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I er ENCUENTRO DE EDITORES INDEPENDIENTES DE AMÉRICA LATINA A C T A S A C T A S GIJÓN- ESPAÑA 25 Y 26 DE MAYO DE 2000 LA EDICIÓN INDEPENDIENTE EN AMÉRICA LATINA: RIESGOS Y DESAFÍOS EN EL CONTEXTO DE LA CONCENTRACIÓN DEL SECTOR Y DE LA MUNDIALIZACIÓN CULTURAL

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Ier ENCUENTRODE EDITORES INDEPENDIENTES

DE AMÉRICA LATINA

A C T A SA C T A S

GIJÓN- ESPAÑA 25 Y 26 DE MAYO DE 2000

LA EDICIÓN INDEPENDIENTE EN AMÉRICA LATINA:RIESGOS Y DESAFÍOS EN EL CONTEXTO DE LA

CONCENTRACIÓN DEL SECTOR Y DE LAMUNDIALIZACIÓN CULTURAL

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Estas son las actas del Ier Ecuentro de Editores Independientes de América Latina. Cada capítulo corresponde a cada mesa redonda. Dentro de los capítulos las exposiciones corresponden a textos escritos que fueron preparados con antelación. El capítulo II incluye la intervención oral de André Schiffrin. Los Comentarios en cada capítulo recogen las intervenciones que fueron presentadas por escrito y oralmente por los panelistas de cada mesa redonda. En los capítulos II y III, se incluyen los elementos más significativos del debate. La edición, la recopilación y traducciones al español, fueron realizadas por Eduardo Valenzuela, coordinador del encuentro. Paris, diciembre de 2000 Representación Europea del Banco Interamericano de Desarrollo

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INDICE PRESENTACION 3 INTRODUCCION Luis Sepúlveda (Salón del Libro), Leo Harari (BID), Francisco Piñón (OEI), Milagros del Corral (UNESCO), Sara Meneses (OEA), Michel Sauquet (FPH) 4 CAPITULO I ¿Existe hoy en día una amenaza sobre la edición independiente? 11

EXPOSICION La edición independiente en América Latina: un factor cultural en peligro. Pablo Harari - Director Editorial Trilce, Uruguay 12

COMENTARIOS Silvia Aguilera - Editorial LOM, Chile 26 Lidio Peretti - Editora Voces, Brasil 30 Robert Molteno - Zed Books, Inglaterra 32

CAPITULO II La relación entre las editoriales independientes y las multinacionales del sector 34

EXPOSICIONES ¿El fin del Editor? André Schiffrin - The New Press, Estados Unidos 35 Editoriales independientes y multinacionales del sector Rafael Martinez Ales - Consultor, España 40

COMENTARIOS Marcelo Uribe - Ediciones Era, México 50 Mempo Giardinelli - Escritor argentino 53

DEBATE 55 CAPITULO III Los desafíos de hoy para la edición independiente 58

EXPOSICION ¿Qué creatividad editorial en América Latina? François Gèze - Editions La Découverte, Francia 59

COMENTARIOS Bridget IMPEY - David Philip Publishers, Africa del Sur 66

Paulo SLACHEVSKY - Editorial LOM, Chile 68 José Maria ESPARZA - Editorial Txalaparta, País Vasco 72

DEBATE 75

CAPITULO IV Perspectivas para el sector 79

EXPOSICIONES Apoyo al libro y a la creación: políticas nacionales y rol de los organismos multilaterales Alvaro Garzón - Consultor, Colombia 80 Redes para el diálogo intercultural: El ejemplo de la Biblioteca Intercultural Michel Sauquet / Etienne Galliand - Biblioteca Intercultural, Francia 89

COMENTARIO

Testimonio de Sandra Contreras / Adriana Astuti Beatriz Viterbo Editora, Argentina 93

DECLARACION DE GIJON 98 LISTA DE PARTICIPANTES 99

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PRESENTACION Con ocasión y en el contexto del III Salón del Libro Iberoamericano los 25 y 26 de mayo de 2000, en Gijón, España, el Banco Interamericano del Desarrollo (BID) auspició en cooperación con la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Organización de Estados Americanos (OEA), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la Fundación Charles Léopold Mayer (FPH), el Ier Encuentro de Editores Independientes de América Latina. Como en tantas otras, también en la industria editorial se evidencia un fuerte proceso de concentración. Grandes editoriales, por lo general filiales de grupos multinacionales, vienen incrementando su presencia en los mercados latinoamericanos. Los criterios de rentabilidad impuestos por estos grupos generan fuertes presiones respecto de las editoriales independientes de la región que a su vez, enfrentan los problemas propios de las pequeñas y medianas empresas de las regiones en desarrollo. La desaparición de numerosas casas editoriales independientes, así como los cambios en las líneas editoriales de las que han sido absorbidas por los grandes grupos o de aquellas que han sobrevivido en la adversidad, plantea una serie de interrogantes en relación a la posibilidad que tienen hoy en día de seguir expresando y dando vida a las culturas locales, que históricamente han contribuido a crear. Más allá de la situación de adversidad y de las interrogantes que gravitan alrededor de la edición independiente, hoy en día se ha comenzado a generar un consenso en relación a la necesidad de permitir la expresión de la diversidad cultural frente al proceso de mundialización. Más allá del papel que las culturas locales, nacionales o regionales, pueden cumplir al fortalecer la autoestima de los pueblos, se comienza a reconocer que la diversidad cultural es, no solamente, parte del patrimonio de la humanidad que es necesario preservar, sino también que constituye un vector fundamental del desarrollo económico y social. Frente a las otras industrias culturales como la televisión o el cine, la edición independiente puede ser considerada como una actividad artesanal, que tiene, sin embargo, un papel fundamental en la expresión de las culturas locales, nacionales y regionales. En la convicción que la diversidad cultural y que el diálogo intercultural son bienes públicos, este encuentro tuvo por objetivo escuchar los puntos de vista de editores independientes, de América Latina y de otras latitudes. Más que aceptar los proceso descritos como una fatalidad, en asociación con los editores, las instituciones patrocinantes han reflexionado acerca de posibles acciones que las propias editoriales independientes podrán emprender y ser concebidas y aceptadas desde la perspectiva de las políticas públicas.

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INTRODUCCIÓN

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LUIS SEPULVEDA Director del IIIer Salón Iberoamericano del Libro En el mundo de la edición la mundialización económica es a menudo sinónimo de la imposición del monopolio. Y la imposición del monopolio significa la desaparición de las pequeñas editoriales, que son muchas veces la última demostración de la libertad de expresión, de la libertad de editar y poder dar a conocer libros o publicaciones siguiendo objetivos que no se detienen solamente en el lucro. Las editoriales independientes publican libros que no se rigen por los dictámenes de las leyes del mercado, que rara vez son éticas y que rara vez son estéticas. El editor independiente se ha ido transformando en una suerte de último mohicano, en un último paladín que defiende las cosas que son más caras al libro: la independencia del autor, el respeto a la obra literaria más allá de lo contingente y de lo cotidiano, el respeto a la experimentación, el respeto a la libertad de expresión. Son muchos los temas que se pueden tocar y es mucho lo que hay que debatir en un encuentro de estas características. Como director del Salón del Libro Iberoamericano me atrevería a hacer una sugerencia orientada en el sentido de crear el modo de coordinar el trabajo de las editoriales independientes para que sirvan de puente, para que lo que se está haciendo en un país sea conocido por su país vecino. Nosotros los latinoamericanos, padecemos de un mal bastante curioso: el mal del aislamiento. Un escritor colombiano no sabe lo que están escribiendo sus colegas ecuatorianos. Un lector chileno no sabe lo que escriben los escritores argentinos. Un escritor del Paraguay, no sabe lo que están escribiendo los escritores del norte de Argentina con quienes tienen muchos kilómetros de frontera común. Un escritor de Panamá no sabe lo que están escribiendo sus colegas de Costa Rica. Y las fronteras están ahí justamente para traspasarlas, para violentarlas, para transgredirlas. Una buena forma para transgredir estas odiosas fronteras sería una iniciativa editorial no unificada, no uniforme, que permitiera coordinar el trabajo para hacer más pequeño el continente latinoamericano, para borrar por lo menos algunas fronteras y permitir que el trabajo de los escritores sea conocido en todo el continente. En las dos anteriores convocatorias del Salón, se han reunido grupos de editores independientes, quienes han asumido algunas iniciativas y que hemos visto felizmente concretadas en forma de libros editados conjuntamente, en coediciones. Como director del Salón saludo este Ier Encuentro de Editores Independientes y expreso el deseo que al final de él podamos exhibir conclusiones que sean esperanzadoras. LEO HARARI Representante especial en Europa del BID La voluntad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de ayudar a crear un espacio para discutir temas relacionados con la cultura viene de una reflexión acerca de las dificultades que enfrenta cotidianamente todo proceso de desarrollo económico y social, no sólo en América Latina. De un tiempo a esta parte han comenzado a abrirse nuevas pistas para comprender nuestra incapacidad de ser más eficaces en nuestros programas de desarrollo. En un mundo que gira alrededor de los problemas económicos y que a menudo desconoce los problemas políticos y sociales, la cultura no pasa entre los temas más relevantes para la toma de decisiones. Algo similar ocurría hace treinta años, cuando movimientos ecologistas, de maneras diferentes y a veces muy apasionadas, denunciaban los procedimientos de los organismos internacionales que trabajaban en desarrollo. Decían que algunas de sus prácticas eran peligrosas para el

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medio ambiente, y a menudo tenían razón. Hoy en día una institución de cooperación y financiamiento internacional como el BID debe tomar en cuenta los peligros para el medio ambiente de cada una de las actividades y operaciones que financia. De hecho hay un departamento especializado que evalúa el impacto ambiental de los proyectos. Sin embargo debemos reconocer otras variables que cuentan en el desarrollo, como la situación de las culturas locales, las instituciones tradicionales, los valores de cada uno de los sectores sobre los cuales estamos a veces incidiendo de manera muy fuerte desde afuera, no están todavía siendo tomadas en cuenta en el trabajo cotidiano de muchos organismos como los nuestros. No obstante, desde hace un par de años hemos venido explorando estos temas formalmente y estamos tomado conciencia que dentro de todo lo que es el campo de la cultura hay uno que nos concierne directamente y éste es el de las industrias culturales. Este sector representa, por ejemplo, la segunda industria de exportación de los Estados Unidos, después de la industria aeronáutica. Varios colegas del BID se ocupan ya del Patrimonio Histórico en los proyectos de rehabilitación de los centros coloniales en América latina y el Caribe y también se estudian componentes culturales menos tangibles pero no menos relevantes, como los valores, tradiciones, usos y costumbres que configuran un cierto “capital social” propio a cada comunidad. Pensamos que en el caso de las Industrias Culturales es necesario que los países conserven, creen y desarrollen las propias y esto no sólo por razones económicas, sino porque la pérdida de diversidad puede ser tan grave como la pérdida de la diversidad biológica. Un monopolio en la producción de bienes de cultura y en los vehículos de transmisión de valores es comparable a un monocultivo excluyente de toda otra especie. Hace 50 años que la UNESCO está trabajando en estos temas, no lo descubrimos nosotros, pero nos conciernen en nuestra práctica especifica. Desde que comenzamos a entrar en estos temas nos hemos dado cuenta que la palabra tienen que tenerla los actores de estas industrias tan particulares. En este sentido, en un continente que tiene una tradición excepcional en la creatividad literaria, la edición aparece como un sector artesanal, desarticulado y en proa a una mutación particularmente rápida. Lo que queremos es que este espacio de diálogo que estamos contribuyendo a crear sea llenado por los editores mismos y que ello constituya un diálogo entre el sector público y el sector privado en el cual la misión final para una institución como la que represento, sea la de estar al servicio de los actores sociales reales. Tengo la esperanza que salgan pistas de soluciones y que se articule también un pedido suficientemente fuerte como para que nosotros podamos empujar, alentar y proponer iniciativas al sector público internacional de manera que podamos contribuir a mantener viva esta singular manera de seguir produciendo ideas, rebeldías, ilusiones, utopías y todo aquello que no se puede dejar en la mano invisible del mercado y que tenemos que tomar en nuestras propias manos. Voy a terminar citando un pensamiento presente en un proyecto de un museo que se va a hacer en Sarajevo, que dice,

“Si no sabes lo que es el infierno, pregúntaselo a un artista,

y si no hay artistas, ya estás en el infierno.”

FRANCISCO PIÑON Secretario General de la OEI Quizás la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI) al lado de los otros organismos internacionales que están en esta mesa requiere de una brevísima presentación. Nuestra

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organización es un organismo intergubernamental de Iberoamérica dedicado a la cooperación en la educación, ciencia y cultura, incluye a España, Portugal, más los países del otro lado del Atlántico que hablan esas lenguas y Guinea Ecuatorial. Cuando adscribimos el apoyo a este encuentro de editores, lo hicimos convencidos de que la globalización es un proceso histórico que va cambiando una multiplicidad de aspectos de la vida social y cotidiana y que tiene resonancias muy fuertes en la cultura. Hay una tendencia de este proceso de globalización a transformarse en globalismo, en el cual las diferencias culturales son regidas por las leyes del mercado. Al apoyar un encuentro como este nuestra intención es apoyar las condiciones de existencia de la diversidad cultural, en la cual la experiencia concreta de un pueblo, de una sociedad, su experiencia cultural tenga derecho a existir. Que sea dialogante, en medio de este mundo en globalización o ya globalizado. Este apoyo a la posibilidad de expresión de la diversidad cultural no es buscar poner puertas en el mar ni alambrados, sino que asumiendo el proceso histórico en el que estamos, buscar la forma que las voces que expresan la experiencia de la diversidad cultural en el planeta puedan seguir activas. En este sentido hay un papel muy importante que los editores independientes han venido cumpliendo a lo largo del planeta y en particular en la región en la que estamos trabajando y esta es, la posibilidad de estar en contacto real, hasta físico, con esa diversidad cultural. Es algo así como estar atentos a la horografía cultural de nuestros pueblos. Consideramos que es necesario preservar este capital cultural, y generar espacios de discusión y de reflexión que debieran contribuir a potenciarlo. Si la globalización es un monólogo, el futuro se nos vuelve difícil. Tenemos que lograr que sea un diálogo. Consideramos que es una experiencia positiva el que todos los organismos internacionales aquí presentes estén trabajando juntos en torno a este tema, lo que demuestra que esta comenzando a haber una sensibilidad a nivel del sector público de tomar en cuenta lo que la experiencia de los pueblos puede enseñarnos. MILAGROS DEL CORRAL Directora de las Ediciones de la UNESCO Cuando nuestros colegas del Banco Interamericano de Desarrollo nos propusieron co-organizar esta reunión, la idea nos pareció no solamente interesante sino, sobre todo oportuna. La dilatada labor de la UNESCO en pro del desarrollo del libro, la edición y la lectura en todo el mundo, es bien conocida y nos ha permitido contar con una importante experiencia acumulada en la elaboración de políticas del libro que tienen en cuenta los aspectos culturales pero también los financieros y fiscales, en la defensa del derecho de autor, en el ámbito de la coedición internacional, en cuestiones relativas a la formación de editores y libreros, en la concepción y realización de innumerables campañas de promoción de la lectura, etc. ; tantos y tantos temas en los que, casi desde su creación hace mas de 50 años, la UNESCO ha venido asistiendo a los países en desarrollo deseosos de dotarse de una infraestructura editorial susceptible de dar respuesta a la demanda educativa, científica y cultural de sus ciudadanos abriendo al libro nuevos e importantes mercados. Pero ahora la cuestión tenía nuevos perfiles que era preciso abordar. En efecto, el fenómeno de la globalización comercial y tecnológica afecta de lleno al mundo del libro y raro es el día en el que no se producen noticias de nuevas fusiones, adquisiciones, ventas, etc. de editoriales en una búsqueda desesperada de atender los mercados globales. Ello conduce a la constitución de grandes conglomerados multimedia, cada vez mas penetrados por capitales ajenos al sector tradicional del libro, que buscan una rentabilidad sin duda superior a la que el libro, esa vieja - y todavía inigualable – tecnología puede ofrecer. Tras las grandes operaciones financieras viene la decepción de los recién venidos quienes, con frecuencia, «no saben qué hacer con el

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juguete » y acaban por despiezarlo o aprovechan el fondo adquirido para explotarlo como «contenido » en el ámbito de la nueva economía de la información y la comunicación… En el camino quedan, irremisiblemente arrumbados en el desván de la historia, grandes proyectos editoriales, vocaciones personales, esfuerzos e ilusiones por dar a conocer obras literarias de calidad… en otras palabras, una cierta visión del mundo y de las culturas. El fenómeno no es, desde luego, exclusivo – ni siquiera típico – de América Latina. El fenómeno es, sobre todo mundial y afecta principalmente al futuro de las pequeñas y medianas empresas editoriales que, precisamente por serlo, no han despertado todavía la atención de los grandes grupos pero que, de rebote, deben hacer frente a dificultades cada día mayores en términos de financiación y, sobre todo, de acceso al mercado. Son precisamente las «editoriales independientes » o las «todavía independientes » - yo, en realidad, prefiero llamarlos «editores libres » en este extraño vértigo que no vacila en inmolar la misión cultural del editor en el altar de la rentabilidad. Cuando la sociedad civil internacional se insurge en defensa de la diversidad cultural (Seattle, Davos, Washington) parece necesario comenzar a dedicar una atención especial al universo de los «editores independientes », únicos garantes de esa diversidad cultural en el ámbito de la cultura y del pensamiento. Son, en efecto, ellos quienes, desde convicciones intelectuales e ideológicas de muy variada naturaleza, arriesgan todavía su esfuerzo y sus escasos recursos en descubrir nuevos valores, en dar a conocer nuevas teorías, en difundir el pensamiento de autores que seguramente no gozan hoy de los favores de los medios de comunicación, pero constituirán, en muchos casos, la aportación intelectual fundamental de nuestro momento histórico. La tarea del pequeño editor independiente es altamente gratificante en el ámbito espiritual, si bien escasamente reconocida en el terreno material a pesar de la importante función social y cultural que desempeñan. ¿Cuales son sus problemas? ¿Cuales sus debilidades? ¿Qué fuerza les anima a seguir en la brecha? ¿Qué se puede hacer para evitar que un buen día desfallezcan ante tantos obstáculos y decidan abandonar la «trinchera de los resistentes»? ¿Qué pueden hacer ellos mismos desde planteamientos de partenariado? ¿Qué pueden hacer los poderes públicos, cada día más reticentes a actuar en materia de cultura? ¿Qué papel puede corresponder a los organismos multilaterales especializados y financieros? El programa de estas Jornadas aborda, en mi opinión, los principales ángulos de observación del problema, que analizaremos de la mano de quienes han sido o son sus auténticos protagonistas. Nuestra tarea se focaliza esta vez sobre la edición independiente en América Latina pero nuestras reflexiones podrán aprovechar la experiencia vivida por editores europeos, sectores que conocen desde hace ya algún tiempo importantes mutaciones que, como era de esperar, han tenido y siguen teniendo importantes repercusiones en la edición latinoamericana. Se trata de salvar lo que queda de auténtico en el noble oficio de la edición y de evitar que una nueva censura mucho más sutil pero no menos implacable que la ejercida en el pasado por los poderes públicos – la censura del mercado – venga a impedir a todos los lectores presentes y futuros el conocimiento de obras quizás fundamentales para el crecimiento intelectual y el desarrollo del espíritu critico, cuando dichas obras, en opinión de los nuevos actores – y de los viejos actores «reconvertidos » - no ofrece garantías de rentabilidad inmediata. Se trata también de garantizar a los creadores de los países mas desfavorecidos una salida al mercado editorial y, por ende, el encuentro con sus lectores. Se trata, en suma, de garantizarnos a todos la libertad de elección entre una oferta plural de visiones del mundo, de concepciones de la vida, de valores profundamente sentidos. Es cierto que todos somos consumidores pero también – y sobre todo - somos ciudadanos, seres humanos en búsqueda constante del por qué de las cosas, un porqué que solo cada uno de nosotros habrá de elaborar en función de su experiencia vital pero también de sus lecturas. Lo que importa, en realidad, es llegar a un consenso que nos permita declinar armoniosamente estas nuestras múltiples identidades personales sin que la de consumidores, finalmente la menos enriquecedora, arrolle a las demás.

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A este esfuerzo de reflexión invito a todos ustedes y, desde la UNESCO, agradezco al Banco Interamericano de Desarrollo, a la OEI y a la Biblioteca Intercultural, este esfuerzo ejemplar de colaboración entre instituciones tan distintas, que han sabido sin embargo unirse para enfrentar la difícil problemática de la edición independiente en América Latina. SARA MENESES Directora del departamento de Cultura de la OEA La Organización de Estados Americanos (OEA) es más conocida como foro político de discusión, que como un organismo promotor de cultura, sin embargo la oficina de cultura de la OEA fue creada con anterioridad a la carta, es decir antes del año 1947 y hemos venido publicando no comercialmente durante todo este tiempo. Hemos hecho publicaciones en distintas áreas, que van de lo técnico hasta lo jurídico, pasando por lo literario. Y hemos mantenido en funcionamiento la Revista Interamericana de Bibliografía desde el año 1951, que es quizás la publicación en los Estados Unidos que permite conocer en forma más amplia las publicaciones académicas, literarias y críticas de América Latina. Hoy en día los grandes organismos de préstamo están empezando a interrogarse acerca del papel que la cultura juega en el desarrollo. El presidente del Banco Mundial acaba de declarar que más del 30% de los proyectos que lleva a cabo el Banco fracasaban por no haber tenido en cuenta el factor cultural del lugar en donde se estaba realizando. Así como en los Estados Unidos la cultura está concentrada en el sector privado, el gobierno no interviene directamente en este sector y el arte se considera más bien la obra de los mecenas, en los países de América Latina la perspectiva es distinta, y tradicionalmente se ha enfocado con una mayor participación pública. Uno de los factores más importantes que debemos analizar para comprender las debilidades de este sector en América Latina, es el factor de la distribución, que ha sido clave en nuestra incapacidad en poder distribuir nuestros productos culturales y difundir nuestra cultura en el mundo. Sin embargo no hemos venido aquí para dar recetas, sino para escuchar y aprender y sobretodo para esperar directrices de ustedes, tanto escritores como editores, para que nos digan a nosotros los organismos internacionales en qué y cómo le podemos ayudar. MICHEL SAUQUET Biblioteca Intercultural Es una gran satisfacción estar aquí con los organizadores de esta reunión, y también con tantos otros amigos de Brasil, de Uruguay, de Gran Bretaña, de Africa del Sur, de Francia también, que durante tanto tiempo nos han ayudado a construir la idea de la Biblioteca Intercultural, que nació de la confrontación de los deseos de los editores del mundo entero. La razón por la cual participamos en la organización de esta reunión es en realidad muy simple, queremos insistir en un acercamiento intercultural, asumiendo que un trabajo intercultural puede ser muy válido para reforzar la edición independiente. El riesgo de que una cultura única termine por imponerse es un riesgo real, y consideramos que cada uno de nosotros tiene la tarea no solamente de promover las diferentes culturas, pero también de tratar de crear puentes entre estas culturas. Esta es la razón por la cual hemos apoyado la participación en esta reunión de editores latinoamericanos, de editores de Sudáfrica e Inglaterra, para que den testimonio de lo que pasa en otros continentes y por esta vía se establezcan lazos entre los diferentes continentes. Nuestro trabajo es crear espacios para estos encuentros, porque respecto a los editores creemos: en las redes que pueden crearse entre ellos y estas pueden reforzarse mutuamente.

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Estamos ciertos que cuanto más unidos estén los editores, más innovadores podrán ser. Y no solo por el placer de ser innovadores, pero para responder a los desafíos que se presentan hoy en día a la edición, y también para que puedan sacar provecho en término de ganancias, ya que una de las hipótesis que manejamos es que la edición intercultural, y la manera intercultural de producir libros puede ser una manera para ellos de difundir mejor sus libros. Pensamos que el material escrito puede ser una herramienta muy útil para estrechar este diálogo, en la cual se puedan incluir todos los desarrollos de Internet y de las nuevas tecnologías de comunicación.

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CAPÍTULO I

¿Existe hoy en día una amenaza sobre la edición

independiente?

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EXPOSICIÓN Pablo HARARI Director Editorial Trilce, Uruguay

La edición independiente en América Latina: un factor cultural en peligro Trataré en este trabajo - mediante el aporte de datos, elementos de reflexión, impresiones - sensibilizar sobre la situación de la edición independiente en América Latina que podemos afirmar es una “especie en vías de extinción”. No tengo los conocimientos como para asegurar - como algunos ambientalistas - que es nociva la desaparición de cualquier especie, pero en este caso no hay dudas en afirmarlo: la edición independiente es un factor esencial para la creación y la cultura y su desaparición generaría un daño grave. ALGUNAS ACLARACIONES PREVIAS desde dónde hablo Este aporte está basado esencialmente en mi experiencia como editor, es por lo tanto en alguna medida “testimonial” y por definición parcial, aunque he podido actualizar mis conocimientos de la situación editorial en España y particularmente en Francia - país donde trabajé en el sector antes de fundar Ediciones Trilce, en 1985-. El intercambio de experiencias y actividades con colegas del continente ha sido asimismo una fuente importante de información. de cual sector editorial Es bien sabido que la edición tiene sectores tan diferenciados que cada uno de ellos es prácticamente un oficio diferente. Entre la edición de libros de literatura general y la de Medicina prácticamente lo único en común es el soporte. Tanto la manera de procurarse los manuscritos - en una punta del proceso - como la de vender los libros - en la otra punta - son distintas e imprimen características particulares. Podemos distinguir muchos sectores con diferencias importantes: textos de enseñanza, libros para niños, libros empresariales, de venta puerta a puerta, de quiosco, libros universitarios, etcétera. Esta precisión es importante para ubicar este trabajo en relación al sector sobre el cual puedo referirme, por mi experiencia e información: el de libros de literatura en general y ciencias humanas, de venta en librerías. Es preciso aclarar que en nuestros países muchos editores independientes - para sobrevivir - tienen catálogos bastante variados que incluyen libros de sectores que en Europa, o Estados Unidos, provendrían de empresas distintas. de la información La toma de conciencia de que la cultura genera importante riqueza y da trabajo no es nueva en Europa. El seguimiento estadístico de las industrias culturales en ese continente es permanente. Es por ello que España dispone de cifras actuales referidas a la cantidad de títulos editados anualmente, las tiradas promedios, las cifras de ventas, de comercio internacional y en general toda la información necesarias para evaluar el comportamiento del sector, lo mismo en Francia y otros países. En América Latina esa toma de conciencia está abriendo camino en los últimos años y si bien la industria editorial es probablemente la más avanzada, aún no cuenta con relevamientos sistemáticos. El más reciente y completo lo publicó el Centro regional para el fomento del libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc, UNESCO) en 1998 - con datos hasta 1997- pero solamente cuenta “con cifras de Argentina,

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Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela con una misma metodología y México con algunos datos comparables”.1 En la misma publicación, Bernardo Jaramillo Hoyos afirma “no es fácil llegar a conclusiones ciertas sobre el desempeño del sector editorial en la región (...) no se cuenta con series históricas (...) el análisis de las cifras y

su comparación (...) generan grandes inquietudes en torno a la confiabilidad de las mismas”.2 En Uruguay se realizó un proyecto de plan estadístico (Ministerio de Cultura, 1997) y no dejó de ser un plan: actualmente no se sabe ni la cantidad de títulos editados anualmente. En el

último Informe Mundial sobre la Cultura de UNESCO,3 en la Tabla 1, en la sección América Latina, hay datos sobre “número de ejemplares de libros publicados entre 1991-1994” en sólo 9 países sobre 22 de la región. García Canclini afirma que “salvo en cuatro o cinco países latinoamericanos, se desconocen los movimientos de las audiencias y los montos reales de importación-exportación de bienes culturales”.4 Evidentemente esa falta de información dificulta mucho el estudio de la situación general de la edición en América Latina. de la independencia Aunque parezca que el concepto de “edición independiente” es claro y que todos entendemos por él lo mismo, estoy convencido de que es una precisión necesaria. Por ejemplo el escritor y experimentado editor mexicano (director de la española Santillana de México) Sealtiel Alatriste afirma que el concepto de editor independiente es una “denominación ridícula”.5 Por otro lado el - también experimentado - editor estadounidense André Schiffrin escribió en su libro L’édition sans éditeurs6 - de gran repercusión en la profesión - describiendo el proceso de concentración empresarial y alegando, con vigor, la necesidad de proteger la edición independiente (“independiente de los conglomerados”, “autónomas”). Cuando en este trabajo refiero a edición independiente lo hago en oposición a las editoriales que forman parte de conglomerados o grupos (la más de las veces multinacionales). Estos agrupan muchos sellos editoriales y generalmente varios rubros de la industria (edición, librería, imprentas, publicidad); y/o son multimedia (libros, prensa, audiovisual, música, Internet), etcétera. S. Alatriste afirma que no existe tal independencia porque “la sofisticación del mercado hace prácticamente imposible que una empresa pequeña enfrente por sí sola, el gasto operativo de la edición actual.”7 Esta afirmación es exagerada ya que da como un hecho consumado la muerte de la edición independiente, si bien el cambio que se está procesando en la industria editorial puede llegar a ese punto. Otros argumentan lo contrario: que integrarse a un grupo no significa perder independencia. Así Jean-Louis Lisimachio, Presidente Director General de Hachette Livre (segundo grupo de Francia) afirmaba en un reportaje8 referido a la absorción de una nueva editorial a su grupo que “Vamos simplemente a reorganizar la logística para que sea una herramienta compartida y realizar así economías de escala. Pero la autonomía editorial es total...”. La experiencia señala que - como se dice en el futbolero Uruguay - el “dueño de la pelota marca las reglas”,

1 Carmen Barvo, “Editorial” en “Estadísticas de la comercialización y producción del libro en América Latina”,

El libro No. 86, Cerlalc, Bogotá, julio-diciembre 1998. 2 Bernardo Jaramillo Hoyos, “Más cifras sobre el libro en América Latina” en “Estadísticas de la

comercialización y producción del libro en América Latina”, El libro No. 86, Cerlalc, Bogotá, julio-diciembre 1998.

3 Informe Mundial sobre la Cultura, UNESCO/Acento/Fund. Santa María, Madrid, 1999. 4 Néstor García Canclini, “Introducción” en Néstor García Canclini y Carlos Moneta (coords.), Las industrias

culturales en la integración latinoamericana, Eudeba/Sela, Buenos Aires, 1999. 5 Sealtiel Alatriste, “El mercado editorial en lengua española” en Néstor García Canclini y Carlos Moneta

(coords.), Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Eudeba/Sela, Buenos Aires, 1999. 6 André Schiffrin, L’édition sans éditeurs, La fabrique éditions, París, 1999. (Traducción nuestra.) 7 Sealtiel Alatriste, ob. cit. 8 Le Figaro, París, 11.04.1997.

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lo que confirma A. Schiffrin cuando escribe: “Lo que es sorprendente de esas adquisiciones es que siguen, invariablemente, el mismo esquema. En un primer momento el grupo comprador realiza declaraciones [de que] ningún cambio importante ocurrirá (...) Luego se anuncian medidas absolutamente necesarias (...) los servicios administrativos se unifican, luego la contabilidad, los depósitos, el servicio de expedición”. Finalmente las decisiones no las toman más los editores sino un “comité editorial” donde los criterios comerciales y financieros prevalecen.1 Ya volveremos más adelante sobre la concentración de empresas, lo que quiero aclarar es que las editoriales independientes, a las que se hace referencia en este trabajo, son aquellas que toman autónomamente todas las decisiones referentes a la edición. Es evidente que lo harán con todas las presiones y exigencias que el medio imponen pero ello no quita validez al término “independiente”. Por otro lado no solamente la autonomía en las decisiones diferencia los grupos de editores independientes, sino que éstos últimos tienen una manera particular de encarar el oficio: el orgullo de lo que se edita está más fundado en la calidad y/o en la incidencia intelectual o social del libro publicado que en números de ventas y beneficios. La lógica de los grupos es la de los best-sellers, del libro exclusivamente como mercancía; la de los editores independientes reposa en el libro como vehículo de cultura, conocimiento y entretenimiento en equilibrio -inestable- con el carácter de libro/mercancía. Tampoco incluyo entre las editoriales independientes aquellas que, si bien tienen muchos elementos comunes con las mismas, dependen financiera y jerárquicamente del Estado o instituciones. LAS TENDENCIAS EN EL MUNDO EDITORIAL Podemos resumir en cuatro los rasgos más sobresalientes de la mutación de la industria editorial en los últimos años: aumento de la cantidad de títulos y disminución de las tiradas, cambio en las modalidades de venta, concentración empresarial, aplicación de nuevas tecnologías. No aportaré nuevos detalles para quienes conocen el panorama editorial en Europa o Estados Unidos, pero este fenómeno de mutación está recién llegando a América Latina y comprenderlo es esencial para entender el riesgo en el que se encuentra la edición independiente. números: títulos, tiradas Lucien Sfez plantea que “El libro no muere por defecto sino por exceso. Hay más autores,

más obras, menos tiradas”.2 Las cifras de negocios del sector, en Francia, se mantienen estabilizadas hace años, con

ligeras disminuciones3 mientras que la cantidad de títulos aumenta sin cesar.4 Si los negocios se mantienen, con aumento de los títulos - y estabilización relativa de los precios- es evidente

que las tiradas han disminuido.5 En España el volumen de negocios interno aumentó mínimamente,6 pero la cantidad de títulos aumentó 10%. El comercio exterior aumentó casi 5% en 1998 (40% de las exportaciones son hacia América Latina). El fenómeno es similar en esos dos países en cuanto a la superproducción de títulos. Esa enorme cantidad (60.428 en España, 33.658 en Francia, en 1998) no se genera por una creciente creación intelectual y artística, ni por una mayor demanda (los niveles de lectura se mantienen, o en el peor de los casos disminuyen) sino por un fenómeno puramente comercial. 1 André Schiffrin, ob. cit. 2 Le Monde Diplomatique, No. 7, Buenos Aires, enero 2000. 3 -0,5% en 1997, -0,3% en 1996. Rapport d’activité 1998, Centre National du Livre, La documentation

française, París, 1999. 4 +15% en 1998, +6% en 1997. Ibíd 5 -40% de 1980 a 1993, manteniéndose después relativamente estable. Ibíd. 6 (+0.05% entre 1998 y 1997) según cifras del Ministerio de Educación y Cultura de España (1998) en: www.mcu.es/lab/libro y en El País, Madrid, 02.10.1999.

