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    Copia exclusivamente para uso personal. Se prohibe su d istribucin o reproduccin.

    La ilustracin: El siglo de la educacin

    Jos Martnez de Pisn

    Autor:Jos Martnez de Pisn

    Id. vLex:VLEX-190615http://vlex.com/vid/ilustracion-siglo-educacion-190615

    Texto

    Contenidos

    Un mundo en transformacin

    La sociedad europea vivi un perodo de profundas transformaciones a partir del siglo XVI.

    Muchas de las verdades asumidas desde antiguo se tambalearon durante ese perodo hastacaer estrepitosamente en el siglo XVII y en el XVIII. Fue luego preciso reconstruir el entramadosocial, el pensamiento filosfico y poltico, el conocimiento cientfico y el acervo cultural. Puededecirse que pensadores, polticos y numerosos personajes activos y brillantes de este perodo,de la modernidad, realizaron con xito la tarea de reconstruccin de un mundo nuevo y distinto.Sentaron las bases de una concepcin de la sociedad, la poltica, la economa, la moral, elderecho, etc., que ha llegado hasta la actualidad. Cierto es que con sus claroscuros, y no sintensiones ni violencias. Tambin dicho modelo o, mejor, los modelos que irn paulatinamenteemergiendo han pasado por sus fases crticas, se han transformado, han devenido en nuevasformulaciones y nuevos desarrollos. Incluso, debe afirmarse que el momento presente es

    tambin un momento de profundos cambios y por ello de incertidumbres.

    Pero, en el siglo XVII, no era difcil percatarse, y las mentes ms preclaras as lo hicieron, de quese estaban produciendo profundos cambios e incluso sin mucha dificultad podan determinarselas causas de esas mutaciones fundamentales. Entre ellas: la ruptura de la unidad religiosasucedida con la Reforma, el descubrimiento del Nuevo Mundo, el auge de una nueva ciencia yde un nuevo mtodo de conocimiento, el desarrollo del primer capitalismo, el impulso delcomercio y de la industrializacin, la emergencia del Estado moderno con sus atributos, etc. Nique decir tiene que esta gran transformacin no es resultado de un proceso unilateral niunidimensional, sino ms bien de una conjuncin de procesos novedosos en cuyo avance no

    dejaron de encontrar tambin serias resistencias.

    A pesar de ello, cada uno de esos elementos aport a la nueva poca aspectos bien diferentes:

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    Durante el siglo XVII se produce un primer impulso renovador en todos esos campos, aunqueser definitivamente la segunda mitad del XVIII cuando se produzca el apogeo reformador,cuando se materialice la gran transformacin tan lentamente gestada. Pues bien, sern larevolucin cientfica y el ansia de introducir la razn en todos los campos del saber, junto conla aparicin de nuevas concepciones del hombre y de la sociedad la ciencia del hombre que

    pretendiera crear D. Hume y que aparece tambin obsesivamente en otros pensadores, comopor ejemplo en J. Bentham-, los elementos determinantes en la gestacin de una nueva teorade la educacin. En este sentido, parece clara la influencia de F. Bacon, R. Descartes y de I.Newton en el giro metodolgico que la impulsa. El influjo de los xitos de la ciencia moderna enel conocimiento de los fenmenos fsicos se plasmar en la aplicacin de la metodologaempirista, de las reglas de la experimentacin y de la observacin, a la sociedad, al hombre y ala reforma de la educacin. Lo que implicar un giro naturalista, psicolgico en la educacin, yun abandono por tanto de los presupuestos teocrticos o religiosos imperantes antes.

    El inters por la educacin fue as creciendo entre filsofos e intelectuales hasta el punto de que

    la Ilustracin, el siglo XVIII, es tambin el siglo de la educacin. El inters por la educacin,como he apuntado antes, fue creciendo sobre todo como consecuencia del deseo de introducirla razn en las cosas humanas. La educacin fue en parte uno de sus instrumentos mspoderosos contra lo que consideraban los errores ms grandes de la humanidad: lasupersticin, el fanatismo y la superchera religiosa. As, importantes autores del XVIII utilizarnla pluma para denunciar los excesos del fanatismo religioso,de la ignorancia y de lasupersticin. Destacan D. Hume, Voltaire, C. Thomasius; y en Espaa, Feijoo. Extendern unmirada inquisitiva sobre prcticas y creencias de dudosa fundamentacin emprica ydenunciarn todo aquello que no sea conforme al mtodo cientfico, a la razn y a su

    perspectiva empirista. Las cuestiones de fe, pero tambin otras, se situarn en el centro de suatencin. Las brujas, las falsas creencias, como tambin la prctica de la tortura y de laviolencia, sern objeto de ataques constantes por parte de los ilustrados, y la educacin serconsiderada como la mejor medicina.

    As pues, desde el siglo XVII y el XVIII aumentan las publicaciones y las propuestas sobre laeducacin y sobre su carcter reformador. En un tiempo en que el saber no se habaparticularizado ni haba alcanzado el nivel de especializacin de la actualidad son los filsofosquienes elaboran las primeras propuestas sobre la educacin. En este sentido, la renovacinpedaggica de la Ilustracin, como tambin la formulacin de una nueva utopa social y poltica,

    no hubiera sido posible sin la proyeccin sobre la Ilustracin del pensamiento de J. Locke y sinla obra de J. J. Rousseau. Especialmente de este ltimo. El impacto de la teora sobre laeducacin de Rousseau est fuera de toda duda: su Emilio (1762) va a cambiar la perspectivasobre la educacin e influir no slo durante el XVIII, sino a lo largo de todo el XIX. Esta es unapoderosa razn para que su particular enfoque sea tratado ms adelante y con un poco ms deextensin.

