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“El Señor es mi pastor nada me falta”. Aunque pase por cañadas oscuras no tengo miedo a nada, pues él está junto a mí protegiéndome de trampas y enemigos. Su vara y su cayado me dan seguridad. Aunque mis trabajos sean duros y urgentes no me agobio ni pierdo la paz, pues su compañía procura serenidad a mi obrar, plenifica mis anhelos y mi ser, y hace inútil todo febril activismo. Cada día, con gracia renovada, pronuncia mi nombre con ternura y me llama junto a Él. Cada mañana me unge con perfume; Y me permite brindar, cada anochecer, Con la copa rebosante de paz. ¡El Señor es el único líder que no avasalla! El hace honor a su nombre dando a nuestras vidas dignidad y talla. Nada temo a los profetas de calamidades, Ni a la tiranía de los poderosos, Ni al susurro de los mediocres, ¡porque tú vas conmigo! Has preparado un banquete de amor fraterno para celebrar mi caminar por el mundo. En él me revelas quiénes son tus preferidos Y cuáles han de ser mis sendas del futuro. ¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía Con su presencia cargada de vida! (Día del Buen Pastor) SALMO DE LA TELEVISIÓN (Texto parafraseado del salmo 22. Compara, ¿cuál es el tuyo?) La televisión es mi pastor, nada me falta. En mullidos y delicados sillones me hará descansar; me desviará de la fe, destruirá mi alma. Me guiará por sendas de sexo y violencia por amor al patrocinador. Aunque camine por las sendas de mi falta de responsabilidad cristiana, no temeré su interrupción pues su mando está conmigo. Sus colores y control remoto me infundirán aliento. Ella adereza mi vida con sus consignas comerciales y a la vista de mi superficialidad. Me unges la cabeza con slogans llenos de materialismo y hedonismo y mi codicia florecen a rebosar. Tú preparas un menú suculento para mí; fútbol, culebrones apasionantes, tertulias disparatadas llenas de morbo y mi flojera e indignidad me acompañan por los días de mi vida. Y pasaré las horas muertas de mi vida ante el televisor por días sin término.

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Hoja Parroquial IV Domingo Pascua

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“El Señor es mi pastor nada me falta”.

Aunque pase por cañadas oscuras no tengo miedo a nada,

pues él está junto a mí protegiéndome de trampas y enemigos.

Su vara y su cayado me dan seguridad.

Aunque mis trabajos sean duros y urgentes

no me agobio ni pierdo la paz,

pues su compañía procura serenidad a mi obrar,

plenifica mis anhelos y mi ser,

y hace inútil todo febril activismo.

Cada día, con gracia renovada,

pronuncia mi nombre con ternura

y me llama junto a Él.

Cada mañana me unge con perfume;

Y me permite brindar, cada anochecer,

Con la copa rebosante de paz.

¡El Señor es el único líder que no avasalla!

El hace honor a su nombre dando a nuestras vidas dignidad y talla.

Nada temo a los profetas de calamidades,

Ni a la tiranía de los poderosos,

Ni al susurro de los mediocres, ¡porque tú vas conmigo!

Has preparado un banquete de amor fraterno

para celebrar mi caminar por el mundo.

En él me revelas quiénes son tus preferidos

Y cuáles han de ser mis sendas del futuro.

¡Gracias al Señor que me crea, sostiene y guía

Con su presencia cargada de vida!

(Día del Buen Pastor) SALMO DE LA TELEVISIÓN

(Texto parafraseado del salmo 22. Compara, ¿cuál es el tuyo?)

La televisión es mi pastor, nada me falta. En mullidos y delicados sillones me hará descansar; me desviará de la fe, destruirá mi alma. Me guiará por sendas de sexo y violencia por amor al patrocinador. Aunque camine por las sendas de mi falta de responsabilidad cristiana, no temeré su interrupción pues su mando está conmigo. Sus colores y control remoto me infundirán aliento. Ella adereza mi vida con sus consignas comerciales y a la vista de mi superficialidad. Me unges la cabeza con slogans llenos de materialismo y hedonismo y mi codicia florecen a rebosar. Tú preparas un menú suculento para mí; fútbol, culebrones apasionantes, tertulias disparatadas llenas de morbo y mi flojera e indignidad me acompañan por los días de mi vida. Y pasaré las horas muertas de mi vida ante el televisor por días sin término.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles: Hch 2, 14a.36-41 Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro: 1P 2.20b-25 Lectura del santo evangelio según san Juan: Jn 10, 1-10

El 16 de octubre de 1978, tras la muerte del Papa Juan Pablo I, se convirtió en

el Pontífice más joven del siglo XX y en el tercer pontificado más largo de la

historia después del de San Pedro y el de Pío IX.

El 13 de Mayo de 1981, tras ser herido en un atentado, fue internado en un

hospital. El presidente de Italia era Sandro Pertini, el cual permaneció al lado

del Santo Padre hasta que el Papa abandonó la sala

de operaciones. El comportamiento del

Presidente fue ejemplar.

Le gustaba desayunar a la polaca, es decir, con

huevos, salchichas, pan y café negro.

Ha dictado más de 20.000 discursos. Ha sufrido 6 operaciones. Ha canonizado

472 santos. Ha escrito 14 encíclicas. Ha visitado 133 países.

El 13 de abril de 1986 realizó un gesto histórico al visitar la sinagoga de Roma,

situada frente al Vaticano, al otro lado del río Tíber.

En mayo del 2002, se reunió en la plaza de San Pedro con cientos de ex

prostitutas durante la audiencia general.

En 2003, y a sus 83 años de edad, completó su viaje número cien (Croacia).

Juan Pablo II fue ingresado en nueve ocasiones en el Policlínico Gemelli en su

planta 10ª desde cuya ventana rezaba el Ángelus y bendecía a los fieles.

El día de su elección, se le estropeó el coche. Hizo auto-stop y un camionero le

llevó directamente a la Plaza de San Pedro, muy justo de tiempo para entrar en

el cónclave. De hecho, fue el último Cardenal en entrar.

En el evangelio de hoy se nos recuerda que «las ovejas siguen al pastor

porque conocen su voz».

Esto es lo primero decisivo en nuestra condición de creyentes: que

escuchemos «la voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, sin

la rémora de las tradiciones y sin el afán de lo novedoso; sin algunas

“preocupaciones” clericales y sin nuestros miedos, acomodaciones e

intereses.

¿Qué implica esto? No confundir cualquier palabra que se pronuncie en

la Iglesia con la voz y el plan de Jesús.

Siempre existe un riesgo: el de

sustituir la voz del Pastor con

nuestras cascadas de proclamas,

catequesis, documentos, predicaciones y

libros. Lo recordaba una y otra vez el

obispo san Agustín: «Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos somos

condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar

desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».

Tendremos que preguntarnos si las palabras que escuchamos en la

Iglesia provienen del Espíritu del Resucitado. Esto es lo decisivo. Todas

las demás palabras nunca deben desviarnos de la gran responsabilidad

que tenemos: escuchar y seguir la voz del Pastor Jesús. En su

magisterio, todos somos condiscípulos. Y sólo cuando uno «aprende»

algo de Jesús se convierte en su verdadero seguidor.

PALABRA DE DIOS