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LA INTERACCIÓN ENTRE SOCIOLINGÜÍSTICA, SEMÁNTICA Y DISCURSO MARÍA JOSÉ SERRANO Universidad de La Laguna 0. INTRODUCCIÓN Formas de hablar y formas de significar no han sido siempre considera- das como lo mismo, aunque los hablantes y los oyentes de forma espontánea y cotidianamente nos apercibamos de que tienen mucho que ver entre sí. La comunicación humana va mucho más allá de lo que es la lengua hablada, in- corporando no pocos elementos de naturaleza extralingüística, que no siem- pre han sido contemplados, ni siquiera tenidos en cuenta, en su estudio. Ya sea por su complejidad, ya sea por su amplia diversidad, los estudios sobre las formas de hablar o sobre el discurso oral, se suelen ceñir con exclusividad al tratamiento de las estructuras lingüísticas. Aún así, cabe destacar la pobreza de muchos de estos análisis, limitados a la descripción de lo que significa tal o cual expresión de la lengua hablada y a su producción e inserción en un contexto particular. Dicho esto, me complace abordar la relación existente entre las formas de hablar y las formas de significar en un panorama comu- nicativo amplio, que pretende introducir muchos de los aspectos que confi- guran la significación de las estructuras lingüísticas. Además, y como conse- cuencia de ello, la exposición me permitirá realizar un desarrollo teórico de la interrelación de la ciencia del significado con la sociolingüística, redefi- niendo el concepto de significado desde la perspectiva del discurso. 1. EL DISCURSO ORAL Y SU CARACTERIZACIÓN LINGÜÍSTICA Por suerte, el discurso oral ha dejado de ser el hermano menor de la lin- güística y muchos estudiosos están empezando a considerar su estudio de una forma realmente seria. No obstante, este creciente interés por los estu- dios discursivos da lugar a la mezcla de conceptos y de metodologías, que no pocas veces conducen a la falta de generalización de objetivos. Asimis- mo, es necesario destacar la proliferación de distintas disciplinas, tales como el Análisis de la Conversación, El Análisis del Discurso o la Etnometodolo- ORALIA, Vol. 7, 2004, págs. 149-172.

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LA INTERACCIÓN ENTRE SOCIOLINGÜÍSTICA,SEMÁNTICA Y DISCURSO

MARÍA JOSÉ SERRANOUniversidad de La Laguna

0. INTRODUCCIÓN

Formas de hablar y formas de significar no han sido siempre considera-das como lo mismo, aunque los hablantes y los oyentes de forma espontáneay cotidianamente nos apercibamos de que tienen mucho que ver entre sí. Lacomunicación humana va mucho más allá de lo que es la lengua hablada, in-corporando no pocos elementos de naturaleza extralingüística, que no siem-pre han sido contemplados, ni siquiera tenidos en cuenta, en su estudio. Yasea por su complejidad, ya sea por su amplia diversidad, los estudios sobre lasformas de hablar o sobre el discurso oral, se suelen ceñir con exclusividad altratamiento de las estructuras lingüísticas. Aún así, cabe destacar la pobrezade muchos de estos análisis, limitados a la descripción de lo que significa talo cual expresión de la lengua hablada y a su producción e inserción en uncontexto particular. Dicho esto, me complace abordar la relación existenteentre las formas de hablar y las formas de significar en un panorama comu-nicativo amplio, que pretende introducir muchos de los aspectos que confi-guran la significación de las estructuras lingüísticas. Además, y como conse-cuencia de ello, la exposición me permitirá realizar un desarrollo teórico dela interrelación de la ciencia del significado con la sociolingüística, redefi-niendo el concepto de significado desde la perspectiva del discurso.

1. EL DISCURSO ORAL Y SU CARACTERIZACIÓN LINGÜÍSTICA

Por suerte, el discurso oral ha dejado de ser el hermano menor de la lin-güística y muchos estudiosos están empezando a considerar su estudio deuna forma realmente seria. No obstante, este creciente interés por los estu-dios discursivos da lugar a la mezcla de conceptos y de metodologías, queno pocas veces conducen a la falta de generalización de objetivos. Asimis-mo, es necesario destacar la proliferación de distintas disciplinas, tales comoel Análisis de la Conversación, El Análisis del Discurso o la Etnometodolo-

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gía (entre otras) que, dedicadas al estudio de la lengua oral, poseen distin-tas herramientas, nomenclaturas y formas de análisis que suelen utilizarsede forma indiscriminada1.

He señalado con anterioridad los aspectos que me parecen fundamen-tales en la aproximación al estudio del discurso oral, sobre todo en lo con-cerniente a la gramática, destacando algunos principios teóricos que puedanpermitir su análisis. El primero de ellos es el principio de regularidad; es unaexigencia estudiar los fenómenos gramaticales conforme a unos principiosque garanticen la regularidad y sistematicidad de su estudio. La regularidadpermite elevar el análisis a científico y poder proporcionar una teoría quelos explique. Insisto que todo ello conlleva que las realizaciones discursivasdejen de sentirse como casuales, esporádicas o erráticas (Serrano, 2002: 18).Denominé al segundo de ellos principio de funcionalidad ; al justificar la in-tención y necesidad de una Gramática del Discurso, puse el énfasis en que elmarco teórico donde ésta se encuadraba se correspondía con los paráme-tros de la perspectiva funcional ya descrita. Lo que quiero exponer ahora esque esa perspectiva es un principio que acompaña a todo estudio discursi-vo y que bajo él se analizarán los datos y sus correspondientes explicaciones.Según Schiffrin (1994: 339), todos los estudios de discurso tratan de incor-porar tanto la estructura como la función, empezando por el análisis de laestructura, se sigue inmediatamente el de función, configurando así el es-quema teórico de aproximaciones como las del Análisis de la Conversacióno el Análisis Variacionista (Serrano, 2002: 20-22). El último de estos princi-pios es el metodológico y quizá sea el más importante, porque es el que, endefinitiva, marca la efectividad y la bondad de sus datos. No hay que volvera señalar que la metodología de todo trabajo sobre el discurso oral debe sereminentemente funcional, y que cualquier disciplina que estudie el uso lin-güístico merece este calificativo. Sin embargo, la diversidad doctrinal exigeque sean acotadas también todas las herramientas terminológicas que se va-yan a emplear, puesto que la definición de los rasgos de cada estructura serealizará con el entramado metodológico que permita una adecuada expli-cación (Serrano, 2002: 30-31).

La evidencia de que existen estructuras regulares y sistemáticas en la len-gua hablada, que son utilizadas por una comunidad hablante determinada,lleva a la consideración de que dichas estructuras, ya sean oraciones, enun-ciados, incluso textos, poseen una significación concreta, también regular ysistemática, que permite cuestionar muchos aspectos teóricos propiamentesemánticos, enlazando así las formas de hablar con las formas de significar.

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1 Un buen ejemplo de esto son las distintas definiciones y aplicaciones de los conceptosde coherencia y cohesión, las nomenclaturas de los distintos tipos de cortesía verbal, o las di-ferencias entre las definiciones de contexto y co-texto.

