historia política del ejército argentino | jorge abelardo ramos

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Jorge Abelardo Ramos Historia política del Ejército Argentino Desarrollo de la teoría de JAR sobre los dos ejércitos 

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Jorge Abelardo Ramos 

Historia política del Ejército Argentino

Desarrollo de la teoría de JAR sobre los dos ejércitos 

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ÍndiceLos criollos derrotan al Imperio BritánicoLa masoneria en el ejército español

El doble carácter de la masonería en AméricaLa Logia Lautaro en el ejércitoBuenos Aires y las guerras civilesSan Martín y las industrias militaresLa ruptura del ejército con la oligarquía porteñaEjército de línea y montonera irregularLa disolución del Ejército NacionalLa burguesía porteña traiciona a la Revolución LatinoamericanaLa guerra con el Brasil restablece el Ejército Nacional lRivadavia invade las provinciasEl imperialismo crea la soberanía uruguayaRosas y el ejércitoLos caudillos recrean el Ejército NacionalEl ejército faccioso de MitreEl Ejército Argentino en el ParaguaySarmiento y AvellanedaEl Ejército federaliza Buenos AiresRoca como político y militarEl origen popular del Ejército ArgentinoEl roquismo y la IglesiaEl Ejército en la Revolución del 90El nacionalismo liberal de RocaEl motín del 90 y la actitud del EjércitoEjército e inmigraciónYrigoyen y las luchas internas del EjércitoLos jóvenes oficiales y el radicalismoEl general Justo y la Logia oligárquicaLa posición militar en el 6 de septiembre de 1930Fracaso de UriburuLa farsa del Ejército “apolítico” Encuentro del Ejército con la clase obreraLa industria pesada y el EjércitoLa crisis política del EjércitoEl Ejército sin direcciónEjército en la semicolonia y Ejército imperialistaNoviembre de 1955: La caida del general LonardiLa lógica interna de la situaciónEl fondo político del moralismoEl nacionalismo militar busca un jefeDiciembre de 1955: El cerco se cierra

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Los criollos derrotan al Imperio Británico

Los argentinos nacieron a la vida histórica antes de su emancipación de España. LasInvasiones Inglesas constituyeron su bautismo de fuego, al mismo tiempo que la primeraexpresión de nuestras relaciones seculares con Gran Bretaña. El 6 de septiembre de 1806,Liniers daba a conocer un bando para convocar a los vecinos de dieciséis a cincuenta años afin de organizarlos en milicia. Estas milicias asumieron un carácter eminentemente popularpuesto que los soldados elegían a sus oficiales y estos a los jefes superiores. Las primerasfuerzas estaban compuestas por criollos y españoles, pero a partir de la conspiración de losmonopolistas encabezados por Alzaga en 1809,los cuerpos integrados por peninsulares fuerondesarmados. Al estallar la Revolución de Mayo las incipientes fuerzas armadas en BuenosAires eran formadas totalmente por hijos del país. Los cuerpos criollos eran los Patricios,Arribeños (así se llamaba a los soldados procedentes de las provincias interiores) Patriotas dela Unión, Húsares de Pueyrredón, Cazadores Correntinos y Granaderos Provinciales. Tambiénse formo un cuerpo de artilleros en el que sirvieron pardos y morenos.

Recordemos dos hechos importantes: el pueblo criollo en armas se organiza en Ejercito paracombatir la invasión británica. Así nace el Ejercito nacional. La palabra "argentino" vendrá al

mundo por esa misma causa. El poeta López y Planes, autor de nuestro himno, escribirá unpoema titulado "Triunfo Argentino" para cantar esa victoria nativa. De este modo quedanbautizados los hijos del Plata (del latín "argentum") para siempre. La milicia se hará Ejercito y elnativo se llamará argentino al nacer ambos para la historia en lucha con Inglaterra. Será útil noolvidarlo, aunque ignoren este origen desde 1955 muchos jefes militares y no pocos civilespretendan borrar de la historia la gloriosa guerra de Malvinas en 1982. La inminente Revoluciónde Mayo, al abolir la esclavitud en una de sus primeras Asambleas nacionales, corresponderíaal heroísmo demostrado por los soldados negros y se justificaría a sí misma. Con las primerasfuerzas armadas en las Provincias Unidas del Río de la Plata, integradas por criollos de BuenosAires y del interior, se definía el carácter nacional del Ejército Argentino que en esos momentosnacía. La Revolución de Mayo ampliaría sus cuadros al organizar las primeras expedicionesenviadas al Alto Perú, a la Banda Oriental y al Paraguay, incorporando a sus filas a miles de

hombres del pueblo. Provenían de todas las clases sociales: eran artesanos, gauchos, jornaleros, abogados, estancieros y hasta fogosos miembros del bajo clero que abrazaron lacausa de la revolución, enfrentándose con el papado romano que la condenaba.

Pero corresponde sin duda al genio político y militar de San Martín el mérito histérico dehaber creado el programa político y al mismo tiempo el núcleo operativo mas importante delprimer Ejército argentino. A este americano en España le toca en suerte vivir uno de losgrandes momentos de la historia moderna: la supremacía europea de Napoleón. Bajo su mantoimperial vivía la Revolución Francesa, que influiría contradictoriamente en los destinos deEspaña y de América. Bonaparte invade la península, destruye el agonizante absolutismoborbónico, introduce en España mejoras legislativas de todo orden pero se enfrenta al mismotiempo con la heroica resistencia del pueblo en armas. Una revolución nacional y democráticacomienza el 2 de mayo de 1808 en Madrid: "La Patria está en peligro; Madrid perece de la 

perfidia francesa; españoles: acudid a salvarla". Este grito clásico de todos los levantamientosnacionales resuena en los oídos de San Martín y de su generación. Y así cómo el contenidohistóricamente avanzado del régimen de Napoleón emplea métodos reaccionarios al intentarimponer el progreso de los tiempos por medio de una tutela extranjera detrás de la defensa delrey Carlos IV y su hijo, el pérfido Fernando VII, el pueblo español despliega su propia defensa,la reafirmación de la soberana nacional, el establecimiento de los derechos constitucionales. Esla proclamación de la democracia moderna a través del ciudadano en armas. Tales equívocosson muy frecuentes en la historia. Nada sería mas falso por otra parte que atribuir a la invasiónnapoleónica la razón exclusiva del levantamiento popular y la revolución nacional española; la

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agresión francesa será solo el factor desencadenante de un laborioso y lento proceso dedisgregación del absolutismo que atravesaba España desde hacía varios siglos.

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La masoneria en el ejército español

La débil burguesía española, en su lucha con la nobleza y el clero, apoyados estos últimosen el atraso agrario y la putrefacción feudal de la vieja España, había logrado expresarsepolíticamente tanto en el Ejército como en la burocracia. La masonería tenía sus hombres entrelos propios ministros del rey Carlos IV -conde de Aranda, Floridablanca- entre los jefesmilitares, la burocracia y la intelectualidad española. Sistema de acción política secreta, lamasonería había tomado sus símbolos de los gremios medievales de albañiles; formalmente seproponía difundir los principios del altruismo y de la hermandad en el mundo entero, mediantela creación de logias cuyos complicados ritos y misteriosos símbolos no pudieron esconderdesde el siglo XVIII la orientación burguesa y liberal que la dominaba. En términos generales,puede afirmarse que bajo el escudo de la masonería, pudo luchar exitosamente la burguesíaeuropea y americana tanto contra el absolutismo, como contra el feudalismo que dominabatodos los resortes de la vida publica, de las ideas dominantes y de las palancas del poder. Elcarácter secreto de la masonería se derivaba de la naturaleza defensiva del combate librado endiversas épocas por la burguesía. Los oficiales americanos que luchaban en el ejército españolno pudieron sustraerse a esta vigorosa y renovadora corriente de ideas que despertaba a la

península y que desnudo a plena luz a la invasión francesa. La acefalía del poder determinó laformación de Juntas populares en toda España y poco después, en las principales capitales deAmérica Hispánica. El joven teniente coronel José de San Martín, vinculado con MatíasZapiola, un marino porteño en España y con Carlos de Alvear, decidió regresar a su patria. SanMartín había pertenecido a la logia de Cádiz, junto con Zapiola y Alvear. Al llegar a BuenosAires, desconocido, sin familia, hasta mirado con desconfianza por la cerrada ciudad porteña,decidió formar una nueva logia a la que llamó Lautaro.

Mucho se ha discutido si esta logia tenía o no un carácter masónico, vale decir, si estabasubordinada o asociada a las masonerías europeas o inglesas. Esto carece de todaimportancia política si se considera que la acción pública y los resultados objetivos de la luchasanmartiniana respondieron con toda evidencia a los intereses de su país y de la AméricaLatina. Lo que resulta indiscutible es que la organización de la logia Lautaro se derivaba

irresistiblemente de las difíciles y casi insalvables dificultades que San Martín debía enfrentaren la ciudad de Buenos Aires a causa de los intereses de la oligarquía mercantil porteña. Antela ausencia de un partido político capaz de apoyar desde el gobierno sus planes deemancipación americana, San Martín debió crear un partido político, o por mejor decir, unEstado Mayor político de carácter secreto en las propias filas del Ejército. La masonería ennuestro país ha seguido el camino paralelo al del liberalismo. Es de toda mala fe identificar a lamasonería o a las logias de los tiempos de San Martín con la masonería de los tiemposmodernos. San Martín era un revolucionario hispanoamericano cuyo objetivo central, frustradoy grandioso, fue el de crear una América hispánica unida, democrática e independiente. Debióvalerse para ello de los recursos que estaban a su alcance y, sobre todo, combatirdenodadamente a la mezquindad de la oligarquía porteña que solo deseaba la independenciapara ejercer el comercio libre y subordinarse al Imperio británico. Las logias masónicas

europeas habían constituido, desde la guildas medievales hasta la Revolución Francesa, laforma conspirativa normal en la lucha de la burguesía del Viejo Mundo contra el predominiofeudal y absolutista. En ese sentido, los masones representaban al liberalismo revolucionario,del mismo modo que la orden de los jesuitas constituía el partido secreto de la Iglesia romanaen la lucha contra el jansenismo y todas las heterodoxias derivadas de la reforma protestante.La masonería, y esto no ofrece duda alguna, contempló con simpatía todas las corrientesprotestantes que se levantaron a partir del siglo XVI contra la Iglesia romana. Por otra parte, eltema mismo de la masonería esta lleno de equívocos. San Martín ingresó a la logia de losCaballares Racionales, fundada en Londres por Francisco de Miranda, el ilustre venezolano.

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Esta logia gozaba de las simpatías británicas porque Inglaterra apoyaba la independencia delas colonias americanas con el objeto de debilitar la influencia mundial de la península.

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El doble carácter de la masonería en América

Pero las logias masónicas del siglo XIX no constituían sino una forma, cuyo contenidovariaba según fueran los intereses específicos que movían las acciones de sus participantes.De ahí que sea totalmente erróneo considerar a San Martín y Rivadavia políticamenteidentificados sobre la base de una común condición masónica. La masonería en América comoen Europa , estaba dividida entre sí, y aun internamente. Masones ambos, San Martín yRivadavia expresaban dos concepciones políticas totalmente diferentes. El primero encarnabala ideología revolucionaria de la generación militar surgida de la España en armas y cuyoobjetivo era la creación del estado nacional latinoamericano. Rivadavia, a su vez, interpretó losintereses de la burguesía importadora exportadora de la ciudad de Buenos Aires, íntimamenteasociada al Imperio Británico. Su filiación masónica no era más que el signo de todos losliberales de la época San Martín aspiraba a aplicar los principios progresistas del liberalismo asu propia patria latinoamericana: la independencia política, el proteccionismo, establecer laliberación de los indios, la unidad nacional, la emancipación de los esclavos, la libertad deimprenta, la abolición de la Inquisición, de la censura previa y hasta la revisión de la historiaoficial española. Resulta muy significativo su gesto a ese respecto. Rivadavia, por su parte,

entregaría las finanzas del país a los banqueros ingleses, las minas de La Rioja a un consorciobritánico, y la Banda Oriental a las exigencias brasileñas. Más tarde, la "independencia política"de esa provincia surgiría mediante el interés balcanizador de Gran Bretaña. Rivadavia negaría,más tarde, los derechos electorales a los sirvientes y a los peones, anularía la autonomía delas provincias y desataría la guerra civil. ¿Cómo identificar por una simple denominación demasones a San Martín y a Rivadavia, a la juventud militar revolucionaria procedente delmovimiento nacional de la España democrática con los abogados nativos del comercioimportador pro-británico?. Según vemos, las logias masónicas no eran en modo algunosemejantes, ni era semejante la masonería en Europa que la masonería en América, dondetambién estaba dividida en intereses antagónicos. En síntesis, las logias masónicas no teníande secreto más que sus ritos orientales, simple decoración artística y seudo filosófica de muyremoto origen, pero cuyas tendencias debían verse a los ojos de todo el mundo en la acción

practica de sus integrantes más destacados. Desde la segunda mitad del siglo XIX y en lo queva del presente, la masonería en la Argentina careció, sin ninguna clase de distinciones, detoda progresividad histórica. En nuestro tiempo las "tenidas masónicas" se sobreviven comoformas políticas singulares y envejecidas de la influencia imperialista. Los masones son ennuestros días excelentes comensales y amables anfitriones en los hoteles de lujo. En el sigloque las masas deciden públicamente sus destinos, la masonería proporciona a mercaderes yabogados un desabrido menú ético. La degradación política de la burguesía argentina puedemedirse en el hecho que ni siquiera bajo la forma masónica ha logrado defender sus intereses;desaparecido desde hace más de un siglo el partido militar de San Martín, el capital extranjero,desde Rivadavia hasta hoy, domina totalmente la masonería argentina.

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La Logia Lautaro en el ejército

La caída del partido morenista y la oscura muerte de su jefe en alta mar deja en BuenosAires un vacío político que solo colmará San Martín al llegar en 1812. Pero lo hará con suspropios métodos. Advierte que la revolución recién iniciada entrará en agonía si no se traduceen actos destinados a ganar el apoyo de las amplias masas populares del interior y destruir conmedios militares el foco central de la reacción absolutista en América, radicado en la Lima delos virreyes. Como técnico se consagra a instruir y a formar el primer Regimiento deGranaderos a Caballo y como político crea con los jóvenes oficiales la Logia Lautaro. Adoptapara bautizarla el nombre de un indomable caudillo indígena de la tierra chilena. Estesentimiento profundamente americano de San Martín no abandonará jamás al vástago de lacuna indígena de Yapeyú, amigo de gauchos salteños y de montoneros litorales. Los nombresde los primeros afiliados a la Logia Lautaro habrán de reaparecer durante varias décadas enlas convulsas jornadas del país que nace: Carlos María de Alvear, Chilavert, Castelli,Monteagudo, Necochea, Quintana, Tomás Guido, Juan José Paso, Posadas, Rondeau,Balcarce, Alvarez Jonte, Belgrano, Pueyrredón. El juramento inicial de la Logia se expresabaen esta fórmula: "Nunca reconocerás por gobierno legítimo de la Patria sino aquel que sea 

elegido por libre y espontánea voluntad de los pueblos, y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderás por cuantos medios estén a tu alcance a que los pueblos se decidan por él". 

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Buenos Aires y las guerras civiles

La activa ciudad contrabandista, comercial, improductiva, burocrática y cosmopolita abrazóel librecambismo con furor y codicia, pues el librecambio con Inglaterra la enriquecía; pero almismo tiempo, esa misma política iría a empobrecer y sumir en la miseria a todas las provinciasmediterráneas que carecían de productos exportables y que solamente podían encontrar en eldesarrollo y modernización de sus industrias artesanales la posibilidad de alcanzar una vidadigna junto a la libertad política. Los porteños se resistieron a distribuir las rentas aduanerascon todas las provincias argentinas, a las que en rigor pertenecían, en igualdad de derechoscon Buenos Aires. Su política librecambista, si bien permitía prosperar a los ganaderos ycomerciantes, arruinaba a las provincias del interior. Tales fueron los dos elementos claves delas guerras civiles inminentes. De ese hecho derivan todas las interpretaciones históricasposteriores que se hicieron con respecto a la Revolución de Mayo. Mitre ha tenido un papelpreeminente en esa deformación interesada de nuestro pasado. Del mismo modo queRivadavia, Mitre expresaría los intereses de la burguesía comercial porteña y tendría el mayorempeño en presentar a la Revolución de Mayo como producto de la necesidad del libre cambioy, en consecuencia, como feliz resultado de la amistad inglesa. Esta interpretación maliciosa y

profundamente errónea desligaba a la revolución de mayo del conjunto de la revoluciónamericana y, sobre todo, de sus implicancias con la revolución nacional y popular de España.Toda la historia ulterior de San Martín y su fracción político militar, así como el secreto de lasguerras civiles sobrevinientes se fundaran en la absorción ilegítima del poder nacional por losfacciosos de la burguesía porteña. En ese año de 1812, San Martín intervendrá por primera yúltima vez en la política interna de Buenos Aires. Puede decirse que la famosa revolución del 8de octubre de ese año, en la cual la guarnición de Buenos Aires al mando de San Martín y deAlvear, se concentra en la Plaza de la Victoria y exige con la muchedumbre adicta a la LogiaLautaro y a la Sociedad Patriótica la caída del gobierno, está directamente inspirada y dirigidapor el futuro Capitán de los Andes. La política localista del Primer Triunvirato inspirado porRivadavia, había suscitado inocultable repulsión; su declarada hostilidad a Belgrano, al juraréste la bandera nacional en Jujuy, sus dilaciones para convocar la Asamblea General de todas

las provincias y su marcado espíritu de liberalismo conservador, le habían enajenado lasimpatía de la juventud patriótica de Buenos Aires y de todo el interior provinciano que cadavez más observaba con recelo la política porteña. En esa jornada de Octubre, San Martínimpuso a los Lautarianos en el Segundo Triunvirato y obligó a la convocatoria de la AsambleaGeneral, que sería conocida en la historia con el nombre de Asamblea del año XIII. El SegundoTriunvirato no juró por Fernando VII. Retomó con los restos reverdecidos del partido Morenistala línea revolucionaria, nacional y americana del extinto secretario de la Primera Junta. SanMartín y la Logia Lautaro enfrentarían a Rivadavia, que oponía la resistencia conservadora yporteña a convocar un Congreso general de las provincias. Pero si Moreno había carecido defuerza militar, San Martín representaba ya la voluntad del nuevo ejército. Después de vencer enSan Lorenzo, San Martín recibe la orden de hacerse cargo del Ejército del Norte comandadohasta ese momento por Belgrano. Desde su nuevo destino advirtió la realidad de las provincias

y la incurable ceguera de las facciones porteñas que nuevamente habían empezado aimponerse, primero en el seno de la Asamblea del año XIII y luego en el régimen directorial. Lapropia Logia Lautaro amenazaba con descomponerse rápidamente e inutilizar todos losesfuerzos de San Martín por crear un Ejército Nacional y batir a los españoles en América. Lafracción porteña de la Asamblea del año XIII había rechazado a los diputados enviados porArtigas, el gran caudillo oriental, provocando su alejamiento irremediable. Al mismo tiempo SanMartín se vincula personalmente con Martín Güemes en Salta, y reconoce la eficacia táctica dela guerra gaucha que habrá de librar el salteño contra los españoles en el Norte, cerrándoles elpaso de entrada hacia las provincias argentinas. Ya en 1814 San Martín había elaborado su

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plan para la campaña de los Andes y buscaba desembarazarse de su cargo en el Ejército delNorte. Los primeros temblores de la guerra civil en las provincias lo habían llevado a laconvicción de que era imposible organizar un ejercito argentino dentro del territorio nacional.Solamente podría mantener la disciplina de sus fuerzas si atravesaba la cordillera, liberaba aChile y marchaba hacia el Perú. Había tomado definitivamente partido por la revoluciónlatinoamericana. Se negaría una y otra vez a desenvainar su espada en los conflictos civiles de

las provincias argentinas.

