jose morales-conversión y penitencia

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    CONVERSION y PENITENCIA

    JOSE MORALES

    1. La religin revelada que culmina en el Evangelio ha llenadocon su propio sentido el vocabulario de la conversin y de las transformaciones del espritu humano. Contenidos nuevos se han alojadoen antiguas palabras, que han pervivido con mutaciones y resonancias que sus orgenes no hacan sospechar.

    El ncleo de la predicacin proftica en el Antiguo Testamentoes el anuncio y la urgencia de la conversin, cuya esencia consiste envolverse con el ser entero a Yahveh y tomarle radicalmente en seriocomo Dios y Seor en todos los aspectos de la vida. La conversinproftica presupone un monotesmo depurado, es decir, una concepcin transcendente y personal de Dios, as como una idea tambin personal del pecado.

    La llamada a la conversin se dirige al hombre, que es el destinatario nato de la predicacin penitencial y el nico ser de la Creacin capaz de una transformacin interior en libertad.

    El Evangelio hace su entrada pblica en el mundo mediante unallamada a la conversin. Apareci Juan el Bautista en el desierto,proclamando un bautismo de conversin para perdn de los pecados (Mc 1,4). Es la preparacin inmediata de la predicacin delSeor, que en su momento anuncia: El tiempo se ha cumplido yel Reino de Dios est cerca; convertos y creed en la Buena Nueva(Mc 1,15). El primer discurso de Pedro en los Hechos contiene lamisma inevitable exhortacin: Convertos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo (2,38). Se exigea los oyentes la ruptura con el pasado pecaminoso, para reconocerla llegada del Reino de Dios y formar parte de l. Si no cambiaisy os hacis como nios, no entraris en el Reino de los cielos (Mt

    18,3). Se trata de una llamada al cambio, es decir, a un cambio cua-201

    TECA DE HUMANIDAD

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    lificado que es sinnimo de conversin penitencial: non veni vacareiustos, sed peccatores ad poenitentiam (Luc 5,32).

    La conversin espiritual se dice por analoga al movimiento degiro fsico propio de un cuerpo. La conversin de los gentiles deHech XV,3 (ten epistrofen ton ethnon) usa el vocabulario de la re-versin fsica o material; pero esta terminologa adquiere todo susentido en el caso del hombre, nico ser capaz de volver o retornarpropiamente sobre s mismo. En Tertuliano y a partir de l, los trminos converti y conversio se hacen corrientes.

    Lo que importa es que, a partir de la predicacin de Jess y sus

    discpulos, la Iglesia nunca ha dejado de exhortar a los hombresa la conversin, para que abandonando el pecado se conviertan aDios, ni de significar, por medio de la penitencia, la victoria de Cristo sobre el pecado (Ritual de la Penitencia, 1974, Praenotandan. 1). La Iglesia sabe bien, en efecto, que solamente podemos llegaral Reino de Dios a travs de la metanoia, es decir, de aquel ntimocambio de todo el hombre - d e su manera de pensar, juzgar, y ac-t u a r - impulsado por la santidad y el amor de Dios (Pablo VI,Consto Apost. Paenitemini, 17.2.1966: AAS 58,1966,179).

    2. Las vas por las que Dios propicia en el Nuevo Testamentola conversin de sus elegidos revisten notable variedad. Es ejemplarentre todas la venida del Espritu Santo, cuya fuerza est presentede un modo o de otro en toda conversin. Pero el Seor se apoyasiempre en la accin del apstol o del discpulo que predica la Palabra divina, opera milagros, confronta a sus oyentes con las profecaso mueve a la lectura de la Sgda. Escritura que ayudar luego a in-terpretar correctamente. Tampoco estn ausentes las visiones y otroscaminos extraordinarios de la solicitud divina.

