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1) Analice las características de la crisis de 1820 en Buenos Aires y sus relaciones con las reformas institucionales que le suceden. El objetivo del presente trabajo es analizar cómo se fue gestando la crisis de 1820 en Buenos Aires y de qué manera intervino la participación de los estratos inferiores de la sociedad en dicho período. Finalmente, se establecerá cuáles de las características mencionadas de la crisis de 1820, se relacionan con las reformas institucionales que se desarrollaron durante dicha década. En primer lugar, para alcanzar los objetivos planteados, es necesario remitirse a los años anteriores, para establecer rupturas y continuidades con el periodo que se analizará. José Carlos Chiaramonte planteaba que debido a la invasión francesa a España y la posterior crisis monárquica, se generó en las colonias españolas tendencias autonomistas que devendrían luego en independentistas. Por lo tanto, la decisión sobre la forma legitima que debía asumir el gobierno local frente a la acefalia del trono era una cuestión central. 1 Ante este panorama, se constituye en 1810 en Buenos aires, un gobierno provisorio para los pueblos del virreintaro del Rio de la Plata, la llamada Primera Junta de gobierno, cuya legitimidad se basaba en la doctrina propia del contractualismo, es decir la 1 DEPARTAMENTO DE HISTORIA ASIGNATURA: Argentina I PROFESOR: Fernando Gómez ALUMNA: Villarreal Adriana DNI: 35.862.493

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1) Analice las características de la crisis de 1820 en Buenos Aires y sus relaciones con las

reformas institucionales que le suceden. 

El objetivo del presente trabajo es analizar cómo se fue gestando la crisis de 1820 en Buenos

Aires y de qué manera intervino la participación de los estratos inferiores de la sociedad en dicho

período. Finalmente, se establecerá cuáles de las características mencionadas de la crisis de 1820, se

relacionan con las reformas institucionales que se desarrollaron durante dicha década.

En primer lugar, para alcanzar los objetivos planteados, es necesario remitirse a los años

anteriores, para establecer rupturas y continuidades con el periodo que se analizará.

José Carlos Chiaramonte planteaba que debido a la invasión francesa a España y la posterior

crisis monárquica, se generó en las colonias españolas tendencias autonomistas que devendrían

luego en independentistas. Por lo tanto, la decisión sobre la forma legitima que debía asumir el

gobierno local frente a la acefalia del trono era una cuestión central.1

Ante este panorama, se constituye en 1810 en Buenos aires, un gobierno provisorio para los

pueblos del virreintaro del Rio de la Plata, la llamada Primera Junta de gobierno, cuya legitimidad

se basaba en la doctrina propia del contractualismo, es decir la “Retroversión de la soberanía”.

Mediante la misma, los pueblos recobrarían los derechos de representar el poder, autoridad y

facultades del Monarca ausente.

En este marco de revolución y guerra, están presentes dos procesos. Por un lado la militarización

que se va a imponer como una democratización de la vida política, y por el otro, las instituciones

que se irán creando y los gobiernos que van a surgir necesitará infundirse legitimidad para ser

reconocidos socialmente. Por lo tanto, esa legitimidad se va a encontrar en la voluntad del “pueblo”,

el cual se había retrovertido la soberanía.2

Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado, luego de la revolución de 1810, comienza una

etapa de luchas entre diversas facciones, relacionadas con un incremento de poder por parte de

líderes del interior que entraba en contradicción con el gobierno central porteño. En este marco

cobra vital importancia, el papel de la plebe como base de legitimación del proceso que se estaba

desarrollando.

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DEPARTAMENTO DE HISTORIAASIGNATURA: Argentina IPROFESOR: Fernando Gómez ALUMNA: Villarreal AdrianaDNI: 35.862.493

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En este punto es importante preguntarse quienes formaban parte de la plebe y cuál era su

participación como legitimadores. Di Meglio, establece que se denominaba bajo el concepto de

plebe, a quienes ocupaban el estrato inferior de la pirámide social porteña. Por lo tanto, dentro de

esa categoría se incluyen a la totalidad de los habitantes que tenían ocupaciones sin calificación,

quienes realizaban tareas manuales, mendigos, pobres y esclavos.3

Tras la revolución de 1810, la plebe formaba parte del grueso de las tropas milicianas, debido a

que a través de las mismas recibían una paga (el prest) que les permitía subsistir. Formar parte de la

milicia también les otorgaba derechos: “ (…) un miliciano no era un militar, era un vecino en armas

y por lo tanto había que respetarlo como tal, por ejemplo, estaba exento de ser enviado a las tropas

que marchaban a una campaña, su única función era la defensa del propio territorio(…)”4

