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Ingeniería Hidráulica Romana. Carlos Hernández Casado. ed. Colegio de Ingenieros de Caminos, canales y puertos. HISTORIA ANTIGUA DE LA DISTRIBUCIÓN DE AGUAS DENTRO DE LAS CIUDADES I Distribución ciudades romanas De la distribución de aguas en las ciudades poco podemos decir a no ser lo consignado en los libros de Vitrubio y Frontino, pues creo que se han estudiado pocos sistemas en las ciudades que tienen pervivencia actual y, si en algunas se han estudiado, se ha publicado muy poco y lo que es más cierto no han llegado a mis manos trabajos monográficos de ninguna especie. La causa de ello, especialmente en nuestro país, donde conocemos el problema más de cerca, es la ley de hallazgos arqueológicos por obras particulares, pues al tener noticias de alguno se paraliza la obra, pudiéndose prorrogar esta situación meses e incluso indefinidamente, causando un verdadero trastorno en la obra emprendida y en lo que a nosotros nos concierne ahora el trastorno de la pérdida total de lo encontrado, pues para evitar que los hallazgos lleguen al conocimiento de las autoridades municipales, los constructores, se dan una gran prisa en destruir todo lo aparecido y por aparecer, lo cual consiguen con suma eficacia, dada la potencia y rapidez de la maquinaria actual, No da lugar a poder tomar los planos o croquis mínimos para tener un documento que pueda orientar hacia futuras investigaciones, atestiguar lo que allí había, y recomponer al menos un sistema completo como el de la distribución de aguas a los edificios y fuentes o el de la red de cloacas, de los cuales se encuentran datos siempre que se haga una edificación nueva o reformas en el suelo, pues la capa idónea para cimentar está siempre bajo el nivel de la antigua ciudad romana. También, en algunos casos, aparecen muros antiguos que el constructor utiliza para apoyar su obra. También, el caso más notable dé esta anomalía es la del Museo Arqueológico de Málaga, que se cimentó sobre las substrucciones de la scena del teatro romano. Casi ninguna de las distribuciones de agua romanas dentro de las ciudades han pasado a utilizarse en la actualidad, pues las condiciones sanitarias dejan mucho que desear y además las tuberías se han deteriorado bastante dada la naturaleza de los materiales. En éstas existe gran diferencia con la red de cloacas que son más fáciles de aprovechar. La distribución comienza a la salida del depósito terminal de donde arrancarían una serie de tuberías principales o maestras, que llegarían a los distintos barrios para volver a subdividirías o a los edificios de gran consumo donde algunas entregarían la totalidad

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Ingeniería Hidráulica Romana.

Carlos Hernández Casado.

ed. Colegio de Ingenieros de Caminos, canales y puertos.

HISTORIA ANTIGUA DE LA DISTRIBUCIÓN DE AGUAS DENTRO DE LAS CIUDADES

I Distribución ciudades romanas De la distribución de aguas en las ciudades poco podemos decir a no ser lo consignado en los libros de Vitrubio y Frontino, pues creo que se han estudiado pocos sistemas en las ciudades que tienen pervivencia actual y, si en algunas se han estudiado, se ha publicado muy poco y lo que es más cierto no han llegado a mis manos trabajos monográficos de ninguna especie. La causa de ello, especialmente en nuestro país, donde conocemos el problema más de cerca, es la ley de hallazgos arqueológicos por obras particulares, pues al tener noticias de alguno se paraliza la obra, pudiéndose prorrogar esta situación meses e incluso indefinidamente, causando un verdadero trastorno en la obra emprendida y en lo que a nosotros nos concierne ahora el trastorno de la pérdida total de lo encontrado, pues para evitar que los hallazgos lleguen al conocimiento de las autoridades municipales, los constructores, se dan una gran prisa en destruir todo lo aparecido y por aparecer, lo cual consiguen con suma eficacia, dada la potencia y rapidez de la maquinaria actual, No da lugar a poder tomar los planos o croquis mínimos para tener un documento que pueda orientar hacia futuras investigaciones, atestiguar lo que allí había, y recomponer al menos un sistema completo como el de la distribución de aguas a los edificios y fuentes o el de la red de cloacas, de los cuales se encuentran datos siempre que se haga una edificación nueva o reformas en el suelo, pues la capa idónea para cimentar está siempre bajo el nivel de la antigua ciudad romana. También, en algunos casos, aparecen muros antiguos que el constructor utiliza para apoyar su obra. También, el caso más notable dé esta anomalía es la del Museo Arqueológico de Málaga, que se cimentó sobre las substrucciones de la scena del teatro romano. Casi ninguna de las distribuciones de agua romanas dentro de las ciudades han pasado a utilizarse en la actualidad, pues las condiciones sanitarias dejan mucho que desear y además las tuberías se han deteriorado bastante dada la naturaleza de los materiales. En éstas existe gran diferencia con la red de cloacas que son más fáciles de aprovechar. La distribución comienza a la salida del depósito terminal de donde arrancarían una serie de tuberías principales o maestras, que llegarían a los distintos barrios para volver a subdividirías o a los edificios de gran consumo donde algunas entregarían la totalidad