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Una de las razones de ese fenómeno es la venta “de oficio”, por el cual se le envía al librero las novedades prácticamente sin consultarle. Este paga lo recibido pero tiene derecho a devolver luego de cierto plazo y “recuperar” así su dinero; al suceder esto último el editor le envía nuevos títulos con lo cual compensa su deuda hacia el librero; es una manera de mantener la máquina funcionando. Este sistema “es diabólico, las devoluciones llegan a veces al 50%. No sé cómo no explota todo” afirmaba Antonio López Lamadrid, director de Tusquets, a fines de 1998.1 Por otro lado - y no es un detalle menor - las devoluciones no sólo generan una deuda del editor al librero - vía distribuidor - sino que son un gasto de almacenaje importante para el

editor.2 Otro factor es “la búsqueda del best-seller”. Una característica de la edición es que pocos libros con buena venta, compensan muchos libros con mala venta. Por otro lado ningún editor

puede prever el éxito de un libro -“industria de prototipos”3 por excelencia donde cada nuevo título es diferente al anterior- por lo cual se va, muchas veces, a esa búsqueda del libro de buena venta como a un juego de azar. Los efectos sobre las librerías: saturación del espacio (muchas veces solamente sacan de las cajas los libros que saben tienen buena venta); alta rotación de títulos (devolución de aquellos que al cabo de poco tiempo no tienen “salida”); necesidad de aumentar espacios y tecnificar la gestión (mayores inversiones); dificultad para estar al día y ejercer la profesión de librero a cabalidad (aumento de “vendedores” en detrimento de “libreros”). Si bien el incremento de la cantidad de títulos editados es una oportunidad para los autores, muchísimas veces significa la “muerte” de los mismos. Si sus libros no generaron ventas rápidas -y no tuvieron ocasión de hacerlo lentamente ya que no tuvieron oportunidad- no sólo se verán ignorados por la crítica y fuera del alcance de posibles lectores, sino que sus posibilidades de ser editados nuevamente serán escasas. Y aquellos que tuvieron ventas “decentes”, a los pocos meses de ser publicadas ya no se encuentran más en las librerías. El editor, de esta manera, abandona cada vez más su papel de filtro: la selectividad, que crea la imagen propia de cada editorial y que es un aporte cultural significativo. La superproducción se está corrigiendo en Europa, por un lado “personalizando” lo más posible los oficios a las librerías y realizando de esa manera envíos adaptados a cada punto de venta. Por otro lado las nuevas tecnologías de impresión permiten realizar reimpresiones a medida de las necesidades, lo que permite imprimir al ritmo de las ventas y disminuir las devoluciones. Por ahora no están generalizadas las medidas para “racionalizar” la producción.4 En América Latina el fenómeno está instalado pero no hay medidas correctoras. En los Estados Unidos el proceso de concentración, más avanzado que en Europa, ha llevado a controlar la producción logrando, tal como es el deseo de los grandes grupos, menor cantidad de títulos con grandes tiradas y fuertes ventas, en un proceso de selección basado exclusivamente en criterios comerciales.5 distribución y venta En general la venta al detalle ha sufrido modificaciones profundas, quizá lo primero y más visible fue el cambio del pequeño comercio de comestibles barrial a los grandes supermercados, de la tiendas de vestimenta a los centros comerciales y por lo tanto de la pequeña propiedad gerenciada directamente por sus dueños, a empresas enormes donde la

1 El País, Madrid, 26.12.1998. 2 “En el depósito de Planeta [Argentina] tenemos un millón y medio de ejemplares que esperan mejor suerte.”

Claudio Savadín, gerente de ventas de Editorial Planeta en Noticias, Buenos Aires, 18.07.1998. 3 Françoise Benhamou, La economía de la cultura, Ediciones Trilce, Montevideo, 1997. 4 “Juan González [director editorial de Santillana] muestra su preocupación por la enorme cantidad de títulos

editados anualmente en España, sin proporción con el tamaño del mercado y que reduce a quince días la vida de las novedades en las estanterías. Su grupo está decidido a reducir de 10% su producción para el año venidero.” En Herbert R. Lottman, “Spain: Looking for Latin Growth”, Publishers Weekly, 13.12.1999.

5 André Schiffrin, ob. cit.

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distribución termina por apropiarse de la venta al detalle e incluso de la producción. Esa tendencia abarcó también al libro debilitándose la participación de las librerías, en las ventas, en beneficio de las grandes superficies, clubes, cadenas y supermercados. Los datos de 1998 de Francia muestran ese cambio: el 21,8% se vende en librerías y similar cantidad en los

clubes, las grandes superficies y los supermercados comercializan el 31,6%.1 En Francia, en 1974, apareció la Fnac vendiendo libros con 20% de descuento. Esto fue una verdadera amenaza para la venta en librerías y recién logró revertirse la situación con la

aplicación de la ley de precio fijo2 en 1982 que limitó el descuento al 5%. Las cadenas de librerías - Fnac, Virgin, Crisol, Borders, Barnes & Noble, etcétera - así como los supermercados, realizan compras centralizadas y de magnitud, con un enorme poder de compra frente al editor o distribuidor. La Fnac, en Francia, ha instrumentado el plan Ariane de compra y gestión concentrada de los títulos de mayor venta (5% de los títulos que son el 50%

de la cifra de negocios); sabiendo que esa cadena vende el 25% de los libros de literatura3 podemos imaginar la posición de fuerza en que se encuentra. Las grandes cadenas exigen de los editores publicidad dentro de sus librerías y otros beneficios; Barnes & Noble, en los Estados Unidos, prácticamente exige un dólar por ejemplar, para que éstos sean expuestos en

lugares preferenciales de sus puntos de venta.4 Las grandes cadenas comercializan el 50% de los libros en Estados Unidos. El debilitamiento de la librería independiente y tradicional, se generaliza y va de la mano con el proceso, similar, que sufre la edición independiente. Por ser un sector clave - intermediario entre el editor y el librero - la distribución (con todas las diversas modalidades) muchas veces es quien fija las tiradas y quien determina las políticas comerciales de las editoriales. Los editores se encuentran “entre las manos” de los distribuidores ya que realizar la distribución directamente, para que sea rentable, requiere una cifra de negocios la más de las veces superior a la de una sola editorial. Los grandes grupos editoriales tienen su propia distribución y venden sus servicios a editoriales independientes, lo que acrecienta la debilidad de éstas últimas. Otro canal de venta - cuyo crecimiento a partir de la década del setenta es enorme - son los “Club del libro” con ventas por correo y librerías.5 Finalmente la venta por Internet está modificando significativamente el comercio del libro (y del comercio en general) desarrollándose de manera importante. concentración Quizás sea este el aspecto más impactante en la industria del libro a nivel mundial. Si bien es un proceso que tiene varios años, es en la década del noventa que se dan las fusiones más

importantes.6 Dice A. Schiffrin, en el ya citado libro: “Podemos decir, sin temor, que la edición a nivel mundial ha cambiado más en estos últimos diez años que en los cien precedentes. Dichos cambios son particularmente impresionantes en el mundo anglosajón, el cual aparece como el modelo de lo que se producirá en otros lados en los próximos años. Hasta hace poco tiempo la edición era fundamentalmente artesanal, muchas veces familiar, de pequeña escala, que se contentaba con los modestos beneficios provenientes de un trabajo que todavía estaba relacionado a la vida intelectual del país. En estos últimos años las editoriales han sido

1 Los restantes 25% son quioscos de prensa (10%), ventas a domicilio, etcétera. Rapport d’activité 1998, Centre

National du Livre, La documentation française, París, 1999. 2 Ley del 10.08.1981 -llamada “Ley Lang”- que entró en vigor en enero de 1982. 3 François Gèze, "Les mutations de la chaîne du livre", Conferencia inaugural del Ciclo de Debates organizado

por la Bibliothèque Publique d'Information y el Syndicat National de l'Édition, París, 12.01.1998. 4 André Schiffrin, ob. cit. 5 El club France Losirs, creado en 1971, tenía 1,7 millones de socios en 1978 y en 1985 llegó a casi cinco

millones (lo que representa uno de cada cinco hogares de Francia), en François Rouet, Le livre. Mutations d’une industrie culturelle, La documentation française, París, 1992.

6 Ya en 1988 François Gèze se refería a dicho fenómeno en “Concentration éditoriale: la création menacée”, Livres Hebdo, 06.06.1988.

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compradas, una tras otra, por grandes grupos internacionales. [...] el 80% de los libros actualmente publicados, lo son por los cinco conglomerados que controlan lo esencial de la edición en los Estados Unidos”. En ese país uno de cada tres libros en librerías es de Random House (del Grupo Bertelsmann). En Francia dos grandes grupos, Havas (satélite del gigante Vivendi) y Hachette (satélite del gigante Lagardère) tienen más del 60% del mercado editorial y más si se tiene en cuenta que sus redes de distribución venden servicios a empresas que no son de sus grupos.1

En España el 6,5% de las empresas - las “grandes” - editan el 54,4% del total.2 Muchas de esas 122 grandes forman parte de esos cuatro grupos que tienen el 50% del mercado: Planeta, Santillana, Plaza y Janés (del Gupo Bertelsmann) y Anaya (del grupo Havas). Parecería que los “joint ventures” (librería virtual Bol.es, editorial Nuevas ediciones de bolsillo) emprendidos por Planeta, el grupo más importante de España, con Bertelsmann (el más importante del mundo) van en camino de una posible fusión, lo que concentraría, aún más, el panorama español. nuevas tecnologías El desarrollo de las computadoras con aplicaciones para toda la cadena del procesamiento de los manuscritos, de las nuevas impresoras - desde las láser de escritorio hasta las gigantescas Cameron y las digitales - y el recurso a Internet ha producido un cambio esencial en la industria editorial. Uno de las más recientes innovaciones es la posibilidad de imprimir “a pedido” con las impresoras digitales. Se pueden hacer tiradas cortas (menos de mil, e incluso a la unidad) con costos convenientes y su utilización, en particular para las reimpresiones, permite rapidez y hacerlo en pequeñas y variables cantidades (según los pedidos de las librerías).3 El uso de Internet tiene dos aplicaciones específicas para el libro: la edición en línea y la venta. La primera de éstas está en desarrollo y es difícil evaluar sus perspectivas aún, y si bien puede ser una competencia para la edición tradicional - en algún sector específico - requiere el trabajo de editores profesionales.4 Todo indica que hasta que no se desarrollen monitores pequeños, flexibles, livianos, irrompibles, en definitiva, con las cualidades de los libros, esta modalidad tendrá usos muy específicos. Un recurso de Internet en desarrollo - en particular para libros universitarios - es el de publicar “On Line” el material anexo a libros editados tradicionalmente, lo que permite reducir el tamaño de los mismos y por lo tanto su costo. En la comercialización los cambios aportados por Internet son más profundos y espectaculares. El ejemplo de Amazon.com - que empezó a vender en 1995- lo demuestra: en 1997 su cifra de negocios era de 147,7 millones de dólares, en 1998 de 610 y al tercer trimestre de 1999 de 356. Es cierto que el déficit era de 31, 125 y 197 millones respectivamente, pero, según su director y fundador Jeff Bezos, eso se debe a que la prioridad “está en el crecimiento a largo plazo y no en el activo a corto”.5 Independientemente de sus resultados, la verdad es que se compra gran cantidad de libros por Internet y que las librerías virtuales se están desarrollando en todo el mundo. Parecería que aquellas que tienen mejores perspectivas son las que, detrás de la librería “virtual”, tienen una de “carne y hueso”. Todas las cadenas ya han abierto sus ventas por Internet y en aquellos países donde no reina el precio fijo del libro la guerra por descuentos se ha desatado. El peligro para las librerías independientes es grande, más si tenemos en cuenta que parte importante de las ventas por Internet no son las novedades sino libros de fondo lo que en

1 Véase el organigrama de toda la red editorial francesa realizado por Fabrice Piault en Livres Hebdo No. 324,

París, 12.02.1999. 2 Ministerio de Educación y Cultura de España (1998), www.mcu.es/lab/libro 3 La alianza del poderoso grupo Bertelsmann con Xerox, para cooperar en la aplicación de esta técnica, sólo

hace prever un desarrollo pronunciado de la impresión digital. El País, Madrid, 15.10.1999. 4 La necesidad de editores la expresa Umberto Eco cuando dice: “Insisto en la función de filtro exterior a las

redes”, Libération, París, 07.01.2000. 5 Jean-Christophe Feraud, Les Echos, París, 21.10.1999.

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general es un servicio ofrecido por el pequeño librero que “fideliza” la clientela y lo distingue de las grandes superficies. Las consecuencias para los editores son contradictorias ya que por un lado la red de librerías es un elemento indispensable para la diversidad y desarrollo de la edición artesanal y por otro la venta por Internet, con la posibilidad de ofertar cantidades inimaginables de títulos, permite que sus libros tengan existencia en los anaqueles virtuales cuando muchas veces no la tienen en los reales. El desarrollo de esta modalidad está modificando significativamente la comercialización de libros. naturaleza del libro El panorama editorial ha cambiado radicalmente. Una consecuencia de esa mutación es, para nosotros, la más relevante: el cambio del doble carácter -cultural/mercancía- del libro al puramente mercantil. Los criterios selectivos de las editoriales artesanales ofician de filtros, descubren valores, apoyan el desarrollo de escritores o investigaciones, ofician de agentes culturales y, en definitiva, son un eslabón esencial de lo que Gabriele Muzio llama “cadena de la memoria histórica de la Humanidad”.1 Los grandes consorcios se guían por criterios de rentabilidad exclusivamente y generan una dinámica que se generaliza en el medio de la edición. Para ellos cada libro, en sí mismo, debe ser rentable, a diferencia de la edición tradicional donde se busca un equilibrio entre obras publicadas por su valor intelectual - sin expectativas de beneficios - y otras que generan beneficios. Conciben al libro en su doble carácter - o naturaleza -: vehículo cultural y

mercancía.2 “Todo el problema está en saber elegir los libros que permitan obtener un máximo de dinero, y no más aquellos que correspondan a la misión tradicional del editor” sintetiza A. Schiffrin.3 Los conglomerados multimedia en los Estados Unidos exigen rentabilidades, en la edición de libros, similares a otras ramas (televisión, cine, revistas) que pueden llegar a ser del 15%.4 Si bien el proceso en los Estados Unidos no es idéntico al europeo, donde aún se mantienen a la cabeza de editoriales fusionadas a editores “artesanales” con cierta libertad de acción, la lógica liberal se está imponiendo y su expansión parece no tener límites. Este panorama de grandes grupos poderosos genera mecanismos de exclusión de las pequeñas editoriales: los autores de grandes ventas reciben adelantos imposibles de igualar, los agentes literarios se ven forzados a vender derechos para toda la lengua y no fragmentados geográficamente, las casas de un mismo grupo comparten títulos para sus colecciones de bolsillo dejando de comprar a terceros, etcétera.5 La supervivencia de las pequeñas editoriales es cada vez menor, las que tienen un buen catálogo -en el mejor de los casos- serán fusionadas, las otras tienden a desaparecer. Lo que en definitiva está en juego, además de la edición “tradicional” y su carácter de factor cultural, es el carácter mismo del libro. EN AMÉRICA LATINA (aproximación)

1 Gabriele Muzio, “Globalisation as the stage of perfection of the modern paradigm. A possible strategy to

survive the coherence of the process”, Seminario Internacional A construção Democrática en questão, São Paulo, 1997.

2 François Gèze, “La double nature du livre”, Bulletin d’informations de l’ABF, No. 184-185, París, 1999. 3 André Schiffrin, ob.cit. 4 Editoriales independientes francesas como Gallimard tenía una tasa de rentabilidad del 3% en el año 1996 y

Seuil de 1%, plantea A. Schiffrin en la obra citada, reflejo de una política donde -al menos en aquel momento- no era la de “todo rentable”.

5 Solamente la inscripción para asistir al 26º Congreso de la Unión Internacional de Editores (Buenos Aires, 1-3 mayo 2000) era de mil dólares para socios. ¿Cuántas editoriales independientes latinoamericanas -africanas, asiáticas...- pueden pagar esa suma? (además de viaje y estadía).

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La fuerza de la edición latinoamericana estuvo tradicionalmente basada en México y Argentina. Entre los años 1940 y 1970 esos países lideraban la edición en lengua española, tanto a nivel económico como cultural. Pero a fines de los noventa “Argentina y México producen menos de diez mil títulos por año, en tanto España supera los cincuenta mil. Se han cerrado editoriales y librerías, muchos diarios y revistas quebraron o redujeron sus páginas. Unas cuatrocientas empresas editoriales mexicanas cerraron a partir de 1989, y entre las sobrevivientes no llegan a diez las de capital nacional que publican más de cincuenta títulos

por año”.1 En Uruguay las tiradas, en la década del sesenta, rondaban los tres mil ejemplares, en la actualidad son de quinientos a mil ejemplares. La crisis económica y social de los sesenta, las dictaduras militares, la pérdida de hábitos de lectura, la “década perdida” del ochenta, el empobrecimiento - particularmente de las clases medias - y causas propias al sector editorial están en la base de esa situación y llevan a mirar con nostalgia aquellos años de auge del libro latinoamericano. Si bien esta descripción es válida a nivel general, cada país tiene sus particularidades, siendo la de mayor incidencia la magnitud de su población lectora. La red de distribución montada por los argentinos, y que cubriera todo el continente y España, prácticamente ha desaparecido. Hoy en día las medianas o pequeñas editoriales no salen de sus fronteras por falta de distribución y dificultades para la promoción de sus libros: no se encontrarán libros ecuatorianos en Argentina ni paraguayos en Perú; los uruguayos están más presentes en Europa que en América Latina, los chilenos se encuentran difícilmente en otros países y así pueden nombrarse todos los países del continente. Aparte de los grupos multinacionales, solamente las pocas grandes editoriales tienen su distribución generalizada. La red de librerías es débil en general -a señalar Argentina, Brasil y México, donde hay cadenas importantes de librerías- y no está preparada para enfrentar las ventas con descuento y las ventas en supermercados que está instalándose. La Fnac abrió en São Paulo y anunció cinco librerías en Argentina y una en Chile.2 Los hipermercados Carrefour y Géant (instalados en varios países del continente) tienen sus sectores de libros y - si bien aún no se ha generalizado - nada les impide vender a precios rebajados. La venta por Internet se está desarrollando rápidamente con gran vigor. el Estado y el libro Por otro lado, salvo en el caso de Colombia,3 las políticas de Estado de apoyo al sector son prácticamente inexistentes. Si bien en casi todos los países los libros están exentos del impuesto al valor agregado (IVA) (salvo Chile, Guatemala y Bolivia)4 esto no significa necesariamente abaratamiento del libro: en Uruguay la Ley del Libro exime de IVA a la venta de libros, pero no a toda la cadena de fabricación, o sea que el gasto por impuestos entra como costo, repercutiendo en el precio de venta que quiso reducirse al eliminar el IVA. En casi todos los países se han eliminado los aranceles a la importación y exportación pero, por ejemplo en Uruguay hay que pagar montos relativamente importantes para realizar los despachos de aduana que certifican... que no hay que pagar aranceles. En algunos países hay tarifas preferenciales de Correo pero no siempre se respetan: el Correo uruguayo, por ejemplo, se ha negado a cumplir con la Ley argumentando que el legislador no

1 Néstor García Canclini, “Industrias culturales y globalización: procesos de desarrollo e integración en

América Latina”, Foro Desarrollo y Cultura, BID, París, marzo 1999. 2 Sally Taylor, “The book market in Argentina”, Publishers Weekly, 15.11.1998 3 La Ley del Libro de Colombia (1993) exime de aranceles la importación de papel, da facilidades crediticias,

reduce tarifas postales, reglamenta la compra de un porcentaje determinado de ejemplares de libros por parte del Ministerio de Educación para las bibliotecas, exime de impuesto a las sociedades por veinte años, exime de IVA, establece facilidades para adquirir derechos de autores extranjeros, entre otras medidas de apoyo a la industria editorial nacional.

4 Luis Fernando Sarmiento, “América Latina: un gran mercado por explorar” en “Estadísticas de la comercialización y producción del libro en América Latina”, El libro No. 86, Cerlalc, Bogotá, julio-diciembre 1998.

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había previsto de dónde saldría el financiamiento para cubrir la diferencia entre la tarifa normal y la preferencial. (Finalmente se revirtió esta situación con un acuerdo entre dicha administración y la Cámara del Libro, que per se reconocía la violación de la Ley ya que beneficia solamente a los socios de dicha cámara.) Las compras de libros por parte del Estado, salvo en el caso de los textos de estudio, con un sistema muy variado, son casi inexistentes ya que la red de bibliotecas es mínima. Aun los libros que el Estado recibe gratuitamente de los editores no son bien aprovechados: los fondos presupuestales de la Biblioteca Nacional, en Uruguay, se hayan tan reducidos que funciona mínimamente y no se ha informatizado, llegándose a que un libro tarde casi dos años en estar

disponible al público por “falta de personal” para catalogar.1 También en ese país, en 1996, se eliminó el Instituto Nacional del Libro sin suplantarlo por otro organismo apto y con fondos y el Ejecutivo propuso una ley - aún a estudio - que establece que las obras de dominio público deberán pagar al Estado. Esto contradice expresamente lo propuesto por la Unión Internacional de Editores: “la total supresión del sistema de domaine public payant, bajo la cual los gobiernos de algunos países están intentando recaudar derechos devengados de obras que ya son del dominio público”.2 Asimismo el mismo proyecto de ley amplía de cincuenta a setenta años el plazo de duración de los derechos patrimoniales, aplazando de ese modo en veinte años la entrada al dominio público. Evidentemente recurro al ejemplo uruguayo3 por ser el que más conozco pero no es un caso aislado sino más bien un “botón de muestra” de como está (o más bien no está) instrumentado el apoyo estatal a la edición nacional. “En los mismos años en que se produce esta reestructuración y expansión mundializada de las industrias culturales, con apoyos proteccionistas para su propia producción en Estados Unidos y los países europeos, los gobiernos latinoamericanos privatizaron canales de televisión, redujeron sus créditos para filmar y en general las inversiones estatales en los campos audiovisual y editorial”.4 España-América Latina No podemos ver la situación latinoamericana sin ver, asimismo, la de España, ya que con ella se “comparte” el mercado del libro en lengua castellana. Paralelamente a lo descrito más arriba, España desarrolló su economía, el PBI de 1970 se duplicó para 1991 y su comercio hacia América Latina se multiplicó: “La década de los noventa representa un período de crecimiento en las relaciones comerciales vinculado a la recuperación de las economías latinoamericanas y a factores internos de la economía española (...) [que] permite doblar las exportaciones en tan solo cinco años. De 1990 a 1995 pasan de 2.000 millones de dólares a 4.681 millones”.5 El crecimiento de las inversiones españolas en Latinoamérica en los años noventa “es realmente espectacular, pasando de 80 millardos de pesetas en 1993 (...) a 1.069 en 1997.” Es cierto que ese salto obedece, en parte, a sustantivas inversiones provocadas por el proceso privatizador de varios países del continente. En el sector del libro el desarrollo del comercio español genera en un primer momento un considerable aumento de las exportaciones hacia el continente, reduciéndose luego en

1 Carnaval T. 2, de Milita Alfaro (Ediciones Trilce, Montevideo, 1998) depositado -según la ley obliga- en

junio de 1998 no estaba aún catalogado y disponible al público en febrero de 2000. Si bien esto puede ser anecdótico se suma a otros hechos que demuestran la falta de políticas y la desidia.

2 Resolución de UIE del 03.05.1996. 3 Tengamos además en cuenta que Uruguay es uno de los países con mejor Indice de Desarrollo Humano del

continente y donde -aún- la corriente privatizadora y reductora del Estado no llegó a grados de amplitud como en Chile, Argentina u otros países.

4 Néstor García Canclini, “Voces latinas editadas en inglés” en Brecha, Montevideo, 07.01.2000 5 Lluis Bonet y Albert de Gregorio, “La industria cultural española en América Latina” en Néstor García

Canclini y Carlos Moneta (coords.), Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Eudeba/Sela, Buenos Aires, 1999.

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consonancia con la “salud” económica de los principales compradores y por la supresión (al entrar España en la Unión Europea) de incentivos a la exportación.

Seguidamente evoluciona hacia la inversión directa,1 instalando filiales y comprando sellos locales. La producción local de filiales de empresas españolas sustituye en buena parte la tradicional exportación de excedentes comerciales. Expondré solamente algunos ejemplos de cómo se está tejiendo la red editorial española (y en parte alemana e italiana) en América Latina que, además, es tan dinámica que probablemente varias empresas hayan cambiado de mano entre el momento en que esto es redactado y el de su lectura: La tradicional editorial argentina Sudamericana fue anexada a Plaza y Janés - que a su vez forma parte del megagrupo alemán Bertelsmann (tercero en España detrás de Planeta y Santillana;2 primero en Alemania; primero - o segundo - en Estados Unidos) -; del mismo grupo forma parte Lumen y Debate que tienen presencia en casi toda América Latina; la argentina Javier Vergara fue comprada por Ediciones B (con casas en Argentina, Uruguay, México, Venezuela, Chile, Ecuador) que forma parte del poderoso Grupo Zeta español (periódicos, revistas, etcétera); la argentina Albatros está ligada a EDAF. La vigorosa Océano, probablemente la empresa española más fuerte en América Latina (mayormente venta puerta a puerta) tiene presencia en muchas capitales, su casa de México distribuye, además, otras editoriales españolas. De las tres mayores editoriales de venta en librerías de México: Planeta, Diana y Grijalbo-Mondadori (que está además en Argentina, Chile, Venezuela y Colombia) sólo Diana es mexicana. La poderosa Planeta tiene cinco oficinas regionales y anexó la mexicana Joaquín Mortiz; el Grupo Santillana -con Alfaguara bien a la vista - tiene dieciocho compañías en América Latina.3 El Grupo Havas (primero en Francia) a través de su sello Anaya (de los primeros de España) se instaló recientemente en América Latina con la anexión de Atica y Scipione en Brasil y Aique en Argentina. Es cierto que hay grandes editoriales latinoamericanas (como la colombiana Norma o la argentina Emecé) pero el proceso tiende a polarizar, por un lado grandes grupos de capitales de fuera del continente y por otro una gran cantidad de pequeñas editoriales independientes con grandes dificultades para sobrevivir. En contraste con la actitud estatal en América Latina, es interesante destacar que este proceso fue acompañado, e impulsado, por el gobierno español con políticas de fomento y estímulo al desarrollo de su sector en el continente: “En 1999 iniciaremos un plan para la expansión y consolidación en Iberoamérica de las pequeñas y medianas empresas [editoriales españolas]” declaraba el Director General del Libro de España en 1998.4 Esta evolución paralela e interrelacionada de crecimiento de la industria editorial española y empobrecimiento de la latinoamericana, dentro de un fenómeno mundial de concentración empresarial, diseña un panorama de concentración y extranjerización acentuado de la industria editorial latinoamericana: “En este contexto, la presencia de la industria cultural española en América Latina puede ser vista desde dos puntos de vista antagónicos: el reencuentro natural de la cultura española con sus hermanas iberoamericanas; o una nueva forma de colonialismo empresarial de la antigua metrópoli que se aprovecha de un mercado

1 La industria editorial española invirtió en el primer semestre de 1998, cerca de cincuenta millones de dólares

en Argentina, poco más de tres en Chile y uno en Colombia. En “100.000 títulos nuevos y 600 millones de libros se publicaron en español en 1977”, El País, Madrid, 1998.

2 Herbert R. Lottman, “Spain: Looking for Latin Growth”, Publishers Weekly, 13.12.1999. 3 Ibíd. 4 Fernando Rodríguez Lafuente, Director General del Libro de España, 14º Encuentro de Editores, Santander,

1998. El 17.02.2000 se convocó a libreros y distribuidores -españoles o extranjeros- a solicitar fondos (según resolución de junio de 1998) para promover la difusión y comercialización de libros españoles en el extranjero. La Dirección general de libros, archivos y bibliotecas, de España, dispone de 45 millones de pesetas para ese fin, para el año 2000.

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debilitado pero lleno de potenciales (contando además con apoyo gubernamental) [aunque] deben relativizarse ambas visiones”.1

MUNDIALIZACION CULTURAL2 La tendencia a la concentración editorial en grupos europeos y/o estadounidenses y el desplazamiento de las editoriales nacionales independientes en América Latina se da en el marco del proceso de mundialización económica y cultural. Ese proceso de propagación veloz y sin trabas de empresas, finanzas, tecnologías, modos de vida, modelos políticos, ideología, no se hace en igualdad de condiciones. Es cierto que las tensiones provocadas por el proceso de mundialización cultural han generado una revalorización de culturas locales pero el intercambio es desigual. De la misma manera que este proceso a nivel económico “empeora las diferencias y divide y

polariza a las sociedades”3 amenaza la diversidad cultural. El Informe Mundial sobre la Cultura de UNESCO plantea el cambio: “En nuestra época, la aparición de la ‘aldea global’ pone de manifiesto una reducción [...] de las distancias culturales. La televisión y los satélites de comunicaciones trasmiten noticias e imágenes a velocidades electrónicas y directamente, sin la mediación de factores locales ni los filtros culturales de otros tiempos. Gran parte de esta información está financiada por la publicidad y el comercio y, en contrapartida, transporta las imágenes que pueden rentabilizar esas actividades [...] Al igual que desaparecen muchas lenguas locales, se abandonan también modos de vida tradicionales [...] las marcas gigantes [...] suplantan a los productos locales [...] Este tipo de asimilación cultural es una de las características de la globalización contemporánea. Sus correlaciones económicas, por no decir sus causas, son bien conocidas”.4 El Informe de UNESCO Nuestra diversidad creativa (conocido como Informe Pérez de Cuéllar) insiste sobre el peligro de que la internacionalización de los procesos culturales “aneguen otros gustos y otros intereses”, más teniendo en cuenta que “para los más pobres, los valores propios son frecuentemente lo único que pueden afirmar”. En otro pasaje expresa “a medida en que las industrias culturales asumen una gran importancia económica, se genera una tensión inevitable entre los objetivos esencialmente culturales y la lógica del mercado, entre los intereses comerciales y el deseo de un contenido que refleje la diversidad”. Mucho se discute si la mundialización, con su fantástico intercambio de conocimientos, información y valores, enriquece o empobrece, aumenta la variedad o homogeneiza. Es indudable que es un proceso complejo pero, por estar la mundialización cultural “montada” sobre la económica, no es difícil concluir que quienes tengan más poder económico tendrán asimismo más posibilidades de imponer su modelo cultural, su planteo ideológico. En ese sentido es pertinente la precisión que realiza Jean-Pierre Warnier,5 para quien el término “globalización cultural” es un abuso del lenguaje, ya que, por un lado, el flujo de bienes culturales no se da globalmente sino en un sentido: desde los países ricos a los más pobres (si bien ciertos elementos culturales de los países pobres son muchas veces transformados en mercancías difundidas mundialmente); y por otro, hay millones de seres humanos que no tienen acceso a esos bienes globalizados (muchos de ellos jamás han realizado ni una llamada telefónica).

1 Lluis Bonet y Albert de Gregorio, ob. cit. 2 Preferimos el término “mundialización” al de “globalización”. En efecto, el primero sugiere al mundo con su

gente y sus diferencias, el segundo más a una esfera unificada y homogénea. 3 Ignacio Ramonet, “Polémica con Thomas Friedman”, Brecha, Montevideo, 30.12.1999, donde agrega: “En

1960, antes de la globalización, el 20% más afortunado de la población del planeta era 30 veces más rico que el 20% más pobre. En 1997 [...] los más afortunados eran 74 veces más ricos que los más pobres del mundo... los PBI de todos los países subdesarrollados del mundo (con sus 600 millones de habitantes) no llegarían a alcanzar la fortuna total de las tres personas más ricas del mundo.”

4 J. Mohan Rao, “Cultura y desarrollo económico” en Informe Mundial sobre la Cultura, UNESCO/Acento/Fund. Santa María, Madrid, 1999.

5 Jean-Pierre Warnier, La mondialisation de la culture, La Découverte, París, 1999.

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Los riesgos que este proceso tiene para la propia creación cultural - y muy particularmente para las propias industrias culturales - los plantean claramente los países europeos, con Francia a la cabeza, al plantear la exclusión del sector audiovisual y cultural de las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (Seattle, 1999). Basándose en la

reafirmación de la diversidad cultural “contra los riesgos de uniformización”1 esos países no aceptan que la OMC tenga injerencia en sus políticas audiovisuales y culturales. Esa excepción figura asimismo en el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte (TLC, conocido como NAFTA) donde, a pedido de Canadá, en su artículo 2016 se exonera las industrias culturales de las medidas de liberalización comercial.2 Refiriéndose a nuestro continente, el Sistema Económico Latinoamericano (Sela) plantea “Por otra parte, ya se ha señalado en numerosos trabajos los problemas que pueden surgir en el proceso de integración cultural vinculados a las grandes asimetrías que existen en la capacidad de emisión de mensajes culturales de los países en desarrollo vis á vis la potencia creciente de las industrias culturales con centro en las naciones industrializadas”.3 la edición como factor cultural (y económico) La importancia del libro es un valor ya adquirido y está fuera de discusión. Pero la conciencia de la importancia - cultural y económica - de la industria editorial nacional hoy es débil o es casi inexistente en América Latina. Basten los ejemplos expuestos más arriba sobre Uruguay para así pensarlo. Por otro lado el carácter mismo del libro está cambiando. El proceso de mundialización económica, en el campo de la edición, como desarrollamos más arriba, hace temer la desaparición de esa “especie” tan particular. Las editoriales nacionales cumplen - no solamente en América Latina - un rol de suma importancia para el desarrollo de las culturas. Aparte de su rol específico de editar libros muchas son territorios privilegiados donde escritores e investigadores tienen oportunidades - aparte de ser publicados - de intercambiar, discutir, reflexionar; en ellas se inventan colecciones, se proponen investigaciones, se alientan foros, se patrocinan otras actividades culturales. Planteaba Ángel Rama, en 1971: “debe sumarse la anotada contribución de las editoriales que no sólo divulgaron la obra creativa de la generación crítica sino que revisaron la producción literaria e histórica del pasado reponiéndola en el interés del lector moderno”.4 Él mismo, fundador, a comienzos de la década del sesenta, de una editorial. “Construimos, entre todos, autores, lectores y editores, el fermento vivo de nuestra cultura” afirma S. Alatriste, refiriéndose a la América Latina de las décadas del cuarenta al sesenta.5 Muchas editoriales fueron creadas con exclusivos motivos culturales e intelectuales (o políticos). La tarea propia del editor - ser “filtro” y “publicador”- actúa como agente cultural y factor de diversidad. La actividad realizada por las editoriales nacionales e independientes reflejan el estado de la creación e investigación de una sociedad dada. Álvaro Garzón, quien participara en la creación del Cerlalc y fuera su Secretario general durante siete años - antes de ser Jefe de la sección del libro de UNESCO - define al editor como “antena sensible a los movimientos culturales de su tiempo”.6 Si bien “editar tiene una importancia central en la vida cultural, intelectual y educativa de una nación [y el] desarrollo y difusión de los resultados del conocimiento es de la mayor

importancia para cualquier civilización”7 también supone un impacto económico. La mayor

1 Catherine Trautmann, Ministro de Cultura de Francia, conferencia de prensa del 28.10.1999. 2 Alvaro Garzón, Acuerdos internacionales de libre circulación del libro y otros bienes culturales en América

Latina, UNESCO, París, 1997. 3 Cambio y continuidad en el proceso de globalización internacional: Escenarios de fin de siglo, SELA,

SP/CL/XXII.O/Di4, octubre 1996. 4 Angel Rama, “La generación crítica”, en Uruguay hoy, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971. 5 Sealtiel Alatriste, ob. cit. 6 Alvaro Garzón, La política nacional del libro, Ediciones UNESCO, París, 1997. 7 Philip Altbach, "Current Trends in Book Publishing" en Y. Courrier (ed.) World Information Yearbook, 1997-

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parte de las editoriales nacionales son pequeñas o medianas empresas,1 pero su actividad tiene un efecto multiplicador (papel, industria gráfica, distribución, librerías, servicios informáticos, críticos, prensa especializada, mensajerías, etcétera) y su incidencia en las economías puede llegar a ser considerable. Las razones para preservar la edición independiente nacional son culturales y económicas. POSIBLES CAMINOS

No quiero que mi casa quede totalmente rodeada de murallas, ni que mis ventanas sean tapiadas. Quiero que la cultura de todos los países sople sobre mi casa tan libremente como sea posible.