    El influjo de Locke tambin ser grande. Por obra de los philosophes de la Enciclopedia Diderot, Voltaire, DAlambert-, el pensamiento de Locke se propagar por Europa continental. Asu vuelta a Inglaterra tras los aos de exil io europeo, Locke publicar en 1690, como es sabido,

    las obras ms importantes de su filosofa y de su teora poltica, y tambin en 1693 unas cartas aE. Clarke sobre la educacin de su hijo, con el ttulo Algunos pensamientos sobre la educacin.Como el resto de su obra, este manual para las madres fue bien acogido con numerosas

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    ediciones y marc un momento importante en el cambio filosfico, social y educativo deOccidente (Bowen 1992, 235).

    Si es importante es porque rebate la tesis ampliamente aceptada de la naturaleza depravada delser humano, de acuerdo as con su pensamiento poltico y moral. Por el contrario la mente esuna tabula rasa; la mente del nio es slo como papel blanco o cera, que se puede moldear yadaptar como se quiera. El ser humano no es bueno o malo por naturaleza, sino que la bondado maldad depende la educacin. Es por ello que la educacin adquiere una especial relevanciapara desarrollar las maneras y habilidades de los hombres. Esto le llev a afirmar que laeducacin es ante todo un asunto moral, ya que sus resultados se muestran en la produccin depersonas que son buenas o malas, tiles o no (Bowen 1992, 236). La educacin es necesariaporque fomenta el cultivo de la virtud y del carcter de las personas, porque permite el desarrollosus habilidades y ensancha el conocimiento humano.

    Tanto el abandono de los prejuicios sobre la naturaleza humana como el reconocimiento de laimportancia de la educacin, su funcin y su relevancia moral, hacen que su propuesta se alcesobre otras de su tiempo y justifica la repercusin de su teora a lo largo del XVIII gracias a losenciclopedistas y a la labor divulgadora de un Voltaire. Sin embargo, como teora sobre laeducacin, a pesar de sus aportaciones y finas intuiciones, todava no alcanza la altura de la deJ. J. Rousseau.

    Rousseau, la educacin y el nio salvaje de Aveyron

    Hace tiempo que creo que en la siempre controvertida obra de J. J. Rousseau existe unaconexin circular entre alguna de las obras ms representativas de su pensamiento. Enconcreto, entre su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre loshombres, escrito en 1754, el Contrato social (1762), y Emilio (1762). No creo que seadescabellado pensar que con estas obras Rousseau pretenda articular sistemticamente supensamiento. La cercana en el tiempo e incluso la coincidencia de fechas sugieren que estnconectadas entre s y que algunas desarrollan aspectos slo esbozados en las otras. Enconcreto, me permito apuntar el siguiente nexo. El Discurso sobre la desigualdad constituye enel pensamiento de Rousseau una exposicin y una descripcin de su juicio sobre la sociedad ysobre la realidad de su tiempo. Juicio y descripcin negativo, tremendamente crtico y de unaconsiderable crudeza; ante semejante opinin, el Contrato social representa la utopa, la nuevasociedad por venir tras la formulacin de un nuevo compromiso o pacto social respondiendo as

    a las cuestiones sobre su estructuracin, sobre las instituciones y derechos de los individuos,sobre los instrumentos de traslacin, etc.; finalmente, Emilio es el tratado sobre la educacin quetransforma la naturaleza humana pervertida y deformada en una nueva entidad sociable yracional. Transforma al sbdito en ciudadano, del mismo modo que antes haba sentado labases de una nueva sociedad justa y equitativa. Una nueva sociedad con un nuevo ciudadano.La coincidencia de fechas de estos dos importantes escritos de Rousseau permiten colegir queefectivamente existe un vnculo expositivo entre ambos.

    Y, ciertamente, las propuestas de Rousseau tuvieron un considerable xito. Lo tuvieron susaportaciones sociales y polticas, pero tambin las pedaggicas. De hecho, sus ideas sobre la

    educacin, pese al carcter de su autor y a unas decisiones personales que en nada avalan suteora envi a sus cinco hijos a la inclusa-, tuvieron una importante proyeccin y xito duranteel siglo XIX al reflejar un enfoque naturalista de la educacin, una compresin gradual del

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    desarrollo moral del sujeto resucitado, en el siglo XX, entre otros por autores como J. Piaget.Asimismo, del mismo modo que su pensamiento poltico influy y sostuvo la Revolucinfrancesa y sus textos jurdicos entre otros, y no es el menos importante, la Declaracin deDerechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789-, su obra pedaggica inspir el articuladoreferido a la cuestin de la educacin. Por ejemplo, como tendremos ocasin de analizar msadelante, en la Constitucin de 1791 o en la Declaracin de Derechos de 1793, en cuyo artculo22 se establece que la instruccin es una necesidad para todos y obliga a la sociedad acolocar la instruccin al alcance de todos.