    La conversin se describe como el paso de las tinieblas a la luz(cfr. Efes 5,8; lo 1,4-9; Hech 26,18) o de la vida segn la carnea la vida segn el espritu (cfr. Gal 5,15-26; Rom 8,1-13); comoun nuevo nacimiento (cfr. lo 3,6), como participacin de la vida

    divina (cfr. lo 3,36; 2 Pet 1,14), como muerte del hombre viejoy aparicin del hombre nuevo (cfr. Rom 6,4-16; Col 3,1-14).

    En cualquier caso es un alejamiento del pecado - v i a enimsalvationis a peccato est conversio ad Deum (Sto. Toms de Aquino, In Evangelium Ioannis 1 2 , 7 ) - y una iniciacin verdadera en lasantidad nica de Dios. La llamada cristiana a la conversin esefectivamente una llamada a la santidad, de modo que en esta perspectiva puede y debe afirmarse que salvacin del hombre y santidad

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    del hombre coinciden. Slo los santos pueden mirar al Santo: sinsantidad ningn hombre puede soportar la visin de Dios (J. H.Newman, Parochial Sermons 1,6). Es un tema central que recoge

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    verdad que despus de recibido el perdn de los pecados, y pornuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creadosotra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamenteen nosotros, en la morada de nuestro corazn (Epstola de Bernab,16,8).

    3. La conversin cristiana es una entrega completa del alma,atrada por el Dios vivo, a un modo nuevo de vivir. Es algo que elpaganismo nunca exigi a sus fieles. No slo porque era imposiblerenunciar a la religin familiar y cvica sin condenarse a la extin-cin social, sino tambin y sobre todo porque semejante cambiono tiene sentido cuando la divinidad no es una divinidad celosa co-mo lo es el Dios nico del Antiguo y Nuevo Testamento. Los dio-ses paganos no piden un culto exclusivo, que es sin embargo man-damiento esencial del Dios de la Revelacin.

    El ncleo de la conversin verdadera es la obediencia a Diosque habla en el fondo del alma. Ni siquiera la visin de Dios ode lo sagrado significa por s misma conversin si no va seguida

    de la obediencia interior y exterior a los mandatos divinos. Cierta-mente el que ha tenido una visin no puede vivir ya como cual-quier otro que no la ha tenido nunca (J. H. NEwMAN, Apologa,ed. Svaglic 111). Pero la aparicin del Resucitado no es sin ms laconversin de Saulo. La conversin del futuro Apstol es la recep-cin obediente de la manifestacin de Dios. As pues -d ice Pa-blo al rey Agripa- no fui desobediente a la visin celestial (Hech26,19).

    El convertido se vuelve a Dios. Tiene la conviccin de unallamada divina. No se vuelve slo, como los conversos paganos a lafilosofa, a una vida de contemplacin y al cultivo de valores noexclusivamente terrenos. Se vuelve al Dios vivo de la Revelacinque ha dejado de ser para l, si lo fue al principio, una simple-aunque profunda- nocin filosfica. El monotesmo pagano- b a s e de la vda flosfca- no es igual al monotesmo cristiano,

    aunque lo anticipe en el espritu y la mente de muchos convertidosal Evangelio. El monotesmo pagano, si permanece como una convic-cin intelectual estacionaria, es un logro racional que no conducenecesariamente a la reforma de la vida.

    Ciertamente el ideal y la prctica de la conversin a la filosofano estn privados de grandeza. Me di cuenta que la vida que yollevaba no era ya soportable, dice Alcibiades despus de conocery or a Scrates (Cfr. Platn, Smposon, 215 E). La filosofa

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    -af i rma Aristteles- encierra satisfacciones maravillosas por supureza y firmeza (Etica a Nicmaco, 1177 B). Sneca descubre con

    entusiasmo a Lllcilio su propia experiencia: siento- e s c r i b e -

    queno solamente mejoro sino que una transformacin se opera en m.No garantizo ni afirmo con esto que mi reforma sea perfecta. Con-servo an muchas tendencias que es necesario contener, reducir ofortificar. Pero he aqu ya una prueba del perfeccionamiento de] al-ma: sta advierte sus defectos, que antes ignoraba (Epstola VI,l).