Pero no acepto ser derribado por ninguna ráfaga. Mahatma Gandhi

Los posibles caminos van por dos derroteros que confluyen: el esfuerzo propio de los editores nacionales y las políticas culturales de Estado. Un primer paso es la profesionalización del sector, muchos de los editores nacionales han aprendido el oficio en la práctica y no han adquirido conocimientos de manera sistemática, ni conocen lo que sucede fuera de fronteras. Otro aspecto es aprovechar al máximo las tecnologías - cuyos costos son cada vez más accesibles- para producir y difundir lo editado. Y, lo más importante, realizar alianzas con otros editores a nivel nacional e internacional. No me refiero a las cámaras profesionales existentes - las cuales, evidentemente podrían participar - sino a acuerdos entres editoriales con una visión similar de la función editorial y de los peligros en que se encuentra. Esas alianzas deben generar espacios de intercambio y de búsqueda de soluciones, ya que no se realizará un debate fecundo si - al decir de A. Schiffrin - “se abandona la reflexión a

quienes buscan solamente entretener o divulgar información superficial”.2 La experiencia de Editores Independientes, que agrupa a Era (México), LOM (Chile), Txalaparta (País vasco) y Trilce (Uruguay) es un caso que puede servir de estudio. Sus objetivos son sumar esfuerzos para comprar derechos, compartir traducciones y contratos, participar en conjunto en Ferias, intercambiar manuscritos, etcétera. La dificultad mayor para desarrollar este proyecto surge del localismo de la producción de cada una. Esto es a la vez traba y uno de los patrimonios más valiosos de cada editorial. La superación de esta contradicción es el desafío. Una de las tareas esenciales de esas alianzas debe ser el realizar lobby para lograr políticas de Estado eficientes. Es preciso lograr la voluntad política que ponga en práctica políticas culturales que adecúen, a la situación actual, las medidas existentes en algunos países, que reviertan el desmantelamiento de lo logrado, que se definan nuevas medidas efectivas de protección. Subrayando que se busca el desarrollo de la “industria nacional” del libro y no solamente del “libro”. La elaboración de dichas políticas supone superar numerosos escollos; Hugo Achugar estima que “la persistencia de nociones anacrónicas de la cultura así como la ignorancia del potencial económico y de la importancia a nivel del empleo de la actividad cultural (...) afecta de una manera fundamental la elaboración de políticas culturales entre nuestros países (...) El desafío consiste en que los Estados deben elaborar políticas culturales pensando en el futuro (...) pero en el que la memoria social no sea diluida ni la historia local,

nacional, regional pierda sentido, referencia e identidad”.3

1998, UNESCO, París, 1997, reimpreso en Philip Altbach y Damtew Teferra (eds.), Publishing and Development: A Book of Readings, Bellagio Studies in Publishing/Obor, Boston, 1998.

1 “La percepción de lo cultural ha cambiado [...] se conciben las expresiones culturales al mismo tiempo como la irradiación de sus valores hacia el exterior y como fuente de creación de empleo, especialmente a través de la pequeña y mediana empresa que constituye el entramado básico de las industrias culturales.” en Álvaro Garzón, ob.cit.

2 André Schiffrin, ob. cit. 3 “Desafíos económico-culturales de América Latina para pensar el futuro”, Foro Desarrollo y Cultura, BID,

París, marzo 1999.

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N. García Canclini - que ha desarrollado extensamente la reflexión sobre las políticas culturales - propone1 realizar estudios, relevamiento de datos, coordinaciones, en vista de aplicar medidas para el desarrollo de las industrias culturales. Parte de la base de que: “Ninguna respuesta será satisfactoria si no se acompaña de un replanteamiento del papel de los actores [...] - Estado, empresas y organismos independientes - y de las articulaciones entre ellos. La convergencia de estas tres fuerzas debe dirigirse, ante todo a robustecer, actualizar y desarrollar la producción endógena de los países periféricos, y la circulación fluida de esos

bienes dentro de estos países”.2 Se debe estudiar la aplicación, en nuestros países, de los mismos remedios que se han aplicado en otros países, aquellos que han fortalecido a esa misma industria editorial que hoy se instala en una Latinoamérica desprotegida. Una de esas medidas es la fijación, por ley, del precio del libro, que ha dado pruebas de eficacia para proteger la red de librerías y la edición. Sirvan estas propuestas de simple punteo tentativo. Tal como expresé al inicio de este trabajo sólo pretendo sensibilizar respecto a la situación de la edición independiente en América Latina y particularmente sobre su carácter de “especie en vías de extinción”, no repetir planteos ya hechos o establecer un “programa de salvataje”. Hay signos de que pueden lograrse políticas de protección a la edición nacional: la “filosofía” de la excepción cultural señalada más arriba, el progresivo reconocimiento de la cultura como factor de desarrollo, la reciente “Declaración de Bahía” de los Ministros de Cultura de América Latina y el Caribe (20.11.1999) que ratifica la diversidad cultural y propone medidas de apoyo al libro - entre las cuales recomendar a las instituciones financieras (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo) la promoción de programas de apoyo a las pequeñas y medianas empresas editoriales -, finalmente iniciativas como el encuentro de editores independientes de mayo de 2000, en Gijón, auspiciado por el BID, la Fundación Charles Mayer pour le Progrès de l’Homme, la UNESCO la OEI y la OEA Dichos signos solamente podrán terminar en medidas efectivas con el esfuerzo de los propios editores nacionales independientes.

1 Néstor García Canclini, “Políticas culturales: de las identidades nacionales al espacio latinoamericano” en

Néstor García Canclini y Carlos Moneta (coords.), Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Eudeba/Sela, Buenos Aires, 1999.

2 Néstor García Canclini, “Opciones de políticas culturales en el marco de la globalización” en Informe Mundial sobre la Cultura, UNESCO/Acento/Fund. Santa María, Madrid, 1999.

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COMENTARIOS SILVIA AGUILERA LOM Ediciones, Chile.

Editores Independientes, Editores Resistentes Mi intervención en el tema se propone complementar el planteamiento de Pablo Harari a través de nuestra propia reflexión como editores independientes desde la realidad chilena. Creo que lo primero es seguir intentando una aproximación mayor del significado y sentido de la definición de Editores Independientes. Cuando nos autodenominamos como tal, queremos denotar fundamentalmente algunos rasgos diferenciadores respecto de lo que hoy se entiende por Editor a secas, porque como ha sucedido en todos los campos de nuestra vida, las palabras ya no dicen ni significan lo mismo que cuando las conocimos y aprendimos, como hay otras incluso que se han dejado de usar. Así entonces con la denominación Editores Independiente, queremos resignificar en este nuevo contexto social, político y cultural, el sentido y significado del papel del Editor, la Editora. En primer lugar queremos reafirmar nuestra independencia con respecto a los grupos económicos que están concentrando la actividad y producción del sector a nivel mundial, y con ello también marcar nuestra independencia frente a las cosmovisiones, a los códigos culturales, a los valores que prevalecen en la manera de llevar a cabo la actividad, traduciéndose ello en las obras que normalmente privilegian, los bet seller, el libro como mera mercancía. Pero también nos referimos a la independencia con respecto a los partidos políticos, no desconociendo con ello la importancia que estos tienen en la sociedad y el Estado. Nos parece importante delimitar claramente el carácter de esta independencia porque ello dice también de la autonomía a que aspiramos, de la libertad en los criterios y las decisiones tomadas, de los temas que estamos planteando a través de nuestras publicaciones. Pero con razón podrá pensarse que ni tal autonomía, ni tal independencia existen, porque siempre se está ligado a algo. Se preguntará hacia dónde se inclinan nuestras lealtades, cuáles son nuestros compromisos, a quién estamos ligados. Debo señalar desde donde nos situamos y qué nos mueve. Aquí entonces cabe señalar qué entendemos por nuestro oficio de editores/editoras. Nuestra labor ciertamente no es aséptica, no es apolítica, no es aislada y descomprometida con el medio y la sociedad de la cual hacemos parte. Creo que el editor, la editora, tenemos un importante papel que jugar en la sociedad (y no digo mercado), debemos ser ante todo pioneros del develamiento de temáticas, problemáticas, reflexiones del género humano, el mundo y nuestros contextos particulares. Y en tal sentido la tarea que nos cabe es ser agentes propositivos y cuestionadores, más aun en nuestras sociedades latinoamericanas. En cuanto legatarios de nuestra historia y tradición literaria y cultural, nuestro papel es ser agentes culturales, como removedores y difusores de expresiones culturales propias, múltiples y diversas de cada uno de nuestros pueblos. Como agentes comunicacionales, desde el momento en que esta función dejan de cumplirla los medios cuyo fin es ese, pero que al no tener la independencia necesaria, no sólo no informan, y con ello practican una de las más discretas expresiones de la censura, sino que desinforman. En Chile el estado de los medios de comunicación reviste una situación patética: a los editores les ha cabido también el papel de comunicadores e informadores sociales, a través de las publicaciones de libros se ha

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debido abordar diversos temas en la profundidad que la situación y la comunidad ha requerido en determinados momentos. Como actores políticos, en cuanto nuestra intervención a través las publicaciones, se propone abrir horizontes de prácticas más humanistas, a través de la entretención, la información o la reflexión. Siempre ligado a intelectuales y creadores, nuestro papel es ser facilitadores de dichas expresiones, es sumar esfuerzos para dar forma y circulación a la palabra cuyo fin último es fomentar una vida más digna. Sostenemos que la literatura y la escritura en general es expresión de visiones del mundo que encarnan una ética. Creemos por lo tanto en el poder de la escritura como acto liberador, y en este contexto entendemos nuestro papel como un ejercicio intencionado para despertar, llamar la atención, provocar, producir la tensión, el quiebre o la conexión que signifique un destello, un aporte al medio en que estamos insertos, un aporte a la reflexión y la crítica. Nuestro papel debe contribuir a que nuestros pueblos, nuestra gente, se apropie de su pasado para verse y encontrarse en él, para pensarlo y construir futuro, contribuyendo a su vez con ello a evitar que se impongan lógicas que atenten contra la especie humana. La intervención del editor, la editora, es recordarnos cada día que estamos vivos y que tenemos la capacidad para reflexionar y proponer, que hay otros mundos por conocer, que podemos pensarnos desde el lugar donde nos encontramos, que el acto creativo es un acto de construcción un acto propositivo, que aún podemos ser sujetos de nuestra historia. Desde este lugar, de aquí sitúo mi comentario, que tal vez para muchos es un lugar que ya casi no tiene espacio, porque la posmodernidad con su fin de la historia y su ideología de la inexistencia de ideología ha ganado mucho territorio y lo seguirá ganando si es que no hacemos coherente nuestras reflexiones y discursos con una práctica de contención, de reacción, de cuestionamiento frente a las verdades únicas que hoy vivimos. El proceso de transnacionalización en el ámbito de la cultura, es el tema clave. Es lo que pone en situación de riesgo no sólo al quehacer editorial sino a toda y cada una de nuestras manifestaciones culturales, a todo el flujo identitario de nuestras culturas, trastocando y unificando prácticas y valores, al mismo tiempo que va desintegrando, marginando y excluyendo a la velocidad, simultaneidad y amplitud con que avanza. Cuando se habla de los editores como una especie en vías en extinción, nos estamos refiriendo de alguna manera a uno de los síntomas de la globalización, la cual se ha dado en un contexto complejo, más allá de su expresión económica, de concentración. Si bien algunos hablan de cambio epocal, de mutación de civilización, todos buscan denotar la profundidad de dichos cambios, entre los cuales, la transnacionalización es como la punta del iceberg. De momento lo cierto es que estamos enfrentados a la disyuntiva de resignarnos a contemplar como finalmente se produce la internalización de las pautas que hoy prevalecen. Frente al proceso transculturizador, estamos pues llamados a jugar un rol protagónico, asumiendo un papel activo en la disputa en ciernes. ¿Es que no nos podemos pensar fuera de la lógica, fuera de la estrategia neoliberal?, ¿Es que no hay otra realidad que la neoliberal? ¿Es que fuera de ella solo existe la nada? Comprometerse a salvaguardar la diversidad cultural, es ponerse frente al mundo de una manera distinta, que nos posibilite pensarlo también de otra forma. Si fuera del neoliberalismo hoy existe la nada, que ello nos posibilite entonces inventarnos una realidad otra, distinta. En nuestros países de América Latina, este fenómeno no ha encontrado una contraparte que regule o equipare la arremetida. Para el Estado no ha sido una prioridad resguardar y proteger nuestra diversidad cultural. En relación a Chile, la industria nacional del libro tiene una existencia difusa como tal, no hay una clara conciencia y por lo tanto valoración de qué es, y cuál es el aporte que este sector hace en la producción del libro en general, a nivel de la selección, calidad, como cantidad de

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publicaciones realizadas. La industria del libro tiene a su haber una historia que registra la existencia de variadas y múltiples iniciativas editoriales, las que así como han surgido han ido desapareciendo al breve andar, y ello por la imposibilidad que han tenido de hacer circular sus ediciones, por falta de interés, omisión o ignorancia por parte de los medios de comunicación; por el poco apoyo por parte del Estado, por la falta de experiencia y conocimiento para llevar a cabo dicha actividad, por las precarias condiciones con que se baten en absoluta soledad y con las cuales deben entrar a competir en un mercado feroz que ciertamente no a todos trata por igual. La industria del libro chileno hoy se visualiza fundamentalmente como la acción que realizan las sucursales de los grandes grupos editoriales internacionales, los que con todo el despliegue publicitario, sostenido con importantes recursos económicos, se han impuesto de manera avasalladora, lo que les ha permitido además cooptar a escritores e intelectuales para desarrollar su estrategia, implementando la ley de hierro del mercado, donde prima el lucro, la competencia económica, la maximización de las ganancias. En este marco el autor es visto como una posibilidad de mercado. No se intentará buscar en él su valor como individuo creador, crítico, proponedor; pero se definirá para él y su obra una estrategia de marketing, se le pondrá un precio que ciertamente se servirá como información y factor publicitario, traduciéndose esta práctica - muchas veces - en una fuerte disputa por el nivel de adelanto en los derechos, lo que va concentrando la atención del mundo del libro y el «interés del público» en unos pocos nombres. Esta lógica no solo ha establecido el criterio de que lo que se vende es bueno, sino además le atribuye al mercado el papel de juez de los valores y tendencias estéticas y creativas. Así como sucede con el autor, sucede con el libro; este va perdiendo también su valor como soporte de la memoria cultural. El mercado es la prueba «democrática» del éxito. Todo es rápido y efímero, nada puede perdurar mucho en el tiempo, no hay pasado, solo presente, novedad, actualidad, moda. Así las ediciones son de corta duración, pasan o no pasan la prueba, si la pasan estarán registradas en los raking de mayores ventas, su valor estará dado por la cifra de ventas que arroje; si no la pasan, si no hay números azules que dar de ellas, serán rápidamente saldadas al precio del kilo de papel. Y en el caso de un autor nuevo, del que se creyó podía ser la novedad, «lo que el público quiere» y por lo tanto consume, y no dio resultados, inmediatamente deja de ser editado, ya no tiene posibilidad con sus siguientes trabajos. Se suma a esto la inexistencia de una prensa independiente, por lo que los espacios para la actividad cultural son limitados y precarios, y muchas veces van siguiendo la lógica de los criterios ya comentados. La acción conjunta realizada por estos grandes grupos en pos de desarrollar estrategias de difusión, comercialización y venta, ha jugado una muy mala pasada a los libreros, haciendo desaparecer a varias de las ya escasas librerías existentes, asfixiando a su vez la producción y los espacios de circulación de la edición nacional. El panorama de la cultura en Chile, comparativamente, ha presentado algunos importantes cambios respecto de lo vivido durante la dictadura. Debemos destacar el hecho de la recuperación del respeto por la vida, como primer gran síntoma de esos cambios. Pero lamentablemente la censura sigue presente, y su énfasis ya no está en la censura política sino en la censura del mercado. A partir del proceso de apertura democrática, existe una ley de apoyo y fomento del libro y la lectura, que viene a ser un gesto de preocupación en torno de la temática. El apoyo se traduce en el financiamiento total o parcial de proyectos de creación literaria, a ediciones, a iniciativas de promoción y difusión del libro y la lectura, a compra de libros a través de bibliotecas

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públicas. Pero en esta preocupación no existe una estratificación de prioridades en relación a qué y a quién edita, por lo tanto a qué y a quién se apoya. En nuestra realidad tampoco existe la excención o menor impuesto para el libro, siendo el IVA del 18%, el mismo que se recarga a todos los productos; ni tarifa preferencial en correos para las publicaciones, ni apoyo específico a publicaciones de menor circulación, como la poesía por ejemplo. Son éstas algunas de las particularidades que podemos seguir sumando a lo que es parte de nuestra realidad latinoamericana, y con ello no quiero decir que la situación es irreversible. Lo que está claro es que el panorama es algo distinto de lo que viven los países desarrollados; y si tenemos que asumir el proceso de transnacionalización como una oportunidad, esta hemos de asumirla desarrollando una estrategia de resistencia transnacionalizada frente a los embates homogenizadores, de resistencia frente al aniquilamiento de los signos y huellas de la diversidad, por tanto de nuestras identidades, con todo lo que ello significa en cuanto a la perdida de humanidad en las formas de relacionarlos entre los miembros de nuestras comunidades, como también con el medio y la naturaleza que nos acoge. El libro es un elemento indispensable para pensarnos en una sociedad humana en diálogo consigo misma, en tal sentido la sobrevivencia de las editoriales independientes, del editor, la editora, entendido como lo señalaba su definición inicial, va a la par con el rescate y revalorización de nuestra condición humana.

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LIDIO PERETTI Director Editora Vozes, Brasil. Soy natural del campo. Nací en el interior. Fui agricultor durante algunos años, después resolví estudiar, y a partir de ahí, comencé ganándome la vida vendiendo libros. Trabajo con libros desde hace 30 años y los 30 años en la Editora Vozes. Comencé como gerente de una unidad filial de Vozes en Puerto Alegre, Río Grande do Sur. Soy amante de los libros y creo en los libros como una herramienta de modificación y de concientización social de la población. En mi trayectoria podría haber cambiado de carrera pero opté por el libro, por una cuestión personal, que tenía que ver con el hecho que creía en el libro y también porque me daba el pan que necesitaba. La sede de la Editora Vozes está en Río de Janeiro, los propietarios son padres franciscanos, fue fundada en 1901, por lo tanto completará en 2001 cien años de existencia. La mística franciscana es una mística moderna, actualizada y apreciada entre otros, por los grupos ecológicos. Es una mística sensible a los temas de la pobreza y se pone del lado de los excluidos. La Editora Vozes es la editorial de la Teología de la Liberación en Brasil, es la que publicó aquella investigación famosa, que se llamó Brasil, Nunca Más y que en Argentina tuvo el nombre de Nunca Más, y que describe la investigación sobre la represión durante los años en que estuvimos bajo el régimen militar en el país. Esta editorial siempre resistió al régimen militar con la publicación de sus textos. Siempre intentó estar cerca de la sensibilidad de la calle, cerca de lo que pasaba con las poblaciones y a partir de ahí publicar textos religiosos o de carácter popular y social. La Editora también acompañó desde los años 70 el movimiento social llamado MST, de los Sin Tierra, que pensamos que se trata del mayor movimiento social brasileño en la actualidad. Pienso que el Editor Independiente tiene que estar comprometido con lo que pasa en la sociedad. Es independiente porque participa en los movimientos sociales y políticos y no está comprometido con grupos de interés. El editor independiente es el que tiene la sensibilidad para captar junto con los intelectuales, los problemas de la población. En relación al mercado brasileño, tenemos una investigación que va del año 1990 hasta 1999. Para que dar una noción de lo que ocurre en este mercado, voy a mencionar algunas cifras recientes, En 1990 se publicaron 22.479 libros que correspondían a 239 millones de unidades En 1995 se publicaron 40.500 libros, la producción fue de 320 millones de ejemplares En 1997 se publicaron 51.460 títulos, con una producción de 380 millones de ejemplares. En 1999 se publicaron 43.600 títulos, con una producción de 295 millones de ejemplares. El tiraje medio en los años 90 es de cerca de 10.000 ejemplares. La cámara brasileña del libro hizo un diagnóstico en 1998 en el que se constató que hay 410 editoriales que responden por 95% de la producción del país. Una de las categorías que crecieron más en Brasil fueron los libros científicos, técnicos y profesionales. Esto nos señala que los textos que ayudan profesionalmente al lector están siendo buscados. También se vendieron muchos textos para la lectura rápida. Las ventas en librerías fueron en 1998 de 148 millones de ejemplares y en 1999 de 111 millones de ejemplares.

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¿Quién está vendiendo libros actualmente? Las grandes cadenas, los supermercados (9 millones en 1998 y 13 millones en 1999), las ventas directas. En el 1998 el gobierno compró 36 millones de ejemplares, en 1999 compró solamente 11 millones. Los grupos Thompson, Pearson y Longmann, acaban de instalarse en Brasil, con editoriales que van a hacer los libros en portugués, para el mercado nacional. Thompson va a entrar en el sector de la educación. ¿Qué tipo de educación van a difundir? Esto nos preocupa. ¿Qué vamos a hacer frente a esta amenaza? Tenemos que buscar alguna salida. Yo insisto en una salida, y es que los intelectuales y los editores latinoamericanos, hagan un pacto en torno a lo que quieren para estas sociedades. Más allá de ganar dinero, hacerlo con ideas que ayuden a la mayoría que está excluida. Otra cuestión sería el uso de las tecnologías para poder con esto bajar costos, facilitar las publicaciones y la circulación de los productos. También pienso que cada país debería buscar con las Cámaras del Libro de cada país, aliarse a proyectos políticos, y trabajar para la elección de políticos que tengan interés en que estas ideas sean llevadas adelante, y que estas Cámaras apoyen las leyes que protejan nuestro mercado. En el estudio hecho por James Petras La hegemonía americana en el nuevo siglo, se señala que de las 500 mayores empresas internacionales, 48% están en los Estados Unidos. Hoy en día las grandes empresas ligadas a las comunicaciones ven el libro como un gran negocio, y para nosotros no es solamente un negocio, para nosotros es un vehículo de liberación.

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ROBERT MOLTENO Director de Zed Books, Inglaterra. Quiero comenzar diciendo qué es Zed Books. Nos vemos a nosotros mismos como un movimiento cuyas raíces están en el Sur, en el tercer mundo. Surgimos hace un cuarto de siglo, para publicar libros en solidaridad con los países del Sur, y para publicar a intelectuales y a activistas sociales, que tenían algo que transmitir desde el Sur hacia el Norte. Nuestro objetivo ha sido también construir vínculos entre editores del Sur y del Norte. Por razones ligadas a los problemas de traducción y de los costos de traducción, ha sido más fácil para nosotros establecer vínculos con las regiones del mundo que usan el inglés, en particular países de Africa y de Asia, que hacerlo con el mundo árabe o latinoamericano. Pienso que una de las maneras más importantes de colaborar entre los editores independientes hoy en día, tiene que ser la cooperación, el hecho de ir más allá de las fronteras que hemos heredado, que pueden ser fronteras del lenguaje, pueden ser obstáculos relacionados con la distribución y pueden ser también fronteras de autores. Nosotros vemos nuestra función como una función transcultural, permitiendo que el pensamiento y la comprensión que existen en una parte del Sur, circulen hacia el Norte. Esto hace parte de un proyecto político explícito, que consiste en resistir a la imposición de una cultura única. Este es uno de los papeles cruciales que los editores independientes deben empujar: la resistencia contra la monocultura. En relación a la globalización, si se va hacia otros países que no usan lenguas occidentales, como países del mundo árabe, o China o India, se encuentra que el peso de los editores locales e independientes es mucho mayor que lo que parece ser en América Latina. Están todavía protegidos por el hecho que sus lenguas no son lenguas europeas. Y quizás este sea un factor desfavorable para América Latina por el hecho que allí se utiliza el español y el portugués. Las grandes multinacionales de la edición van hacia los países cuando ven una oportunidad de mercado. En Africa anglófona pasó hace 40 años, en el momento de la independencia, con la gran expansión del sistema escolar. En un primer momento fueron las grandes editoriales británicas las que establecieron filiales en diferentes países africanos, para posicionarse de manera ventajosa en la rápida expansión del sistema escolar. El problema para los editores independientes de la llegada de las multinacionales a los mercados emergentes no es tanto que la naturaleza de los libros de texto pueda ser influenciada por los editores de fuera de sus fronteras, sino que muchos de estos editores, por ejemplo en un país como India, dependen para sus publicaciones culturales, políticas e intelectuales del hecho que tienen un mercado asegurado con los textos escolares. Si son dejados fuera del mercado de los textos escolares, que en la mayoría de los países corresponde, en términos comerciales, al segmento más importante de la edición, se pierden las bases financieras para actuar como la conciencia de la sociedad. Ahora bien, cuando se observan las presiones que se ejercen sobre los editores independientes, lo más grave es el hecho que las editoriales multinacionales intentan colonizar temas y nichos donde los editores locales han sido pioneros. Voy a dar dos ejemplos desde Gran Bretaña, en donde en los últimos 30 años, los grandes movimientos sociales fueron los movimientos que tenían que ver con la paz, los temas nucleares, los movimientos de mujeres y el movimiento ecologista. Si uno observa lo que sucedió hacia fines de los años 60 y en los años 70 es posible descubrir que sobre estos temas prácticamente ningún libro fue publicado por las grandes casas editoriales comerciales. Para expresarse fue necesaria la creación de nuevas editoriales independientes: surgieron editoriales feministas y ecologistas, entre otras, para comunicar estos temas urgentes a la sociedad. El problema en términos

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organizacionales para los pequeñas editoriales es cuando estos nuevos temas comienzan a interesar a la sociedad, entonces los grandes editores “colonizan” los temas que los editores independientes pudieron haber ayudado a crear. Y esta es una de las mayores dificultades para la supervivencia de la edición independiente. Confrontados a esta situación, nuestra tarea de editores independientes consiste entonces en tener la habilidad de escuchar los nuevos temas que van surgiendo, ya que estamos en una mejor posición que las grandes editoriales organizadas y burocráticas. Por lo tanto, históricamente y culturalmente nuestra tarea es encontrar nuevos temas y publicar escritores que hablen e investiguen sobre estos temas, sabiendo que en 5 o 10 años estos temas y autores nos van a ser arrancados de las manos, y que nuestra labor será de comenzar una y otra vez para dar respuesta a lo que la sociedad necesita. Un factor que ha cambiado desde hace 10 o 15 años es el paisaje político lo cual ha tenido un impacto considerable en el mundo de la edición, ya que muchos editores independientes tenían sus raíces en movimientos políticos contingentes. Nosotros en Z Books en Londres, consideramos que el interés de nuestras sociedades por apoyar movimientos sociales o políticos del tercer mundo, ha decaído o incluso desaparecido. Esto nos ha obligado a cambiar nuestro enfoque. Nuestra habilidad consiste en encontrar cuáles son los libros que la gente actualmente puede utilizar. Por otra parte está el tema de las nuevas tecnologías y su incidencia en la edición. Estamos confrontados a la desaparición virtual del editor independiente y esto significa que aunque sigamos existiendo y produciendo libros, cada vez tendremos menos visibilidad. Uno de los problemas fundamentales es saber cómo podemos trabajar juntos a fin de mejorar nuestras habilidades para distribuir y permitir que la gente sepa que por una parte los libros existen, y que gracias al proceso de selección que hacemos, son libros de calidad que tratan problemas contemporáneos fundamentales. En relación al libro electrónico, conocido como el e-book, y al hecho que este año está saliendo al mercado los primeros modelos de libros electrónicos que son una suerte de computadores portátiles, con la cual uno no compra un libro, pero lo que compra es el derecho de bajar a través Internet el libro, por una suma de dinero. Hay dos problemas para los editores independientes que surgen a partir de esto: el primero es de saber si somos dinosaurios, y si el mercado para los libros ordinarios, de papel, comenzará lentamente a desaparecer. El segundo problema, tiene que ver con el costo de entrada en esta nuevas maneras de editar. En mi experiencia limitada, como una pequeña empresa, el costo de una pequeña editorial de mantenerse al día en términos de las nuevas tecnologías, es muy alto, y creo que este puede ser también un campo de colaboración entre los editores independientes.

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CAPÍTULO II

La relación entre las editoriales independientes y las multinacionales del sector

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EXPOSICIONES ANDRE SCHIFFRIN Director The New Press, Estados Unidos. ¿El fin del Editor? Documento La transformación del mundo editorial iniciada en los últimos años del siglo pasado se ha acelerado a una velocidad vertiginosa. En la actualidad constatamos que ya no se trata de la simple adquisición de una compañía por otra a nivel nacional, sino de una operación compleja por la cual grandes grupos internacionales están adquiriendo el control de todos los medios de comunicación, superando así los antiguos esquemas de norteamericanización. En la actualidad estamos presenciando un control sin precedentes del mundo editorial y por lo tanto de la circulación de las ideas, por un puñado de grandes conglomerados, muchos de ellos de origen europeo. El mundo editorial se ha convertido en una pequeña parte de las actividades que manejan estos grupos que han logrado controlar todos los medios de comunicación, la industria cinematográfica, la televisión, la música, la prensa y ahora, cada vez más, también Internet. La principal interrogante que hasta ahora no ha sido respondida, es si se producirá una reacción, tanto de los gobiernos a título individual como de la Unión Europea, en Europa, para limitar el crecimiento de estos monopolios aunque sea de manera parcial. Cuando Random House compró en 1960 a la prestigiosa editorial Knopf, la noticia fue anunciada en la primera página del New York Times y la importancia otorgada por la prensa al evento provocó la reacción del Procurador General, que citó a Bennett Cerf, presidente de Random House. Cuando supo que el valor total de la fusión de las empresas era inferior a 15 millones de dólares y que su parte conjunta del mercado no llegaba al uno por ciento, el representante gubernamental se sintió sorprendido por la importancia otorgada al evento. Hace algunas semanas que una historia similar ocupó la primera página del Times y otros periódicos internacionales. La adquisición de Time Warner por AOL ocupó los primeros titulares y nadie dudó que un negocio de 165 mil millones de dólares creaba un hito en la historia del control de las comunicaciones por parte de las corporaciones. Sin embargo, en esta ocasión no hubo ninguna reacción de los servicios del Procurador General y todo tiende a indicar que la transacción se realizará sin que sea cuestionada por la legislación antimonopolios. Se debe analizar en detalle la transacción, para poder apreciar la pequeña parte que significa el mundo editorial en la adquisición realizada por AOL, exactamente, 1.100 millones de dólares. El mercado editorial en los Estados Unidos de América tiene un volumen de negocios de 23.000 millones de dólares y está siendo sumergido en una estructura en la cual se combinan todos los medios de comunicación, en la que las compañías a título individual tienen un valor superior a todo el mercado editorial. Las otras recientes fusiones del mundo editorial, que se siguen produciendo con gran frecuencia, son insignificantes en relación con los conglomerados que han adquirido las editoriales internacionales, en particular si consideramos que el precio de Time-Warner pagado por AOL fue siete veces superior al valor de todos los libros vendidos en los Estados Unidos de América el año pasado. La edición se ha vuelto rápidamente un capítulo secundario del mundo de las comunicaciones. También se ha transformado radicalmente en los últimos años y su producción mundial está controlada por un grupo de poderosos conglomerados. Son raras las semanas en que no se anuncia una nueva absorción o fusión. En los últimos meses nos hemos enterado de la absorción por HarperCollins, integrante del imperio Murdoch, de lo que quedaba del sector editorial del Grupo Hearst, una transacción que introdujo a William Morrow y Avon Books en el equipo estadounidense de la News Corporation. (Dos meses

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después de ésta operación, HarperCollins despidió 80 empleados de la plantilla de 200 empleados de Morrow). El anuncio de planes para compartir los depósitos y otras instalaciones ha hecho que muchos pensaran que Simon & Schuster será también próximamente absorbido por HarperCollins. Paralelamente, la sociedad alemana Bertelsmann ha comenzado el proceso de consolidación de sus vastos haberes, despidiendo una importante cantidad de sus ejecutivos principales e integrando las secciones superpuestas de su imperio. Bertelsmann también ha comenzado a negociar la fusión de sus clubes literarios, bajo la dirección general de The Literary Guild junto con el Book of the Month Club, ahora propiedad de Time-Warner. En la actualidad, los cinco principales conglomerados que controlan el 80% de las ventas de libros en los EE.UU. están creciendo cada vez más e indudablemente habrán crecido más en el momento en que estas líneas sean publicadas. En 1999 los 20 principales editores realizarán el 93% de las ventas y los 10 más grandes ganarán

el 75% de los beneficios.1 A pesar de su actual dimensión, estos editores representan sólo una pequeña parte de los conglomerados que los poseen. Time-Warner, propietaria de Little, Brown y también del Book of the Month Club, es el mayor conglomerado entre los que dominan la industria editorial y ha cerrado su ejercicio anual con un volumen de negocios de 31.000 de dólares, seguido por Disney, cuya editorial es Hyperion, que ha cerrado su ejercicio con 24.000 millones de dólares y el nuevo conglomerado, Viacom-CBS, que aún posee Simon & Schuster, que cerró su ejercicio con casi 19.000 millones de dólares. La News Corporation de Murdoch, es la más pequeña entre los cinco grandes y ha cerrado su ejercicio con 14.000 millones, de los cuales apenas 764 millones corresponden a HarperCollins2. Bertelsmann realizó una cifra de negocios de 16.000 millones de dólares, 34 por ciento en los Estados Unidos de América y todos sus ingresos provinieron de sus actividades editoriales y musicales.3 Una parte de esta historia es la rapidez del crecimiento de estos imperios de medios de comunicación. En 1988, los ingresos de Disney fueron inferiores a 3.000 millones de dólares anuales por concepto de sus películas y parques de diversiones, los de Time llegaron sólo a 4.000 millones de dólares y Warner únicamente 3.000 millones de dólares. Hace sólo 12 años que Viacom registró un volumen de negocios que alcanzó apenas los 600 millones de dólares.4 El crecimiento de estos gigantes se debe mayoritariamente a la absorción de empresas, lo que ha dejado muy pocas editoriales independientes en el mercado. La cuestión de la independencia de las editoriales sigue siendo crucial en dos aspectos muy precisos. El primero tiene que ver con la creciente dependencia de estas editoriales asimiladas del aporte de capital de sus nuevos propietarios. Es difícil para los editores convencer a sus dueños que pueden ser más rentables que otros medios de comunicación. Claramente, el flujo de ingresos publicitarios proveniente de la televisión, los periódicos y las revistas, hace que estos sean mucho más rentables de lo que lo que la publicación de libros pueda llegar a ser alguna vez. Tal como lo hemos visto, el mundo editorial cada vez más tendrá que hacerse un lugar como auxiliar de otros medios de comunicación, publicando libros que aumenten la popularidad de las películas y de los programas televisivos, permitiendo realizar ganancias secundarias tales como los juguetes, las camisetas y los acuerdos de las cadenas de “fast food” con la industria de Hollywood.