Durante el año 1812, el gobierno impulsó su reorganización de la milicia para la defensa de la

ciudad, creando el sistema de “tres Regimientos de Milicias cívicas”, organizados según la

espacialidad urbana y la diferencia racial. Por lo tanto, quienes pertenecían al Primer Tercio Cívico,

provenían del centro de la ciudad, los del Segundo de barrios más alejados del centro y finalmente

los del 3er Tercio Cívico eran pardos y morenos libres de toda la ciudad. En 1815, fue sancionado

un Estatuto Provisional, en el que se decidió que los tercios cívicos quedaban bajo el mando del

Cabildo de Buenos Aires. Por lo tanto, el ayuntamiento debía designar a los jefes y los oficiales, era

el encargado de pagarle a la oficialidad y a los cabos y sargentos, entre otras funciones.

En el año 1819 ya podía ir vislumbrándose que el Directorio se encontraba en decadencia,

cuestionado por las regiones del interior debido a su forma de gobierno y principalmente por el

litoral que adhería al proyecto Artiguista. En febrero de 1820 se desarrolló la batalla de Cepeda, en

la cual se produce la derrota del último Director Supremo, José Rondeau, ante los enterrianos-

santafesinos. El autor Gabriel Di Meglio, establece que esta derrota generó una serie de eventos que

pondrán fin al conflicto entre el gobierno central y la disidencia litoral dirigida por José Artigas,

caracterizando esta época como un periodo de “anarquía”.5

Como producto de la batalla de Cepeda, se produjo la caída del Directorio y del sector político

centralista de Buenos Aires, por lo cual el Cabildo reasumió el mando y convocó a la formación de

una Junta de Representantes de la Provincia. La provincia quedó bajo el mando de Manuel Sarratea,

sin embargo, el Cabildo confirma en el mando al general Juan Ramón Balcarce, quien había logrado

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escapar de Cepeda, desplazando a Sarratea. Debido a esto, los milicianos del Segundo tercio cívico

presionan a Balcarce para que deje el mando, el cual al no tener el apoyo necesario, decide retirarse

del poder. Más tarde, en abril, una nueva junta reemplazó a Sarratea y nombró como gobernador a

Ramos Mejía, el cual fue depuesto por Soler. El 4 de junio vendría el turno de Dorrego, que una vez

nombrado gobernador se dirigió a la campaña al mando de fuerzas milicianas. Venció en un primer

momento a López, Carrera y Alvear, pero luego fue vencido en Santa Fe. Por ello la Junta lo

sustituyó por Martin Rodríguez, el comandante de Blandengues (encargado de la defensa de la

frontera con los indígenas), lo cual fue recibido con desagrado por el Cabildo y los cívicos, ya que

se trataba de un integrante de la facción “directorial”.

Debido a la designación de Rodríguez, el 1 de octubre, el segundo y el tercer tercio cívico, junto

al pequeño batallón Fijo, del ejército regular, se sublevaron contra los directoriales. Ante esta

situación, Martin Rodríguez se retira a la campaña y luego vuelve con milicias con las que avanzó

sobre Buenos Aires secundado por las tropas que conducía el hacendado Juan Manuel de Rosas.

Ambos comandantes entraron en la ciudad y atacaron la Plaza de la Victoria. Estos hechos violentos

finalizaron con el triunfo de las tropas de Rodríguez, provocando un saldo de entre trescientos y

cuatrocientos muertos cívicos pertenecientes en gran medida al grupo plebeyo.

A partir de lo anteriormente mencionado es importante marcar que la plebe defendía sus derechos

y tras las Revolución, los hombres movilizados militarmente tuvieron la posibilidad de reclamar

mediante el uso de las armas. Por tanto, ésta cuestión de defensa de derechos e ideales fue lo que

más generó acciones populares entre 1810 y 1820, en forma de motines militares originados desde

el interior de los tercios cívicos como originados por líderes populares, y avalados por dichas

milicias.