    No obstante, pese a la repercusin obtenida, la teora pedaggica de Rousseau no parece quetuviera una feliz contrastacin con la realidad. El descubrimiento en 1798 de un nio-lobo en losbosques cercanos a Pars el salvaje de Aveyron, tan magnficamente retratado por Truffaut enEl pequeo salvajebrind la oportunidad de probar sus teoras con un estrepitoso fracaso: laeducacin natural no humaniz al nio lobo. No fue posible sacar al hombre social queesconda sus instintos naturales, no fue posible convertirlo en un perfecto ciudadano. De ah el

    inters de la obra de Rousseau y de su aplicacin.En efecto, en su Discurso sobre la desigualdad, los juicios de Rousseau sobre la sociedad desu tiempo, las costumbres, las modas, la influencia de lo artificial sobre lo natural son cidos,muy crticos y absolutamente contundentes. Vase el siguiente texto con el que se inicia elDiscurso: El alma humana, alterada en el seno de la sociedad por mil causas constantementerenacientes, por la adquisicin de una multitud de conocimientos y de errores, por los cambiosocurridos en la constitucin de los cuerpos, y por el choque continuo de las pasiones, hacambiado, por as decir, de apariencia hasta el punto de ser casi irreconocible; y en lugar de unser que acta siempre por principios ciertos e invariables, en lugar de esa celeste y majestuosa

    sencillez con que su autor le haba marcado, ya slo se encuentra el disforme contraste de lapasin que cree razonar y del entendimiento en delirio (Rousseau 1980, 194).

    Rousseau dibuja una imagen angelical e idlica del ser humano. Entre natural e instintivo, en unprimera fase la historia de la humanidad, el hombre no tiene necesidades perentorias; tiene a sualcance los recursos para su vida cotidiana. Es a-moral en el sentido de que los conceptos debueno y malo son conceptos vinculados a la existencia de una sociedad que todava no haemergido. La primera fase es por tanto paradisaca. El cambio de circunstancias climticas y,sobre todo, el fin de disfrute ilimitado de esos bienes determina el surgimiento de las primerasinstituciones sociales vinculadas, segn Rousseau, al trabajo y a la propiedad. Es el principio

    del fin, pues con ambos surge la desigualdad y la explotacin humana. Y especialmente latransformacin del hombre natural en un hombre deformado, pulsional, artificial, ajeno a sunaturaleza, etc.

    Si el trabajo y la propiedad son las causas de la explotacin y de la desigualdad, en suma deuna sociedad injusta, el filsofo debe buscar las bases de una nueva sociedad, una nuevautopa que emerja de un pacto social. Este modelo se encuentra as en su obra ms conocida elContrato social. A su vez, la nueva sociedad requiere un nuevo hombre: el ciudadano.

    La conexin, por tanto, entre la filosofa de la educacin y su proyeccin social es muy clara en

    Rousseau, as como su enfoque claramente reformador. El Emilio refleja su teora sobre laeducacin, pero, sobre todo, su obsesin por reflotar al hombre primigenio y natural parasocializarlo y convertirlo en un ciudadano. Como ha afirmado Bowen, idea central en el

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    pensamiento de Rousseau es que la educacin es parte integral de la reforma social, ms an,es una condicin previa y necesaria (Bowen 1992, 248). La educacin est as al servicio de unideal poltico autnticamente renovador y, en esa poca, revolucionario. Frente al artificio delbarroco y de la sociedad versallesca, el encuentro con el hombre natural, educado en la razn yen el conocimiento de la naturaleza.

    Las recetas educativas de Rousseau han sido ampliamente reiteradas y vulgarizadas. Primerode todo, en Emilio, parte de la tesis que ha mantenido en todo el Discurso sobre la desigualdad:Todo est bien al salir de las manos del autor de las cosas, todo degenera entre las manos delhombre. Inicialmente, el ser humano se encuentra en una situacin de plena inocencia y detotal igualdad natural. Es la sociedad la que pervierte esta primera condicin, puesto que norefleja el estado originario y natural del hombre. De ah que haya que separarlo desde nio yorientarlo adecuadamente de acuerdo con la voz de la naturaleza.

    Como ha sido de sobra estudiado, la teora de la educacin de Rousseau resulta innovadorapues la construye a partir de una visin evolutiva de la psicologa del nio hasta que alcanza elpleno desarrollo. Contempla las fases de su evolucin natural y seala las medidaspedaggicas ms acordes con cada fase y con el nivel de conocimientos y de desarrollo de lascapacidades naturales. La figura del preceptor se alza como un personaje central pues es el quele orienta y el que le avisa de las peligrosas tendencias existentes en la naturaleza humana. Elpreceptor deja or la voz de la naturaleza, pero, al mismo tiempo, representa la voz de larazn que pone sobreaviso ante los riesgos de la propia naturaleza. Que evita, en suma, eldominio de las pasiones.