1 De Publishers Weekly, 12 de diciembre de 1998 2 De Publishers Weekly, 23 de agosto de 1999 3 “Bertelsmann Newsletter”, 22 de septiembre de 1999 4 Robert McChesney, Rich Media, Poor Democracy (Urbana-Charnpaign: University of Illinois Press, 1999) p. 20

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La segunda cuestión, que por supuesto es fundamental para la reunión que estamos celebrando en Gijón, es de saber si se podrá preservar alguna forma de independencia nacional, especialmente en los países más pequeños o en países que han sido subordinados al control de inversores extranjeros. Es evidente que un producto internacional, que pueda ser vendido internacionalmente con algunas alteraciones menores, tiene un costo de producción más barato y una comercialización más fácil. Tal como lo hemos visto con la industria cinematográfica y la televisión, es muy fácil para los grandes grupos de comunicación realizar lo que el sociólogo francés Edgar Morin ha llamado “dumping cultural”. Los programas reciclados de la televisión estadounidense, lo mismo que sus películas pueden ser fácilmente vendidos en los países en vías de desarrollo a un costo relativamente bajo. Las ganancias obtenidas por estos productos representan un excedente y estos productos sirven además para saturar las ondas de países que podrían intentar desarrollar sus propios medios de comunicación. He leído con mucha atención las ponencias presentadas en esta conferencia y me produce una gran expectativa las sugerencias que emanarán de las discusiones. Sin embargo, podría ser útil mientras pensamos en lo que nos podrá deparar el futuro, analizar brevemente lo sucedido en los últimos cincuenta años. Exposición Con relación al proceso de concentración que he denunciado en mi libro, pienso que podemos distinguir entre la primera fase, que en Estados Unidos ya está prácticamente acabada, que consiste en que unas editoriales compran otras editoriales. Este es un proceso que está ocurriendo en el mundo entero, en Estados Unidos ya terminó: 80% de las ventas son controladas por 5 grandes casas de edición y esta es una gran transformación de lo que el mundo de la edición ha sido tradicionalmente, hasta solo 10 o 20 años. Lo que es necesario retener de estos cambios es, por una parte, que progresivamente la gente toma el control de las editoriales no son editores, no están interesados en los libros per se, que no son tan rentables como las películas o la televisión, o las revistas. Los conglomerados se interesan en los medias, y la mayor parte de los medias tienen publicidad, lo cual no es el caso para los libros, por lo tanto por definición son menos rentables. Estos conglomerados han intentado cambiar la rentabilidad de la edición de libros, que ha sido durante décadas en Estados Unidos cercana a 3% o 4%, y sigue siéndolo. Y la figura es muy similar en Europa Occidental. Por ejemplo, según una información de Le Monde, Gallimard, tiene una rentabilidad de 3%, Seuil, tiene una rentabilidad de 1%. Estos son los porcentajes que se puede esperar de editoriales inteligentes, serias y con contenido. Sin embargo los grupos esperan que exista una rentabilidad de 15% a 20%. En otras palabras los grupos que compran las editoriales tienen que justificar la compra frente a los accionistas y frente a la rentabilidad de las otras empresas de los grupos. Por ejemplo, cuando Bertlsmann compró Random House por 1.000 millones de dólares, anunciaron públicamente a través de comunicados de prensa que esperaban una rentabilidad de 15% anual y un crecimiento de 10%. Es decir 250 millones de dólares suplementarios por año, lo que por supuesto no fueron capaces de hacer, aunque licenciaron a una serie de personas, juntaron diferentes departamentos, e hicieron cosas que se hacen siempre. Aunque destruir editoriales es menos rentable que permitir que se desarrollen. Lo que sucede con todos los grandes grupos en Estados Unidos, Murdoch, Bertelsmann, entre otros, es que ninguno ha logrado tener en el terreno editorial la rentabilidad que esperaban. Por lo tanto se tiene un cuadro curioso en el cual las editoriales que han sido compradas cambian la línea de lo que han publicado, con un énfasis hacia los best seller y los títulos comerciales, y una pérdida respecto a la línea editorial que tenían hasta ese momento. Así que una de las primeras conclusiones que se puede sacar de estos movimientos es que no funcionan desde un punto de vista comercial, por lo menos hasta ahora. Pueden funcionar cambiando la naturaleza de lo que se publica, porque los libros que se publican se deciden en función de lo que las personas que se ocupan del aspecto comercial deciden que se tiene que

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publicar. Por lo tanto hay un cambio completo del catálogo. Y una limitación en la capacidad de elección del lector. Hice una comparación entre las tres mayores editoriales: Harper, Simon&Shuster y Random House, para ver qué habían publicado en la década de los 60, en la década de los 70, y en el 2000, y pude constatar que hubo una transformación total. Todas estas editoriales, cuando eran independientes, publicaban libros de historia, de filosofía, de historia del arte, de política, traducciones de libros literarios. En los tres catálogos que estudié, que incluían cerca de 500 libros desde que fueron integradas a grupos de comunicación, no habían libros de ninguna de estas categorías, excepto 3 libros de política. Por lo tanto una transformación total de lo que se ofrece al público lector. Respecto a los aspectos políticos que son tratados. Por ejemplo Murdoch va a publicar algún libro político aunque pierda plata, si lo ayuda a llevar su televisión a China, o algo por el estilo. La pregunta que hay que hacerse con relación a la definición de los editores independientes es cuál es la expectativa de beneficios y esto puede afectar incluso a las prensas universitarias. Las prensas universitarias de América del Norte, están cada vez más intentando hacer beneficios. En este sentido la dictadura del mercado es tan efectiva como la dictadura comunista. ¿La pregunta es saber qué va a pasar ahora a partir del momento en que hay conglomerados cada vez más grandes, en los cuales los editores representan partes cada vez menos importantes de estas compañías? Si se observa por ejemplo Time Warners - AOL, cuya cifra de negocios anual es de 165 mil millones de dólares, esto es 7 veces el volumen de venta de todos los libros en Estados Unidos en un año normal. Ahora, ¿cuán importante es Time Warner Books dentro del conglomerado? En el mejor de los casos, un poco más de 0,5% de la cifra de negocios del grupo. ¿Entonces cómo pueden competir las editoriales al interior de los grandes grupos? Tendrán cada vez más dificultad en competir, no serán suficientemente fuertes y cada vez menos dinero será invertido en ellos, porque no las perspectivas de obtener un buen rendimiento, serán cada vez más marginales en las grandes corporaciones y pienso que gradualmente, cada vez más, las editoriales serán puestas al margen y sumergidas, y quizás finalmente, liquidadas. En relación a la imagen de los acuarios evocada anteriormente en el que los editores Independientes serían los pecesillos de colores, más ágiles que los grandes, que representarían a los grandes conglomerados. Hay un dicho polaco que dice que es muy fácil tomar un acuario y hacer una sopa de pescados, pero que es muy difícil revertir el proceso. Y pienso que ahora estamos entrando en una era de sopa de pescado, en la cual la cuestión de como sobrevivir va a ser crucial. La independencia editorial es la única garantía para difundir nuevas corrientes de pensamiento, ya sea en la literatura, o en ensayos, ya que las nuevas ideas no tienen las perspectivas de venta que pueden esperar los grupos comerciales. El editor alemán que publicó a Kafka la primera vez, sacó una tirada de 600 ejemplares. De ninguna manera estos libros habrían sido aceptados por los grandes grupos hoy en día. Y este tipo de libros tendrán que surgir a través de los pequeños editores primero. La pregunta es cómo ayudar a los editores independientes a mantener sus posiciones. En los Estados Unidos en los años 70, 10% de todas las películas que se mostraban eran películas extranjeras. Ahora es menos de 1,5%. Y la razón no es que la gente cambió de gustos o dejó de gustarle las películas extranjeras. El problema es la distribución. Ya no quedan productoras de cine que puedan individualmente difundir su producción en varios estados, para poder difundir películas hay que tener una dimensión nacional. Si es el caso, no hay distribución de películas extranjeras. Así es que sin que los gustos hayan cambiado, sin que la decisión de la mano invisible del mercado haya operado, la decisión fue tomada simplemente para sacar el máximo de beneficios con las películas americanas y reducir al máximo las películas extranjeras. Y una

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de las cosas que se pueden constatar es que las ayudas públicas pueden ser determinantes para luchar contra este poder de los grandes conglomerados que controlan la producción y la distribución de películas, entre otras cosas. Por ejemplo cuando se evalúa el resultado de la ayuda que los gobiernos de Nueva Zelandia y de Canadá les dieron a sus cineastas se puede concluir que fue extremadamente eficaz. Estos pudieron expresarse gracias a que los gobiernos decidieron subvencionar las películas, y ahora es posible observar una producción cultural de calidad. Por lo tanto, obviamente, la cuestión de la ayuda gubernamental, es importante. Ninguna Opera en el mundo puede funcionar sin una subvención gubernamental, ningún teatro puede tener un repertorio importante, sin esta ayuda. En algún momento será necesario identificar mecanismos de apoyo a la edición. Parte de este trabajo tendrá que ser pensar en la creación de estructuras jurídicas novedosas. The New Press que fue creada hace unos diez años, era un intento de crear un tipo de editorial diferente, no tenemos accionistas, somos una casa de edición sin fines de lucro. Por lo tanto todos los beneficios que obtenemos, los reinvertimos para publicar más libros. Y no estamos obligados a tener 2% de rentabilidad y todavía menos, 15%. Y esto nos permite publicar libros que ninguna otra editorial puede publicar. Hay ejemplos de este tipo de experimentos en una serie de países. En Suecia una de las casas de edición más importante es una cooperativa de 24.000 miembros, que asociándose a esta casa de edición, pueden comprar todos los libros que quieren, encontrar revistas, y ayudar a existir a esta editorial que tiene un programa y un catálogo muy interesante. Esta es también la solución que encontró Le Monde, cuando le solicitó a los lectores que fuesen sus accionistas, cuando necesitaron tener liquidez después de la segunda guerra mundial. Se puede discutir más acerca de qué otras estructuras pueden crearse, ya que pienso que esto es lo que se necesita verdaderamente. No estamos trabajando en el vacío, no podemos dejar que los grandes grupos sigan haciendo lo que quieren, para siempre. No es posible que las pequeñas empresas familiares como las pequeñas editoriales tengan que pagar impuestos para la sucesión, al mismo tiempo que las grandes empresas no tienen que pagar nada parar la sucesión cuando los presidentes mueren, de manera que es más fácil ser un grupo que una empresa familiar. Y el problema con las corporaciones es que con el mercado del libro si Bertelsmann viene y decide comprar todas las casas de edición, todos los diarios, y todas las radios, no se puede hacer nada. Estarían obligados a vender, ante las expectativas del mercado, si fuesen transadas públicamente. En este sentido existen leyes que facilitan la formación de monopolios y la pregunta es saber si es posible crear leyes que limiten los monopolios, ya que además hay que agregar el hecho que los grandes conglomerados, no tienen limitaciones legales entre los países. Nuevamente estos son puntos que van más allá de lo que los editores pueden hacer individualmente, son cuestiones ligadas a políticas de Estado, ligadas a los tratados de libre comercio, y a la política, simplemente. En otro nivel, hay muchas cosas que las editoriales independientes pueden hacer juntas. Se pueden hacer libros en conjunto, intercambiar información de manera mucho más eficiente. Nosotros tuvimos un pequeño programa para invitar nuevos editores del extranjero a pasar 6 meses con nosotros, que fue muy útil para nosotros y para ellos. Es necesario buscar otros ejemplos en este sentido y no quiero subestimar las cosas que podemos hacer por nosotros mismos, pero me parece que de manera realista, visto el poder increíble de los conglomerados, se necesitan sobre todo políticas de Estado para limitar la concentración y para recrear un espacio público para la iniciativa cultural.

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RAFAEL MARTINEZ ALES Consultor, España.

Editoriales independientes y multinacionales del sector Desde mi punto de vista, mal momento se ha elegido para reflexionar sobre un problema que, si era extraordinariamente complicado en sí mismo desde siempre, ha venido a mezclarse con nuevas metáforas - mundialización, globalización, revolución digital - cuyo alcance y significado constituye, por una parte, el principal campo de preocupación de los editores y de toda la industria editorial y por otra, también inquieta a quienes se preocupan por la creación literaria y artística ante la subordinación de la producción y comercialización de los libros a finalidades estrictamente comerciales. Aunque el problema de fondo no sea una novedad para quienes contemplan la edición en su conjunto, lo que sí constituye una novedad es la trepidante velocidad con la que están produciéndose los acontecimientos. Desde que al principio de la década de los ochenta comenzaron a afectarle una serie de movimientos en el sector de las comunicaciones este fenómeno, cuya amplitud fue bastante significativa en intensidad cuantitativa y cualitativa, se ha llegado a convertir en un lugar común. Hasta tal punto esta sensación domina hoy el campo de percepción de este proceso que, escribir lo que ocurre se convierte en una pesadilla bajo el temor de que lo que acaba de escribirse, envejezca casi simultáneamente y esté siendo superado por una realidad en continuo cambio. Concentración y quiebra del ecosistema tradicional Desde nuestra pequeña dimensión histórica, hay un primer punto de partida: es cuando el largo ciclo de la edición tradicional empieza a mostrar señales de cambio profundo al irrumpir en sus aparentemente tranquilas aguas, cuyos mercados estaban sensiblemente ralentizados, la aceleración de los movimientos de concentración. En esos momentos, la tecnología, apenas formaba parte de las creencias de una industria demasiado acostumbrada a mirarse el ombligo. Sus primeras manifestaciones habían sido profetizadas en los años 60 al introducirse el concepto del “fin de la galaxia Guttenberg” y durante el Congreso de Editores de Estocolmo, en 1980, cuando el presidente de Sony presentó el CD Rom. Es esto tan cierto que, hasta 1993, en el gigantesco centro del Estado Mayor de la Edición que representa Francfort, no aparece un espacio dedicado al mundo de la edición electrónica, digital o numérica o cómo diablos se acabe por denominar. Hicieron falta nada menos que treinta largos años para que esta realidad hoy tan familiar fuera invitada a la mesa de la cultura escrita. Pero mientras tanto, un término iba ganando terreno hasta adquirir un protagonismo decisivo: las industrias de la comunicación, para las que la escritura fue ocupando un segundo lugar detrás de la imagen y del sonido. Inquieta oír hablar cada vez más de “productos editoriales” - en lugar de libros - y de “industria de contenidos” en lugar de editores. Y todos seguíamos ciegos a un proceso imparable sembrado de errores estratégicos y adquisiciones, fusiones y reventas: saltos hacia delante y hacia atrás, protagonizados principalmente en el ámbito de una lengua dominante, el inglés, y de unas sociedades muy desarrolladas y seguidos por el alemán. Europa del Sur y Latinoamérica eran entonces una especie de reserva con un crecimiento escasamente significativo. Lo esencial del comercio internacional del libro se efectúa entre países desarrollados que padecen males semejantes en términos de consumo: cambios en la ocupación del tiempo libre, concurrencia de la televisión y de las industrias audiovisuales, parte progresivamente elevada

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de la prensa en el conjunto de la lectura. La adaptación de la industria editorial a este mercado se traduce en una disminución de las tiradas medias así como de una presión al alza de los costes de producción que importantes progresos técnicos (en producción y distribución) primero elevan y luego - bastante más tarde - ayudan a reducir o racionalizar. El análisis de los principales datos disponibles permitía creer en la relativa buena salud financiera del sector, caracterizado fundamentalmente por niveles de rentabilidad débiles, pero constantes. Sin embargo, un buen número de empresas sufre tasas de endeudamiento elevadas y una debilidad estructural de sus propios fondos1. Se empiezan a observar con escepticismo no exento de desprecio o incredulidad las primeras operaciones importantes protagonizadas por Maxwell en el Reino Unido, Wolters-Samson (después Wolters-Kluver) en los Países Bajos, de Hachette y Presses de la Cité en Francia, al compás de movimientos de semejante signo en Estados Unidos. Los grandes grupos consiguen, en el conjunto, compensar la debilidad estructural del sector con la diversa y más favorable estructura financiera de ciertas actividades diferentes, lo que permite contemplar el porvenir con más serenidad y reforzar su capacidad editorial mediante el crecimiento externo. Es preciso llamar la atención al hecho, entonces no muy destacado de que las más grandes operaciones de adquisición/fusión que han tenido lugar durante estos primeros años ochenta afectaron a ciertas categorías de obras en una proporción elevada: se trataba de libros de saber y de conocimiento (diccionarios y enciclopedias) o, más aún, de obras científicas y técnicas. La inversión a hacer para editar estas obras es de magnitud suficiente como para justificar la necesidad de una ampliación de los mercados y de su internacionalización. La estrategia de los grandes grupos de edición se apoya bastante en las perspectivas de las nuevas tecnologías a partir de los avances de la industria electrónica, que permitía considerar ya la creación de bases de datos enciclopédicas a un coste menor. Lo que estaba ocurriendo era trascendental, pero no estoy seguro de que, como tantas veces ocurre, fuera suficientemente estimado en su valor y en su profundidad hasta que mucho más adelante, cuando comienza a sacrificarse el llamado capital simbólico de las editoriales y se dramatiza la dialéctica entre financieros y creadores, se empieza a analizar el problema, pero con más carga emocional que rigor. Los componentes del consumo del ocio y de los frutos o servicios culturales son los que se estaban modificando. La edición de aquellos años empieza a enfrentarse con perplejidad manifiesta a un público nuevo que es menos respetuoso con la escritura y más exigente de informaciones actualizadas: la multiplicación de “últimos títulos aparecidos” es la única respuesta y esconde la disminución de las tiradas. El libro pierde su misterio. ¿Qué habrán visto estos extraños seres que cultivan las finanzas, se pensaba entonces, en unos tipos tan raros como los editores, tan neuróticos e ilógicos como imprevisibles, para desear asimilarlos, ocupar su reducido habitat y sustituirlos? Ésta era entonces la gran pregunta que se respondía con más ironía que rigor. ¡Ya se enterarían de lo que vale un peine! En el Francfort de aquellos años, la tipología editorial se enriqueció con una nueva clasificación: los editores compradores y los que están en venta. Todavía la historia no había sobrepasado los límites de la profesión. Grandes y pequeños, todos descendíamos de un mismo tronco. Y el conjunto apenas superaba la facturación mundial de la laca de uñas. El mundo de la edición, en todas sus diversas tipologías, no se vio alterado de golpe y simultáneamente por estos cambios porque su lógica era y es bastante peculiar, en especial cuando hablamos de tipologías diferentes a las del libro científico, técnico o enciclopédico que precedieron todas las grandes concentraciones. La elección del campo editorial que 1 “L’édition en Europe”. Introducción. Eurostaf Dafsa, 1988.

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constituye la esencia de cada unidad concreta, determina su tamaño, su vocación cultural, su peso relativo en el conjunto de la industria y sus opciones estratégicas, en las que puede dominar la tendencia a la creación o a la edición de productos más o menos standard. Cada editorial ocupa, en efecto, en un momento dado, una 1posición dentro del campo de la edición y su naturaleza y evolución depende de su posición en el equilibrio de sus recursos escasos (económicos, simbólicos y técnicos) y del peso que a cada uno se les otorgue1. Una editorial puede nacer independiente, pequeña, con una determinada vocación, creativa en el campo literario, por ejemplo, y su crecimiento va determinando la formación de un catálogo que es la representación del espíritu que presidió su nacimiento. Junto a los medios económicos, van configurándose los simbólicos que definen su verdadera imagen, al tiempo que crecen también los medios técnicos, que podríamos representar por personas y experiencia. El juego editorial, la cooperación o confrontación de todo ello, preside la evolución y la manera en que gradualmente estos recursos, sometidos a presiones de muy diversa naturaleza, generan cambios en su política literaria. El tamaño, la edad de sus protagonistas, incluso los fracasos y los éxitos, nunca previsibles de antemano, van configurando una realidad viva en la que su capital puede crecer o disminuir y su valor simbólico puede reforzarse o debilitarse. De esta forma, entre circunstancias favorables y retos perversos se van produciendo los mecanismos visibles o invisibles que actúan en el conjunto de la tipología editorial activando la competitividad entre los diversos agentes y su antagonismo. Editores nuevos, independientes, desinteresados, creativos, excluidos por principio de todas las bazas del gran comercio de la edición, versus otras opciones que por diferentes razones han elegido o han tenido que ceder elementos más o menos fundamentales de su naturaleza. Su posicionamiento es el resultado de una necesidad de adaptarse a una época que ha cambiado y que sigue cambiando… Pero imputar todo cambio y toda evolución al fatalismo de la existencia de unas fuerzas económicas irresistibles - la globalización o los oligopolios nacionales - es sólo relativamente válido, porque como trataremos de ver más adelante, el campo editorial es suficientemente autónomo (es decir, capaz de adaptar según su lógica, cualquier circunstancia externa económica o política) en el que las estrategias editoriales encuentran su acomodo. Estudiar estos fenómenos en concreto es bastante difícil porque el mundo del libro genera más barreras de autoprotección que cualquier otro que yo haya podido conocer. Existe una opacidad referida a los datos cuantitativos pero también y sobre todo al origen de los capitales, niveles de formación y cualificación técnica, perfiles diferenciadores incluso éticos… Como señala Pierre Bourdieu2 existe “también un principio de diferenciación que es la competencia específica que determina el éxito o el fracaso en la profesión: teniendo en cuenta que el libro, objeto de doble cara, económica y simbólica, es a la vez mercancía y significado, el editor es también un personaje doble, que ha de saber conciliar el arte y el dinero, el amor por la literatura y la búsqueda de beneficios, siguiendo estrategias que se sitúan en algún lugar entre los dos extremos, la sumisión realista o cínica a las consideraciones comerciales y la indiferencia heroica o insensata a las necesidades de la economía”. “La competencia del editor, - siguiendo todavía a Pierre Bourdieu - y de todos los que han hecho del libro su profesión, está compuesta de dos partes antagónicas y de la aptitud de asociar armónicamente unas aptitudes propiamente literarias de los que saben leer y las aptitudes técnico-comerciales de los que saben sumar y restar”.

1 Pierre Bourdieu. “Une revolution conservatrice dans l’édition. Actes de la recherche en Sciences Sociales”, 126-127 marz 1999, Seuil. Paris. Pag. 4. 2 Véase artículo citado en nota anterior. Pag 16.

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Este ecosistema tradicional tiene, pues, su propia dinámica. La ha tenido siempre. Las empresas editoriales han sufrido sus propias evoluciones y cambios pero hasta ahora, los huecos venían a cubrirse de forma sucesiva para mantener los equilibrios culturales que han caracterizado cada época. Movimientos literarios renovados, modas que se suceden; siempre, nuevos editores que han venido accediendo a una actividad con débiles barreras de acceso han conseguido el reconocimiento material y simbólico, con mayores o menores dificultades y han hecho posible el equilibrio ecológico entre valores tradicionales e innovadores, valores internacionales y propios, creatividad frente a banalización, libertad frente a contrarreforma… El ámbito de la edición ha representado una suerte de movimiento de resistencia a las fuerzas del mercado. Pero este mundo de la edición se ha hecho particularmente grande y la segunda fase de la concentración, caracterizada ya por afectar a todas las tipologías y por estar protagonizada por fuerzas que son externas a la edición tradicional, está transformando profundamente las prácticas subordinándolas a las exigencias comerciales. La naturaleza de estos cambios no ha variado; sí lo ha hecho su intensidad. El mercado sigue ahí presente pero con tal fuerza que parece capaz de generar consecuencias irreversibles. Nadie descalifica la importancia del contenido cultural literario, científico, artístico o moral que subyacía en el fondo de esta actividad tradicional de la edición. Es más, se considera muy importante, pero es tan susceptible de hacer prevalecer sus valores simbólicos frente a los económicos, que constituye una fuente de poder que no es prudente dejar en manos de los autores, de los creadores y de los editores. Esta segunda fase de la mundialización representa para la edición una suerte de combate desesperado en el que visible y rápidamente, parece que pierde la batalla. Se integra en el ámbito de la comunicación, pierde su fisonomía y se alinea junto a los grandes conglomerados empresariales con vocación de constituirse en poderes sin control democrático ni estatal. Lo más grave de este proceso como escuché decir a André Schiffrin es que es bastante irreversible. La estandarización y la trivialización de los mensajes, el debilitamiento de la función crítica de la cultura, puede hacer que el debate sea cada vez más difícil e incluso cabe pensar que nunca pueda tener lugar por la simple desaparición de los recursos críticos que deben soportar todo debate inteligente y creativo. La concentración en el ámbito Latinoamericano En el contexto de esta preocupación sobre el fenómeno de la concentración editorial y sus consecuencias, el componente latinoamericano no nos ofrece datos de particular relevancia que sean verdaderamente originales. Nuestra internacionalización basada en la lengua común es bastante débil frente a la firmeza arrogante de las naciones o de los grandes conglomerados empresariales - tanto monta, monta tanto- que se siente garantes de la denominación comercial y de la supervivencia de una tradición imperialista de carácter universal. En el mundo de la edición internacional, compuesto por más de diez mil editores principales, el Sur es débil. Para algunos grandes operadores, ni siquiera existe. En los 180.000 m2 del gran escaparate representado por Francfort, parecemos representar una cultura periférica. Compramos diez veces más derechos de lo que vendemos. El problema central de nuestra reflexión es, pues, ajeno al área de nuestra lengua, puesto que nuestro papel todavía, en el plano industrial y económico, no es determinante. El análisis de las relaciones de poder y de concentración dentro de este microcosmos, calificado así en términos relativos, tiene la importancia que cada uno le quiera dar según estemos delimitándolo en un determinado encuadre temporal o histórico; los problemas de fondo de la edición independiente frente a los conglomerados que están surgiendo son parecidos a ambos lados del océano. Sus variantes tienen mucho que ver con algo que podríamos llamar coyuntura económica y estabilidad democrática. Los ciclos han cambiado su centro de gravedad muchas veces.

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Como editor he aprendido a considerar el ámbito de la lengua española como el terreno de juego neutral donde se ha venido descubriendo, a trancas y barrancas, una industria editorial llena de contradicciones y complicidades. Nuestra cultura es relativamente común y ha seguido siempre un camino de ida y vuelta. Personalmente, en el largo ciclo de la edición que me ha tocado vivir, tengo la sensación de que mi experiencia es objetiva y compartida. Aprendí a leer y a adquirir una dimensión crítica de la vida utilizando libros que habían sido editados en México, Colombia, Argentina… en resumen, al otro lado del océano, donde se respetaba más la libertad y se ejercitaba más la tolerancia. Por aquellos años resultaría chocante hablar de la dimensión económica del problema de los intercambios culturales y menos todavía era posible medirlos en términos cuantitativos. La actividad editorial en lengua española se ha venido sustentando en polos que han cambiado constantemente de emplazamiento por razones más de índole cultural o política que por circunstancias económicas. La historia reciente de la edición durante una gran parte del siglo se ha movido a impulsos de acciones voluntaristas, de militancia cultural y no ha convocado capitales, ni ha despertado el interés de los inversores. México, Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas, Bogotá, Madrid, Barcelona… han gozado cíclicamente de momentos de esplendor editorial y de decadencia según la coincidencia de vientos favorables y del desarrollo de movimientos intelectuales de alta cualificación. A partir de los años 70, se introduce un lenguaje diferente de cierto contenido económico. Digamos que se empiezan a manejar incipientes estadísticas. Y lo que estas estadísticas nos cuentan es que se produce un desarrollo exponencial en términos, pues, relativos, con tasas de crecimiento irregulares que generan desequilibrios. La edición española crece del orden del 20% acumulativo anual, en gran parte en perjuicio de la edición Latinoamericana. Luego se suceden las crisis locales: Argentina en 1973, Perú en 1974, México también en 1974, Venezuela en 1975 y poco a poco, con recuperaciones puntuales y desastres localizados, llegamos al fondo del problema en 1983 que afectó a la casi totalidad de los países latinoamericanos y es cuando se pusieron en marcha nuevas estrategias que configuraron nuestro presente. Desde España, la incipiente industria del libro surgida a mediados de los años 60, fue acompañada de la idea de la competitividad y la de considerar Latinoamérica solamente como un mercado comprador mal abastecido y de difícil acceso por su distancia. En los momentos más altos de este proceso, América llegó a representar el 33% del mercado de los libros que se producían en España, tras forzar un panorama que era bien diferente. Por aportar algunas cifras, según UNESCO, la producción total de títulos en español fue: En 1952, 14.000 títulos, de los que 3.455 se editaron en España. En 1962, 26.000 títulos, de los que 12.243 se editaron en España. En 1964, 35.000 títulos, de los que 15.540 se editaron en España. En 1990, 69.000 títulos, de los que 39.000 se editaron en España. España representaba el 25% de los títulos editados en 1952 y era receptora del 75% restante de procedencia Latinoamericana. En 1990, España pasa a producir el 48%. El signo de los intercambios y su estructura cuantitativa y cualitativa ha cambiado y continúa cambiando. La filosofía indiscriminadamente exportadora y en cierto modo avasalladora que preside la década de los 70 hace crisis en los 80 y se enfrentó cargada de problemas pero construida sobre la implantación local; un proceso que empieza por ser un maquillaje y termina por cobrar carta de naturaleza. Se desarrollan filiales - algunas existentes desde principios de siglo - y se perfecciona el modelo con el apoyo al desarrollo de industrias locales. La competencia se racionaliza y se progresa en la recíproca eliminación de barreras

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arancelarias, fiscales o de cualquier otro tipo. El marco general también ha ido cambiando simultáneamente. Primero está la idea de que ningún país del área idiomática es capaz de producir toda la edición que pide su creciente demanda de conocimientos; luego el proceso se autoestimula y ya la edición española toma la iniciativa de convertirse en plataforma de lanzamiento de la propia creación latinoamericana. Se beneficia indudablemente del boom literario en un momento en que la creación española no atraviesa un momento especialmente brillante y la industria editorial española detenta derechos de autor estratégicos para la demanda de la sociedad latinoamericana. Esta circunstancia favorece la nueva implantación ya iniciada en un área en la que hay un exceso de demografía y una carencia de tecnología. El sustrato retórico imperialista de los años 40, cuando se podía oír que la industria editorial “debe contribuir a la misión civilizadora de España”, es barrido por un nuevo espíritu que aspira a obtener rentabilidades. Pero el crecimiento de estos intercambios, en los que la actividad exportadora reduce su peso en términos relativos, no creció también en términos cualitativos. Como ocurre y ha ocurrido en tantos otros modelos, el mercado que ya empieza a condicionar el propio crecimiento de la industria editorial en España, juega su papel de censor en el ámbito de su propia actividad exportadora o productora de ediciones en los diversos países latinoamericanos. Nuestro papel de agentes culturales, como viene ocurriendo en todas partes, no supo defenderse de la tendencia banalizadora dominante en todas las estructura editoriales que se hacen grandes. En España se importa el fenómeno de la concentración empresarial y también exportamos esta nueva tendencia creando pequeños o medianos grupos que en algunos países pueden desequilibrar el ecosistema local. Paralelamente, se exportan las dificultades que nuestras propias empresas independientes sufren en España. Ambas cosas parece que lamentablemente coinciden. Pero el proceso también coincide con otros que no deberíamos ignorar: durante esta última década, muchas editoriales latinoamericanas propiamente dichas parecen creer que su existencia depende en gran medida de su vinculación al mundo de la edición internacional. En Argentina, por ejemplo, viendo en peligro su actividad literaria y al tiempo que su universidad pierde su autonomía histórica y se orienta hacia la venta de servicios demandados por el mercado, los editores agitan la bandera de la profesionalización y de la internacionalización. De forma general, la tarea de los editores se aleja cada vez más de proyectos intelectuales locales y se alinean al lado de las tensiones del mercado internacional del libro. Abandonan en cierto modo sus responsabilidades editoriales y la industria española toma la delantera y se presenta como “broker” internacional de los editores latinoamericanos. Grupos españoles, como Santillana, S.M., Océano, Ediciones B y Planeta junto con otros cuyo capital ya no es español (Plaza y Janés, Grijalbo, Anaya) refuerzan su presencia en México, Argentina, Chile y Colombia y podrían estar fagocitando las industrias editoriales locales. Desde 1997, además, España se ha lanzado sobre el mercado potencialmente gigantesco de Brasil, adelantándose a otras iniciativas de países vecinos, de forma que hoy puede hablarse de una nueva estructura del mundo de la edición latinoamericana con una plural pero poderosa presencia de los grupos editoriales españoles. En general, para hacer justicia, la inversión española en el ámbito de la edición en América es bastante estable: los editores españoles invierten para quedarse y se quedan a pesar de las dificultades locales que asumen como propias. Las procedentes de otros países (inversión norteamericana o alemana, como Groliers o Círculo de Lectores), constantemente desinvierten y fluctúan, están y no están. Y ahora quieren volver de otra manera, al olor de la bonanza.

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La representación todavía no ha concluido. El proceso es reciente y tendrá todavía muchas derivaciones, porque la propia evolución de la industria española es incierta. Más grupos españoles pueden pasar a manos de otros conglomerados internacionales y de esta forma, propiamente, ya no podría hablarse, más que de forma excepcional o residual, de una determinada nacionalidad de las inversiones que controlan los nuevos conglomerados editoriales. Paradójicamente, cualquier buena o gran editorial latinoamericana podrá ser alemana o anglosajona a través de este perverso mecanismo que utiliza a España como institución interpuesta. La edición independiente ¿Dónde está pues la edición independiente en este momento y en este ámbito latinoamericano? No podemos responder que donde siempre estuvo, porque esto sería radicalmente falso, pero tampoco es posible ir más allá de aventurarnos a reflexionar donde creemos que está, qué significa y cuáles son sus retos. La información disponible sobre la edición independiente es muy escasa. Desde mi punto de vista lo es tanto en España como en todos y cada uno de los países Latinoamericanos. Cuando comenzó este largo ciclo de la edición que ahora está en plena transformación, ningún editor tenía que adjetivar su actividad editora. Prácticamente, toda empresa editorial era independiente. Es nuevo, verdaderamente nuevo y constituye una originalidad hoy ser independiente. Una originalidad y en muchos casos es tan heroico como necesario. Cuando los escritores se reunían en seminarios, ferias o congresos, normalmente se hablaba de libros; ahora se hacen pronósticos, se comentan las fusiones o adquisiciones más recientes y ya apenas se habla de libros. La creatividad se ha refugiado en los ámbitos periféricos de la industria en casa de editores medianos o pequeños independientes a los que la calidad no les da miedo. El censo de esta edición independiente creemos que se reduce de manera visible. Al menos en relación a aquellas editoriales que son o han sido notorias. El censo disminuye a causa de las dificultades objetivas - exceso de oferta, distribución mal resuelta, encarecimiento de los derechos de autor, descuentos rampantes, alquileres y primas en los puntos de venta…- y en el caso de aquellas editoriales que no han conseguido superar el umbral de la notoriedad, su corta vida está muy relacionada con el hecho de no ser suficientemente conocidas y su desaparición, por esta misma razón, apenas es conocida por la sociedad y nadie les echa de menos. Como explicó Jorge Herralde en el último curso de edición de la UIMP en Santander, el editor independiente se encuentra hoy nadando en aguas llenas de tiburones y teñidas de egos; egos de los autores convenientemente engordados por los agentes literarios y por otros colegas y todo ello formando parte del apoteosis neoliberal del pensamiento único que, naturalmente aspira al fin del modelo del precio único, con la catástrofe cultural que ello supondría para este ecosistema nuestro demasiado frágil”. Aquí se me ocurre contar una pequeña anécdota personal. Hace días estuve cenando en casa de un cuñado médico y a los postres nos ofreció unas naranjas que había recibido como regalo de un enfermo valenciano. Eran unas naranjas maravillosas, de un sabor exquisito que yo no recordaba haber probado quizá desde mi más lejana infancia. Reflexionamos sobre ello mientras desgajábamos y comíamos dos o tres piezas cada uno ¿Por qué estas maravillosas naranjas no se encuentran en el mercado? Alguno sugirió una pista que nos pareció la más verosímil. Probablemente, el donante del obsequio es un empresario agrícola valenciano que conserva de la vieja plantación familiar algún árbol que produce estas naranjas pero que su producción es muy baja, como seguramente son delicadas sus características y resistencia para poder acceder a mercados lejanos; habrá desarrollado una marca más standard, que

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triplica la producción y los beneficios económicos… y sólo guarda para él y unos pocos amigos esas pequeñas joyas jugosas y sabrosas que el mercado rechaza. Hay cientos de anécdotas parecidas que nos remiten al gravísimo problema de la intervención del mercado en la decisión de editar y podríamos hablar, como en cierto modo ya los calificó el diario “El País”, de una nueva forma de censura, que es la censura del mercado. ¿Dónde está todavía la edición independiente? La obsesión por la rentabilidad se está apoderando de los más pequeños rincones y, de esta forma, quienes no mueren de muerte natural, son absorbidos o caen en manos de la obsesiva prioridad de ser cada vez más rentables y más vulnerables a la censura del mercado. A falta de serios análisis sobre lo que está ocurriendo, porque no son abundantes ni fáciles de encontrar, me gustaría recoger algunos testimonios de editores vivos que, además, sienten y padecen las dificultades derivadas de una vocación editorial independiente de todo condicionamiento financiero: Jorge Herralde en 1997: “El papel personal y colectivo de los editores independientes, es decir, aquellos editores de vocación inequívocamente cultural, consiste en llevar a cabo una política de resistencia respecto a la creciente banalización y estandarización de tanta producción editorial. Una resistencia no estática, claro está, sino imaginativa y creativa, bajo el signo de que la mejor defensa es el ataque. Es decir, la anticipación, la creación de una demanda. Refiriéndose a la peculiar iniciativa del italiano Sandro Sagardini y su venta por correspondencia de libros descatalogados, decía: Sagardini es un veterano luchador cultural está convencido que para el 8% de los italianos la lectura es una fuente de placer y no quiere que se corra el riesgo de perder esta especie en vías de extinción y está preocupado por la mala calidad de los libros que hoy se hacen, decididamente feos, mal traducidos, sin bibliografía, plagados de erratas, Recogiendo sus propias palabras, cita: "esto no es ser editor. Si la tarea de corregir pruebas se considera sólo como un coste, mejor es que cambie de oficio". La experiencia marginal pone el dedo en la llaga: La posible desaparición del lector, del lector fuerte y la del trabajo editorial bien hecho. Recogiendo el lema de “niche is nice” (“el nicho es guay”) como variante de aquel eslogan famoso de los 80 de small is beautful, pienso que el nicho natural de la edición independiente es la excelencia. La excelencia, el rigor, el trabajo bien hecho, con imaginación y tenacidad, combinando las virtudes del sprinter en el día a día, con las del corredor de fondo, en el proyecto editorial. Las ventajas objetivas de los grandes grupos son manifiestas. Desde la capacidad financiera, al arsenal de sinergias, pero también existen focos de dispersión, agujeros negros de energías. Por ejemplo: “la reuninitis rampante”, el horror a comprometerse, la tendencia a eludir responsabilidades, las estrategias conspiratorias casi full time. Estos fenómenos son inexistentes en las pequeñas editoriales, cuyas actividades están centradas, por exótico que parezca, en el trabajo editorial”. La concentración tiende a esquivar riesgos, a repetir fórmulas lógicamente… a apoyar la opinión que un marchante puede decir a un pintor para que siga fiel a su estilo de 1977, del que pervive una gran demanda. Lo comercialmente legítimo choca frontalmente con la creación artística, con la investigación, con el riesgo. Así, estos productos clónicos, estos

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libros bien merecen la etiqueta de productos y ponen en evidencia la característica central de la edición. Las editoriales independientes presentan desventajas, pero también ventajas, la desventaja más clara y obvia es no perder mucho dinero impunemente en la carrera de anticipos, bajo riesgo de desaparición inmediata, ni optan por las famosas sinergias transnacionales o multimedia. Las ventajas posibles: la agilidad del francotirador, la continuidad de una línea editorial, la relación personal con los autores, la capacidad de tomar decisiones rápidamente o la seguridad de que, al otro extremo del teléfono o del fax, se puede encontrar siempre a la misma persona a lo largo de los años. Beatriz de Moura (Tusquets) El editor literario que es generalmente independiente es el que vive más directamente la preocupación por la lectura y el que más combate los déficits de equipamientos culturales y las carencias del sistema educativo… Poder seguir publicando para esos lectores motivados que a su vez inciden en la solución de los grandes problemas, es una de las más determinantes razones que me ayudan a sacrificar mi comodidad personal al frente de una editorial independiente. Alejandro Sierra (Trotta), que dejó atrás muchos años de trabajo en una corporación para crear su propia editorial independiente: Después de estos seis años y medio de trabajo nos mantenemos obviamente independientes, lógicamente independientes de cualquier cansancio, pero también de cualquier hipoteca financiera, que nos obliga a tomar decisiones poco estimables, a buscar fervorosamente y obsesivamente libros de mayor venta, a pagar anticipos desorbitados o salarios tipo VIP. En lo que se refiere a la línea ideológica hemos optado por una práctica mestiza y fecunda que no exija ningún tipo de lobotomía cerebral. Publicamos lo que nos gusta y aquello de lo que estamos convencidos o nos han convencido. Ser editor independiente es una profesión muy poco virtuosa, en la medida que uno hace sólo lo que desea y sólo lo que le gusta. Ésta es, también, una opción ideológica, de la que carecen los editores en general… En lo que se refiere a nuestra relación consanguínea con los países de América, aceptaríamos estudiar con mucha seriedad el pliego de agravios que enumeró Alfredo Castañón (del FCE de México), con vistas a la formación de una “ecumenia hispanica”, como él mismo decía, en la que circulen libremente las ideas y los libros, en vez de juntarnos en un gran llanto común. Y así sucesivamente podríamos seguir escarbando y recogiendo pequeños testimonios de editores diversos. Pero no creo necesario alargar estas reflexiones a base de testimonios ajenos. Lo que todos ellos vienen a señalar es el enorme interés que la edición independiente tiene, en general, en la regeneración esta actividad -a la vez cultural y económica- y es el depositario de la calidad. Su amenaza no procede de la formación de grupos españoles, sino genéricamente de la formación de grupos y no son precisamente los españoles los peores. La única estrategia posible es la de defender, como editores, solidarios con otros editores independientes españoles, las propias señas de identidad. Es necesario situarse en el campo de la oferta de libros y seguir de cerca la evolución de la demanda. Bajo la perspectiva en la que seriamente creo, de que la oferta crea la demanda, hay que posicionarse activamente contra los valores de la llamada nueva economía, cuyo poder puede pero no debe ahogar las convicciones que constituyen la fuerza renovadora del tejido editorial; hay que pedir la colaboración pública local o internacional para intervenir y modificar algunas de sus modernas perversiones.