En síntesis, tanto las movilizaciones encauzadas por determinados líderes, como los distintos

motines desarrollados por la plebe, sirvieron como base de legitimización. La movilización servía

para dotar de legitimidad a la acción: el pueblo exige esas modificaciones, era el poseedor de la

soberanía y era a quien el gobierno representaba, su razón de existencia. Sin embargo, que esta

defensa sea a través del uso de las armas, comenzó a preocupar a las autoridades y a la elite porteña.

El autor Gabriel Di Meglio adscribe en esta mirada también, porque cree que el resquemor que la

facción popular causaban a la elite económica y al viejo grupo centralista provenía de su posibilidad

de generar inestabilidad, lo cual conseguían por su capacidad de movilizar a parte de la plebe. Por

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tanto, la acción de la elite se dirigió contra el modo de politización de la sociedad que incluyo a sus

sectores bajos. Al contrario de esta mirada, Fabián Herrero, ha expuesto que no hubo una

participación activa de los miembros de la plebe en este último episodio, sino que estuvieron allí

porque recibieron órdenes, no por su propia voluntad.6

Es en este marco de terror a la inestabilidad, que se da la relación entre la crisis de 1820 en

Buenos Aires, con las reformas institucionales desarrolladas por el Partido del Orden, bajo el mando

de Rodríguez, cuyo objetivo era modernizar la estructura administrativa heredada de la Colonia y

ordenar la sociedad surgida de la Revolución en sus más diversos aspectos.

A partir de la autora Marcela Ternavasio,7 desarrollaremos las Reformas Rivadavianas de 1821.

Sin embargo, solo se relatarán aquellas que se relacionen con la crisis mencionada.

En primer lugar establecemos la “Ley de Sufragio de 1821”, la cual desarrolla un sufragio

amplio, al otorgarse el voto activo a “todo hombre libre” mayor de 20 años y el voto directo. No

obstante, la ausencia de restricciones legales al ejercicio del voto activo, solo establecía la

inexistencia de una exclusión social legal del derecho de voto por motivos vinculados a la riqueza,

la instrucción o la profesión. Este régimen representativo buscaba crear una participación más vasta

del electorado potencial para evitar, por un lado el triunfo de facciones minoritarias que asumieran

el poder tal como había sucedido en la década precedente, y por otro la realización de asambleas

que cuestionaran la legitimidad de las elecciones por el escaso número de votantes presentes en

ellas. Por lo tanto, se percibe que se ampliaba la participación en el sufragio para disciplinar a través

del canal electoral la movilización iniciada con la Revolución y legitimar con este gesto al nuevo

poder provincial creado en 1821.

En segundo lugar, mencionaremos la supresión del Cabildo de Lujan y de Buenos Aires, lo cual

genera discordia entre el espacio político tradicional con base en el Cabildo y el nuevo espacio

estatal provincial. Se los eliminaba porque los ayuntamientos se habían constituido durante la

década revolucionaria en el símbolo de la tan amenazante práctica asambleísta, denominada

“tumultuosa, ilegal” de la plebe. Según el Partido del Orden, los cabildos abiertos, no

desaparecerían del escenario bonaerense si no se suprimía la institución que les había dado origen,

por lo tanto si no se eliminaba los ayuntamientos, seguiría latente la amenaza de nuevas revueltas,

que podían cuestionar a la autoridad legítimamente constituida.

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Por último, la última reforma que se relaciona directamente con lo acontecido en la década del

’20, es la reforma militar, la cual redujo drásticamente el aparato militar heredado de la década

revolucionaria. El objetivo de ésta medida era, por un lado reducir los gastos del fisco frente a un

ejército que resultaba muy oneroso de mantener y por el otro reorientar las milicias hacia nuevas

tareas. Debido a la gran cantidad de personal militar retirado por esta reforma, hubo dificultad para

cubrir las plazas previstas y por lo tanto, se recurrió al reclutamiento de “vagos y mal entretenidos”

y al necesario complemento con las milicias, las cuales irían a la defensa de la frontera indígena y

con ella la expansión ganadera que comenzaba a darse en la campaña bonaerense.

