jengibre & caramelo - paola klug · 2015. 11. 17. · caramelo por: paola klug . ... repletas de...

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Jengibre & Caramelo Por: Paola Klug

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  • Jengibre & Caramelo

    Por: Paola Klug

  • Introducción

    El Valle de Aradia se había cubierto de

    nieve; las últimas cosechas ya se habían

    levantado y ahora solo restaba esperar la

    llegada de la primavera, sin embargo en

    aquella época del año todos en el Valle

    esperaban la fiesta de Júl. Una antigua y

    mágica celebración invernal.

    Mientras los habitantes del Valle se

    preparaban para la fiesta, fueron atacados

    repentinamente por seres cuya existencia

    desconocían, la batalla mágica que se libró

    para conservar la paz y tranquilidad en

    Aradia fue peleada por Jengibre y

    Caramelo, dos brujas que con todo su

    poder, ingenio y un hechizo jamás usado

    en las batallas trataron de revertir el ataque

    lanzado por Saúco –la más poderosa bruja

    de las montañas-

  • En los techos de cada casa en el Valle de

    Aradia se acumulaba la nieve, los enormes

    robles estaban pintados de blanco y la

    plaza mágica llena de escarcha; de cada

    portal colgaban racimos de muérdagos

    adornados con listones rojos y en cada

    puerta se había clavado la rueda del año

    decorada con hojas, pétalos y cristales de

    hielo encantados que marcaban el final del

    ciclo.

    La fiesta de Júl estaba por empezar y

    todos en el Valle de Aradia se preparaban

    para la última y más importante fiesta del

    año.

    Para Jengibre era la época con más

    trabajo, ella era la encargada de contener

    la vida y magia de todos los habitantes de

    Aradia y colocarlas dentro de los

    muñecos que creaba. Cada que un ser

    nuevo nacía, los padres debían llevarlo

    con Jengibre; ella tomaría una gota de

    sangre, un cabello y la primera sonrisa del

    bebé para crear su muñeco, la mitad de

    su alma; misma que siempre sería

    resguardada por Jengibre en el Santuario

    de las Animas. Un jardín secreto que

    estaba en el interior de su posada.

  • Cuando alguien de Aradia moría, Jengibre

    era quién debía soplar dentro del muñeco

    cual si fuese una vela y asegurarse de

    que el alma que habitaba en su interior se

    uniera a su otra mitad antes de tomar un

    lugar en el mundo humano.

    Todos en Aradia tenían una

    responsabilidad que cumplir, aunque sin

    duda alguna el trabajo que Jengibre

    realizaba era uno de los más importantes

    en la región; ella lo había aprendido de su

    padre, un gran hechicero fundador de la

    Academia de teatro mágico que llevaba

    sus obras y canciones hasta los más

    recónditos lugares de mil tierras

    sembrando miles de sonrisas a su paso.

    Jengibre era una bruja joven, tenía tan

    solo 359 años –en tiempo humano- sus

    cabellos eran ondulados y oscuros; en su

    rostro habían docenas de lunares que

    dibujaban la constelación de Hydra en su

    piel y sus ojos parecían dos lunas

    repletas de luz.

    De su madre había aprendido el arte del

    bordado mágico así que cuando el

    consejo de brujas tuvo que

    decidir cuál sería la labor

    que Jengibre desempeñaría

    en Aradia en base a sus

    capacidades y marca de

  • nacimiento (un lunar en forma de

    mariposa en la espalda) todas ellas

    coincidieron en que Jengibre sería la

    bruja encargada de contener la vida y la

    muerte de todos los moradores de aquél

    mágico valle.

    El primer muñeco que Jengibre hizo fue el

    de su sobrino, formó con sus propias

    manos la arcilla tomada del pozo blanco,

    colocó en su interior una gota de sangre,

    uno de sus cabellos y la última de sus

    sonrisas. Horneó la figurilla durante horas

    y cuando estuvo lista, Jengibre pintó

    delicadamente sus cejas espesas, delineó

    su nariz y también sus labios; después

    bordó a mano sus ropas. La capa de

    terciopelo negro con la que recorrería los

    mundos y el símbolo de su casa en la

    espalda.