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de su caudal. En otros casos las tuberías se irían ramificando disminuyendo en importancia hasta llegar a los ramales ínfimos de las casas particulares. Vitrubio establece que la subdivisión primaria era triple y además se establecía no a la salida, sino a la entrada en el depósito, lo cual hubiera exigido la división de éste en tres zonas independientes, cosa que no se ha comprobado en ninguno de los depósitos estudiados.

La subdivisión correspondía con las de las categorías del consumo, considerándolo repartido en el de las fuentes públicas de abastecimiento y ornamentales (lacus et salientibus), las destinadas a las termas (balneas) y las destinadas a domus privates en

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las que estaban comprendidas la del emperador y las de los particulares que tenían concesiones especiales del mismo príncipe. Puntualiza además Vitrubio que los compartimentos de las dos últimas debían ser adyacentes al de la primera para que sus sobrantes pasaran a engrosar el caudal de aquélla. El reparto inicial entre los tres grupos debía ser por partes iguales. Esta disposición rígida que establece Vitrubio no tiene mucha razón de ser y quizás se verificara en alguna de las ciudades que él conociera en su época, por ejemplo en Pompeya, pero lo lógico es que a la salida del depósito estuviera la arqueta que organizaba la distribución inicial en un número variable, según los casos, de emisarios que hicieran la distribución primaria, y efectivamente se han encontrado en varios casos construcciones que podrían realizar este cometido constituidas por una pequeña piscina de forma exagonal o circular, en el mayor número de los casos, con una comunicación directa desde el depósito que entraba por uno de sus lados y una serie de salidas en los lados opuestos de los cuales correspondían varias a un mismo emisario para poder graduar el caudal de salida correspondiente. Los más interesantes de estos receptáculos distribuidores o dividículos como los llama Frontino son los de Pompeya, Nimes y Der Saniat (Cartago). En el primero tenemos una arqueta circular en la que penetra el agua saliente del depósito por un canal que se va abriendo para que el agua después de atravesar dos rejillas vierta por un aliviadero cuyo labio está escalonado con dos zonas laterales a nivel y la intermedia más baja, dirigiéndose finalmente por unos canales propios a las embocaduras de las tres redes de distribución independientes. La diferencia de alturas en el aliviadero permitía un intercambio entre los canales de salida laterales y el central que sería el de suministro a las fuentes. En el dividículos de Nimes tenemos también una arqueta circular de 5,50 m. de diámetro y 1,40 de altura, a la que llegaba por un lado el emisario del depósito, habiendo en el lado opuesto diez agujeros circulares de salida que mediante juego de compuertas podían repartirse entre las tres tuberías de arranque para las tres partes de la red o hacia un desagüe general para vaciado del depósito en momentos de emergencia o limpieza. Esta era muy necesaria, pues los sedimentos disminuían apreciablemente la capacidad de los depósitos como puede comprobarse en el interior de las ruinas que se conservan.

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II Antecedentes en Grecia La distribución de Olyntus en Grecia del siglo V a.C. puede servirnos de antecedente para lo que eran las distribuciones de ciudades antes de los romanos. La conducción venía de una fuente de montaña a diez millas de la ciudad, por tubos de cerámica y se introducía dentro de la muralla mediante una galería subterránea de 1,40 m. de altura con registros para repartirse el caudal entre los emisarios principales Los tubos estaban unidos mediante manguitos. Además, se encontró un codo de empalme también de cerámica.

