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1 Pequeño relato sobre la Historia de las Abuelas de Plaza de Mayo Irene Strauss Integrante de Abuelas de Plaza de Mayo La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo se conformó durante los primeros años de la última dictadura, cuando algunos familiares de desaparecidos comenzaron a reunirse y compartir la búsqueda de sus seres queridos. De ahí fueron poco a poco surgiendo organizaciones de Derechos Humanos. Las dos primeras fueron Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Madres de Plaza de Mayo, que empezaron a romper el silencio y ejercer diversas acciones con el objetivo de encontrar a sus familiares. Entre aquellas mujeres que buscaban a sus hijos y participaban de las agrupaciones, había algunas que, además, buscaban a los hijos de sus propios hijos, es decir, a sus nietos. Niños secuestrados que hoy son los llamados “desaparecidos vivos”. ¿Dónde están nuestros nietos? Durante la dictadura, los militares consideraban que la ideología que trataban de exterminar a través de la desaparición de personas se podía transmitir a través del vínculo familiar; algo así como un “contagio ideológico”. Con ese argumento hacían desaparecer a los hijos pequeños o a los recién nacidos, y los entregaban, en su gran mayoría, a familias de militares. Anular, borrar la identidad y las raíces de estos niños tenía como objetivo que no sintieran ni pensasen como sus padres sino como sus enemigos. El procedimiento de apropiación de menores se llevó a cabo de diferentes maneras: algunos fueron secuestrados junto a sus padres; otros nacieron durante el cautiverio de sus madres y luego del parto fueron separados de ellas y la mayoría entregados a familias de militares, de policías o relacionadas con ellos. Se trataba de personas que estaban en "listas de espera” (de un nacimiento) en los diferentes Centros Clandestinos de Detención. Los niños robados fueron inscriptos como hijos propios por los miembros de las fuerzas de represión, dejados en cualquier lugar, vendidos o abandonados en institutos como seres sin nombre, NN, o fraguando una adopción legal, con la complicidad de jueces y funcionarios públicos. De esa manera, los hicieron desaparecer al anular su identidad, privándolos de vivir con su legítima familia, de todos sus derechos y de su libertad. Son centenares los niños que fueron privados de su identidad, familia e historia personal y criados como hijos propios por miembros de las fuerzas represivas (Marina, Ejército, Aeronáutica, Gendarmería, Prefectura, Policía y parapoliciales), además de los

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Pequeño relato sobre la Historia  de las Abuelas de Plaza de Mayo 

 

Irene Strauss  Integrante de Abuelas de Plaza de Mayo 

La  Asociación  Civil  Abuelas  de  Plaza  de Mayo  se  conformó durante  los  primeros  años  de  la  última  dictadura,  cuando algunos familiares de desaparecidos comenzaron a reunirse y compartir  la búsqueda de  sus  seres queridos. De ahí  fueron poco a poco surgiendo organizaciones de Derechos Humanos. Las  dos  primeras  fueron  Familiares  de  Detenidos  y Desaparecidos  por  Razones  Políticas  y Madres  de  Plaza  de Mayo, que empezaron a romper el silencio y ejercer diversas acciones con el objetivo de encontrar a sus  familiares. Entre aquellas mujeres que buscaban a sus hijos y participaban de las agrupaciones, había algunas que, además, buscaban a  los 

hijos de sus propios hijos, es decir, a sus nietos. Niños secuestrados que hoy son  los llamados “desaparecidos vivos”.  

¿Dónde están nuestros nietos? 

Durante  la  dictadura,  los militares  consideraban  que  la  ideología  que  trataban  de exterminar a  través  de  la  desaparición  de  personas  se  podía  transmitir  a  través del vínculo  familiar; algo así  como un  “contagio  ideológico”. Con ese  argumento hacían desaparecer a  los hijos pequeños o a  los recién nacidos, y  los entregaban, en su gran mayoría, a familias de militares. Anular, borrar  la  identidad y  las raíces de estos niños tenía  como  objetivo  que  no  sintieran  ni  pensasen  como  sus  padres  sino  como  sus enemigos.  

El procedimiento de apropiación de menores se  llevó a cabo de diferentes maneras: algunos  fueron secuestrados  junto a sus padres; otros nacieron durante el cautiverio de sus madres y  luego del parto fueron separados de ellas y  la mayoría entregados a familias de militares, de policías o relacionadas con ellos. Se trataba de personas que estaban  en  "listas  de  espera”  (de  un  nacimiento)  en  los  diferentes  Centros Clandestinos de Detención.  