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Esto se puede ilustrar con ejemplos de algunos usos gramaticales de lalengua española:

1.1. El paradigma de los pronombres átonos posesivos a menudo se sus-tituye por la forma analítica que expresa el poseedor como una forma deextender la referencia deícticamente a la persona que ostenta la posesión.Esta variante de la expresión de la posesión exhibe un mayor grado de re-levancia comunicativa:

(1) “El hermano de ella es el que vive en esa casa”frente a:

“Su hermano es el que vive en esa casa”

Sucede sobre todo cuando la referencia es la tercera persona del sin-gular, donde puede haber ambigüedad en la asignación de un referentemasculino o femenino. Sin embargo, es usual también en referentes de pri-mera y segunda persona:

(2) “La licencia mía es más vieja que la tuya”frente a:

“Mi licencia es más vieja que la tuya”

(Serrano, 2002: 84)

1.2. Dentro de las funciones anafóricas y pronominales destaca el uso delpronombre uno y su flexión genérica para hacer alusión a referentes no con-cretos o generalizados. El hecho de que uno/una tenga flexión de génerono es arbitrario, pues en estos casos se puede identificar la referencia mas-culina o femenina, de forma que la impersonalidad queda atenuada y, ensegundo lugar, aunque estos pronombres están co-indizados con la tercerapersona del singular en la flexión verbal (lo cual potencia la impersonali-dad) están marcados deícticamente con el yo del discurso, es decir, con la per-sona que emite la secuencia:

(3) “Eso es lo que más le molesta a uno”(4) “Uno no quiere que estas cosas pasen, pero es inevitable” (5) “No lo puedes dejar al niño solo, porque no se separa de una”

Algunas gramáticas han registrado este uso, por lo que se puede consi-derar como establecido formalmente en español. El hecho de que se pue-da insertar el anticipador o anafórico le es lo que posibilita la interpretaciónpersonal de primera persona. Véase la diferencia entre:

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(6) Molesta a uno (a alguien)

yLe molesta a uno (a un referente indefinido entre los cuales se encuentra

el yo anafórico, involucrándose con el contenido verbal)(Serrano, 2002: 91)

Me parece oportuno y necesario dedicar los esfuerzos a una delimitacióndel comportamiento del significado en esta actual faceta del discurso, puestodos los ejemplos que he expuesto permiten, como hemos observado, unainterpretación de las unidades lingüísticas en un contexto regular y siste-mático. Así, en principio, no parece válido sostener la existencia de un sig-nificado único, invariante e inmanente para cada una de las estructuras gra-maticales o unidades léxicas. Los ejemplos inventariados en mi Aproximacióna la Gramática del Discurso (2002) constituyen muestras de formas de hablar enuna lengua concreta, lo cual implica, formas de significar, y es en este puntodonde empiezan las discrepancias teóricas sobre el significado.

2. LA SEMÁNTICA Y EL DISCURSO. EL SIGNIFICADO DISCURSIVO

La semántica que tiene como objeto el análisis del discurso no es unaaproximación novedosa. Como ya he señalado, tanto la semántica formalcomo la teoría de los actos de habla y la semántica estructural toman, ex-plícitamente o no, el discurso para argumentar sus teorías. Esto sucede por-que la semántica forma parte de la lengua y la lengua no puede ser estudiadade forma completa sin tener en cuenta los contextos comunicativos o de uso,o, lo que es lo mismo, las oraciones, los enunciados y el discurso. La formaen la que se tienen en cuenta para argumentar y definir lo que es el signifi-cado son diversas.

La caracterización del significado oracional no suele ser más que unpaso intermedio para la delimitación del significado textual (Moreno Ca-brera, 1994: 241), siendo importante conocer cómo se une el significadode unas oraciones con otras para crear las posibilidades de la interpreta-ción semántica.

(7) A: María fue a la FarmaciaB: ¿Se constipó ayer con la lluvia?

El valor de las unidades en el discurso y en el texto no puede ser inde-pendiente del que tienen por sí mismos. Fundamentalmente, la denominadasemántica lingüística cree haber cerrado el problema del significado con suconsideración del significado invariante, pero ya señaló Lyons que el término

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semántica lingüística es ambiguo, porque puede entenderse que se refiere alestudio del significado en cuanto a expresión de una lengua o al estudio delsignificado en la lingüística (1997: 35), y que una lengua se compone de pa-labras, sintagmas y oraciones cuyo significado depende de la conjunción detodos esos elementos. Véanse los ejemplos:

(8) Esta casa tendrá doscientos metros (valor aproximativo)

(9) Esta casa tendrá doscientos metros cuando se construya

Esta idea es la que en buena parte sirve de argumento a la lingüísticasistémico-funcional de Halliday (1978) que desde hace ya bastante tiempoestudia el significado textual basándose en herramientas discursivas comola coherencia y la cohesión, entre otras. Por lo tanto, no se trata de un en-foque novedoso, aunque de momento está carente de una teoría global ycompleta. Asimismo, Lyons ya había afirmado que gran parte de nuestraconducta lingüística cotidiana está tan íntimamente unida con otros tiposde conducta social que la aparición de un enunciado con determinada fuer-za ilocutiva se puede predecir a menudo a partir de la situación socialmen-te identificable donde aparece (1997: 296-297). Esto nos indica que no sonpocas las teorías que se han basado en el discurso para tratar la significaciónde los enunciados. Sin embargo, conviene matizar que los límites entre sig-nificado de la palabra y significado de la oración no han sido delimitados,lo cual puede producir una gran oscuridad en su definición. Considerar es-trictamente el significado de las palabras no da cuenta de la realidad de lalengua, puesto que el hablante no emite palabras aisladas. En consecuen-cia, no puede decirse que tendrá, signifique: ‘algo determinado o concreto’.Lo real es tener en cuenta el significado en contexto, es decir, el significa-do de los enunciados. Uno de los autores que ha incidido en esta cuestiónes Saeed (1997: 14,18) quien considera que es necesario partir de una dis-tinción entre el significado de la palabra y el significado “del hablante”. Ensu opinión, esto implica que palabras y frases tienen un significado inde-pendiente en cualquier uso particular, así como que el significado es intro-ducido o incorporado por el hablante dentro de un significado concreto quetransmite en un momento comunicativo preciso. La semántica del discursodebería, pues, unir los distintos componentes del proceso de comunicacióncon los enunciados para formular un esbozo del significado.

En este punto, cabe introducir algunas críticas a las propuestas teóricasde algunos autores que consideran el significado como algo estático, uni-tario, e inamovible. Es asombroso comprobar cómo uno de los defensoresde la semántica de la lengua o de la llamada semántica lingüística, esto es,Trujillo (1996, 2000), utiliza complejos mecanismos de interpretación ensus muchos ejemplos sobre lo que debe ser la semántica. Así, basándose en