    A pesar de todo, el balance de la Filosofa como modo de vivirdigno del ser racional es bien exiguo. Ha obtenido algllnos xitospero no ha convertido, no ha cambiado a los hombres en 10 ntimode su ser. Bastara su elitismo para descalificarla; pero es que tam-poco pudo lograr con los sabios y los ricos la tarea reformadora quese haba propuesto.

    El Evangelio se muestra acogedor hacia la actitud filosfica delhombre pagano (cfr. Hech 17,18, a pesar de Col 2,8). Aunque losPadres Apostlicos no reaccionan en ningn sentido respecto a la

    Filosofa, puede decirse que, con las oportunas reservas, los apolo-gistas del siglo II -especialmente Justino-- adoptan una actitudfrancamente positiva. Los lmites de la Filosofa -entendida comouna summa de todo 10 verdadero y noble que se contiene en lareflexin secular de los no cristianos- son destacados a pesar detodo por los telogos alejandrinos. La Filosofa es una ciencia de lavida, pero una ciencia parcial y elemental, no comparable a la cien-cia perfecta revelada por Cristo (cfr. Clemente Alejandrino, Stro-mata VI, 8,68). Llega un momento en el que el Evangelio y lamejor Filosofa pagana deben separarse. Porqlle para el filsofo an-tiguo no iluminado por la fe, todo est anunciado desde el princi-pio por un Logos impersonal y no es necesaria por 10 tanto Reve-lacin alguna. La salvacin estriba en que el hombre se conozca as mismo, reconozca su lugar en el universo y se integre en l debuen grado. La liberacin del pecado mediante la gracia constituyeconsiguientemente para el hombre pagano una suerte de ofensa ala integridad del orden csmico y un desdoro para la dignidad dela razn, nica restauradora posible de los desvos humanos.

    4. La conversin se inicia con un movimiento espiritual de re-versin sobre uno mismo. Pero este movimiento no termina en elmismo sujeto sino en Dios, que habita y habla en la intimidad delespritu. El hombre se convierte a Dios a travs del descubrimientoy exploracin de su propia intimidad. Amonestado a volver a m

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    mismo, entr en mi interior guiado por Ti... Entr y vi con el ojodel alma una luz inmutable (S. Agustn, Confesiones VII, 10,16).

    Es un proceso silencioso, desprovisto de todo aparato o espectacularidad. Es un movimiento espiritual que no lleva consigo ne-cesariamente manifestaciones corporales. Conversio ad seipsum sitoperatio separate a corpore (Sto. Toms de Aquino, In Librum deCausis 15,14). La tradicin cristiana, que ya entiende la conversincomo una vuelta del hombre en s (cfr. Luc 15,17), se ha enriquecido adems con ideas neoplatnicas que hablan de la capacidad dereversin sobre s como una propiedad fundamental de todo indivi

    duo provisto de intelecto (cfr. Proclo, Elementos de Teologa,prop. 17).

    El alma de Plotino, en efecto, es en su mejor situacin un almarecogida sobre s misma. Los cambios que experimenta son cambiosinternos. Plotino supera las concepciones platnicas segn las cuales las transformaciones interiores del alma se acompaan, o al me-nos se representan, como paso de un lugar a otro en el espacio, se-gn una especie de topografa religiosa (cfr. Leyes 904 B-E). Paralos griegos en general, antes de Plotino, el ascenso y descenso delalma son un viaje a travs del mundo, de modo que los estados depureza o impureza del alma conducen a sta por diversas regionesdel universo. Plotino modifica profundamente el mito platnicodel descenso de las almas, que ahora dejan de ser errantes y permanecen eternamente ligadas a la Inteligencia. El alma neoplatnicano es un alma viajera, sino olvidadiza del tiempo pasado, cuando

    cay en el cuerpo, y vuelta sobre s misma.Pero en Plotino, la conversin y la consiguiente liberacin del

    pecado son un proceso natural. La conversin es aqu epistrofe, nometanoia. Es descubrimiento de s mismo y autocomprensin, nodescubrimiento de un Dios personal. En la mstica plotiniana, el objeto de la bsqueda es un estado, no l Ina persona. Plotino semuevf' intelectualmente al margen de las ideas de salvacin, expiacin, mediacin redentora y perdn.

