hugo salas: lo que resta del libro - reportaje a martín kohan en página/12

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  • 8/16/2019 Hugo Salas: Lo Que Resta Del Libro - Reportaje a Martín Kohan en Página/12

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     Domingo, 1 de diciembre de 2013

    LO QUE RESTA DEL LIBRO 

    En la actualidad, la obra de un escritor suele completarse con una serie deescritos, intervenciones gráficas y digitales, breves y hasta brevísimasparticipaciones que son respuestas a la bienvenida demanda de la esferapública. Martín Kohan reunió gran parte de estos textos heterogéneos en Fugade materiales (Ediciones de la Universidad Diego Portales). En esta entrevistahabla sobre los diversos asuntos que plantea el libro: los conflictos entrediscurso académico y periodístico (él los cultiva a ambos), su necesidad de

    desintoxicarse de algunos excesos de nacionalismo de la adolescencia, laatracción por la revolución, el lenguaje de los deportes. Y hasta relata elbackstage de su tumultuosa visita al programa de Eduardo Feinmann durantelos días de las tomas de colegios en la ciudad de Buenos Aires.

    Por Hugo Salas

    En su incontenible voracidad de tinta, los escritores dejan a su paso nosólo obra en el sentido canónico del término (novelas, libros de relatos ypoesía, ensayos) sino también rastros, esbozos y remanentes dispersosde una práctica continua y sostenida de la escritura, manifiesta engéneros diversos. De un tiempo a esta parte, el diario íntimo, los

    artículos periodísticos e incluso el chiste ocasional forman parte delconjunto de cosas que importan a la hora de pensar la literatura. No se

    http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/index-2013-12-04.htmlhttp://www.pagina12.com.ar/diario/principal/index.html

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    trata de un interés ocioso o meramente anecdótico. Por echar mano deun ejemplo colorido, el picante estribillo acerca de la señora de Pérez ysus hijas que los diarios de Bioy vinieron a rescatar del olvido salda todadiscusión y esclarece que la sexualidad y lo procaz no están ausentes

    de la obra de Borges por desconocimiento o ignorancia en la materia,sino como resultado de una estricta decisión poética, decisión que a suvez puede ser leída en más de un sentido. Por otra parte, no sólo losescritores (de literatura) escriben, sino que la trama de una época senutre también de diversas prácticas que en su movimiento definensentidos, sonoridades y sobreentendidos.

    Desde 2004, con la publicación de El escribidor intruso, de JoséDonoso, la editorial de la Universidad chilena Diego Portales dedica sucolección Huellas a la compilación de estos materiales dispersos, nosólo de escritores sino también de periodistas y críticoslatinoamericanos. A un catálogo en el que conviven Juan Villoro, JorgeEdwards, Roberto Bolaño e Ignacio Echeverría, junto a los argentinosMaría Moreno, Alan Pauls y Beatriz Sarlo, se suma este año MartínKohan con Fuga de materiales, volumen al cuidado de Leila Guerriero.

    En él, lo primero que llama la atención es la coexistencia pacífica y sinhiatos de formas desiguales como el post de blog y la conferencia, lacolumna periodística, la nota en una revista especializada, el artículo

    académico e incluso la denostada “ponencia”. En los dos últimos, enparticular, se advierte una manera que rehúye el ditirambo esotérico y senutre de prácticas ensayísticas anteriores, interesadas en hablarle allector. “Esto es algo que tiene que ver con aquello que uno admira,desde Barthes o Benjamin, para ir a los casos mayúsculos, al trabajomás cercano de Dardo Scavino, Fermín Rodríguez o Julio Schvartzman,colegas a quienes leo no sólo por sus ideas sino también conadmiración de escritura”, señala Kohan. “En la carrera de Letras, dondetrabajo, repetimos todo el tiempo que el crítico es un escritor, porque lo

    leímos en Barthes, justamente, y nos gusta decirlo, pero no siempreprocedemos de acuerdo con esta premisa. Yo lo creo fervorosamente, yeso supone que uno debe situarse frente al lenguaje, frente a la forma,frente a las decisiones de escritura, con el mismo rigor y cuidado que enel caso de una novela. Sin incurrir en simplificaciones ni en posturasdemagógicas, en lo personal tengo la firme sospecha de que elesoterismo crítico responde a algo contrario a lo que se piensa: eselenguaje no es hermético porque sea para unos pocos, para una elite,sino para que nadie entienda. En muchos casos, un artículo se escribesin ninguna expectativa de que sea leído, y a menudo hasta conexpectativas de que no sea leído, que sea un recurso puramente

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    condescendiente del que baja de una especie de trono para intervenir enlo plebeyo no funciona en mí, pero también creo que ese gesto le debemucho a cierto imaginario exterior al mundo universitario. Cuando se lesplantea a los universitarios ¿por qué no salen a la realidad social?, ¿por

    qué no bajan al común de la gente?, en realidad es esa exigencia la quepresupone que la universidad está por fuera, es esa exigencia la quepresupone que la universidad está por encima. Yo no bajo a ningúnlado, porque no considero que esté arriba. ¿Qué significa salir a larealidad social, como interpelación dirigida a los que trabajamos en launiversidad, si la universidad está en la realidad social? Pero no estácomo una cápsula: lo que pasa dentro de un aula también es realidadsocial, ¿por qué tendría que salir a algún lado si no estoy fuera? ¿Porqué tendría que bajar? Sí hay, como en cualquier disciplina, un campode especificidades y complejidades, pero me llama la atención que en elcaso de la literatura cargue con el estigma del elitismo, cuando cualquierdisciplina introduce sus propias competencias específicas y sus saberestécnicos.” 