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la idea de que: “ningún hecho textual puede ser igual a ningún hecho extratextual ”(2000: 124) o, lo que es lo mismo: “todo texto es igual a sí mismo”, afirma ro-tundamente que el significado de las palabras (luna de pergamino), de las cons-trucciones (venceremos/voy a vencer) y de las obras literarias (Ulises, El Quijo-te) no puede ser otra cosa que su propia esencia, es decir que “ningún textoformaliza ninguna realidad externa a él ” (2000: 131). Sin embargo, sus consi-deraciones sobre la naturaleza del significado le llevan a incurrir en seriascontradicciones, como lo es llegar a decir que “en relación con la obra de arte,se ha dicho que lo mejor es no hablar de ella, y creo que lo mismo puede hacerse con elsignificado” (2000: 123). Si esto es así, no tienen sentido, entonces, los cien-tos y cientos de páginas que Trujillo se ha dedicado a escribir sobre el sig-nificado. Además, tampoco tendría validez señalar que: “para hablar de unasemántica de la variación, de una semántica del habla, del referente, no queda másremedio que partir de la única semántica que existe, de la semántica lingüística o dela semántica de la lengua” (2000: 121). Si esa fuera realmente la verdadera se-mántica, (es decir, la verdadera ciencia del significado) definir los elementosde la lengua sería un ejercicio sin complicaciones para el cual sería impres-cindible contar con los elementos lingüísticos. Por ello, la no definición ola identidad de todo texto con sí mismo –que es lo que defiende Trujillo–no concuerda con una semántica de la lengua que tenga como objetivo de-finir los elementos propiamente lingüísticos. De hecho, sus incontables y re-petidas alusiones a obras de arte y literarias, frases sueltas y palabras aisladasparecen remitir a un concepto semiológico-filosófico del significado y nolingüístico. Por ejemplo, decir que no se puede (o no se debe) definir el con-tenido del Ulises de Joyce y que no se puede (o no se debe) definir lo quequiere decir “luna de pergamino”, remite a una concepción interpretativa per-sonal de cada cosa, lo cual, evidentemente, no conduce a una generalizaciónde lo que significa o puede significar el código lingüístico. Ya en 1972 Mou-nin señala: “la semántica no es semiología”, pero está visto que la semiología esutilizada por muchos autores para defender una semántica impropiamentedenominada lingüística.

Cada lector o cada hablante (en suma, el usuario de cada lenguaje cual-quiera que sea éste) percibe un valor y/o un significado, con lo cual, no pa-rece tener sentido afirmar que una emisión lingüística, un cuadro o una no-vela sean imposibles de definir, porque, en sí mismo, todo lenguaje tienecomo objetivo el de comunicar y lo que comunica es susceptible siempre dedefinición. Otra cosa es que se haga una definición o una interpretación re-finada, sublime, tosca, vulgar o desacertada, pero, en definitiva, será siem-pre la versión del destinatario del lenguaje de que se trate.

Esta verdad de perogrullo se deja entrever en otras afirmaciones de esteautor, como la siguiente: “se me dirá que cada acto de habla es único e irrepetibley que sólo tiene significado en cada una de las situaciones en las que se produce. Pero

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confundiríamos entonces significado con sentido, o, si se quiere, “lo que una expresiónes”, “lo que una expresión dice”, con lo que “alguien quiere decir con ella”, esto es loque la lengua es como “saber”, con lo que la lengua es “como conducta” (2000: 134).Con esto parece admitir, por fin, que los elementos de la lengua significanalgo o quieren decir algo, para lo cual utiliza el “truco” de deslindar significadode sentido, con lo que (he aquí de nuevo otro sinsentido) ya no se sustentala idea de que todo texto es igual a sí mismo. Si, siguiendo su teoría, la frase: “situviera tiempo, me iba a la playa” tiene un sentido igual a: “si tuviera tiempo, meiría a la playa” pero un distinto significado, o, si guagua y autobús tienen elmismo sentido, pero distinto significado, se está abriendo un resquicio paratener en cuenta el uso en la consideración del significado, contradiciendoentonces su idea de la igualdad de todo texto con sí mismo.

Y es que no puede ser de otra forma, por más que se inventen intrin-cados razonamientos filosóficos para argumentar lo contrario; la lengua esuso y es usada por los seres humanos que, consecuentemente, están inser-tos en una sociedad y pertenecen, por tanto, a los distintos grupos socia-les que conforman las comunidades de habla. En relación con esto, tam-poco deja de sorprender que Trujillo afirme: “no se pueden identificar loshechos idiomáticos y las situaciones con que los relacionan tales o cuales grupos so-ciales. El que determinados hechos lingüísticos sean síntoma de determinadas acti-tudes de grupo sólo significa que tales hechos están siendo usados simbólicamentepero no que “sean” tal cosa o que “signifiquen tal otra” (2000: 135). Digo quesorprende, porque tanto este autor como muchos otros –de corte teóricomuy similar– han estudiado durante décadas y a su manera el valor socialde los elementos de la lengua desde la Dialectología tradicional, definiendolas palabras, las construcciones gramaticales y los rasgos fonéticos en fun-ción de los rasgos sociales y culturales de quienes los utilizan. Al respectode las formas gramaticales del español hablado en Fuerteventura, Morera(1994: 73) señala, con criterio, lo siguiente: en lo esencial, los procedimientosgramaticales del español de Fuerteventura son exactamente los mismos que los quese usan en el resto de las comunidades hispanohablantes. Desde el punto de vistadel valor invariante de las unidades gramaticales, los mismos sistemas verbal, pre-posicional, pronominal emplean los majoreros que los que emplean los castellanos,riojanos, andaluces, mejicanos, cubanos o chilenos (…) Lo que en realidad cambiade unas zonas a otras dentro del territorio hispanoparlante es la selección y el usoque se hace de estos procedimientos panidiomáticos. Más adelante, este mismo au-tor describe los usos de las formas verbales contrastándolos con los usos dela norma estándar española, en función de la sustitución entre ellos: en loque respecta los usos del tiempo verbal que nos ocupa (pretérito indefinido), hay quedecir que los majoreros los emplean tanto para designar sentidos de pasado remoto:“Yo tenía montones de coplas, las empresté y no me las devolvieron”, que es el casoque corresponde en el español estándar a esta forma verbal, como sentidos de pasa-

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do reciente: “Usté no le dise que yo le dije ná, porque si no se cabrea” que se emple-an en el español general con el pretérito perfecto (1994: 128-129).

Asimismo, son incontables los casos estudiados en el plano léxico y –alhilo del valor simbólico propuesto por Trujillo– no parece que sea precisa-mente debido a un valor simbólico el que se argumente, por ejemplo que losmarineros de la isla de Fuerteventura utilicen el término pejerrey en lugar deajova según si el pez al que hacen referencia ambos vocablos (pomatomus sal-tatrix) es perjudicial o no (v. Morera, 1994: 204). Más bien se trata de un usorelacionado con un claro valor social y comunicativo y con la consecuenciainevitable de relacionar una forma lingüística con una situación real de uso2.Este ejemplo –como tantos otros– constituye una evidencia frontalmenteopuesta a la que hace Trujillo cuando señala: “el lenguaje no es una forma decomportamiento, sólo el lenguaje es ajeno, en esencia, al comportamiento” (2000: 135),afirmación que vuelve a dar la espalda al hecho incuestionable de que lalengua es usada por los hablantes y, por lo tanto, tiene que reflejar un com-portamiento. De hecho, todos los lenguajes de lo que tanto habla este au-tor (arte, música, literatura) son la expresión de un comportamiento o con-ducta, es decir, la utilización de un código para un fin comunicativo. Es estoprecisamente lo que permite crear y conducir la interpretación.