Los niños robados fueron inscriptos como hijos propios por los miembros de las fuerzas de represión, dejados en cualquier  lugar, vendidos o abandonados en  institutos como seres sin nombre, NN, o fraguando una adopción legal, con la complicidad de jueces y funcionarios públicos. De esa manera, los hicieron desaparecer al anular su identidad, privándolos de vivir con su legítima familia, de todos sus derechos y de su libertad.  

Son  centenares  los  niños  que  fueron  privados  de  su  identidad,  familia  e  historia personal y criados como hijos propios por miembros de las fuerzas represivas (Marina, Ejército, Aeronáutica, Gendarmería, Prefectura, Policía y parapoliciales), además de los 

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civiles, médicos, parteras y funcionarios de la Justicia cómplices que se los apropiaron mediante adopciones fraudulentas. 

Durante el primer año de  trabajo de  las Abuelas de Plaza de Mayo  llegaron a  juntar catorce denuncias y recopilaron información sobre los niños buscados y sus padres. En 1978  empezaron  a  viajar  y  presentar  las  denuncias  en  organismos  internacionales como  Amnesty  Internacional,  Naciones  Unidas  y  la  Organización  de  Estados Americanos. Las denuncias crecieron, y en el año 1983, ya en democracia, tenían cerca de 190 casos  identificados; para  llegar a 300 en el año 2001. En  la actualidad, con  la apertura  de  las  causas,  surgen  nuevos  testimonios  de  sobrevivientes  que  brindan datos sobre mujeres secuestradas embarazadas. Se calcula que son cerca de 500  los niños que han sido apropiados durante el terrorismo de Estado.    

En el  libro Niños desaparecidos,  jóvenes  localizados 1975‐2011, editado por Abuelas, se  puede  buscar  información  sobre  cada  uno  de  estos  casos. http://www.abuelas.org.ar/Libro2010/index.php  

Abuelas de Plaza de Mayo es hoy una organización no‐gubernamental que tiene como finalidad  localizar  y  restituir  a  sus  legítimas  familias  a  todos  los  niños  secuestrados desaparecidos  por  la  represión  política.  Desde  su  creación  hasta  el  presente  las Abuelas  lograron  recuperar  la  identidad biológica de 105 nietos. La mayoría de ellos fueron  localizados  y  se  les  restituyó  su  verdadera  identidad.  Se  ha  descubierto  que otros fueron asesinados junto a sus padres; o que sus madres fueron asesinadas antes de darlos a luz. 

Para  su  labor,  la  Asociación  cuenta  hoy  con  equipos  técnicos  integrados  por profesionales en los aspectos jurídicos, psicológicos, genéticos, y de difusión.  

Cuando  las Abuelas empezaron  su búsqueda, no  tenían  idea de que  lo que estaban construyendo era un derecho. Simplemente salieron desesperadas a buscar a sus hijos primero,  y  luego,  también  a  sus  nietos.  Y  a medida  que  fueron  avanzando  en  su búsqueda, aparecieron problemas que trataban de solucionar. Cada solución a su vez traía  nuevos  interrogantes  o  nuevas  cuestiones  a  resolver;  y  así,  sin  darse  cuenta, fueron desarrollando  las herramientas que hoy están disponibles para  la garantía del derecho a  la  identidad en  todo el mundo. En este camino que vienen desarrollando hace  más  de  34  años,  las  Abuelas  nunca  bajaron  los  brazos;  ante  todas  las adversidades  siguieron  poniendo  su  amor  y  creatividad  en  tratar  de  encontrar  las soluciones, y hay que destacar que esa  lucha fue siempre dentro de  la  ley y nunca se dejaron seducir por la impunidad. 

El no olvido, la intención de construir con la memoria de sus hijos, de sus nietos o de la sociedad en su conjunto, está totalmente arraigado a un concepto de justicia.  

Jamás hicieron ningún acto por  fuerza propia, ni  justicia por mano propia, ni ningún acto que estuviera fuera de  la  ley marcada por  la Constitución o  las  leyes argentinas, por más que las leyes muchas veces las perjudicaran. 

El primer paso importante que hicieron las Abuelas fue juntarse entre ellas y sumar sus fuerzas para convertir su búsqueda  individual en una búsqueda colectiva. Hacia  fines 

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de 1977, se  juntaron, se organizaron y empezaron  lentamente a tratar de resolver su primer problema: ¿Cómo hacer para saber dónde estaban sus nietos? 

Durante la época de la dictadura, inventaron distintas estrategias de tipo detectivesco. Es decir que  lo que  trataban de hacer era averiguar cualquier  indicio que existiera y pudiera dar cuenta de dónde podía estar ese niño que ellas buscaban. La dificultad, por supuesto, fue enorme.  