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San Martín y las industrias militares

San Martín concentra su energía en la tarea de organizar el futuro Ejército de los Andes.Hace de Mendoza su cuartel general, su fuente de aprovisionamiento y su escuela de oficiales,su centro de informaciones y su base política. Al mismo tiempo que instruye en el arte militar alos novatos oficiales, envía diputados al Congreso de Tucumán, que presidirá Laprida, unhombre suyo, un sanjuanino, y que habrá de declarar la independencia. La declaración de laindependencia en Tucumán, en 1816, obedece a la inspiración directa de San Martín desdeMendoza, que participa de modo invisible en la conducción de las deliberaciones y en lasresoluciones fundamentales. Finalmente, un hombre de la Logia Lautaro, Pueyrredón, eselegido Director Supremo de las Provincias Unidas y se decide apoyar el plan sanmartinianopara la campaña de Chile. En ese momento San Martín echa las bases de la industriametalúrgica y siderúrgica en la Argentina, con la invalorable ayuda de Fray Luis Beltrán.Primitiva como era y nacida de la improvisación de la guerra, señala la primer intervenciónmilitar en la construcción de la industria pesada. Quede aquí establecido otro elemento capitalen la historia del ejército: fundador de industrias básicas, el liberalismo revolucionario de su jefesupremo nada tenía en común con el liberalismo económico de la oligarquía porteña. Popular,

nacionalista e industrialista, tal era el ejército de San Martín. En cierta ocasión CornelioSaavedra habíase congratulado epistolarmente de la caída de Moreno, ese "fatal Robespierre".Por su parte San Martín confiaba a Guido que, a su juicio, la salud de la revolución era lasuprema ley: "Estoy viendo a mi lancero (seudónimo de Guido) -escribía- que dice: "que plan tan sargentón el presentado"; yo conozco que así es, pero mejor es dejar de comer pan que el que nos cuelguen. ¿Y quién nos hará zapatos, cómodas, cujas, ropa, etc., etc.?. Los mismos artesanos que tienen en la Banda Oriental. Mas vale andar con ojotas que el que nos cuelguen.En fin, amigo mío, todo es menos malo que el que los maturrangos nos manden, y mas vale privarnos por tres o cuatro años de comodidades que el que nos hagan morir en alto puesto y,peor que esto, el que el honor nacional se pierda. Hasta aquí llegó mi gran plan. Ojalá tuviéramos un Cristóbal o un Robespierre que lo realizase, y a costa de algunos años diese la libertad y esplendor de que es tan fácil nuestro suelo."  Con el apoyo en masa de las provincias

bajo su mando, San Martín se dispone a atravesar la cordillera y caer sobre los españoles quedominaban Chile. Ha empleado hasta ahora todas las artes del político más consumado.Utilizando los diversos talentos y aptitudes de la emigración chilena que lo rodea en Mendoza,ha recreado y ampliado su Estado Mayor y preparado las condiciones para instalar un gobiernoen Chile al día siguiente de la que suponía victoria inevitable. Para sostener la campaña creóen Mendoza una nueva Logia Lautaro. Ese Estado Mayor de políticos militares lo respaldó en laaventurada empresa. En los primeros días de enero iniciaba la travesía y el 12 de febrerotriunfaba en Chacabuco. En Chile funda una nueva Logia Lautaro, mediante un acuerdo conO'Higgins; y comienza a preparar la emancipación del Perú. Así organiza el ejército unido dechilenos y argentinos. Pero a sus espaldas, detrás de la cordillera, ya hervía la guerra civil. Lasfracciones porteñas en pugna con las provincias sublevadas querían enredar en las discordiasintestinas al gran americano. San Martín en las proximidades de Santiago de Chile, asesta un

golpe definitivo a la reacción absolutista española en los campos de Maipo. Esa victoriaresonante hará volver los ojos instantáneamente a toda América hacia el fundador del EjércitoArgentino.

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La ruptura del ejército con la oligarquía porteña

San Martín se consagra a preparar en jornadas agotadoras la fuerza que habrá deembarcarse en Valparaíso para desembarcar en Lima y poner fin al dominio español enAmérica del Sur. El campamento de sus tropas se encuentra en Rancagua, próximo al puertode Valparaíso. En ese momento decisivo llega a Rancagua la noticia de que el gobierno deBuenos Aires ha dejado de existir. El Director Pueyrredón había sido remplazado por el generalRondeau y la guerra civil se expandió por todo el territorio de las provincias con fuerzadevastadora. El nuevo Director ordenó que el Ejército de los Andes y el Ejército del Norte,encabezado por Belgrano, bajaran a Buenos Aires con el objeto de emplearlos en afirmar lahegemonía porteña sobre el resto de la República. Estamos en presencia de un momentocapital en la historia del país, en el desarrollo de la revolución americana y en la crónica íntimadel Ejército Argentino. Durante los años anteriores San Martín había mantenido relaciones conlos caudillos del interior y del litoral, instándolos a colaborar en la campaña de emancipacióncontinental. Lejos de considerarlos como "anarquistas" a los cuales solo restaba imponer la"ley", según la expresión de Pueyrredón, San Martín los veía como jefes populares armadosrepresentativos de los intereses provincianos frente a la prepotencia porteña. Tenía una

absoluta fe en la capacidad combatiente de los caudillos y las montoneras, como lo reiterarainnumerables veces. La identificación del ejército nacional encarnado por San Martín con lasmilicias irregulares de la campaña, no ha sido jamás desmentida. Al obedecer Belgrano laorden de Rondeau, su ejército, compuesto de soldados provincianos, se sublevó en la posta deArequito al mando del general Bustos y se negó a combatir contra las montoneras. San Martínadvierte claramente el destino que le aguarda en caso de acatar la orden del Directorio deBuenos Aires, como lo había hecho Belgrano. Todo convergía para que la guerra civil estallara:la nueva Constitución unitaria, aristocrática, el desprecio por la opinión de las provincias y elproyecto aprobado por el Congreso de instalar en el Río de la Plata una monarquía con elduque de Luca bajo la protección de Francia. Es en tales circunstancias que el ejércitocomandado por San Martín rehúsa aplastar a los milicianos gauchos de las provincias. Estosúltimos defendían en esos momentos la soberanía nacional y la organización del país. San

Martín vuelve sus espaldas a la rapaz oligarquía portuaria, antes interesada en la conservaciónde sus rentas aduaneras y en la venta de sus vacas que en la consolidación de la República yla emancipación latinoamericana. Había dos caminos para elegir: o el ejército se convertía en lapolicía de los comerciantes o se transformaba en el brazo armado de la revolución en la PatriaGrande. San Martín no podía dudar. Debía encontrar la forma de proseguir su planrevolucionario y con refinada astucia resolvió "obedecer" a sus oficiales para poder"desobedecer" al gobierno porteñista. Dirigió un mensaje al cuerpo de oficiales acantonados enRancagua y solicitó se nombrase otro Comandante en Jefe del ejército en vista de ladesaparición del poder nacional que lo había nombrado. Reunida la oficialidad, resolvióconfirmar en su cargo al generalísimo por votación unánime de la asamblea militar, pues seestableció: "como base y principio que la autoridad que recibió el general de los Andes para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país, no ha caducado ni puede 

caducar, pues su origen, que es la salud del pueblo, es inmudable" . En este notabledocumento, conocido como el Acta de Rancagua, se funda la desobediencia histórica de SanMartín, la autonomía del ejército libertador y su ruptura con el gobierno porteño. Famoso comoes, este episodio no ha sido debidamente apreciado en la historia política del Ejército Argentinopues tiene un solo significado: en la base de su origen está la defensa de la soberanía patria yel principio inconmovible que enfrentar al pueblo argentino es negar su propia existencia. ¡Quelos oficiales de nuestro tiempo lo tengan bien presente!. Sin aguardar un solo instante más, SanMartín se embarca en Valparaíso y parte hacia la guerra con el poder absolutista en Perú. Coneste trascendental movimiento de sus tropas, la revolución americana expande sus fronteras.

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San Martín rehusaba ser el verdugo de su pueblo. El ejército sanmartiniano se transforma en elbrazo armado del pueblo argentino en América. A sus espaldas estalla el oscuro ciclón del año20: se inaugura la era de los caudillos, de los ejércitos provinciales y de la fuerza facciosa delínea que Buenos Aires, de ahora en más, armará para defender su tesoro, su crédito, suaduana y su puerto.

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Ejército de línea y montonera irregular

Ya se ha dicho que el ejército de los argentinos aparece en forma embrionaria en BuenosAires, aunque integrado por nativos de todas las provincias, en la lucha contra el ImperioBritánico. Un militar nacido en Yapeyú y formado en la España revolucionaria nacional ydemocrática, le otorgará alta jerarquía técnica. Introduce en su lucha tácticas que reciénNapoleón acaba de exponer en Europa. Su ejercito es indisociable de una Logia, esto es, de unpartido político secreto de índole militar, destinado a independizar la lucha emancipadora de lasintrigas y de los intereses regionales o portuarios perfectamente visibles en la ciudad deBuenos Aires. En el desarrollo de su acción, San Martín tropieza constantemente con laestrechez y la mezquindad del grupo saavedrista primero, y de sus sucesores rivadavianos ounitarios después. En cambio establece cordiales relaciones epistolares con los caudillos de lasprovincias que apoyan, según se verá, sus campañas continentales. Pero una pregunta seimpone a esta altura del relato. ¿Por qué causa mientras Buenos Aires desde el principio y aúndespués de la disolución del ejército nacional por la desobediencia de San Martín, dispone deejércitos de línea uniformados, bien armados y disciplinados, con oficiales que percibensueldos regulares, todo el resto del país solo podrá expresarse militarmente a través de la

guerra gaucha, de la lucha de montoneras, de la guerra de recursos?. Se debe, quizá, como losostuvo Sarmiento en su famosa impostura de "Facundo", a que Buenos Aires encarnaba lacivilización y las provincias la barbarie?. Alberdi, el gran pensador contradictorio, ha dado unarespuesta esclarecedora, por supuesto semidesconocida, que sus panegiristas antinacionaleshan ocultado con todo cuidado. La transcribimos ahora porque expresa con notable relieve elfundamento material de esa indigencia técnica y de esa barbarie puramente exterior denuestras milicias gauchescas, que lucharon por organizar el país y por defender su soberaníasin contar con las rentas usurpadas por la opulenta Buenos Aires. Dice Alberdi: "Los pueblos resistían no la independencia respecto de España que Buenos Aires les ofrecía, sino la dependencia respecto de Buenos Aires, que esta provincia pretendía sustituir a la de España.Confundiendo Buenos Aires la causa de la Junta con la causa de la Revolución, ella misma ponía a las provincias en la dura necesidad de contrariar la Revolución, en cierto modo, con el 

objeto de resistir la Junta, defendiendo su libertad local que la Junta atacaba bajo el escudo de la defensa de América. Ese mal hizo el egoísmo de Buenos Aires a la revolución de la independencia; adulteró y comprometió su grande y santo interés con el suyo local,antinacional y pequeño. Buenos Aires calificaba esa resistencia de indisciplina y desorden, y no era así. He aquí como la democracia, o el nuevo principio, daba esos jefes a los pueblos. Los pueblos, en aquella época, no tenían más jefes regulares y de línea, que los jefes españoles.No podían servirse de estos para hacerse independientes de España, ni de los nuevos militares que Buenos Aires les enviaba, para hacerse independientes de Buenos Aires. Alguna vez,temiendo más la dominación de Buenos Aires que la de España, los pueblos se valían de los españoles para resistir a los porteños, como sucedió en el Paraguay y en el Alto Perú; y enseguida echaron a los españoles sin sujetarse a los porteños. Más de una vez Buenos Aires calificó de reacción española, lo que, en ese sentido, solo era reacción contra la segunda mira 

de conquista. Que hacían los pueblos para luchar contra España y contra Buenos Aires, en defensa de su libertad amenazada de uno y otro lado?. No teniendo militares en regla, se daban jefes nuevos, sacados de su seno. Como todos los jefes populares, eran simples paisanos las más de las veces. Ni ellos ni sus soldados, improvisados como ellos, conocían ni podían practicar la disciplina militar. Al contrario, triunfar de la disciplina, que era el fuerte del enemigo, por la guerra a discreción y sin regla, debía de ser el fuerte de los caudillos de la guerra de la independencia. De ahí la guerra de recursos, la montonera y sus jefes, la montonera y sus jefes, los caudillos; elementos de la guerra de pueblos; guerra de democracia,de libertad, de independencia. Antes de la gran revolución no había caudillos ni montoneros en 

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el Plata. La guerra de la independencia los dio a luz, y ni ese origen les basta para tener perdón de ciertos demócratas. El realismo español fue el primero que llamó caudillos, por apodo, a los 

 jefes americanos en que no querían ver generales. Lo que resistían los pueblos no era la libertad, era el despotismo que se les daba junto con la libertad; lo que ellos querían era la libertad sin despotismo: ser libres de España y ser libres de Buenos Aires. Artigas y Francia así lo decían; Macaulay y Guizot no lo hubieran dicho de otro modo. La prueba de que tenían razón 

es que lo que ellos defendían ha triunfado al fin sin ellos, y es el orden que hoy existe, después que todos los caudillos yacen en la tumba. Si no existe del todo en realidad, existe en apariencia. La apariencia es un homenaje que la iniquidad tributa al derecho. Lo que empieza por ser apariencia, terminará por ser realidad" . Tal era el espectáculo que presentaba larepública en ese sombrío año 20 en que San Martín salva a su ejército para la historia. A suvez, las fuerzas militares que permanecían en el territorio argentino, integradas en su mayorparte por provincianos, eran presas de una fulminante disolución. Y así como muchos caudillosse improvisaron generales, muchos generales se hicieron caudillos. Son los años nocturnos delas masas y las lanzas. El espectro de una disociación general de las viejas Provincias Unidasdel Río de la Plata se insinúa a través de la efímera República de Tucumán o de la Repúblicade Entre Ríos. Al imponer su hegemonía al país, la oligarquía portuaria de Buenos Airesforzaba al "federalismo", es decir, a la separación y al aislamiento de aquellas provincias que

no querían ser subyugadas. A la balcanización de América Latina, derivada de las intrigasinglesas y de la debilidad de la inmensa región, parecía que sobrevendría la propiabalcanización de las provincias del Plata y su impotencia histórica definitiva.

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La disolución del Ejército Nacional

Sobre las ruinas del Ejército Argentino se alzaron las milicias provinciales, encabezadas poroficiales de oficio, casi siempre fogueados en las guerras de la Independencia o caudillosempíricos, según los casos, cuyas batallas terminarían por estudiarse en los institutos militares.La crisis del país origina la crisis del ejército, sumido en la más completa orfandad. Por un ladoel victorioso Ejército de los Andes recorría América, sustraído por la política sanmartiniana a laestrategia oligárquica. Un pequeño sector de los militares porteños defendían los interesesreaccionarios de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad puerto. Todo el resto se habíainstalado con ínfimos recursos en las miserables provincias desprovistas de rentas. "Su disolución en 1820 y 1827,escribe Juan Alvarez, dejó sin medios de vida a buena parte de los miembros del ejército, el clero y la administración nacional, bruscamente cesantes. Las provincias interiores no tenían para qué mantener el crecido numero de jefes y oficiales que habían exigido las guerras contra España o contra el Litoral; y la situación de esos hombres tornóse un grave problema, cuando la provincia de Buenos Aires, propietaria de la aduana exterior, se negó a utilizarlos por más tiempo. Vemos así, que desde 1822 a 1827, por decretos sucesivos del gobierno de dicha provincia, fueron dados de baja y separados del ejército 16 

generales, 85 jefes y 190 oficiales. Cierto es que en 1826 llamóse a muchos de ellos con motivo de la campaña del Brasil; pero terminada esta repitióse la situación de desamparo" . Lainmensa mayoría deestos hombres han caído en el olvido. Sus títulos para la gloria estánconfinados en los diccionarios biográficos, manejados por especialistas; no les ha tocado nisiquiera un poco del resplandor póstumo que rodea a los hábiles abogados porteños,distribuidores de la fama y redactores de la historia oficial. Idéntico destino corrieron losgobernadores de provincia o los estadistas del interior que lucharon por la organización delpaís. Buenos Aires jamás erigió una estatua al Brigadier Pedro Ferré, Gobernador deCorrientes, al Ministro Manuel Leiva, que acabó sus días en la más horrenda miseria, o alPresidente Derqui, alimentado de lastima en una pensión montevideana e insepulto su cuerpotres días por falta de dinero para inhumarlo. La ciudad soberbia y cosmopolita habría de tenersus célebres predilectos en Rivadavia, o Mitre, procónsules del capital británico y autores con

su partido de la engañosa leyenda escolar. Ni en el Colegio Militar, ni en la Escuela Naval seenseña todavía el simple y decisivo hecho de que al mismo tiempo que San Martín ocupabaPerú y asumía el titulo de Protector, con la simpatía y el apoyo de caudillos provincianos comoHeredia y Bustos, que estaban dispuestos a colaborar con soldados para que prosiguiera lalucha contra el Imperio español, debía enfrentarse con el odio irreprimible y el sabotajeconsciente del núcleo rivadaviano de Buenos Aires. El diario "El Argos" de Buenos Airesmencionara las palabras del ministro Rivadavia que arrojan una viva luz sobre la posiciónporteña frente a la ayuda reclamada por San Martín para rematar la campaña del Perú:"Buenos Aires ya había hecho más de lo que había podido por aquellos pueblos y había llegado a conquistar su independencia, siendo justo que probasen merecerla los que reclamaban al presente su conversión" . Ante el insistente pedido de ayuda de San Martín, laJunta de Representantes de Buenos Aires, bajo la influencia del ministro Rivadavia,

consideraba que no era posible que el gobierno de Buenos Aires arrojase "a esa aventura" losfondos de su provincia "en el momento que la tierra ha sido invadida por los bárbaros" . SanMartín caracterizaría desde la emigración la personalidad de Rivadavia en una carta al chilenoPedro Palezuelo: "Tenga usted presente -escribía San Martín- lo que se siguió en Buenos Aires por el célebre Rivadavia, que empleó en solo madera para hacer andamios para componer la fachada de lo que llaman Catedral, 60.000 duros; que se gastaba ingentes sumas para contratar ingenieros en Francia y comprar útiles para la construcción de un canal de Mendoza a Buenos Aires; que estableció un Banco donde apenas había descuentos; que gasto 100.000 pesos para la construcción de un pozo artesiano al lado de un río en medio de un cementerio 

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público, y todo esto se hacía cuando no había un muelle para embarcar y desembarcar los efectos, y por el contrario, deshizo y destruyó el que existía de piedra y que había costado 600.000 pesos fuertes en el tiempo de los españoles; que el ejército estaba sin pagar y en tal miseria que pedían limosna los soldados públicamente, en fin, que estableció el papel moneda,que ha sido la ruina del crédito de aquella república y de los particulares. Sería de no acabar si se enumerasen las locuras de aquel visionario y la admiración de un gran numero de mis 

compatriotas, queriendo improvisar en Buenos Aires la civilización europea con solo los decretos que diariamente llenaban lo que se llamaba Archivo Oficial" . Pero que San Martín nose dejaba manejar ni confundir tampoco por los enemigos clericales de Rivadavia, lodemostraría en esos mismos días. Como es bien sabido, Rivadavia realizó la conocida reformaeclesiástica, que despertó una violenta resistencia de los sectores más reaccionarios del cleroespañol en Buenos Aires. Las medidas adoptadas por Rivadavia fueron típicamente regalistas,esto es, estaban dentro de la mejor tradición progresiva de su tiempo y tendían a imponer elcontrol del Estado sobre toda clase de actividades civiles, educacionales o religiosas. Por lodemás, Rivadavia era un católico ferviente, aunque del tipo ilusionista conservador, tancaracterístico de la Corte de Carlos lV.