    La novedad de estas ideas cautiv a numerosos polticos e intelectuales y sent las bases tanto

    de una accin poltica renovadora como de la pedagoga como ciencia al servicio de lasociedad. Sin embargo, como ya anticip en el momento de ms xito de las propuestas deRousseau, se produjo el hallazgo de un nio lobo en el bosque de Aveyron sobre el que seaplicaron las teoras de Rousseau y de otros filsofos ilustrados (Locke, Condillac, Helvetius,Desttut de Tracy) ocasionando un absoluto fracaso. El hecho, magnficamente estudiado por S.Moravia (1978), caus un autntico revuelo en los ambientes cientficos de Pars; fue objeto deun estudio meticuloso y de discusin en la Sociedad de los Observadores del Hombre. Sobretodo, se intent el experimento de tratar al ser humano natural que era este nio de manera quepudiera acceder al estado social. El nio de nombre para la civilizacin, Victorera, porsupuesto, mudo y careca de todo vnculo con la sociedad. Era el caso ms apropiado para

    probar la teoras naturalistas. El objetivo era reintegrarlo a la vida social dotndole del uso de lapalabra y activando las operaciones intelectuales ms bsicas. Y la Sociedad se prest alexperimento. Hubo muchas discusiones y una fuerte polmica. El final del salvaje de Aveyron esreflejo de los resultados finales. Aunque se produjeron avances significativos en el habla y en laasociacin de imgenes, acab a los pocos aos en una Escuela de sordomudos abandonadopor el preceptor que haba dirigido el experimento. Muri en 1828, con cuarenta aos, en esainstitucin pblica.

    En Espaa, Feijoo y Jovellanos

    Por supuesto, ni Feijoo ni Jovellanos alcanzan la altura intelectual de un Rousseau, pero, dealguna manera, representan en Espaa el papel realizado por algunos ilustrados allende losPirineos. Y ello en un contexto ideolgico e intelectual que cada da era ms asfixiante. Pues en

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    el siglo XVIII empezaba a formarse el rancio pensamiento conservador que tan nocivasconsecuencias tuvo en la historia de Espaa. Y es que el desarrollo filosfico y poltico enEspaa es diferente y distante respecto a los desarrollos que se estaban produciendo en el restode Europa. Tan diferente y distante como que no suele aparecer en las reconstruccioneshistricas sobre la tolerancia, la libertad religiosa o los derechos humanos. Espaa qued almargen de esa historia. Por eso, resulta extrao el paralelismo entre un Feijoo y el resto deilustrados. Pero esta apariencia no debe asombrarnos. En el pensamiento hispano, incluso losque ms aparecen como ilustrados, lo son muy matizadamente -la ilustracin insuficiente deSubirats-. Lo son a la manera espaola. Ah estn los ejemplos ms paradigmticos -y msdenostados por el pensamiento reaccionario y por la estela intelectual de los MenndezPelayode los Aranda, Floridablanca, Jovellanos, Campomanes, Cabarrs, etc.

    La figura de Benito Jernimo Feijoo emerge, sin duda, en el panorama filosfico espaol comouna figura imponente y que ilumina nuestro siglo XVIII. Ciertamente ya no parece que se puedansostener la visin simplista de que no hay pensamiento en ese siglo sin Feijoo, pero, a pesar de

    ello, sigue siendo un autor de referencia inexcusable para explicar el XVIII espaol. Por susconocimientos, por su afn crtico, por su minuciosidad. Como afirma Subirats, Feijoo es antetodo el primero que en Espaa introduce el principio de la crtica en su sentido moderno y, porotra parte, sus ensayos desempearon cuantitativamente una influencia lo suficientementerelevante como para poderlos considerar nosotros como representativos del nuevo espritucientfico e ilustrado (Subirats 1981, 41). El contrapunto a esta opinin mesurada sobre Feijoose encuentra en la enciclopdica obra de Menndez Pelayo que tanto ha influido en la lectura

    del pasado cultural y filosfico hispano1. De Feijoo dice:

    ... y a detenernos un momento ante la figura de Feijoo a quien tienen muchos por el pensador

    ms benemrito de nuestra cultura en aquella centuria.

    Pero ni Feijoo est solo, ni los resultados de su crtica son tan hondos como suele creerse, niestaba Espaa, cuando l apareci, en el misrrimo estado de ignorancia, barbarie y fanatismoque tanto se pondera. Hora es ya de que las leyendas cedan paso a la historia y que llegue a lossiglos XVII y XVIII algn rayo de la vvisima luz que ha ilustrado y hecho patente pocas muchoms remotas y de ms difcil acceso.

    Alguna culpa, quiz no leve, tenga en esto el mismo padre Feijoo, que de modesto no pecnunca, y parece que puso desmedido empeo en que resaltase la inferioridad del nivel

    intelectual de los espaoles respecto al suyo. Hay en sus escritos, por mucha indulgencia quequeramos tener, ligerezas francesas imperdonables, que van mucho ms all del pensamientodel autor, y que denuncian no ciertamente desdn ni menosprecio ni odio, pero s olvido ydesconocimiento de nuestras cosas,...

    Lo que me parece mal es el estudiar a Feijoo solo, y mirarle como excepcin de un pueblo desalvajes, o como una perla cada en un muladar, o como el civilizador de una raza sumida hastaentonces en las nieblas del mal gusto y de la extrema insipencia (Menndez Pelayo 1978, 2,372).

    Este juicio sobre el lugar de la obra y del pensamiento de Feijoo, no obstante, no resta un picea la importancia que imprimi a su produccin intelectual a la crtica, a la ciencia, a la verdad, y,por contra, a la desvelacin de los errores, de los engaos, de las mentiras asentadas entre el

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    vulgo y reforzadas por la supersticin y por una extendida creencia en los milagros.