Entonces comenzaron a encontrar a  los primeros nietos y surgió  la pregunta: ¿cómo hacer para probar que realmente eran esos nietos que buscaban?  

Hasta que un día una abuela,  leyendo un diario, encuentra la noticia de que en EEUU se había dado el primer caso de un padre que era obligado a aceptar la paternidad de su propio niño a  través de una prueba  sanguínea. Y ahí  comenzaron a  “caminar”  la comunidad científica con  la pregunta: “¿Se puede  identificar a un niño a través de su sangre,  si  los  padres  no  están  presentes?”.  Y  efectivamente,  después  de  muchas gestiones,  lograron  que  un  grupo  de  científicos  radicados  en  EEUU  desarrollen  un método para saber si un niño es nieto de un conjunto de abuelos. A este método de identificación se lo llamó “índice de abuelidad.  

En  la  página web  de Abuelas  de  Plaza  de Mayo  hay  una  clase  de Diego Golombek explicando de qué se trata. 

Automáticamente  apareció  un  nuevo  problema:  ¿Cómo  hacer  para  que  la  justicia acepte  esa  prueba  científica  como  tal? Había  que  convencer  a  los  jueces  para  que aceptaran la prueba. Muchos jueces la aceptaron y los juicios se llevaron adelante. Se llegó al punto en el cual, a partir de  investigaciones o de denuncias que  recibían  las Abuelas,  se  sabía  dónde  estaba  el  niño.  El  niño  era  citado  y  se  hacía  la  prueba hemática, que en un principio fue una prueba de “histocompatibilidad”, para después del 2001 pasar a hacerse a través del ADN, que era más efectivo. Con el ADN no había dudas.       

Se  iniciaba  un  proceso  de  nuevas  preguntas.  ¿Estaba  bien  restituir  a  un  niño  y devolverlo a su seno original? ¿O se le estaba haciendo vivir un nuevo trauma por una suerte de nuevo cambio de familia, nuevo “arrancamiento” de  lo que vendría a ser su supuesto seno familiar?  

Algunas  de  las  primeras  restituciones  fueron  bastante  “desprolijas”.  Este  proceso complejo  se  evidencia  cuando  uno  empieza  a  construir  un  derecho.  Uno  lo  hace andando, y no siempre se sabe por dónde caminar. Simplemente, se camina.  

A partir de este momento, Abuelas tuvo que empezar a consultar y asesorarse con un conjunto de psicólogos quienes tampoco tenían  la certeza sobre qué era  lo mejor. Se partía de un presupuesto, pero había que empezar a hacer estudios y juntar todo tipo de documentación, hacer entrevistas con  las familias, con  los niños, y así comenzar a juntar casuística para saber qué era lo adecuado.  

Hoy  en  día  se  sabe  que  la  restitución  es  la  única  forma  de  reparar  el  daño  de  la violencia de la apropiación. La restitución pone nuevamente todo en su lugar.   

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Hay una anécdota muy esclarecedora que cuenta el juez Juan María Ramos Padilla, ex Juez Federal de Morón, que dispuso la restitución de la niña María José Lavalle Lemos. Él se preguntaba qué era lo más justo para la niña. Se planteaba el terrible sufrimiento que  significaría  saber  que  quienes  había  creído  durante  toda  su  vida  que  eran  sus padres,  no  lo  eran.  Frente  a  ese  dilema,  el  Juez  buscó  respuestas.  Habló  con psicólogos,  con psiquiatras,  inclusive  con  el  equipo de psicólogos de  las Abuelas de Plaza de Mayo, pero ninguna de esas respuestas  le convencía. Entonces, se  le ocurrió preguntarle a  su hijo de doce años, quien  le  respondió:  “Mirá papá:  la verdad es  la verdad”.  

Ramos Padilla reconoce que con el tiempo valoraría  la  importancia de esta respuesta reconociendo  “lo  importante  que  es  para  un  chico  saber  que  no  le  mienten”. Especialmente para  los  chicos que han estado desaparecidos,  ya que en  su  caso,  la verdad  es  su  identidad.  Confiesa,  además,  que  la  primera  restitución  la  hizo  con muchas dudas; que es una experiencia muy difícil de transmitir para quienes no la han vivido.  “Es  imposible  imaginar  lo  inmenso que uno devuelve al  restituir a un niño  su identidad y su verdadero origen”, afirmó. Y que si bien se cree que para  los chicos es dramático descubrir  la mentira en  la cual han vivido, ese dolor es como “el pequeño costo para el inmenso beneficio que reciben cuando conocen la verdad”. 