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La burguesía porteña traiciona a la Revolución Latinoamericana

Cuando el partido rivadaviano vuelve sus espaldas al destino de la revolución americanabajo el pretexto de la escasez de sus recursos, ¿cual era el estado real de la opulentaprovincia?. Vicente Fidel López, un porteño embebido en la tradición familiar, que haescuchado estos sucesos por boca de su padre, el ilustre autor del Himno, nos dirá: "Sucedía en Buenos Aires en 1821 lo que sucede entre los pasajeros y la tripulación que se salvan de un naufragio inminente: la alegría puso en contacto todos los espíritus. Ya no había amenazas internas ni externas. La España estaba reducida a la impotencia y envuelta en todas las miserias de la pobreza, de la crisis final y de la guerra civil. Artigas hundido en el báratro paraguayo, "in profundis", y Ramirez muerto. Nada y nadie quedaba que pudiera perturbar la alegría de los que habían llegado a puerto después del terrible vendaval. Al menos si alguien quedaba, no se le veía la cabeza ni se oía su voz. Bustos era un caudillo incómodo, pero bonachón y pacífico. La provincia de Buenos Aires estaba, pues, libre y entregada al espíritu de progreso en todos los sentidos: progreso político por medio del sistema representativo con cámaras, elecciones, debates públicos y magistrados responsables... La provincia estaba toda entera como en una fiesta de familia; y contados eran, quizás no pasaban de seis, los hombres 

de nombre o de influjo que no habían concurrido con los brazos abiertos y con el semblante amigable a estrecharse y poner su contingente en este acuerdo común. Con la paz y la tranquilidad pública los intereses agrícolas habían tomado vuelo r…pido. El comercio inglesbuscaba con avidez los cueros de nuestros ganados y los demás productos de nuestros campos. Con este favor se levantaron ricos y bien inspirados, al norte y al sur, nuestros viejos hacendados, los Miguez Castex, Obligado, Lastra, Suárez, Acevedo, Anchorena y cien otros...." . Se comprenderá bien la razón por la cual el ejército debió constituirse en partidopolítico bajo la inspiración de San Martín, frente a esta burguesía estrecha y seudo culta,enceguecida por la sed de riqueza, desinteresada de todo lo que no fuera la prosperidad de laciudad y el goce del puerto. ¡El cuero y el minué, Lerminier y el tasajo, todo era perfecto en esaParís aldeana!. Faltaban todavía cuatro años para librar la batalla de Ayacucho. Muy pocotiempo después San Martín se expatriaba para siempre y correría "la sangre a torrentes" para

emancipar la América Meridional. Para los beneficiarios del Puerto, en cambio, "Buenos Airesera una fiesta" y los andrajosos soldados de la Revolución Americana una presencia irritante.Buenos Aires era pacifista y la Patria estaba en guerra. La negativa de la fracción rivadavianade apoyar a San Martín tendrá consecuencias trágicas para el país. Al carecer de los recursosque podía aportarle su propia tierra a través de la ciudad de Buenos Aires (dueña ilegítima delpuerto y de las rentas aduaneras de todo el país) San Martín se encuentra sin fuerzas paraenfrentar a las tropas de La Serna en el Perú, integradas por 18.000 veteranos. En la entrevistade Guayaquil, informa a Bolivar de su propósito de abandonar el Protectorado del Perú y lacampaña contra los españoles, pues carece de fuerzas para hacerlo. Sometido a la impotencia,San Martín renuncia a su vida pública. Se despide del Perú y se refugia en Europa. Ese es todoel secreto de su célebre "renunciamiento". De ese drama los historiadores porteños hanextraído las frases sobre la "santidad" sanmartiniana y su "desinterés" por el poder. ¡Que ironía

y que tragedia!. Frustrado así su gigantesco plan, que consistía en independizar Chile paralibertar al Perú y reintegrar las cuatro provincias del Alto Perú al seno de las Provincias Unidas,lo reemplaza Bolívar. Su lugarteniente, el invencible Sucre, derrota al último ejército españolsubsistente en América y captura en Ayacucho a sus generales. Al ocupar con sus tropas elAlto Perú, Sucre se ve rodeado de los propietarios de indios y minas que le suplican la"independencia" de la región. Bolívar se opone a semejante "soberanía" que privaba al antiguoVirreinato del Río de la Plata de parte de su territorio, pero el Congreso de los rivadavianos deBuenos Aires, emite su celebre Ley del 9 de Mayo de 1825 por la que dejaba a las cuatroprovincias del Alto Perú en libertad "para disponer de su suerte", según convenga mejor "a sus

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intereses y a su felicidad". Los intereses y la felicidad de los dueños de minas y de indiosquedaron a salvo y para mayor sarcasmo la Asamblea legislativa de los hijos de encomenderosdió el nombre del Libertador a la nueva República de siervos y el Libertador incurrió en ladebilidad de aceptar la muestra de gratitud de los doctores y capataces de Chuquisaca. Lapolítica de disgregación territorial es típica de Rivadavia y del imperialismo británico. (1) Laderrota de San Martín implicará una derrota política del ejército, que ya no habrá de rehacerse

durante mucho tiempo. Rivadavia licencia a centenares de militares, liquidándoles porcontaduría el valor de su grado a cada uno, pagándoles su total en títulos de la deuda pública;

 jubiló a los soldados de la Independencia para realizar en paz el sueño mercantil de la granaldea.

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La guerra con el Brasil restablece el Ejército Nacional l

El desprestigio de la política rivadaviana, sobre todo entre los hacendados bonaerenses,había afectado la candidatura de este curioso ejemplar de prócer para suceder al generalMartín Rodríguez como gobernador de Buenos aires. Por el voto de la junta de representantestriunfó el general don Juan Gregorio de Las Heras, uno de los más destacados jefes queacompañaron a San Martín en sus campañas continentales. Pero Las Heras, muy porteño,había conspirado contra el libertador en Perú y estaba distanciado de él. En realidad, era unprisionero del núcleo unitario y porteño, encarnado en la figura de Manuel J. García, ministro deRelaciones Exteriores y de Hacienda, símbolo de los intereses británicos en el Plata. El Imperiodel Brasil ocupaba desde hacía diez años la Banda Oriental, bautizándola como ProvinciaCisplatina. Esta situación intolerable creada por el imperio esclavista, secularmente asociado alos intereses británicos, difícilmente podría prolongarse mucho tiempo más. La chispa decisivafué producida por la hazaña de los 33 orientales acaudillados por Lavalleja. Procedentes deBuenos Aires desembarcaron en la costa uruguaya, levantaron la campaña, derrotaron a lasfuerzas brasileñas de ocupación y fueron aclamados por el pueblo oriental. La patriadaconmovió a todo el país y era evidente que si los argentinos no concurrían a sostener los

derechos orientales, Brasil terminaría por aplastarlos: esperaba cinco mil veteranos contratadosen Austria; su revancha era inevitable e inminente. El apoyo argentino a su provincia orientalimplicaba la guerra con el Brasil y a esto se oponía con todas sus fuerzas el partidorivadaviano. García, ministro argentino y agente inglés, todo al mismo tiempo, consideraba quela prosperidad de la provincia sería comprometida en ese caso por una aventura funesta. Peroel 25 de agosto de 1825 el Congreso de los Pueblos Orientales, reunido en la ciudad de LaFlorida, declaró solemnemente que: "El voto decidido y constante de la Provincia Oriental era por la unidad con las demás provincias argentinas, a que siempre perteneció por los vínculos que el mundo conoce" . No había más remedio que aceptar la realidad: el Congreso de lasProvincias Unidas del Río de la Plata dictaba pocos días después una ley por la cual reconocíala incorporación de hecho de la Provincia Oriental. El emperador del Brasil declaró la guerra.Bajo la presión de las circunstancias el Congreso, dominado por los unitarios porteños, disimuló

su repugnancia y dictó una Ley de creación del Ejército Nacional, integrado con loscontingentes provinciales. Fue una de las guerras más populares en la historia militar del país yquizá la más saboteada por el gobierno que debía dirigirla. Con el pretexto de la guerra delBrasil, la mayoría unitaria del Congreso argumentó la necesidad de crear un poder nacionalfuerte para conducir con eficacia las operaciones. Conquistó de ese modo la voluntad delgeneral Las Heras, gobernador de la provincia. Este renunció y el 1 de febrero de 1826 se votóla ley de Presidencia, designándose para el cargo nada menos que a Rivadavia.

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Rivadavia invade las provincias

Inmediatamente Rivadavia dió un golpe disolviendo la Legislatura bonaerense y el gobiernode la provincia, centralizando en sus manos todo el poder nacional. Excusándose en lasnecesidades de la guerra, Rivadavia envío jefes y tropas porteñas encabezadas por oficialesdel tipo de La Madrid, un hombre arrojado y obtuso, para remover las autoridades provinciales.En tanto las provincias se disponían a enviar sus fuerzas para contribuir a la guerra con elBrasil, Rivadavia promovía la guerra civil con sus medidas absorbentes y oligárquicas. Laconstitución unitaria dictada al mismo tiempo por el Congreso, era rechazada por todos loscaudillos. Simultáneamente, el Ejército Nacional, reconstituido bajo el comando del generalCarlos María de Alvear había obtenido decisivas victorias contra el Imperio. Ituzaingó señaló elcoronamiento de esta campaña que deshizo las tropas imperiales. Alvear se desplazoinmediatamente con su ejército de 6.200 hombres hacia Río Grande, decidido a ocupar laprovincia sureña del Imperio, tradicionalmente separatista y donde la influencia argentina yoriental habían sido siempre prevalecientes. Pero para consumar la victoriosa campaña, Alvearnecesitaba refuerzos y caballadas. Ahora le tocaba el turno a Rivadavia. Se repetiría aquí elmismo e increíble episodio de los tiempos de Rondeau: era imposible ayudar a emancipar y

reunificar a nuestra provincia oriental, pues se requerían las fuerzas de Alvear para aplastar la"anarquía" de los caudillos insurgentes de nuestras propias provincias. El ejército argentinodebía ejercer una vez más funciones de policía contra su pueblo. Sin vacilar un minuto,Rivadavia iniciaba urgentes conversaciones de paz con el Emperador, exactamente en elmismo momento en que las armas argentinas triunfantes en Ituzaingó podían imponer lascondiciones de la victoria. Rivadavia envió a García con instrucciones reservadas para firmaruna paz a cualquier precio en Río de Janeiro. Téngase presente que detrás de García estaba elImperio Británico. Los ingleses estaban resueltos a impedir la reincorporación de la BandaOriental a las provincias argentinas, puesto que así se fortalecería la creación de un paíspoderoso, dueño de ambos puertos en el gran estuario. En lugar de dictar condiciones, Garcíaaceptó las del emperador derrotado, reconociendo sus derechos en la Banda Oriental yaceptando su reincorporación al Brasil. La indignación de las provincias argentinas y de la

propia Buenos Aires fue tan general, que originó la caída de Rivadavia y su ruina políticadefinitiva. La crisis del gobierno rivadaviano arrastró consigo la disolución del Congresounitario, del régimen presidencial y de las pomposas instituciones construidas en el vacío por elestadista europeizante. Dorrego ocupó su lugar en calidad de Gobernador de la Provincia deBuenos Aires. Era un antiguo oficial de San Martín y de Belgrano, algo exaltado y versátil,federal y democrático, dispuesto a conciliar con los caudillos, conservaba todavía los viejosideales americanos de la generación sanmartiniana. Como la guerra incomodaba los interesesdel comercio británico, los ingleses estaban interesados en la paz, lo mismo que sus dilectosamigos García y Rivadavia. Dorrego también estaba dispuesto a firmarla, a condición degarantizar la reincorporación de la Banda Oriental a las provincias argentinas.

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El imperialismo crea la soberanía uruguaya

Debe recordarse, por otra parte, que todo el interior y los caudillos representativoscontribuían a la integración del ejército nacional para la guerra contra el Brasil: Bustos, Quirogay Lopez proporcionaban importantes contingentes. Pero la diplomacia inglesa actuórápidamente y con eficacia. Designada como mediadora por el gobierno de Rivadavia, mandatoque no había revocado Dorrego, propuso una formula de transacción que consistía enreconocer por ambos bandos la independencia absoluta de la Banda Oriental. Esta iniciativabritánica creaba una Gibraltar rioplatense, una base histórica de operaciones imperialistas paradebilitar al Brasil y a la Argentina, sobre todo a esta última, y sostenía un sistema de dospuertos con intereses contrapuestos en la boca del Plata. Dorrego rehusó aceptar estaproposición fatal, pero la diplomacia británica lo doblegó financieramente. El Banco Nacional,creado por Rivadavia, contaba con una mayoría de accionistas ingleses. Era el principalproveedor de recursos para el Ejército y el gobierno. Como lo diría Lord Ponsomby, en cartasde un cinismo esclarecedor, los ingleses aplastaron la voluntad de pelear de Dorrego y loobligaron a firmar el infame tratado de 1828. A la pérdida de las cuatro provincias altoperuanas,se agregaba ahora la segregación de la Banda Oriental. Dorrego, Tomás Guido, confidente de

San Martín, Juan Ramón Balcarce, héroe de las guerras de la independencia, intervinieron enlas negociaciones y aceptaron el indigno final. Si algo faltaba para indicar que el viejo partidomilitar creado por San Martín estaba definitivamente ultimado, estos nombres prestigiosos alpie del acuerdo no harían sino corroborarlo. Pero la paz con el Brasil produciría otra victima yesta sería el mismo Dorrego. Al desmovilizarse los ejércitos de Ituzaingó, envuelto endesprestigio el gobierno de Dorrego por aceptar la herencia rivadaviana, el partido unitarioporteño se preparó para otra fechoría. La división de veteranos porteños que volvía del Brasil,encabezada por el general Juan Lavalle (este último del género de La Madrid, porteño,fanfarrón y sin una sola idea en la cabeza) seducido por las insinuaciones unitarias, vio enDorrego al causante de todos los males y al amigo de los caudillos bárbaros. El 1 de Diciembrede 1828, Lavalle amotinó su división y derrocó a Dorrego, lo persiguió en Navarro y lo fusilósobre el campo, asumiendo toda la responsabilidad ante la historia. Una desgarradora guerra

civil incendió el territorio argentino. Se producía de tal forma una paradoja trágica: toda victoriaen el campo de batalla se transformaba en una derrota y pérdida de territorios cuando actuabala política unitaria porteña. El Ejército Nacional se disolvió nuevamente en faccionesprovinciales. Conservó, según los casos, algunos caracteres mas o menos regulares, segúnfuesen los recursos de la provincia que los sustentaba. En este caso, Buenos Aires sería, porsus rentas aduaneras, la más capaz de mantener un ejército de línea. La inmolación deDorrego permitió el ascenso al poder de la provincia del general Lavalle. Su única base deapoyo era el partido unitario, ligado al comercio internacional. A su vez, los ganaderosbonaerenses, vinculados por su función a la tierra de origen, económicamente más fuertes quelos comerciantes y con una comprensión más profunda de la sicología gauchesca, que porcoincidencia de intereses habían apoyado hasta esos momentos a los gobiernos unitarios,cambiaron de línea. Mientras que la burguesía comercial rivadaviana insistía una y otra vez en

organizar el país bajo su hegemonía, para arrasar las economías artesanales y ganar esemercado interior a los productos manufacturados de Inglaterra, los ganaderos asumieron anteel interior una actitud puramente pasiva y, en último análisis, indiferente.

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Rosas y el ejército

La clase estanciera solo aspiraba a exportar en paz su sebo, su cuero, su tasajo. Se imponíaencontrar en consecuencia, una política capaz de no suscitar la constante rebelión de lasprovincias en virtud de la prepotencia porteña y aislar a Buenos Aires del foco de miseria yperturbaciones que irradiaba el interior. Para prestar a esa política un color grato al interior, losganaderos se hicieron federales, su jefe, Juan Manuel de Rosas, el más rico y perspicaz detodos ellos, retuvo para Buenos Aires, lo mismo que los unitarios rivadavianos, el control delpuerto único y las rentas proporcionadas por el tráfico aduanero. Pero no envió ejércitos alinterior para arrasar las economías industriales ni pretendió imponerles constituciones unitarias.por el contrario, postergó mientras le fue posible toda tentativa de organización nacional, quesolo podía perjudicar a Buenos aires, al nacionalizar las rentas de la aduana y federalizar lacapital. Llegó así a un "statu quo" con los caudillos. Ensayó un sistema de protección industrialde tipo arancelario (Ley de Aduana de 1835), para preservar las industrias provincianas de lacompetencia extranjera, calmando así la inquietud del interior mediterráneo. Al litoralembravecido, que exigía la libre navegación de los ríos para comerciar asimismo con elexterior, lo amenazó mediante acuerdos temporarios, dádivas en cabezas de vacas o en último

caso abierta represión. A los comerciantes unitarios los dejó hacer dinero, pero los apartó delos negocios públicos con mano de hierro. Mientras la provincia y la ciudad se enriquecieronprodigiosamente bajo su gobierno, el interior vegetó como lo había hecho siempre. Pues laprotección arancelaria otorgada por Rosas con su Ley de Aduana de 1835 no constituía sinouna defensa pasiva de aquellas industrias primitivas de las provincias. Estas requerían, por locontrario, una protección activa, una financiación y una tecnificación que solo podía obtenersecon una política económica nacional fundada en los recursos aduaneros del país usufructuadospor Buenos Aires. Es aquí donde Rosas define su política bonaerense y los límites de sunacionalismo. Porteño como lo había sido Rivadavia, Lavalle, y como lo será Mitre, la políticade Rosas tendrá mayor amplitud y un sentido nacional más profundo sobre todo en lasrelaciones con el exterior. La misma Ley de Aduanas regirá en la práctica solo seis años, hasta1841. Según Burguin; "Rosas quedó prisionero del egoísmo económico de su partido" , o sea,

de su provincia. Los comerciantes porteños eran simples intermediarios de Europa, traficantesde abalorios, de efectos, de modas e ideas europeas. A su vez, los ganaderos bonaerenseseran propietarios de sus medios de producción, en tiempos en que los hacendados todavíasabían montar a caballo y no se vestían en la sastrería "Pool" de Londres. Las diferencias sonnotorias y evidentes por sí mismas. Pero la pasividad de Rosas ante la indigencia provincianatendrá profundas consecuencias históricas, como ya se verá. Durante su largo gobierno, queabarca casi dos décadas de la historia nacional, el Ejército continuará parcelado en legionesprovinciales, obedientes a diferentes caudillos. Circunstancialmente estas fuerzas se"confederan", pero sin fusionarse como un ejercito homogéneo. Buenos Aires tendrá, comocabe imaginar, un ejército bien montado, vestido y alimentado, y en posesión del armamentoque podía comprarse con una tesorería floreciente. Los ejércitos de provincia, por el contrario,antes y durante Rosas, serán ejércitos harapientos y miserables, recelosos siempre ante la

política porteña, con oficiales improvisados, sueldos incobrables y uniformes irreconocibles.Tampoco el vencedor de Rosas en Caseros, el entrerriano Urquiza, generalísimo del EjércitoGrande, encabezará en esa ocasión un Ejército y una política realmente nacional. El desfile porlas calles de Buenos Aires realizado el 20 de febrero (aniversario de Ituzaingó) de las tropaspertenecientes al imperio esclavista, bastará para señalar el carácter espúreo de la alianza quedio la victoria a Urquiza en Monte Caseros. Su ejército estaba formado por soldadosentrerrianos, correntinos, orientales y brasileños. Las restantes provincias argentinas noaportaron un solo soldado a la campaña, aunque la siguieron con tensa expectativa, puesalimentaban la esperanza de que al fin el país podría ser organizado y sacado de su marasmo.