    Una vez concluido, Jengibre fue hasta su

    padre y se lo mostró. Él la bendijo,

    ¡estaba tan orgulloso de su pequeña

    bruja! Él murió aquella misma noche pero

    antes se despidió de ella y le pidió no

    entregarse a la tristeza, se volverían a ver

    en el mundo humano y después en

    cualquiera de los otros mundos. Jengibre

    asintió y le dio el último beso a su padre;

    cerró los ojos mientras Jengibre soplaba

    la vela en el interior del muñeco-alma de

  • su padre. Una vez que los dos torrentes

    de energía se unieron en el viento, el

    espíritu de su papá alcanzó el portal

    dirigiéndose hacia la tierra humana.

    Jengibre tomó cuidadosamente el

    muñeco de su sobrino y lo llevó hasta el

    Santuario de las Animas; un hermoso y

    brillante lugar que había construido para

    guardar todos sus muñecos y conjuros.

    Al pasar el tiempo, Jengibre hizo docenas

    y docenas de muñecos y muñecas; vio a

    muchas almas llegar y también marcharse

    y aunque podría pensarse que su labor

    era rutinaria en verdad cada creación era

    una aventura pero ninguna podría

    compararse a lo que sucedió en aquél frío

    invierno:

    Muy lejos del Valle de Aradia se

    encontraban las montañas mágicas de

    Tule; eran tan grandes y frondosas que

    era casi imposible recorrerlas. Entre las

    cuevas y barrancas de las montañas

    vivían algunos seres

    mágicos tan poderosos

    como los del Valle; entre

    ellos se encontraba

    Saúco, una de las brujas

    más poderosas de Tule.

    De ellos nada se sabía en

    el Valle, eran reinos mágicos separados

  • que rara vez llegaban a encontrarse sin

    embargo un extraño vínculo los unió:

    Saúco era hermana mágica de Jengibre,

    habían nacido a la misma hora en la

    misma tarde lluviosa; ambas llevaban la

    misma marca de nacimiento también.

    Sus poderes eran idénticos y físicamente

    se parecían mucho aunque Saúco tenía

    mucho pesar en su corazón mientras que

    Jengibre estaba repleta de alegría.

    Saúco siempre creyó que Jengibre le

    había quitado su lugar en Aradia a pesar

    de que nunca había formado parte del

    Valle así que solo esperaba el momento

    indicado para tomar lo que ella

    consideraba suyo y ese momento sería

    en el inicio de la fiesta de Júl; mientras

    todos en el Valle se preparaban para

    celebrar ella atacaría.

    Todos los habitantes del Valle de Aradia

    iban de un lado a otro para ocuparse de

    los últimos preparativos de la fiesta; los

    magos de las runas cargaban en sus

    espaldas los últimos leños que prenderían

    las fogatas, las hierberas llevaban entre

    sus cestos el laurel y la artemisa, los elfos

    y duendes por igual habían depositado ya

    sobre las mesas los últimos frutos de la

    última cosecha; una vez que la luna llena

    se coronara en el cielo, el consejo de

  • Brujas del Valle daría inicio a la fiesta de

    Júl.

    Jengibre estaba ocupada en su casa

    alistando el par de muñecos-almas que

    llegarían aquella noche según lo previsto

    por Oráculo, el hechicero más anciano y

    sabio del Valle. Un par de puntos más

    sobre el bordado y estarían listos para

    recibir la mitad del alma de los nuevos

    bebés, Jengibre estaba ocupada eligiendo

    el tono de los hilos para terminar cuando

    escuchó un extraño ruido saliendo desde

    su ático.

    Colocó los muñecos sobre la mesa con

    sumo cuidado, puso las agujas dentro del

    almohadón y caminó hasta las escaleras

    llevando consigo una lámpara de aceite

    para alumbrar su camino. Escondida

    entre el ático estaba la puerta que

    conducía al Santuario de las animas; justo

    entre el baúl de cedro blanco y el espanta

    espíritus de ámbar.