    La cuestión de las especificidades desborda lo estrictamente literariopara permear un ámbito supuestamente tan poco dado a lo teórico comoel de lo deportivo, que también ocupa un lugar importante en laspreocupaciones no sólo literarias sino estéticas e incluso sentimentalesde Kohan. “Hace muchos años trabajé todo un año haciendo un

    programa de tenis por Radio Del Plata. Esa fue mi mayor exigencia delenguaje. Top spin, ¿qué es? Slice. Drop. Porque los periodistasdeportivos nunca traducen. Cuando dicen drop te ponen a vos ensituación de tener que aprender si te interesa entender lo que estándiciendo. Entonces, personalmente, doy dentro de la universidad ladiscusión contra el falso hermetismo y fuera de ese espacio otra contrael antiintelectualismo antiacadémico que muchas veces uno encuentra,por ejemplo, en los suplementos culturales, donde con cierta frecuenciala palabra académico –palabra que por otra parte yo no uso, yo siempre

    digo ‘trabajo en la universidad’– aparece con un cariz peyorativo,situación que no deja de preocuparme. En la sección de economía oeducación, el hecho de que alguien trabaje en la educación pública esalgo valioso; eso mismo, veinte páginas después, es casi motivo deoprobio, como si saber que alguien trabaja en la universidad fuera undemérito de por sí, obstruyendo una lectura genuina de lo que produce.En lo personal me ha ocurrido incluso con la ficción; muchos suponenque mis novelas no pueden sino estar plagadas de guiños ysobreentendidos dirigidos a mis colegas académicos para dejar pagando

    al lego, y eso sólo lo pueden suponer porque no están leyendo el libro. Ahora me pregunto, ¿por qué mostramos una gran disposición a

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    aprender cuando se habla de Federer-Nadal, a la hora de ver un partidode fútbol o entender una crítica cinematográfica, y cuando el objeto encuestión es Benjamin, la actitud se repliega en un ‘ah, no, hablanos conlenguaje sencillo, no te hagás el complicado. Hablá para todos’?” 

    NACIONAL & REVOLUCIONARIO

    Dentro de los textos de Fuga de materiales conviven, de hecho,materiales estrictamente literarios con otros de las más diversas fuentes,en un doble movimiento que lee, desde un modo de entender laliteratura, objetos externos a ella. Así, “De putas”, sobre la figura de laprostitución en la literatura argentina, comienza con un minucioso,desopilante y literario análisis de las fluctuaciones de la legislaciónrespecto de la materia, que a su manera se constituye como el

    escenario social en el que se despliegan Gálvez, Arlt, Cortázar, Fogwill.En “Libre de humo”, el sencillo tema es el desconcierto que produce enun narrador acostumbrado a la legislación antitabaco vigente en

     Argentina encontrarse de pronto en un café de Valdivia, al sur de Chile,donde todavía se permite fumar en público. Por no introducir, desdeluego, un doble tema capital en estos ensayos y en su obra literaria: losmigrantes y sus desplazamientos, de Adorno al Che Guevara. El propioKohan advierte en estas incursiones una doble influencia de dos figurasclave de la crítica literaria nacional junto a las cuales trabajó en distintos

    momentos, Josefina Ludmer y Beatriz Sarlo, pero en su caso tal vezquepa señalar la existencia de un gesto que restituye aquello queLudmer disemina y Sarlo en ocasiones abandona: la centralidad de laliteratura. En tal sentido puede leerse el fragmento del post “De cómo laliteratura pervierte la moral”, en que el autor afirma: “No será la primeravez que, por mi tendencia tan marcada a privilegiar los aspectosliterarios, provoco un problema real en el mundo de las cosas reales. Noserá la primera vez que mi obstinada preocupación por la cuestión delvalor literario termina por imponerse al cuidado de los otros valores”. 