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Los caudillos recrean el Ejército Nacional

La personalidad de Urquiza -caudillo y entrerriano, al fin- como bien se pudo ver enseguida,inspiró confianza a las provincias interiores. La reunión de los caudillos gobernadores en laciudad de San Nicolás de los Arroyos demostró que Urquiza estaba dispuesto a emprender elgran camino de la organización nacional. Importa a nuestro asunto destacar que los viejoscaudillos gauchos que se reunieron en San Nicolás echaron las bases de la organizacióndefinitiva de la República. Así como el acuerdo reconocía el Pacto Federal del 4 de enero de1831 como "Ley Fundamental de la República", en el articulo 15 se designaba al generalUrquiza como "general en jefe de los ejércitos de la Confederación con el mando efectivo de todas las fuerzas militares que actualmente tengan en pie cada provincia"  lo que implicaba dehecho el restablecimiento del Ejército argentino. El Acuerdo de San Nicolás designabaasimismo a la ciudad de Santa Fe como asiento de un Congreso General federativo paraorganizar la Nación. Esto no era todo, sino tan solo el comienzo. Los caudillos gobernadoresresolvieron la organización de una administración nacional y la supresión de las aduanasinteriores. Pero suprimir las aduanas interiores, que en la inmensa pobreza provincianaaportaban algunos pesos fuertes al erario, sin nacionalizar la aduana de Buenos Aires que

absorbía toda la renta del país, era hundir a las provincias en un abismo de indigencia. Laburguesía porteña advirtió de inmediato el complejo de fuerzas que empezaba a formarse conel Acuerdo de San Nicolás. Intuyó con claridad meridiana que el próximo paso sería lanacionalización de las Aduanas, y quizá la federalización de la ciudad porteña. La temidaorganización del país, que iría a distribuir la riqueza porteña entre todos los argentinos, parecíainminente. Los unitarios porteños estaban estupefactos: ¿Para esto hemos derribado a Rosas?Y los rosistas porteños los miraban con una mezcla de indignación y desprecio: ¡Para esto lohan derribado! Pero las antiguas disputas facciosas se volatilizaron en pocos días. Unitarios yfederales de Buenos Aires, su patria chica, su verdadera patria, se abrazaron para fortalecerse.Así fue como se presenció el incomparable espectáculo de la ciudad fenicia que olvidaba susdisputas pasajeras y se disponía a desconocer la voluntad nacional. La legislatura porteñarechazó por mayoría el Acuerdo de San Nicolás, ya que la creación de un ejercito nacional al

mando de un caudillo entrerriano implicaba que, por primera vez en la historia argentina, elconjunto de la Nación tendría la fuerza necesaria para imponerse a la provincia de BuenosAires. En estas circunstancias hace su aparición en la política argentina el coronel Mitre,intérprete de los intereses importadores y del ideario de Rivadavia, al cual llamará "El más grande hombre civil en la tierra de los argentinos" . Mitre encabeza en la legislatura la oposiciónporteña al Acuerdo de San Nicolás. La ciudad estaba amotinada, el gobernador Lopez yPlanes, autor del Himno Nacional y contemporáneo de la "patria vieja", se ve obligado apresentar su renuncia y, en medio del caos bonaerense, Urquiza disuelve la legislatura y otorgael poder al general Galán. Mientras tanto el Congreso General Constituyente se disponía areunirse en Santa Fe, y Urquiza parte de Buenos Aires para asistir a sus sesiones. Tal es elmomento elegido por las tropas porteñas para dar un golpe de estado el 11 de Septiembre. Sereconstituye la disuelta legislatura y se elige gobernador de la provincia a Valentín Alsina, uno

de los más característicos representantes de la ceguera unitaria y la infatuación porteña. Alsinapromulga de inmediato una ley por la cual la provincia de Buenos Aires desconoce los actos delos diputados de Santa fe. Al mismo tiempo, retira a Urquiza el manejo de las RelacionesExteriores, se da a sí misma el carácter de un estado independiente y establece relacionesdiplomáticas con todos los países del mundo. La burguesía comercial, apoyada en su puerto yen su aduana, en sus tropas de línea regularmente pagadas y en las simpatías de las potenciasextranjeras, desafía la voluntad nacional y erige su propia soberanía. Queda inaugurado unnuevo período de sangrientas guerras civiles, que enfrentaran a Buenos Aires con todo el restode la Confederación Argentina. Esta última establece su capital en la ciudad de Paraná. El

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Ejército recién creado se divide una vez más. Al lado de Buenos Aires, la tropa facciosa delmitrismo y, junto a Urquiza, el resto del Ejército nacional. Las mejores figuras de las FuerzasArmadas y los veteranos de las guerras de la independencia, rodearán a Urquiza, a quientambién apoyaron Alberdi, Lucio V. Mansilla y el general Guido. Esta generación es conocidacomo la de los hombres del Paraná.

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El ejército faccioso de Mitre

El separatismo mitrista dura casi diez años, demarcando en la carta geográfica el problemapendiente desde la Revolución de Mayo. Así sobrevendrán Cepeda y Pavón. Los ejércitos de laConfederación Argentina, enfrentados a las fuerzas porteñas, vencerán en Cepeda y llegaránhasta las puertas de Buenos Aires para firmar un pacto que la ciudad violará poco después. Enla batalla de Pavón, Urquiza, después de arrollar con su caballería entrerriana a las tropas deMitre, volverá grupas a su caballo y se irá "al tranco" hacia el palacio San José, abandonandola victoria en el campo de batalla y los derechos políticos de las provincias en manos de laoligarquía mitrista. Esta traición de Urquiza a los intereses nacionales, deja sin base alpresidente de la Confederación Argentina, el cordobés don Santiago Derqui. Con el fin debuscar un arreglo, Derqui renuncia y entrega el gobierno al Vice presidente, el generalPedernera. Pero los recursos para seguir la guerra, o los tenía Buenos Aires o los teníaUrquiza; y este último ya había pactado con los porteños entregándoles el interior a su librearbitrio; el se reservó la tranquilidad de sus estancias, sus cabezas de ganado y su provincia.Pedernera, totalmente paralizado, no tiene a su vez más remedio que renunciar. Declara encrisis los poderes nacionales. Dicho en otros términos, entrega el gobierno a la oligarquía

porteña, la que, después de un simulacro electoral, elige Presidente de la Argentina al generalBartolomé Mitre, la más siniestra figura del ejercito portuario. En 1862 comienza estapresidencia trágica, que habrá de singularizarse por la eliminación de los últimos gauchos ycaudillos sobrevivientes de la vieja Argentina. Para extirpar los focos de resistencia nacional enel interior y abrir el camino a las manufacturas inglesas, Mitre habrá de emplear la espada devarios oficiales uruguayos, pertenecientes al partido Colorado de la Banda Oriental. Estosconstituirían sus principales elementos en el ejército argentino: Rivas, Sandes, Arredondo,Flores. Celebres degolladores, sobre todo Sandes, asesino del Chacho y Venancio Flores,monstruo de crueldad en Cañada de Gómez. Mientras que junto a Urquiza habían estado loselementos federales del ejército, del lado de Mitre estarían los uruguayos del Partido Colorado,vale decir, la réplica montevideana del partido unitario porteño y, como este, cosmopolita,"civilizador", brasilero y mercantil. Montevideo desempeñará en la Banda Oriental el mismo

papel antinacional que el de Buenos Aires con respecto a las provincias argentinas. CuandoUrquiza abandona las banderas nacionales, todo el poder y los recursos de la Nación pasan amanos de Mitre y de la burguesía porteña. El ejército se encuentra de hecho unificado bajo ladirección porteña. Militan todavía en sus filas viejos oficiales aguerridos, formados en las luchasciviles, que habrán de enfrentar al malon del salvaje, harán guardia en el fortín de frontera yobservarán enmudecidos la acción de Mitre y sus oficiales orientales contra el pueblo inermede las provincias. Se insinúan ya en el país las grandes líneas de un proceso que habrá demodificar profundamente su estructura económica, su composición social y sus partidospolíticos. La burguesía comercial importadora representada por Mitre promueve la llegada decapitales extranjeros. Las líneas férreas se extienden por el Litoral, donde ha sido ya aniquiladoel criollo y que poblarán poco tiempo después los colonos de los países meridionales deEuropa. El país se dispone a convertirse en la granja del mundo y a transformarse en una

factoría agropecuaria. Pero el crimen más atroz de la presidencia de Mitre se convertirá, por laextraña fecundidad de la historia, en el punto de partida para la recreación del EjércitoArgentino y de su ideología nacional. La guerra del Paraguay, determinada por la estrategiaimplacable de Gran Bretaña a través de su lugarteniente brasileño, no solamente habrá dediezmar en el frente sino que provocará paradójicamente una revalorización de los problemasargentinos. La generación militar que volverá ensangrentada de los esteros paraguayosincubará en su espíritu la más absoluta condena del mitrismo y de la política antinacional deBuenos Aires.

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El Ejército Argentino en el Paraguay

La leyenda del "tirano" López y de su dictadura en el Paraguay no resiste el menor análisis.El Mariscal Francisco Solano López es una de las figuras más heroicas y notables de la historiamilitar de la América Latina. Ya llegará el día en que los profesores de historia de los colegiosmilitares argentinos, expliquen a cadetes y oficiales las razones que llevaron a la oligarquíaporteña, a la corte esclavista brasileña y a comerciantes montevideanos a aplastar a laRepública del Paraguay. Alberdi, con su habitual clarividencia, calificó a la guerra del Paraguaycomo una guerra civil, es decir, como una lucha fratricida y no como una guerra internacional.Solo la oligarquía porteña podía considerar al Paraguay una nación extranjera. Esa mismaoligarquía, desinteresada del destino de las provincias altoperuanas, había impuesto lacreación de una nueva "nación" en la Banda Oriental. Pero para las masas popularesargentinas, vinculadas a la provincia paraguaya desde los orígenes más remotos de nuestrahistoria, la guerra contra los hermanos de Asunción constituyó un crimen imborrable. El generalMitre debió emplear varias divisiones del ejército y gastar millones de pesos fuertes parasofocar las incesantes sublevaciones que sacudieron las provincias argentinas durante laguerra del Paraguay. Estos levantamientos se proponían derribar el gobierno mitrista y unirse

con el Paraguay contra el Brasil. El general Felipe Varela se levantó en Salta y las provinciascentrales para oponerse en su cruzada a la guerra del Paraguay. Será el último de losgenerales en la "guerra de recursos", según la tradición de Güemes. Esa condición, le impediráser prócer en los libros de texto. La guerra del Paraguay fue desencadenada por la invasión delBrasil a la Banda Oriental, viejo objetivo de la política lusitana. El Imperio Brasileño buscabaclimas templados y campos de pastoreo para los ganados de Río Grande y la apertura del ríoParaguay que ahogaba el tráfico del Matto Grosso. Pero la posición geográfica peculiar querelacionaba al Paraguay con Uruguay, hacía de este último lo que Alberdi llamó la llave decomunicación con el mundo exterior del primero. Dueño Brasil del Uruguay, Paraguay podríaser considerado una colonia brasileña. De ahí que Solano López considerara el ataque a laBanda Oriental como una amenaza inmediata para su propia soberanía. El apoyo que Mitre diodesde el comienzo al Brasil involucró a las provincias argentinas en esa guerra, pero es bueno

señalar que, en las circunstancias de 1865, Paraguay constituía un poderoso ejemplo para losensangrentados pueblos argentinos del interior y un camino a seguir para desembarazarse dela oligarquía portuaria. A raíz del aislamiento impuesto por el control del río Paraná ejercido porBuenos Aires desde 1810, Paraguay había decidido desarrollarse con su propia energía. Fundóuna poderosa industria, levantó fundiciones de hierro, creó arsenales para el ejército, construyóbarcos, organizó estancias ganaderas del Estado, instaló con sus propios recursos telégrafos yferrocarriles. Todo lo hizo sin necesidad de acudir a los empréstitos extranjeros y de caer enmanos del capital europeo. Era un ejemplo tentador para los atrasados Estados de la Américadel Sur. La oligarquía porteña temía que en cualquier momento se pudiera sellar una alianzaentre el Paraguay y las provincias interiores para abatir los privilegios porteños. Elaniquilamiento del Paraguay era el último paso exigido por los intereses de la oligarquía deBuenos Aires y del imperialismo británico, que deseaba penetrar en el interior sudamericano. El

órgano mitrista "La Nación" acusaba a Solano López de "Atila de América" y de "tiranobárbaro", pero no mencionaba el hecho de que los aliados de Mitre fundaban su poder en Ríode Janeiro sobre la esclavitud y que la trata de negros constituía el negocio más fructífero delmismo Imperio que pretendía llevar la civilización al Paraguay. Los argentinos no querían ir a laguerra. Los famosos regimientos de voluntarios destinados al abismo guaraní ibanfrecuentemente engrillados hasta el punto de concentración. También se improvisabansoldados con la población de los presidios y los brasileños, por su parte, compraban esclavos,los vestían de uniforme y los enviaban al frente. La guerra del Paraguay duró cinco años,desmintiendo a Mitre, que había profetizado la victoria en tres meses. Miles de jóvenes

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argentinos murieron en la selva, victimas de una guerra fratricida y de la colosal ineptitud militarde Mitre, que obligó a reemplazarlo en el mando de los ejércitos de la Triple Alianza. Lapresidencia de Mitre había concluido al fin en 1868 en medio del desprestigio más espantoso.La sola pretensión de imponer un sucesor en la figura de Rufino de Elizalde, antiguo adulón deRosas en Palermo y emparentado con diplomáticos brasileños, suscitó un movimiento generalde indignación en todo el país. Al surgir la candidatura de Urquiza y de Alsina, el Ejército decide

expresarse a través del general Lucio Mansilla, que lanza la candidatura de Sarmiento.

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Sarmiento y Avellaneda

Sarmiento era un sanjuanino de gran talento, aunque comprometido reiteradamente con lapolítica porteña. Pero su carácter independiente, su voluntad de realizador, su ambición deprogreso, permitirán a las provincias, bajo la presión del Ejército Nacional retemplado en lafragua de su reciente infortunio, iniciar una contraofensiva sobre la oligarquía porteña y barrerdel escenario político al mitrismo. Esa nueva generación militar provinciana cavilará sobre losproblemas argentinos en los vivacs del Paraguay aniquilado. Es un joven teniente coronelllamado Julio Argentino Roca, quien encarnará bien pronto a los oficiales de la guerra delParaguay. Las primeras medidas de orientación nacional que adopta Sarmiento provocaninmediatamente la resistencia de Buenos Aires. El sanjuanino nombra al tucumano NicolásAvellaneda ministro de Instrucción Pública. Este ministro notable se consagra a organizar entodo el territorio del país las escuelas que habrán de enseñar a leer y escribir a miles de niñosde las abandonadas provincias del interior y que darán, al mismo tiempo, medios de vida acentenares de maestros y maestras. Por primera vez los recursos del país son puestos alservicio del pueblo. Sarmiento funda el Colegio Militar y la Escuela Naval, organizando lacarrera de las armas. La ciudad porteña se indigna por estos gastos. Un amigo tucumano, José

Posse, escribía a Sarmiento: "Por más que busco los orígenes de la oposición que nace, no veo mas que el porteñismo comprimido que se escapa por la primer rotura que le viene a la mano. ¡Un presidente provinciano es cosa escandalosa!...La cuestión Capital es un cáncer que te ha dejado Mitre, cuyo remedio está en los arcanos de la Providencia. Desde el principio he dicho que no la palabra sino el cañón han de resolver la cuestión" . El problema de la Capital,que se arrastraba desde la Revolución de Mayo y cuya solución veía proféticamente el amigode Sarmiento, habría de resolverlo, precisamente, la misma generación militar que lo habíallevado a la presidencia, que sostendría luego a Nicolas Avellaneda y que triunfará en 1880. Elsucesor de Sarmiento será otro provinciano -Avellaneda- que vence con el apoyo del interior yde Adolfo Alsina, caudillo popular de la campaña bonaerense. En la ciudad de Buenos Aires,Mitre enfrenta a Nicolás Avellaneda. Este solo contó al principio con once partidarios, según harecordado Carlos Pellegrini, que era uno de ellos, el mas eminente. Su indiscutible triunfo

encolerizó al partido mitrista, que consideraba una injuria insoportable admitir por segunda vezun Presidente de la Nación que no fuese nacido en la ciudad mercantil. De ese despecho nacióla revolución mitrista de 1874, destinada a oponerse a la asunción del cargo por Avellaneda.Algunas fuerzas militares porteñas, encabezadas por el general uruguayo Arredondo, el viejodegollador de montoneros, se levantaron en esa asonada. Mitre desembarcó en el Tuyú conseis mil soldados, pero con seiscientos milicianos el comandante Arias lo derrotó en La Verde,obteniendo la rendición del célebre estratega. Por su parte Sarmiento, nombró a un jovencoronel de relevante talento militar llamado Julio A. Roca, para que enfrentase al veteranoArredondo en Santa Rosa. En una maniobra realmente clásica, que sorprende y paraliza a suadversario, Roca lo captura junto con sus tropas. La batalla de Santa Rosa se estudia en lasescuelas militares, pero no sería inútil que también se estudiase la significación política dequien la ejecutó. Nicolas Avellaneda lo asciende al generalato sobre el campo de batalla.

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El Ejército federaliza Buenos Aires

Arias, un simple comandante y Roca, un coronel de treinta años, habían deshecho laconspiración mitrista. Con ellos está todo el Ejército. Esto cobrará mayor significación cuandose estudie las raíces históricas del roquismo. Recién nacido, el gobierno de Avellaneda,salvado por la eficacia militar de Roca, ambos tucumanos, acentuará la orientación nacionaltímidamente esbozada por Sarmiento (un sanjuanino, aunque aporteñado). Inaugurará porprimera vez desde muchos años atrás una legislación proteccionista, destinada a estimular eldesarrollo de las industrias argentinas. Poniendo fin al insensato librecambismo de la eramitrista, Nicolás Avellaneda, fiel representante del nacionalismo de las provincias, alienta eldesarrollo económico interno del país. Este hecho bastaría para situar históricamente a supresidencia. Cuando ésta concluye habrá de plantearse el gran problema que constituía lapesadilla de todos los gobiernos argentinos desde el año 10: la federalización de la ciudad deBuenos Aires y la creación de una plataforma nacional de poder. Como ya se había dicho, noserían las palabras sino las armas, las que resolverían el problema. El presidente de la Naciónera un huésped de la ciudad de Buenos aires, según la expresión sarcástica de Carlos Tejedor,proto-porteño y gobernador de la provincia de Buenos Aires en ese momentos Los conflictos de

 jurisdicción eran incesantes y se resolvían siempre en detrimento de la autoridad nacional, quecarecía de ciudad, de puerto, de rentas y, en consecuencia, de poder. La cuestión capital secomplicó con la renovación presidencial o, por mejor decir, esta última fue un pretexto pararesolver aquélla. Carlos Tejedor era candidato de los intereses porteños para la presidencia dela República. Las provincias levantaron por su parte la candidatura del general Julio ArgentinoRoca, que regresaba como vencedor del desierto. Había expulsado a los indios que robabanganado para venderlo en la frontera chilena. En realidad libró con éxito una guerra sin sangrecon Chile que, aunque ocupado en el conflicto del Pacifico contra Perú y Bolivia, pretendía eldominio sobre la desierta Patagonia. Así entrego a la soberanía argentina más de veinte milleguas. La eficiencia militar del joven general no estaba puesta en duda, pero sus dotespolíticas no harían sino asombrar con el tiempo. La polarización de las fuerzas y la significaciónpolítica de ambos será tan diáfana como el problema que habrían de resolver los

contendientes. Finalmente, se realizan en 1880 las elecciones nacionales. Por una aplastantemayoría provinciana, Roca gana la primera magistratura. Un diario porteño escribía:"Avellaneda subió en 1874 a la Presidencia de la Nación porque contó con el apoyo de Adolfo Alsina y su partido, de gran influencia en Buenos Aires; pero Roca no tiene puntal alguno en esta provincia; se sostiene con los batallones de línea, compuestos por indios reclutados o enganchados, que a pesar de tener vencidos sus contratos no se les libera del servicio. Roca se empeña en gobernar a la República, olvidando que esta no es gobernable si se carece del apoyo de Buenos Aires" .