A propósito de todo esto, parece apropiado abordar la cuestión de la va-riación sintáctica, en tanto que formas como las expuestas en los ejemplos(1) y (2) podrían ser tratadas como tales. Ya he señalado que los que hemosestudiado la variación sintáctica no hemos manifestado que las variantesestudiadas tengan necesariamente que ser iguales o que signifiquen lo mismo(Serrano, 1999) y que sea esto el único y expreso fin de la misma. Esta con-cepción es errónea y parece haberse utilizado para rebatir teóricamente lostrabajos realizados hasta el momento. En sus capítulos dedicados a la varia-ción sintáctica, Trujillo (1996: 379-410) dice que no es posible contrastar dosestructuras gramaticales desde la perspectiva de su funcionamiento por unos

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2 Con respecto a tener en cuenta o no el uso en las definiciones lexicográficas, señala Tru-jillo: “La tarea de fabricar diccionarios es, decir, la lexicografía, no estará nunca acabada, auncuando tenga por objeto el léxico de una región tan pequeña y bien conocida como la nues-tra, porque su objeto no consiste tanto en la formalización de los significados en sí mismos,como la resolución de los conflictos que surgen entre los significados de cada palabra y las re-alidades a las que acostumbramos a referir cada una de ellas”. (Prólogo a Lorenzo, Morera yOrtega, 1995: 7). Esta afirmación resulta inconsistente si tenemos en cuenta que Trujillo hafirmado contundentemente en otras páginas (que hemos reflejado en este trabajo) que no hayque considerar ni al referente ni a la realidad en el estudio del significado. Además otra con-sideración hecha en el mismo libro vuelve a inducir a la confusión : “Los diccionarios no re-cogen el significado de las palabras como creen muchos aficionados y no pocos lingüistas, sinolos valores contextuales o circunstanciales en que estos aparecen, lo cual es muy diferente” (Pró-logo a Lorenzo, Morera y Ortega, 1995: 8). Finalmente, cabe preguntarse: ¿Hay o no hay valo-res y usos en la semántica propuesta por Trujillo?

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hablantes determinados o en un contexto concreto. Así, puede leerse: “esfalso, por ejemplo, que “si pudiera lo haría”, quiera decir lo mismo que “si pudiera lohacía”, porque las estructuras gramaticales no dependen de la intención del que ha-bla” (2000: 133), sin embargo, pocas páginas después, señala: venceremos yvoy a vencer no significan lo mismo precisamente porque hay una intencióncomunicativa que hace que venceremos (conocida frase del Che Guevara) ten-ga un valor diferente a voy a vencer. Como vemos, se utiliza a convenienciael valor del contexto de las emisiones comunicativas, ya que no se aplica lomismo a las frases la semana que viene saldremos juntos frente a la semana queviene vamos a salir juntos, puesto que, en principio esta alternancia no tieneese valor extralingüístico, comunicativo y, por lo tanto, social, que sí tienela anterior. Podemos concluir entonces que si fuera realmente cierto queun texto no formalizara ninguna realidad externa a él (como señala Truji-llo), no sería posible interpretar un valor diferente en venceremos frente avoy a vencer 3, como hace este autor en su estudio.

Dicho esto, parecen existir sobradas razones para hacer un esfuerzo enperfilar una metodología de aproximación a la semántica del discurso, que,además de incorporar los numerosos factores de uso (por lo tanto, del con-texto comunicativo), haga hincapié en las evidentes variedades significati-vas de las palabras y de las oraciones, negando así la consideración del pro-puesto significado invariante.

Sería acertado, por tanto, considerar la existencia de un significado dis-cursivo que, sin dejar de ser lingüístico, muestre las verdaderas característicasde un comportamiento real, instalado en un contexto concreto.

3. SEMÁNTICA, SOCIOLINGÜÍSTICA Y DISCURSO.EJEMPLOS DEL ÁMBITO HISPÁNICO

Para poder conseguir con eficacia el objetivo de una definición y una de-limitación del significado en el discurso hay que partir de una apertura a laincorporación de todos los factores que entran en el juego de la significa-ción o, lo que es lo mismo, trascender de lo puramente lingüístico e interac-cionar con otras disciplinas y herramientas metodológicas. En este punto, nos

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3 En este sentido, no pocos autores han señalado que es la sinonimia el principal y casi elúnico recurso válido para trabajar con variantes sintácticas. Así, Moreno Fernández (1998: 29)dice textualmente: “La sociolingüística se ha convertido, casi por necesidad epistemológica endefensora acérrima de la existencia de la sinonimia, al menos en el nivel del discurso: las uni-dades léxicas, como ocurre en determinadas construcciones sintácticas, pueden verse neutra-lizadas semánticamente en el discurso, en el uso comunicativo de la lengua”. Los más recien-tes estudios sobre variación sintáctica han descartado que sea precisamente el valor de laequivalencia semántica o sinonimia el punto de partida. (Serrano, 1999).

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centraremos en la interfaz entre semántica, sociolingüística y, obviamente,discurso, puesto que los ejemplos estudiados proceden de la lengua oral. Po-cos investigadores se han dispuesto verdaderamente a analizar esta faceta dellenguaje desde esta perspectiva. Uno de ellos es Calsamiglia (1999: 3-6), queacertadamente señala que lo que el análisis del discurso desvela es que másallá de lo estrictamente verbal es importante saber quién habla y la posiciónque toma frente al interlocutor, la intención con la que se dicen las cosas ya quién se dirigen los mensajes. Esto puede parecer complicado si no noshacemos con un planteamiento teórico válido y si desconocemos el mediosocial donde se realizan las emisiones. Ha habido, asimismo, intentos porcrear dicho marco donde estudiar este tipo de discurso. Guio (2001: 3-5) con-sidera que: “teniendo en cuenta que el discurso es un lugar privilegiado para elanálisis de la vida social, hay que seleccionar los instrumentos teórico-metodológicosque consideramos los más adecuados para dar cuenta de la interrelación entre lasproducciones lingüístico-discursivas y sus contextos de producción, interpretación ycirculación”. La interacción –concepto fundamental– parece estar siendo tam-bién un elemento importantísimo. No faltan declaraciones como las de Mon-zada (2001: 64): “La interacción social, en sus formas variadas, es el lugar proto-típico del uso de los recursos lingüísticos más allá de la construcción del orden social(…), las formas de la lengua, al igual que las prácticas lingüísticas se configuran,a la vez, estructurando la situación de enunciación e interacción y el ser estructura-da por ella”. Más adelante, esta misma autora vuelve a señalar: “la lengua per-tenece a sus hablantes antes que a la lingüística: el yo se apropia de ella en cada actode enunciación, la reinventa para ajustarse mejor a la situación” (2001: 83).

Con posturas como las anteriores, se evidencia que existe un interés cre-ciente por afianzar los mecanismos metodológicos que nos permitan el es-tudio de los elementos de la lengua oral. Desde el lado propiamente socio-lingüístico, las distintas aproximaciones de esta teoría han dejado tambiénmuestras de ello. Wodak (2001: 126) se plantea si la sociolingüística necesi-ta una teoría social, para lo cual establece cuatro niveles de teorización, queme resultan especialmente útiles para esbozar el objetivo de este trabajo. Elprimero de ellos es el co-texto inmediato de lenguaje o de texto interactivo, esto es,el entorno propiamente lingüístico. El segundo es la relación intertextual o in-terdiscursiva entre emisiones, textos, géneros y discursos. Es aquí donde en-tra el valor propiamente semántico, lo que quiere decir o lo que significa cadaenunciado o emisión según dicha relación intertextual o interdiscursiva, yel valor de la de la interpretación –hasta donde pueda ser sistematizable yregular– que comprobaremos después. El tercer nivel de teorización, si-guiendo a esta autora, es el de las variables extralingüísticas y los marcos ins-titucionales de un contexto de situación. Es inexcusable tener en cuenta estetipo de factores, si adoptamos la idea generalizada de que no hay prácticalingüística que no sea social. El cuarto nivel de teorización consiste en el am-

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plio contexto socio-político e histórico en el cual se incluyen y relacionan las prác-ticas discursivas. Este último parece incluir factores más propios de una ma-crosociolingüística y que, dependiendo de la emisión o del enunciado quese pretenda estudiar, podrán ser utilizados o no.