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Las casas de la ciudad tenían baños con tubos cerámicos para desagüe; también tenían recipientes elípticos para lavado de ropa con sus correspondientes tubos de desagüe. En el interior de las ciudades el agua se distribuía desde los depósitos terminales a las fuentes públicas similares a las de Pompeya. Era muy frecuente que saliera el agua por una placa con cabeza de león de fauces abiertas. En Siracusa la distribución se hacía por canales subterráneos a varios niveles y había pequeños pozos o cisternas en cada casa. En la investigación de obras hidráulicas llevada a cabo por la arqueóloga B. Biernacka Lubanska en las provincias romanas de Tracia y Mesia se ha tenido la ocasión de estudiar las distribuciones de unas cuantas conducciones romanas reuniendo todos los datos obtenidos en distintas épocas. En todas ellas la distribución se hacía por tuberías que eran de cerámica en Sofia, Sviscov, Plovdic y de plomo en Arcar, Nikjup, Gigen, Stara, Zagora, etc., habiendo en algunas pequeños conductos protectores con ladrillos unidos por conglomerante. Van enterrados debajo de las calles, generalmente siguiendo la línea de separación con las aceras, aunque algunas veces pasan por debajo de las cimentaciones de los edificios. Están instalados en alineaciones rectas directamente sobre la tierra, pero en los sitios donde el terreno era muy húmedo van sobre una solera de mampostería y en algunos casos sobre un lecho de piedra como en Odesa (Varna). Otras veces se cubren con tejas o bien si hay que protegerlas mejor con piedras arqueadas. Cuando las tuberías van a gran profundidad se llevan por galerías visitables de fábrica de ladrillo como en Sofia. También en esta ciudad la tubería de distribución pasa por arquetas reguladoras de presión y en el caso de fuertes pendientes por arquetas reductoras de sección realizadas en piedra. También se encuentran bloques de piedra perforados a los que enchufan tubos y distribuidores de agua que regulan determinados sectores de la red (Plovdic, Warna, Sviscov). La red general se organizaba por secciones, una parte iba directamente a las casas particulares, otra a los establecimientos industriales, otra a los edificios públicos tales como termas (Sofia, Hisar), anfiteatros, a las cisternas de distribución local; las cisternas públicas estaban abiertas y a disposición de los ciudadanos. No se han descubierto torres o sifones para mantener el nivel del agua y poder llegar a las zonas más elevadas de la ciudad.

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III Antecedentes en Britania En Britania que empezaron en todos los casos conocidos de establecimientos prerromanos a abastecerse individualmente por fuentes (Chedworth) o pozos (Clifton, Pack, Dorchester); se desarrollan luego mediante abastecimientos comunales a las ciudades como los romanos, llegando a conducciones y distribuciones de tubos unidos con hormigón. También se ha encontrado un sistema de evacuación completa en York para el servicio de los baños de los fortines de los legionarios.

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En Lincoln se encontró un sistema complejo de una conducción con captación de fuente ayudada por bombas, y una distribución por tuberías, así como el saneamiento de cloacas del mismo tipo. En algunas ciudades existen conducciones subterráneas por gravedad de tubos de madera con collarines de hierro en las juntas (Silchester, Caistorn, Caerwent). En Dorchester existía un canal abierto de circunvalación, de varios kilómetros de longitud y algo parecido tenía la distribución de Fordington Bohom. Wroxeter tenía tuberías de plomo y de madera para distribución a los baños privados y a los edificios públicos. En Bath había una distribución de tuberías de plomo todavía en uso. También se encuentran distribuciones interesantes en las fortalezas de la gran muralla. El empleo de tubos de madera, siguió siendo normal en las distribuciones de los siglos XVII y XVIII.

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IV Distribución de aguas en la ciudad de Pompeya Vamos a utilizar como modelo de distribución de aguas en las ciudades romanas la de la ciudad de Pompeya que ha sido minuciosamente estudiada; como en casi todas las distribuciones romanas los servicios se subdividían en tres categorías, el de los edificios públicos, el de las casas particulares y el de los establecimientos privados de lavanderías, tintorerías, curtidos, panadería, etc. Para el reparto entre estos tres servicios existía uno de los dividículos que hemos citado ya, situado en el depósito (castellum aquae) de la puerta del Vesubio.