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Roca como político y militar

Buenos Aires se consideraba un Estado dentro del Estado, como lo prueba esta asombrosacita. Ejercito de línea y barbarie provinciana eran una sola cosa para aquella ciudad,históricamente asociada al comercio exterior, que había abandonado a su suerte al Ejército delos Andes, a la Banda Oriental, a las provincias altoperuanas y a la Confederación Argentina enlos tiempos de Urquiza. Sin embargo, la hora había llegado. Tejedor se niega a reconocer suderrota y se lanza a la guerra. Sería la mas sangrienta de nuestras luchas civiles: tres milmuertos quedaron sobre los campos de batalla de Corrales, Barracas y Puente Alsina. ElEjército Argentino llevó cuarenta mil hombres de las provincias hacía Buenos Aires, rescató laciudad y fundó en ella una Capital para todos los argentinos. El autor ha ensayado unainterpretación de Roca y del roquismo que reproducirá a continuación: "Julio Argentino Roca era un hombre procedente del norte criollo. Procedía de esa argentina precapitalista que al vivir en su mayor parte bajo las condiciones de una economía natural, había conservado, como en un viejo arcon, el perfume del pasado, las tradiciones más hondas, el nacionalismo más profundo y la visión global de la patria, atmósfera formativa necesariamente extraña a la ciudad puerto, comercial y cosmopolita. Hijo de un guerrero de la Independencia, desde niño aprendió 

el juego terrible de las armas y no leyó en libros las razones poderosas que levantaron durante setenta años a las provincias interiores contra la metrópoli. Muchacho de quince años, Roca arrastró en la batalla de Pavón un cañón para ponerlo a salvo y recibir su bautismo de fuego.Era nuestro antiguo ejército una formación irregular de soldados gauchos, paisanos de lanza,caballo y cuchillo, triple sistema técnico que constituyó la base de la guerra civil y que desapareció con el rémington, el ferrocarril y la inmigración. Nuestro soldado era un voluntario,arrancado a su majada y a su hogar por el caudillo provinciano, jefe rural de gran prestigio, que al sumir la defensa del suelo natal suscitaba la adhesión apasionada y viril de sus habitantes”.La desintegración de la economía artesanal por la invasión comercial inglesa planteadadespués de Caseros, congrega en el ejército,"nacional" desde el acuerdo de San Nicolás, adocenas de miles de hombres. Debe tenerse presente que la numerosa oficialidad de nuestrasfuerzas armadas había nacido directamente de la improvisación de la lucha, de la intuición

guerrera y del coraje. Las vicisitudes internas del país habían impedido la organizaciónsistemática de una enseñanza militar regular. Recién el provinciano Sarmiento creará laEscuela de Guerra; Roca, por medio de Ricchieri, echará las bases de una moderna institucióncastrense, cuyo origen montonero, es decir, popular, será su mejor heráldica.

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El origen popular del Ejército Argentino

¿Qué soldados formaban el ejército de Roca?. Rivero Astengo, en su documentadabiografía de Juarez Celman, nos ha mostrado la figura del General roquista Eduardo Racedo,tipo característico de un oficial de aquellos tiempos: "Expresión genuina de su medio, ningún 

aire era mejor aire que el de su tierra, ningún arte comparable con el arte intuitivo del payador o del músico pampéanos, ninguna elocuencia superior a la elocuencia de las proclamas con que los viejos caudillos sabían animar a sus huestes; ningún paisaje, en fin, superior en bellezas a los paisajes del suelo patrio.... Racedo conocía, como pocos, los rincones todos del territorio nacional; ríos y montañas, caminos y desfiladeros, hombres y cosas. Era la encarnación del baqueano descripto por Sarmiento, y además, algo así como el resumen sintético de la historia militar de la Nación" . El ejercicio de las armas no era solo una profesión obligada para elhidalgüelo de provincia, arrebatado por las peripecias patrias y la gloria al alcance de la mano,sino que la abogacía y el comercio, en las condiciones misérrimas del país anarquizado, debíandejarse generalmente para un núcleo muy reducido en el interior y para la gran ciudad delPlata. Así, en muchos momentos, no hubo en la vieja argentina otro medio de vivir que el oficiode morir, ni otra perspectiva que el generalato, duramente ganado en el combate a arma

blanca. "Pero cuando desaparecen los ejércitos provinciales y se exterminan los caudillos más rebeldes, cuando después de Pavón y de Mitre aparecen Sarmiento y Avellaneda, el ejército se estaba haciendo nacional por primera vez; la oficialidad, aunque con sueldos irrisorios, cobraba sus haberes y los soldados enganchados encontraban en la estructura militar el primer apoyo estatal jamás conocido antes en el país". El avance del ferrocarril destruía al mismo tiempo, nosolo las primitivas manufacturas locales, dejando sin profesión al artesanado, sino que tambiénaplastaba ese vasto sistema de comunicación apoyado en la carreta, abandonando a ladesocupación y a la vagancia a miles de hombres que habían sustentado el sistemamoribundo. ¿Dónde ir, a que partido adherirse, en que dirección desplazarse?. Esa multitud detejedores, troperos, plateros, pastores, gauchos nómades, talabarteros, boyeros y pequeñosagricultores; es barrida por la industria europea y la inmigración extranjera, que acapara lastierras fértiles del Litoral y expulsa al criollo: miles de ellos ingresarán al ejército de línea,

sostenido por el presupuesto del Estado y que no necesitará de muchos instructores paraenseñar a esos soldados el manejo de las armas ni programa alguno para infundirlesconciencia nacional. ¡Conciencia nacional les sobraba, la llevaban en las venas y en lascicatrices!. "El artesano de las provincias mediterráneas producirá para su propio consumo o abandonará su oficio, retrogradando a la agricultura en pequeña escala; otros cuidarán algunas cabras, lo indispensable para subsistir. El gaucho más o menos errabundo del litoral se hará soldado de frontera, cabo, sargento o policía, morirá en los últimos encuentros con Santos Guallama o López Jordán. Si sobrevive, será peón de campo, de estancia o de chacra, al servicio de la gran compañía anónima (pues el patrón patriarcal ha desaparecido y sus hijos son accionistas de un emporio) o a las órdenes de un chacarero italiano, al que habrá enseñado probablemente el manejo de los útiles de labranza” .Toda esa masa desplazada sehará roquista; roquista será también la burguesía intelectual provinciana, esos doctores o

pequeños terratenientes de San Luis, la Rioja o Tucumán, poseedores de campos chicos ograndes que no rinden nada, herencia remota del español que hendió la selva con su espada.No estamos en presencia del terrateniente o ganadero bonaerense, propietario de una fábricade vacas para la exportación, a un paso del puerto y en conexión con el extranjero. Hablamosde esa nobleza provinciana que llevaba nombres viejos, cuyos antepasados tenían escudos dearmas de Castilla o de Navarra, pero que eran apenas vecinos respetados, cuyos hijostomaban los hábitos, que eran una dignidad para comer, o el doctorado en Córdoba, paraconseguir pleitos de veinte pesos fuertes. La burocracia provincial - un ministerio, una fiscalía-era la solución decorosa en un medio primitivo sin porvenir. Federal por tradición, liberal por su

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cultura y ambiciones, nacionalista porque estaba enterrada en el país hasta los huesos, esaburguesía provinciana contempló la división del país en dos bandos: el aborrecido mitrismometropolitano y el roquismo -nacional, federal, progresista y provinciano. Y se hizo roquista. Enel ejército únese ese mundo de desarraigados del antiguo orden social argentino, aportando suconciencia nacional, su voluntad de una vida mejor, su heroísmo veterano. Con ese ejercitovenían los cuarenta mil hombres que reintegraron su Capital histórica al país de Facundo, los

"chinos" de Roca. En la composición política del roquismo deben incluirse también a aquellosestancieros medianos o grandes que producían para el mercado interno, desconectados deEuropa, lo mismo que las poderosas corrientes populares del rosismo bonaerense, execradaspor el unitarismo triunfante después de Caseros y que debieron refugiarse en el alsinismo parapoder sobrevivir. Don Bernardo de Yrigoyen no será el único caso representativo, pues debeañadirse asimismo, en ese sector, a esa población gaucha de las estancias de Buenos Aires,para las cuales el rosismo había constituido un recurso defensivo: la organización moderna delas nuevas estancias ligadas férreamente al comercio de exportación destruiría todo vestigio deaquellos tiempos más libres del gauchaje. Las fuerzas aludidas compondrían la porcióndecisiva de aquel país que Roca conoció y encarnó en un momento de transición, un país semibárbaro, pero autentico, fiel a sí mismo y autor de su historia. País que al desintegrarse elcomplejo de fuerzas cuya síntesis fue el roquismo, cambiaría a tal punto que vendría a

 justificarse la expresión de Sarmiento sobre la "barbarie cosmopolita". Porque la argentina deRoca en 1880 sufría una evolución tan vertiginosa que sus contemporáneos pudieron asistirestupefactos a la remodelación y el reemplazo de una estructura por otra, en menos de la edadde una generación.

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El roquismo y la Iglesia

La primera de Roca, joven general de 37 años de edad, se distinguirá por su voluntad dereconstruir el Estado nacional, unificado por vez primera desde la Revolución de Mayo ymodernizar su legislación. No solo se fundarán más de seiscientas escuelas, cifra enorme parala época, sino que se instalará el Registro Civil, la escuela laica obligatoria y gratuita, lasecularización de los cementerios. Todas estas medidas chocaron contra el odio sordo de laderrotada burguesía portuaria del partido mitrista y también con la hostilidad declarada delPartido Católico, que consideró vulneradas las prerrogativas de la Iglesia. Roca conduce elconflicto con el clero demostrando notable habilidad. Lejos de suprimirlo mecánicamente pormétodos administrativos o dictatoriales, dejó que se desarrollara un gran debate. Los católicosfundan un diario titulado "La Unión", dirigido por José Manuel Estrada, donde se ataca lapolítica presidencial con virulencia. Monseñor Clara, obispo de Córdoba, publicó una pastoraldesafiante contra el poder nacional. El nuncio apostólico, Monseñor Mattera, se solidarizó conla pastoral, mientras llamaba a la grey católica a desobedecer las órdenes del gobierno. Rocale dio un plazo de veinticuatro horas para abandonar el territorio argentino. Luego de intensasdiscusiones, el Congreso Nacional aprobó las leyes renovadoras. Un acentuado regalismo,

esto es una política del Estado, caracteriza toda la acción de Roca y del Ejército de su tiempo,heredero de la fuerza sanmartiniana. Habían conquistado el desierto para ensanchar lasoberanía territorial argentina; federalizaron la Capital, recobrando un centro nacional de poder,así como establecieron la Ley de Educación común para reafirmar la soberanía del Estado enla política cultural. Como muy bien ha observado Arturo Jauretche en su trabajo "Ejército ypolítica", en la impecable batalla de Santa Rosa, liquida al ejercito faccioso, que era el ejércitode Mitre, que a su vez era el ejército de Rondeau, heredero de las incesantes camarillasmilitares porteñas a lo largo de setenta años de historia argentina. De ahí que en la historiapolítica del ejército argentino se dibujen dos figuras típicas y constantes que se relevansistemáticamente según las relaciones de fuerzas del país: el ejército de San Martín y elejército de Rondeau, el de Mitre y el De Roca, la milicia facciosa y las fracciones militares queasumen la defensa de los intereses nacionales del Estado semi-colonial en ciertos períodos.

Como los restantes Estados de América Latina, la Argentina ha luchado con variable fortuna alo largo del siglo XIX y del siglo XX, para emanciparse de la influencia extorsiva de laspotencias extranjeras y de la oligarquía terrateniente ligada a esas potencias. A veces un sectordel Ejército sostuvo esas luchas, mientras que otro sector se unía al bloque antinacional. Peroesta pugna, que fué al principio un eco americano de la confrontación mundial entre elfeudalismo tumefacto y el surgente capitalismo, se transformó luego en un enfrentamiento entreel capital imperialista y los países atrasados que exigían realizar el mismo proceso queInglaterra o Francia habían vivido para desprenderse del feudalismo e ingresar a la civilizaciónburguesa. Las fuerzas armadas en América Latina no fueron jamás indiferentes a lasmanifestaciones de esta lucha grandiosa, que se inicia en tiempos de San Martín y de Bolívar,y que prosigue en nuestros días. Pero en esta pugna, el carácter "progresivo" de las tendenciasnacionales, consistía precisamente en la aspiración al desarrollo de un capitalismo -privado o

estatal- autónomo. En el pensamiento de las tendencias "nacionales" del ejército, elestablecimiento de una sociedad independiente del poder externo, debía proporcionar al paísuna sólida estructura de clases, análoga a la que había permitido a la sociedad europeaalcanzar prodigiosos niveles de civilización, bienestar y cultura. Ese sistema social, tanto en elsiglo pasado como en el presente, constituía un polo magnético para aquellos oficiales patriotasque ambicionaban dejar atrás las formas agrarias típicas del orden arcaico. Tal era el objetivoque persiguieron, en diferentes épocas, San Martín, Bolívar, Belgrano y, ya en nuestros días,Yrigoyen y Perón. Hasta la estrategia de la campaña del desierto permite comprender elsentido nacional del ejército roquista. Su diferencia de concepción con el plan de Adolfo Alsina,

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Ministro de Guerra y Marina de aquellos momentos, distinguirá al hombre del interior. Alsina,según es sabido, había concebido una campaña que consistía en la construcción de una seriede líneas y fortificaciones sucesivas, para ganar dos mil leguas al desierto. El criollo expulsadodel litoral y muerto de hambre en las provincias interiores, refugiado en el ejercito de línea,debía vivir una doble agonía en los fortines, junto al salvaje; transformado en salvaje él mismo.El general Fotheringham, figura característica del viejo ejército, ha evocado en sus memorias la

vida en los fortines: "No era cuestión de un de un día o dos sin comer; de un mes o dos sin sueldo; de estaciones sin vestuario; de fatiga excesiva por un tiempo limitado. Era una "vida" de tarea de día y de noche; una vida de fatigas, de mala comida, de vestuario de invierno en verano y de verano en invierno por dos o tres años; en cuanto al pago de haberes ni se pensaba en ello, pues no se efectuaba, puede decirse nunca, y como la costumbre hace ley,esas pequeñas privaciones no se notaban" . El plan de Alsina era un plan bonaerense. Sedirigía a garantizar la tranquilidad en las grandes estancias alrededor de la zona de influenciade la Provincia de Buenos Aires. La muerte de Alsina se unió a la impracticabilidad de su plan.El General Roca, al ocupar el Ministerio de Guerra, llevó a cabo con un éxito fulminante laconquista del desierto. Su estrategia tenía un evidente sentido nacional: consistió en una granoperación ofensiva que arrojó a los indios más allá del Río Negro, destruyó sus tolderías yquebró para siempre su intercambio doloso con los comerciantes chilenos. Pero esa política

militar de Roca no solamente obtuvo para el país veinte mil leguas, sino algo sin duda másimportante: fué la liberación del soldado criollo, enterrado de por vida en el fortín de frontera,que la conquista del desierto reintegró a la civilización. Bastará recordar lo que cuenta MartínFierro en su poema inmortal para medir la importancia histórica de esta campaña.

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El Ejército en la Revolución del 90

La adulteración maliciosa de la historia argentina incluye también la del Ejército. Laoligarquía porteña, a pesar de las derrotas que sufrió desde la aparición de Roca e Yrigoyen enel proceso político nacional, conservo sin embargo el predominio intelectual en la formación delas nuevas generaciones desde Caseros y aún en la formación política de un sector de lasFuerzas Armadas. Los eternos "generales liberales" son una excelente prueba. La revolucióndel 90, a la que hemos calificado como "contrarrevolución", por sus objetivos antagónicos conla del 80, forma parte de la impostura general. Debe ser mencionada aquí, pues constituye otrocapítulo del ejército de facción que reaparece periódicamente en nuestras disenciones civiles,como reflejo de los intereses antinacionales. El sucesor del general Roca en 1886 fué suconcuñado Juárez Celman. Pertenecían al mismo partido, el Autonomista Nacional, pero lapoderosa irrupción del imperialismo en ese período que transformó en menos de unageneración a la sociedad argentina, envolvió a su gobierno y lo arrastró en la marea deinversiones, créditos, concesiones y peculados característicos de la época. Téngase presenteque Juárez Celman era un hombre de formación liberal y de espíritu progresista. Comogobernador de Córdoba impulsó la economía de la provincia y su nombre esta asociado al

dique de San Roque. Las leyes juariztas originaron una campaña de violenta oposición delpartido católico, que lo atacaba por liberal. Pero su insensato liberalismo económico, que lollevo a sostener la desdichada tesis de que "el estado es mal administrador", facilitó lapenetración imperialista y toda suerte de negociados con los especuladores nacionales yextranjeros. La debilidad de la burguesía nacional argentina, todavía en germen, hicieron delilustrado y liberal estanciero cordobés Juarez, la victima elegida para pagar todas las culpas dela crisis. Figuraban entre sus proyectos la instalación de fábricas de locomotoras, la explotaciónminera y la creación de numerosas industrias. Tuvo la funesta ilusión alberdiana de queabriendo las puertas indiscriminadamente al capital europeo este construiría en la argentina lamisma sociedad industrial y civilizada del Viejo Mundo. Va de suyo que esta ilusión seríadesmentida por los hechos: el capital europeo no llegaba al país a desarrollar el capitalismonacional e impulsar las fuerzas productivas, reproduciendo en nuestra tierra el proceso

industrial europeo, sino a transformar la Argentina en suplemento agrario de la industrializadaEuropa. Las fábricas de locomotoras no se construyeron, como había esperado JuárezCelman; los ingleses prefirieron vendernos locomotoras en trueque de nuestra producciónagropecuaria.

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El nacionalismo liberal de Roca

La política económica de Juárez Celman no contaba con la aprobación del General Roca.Cuando el presidente se decidió a vender a un consorcio extranjero las obras de salubridad, deacuerdo a su conocido criterio de que el Estado es un "mal administrador" y que entregar a loscapitales privados la conducción de los servicios públicos era una manera de estimular laradicación de capitales extranjeros y el progreso del país, Roca se encontraba en Europa. Ental oportunidad escribió a un amigo en Buenos Aires una carta reveladora: "Ese proyecto de venta de las obras de salubridad -escribía Roca- ha sido también desgraciado y se ha arrojado a los opositores como buena presa para clavar sus dientes llenos de ponzoña. Yo aconsejé en contra, pero no me hicieron caso..... Si, a pesar de todo, el proyecto se convierte en ley, será una ley contraria a los intereses públicos en el sentido de la mayoría de la opinión de la capital,tan esquilmada por las compañías de gas y otros servicios. A estar de las teorías de que los gobiernos no saben administrar, llegaríamos a la supresión de todo gobierno por inútil y deberíamos poner bandera de remate a la Aduana, al Correo, al telégrafo, a los puertos, a las Oficinas de Rentas y a todo lo que constituye el ejercicio y deberes del poder" . En 1890 estallóen Gran Bretaña y en toda Europa una gran crisis que se tradujo en una suspensión radical de

la corriente de empréstitos a la Argentina. Esta brusca interrupción de capitales ocasionó un"crack" en la Bolsa, en la que se amparaban múltiples negocios, frecuentemente fantásticos yque existían tan solo sobre el papel. La desaparición del "respaldo" que los empréstitosbritánicos ejercían sobre la especulación, trajo como lógica consecuencia una caída súbita detodos los valores bursátiles y un alza vertical del valor del oro. El gobierno se encontró enserias dificultades para hacer frente a sus obligaciones. Comenzó a imprimir billetes en formadesenfrenada para encontrar numerario, pero esta medida llevó la inflación a un nivelescandaloso. Las fortunas de los agiotistas, jugadores de Bolsa, comerciantes y estancierosmetidos a especuladores, se desvanecieron tan rápidamente como se habían amasado. Laprensa porteña, asociada desde su origen al comercio de importación y a los interesesextranjeros -"La Nación" de 1870 es la misma que la de nuestros días- se sumó al coro delamentaciones de los especuladores y enderezó la indignación de las parroquias céntricas

contra el gobierno. Lo acusaba de ser el autor de todos los males y el responsable único deuna catástrofe mundial. La oposición mitrista, los prohombres del partido católico, loselementos descontentos del partido autonomista y la inevitable camarilla de los "varonesconsulares" que la ciudad de Buenos Aires tiene siempre para lanzar en pelotón como juecesen las grandes crisis nacionales, se nuclearon rápidamente alrededor de Mitre. Este nombrebastaría al estudioso contemporáneo para ponerlo sobre alerta.

