hoy es todavía siempre
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Sin modestia alguna afirmo que mi aportación a la poesía no ha sido eso que los grandes vates llaman creación o desvelamiento, sino autobiografía, bibliografía, lectura y relecturas de los que me antecedieron. Si acaso el intento de conjugar el lenguaje hablado y el escrito.TRANSCRIPT
HOY ES TODAVÍA SIEMPRE
Antonio García
Antonio García (Ponferrada, 1950). Conviene aclarar que el título de este prosemario era otro. Pero cambió leyen-do al maestro Emilio Lledó. Lo que no tengo tan claro, paciente lector, es cómo cla-sificar Hoy es todavía siempre. Aunque siempre ha habido prosa poética y poesía en pro-sa. Y los diferentes géneros literarios combinan ambos recursos, desde el poeta-filó-sofo Lucrecio hasta un narra-dor extenuante como Marcel Proust. Hace tiempo que yo pretendo caminar por el filo de la navaja, entre la prosa y la poesía. No lo consigo mu-chas veces y me doy más de un batacazo. Aun así, no cejo en el empeño.
A. García
Antonio García
HOY ES TODAVÍA SIEMPRE
© Antonio García
Cubierta: Botas de una campesina, V. van Gogh.
1ª edición
Edita:
ISBN: 978-84-
Impreso en España / Printed in Spain
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.
A Natalia, que viniste y para siempre.
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Y ES CIERTO
«Nunca te defines», me dicen, «siempre andas
bailando el agua, tratando de contentar a todo el
mundo. ¡Y eso no puede ser, tienes que dejarte
de tanto circunloquio!».
Y es cierto.
Debo aprender a decir que no y no, y repetirlo
cien veces en el encerado de la razón hasta no
autojustificar mis indecisiones. Ir más a lo mío,
quererme más y no tragar tanto sapo.
Y es cierto.
«Tiene ventajas y sus compensaciones, ya
verás», me aseguran. Pero aun así, lo siento, no
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me hace sentirme mejor ni peor, y sí mucho más
triste, si cabe.
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AUTODEDICATORIA
He vuelto a leer a Bukowski. Y he sentido la
envidia de no poder dedicarle un poema a mi
editor, darle las gracias por haber apostado por
mí. Quizá porque ahora se escribe mucha poesía,
muy poca buena conocida y mucha mala
impublicable. Y cada cual se las arregla como
puede, autoedición, subvenciones, lanzando un
guante que nadie recogerá. Por lo que a mí
respecta, sé que a estas alturas no soy tan torpe
como para no haberme dado cuenta de que no
hay editor alguno al que le pueda dedicar un
poema como este.
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COMO SIEMPRE
Viajo a Madrid, solo, como siempre. Antes de
partir llega, apresurada. Se sienta frente a mí,
me mira a los ojos y me ofrece un caramelo de
hierbabuena. «No gracias», y retiro mis piernas.
Ella se acomoda un poco más hasta que su
rodilla roza la mía. Tiene la seductora belleza de
las tardes de otoño: cabello castaño, ojos claros,
el rostro ovalado, y el insinuante vestir de la
discreción: camiseta blanca de tirantes, falda
ibicenca y complementos de color turquesa. Me
habla dulcemente. Respondo, lacónico. Ella
siempre sonríe con lo que le digo. Acepto el
caramelo y nuestros dedos se rozan. Se levanta y
me dice que la siga hasta el bar. Es pura delicia
seguir sus sandalias negras de cuero. Pide unos
cafés solos. Alguien habla por el móvil a gritos.
Se acerca y me susurra al oído. Entonces
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recuerdo… y es ternura sus labios. De vuelta, se
acurruca a mi lado: el perfume indefinido de su
cuerpo, la cabeza en mi hombro, el respirar
acompasado y su mano en la mía, demorada. La
miro. El AVE vuela a 250 Km/h por paisajes sin
estaciones. Se despierta, indolente, con el
anuncio de la llegada. «Me bajo en Chamartín,
¿y tú?». «Yo también», le digo. Antes de la
parada de Atocha me acerco al servicio. Me miro
en el espejo, me lavo la cara, el tren se detiene.
Regreso al asiento. No está. Habrá ido al aseo…
Espero. Le pregunto al revisor. El coche se vacía.
Final del trayecto: 3.52 horas fugaces de viaje,
que me parecen eternas. Nadie en el andén,
como siempre.
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MAR DE SEPTIEMBRE
Os habéis ido a vuestras cosas, lejos. Y
pareciera que el estío con agosto se fuese. El
lugar aquel donde desayunábamos está vacío.
La tertulia de los viejos pescadores, en la
frontera de la sombra, permanece. Las
primeras lluvias han traído un levante hondo,
limpio y fresco. Solo la constancia del mar
impasible deja rumor de certezas. Al
mediodía, bajo a darme un baño. Los bañistas
ya son otros: matrimonios mayores agarrados
de la mano, algún viejo sentado en su lectura,
abuelos con sus nietos, la extrañeza de unas
muchachas mostrando su desnudez al sol
apacible de septiembre. Me acerco al
chiringuito, pido… y me veo fondeado al
amparo de la isla, después de la pesquera,
compartiendo juntos unas latas de
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cruzcampo. Todo parece igual, pero no es lo
mismo. La proximidad de algo que merodea y
acecha, la certidumbre de estar aún más solo.
Y hago una promesa y una súplica: tomar una
cerveza al caer la tarde, como solíamos,
deseando que los días nos respeten y vuelva
el sueño del verano otra vez con vosotros.
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POSIBLE ARTE POÉTICA
Desconfío de los poetas que se enmascaran
engolados tras la inmortalidad. Mienten y lo
saben, o han caído en la espiral de su delirio
estilístico. El poeta escribe para él y para
nadie, como canta el pájaro del alba, como se
enciende la luz oscura en la noche. Entonces
ya no es él, es instante del hombre que atento
espera ese canto de luz perdurable.