    Su pensamiento y su obra muestran un espritu cientfico y crtico que, en relacin a laeducacin, se plasma en la exigencia de la reforma de los estudios imperantes y en lareorganizacin de la enseanza. En especial, interesa resaltar su preocupacin por los nuevossaberes. As, en sus famosas Cartas eruditas no dejar de comparar el estado de la ciencia enEuropa y en nuestro pas. De ah su enrgica queja al ver el progreso europeo en ciencias comola fsica, la anatoma, la botnica o la historia natural, mientras nuestras universidades discutenen las aulas si el ente es unvoco o anlogo (Puelles 1999, 33).

    Su crtica rezuma un claro escepticismo hacia la religin tal y como era entendida por el puebloespaol y alimentada por las autoridades eclesiales. Sus dos obras ms importantes, Teatrocrtico universal ( 1726-1739) y las posteriores Cartas eruditas y curiosas (1742-1739), son elejemplo palmario de las obsesiones que atraviesan su obra y su pensamiento: el debate, ladiscusin con los errores comunes aceptados acrticamente para mostrar su escaso fundamentoy su alejamiento de la verdad. Una verdad que es entendida al modo cientfico, es decir, al estilonewtoniano ya extendido en otros lares, a travs de la observacin y de la experimentacin. Enesta develacin de los muchos errores, Feijoo muestra un amplio conocimiento de losresultados de las ciencias experimentales que contrasta, pacientemente, con las falsascreencias de la sociedad espaola. En esta labor paciente y minuciosa, no para mientes endiscutir, rebatir opiniones y modas absurdas, y probar la verdad. Acaso, a la luz del mtodocientfico, puede creerse que es un milagro el que en una noche fra y ventosa las vidrieras deun coche por toda la superficie interior estaban cubiertas de nieve, que tal fenmeno sedebiese a una vacilante inclinacin a que acaso el violento mpetu del viento, estrujando, ydividiendo ms las partculas de la nieve en la colisin con los vidrios del coche, las forzase a

    introducirse por sus angostsimos poros? Su espritu cientfico y crtico no puede soportartamao despropsito y as en su carta Corrgese la errada explicacin de un Fenmeno, y sepropone la verdadera (Feijoo 1985, 153 y ss.) se apresta a mostrar el error de esta explicacinpara mostrara cientficamente cul fue la causa. La misma paciencia que evidencia en estoscasos tan particulares por desvelar las causas verdaderas de los fenmenos la aplica a la crticade las supersticiones y de los engaos.

    Su espritu crtico, escptico, ante lo asumido acientficamente le conduce a su obsesin porprobar los des-engaos. Feijoo llama a la crtica desengaos porque la concibefundamentalmente como la lucha contra el engao, erradicacin de prejuicio y la i lusin,

    supresin del error (Subirats 1981, 44). Tales intenciones son claramente explicitadas en elPrlogo al primer tomo del Teatro crtico cuando le reconviene al lector sobre lo que va a leer:Aqu era la ocasin de disponer tu espritu a admitir mis mximas, representndote con variosejemplos cun expuestas viven al error las opiniones ms establecidas. Y, ms claramente,cuando se adelanta a desarmar al lector de su posible repudio:

    Culprasme acaso porque doy al nombre de errores a todas las opiniones que contradigo.Sera justa la queja si yo no previniese quitar desde ahora a la voz el odio con la explicacin.Digo, pues, que error, como aqu lo tomo, significa otra cosa que una opinin que tengo porfalsa, prescindiendo de si la juzgo o no probable (Feijoo 1984, 30-31).

    Y avisa:

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    Estoy esperando muchas impugnaciones, especialmente sobre dos o tres discursos de estelibro, y an algunos me previenen que cargarn sobre m injurias y dicterios. En este caso measegurar ms de la verdad de lo que escribo, pues es cierto que desconfa de sus fuerzasquien contra m se aprovecha de armas vedadas. Si me opusieren razones, responder a ellas;si chocarrera y dicterios, desde luego me doy por concluido, porque en este gnero de disputa

    jams me he ejercitado. Vale (Feijoo 1984, 32).

    La crtica, el afn por la verdad lo aplic tambin a las cuestiones ms sensibles de la religin, lamagia y la hechicera. En su lucha contra la supersticin. En el discurso Uso de la magia en elTeatro crtico universal, Feijoo hace un minuciosos anlisis de las causas de la magia y de lasupersticin: desde la propensin de los hombres a contar y escribir cosas prodigiosas, laatribucin a pactos diablicos lo que es efecto o arte natural, la loca vanidad de algunos, lamalevolencia o enemistad, hasta la falsa creencia de que alguien es lo que no es (Feijoo 1984,50-51). En este discurso en el que estudio en abstracto, sin referencia a casos concretos, lascausas de la magia y la hechicera muestra el pensamiento de Feijoo el aire ilustrado que se

    respiraba en ese momento en Europa: la creencia en la ley natural, en la razn, en la ciencia y lalucha contra la supersticin y la brujera, contra los errores comunes del vulgo2. Muestra as laintencin pedaggica y didctica que los intelectuales europeos impriman en su labor terica yprctica. .