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El motín del 90 y la actitud del Ejército

La crisis europea del 90 se utilizó como plataforma para conspirar contra el gobierno deJuárez. En realidad, se lo hacía contra el mayoritario partido autonomista, cuyo inspirador eraRoca, que se mantenía en segundo plano por sus divergencias con Juárez Celman. Laconspiración estalló el 26 de Julio, su jefe militar era el general Manuel Campos, hombre deMitre, y su jefe civil era Leandro Alem. Su objetivo era derrocar a Juárez y ofrecer la persona deMitre como candidato de la "unión nacional". Es de importancia destacar que el generalCampos, cabeza de la sublevación militar, era al mismo tiempo banquero. Accionista y directordel Banco Nacional Inmobiliario, con un capital de cuarenta millones de pesos, Campos estabaestrechamente ligado a los especuladores y bolsistas perjudicados por la crisis. También eraaccionista del mismo Banco el general Emilio Mitre. El jefe de la revolución del 90 tenía, enconsecuencia, una triple relación con la familia Mitre: como militar, banquero y correligionario. Aesto debe agregarse que los financistas del movimiento revolucionarios reclutaron entre losprincipales accionistas de los bancos y de la aristocracia ganadera porteña: Ernesto Tornquist,Leonardo Pereira Iraola, Felix de Alzaga, Torcuato T. de Alvear, Carlos Zuberbuhler, según loha demostrado el historiador Juan Pablo Oliver. A todo lo dicho es preciso agregar que, así

como el ejército se mantuvo fiel al orden legal, la escuadra de guerra se adhirió a la revolución.No continuaba la tradición de Brown. Y si se desea agregar el toque definitivo al cuadro,diremos que la opinión pública de Montevideo, que no se equivoca nunca cuando es precisoluchar contra los intereses nacionales en el Plata, evidenció sus simpatías por la revolución delos banqueros y hasta se propuso fletar un barco para enviar hombres y armas. Se levantaroncontra el gobierno de Juárez unos pocos regimientos de la Capital Federal; el resto de laguarnición porteña sostuvo al gobierno. El Ejército Nacional en las provincias no movió un solohombre. Eso sería suficiente para indicar que el golpe del 90 fue una revolución porteña típica,aislada por completo de las aspiraciones del resto del país. Carlos Ibarguren, en sus Memorias,así lo confirma. Después de tomada la Casa de Gobierno, dice: "Inmediatamente partirían tropas al interior del país y al litoral, para favorecer las revoluciones de las provincias" . ¡Elmitrismo al desnudo!. ¡La Capital libertadora!.¡Las provincias irredentas!. Bien es sabido que

todo concluyó en el mayor de los fracasos. Pero en la novela histórica del radicalismo el "90"resulta una revolución popular. Juárez Celman renunció, aislado en su partido por los roquistas.El Autonomismo roquista siguió en las palancas del poder a través de Carlos Pellegrini, quehabía salido días antes al frente de las tropas leales para aplastar la asonada porteña. CarlosD'Amico dirá luego: "Nadie siguió a la revolución, porque era mitrista" .

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Ejército e inmigración

A la Ley de Educación común la complementará Roca en su segunda presidencia, pormedio de Ricchieri, con la Ley del Servicio Militar Obligatorio. Con la educación gratuita y lapráctica popular de las armas echa los cimientos de una sociedad moderna. Con Rocadesaparecerá el sistema de conchabo, de leva forzosa, del voluntariado, democratizando lacomposición del ejercito como lo hacía con el acceso a la cultura. Esta función civilizadora delEjército no la cumplirá solo: el roquismo militar tenía su poderoso aliado civil en el PartidoAutonomista Nacional, centro de la generación del 80. Pero la época de Roca era una época detransición y el Ejército no podía sino reflejar esa transformación vertiginosa del fin de siglo. LaArgentina de 1900 veía desaparecer a los guerreros antiguos. Desde la primera presidencia deRoca hasta la segunda han pasado veinte años. En este período ha ocurrido algoextraordinario que ha revolucionado a la sociedad argentina: el proceso inmigratorio pareceahogar, por un momento, al núcleo criollo original. De acuerdo al primer censo nacional de1869, el país contaba con 1.830.214 habitantes. En 1909, se calculaba a la población argentinaen 6.805.684 habitantes. De esa cifra eran extranjeros 2.531.853. Un ministro italiano llegó ahablar de la argentina como de una "colonia italiana sin bandera". Pareció, por un momento,

que el país perdería sus características propias y hasta su lengua, pues llegóse a sostener lanecesidad de legalizar un sistema bilingüe en la República Argentina. Esa masa inmensa detrabajadores inmigrantes penetró profundamente hasta los cimientos mismos de la sociedadargentina. Pareció conquistar y fue conquistada, asimilada y fusionada totalmente por el jovenpaís que ya tenía una vieja historia. El gigantismo de la economía agropecuaria, la penetraciónimperialista extranjera, la consolidación de la oligarquía terrateniente, los férreos lazos que elmercado mundial estableció con la argentina, fueron otros tantos fenómenos que Rocacomprendió al mismo tiempo que se producían y que sugerían el lento hundimiento de lasbases originales de su poder político. El país de donde Roca procedía se estabadesvaneciendo y aún no se sabía que rostro iría a adoptar la patria nueva que surgía. Pero nosería un mero accidente que el teórico y propulsor de la protección industrial en la Argentina,Carlos Pellegrini, fuera un hijo de inmigrantes italianos y compañero de Roca en la conducción

del Autonomismo Nacional; así como el organizador del Ejército Argentino moderno, el tenientegeneral Pablo Ricchieri, fuera igualmente vástago de inmigrantes. La fusión se realizaba oscurae irresistiblemente en beneficio del país. Pero ese singular proceso debió manifestarse tambiény sobretodo en la esfera de la política. Se estaba gestando de un modo invisible un nuevomovimiento político que tendía a absorber al criollaje antiguo de las provincias interiores,canalizado por el roquismo, y a los hijos argentinos de las caudalosas corrientes inmigratoriasque aún no habían ingresado en la política. El Ejército Argentino y su jefe más penetrante, nopodían ignorar el sentido de esta evolución. Por esa razón Roca comprendió la significaciónprofunda de la aparición de Hipólito Yrigoyen en la vida nacional. Los roquistas de lasprovincias fueron haciéndose radicales, lo mismo que los argentinos nuevos del litoral. CuandoRoca sintió llegar la hora de su ocaso le dijo un día al general Ricchieri que siguiera a Yrigoyen,la gran figura que se perfilaba en el horizonte político de la República. Este testimonio ha sido

proporcionado por Ricardo Caballero en sus interesantes memorias y lo confirma con suspropios documentos el historiador mendocino Dardo Olguín en su biografía del caudilloLencinas. Así fue como se produjo este traspaso sutil de poderes y así fue como al abandonarRoca la escena política y asumir el gobierno un representante típico de la oligarquía pro-británica, el doctor Manuel Quintana, estallará la revolución radical de 1905 y ya habrá en ellamilitares radicales. El Ejército Argentino verá en el radicalismo de Yrigoyen al gran movimientonacional de esos días.Numerosos militares se harán sus partidarios. Pero el Ejército profesionaldel nuevo siglo no actuará directamente en la política. Un gran sector del pueblo argentinoorganizado en partido político abre nuevos rumbos a la democracia representativa, al

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restablecimiento de la tradición latinoamericana, a la política ferroviaria, a la política cultural através de la Reforma Universitaria. Durante todo un período será inconmovible para el Ejércitoel precepto constitucional que establece que el Presidente de la Argentina, no sólo es el JefeSupremo de la Nación, sino también el Comandante en Jefe de sus Fuerzas Armadas. Así lodemuestra el general Dellepiane en 1919, cuando los sucesos desgraciados de la SemanaTrágica. De la huelga de la casa Vasena brota la chispa para la huelga general revolucionaria.

Cuando Yrigoyen se resiste a reprimir con mano de hierro la aventura de los anarquistas y elministro Dellepiane asume el control de la Capital, este último escuchará insinuaciones de laoligarquía, aterrorizada y pérfida, que lo invita a tomar el poder desplazando al gobernantepopular. Dellepiane, representando al Ejército, rehúsa escuchar esta invitación. Del roquismo alyrigoyenismo, la supremacía del poder civil sobre las fuerzas armadas no será sino laexpresión jurídica de la identificación completa del Ejército con una política nacional. Dichasupremacía no resistirá las convulsiones de la sociedad argentina desde 1930.

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Yrigoyen y las luchas internas del Ejército

Hipólito Yrigoyen no solo había heredado el criollaje provinciano del roquismo y el aluvióninmigratorio con los que elaboró su movimiento. Por sugestión de Roca, el teniente generalRicchieri estableció vinculaciones con el caudillo radical, cuando Roca decidió dar porterminada su vida política. Y así como el general Eduardo Racedo, hombre del roquismo, habíarecogido como gobernador roquista de Entre Ríos, el caudal político del viejo y heroícoJordanismo federal, Yrigoyen asumiría la herencia roquista y Jordanista de esa provincia y devarias otras al extender su movimiento a toda la República. Al mismo tiempo Yrigoyen trabajómuy de cerca en los medios militares. Gran parte de su tarea entre 1900 y 1912 consistió enadoctrinar y persuadir a jóvenes oficiales del ejército sobre la significación del radicalismo. Poresa razón el ejército que presenció el asombroso triunfo yrigoyenista en 1916 estaba yavirtualmente ganado por las banderas del caudillo. Pero es importante señalar que ni su primergobierno, ni mucho menos el segundo, eran invulnerables a las críticas. El período iniciado en1916 se caracterizó por la gratitud expresada por Yrigoyen hacia aquellos oficiales que habíansacrificado sus carreras, padecido postergaciones en sus ascensos, o sufrido prisiones, por suparticipación en las revoluciones radicales de 1893 y 1905. Fueron numerosos los

reconocimientos de antigüedades, los ascensos de militares en situación de retiro, las profusaspensiones y la alteración en el orden de los méritos y de la antigüedad para otorgar mandosprivilegiados o posiciones honrosas. Los ascensos y promociones eran frecuentementerealizados por virtudes o razones estrictamente políticas y violando las normas reglamentarias.A esto deben añadirse las medidas de índole política que debió adoptar Yrigoyen en su primergobierno, destinadas a remover el viejo aparato del estado oligárquico y las situacionesprovinciales. Fueron enviadas a provincias veinte intervenciones federales. Muchas unidadesdel Ejército dice don Juan V. Orona, autor de un estudio sobre la revolución de septiembre y dequien tomamos estos datos, eran distraídas de sus funciones específicas y ocasionaron uninstrucción militar deficiente a seis clases llamadas bajo bandera. Tales son los motivos visiblesde cierto descontento en el Ejército que comienza a manifestarse alrededor de 1921. Sinembargo las razones de fondo de esa inquietud deben buscarse en otras causas. Los oficiales

 jóvenes de 1921 tenían ante su vista cinco años de gobierno radical. La heroica leyenda delmovimiento penetrado de desinterés electoral había concluido. El radicalismo de las eternasconspiraciones ya era gobierno. Por escaso que fuera su ímpetu revolucionario, su solapresencia al frente del Estado conmovió la vieja estructura, al menos, en sus estamentos mássuperficiales y, en consecuencia, más visibles. Si no hubo revolución verdadera, hubo al menosuna revolución administrativa y el desorden propio de las renovaciones. Tampoco es posibleolvidar que el fundamento de clase del Ejército es la clase media, penetrada del seudomoralismo que imparte la oligarquía desde sus diarios escritos para el consumo ajeno. Esapequeña burguesía de uniforme, que por razones profesionales era educada dentro del ordenmás estricto, desde su cuartel veía a la Casa de Gobierno convertida en un comité y en unaantesala de postulantes. Se enteraba de los peculados minúsculos de los nuevos burócratas yde los nuevos influyentes. Por el contrario, la oligarquía había mantenido un Estado pequeño y

una administración eficiente. No hacía pequeños negociados, sino tan grandes que no seveían, pues se fundaban en la situación semicolonial del país. Sus personeros eran abogadosde las compañías extranjeras que pleiteaban con éxito contra el Estado, como el PresidenteQuintana; o estancieros millonarios, que no necesitaban robar si eran elegidos senadores. Elradicalismo, en cambio, pobló la administración pública de toda clase de gente oscura, sinrecursos ni relaciones fuera del comité y, al ser un movimiento tan vasto y complejo, pululabanen sus filas los irremediables ventajeros, oportunistas y coimeros de todos los tiempos.Robaban en pequeño, como los inspectores municipales y multiplicaban los escándalos. Parala moral oligárquica esto era inadmisible pues la gentuza enguantada de los altos fondos de la

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riqueza pecuaria o financiera aborrece a los recién llegados. Esto les pasa siempre a los quellegaron anteayer. En el fondo les resultaba intolerable que el Presidente Yrigoyen fueraneutralista, que rechazara las insinuaciones del embajador inglés cuando este pretendiósupervisar la nómina de los ministros del gabinete; que mejorara los sueldos de los obrerosferroviarios, despidiendo de mala manera a los directores de las empresas extranjeras; queprohijara la Reforma Universitaria iniciada en Córdoba en 1918 para introducir en un claustro

sofocante y aristocrático a los tiempos nuevos; que abriera las puertas de la Casa de Gobiernoa los pobres, a la chusma, a las viudas, a las maestras sin puesto, a los "negros" de provincia.

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Los jóvenes oficiales y el radicalismo

Por todo esto la oligarquía odió a Yrigoyen; por todo esto y mucho más que no hizo, peroque prometió hacer. Y como la prensa argentina -es decir la prensa porteña antinacional, lamisma hojarasca venal que se renueva desde los tiempos de Rivadavia- cubriera a Yrigoyen decalumnias, de burlas y de lodo, pareció que "todo el país" había puesto en la picota al viejocaudillo. Nada era menos cierto, pero el clima ideológico y la moralina de los vendepatria así lohacia suponer. Las bromas envenenadas contra el "Peludo", su presunta ineptitud y su locuraeran el comentario obligado del Buenos Aires "culto" de la época. La oficialidad no tenía másremedio que leer los diarios y sentirse influida de algún modo por la "opinión pública"prevaleciente, sobre todo en Buenos Aires, ciudad portuaria especialista en crear reputacioneso deshacerlas. No obstante la masa fundamental del Ejército permanecía indiferente a lacalumniosa campaña. Solo un reducido núcleo de oficiales se constituyó en la Logia llamada"Centro General San Martín", para presionar al Ministerio de Guerra, ganar las elecciones en elCirculo Militar y expandir su influencia. El principal inspirador de la Logia será el coronel Luis J.garcía y, por su acción en el Círculo Militar, se constituyó una comisión directiva adicta en laselecciones de 1921. Es curioso que entre los miembros de esta comisión figuren el mayor

Pedro Ramírez (Presidente Provisional en 1943); teniente coronel Manuel A. Rodríguez(Ministro de Guerra del gobierno de Justo); Mayor Juan Pistarini (Ministro de Obras Públicasdel Gobierno de Perón); Mayor Benjamin Menendez (jefe de la revolución militar de 1951);capitán Arturo Rawson (Presidente Provisional el 4 de Junio de 1943); mayor RodolfoMarquez(Ministro de Guerra en el Gabinete del Ministro Ortiz en 1939). Durante el gobierno deYrigoyen la Logia se redujo a controlar las elecciones del Círculo Militar. Al subir Alvear alpoder, en cambio, solicitó del nuevo presidente que no delegara en ningún momento el mandoen el vicepresidente, Elpidio González, hombre de Yrigoyen y, en segundo lugar, que nonombrara Ministro de Guerra al general Dellepiane, que lo había sido durante el gobierno delcaudillo. Alvear accedió a estas significativas exigencias, que por otra parte consultaban suspropias opiniones. El nuevo presidente, aunque había llegado al cargo por determinaciónexclusiva de Yrigoyen, se independizó políticamente de su jefe, como lo había hecho en otras

circunstancias Juárez Celman de Roca, y se rodeó del ala derecha conservadora delradicalismo. A esta corriente se la llamó "antipersonalista" (o sea, antiyrigoyenista) o también"galeritas", por su origen social más aristocrático que la chusma indocumentada del radicalismoyrigoyenista. Alrededor de Alvear se nuclean los sectores oligárquicos del ambiguo partido.Este fenómeno se refleja en el Ejército, con la aparición del Centro general San Martín y susmaniobras logistas. La logia logrará que el nuevo Presidente designe al Coronel Agustín P.Justo como nuevo Ministro de Guerra. Con este nombramiento, no solo queda definido Alvearsino también la Logia misma. Si el lector ha conservado el hilo de este relato, le sabrá a mieleseste hecho: poco antes de concluir el gobierno de Yrigoyen -en 1921- se cumplía el centenariodel nacimiento de Mitre. La prensa antinacional batió los tambores de una apoteosis. Yrigoyenno dijo una sola palabra; su gobierno tampoco organizó ningún homenaje al hombre funesto.En tales circunstancias, el Coronel Justo, Director del Colegio Militar, entre las aclamaciones de

"La Nación" y del público oligárquico, sacó a la calle a los cadetes y les hizo rendir unhomenaje a Mitre en la casona de la calle San Martín. Coronel mitrista y militar faccioso,Agustín P. Justo será el presidente fraudulento de la década infame.

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El general Justo y la Logia oligárquica

Del mismo modo que el antipersonalismo preparó sus fuerzas para librar la batalla derenovación presidencial de 1928 e impedir una nueva presidencia de Yrigoyen, la Logiainspirada por el General Justo, fortalecida por la posición de éste en el Ministerio de Guerra,ubicó sus principales hombres en los puestos claves del Ejército, en un movimiento concéntricodirigido a idéntico fin. Pero la resistencia de su Presidente a intervenir la provincia de BuenosAires, como le exigían Leopoldo Melo y la oligarquía radical, para bloquear una nueva victoriade Yrigoyen, decepciona a las huestes del General Justo en el Ejército y en la Logia sedisuelve poco antes de concluir la presidencia de Alvear. Sus integrantes serán acusados por laprensa radical en 1928, poco después de subir por segunda vez Yrigoyen al gobierno, de haberconspirado bajo el mando de Justo para impedirlo. Resulta evidente que la mayoría del Ejércitocontinúa apoyando el régimen constitucional. Sus hombres más representativos, como losGenerales Dellepiane, Baldrich, Mosconi y otros, no se prestan a las confusas maniobras de lalogia justista, que recién muestra su verdadero rostro durante la década infame de 1930-1940.Es útil destacar que la acción del General Mosconi al frente de los yacimientos petrolerosargentinos podrá ejercerse durante los gobiernos radicales. El 6 de septiembre de 1930 corta

su acción defensora del petróleo y su propia carrera. Cuando Yrigoyen asume el gobierno en1928, a pesar de la amistad de Mosconi con Alvear, confirma a aquel en su puesto técnico y loapoya en su vigorosa campaña de organización de la riqueza petrolera argentina. Pero elcaudillo está muy viejo. Su movimiento se desfibra y una devastadora crisis mundial loarrastrará consigo como al representante de otra edad. La argentina entra en el vórtice de lacrisis en 1930 y ella entierra al radicalismo histórico. El Ejército no podrá escapar a estaprofunda conmoción.