En suma, lo que aporta esta autora es un paso más hacia la sistematiza-ción teórica de la metodología del análisis del discurso. En lo que respectaa la concepción y tratamiento del significado, podemos observar que es cru-cial el valor de elementos como el co-texto, el contexto y las relaciones in-tertextuales e interdiscursivas. Además, añado, todo lo referente a la cohe-rencia y a la cohesión tiene una influencia decisiva en el tema que estamostratando. Como ejemplo, analizo a continuación las expresiones con infi-nitivo en español, un uso muy corriente tanto en el español peninsular comoen el hispanoamericano:

El infinitivo no admite determinantes como el artículo o los posesivos yse utiliza en el discurso para presentar opciones comunicativas concretas.Una de ellas es la de utilizar las formas verbales sin flexión y, por lo tanto,no hacer co-índice a dicha flexión con el sujeto, incluso cuando este vieneexpreso. El valor discursivo de estos infinitivos gira al menos en torno a dosfunciones básicas, si bien, desde la perspectiva puramente gramatical, tieneen común la denotación del verbo como expresión de la sustancia, caracte-rística que lo acerca, por tanto, al sustantivo.

a) Extensión y enfatización del contenido léxico del verbo.

El infinitivo actúa como un conector entre la predicación y el su-jeto, aportando la posición enfática de la sustancia del infinitivo, an-clándola y enfatizándola:

(10) “Yo estudiar, estudio”

(11) “Lo que es saberlo, no lo sabe”

(12) “¿Yo ir ahí y comer en ese sitio?”(Serrano, 2002: 105)

b) Clausura conclusiva del turno de conversación.

Cada vez va siendo más frecuente la tendencia a no flexionar lasformas verbales y formularlas en infinitivo, como una señal discursi-va de conclusión del turno de conversación al tiempo que se matizala sustancia nominal del mismo:

(13) “Por último, señalar que este accidente se produjo debido a las con-diciones climatológicas”

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(14) “Después de saber estos datos, recalcar que ha sido un caso totalmen-te fortuito”

(15) “Por favor, ponerse en contacto con el responsable”(Serrano, 2002: 105)

El uso del infinitivo en el discurso hablado muestra que durante el trans-curso del proceso comunicativo el hablante generaliza el uso de las formasno flexionadas del verbo, lo cual constituye un uso discursivo regular y sis-temático que obedece a unas pautas de comunicación. Es, como señala Guio(2001: 5), la muestra de un modo de representación y un modo de acción,un modo de actuar sobre el mundo. Esto quiere decir que cuando el ha-blante elige usar el infinitivo, como en los ejemplos anteriormente expues-tos, representa su enunciado de una forma concreta y particular, ya sea suintención de ser más expresivo, como en los ejemplos (10), (11) y (12), yasea para señalizar el acto conclusivo de la conversación como en (13), (14)y (15). Las formas de hablar, por lo tanto, tienen una inevitable forma designificar en el discurso, que, junto con su inserción sociolingüística, cons-tituyen la semántica del discurso. En este sentido, Fairclough (1993: 6) hadeclarado en más de una ocasión que el discurso es conformado y restrin-gido por la estructura social, si bien por otra parte, el discurso constituye losocial. Asimismo, Monzada (2001: 64) considera que las formas de la lengua,al igual que las prácticas lingüísticas, se configuran a la vez estructurando lasituación de enunciación e interacción (…); se ajustan constantemente alcontexto y al hacerlo contribuyen a la emergencia de los elementos perti-nentes a ese contexto.

Cabe, por lo tanto, crear el siguiente esquema:

DISCURSO ORAL uso (representación, modo deactuar, generalización)(FORMA DE HABLAR)

Elementos Discursivos: contexto y co-texto

SEMÁNTICA restricción de la representación

(FORMA DE SIGNIFICAR)

Elementos Discursivos: coherencia, cohesión, relacionesintertextuales e interdiscursivas

SOCIOLINGÜÍSTICA marco social donde se utiliza

Elementos: variables extralingüísticasContexto socio-político

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La caracterización del significado discursivo toma cada uno de estos ele-mentos de estas disciplinas, de forma que éste se puede establecer tenien-do en cuenta el valor de los mismos en las regularidades lingüísticas que seestudien y la forma en la que interactúan entre sí. A continuación, lo po-dremos observar a través del estudio de ejemplos concretos.

(13) Enunciados y palabras tematizadas:

13.1. “A: ¿Le has dicho una mentira?B: Mentiras yo no digo, pero tampoco le he dicho la verdad”

13.2. “A: Dame el azúcarB: Azúcar no hay”

(Serrano, 2002: 94)

Discurso: La posición a la izquierda o tematización de estas palabras en suenunciado es un recurso muy frecuente en el discurso oral, permitidopor el co-texto, que en este caso refuerza el valor comunicativo del ele-mento tematizado, que gramaticalmente aparece en posición pospues-ta en el entorno del diálogo, ya sea de pregunta-respuesta (13.1), ya seade simple intercambio de turnos como en 13.2.

Semántica: El significado de este tipo de estructuras está condicionado porel tipo de coherencia que aporta a todo el acto comunicativo. Así, pue-de decirse que es coherente con el tipo de discurso: oral, interactivo yque, por otra parte, también lo es desde el punto de vista de lo que sig-nifica; implica que hay que proporcionar una mayor relevancia signifi-cativa o semántica al elemento tematizado. Al presentar de esta formalos enunciados anteriores, cambia su significado precisamente por es-tar discursivamente ordenado de esta forma. Por tanto, el co-texto y lacoherencia se interrelacionan para proporcionar ese valor semántico.

Sociolingüística: Desconozco la existencia de patrones sociales asociadosal uso de la tematización en el ámbito hispánico, por lo que, en prin-cipio, no parece tener una distribución social relevante.

(14) Posición de los adjetivos demostrativos

14.1. “La persona esta que acaba de llegar, parece cansada”

14.2. “No me gusta el parque este que acaban de abrir”

14.3. “Esta casa que nos hemos comprado es mucho mayor que la otra”

(Serrano, 2002: 94)

Discurso: La posición oracional de estos adjetivos en el discurso no resul-ta neutra. Al igual que en los casos de tematización, la posición ante-puesta o pospuesta con respecto del sustantivo al que acompaña le pro-porciona un valor concreto. En estos casos el co-texto permite atribuira toda la oración un valor despectivo al sustantivo cuando el adjetivo

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va pospuesto, como en 14.2, o neutra como en 14.1. En cambio, cuan-do el adjetivo aparece antepuesto como en 14.3 dicha orientación de-saparece, si bien el valor despectivo o negativo podría estar condicio-nado por el co-texto, pero en esos casos no sería la posición del adjetivodirectamente responsable de dicho valor.

Semántica: Se desprende de lo anterior que dicho valor semántico está con-dicionado por la posición sintáctica y por el co-texto, por lo que el ad-jetivo proporciona la cohesión necesaria para que dicha significaciónpueda producirse. Por tanto, es coherente no solamente con el enun-ciado, sino con todo el contexto comunicativo donde se produce. Estoquiere decir que el significado del valor del adjetivo antepuesto o pos-puesto está condicionado por lo que se quiera transmitir en ese mo-mento; así, en un contexto posible despectivo o negativo, adquiererelevancia la posposición del demostrativo, como en 14.2 y va dismi-nuyendo en función de si ese contexto adquiere dicha orientación sig-nificativa o no. Por otra parte, es necesario matizar que el adjetivo porsí sólo no logra este valor, sino que su significado gramatical necesitadel sustantivo así como del co-texto para dar a todo el enunciado dichasignificación.