    Jengibre subió las escaleras hasta llegar

    a la puerta, estando allí aquél extraño

    ruido se desvaneció y la casa volvió a

    quedar en silencio. Afuera, en la plaza ya

    se escuchaban los cantos y la música; la

    fiesta de Júl estaba a punto de iniciar y

    Jengibre estaba atrasada; sin embargo su

    intuición de bruja la hizo quedarse un

  • poco más, sentía algo extraño dentro de

    su casa.

    Con mucha precaución giró el picaporte

    de la puerta hasta que se abrió; metió la

    mano izquierda junto a la lámpara de

    aceite y alumbró la habitación, a primera

    vista todo parecía estar en su sitio pero

    Jengibre notó algo fuera de lugar en el

    piso… una rama de ciprés quemada

    estaba tirada al centro de la alfombra.

    Jengibre caminó hacia ella solo para

    descubrir unas pisadas

    hechas con lodo y hierba, el

    tipo de hierba que se

    encuentra solo en las

    montañas mágicas de Tule.

    Antes de poder reaccionar, Jengibre fue

    atada por las raíces del ciprés que salían

    fuertes y veloces de la rama de ciprés a

    sus pies. La bruja cayó sobre la alfombra

    y fue allí, justo en ese momento que

    entendió lo que estaba pasando. El Valle

    de Aradia estaba bajo ataque por la gente

    de las montañas y ella había sido la

    primera captura.

    Sus manos, pies y labios estaban

    inmóviles debido al hechizo del ciprés, sin

    embargo era capaz de ver y no falto más

    que levantar sus ojos para encontrarse

    por primera vez con Saúco. Al verla, algo

  • en su interior sacudió a las dos; un

    vínculo dormido se despertó en un

    instante; Jengibre fue capaz de mirar

    hacia atrás, justo en el nacimiento de

    ambas. Fue testigo de la misma marca en

    su espalda y de su enorme poder,

    también pudo sentir el frío y la soledad

    que se apoderaron del corazón de Saúco

    durante todos aquellos años en los que

    estuvo aislada en la profundidad de las

    montañas. Una lágrima de tristeza brotó

    de los ojos de luna de Jengibre, pero no

    era por miedo ni por impotencia sino

    porque pudo sentir en su propio pecho el

    dolor con el que Saúco había vivido cada

    día de su vida.

    La bruja de la montaña se sintió

    vulnerable, era la primera vez que alguien

    osaba ver dentro de su corazón. Mientras

    se veía reflejada en los ojos llorosos de

    Jengibre volvió a revivir su infancia, el frío

    de la cueva adonde vivía sola, la soledad

    de las noches mirando hacia el valle de

    Aradia y anhelando el calor de un hogar y

    una familia.

    La nevada que comenzaba a caer fuera

    del ático la regresó a su lugar, ella había

    ganado, ahora el Valle de Aradia y el

    poder de Jengibre sería suyo.

  • -Soy Saúco, la legítima dueña del

    Santuario de las ánimas y de todo lo que

    tú has tenido y usado desde que nacimos.

    En la fiesta de Júl se celebra el final de un

    ciclo, se da vuelta a la rueda para

    comenzar de nuevo pero ahora el inicio lo

    daremos nosotros. Los olvidados y

    perdidos de la oscuridad refugiados en las

    montañas de Tule. Tu tiempo ha

    terminado Jengibre, el tuyo y el de los

    demás habitantes del Valle de Aradia,

    ahora este lugar nos pertenece- sentenció

    Saúco sacudiéndose los recuerdos tristes

    de encima.

    Se acercó a la ventana para mirar los

    copos de nieve gruesos y pesados caer

    sobre la plaza.

    Afuera- al igual que en el ático- los seres

    de las montañas habían comenzado el

    ataque coordinado a los habitantes de

    Aradia. La luna llena en lo alto del cielo

    era la señal y uno a uno los seres de Tule

    fueron saliendo de su escondite. Primero

    las hadas blancas, los trolls y las arpías,

    después los magos de la niebla

    y los espíritus del río.

    Todo estaba saliendo de

    acuerdo al plan de Saúco, esta

    era la primera vez en que el

    Valle era atacado, nadie sabía

  • qué hacer y el caos fue aprovechado por

    los extranjeros; los que ofrecieron

    resistencia fueron vencidos y los que

    entendieron que poco podían hacer

    huyeron hacia el bosque helado en los

    linderos del Valle.