Como síntesis del trabajo expuesto, se ha analizado la gestación de la crisis de 1820, la

participación de la plebe y el Cabildo en la década revolucionaria. También se desarrolló como

ambos actores fueron derrotados tras las batalla de Cepeda y con las Reformas Rivadavianas, que

lograron reducir su intervención como es en el caso de las milicias plebeyas, e incluso eliminar su

institución como en el caso del Cabildo, con el fin de prevenir posibles revueltas y de esta manera

poder dar estabilidad en la sociedad. Sin embargo, es importante destacar que si bien era necesario

desarticular estos canales de expresión política de los sectores populares, las medidas también

apuntaban a modernizar el aparato institucional del Estado y a consolidar el mismo, intentando

reproducir el sistema político y la centralidad del estado.

3) Explique el contexto institucional de formación y los aspectos políticos e intelectuales que

caracterizan a la generación del 37. 

Las reformas rivadavianas que tuvieron lugar en la década de 1820, tendieron a crear un sistema

institucional moderno y transparente en donde el estado sentaría sus bases. En el campo de

educación y cultura, las reformas se traducirían en la creación de nuevas entidades como la

Universidad de Buenos Aires en 1821, la creación de academias dedicadas a distintas ciencias , la

creación de la Biblioteca Pública y un creciente número de escuelas primarias, ámbitos que

nuclearon a muchos de los futuros jóvenes del 378.

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Estas reformas delimitan el marco en el cual se da el contexto institucional de formación de la

elite letrada conocida como la Generación del 37, cuyos principales referentes fueron Esteban

Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Domingo Sarmiento, entre otros.

La generación del 37 tuvo su primera expresión pública en 1837, en plena consolidación del

segundo periodo de gobierno de Juan Manuel de Rosas en la provincia de Buenos Aires. El mismo

había obtenido de la Legislatura la suma del poder público y las facultades extraordinarias para

hacer frente a la violencia e inestabilidad del momento.

En este contexto de fortalecimiento de un poder cada vez más opresivo, los miembros de la

generación desarrollaron sus primeras producciones literarias y difundieron sus principales ideas.

Si bien no simpatizaban con el régimen rosista, consideraban que era lo mejor ya que aseguraba

cierta estabilidad política, ante el temor de que surjan nuevas luchas bélicas y disgregaciones.

Con el desarrollo del rosismo, comienza una época de dificultoso progreso para el avance de las

ideas de la generación, ya que Juan Manuel de Rosas pasó a considerarlos como enemigos y por

ende como una amenaza social. Ante esto, clausura el Salón Literario que los nucleaba y algunos de

sus periódicos dejaron de difundirse, por lo que su estrategia cambió. En lugar de la simple difusión

de su pensamiento pasan a enfocarse en la lucha política, como demuestra la creación de la

Asociación de la Joven Generación Argentina, en mayo de 1838.

Una de las grandes corrientes de pensamiento que nutrieron a la nueva generación es el

romanticismo europeo, aunque con ciertos matices. Este grupo está influido por el romanticismo, y

sus objetivos son la búsqueda del progreso, la instalación de patrones de racionalidad en la

sociedad, y su principal preocupación es la búsqueda de la Nación. La idea de pertenencia a la

"nación" y de construir la identidad nacional, fue un denominador común entre esta elite letrada, ya

que sin unidad nacional sería imposible llegar a los objetivos antes mencionados

Por lo tanto, esta generación intentará transformar la realidad rioplatense mediante la difusión de

ideas en los distintos ámbitos posibles (historia, filosofía, escritura, periodismo, política, etc.)

Es importante destacar que si bien es un grupo con ideas comunes, a la vez tienen sus diferencias,

ya que hay aspectos en los cuales no coinciden. Sin embargo, se pueden delimitar puntos en

comunes entre ellos, a partir del autor Myers.

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Son una elite cultural laica, ya que una de las reformas rivadavianas fue la supresión de algunas

órdenes religiosas cuyos bienes pasaron al Estado, la supresión de los diezmos que pasarían a ser

cobrados por el Estado, y el sometimiento de todo el personal eclesiástico a las leyes de

magistratura civil. Esta secularización provocó que este grupo se desarrollara bajo las ideas laicas,

sin embargo, como se ha mencionado, no todos adoptaban las mismas posturas, por ejemplo Félix

Frías, era el único que planteaba que mediante la religión se puede educar.