    En su brevedad, este texto convive con muchos otros que apuntan, demanera incesante, al problema del lugar y el valor de la literatura. “Esuna cuestión que yo separaría en dos planos: por un lado, el valorliterario en términos estéticos, y por otro, la figura del escritor. Yo losseparo y necesito separarlos, porque apuesto y participo con absolutaconvicción de la necesidad del valor literario, sea como sea que eso sedefina, y siempre asumiendo que se trata de un campo en disputa dondenadie tiene una verdad definitiva, apartándolo de la idea del valor delescritor como escritor, todo un régimen social de prestigio y veneracióndel escritor con el que muchos de estos textos juegan de manera

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    paródica. Porque en el mundo a menudo ocurre a la inversa: hay unvaciamiento del criterio del valor literario (entre otras cosas porque loslibros no se leen, o se leen con poca atención, con poco criterio de sudimensión estética) a la par de un culto reverencial del escritor en tanto

    que escritor. Y yo creo necesario devaluar esa impostura que secomporta como si escritor fuera algo que se escribe con mayúscula. Esalgo, también, que uno aprende de Borges. Cuánta fuerza debe haberhabido en el gesto social de solemnizar a Borges para que haya llegadoa desarticular, por momentos, el gesto totalmente contrario del propioBorges, alguien más bien dispuesto al chiste y al autochiste. Apenas seveía interpelado como viejo sabio, parodiaba de inmediato tanto lainterpelación como la respuesta, pero a veces el prejuicio de lasolemnización era tan grande que no se advertía la parodia.” 

    Fue justamente en su carácter de escritor que se vio increpado, hacepocas semanas, por Eduardo Feinmann, situación que llevó a muchos apreguntarse por qué Kohan decidió exponerse a esa situación y a darese debate, en un contexto claramente hostil. “Ahí hubo algo que meplanteó un dilema. Yo había sacado una columna en Perfil quecasualmente coincidía con algo que ese mismo fin de semana se publicóen Radar, acerca de lo fácil que era poner todo en Feinmann, y ensintonía yo señalaba la necesidad de preguntarnos por el pequeñoFeinmann que todos llevamos dentro. Así que cuando recibo el llamado

    de su producción encuentro que tengo que ir, porque hubiera sido unadeslealtad, ante todo conmigo mismo, no ir. Porque si él, que puedededicar el tiempo que se le antoje a despanzurrar mi nota en C5N, enRadio Diez y en Infobae, decide convocarme, mi actitud tiene que ser lade responder. Así que ante el llamado de la producción me bañé, mepeiné y fui, con la suerte que me pudiese tocar. Y la verdad fue muyinteresante. Difícil, porque uno cree que conoce las convenciones de latelevisión pero hoy día muchas ya se rompieron. De hecho hubo unmomento sumamente ridículo en que yo me levanté de la mesa, pero lo

    hice porque era tan desopilante lo que estaba pasando que pensé queya estábamos en el corte. Me levanté para irme y dar las gracias, perocuando vi que seguíamos en el aire, me volví a sentar. Creo que esparte de lo mismo: hay que plantear lo que incomode en el lugar en quea uno le toca estar, como en algún momento me pasó de discutir conHoracio González en 6, 7, 8 y luego elogiar a Horacio González anteVargas Llosa. Hubiera sido mucho más cómodo hacer lo contrario, perola escritura siempre se plantea desde esa incomodidad, el desafíointelectual es dar la discusión en el terreno más equívoco. Siempre es

    más confortable hablarle al convencido, pero a veces es necesario

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    asumir el lugar de la incomodidad, siempre y cuando esa incomodidadno impida que uno tome la palabra y plantee lo suyo.” 

    La incomodidad domina, en efecto, no sólo la práctica de la escritura

    sino también un tópico que es en buena medida central a los sistemasideológicos en que la suya se inscribe, según advierte en un pasaje delartículo “Migraciones”: “Quien se haya embriagado de argentinidad,como yo lo hice, en torno del Obelisco en junio de 1978 y en torno de laPirámide de Mayo en abril de 1982, precisa el resto de su vida paradesintoxicarse”. El nacionalismo y sus héroes-padres aparecen una yotra vez no sólo entre estos artículos sino también en la literatura deKohan, en una convivencia poco plácida con otro discurso heroico, el dela revolución mar xista del siglo XX. “Hay un aspecto en que estos dosdiscursos se tocan y me interesa. No cualquier retórica suscita en unsujeto la disposición a matar y a poner en riesgo su propia vida, rasgoque estas dos retóricas comparten. Y compartiendo ese rasgo, sedisocian en mí en el modo en que fui atravesando y luegodespojándome de cierto fervor nacionalista que perdura como reactivo,como si debiera seguir vacunándome contra eso. No se trata deponerme en vivo y hacer chistes, sino de desarmar algo que estabafuertemente inoculado en mí. Yo dediqué cinco años de mi vida, mi tesisde doctorado, a desactivar el dispositivo sanmartiniano, y al díasiguiente de la defensa, me tomé el subte y fui hasta la Catedral, en

    peregrinación sanmartiniana. O sea que el primer lector en el que latesis no tuvo efecto suficiente fui yo. Ahora bien, cuando paso al terrenode la revolución descubro que no tengo ninguna resistencia al respecto,que no necesito todo este trabajo de indagar y desarticular metafísicas,trascendencias y esencias. Es un tema que me interesa sin promover enmí la reticencia y el recelo que provoca el nacionalismo, como si esaparte la escribiera a favor. En un caso, que paradójicamente es bastantevencedor, nado contra la corriente, con todo lo que supone nadar contrala corriente, incluso el momento en que sin fuerzas la corriente te lleva,

    mientras que los textos sobre la revolución me ofrecen la posibilidad deponerme a favor de donde corre el agua.”