entre un centro corpreo y una circunferencia, resulta [imposible para] nuestra razn tener una comprensinplena del mundo, ya que entraa la comprensin de Dios que

    es su centro y circunferencia.

    Por tanto u,

    ... aunque el mundo no es infinito, con todo no se puede concebir como finito, ya que carece de lmites entre los que se halleconfinado. Por consiguiente, la Tierra, que no puede ser el centro, no puede carecer de todo movimiento; ahora bien, es nece

    sario que se mueva de tal modo que se pueda mover infinitamente menos. As como la Tierra no es el centro del mundo, asla esfera de las estrellas fijas no constituye su circunferencia,si bien, al comparar la Tierra con el firmamento, la Tierra parezca estar ms cerca del centro y el firmamento, de la circunferencia. La Tierra, por tanto, no es el centro ni de la octavani de [cualquier] otra esfera, ni la salida de los seis signos[del Zodiaco] entraa que la Tierra est en el centro de la octavaesfera. Puesto que, aun cuando estuviese un tanto distante delcentro y fuera del eje que atraviesa los polos, de modo que enuna parte estuviese elevada hacia un polo y, en la otra [parte],hundida hacia el otro, con todo est claro que, estando a tangran distancia de los polos y siendo igualmente tan vasto elhorizonte, los hombres veran tan slo la mitad de la esfera [y,por tanto, creeran estar en su centro].

    Adems, el propio centro del mundo no est ms dentro dela Tierra que fuera de ella, ya que ni esta Tierra ni ninguna otra

    esfera posee un centro; ciertamente, el centro es un punto equidistante de la circunferencia, pero no es posible que haya unaverdadera esfera o circunferencia tal que no pueda ser posibleotra esfera o circunferencia ms verdadera. Una equidistanciaperfecta entre diversos [objetos] no puede hallarse fuera deDios, ya que slo El es la infinita igualdad. As, es el Dios bendito quien est en el centro del mundo; El es el centro de laTierra y de todas las esferas y de todas [las cosas] que estn

    11 Ibid., pp. 100 ss. Sin embargo, hay que recordar tambin queconcepcin de la relatividad del movimiento, al menos en el sentidode la necesidad de relacionar el movimiento con un punto (o cuer

    po) de referencia en reposo, no es nada novedoso, pudindose encontrar ya en Aristteles; cf. P. Duhem, Le mouvement absolu etle mouvement relatif, Montlignon, 1909; la relatividad ptica delmovimiento la estudia detenidamente Witello (cf. Opticae libri decem,

    p. 167, Basilea, 1572) y, an ms exactamente, Nicols de Oresme(cf. Le livre du ciel et de la terre, editado por A. D. Meuret yA. J. Denomy, C. S. B., pp. 271 ss., Toronto, 1943).

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    en el mundo, ya que El es a la vez la circunferencia infinita detodo. Adems, en el firmamento no hay polos fijos e inmviles,

    por ms que el firmamento de las estrellas fijas parezca describir con su movimiento crculos de magnitud gradual, menoresque los coluros * o que los equinocciales, as como crculos de[magnitud] intermedia; de hecho, todas las partes del cielo hande moverse, si bien desigualmente en comparacin con los crculos descritos por el movimiento de las estrellas fijas. Por tanto,del mismo modo que ciertos astros parecen describir el crculomximo, algunos [otros] parecen describir el mnimo; pero nohay astro que no describa alguno. Por consiguiente, puesto que

    no hay polo fijo en la esfera, es obvio que tampoco se puedehallar un medio exacto, es decir, un punto equidistante de lospolos. No hay, por tanto , ningn astro en la octava esfera quedescriba con [su] revolucin un crculo mximo, ya que habrade equidistar de los polos que no existen y, paralelamente, tampoco existe [el astro] que haya de describir el crculo mnimo.As pues, los polos de la esfera coinciden con el centro y no hayms centro que el polo, es decir, el propio Dios bendito.

    No est del todo claro el significado exacto de la concepcin desarrollada por Nicols de Cusa; los textos que hecitado pod ran interp retarse como de hecho ha ocu rrido de muchos modos distintos que no examinar aqu. Por loque a m respecta, creo que podemos considerar que expresan y subray an la falta de precisin y estab ilidad en el m undocreado. As, no hay estrellas exactamente en los polos o en

    el ecuador de la esfera celeste. No hay un eje fi jo y constante; la octava esfera, as como las otras, llevan a cabosus revoluciones en torno a ejes que cam bian continuam entede posicin. Adems, tales esferas no son en absoluto esferasexactas, matemticas (verdaderas), sino tan slo algo quehoy llamaramos esferoides; por consiguiente, no poseenun centro en el sentido preciso del trmino. Se sigue, portanto, que ni la Tierra ni cualquiera otra cosa se puedecolocar en este centro que no existe y que, por consiguiente,nada en este mundo puede estar completa y absolutamenteen reposo.

    No creo que podam os ir m s all de esto, atribuyendoa Nicols de Cusa una concepcin puramente relativista de'espacio, tal como la que le atribuye, por ejemplo, Giordano

    * Los crculos que contienen los solsticios y los equinoccios.(N. del T.)

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    Bruno. Semejante concepcin entraa la negacin de lamisma existencia de los orbes celestes, cosa que no podemosatribuir a Nicols de Cusa.

    Sin embargo, a pesar de que mantiene las esferas, hayuna buena dosis de relativismo en la visin del mundo deNicol s de Cusa. As, con tina 12:

    No podemos descubrir el movimiento a menos que haya comparacin con algo fijo; es decir, [refirindolo a] los polos o loscentros y suponiendo [que estn en reposo] en nuestras mediciones de los movimientos; sguese de ah que siempre andamos

    utilizando conjeturas y erramos en los resultados [de nuestrasmediciones]. Adems, [si] nos sorprendemos al no hallar losastros en los lugares en que debieran estar segn los antiguos,[ocurre as] porque creemos [errneamente] que estaban en locierto en sus concepciones relativas a los centros y polos ascomo en sus mediciones.

    Parece, pues, que para Nicols de Cusa la falta de acuerdo entre las observaciones de los antiguos y las de los

    modernos se ha de explicar por un cambio en la posicindel eje (y polos) y, tal vez, por un desplazamiento de la

    posicin del los propios astros.De todo esto, es decir, del hecho de que nada en e'

    mundo pueda permanecer en reposo, Nicols de Cusa concluye:

    ... es obvio que la Tierra se mueve. Dado que por el movimientode los cometas, del aire y del fuego sabemos por experienciaque los elementos se mueven, y [que] la Luna [se mueve] menosde Oriente a Occidente que Mercurio o Venus o el Sol, etctera,se sigue que la Tierra [considerada como un elemento] se mueve menos que todos los dems; sin embargo, [considerada] comoun astro, no describe en torno al centro o al polo un crculomnimo, ni tampoco la octava esfera o cualquier otra describeel mximo, como ya se ha demostrado.

    Se habr de considerar ahora atentamente lo que sigue. Del

    mismo modo que los astros se mueven en torno a los polosconjeturales de la octava esfera, as tambin la Tierra, la Lunay los planetas se mueven de diversas maneras y a [distintas]distancias en torno a un polo que hemos de suponer que se halla[en el lugar] en el que se acostumbra a situar al centro. Sguesede ah que aunque la Tierra sea, por as decir, el astro que se

    u Ibid., p. 102.