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El editor llamado independiente –que no es el que solamente acaba de nacer y sólo es capaz de un corto vuelo- debe contribuir a luchar contra la censura del mercado y defender sus propios valores ante los de los lectores, pues el público no es la única instancia cuyos gustos hoy que atender, cuando a menudo son vulgares o lamentables. Abandonar el campo de la oferta es contribuir a la banalización de la cultura; es aceptar pasivamente la ideología del mercado. Por ello, todo esfuerzo conducente a sostener la edición independiente es una operación estratégicamente necesaria. Es también la afirmación necesaria de que el futuro no debe estar cegado ni cuadriculado, como podría temerse.

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COMENTARIOS MARCELO URIBE Ediciones Era, México. Las Ediciones Era existen hace 40 años, su trabajo se concentra en la literatura, las ciencias sociales y el arte. Hace un par de años acepté la invitación de una universidad privada en México para hablar junto con dos directivos de grandes grupos editores transnacionales sobre el mundo editorial ante un numeroso grupo de estudiantes. La intervención de uno de estos directivos comenzaba con la siguiente frase: “Antes que nada yo quisiera dejar en claro que una editorial es una empresa que persigue ganancias y que no tiene nada que ver con la creación de cultura”. Esta afirmación es sorprendente por su franqueza. Aquí estaba en toda su crudeza el perfil del editor moderno en el mundo globalizado. Por otra parte, unos meses antes un directivo de una casa de edición española visitó México y declaró ante la prensa : “nosotros los grandes grupos somos responsables de la desaparición de las librerías de fondos, somos responsables de la desaparición del saber como acumulación de cultura, somos responsables de la drástica reducción del período de vida de los libros, somos responsables de la fuerte competencia entre los grupos que han creado una sobreabundancia de títulos”. Este directivo se había formado en la edición tradicional, poseía un doctorado en filosofía y una vasta cultura. He querido comenzar citando a estos dos representantes de conglomerados editoriales, porque con sus propias palabras formulan la esencia del problema que nos reúne. La edición tradicional - que ahora nos vemos forzados a llamar independiente, para contrastarla con la que realizan los grandes grupos formados por sellos dependientes de una dirección corporativa - estaba compuesta por numerosas casas editoriales que atendían a distintos sectores de intereses y conformaban un mosaico vasto y cambiante. Es cierto que una editorial es un negocio y que si no logra funcionar como tal está condenada a muerte. Pero nadie en el mundo editorial de hace unas décadas se proponía grandes ganancias como primera meta. Los fuertes dividendos estaban en otro lado, en otras industrias, en otros negocios. La decisión de hacer libros y venderlos estaba compuesta de otros ingredientes, figuraba en primera línea una vocación cultural que apostaba gustosa por su noción de calidad, por dar a conocer, por arriesgar a nombre de gustos estéticos, de pasiones, de convicciones políticas, filosóficas, de afinidades minoritarias. Publicar mil ejemplares de un libro de poemas y lograr vender los mil, era para un editor tradicional motivo de enorme gusto, orgullo y satisfacción. Esos mil ejemplares que lograban llegar a manos de sus lectores, eran una justificación de la labor de editorial. No eran tampoco un proyecto de enriquecimiento frustrado. Ante aquel mundo, hoy en vías de desaparición, el editor cultural independiente exitoso era aquel que lograba encontrar un delicado equilibrio entre los libros que se venden mucho y los que se venden poco, es decir que la misión empresarial que se proponían estos editores no buscaba satisfacer las necesidades conocidas del mercado, y alcanzar así jugosas ganancias, sino alterar esas necesidades dadas, y conformar una oferta diversa, porque en la propuesta que significaba esa oferta editorial cambiante, residía el principal sentido de su labor cultural. Quiero apuntar a que la imagen que trazo de este tipo de editor no es idílica, ni fuera de la realidad y que las nociones de pasión, gusto, afinidades minoritarias, orgullo, satisfacción, respondían a fenómenos reales. En México, por ejemplo, tuvimos la suerte de convivir durante muchas décadas con uno de los pilares de la edición en español de este siglo, Arnaldo Orfila Rinal, fundador y director de siglo XXI Editores, hasta finales de los años 80. Hoy, a escasos 15 años de la separación de Orfila de Siglo XXI, ese mismo mundo editorial que él contribuyó a formar, se desmorona ante nuestros ojos.

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Si bien los puntos de partida del nuevo mundo editorial parecen naturales dentro de su propia lógica, las consecuencias que acarrea son verdaderamente alarmantes. Al hacer imperar las siempre crecientes metas financieras en la Edición, se crea un vacío cultural que es al mismo tiempo un vacío moral, ético y vital. La oferta posible de títulos diversos y de variada fortuna comercial desaparece ante la necesidad impuesta de darle al público lo que quiere, lo cuál extrapolado a la televisión se conoce como trash TV, o televisión basura y en México sabemos mucho de este tipo de televisión. Abandonar pues la oferta diversa y de diversa fortuna comercial, abandonar como editor el riesgo de creer y apostar que conlleva resultados inciertos, es sin duda trivializar e ignorar la noción de cultura y emparejarla hacia la noción de cultura que maneja la telenovela, no necesariamente en cuanto a calidad, sino sobretodo en cuanto a la estandarización. A partir de la caída del muro en 1989, las nociones de crítica, de oposición, de resistencia, se vieron seriamente afectadas al punto que la única fortaleza económica, social, política triunfante fue el modelo gringo. Todos vemos el mismo programa de televisión, todos leemos el mismo libro, vestimos igual, comemos lo mismo. El valor de lo mismo para todos que otorga al público de telenovelas la tranquilidad prepotente de pertenencia a una comunidad, es a fin de cuentas una devaluación y una pérdida. El editor, como decía un novelista hispano-mexicano, no puede ser un recolector en el caso de transnacionales, de la labor, de años de otros editores, sino un cazador. Es cierto que la economía a escala de estos conglomerados, permite bajar los costos en casi todos los renglones, pero también es cierto que eso, aunado a los irreales anticipos que pueden representar el pago de derechos por adelantado, desfigura radicalmente el delicado equilibrio del mundo editorial. ¿Qué editor independiente puede adelantar sumas que recuperará en más de diez años? El quiosco que es tan necesario en el barrio, jamás podrá competir con Borders. La exigencia impuesta por los grupos corporativos de incrementar las ventas y los beneficios año tras año, arrincona a optar y buscar un libro que venda 20 mil ejemplares, en ves, quizás, de 20 libros que vendan 1.000 ejemplares cada uno, lo que editorialmente es más costoso. Esto que comercialmente es una meta perfectamente legítima y razonable tiene el inconveniente que obliga a dejar de lado a numerosos autores, atenta a la variedad que somos y por ende, nos empobrece. Equivale todo esto a una banalización de la democracia. Valorar estéticamente, culturalmente, un libro por la cantidad de ejemplares que vende los primeros y últimos tres meses de vida, es una aberración. En Ediciones Era, durante los años 60 se publicó la primera edición del Coronel no Tiene quien le Escriba: 3.000 ejemplares, que tardaron de 5 a 7 años en agotarse. ¿Que hubiera hecho un conglomerado de sellos editoriales que operan en Francfort? Simplemente descatalogarlo, convertirlo en confeti y no volver a intentar jamás someter este libro al juicio del mercado. Editores, como estos, ¿qué hubieran hecho si un escritor completamente desconocido, joven, no sólo en el mundo hispánico, sino en su propio país, México, les presenta el manuscrito de su primera novela, que a primera vista parece confusa, extraña, que rompe las ideas narrativas en uso en México y en Latinoamérica? Le hubieran dicho, mire, publique primero en otra editorial y cuando tenga un nombre, vuelva con nosotros con su siguiente novela. Ese autor que nunca volvería a escribir otra novela, podría llamarse Juan Rulfo y la lista de obras puede alargarse indefinidamente, qué harían con obras tan imprescindibles como Erasmo y España de Marcel Bataillon, que jamás será un Best Seller. Otra de las funciones que anidan en este fenómeno, es creer que al comprar un sello editorial y despedir al mes o a los cinco años a todo el equipo editorial, se puede continuar con esa labor como si el logotipo fuera todo y no el equipo editorial que ha venido editando a lo largo de los años, que comparte un modo de ver y de discutir, una estética y unas convicciones que desaparecerán del inventario tan pronto como tomen las riendas la mercadotecnia, y la publicación para las mayorías que es una forma de complacencia moral. Por su naturaleza misma, estas nuevas grandes empresas que ahora se llaman de información, de telecomunicaciones, estas industrias del entretenimiento, son incapaces de atender a los

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lectores minoritarios, que son los verdaderos motores del cambio social. Baste pensar en el feminismo, en los movimientos gay-lésbicos, en los movimientos ecologistas, que surgieron justamente desde minorías en sus orígenes extraordinariamente pequeñas. Ante el empuje de estos consorcios, cada vez es más claro que quienes pierden son los componentes de eso que llamamos cultura. Los autores, que se ven rechazados por ventas débiles, descatalogados como Clinex inservibles, a los pocos meses de haber publicado. Las editoriales cuyos catálogos se adelgazan y se ven despojadas hasta volverse irreconocibles, los libreros, cuya existencia tiene las horas contadas, y sobretodo los lectores que vivirán cada vez más en un mundo Disney en el que el producto es la publicidad. Este es el panorama que tenemos delante nuestro y no es fácil enfrentarlo. En este momento, la marcha salvaje de las fusiones no parece dejar fisura ni estar dispuesta a convivir con una competencia editorial ya que no podría ser económica y que opera de modos distintos a ellas. Estamos ante un horizonte extremadamente lúgubre y que como dice André Schiffrin, no parece reversible. Así pues, los editores independientes con el futuro más incierto que se haya vislumbrado en años, tienen un reto de supervivencia parecido a una condena de muerte. Sin embargo, a pesar de todo este pesimismo, lentamente expresado y detallado aquí, creo que es pensable que esa condena de muerte sea apelada y dirimida largamente y que se postergue una y otra vez. Para ello es imprescindible que surjan proyectos entre editores independientes imaginativos, que desarrollen los distintos potenciales de cada uno de sus respectivos ámbitos para poder enfrentar de manera conjunta, al menos durante un tiempo, los retos de las fusiones, de la increíble concentración de las decisiones en unas pocas manos, o quizás debiera decirse, en unas pocas carteras.

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MEMPO GIARDINELLI Escritor argentino Yo fui editor en los años 80 en el renacer de la democracia en Argentina, volví a mi país después del exilio como editor de la revista Playboy que aparecía en Argentina después de muchos años de dictadura y obviamente de represión. En el Nº1 de Playboy, mi experiencia como editor fue espantosa porque fui preso porque todavía quedaban resabios de la dictadura y aunque ya estábamos en democracia fui procesado, fui condenado y finalmente la Corte Suprema de aquel entonces me levantó la condena, fui absuelto, porque decidieron que no era tan inmoral como mis acusadores pensaban. Esta fue mi experiencia de editor de una casa grande, donde estuve solamente porque ganaba muy buen dinero y eso me permitió volver del exilio. Luego monté una pequeña editorial que se llamó Puro Cuento, hicimos una revista dedicada al cuento hispano americano. La revista duró algunos años, y cuando cumplimos cuatro años, en 1990, yo creía que con solo los lectores íbamos a poder seguir adelante. Para aquel aniversario llevábamos publicamos 24 números y creo que por entonces éramos quizás la única o una de las pocas revistas literarias, bimestrales de América latina que no sucumbía a la mortalidad prematura que es proverbial para las publicaciones literarias latinoamericanas, y que aparecía cada dos meses. Pero la crisis en 1990 ya se nos hacía sentir en el pasaje del renacimiento democrático al desprecio de todo lo cultural que significó el régimen menemista, lo que nos hizo disminuir el tiraje de 8.000 a 4.000 ejemplares. No teníamos ningún tipo de apoyo del Estado en esos años, que fueron los años del ajuste y de la concentración económica. La cultura era considerada como algo intrascendente para el gobierno argentino y el mundo empresarial, los bancos, las fundaciones, las agencias de publicidad. Ninguno de estos consideraban a una revista tan pequeña, marginal, como para prestarle algún apoyo. A pesar del final de este proyecto, siempre nos quedará la satisfacción de habernos ocupado del cuento literario como nadie lo había hecho jamás en Argentina, y cuyo antecedente era nuestra revista madrina que era el Cuento de Edmundo Varades de México. En 6 años publicamos con inédita regularidad 36 números y en las 2.144 páginas que editamos, publicamos 810 autores, de ellos 519 fueron varones y 300 fueron mujeres. 446 autores argentinos y 364 extranjeros, es decir 55% y 45%. El país con más autores publicados en nuestras páginas por mi exilio, fue México, y le siguieron Estados Unidos, Brasil, España, Chile, Colombia, Uruguay, Cuba. Estamos muy orgullosos de esto, porque represento a un grupo de gente con la cual estamos proyectando volver a sacar Puro Cuento el año que viene. ¿Es posible la Edición Independiente en América Latina en el contexto de la Concentración del sector y de la mundialización cultural? Pienso que sí pero no como independientes, pero como alternativos, ya que la globalización no admite independencia, y esta mesa lo demuestra con toda brillantez. No hay posibilidad de independencia y yo invito a que nos convenzamos de esto. La concentración no quiere dejar de ser irreversible. La concentración y la globalización no son otra cosa que el gerenciamiento universal, no admite ni admitirá que nada se escape y lo único y propondrá en términos culturales es basura. La dependencia es perfecta, y desde esa perspectiva, es inteligente. Los verdaderos independientes son inteligentes, seguros de sí mismos, son eficaces y además tienen todo el dinero. ¿Qué se puede hacer frente a ellos? Incluso buena parte de la globalización está llena de buenos amigos europeos y norteamericanos dispuestos a enseñarnos un montón de buenas ideas a los salvajes latinoamericanos. De hecho, esto también ha producido que en un país como Argentina y en muchos países de nuestra América, ya casi no queden Editoriales Independientes, todas las grandes casas ya no saben de quien son: Losada, EMC, Sudamericana, entre otras. Y quedan solo algunos románticos, pero no pueden sobrevivir como independientes, solo pueden

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hacerlo como alternativos, diciendo no a la globalización y al economicismo, es decir, la única manera de enfrentarlos es darles la espalda. Es volver a los viejos valores sociales y comunitarios, es desarrollar otros mercados diferentes, es volver a decir que sí al cooperativismo, y hay ejemplos. Lecturas de la Banda Oriental, una editorial uruguaya que tiene su propio mercado y que todo el tiempo tira 5.000 ejemplares a modo del club de lectores, lleva más de 100 ediciones originales. La Editorial de La Gente, que depende de un banco cooperativo y se ha asociado con una tarjeta local, que se llama Carta Franca, una pequeña tarjeta de crédito solamente circulante en la Argentina, y que tiene un público extraordinario, cada vez mayor, y hacen tirajes todas las semanas, que también han superado las cien ediciones. Para darle la espalda a la mentira, no hay otro camino que ser alternativo. Esto nos va a permitir ser más sinceros y ser mejores.

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DEBATE Intervenciones principales André Schiffrin Pienso que no debiéramos detenernos demasiado en la terminología. Lo importante es mirar los catálogos: ¿qué está siendo publicado? Ahí se puede saber, se puede saber qué pasa y se puede saber por ejemplo que pasa con la política. Se puede ver que las grandes empresas no están publicando libros que son críticos con los gobiernos que están comprando sus libros de texto o que los están apoyando de alguna manera, o dándoles el monopolio en algún sector. Obviamente hay un entendimiento entre Murdoch y Blair y lo vemos. Blair le dijo a Murdoch: tú eres mi hombre, los diarios de Murdoch apoyaron a Blair, y tan pronto Blair llegó al poder y estuvo en Italia trató de conseguir derechos televisivos a Murdoch. Es una situación relativamente simple de apoyos corruptos a los que estamos acostumbrados y cuanto más grande sea la empresa, más capaces son de beneficiarse de estas relaciones, por lo tanto, cualquiera que sea crítico, queda excluido de la red corporativa, y esto ocurre cada vez más. Si se observa una librería americana o una librería francesa, los libros que son críticos con el Estado, vienen de los pequeños editores, esto es inevitable. Y una de las cosas más importantes que podemos hacer es continuar el debate político que ha sido completamente excluido de los diarios más importante y de los medios de comunicación. En relación a la calidad, me parece que no tiene nada que ver con la edición nacional o internacional. Se puede ser mediocre en el nivel nacional. Hay un autor que dice leer libros de Beterlsmann desde hace 50 años, y no hay ninguno del cual pueda acordarse. Esto no quiere decir que piense que Beterlsmann haya saturado el mercado con mediocridades, y haya tenido que irse a España o a otros mercados después de los Estados Unidos. Sin embargo es claro que si se necesito un aumento de 25% cada año en los resultados, es necesario ir fuera del país, es necesario ir hacia otros grupos lingüísticos. Por lo tanto hay una dinámica del capitalismo que fuerza la globalización, que fuerza el aumento de la producción fuera del país. Pero a nivel internacional se puede llevar la mediocridad de lo que se tiene nacionalmente. Así que no existen categorías mágicas. La pregunta que hay que hacerse, es qué está siendo publicado. Y pienso que esto es lo que tenemos que observar, lo cual es verdaderamente preocupante. Yo puedo afirmar a partir del análisis de los catálogos norteamericanos, que hay una gran cantidad de categorías que están desapareciendo. Y es este el mundo que Orwell y Huxley predijeron en los años 40: es el entretenimiento, es mantener a la gente tranquila y sin discutir los asuntos importantes. Es la censura que existe en Chile, a través de las presiones del gobierno, de la televisión, y otros. Esta censura se ejerce de diferentes maneras en Estados Unidos. Y este es el punto en el que los editores independientes son absolutamente indispensables, porque nadie más hace el trabajo crítico que ellos hacen en estas sociedades. Milagros del Corral

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No hay que perder de vista en este debate sobre las editoriales independientes y grandes editoriales y grandes grupos de comunicación, que lo que está desapareciendo es la propia actividad editorial. Llegará el momento en el que las editoriales serán algo anecdótico en la vida de estos grupos y que aquello que se llama contenido llegue a constituir simplemente una excusa para que los consumidores se suscriban al servicio ofrecido por el grupo. En estas circunstancias dará igual la calidad o la naturaleza del contenido. Esta gran batalla de autores, editores y productores en defensa del derecho de autor puede dentro de poco tiempo deje incluso de tener interés. Una vez que se consolide el control vertical de estos sectores, es posible que aquellos que lo poseen no se interesan en explotarlo como contenido, porque esta explotación no será suficientemente rentable. Lo único para lo cual podrá servir es como cebo, como banderín de enganche para otros servicios que sí son rentables. Hay que examinar el problema de la edición a partir del componente del ecosistema que se ha ampliado y en el cual el editor ya no es el último de la cadena de información y difusión. Por el contrario, el editor está en sándwich, como antes lo estaba el autor ante el editor. Ahora hay otro que viene a marcarle un limite al editor. En estas circunstancias ¿qué alternativas o qué posibles pistas pueden permitir mantener viva la edición, en la que los más creativos, son los que tienen que llevar adelante esta refundación de la importancia de lo editorial? André Schiffrin Una de las cosas que tenemos que hacer es desmistificar la lógica del mercado y la creencia en que el mercado funciona, en que los libros que se venden son los libros que debieran venderse. Hay muy poca crítica. No hay investigaciones en las revistas literarias que analicen los presupuestos de publicidad de los editores, y que den cuenta si se venden o no los libros. Hay muy poca crítica respecto a lo que los editores están haciendo. Uno de los problemas es que estamos considerando esta situación como inevitable: se considera como inevitable: que la globalización invada el campo editorial, que las grandes empresas compren las pequeñas, que la regla de la necesidad de los beneficios se imponga sobre todos, parece ser algo que de más en más lo estamos aceptando como inevitable y normal. Ninguna de estas cosas son inevitables, felizmente hay leyes que pueden cambiar, hay formas alternativas para enfocar la actividad editorial. Existe una relación inversamente proporcional entre las expectativas de obtener beneficios y la calidad de los libros, y esto se puede probar. Se puede demostrar que cuanto más dinero los editores necesitan hacer, como Beterlsman, peores serán sus libros. Y hay empresas como Hachette que no piden 15% todavía, como lo hace Alianza y Beterlsman y muchas otras empresas. Por lo tanto todavía se puede intentar movilizar a la opinión pública y decir que esto está arruinando nuestra cultura. Yo estoy presentando mi libro aquí a las revistas españolas, y cuando lo hago les pido que hagan un análisis más crítico de la edición en España, que no se limiten a revisar un libro, a que revisen los catálogos, comparando lo que hacían las empresas 20 años antes, y preguntándose si lo están haciéndolo mejor. ¿Si están resistiendo a las presiones? ¿Si son capaces de continuar publicando buenos libros? ¿Cuáles son los libros que van a decir en privado que no pueden seguir publicando y porqué? Todas estas son preguntas que debieran ser contestadas por las revistas especializadas para crear una suerte de contra-poder sobre los editores, que puede sumarse a un apoyo desde un punto de vista de la ley, que ayude a la edición. Lo peor que se puede hacer es decir que no se puede hacer nada, o que todo lo que se puede hacer es publicar pequeños libros de poesía. No podemos abandonar la batalla por la gran cultura, menos aún si lo que estamos haciendo por nosotros mismos.

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Pablo Harari Quizás no se puedan cambiar las reglas del juego pero es posible torcerlas, aprovechar circunstancias favorables en algunos casos. Por ejemplo en lo que concierne la ley sobre el precio único del libro, existen argumentos a favor, es el caso de Francia, de España, de Alemania, donde la ley ha sido favorable. En México hay quienes dicen que es una pelea perdida de antemano. En Uruguay existe una coyuntura que permite hacer algo. En Chile ya se ha hecho algo. De manera que no es que no se pueda cambiar las leyes, no es que la globalización sea un movimiento imparable. Los editores independientes latino americanos tenemos que fortificarnos entre nosotros, buscar alianzas con editores independientes españoles, presionar a las autoridades y a los enclaves del sector. Si se logra hacer proposiciones a los organismos internacionales o a los gobiernos, se podrá parar algunas reglas o torcerlas, se podrá impedir que lleguen otras y mientras tanto podremos seguir construyendo nuestro catálogo y nuestra calidad. No debemos olvidar que la resistencia principal que podemos hacer es a partir de la calidad de lo que hagamos, demostrando que somos un factor cultural imprescindible. Leo Harari Este debate me hizo recordar de una cita de un escritor americano que decía,

“fuerza para cambiar lo cambiable, paciencia para aceptar lo incambiable,

e inteligencia para darse cuenta de la diferencia.” Todo el trabajo hoy en día es la inteligencia para saber cuáles son aquellos combates que realmente podemos emprender. Hay consenso en un punto, y es que la profesión del editor tiene una parte intangible, no negociable, y exterior al mundo de la economía. Los lectores no son sólo consumidores, son gentes a las que se les puede ayudar a cambiar la visión del mundo y la manera en la que están viviendo, si uno llega con la buena palabra en el buen momento. Esta parte de vuestra profesión es revindicable contra todos los reduccionismos y contra los que solo quieren hacer de la vida un problema de oferta y demanda, de costo y beneficio.

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CAPÍTULO III

Los desafíos de hoy para la edición independiente

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EXPOSICIÓN FRANÇOIS GÈZE Director Editions La Découverte, Francia.

¿Qué creatividad editorial en América Latina? Esta nota se propone evaluar las perspectivas de proyectos comunes y de alianzas entre editoriales europeas y latinoamericanas encaminados a contribuir al desarrollo y a la creatividad del sector en América Latina. Con esta mira, empezaré por examinar, basándome en mi experiencia al frente de una editorial francesa desde hace unos veinte años, el modo en que se perciben generalmente desde Europa los mercados del libro en Latinoamérica, para pasar luego a ciertos rasgos de la evolución de los intercambios entre ambos continentes durante estos últimos años, a fin de definir mejor las pistas que hay que explorar y las medidas concretas que podrían facilitar el avance hacia el objetivo mencionado. I. Un contexto económico difícil Comparadas con sus homólogas europeas, las industrias editoriales latinoamericanas adolecen de un cúmulo de inconvenientes poco favorables, a priori, a la creación literaria e intelectual. Para evaluar su alcance hay que recordar previamente que, en la mayor parte de los países del mundo, la gran mayoría de los títulos producidos cada año (entre el 80 % y el 90 %) están destinados ante todo al mercado local: esto se debe a la fuerte idiosincrasia de las culturas nacionales (inscrita ya, en particular, en las primeras lecturas, las de los manuales escolares), que limita sensiblemente la proporción de las obras que pueden circular de un país a otro (por exportación o por traducción). Esto se aplica a Europa, desde luego, pero también, y paradójicamente, a Latinoamérica. Paradójicamente, pues aparte de Brasil, los países del subcontinente comparten el mismo idioma y poseen fuertes raíces culturales comunes; y si bien es cierto que gran parte del potencial comercial de ese espacio lingüístico está insuficientemente explotado por los editores locales - he de volver a referirme a este punto -, no hay que subestimar el peso considerable de las especificidades nacionales. En Europa, en todo caso, la experiencia histórica enseña que el dinamismo y la creatividad de las diversas industrias editoriales se afirmaron inicialmente basándose en los mercados nacionales, gracias a la conjunción de varios factores: la emergencia de un mercado solvente de magnitud suficiente, una reglamentación y una legislación favorables al comercio del libro, y la profesionalización de los diferentes actores del ciclo del libro, muy especialmente de las librerías y de los distribuidores. Ahora bien, en estos tres aspectos, las editoriales latinoamericanas padecen de serias desventajas: Los mercados nacionales solventes son limitados debido al contexto económico general difícil y a las grandes desigualdades de ingreso que perjudican gravemente a las clases medias lectoras (que representan tradicionalmente la parte principal del mercado de los libros de creación); de ahí las expectativas de venta limitadas de la mayoría de los títulos publicables, lo cual implica tiradas iniciales reducidas y, por consiguiente - dada la fuerte gravitación de los costos fijos de producción -, los precios de venta elevados que, a su vez, contribuyen a frenar el acceso al libro de la mayoría del público. Aparte de Colombia (que desde el 1º de enero de 1994 dispone de la “ley 98”), el marco reglamentario y legislativo del mercado del libro es, en general, desfavorable: ausencia de

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leyes o de acuerdos profesionales que prohiban las prácticas de discount (la experiencia muestra que el precio único es indispensable para la consolidación de una red de librerías diversificada, condición imperativa, a su vez, de una verdadera creatividad editorial), insuficiencia o ausencia de tarifas postales preferenciales, limitación del presupuesto destinado a adquisiciones de las bibliotecas públicas (que, además, suelen imponer descuentos importantes para sus compras), etc. Además de los dos factores precedentemente citados, que contribuyen a explicar la relativa fragilidad de las redes de librerías y, por consiguiente, a desfavorecer a la economía de la creación editorial, ésta sufre los efectos del costo elevado del transporte y, aún más, de la ausencia de dispositivos de distribución eficaces (que funcionan desde hace décadas de manera industrial en la mayoría de los países europeos); sumados a las barreras tarifarias a menudo subsistentes, los altos costos de distribución constituyen un obstáculo mayor para el desarrollo de los intercambios interlatinoamericanos (lo cual explica la proporción generalmente reducida de la exportación - aparte de México y de Colombia - en las ventas de libros de los países del subcontinente). Por último, a todas estas desventajas vienen a añadirse, notoriamente, los efectos de la competencia de los libros producidos por las editoriales españolas: aunque limitada en cuanto al número de títulos y disminuida desde comienzos de los años 1980 (principalmente debido a la devaluación de las monedas latinoamericanas y a la reducción de los subsidios a la exportación otorgados por el Estado español desde su ingreso en la Unión europea), ésta suele sustraer a las editoriales latinoamericanas importantes oportunidades de venta, particularmente con respecto a obras traducidas del inglés o del francés; ahora bien, precisamente, la venta masiva, asegurada de antemano, de unos pocos títulos de esta clase permitiría, en virtud de la perecuación, la publicación de obras de creación de autores nacionales, más difíciles de vender. Pero es notable que, a pesar de todos estos escollos y también de las profundas desestabilizaciones provocadas desde hace veinte años por las crisis económicas y los efectos de los diversos planes de “ajuste estructural”, varios países latinoamericanos (por orden de importancia: Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile, Venezuela) conserven industrias editoriales de magnitud significativa y que casas editoriales independientes logren mantenerse junto a las filiales de grandes grupos europeos. II. El enfoque de los mercados latinoamericanos por las editoriales europeas Tras un período de fuerte reflujo, consecutivo a la crisis de los años 1980 en Latinoamérica, las editoriales europeas empezaron de nuevo desde hace unos años a interesarse en los mercados del subcontinente. Sin duda, para ellas, con excepción de las editoriales españolas, tales mercados son relativamente marginales, ya se trate de la exportación de libros o de la venta de derechos. Sin analizar detalladamente estas evoluciones, voy a referirme a dos de ellas que, a mi parecer, pueden desempeñar un papel importante en la perspectiva de una redinamización de los intercambios entre ambos continentes. 1) Efectos de la concentración editorial en Europa La más significativa, desde el punto de vista económico, es la vinculada a la creciente concentración de la edición europea. Efectivamente, los grandes grupos editoriales europeos que se han desarrollado en los últimos veinte años, aproximadamente, ocupan ahora una posición dominante a escala mundial (incluso en Estados Unidos, donde Bertelsmann se ha convertido en el líder del sector, después de varias adquisiciones espectaculares). España no ha escapado a este proceso: varios grandes grupos, como Havas (Francia), Bertelsmann (Alemania) o Mondadori (Italia), han extendido su presencia allí, principalmente por

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adquisición de casas editoriales o grupos españoles. De resultas de ello, la actitud de estos últimos ante los mercados latinoamericanos ha empezado a cambiar: tradicionalmente, tales mercados eran percibidos por las editoriales españolas principalmente como salidas a la exportación que les permitían mejorar sus márgenes, lo cual preocupa menos a los grupos europeos que las han adquirido. Para éstos, en efecto, se trata menos de exportar los excedentes que de conquistar los mercados locales: en primer lugar los del libro escolar, que son, y con mucho, los más importantes en Latinoamérica (del 60 al 70 % de las ventas, en volumen) y potencialmente los más rentables. En consecuencia, sus objetivos radican en valorizar, a la vez, una pericia comercial (adaptando a las especificidades locales, de ser necesario, el contenido de las obras escolares y paraescolares) y la explotación de contenidos “localizables” en materia de obras enciclopédicas o de consulta (incluso en forma digital: CD-ROM o edición “en línea”). Con este designio, las filiales latinoamericanas de editoriales españolas adquiridas por los líderes europeos, al igual que los grupos propiamente latinoamericanos adquiridos directamente por éstos (como el grupo brasileño Atica, adquirido en 1999 por Havas), van a modificar sus estrategias, inscribiéndolas en estrategias mundiales que dan un lugar cada vez más determinante a Internet y a la explotación digital de los contenidos. Por cierto que esta primera “tendencia pesada” no está exenta de peligros para la creación editorial en los países latinoamericanos: puede ser el vector de una “uniformización” cultural que inhiba la expresión de las potencialidades del “espíritu local”, a raíz de la “patodonaldización” estadounidense ya denunciada en los años 1970 por Ariel Dorfman y Armand Mattelart. Pero también puede tener efectos benéficos, pues las multinacionales que han invadido el campo cultural, sobre todo en Europa, han sólido pasar a una nueva etapa, al descubrir que su interés bien entendido requería más bien respetar las idiosincrasias locales, apoyándose primero en las competencias de los profesionales de los países donde invierten, profesionales que no escasean en Latinoamérica. Lo que está en juego en este terreno es, sin duda, la capacidad de los Estados para fijar y hacer respetar reglas y leyes, particularmente necesarias en el sector del libro, favorables a la vez a la creación editorial y a la inversión. De cumplirse estas condiciones, que no tienen nada de extravagante, las “multinacionales culturales” europeas, gracias a su experiencia, pueden ayudar a la edición latinoamericana a acelerar la modernización que necesita imperativamente (sobre todo la del aparato de distribución); pues sería vano esperar un surgimiento de la creación sin herramientas eficaces (racionalización del transporte, almacenes de distribución “industrializados”, bases de datos bibliográficos, intercambio de datos informáticos para la comercialización). 2) Un nuevo enfoque para la venta de derechos en lenguas castellana y portuguesa Tradicionalmente, los principales flujos Norte-Sur de ventas de derechos de traducción (ficción y otros) acusan un doble desequilibrio: la proporción de obras traducidas de idiomas extranjeros es muy pequeña entre las editoriales de los países del Norte de lengua inglesa o alemana, un poco mayor entre las editoriales francesas y mucho mayor entre las editoriales de los países de Europa del Sur (España, Portugal, Italia, Grecia, Turquía, Rumania); y lógicamente, las editoriales de los países de lenguas latinas compran mucho más derechos de obras inicialmente publicadas por editoriales inglesas y alemanas que los que aquéllas venden a éstas. En este contexto, las editoriales de Europa del Norte (Francia inclusive) consideraron durante largo tiempo los mercados latinoamericanos de los derechos como “anexos” de los mercados de la península ibérica, de modo que cedían con toda naturalidad los derechos mundiales en castellano a las editoriales españolas y en portugués a las editoriales de Portugal. Pero desde los años setenta, el dinamismo de la edición brasileña y la brecha lingüística creciente entre las lenguas habladas en Portugal y en Brasil llevaron a sistematizar cesiones

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distintas para estos dos países. Y desde los años ochenta, en vista de la disminución de las exportaciones españolas a Hispanoamérica, las editoriales que operan en idiomas de Europa del Norte han tratado cada vez más de separar los mercados de las cesiones: en detrimento de las editoriales españolas, les han impuesto, cada vez con mayor frecuencia, cesiones de derechos de traducción al castellano para su propio país exclusivamente, reservándose, cuando ha sido posible, la posibilidad de ir cediendo caso por caso a las editoriales hispanoamericanas los derechos para otros territorios 1 (ya sea para todo el continente americano, para una región - como la región andina - o incluso para un solo país). De ahí situaciones a veces grotescas, en las que una misma obra cuyos derechos habían sido cedidos en varios países de lengua castellana podía ser objeto de otras tantas traducciones diferentes, siendo así que, contrariamente a lo que ocurre con el portugués, las diferencias lingüísticas entre España y los países hispanoamericanos no son tan importantes como para impedir la mutua comprensión. Efectivamente, hay que reconocer que, en la mayoría de los casos, las editoriales latinoamericanas de lengua castellana no supieron aprovechar esa nueva coyuntura para establecer nuevas relaciones de colaboración continentales: si se trataba de filiales de casas españolas, dependían de las decisiones de su casa matriz (que, en general, prefería la venta de libros en el subcontinente a la cesión secundaria de derechos a sus filiales); en cuanto a las editoriales nacionales independientes, sólo excepcionalmente estaban en condiciones de proponer a las editoriales europeas o norteamericanas una explotación conjunta de los derechos (a partir de una traducción costeada conjuntamente) en los diferentes países del subcontinente. (Las únicas tentativas serias en este sentido fueron las de las editoriales mexicanas Siglo XXI y Fondo de Cultura, dotadas de filiales en los principales países hispanoamericanos, tentativas que, por desgracia, fueron gravemente afectadas por las crisis financieras mexicanas de 1982 y 1994.) III. Algunas pistas para favorecer la creación editorial latinoamericana mediante una cooperación renovada entre Europa y Latinoamérica En este contexto, las iniciativas de organismos de financiación deseosos, como el BID, de favorecer la creación editorial latinoamericana, deberían orientarse, a mi parecer, según dos ejes principales. 1) Una acción de lobby frente a los Estados para lograr la adopción de un marco legislativo y reglamentario favorable a la edición Esta acción podría apuntar a objetivos de dos tipos: la aceptación de las especificidades del mercado del libro y el desarrollo de los intercambios intercontinentales.

a) Consideración de las especificidades del mercado del libro Como lo han mostrado numerosos estudios realizados en Francia, “el libro no es una mercancía como las demás”.

