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Historia Contemporáneade la

Compañía de Jesúsen la

repúbliCa de CHile

Es c r i t a p o r E l

p. FranCisCo de paula enriCH s.J.

Ed i c i ó n y n o t a s

ro d r i g o Mo r E n o JE r i a

al f r E d o pa l a c i o s ro a

ABREVIATURAS

ART ArtículoAARTP Autoacordado de tramitación del Recurso de Protección(CIT.) Remisión a Fuente ya citadaC.P.R. Constitución Política de la RepúblicaC.O.T. Código Orgánico de TribunalesC.P.C. Código de Procedimiento CivilC.T. Código TributarioO.A. Ordenanza de AduanasPVD Procedimiento de Vulneración de DerechosRM Región MetropolitanaROL ECS Rol Excelentísima Corte SupremaRP Recurso de ProtecciónS.I.I. Servicio de Impuestos InternosSNA Servicio Nacional de AduanasT.T.A. Tribunales Tributarios Aduaneros

© P. Francisco de Paula Enrich S.J., 1883

Edición y notas:Rodrigo Moreno Jeria y Alfredo Palacios Roa, 2018

Registro de Propiedad Intelectual Nº 288.590ISBN: 978-956-17-XXXX-X

Tirada: 500 ejemplares

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de Valparaíso

Calle Doce de Febrero 21, ValparaísoFono (32) 227 3902Email: [email protected]

www.euv.clDiseño: Guido Olivares S.

Imprenta Salesianos S.A.

HECHO EN CHILE

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PRESENTACIÓN

Toda persona que quiera interiorizarse acerca de la historia de la Compañía de Jesús en Chile, necesita acudir a la ya clásica obra de Francisco Enrich. Al menos, así ha ocurrido en el último siglo y todo parece indicar que así seguirá sucediendo en las siguientes décadas. Lo anterior no significa que su libro sea irremplazable, o que aún no esté sobrepasado historiográficamente; por el contrario, con su estilo muy propio de la segunda mitad del siglo XIX, y con una viva simpatía por la orden a la que el autor pertenecía, puede parecer un trabajo superado, con escaso espíritu crítico y con referencias que, hasta la fecha, no han podido ser corroboradas por la ausencia de la ubicación concreta en las citas. No obstante, toda persona interesada en los temas jesuíticos de tiempos coloniales, o de la “Antigua Compañía” como se suele llamar, sigue teniendo al citado escritor como una referencia orientadora y, en algunos casos puntuales, como la fuente de información irremplazable para el desarrollo de sus estudios.

¿Cuál es la razón de que la obra de Enrich haya trascendido hasta la fecha? Posible-mente porque hacia el tiempo en que se publicó su libro en dos tomos, en 1891, no existía un trabajo que abarcara los 175 años que la Compañía de Jesús estuvo en Chile durante la Colonia, es decir, entre 1593 y 1768, fecha en que los últimos ignacianos abandonaron oficialmente la gobernación de Chile. Sólo algunos aspectos habían sido tratados hasta entonces por la historiografía local, pero sin una mirada de conjunto y, en cuanto a los textos nacidos al interior de la propia orden, la “Historia” del Padre Miguel de Olivares y el extenso “Compendio” escrito por el Abate Molina pasaron a convertirse en consulta obligada porque eran fruto de un desarrollo intelectual nacido en pleno siglo XVIII.

Otra razón del éxito de su impreso puede tener relación con la proyección de los capí-tulos, los cuales superaron las fronteras de la misma orden, interesando notoriamente a la historiografía civil a lo largo del siglo XX. Esto es un mérito relevante porque la gran mayoría de los autores eclesiásticos, y en especial los que pertenecían a otras órdenes, se transformaban en fuentes de lectura en escenarios muy acotados, ya que, en muchos casos, no superaban los límites de sus mismos institutos. Pero el hecho de

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P. Francisco de Paula Enrich S . j .

que el escrito del padre Enrich haya sido publicado en Barcelona, y que tratara sobre una institución que despertaba interés en entornos más allá de la orden y de la pro-pia esfera eclesiástica y católica, transformó a esta “Historia” en un libro de especial interés y valor.