Sociolingüística: Este fenómeno discursivo es muy frecuente en todas lascomunidades de habla hispana y puede decirse que es una regularidadque hasta el momento no ha sido objeto de estudio, por lo que desco-nozco si existen probables correlaciones con variables extralingüísticas.

(15) Dequeísmo

15.1. “No hay nada que nos acredite de que está cambiando la situación”15.2. “Resulta de que ayer nos fuimos de compras a las rebajas”

(Serrano, 2002: 103)

Discurso: El dequeísmo es un fenómeno muy frecuente en todas las comu-nidades de habla hispanas, siendo mayor o menor su incidencia en cadauna de ellas. El valor discursivo de este uso ha sido estudiado por míen la comunidad hablante canaria (Serrano, 1998, 2002: 103-104) y lle-gué a la conclusión de que está condicionado por diversas causas tan-to discursivas como sociolingüísticas. Entre las primeras destaca el he-cho de que la preposición introduce un valor deíctico que ancla todoel enunciado en un valor significativo concreto, que no tiene la frasesin ella. Además, el co-texto es el tipo de verbo, que restringe o posibi-lita la aparición de la preposición. Con verbos de expresión de pensa-mientos e ideas, la incidencia del dequeísmo es mucho mayor que conel resto de los verbos.

Semántica: Este fenómeno tiene un valor semántico evidente, pues está aso-ciado a la inserción de la preposición necesariamente conectado con elmensaje que se quiere transmitir. De mi idea de que la preposición apor-ta un valor deíctico a la oración, se deduce que es coherente con el co-

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texto (tipo de verbo), con el contexto (tipo de discurso) y que cohesio-na el verbo con su complemento a través de la preposición no normati-va. La relación entre el discurso y el valor significativo de esta preposi-ción nos permite concluir que existe una relación entre este fenómenodel discurso oral y el significado que se desprende de dicho uso.

Sociolingüística: Como es sabido, el dequeísmo tiene una importante pro-yección social, debido a que su distribución en las distintas categorí-as sociales de cada comunidad de habla es diferente. Cabe decir, portanto, que en la función discursiva y semántica de este fenómeno es-tán implicados los hablantes y sus diferentes características sociales o,lo que es lo mismo, el valor discursivo y semántico es el que los hablanteshan pretendido dar a este uso sistemático y regular. Hay que añadir queson muchas las comunidades de habla americanas que utilizan este re-curso.

(16) Estructuras comparativas

16.1. “Esto está más frío que otra cosa”16.2. “Sabe más que Lepe”

(Serrano, 2002: 115)

Discurso: Las estructuras comparativas formadas por las correlaciones departículas, como más...que/menos...que, sirven en el discurso oral a di-versos propósitos e intenciones comunicativas. Una de ellas es el valorrestrictivo observado en 16.1 que además proporciona un valor de re-lieve comunicativo, reforzando el significado de la frase. El co-texto dela misma indica un tono marcadamente informal (como lo es el uso delsustantivo indefinido cosa), pese a que se está utilizando la estructurapropia de una oración condicional. Asimismo, dicho co-texto indica queprobablemente se inserte en un contexto también de características in-formales.

Semántica: Desde el punto de vista de lo que significan secuencias com-parativas como éstas, hay que partir del hecho de su coherencia con unentorno comunicativo concreto y de su cohesión con todo el texto deacuerdo al valor que aportan, que en este caso es el valor restrictivo. Cabeseñalar que dichas coherencia y cohesión, naturales desde el punto devista de lo que aportan al texto en cuanto al significado, se relacionancon la intertextualidad e interdiscursividad del mismo. Esto quiere de-cir que esta frase aparecerá en un texto determinado y con unos valo-res acordes con el discurso de que se trate.

Sociolingüística: Se relaciona con lo anterior el hecho de su correlacióncon fenómenos de tipo social. Si bien en principio –como pasa con tan-tos otros fenómenos– no parece haber una correlación estricta entreeste fenómeno y categorías sociales concretas, sí es notable su apariciónen un contexto comunicativo regular y concreto que es la informalidado la conversación espontánea.

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(17) Formas verbales

17.1. Los americanos logran la independencia el día 1817.2. Me dijeron que mañana se iba de vacaciones

(Serrano, 2002: 131-132)

Discurso: Son muy comunes las variantes de las formas verbales en el dis-curso oral y han sido estudiadas desde distintas perspectivas. Discursi-vamente adoptan valores en función del co-texto, del contexto y, porsupuesto, de la intención comunicativa. El co-texto permite el anclajede la forma verbal en una perspectiva temporal precisa, como el pre-sente-pasado del ejemplo 17.1 o el futuro probable del ejemplo 17.2.A nivel más general, el contexto podría precisar dicho valor, aunqueen menor medida que el co-texto.

Semántica: Sabemos que el significado de las formas verbales es muy va-riable porque, a raíz de su aparición en el discurso oral, se han ido cre-ando las funciones y matizando sus valores, que son regulares y siste-máticos y que pueden ser variables en cada comunidad de habla. De sucoherencia con el co-texto para lograr un efecto comunicativo concreto(como por ejemplo el uso de presente para un evento pasado conse-guido por el entorno de la oración), se extrae que dicha forma adquiereun significado concreto y particular, siendo diferente a los demás co-textos y contextos en los que pueda aparecer. De esta forma, el hablanteentiende y produce los mensajes de acuerdo a ese significado regula-rizado y sistemático de esa forma verbal en esa frase.

Sociolingüística: Como consecuencia de su valor discursivo y, por lo tan-to, semántico, estas formas participan de distintas frecuencias de usoentre las variables sociales de cada comunidad de habla, como ya seha certificado en tantos estudios, según las necesidades e intencionescomunicativas de los mismos. Así, se observan diferencias entre el usodel imperfecto desrrealizador en el español de España (Reyes, 1990a,1990b) o diferencias de uso entre el condicional y el imperfecto de sub-juntivo en el norte de España (Silva Corvalán, 1989), etc.

(18) Alternancia de formas verbales (subjuntivo e indicativo)

18.1. “Me impresiona que Athina tenga tanto dinero”

18.2. * “Me impresiona que Athina tiene mucho dinero”

18.3. “Iremos al cine, aunque sea tarde”

18.4. “Iremos al cine, aunque es tarde”(Serrano, 2002: 138-139)

Discurso: El uso de los modos verbales no es indiferente a los recursos dis-cursivos que el hablante tiene a su disposición. Diversos estudios handemostrado que la inserción de un modo o de otro obedece a diversos

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factores de esta índole (v. Bosque, 1990). Cuando en un enunciado con-creto es posible la aparición de indicativo o de subjuntivo, esto es, cuan-do pueden alternar, dicha alternancia conlleva valores significativos, quemás o menos sutiles, implican a todo el co-texto. El ejemplo expuestodemuestra que el subjuntivo en 18.1 combinado con el tipo de verboque lo rige (verbo de pensamiento, de creencia u opinión) y por el com-plemento es gramatical, siendo imposible su alternancia con el indica-tivo como en 18.2. En cambio, en 18.3 y 18.4 las formas del indicativoy del subjuntivo pueden aparecer sin restricciones. De nuevo, el co-tex-to, esto es, la regencia de la partícula aunque, así como los mecanismosestrictamente sintácticos como el hecho de que se trata de proposicio-nes coordinadas, inciden en esta alternancia.