1 En relación a Francia, las estadísticas del Sindicato nacional de la edición dan cuenta de esta evolución: en 1998, sobre 5.085 títulos cedidos por los editores franceses a editores extranjeros, 656 lo fueron para el castellano, situando esta lengua en el primer lugar de las lenguas de cesión (con 13% del total); sobre estas sesiones, 504 fueron acordadas a editores españoles (pero de las cuales solamente 169 contratos cediendo derechos mundiales) y 152 a editores latino americanos (de las cuales 18 contratos cediendo derechos mundiales), según el detalle siguiente: Argentina (91 contratos), México (28), Chile (14), Colombia (10), Venezuela (6), Perú (2), República Dominicana (1).

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Por una parte, se trata ciertamente de un artículo comercial, sujeto a la ley de la oferta y la demanda: un mismo texto, bien editado y ofrecido a un precio razonable, se venderá mejor que si se publica atropelladamente y se propone a un precio excesivo; y este hecho banal, dicho sea de paso, es el mejor antídoto para las tentaciones de una edición íntegramente asumida por el Estado, con los riesgos que traería aparejados para la autonomía de la creación editorial (baste referirnos al “modelo” — o más bien “contramodelo” — de la edición pública en los países ex-comunistas de Europa Oriental: en ella se preservaban a veces ciertos espacios de creación - y a menudo con resultados magníficos -, pero a costa de una censura y de una autocensura en buena medida tan violentas como las ejercidas en Occidente por los obsesos de la bottom line, y frecuentemente mucho más violentas que éstas.) Pero, por otra parte, se trata (las más de las veces) de un objeto irreductiblemente “cultural”: cada libro, en cuanto proviene verdaderamente de un acto de creación, es un objeto único y no reproductible, lo cual hace de la edición - como se ha dicho frecuentemente - una “industria de prototipos”, que no puede funcionar según las reglas clásicas de las industrias de bienes de consumo de masa (selección por los precios entre bienes sustituibles, economías de escala, producción taylorizada, etc.). De ahí la necesidad de un marco reglamentario específico que permita al empresario editorial aplicar efectivamente dos reglas elementales. La primera, a corto plazo, es la perecuación entre títulos “difíciles” y títulos de fuerte venta (los segundos financian los primeros): esta restricción es severa, pero preserva la libertad del editor. (En el marco de una financiación pública, la restricción desaparece pero, a la larga, la libertad del editor-funcionario se reduce a la nada, pues la lógica de quien lo financia es necesariamente política y, por consiguiente, se aplica, para empezar, al contenido de los libros.) La segunda regla, complementaria de la primera, se refiere al largo plazo: es esencial construir una “política de autor”. Primeramente, por supuesto, porque es la vocación misma del oficio de editor, lo que caracteriza ante todo su dimensión creadora. Pero también porque ello le permite asegurar su perennidad y la de su catálogo: el autor “difícil” de hoy podrá convertirse en un autor “de éxito” dentro de diez, veinte o treinta años (como lo ha mostrado en Francia, de modo ejemplar, la labor de las Éditions de Minuit desde hace más de medio siglo: las obras de Duras o de Beckett sólo tuvieron al principio una difusión confidencial, para convertirse en best-sellers muchos años después). En esta perspectiva, los imperativos de rentabilidad, en la medida en que se aplican al largo plazo, no son contradictorios con los de la creación. Estas restricciones económicas condicionan una regulación del mercado del libro por reglas específicas, dado que el objetivo perseguido consiste precisamente en favorecer su especificidad (y esto se aplica tanto a las editoriales independientes como a las filiales de grupos multinacionales). Son reglas de este tipo las que debería promover una acción de lobbying eficaz ante los Estados latinoamericanos, uniendo los esfuerzos de los organismos profesionales y de organismos de financiación como el BID. Sin pretender ser exhaustivos, podemos formular así las principales disposiciones que debería abarcar ese esfuerzo de reglamentación. Fijación del precio único del libro: como hemos visto, la práctica del discount favorece de entrada a las grandes tiendas “multiproductos” e impide la emergencia de una red diversificada de librerías, indispensable para la explotación de los múltiples “nichos” que constituyen en realidad el “mercado del libro”. Pues no se venden de la misma manera ni al mismo público un diccionario, un tratado de filosofía, una recopilación de poesías, un manual escolar o una obra práctica. De ahí la necesidad de

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comerciantes especializados cercanos a cada uno de estos mercados, en una “ecología” global en la que quienes se dirigen a “nichos” más vastos no puedan “devorar” a quienes abordan prioritariamente ámbitos más reducidos: en otras palabras, quienes quieren vender libros de filosofía o de poesía deben tener también la posibilidad de vender, sin temer la competencia salvaje de los discounters, los diccionarios y los best-sellers que contribuyen a financiar su actividad principal. Por lo demás, numerosos estudios muestran claramente que el discount tiene siempre efectos inflacionistas sobre el precio medio del libro (en tres años, por ejemplo, éste ha aumentado en un 15 % en Gran Bretaña, desde la supresión del régimen del precio único en 1996). Al favorecer la moderación de los precios, el sistema del precio fijo contribuye, pues, a ampliar el acceso de los consumidores al libro. Adopción de disposiciones fiscales específicas: puede tratarse de la fijación de un porcentaje reducido del IVA (incluso nulo), como lo han hecho la mayoría de los países europeos; o de disposiciones más radicales, como las de la “ley 98" colombiana anteriormente mencionada (exoneración de impuestos durante veinte años para las editoriales de capital nacional, exención del impuesto sobre la renta para los derechos de autor y los honorarios de traducción). Prioridad de las adquisiciones públicas en beneficio de las librerías: obligar a los organismos públicos (bibliotecas, universidades, administraciones, etc.) a adquirir los libros que necesiten (nacionales o importados) en las librerías locales (sin descuento o con un descuento limitado) es uno de los medios más eficaces para consolidar una verdadera red de librerías. Una política de subvenciones discriminadas en beneficio de las editoriales de capital nacional: gracias a un sistema de este tipo, particularmente adaptado a los países de mercado nacional exiguo, los poderes públicos de Quebec han conseguido favorecer el desarrollo de un tejido de editoriales nacionales, pese a la fuerte presión ejercida por las importaciones de libros franceses; puede tratarse de subvenciones de organismos públicos o privados (que, en tal caso, gozan de exoneraciones fiscales).

b) Desarrollo de los intercambios intracontinentales Una condición necesaria para ello (pero, desde luego, no suficiente) es la exención de derechos arancelarios o de aduana (y de todos los impuestos que gravan la importación y la exportación) y la reducción de las tarifas postales para el libro (disposiciones contenidas en la “ley 98" colombiana).

2) Alentar acuerdos entre editoriales latinoamericanas y europeas Ante la presencia creciente de los grandes grupos editoriales europeos en los mercados latinoamericanos, a través de la implantación o de la adquisición de filiales locales, el equilibrio y el dinamismo de la creación editorial local requieren imperativamente un estrechamiento de los vínculos de colaboración entre las editoriales independientes en dos sectores principales: la distribución y la adquisición de derechos. En ambos casos, los acuerdos con editoriales europeas pueden desempeñar un papel de palanca no desdeñable. En materia de distribución pueden contemplarse diversas fórmulas: acuerdos de distribución cruzados entre editores nacionales de dos o más países latinoamericanos, puesta en común de los dispositivos de venta para abordar el mercado hispanohablante de Estados Unidos y, también, participación en la creación de aparatos de distribución modernos en los principales países (Brasil, México, Argentina, Colombia), eventualmente en relación con las filiales locales de grupos europeos (es habitual en Europa que los editores independientes

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encomienden la difusión y la distribución de sus obras a las filiales especializadas de los grandes grupos, obteniendo así importantes economías de escala). En materia de adquisición de derechos, pueden explorarse asimismo varias posibilidades. En el sector de la literatura general (novelas y ensayos), donde más fuerte es la competencia potencial de las editoriales españolas, las editoriales europeas (independientes o filiales de grandes grupos), especialmente francesas, alemanas e italianas, estarían muy interesadas por la posibilidad de tratar con consorcios ad hoc de editoriales hispanoamericanas. Esto puede realizarse de dos maneras: una editorial latinoamericana adquiere los derechos en castellano de una obra para todos los países del subcontinente, comprometiéndose (a menos que haya logrado establecer acuerdos de distribución sólidos) a cederlos a su vez a editoriales de los diferentes países (este tipo de acuerdo, por ejemplo, fue concluido en 1994 entre la editorial colombiana Norma y la editorial francesa Gallimard para los derechos en castellano del libro de Daniel Pennac Comme un roman); editoriales de diferentes países (por lo menos tres, para que la propuesta sea atendible) se comprometen a adquirir conjuntamente (reservándose cada uno, mediante un contrato específico, su mercado nacional o incluso regional) a un editor europeo los derechos en castellano de una obra, compartiendo paralelamente (de modo proporcional a sus respectivas tiradas iniciales) los gastos de traducción; en este caso, es imperativo que una de las editoriales del grupo desempeñe el papel de “adalid” ante la editorial europea cedente, sobre todo para asumir la traducción y la supervisión de la calidad de la misma (acuerdos de este tipo son bastante frecuentes entre editoriales francesas y quebequeñas o belgas, para la adquisición de los derechos de obras publicadas por editoriales inglesas o norteamericanas; y desde hace unos años se están desarrollando entre editoriales del Machrek y del Magreb para la traducción al árabe de obras francesas). En ambos casos, es esencial que las editoriales latinoamericanas dispuestas a concluir acuerdos de este tipo se den a conocer a las editoriales europeas potencialmente interesadas. Ello puede hacerse informando a los sindicatos profesionales de los países de que se trate, pero también por medio del sitio en Internet de la Feria del Libro de Francfort, o incluso creando un sitio ad hoc en Internet (que remita a los sitios propios de las editoriales latinoamericanas asociadas al proyecto) y haciéndolo registrar por los principales buscadores. Por otra parte, los acuerdos de esta clase deberían permitir aprovechar, más fácilmente que meros acuerdos bilaterales, los dispositivos públicos de ayuda a la traducción, existentes en los principales países europeos interesados (Alemania, Francia, Italia). Yendo más allá de las primeras experiencias en la materia (como la de las editoriales independientes Trilce, Era, Lom y Txalaparta), sería de desear que esta fórmula pueda darse a conocer montando dos o tres operaciones de magnitud, en las cuales consorcios ad hoc de editoriales latinoamericanas podrían proponer conjuntamente a editoriales europeas un pago a cuenta (avance sobre los derechos) sustancial para adquirir los derechos en castellano para Hispanoamérica de obras para el gran público, lo cual contribuiría a convencer a éstas de la existencia de una alternativa seria a la mera cesión de los derechos mundiales a una editorial española (que es el caso más frecuente tratándose de obras que cuentan con un mercado potencial importante). El BID podría desempeñar un papel motor participando en la financiación de iniciativas comerciales de este tipo. Pero, sobre todo, de modo más estructural, podría contribuir a la financiación de encuentros regulares entre editoriales latinoamericanas (y entre éstas y editoriales europeas), cuya insuficiencia, por falta de medios, es, como se sabe, el principal obstáculo para la realización de alianzas continentales. Por cierto, los marcos más indicados para encuentros de este tipo son las ferias internacionales del libro de Guadalajara (noviembre) y de Francfort (octubre).

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COMENTARIOS BRIDGET IMPEY David Philip Publishers, Africa del Sur. Yo nací en una familia que tenía una librería independiente. Esta experiencia de vender libros influyó en mi manera de comprender la edición, ya que estuve en el otro lado de esta actividad. Entré en el mundo de la edición hace 18 años, y la editorial en la que he trabajado existe ahora hace 30 años. Durante estos años, desarrollamos estrategias para mantenernos en vida. Y pensamos que nuestro mayor logro es que hayamos sobrevivido todo este tiempo. Publicamos durante los años negros del Apartheid. El fundador de esta editorial, tomó riesgos muy importantes al publicar los libros que publicábamos. Desarrollamos diferentes estrategias para poner nuestros libros en el mercado durante esos años. Publicamos libros sobre las detenciones y la tortura y lográbamos distribuirlos de una manera alternativa. Cuando los imprimíamos, los enviábamos inmediatamente a una lista de 300 personas a quienes les pedíamos nos enviaran un cheque. Teníamos miedo que el libro fuera incautado o que fuera prohibido, y era importante para nosotros que tuviera un público antes que esto ocurriera. Las circunstancias de esos años exigían que adoptáramos estrategias alternativas para sobrevivir. Ahora los desafíos son diferentes. Al ser independiente o críticos, necesitamos adaptar nuestras estrategias, de manera que podamos seguir publicando libros que permitan a la sociedad ver las cosas de una manera distinta. Durante los años del Apartheid nos llamábamos a nosotros mismos editores de oposición. Y en Africa del Sur eran pocos los que podían darse a sí mismos ese título. Más tarde con la liberación de Mandela el mercado cambió. De repente todos comenzaron a publicar libros sobre las luchas de Mandela. Las multinacionales que habían obtenido muchos beneficios de este sistema de Apartheid, aparecían ahora haciendo publicidad sobre los héroes de la lucha. Se ha descrito este proceso de las compañías mutlinacionales colonizando los temas de los cuales fueron pioneros las editoriales independientes. Esto nos está ocurriendo a nosotros y hemos tenido que reaccionar, ser más sensibles y encontrar nuevos temas. Publicamos actualmente cerca de 30 libros por año, de literatura, ciencias sociales, arte, y también publicamos libros de caricaturas satíricas y políticas, que nos dan un ingreso importante. Estamos intentando publicar libros de ficción con los cuales es más fácil trascender las fronteras. Hay muchas similitudes entre los problemas a los que están confrontados los editores independientes de América Latina con los problemas a los cuales nosotros estamos confrontados en Africa del Sur. Allá hay grandes casas editoriales españolas entrando en nuevos mercados. Nosotros tenemos las grandes editoriales británicas y americanas haciendo lo mismo en nuestros países, por ejemplo tenemos a Random House y Bertelsmann muy bien establecidos. Consideran que Africa les pertenece, que pueden hacer lo que quieren aquí. En contrapartida la industria editorial local es frágil, en parte por el tamaño reducido de los mercados, por los problemas de la distribución y del precio. En Sud Africa el precio de un libro es más caro que en Gran Bretaña o en Europa, y es a causa del tamaño reducido del mercado. El desafío para nosotros es que necesitamos sobrevivir. La manera de hacerlo es perderle el miedo a las multinacionales. Tenemos que dejar de pensar que estamos ante una fatalidad. Cualquiera sea el tamaño de las multinacionales, están todas en el mismo negocio. Y nosotros no estamos en el mismo negocio. Pareciera que hacemos lo mismo, pero estamos operando claramente en planos distintos. Ellos están en el negocio de hacer beneficios, a través de los productos que fabrican. Nosotros estamos en el negocio de las ideas. Somos originales y únicos. Somos agentes culturales y somos partes del cambio social. Estamos en un negocio

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muy diferente que esas máquinas que están obligadas a caer en la mediocridad con el objetivo de alcanzar niveles aceptables de retorno de inversiones que esperan sus accionistas. Nuestras publicaciones funcionan en paralelo con estas editoriales comerciales, hay lugares en los que estamos conectado y podemos interactuar, pero necesitamos ser claros en relación a lo que nos define y a lo que es accesorio. Tenemos que demostrar la existencia de nuestro mercado. Tenemos que planificar nuestras promociones de manera eficiente, tenemos que informar a los lectores ya que sabemos que hay lectores para nuestros libros. Pero estos lectores necesitan ser informados acerca de la existencia de nuestras publicaciones. No podemos cambiar las reglas pero podemos pasar por al lado. Tenemos que adoptar nuevas tácticas y hacer cosas inesperadas. Tenemos que ser inteligentes. Nuestro desafío no es como destruir las multinacionales, pero cómo hacer oposición a través de sinergias. Podemos cooperar en un mismo país, haciendo promociones conjuntas. Podemos anunciar una lista conjuntamente. Pienso que el otro problemas para los editores independientes es económico. Podemos producir libros atractivos, que se vendan, sin comprometer la coherencia del catálogo. Estos best sellers, pueden ayudar a publicar otros libros, que tienen menos posibilidades de venderse bien, como pueden ser libros de poesía. Es necesario encontrar un equilibrio, en un catálago. La utilización de Internet, para promocionar o vender libros también es un medio eficaz para la sobrevivencia.

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PAULO SLACHEVSKY Director LOM Ediciones, Chile. Evitare referirme a las definiciones e importancia de estas, pues ya en más de seis exposiciones se trató el tema, y por ello tratare de entrar directamente en la problemática que reúne esta mesa, cual es la de los desafíos de hoy para la edición independiente. En su exposición Fronçois Gèze da un claro panorama de esta cuestión poniendo énfasis en los posibles intercambios ínter e intra continentales como en el desarrollo de políticas estatales. Estoy de acuerdo en gran medida con su punto de vista, y me interesaría remarcar algunos aspectos y dar una mirada diferente sobre otros. Comparto, como se ha dicho anteriormente, que sin duda vivimos una difícil situación como editores independientes, pero si bien el contexto en que nos movemos es complejo y profundamente cambiante, me parece importante poner de manifiesto, por evidente que ello sea, que hay aspectos que dependen de nosotros el hacer valer y hasta hoy en día, poco se ha hecho. Digo aquello, pues si bien hay una problemática que podría convertirnos como señalaba Pablo Harari en “una especie en vías de extinción”, esa problemática, comunicacionalmente hablando, es más implícita que explícita, y poco ha sido planteada como tema de debate. Cuando se habla del mundo del cine y de la necesidad de políticas de apoyo a la industria cinematográfica, a nadie ni siquiera se le pasa por la cabeza apoyar películas de Holliwood. Se trata claramente de apoyos al cine independiente, sea este latinoamericano o europeo. Cine generalmente marcado por un carácter y sentido que le da una identidad propia. Pero cuando se habla de apoyo y fomento al libro, ¿donde terminan los fondos? Lamentablemente la mayoría de las veces en las manos de las mismas multinacionales del libro, que poco requieren de estos para sobrevivir. Ello, porque no existe conciencia de la diferencia entre las multinacionales del sector y las editoriales propias del país, y eso corresponde esencialmente a una responsabilidad de las mismas editoriales independientes. Generalmente nos limitamos a participar en las cámaras nacionales del libro donde predominan en fuerza las multinacionales o empresas ligadas al Estado, quedando todos en un mismo saco. Desde las mismas editoriales independientes, raramente se marca la diferencia. Así, en Chile, el principal discurso de la Cámara del Libro es en contra de la piratería, lo que constituye sin duda un problema para el mundo del libro, pero para nada el principal problema. Cuando esto se asume como la batalla eje de libreros y editores, contando con el apoyo del Estado, a fin de cuentas se esta trabajando para la problemática de las multinacionales y sus lógicas de producir best sellers, dejando de lado una serie de cuestiones mucho más urgentes para la existencia y desarrollo de libreros y editores independientes, y para el desarrollo cultural del país en general. Al limitarnos a una agrupación del sector, no sólo no marcamos diferencias y no trabajamos en pos de una discriminación positiva por parte del Estado, sino también terminamos ayudando a resolver las dificultades de las multinacionales del libro. Ahora bien, esta falta de distinciones lingüísticas, distinciones de sentido, que permitan marcar una diferencia clara en el seno del mundo del libro, y enfatizar políticas que incentivan a los que realmente trabajan por el libro como soporte cultural y no mera mercancía, tampoco se da en el ámbito cultural entre escritores, lectores y críticos. Y ello responde también a un problema más general. En Chile, y me parece que también en los otros países del continente, en los años 70, los intelectuales de izquierda escribían en los medios de comunicación que los representaban, o por lo menos les daban la prioridad. Hoy, lamentablemente en nuestro país, no existen periódicos ni de izquierda ni de centro, y todos escriben en el Mercurio y sus similares, órganos de una derecha conservadora, ligados a la dictadura militar. Pero eso no responde sólo a una falta de medios propios, responde también a una pérdida de la relación

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entre el medio y los fines, como si de alguna manera no hubiera una relación entre lo que se dice y donde se dice; y a esta altura del estudio de los mensajes comunicativos esto llega a caer en lo ridículo. En ese sentido, creo que como actores de un discurso de la diferencia y en alguna medida salvaguardas de la diversidad cultural en el mundo del libro, debemos plantear claramente el problema en el seno de nuestras sociedades, ser voceros de las diferencias, pues no podemos seguir esperando que los otros, autores, críticos, lectores, solos se den cuenta. Nos cabe interpelar a los intelectuales, e impulsarlos a transformar en una práctica su identificación con proyectos alternativos, a la coherencia entre el discurso y el que hacer en relación a los medios culturales. Además, creo que es también una cosa de tiempo; no creo que se mantengan en el tiempo los aspectos benéficos de las multinacionales que menciona Fronçois Gèze, las que dice él han sabido pasar a una nueva etapa respetando las idiosincrasias locales. Tanto la experiencia que cuenta en su libro André Schiffrin en los Estados Unidos, como lo que podemos ver en los países latinoamericanos, están demostrando que si en un momento determinado respetar la idiosincrasia va a la par con las políticas comerciales, ambas se respetaran, pero si después esto deja de ser un buen ingrediente del marketing, las idiosincrasias locales se dejaran de lado. Ya sabemos como botan a la basura autores que ya no venden, dejan discontinuadas obras valiosas que pierden su carácter de atractiva mercancía. Hay que hacer explícita esta realidad y marcar el terreno de las practicas culturales, buscando la alineación del mundo cultural con medios que rescatan los valores de lo cultural, para los cuales la cultura no es un espectáculo. Sin duda, no podemos exigir un compromiso del mundo cultural, lectores y escritores, sin considerar aspectos económicos. El mismo derecho de autor, que es limitado si nuestras ediciones son limitadas, lleva a los autores estrellas a acercarse a las multinacionales de la edición, y al final de la cadena, cuando queremos llegar al lector, buscamos la posibilidad de ofrecer el libro a un precio asequible. Debemos combinar la construcción de un discurso claramente diferenciador de las multinacionales del libro con políticas comerciales que rompan los generalmente estrechos márgenes de mercado donde nos movemos. Sin embargo, el mismo hecho de levantar el discurso de las editoriales independientes y su rol de salvaguarda de la memoria y la creación puede ayudarnos a lograr mayores apoyos para la industria del libro desde las políticas del Estado, y concentrar estos en la industria nacional. Igual cosa en el hacer conciencia hacia los medios de comunicación y los lectores no obstante su fidelidad y adhesión; los lectores no siempre tienen claro el rol de las editoriales. Ambas líneas, al conjugarlas con una adhesión de los creadores, puede ayudarnos a encontrarnos en un mejor posicionamiento en el mercado, lo que a su vez arrastra la posibilidad de ofrecer nuevos títulos, conquistar o reconquistar autores y lectores. Y entonces, conjugando los dos elementos, lo ideológico y lo económico, podemos ayudar a romper el círculo vicioso que transforma muchas veces nuestros proyectos en empresas de sobrevivencia, lo que a fin de cuentas limita la posibilidad de ser un espacio de fuerte intervención cultural en la sociedad, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo. Ahora bien, esto conlleva sin duda peligros. Fundamentalmente uno, el que podríamos llamar responsabilidad histórica, la responsabilidad de plantear este desafío, levantar el discurso de las editoriales independientes y no lograr el despegue, lo que no sólo nos acerca a la peligrosa sentencia que señalaba Pablo Harari, sino también desgasta el mensaje dentro del medio cultural, lo que limita otras apuestas futuras del mismo carácter. Al asumir como bandera de lucha el discurso de las editoriales independientes tenemos en ese sentido una responsabilidad con el presente y el futuro de las editoriales independientes en nuestros países y por ende la libertad cultural en general. No podemos por ello enfrentar esta situación a medias.

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Creo que la capacidad de asociarnos con nuestros pares tanto en el país como de otras latitudes, puede sin duda limitar ese riesgo y abrir nuevos horizontes para nuestra labor. Mencionaba anteriormente la pérdida de identidad que se ha dado en el ámbito cultural entre el discurso y los medios a través del cual se canaliza, lógica que es fruto de la preponderancia por sobre todo del valor del mercado, teniendo este un presunto carácter natural. Ello ha ido a la par con esta manoseada globalización, a la cual poco nos sirve oponernos, pues pasa por encima, obligándonos a montarnos sobre ella. Y en ese montarnos, en vez de comprarnos unos a otros, como es la moda, hay que rescatar el ya cuasi olvidado espíritu de libre asociación, generando redes que permitan fortalecernos, que posibiliten retroalimentar los esfuerzos que desde diversas latitudes realizamos, entregándonos elementos para competir con las multinacionales en su propio terreno. Eso de los terrenos donde nos enfrentamos, hay que tomarlo al pie de la letra, pues ellos se han organizado y en más de una medida asociado, mientras que nosotros en poco podemos dar el ejemplo. En Chile se auto denominan el G7 lo que claramente denota una voluntad de hegemonía. De nuestro lado, entre los esfuerzos de ese tipo ligados a Hispano América, podemos mencionar este mismo encuentro o la alianza que hemos realizado entre cuatro editoriales reunidas en este mismo salón del libro dos años atrás: Era, Txalaparta, Trilce y LOM. No dudaría en señalar que dentro de los desafíos de las editoriales independientes este ha sido un paso interesante, pues si bien es un camino que recién se inicia, nos ha permitido realizar experiencias o lanzar ideas en los diversos ámbitos en que se puede materializar una libre asociación entre editores. Ofrecernos nuestras publicaciones los unos a los otros. Ello permite enriquecer nuestros catálogos y el medio cultural con miradas de otras latitudes, y a la vez posibilitar a nuestros autores salir hacia el exterior. Todo ello respondiendo a los derechos de autor respectivos y permitiéndonos competir a las atractivas, pero la mayoría de las veces ficticia, ofertas de internacionalización de la obra de las transnacionales. Ejemplo de esto son más de diez títulos editados o en proceso de edición donde una editorial recoge publicaciones de otra. Hay que recordar que es un camino que recién se inicia. Intercambiarnos la distribución de algunos de nuestros títulos lo que es sin duda una manera importante de enfrentar la dificultad de mecanismos de distribución en América Latina y de América Latina hacia España. Pese a que esto es un tema conversado pero apenas iniciado en la práctica, creo que es un eje fundamental, pues nos permite a través de una transacción que conjuga el trueque con pagos en moneda, sentar las bases de una salida al exterior desde cimientos de confianza mutua, consignándonos cruzadamente parte de los catálogos y saldando periódicamente las diferencias de venta entre las partes. Enfrentar conjuntamente traducciones o compras de derecho. Sea esto en forma sincronizada o no. Ya hay dos libros publicados bajo este esquema y un tercero por salir estando involucradas en forma cruzada las cuatro editoriales Por último, y pese a que no es un elemento objetivamente medible, lo considero el más importante, discutir y reflexionar conjuntamente alrededor de la temática editorial propiamente tal. Cada uno ha realizado experiencias propias con determinada fortalezas y debilidades, y poner estos temas en común creo que ha sido, por lo menos para nosotros, los de LOM, una gran escuela editorial. Generar espacios como estos, sea a nivel formal, en una reunión o en una mesa como la que nos reúne, sea a nivel informal, en los almuerzos y noches de esta preciada Gijón, nos han ido abriendo perspectivas, enseñando otras alternativas.

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Y otras acciones que creo que hay que llevar adelante pueden surgir de este mismo encuentro como: Dede aquí, desde esta misma reunión, debiera salir un manifiesto o declaración de las editoriales independientes, donde demos claramente cuenta de la situación del mundo editorial, de su significación a nivel cultural, e interpelemos tanto al medio cultural, escritores, lectores, como a los estados, donde deberían generarse políticas con discriminación positiva. Sentar las bases de una organización más amplia de editoriales independientes a nivel internacional, que se pueda proyectar en organizaciones nacionales o continentales, lo que podría permitirnos ser interlocutores frente a las instituciones nacionales e internacionales, y a la vez ser un espacio que genere redes más chicas de intercambio concreto entre empresas como lo que estamos realizando entre las cuatro editoriales ya mencionadas. Tarea de esta organización debería ser el conocer y difundir los mejores esquemas legales de apoyo al libro y a la cultura, buscando su extensión a otros países; igual cosa con las formas propias de resistencia a la industria del entretenimiento. Si queremos ser una alternativa real y viva, no podemos aislarnos, y debemos trabajar en pos de la transnacionalización de la resistencia a los sentidos que prevalecen en los procesos de globalización. Agruparse, asociarse para impedir la extinción de ciertas formas de actuar, aportando a la vez para la construcción de los espacios alternativos. Por último, deberíamos pensar y enfrentar en conjunto las enormes transformaciones tecnológicas que se están viviendo, las que pueden modificar radicalmente los modelos clásicos de la edición. Aisladamente, esta problemática es muy difícil de conllevar para las empresas medianas o pequeñas. A fin de cuentas, esto de agregar la palabra independiente al concepto editorial, es simplemente una forma de guardar y respetar el sentido original de la palabra, el que está cruzado por las diversas características que constituyen una intervención en el ámbito cultural de nuestras sociedades, donde no está abandonado lo comercial, pero no es lo único, lo definitivo. En el marco de un mundo donde prevalece una lógica en la cual el mercado es el eje fundamental, regulando todos los aspectos de nuestras vidas, inclusive el derecho a la vida y el ámbito cultural, debemos oponernos con una mundialización marcada por otras lógicas que prevalezcan en nuestro accionar, centrando los fines en el hombre, en una ética en pos de lo humano, lo que da pie al respeto del otro, y a validar los discursos y propuestas que surgen desde lo regional, desde la periferia. La palabra independiente viene a realzar que la palabra valor va más allá de los signos del mercado, que no todo está reducido al sentido económico de las acciones; debemos sacarla al campo ético, rescatarla en su sentido de principios conjugando sus diversos significados lingüísticos sin anular unos por sobre otros. Pensar en esa amplitud y en esa ética no es salirse del tema que nos reúne hoy, pues nos lleva a la esencia de lo que constituye la escritura, la lectura, el libro, y cito para terminar lo que para nosotros en LOM da sentido a nuestra acción, una nota de siglos atrás al borde del Talmud que dice:

si todos los mares fueran tinta, todos los juncos plumas

y todos los cielos pergamino, y si todos los hombres supiesen escribir,

no habría que cantarle la gloria al poder.