En suma, el texto de Francisco Enrich, con virtudes y defectos, sin llegar a proponér-selo se transformó en un “clásico”, más aún si se considera que él falleció 8 años antes que saliera a la luz en la Ciudad Condal1. Ante lo dicho, ¿cómo podríamos explicar qué existiendo una segunda parte de su Historia, correspondiente a la restauración de la orden en Chile y a su desarrollo a lo largo de una buena parte del siglo XIX, haya quedado inconclusa e inédita? A este respecto, resulta sorprendente darse cuenta que siendo Enrich un autor que adquirió un renombre entre los investigadores “jesuitó-logos” sus otros trabajos no hayan despertado un mayor interés, y eso que estos no resultaban de difícil acceso.

De hecho, sus escritos no eran desconocidos, al menos uno en particular, su “Historia Contemporánea de la Compañía de Jesús”, a la que Walter Hanisch hace alusión en su conocido estudio sobre la Historia de su Compañía2; pero, al parecer, a esas alturas ya se había esfumado la necesidad de editar un texto que había ido quedando relegado en el tiempo. Sin embargo, no es el único esfuerzo de corte historiográfico realizado por Enrich, puesto que junto redactar las crónicas de las casas de Valparaíso y Puerto Montt, también durante un buen tiempo se embarcó en la transcripción de la obra de Diego de Rosales relativa a la “Vida de los varones ilustres de la Compañía de Jesús en Chile”, con la clara intención de publicarlo, deseo que no llegó a concretar.

De esta manera, surge necesariamente una nueva pregunta, ¿por qué no se hicieron esfuerzos por imprimir la “Historia Contemporánea” y los referidos estudios aludidos mencionados? Para el caso de los “Varones ilustres” se puede entender que era un proyecto interno que buscaba rescatar una obra edificante que hubiese servido en especial a los jóvenes jesuitas en formación, pero que no tenía en aquel momento valor investigativo en particular, porque era una mera transcripción sin un estudio crítico y, por ende, resultaba más plausible acudir al propio Rosales. Y en el caso de la Residencia de Valparaíso, esta resultaba ser una narración que servía en particular a la propia comunidad y a los sujetos que se fueran integrando a ella con el correr de los años. De ahí que no sea extraño que el original haya quedado inédito; en efecto, lo

1 VV. AA. Pensamiento teológico en Chile: historiografía eclesiástica chilena, 1848-1918. Santiago, Edi-ciones de la Universidad Católica de Chile, 1987, p. 75.

2 Hanisch, Walter. Historia de la Compañía de Jesús en Chile (1593-1955). Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1974, p. 206.

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Historia Contemporánea de la Compañía de Jesús en la república de Chile

mismo ocurrió con otra monografía sobre la historia de la casa de Puerto Montt, de la cual nos referiremos más adelante.

Ahora bien, para el caso de la Historia Contemporánea el “olvido” por publicarla no fue casualidad, y la respuesta está en su portadilla, lo que podría explicar el desinterés de la Compañía por divulgar en forma póstuma una obra que merecía el mismo ho-nor que la “otra historia” editada en 1891.

Por otra parte, junto al título del manuscrito, el padre provincial en 1886, Antonio Garriga, escribió en la copia mecanografiada, y que aquí también utilizamos, siguien-te comentario: “tal cual el autor la dejó al morir, sin acabar ni corregir. Así es que tiene juicios inaceptables y poco exactos según opinan los padres más antiguos de esta misión”3. Ante tan categórica afirmación, queda claro que la obra nunca iba a ser autorizada a ser publicada por la orden y, cuando el tiempo transcurrió inexorable-mente, el volumen que la contenía el original pasó al olvido, siendo redescubierto por el citado Walter Hanisch S.J., pero que para la época ya mas bien era una curiosidad documental que cubría un siglo que poco interés había despertado entre historiadores civiles y eclesiásticos.