    Las hadas blancas prendieron con su

    aliente de fuego las hogueras, las arpías

    llevaron atrapados entre sus garras a los

    prisioneros arrojándolos con violencia

    sobre el puente de madera que cruzaba el

    río del viento, en donde los trolls los

    ataban con las raíces encantadas del

    ciprés. Los magos de la niebla hicieron

    bajar la bruma para impedir que los que

    escaparon al bosque fueran capaces de

    regresar y vagaran por los gélidos

    caminos lo más lejos del Valle.

    Los habitantes de Aradia lloraban en el

    interior de sus prisiones, aquella fiesta

    dorada llena de luz y calor se había

    convertido en una pesadilla blanca y fría,

    pero nadie sufría tanto sus ataduras como

    Jengibre; en poco tiempo los bebés de los

    que había hablado Oráculo llegarían al

    Valle y no encontrarían sus muñecos-

    almas listos para recibirlos así que sus

    espíritus vagarían entre los bosques y las

    montañas y estarían forzados a vivir por

    la eternidad sin la otra mitad de su ser.

  • Mientras pensaba en esto, Jengibre se

    dio cuenta de algo que había pasado por

    alto. ¡Saúco era como esos bebés! Nunca

    había tenido su muñeca-alma, por eso

    siempre se había sentido sola e

    incompleta y estaba segura que con todos

    los seres de las Montañas de Tule

    sucedía exactamente lo mismo. Ellos

    jamás habían conocido el equilibrio pues

    se les había negado desde su nacimiento,

    ahora que conocía la verdad tenía que

    encontrar una forma de escapar y

    ayudarles, solo así podría parar esta

    locura.

    Jengibre no podría escapar de las raíces

    sola y era evidente que Saúco no la

    dejaría ir, si ella estaba en el Valle era

    para poder crear los muñecos-almas para

    su gente. Lo que Saúco no sabía es que

    sería incapaz de hacerlo, no por falta de

    poder sino por la ausencia de la mitad de

    su corazón…

    Mientras Saúco daba vueltas en el interior

    del ático tratando de encontrar la forma

    de entrar al Santuario de las ánimas,

    Jengibre tuvo una idea. En el Valle de

    Aradia solo había una bruja capaz de

    endulzar el corazón de las personas – o

    medio corazón en este caso- y era

    Caramelo.

  • Caramelo llevaba su rostro moreno

    siempre cubierto por una máscara de

    calavera de azúcar. Tenía dos largas y

    oscuras trenzas de las que colgaban

    listones de muchos colores y sus vestidos

    eran largos y vibrantes. Caramelo era

    capaz de transmitir amor hasta en los

    corazones más duros, solo bastaba verla

    a los ojos sin la máscara puesta para que

    el pecho de las personas se inundara de

    sentimientos cálidos u oler el perfume de

    sus flores para impregnarse del amor más

    grande.

    Su casa estaba ubicada muy cerca de las

    catacumbas, así que con un poco de

    suerte los cómplices de Saúco aun no la

    habían atrapado. Caramelo era la única

    oportunidad que tendría Jengibre de

    ayudar a Saúco, sus amigos y a todos en

    Aradia.

    Jengibre solo tendría una oportunidad

    para comunicarse con ella, esperó a que

    Saúco saliera del ático para atender las

    quejas de un par de arpías para hacerlo.

    Cerró sus ojos y trajo a su mente el poder

    de su padre, de su madre y hermanas;

    recordó la fuerza de la magia de su árbol

    familiar hasta que la sintió recorrer su

    cuerpo; la resistencia de su linaje fluyó

    por sus brazos y sus piernas y fue capaz

  • de romper las ramas que la ataban con

    fuerza. Corrió rápidamente hacia la

    entrada del Santuario de ánimas y lo

    cerró con un conjuro de protección, sin

    importar lo que sucediera los habitantes

    de Aradia y la mitad de sus almas

    estarían a salvo siempre y cuando ella

    estuviera adentro y Saúco afuera.