Rechazan el sufragio universal, y con esto se puede ver un desprecio al ámbito rural, ya que

establecen que no están preparados para votar y el gobierno debe estar en manos de elite ilustrada, o

sea de ellos. Esto difiere con Echeverría que también piensa que no pueden votar, pero no quiere

excluirlos y además los respeta. Además tienen una mirada negativa para los caudillos, debido a que

surgen del medio rural, por ejemplo, Sarmiento establece que no deberían existir los caudillos, en

cambio Alberdi tiene una mirada también negativa pero rescata su relación con lazos locales y

además destaca que el caudillismo dio cierta estabilidad al orden social.

Myers, establece que este grupo se concibe como hijos de la Revolución de Mayo y que viene a

completar el legado de Revolución, la cual no pudo ser finalizada debido a las sucesivas guerras que

se dieron tras la revolución y debido a los faccionalismos que surgieron también con dicho evento.

A partir de esto es importante preguntarse cuál es el proyecto de país que tenía esta generación.

Según Myers, este grupo adhiere a determinados puntos del proyecto del federalismo y del

unitarismo, ya que del primero tiene en cuenta la importancia que le brinda a la costumbre y el

hecho de que se relacionan mejor con la población autóctona. En cambio, del unitarismo adhieren

en cuanto a su preocupación por el progreso material y cultural, avalan que promuevan la

inmigración, la exportación de capitales y la creación de instituciones educativas.

En cuanto a lo que no aceptan de ambos proyectos es, del federalismo que no toma en cuenta el

progreso material e intelectual, ya que cierran escuelas, dejan de financiar la universidad y además

se apoya en la religión. En cuanto al unitarismo rechazan que este proyecto importa instituciones y

enseñanzas del modelo europeo, sin tener en cuenta los matices locales. Por lo tanto, lo que

proponen es un gobierno mixto, que tenga lo mejor de ambos proyectos, pero llevado a cabo por la

elite.

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Su posición ante Rosas se va radicalizando cada vez más, por lo tanto, tuvieron que exiliarse en

principio hacia provincias del interior y luego hacia otras áreas, principalmente hacia la región de la

Banda Oriental y Chile; y desde allí continuaron su lucha política confrontando a Rosas. El nuevo

líder en el exilio es Juan Bautista Alberdi.

En exilio se apoyan más en el socialismo utópico europeo, por lo tanto se pueden rastrear

determinados cambios ideológicos, ya que también predican la defensa del gobierno republicano,

libertad individual, de expresión, promoción de integración europea va más hacia el

conservadurismo político, por orden y respeto a la autoridad.

Más tarde con la caída de Rosas y ya no tan cohesionados los miembros de la generación del 37

llegarían al país al igual que sus obras. Este grupo de intelectuales sentaría las bases intelectuales

sobre las que se organizaría y asentaría el futuro estado-nación moderno.

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1 Chiaramonte, José Carlos, Autonomía e independencia en el Río de la Plata, 1808-1810. Historia Mexicana. , v.LVIII,

n.229, 2008, pp. 325-368.2Chiaramonte, J.C. et all, "Vieja y nueva representación: los procesos electorales en Buenos Aires, 1810-1820", en A.

Annino (coord), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX , FCE, Buenos Aires, 1995, pp. 19-63.3 Di Meglio, Gabriel, " Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en los años revolucionarios”, en Raúl

Fradkin (editor), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia

en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, pp. 67-106.4 Di Meglio, Gabriel, " Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en los años revolucionarios”, en Raúl

Fradkin (editor), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia

en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, pp. 67-106.

5 Di Meglio, Gabriel: “’Los sanculotes despiadados’. Los miembros de la plebe porteña en los conflictos de 1820.”, en

Gabriel Di Meglio: Las prácticas políticas de la plebe urbana de Buenos Aires entre la Revolución y el Rosismo (1810-

1829), FFyL, tesis de doctorado,UBA, 2004. pp. 219 a 258. 6 Herrero, Fabián, “Un golpe de estado en Buenos Aires durante octubre de 1820”, en Anuario IEHS , 18, 2003, pp. 67-

867 Ternavasio, "Las reformas rivadavianas en Buenos Aires y el Congreso General Constituyente (1820-1827)", en

Nueva Historia Argentina , vol 3, pp. 159-197.8 Ternavasio, M., "Hacia un régimen de unanimidad. Política y elecciones en Buenos Aires, 1828-1850”, en H. Sábato

(comp), Ciudadanía política y formación de las naciones, FCE, México, 1999, pp. 119-141.