También encontramos otra razón que podría explicar la imposibilidad de publicarla. El propio Enrich dejó por escrito la voluntad de que su texto se mantuviera privado: “téngalo presente que si alguno leyere contra mi voluntad esta memoria verdadera-mente privada, que deseo conserve así en realidad”4. Y la razón es que el religioso estaba consiente que había recurrido a datos no verificados y contrastados, siendo una memoria no trabajada, “una ligera compilación” según sus propias palabras. ¿No se publicó para respetar la voluntad del sacerdote? Al parecer la determinación del provincial Garriga, de seguir los consejos de los padres mayores, fue más contundente que el deseo del propio Enrich para no publicar una obra. Con todo, y a diferencia de lo que el propio autor creía, sí tenía valor histórico y su contenido indudablemente aportaba al conocimiento de un período de la historia de Compañía.

Solo en la década del 2000, y con el entusiasmo del padre Jaime Correa S.J., es que resurgió la idea de editar el manuscrito completo, tal como estaba en el original, consiguiendo la autorización del provincial Guillermo Baranda5 y, desde entonces, la

3 Enrich, Francisco. Historia de la Compañía de Jesús en la República de Chile. Archivo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús (en adelante APCJ), 2J297 carpeta 13, p. 1.

4 Enrich, Francisco. Historia de la Compañía de Jesús en la República de Chile. APCJ, 2J299 carpeta 2, portadilla.

5 Enrich, Historia de la Compañía de Jesús en la República de Chile. APCJ, 2J297 carpeta 13, p. 2.

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obra quedó a la espera de una publicación que ahora, y gracias a la autorización de la propia provincia jesuita, presentamos.

En este mismo contexto cabe preguntarse: ¿cuáles afirmaciones de Enrich no gustaron a algunos compañeros de orden que imposibilitaron la publicación de la segunda parte de su obra? En el texto no se observan ni cuestionamientos ni correcciones, pero si-guiendo la atenta lectura, podemos darnos cuenta que hay afirmaciones que iban desde ciertos juicios de valor sobre algunos de sus hermanos de orden, y también alusiones autocríticas que para sus contemporáneos no deben haber sido del todo consensuadas.

Esto último podría llamar la atención, puesto que tal como se señaló en un comienzo, Enrich representaba un estilo propio de la segunda mitad del siglo XIX y, en conse-cuencia, era evidente su simpatía y defensa de la orden a la cual pertenecía. Sin embar-go, hay una clara diferencia, la obra publicada en España en 1891 representaban una creación necesaria que serviría para poner en valor la tarea de los jesuitas en el Chile colonial y, de paso, contribuía decididamente a responder a los considerados “enemi-gos de la Compañía” quienes, con bastante ocurrencia, escribían críticamente sobre orden, en especial debido a sus vinculaciones políticas y económicas. Por lo tanto, y para llevar a cabo aquella investigación, el propio Enrich explicaba a sus lectores la forma en que había asumido su desafío: “puedes, mi amado lector, tener toda la con-fianza; pues nada te narraré que no lo haya visto en autores fidedignos y en documen-tos de igual valor”6. Así, diversas fuentes y documentos coloniales se convirtieron en la piedra angular de su trabajo, aunque también sabemos que nutrió y cotejo parte de su información con noticias recibidas de otros investigadores de su época, como por ejemplo de Francisco Fonck con quien, además, intercambió conocimientos sobre la misión de Nahuelhuapi7.

No obstante, en su “Historia Contemporánea de la Compañía de Jesús en la Repúbli-ca de Chile” la principal fuente utilizada sería la propia experiencia del autor, por su condición de testigo presencial puesto que, como él mismo lo destaca: “en mi Histo-ria Antigua he citado a cada paso la fuente de donde he tomado las noticias. Mas en ésta casi nunca lo haré, por ser yo testigo de la mayor parte de los sucesos o haberlos sabido inmediatamente de los que los han ejecutado. Soy de los primeros padres que hemos venido a esta República”8.

6 Enrich, Francisco. Historia de la Compañía de Jesús en Chile. Barcelona, Imprenta de Francisco del Rosal, 1891, tomo I, p. IX.