    Jengibre caminó entre los arcos y

    estantes del Santuario; entre las velas de

    estrellas y flor hasta encontrar a la

    muñeca-alma de Caramelo; tomó entre

    sus manos la muñeca y le susurró al oído:

    -Bruja Caramelo, necesitamos de tu

    ayuda. Si estás en libertad dile a tu alma

    que parpadeé.

    Jengibre puso a la muñeca-alma de

    Caramelo frente a su rostro.

    No puedo describir el alivio que sintió

    cuando la muñeca parpadeó…

    -Necesitas cautela bruja de dulce, lanzaré

    pronto una tormenta y en ella debes

    depositar los pétalos de tu flor mágica

    para llenar de afecto el medio corazón de

    quienes nos han atacado esta noche. Una

    vez que hayan caído bajo tu hechizo

    debes escabullirte hasta mi hogar; a un

    lado de la azalea y el enebro encontrarás

  • una puerta escondida en la piedra; en ella

    entrarás y deberás caminar por un oscuro

    pasillo. Al final hallarás una fuente y en la

    fuente una concha marina; deberás

    tomarla entre tus manos y ponerla sobre

    tu pecho, al hacerlo se abrirá una

    compuerta que te llevará exactamente al

    baúl del ático, justo donde la bruja de las

    Montañas está. Con ella deberás hacer lo

    mismo Caramelo, necesitas endulzar su

    medio corazón para salvar el Valle de

    Aradia.

    La muñeca-alma de Caramelo volvió a

    parpadear.

    Ahora solo era cuestión de esperar…

    Afuera del Santuario, Saúco usaba todo

    su poder tratando de abrir la puerta y

    romper el hechizo que Jengibre había

    creado. ¡No podía creer tan grave

    descuido! Si no era capaz de crear la

    mitad del corazón de sus aliados, su plan

    fracasaría y nunca podrían ser una

    familia.

    Del otro lado de la puerta Jengibre invocó

    de nuevo todo su poder para crear la más

    fuerte tormenta de nieve que azotó jamás

    el Valle, Caramelo aprovechó la

    oportunidad, salió de entre el mausoleo

    en donde se refugiaba y dejó flotar entre

  • el viento y la escarcha los pétalos

    de sus flores mágicas; en un

    instante aquella fragancia dulce y

    cálida recorrió todo el Valle

    llenando los pulmones de las

    arpías, trolls, hechiceros y hadas de Tule

    que no podían hacer más que abrazarse

    unos a otros y dedicarse las más lindas

    palabras ante la confusión y ternura de

    sus prisioneros.

    Sin dudar un solo minuto, Caramelo corrió

    hacia la casa de Jengibre; su vestido

    morado se cubría de escarcha de la

    misma forma que sus trenzas negras.

    Llegó al árbol de enebro y buscó entre las

    ramas secas de la azalea hasta toparse

    con la puerta de piedra; caminó entre el

    pasillo oscuro alejando las telarañas de

    su rostro con sus manos frías y corrió una

    vez que pudo ver la fuente al final. Tomó

    la concha marina y la colocó en su pecho,

    una vez que la concha recibió su calor

    una pequeña compuerta se abrió

    rechinando en la parte trasera de la

    fuente. Caramelo entró y subió por unas

    escaleras de madera hasta llegar al doble

    fondo del baúl, con el más enorme

    cuidado abrió lentamente la tapa para

    intentar acomodarse entre la caja sin

    embargo Saúco escuchó y temiendo lo

  • peor corrió hacia el baúl con su varita

    mágica entre las manos lista para atacar.

    Caramelo intuyó lo que

    sucedería así que tuvo

    que idear rápidamente

    un plan; se quitó su

    máscara y cubrió su

    rostro con las flores mágicas; así de una o

    de otra forma Saúco sería vulnerable al

    amor de su hechizo y el plan que Jengibre

    tenía para ella podría realizarse.La bruja

    de las montañas abrió el baúl y dirigió su

    varita hacia el cuerpo de Caramelo;

    Saúco arrancó las flores de un solo tajo,

    aunque el perfume de los pétalos la hizo

    estornudar. Fue allí cuando se encontró

    con el rostro de Caramelo, quién aún

    tenía los ojos cerrados.