    Muy distintos son la actitud y los presupuestos cristianos dela conversin. Vulvete al Seor desde el fondo de tu corazn yrugale confiadamente - d i c e Hermas- , y conocers su gran mi-sericordia: no te abandonar, sino que, al contrario, realizar laoracin de tu alma. Porque Dios no es como los hombres rencorosos: El no conoce el rencor y tiene compasin de su criatura. T,por 10 tanto, purifica tu corazn de todas las vanidades de este

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    mundo (Mand. IX, 1-4). Son los acentos que todava con mayorintensidad deja or el espritu apasionado de San Agustn: Adhirase ahora a Ti mi alma, a quien libraste de atadura tan tenaz demuerte. Qu desgraciada era! Y t la punzabas, Seor, en lo msdolorido de la herida, para que, dejadas todas las cosas, se conviertiese a Ti, que ests sobre todas ellas y sin quien no existira absolutamente ninguna; se convirtiese a Ti, digo, y fuese curada(Confesiones VI, 6,9).

    5. La conversin del Nuevo Testamento es un acto consciente, no un acontecimiento que se experimente por el sujeto de mo-do pasivo. Requiritur aliquis usus liberi arbitrii, gua Deum cog-noscant et ament: et ista est conversio ad Deum (Sto. Toms deAquino QDV 28,3). Nunca es el hombre protagonista en mayorgrado de su propia existencia que en la conversin. Me dices queeres libre, y todava no te has entregado a Dios?. La conversin esuno de los actos supremos de la libertad humana.

    Implica desde luego elementos emocionales porque es un acto

    de todo el hombre. Pero nada o muy poco tiene que ver con elsimple entusiasmo o con un momento de arrebato anmico. La locura por amor de Cristo que lleva necesariamente consigo es unmagnfico acto de cordura y prudencia. Arrepentirse es un actode gran inteligencia - d i c e el Pastor de Hermas- , porque el pecador comprende que ha obrado mal delante del Seor y la accincometida est presente en su corazn, y se arrepiente y no vuelve afrecuentar el pecado (Mand. IV, 2,2).

    La conversin contiene aspectos intelectuales, emocionales yvolitivos, as como una decidida aceptacin de Dios y de la salvacin operada en y por Jesucristo. El convertido no busca escapar ala condicin mortal o a un supuesto dominio del destino sobre suser. Tampoco persigue secretos del universo ni un nivel espectacular de autoconocimiento. Desea primordialmente escapar al pecado.El mismo Evangelio que le ha predicado la conversin le ha descu

    bierto previamente la hondura del mal que Sl!fre. Le ha abierto losojos a la triste realidad de ser pecador, para comunicarle acto se-guido la esperanza del perdn verdadero.

    El hombre antiguo ignorante de la Revelacin nunca tuvo sentido del pecado como una ofensa capital a Dios. El mal moral era unaccidente de la vida que poda ser suprimido por iniciativa de lapersona antes de acercarse a la divinidad y no un contagio interior que slo Dios pudiera eliminar. Se conceba el mal en el hombre

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    no como malicia pecaminosa sino como error. La p ~ r i f i c a c i nequivala a un proceso racional de renuncia que libraba de la pasin ydel deseo: un proceso que llevaba sin solucin de continuidad desdelas virtudes elementales a la contemplacin de 10 inefable. El Hermetismo, por ejemplo, no contena purificaciones ni ceremonias para lavar el pecado. La Teurgia 10 pretenda intilmente con objetosy ritos afines a la magia. Pese a todo el atractivo del Neoplatonismoy la ayuda que le ofreci para su conversin intelectual, Agustnse dio cuenta de que nunca le podra librar de sus pecados, comoiba a hacerlo la gracia de Jesucristo.