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JOSÉ MARÍA ESPARZA Editorial Txalaparta, País Vasco. Voy a hablarles desde la experiencia de 15 años al frente de una editorial pequeña (unos 40 libros-año en lengua vasca o lengua castellana), que publica en diversos géneros, desde libros infantiles hasta grandes enciclopedias, y está comprometida con todo tipo de formas de creación artística o de reflexión que sirva, como nos dijo en su último discurso Salvador Allende, para abrir las grandes alamedas por donde pase el hombre libre. Lo malo es que, además de ser una editorial pequeña, independiente y de izquierdas (con perdón, hay que agregar hoy día) somos una editorial vasca, y eso, créanme, es un peligroso problema añadido. Vamos, como se dice, a contrapelo de otros tiempos en lo que todo tiene que ser grande, dependiente, de derechas y de grandes estados. Con esta premisa, y estando de acuerdo con las intervenciones de los que me han precedido, me gustaría añadir algo acerca del papel del Estado español en los desafíos de la edición independiente en América Latina. A mí siempre me ha sorprendido esa veneración, un tanto servil y reaccionaria, que tienen muchos intelectuales latinoamericanos hacia la Madre Patria. Muy al contrario, en el campo de la edición, o en el campo de la edición en libertad que es lo que nos ocupa, es España la que tiene todo que aprender y admirar de sus antiguas colonias. América Latina, hoy día conquistada de nuevo por las nuevas carabelas de papel de los poderosos grupos editoriales españoles, necesita lo primero recuperar su propia autoestima. No podemos olvidar que fue en las antiguas colonias españolas donde comenzó a ser abolida la censura y la Inquisición; donde se opusieron barricadas de libros al oscurantismo religioso; donde la libertad de prensa y de edición aparecieron de forma diáfana en sus Cartas Magnas (hasta el extremo de prohibirse taxativamente que se legisle sobre las imprentas). Mientras, España seguía sometiendo sus constituciones a las directrices de la Santa Madre Iglesia. Ayer, un editor español reconocía aquí mismo que la industria editorial latinoamericana ha sido la luz y la guía para los peninsulares. Nada más cierto: de allí venían los libros malditos, las traducciones proscritas, todas las heterodoxias… En castellano criollo leímos las grandes novelas censuradas y los filósofos de la hoguera; con ediciones mejicanas y argentinas aprendimos lo que era plusvalía y para qué servía el bidé. Y aquella pujanza no provenía exclusivamente del nivel económico, muy superior entonces al español. Surgía sobre todo del espíritu profundamente liberal de las jóvenes repúblicas democráticas. Aquella oferta editorial era hija de la epopeya libertadora, que ofrecía a la antigua metrópoli una rosa blanca, como decía Martí, para que la llama de la Libertad prendiera también en los antiguos opresores. Pero España, como el empobrecido hidalgo castellano que tan bien ridiculizaron los clásicos, siguió con su porte arrogante, su capa raída y su bolsa vacía. Y lo que es peor, con su escala de valores anclada en la Edad Media. Allí no hubo Revolución Liberal y sin ella no pudo haber libertad de prensa. Sus breves primaveras democráticas – como lo fue su segunda República - fueron ahogadas en sangre. Agarrados a la Cruz y la Espada, sin apenas respiro para el librepensamiento, se pasó del “¡Vivan las caenas!” de Fernando VII, a Francisco Franco nombrando a Juan de Borbón rey de España.

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A partir de los 80, con la dizque democracia, España tuvo una ocasión de oro de recuperar un talante editorial que los americanos – a pesar de sus convulsiones y dictaduras - conocían desde hacía 150 años. ¿Creen ustedes que se aprovechó la ocasión? Ni pensarlo. El Viejo Régimen, la Restauración y el Franquismo seguían allí, enraizados. Los intelectuales españoles vieron por vez primera abierta la jaula, pero no se atrevieron a salir. “Todo está atado y bien atado” había advertido Franco. La censura, créanlo, sigue siendo la partera de la producción editorial española y esas son las espinas, no las rosas, que estas grandes empresas están exportando ahora a América Latina. Una censura, sutil, camuflada, postmoderna, dejando los viejos métodos para contadas ocasiones, aunque no duden en usarlos si lo creen necesario. El ejemplo de censura más común es aquella que venimos denunciando estos días, la de la propia concentración editorial, que hace que unos pocos acuerden qué es lo “editorialmente correcto”. Claro que eso ocurre en todos los sitios, pero para un Estado sin tradición de edición en libertad, esa realidad general es particularmente peligrosa. Por ejemplo, un fondo editorial como el del Fondo de Cultura Económica de México, es absolutamente impensable en una editorial oficial española. Editoriales independientes necesitan prensa independiente, decíamos ayer aquí. Y en pocos lugares como en España – donde en los umbrales del siglo XXI, se siguen cerrando periódicos manu militari - las editoriales independientes tenemos menos ecos en los grandes suplementos literarios, que son meros catálogos de las editoriales de su propio grupo empresarial. Babelia es Bobelia. Nos tratan como a bobos. Os tratarán como a bobos. Pero lo peor de todo es ese grado superior de censura, ya generalizada, que es la auto censura. Las grandes editoriales españolas no necesitan que nadie les vigile, ellas saben muy bien qué no deben publicar. Yo les podría exponer aquí docenas de ejemplos: cuando las mayores editoriales europeas se disputaban las memorias de Gerry Adams, en la cumbre de su popularidad, en España no encontró una sola editorial grande que lo publicara. Ni siendo un libro rentable podían permitirse publicar a un “terrorista” irlandés. Lo mismo ocurrió con “Fresa y Chocolate” de Senel Paz, a pesar de la fama de la película: el libro era cubano. Y sandinista era la Gioconda Belli cuando no encontraba editor para su famoso libro “La Mujer Habitada”. Y ocurre habitualmente con los libros de Chomsky, con libros sobre Cuba, sobre Irak, sobre Chechenia, sobre Kurdistán... Ni contarles quiero lo que ocurre con el tema vasco. Sólo les diré que hace ocho años fuimos los primeros en denunciar tímidamente en una novela al general Galindo (aquél que dijo que con seis de sus hombres volvería a conquistar América) y fuimos condenados a pagarle cinco millones de pesetas por “mancillarle el honor”. Hoy, Galindo está en la cárcel por torturas y asesinato y no sólo nadie nos ha felicitado por haber sido los primeros en tirar de la manta, sino que seguimos estando condenados a pagarle, y seguimos teniendo la espada de Damocles sobre nuestros libros. En resumidas cuentas: el desafío de la edición independiente en América Latina pasa también por la autoestima y por la autoafirmación histórica frente a una antigua metrópoli que les puede enseñar muy pocas cosas y que, en general, le interesa mucho más ser el mamporrero cultural y político de los gringos que potenciar los grandes valores literarios, ideológicos, editoriales (emancipadores en suma) de sus antiguas colonias. Acabo con un ejemplo sangrante, con el que tenemos que encararnos continuamente los editores del Estado español que publicamos libros latinoamericanos. Mientras otros estados europeos les dan todo tipo de facilidades, a nosotros la hacienda española nos obliga a retener el 25% de los derechos de autor a muchos autores latinoamericanos que escriben en español,

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mientras sólo descontamos el 5%, e incluso menos, a los autores de Estados Unidos y europeos. Si esto es la Madre Patria, vale más nacer en la Inclusa. ¿No creen?.

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DEBATE Intervenciones significativas Moisés Melo Editorial Norma, Colombia. La ley colombiana es fruto de un largo trabajo sobre el Estado para crear unas condiciones sobre el desarrollo de la industria editorial en Colombia. La primera ley es de hace unos 35 años y se ha ido perfeccionando y ha sido posible sostenerla a pesar de todas las políticas económicas de eliminar privilegios y subsidios a determinados sectores de la economía. Esta ley colombiana exime de cualquier tipo de tributación a la industria editorial, a la edición de libros impresos en el país. No es discriminatoria, ni a favor de las editoriales nacionales, ni para ciertos tipos de libros, sino que se aplica para todos los libros que se hagan en Colombia. Esto ha permitido que se haya pasado de 350 títulos nuevos editados en Colombia, cuando se aprobó la primera ley a alrededor de 6.000 títulos impresos en Colombia el año pasado. Esta ha sido la acción del Estado más eficiente de desarrollo cultural que ha habido en el país en los últimos 30 años. Esta ley surgió tanto de la acción de editores nacionales como de una política de la UNESCO. La UNESCO, usó la creación del Centro Regional para el Comercio del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) como un arma de negociación. Le concedió a Colombia la sede de este organismo a cambio de la primera ley del libro en América Latina. Y a partir de este punto, el CERLALC ha intentado difundir esta ley en los países del área, y se han aprobado leyes similares en Ecuador, en Venezuela, en Perú, que han incorporado muchos de estas disposiciones que están en la ley colombiana. Sin embargo hay otros problemas como el de los giros de los derechos de autor. La ley colombiana exime totalmente de impuestos los ingresos por derechos de autor, sin limitación de ningún tipo, a los autores que tributan en Colombia. Sin embargo los giros al exterior están reglamentados por otras leyes donde hay estas limitaciones o estos impuestos de giro que pueden llegar a ser de 25% a 30%. Muchos de los países tienen convenios con España, que hacen que los giros a España tengan un monto de retención o de impuesto muy bajo, sin embargo, entre sí los países latinoamericanos tienen montos de retención y de impuestos muy altos. Esto afecta problemas como los de la impresión sobre demanda: cuando se hace impresión sobre demanda y se van a pagar los costos editoriales del editor que produjo el libro en un país, el giro de los costos editoriales generan esas retenciones y esos impuestos. Este es un problema clave, que es necesario solucionar para poder impulsar el desarrollo y la incorporación de nuevas tecnologías. Otro problema son las políticas aduaneras, aunque en América Latina en la mayoría de los países no existen aranceles al libro, en algunos países existen impuestos arancelarios. Esto es válido para la proposición 4901. Pero los libros infantiles con mucha frecuencia no están incluidos en esa posición arancelaria, y se da la paradoja que los libros infantiles porque predomina la ilustración en los albums y en ese tipo de libros, están pagando hasta 30% de impuestos arancelarios. Este es otro punto sobre el que se puede actuar conjuntamente para modificar con el apoyo de instituciones como la UNESCO, esa legislación. Algunos países lo han hecho en reglamentaciones internas. En Colombia se ha logrado eliminar ese impuesto arancelario pero en muchos países se sigue aplicando ese impuesto. Otro punto es el precio único. No es posible el crecimiento de una red de librerías, y esto de todas maneras es cada vez más difícil con el desarrollo de Internet, sin los mecanismos para hacerlo.

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Milagros del Corral La cuestión de la libre circulación y la existencia de impuestos arancelarios para el libro infantil, viene del hecho que en América Latina podría solucionarse con la ratificación del acuerdo de Florencia de la UNESCO, que es un convenio de libre circulación. Precisamente en el congreso de la Unión Internacional de Editores, que tuvo lugar en Buenos Aires a principios de mayo de 2000, una de las resoluciones fue invitar a todos los editores a hacer presión ante sus gobiernos para que se ratifique el acuerdo de Florencia. El tema de la doble regalía tiene que ver con los convenios bilaterales de doble imposición o de eliminación de la doble imposición. Sucede que la UNESCO hace ya bastantes años lanzó una convención que se llama: “convención para evitar la doble imposición de regalías en materia de derechos de autor”. Esta convención ha sido ratificada sólo por 5 o 6 países, por lo tanto no ha alcanzado el mínimo de países ratificantes que se necesitan, es decir 10, para poder entrar en vigor y América Latina está ausente entre los 5 que ya la han ratificado. Es decir el instrumento está ahí y el problema es la voluntad o no que tengan los gobiernos de entrar a un pacto multilateral, que establecería un mínimo común armónico de fiscalidad. Prefieren ligarse por pactos bilaterales y no entrar en los acuerdos multilaterales. Respecto a la intervención de François Gèze, no me parece justo decir que lo local no puede ser global. Cuando se dice que algunos libros, sobre todo anglosajones, tienen un mercado global, es una afirmación parcial, porque también hay autores de América Latina que demuestran lo contrario. ¿Porqué no hacer también sugerencias para que desde la edición europea se haga posible que los libros de calidad editados en América Latina por los editores independientes hacia el Norte? Me parece que su proposición estaba más volcada hacia el hecho de ver Iberoamérica como mercado de derechos de los libros de las grandes editoriales europeas, que hacia el hecho que editoriales comprometidas de Europa se abrieran a dar a conocer los libros latinoamericanos en sus propios mercados. Pablo Harari La experiencia que tenemos quienes comenzamos esta alianza de editores independientes, que ya tenemos cerca de 10 libros en común, es que tenemos una dificultad, que tiene que ver con la razón de ser nuestra: somos todos muy locales. La manera que hemos tenido para sobrevivir como editores independientes frente a los conglomerados o a la edición española es ser sensibles a lo nuestro y en nuestros libros está muy representado sobre todo lo local. Esto nos ha creado algunas dificultades para intercambiarnos manuscritos o libros. Tenemos entonces que aprender a superar el localismo o a intercambiar el localismo. Respecto a la cuestión de la libre circulación del libro. En la teoría nadie puede estar en contra de la libre circulación del libro. Sin embargo, quienes han llevado el tema de la libre circulación del libro, son las grandes editoriales españolas, que tienen todo el interés de circular libremente con sus libros en nuestros países. De manera que a veces hay grandes declaraciones, cuyas aplicaciones en la práctica defienden los intereses de los más grandes y de los más fuertes. Otro ejemplo del desfase entre las buenas ideas y la realidad es el de las grandes editoriales españolas que se oponen a menudo a separar los derechos entre España y América Latina. André Schiffrin

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Pienso que el tema de la colaboración intelectual entre los editores es un asunto central. La cuestión del interés local, obviamente está ahí. Es algo sobre lo cual he trabajado durante años, como lo menciono en mi libro. En los años 60 y 70, trabajamos con una docenas de editoriales en diferentes países, cada uno hacía un libro sobre los cambios en una localidad específica de su país, acerca de la historia oral del pueblo. Intentamos captar los enormes cambios en los sectores populares, considerando que existía un interés por saber lo que pasaba en estos sectores que iba más allá de lo local. Prácticamente todos los libros fueron publicados en los 12 países, aunque cada uno estaba basado en la experiencia de los editores locales, y esto iba contra los acuerdos impuestos, imperialistas y mercantilistas. Cada uno controlaba los derechos de sus propios libros, y cada uno compraba los libros que quería del otro. Esta es una fórmula que puede funcionar. De hecho estamos tratando de hacer esto con una serie de libros que tratan acerca de cómo empresas americanas y occidentales trabajan en el resto del mundo. A que se parece el mercado libre cuando se examina la conducta de las empresas ligadas al petróleo, o de las empresas ligadas al armamento, o las empresas farmacéuticas, entre otras. Nuevamente este es un tema en el que necesitamos la ayuda de la gente que sufre el impacto más fuerte de estos grandes grupos. En este sentido quiero señalar un área muy específica en la cual LOM y The New Press están trabajando, que es una parte de la historia que tenemos en común. Es una parte horrible de la historia, de los años 70, que se refiere a la cooperación entre los servicios secretos y las dictaduras de América del Sur. Hemos publicado una serie de libros sobre los documentos secretos de la CIA, documentos del Departamento de Estado, sobre Pinochet o la Operación Condor. Estamos en este tipo de temas y LOM está haciendo lo mismo. Publicamos libros acerca de lo que pasó en Brasil, en Argentina. Esta es una parte de la historia común que tenemos, tan mala como la historia común que España tuvo durante el siglo XVIII con Latinoamérica. Tenemos que ser capaces de exorcizarla colectivamente. Es por eso que necesitamos saber como es vista desde el punto de vista español, así como los españoles necesitan saber sobre secretos de qué es lo que Kissinger le escribía a Pinochet, y ese tipo de cosas. Por lo tanto hay áreas muy concretas de colaboración que son de un verdadero interés para nosotros, tanto de un punto de vista político como intelectual, y a las cuales podemos acceder solamente de manera colectiva. Trabajando juntos podemos sacar los buenos libros. Es muy interesante saber qué contienen nuestros archivos, qué contienen los archivos del Paraguay que acaban de abrirse. Y esta información también necesita ser sintetizada. Comprendo perfectamente las dificultades de trabajar en grupo, ya que he estado haciendo esto desde hace muchos años, pero pienso que existe un interés político e intelectual de hacerlo, y es claro que es algo que las multinacionales no se van a precipitar a hacer por nosotros. Si bien es algo sobre lo cual podemos hablar individualmente, el interés urgente es hacerlo en forma colectiva, ya que es un aspecto de nuestra historia común, al menos de los últimos 30 años, que necesitamos estudiar objetivamente, y para el futuro la historia. Patricia Van Rhinj Gracias a un apoyo de la UNESCO un grupo de 10 editoriales latinoamericanas llevamos trabajando juntas 14 o 15 años, haciendo libros infantiles. Somos de diferentes tamaños, chicas, grandes y medianas. Tenemos un fondo entre todas y cada vez que hacemos una publicación, aportamos un porcentaje a ese fondo que coordina el CERLALC para nuestras reuniones anuales, donde determinamos los temas. Hemos publicado en conjunto cerca de 20 libros. Hemos conseguido altos tirajes y ahora ya estamos haciendo cosas para adultos. Algunos libros de poesía los hemos publicado en 30.000 ejemplares que estamos distribuyendo en toda América Latina. Es un proyecto modesto, pero que prueba que este tipo

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de colaboraciones son posibles. Pagamos derechos, y podemos encontrar autores que nos solicitan derechos. Al principio el proyecto fue apoyado por la UNESCO, después por el CERLALC, y ahora funciona solo, perfectamente bien organizado, con reuniones anuales. Cuando tenemos reuniones en cada país, la editorial que organiza aporta ciertas cosas y existe un editor piloto para cada proyecto, un editor que se va cambiando según el tema que vamos abordando, y es quien coordina la edición. Esto nos ha permitido que los estilos de los libros sean distintos, y que muchas editoriales pequeñas que no tenían un fondo infantil, lo tengan.

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CAPÍTULO IV

Perspectivas para el sector

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EXPOSICIONES ALVARO GARZÓN1 Consultor, Colombia. Las políticas nacionales de desarrollo editorial La edición de libros, una de las más antiguas y tradicionales industrias culturales, ha ido asimilando provechosamente, al hilo de los siglos, los cambios de la evolución industrial. A pesar de ello, al comenzar el siglo XXI. Hoy en día la actividad del libro es una de las que más ha acusado el impacto reciente de las nuevas tecnologías de comunicación y la que con mayor dificultad se ha acomodado a las nuevas situaciones creadas en el comercio internacional. Ello debido a la inclusión de los productos protegidos por la propiedad intelectual dentro de las demás categorías de mercancías. El texto se ha salido del papel para pasar al soporte electrónico. Su difusión internacional se hace cada vez menos a través de los libros venerables merecedores de las preferencias aduaneras, y cada vez más a través de los caminos invisibles de la compresión numérica y del ciber-espacio. El editor, cuyo producto era el final de una cadena, hoy se ha convertido en proveedor de materia prima para el multimedia y la propiedad intelectual. Su papel cojea con mucha dificultad detrás de toda esa explosión de facilidades de comunicar, buscando proteger la utilización del texto escrito, los sonidos, las imágenes fijas y en movimiento en un mundo de apertura, de desregulación y de globalización económica y cultural. No se puede afirmar que lo anterior sea válido con la misma intensidad para todos los países del mundo. Aunque los países industrializados y los países en desarrollo afrontan, cada cual por su lado, situaciones de índole diferente, sigue vigente un común denominador en la solución de los problemas en ambos casos: la participación, a veces conflictiva a veces armoniosa, del Estado y del Sector Privado del libro en la concepción y puesta en marcha del entorno legal y administrativo que viene a condicionar la vida de las empresas editoriales. En definitiva el resultado de este diálogo o de este enfrentamiento podría tomar su forma en una “una política nacional del libro”. Las páginas que siguen tratan sobre diversos aspectos de la relación Estado-Sector del libro a la luz de algunas de las experiencias que han tenido lugar más que todo en el ámbito ibero-americano, contexto que implica especiales características de unidad lingüística y diferencias geográficas muy sui-géneris. Quizás sea útil aclarar que la formulación de una política de desarrollo del Sector editorial supone, además de la voluntad política que la haga posible, la culminación de mil debates de carácter filosófico, histórico y socio-cultural sobre el libro y la lectura que pueden resultar de gran riqueza intelectual. Sin embargo, en gracia a la brevedad, el presente documento los da por conocidos y se limita a tratar de manera esquemática los elementos estructurales de una política del libro y sus posibles formas de ponerla en práctica. El libro: ¿conflicto de competencias entre el Estado y el sector privado?

1 Director, hasta noviembre 1999 de la Sección del libro y las industrias culturales de la UNESCO, el autor contribuyó a la creación del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) en Bogotá. La metodología de las políticas del libro basada en la experiencia latinoamericana fue aplicada posteriormente en otras zonas en desarrollo.

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En casi todos los países del mundo – y más desde que la globalización de la economía ha tocado también a los países en desarrollo - la producción y distribución de libros aparece como el resultado de iniciativas privadas que adoptan las características propias de una industria similar a las demás industrias denominadas “culturales”, “del conocimiento” o “de la información”. Lo que distingue una industria cultural de las demás industrias es su naturaleza “híbrida” pues en ella conviven, por una parte, las exigencias de rentabilidad propias de toda industria en el marco de las economías de mercado y por otra, los aspectos insoslayables inherentes a los “contenidos culturales” de sus productos. Por otra parte y aunque los libros sean el producto de una iniciativa privada, industrial y comercial, el segundo aspecto, el de los contenidos, hace que los gobiernos, a la luz de sus estrategias educativas y culturales, piensen que lo relativo a la producción y distribución del libro les incumbe de manera directa. La enorme importancia del libro como herramienta insustituible de la alfabetización, como instrumento de la educación en general, justifica este interés. Algunas veces, animado sin duda de las mejores intenciones, el Estado se vuelve inclusive Editor y produce y distribuye libros didácticos y afines gratuitamente o a bajo precio. Por su parte, el Sector privado del libro preferiría que en vez de convertirse en editor, el Estado tomara una serie de medidas tendientes a facilitar el desarrollo de la actividad editorial privada. En efecto, los profesionales del libro encuentran una especial dificultad para navegar entre leyes y disposiciones administrativas concebidas para regular la producción y el comercio de otras mercancías diferentes del libro, reglamentos que aplicados a su caso producen con frecuencia distorsiones debido a la especificidad del producto libro. Una política del libro debería poder armonizar la estrategia educativa y cultural del Estado con el desarrollo industrial del Sector editorial. Pero ello implica, además de la voluntad gubernamental de hacerlo, el poder definir claramente los objetivos de tal política. Para identificarlos, es condición indispensable conocer por dentro la estructura del Sector editorial y establecer un diagnóstico ajustado de las necesidades de cada uno de sus componentes. Sólo un diálogo sincero y bien intencionado entre los dos protagonistas (Estado y sector privado) puede concebir las medidas de fomento del libro y luego cristalizarlas en una legislación apropiada. Objetivos de una política nacional del libro. El gran objetivo de una política nacional del libro es lograr que todos los niveles de la sociedad puedan acceder más fácilmente a los libros. Para alcanzar esta meta es necesario trabajar con la compleja estructura cultural, industrial y comercial que media entre el autor y el lector. De ahí que la formulación de tal política deba identificar y ordenar una serie de objetivos parciales correspondientes a cada uno de los protagonistas de esa cadena, según el contexto de cada país. En mayor o menor medida según cada país, es posible señalar que en el contexto de los países

iberoamericanos, esos objetivos parciales han sido hasta ahora1 los siguientes: - el estímulo a la creación literaria; - la promulgación de leyes de protección del derecho de autor; 1 Desde la creación del CERLALC a comienzos de la década de los 70, con el apoyo de la UNESCO se han formulado y aplicado políticas nacionales del libro en la mayoría de los países latinoamericanos.

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- la creación de incentivos fiscales, crediticios y administrativos para la industria editorial; - la agilización de la distribución nacional del libro y de su libre circulación internacional; - la creación de redes nacionales de bibliotecas; - la introducción de nuevos métodos de enseñanza de la lectura; - la formación de recursos humanos en los distintos oficios del libro. La puesta en marcha de la política nacional del libro implica poder articular todos esos elementos, velar por su armónico desarrollo y asegurar su convergencia hacia metas previamente establecidas. La mejor manera de cristalizar esa política eficazmente consiste en reunir todas las medidas preconizadas en un solo cuerpo legal, que suele ser designado como la “ley del libro”. La estructura del Sector editorial El primer paso que puede dar el Estado hacia la definición de una política es tratar de comprender la estructura del Sector editorial que, a primera vista presenta una cierta complejidad porque conjuga en su seno la actividad de gran número de actores: el autor, el editor, el impresor, el distribuidor y el librero, el lector y las bibliotecas. Todos ellos, entre otros constituyen piezas de un complejo mecanismo, especie de red comunicante cuya labor sumada, a pesar de la individualidad de cada uno, hace que el libro pueda existir. De manera general, la mentalidad, el tipo de actividad y los intereses de cada uno de estos componentes no sólo son distintos sino que con frecuencia son divergentes y hasta opuestos. Ensayemos una especie de «retrato-robot» de cada uno de los elementos de la cadena del libro, a sabiendas que no se pueden disecar actividades humanas tan ricas y variadas, anotando de paso que las siguientes características toman muy en cuenta las realidades de los países en desarrollo: El autor –cuya creación es la verdadera «materia prima» de esta industria- es casi siempre ajeno a las preocupaciones económicas de los otros eslabones de la cadena. Con frecuencia el carácter individual y solitario de la creación no es propicio a la actividad asociativa en defensa de su gremio. A veces ignora la protección que le brinda la legislación de su país en materia de propiedad intelectual y sus derechos en el contexto del contrato de edición. Su supervivencia como escritor depende de la fuerza de la infraestructura editorial que lo rodea. El editor cumple esencialmente tres funciones: Decide qué libros publica; Asume riesgos financieros de la edición; Coordina, como un director de orquesta, las funciones del autor, traductor, ilustrador, impresor, promotor y distribuidor. El editor es un personaje híbrido, especie de centauro, mitad hombre de letras y cultura, mitad hombre de negocios que debe afrontar problemas de financiamiento y rentabilidad, su tarea es tan diversificada que el «editor» es cada vez menos una persona y cada vez más un equipo complementario de profesionales. El impresor pertenece a un universo diferente. Aunque históricamente el libro nació de las manos de los impresores, hoy día con frecuencia la impresión de libros es sólo una parte, a veces pequeña, de la actividad gráfica. En este aspecto de la fabricación industrial del libro es en donde los contrastes entre países industrializados y países en desarrollo son más grandes, tributarios éstos últimos de tecnología y materias primas importadas. El distribuidor, el librero, cumplen obviamente la labor de comercializar el libro cuya distribución presenta características muy particulares. La actividad del distribuidor está ligada a la comercialización de fondos editoriales, ya sea por el canal tradicional de la librería, ya en los llamados espacios no tradicionales que son cada vez más numerosos: kioscos,

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supermercados, comercios mixtos, ventas a través de clubes, por correo, puerta a puerta, etc. cada uno de los cuales conlleva una logística particular. El distribuidor, mayorista o librero, debe contar con la lenta amortización del capital y jugar permanentemente con la dualidad del libro (bien cultural y producto manufacturado) ante las administraciones que regulan permisos de importación, la disponibilidad de divisas, las reglamentaciones aduaneras, las tarifas de correos, y asegurar el almacenamiento y el transporte de los libros hasta el punto final de venta. Cierta producción editorial, generalmente ligada a la explotación de un «holding» de comunicación, hace que el libro sólo sea una parte de un «paquete» que incluye material audiovisual, juguetes, «gadgets», gorras y camisetas alusivas al mismo tema, modalidad que reviste desde luego otras características de comercialización. Otro tanto puede decirse de la venta de libros por Internet que supone otra logística, (modalidades de promoción incluyendo la puesta provisional del texto integral «on line», operación de transacciones comerciales con tarjeta de crédito, etc.) El lector, las bibliotecas, aunque solo se mencionan al final de la cadena, son en realidad la razón de ser de todo el proceso, el cual no tendría sentido sin ellos. El trabajo de todos los actores del libro tiene como finalidad el encuentro del texto publicado con el lector. El lector, cuyos hábitos, intereses o necesidades de lectura se averiguan poco, quizás por la dificultad de realizar costosos estudios de mercado para un producto de consumo tan individual y subjetivo como es el libro y en el marco de una industria en la que –como en la industria farmacéutica- cada producto es diferente y no totalmente sustituible por otro parecido. El editor, en especial el editor de literatura, ante la carencia de instrumentos científicos e indicadores fiables de mercado, utiliza su intuición, su «olfato» para saber qué tipo de libros, qué contenidos, con cuáles especificaciones formales y a qué precio conviene producir con destino a determinados estratos culturales y económicos de la sociedad, consumidores potenciales de libros además de la clientela habitual de las librerías. En esta área es muy importante el papel que desempeñan los profesionales de la lectura, desde los métodos de enseñanza de la lecto-escritura, la formación de los hábitos de lectura en los niños, hasta el tratamiento y clasificación de fondos bibliográficos y su puesta a disposición eficaz a la comunidad. De hecho, una biblioteca de servicio público, tanto en los países industrializados como en los países en desarrollo, es más que un simple servicio de lectura y puede llegar a convertirse en un centro de animación cultural para niños y jóvenes y, por extensión, para toda la comunidad. Hoy día mientras los países en desarrollo están preocupados por sus problemas de analfabetismo, en cuya eliminación no siempre consideran la explosión audiovisual como un aliado, los países industrializados centran tal vez su preocupación en sus problemas de iletrismo o analfabetismo funcional.

*** Sólo si se logra aproximar una lente de aumento a las características inherentes a los elementos de esta cadena del libro y a los problemas que afronta cada uno, será posible apreciar las interacciones que existen entre ellos y comprender mejor la dinámica interna que anima al sector editorial.

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De la observación objetiva y respetuosa de las necesidades de cada cual nacerá entonces un diagnóstico de la situación general del sector y sólo entonces se podrá pensar en una legislación eficaz y acertada de fomento sectorial. El diagnóstico y la definición de la política El diagnóstico servirá para identificar los problemas más protuberantes que aquejan a cada componente del Sector del libro. La situación ideal de la formulación de la política se da cuando, mediante un diálogo entre las autoridades educativas, culturales y económicas del gobierno con los representantes del Sector, las soluciones legales y administrativas se vertebran en un solo cuerpo legal o ley orgánica del libro. Esas soluciones corresponden generalmente a las carencias endémicas de cada profesión, por ejemplo: Con frecuencia los autores necesitan estímulos específicos a la creación. En los países en desarrollo, el gobierno puede crear dichos estímulos, aunque de hecho en todos los países es indispensable la promulgación de una ley de protección de la propiedad intelectual capaz de combatir eficazmente la piratería y de permitir la adhesión a los instrumentos internacionales de protección. Los editores por su parte aspiran a beneficiarse de incentivos fiscales, crediticios y administrativos que faciliten el ejercicio de su profesión y a que se adopten medidas de fomento a la exportación. Están conscientes de la necesidad de implantar el sistema ISBN así como de la utilidad de gestionar colectivamente los derechos reprográficos. Consideran que el Estado debería adoptar una política de textos escolares que genera actividad en la edición local. (En oposición a los concursos para la producción masiva de textos escolares con destino a países en desarrollo que se otorgan casi siempre a las multinacionales de la edición. Esas ediciones son financiadas con préstamos de entidades internacionales de crédito que el país en cuestión debe naturalmente reembolsar. El editor local, en la medida de sus alcances de competitividad, aspira a participar en esa operación que afecta lo que él considera su mercado natural.) Los impresores, en aquella parte de su actividad relacionada con la impresión de libros, experimentan muchas veces una gran dificultad en satisfacer los requerimientos de calidad y precio competitivos debido a los cortos tirajes y, en el caso de los países en desarrollo, a los altos costos arancelarios de la importación de parque gráfico y materias primas. La tendencia observada en algunos países, donde cada organismo del Estado considera útil poseer su propia imprenta, no mejora esta situación y sólo una política adecuada en la producción del texto escolar podría devolverles a los impresores nacionales por lo menos una parte del mercado nacional del libro escolar y educativo. Los distribuidores y libreros expresarán su anhelo de que se le otorgue al libro un tratamiento diferente al de las demás mercancías, tanto desde el punto de vista de crédito bancario como en el régimen tributario y en las tarifas aéreas y de correo. Las modalidades de importación y exportación de libros tanto en lo que se refiere al otorgamiento de divisas como a los trámites aduaneros sólo podrán tornarse favorables al libro mediante medidas específicas complementadas con la adhesión del país a los instrumentos internacionales que propician su libre circulación internacional. Para un sector editorial (cada vez más cercano por fuerza de la edición multimedia) la manera como el gobierno de su país negocie la aplicación de las normas comerciales internacionales en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) es de vital importancia. Por su porte los especialistas en la enseñanza de la lectura por su parte, no cesan de llamar la atención de las autoridades sobre la necesidad de mejorar los sistemas de enseñanza de la lectura, disciplina indispensable en la formación del análisis crítico del niño y destreza básica

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en la adquisición de todo conocimiento, incluso aquél impartido mediante las nuevas tecnologías de la comunicación. El futuro del sector editorial está también vinculado a la dotación de redes de bibliotecas escolares, públicas, universitarias, especializadas, de investigación, etc. Asimismo la interconexión con servicios bibliotecarios de reconocido prestigio y riqueza, la creación de sistemas de documentación, las investigaciones sobre hábitos y necesidades de lectura, etc. Otros tantos jalones que son de profundo interés para la estrategia educativa del gobierno y que representan a la vez el futuro mercado editorial.

***

La problemática de los gremios profesionales del libro que acabamos de enumerar presenta casi siempre una necesidad que es común a todos ellos: se trata de la formación de recursos humanos en las distintas disciplinas y a todo nivel. En la cadena del libro, los impresores y los bibliotecarios suelen beneficiarse de una formación académica institucionalizada que puede alcanzar niveles profesionales muy altos. En cambio aún en el mundo industrializado los mecanismos de formación de editores y libreros son más escasos. En la aplicación y seguimiento de una política nacional del libro es indispensable prever la formación de jóvenes en los distintos oficios del libro y las actividades de capacitación y actualización de los que ya trabajan en el sector. Dadas las características de ciertos niveles profesionales requeridos, para asegurar su formación se suele apelar a la cooperación bilateral o multilateral. Una estrategia en el terreno La formulación y puesta en marcha de una política nacional del libro debe ser orquestada por alguien que merezca la confianza tanto del Gobierno como del Sector privado. De ahí la importancia de organismos de carácter técnico como la UNESCO a nivel mundial o el CERLALC a nivel de Hispanoamérica. Lo anterior porque la clave del éxito de una operación de este género se escalona en tres momentos: El convencimiento y la voluntad política de hacerlo por parte del Gobierno, la cooperación del Sector privado y por último el diálogo sincero y objetivo que se pueda establecer entre los dos protagonistas hasta identificar el compromiso entre las necesidades del Sector y las posibilidades de otorgar facilidades por parte del Gobierno. El resultado será la política del libro y su cristalización será la Ley del libro. No siempre resulta obvio para un Gobierno que el libro merezca prioridad alguna. Por ello es importante distinguir los valores a destacar y el lenguaje que se debe utilizar según se hable con las autoridades educativas y culturales o con aquellas responsables de los aspectos económicos. Para las primeras, la importancia del libro como instrumento de la educación y la cultura será obvia a riesgo de menospreciar los prosaicos pero necesarios aspectos de su economía. Para las segundas, sin descalificar la importancia espiritual del libro, será sin duda más atractivo considerar las posibilidades de crear empleos mediante el fomento de la pequeña y mediana industria y luego medir las ventajas comparativas entre lo que se deja de percibir por exoneración fiscal comparado con lo que se prevé recaudar por concepto de exportaciones. Sólo si las máximas autoridades del Gobierno a nivel ministerial están convencidas de su necesidad, será posible instrumentar los detalles de la política del libro a nivel operativo, tanto en los sectores educativo y cultural como en los encargados de la fiscalidad, aduanas, tarifas etc.