Semántica: De lo anterior se extrae, obviamente, que la introducción delindicativo o del subjuntivo conlleva un valor significativo, de lo cual hayevidencia en los numerosos estudios llevados a cabo al respecto. No sepuede estudiar la alternancia modal sin tener en cuenta la interrela-ción entre el plano discursivo y su consecuente valor semántico. Estefenómeno es uno de los que reflejan con mayor fuerza la relación en-tre discurso y semántica, así como el hecho de que no se puede de-fender la existencia de un único significado para los elementos gra-maticales.

Sociolingüística: Asimismo, hay constancia de estudios relacionados con eluso de los modos verbales correlacionados con diversos factores socia-les. Es necesario señalar que sólo hasta donde la gramática lo permitasería posible hablar de alternancia, si bien se han registrado casos deindicativo por subjuntivo en algunas zonas del Español de América: “Esmuy probable que el crimen fue cometido dos horas después” (LopeBlanch, 1990: 181). Podemos certificar, por tanto, que las correlacio-nes sociales de los distintos usos discursivos y sus respectivos significa-dos son la respuesta a la existencia de estrechos vínculos entre la len-gua y el dinamismo comunicativo.

(19) Marcadores del discurso

19.1. “A: ¿Tú crees que al final habrá guerra?B: Pues…mira… parece que habrá un arreglo

19.2. “De lo que habíamos hablado con ella, vamos, todo era mentira

19.3. “A: Vete a hacer los deberes”B: Pero si ya los he hecho…”

(Serrano, 2002: 154-155)

Discurso: Los marcadores discursivos constituyen también una muestra dela interrelación entre los distintos planos que estamos estudiando, pues-to que se trata de unidades gramaticalizadas o lexicalizadas y que ad-

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quieren un valor particular en el co-texto y contexto donde aparecen.Su alta frecuencia en el discurso oral y su gran variedad ha llevado a quesean también cada vez más numerosos los estudios dedicados a los mis-mos. Adverbios, conjunciones, formas verbales, interjecciones y sustan-tivos funcionan en el discurso oral segmentando, organizando y estruc-turando los enunciados. Bueno, como, pues, vale, venga, claro, vamos, etc.son ejemplos de marcadores del discurso. Tienen en común la formaen la que se presentan en el enunciado, de acuerdo al co-texto y con-textos posibles, pero son diferentes en cuanto a su valor significativoaportando la cohesión con el primero y la coherencia con el segundo.

Semántica: Del valor originario que se ha erosionado a partir de su usocontinuado, se desprenden los valores semánticos de cada uno de losmarcadores. El proceso se inicia con su aparición en un marco co-municativo concreto, por ejemplo, en una secuencia interactiva de pre-gunta-respuesta como en 19.1, de argumentación como en 19.2, o deinicio de turno de conversación. A partir de ahí su uso se va generali-zando y se le van atribuyendo –además de las propiedades discursivasseñaladas– los valores semánticos estrechamente asociados a ellos, conlo cual poseen un significado claramente diferente de su original, comoes la negociación asertiva (19.1), la contraargumentación negativa(19.2) o la contraposición como en (19.3).

Sociolingüística: A raíz de los estudios realizados, se pueden observar pa-trones de uso asociados a variables extralingüísticas como el sexo, laedad, la generación o la procedencia, en distintas comunidades de ha-bla hispánicas (Serrano, 1995, 1999a; Zorraquino y Montolío, 1998),lo cual evidencia también la existencia de un vínculo entre el uso y lascaracterísticas de los hablantes.

4. EL SIGNIFICADO DISCURSIVO

Los ejemplos expuestos nos permiten llegar a diversas consideracionessobre el significado desde una teoría del discurso, que como señalé, pareceel más apropiado, teniendo en cuenta que no hay significado sin uso y quelas abstracciones sobre el significado de las palabras y las expresiones con-llevan implícitamente los valores que los hablantes aportan al mismo (aun-que esto no lo reconozcan quienes practican otros modelos teóricos). Elcomportamiento de lo que se denomina significado en el discurso oral no esalgo diferente a otro significado, ni se trata de acepciones, sentidos o variantesde un significado unitario o invariante; se trata justamente de lo contrario:si se puede llegar a una definición general del significado de una palabra oexpresión es porque justamente se han seleccionado todos los rasgos que secreen posibles para incluirlos en una definición general que, circularmen-te, pretende englobar todos los valores posibles. Pongamos el caso de la de-finición del imperfecto de indicativo; si se aceptara que el valor básico de esta

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forma verbal es la de ‘acción en transcurso’ o ‘acción durativa’, hay que de-cir que para llegar a esta conclusión se han debido analizar todos los contextosdonde aparece el imperfecto de indicativo y, aunque no se sabe si realmen-te se han estudiado todos los contextos posibles, buena parte de estos induda-blemente deben de proceder del conocimiento de su inserción en la lenguahablada. Se estima, por tanto, que todos esos rasgos encontrados conformanun significado invariante, semántico y lingüístico y que lo demás son sólo va-riantes de dicho significado invariante. Otro ejemplo muy representativo esel caso de las preposiciones, para las que se ha establecido un significado apartir de todas sus variantes sintácticas (Morera, 1988) empleando el mismorecurso metodológico: análisis de variantes para llegar a la invariante.

Con el plano léxico sucede algo similar, pues llegar a considerar que noexiste la sinonimia o que cada palabra posee su significado propio y parti-cular (recuérdese la sentencia de Trujillo: todo texto es igual a sí mismo) pasainevitablemente por el rastreo inicial de todas las secuencias de uso en lasque aparece dicha unidad. Cómo cabe explicarse, si no, que se pueda decirque botar-tirar, romper- (d)esconchar, millo-maiz, prender-encender, refrigerador-ne-vera, mortero-almirez, gemelo-morocho, tomar-coger no significan lo mismo, peroque, según sus defensores, se usan para lo mismo, o tienen el mismo sentido.Como ya sugerí, ha sido reconocido el valor indiscutible de la aparición deestos elementos en contextos orales de distinto calibre: dialectales, más o me-nos formales o sociales con los numerosos trabajos dialectales existentes, conlo cual se vuelve a incurrir en una contradicción cuando se afirma: En tér-minos idiomáticos siempre sucede lo mismo: que el hablante puede significar de ma-neras diferentes –es decir, mediante formas lingüísticas distintas– hechos de los quetampoco resulta posible afirmar que constituyan una única e indivisible realidad (Tru-jillo, 2000: 133). Es cierto que, en términos estrictamente filosóficos, no sepuede demostrar que dos formas lingüísticas constituyan una única realidad,pero, si seguimos este razonamiento, tampoco es posible negar que dos for-mas lingüísticas no se puedan usar para lo mismo, siendo esta segunda ideamucho más realista que la primera, puesto que del uso se puede percibir queun hablante posee dos opciones para decir lo mismo, sin que esto pase por es-tudiar la realidad, que objetivamente no es el fin de la semántica. Las críti-cas a concepciones de este tipo no son pocas. Umpiérrez (2000: 1437) con-sidera: En la semántica de Ramón Trujillo las cosas y las palabras son presentadascomo identidades. De ahí cabe deducir dos cosas: por una parte la identidad y no elsignificado es el primer valor semiológico que cabe atribuir al hombre (…) por otra,al declarar las palabras como identidades las incluye en la esfera de la semiología yno en la esfera de la lingüística.