7 Tampe, Eduardo. En la huella de San Ignacio. Semblanzas de jesuitas en Chile: 1823-1985. Santiago, Editorial Revista Mensaje, 2010, tomo II, pp. 30-34. Menéndez, Francisco. Libro de los diarios de Fray Francisco Menéndez. Valparaíso, En Comisión de Carlos F. Niemeyer, 1900, p.4.


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Efectivamente, Francisco Enrich fue uno de los primeros jesuitas que llegó a Chile en 1849, sólo seis años del primer intento de restablecimiento de la orden en el país, y un año después de la segunda tentativa que resultó ser la definitiva. Por ello, cono-ció a los primeros fundadores y, tras su llegada, fue un protagonista permanente de las actividades de su institución. De ahí que el marco temporal en el que escribe su relato es prácticamente coincidente con lo que pudo conocer de primera mano. En consecuencia, esa cercanía y participación en diversos acontecimientos le ofreció la posibilidad de emitir juicios de valor y comentarios que a otros molestaron o, como suele ocurrir, pudo describirlos con una mirada que se pudo interpretar como parcial o sesgada. Lo cierto es que, como bien dice Jaime Correa, la Compañía consideró necesario postergar su publicación9, quedando archivada en el repositorio de la orden tal como lo dejó el padre Enrich con el animo de conservarlo. En efecto, el provincial, al escribir la nota en la portada de la copia mecanografiada, deja en claro que aquellos “juicios inaceptables y poco exactos” eran, como ya se dijo, según opinión de los pa-dres más antiguos, por lo que no necesariamente le incomodaban a él en lo personal. En resumen, si el manuscrito hubiese sido perjudicial e inaceptable para el provincial Garriga, hay razones suficientes para dudar que se hubiese conservado, felizmente llegó a nosotros prolijamente cuidado y prácticamente intacto.

El manuscrito y su contenido

El original, titulado “Historia Contemporánea de la Compañía de Jesús en la Repú-blica de Chile desde el establecimiento general de la misma por el Sumo Pontífice Pio VII hasta el 1 de julio del año 1861 y continuada hasta el 31 de diciembre de 1863” (aunque como veremos se extiende más allá de la última fecha señalada), se conserva en el Archivo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús bajo la signatura 2J299 carpeta 2. Corresponde a un cuaderno de 314 páginas, con hojas azuladas y lineadas de 28 x 21,5 cms. Cada hoja está numerada en el extremo superior derecho y en su contenido el texto presenta algunas pequeñas correcciones y observaciones levantadas por el mismo autor. Además, el padre Enrich incorporó algunas notas aclaratorias al margen del texto, cosa que en nuestra versión hemos llevado a pie de página y se señalan como “nota del autor”.

En la portadilla del manuscrito, y bajo el título general de la obra, aparece un texto explicativo de siete líneas que concluye con una rúbrica del autor, y dice de manera textual lo siguiente: “esta no es más que una ligera compilación de los diversos apun-tes o memorias que tengo hechas o voy haciendo anualmente para mi gobierno, sin cuidar del estilo ni tampoco del buen orden y arriesgando varias veces conjeturas que


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Figura 1: Portadilla de la “Historia Contemporánea de la Compañía de Jesús en Chile”. Fuen-te: Archivo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús, 2J299 carpeta 2 (fotografía de los editores).

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necesitan comprobarse y apreciaciones que si bien he hecho con la impresión del momento, pero que no me atrevería a darlas al público sin que mayores datos, o el resultado de los sucesos me confirmen en ellas. Téngalo presente que si alguno leyere contra mi voluntad esta memoria verdaderamente privada, que deseo conserve así en realidad”.

En cuanto a los subtítulos que hemos incorporado en la transcripción, estos son los exactamente los mismos que el propio autor indicó al margen del texto. Sin embargo, aquí hemos querido hacer esta modificación que en nada altera el contenido para una mejor comprensión de la obra y así homologarlo al estilo que también se usó en la edición de la primera parte de su Historia impresa, como ya se dijo, en dos tomos por la editorial de Francisco del Rosal en 1891.