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    encuentra ms cercano al polo central [que los dems], aun as

    se mueve y con todo no describe en [su] movimiento el crculomnimo, como se ha mostrado supra. Adems, ni el Sol ni laLuna ni ninguna esfera, aunque nos parezca lo contrario, puededescribir en [su] movimiento un verdadero crculo, ya que nose mueven en torno a una base fija. No hay en ninguna parteun verdadero crculo tal que no sea posible otro ms verdaderoni [nada] es nunca en un tiempo dado [exactamente] como enotro, ni se mueve [de un modo] exactamente igual, ni describeun crculo exactamente igual, aunque nosotros no seamos cons

    cientes de ello.Resulta un tanto difcil decir con precisin qu tipo de

    movimiento es el que se atribuye a la Tierra en Nicols deCusa. En cualquier caso, no parece ser ninguno de aquellosque le atribuir Coprnico: no se trata ni del movimientodiario en torno a su eje ni de la revolucin anual en tornoal Sol, sino de una especie de vago giro orbital en torno aun centro vagamente determinado que se desplaza continuamente. Este movimiento es de la misma naturaleza que elde todos los dems cuerpos celestes, incluida la esfera de lasestrellas fijas, si bien es el ms lento de todos, siendo el dela esfera de las estrellas fijas el ms rpido.

    Por lo que respecta a las afirmaciones de Nicols deCusa (inevitables, dada su premisa epistemolgica) en el

    sentido de que en ninguna parte hay una rbita exactamentecircular o un movimiento exactamente uniforme, han de interpretarse como implicando inmediatamente (aunque no lodiga explcitamente, el contexto lo sugiere de una manerasuficientemente clara) que resulta falaz y debe ser abandonado no slo el contenido fctico, sino tambin el mismoideal de la astronoma griega y medieval; es decir, la reduc

    cin de los movimientos celestes a un sistema de movimientos circulares y uniformes interconexos, capaces de salvarlos fenmenos al revelar la permanente estabilidad de loreal tras la falsa irregularidad de las apariencias.

    Con todo, Nicols de Cusa va an ms all y, sacando la(penltim a) conclusin de la relatividad de la percepcin delespacio (direccin) y del movimiento, afirma que as como

    la imagen del mundo de un observador dado est determinada por el lugar que ste ocupa en el Universo, y as comoninguno de esos lugares puede a sp irar a tener un valor abso-

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    lutamente privilegiado (por ejemplo, el de ser el centro druniverso), hem os de ad m itir la posible existencia de distintasy equivalentes imgenes del mundo, as como el carcter relativo (en el pleno sentido de la palabra) de todos ellos y laexpresa imposibil idad de formar una representacin objetiva m en te v lida del universo 13.

    Consiguientemente, si se quiere tener una mejor comprensindel movimiento del Universo, se han de poner juntos el centro ylos polos con ayuda de la imaginacin, tanto como ello sea posi

    ble. En efecto, si alguien estuviese sobre la Tierra, bajo el poloArtico, y otro estuviese sobre el polo Artico, entonces, del mismo modo que para el hombre que est sobre la Tierra el poloaparecer en el cnit, para el hombre que est en el polo serel centro el que aparecer en el cnit. Adems, del mismo modoque los antpodas tienen el cielo sobre s, como nosotros, dela misma manera para aquellos que estn en los polos (enambos) la Tierra parecer estar en el cnit. Dondequiera que sehalle el observador, pensar que est en el centro. Combnense,pues, estas diversas cosas imaginadas, poniendo el centro en elcnit y viceversa y entonces, mediante el entendimiento, que esel nico que puede practicar la docta ignorancia, se ver que elmundo y su movimiento no se puede representar mediante unafigura, ya que parecer casi como una rueda dentro de unarueda y una esfera dentro de una esfera, sin que tenga en ninguna parte, como hemos visto, ni un centro ni una circunferencia.

    Los antiguos [contina Nicols de C usa14] no alcanzaron lasconclusiones a las que hemos llegado nosotros porque les faltabala docta ignorancia. Mas, para nosotros, est claro que la Tierrase mueve realmente, aunque no nos parezca as, ya que noaprehendemos el movimiento a menos que se pueda establecercierta comparacin con algo fijo. As, si un hombre que estuvieseen un bote en medio de una corriente no supiese que el aguaestaba fluyendo y no viese la orilla, cmo habra de aprehender

    que el bote estaba movindose? 15 Paralelamente, puesto que alobservador, encuntrese en la Tierra, en el Sol o en otro astro,siempre le parecer hallarse en el centro cwas-inmvil, mientrasque todas las dems [cosas] estn en movimiento, determinarcon toda seguridad los polos [de su movimiento] en relacinconsigo mismo. Dichos polos sern distintos para el observadorque est en el Sol y para el que est en la Tierra y sern

    " Ibid., pp. 102 ss.14De docta ignorantia, 1. ii, cap. 12, p. 103.ls Cf. el famoso pasaje de Virgilio, Provehimur por tu terraeque

    urbesque recedunt citado por Coprnico

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    tambin diferentes para aquellos que se encuentren en la Lunao en Marte, y as con los dems. De este modo, la trama del

    mundo (machina mundi) quasi tendr su centro en todas partesy su circunferencia, en ninguna, puesto que la circunferenciay el centro son Dios que est en todas partes y en ninguna.

    Se debe aadir que la Tierra no es esfrica, como han dichoalgunos, si bien tiende a la esfericidad. Ciertamente, la forma delmundo presenta diferencias en sus partes, as como en su movimiento; mas, cuando la lnea infinita se considera de tal modocontrada que, en cuanto contrada, no podra ser ms perfectao ms espaciosa, entonces es circular y la figura corprea co

    rrespondiente [es la] esfrica. En efecto, todo movimiento delas partes es hacia la perfeccin del todo. De este modo, loscuerpos pesados [se mueven] hacia la Tierra y los ligeros [semueven] hacia arriba, la Tierra hacia la Tierra, el agua hacia elagua, el fuego hacia el fuego. De acuerdo con ello, el movimientodel todo tiende en la medida de lo posible hacia lo circular ytodas las formas hacia la esfrica, tal como vemos en las partesde los animales, en los rboles y en el firmamento. Con todo,un movimiento es ms circular y ms perfecto que otro, ocu

    rriendo lo mismo con las formas.