No obstante lo anterior, no hay que olvidar que la semántica lingüística–al parecer de forma inmotivada– ha aprovechado los beneficios de nuevasdisciplinas lingüísticas que llegaban de otras partes del mundo ofreciendo

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una bocanada de aire fresco al estructuralismo y a su enconado “cientificis-mo”. Así, la pragmática lingüística, ofrece una salida muy oportuna a todosestos usos o variantes que componen la invariante. Se dice pues, que el sig-nificado es semántico y el uso es pragmático (Reyes, 1995). Este razonamien-to es el que permitiría decir que el caso que hemos expuesto en 18.2: “Medijeron que mañana se iba de vacaciones”, la forma verbal iba significa ‘ac-ción durativa en transcurso’ y pragmáticamente ‘futuro probable’. O, lo quees lo mismo, que del significado invariante y unitario de la forma verbal delimperfecto de indicativo se desgajan sus variantes que no dejan de compartiruna parte de ese significado invariante.

Se sabe que la pragmática es la ciencia que estudia el significado en uso,y es notoria la amplia proyección que ha tenido tanto en el español de Es-paña como en el de América. Esto quiere decir que cada vez son más las apro-ximaciones teóricas que no excluyen factores externos en la descripción delsignificado. Si bien es cierto que hay distintos modelos de pragmática, lo quehe expuesto en el apartado anterior permite asegurar sin demasiados ries-gos que es complicado realizar un estudio semántico sin tener en cuenta eluso, pues se mire como se mire, la lengua es usada por los hablantes y sonestos los responsables de lo que quieren decir o de lo que significan las uni-dades de la lengua. Dicho de otra forma, ningún semantista lingüístico-es-tructural podría llegar a la conclusión de lo que significa, por ejemplo, elimperfecto de indicativo sin observar el uso, pues de su descripción ya seintuye que, sin pretenderlo, se han tenido en cuenta las formas usadas porlos hablantes. ¿Cómo se puede definir algo sin tener en cuenta el usuario,si la lengua sirve precisamente para ser usada con unos fines comunicativosconcretos?

Ahora bien, no huelga preguntarse si el significado discursivo que in-tentamos definir forma parte de la semántica o de la pragmática. En primerlugar, hay que partir del hecho, que creo haber repetido ya, de que una se-mántica del discurso (al igual que una gramática del discurso) debe consi-derar e incluir en su descripción los distintos componentes del proceso decomunicación, fundamentalmente el hablante, el oyente, y el contexto dehabla, además del mismo co-texto lingüístico. En general, las corrientes pro-piamente semánticas no tienen en cuenta ninguno de estos elementos (aun-que, en realidad, ya digo que no pueden prescindir del resultado del uso delas unidades lingüísticas), por lo que habría que decir que, en principio, eldiscurso no forma parte de la semántica. Contrariamente y por sus postula-dos metodológicos, la pragmática sí tiene en cuenta el uso y algunos de loscomponentes que integran la comunicación. Por todo ello, se podría argu-mentar que el significado discursivo es pragmático y no semántico, y no dejade ser cierto, pero a raíz de lo trabajado en este estudio, me atrevo a ir másallá afirmando que el significado discursivo es también semántico. Con ello

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quiero decir que no es coherente separar lo lingüístico de lo extralingüísti-co, o el significado de los sentidos, los valores y las variantes, precisamentepor esa interrelación entre la lengua, el discurso, el significado y su proyec-ción social. Como bien señala Monzada (2001: 82), las formas lingüísticasno se explotan sólo interaccionalmente, sino que se hallan configuradas porla interacción. Visto que considerar que todo texto es igual a sí mismo o queningún texto formaliza ninguna realidad externa a él es, en la práctica, imposi-ble, y que, por otra parte, las formas de representación discursiva incidendirectamente en el perfil del significado de las palabras y enunciados, fi-nalmente hay que establecer que dichos valores son semánticos sin dejar deser también pragmáticos.

He intentado demostrar que los ejemplos analizados constituyen casosregulares y sistemáticos en el español tanto de España como de América, locual implica necesariamente que los valores desprendidos de las mismas, pre-cisamente por esa regularidad, configuran y forman parte de su significado.Los modos de acción y representación discursiva tienen que condicionar losaspectos semánticos de las unidades lingüísticas, que serán solamente dife-rentes en cuanto a su propia naturaleza, esto es, podrá depender de si sonunidades gramaticales o léxicas por cuanto estas características imprimiránal enunciado en un sentido u otro. Así pues, en cada ejemplo de los estu-diados puede observarse su diferencia en cuanto a la interrelación entre es-tos tres elementos: discurso, semántica y sociolingüística.

En (13) la naturaleza del sustantivo permanece inalterable; esto es, en símismo, sus características léxicas permanecen inalterables, pero su cambiode posición sintáctica así como su enclave en todo el enunciado del discur-so es diferente, por lo tanto, el significado de ese enunciado es también di-ferente. La organización del discurso condiciona, por tanto, el valor signi-ficativo de ese enunciado.

De forma similar, en (14) el adjetivo aisladamente no adquiere un nue-vo valor, pero el lugar en el que acompañe al sustantivo modifica todo elsignificado del enunciado. Este caso, como el anterior, muestra que estoselementos deben su significado al co-texto, así como a las relaciones de co-herencia y cohesión que aporta todo el enunciado. Es por eso por lo queno se pueden estudiar de forma aislada.

En (15) observamos como una unidad gramatical –la preposición de– in-troduce un cambio tanto en la proyección del verbo regente como en la delcomplemento regido, cambiando la orientación significativa de toda la fra-se. Esto quiere decir que los elementos gramaticales con su consecuente sig-nificado gramatical son también capaces de alterar los valores sintáctico-se-mánticos.

El ejemplo expuesto en (16) viene a consistir en un recurso más retóri-co que sintáctico, puesto que intervienen elementos gramaticales (la co-

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rrelación más…que), unidades léxicas (los sustantivos comparados) y el va-lor discursivo de toda la frase. Debe entenderse aquí un caso de significadoextendido a todo el conjunto del contexto.

En cuanto a las formas verbales (17) y (18), creo haber señalado ya queconstituyen ejemplos más que evidentes de las distintas formas de significar.La conjunción del lexema y del morfema gramatical actúa para modular losdistintos significados de cada forma verbal, sea tiempo o modo. Es este unode los casos más evidentes de los distintos valores que pueden adquirir lasdistintas formas verbales, siempre en un contexto o en un enunciado regu-lar y sistemático, lo que es igual a decir que adquieren significados inde-pendientes en cada uno de esos usos.

Los marcadores del discurso (19), como unidades gramaticales o léxicasque han pasado (o están pasando) por un proceso de gramaticalización olexicalización evidencian también la estrecha relación entre las formas dehablar y las formas de significar. Estos elementos adquieren un significadopreciso en cada uno de los co-textos y contextos en los que aparecen, dan-do forma a todo el enunciado en un sentido particular y único.

Existen, por tanto, diferencias en cuanto al comportamiento de los ele-mentos gramaticales o léxicos en lo que respecta a su significado y a la for-ma en la que dicho significado se pueda configurar. La característica comúnes la de que no existe un valor o significado predeterminado para cada unade ellas, sino que es precisamente a partir de su actualización en cada usoconcreto de donde se puede certificar que una expresión signifique algo (Se-rrano, 1994). La distinción entre semántica y pragmática, por tanto no tie-ne demasiado sentido si necesitamos incorporar lo que se denomina uso alo que se denomina significado. No son conceptos bien diferenciados meto-dológicamente en la teoría semántica, ni tampoco lo son en la práctica.

170 María José Serrano ORALIA, Vol. 7, 2004, págs. 149-172.

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