    -¿Quién eres tú? Le preguntó

    amenazante mientras sentía un extraño

    calor inundando su pecho.

    Caramelo abrió sus ojos solo hasta que

    Saúco se acercó lo suficiente.

    Cuando la bruja de Tule se vio reflejada

    en la mirada ámbar de Caramelo

    experimentó un mareo que la hizo

    desvanecerse en la alfombra; todo el

    odio, tristeza y soledad que había sentido

    desde que nació habían desaparecido por

  • completo, ahora solo tenía ganas de

    revolcarse en el piso riendo hasta que le

    doliera la panza.

    ¡Era tan desesperante la felicidad!

    Aunque era cálida como la luz de un

    atardecer de otoño, tan refrescante como

    el agua de la cascada…

    Caramelo salió del

    baúl y le gritó varias

    veces a Jengibre ya

    que la puerta

    secreta al Santuario

    de las Ánimas

    seguía oculta. Cuando Jengibre la

    escuchó, rompió el hechizo protector,

    salió del Santuario y corrió hasta donde

    Caramelo y Saúco se encontraban.

    A la primera le agradeció su ayuda con un

    abrazo aunque aún tendrían que hacer

    mucho más.

    -Necesitamos sujetarla con las raíces del

    ciprés mientras liberas a los otros.

    Cuando hayas rescatado a nuestra gente

    deberás pedirles que te ayuden a sujetar

    a los amigos de Saúco con las raíces

    también, una vez que estén bien sujetos

    pídele a Mandy – la bruja de las hierbas-

    el brebaje para dormir y dénselo a todos

    los seres de Tule; después tráeme un

  • poco para dárselo a Saúco. Mientras

    todos duermen, nosotros trabajaremos.

    Caramelo asintió y no fue hasta dejar a

    Saúco completamente amarrada –y

    sonriente- que corrió hasta el puente del

    río del viento a liberar a los demás.

    Mientras Caramelo salía, Jengibre paraba

    la tormenta que había creado; una vez

    que esta amainó tomó los muñecos-almas

    de los bebés que estaban a punto de

    llegar al Valle y los terminó en calma

    sentada sobre su mecedora.

    Cuando Caramelo regresó,

    tanto Oráculo como Mandy la

    acompañaban. Fue esta

    última la que le suministró a

    Saúco la bebida que la haría

    dormir durante horas, el

    tiempo necesario para que

    Jengibre solucionara lo que

    debía arreglarse.

    Aquella noche, a mitad de la reiniciada

    fiesta de Júl nacieron un pequeño y una

    pequeña, ambos hijos de Dendera –la

    bruja del río-

    Jengibre tomó a los dos pequeños y les

    arrancó un cabello, tomó un alfiler y les

    pinchó un dedo, los hizo reír y guardó sus

    risas. Colocó sus cabellos, su sangre y

  • sonrisas dentro de sus muñecos-almas y

    encendió la vela en su interior, ahora

    Sistro y Menath podían encontrar el

    equilibrio.

    Durante el transcurso de la madrugada

    Jengibre trabajó horas y horas; de vez en

    cuando Oráculo, Mandy o Caramelo

    entraban de vuelta a su casa llevándole

    pastelillos, galletas y leche azucarada

    para que se alimentara. Jengibre no paró

    de modelar, hornear, zurcir y pintar hasta

    el amanecer.

    Justo cuando el sol del nuevo ciclo salía

    en el horizonte terminó su trabajo. Sobre

    su mesa estaban los muñecos-almas de

    todos los habitantes de las montañas de

    Tule que durante la noche habían atacado

    el Valle de Aradia.

    Ya era tarde para arrancarles la primera

    sonrisa de nacimiento, pero la primera

    risa al amanecer serviría. Uno a uno fue

    llevándolos al ático para dotarlos con la

    mitad de sus almas, los despertaba con el

    toque de su mano mientras Caramelo los

    hechizaba con su mirada; cuando la risa

    salía quedaba al resguardo de su

    muñeco-alma.