    No podem os m enos de ad m ira r la audacia y p rofund idadde las concepciones cosmolgicas de Nicols de Cusa queculminan en la asombrosa transferencia al Universo de lacaracterizacin pseudo-hermtica de Dios: una esfera cuyoce n tro e st en todas par tes y la circ un fere nc ia en n inguna 1S.Mas hemos de reconocer tambin que, sin ir mucho msall que l, resulta imposible conectarlas con la cienciaastronmica o basar en ellas una reforma de la astronoma. Tal vez se deba a eso que sus concepciones hayan sidoexpresamente desest imadas por sus contemporneos y aunsucesores durante ms de cien aos. Nadie, ni siquiera Le-fvre dEtaples, editor de sus obras, parece haberles prestado m uch a a tenci n 17. Tan slo despus de Coprnico (quien

    16 Este famoso dicho, que describe a Dios como una sphaeracuius centrum ubique, circumferentia nullibi, aparece con esta forma por vez primera en el pseudo-hermtico Libro de los XXIV fil

    sofos, una compilacin annima del siglo xn; cf. Clemens Baemker,Das pseudo-hermetische Buch der XXIV Meister (Beitrge zurGeschichte der Philosophie und Theologie des Mittelalters, fase, xxv),Mnster, 1928; Dietrich Mahnke, Unendliche Sphaere und Allmittel

    punkt, Halle/Saale, 1937. En este Libro de los XXIV filsofos, lafrmula arriba mencionada constituye la proposicin II.

    17 Sin embargo, alude a ello Giovanni Francesco Pico en su Exa-

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    conoca las obras de Nicols de Cusa, al menos su tratadode la cuadratura del crculo, aunque no parece haber sidoinf luid o p o r l 18) e incluso despus de Giordano Bruno,

    quien obtuvo de l su principal fuente de inspiracin, alcanz la fama Nicols de Cusa como precursor de Coprnico eincluso de Kepler, pudiendo ser citado por Descartes comodefensor de la infinitud del mundo.

    Resulta un tanto tentador seguir el ejemplo de estos i lustres admiradores de Nicols de Cusa, leyendo en l todo tipode anticipaciones de descu brim ientos po steriores, tales como,

    p o r ejem plo, la form a ap lanada de la T ierra, las trayecto riaselpticas de los planetas, la absoluta relatividad del espacioy la rotacin de los cuerpos celestes sobre sus ejes.

    Sin embargo, hemos de resistir esta tentacin. De hecho,Nicols de Cusa no a firm a nada po r el estilo. Cree en laexistencia de las esferas celestes y en su movimiento, siendoel de la esfera de las estrellas fijas el ms rpido de todos,

    as como en la existencia de una regin central del universo, en tomo a la cual se mueve como un todo, confiriendoese movimiento a todas sus partes. No asigna un movimiento de rotacin a los planetas; ni siquiera a nuestra Tierra.

    No afirma la perfecta uniformidad del espacio. Adems, enp ro funda oposicin a la insp iracin fundam ental de los fundadores de la ciencia moderna y de la moderna visin del

    mundo quienes, correcta o incorrectamente, trataron de afirmar la panarqua de las matemticas, niega la posibil idadmisma del tratamiento matemtico de la Naturaleza.

    Hemos de volver ahora nuestra atencin hacia otro aspecto de la cosm ologa de N icols de Cusa, quiz el m s im p o rtan te h istricam ente: su rechazo de la e s tru c tu ra je r rquica del Universo y, muy en particular, su negacin (junto

    con su posicin central) de la particularmente baja y desmen doctae vanitatis gentium (Opera, t . I I , p. 733, Basilea, 1573), asicomo Celio Calcagnini, en su Quod caelum stet, terra moveatur, ve/de perenni motu terrae (Opera aliquot, p. 395, Basilea, 1544);cf. R. Klibansky, op. cit., p. 41.

    Cf. L. A. Birkenmajer, Mikolaj Kopemik, vol. I , p. 248, Cracovia 1900. Birkenmajer niega toda influencia de Nicols de Cusa sobreCoprnico. Sobre los precursores medievales de Coprnico,

    cf. G. McColley, The theory of the diurnal rotation of the earth,Isis, xxvi, 1937.

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    preciable posicin asignada a la T ierra p o r la cosm ologatradicional . Desgraciadamente, tambin aqu su profunda

    intuicin metafsica se echa a perder por concepciones cientficas que no estaban a la vanguardia, sino ms bien a laretaguardia de su tiempo, como, por ejemplo, la atribucinde un a luz p rop ia a la Luna e incluso a la T ie rr a 19.

    La forma de la Tierra es noble y esfrica, siendo su movimientocircular, aunque podra ser ms perfecto. Y puesto que en el

    mundo no hay un mximo de perfecciones, movimientos y figuras (como es evidente por lo que ya se ha dicho), no es ciertoque esta Tierra sea el ms vil y bajo [de los cuerpos del mundo], pues aunque parezca estar ms al centro en relacin almundo, est por la misma razn ms prxima al polo. Tampocoes esta Tierra una parte proporcional o alcuota del mundo,

    puesto que, como el mundo no tiene mximo ni mnimo, tampocotiene una mitad ni partes alcuotas, as como no [las tiene] unhombre o un animal. En efecto, la mano no es una parte alcuota

    del hombre, aunque su peso parezca tener una proporcin conel cuerpo, as como tambin con la dimensin y la figura. Tampoco el color oscuro [de la Tierra] es un argumento en favorde su bajeza, ya que para un observador situado en el Sol,[el Sol] no parecera tan brillante como a nosotros nos parece;realmente, el cuerpo del Sol debe tener una parte ms central,una cuasi Tierra, cierta luminosidad circunferencial cuasi gneay, entre medias, una nube cuasi acuosa y aire claro, a la maneraen que esta Tierra posee sus elem en tos20. As, quien se hallase

    fuera de la regin del fuego vera [la Tierra como] un astrobrillante , a la manera en que a nosotros, que estamos fuera de laregin solar, el Sol nos parece muy luminoso.

    Habiendo destruido de este modo el fundamento mismode la oposicin entre la Tierra oscura y el Sol luminoso,sirvindose de la semejanza de su estructura fundamental ,N icols proclam a v ic to rio sam en te21:

    La Tierra es un astro noble que posee luz, calor y una influenciapropia distinta de la de todos los dems astros; ciertamente,cada [astro] difiere de todos los dems en luz, naturaleza e influencia y, as, cada astro comunica su luz e influencia a [todos]

    19De docta ignorantia, II, p. 104.20 La concepcin de Nicols de Cusa podra considerarse una an

    ticipacin de la de Sir William Herschell, as como de la de otrosms modernos.21De docta ignorantia, II, 12, p. 104.

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    los dems; pero no intencionalmente, ya que los astros se mueven y resplandecen tan slo para existir de un modo ms perfecto: la participacin surge como consecuencia, a la maneraen que la luz brilla por su propia naturaleza y no para que yo

    pueda verla.

    Ciertamente, en el Universo infinitamente rico, infinitamente diversificado y orgnicamente interconexo de Nicolsde Cusa no hay centro de perfeccin respecto al cual el restodel Universo desempee una funcin subsidiaria. Por el contrario, los diversos componentes del Universo contribuyen

    a la perfeccin del todo, siendo ellos mismos y afirmandosu propia naturaleza. As, a su manera, la Tierra es tan perfecta como el Sol o las estrellas fijas. Consiguientemente,co ntin a Nicols de C u sa 22:

    Tampoco se ha de decir que la Tierra sea ms vil que el Solpor el hecho de que sea menor que l y reciba su influencia,ya que la regin completa de la Tierra, que se extiende hasta

    la circunferencia del fuego, es grande. Y aunque la Tierra seamenor que el Sol, como sabemos por su sombra y por los eclipses, con todo no sabemos si la regin del Sol es mayor o menorque la regin de la Tierra. Con todo, no pueden ser exactamenteiguales, ya que ningn astro puede ser igual a otro. Tampocoes la Tierra el menor de los astros, ya que es mayor que la Luna,como nos ensea la experiencia de los eclipses y, como dicenalgunos, es incluso mayor que Mercurio y tal vez que algunosotros astros. Por tanto, el argumento que desemboca en la vilezaa partir de la dimensin no es concluyente.