    La religin, en su faceta negadora de la verdad cientfica, no se escapa a la atenta mirada delcrtico:

    ... Yo confieso que es muy difcil determinar a punto fijo la existencia de algn milagro. Cuandola experiencia propia la representa, es menester una prudencia y sagacidad exquisitas para

    discernir si hay engao, y un conocimiento filosfico grande para averiguar si el efecto que seadmira es superior a las fuerzas de la naturaleza... Es a veces tan artificiosa la mentira que sinprolijo examen no puede descubrirse el engao (Feijoo 1984, 61-62).

    Sin ser un irreligioso declarado, Feijoo llama la atencin sobre los riesgos que para la religintiene la superchera y el engao: La sagrada virtud de la religin, conducida en la nave de laIglesia, navega entre dos escollos opuestos: uno, el de la impiedad; otro, el de la supersticin.En cualquiera de los dos que tropiece, padecer funestsimo naufragio.... Y da un aviso de algoespecfico de la sociedad espaola, que es, en realidad, la justificacin de sus desvelos: ... sedebe tener presente una advertencia de suma importancia, y es que la religin concretada al

    vulgo, nada o casi nada peligra hacia el primer escollo, y, al contrario, peligra infinito hacia elsegundo. El pueblo, instruido desde la infancia en lo que debe creer, nunca se desencamina...Mas, al contrario, es tan resbaladizo hacia el escollo de la supersticin que para que no seestrelle en l se necesita una extrema vigilancia de parte de los que rigen la nave (Feijoo 1984,165). De esta ltima circunstancia viene los temores de Feijoo: de la ignorancia del vulgo surgenlas prcticas supersticiosas, la veneracin de falsas creencias y en los milagros.

    En sus discursos y sus cartas, pone ejemplos de esta advertencia y de la artificiosidad delmilagro como engao, como mentira, para concluir que no slo lo raro pasa en el vulgo pormilagroso, aun los efectos comunes de la naturaleza gozan de este fuero entre la gente idiota.

    Es sabido que Feijoo aplic sus conocimientos de las ciencias experimentales para des-engaar de los milagros aceptados acrticamente3. El discurso al que estoy haciendo referencia,Milagros supuestos, es un ejemplo de los diferentes casos -sobre los astros, reliquias, falsas

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    creenciasque en su opinin hay que desvelar. Su exigencia de una mayor veracidad, su afnpor la verdad y por mostrar el lado obscuro y mentiroso de los milagros y de toda supersticinhace que Feijoo tenga un puesto, aunque no sea muy relevante, en esta breve historia sobre laIlustracin, sus aportaciones morales y polticas y pedaggicas.

    Tambin, en esta breve historia sobre la educacin tiene un sitio la mencin de Gaspar Melchorde Jovellanos. No slo porque representa la expresin hispana del pensamiento de laIlustracin, sino porque tambin prest una especial atencin a la cuestin de la instruccin alescribir la Memoria sobre educacin pblica, o tratado terico-prctico de enseanza (1804).Fundamental para comprender su pensamiento pedaggico y que tendr una considerableinfluencia pocos aos ms tardes en las labores de las Cortes de Cdiz, tanto en el articuladode la Constitucin de 1812 como en el Informe Quintana que la inspir. En este textoencontramos claras influencias de las teoras ilustradas, particularmente el predominio de lamentalidad cientfica y la aplicacin al conocimiento de la regla de la observacin y laexperimentacin. Se observa, pues, tambin la tendencia a primar las ciencias tiles, esto es,

    las tcnicas, frente a las intiles, las humanidades y las vinculadas al mundo de las letras.Sin duda, influido por las tendencias contemporneas, sobre todo, Condillac y Locke, suspropuestas no pasan de ser unas recomendaciones y unas recetas prcticas sobre laenseanza, lcidas, por supuesto, pero sin el alcance moral y sin una intencin tan fuertementetransformadora como la que aparece en estos ilustrados. Es decir, sin enfrentarse cara a cara alos males de su tiempo: el fanatismo, la ignorancia y el poder de la Iglesia. Cierto es que, porotro lado, y con ello engarza de nuevo con las tendencias de la Ilustracin, su propuesta reflejaya la inclinacin a defender la implicacin del Estado en la educacin: la defensa de lainstruccin pblica, que ser objeto de fuertes polmicas en la historia del siglo XIX.

    Revolucin e instruccin: positivacin del derecho a la educacin

    La segunda mitad del siglo XVIII ser, pues, un perodo de desarrollo de la teora de laeducacin, pero, al mismo tiempo, en virtud del inicio de impulsos revolucionarios, brindar laoportunidad de su reconocimiento jurdico. Se producir, pues, el paso de la discusin terica almundo del derecho, aunque su estatus jurdico ser objeto de polmicas durante todo el sigloXIX. Pues, el derecho a la educacin no tendr el mismo tratamiento ni carcter que otrosderechos y libertades prontamente reconocidos en las declaraciones de derechos. Y es que elderecho a la educacin no pertenece a la primera generacin de derechos, sino que alcanzar

    carta de naturaleza dentro de los derechos econmicos, sociales y culturales. Ya se evidenciaas las dos caras del debate sobre la instruccin: como libertad de enseanza y como derecho ala educacin.