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La posición militar en el 6 de septiembre de 1930

La posición tradicional de los radicales es atribuir a los monopolios petroleros la caída deYrigoyen. Políticamente hablando el juicio es consolador, puesto que exime a los radicales, tanhabladores por lo general, de explicar las razones de la profunda decadencia del yrigoyenismo,de su completa impotencia para gobernar, de su espantoso desorden administrativo y de susderrotas electorales en la Capital Federal. No fueron los petroleros los que derribaron aYrigoyen, sino el radicalismo agonizante el que abandona sin lucha la escena y que carecehasta el último minuto de existencia del mas mínimo reflejo defensivo. El mundo entraba a unaépoca siniestra, a la era del fascismo, del nazismo, de los campos de concentración, de lastorturas y de las grandes catástrofes. Yrigoyen ya era un anacronismo que la realidad de lacrisis apartó brutalmente. La totalidad del Ejército -es un hecho notorio- permaneció firme juntoa su gobierno, esperando tan sólo laorden para reprimir cualquier intento sedicioso. La ordenno llegó jamás. Debió ser un general retirado -el general José Félix Uriburu- el único oficial de

 jerarquía capaz de encabezar el movimiento revolucionario contra Yrigoyen. Por su parte elgeneral Justo, también retirado, figuró deliberadamente en un segundo plano, pues estabadotado de mayor visión política que su colega y se reservaba para una "presidencia

constitucional". Pero el 6 de septiembre reviste un doble carácter que es preciso destacar.Hace su aparición por primera vez el nacionalismo aristocrático, que rodea a Uriburu, lo dota deideas y lo exalta en sus propósitos. Este tipo de nacionalismo influirá durante varios años en unsector del ejército y lo conducirá, invariablemente, a un callejón sin salida. El año 1930presencia el apogeo de los imperios totalitarios y de las ideologías más reaccionarias. Mussolinise ha consolidado en Italia, después del tratado de Letrán con Pio XI. Ha destruido lossindicatos obreros, suprimiendo las libertades públicas. Ordena policialmente la producción ycrea un régimen de terrorismo permanente en sustitución del parlamentarismo burgués clásico.La crisis social italiana así lo exigía y el capitalismo peninsular, desgarrado entre el peligroobrero y el caos, acepta el nuevo "condottiero" como mal menor. En honor a la verdad tambiéndebemos decir que los campos de concentración no fueron una especialidad de los facciososque aspiraban a "renovar" a Europa. En la Rusia Soviética y en nombre del "socialismo", Stalin

organizaba el trabajo esclavo para castigo de los disidentes. Alemania se preparaba a repetir laexperiencia de Mussolini con un oscuro agente informante del Estado Mayor prusiano llamadoHitler, financiado por el trust del acero para barrer de la arena política a los comunistas. TodaEuropa estaba sumida en una profunda depresión económica y sufría las consecuenciasespirituales de esa degradación. Charles Maurras predicaba en Francia el retorno de lamonarquía y un nacionalismo católico, virtuoso, militar y severo. De todos esos detritusmedievales que circulaban en la Europa imperialista se nutrieron los nacionalistas argentinosde origen oligárquico. Digamos desde ya que el nacionalismo nació en la redacción del diarioconservador "La Fronda", cuya especialidad consistía en lanzar invectivas más o menosingeniosas contra la "falta de estilo" del plebeyo gobierno yrigoyenista. Querían reemplazar alParlamento por la representación corporativa, los sindicatos obreros por los "gremios" deobreros pulcros y piadosos, el liberalismo por el fascismo, el desorden por el orden, el ateísmo

por una sociedad cristiana. Veían morir ante sus ojos a un régimen votado por el pueblo, einferían que el pueblo no sabía votar y que el régimen del sufragio libre merecía ser suprimido.Una élite del espíritu y la sangre ofrecería sus hombres para gobernar.

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Fracaso de Uriburu

Uriburu creía candorosamente en estas ideas. Animado por ellas logró sacar a la calle alColegio Militar. Todo el resto del Ejército permaneció inmóvil, paralizado por la inercia de loscentros del poder. Pero el programa de Uriburu era impracticable en las condicionesargentinas. Pronto se advirtió que solo la vieja y sólida oligarquía ganadera, a través de susdecrépitos partidos, podía dar una solución, por muy fraudulenta que fuera, al pobre Uriburuembotellado en sus sueños corporativos. Es en este momento que Justo hace su aparición.Reorganiza a sus hombres de la Logia San Martín, hace reemplazos en el Ejército, aleja a losmilitares de origen radical, limpia los focos de resistencia que se le oponen y procede areordenar los cuadros para transformar esa fuerza con espíritu nacional en Ejército faccioso.Para esto inventará una expresión muy singular: "apolítico". Veremos en seguida su verdaderosignificado. Cuando Uriburu decide convocar a elecciones nacionales veta la candidatura deAlvear, que habían resuelto apoyar los yrigoyenistas pese a la traición de Marcelo. Comorespuesta el radicalismo declara su abstención. En estas condiciones, el general Justo "triunfa"contra la fórmula de Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto, que acceden a legalizar con suscandidaturas la trampa electoral de 1932. Con el apoyo del partido conservador, de los

radicales antipersonalistas, y de los socialistas independientes (Federico Pinedo y Antonio DeTomaso) el general Justo llega al poder. Toda la Logia San Martín se reinstala en el Ministeriode Guerra y completa su depuración. Se efectúan retiros en masa y el general Manuel A.Rodríguez, miembro de la Logia y llamado por algunos apologistas "el hombre del deber",mantendrá inflexiblemente alejado al Ejército de la consideración y discusión de los grandesproblemas nacionales. A esto se llamará no hacer "política". En realidad la única políticatolerada en ese momento por el Ejército era el apoyo de la Fuerza al régimen del fraudeelectoral y de las concesiones al capital extranjero. Con el general Justo, presidente fraudulentoque inspirará a su vez los más escandalosos fraudes electorales de que haya memoria en lahistoria del país, se inicia la justamente llamada "década infame". De este sombrío período deenajenación nacional existe una vasta literatura y la crónica amarga de aquellos argentinos quela vivieron y documentaron su transcurso. No solo era la Villa Desocupación y la miseria sin

atenuantes, la represión antiobrera, el dominio cínico y legalista, a la vez, de una oligarquíamás soberbia que nunca; sino fundamentalmente la venta científica y sistemática de lasoberanía económica de la Nación. El pacto Roca-Ruciman, el monopolio inglés de lostransportes, la creación del Banco Central por Sir Otto Niemeyer, representante del Banco deInglaterra, el monopolio de la comercialización de Carnes, las estafas al fisco del grupoBemberg, el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, los negociados más colosales, laburla electoral más cruda, la humillación nacional más abierta y descarnada.

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La farsa del Ejército “apolítico” 

El país en estado de escándalo era presidido por un General. Otro, a su vez -el generalRodríguez- predicaba al Ejército un apoliticismo consistente en la defensa simbólica de lasfronteras exteriores, que nadie atacaba. Simultáneamente la oligarquía enajenaba, por mediodel Presidente Justo, la soberanía interior, la única soberanía verdadera en un paíssemicolonial que no requiere tropas de ocupación por parte del imperialismo, sino facilidadespara ejercer su influencia económica y política. La defensa nacional, de acuerdo a estaextraordinaria doctrina, consistiría en preparar al Ejército en la guardia de las fronteras ydesguarnecerlo en su territorio interior desde el punto de vista industrial y social. Bastapresentar el problema en estos términos para comprender que solo una vigorosa economíaindustrial y no un estado agrícola pastoril, puede constituir para el Ejército la infraestructura deuna autentica defensa nacional. Mientras el Ministro de Hacienda del general Justo, FedericoPinedo, confesaba en plena Cámara de Diputados ser abogado de los ferrocarriles ingleses yhaber recibido diez mil libras esterlinas por su asesoramiento, para señalar más tarde queéramos "un satélite de las grandes potencias" ; el vicepresidente Roca afirmaba en Londres que"desde el punto de vista económico la Argentina formaba parte del Imperio Británico". Ante esta

entrega de la soberanía por parte de los políticos encaramados en el fraude, el pundonorosogeneral Rodríguez afirmaba con gesto severo el "apoliticismo" del Ejército y su carácterpuramente profesional. En un país que lucha por formarse y construirse, un ejército "apolítico"es un ejército sin política nacional, una guardia pretoriana de quien hace política, una fuerzaarmada contra el interior. La fuerza de frontera exterior había a pasado a ser fuerza de ordenpara la frontera interior. Del Ejército de San Martín, que sale del país para libertar mediocontinente; del ejército de Roca, que hace una política de frontera llevando la soberanía alChaco y la Patagonia; llegamos al ejército de Rodríguez, que custodia el estatuto legal delcoloniaje británico. Sir David Kelly, embajador de su majestad, dice en sus "Memorias" que lasociedad argentina estaba formada por un núcleo de caballeros distinguidos, que eranabogados de empresas, grandes estancieros y buenos bebedores; este núcleo formaba losministerios, dictaba la política inglesa en lengua nativa y, desde el Circulo de Armas, constituía

el "poder detrás del trono". El inglés tenía razones para saberlo. En estas condicionesnacionales y mundiales los oficiales jóvenes escucharon con interés las proclamasnacionalistas de Uriburu en 1930. Luego asistieron, con asombro primero e indignado silenciomás tarde, a la década infame. Ya en 1943 eran coroneles. La generación de capitanes de1930 habíase formado en el clima nauseabundo de la preeminencia oligárquica en los añosnegros. Al mismo tiempo habían contemplado con simpatía aquellos regímenes totalitarioseuropeos, adversarios de nuestros explotadores tradicionales. Sometido el país a la férulainglesa, los oficiales jóvenes se hicieron simpatizantes de los fascistas. De este malentendidose nutrió el nacionalismo rosista de la década infame. Este ya había fracasado con Uriburu;volvería a fracasar en 1943, al meter a los militares en un atolladero y repetiría por tercera vezsu negativa experiencia desde el 16 de septiembre hasta el 13 de noviembre de 1955. Lacolonización económica y espiritual del país era tan completa en ese período que ni el Ejército

pudo sustraerse a ella. En busca de una ideología nacional que respondiera a las necesidadesde una nueva época, como la de San Martín, Roca e Yrigoyen habían reflejado las suyas, losoficiales se hicieron nacionalistas, sin caer en la cuenta que en la composición de eseprograma entraban ingredientes típicamente europeos y reaccionarios, poco compatibles conlas necesidades profundas de los argentinos.

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Encuentro del Ejército con la clase obrera

El General Justo organizó unas elecciones perfectas en 1938. Sólo así pudo triunfar eldoctor Roberto Ortiz, abogado de los ferrocarriles británicos. Su candidatura había sidoanunciada en un banquete de la Cámara de Comercio Argentino-británica. Un ex magistradocatamarqueño de filiación conservadora, el doctor Ramón S. Castillo fue su Vicepresidente. Alestallar la guerra imperialista de 1939, Ortiz no ocultó sus simpatías por los aliados, es decir,por los ingleses. Se formó enseguida una especie de Unión Democrática, que integraban desdelos comunistas hasta los conservadores, incluyendo a los radicales, en lenta decadencia desdela muerte de Yrigoyen. Todos los partidos declamaban su fervor "democrático" y suspiraban porel triunfo de del Imperio Británico, es decir, por la perpetuación del estado semicolonial en laArgentina. La enfermedad y la muerte de Ortíz dejó en el poder a Castillo, que no ocultó suposición neutralista. La nueva generación militar también era neutralista, por diversas razones:posibilidades amplias de desarrollo industrial, simpatías por los alemanes, aversión por losingleses, patriotismo. Estos factores eran los decisivos, y su importancia era relativa según losoficiales, pero el coeficiente era esencialmente nacional y progresivo. Con el apoyo del Ejército,Castillo pudo gobernar, crear la Flota Mercante e iniciar algunas medidas de protección

industrial que el país reclamaba urgentemente. Sin embargo, el partido Conservador lo jaqueóy le impuso para la renovación presidencial un candidato al que se atribuían intenciones"rupturistas". Era don Robustiano Patrón Costas, un gran propietario azucarero del norte. Anteesta amenaza, una nueva Logia, la del GOU, se formó y actuó rápidamente a través delMinistro de Guerra, general Pedro Pablo Ramírez, que había sido en su juventud participantede la Logia San Martín. Así se produjo el pronunciamiento militar del 4 de Junio de 1943. De ladefensa de la neutralidad argentina se pasó, bajo la presión del poder, a la reconsideración delos problemas capitales del país. El golpe del 43 expropia políticamente a la oligarquíamoribunda y permite que afloren necesidades impostergables del crecimiento nacional. Laguerra mundial actuaba objetivamente como un poderoso propulsor de la industrialización, enmucho mayor grado que la primera conflagración y que la crisis de 1930. La horma oligárquicay pastoril resultaba pequeña para el país en evolución vertiginosa. El único equipo preparado

para asesorar a los militares-gobernantes fue el núcleo del nacionalismo católico, que aun vivíaenvuelto en los abalorios ideológicos de los imperios fascistas europeos triunfantes. Pero espreciso aclarar que el nacionalismo católico, en su orientación económica, era argentino. Así lodemostraron las medidas que el gobierno militar adoptó inmediatamente al intervenir la CADE,expropiar compañías eléctricas del interior, crear el Banco Industrial y echar las bases para unareorientación general de la política económica. Cada paso positivo que el gobierno militar dabaen este último orden era invalidado por medidas simétricas antipopulares en el ordeneducacional, sindical y político. Por ejemplo no se planteaba una revisión crítica de Sarmiento;se descolgaron sus cuadros en las escuelas. No se impulsó una democratización en lossindicatos regimentados por los socialistas y comunistas; se los suprimía. No se alentaba laformación de partidos políticos genuinamente nacionales; se los disolvía. Al gobierno que seproponía modernizar industrialmente al país se lo coronaba con una teocracia. Los teólogos del

garrote ejercían la policía intelectual con apasionado rigor. En estas condiciones, elnacionalismo militar sin pueblo, estaba condenado de antemano. Enfrentar al imperialismo contales métodos, era una tarea que el Ejército no estaba en condiciones de realizar. O el gobiernopopularizaba su nacionalismo o lo perdía. La carta humillante del Almirante Storni al Secretariode Estado Norteamericano Corden Hull, demostró que el "nacionalismo sin pueblo" habíaconducido al Ejército a la impotencia más completa. O se sellaba una alianza con el pueblo o elimperialismo doblegaría al gobierno militar. La tradición nacionalista, democrática, popular, yrevolucionaria del Ejército de San Martín se había perdido durante el predominio oligárquico yel nacionalismo aristocrático no podía restablecerla. Había que encontrarla de alguna manera.

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Esta histórica necesidad debía ser llenada por la iniciativa de la clase trabajadora y por lalucidez del político más audaz del Ejército. Resulta obvio señalar que nos referimos al coronelPerón y al 17 de Octubre. Ya hemos narrado en "La era del peronismo" (1), con todo detalle,las causas históricas de la aparición de Perón y del peronismo. Se me excusará de reiterarlasaquí y solo aludiré a ellas de manera muy somera. La oligarquía, sostenida por el imperialismoy por el Embajador norteamericano Spruille Braden, magnate minero, dio su golpe contra el

gobierno militar y en particular contra Perón el 8 de Octubre. Perón había descubierto, ademásde la industrialización, que esta había creado un enorme proletariado sin tradición sindical nipolítica. También había advertido que, esta nueva clase social, constituía un irresistible poder.Su capacidad en ligar el factor de poder "de arriba" con el factor de poder "de abajo", constituyola clave de su fulminante y necesaria victoria. Para los roedores de la historia resulta muysimple puntualizar los grandes y graves errores que incurrió este militar durante el desarrolloposterior de su carrera política. En 1945 Perón encarnó la voluntad general del Ejército de salirdel atolladero, impulsar la industrialización y distribuir la renta nacional en proporciones más

 justas a fin de obtener el apoyo de la clase obrera para el desarrollo del capitalismo en laArgentina. Este es su papel histórico excepcional y el secreto elemental de su triunfo,incomprensible para sus adversarios. En otras oportunidades hemos dicho que latransformación del golpe de palacio en revolución popular, significó un enorme paso adelante

en el proceso político del país y reordenó adecuadamente todas sus fuerzas. El Ejército habíaencontrado, a través de sus jefes más destacados, una salida. No había otra mejor y, a travésde ella, le siguió todo el país que no había sido corrompido por la lectura del diario "La Prensa".Como había dicho el socialista alemán Fernand La Salle un siglo antes: el país real barría conel país legal, la verdad con el fantasma.

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La industria pesada y el Ejército

La histórica alianza del Ejército con la clase obrera posibilitó el ingreso a una nueva etapa.Será en este período que el general Manuel S. Savio, representante de los sectoresindustrialistas del Ejército, proyecte y haga aprobar por el Congreso la ley 12.709 por la cual secrea la Dirección de Fabricaciones Militares y la ley 12.987 del Plan Siderúrgico que lleva sunombre. Savio presidirá luego la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina y trazará las grandeslíneas de la creación de nuestra industria pesada. La situación especial que ocupa el EjércitoArgentino en esta tarea no ha sido suficientemente valorada aún. La iniciativa privada no hapodido sustituirlo por varias razones. La primera es que el empresariado industrial argentinosolo ha orientado sus capitales hacia la industria liviana, de evolución más rápida yremunerativa, si dejamos a un lado la fragilidad en la conciencia nacional de los hombres denegocios. La segunda es que el capital imperialista, solo de manera muy rara y excepcionaltiene interés en financiar industrias estratégicas o tecnología de punta en países relativamentedesarrollados como la Argentina. Por su situación geopolítica, la Argentina ha sido siemprepara los Estados Unidos un peligro potencial de factor aglutinante en el complejo político deAmérica del Sur. La balcanización política latinoamericana contra la cual lucharon San Martín y

Bolívar ha sido preliminar a nuestra subordinación semicolonial ante los grandes imperios, asícomo nuestra unión es el pre requisito para la futura grandeza. De ahí que el imperialismo hayamirado con sospecha todas las tentativas realizadas para superar esta debilidad orgánica denuestras economías. Los profesores universitarios han creado, por otra parte, con la ayuda dela prensa imperialista de Buenos Aires, la leyenda de nuestra pobreza minera, bajo la lápida deun destino agrario señalado por la Providencia. La intervención del Ejército Argentino en laindustria pesada, a través de las múltiples manifestaciones del capitalismo de Estadodesarrollado desde 1946 hasta 1955 -empresas Dinie, Dinfia, Río Turbio, Zapla, San Nicolás,Aerolíneas, Flota Mercante, IAPI, etc.- contó siempre con la manifiesta hostilidad de las fuerzasantinacionales y su prensa adicta en nombre de la "ineficiencia del Estado" No vamos aexaminar aquí el período de Perón, en sus aspectos positivos y negativos. Con lo dichocreemos que es suficiente, desde el ángulo que puede interesar a una historia política del

Ejército. En materia de política económica solo agregaremos que uno de los errores capitalesde Perón consistió en no plantear las bases de la industria y de las instalaciones de fábricassemipesadas desde el origen mismo de su gobierno, cuando su país disponía de vastosrecursos financieros. Miranda representaba los intereses de la industria liviana y cerró el paso auna política audaz en ese terreno. San Nicolás empezó tarde, siguió lentamente y su actualdestino es un misterio que resolverán los acontecimientos. Sin embargo, es preciso dejarestablecido, que si la Argentina hoy posee una industria pesada y una tecnología nuclear, estose debe, sin lugar a dudas a los gobiernos del General Perón. Gran parte de los dirigentesperonistas parecen haberlo olvidado. El segundo error, y de lejos el más importante, es el queplanteó el desierto ideológico de su movimiento, que inútilmente pretendió sustituir con la"doctrina" justicialista. Al no llevar una discusión a fondo, tanto en el movimiento como en elEjército, permitió a sus adversarios organizar un sólido bloque contra él. Pero este es un tema

que nos llevaría muy lejos. El Ejército no había sido preparado para una lucha política seria.Los diez años habían gastado la vieja generación. En cuanto a la nueva, se encontró en lamisma situación que habían enfrentado los jóvenes oficiales de la presidencia senil deYrigoyen: no recordaban la década infame, pero vivían al día con los errores y excesosnaturales de un régimen contradictorio y jaqueado. Pese a esta desventaja, cuando el generalLonardi, retirado como Uriburu y como Uriburu rodeado de "nacionalistas", se levantó el 16 deseptiembre contra el gobierno legal, se encontró aislado como su antecesor septembrino. Lamasa fundamental del Ejército permaneció junto al gobierno. Y como en el caso de Yrigoyen,Perón no quiso luchar. Su parálisis primero y su renuncia después desintegraron en pocas

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horas el sistema militar, que se derrumbó en silencio y entregó el poder a un general retirado,solitario y enfermo, que meditaba su rendición en Córdoba. Esto revela hasta que punto elrégimen peronista y su jefe habían llegado al límite de sus posibilidades.