    Tampoco se puede argir que la Tierra sea menos perfecta que el Sol y los planetas porque reciba una influenciade ellos; de hecho, es muy posible que ella influya a su vezso bre e llo s 23 :

    Por tanto, est claro que no es posible que el conocimientohumano determine si la regin de la Tierra se halla en un gradode mayor perfeccin o bajeza con respecto a las regiones de losdems astros, del Sol, la Lima y el resto.

    a Ibid., p. 105. Ibid., p. 107. Una vez ms, podra verse en esta concepcin de

    Nicols de Cusa la prefiguracin de la teora de la atraccin mutuade los cuerpos celestes.

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    Algunos de los argumentos en favor de la relativa perfeccin de la Tierra son un tanto curiosos. As, pues, estan

    do convencido de que el mundo no slo es ilimitado, sinotambin que est poblado en todas sus partes, Nicols deCusa nos dice que de la supuesta imperfeccin de los habitantes de la Tierra no se puede concluir nada relativo a laimperfeccin de la Tierra, conclusin que nadie, que yosepa, haba sacado nunca; al menos no en su poca. Seacom o sea, el caso es que Nicols de Cusa afirm a q u e 24

    ... no je puede decir que este lugar del mundo [sea menos perfecto porque es] la morada del hombre, los animales y los vegetales, que son menos perfectos que los habitantes de las regionesdel Sol y otros astros. En efecto, aunque Dios sea el centro y lacircunferencia de todas las regiones estelares y aunque procedande El los habitantes de todas las regiones con naturalezas dediversa nobleza, a fin de que tan vastas regiones de los cielosy de los astros no permanezcan vacas y que no slo esta Tierra

    est habitada por seres menores, aun as no parece que, segnel orden de la naturaleza, pueda haber naturaleza ms nobleo ms perfecta que la naturaleza intelectual que mora aqu enesta Tierra como en su regin, aunque haya en otros astros ha

    bitantes pertenecientes a otro gnero. Ciertamente el hombre nodesea otra naturaleza, sino tan slo la perfeccin de la suya

    propia.

    Pero, como es natural, hemos de admitir que en el mism o genus puede haber varias especies diferentes que incorpo ran la m ism a natu raleza com n de un m odo m s o m enos perfecto. As, a Nicols de Cusa le parece bastanterazonable la conjetura de que los habitantes del Sol o laLuna estn colocados ms alto que nosotros en la escalade la perfeccin: son ms intelectuales y espirituales quenosotros, menos materiales y lastrados por la carne.

    Por ltimo, Nicols de Cusa declara que el gran argumento que deriva la bajeza a part ir del cambio y la corruptibilida d no tiene m s va lor que el resto. En e fe c to 25, puestoque hay un mundo universal y puesto que todos los astros

    p articu lares se influyen m utuam en te en de term inada p ro porcin, no hay razn p ara suponer que el cam bio y la

    24Ibid., p. 107.25Ibid., pp. 108 ss.

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    degeneracin se produzcan solamente aqu, sobre la Tierra,y no en tod as p artes del Universo. De ning n m odo; tenemo stodas las razones para suponer aunque, por supuesto, no

    podam os saberlo que en todas partes ocurre igual, tan toms cuanto que esta corrupcin que se nos presenta comola caracterstica especial del ser terrestre no es en absolutouna destruccin real; es decir, la prdida total y absoluta deexistencia. En rea lidad es la prdida de un a form a p art icula rde existencia. Fundamentalmente no se trata tanto de una

    plena desaparicin cuanto de una disolucin o resolucin

    de un ser en sus elementos constituyentes y su reunificacin en otra cosa, proceso que puede tener lugar y queprobablem ente tenga lugar en todo el Universo, siquierasea porque la estructura ontolgica del mundo es fundamentalmente la misma en todas partes. Realmente, expresaen todas partes y del mismo modo temporal , es decir , mutable y cambiante, la perfeccin inmutable y eterna delCreador.

    Como vemos, en la obra del cardenal Nicols de Cusa,respira un nuevo espritu, el espritu del Renacimiento. Sumundo no es ya el cosmos medieval, aunque an no es enabsoluto el Universo infinito de los modernos.

    Los historiadores modernos han reclamado tambin elhonor de haber afirmado la infinitud del Universo para unesc rito r de l siglo xvi, Marce llus S tella tus Paling en ius 26, au-

    Marcellus Stellatus Palingenius, cuyo nombre verdadero eraPier Angelo Manzoli, nacido en La Stellata entre 1500 y 1503, escribi con el ttulo de Zodiacos vitae un poema didctico que seimprimi en Venecia (probablemente) en 1534, hacindose rpidamente popular entre los protestantes, siendo incluso traducido alingls, francs y alemn. La traduccin inglesa (Zodiake of Life),

    hecha por Bamaby Goodge, apareci en 1560 (los primeros tres libros), y en 1565 se imprimi el poema completo. Parece que encierta ocasin Palingenius incurri en sospecha de hereja, aunqueslo quince aos despus de su muerte (acaecida en 1543), esto es,en 1558, el Zodiacus vitae fue incluido en el Index librorum prohibi-torum. Bajo el papado de Pablo II, sus huesos fueron desenterradosy quemados; cf. F. W. Watson, The Zodiacus Vitae of Marcellus

    Palingenius Stellatus: An old school book,Londres, 1908, y F. R. Johnson, Astronomical Thought in Renaissance England, pp. 145 ss., Bal

    timore, 1937.

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    El firmamento y los cielos 27

    tor de un l ibro muy ledo y popular, Zodiacus vitae, que sepublic en Venecia en latn en el ao 1534 (traducindoseal ingls en 1560). Mas, en mi opinin, con mucha menosrazn que en el caso de Nicols de Cusa.

    Palingenius, profun dam ente influido po r el resurgim ientoneoplatnico del siglo xv, rechazando, por tanto, la autoridad absoluta de Aristteles, aunque en ocasiones lo citeaprobatoriamente, puede haber tenido algn conocimientode la visin del mundo de Nicols de Cusa y puede que se

    haya sentido animado por su ejemplo a negar la f ini tud dela creacin. Con todo, no es seguro, ya que, excepcin hechade la afirmacin un tanto enrgica de la imposibilidad de

    poner lm ites a la accin creadora de Dios, no hallam os ensus enseanzas ninguna referencia a las doctrinas peculiares de la cosmologa de Nicols de Cusa.

    As, por ejemplo, al discutir la estructura general del

    Universo nos dice n:

    Mas algunos han pensado que podemos considerar todaestrella como un mundo,

    y tienen a la Tierra por una estrella apagada, si bien lamenos importante de todas.