    Son dcadas de tensin y persecuciones entre los defensores del Antiguo Rgimen y losadalides de los nuevos tiempos. En materia de educacin, en Francia, en Espaa y en otrospases, son evidentes los esfuerzos y la resistencia de la Iglesia catlica por defender susprivilegios educativos. Los ilustrados ponen de manifiesto el lastimoso estado de la educacinpor el excesivo control clerical, el estudio de materias intiles y la divisin entre congregacionesrivales. Por todos los lados se respiraba en el aire la necesidad de la reforma social y educativa.

    Y los tiempos fueron propicios.

    No obstante, tanto en el desarrollo terico como en su puesta en prctica y en el reconocimiento

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    jurdico llevado a cabo por los revolucionarios franceses, la sombra de Rousseau es alargada.Su huella es evidente en la propuesta de I. Kant o de Condorcet y en las iniciativas prcticas deJ. H. Pestalozzi y J. F. Herbart. Kant mismo reconoci el influjo de Rousseau no slo en suteora sobre la educacin, sino tambin en su pensamiento poltico. Todava en Kant, en suescrito Sobre la educacin (1803), encontramos esa conexin entre estas parcelas de la filosofaprctica: la educacin no es sino el instrumento para formar un buen ciudadano para una buenasociedad. Estamos todava en los albores de la construccin de un nueva forma de Estado,como es el Estado de Derecho, en una nueva sociedad, como es la sociedad burguesa. Kantparece aceptar plenamente la tesis roussoniana del desarrollo gradual del joven, pero, noobstante, acenta la labor e intervencin del maestro o pedagogo en el orientacin del nio.Promueve en todo caso una educacin cuidadosamente guiada que deje hablar a la naturalezay que favorezca el inherente desarrollo moral del nio en sus diferentes etapas.

    El auge de la educacin en el perodo de la Ilustracin est ntimamente ligado al desarrollo detoda una filosofa optimista que cultiva la idea de progreso, de constante perfeccionamiento de la

    humanidad en marcha hacia una civilizacin cada vez mejor. Estas ideas se encuentranreflejadas en la vida y en el pensamiento del marqus de Condorcet, quien sigui creyendo enellas incluso cuando, perseguido por los jacobinos, despus de haberse dedicado en cuerpo yalma a la Revolucin, escriba pocos das antes de su muerte su Bosquejo de un cuadrohistrico de los progresos del espritu humano.

    Las ideas de Condorcet sobre la educacin suponen un importante giro a favor de unainstruccin pblica, obligatoria e igual para todos, de manera que no se pueden entender sin suvisceral oposicin a la sociedad de su tiempo, a las injusticias existentes de acuerdo condiagnstico muy similar al de Rousseau y sin su animadversin hacia la Iglesia y en particular

    hacia los jesuitas. Por contra la instruccin libera y es la estrategia para paliar lasdesigualdades. Frente a ello la ignorancia esclaviza y fomenta las desigualdades. Como afirmaTorres del Moral sobre Condorcet, la instruccin se convierte en el conjunto de su pensamientoen protagonista de la evolucin, del progreso en libertad, en justicia, en igualdad y en un climade autntica seguridad. En su Memoria sobre la instruccin pblica abunda en la tesis de laeducacin obligatoria y gratuita como condicin previa para la libertad y el respeto de losderechos, pero sobre todo para el progreso social y moral. Aun siendo un defensor de la libertadindividual y enemigo de los abusos del poder, se encuentra en los escritos de Condorcet laexigencia de un intervencionismo del Estado que promueva esta instruccin pblica liberadora eigualadora.

    J. H. Pestalozzi (1746-1827) y J. F. Herbart (1776-1841) representan la continuidad de lapreocupacin sobre la educacin en el siglo XIX y la conjuncin entre la reflexin y la prcticaen la reforma educativa. Sus aportaciones sern muy destacadas e influirn decisivamentedurante todo el siglo XIX. Especialmente, el primero: A lo largo de toda la revolucin francesa yde la posterior era napolenica, Pestalozzi fue considerado por muchos pensadores avanzadoscomo la esperanza educativa de la era revolucionaria; sus escuelas atrajeron a reformadores,tericos y administradores educativos de toda Europa (Bowen 1985, 286). Tambin en estecaso estamos ante un ejemplo claro de influencia de Rousseau y de desarrollo de sus teoras.

    Pero, al margen del surgimiento de la pedagoga como ciencia, del inters sobre la educacin,lo que aqu interesa, ms que un repaso, por otra parte ya hecho, sobre estas propuestas, esrealizar una referencia al paso de la filosofa de la educacin al mundo del Derecho. Y la

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    Revolucin francesa fue el marco idneo para poner en marcha estas ideas. Primeramente, losrevolucionarios impulsaron medidas, claramente inspiradas en la filosofa ilustrada, cuyoobjetivo era el desmantelamiento de las escuelas de la Iglesia y su sustitucin por un sistemaeducativo nacional -la instruccin pblica, obligatoria y gratuita-. Ciertamente, al margen deotras medidas destinadas a abolir el poder social y poltico de la Iglesia, los revolucionariostomaron importantes resoluciones que pretendan debilitar tambin su presencia en laenseanza, aunque stas no siempre se cumplieron, sobre todo en las zonas rurales. Elloorigin persecuciones anticlericales y la expulsin de las rdenes religiosas hasta que

    Napolen en 1803 permiti la vuelta de las escuelas cristianas y de las ursulinas4.