    El repudio del pecado aparece as en la conversin cristiana noslo como algo necesario sino tambin como una meta gozosa y posible. Qu es convertirse, sino erguirse de los vicios irrefrenadosmediante la templanza y la virtud? (S. A g ~ s t n ,De Ordine I,8,23).

    Esta conversin posee una base dogmtica. El acto de fe salvadora que lleva a la metanoia no se realiza en el vado. Es el impactode la Verdad 10 que provoca el cambio interior del hombre. Loscristianos - d i c e Tertul iano- por no ser adoradores del error, 10son de la verdad; y no continan en falsedades que han reconocidocomo tales y por 10 tanto abandonado (Apologeticum XV, 8). Laconfesin de Dios Padre, Hijo y Espritu Santo sella la conversiny garantiza su veracidad y su permanencia.

    La conversin ha estado presente como ncleo fundamental enlas diversas disciplinas penitenciales que han existido en la Iglesia.

    Tanto en la penitencia cannica pblica como en la disciplina extracannica y en la disciplina privada, la Iglesia ha sabido combinarlos absolutos de la penitencia - e s decir la conversin-contricin,1a confesin del pecado y la satisfaccin- con la situacin personal del penitente. Pero esos elementos necesarios han estado siempre presentes como una unidad realizada precisamente en torno ala conversin.

    6. La conversin es un acto libre del penitente y es al mismotiempo una accin poderosa e indulgente de Dios. La gracia divina seanticipa a la conversin del hombre y la hace posible. Conversionon potest esse nisi per gratiam aliquam praecedentem (Sto. Toms de Aquino, In 2 Sent. 5,2,1). Dios es el motor de la conversin:Convirtenos a Ti, Seor, y nos convertiremos (Lament. 5,21), ocon palabras de S. Pablo: non volentis neque currentis, sed miserentis Dei (Rom 9,16).

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    La Iglesia recoge este gran hecho en su Liturgia con una con-cisa claridad. Habla, por ejemplo, de los candidatos adultos al bau-

    tismo como hombres llamados y auxiliados por Dios (cfr.ardo

    nitiationis chrstanae adultorum, Romae 1972, n. 80). Y se dirigea Dios Padre y a Jesucristo con las siguientes palabras: Oh Dios,que atrajiste a Ti a estos catecmenos con un maravilloso amor . . . ;Seor Jess, que por designio admirable de tu misericordia con-vertiste a la mujer pecadora . . . , libra poderosamente a estos elegi-dos . . . y convierte sus corazones con la fuerza del Espritu Santo(cfr. ardo, n. 373,5; n. 379).

    La conversin del hombre supone un estado interior nuevo cuyaaparicin tiene algo de instantneo. Es el paso de una situacin aotra. Puede decirse que de alguna manera se produce en un deter-minado momento: el momento nico e irrepetible de la conversin.La conversin puede inisinuarse o puede prepararse con actos an-teriores, pero hay en todo caso una cierta solucin de continuidadentre la decisin que supone y las etapas espirituales que la prece-

    den.Se

    trata de algo original en el alma:es

    una situacin ntima dis-tinta a las precedentes que slo se alcanza mediante un salto - e lsalto existencial- y no mediante un avance calculado y metdico.El salto de la conversin indica entre otras cosas que el cielo nopuede escalarse slo con el esfuerzo humano de dar primero un pasoy luego otro, sino que debe ser asaltado por los fuertes, que lo soncon la fuerza de la llamada y de la gracia divinas (cfr. Mt 11,12).

    Dondequiera que Dios abre la puerta de la Palabra para predi-car confiada y constantemente el misterio de Cristo a todos los hom-bres - d i c e el Concilio Vaticano I I - , hay que anunciar al Dios vivoy a Jesucristo a fin de que los no cristianos, abrindoles el coraznel Espritu Santo, creyendo se conviertan libremente al Seor . . . Estaconversin hay que considerarla ciertamente inicial, pero suficientepara que el hombre sienta que, arrancado del pecado, entra en elmisterio del amor de Dios, que le llama a iniciar una comunicacinpersonal con El en Cristo (Decreto Ad Gentes, 13).