    Es obvio qu e a qu ien tiene en m ente es a los antiguo s cosm logos griegos y no a Nicols de Cusa. Hay que notar, adems, que Palingenius no comparte sus opiniones. Las suyasson muy otras, pues no considera que la Tierra sea unastro. Po r el contrario, m antiene constantem ente la oposicinentre las regiones terrestres y celestes, siendo precisamentela imperfeccin de la primera la que le lleva a negar quesea el nico lugar poblado del mundo.

    Cie r t amente 2>,

    ... vemos queLos mares y la Tierra estn llenos de diversos tipos de

    criaturas.

    27Zodiacus vitae, 1. vn, Libra, 11. 497-99; trad, ingl., p. 118;

    cf. A. O. Lovejoy, The great chain of being, pp. 115 ss., Cambridge,Mass., 1936; F. R. Johnson, op. cit., pp. 147 ss.!! Zodiacus vitae, 1. ix, Aquarius, 11. 601-3 (trad., p. 218).

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    Se ha de pensar entonces claramente que los cielos se hancreado vacos y hueros

    o estn ms bien vacas y hueras las mentes de quienesnos persuaden de tal cosa.

    Est claro que no podemos compartir los errores de esasm entes hueras. E st bien claro q u e 29

    ... los cielos contienen cria turas y cada astro ademses una ciudad celeste y asentamiento de Santos, donde

    Reyes y sbditos residen,

    no formas y sombras vanas de cosas (como tenemos presentes aqu)sino Reyes perfectos y gente tambin, todas las cosas son

    perfectas all.

    Sin embargo, Palingenius no afirma la infinitud del mundo. Es cierto que, aplicando consistentemente el principioal que Lovejoy ha dad o el no m bre de principio de p len itud30,

    niega la fin itud de la creaci n de Dios, dic ien d o 31:

    Hay algunos que suponen que el fin de todas las cosassobre los cielos se produce, sin saltar ms all.De modo que ms all de ellos nada hay: y que sobre el

    firmamentola Naturaleza nunca puede trepar, sino que all permanece

    suspensa.

    Lo cual a m me parece falso y la razn me ensaa,pues si el fin de todo all estuviera donde el firmamentoya no alcanza,

    Por qu no ha creado Dios ms? Porque no tiene la habilidad

    para hacer ms, su astucia detenida y divorciada de suvoluntad?

    O porque no tiene poder? Mas la verdad ambas cosasdeniega,

    Porque el poder de Dios no alcanza nunca fin, ni barrerassu conocimiento ligan.

    Ms en el Estado Divino de Diosy en su Gloriosa majestadhemos de creer, que nada es vano, pues es ms reverente:Este Dios siempre que pudo sin duda ha creado,

    * Ibid., 1. xi, Aquarius, 11. 612-616 (trad., p. 218)." A. 0. Lovejoy, The great chain of being, p. 52 y passim." Zodiacus vitae, 1. xn, Pisces, 11. 20-35 (trad., p. 228).

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    El firmamento y los cielos 29

    de lo contrario, su virtud sera vana, mas nunca ha de esconderse.

    Pero, puesto que podra crear innumerables cosas, no se hade pensar que la escondiese.

    Sin embargo, mantiene la finitud del mundo material,enc errad o y ap rision ado p o r las ocho esferas c ele ste s32:

    Mas el docto Aristteles dijo que cuerpo all no puedehaber,

    sino que ha de contar con lmites: con esto estoy deacuerdo,pues sobre el firmamento no ponemos ningn tipo de

    cuerpo,excepto la ms pura luz vaca de cuerpos, una luz des

    lumbranteque cumplidamente excede a nuestro Sol brillante, una

    luz que captarnuestros ojos no pueden y una luz sin final que Dios de s

    desprende.Donde, junto con su Rey, los espritus que son ms ligerosmoran, m ientras que los de tipo inferior bajo el firmamento

    siempre estn.Por tanto, el reino y posicin del mundo consta de tres,Celestial, Subcelestial, que est encerrado en lmites:El resto no tiene fronteras y luminoso sobre el firmamento

    brilla con la luz ms maravillosa. Mas aqu alguien replicarque sin cuerpo no hay luz, y con ello denegarque sobre los cielos luz jams habr.

    32 Ibid., 11. 71-85 (trad., p. 229). La visin del mundo de Palingenius est bellamente expuesta por Edmund Spenser en su Hymn ofheavenly beauty (citado por E. M. W. Tillyard, The Elizabethanworld picture, p. 45, Londres, 1943):

    Mucho ms arriba de estos cielos que aqu vemos,hay otros que superan cumplidamente a stos en luz,

    sin ser limitados ni corruptos, como ellos,sino infinitos en longitud y altura,inmviles, incorruptos y con fulgor sin tacha,sin que necesiten que el Sol ilumine sus esferas,ya que su propia luz original lo sobrepasa.A medida que tales cielos gradualmente asciendenhasta llegar a los confines de su primer motor,que en su poderoso crculo abarca y consigotransporta en torno todo lo dems,

    por grados igualmente procedeny se tornan ms perfectos hasta que finalmente alcanzanlo ms perfecto, a lo que todos tienden.

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    Pero Palingenius no acepta esta teora que hace a la luzdepender de la materia, convirtindola a ella misma en algomaterial . En cualquier caso, aunque as fuese por lo que

    respecta a la luz natural, fsica, es bien cierto que tal cosano ocurre con la luz sobrenatural de Dios. Sobre los cielosastrales no hay cuerpos. Pero, en la regin supracelestial,i l imitada y sobrenatural, puede haber perfectamente y dehecho lo hay un ser ligero e inmaterial.

    As pues, Palingenius afirma la infinitud del cielo deDios y no del mundo de Dios.

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    II . LA NUEVA ASTRONOMIA Y LA NUEVA METAFISICA

    (N. Coprnico, Th. Digges, G. Bruno y W. Gilbert)

    Palingenius y Coprnico son prcticamente contemporneos.En realidad, el Zodiacus vitae y el De revolutionibus orbium coelestium deben de haberse escrito aproximadamente almismo tiempo. Con todo, no tienen nada o casi nada encomn. Estn tan separados entre s como si entre ellosmediasen siglos.

    De hecho, estn efectivamente separados por siglos, portodos aquellos siglos durante los cuales la cosmologa aristotlica y la astronoma ptolemaica dominaban el pensamiento occidental. Naturalmente, Coprnico hace uso plenode las tcnicas matemticas elaboradas por Ptolomeo unode los mayores logros de la inteligencia h um an a 1 y contodo, por su inspiracin, se retrotrae ms all de l y deAristteles, a la edad dorada de Pitgoras y Platn. Cita aHerclides, Ecfanto e Hicetas, Filolao y Aristarco de Samos.Segn Rhtico, su d iscpulo y p o rta v o z 2,

    ... siguiendo a Platn y a los pitagricos, los mayores matemticos de aquella edad divina, [l] pensaba que, a fin de determinarla causa de los fenmenos, haba que atribuir movimientos circulares a la Tierra esfrica.

    No hace fa lta que insista en la ab rum adora im portanciacientfica y filosfica de la astronoma copernicana, la cual,al quitar a la Tierra del centro del mundo, colocndola entrelos planetas, min los fundamentos mismos del orden csmico tradicional con su estructura jerrquica y con su opo

    1 En el sentido tcnico de la palabra, Coprnico es ptolemaico.

    ' Cf. Joachim Rheticus, Narrado prima. Cito la excelente traduccin de E. Rosen en sus Three Copemican treatises, p. 147, NuevaYork, 1939.