    Adems, la Asamblea Nacional, la Asamblea Legislativa y la Convencin hicieron frente a laausencia de un sistema educativo nacional para el cual, por cierto, despus de dcadas dediscusin no exista un modelo a implantar. Optaron sucesivamente por crear comitseducativos para que elaborasen recomendaciones, consejos, estudiasen informes, etc. Lasaportaciones fueron interesantes y muy numerosas. Entre otros, el abate Yves-Marie Audrien, el

    conde de Mirabeau y CharlesMaurice de Talleyrand. Estos dos ltimos insistan en unaeducacin general, gratuita, para todos los nios, cuyo objetivo es hacer a la gente mejor, feliz yms til.

    Tambin, entre otras medidas, la Asamblea Legislativa constituy un nuevo comit deeducacin, en septiembre de 1791, a cuyo frente pusieron al marqus de Condorcet. Teora yprctica quedaban as enlazadas; y lo cierto es que en abril de 1792 elaboraron un informeOrganizacin general de la instruccin pblica, inspirada en las autores mencionados antes.Pero no se lleg a poner en prctica dadas las urgencias de una nueva guerra y la derivacin dela Asamblea en la Convencin con el consiguiente aumento de poder de los jacobinos. Lo cierto

    es que la situacin educativa lleg a ser angustiosa: destruido el sistema educativo de la Iglesiay de las congregaciones religiosas, no se haba logrado construir una nueva estructura que losuplantase. No obstante, tras los jacobinos, se sucedieron nuevos intentos y propuestas mspragmticas hasta

    que la fuerza y el poder de Napolen instaur el sistema de liceos ya conocido y, sobre todo,cre un nuevo modelo de Universidad, la Universidad imperial o napolenica, cuya huellasllegan tambin hasta la actualidad.

    No obstante, a pesar de los vaivenes de la poltica revolucionaria en torno a la educacin, el

    hecho ms significativo va a ser el reconocimiento jurdico de la instruccin pblica, obligatoria ygeneral. Para los revolucionarios franceses, a diferencia de los sucedido en Inglaterra un sigloantes y en Estados Unidos una dcada antes, la instruccin es un derecho, y as se reflejar envarios de sus textos ms importantes. Cierto es que no ser una constante en todos ellos, perotambin lo es que es la primera vez que esto sucede. No se puede ignorar que el derecho a lainstruccin, tal y como lo han ido desarrollando los filsofos ilustrados y tal y como estaba en lacabeza de los revolucionarios, no constitua, ni constituye, un derecho de libertad, como los dela primera generacin. Por ello, su reconocimiento, en estos primeros momentos, hasta que searticule como un derecho social, depender de la ideologa del gobernante de turno.

    Pero, en el perodo revolucionario encontramos las primeras referencias a la educacin y a lainstauracin de un sistema de instruccin pblica. As, la Constitucin francesa de 1791, en suTtulo I, se obliga al Estado a establecer la organizacin de una institucin pblica comn a

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    todos los ciudadanos, gratuita en aquellas materias de enseanza necesarias para todos loshombres. Y, ms tarde, la Declaracin de Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 24 de

    junio de 1793, elaborada por los jacobinos, proclama el derechos de todos a una instruccinpblica y gratuita. El artculo 22 afirma: La instruccin es una necesidad para todos. Lasociedad debe favorecer con todo su poder los progresos de la razn pblica y colocar lainstruccin al alcance de todos los ciudadanos. Los ecos de esta afirmacin se oirn en otrastierras y en otros textos constitucionales, como la Constitucin espaolade 1812, pero esto loveremos ms adelante. Es sta, con todo, una declaracin de suma importancia que no tendren principio una continuidad, pero que ser retomada por el pensamiento socialista paraconvertirlo en un derecho real para todos, pero eso ser ya bajo el Estado social.

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    1. Por cierto, una opinin coincidente con la de Abelln (1993), 4, p. 54.

    2. Sobre su filosofa y actitud metodolgica aclara en su discurso Escepticismo filosfico: ...

    De modo que nuestra Filosofa no es otra cosa que un tejido de falibles conjeturas, desdelo que llamamos principios hasta las ltimas conclusiones...; porque la experiencia es,como hemos dicho, el nico conducto para saber algo de la naturaleza, y sloexperimentan la naturaleza los que en varios ministerios mecnicos manejan varios entesnaturales; no los que, divertidos en especulaciones, viven retirados en las escuelas...(Feijoo 1984, 72).

    3. En el discurso Tradiciones populares seala la dificultad e incomprensin en su tareacrtica y cmo tambin es su objetivo la verdad en materia de milagros: ... Largo caminopara ejercitar la crtica es el que tengo presente, por ser innumerables las tradiciones ofabulosas o apcrifas que reinan en varios pueblos del cristianismo. Pero es un campolleno de espinas y abrojos, que nadie ha pisado sin dejar en l mucha sangre. Qupueblo o qu iglesia mira con serenos ojos que algn escritor le dispute sus ms malfundados honores? (Feijoo 1984, 101). Conocida es su actitud crtica y cmo aplic elmtodo cientfico para desvelar el supuesto milagro de las florecillas de la ermita de SanLuis, en Cangas (Asturias).

    4. Para el desarrollo de la labor legislativa de la Revolucin pueden verse las pginas de J.Bowen (1992, 318 y ss.).

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