    Este acontecimiento personal de la conversin se produce porlo tanto en un momento determinado de la vida y va acompaadode un despertar de la fe en el alma del convertido como fruto de laevangelizacin: ex evangelizatione cum auxilio Dei peracta oriun-tur fides et conversio initialis, quibus se quisque sentit a peccatorevocari et in mysterio dilectionis divinae proclivem (ardo, n. 10).Se ha producido una conversin propiamente dicha (cfr. ibdem,

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    quezas, concupiscencia, odio y cualquier manifestacin de maldad(cfr. ardo, n. 114).

    El segundo grado dela

    iniciacinse

    vale de los llamadoses-

    crutinios para purificar ulteriormente la mente y el corazn, forta-lecer el alma contra las tentaciones, convertir las intenciones y ex-citar la voluntad, para que se adhiera a Cristo con mayor vigor:intentiones convertere et voluntates excitare ut arctius Christoadhaereant (ardo, n. 154). Se quiere avivar en el catecmeno eldeseo de purificacin y de verse redimido en Jesucristo, es decir, sele invita a intensificar su repudio del pecado y sus deseos de sal-

    vacin (cfr. ibidem, n. 157).Concluidas las etapas de la iniciacin cristiana, que son la ex-

    presin externa del proceso interior de la conversin e instrumentode la Iglesia para provocarlo y dirigirlo, el catecmeno recibir elsacramento del Bautismo, por el que ser finalmente destruida supersonalidad de pecador (cfr. ardo paenitentiae, n. 2).

    8. La Iglesia no se limita a urgir la conversin de los infieles

    para que abracen el Evangelio. La predica tambin a sus propioshijos que han cado en el pecado, para que lo abandonen y se re-concilien de nuevo con Dios. Conversin encierra por lo tanto unsentido analgico. Lleva del paganismo o la hereja a la Fe catlicay a la vida segn Jesucristo; lleva del pecado a la reconciliacin;lleva en fin de las faltas veniales y las imperfecciones a la libertadplena prometida y hecha posible en la Ley Evanglica. Hay unaprimera, una segunda y como una tercera conversin, y dada la na-turaleza del hombre, cada una representa un papel especfico en lavida cristiana.

    El pecador, movido por la gracia de Dios misericordioso, sepone en camino de conversin, retorna al Padre . . . y a Cristo . . . yal Espritu Santo (cfr. ardo paenit. n. 5). Esta segunda conver-sin es posible. Ms le vale a un hombre confesar sus cadas queno endurecer su corazn, escribe San Clemente a los cristianos de

    Corinto, y ms adelante aade: someteos y corregos para peni-tencia, doblando las rodillas de vuestro corazn (Primera cartaa los Corintios, 51,3; 57,1). El gran mensajero de la penitenciaque es el Pastor de Hermas insiste, con su acento popular, en la mis-ma exhortacin: hombres vanos y ligeros en la fe, colocad al Seoren vuestro corazn y comprobaris que nada hay ms fcil que es-tos preceptos, nada ms suave o ms humano. Convertos, vosotrosque segus los preceptos del diablo, preceptos difciles y amargos

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    (Mand. XII, 4,5-6). Hermas se dirige a cristianos y les instruye sobrela posibilidad de la conversin y de la penitencia. Pero la conversindel cristiano a Dios desplls de haber pecado no es solamente posible: es tambin necesaria.

    El discpulo de Cristo que, movido por el Espritu Santo,acude al sacramento de la Penitencia despus del pecado, debe antetodo convertirse a Dios de todo corazn (cfr. Ordo paenit. n. 6).El penitente olvida lo que queda atrs y se injerta de nuevo en elmisterio de la salvacin, de modo que vuelve a hacer suyos los bienes futuros. El pecador arrepentido manifiesta al ministro de la

    Iglesia su conversin interior mediante la confesin sacramental desus faltas. Esta ntima conversin del corazn, que incluye la contricin del pecado y el propsito de una vida nueva, se expresa porla confesin hecha a la Iglesia, por la adecuada satisfaccin y por elcambio de vida (cfr. Ordo paenit. n. 6).