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    sicin cu alitativa en tre el reino celeste del ser inm utab le y laregin terre stre o sublu nar del camb io y la corrupcin. Com

    p arad a con la p ro funda crtica de sus fundam entos metaf-

    sicos po r pa rte de Nicols de Cusa, la revolucin c opern icanapuede parecer un tan to tm ida y no m uy radical. Pero, po rotra parte, result mucho ms efectiva, al menos a largoplazo, pues, com o sabem os, el efecto inm ediato de la revolucin copernicana fue la propagacin del escepticismo y elas o m b ro 3 a que los fam osos versos de John Donne dieronuna sorprendente aunque retrasada expresin, dicindonos

    q u e l a 4

    ... nueva filosofa lo pone todo en duda,el elemento fuego se extingue completamente;el Sol se pierde, as como la Tierra, y no hay inteligencia

    humanacapaz de indicar dnde buscarlo.Y los hombres confiesan abiertamente que este mundo se

    ha consumido,cuando en los Planetas y el Firmamento

    buscan tantas novedades; y entonces ven que todose ha reducido de nuevo a sus Atomos.Todo se halla reducido a sus partes componentes, perdida

    toda coherencia;as como todas las reservas y toda Relacin.

    A decir verdad, el mundo de Coprnico no est despro

    visto absolutamente de aspectos jerrquicos. As, cuandoafirma que no son los cielos los que se mueven, sino laTierra, no es slo po rque p arezca irraciona l m over un cuerpotrem endam ente grande en lugar de m over uno relativamente

    3 F. R. Johnson, Astronomical thought in Renaissance England,pp. 245-49, Baltimore, 1937; cf. A. 0. Lovejoy, op. cit., pp. 109 ss.

    * John Donne, Anatomy of the world, Primer aniversario (1611)

    ed., Nonesuch Press, p. 202. Los desastrosos efectos de la revolucinespiritual del siglo xvn han sido estudiados recientemente con granminuciosidad y cierta nostalgia por un puado de estudiosos; cf., inter alia, E. M. W. Tillyard, The Elizabethan world picture, Londres,1943; Victor Harris, All coherence gone, Chicago, 1949; Marjorie

    Nicholson, The breaking of the circle, Evanston, Illinois, 1950;S. L. Bethell, The cultural revolution of the XVIIth century, Londres, 1951. Para un tratamiento que no es nostlgico, cf. A. 0. Lovejoy, The great chain of being, as como Basil Willey, The seven

    teenth century background, Cambridge, 1934.

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    pequeo, aquello que contiene y sita y no aquello queest contenido y situado, sino tambin porque la condicin de estar en reposo se considera ms noble y ms divinaque la de cambio e inestabilidad; sta ltima es, por tanto,m s adecu ada par a la T ierra q ue p ar a el U niv erso 5. Al Solse le otorga el lugar que ocupa en el mundo debido a susuprema perfeccin y valor (como fuente de luz y vida); sele otorga el lugar central que, siguiendo la tradicin pitagrica e invirtiendo as completamente la escala aristotlica

    y medieval , Coprnico considera el mejor y ms importa n te 4.

    As pues, aun que el mu ndo cop em icano no est ya estructurado jerrquicamente (al menos no plenamente: posee,

    por as decir, dos polos de perfeccin, el Sol y la esferade las estrellas fijas, con los planetas en medio), con todo,sigue siendo un mundo bien ordenado. Adems, es an un

    mundo fini to.Esta fini tud del mundo copernicano puede parecer i lgi

    ca. Ciertamente, siendo su movimiento comn la nica raznp ara acep tar la existencia de la esfera de las estrellas fijas,la negacin de dicho movimiento llevara inmediatamentea la negacin de la existencia misma de tal esfera. Adems,

    puesto que, en el m undo copernicano, las estre llas fijas han

    de ser extraordinariam ente gra n d es 7 siendo la m enor deellas mayor que todo el Orbis magnus , la esfera de lasestrellas fijas ha de ser ms bien gruesa. En tal caso, lonico razonable parece ser extender indefinidamente su volumen hacia arriba.

    ! Nicols Coprnico, De revolutionibus orbium coelestium, 1. x,

    cap. vin. [Hay traduccin castellana, a cargo de J. Fernndez Chiti,de la edicin de Koyr del primer libro de la obra de Coprnico:Las revoluciones de las esferas celestes, Buenos Aires: e u d e b a , 1965.]

    6 Segn la concepcin medieval, la posicin central de la Tierraes la ms baja posible; slo el Infierno es ms bajo que nuestramorada terrenal.

    7 Para los pre-modernos, esto es, para la astronoma anterior altelescopio, las estrellas fijas poseen un dimetro visible y aun inedible. Puesto que, por otro lado, estn bastante alejadas de nos

    otros, incluso extremadamente lejos, segn la concepcin coperni-cana (cf. pp. 90-97), sus dimensiones reales deben ser tremendamente grandes.

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    Resulta bastante natural interpretar a Coprnico de estemodo; es decir, como un defensor de la infinitud del mundo,tanto ms cuanto que de hecho plantea el problema de la

    posib ilidad de una extensin espacial indefinida m s all dela esfera estelar , si bien rehsa tratar el problema por noconsiderarlo cientfico, dejndolo a los filsofos. De hecho,la doctrina copernicana fue interpretada en este sentido porGianbattista Riccioli, Huygens y, ms recientemente, porM cC olley 8.

    Aunque parezca natural y razonable, no creo que esta

    interpretacin represente las opiniones efectivas de Coprnico. El pensamiento humano, incluso el de los mayoresgenios, no es nunca completamente lgico y consecuente. Nonos hemos de sorprender, por tanto, de que Coprnico, quiencrea en la existencia de esferas planetarias materiales, yaque las necesitaba a fin de explicar el movimiento de los

    planetas, creyese tam bin-en la de una esfera de estrellas

    fijas que ya no necesitaba. Adems, aunque su existencia noexplicaba nada, con todo posea cierta utilidad: la esferaestelar, que abarcaba y contena todo en s misma, mantena unido el mundo y, adems, permita a Coprnico asignar al Sol un posicin determinada.

    En cualquier caso, Coprnico nos dice bastante claram e n t e q u e 9

    ... el universo es esfrico, ya sea porque esta forma es la msperfecta de todas, por ser un todo completo que no precisauniones, ya sea porque constituye la forma que contiene mayorespacio, siendo as la ms apropiada para contener y retenertodas las cosas, o bien porque todas las partes discretas delmundo, me refiero al Sol, la Luna y los planetas, se presentencomo esferas.

    Es cierto que rechaz a la do ctrina aristotlica segn la cualfuera del mundo no existen cuerpos ni lugar ni espaciovaco, de hecho no existe nada en absoluto, pues le parece

    * Cf. Grant McColley, The seventeenth century doctrine ofplurality of worlds, Annals of Science, I, 1936, y Copernicus andthe infinite universe, Popular Astronomy, XLIV, 1936; cf. FrancisR. Johnson, op. cit., pp. 107 ss.