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Aunque parezca raro, no siempre el Sector privado está dispuesto a entablar un diálogo con el Gobierno, aún con la perspectiva de lograr el beneficio de medidas de estímulo. Existe una cierta desconfianza y el temor de que la atención que súbitamente demuestran las autoridades por las necesidades del Sector más bien se traduzca al final en un aumento de medidas de control y fiscalidad. Por otra parte, “el Sector del libro”, como ya se vio no es nada homogéneo y cada profesión tiene la tendencia a dialogar a solas con la autoridad que le es más afín. En realidad, esos temores desaparecen si se logra establecer una agenda en donde el Sector privado pueda tener el protagonismo que merece y en donde se plantee la permanencia futura de su intervención ante el Estado en el marco del “Consejo Nacional del Libro” o entidad similar como organismo normativo y de ejecución de la Ley del libro. Por otra parte, pronto se hace evidente que el Estado reacciona muy diferentemente, según se le plantee la política del libro como parte de su estrategia global del desarrollo. Ciertas medidas puntuales de fomento antes denegadas aisladamente no sólo pueden ser aprobadas sino que el mismo Estado las puede considerar incluso insuficientes en el contexto de una política global. El proceso de conversaciones entre el Gobierno y el Sector privado del libro puede contener aspectos muy delicados que es importante manejar. En efecto, en dicho contexto salen muy fácilmente a la luz las deficiencias de los servicios del Estado en materia cambiaria, aduanera, postal y de trámites de toda índole. En realidad hay que comprender que – salvo los casos flagrantes de censura - rara vez se legisla “contra el libro”. Lo que pasa es que la mayoría de las trabas al libro corresponden a medidas que regulan la producción industrial y el comercio de las mercancías en general. El carácter tan particular del sector editorial lo hacen víctima de disposiciones que no están forzosamente dirigidas contra él pero que, ante la carencia de un tratamiento especial, vienen a afectar negativamente la producción y la circulación de una mercancía cuya importancia cultural trasciende el mero aspecto económico. Por otra parte, los Gobiernos están cada vez más maniatados para conceder subvenciones y exoneraciones internas a los productos culturales debido a los compromisos que adquieren en las instancias reguladoras del comercio internacional. Aunque pudieran hacerlo, muchas veces por falta de información los Estados no hacen uso de las facilidades y privilegios a que tienen derecho en su calidad de países en desarrollo. Por su parte, el Sector privado debe dejar muy en claro que las medidas de fomento solicitadas no tienen como fin el enriquecimiento de una clase industrial sino que se reflejarán a través de un acceso más fácil de la sociedad al libro, lo cual en la práctica implica una revisión tanto de la política editorial como de la estructura de costos, llegando incluso hasta los precios al consumidor. En la mayoría de los casos reviste especial importancia que este diálogo se inicie por primera vez en las jornadas de diagnóstico y se instituya en el futuro de manera permanente. Mientras las personas cambian, las circunstancias políticas y los fenómenos económicos y sociales de un país varían con el tiempo. Es necesario pues que, tanto los profesionales del libro como los responsables gubernamentales de la política del libro y la lectura, puedan establecer un diálogo que les permita mantener al día esa política en función de la coyuntura del momento. Es la razón de ser de l “Consejo Nacional del Libro”, mecanismo que debe hacer parte de la Ley del libro y que está llamado a perpetuar el intercambio e institucionalizar la relación entre los dos sectores. El resultado del proceso: la Ley del Libro Cuando se observa el número de organismos del Estado que tienen que ver directa o indirectamente con las actividades vinculadas a autores, editores, impresores, distribuidores, libreros, bibliotecarios y profesionales de la lectura, es fácil llegar a contar una veintena o más. Aún en el supuesto de vivir un momento privilegiado en el cual hipotéticamente cada organismo del Estado consintiera en otorgar un tratamiento especial a las profesiones del libro

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y tomara las medidas administrativas para ponerlo en práctica, es posible imaginar que el menor cambio de personas o más aún, un cambio de gobierno, dejaría al Sector del libro en la situación de recomenzar desde cero una labor de convencimiento de las nuevas autoridades. Por ello es importantísimo que el resultado de los diálogos, las conclusiones del diagnóstico y los acuerdos a que lleguen el Sector gubernamental y el Sector editorial, tomen fuerza de ley y se traduzcan en una serie de medidas viables y relativamente permanentes a la luz del contexto constitucional y administrativo vigente. Para ello, ese texto legal deberá tener en cuenta las orientaciones del marco constitucional, las costumbres legales y la jurisprudencia así como las normas administrativas que en cada país determinan legalmente un programa de incentivos (declarar la actividad editorial “industria”, de “utilidad pública” etc.) Una garantía de éxito en el seguimiento de la política es la creación, en el mismo texto legal, del Consejo Nacional del Libro o entidad similar como organismo de aplicación de la ley. Este órgano mixto puede estar integrado, de un lado por representantes de los autores, editores, impresores de libros, distribuidores y libreros, bibliotecarios y profesionales de la lectura y, de otro lado, por los representantes gubernamentales de la educación, la cultura, los impuestos, el Banco Central, las aduanas, los correos, el derecho de autor, la Planificación Nacional, etc. En este foro de intercambio se ventilará en el futuro toda la problemática que afecte la producción y la distribución del libro y en el mejor de los casos, la pugna ya no se producirá entre el Estado y el Sector de la edición sino que las energías de ambos estarán enfocadas a lograr o a mantener una posición del país dentro del contexto internacional de la edición.1 A guisa de conclusión Cualquiera que sea la evolución futura de los medios de comunicación, (incluyendo aquellos que amenazan la existencia del libro en su forma actual) no aparece por ahora en el horizonte algo que pudiera reemplazar verdaderamente la “cultura de lo escrito”. Es verdad que la facilidad de “consumo” cultural propia de lo audiovisual ha arrastrado ingentes partes del mercado cultural, especialmente entre los jóvenes. La expresión audiovisual tiene su propio lenguaje y trata los contenidos que están a su alcance (que son muchos). Sin embargo, en la manera de “consumirla”, dicha expresión no ha reemplazado el análisis crítico propio del mensaje leído ni sus contenidos han podido hacerle competencia a aquellos mundos intangibles (y verdaderamente interactivos) del intelecto a los que sólo se puede acceder mediante el mensaje leído. Como ha sucedido hasta ahora, cada nuevo medio de comunicación va encontrando su especificidad en el mercado, incluso en el tipo de contenidos que le es propio. Así las cosas, no parece de ninguna manera obsoleto preocuparse por el futuro de la industria editorial. Esto es obvio en los países en desarrollo, donde la educación de los recursos humanos es condición “sine qua non” de su desarrollo económico y donde el tablero, la tiza y el libro siguen siendo los instrumentos privilegiados, a veces los únicos, de la alfabetización y la enseñanza. Pero en los países industrializados reviste igualmente importancia. El consumo masivo del audiovisual le ha hecho perder a la juventud las destrezas de la lectura y las editoriales tradicionales están abocadas a diversificar sus soportes si quieren sobrevivir.

1 Las numerosas legislaciones del libro adoptadas por los países latinoamericanos en los últimos 20 años han permitido decantar un modelo de « Ley-tipo » del libro, llamada también la « Ley de Guayaquil » (1992) por la ciudad en donde culminaron las sucesivas reuniones de expertos que la condensaron. (Ver texto adjunto)

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En ambos casos, países en desarrollo y desarrollados, y en el contexto de una legislación de alcance mundial del comercio de bienes culturales, la producción y la distribución de libros no se puede dejar al azar de la legislación común a otras mercancías. Es necesario encauzar el viejo conflicto entre el Estado y el Sector privado alrededor de la producción del libro bajo cualquiera de sus formas porque, además del interés económico que representa, esa industria debe ser considerada como estratégica en el contexto de la promoción del desarrollo económico y cultural. Es a la expresión de esta preocupación que se le ha llamado “política nacional del libro”.

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MICHEL SAUQUET / ETIENNE GALLIAND Biblioteca Intercultural, Francia. La Biblioteca intercultural: un nuevo espacio para la edición independiente La Biblioteca intercultural propone espacios de encuentro entre editores independientes de culturas diferentes, a partir de dos interrogantes: 1. ¿En qué condiciones los editores independientes pueden ser más innovadores que los grandes grupos internacionales? Innovadores, no sólo con vistas a su propia supervivencia económica sino también para responder a las necesidades de una información rápida, pertinente y útil para la acción, con las herramientas actuales. 2. ¿Cómo puede la escritura contribuir hoy en día a disminuir los malentendidos interculturales, a estimular el acercamiento de las culturas entre las que no existe ningún diálogo o cuyas relaciones se han roto? ¿Cómo y en qué condiciones puede la escritura ayudar a movilizar y a confrontar puntos de vista de diferentes culturas para evitar el agravamiento de la degradación del medio ambiente, de los conflictos armados y de las fracturas sociales? Evidentemente, estas cuestiones superan al pequeño equipo que somos y, sin embargo, son ellas las que nos han llevado, junto con el apoyo inicial de una fundación suiza, la Fundación Charles Léopold Mayer, a lanzar, en calidad de mediadores, el proyecto de la Biblioteca intercultural. Un proyecto cuya originalidad se basa, sin duda, tanto en el método propuesto como en los productos que de ella han salido. En un mundo que se considera ahogado por el peso de la globalización económica, las concentraciones financieras y el pensamiento único, este método pretende abrir espacios: para el encuentro, la producción editorial intercultural, la innovación y el refuerzo mutuo. Un espacio de encuentro en torno al tema de la escritura Desde 1996, hemos hecho posible que editores independientes de varios países se reúnan con autores, universitarios y especialistas en asuntos interculturales. Se trata de encuentros libres, sin otra obligación de resultados que la de iniciar una reflexión sobre la preservación, a través de la escritura, de la variedad intercultural, la articulación de lo local y lo global y la responsabilidad de los profesionales de la escritura en el mundo del futuro. Se trata igualmente de confrontar anhelos y propuestas de trabajo común, que incluyan la confrontación de las representaciones culturales y la aclaración de los malentendidos. Entre los editores presentes aquí, en el seminario de Gijón, cuatro de ellos, por ejemplo, (de Uruguay, Gran Bretaña, Sudáfrica y Francia) han participado en este tipo de reuniones de la Biblioteca intercultural y, junto con otros, han impulsado procesos editoriales originales, y nos han ayudado a definir lo que debería ser, con el tiempo, un dispositivo más sistemático de encuentro e intercambio. Un espacio de producción editorial intercultural La Biblioteca intercultural constituye un marco en el que editores de diferentes países definen juntos proyectos de obras colectivas y comunes que, a continuación, cada cual publica en su propio idioma. Se trata de dos tipos de libros: · Libros sobre los términos del diálogo intercultural. Por ejemplo, en la actualidad estamos lanzando, en colaboración con las editoriales "La Découverte", "Harvard University Press", "Prensas Universitarias de Pekín", "David Philip Publishers" de Sudáfrica, y otras

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editoriales de la India y el mundo árabe, una serie de libritos sobre palabras como verdad, responsabilidad, relación con la naturaleza o poder, que cada una de las editoriales publicará en el idioma principal de su país. Estos libritos recogerán los enfoques chino, latino, árabe, estadounidense, africano e indio de una misma palabra, para demostrar al público, que esperamos sea lo más numeroso posible, que, una vez traducida una palabra, no se ha traducido, si puede decirse así, sino que cada cultura la relaciona con representaciones a menudo diferentes, cuyo conocimiento puede evitar muchos errores a todos aquellos que están involucrados en un trabajo internacional, ya sea en el ámbito de la cooperación, la industria, la diplomacia o la investigación. Otro ejemplo para el que ya se han publicado siete libros es la colección "Proches lointains", publicada en francés, en París, por la editorial "Desclée de Brouwer" y en chino por "Prensas artísticas y literarias" de Shanghai. Esta colección confronta la visión de un escritor chino y un escritor francés, cada uno de ellos haciéndose eco de su tradición cultural, sobre temas universales como la noche, la belleza, el gusto, la muerte, etc. Otro ejemplo más es el proyecto de diccionario comparativo de términos de la historia y las ciencias sociales entre rusos, europeos y norteamericanos, etc. · Libros colectivos acerca de varios desafíos importantes para el siglo que empieza. Los procesos en curso abordan, entre otros temas, el agua (en el que trabajan juntos australianos, europeos, árabes y, dentro de poco, asiáticos y latinoamericanos), la comunicación ciudadana (que moviliza a editores de la India, Brasil, Bélgica y Sudáfrica), la construcción de la Paz (con editores de América Latina y Europa), la construcción europea, etc. Un espacio de innovación En la lista que acabamos de evocar, podemos reconocer temas que distan mucho de estar ausentes de la producción editorial de nuestros respectivos países. Sin embargo, en estos casos, la Biblioteca pretende aportar una plusvalía precisa: poner en relación puntos de vista culturalmente diferentes y, lo que es más, proponer a los editores que intervengan, con su sensibilidad y su propia cultura, desde el origen, en un proceso intercultural para crear libros que no serían lo mismo si fuesen creados con independencia de los editores de los otros países. No obstante, queremos ir aún más lejos. Creemos que, en la actualidad, conviene trabajar bajo dos registros que requieren soportes de escritura diferentes: · El registro de una reflexión que requiere tiempo, sobre los temas enunciados más arriba (términos del diálogo intercultural y grandes desafíos del siglo que empieza). La fórmula del libro de papel se adapta bien a este registro, tiene futuro y nosotros creemos en él. · El registro, menos cómodo, de la urgencia: por un lado lograr crear una visión escrita que refleje la diversidad de los puntos de vista culturales y de las circunstancias, acerca de los temas de debate más candentes de la actualidad (organización mundial del comercio, manipulaciones genéticas, etc.). Recordar, por ejemplo, que si los organismos genéticamente modificados (OGM) constituyen una amenaza, es más bien para los pequeños campesinos del tercer mundo que para los consumidores del Norte. Por otro lado, intentar que la escritura intervenga como herramienta de diálogo en las situaciones de conflictos armados. Para ello, sin duda es necesario que los editores puedan tomar los nuevos espacios de comunicación y las nuevas tecnologías, y que el colectivo de editores y autores en curso de formación, que constituye la red de la Biblioteca intercultural, pueda definir un tipo de sello, de sistema de certificación que permita a los usuarios (internautas, prensa escrita y audiovisual) distinguir el material creado de la enorme masa, más o menos fiable, que circula por Internet. Otro ámbito en el que la Biblioteca intercultural desea favorecer la innovación es el de la traducción y la adaptación intercultural de la escritura. Nos parece que, cada vez con

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mayor frecuencia, en el sector de las ciencias sociales habría que prestar una atención diferente a las capacidades de absorción del lector y al contexto en el que éste vive. Desde este punto de vista, la traducción palabra por palabra, de la A a la Z, indispensable en literatura, sin duda no es la mejor fórmula en otros campos. Por lo tanto, la Biblioteca intercultural lleva algún tiempo apoyando otros intentos alternativos. Por ejemplo: en la víspera de las Olimpiadas de Sydney, acabamos de realizar, junto con la editorial "L'Aube", en Francia, y "Pluto Press" en Australia, un libro titulado "Australie, autoportraits" (Australia, autorretratos), que pretende dar una imagen nueva de ese país a partir de un trabajo de selección, adaptación, resumen y reescritura de numerosos textos extraídos del rico catálogo de "Pluto Press". Además, en algunos países del Sudeste asiático, hemos apoyado la adaptación libre de un libro escrito por un norteamericano y un etíope sobre los problemas de la edición en el tercer mundo. En él encontramos, más que una traducción, un desarrollo de los mismos temas, vinculados directamente con las realidades locales. De este modo, la traducción-adaptación de un libro de un país a otro puede, ante todo, ser una incitación a la escritura local. Aquí sólo damos unos cuantos ejemplos de un ámbito en el que existen innumerables especialistas y que nuestros colaboradores editores y nosotros mismos sólo pretendemos comprender mejor y analizar mejor en un momento en el que las nuevas técnicas vienen a revolucionar las prácticas (en particular, la traducción automática). Un espacio de reforzamiento mutuo (de "empowerment") A la pregunta: "¿un editor independiente está capacitado para innovar?", nos parece que la respuesta, que sacamos a debate, sería: "más aún si no está solo". Por ello, la ambición principal de la Biblioteca intercultural es contribuir a crear una red fuerte de editores independientes, deseosos de reforzar el aspecto intercultural de su trabajo, convencidos, por otro lado, de que lo intercultural puede ayudar a vender, y a los que se les ofrecerá un conjunto de herramientas de comunicación, localización y cooperación internacional. Más precisamente:

· Un sitio web común, una red de contactos, un anuario de recursos, etc. · Un fondo internacional de ayuda a la traducción-adaptación y a la edición

intercultural que estará a disposición de los miembros de la red de la Biblioteca.

· Posibilidades de reuniones internacionales para completar la comunicación por Internet sin olvidar el contacto humano.

Perspectivas En un futuro cercano la Biblioteca Intercultural tomará una serie de iniciativas entre las cuales algunas se derivan directamente del encuentro de Gijón. - Deseamos organizar un encuentro del mismo tipo para los editores del continente

africano. La situación de la edición en Africa es muy particular y muy difícil, por razones económicas y culturales. La utilización de nuevas tecnologías podría paliar algunos handicaps (precio excesivo del libro, analfabetismo, etc.).

- Actualmente estamos tomando una serie de contactos con fundaciones y organismos de

financiación para completar de manera significativa la contribución de la Fundación Charles Léopold Mayer al programa de la Biblioteca Intercultural. Esto permitirá responder mejor a las necesidades, particularmente a aquellas ligadas a la traducción/adaptación de los libros y para financiar los encuentros de redes de editores. La Biblioteca Intercultural apoyará próximamente un encuentro de la red naciente de editores uruguayos, chilenos, mexicanos y vascos, pero este tipo de operación no podrá multiplicarse, en tanto no podamos conseguir más medios.

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- Contribuiremos a la difusión de las ideas que surgieron de la reunión de Gijón, apoyando

la edición en inglés y en francés del documento de síntesis que está siendo preparado. - Internet no es una panacea pero permite hacer muchas cosas. Deseamos pensar en la

manera de poner en red los sitios web existentes o que se crearán, de los editores o de las redes de editores, para facilitar la circulación de las ideas, de los proyectos, de las experiencias.

- Finalmente, organizaremos un encuentro internacional de editores en 2001, un año

declarado por las Naciones Unidas, un año internacional para el diálogo entre las civilizaciones. Este encuentro juntará a una serie de profesionales de la palabra escrita, y se hará probablemente con la UNESCO, y tendrá lugar seguramente en Egipto, en la ciudad de Alejandría. Consolidará durablemente, lo esperamos, una red internacional en el seno de la cual circularán experiencias, ideas, proposiciones, surgirán proyectos editoriales colectivos y se afinarán útiles de trabajo.

Es inútil precisar que, si bien la Biblioteca intercultural ya no es una recién nacida (sobre todo si se tienen en cuenta las obras multiculturales que ha producido o está produciendo), todavía le queda mucho por hacer. Hemos comenzado de manera relativamente pragmática, en función de las oportunidades y los encuentros con nuestros colaboradores editores; sin embargo, en la actualidad sentimos la necesidad de llevar a cabo una fuerte estructuración y obtener medios financieros que vengan a sumarse a los de la Fundación Charles Léopold Mayer, que ya no son suficientes. Por ello, tenemos muchas esperanzas puestas en reuniones como la de Gijón: para debatir nuestros avances, nuestros anhelos y nuestras dudas; para recabar sugerencias sobre el modo de actuar; y para enriquecer la red con nuevos colaboradores.

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COMENTARIOS ADRIANA ASTUTTI / SANDRA CONTRERAS (testimonios) Beatriz Viterbo Editora, Argentina. Somos una pequeña editorial "independiente" del interior de Argentina, donde todavía quedan algunas editoriales independientes, grandes y medianas, pero sobre todo donde casi todo se concentra en la capital. Ciertamente no creemos en la ecuación editorial independiente como sinónimo de editorial buena; y editorial grande como sinónimo de mala calidad. Como decía André Schiffrin, lo que importa es "lo que se publica" y no toda editorial pequeña es, de por sí, buena. Sabemos el delicado equilibrio en que se desenvuelve siempre una editorial pequeña, y es por eso que apreciamos más el trabajo del grupo aquí reunido y nos honra formar parte de él. Quisiéramos en primer lugar contar brevemente quienes somos y qué tipo de editorial es la nuestra. Beatriz Viterbo Editora fue fundada en 1990. Somos profesoras de Literatura Argentina en la Universidad de Rosario, y a decir verdad lo que nos movió en ese momento, (al final de una jornada de estudio de la Teoría Estética de Adorno donde se mostraba el equilibrio precario de la autonomía del arte frente a la industria cultural), fue la idea, y el deseo, de generar un espacio en el que pudiéramos ampliar el horizonte de nuestra profesión sin irnos de nuestro país ni de nuestra ciudad, pero también y sobre todo, trabajar sosteniendo el espacio de la lectura y de la reflexión acerca de la literatura escrita en Argentina y en Latinoamérica. Por otro lado, queríamos trabajar en una editorial, y el único modo que se nos ocurrió para hacerlo, en Rosario, fue inventar una. Cuando la ilusión de la recuperación democrática en Argentina estaba siendo arrasada por la más cruda racionalidad económica y no parecía haber ningún espacio para la forma de vida que habíamos elegido creímos y seguimos creyendo que el libro, como ha dicho aquí Lidio Peretti es un instrumento de liberación. Sólo que consideramos que esa liberación se potencia en la forma literaria. Creíamos y creemos en el poder inquietante, tenaz y resistente de la literatura, de la ficción. En la experiencia a la vez íntima e impersonal que es la experiencia de la lectura vemos todavía una posibilidad (aunque microscópico no menos revulsiva) de resistencia. Con esa confianza, joven pero no romántica, nos pusimos a trabajar. No hicimos estudios previos de marketing ni buscamos contactos con agentes literarios ni estrategias de lanzamiento. Nuestra corta experiencia de lectoras nos alcanzó para confiar en que todo aquello que a nosotras nos pareciera valioso seguramente iba a encontrar otros lectores, más inteligentes y más sutiles que nosotras. Decidimos editar sólo lo que nos gustara leer. Los dos primeros libros salieron en mayo de 1991. Fueron dos ensayos de escritores a los que ya admirábamos: Copi de César Aira, y Por favor, ¡plágienme! de Alberto Laiseca. En este punto quisiéramos subrayar y agradecer la generosidad de ambos escritores para con nuestro sello todavía inexistente, al confiarnos sus libros. Desde ese momento la editorial fue creciendo con nuestra iniciativa pero también las propuestas que nos fueron haciendo llegar y con la confianza que depositaron –y siguen depositando- en nosotras distintas figuras del mundo literario argentino. Para empezar tenemos que mencionar, y agradecer, los generosos consejos y orientaciones que, entre incrédulos y divertidos, nos dieron Jorge Lafforgue y Susana Zanetti, al momento de poner en marcha la editorial. Ricardo Piglia nos sugirió la idea de crear una colección de Tesis/Ensayo en la que se pudieran incluir las tesis doctorales o los ensayos críticos literarios que no se incluían regularmente en los catálogos de las grandes editoriales: la colección se inició con Modos del ensayo. Jorge Luis Borges y Oscar Masotta

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de Alberto Giordano. Daniel Guebel nos hizo llegar su novela Los elementales a fines del 91: con esta novela y con El llanto de César Aira abrimos la colección Ficciones. Y Josefina Ludmer nos sugirió en 1994 la creación de una colección de Estudios Culturales que recogiera la producción que se hace, en ese campo, en América Latina: abrimos la colección con su compilación Las culturas de fin de siglo en América Latina. En esta colección se incluyen textos de reflexión político-cultural en Latinoamérica: ensayos sobre género, sobre fronteras, sobre relación de literatura y medios masivos, sobre políticas y poéticas de la espacialidad, sobre política y escritura en la década del 60 en las producciones culturales de la región o sobre el equilibrio precario entre memoria y olvido en la posdictadura rioplatense. En la colección El escribiente incluimos ensayos de escritores de ficción o de poetas. Además de los dos iniciales, tuvimos el placer de publicar Nacen los otros de Arturo Carrera (1993), La edad de la poesía de Tamara Kamenszain (1996), La letra de lo mínimo de Tununa Mercado (1995), Alejandra Pizarnik de César Aira (1999) y una serie de entrevistas realizadas por Guillermo Saavedra: La curiosidad impertinente. Entrevistas con narradores argentinos contemporáneos (1993). Nuestra ambición fue y es que esas colecciones permitan la discusión y el intercambio de la producción crítica local con la internacional. Nos causa una gran satisfacción ver que muchos de sus textos, escritos por argentinos (radicados en el país o en el extranjero) figuran en las bibliotecas del extranjero y en las bibliografías consultadas en investigaciones producidas en las universidades de Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Con la colección Ficciones quisimos crear un espacio donde publicar no sólo obras de escritores argentinos que ya conocíamos y admirábamos, como los relatos de César Aira (de quien publicamos hasta ahora más de diez títulos), o una serie en que incluimos las obras de teatro, comedias musicales y guiones cinematográficos de Manuel Puig, inéditos hasta el momento en castellano (en la cual hasta ahora publicamos siete títulos en tres tomos) sino también novelas, teatro y cuentos de escritores más jóvenes que consideramos valiosas, algunos con carreras ya iniciadas, como Sergio Bizzio, Daniel Guebel o Sergio Chejfec, otros en su primera experiencia de publicación, como Milita Molina, Sergio Delgado, Juan Becerra, Ricardo Strafacce, Mariano Fiszman, Martín Kohan, Esteban López Brusa, Oscar Taborda y Osvaldo Aguirre, entre otros. A todos ellos debemos agradecer la generosidad y la confianza con que aceptan nuestros criterios de lectura y las limitaciones de nuestro sello. También publicamos unas pocas traducciones: una selección de Cartas, de -F.S. Fitzgerald, un breve relato de Georges Perec y una antología de poemas de John Donne. Si bien nuestra idea inicial era retomar la tradición de traducción que ya existía en Argentina, y volver a elegir qué traducir y cómo, preferimos concentrar nuestros esfuerzos en darle un espacio a la producción local antes que en competir (en condiciones absolutamente desiguales) en un campo que las grandes editoriales cubren de por sí. Hasta ahora nosotras dos somos todo el equipo de trabajo: leemos el material que nos llega, seleccionamos lo que incluiremos en el catálogo sólo en función de nuestros gustos y confiando en que aquello que a nosotras nos parece que merece editarse encontrará siempre a su lector entre quienes acostumbran curiosear en las mesas de novedades y tomar nuestros libros. El diseño de las colecciones lo ha definido el artista plástico Daniel García; la mayoría de nuestras tapas se ilustran con sus cuadros y los de Claudia del Río, otra artista de Rosario. Siendo una pequeña editorial nuestra mayor dificultad es la distribución: hacer que los libros circulen fluidamente en los puntos de venta, junto con los títulos de las editoriales más grandes o de las editoriales más tradicionales. Aun así, y aunque a escala mediana, nuestros libros son conocidos y se venden, en el país, fundamentalmente en librerías de Buenos Aires, Rosario, La Plata y Mar del Plata. También llegan a bibliotecas y a algunas librerías especializadas en EEUU, España, Francia, Alemania, Reino Unido. Suponemos que el

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lanzamiento de una página en Internet (nuestro propósito inmediato) nos ayudará a llegar más directa y rápidamente a los lectores. No obstante, la proyección del catálogo y del sello a nivel nacional y también internacional se debe más que a la atención de distribuidores y libreros a lo que podríamos llamar la “red de difusión” que han contribuido a generar los propios lectores y la prensa cultural. En este punto quisiéramos destacar y agradecer el apoyo sostenido que hemos tenido y seguimos teniendo, desde la aparición del primer título, en los suplementos culturales del país (los de los más grandes diarios, los de los diarios locales, los de las revistas culturales), con bibliográficas de prácticamente todos nuestros títulos, con anuncios y hasta con páginas enteras y dossieres dedicados a los proyectos más desatacados. Esto ha significado sin duda un enorme apoyo a nuestro trabajo editorial, y a nuestra proyección. Con el tiempo hemos visto cómo este apoyo generoso ha acompañado el surgimiento de otros sellos en el país, siempre alentando el esfuerzo que ello implicaba. Sin duda, dada la naturaleza de nuestro catálogo (un catálogo especializado, específicamente orientado a la literatura, y a los análisis críticos, literarios y culturales), nuestra mayor dificultad es la financiera: es muy difícil sostener un catálogo de este tipo, pero al mismo tiempo estamos convencidas de que es indispensable sostener estos espacios culturales en los que puedan publicarse títulos que no son inmediatamente rentables, títulos que tal vez sean de una circulación restringida pero no por eso de menor impacto en la vida cultural. Algunos de nuestros títulos se publican con el apoyo de subsidios institucionales (universidades, fundaciones, instituciones) y nuestra mayor preocupación al respecto ha sido siempre poder mantener un criterio de selección independiente que siga permitiendo al sello respaldar la recepción de cada título nuevo. Pero es indispensable el desarrollo de políticas nacionales de apoyo al libro que promuevan no solamente la edición (como puede facilitarlo un subsidio) sino también el desarrollo de mecanismos que favorezcan el flujo de textos en el mercado de habla hispana. Políticas que reconozcan que el libro nace de la condición paradójica de ser a la vez objeto cultural y mercancía y que su destino final como objeto cultural no es la concreción de la obra en libro sino el encuentro con el lector. Como nos lo ha enseñado Alvaro Garzón en su exposición, la Ley del Libro será una herramienta fundamental para el desarrollo del sector editorial en el país. Aun así, suponemos que para editoriales como las nuestras, esto es, editoriales pequeñas, su impacto sería indirecto o en todo caso, no del todo suficiente para promover su crecimiento. Si se trata de políticas de fomento a la edición, quizás este sea el lugar para que nos preguntemos si es posible, o si es pertinente, pensar en iniciativas que tiendan a facilitar la circulación de catálogos que por su propia naturaleza no pueden asegurar una rentabilidad inmediata. En esta mesa escuchamos la propuesta de la Biblioteca Intercultural, de Michel Sauquet. Sin duda la idea es estimulante, pero nos preguntamos si no sería posible además pensar en iniciativas que, además de "crear objetos –colectivos- que tienen mercado" (como es un libro en el que se reúnan distintas perspectivas culturales), ayuden a potenciar los objetos –los catálogos, los libros- que ya existen (con su valor único y original), y que no tienen –y que tal vez nunca tendrán- un mercado mayor a los 300 o 500 ejemplares. Creemos que donde más provechoso sería el aporte de los organismos internacionales sería en la creación y fortalecimiento de redes de distribución, difusión, coedición: una especie de Biblioteca InterCatálogo. Un ejemplo, este mismo Encuentro que ha sido una oportunidad inmejorable para que nos reunamos con nuestros colegas y concretemos proyectos de coedición, o de intercambio de títulos para distribución. Asimismo, los organismos podrían ayudarnos a intervenir ante los gobiernos para el fortalecimiento de una red de bibliotecas públicas y la compra por parte del Estado de una cantidad de ejemplares para su distribución en esa red: esto facilitaría no sólo la edición sino también, y fundamentalmente, la llegada del libro al lector, y tiene la ventaja de una ayuda económica que –por su misma forma- en lugar de "terminar" en el libro, estimula y asegura su circulación. También, iniciativas que tendieran a promover y a facilitar la traducción de nuestros autores a otras lenguas. Ojalá este encuentro sea el inicio de un camino

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que nos lleve a que nombres como los de César Aira, Marosa Di Giorgio, Sergio Pitol, Diamela Eltitt, para nombrar sólo a unos pocos latinoamericanos nuevos, les sean tan familiares a los lectores hispano hablantes de España y de América como a los del país en que cada uno escribe. O a que vuelvan a producirse intercambios tan valiosos como lo fueron el encuentro de la escritura de Borges con la de Alfonso Reyes o las ficciones de Borges con el pensamiento de Michel Foucault o los que surgieron de las estadías de Roger Caillois, Pedro Henriquez Ureña o Witold Gombrowicz en Argentina.

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NOTA Un problema técnico en la grabación nos impidió transcribir la intervención de Alexis Márquez, director de Monteavila Editores que defendió la necesidad de mantener las subvenciones a las editoriales del Estado en América Latina.

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DECLARACION DE GIJON 2000 Los editores reunidos en el Ier Encuentro de Editores Independientes de América Latina, realizado con el apoyo y patrocinio del Banco Interamericano de Desarrollo, la UNESCO, la Organización de Estados Americanos, la Organización de Estados Iberoamericanos y la Biblioteca Intercultural, el 25/26 de mayo de 2000 en Gijón, España, en el marco del III Salón Iberoamericano del Libro, han intercambiado opiniones y análisis en torno a la industria editorial independiente. Durante esta reunión se plantearon los numerosos problemas que enfrentan los editores en diversos países latinoamericanos con la aportación de editores de otras regiones del mundo. En primer lugar se constató la situación incierta que enfrentan en diversos países debido, ante todo, a los procesos de concentración que amenazan la diversidad cultural en cuanto desplazan el énfasis de la edición a sus aspectos más comerciales. Esta situación que adopta diversos matices en los distintos países de la región no solo pone en riesgo la función cultural de la industria editorial sino, también, la librería tradicional y la creación misma. Los editores reunidos propusieron diversas líneas de acción: - Estrechar diversas colaboraciones entre editores independientes, al interior de cada uno de

los países, entre los países de la región y de fuera de la región, creando espacios de diálogo, intercambio y desarrollo de proyectos comunes.

- Establecer un trabajo entre libreros y editores para coordinar estrategias comunes, así como con otros ámbitos e industrias culturales.

- Sensibilizar a escritores y al mundo de la cultura, así como a los gobiernos sobre la situación de fragilidad en la que se encuentran las editoriales independientes y el riesgo para las culturas locales.

- Impulsar la adopción de políticas públicas de fomento a las industrias nacionales del libro, tanto para su promoción y desarrollo como para lograr un tratamiento diferenciado en el marco de los acuerdos comerciales multilaterales y que se traduzcan en instrumentos legales y administrativos. Como por ejemplo, sistemas de ayuda a la creación literaria, de protección del derecho de autor, incentivos fiscales a la edición, implementación de una política de precio fijo de los libros, desarrollo de los sistemas de bibliotecas y compras públicas de libros destinadas a ellas mismas, incentivos para la adaptación a las nuevas tecnologías, entre otros.

- Solicitar a las autoridades nacionales y organismos internacionales apoyo y asistencia técnica para el cumplimiento de estos objetivos.

Hubo unanimidad en valorar la importancia y utilidad de este encuentro, que debería adquirir en adelante un carácter permanente solicitándose el concurso y el apoyo de los organismos patrocinadores.

Firman LOM Ediciones, Chile Ediciones Colihue, Argentina Pehuén, Chile Editora Vozes, Brasil Ediciones del Sol, Argentina Vintén, Uruguay Ediciones Trilce, Uruguay Beatriz Viterbo Editora, Argentina Ediciones Era, México El Conejo, Ecuador Cidcli, México F&G Editores, Guatemala Indigo et Côté Femmes, Francia/Nicaragua Editorial Cuarto Propio, Chile

Contacto: [email protected]

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Participaron en este encuentro los editores siguientes:

EDITORES LATINOAMERICANOS

ALDUS (México) [email protected] .mx

ARCOIRIS (El Salvador) Elsa Beatriz Rosales Tel 503 232 34 34 BEATRIZ VITERBO EDITORA (Argentina)

Adriana Astuti/Sandra Contreras

[email protected]

CIDCLI (México) Patricia Van Rhijn [email protected] COLIHUE, Editorial (Argentina)

Adolfo Colombres

CONEJO, Editorial El (Ecuador)

Abdón Ubidia [email protected]

COSTA RICA, Editorial (Costa Rica)

Habib Succar [email protected]

CUARTO PROPIO (Chile) Marisol Vera [email protected] ERA (México) Marcelo Uribe [email protected] F & G EDITORES (Guatemala)

Raúl Figueroa [email protected]

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE PUERTO RICO

José Carvajal [email protected]

GUAYMURAS (Honduras) Isoldo Arita Melzer [email protected] LIBROS PERUANOS (Perú)

Jorge Enrique Marchena [email protected]

LOM (Chile) Silvia Aguilera / Paulo Slachevsky

[email protected]; [email protected]

MONTEÁVILA EDITORES (Venezuela)

Alexis Márquez [email protected]

NUEVA SOCIEDAD (Venezuela)

Sergio Rodríguez [email protected]

NORMA (Colombia) Moisés Melo [email protected] ÓSCAR DE LEÓN PALACIOS (Guatemala)

Carmen de León Vera [email protected]

TRILCE (Uruguay) Pablo Harari / Anna Danieli

[email protected]

UNESCO EDICIONES Milagros del Corral [email protected] VINTÉN (Uruguay) Yamandú Cabrera [email protected] BEATRIZ VITERBO EDITORA (Argentina)

Adriana Astuti/Sandra Contreras

[email protected]

VOZES (Brasil) Lidio Peretti [email protected] EDITORES EXTRANGEROS ARCE (España) Mª Carmen Peinado DAVID PHILIP Bridget Impey [email protected]

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