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La red de distribución por la ciudad hacia independientes los tres servicios indicados con tuberías diferentes siguiendo las calles de la ciudad. En la red de las fuentes permanentes había unas cincuenta que tenían un radio de servicio de 50 m., aproximadamente. Las cisternas antiguas se utilizaron como depósitos de acumulación, regulación y clarificación disponiéndose para ello unos cajones sumergidos que hacían de filtros elementales; eran alimentados por la misma conducción en sus etapas de poco servicio. También se crearon depósitos elevados para mejorar la distribución en las zonas altas, como en las Termas del Foro, en las cubiertas de las Termas Stabianas y en el ángulo N.O. del Gran Teatro. Otros existían en la proximidad de las fuentes más elevadas de la ciudad y probablemente otro al final de la conducción, sobre el Arco de Druso. Una de las características de la distribución de las aguas dentro de la ciudad, era la subdivisión de la red en sectores, separados entre sí mediante reductores de presión, de las cuales existían veintidós habiéndose conservado en la actualidad doce. Como el depósito principal de la Puerta del Vesubio estaba situado en el punto más alto de la ciudad (42,5 metros de altitud), la presión en la tubería iba aumentando a medida que se alejaba del origen. El desnivel total hasta el punto más bajo era de 35 metros. El aguantar las presiones correspondientes resultaba antieconómico por requerir un gran aumento del espesor de la tubería de plomo utilizada. Parece que la subdivisión de la red se hizo de modo que la presión de la tubería de plomo se redujera a menos de 1 kg. /cm2. En general parece que no se pasaba de 0,6 kg. /cm2 (según cálculos de Kreschter). Con este fin existen unas construcciones muy visibles en las plazas de Pompeya de unos 5 m. de altura, de sección rectangular con una ligera reducción de dimensiones de la base a la coronación en el interior de las cuales existía un conducto por el que ascendía el agua que se vertía en coronación por acanaladuras dispuestas en el centro de algunas de las caras, llegando en la parte inferior a un pequeño depósito, generalmente con fuente adosada, desde el cual volvía a iniciarse la conducción con la presión reducida a la conveniente para el servicio. Algunas veces se aprovechaban estos artificios para conseguir pequeñas reservas de agua colocando depósitos de plomo sobre ellos, que regularían la presión en las horas punta.

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En la distribución del agua para la industria se distinguían: las panaderías, tintorerías, lavanderías, batanes para el cuero (fullonicas). También había numerosas letrinas públicas que recibían los sobrantes de las fuentes de uso permanente y algunas un suministro directo. En el teatro principal parece que se utilizaba también para emplearla en rociadas que refrescaban el ambiente. En general los segundos pisos de las casas no recibían abastecimiento directo. También se utilizaba el agua de la conducción en el riego de jardines públicos y algunos privados. Existían muchas fuentes públicas, distribuidas a distancias casi regulares; en la parte excavada (que es aproximadamente los 2/3 se han encontrado 40, por lo que su número debía de ser de unas 50, que corrían ininterrumpidamente día y noche. La mayoría son

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muy ornamentales; las más sencillas consistían en cuatro monolitos de piedra, desde toba hasta mármol, enlazadas mediante grapas por cuatro losas de una altura media de 0,80 m., formando así un pilón de 1,50 a 1,80 m. de lado con losa de fondo, revestida interiormente de un estuco de Opus signinum; tenían una espita inferior para limpiar el estanque, y un rebosadero al nivel superior de la placa anterior que vertía el agua excedente a la calle. La salida normal del agua se verificaba por un relieve prominente en: escudo, roseta, cabeza de toro o león, gallo, águila con conejo en el pico, Sileno en reposo, ánfora, gorgonas, cuernos de la abundancia, etc. De estas fuentes tomaban el agua potable y sanitaria los habitantes y establecimientos no conectados a la red de abastecimiento. Las acometidas de los particulares se hacían a sus expensas y consistían en un tanque de plomo elevado sobre pilares o sobre la cubierta. En las conexiones se colocaban boquillas normalizadas (cálices) que limitaban el paso del agua al caudal concedido teniendo en cuenta la presión que existía en el depósito de entrada. La cantidad de plomo que se instaló en todas las cisternas de Pompeya fue causa de que al poco tiempo de acabar definitivamente sepultada la ciudad, se organizara la rebusca del mismo con empresas de rapiñadores del plomo, desde el 79 d.C. hasta las excavaciones borbónicas del futuro rey español Carlos III.