    Nicols Coprnico, De Revolutionibus orbium coelestium, 1. I,cap. I.

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    realmente extrao que algo pueda estar encerrado pornada, y cree que si admitimos que los cielos son infinitosy estn slo limitados por la cavidad interna, entonces tendram os las mejores razones para afirm ar que no hay nadafuera de los cielos, ya que todo, sea cual sea su tamao,est den tro de ellos 10, en cuyo caso, po r su pues to , los cielosh ab ran de ser inmviles. Ciertamente, el infinito no se puedemover o atravesar.

    Sin embargo, nunca nos dice que el mundo visible, elmundo de las estrellas fijas, sea infinito, sino tan slo quees inmedible ( immensum), es decir, resulta tan grande queno slo es que la Tierra sea como un punto comparadacon los cielos (cosa que, por cierto, ya haba afirmado Pto-lomeo), sino que adems tambin se puede decir lo mismorespecto a toda la rbita de la trayectoria anual de la Tierra

    en torno al Sol. Adems, ni conocemos ni podemos conocerel lmite, la dimensin del mundo. Por otra parte, al ocuparse de la fam osa objecin de Ptolom eo, segn la cual latie rra y las cosas terre stre s tod as se disolveran p o r la accinde la naturaleza si estuviesen en rotacin, es decir, porlas fuerzas centrfugas producidas por la inmensa velocidadde su revolucin, Coprnico responde que ese efecto disgre-

    gador habra de ser mucho ms fuerte en los cielos, dadoque su movimiento es ms rpido que el de la Tierra y quesi este argumento fuese correcto, la extensin de los cielosse torn ara infinita. En cuyo caso, po r supuesto, ha bran de

    perm anecer quietos, que es lo que hacen, aunque sean finitos.As, hemos de admitir que, aun cuando fuera del mundo

    no hubiese nad a m s que espacio e incluso m ateria, con todo,

    el mundo de Coprnico seguira siendo finito y estara comprend ido en una esfera m ateria l u orbe, la esfera de las estre llas fijas, que posee un ce ntro, un c en tro ocupado po r el Sol.

    No creo que haya o tro m odo de in te rp re ta r la enseanzasde C oprnico. Acaso no nos dice que 11

    ...la primera y ms alta de todas [las esferas] es la esfera de

    estrellas fijas que se contiene a s misma y a todas las demscosas y que, por tanto, est en reposo. Es ciertamente el lugar

    10 Ib d 1 i i

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    del movimiento al que hace referencia el movimiento y posicinde todos los dems astros. Algunos [astrnomos] han pensadoque, en cierta manera, tambin esta esfera est sujeta a cambio;pero en nuestra deduccin del movimiento terrestre hemos determinado otra causa de que as parezca. [Despus de la esferade las estrellas fijas] viene Saturno, que cumple su circuito entreinta aos. Tras l, Jpiter, que se mueve en una revolucinde doce aos. Luego, Marte, que circungira en dos aos. Elcuarto lugar en este orden est ocupado por la revolucin anualque, como hemos dicho, contiene a la Tierra con el orbe dela Luna como epiciclo. En quinto lugar, Venus gira en nuevemeses. Finalmente, el sexto lugar corresponde a Mercurio, queefecta su revolucin en un espacio de ochenta das.

    Pero en el centro de todo reside el Sol. Situado en este templo magnfico, quin habra de poner la luz en otro lugarmejor que ste, desde el que puede iluminarlo todo a la vez?Por tanto, no resulta impropio llamarlo, como hacen algunos,la lmpara del mundo, otros, su inteligencia, y otros su director.Trimegisto [lo denomina] el Dios visible; Sfocles, en Electra,El que todo lo ve. As, como en un real trono, el Sol gobiernala familia de los astros que estn en torno suyo.

    Hemos de admitir los elementos de juicio: el mundo deCoprnico es finito. Adems, parece psicolgicamente muynormal que la persona que dio el primer paso, el de detenerel movimiento de la esfera de las estrellas fijas, dudase antesde dar el segundo, consistente en disolverla en un espaciosin lm ites. Bastante era p ara u n ho m bre solo m over la Tierray ensanchar el mundo hasta hacerlo inmensurable ( immen-sum ); pedirle que lo hiciese infinito sera claramente pedirledemasiado.

    Se ha atribuido una gran importancia a la expansinque sufre el m undo copernicano co m parad o con el medieval;su dimetro es al menos 2.000 veces mayor. Sin embargo, nohemos de olvidar, como ya ha sealado el profesor Love-jo y 12, que el m undo aristo tlico o ptolem aico no era enabsoluto esa confortable menudencia que vemos representada en las miniaturas que adornan los manuscri tos medievales y de la que sir Walter Raleigh nos ha dado tan encan

    u A. O. Lovejoy, op. cit., pp. 99 ss.

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    tad o ra descripcin 13. Aunque fuese m s bien p equeo segnnuestras medidas astronmicas, e incluso segn las de Co

    prnico, era lo suficientem ente grande com o p ara que no seconsiderase construido a la medida del hombre: unos 20.000radios terrestres era la cifra aceptada; es decir, unos 200millones de kilmetros.

    No hem os de o lv idar tam poco que, en com paracin conel infinito, el mundo de Coprnico no es en absoluto mayorque el de la astronoma medieval; ambos son una nadera,

    ya que inter f initum et infinitum non est proportio. Nonos aproximamos al Universo infinito por el hecho de aumentar las dimensiones de nuestro mundo. Podemos hacerlotan grande como queramos, sin que ello nos aproxime unpice a l 14.

    A pesar de ello, es claro que a veces resulta ms fcil,psicolgica, si no lgicam ente, pasar de un m undo m uy gran

    de, inmensurable y creciente a un mundo infinito que realizar este salto partiendo de una esfera ms bien grande,aunque determinadamente l imitada. La burbuja del mundoha de hincharse antes de explotar. Tambin es obvio que,mediante su reforma o revolucin de la astronoma, Coprnico elimin una de las objeciones cientficas ms valiosasen contra de la infinitud del Universo, como es la que se

    basa en el hecho em prico y de sentido com n del m ovim ientode las esferas celestes.Aristteles arga que el infinito no se puede atravesar;

    ahora bien, las esferas giran, por tanto... Pero las estrellasno dan vueltas; estn quietas, luego... No es, por tanto, sorp renden te que en un lapso de tiem po m s bien breve despusde Coprnico, algunas inteligencias audaces diesen el paso

    que Coprnico se haba negado a dar, afirmando que la esfera celeste, es decir, la esfera de las estrellas fijas de laastronoma copernicana, no existe y que los cielos estelares,en los que se hallan las estrellas a diversas distancias de laTierra, se extiende infinitamente hacia arriba.

    Hasta hace poco, se ha aceptado universalmente que

    13 Cf. Sir Walter Raleigh, The historie of the world, Londres, 1652,pp. 93 ss.; cf. Bethell, op. cit., pp. 46 ss.14 Cf. p. 92.