Si hacemos un resumen hasta acá, vemos que, en primer  lugar,  la ciencia se pone al servicio de los Derechos Humanos y logra obtener un método para la identificación de los niños. Luego, cuando esto sucedió, hubo que movilizar a la Justicia para que acepte ese método. Posteriormente, para tomar la decisión en las restituciones, no sólo hubo que  movilizar  a  la  justicia,  también  fue  necesario  trabajar  con  un  conjunto  de psicólogos que acompañara estos procesos.  

Así es como el derecho se  fue armando paso a paso, y aún sigue armándose, ya que cada solución plantea un nuevo problema o interrogante que hay que resolver.  

Hacia fines de los 80, más específicamente después de los levantamientos militares de Semana  Santa de1987, durante el  gobierno de Raúl Alfonsín,  llegaron  las  “Leyes de impunidad”.  Con  las  Leyes  de  Punto  Final  y  Obediencia  Debida,  el  Congreso  de  la Nación legalizaba la impunidad. Durante 20 años no hubo juicios, no hubo instrucción, no hubo testimonios. Y se tuvieron que inventar otras estrategias para seguir.  

De todos modos, hubo algunos logros importantes durante ese período. A partir de las primeras pruebas genéticas se empezó a tener éxito en la restitución. Y esas primeras pruebas se hacían en un  laboratorio en  los Estados Unidos. El problema, obviamente, era enviar  la sangre y esperar. Y este proceso era muy costoso. Hasta que finalmente en 1987, el Estado puso  los  recursos para que se creara el Banco Nacional de Datos Genéticos,  cuyo  objetivo  es  garantizar  a  los  niños  secuestrados  por  la  dictadura  la posibilidad de recuperar su identidad aunque sus abuelas ya no estuvieran. Este Banco tiene como función el almacenamiento y la conservación de las muestras de sangre de cada uno de los miembros de los grupos familiares, por lo menos hasta el año 2050.  

En  1992  se  formó  la  CONADI,  dependiente  del Ministerio  de  Justicia,  Seguridad  y Derechos Humanos, que  se encarga de  solicitar documentación  a  las  instancias que intervinieron en  la  inscripción de  los bebés nacidos entre 1975 y 1981 –hoy  jóvenes 

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que dudan sobre su  identidad– y, si es necesario, ordena  los análisis de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). 

En 1998 las Abuelas consiguen otro avance importante; y es que se incorporen dentro de la Convención Internacional de los Derechos del Niño tres artículos que hablan del Derecho  a  la  Identidad.  Son  los  artículos  7,  8  y  11,  conocidos  como  los  “artículos argentinos”,  porque  justamente  se  incorporaron  a  instancias  de  Abuelas.  Esta Convención fue ratificada por la ley 23.849 de la República Argentina e incluida como norma con jerarquía constitucional en la reforma del año 1994.  

Con  el  tiempo  y  ante  denuncias  de  tráfico  de  menores  y  despojo  a  madres  en situaciones  límite,  y  por  ser  el  único  ámbito  del  Estado  dedicado  a  garantizar  el Derecho a la Identidad, su labor pondría en evidencia que los hijos de desaparecidos y los hijos de mamás en estado de  indefensión social comparten similares mecanismos de despojo: a unos y a otros se les arrebata la identidad y se los trata como objetos. 

El niño como sujeto de derecho 

Más adelante, gracias a la lucha de las Abuelas junto a otros organismos de Derechos Humanos, en el año 2005 se  logra  la sanción de  la Ley de Protección  Integral de  los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, que introduce un cambio sustancial en la mirada que el Estado tiene de  la niñez: el niño deja de ser concebido como objeto de derecho para pasar a ser sujeto. 

El tiempo había pasado y ya las Abuelas no buscaban más bebés, sino que los nietos ya eran  jóvenes.  Por  lo  tanto,  las  estrategias  de  búsqueda  debían  cambiar.  Ahora  los jóvenes podían acercarse por voluntad propia y empezar a buscarse a sí mismos. 

A partir de ese momento hubo un cambio muy importante en la Institución, que tuvo que  ver  con  tratar  de  acceder  a  los  diferentes  ámbitos  donde  los  jóvenes frecuentaban.  Jornadas en  las universidades,  conciertos de  rock,  la primera obra de teatro:  A  propósito  de  la  duda.  Se  forma  el  grupo  de  Teatro  por  la  Identidad (www.teatroxlaidentidad.net), y también un movimiento de Músicos x la Identidad.  