    Cuando llegó el turno a Saúco puso

    mucha resistencia, sus manos y piernas

  • estaban lastimadas a causa de los

    bruscos movimientos que daba al tratar

    de escapar de las raíces del ciprés.

    -¡No quiero sonreír!- gritaba desesperada

    -Lo que no quieres es volver a ser feliz-

    respondió Jengibre con calma

    -¿Para qué me das algo que después me

    quitarán?

    -Porque de sentir se trata la vida- le dijo

    Caramelo.

    Elegirás que sentir cuando tú lo desees,

    no hay bien ni mal bruja de la Montaña,

    solo hay decisiones. Tú no elegiste sentir

    odio, envidia, soledad ni dolor… es solo

    que no conocías más opciones. Una vez

    que encuentres el equilibrio en tu corazón

    serás capaz de decidir por ti misma.

    -Todos llevamos dentro la luz y la

    oscuridad; somos nosotros quienes

    decidimos cuál de los dos caminos tomar

    en determinados momentos- dijo Jengibre

    Solo te daremos el poder de elegir. Y si

    decides que después de esto aún quieres

    tomar mi lugar en el Valle de Aradia

    entonces te lo daré. Yo misma te

    enseñaré qué debes hacer y cuando

  • estés lista para ocupar mi sitio entonces

    me marcharé.

    Saúco la miró confundida, jamás espero

    que Jengibre dijera esas palabras. Quizá

    eso fue la que la hizo aceptar o tal vez fue

    que en su interior sabía que aquella

    calidez que había sentido la noche

    anterior era el recuerdo más lindo que

    tenía en su vida; lo cierto es que dejó de

    poner resistencia y se volvió a mirar entre

    los ojos de Caramelo.

    Cuando su primera risa brotó, Jengibre la

    atrapó metiéndola de inmediato a su

    muñeca-alma.

    Caramelo rompió las raíces de ciprés que

    la apretaban mientras ella se levantaba.

    Lo que Saúco sintió en ese momento fue

    el segundo recuerdo más bello que tuvo.

    -El dolor, el enojo y la tristeza regresarán

    cuando tú lo desees, pero también

    puedes sentir amor, cariño y alegría.

    Ahora eres tú la dueña de tus propias

    emociones.

    Saúco sonrió y abrazó a Jengibre y a

    Caramelo dando inicio a una gran amistad

    que duraría una verdadera eternidad.

  • Todos los seres que descendieron de las

    Montañas de Tule aquella noche de Júl

    fueron recibidos como nuevos habitantes

    en el Valle de Aradia.

    A las hadas blancas se les encomendó el

    cuidado del fuego fatuo entre los linderos

    del bosque. Las arpías encontraron hogar

    con las gárgolas en la cumbre de Ank

    como vigías del Valle de Aradia; los trolls

    se unieron a los gnomos leñadores

    encargándose de proporcionar leña

    suficiente para las chimeneas, hornos y

    calderos mágicos de todos los habitantes.

    Los magos de la niebla se fueron a vivir

    con Achen –el brujo de las runas- quienes

    descubrieron que tenían un parentesco

    con la familia blanca del pequeño

    hechicero.

    Saúco por su parte aprendió de Jengibre

    todo lo relacionado con la creación de

    muñecos-almas. Nunca intentó quitarle su

    poder ni tampoco su trabajo, de hecho

    comenzaron a compartirlo ya que resultó

    ser una excelente aprendiz.

  • Lo único que seguía haciéndola enfurecer

    era pincharse los dedos mientras zurcía

    las ropas de los bebés por venir, fuera de

    eso les puedo decir que Saúco sigue

    siendo una bruja muy feliz hasta el día de

    hoy gracias a Jengibre y a Caramelo.

    FIN

  • AVISO El cuento “Caramelo & Jengibre” y sus

    ilustraciones son obras inéditas y

    originales de Paola Klug.

    “Caramelo & Jengibre” puede ser

    impreso, narrado y distribuido siempre y

    cuando NO SE LUCRE CON ÉL.

    Este es un esfuerzo por crear nueva

    literatura y diseño infantil que mantengan

    vigente la imaginación y la magia de

    nuestros niños y niñas.