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    Giordano Bruno fue el primero en dar este paso decisivo,inspirndose en Lucrecio y malinterpretando creativamentetan to a ste com o a N icols de C u sa 15. Hoy d a, tra s el

    descu brim iento del profe sor Jo hn son y el do ctor Larkey 16(en 1934) del Perfit D escription o f the Caelestiall Orbesaccording to the most aunciene doctrine of the Pythagoreanslately revived by Copernicus and by Geometricall Demonstrations approued, que Thomas Digges aadi en 1576 al

    Prognostication euerlasting de su padre Leonard Digges, talhonor, al menos en parte, debe serle atribuido a l. Aunque

    se pueden dar diversas interpretaciones del texto de ThomasDigges (la ma propia diferir un tanto de la del profesorJohnson y de la del doctor Larkey), lo cierto es que, encualquier caso, Thomas Digges fue el primer copernicanoque sustituy la concepcin de su maestro, la de un mundocerrado, por la de un mundo abierto, introduciendo algunasadiciones sorp rend entes en su D escription, donde ofrece una

    traduccin bastante buena, aunque un tanto l ibre, de lap a rte cosm olgica del De revolutionibus orb ium coelestium .En primer lugar, en su descripcin de la esfera de Saturno,inserta la observacin de que esta esfera es la que estms prxima de todas a esa esfera infinita e inmvil, guarnecida de innumerables luces, y, a continuacin, sustituyeel conocido diagrama copernicano del mundo por otro, en elque las estrel las se distribuyen por toda la pgina tanto porencima como por debajo de la lnea con la que Coprnicorepresentaba la ult ima sphaera mundi. El siguiente aadido

    15 Giordano Bruno entiende que ellos ensean la infinitud del universo. Ya he examinado el caso de Nicols de Cusa; por lo que aLucrecio respecta, no cabe duda de que afirma la infinitud del es

    pacio y de los mundos, si bien sostiene la finitud de nuestro mundo

    visible y la existencia de una esfera celeste lmite, fuera de la cual,aunque inaccesibles a nuestra percepcin, hay otros mundos idnticos o anlogos. Anacronsticamente podramos considerar que suconcepcin prefigura la idea moderna de universos-isla dispersos

    por un espacio infinito, aunque con una diferencia muy importante:los mundos de Lucrecio estn cerrados sin conexin entre s.

    16 Cf. Francis R. Johnson y Sanford V. Larkey, Thomas Digges,the Copemican system and the idea of the infinity of the universe,The Huntington Library Bulletin, nm. 5 (1934), y Francis R. Johnson, op. cit., pp. 164 ss.; cf. tambin A. 0. Lovejoy, op. cit., p. 116.

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    Nueva astronoma y nueva metafsica 3 9

    que Thomas Digges hace en su diagrama es muy curioso.

    En mi opinin, expresa la duda e incertidumbre de una inteligencia una inteligencia muy audaz que por un ladono slo ha aceptado la visin del mundo copernicana, sinoque incluso va ms all de ella y que, por otro, an estdominada por la concepcin o imagen religiosa de un cielosituado en el espacio. Thomas Digges comienza dicindonosque:

    El orbe de las estrellas fijas se extiende en altitud hacia arribainfinitamente y esfricamente, siendo por ende inmvil.

    Con todo, aade que este orbe es

    el palacio de la fecilidad guarnecido de gloriosas e innumerablesluces de brillo perpetuo, superando cumplidamente a nuestro

    Sol tanto en cantidad como en cualidad.As como

    la Corte del gran Dios, el habitculo del elegido y de los ngelescelestiales.

    Esta idea aparece desarrollada en el texto que acompaa al

    diagra m a 17:

    Aqu nunca podremos admirar suficientemente esta inmensatrama, maravillosa e incomprensible, de la obra de Dios que semanifiesta ante nuestros sentidos. Vemos, en primer lugar, elglobo de la Tierra en el que nos movemos, que parece grandea la gente comn, aunque resulta muy pequeo comparadocon la esfera de la Luna y, si se compara con el Orbis magnus,

    dentro del cual se ve arrastrado, apenas conserva cualquierproporcin apreciable, tan maravillosamente superior a este pequeo astro apagado en que vivimos es ese Orbe de movimientoanual. Ahora bien, dicho Orbis magnus, no siendo, como hemosdicho, ms que un punto respecto a la inmensidad de ese cieloinmvil, podremos considerar fcilmente la pequea proporcinde la trama divina que constituye nuestro mundo corruptibley elemental y nunca podremos admirar lo bastante la inmensidad del resto. Especialmente, la inmensidad del Orbe fijo

    guarnecido de innumerables luces que se extiende hacia arriba

    17 A Perfit Description sigs N3-N4; cf Johnson-Larkey pp 83 ss ;

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    sin fin en altitud Esfrica. Se ha de considerar que de esasluces Celestiales slo contemplamos aquellas que se encuentranen las partes inferiores del mismo Orbe y que, a medida quese encuentran ms altas, aparecen cada vez menores, hasta quenuestra vista, al no ser capaz de alcanzar ni concebir ms lejos,hace que la mayora de ellas nos sea invisible por causa de suasombrosa distancia. Y podemos perfectamente pensar que essta la gloriosa corte del gran Dios, cuyas obras invisibles einescrutables podemos conjeturar en parte por esto que vemos,y para su majestad y poder infinito el nico conveniente es estelugar infinito que supera a todos los dems tanto en cualidadcomo en cantidad. Mas, puesto que el mundo ha arrastrado durante tanto tiempo la opinin de la estabilidad de la Tierra, lacontraria tiene que resultar ahora muy inaccesible.

    As pues, como podemos ver, Thomas Digges coloca susestrellas en un cielo teolgico y no en un firmamento astronmico. De hecho, no nos hallamos muy alejados de laconcepcin de Palingenius, a quien Digges conoce y cita, yquiz estemos ms cerca de l que de Coprnico. Bien es

    cierto que Palingenius sita su cielo sobre las estrellas,mientras que Thomas Digges las coloca dentro de l. Contodo, mantiene la separacin entre nuestro mundo el mundo del Sol y los planetas y la esfera celeste, la moradade Dios, los ngeles celestiales y los santos. Ni que decirtiene que no hay lugar para el Paraso en el mundo astronmico de Coprnico.

    Por esta razn, a pesar de la habilsima defensa que delos derechos de priorid ad de Digges hace el pro feso r Johnso nen su excelente libro, A stronom ical thought in Renaissance

    England, yo sigo pensando que fue Bruno quien nos ha presentado por vez primera el esquema o el boceto de la cosmologa dominante durante los dos ltimos siglos y no puedo estar ms de acuerdo con el profesor Lovejoy, quien, ensu libro clsico Great chain of being, n os dice que 18,

    A. O. Lovejoy, op. cit., p. 116. Giordano Bruno naci en ola(cerca de Npoles) en 1548, se hizo dominico en 1566 aunque, diezaos ms tarde, en 1576, a la vista de algunas opiniones suyas untanto herticas acerca de la transubstanciacin y la Inmaculada Concepcin, tuvo que dejar no slo la orden, sino tambin Italia.En 1579, lleg a Ginebra, donde no pudo quedarse, y luego a Toulouse y a Pars (1581), donde dict clases sobre el sistema lgico de

    Raimundo Lulio (escribiendo adems algunas obras filosficas, como,

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