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La crisis política del Ejército

Pero sustituir a un gobierno nacional con deformaciones burocráticas aunque apoyado por elpueblo, por un gobierno nacionalista, puro, virtuoso, pero sin ninguna clase de apoyo fuera dela iglesia, era tan utópico en 1955 como lo había sido en 1930 o en 1943. Cuarenta y tres díaseran más que suficiente para enterrarlo sin honores. El 13 de noviembre fue la tumba de esailusión y los discípulos de Maurras se fueron con su general derrocado a meditar sobre sunuevo infortunio. La hora de los generales liberales había llegado. El poder se desplazó hacialas manos del general Aramburu, a quien sostuvo el Ejército en su calidad de peronista deextrema derecha. Aramburu toleró la depuración del Ejército de peronistas confesos y denacionalistas católicos declarados, fuera de las purgas secundarias promovidas por unaminoría de oficiales "gorilas", jóvenes que deseaban abrirse paso rápidamente hacia lascumbres del escalafón. El Ejército se "profesionalizo" en apariencia; en realidad se convirtió enun vivero de fracciones inestables, y de logias móviles que no encontraban un eje sólidoalrededor del cual agruparse. La razón es simple. La "doctrina nacional" de Perón, en suaspecto más positivo, consistía en emplear al Ejército como cerebro organizador de la industriapesada, a los bancos estatales como financieros de esa rama económica, y a la clase obrera

como sostenedora popular de esa política. El Ejército posterior no a logrado encontrar unafórmula análoga que le permita nuevamente realizar una alianza con el pueblo, y enconsecuencia, garantizar el desarrollo industrial del país. El triunfo de Frondizi pareció por unmomento que podría ser la base de ese reagrupamiento del Ejército con los sindicatos y dar unnuevo paso adelante hacia los fines de una revolución nacional democrática. Pero la debilidadde Frondizi ante los dictados de la oligarquía y el capital extranjero desorientaron y sumieron enla confusión más profunda a los oficiales. Por otro lado, los rasgos "modernizantes" delfrondizismo en el poder, enfurecieron al sector militar gorila, vinculado a la vieja estructuraagraria.

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El Ejército sin dirección

Durante el ciclo de Perón, el Ejército permitió a la burguesía enriquecerse, excluyéndola delos asuntos públicos. La caída del régimen implicó una alianza entre la burguesía industrial y laoligarquía, con predominio de esta última, para suprimir toda influencia obrera en la políticanacional. Así surgió nuevamente el ejército de facción, que desenvainó su espada para servirde rompehuelgas, mientras los agentes del imperialismo retomaban silenciosa y rápidamentelas viejas palancas del poder económico. Como era lógico esperar, después de colaborar en ladestrucción de régimen nacional y aplastar a la clase obrera, la propia burguesía fuearrinconada por la oligarquía y librada a su suerte. Y ahora no solo carecía de influenciagubernamental, sino también de protección aduanera y facilidades bancarias. Rapaz, inepta yciega, la burguesía industrial había recibido su merecido de los abogados librecambistasresucitados por el 16 de septiembre. Después de 1955, el "nuevo Ejército", sea por medio desus jefes en actividad, de los oficiales superiores retirados o de los gobiernos vicarios del podermilitar, debilitó el sistema defensivo de la economía argentina. Desde el sector del capitalismoestatal hasta los órganos administrativos de resistencia a los monopolios internacionales, comoel IAPI, fueron meticulosamente desmantelados. La burguesía industrial, que había aplaudido

fervorosamente la caída del gobierno peronista, empezó a recibir golpes anonadadores: de unlado la restricción crediticia, y por el otro, la disminución del mercado comprador. La viejageneración militar del 43 y del 45 fue rápidamente diezmada de los cuadros activos. Loscomandos recayeron en jefes retirados por su oposición política al peronismo, aunque muchosde ellos no ignoraban la importancia histórica de la industrialización y de la estatizaciónrealizadas durante el período 1945-1955. Pero al faltar el foco centralizador del poder, elEjército se encontró sin una política nacional y fue instrumentado por la oligarquía para suspropios fines.

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Ejército en la semicolonia y Ejército imperialista

Si excluimos la órbita soviética, el mundo actual se divide en dos partes: el pequeño grupode países imperialistas o capitalistas asociados a aquéllos (Francia, Estados Unidos, Bélgica,Inglaterra, etc., etc.) y el vasto sistema de países coloniales o semi-coloniales, a los quepertenecemos. El Ejército argentino se enfrenta a una doble función: la defensa nacional de lafrontera exterior, y la defensa nacional de la frontera interior. La primera tiene exigenciasobvias; con respecto a las segundas, el imperialismo y sus agentes prefieren callar. Aquí ocupasu lugar la doctrina del "ejército apolítico". Pero si el ejército egipcio hubiera sido apolítico, lastropas del ejército imperialista británico ocuparían todavía el canal de Suez. Solamente porquela joven oficialidad de Egipto se unió a su pueblo y sus campesinos para expulsar a lamonarquía corrompida de Faruk y cerrar la etapa del colonialismo, Egipto pudo elevarse comoel caudillo natural de todo el Medio Oriente. Tal es el significado de Nasser. Pero observemosque su patriotismo no es egipcio solamente, sino que es esencialmente árabe. Se trata de unnacionalismo unificador y repite en la escala de Medio Oriente la misma tarea histórica queacometió San Martín hace un siglo en América del Sur: crear una gran nación que habla lamisma lengua, tiene una común tradición y ha vivido una misma historia. Nasser ha expresado

que Egipto se dirige hacia un socialismo de Estado, único modo de resistir al imperialismocolonizador por afuera, de derrotar a la oligarquía nativa adentro y de planificar todos losrecursos nacionales en beneficio del país. Los oficiales de Egipto, que no son comunistas, nose han asustado de la palabra "socialismo": es el sistema de ideas propio del siglo XX, como elliberalismo lo fue desde el siglo XVII y el catolicismo constituyó el fundamento espiritual delMedioevo. El Ejército argentino no puede compararse, en consecuencia, ni por su tradición,que ya hemos evocado, ni por funciones, ni por su ideología, al Ejército de un país imperialista.A este último le corresponde, en virtud de su patriotismo opresor, aplastar la resistencianacional del pueblo que oprime su país: tal es el caso del Ejército Francés en Argelia. No es lomismo en este caso el patriotismo de los franceses que el patriotismo de los argelinos. Conestos últimos están todos los derechos históricos. La lucha por la frontera interior reviste en lasemi-colonia importancia capital. No se trata de expulsar del territorio a tropas extranjeras como

en Argelia; en una semi-colonia la independencia formal es respetada. Existen lazos máspoderosos y sutiles: el enfeudamiento financiero, económico, político, cultural, el control delcomercio exterior, el estrangulamiento de la industria, la sumisión de los grandes diarios, ladesnacionalización de la Universidad, la "iniciativa privada", la campaña interesada contra la"estatización". El desarme ideológico del Ejército argentino en tales puntas constituye algomucho más peligroso que su desarme físico. Tal es el nudo de la cuestión. La oligarquía y lasclases dominantes en la Argentina han intentado hacer del Ejército algo separado del puebloque lo nutre. Sin embargo, los oficiales son en su mayor parte salidos de las clases medias, esdecir de un sector del pueblo que trabaja. Que en ese Ejército haya podido llegar a general unoficial como Luis R. González, autor de la célebre conferencia en el Círculo Militar en 1956, encuyo texto negó la importancia del imperialismo en nuestra historia, permite inferir que toda laenseñanza de las escuelas militares debe ser revisada radicalmente. Ciertos cursos de altos

estudios militares deben dictarse en las aulas de la Universidad de los elegidos, mezclar a losestudiantes obreros con los vástagos de la clase media y a los oficiales del Ejército con losnúcleos anteriores sería echar las bases no sólo de un nuevo Ejército, ni siquiera de una nuevaUniversidad, sino sobre todo de un nuevo país en marcha hacia la civilización, o sea hacia elsocialismo. El Ejército argentino debe inspirarse en este período, de acuerdo a su historia, asus funciones y a las necesidades del país, en los siguientes principios: la tesis delproteccionismo industrial y el impulso a la industria pesada; la intervención de la clase obreraen los asuntos públicos y en el gobierno del Estado; la unidad nacional de América Latina,según la tradición sanmartiniana; la revalorización de la historia argentina adulterada por la

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oligarquía y el restablecimiento de la tradición popular del ejército nacional. De todo lo dicho sededuce la falacia de un nacionalismo militar antidemocrático y autodesignado para conducir alpaís. Esta asimilación de una concepción nacional y democrática por parte del ala juvenil yrevolucionaria del Ejército, en alianza con el proletariado y la clase media, abrirá el camino paranuestra segunda emancipación.

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Noviembre de 1955: La caida del general Lonardi

El gobierno provisional está desgarrado por una furiosa lucha intestina. Lejos de asegurar "elorden" y de reestablecer el "imperio del derecho", su desdichada gestión nos demuestra, díatras día, que la crisis orgánica que lo conmueve es insuperable y que está más lejos que nuncade alcanzar el ambicionado equilibrio. Jamás, desde la insurrección de los caudillos en el año1820, la República ha pasado por instantes tan críticos, ni el pueblo argentino ha estado másdivorciado del poder que declara representarlo. Si Perón hubo de autodenominarseaforísticamente el "piloto del desorden,"el gobierno provisional es el desorden mismo. El"imperio del derecho", con miles de presos políticos que pueblan las cárceles, los navíos y lascomisarías, ya es una frase burlesca. La pregonada "libertad sindical" se ha traducido en lapráctica por un ataque desenfrenado a los locales de la CGT, realizado por los pistolerossocialistas y comunistas, dóciles instrumentos de la oligarquía pro imperialista que los mueve.La "libertad de prensa" ha sido el pretexto para intervenir casi todos los diarios de propiedadperonista y volcarlos en un idéntico clamor en favor de los dueños del poder. Apold no lo habríahecho mejor. Para terminar, un agente del capital extranjero llamado Prebisch, plantea y aplicasin vacilaciones un plan destinado a hambrear a la clase trabajadora y a desviar el eje de la

política económica argentina en beneficio de los Bunge y Born, de los chacareros de la pampagringa y de los ganaderos grandes y pequeños. La esencia de su plan es retrogradar a lanueva Argentina industrial a las condiciones de la vieja Argentina pastoril y agraria. Tal es lafórmula del nuevo estatuto legal del coloniaje, que nos trae envuelta en sus banderas lallamada "revolución libertadora". ¿El país que no vive en el Barrio Norte habrá de callar?. ¿Laclase obrera, sobre cuyas espaldas reposa la potencia productiva de la Nación, convalidará esepropósito monstruoso?. El Ejército, en cuyas manos la Revolución Nacional depositó la tareade echar los cimientos de la industria pesada, ¿aceptará en silencio esta política antinacional?.

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La lógica interna de la situación

El golpe del 16 de septiembre voltea al gobierno de Perón. Este último, a pesar de susdeformaciones burocráticas, a pesar de haber impedido la creación de un partido obrero deizquierda nacional, a pesar de sus errores y contradicciones, respondía a profundasnecesidades nacionales. Desaparecido Perón queda el país y, en el país, su poderosa claseobrera. El imperialismo había logrado unificar alrededor de la lucha contra Perón a todas lasfuerzas de la oposición, desde los católicos a los masones, desde los comunistas a losconservadores. Imperialistas y "antiimperialistas" pequeño burgueses participaron en laconspiración. Pero a partir del 16 de septiembre el frente antiperonista comienza a disgregarsecada vez más rápidamente. Los intereses nacionales y los intereses antinacionales adquierensu propia fisonomía. Estas fuerzas se encarnan en las principales figuras del gobiernoprovisional y libran en su seno una áspera lucha. Desde el primer día la Casa de Gobierno fueel teatro de dos tendencias fundamentales: la que podíamos llamar tendencia Rojas y la que seexpresó, aun débilmente, primero en Bengoa y luego (hasta el momento en que escribimosestas líneas, en la tarde del 14 de noviembre) en Lonardi. La política de Rojas es inequívoca:liquidación de la CGT, destrucción de la influencia política de la clase obrera en la vida

nacional, "depuración" al estilo Nuremberg, restauración oligárquica bajo la mascara"democrática", fortalecimiento artificial de los partidos antinacionales sin base popular. Lospilares sobre los que descansa la política de Rojas le llevan irresistiblemente a fundarse en elPlan Prebisch (con o sin Prebisch), esto es, a destruir los focos económicos de resistencianacional ante el imperialismo. Estos elementos adquieren su más plena coherencia a la luz dela devaluación del peso argentino y de la supresión del IAPI. Declaremos, para que nadie loolvide, que el IAPI que ahora destruyen los agentes de Bunge y Born y Bemberg, fue una delas conquistas fundamentales de la revolución de 1945. La envoltura brillante y falsa de estaorientación funesta es la campaña "moralizante", promovida generalmente por el imperialismo yla burguesía comercial de los países semi-coloniales para desprestigiar a los gobiernos queresisten a la presión extranjera.

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El fondo político del moralismo

El "moralismo" hiere la imaginación de la pequeña burguesía de las ciudades, sujeta a lossueldos fijos en los períodos de inflacionismo industrializador, que es un inflacionismo deprogreso y que la clase obrera remonta por la eficacia de sus reivindicaciones sindicales. Perola clase media por su dispersión, individualismo y repulsión a la organización gremial queda, encierto sentido, con sus sueldos congelados, hecho que la vuelve hostil al gobiernoindustrializador, que necesita un peso blando para irrigar la economía en crecimiento. La propiainmadurez de un país que está saliendo penosamente del estado agrario, determina eldespilfarro de la burocracia, los negociados y ciertos elementos de corrupción (posiblesúnicamente por la complicidad de la misma burguesía comercial que ahora promueve el"moralismo"). Pero los fenómenos de la corrupción administrativa son inherentes no solo algobierno Perón, sino a todos los gobiernos de la sociedad capitalista, y, en un sentido másprofundo, a la existencia misma del Estado, incluso al Estado proletario. El Estado, como tal, esuna fuente generadora de corrupción, en tanto núcleo de poder. Lamentemos este hecho perono ignoremos su historia. Suponer que Perón es lo que dicen sus actuales y envenenadosenemigos, es afirmar que Perón es el mas grande corruptor de la Historia y su pueblo el más

corrompido que tengan memoria los anales humanos. Ni el propio Rojas se atrevería a tanto.Nadie ignora, por otra parte, que la transferencia al plano ético de un problema esencialmentepolítico, no es sino una maniobra para ocultar la verdadera naturaleza antinacional de esacampaña.

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El nacionalismo militar busca un jefe

La tendencia Rojas debía chocar y chocó con Bengoa. No caeremos en la simpleza deafirmar que Rojas o Bengoa tienen plena conciencia de las fuerzas sociales y económicas quese agrupan alrededor de sus figuras. Pero las necesidades objetivas del país y las del capitalextranjero irrumpen con fuerza irresistible y buscan sus intérpretes en los comanditarios delpoder. El Ejército, por sus circunstancias profesionales, su mayor vinculación con losproblemas del país, su composición de origen más popular que la Marina y sus propiastradiciones, ha engendrado en la Argentina (del mismo modo que en América Latina y MedioOriente) una corriente de nacionalismo político. El imperialismo "democrático", con el objeto deaislar al Ejército de su alianza con el pueblo y la clase trabajadora, ha designado a estenacionalismo como "nazi" y "fascista", denominaciones que corresponden a los movimientosreaccionarios de los países metropolitanos y no a los movimientos antiimperialistas de lospaíses coloniales o semicoloniales. Esta grosera desnaturalización del nacionalismo militar hatendido siempre a despolitizar el Ejército, puesto que la política, para el imperialismocolonizador, debe quedar a cargo de los partidos y partiditos directamente a su servicio. Perocomo el proceso industrializador y el papel político de la clase obrera, factores que produjeron

la aparición de Perón en la vida pública, continúan existiendo después de Perón, dióse el casode que Bengoa o cualquier otro asumieran a su pesar una política moderadora con relación a latendencia Rojas. Cada paso que el gobierno provisional da hacia la destrucción de la CGT locontrarresta con su respuesta enérgica el proletariado y Bengoa asumía el rol de mediador. Porcircunstancias que ignoramos la tendencia "nacional" queda momentáneamente vencida con lacaída de Bengoa. Pero como los intereses nacionales pugnaban por manifestarse a pesar detodo, Lonardi, en el mensaje que acarreó su caída, asumió la misma política, enfrentando lasiras moralizantes y antiobreras de Rojas (al cual apoyan los radicales -incluso los frondizistas-,los socialistas, los conservadores, y todos los grupitos profesionales al servicio delimperialismo). Nadie puede predecir el curso de los acontecimientos inmediatos. Las luchasinteriores en las fuerzas armadas reflejan el conflicto, mucho más amplio, de las dos grandescorrientes históricas del país: o el regreso de la "década infame" o el avance hacia la completa

liberación nacional y social de la Argentina. En el desarrollo de este combate, la clase obrerapermanece como el grupo social más importante, homogéneo y creador del país. Ya se hadado su gran CGT, a la que hay que defender a toda costa y a cualquier precio. Ahora nuestroproletariado necesita su partido político, llave maestra de su inevitable victoria.

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Diciembre de 1955: El cerco se cierra

A treinta días de la liquidación del equipo Lonardi, ya podemos apreciar con ciertaperspectiva el curso democrático de la Revolución "Libertadora", como dijo Frondizi al celebrarel triunfo de la oligarquía. La reacción triunfante avanza en todo la línea. La CGT, ha sidodestruida; los sindicatos están intervenidos militarmente; la mayor parte del activo sindicaltiende a refugiarse en las fabricas y a resistir en ese último reducto. La disolución del PartidoPeronista -la agrupación mayoritaria del país- testimonia que el gobierno "democrático" emplealos métodos de una dictadura totalitaria. Se trata de una simple inversión de palabras. Alpartido democráticamente elegido por las grandes masas lo disuelve un puñado de civiles quecontrola el poder político y lo disuelve bajo la acusación de "totalitario". La minoría aplasta a lamayoría con ayuda de la fuerza, en nombre de la "Democracia". A esta farsa se la designa"Estado de derecho". En los diez años de la pasada "tiranía", no sabemos que se haya disueltoningún partido político. Semejante tarea estaría reservada a un grupo minúsculo, pero alparecer, poderoso, de juristas impolutos. Allá lejos; la historia cobra sus cuentas con unapuntualidad que los hombres no se atreven a soñar. A cuatro millones de argentinos les estarávedado desde hoy llamarse como quieren llamarse. Fundadamente creemos que a estas horas

ya no son cuatro millones, sino muchos más. No otro sería el efecto inmediato de la políticaoligárquica. La sed de revancha los ciega, pero un viejo proverbio señala que la providenciaciega a quienes quiere perder. Si a lo dicho se agregan los miles de presos que pueblan lascárceles del país, sin proceso, por la simple razón de llamarse "peronistas" (palabra que laprensa "libre" juzga hábil ocultar sistemáticamente) tendremos dibujada una parte del cuadro.Pero esto no es todo. El imperialismo ya a montado su máquina; el Plan para hambrear a laclase obrera, descapitalizar el país, engordar a los ganaderos y los exportadores y recolonizarlocomo en tiempos de la "década infame", ya esta en marcha. No es una pesadilla, ni unaobsesión. Seremos sus contemporáneos y también sus víctimas. Esa oscura conspiracióncontra el país lleva el nombre de Prebisch. Su equipo político está encabezado por el ministroBusso; en su corte forman Gainza Paz, los abogados de Bemberg y los procónsules deLondres y Washington.

Es un plan pérfido, pero coherente.

Jorge Abelardo Ramos10/2/1959

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