    La perfeccin de la segunda conversin exige la manifestacinde los pecados. La disciplina penitencial cristiana - e n sus diferentes variantes solemnes, pblicas y privadas- ha conocido siempre la confesin oral de los pecados o actos externos equivalentesde ndole penitencial por los que se confiesan las culpas. La teologa ms antigua de la penitencia no considera terminado el proceso de la metanoia si no es con la confesin. Tertuliano conoce yauna tradicin que le mueve a crear un trmino tcnico -exomologesis- para referirse a la confesin de los pecados.

    9. La conversin es cosa de un instante; la santificacin estarea de toda la vida. La semilla divina de la caridad, que Diosha puesto en nuestras almas, aspira a crecer, a manifestarse enobras, a dar frutos que respondan en cada momento a lo que esagradable al Seor. Es indispensable por eso estar dispuestos a recomenzar, a reencontrar - e n las nuevas situaciones de nuestra vi-d a - la luz, el impulso de la primera conversin (Josemara Escriv de Balaguer, Es Cristo que pasa, 8. a ed., Madrid 1974, n. 58).

    El cristiano camina hacia la perfeccin mediante sucesivas ascensiones del alma. Es una senda espiritual que nunca termina para lmientras se halla en este mundo. Deber cubrir etapas breves olargas, pero en cualquier caso puede adelantarse que sern numerosas y en permanente sucesin.

    El sobrecogimiento ante la santidad de Dios, el dolor de laspropias faltas pasadas o sencillamente la coherencia que cabe es-perar en un discpulo de Cristo le proporcionarn el impulso para

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    andar un nuevo tramo de la vida espiritual. Normalmente no serun shock religioso de carcter extraordinario, semejante al estupor

    o asombro de Pedro despus de la pesca milagrosa (cfr. Luc 5,8).Ser suficiente que el cristiano perciba la dinmica ntima de la vidasegn Jesucristo y procure obrar en consecQencia. Las corrientesms autorizadas y antiguas de la espiritualidad cristiana -----como,por ejemplo, las representadas por Orgenes y S. Gregario deNis a - proponen al cristiano un camino de acercamiento a Diosque no conoce fin en esta vida. Es un camino asctico-mstico queno culmina en intuiciones supremas ni en visiones anticipadas. Ra

    dica ms bien en l ln esfuerzo permanente de aproximacin a unDios infinito que se encuentra por encima de la intuicin y del conocimiento mortal. La condicin terrena del hombre no permite hablar de consumacin en esta bsqueda del mayor amor; y el xtasis es sencillamente el paso de un determinado nivel de perfeccina otro ms elevado.

    El cristiano virtuoso es un ser invitado con frecuencia por Diosa la conversin. Es una llamada que han experimentado y experimentan tambin hombres que condQcen una vida inocente. Newmanhablaba de tres conversiones importantes a lo largo de su existencia,y son innumerables los cristianos que han aprendido el camino deretornar a Dios con un dolor diligente despus de una culpa levey hasta de un olvido o una indiferencia hacia el amor divino.

    La Iglesia dej pronto de entender la penitencia como un actofinal en el lecho de muerte y comenz a valorarla crecientemente

    como l!n medio de crecimiento espiritual. La tradicin cristiana noshabla de la penitencia y de la confesin sacramental como una necesidad del alma: necesidad de los santos, que saben bien lo quesupone el pecado como ofensa a Dios, y necesidad de los pecadores privados de la vida de la gracia.

    La confesin es esencial para la verdadera transformacin enJesucristo. A quienes caen en pecados veniales, experimentandocotidianamente su debilidad, la repetida celebracin de la penitenciales restaura las fuerzas, para que PQedan alcanzar la plena libertadde los hijos de Dios (cfr. Ordo paenit. n. 7).

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