Se acercaron artistas   plásticos y diseñadores. En  la  facultad de Arquitectura algunas cátedras  empezaron  a  trabajar  el  concepto  de  Identidad  con  sus  alumnos.  Hubo inserción dentro del área de la universidad y dentro del área de la cultura, y donde se suponía que, efectivamente, estaban los nietos. 

La nueva estrategia comenzó a dar frutos. Empezaron a presentarse espontáneamente jóvenes  preguntando  si  podían  ser  nietos  de  las  Abuelas.  Y  ahí  surge  una  nueva pregunta. ¿Cómo acompañar al joven que llega?  

Es así como se comienza a armar un grupo de personas que se fueron especializando para recibirlos. Lo  importante era que había que cuidarlos, contenerlos y ayudarlos a dar el paso hacia la verdad. 

También fue creciendo el Área de Psicólogos, porque no solamente había que recibir al nieto  y  poder  conducirlo  a  que  conociera  su  identidad  sino  que,  una  vez  que  ese primer objetivo se lograba, se presentaba otro problema: tenía que poder deconstruir 

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su  identidad anterior para construir  la nueva. Esto no quiere decir  tirar por  la borda todo  lo  que  ya  había  vivido. Al  contrario,  lo  que  se  quiere  decir  es  que  tienen  que lograr entender que esa persona que para ellos era la mamá no es más su mamá, ése que era su abuelo no es su abuelo, ése que era su tío no es su tío, ese nombre que está en el DNI no es el suyo, ésa no es su fecha de nacimiento. Montones de situaciones a deconstruir para dar paso a  la construcción. Con tal fin se creó el Centro de Atención Terapéutica que  trabaja por el derecho a  la  identidad, no  solamente para  los nietos sino para sus familiares y para todo aquel que dude de su identidad.  

Los nietos siguieron creciendo y ya no estaban en  las escuelas ni en  la universidad, ni en  los  recitales  de  rock.  Empezaron  a  ser  padres  y  madres,  y  las  Abuelas  ahora “buscan” nuevamente en los jardines de infantes y las escuelas primarias. Los hijos de los nietos, a su vez, son víctimas del mismo delito que se comete con sus padres. Son bisnietos  de  las  Abuelas,  y  nacen  con  su  identidad  adulterada.  Las  Abuelas  ahora buscan a sus nietos y a sus bisnietos. 

Empezaba una nueva etapa,  la de aquellos que no habían  logrado darle  forma a sus dudas o no se animaron a acercarse. Hoy,  las principales causas son  las que avanzan judicialmente.  

La justicia comienza a llamar a los jóvenes y les dice que hay sospechas de que sea hijo de desaparecidos. Y así surge otra cuestión importante. Ahora, como adulto, se puede negar a hacerse  los estudios genéticos. Muchos se niegan porque no quieren que su sangre se convierta en el cuerpo del delito de sus apropiadores.  

Y  entonces  surgen  nuevas  cuestiones  para  Abuelas.  ¿Qué  pasa  si  el  joven  es efectivamente el nieto, es convocado por la justicia y se niega a hacerse el análisis de ADN? Empieza una nueva historia. ¿Qué hace la justicia si el joven se niega?  

Es así  como parece otro aporte de  la  ciencia, y es que  se puede  conseguir material genético a partir de la saliva, pelos, sudor, etc. Y entonces la justicia tiene como opción indicar  el  allanamiento  de  la  casa  del  nieto  en  búsqueda  de material  genético  no hemático.  

Se  había  encontrado  una  solución.  Pero  nuevamente  se  presentaba  un  nuevo problema.  Las Abuelas  ahora  tenían  que  lograr  que  hubiera  una  ley  que  obligara  a todos  los  jueces  a  llegar  a  las  últimas  instancias.  Así  es  como  en  2009  el  Congreso sanciona  la  Ley  de ADN,  que  establece  que  en  los  casos  donde  se  sospeche  que  la persona en cuestión “es hijo de alguna víctima de desaparición  forzada,  la autoridad competente deberá ordenar todas  las medidas conducentes a establecerla”, y que en caso de que  la persona  se niegue, “podrá ordenarse  la extracción compulsiva de  los mismos, cuidando que en tal caso se utilice la técnica que resulte menos agresiva”. 

A  lo  largo  de  todos  estos  años,  todos  los  nietos  que  finalmente  recuperaron  su identidad, agradecen saber  la verdad. En  la mayoría de  los casos que en principio se niegan es porque quieren proteger a sus apropiadores, y no quieren enfrentarse a  la situación de ser ellos la prueba de su delito.  

Por  eso  es  que  hay  que  ayudarlos  y  acompañarlos  para  que  puedan  acercarse  a  la verdad, que en todos los casos es liberadora.