Cabe agregar que el volumen que contiene el manuscrito tiene agregado otros dos escritos del padre Enrich, uno concerniente a la historia de la residencia de Puerto Montt, con 104 páginas, y el otro referente al estudio biográfico de su compañero Ig-nacio Funes muerto en el terremoto de Mendoza de 1861, con 26 páginas. Continua este empaste con una tabla de 6 hojas escritas por ambas caras, la que se titula: “En que se manifiesta en resumen los ministerios que han ejercitado en Chile los padres de la Compañía de Jesús según se deduce en su precedente historia Contemporánea”, texto que el autor dejó inconcluso. De estas obras inéditas hemos, con la respectiva autorización, comenzado a prepararse para una futura edición la Historia de la Resi-dencia el Puerto Montt, o “Melipulli” como lo subtitula el mismo religioso con oficio de historiador y que, de seguro, aportarán de mejor forma al reconocimiento de su trabajo y de su orden en el sur de nuestro país.

El autor

Francisco de Paula Enrich, es un personaje histórico conocido al interior de la pro-pia orden, aunque, curiosamente, y por razones que al día de hoy desconocemos, su biografía nunca ha sido profusamente trabajada. Con todo, hay que reconocer los esfuerzos del padre Eduardo Tampe S.J. quien desde hace años se sumergió en diversos archivos y bibliotecas con la tarea de redescubrir a los grandes personajes de la Compañía de Jesús en la historia de Chile, y en cuyo elenco incluyó al autor de nuestra obra inédita entregando valiosos datos biográficos y otros antecedentes de su vida10. Y si a ello sumamos el trabajo que hizo el padre Jaime Correa en su intento por publicar este manuscrito, el resultado final es que conocemos los principales pasajes de su vida gracias a los dos investigadores referidos y a documentación archivística de

10 Tampe, En la huella de San Ignacio..., pp. 30-34.

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Figura 2: Certificado de naturalización de Francisco Enrich, firmado en Santiago el 19 de junio de 1866. Fuente: Archivo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús (fotografía de los editores).

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la orden (como por ejemplo su certificado de naturalización), aunque no es mucho más lo que se ha podido hallar.

Con el conjunto de estos datos podemos indicar que Francisco Enrich nació en Man-resa el 13 de agosto de 1817. De origen catalán, toda su formación será castellana, puesto que ingresó a la Compañía en 1 de octubre de 1832 al noviciado en la Pro-vincia de Castilla en la capital española. En su etapa formativa, le tocó vivir la per-secución de 1835, que en Madrid fue particularmente dura, por lo que no resulta extraño verlo destinado en 1837 a Buenos Aires, siendo allí el lugar donde se formó en filosofía, estudios que había iniciado previamente en Sevilla, mientras esperaba su traslado hacía el Río de la Plata.

En Argentina, mientras se vivía la dictadura de Rosas, estuvo 11 años, terminando sus estudios de teología en Córdoba, y recibiendo la ordenación en San Juan, Cuyo, el 15 de julio de 1842. Tras misionar en diversas regiones del centro norte y oeste de este extenso país, fue trasladado a Chile donde arribó en marzo de 1849, específicamente en la ciudad de Santiago.

Sabemos que trabajó en la localidad de San Felipe, en donde recibió el encargo de su provincial para que escribiera una Historia de la Compañía de Jesús en Chile. Y, si bien no era historiador, Enrich asumió el desafío con entusiasmo transformándose en un buen cronista de la orden, recopilando material en Chile para seguir luego su exploración en el extranjero. También encontramos referencias donde aparece como misionero en Valparaíso en 1850.

Ejerció en la Residencia de Santiago y realizó un extenso trabajo apostólico en la zona central, en particular la predicación de retiros. Asimismo, ofició en Concepción y Arauco. Más tarde, en 1854, fue enviado a España para completar sus estudios de teología en Loyola y, el 1 de noviembre de ese mismo año, logró rendir de manera satisfactoria el examen de Universa philosophiae et theologiae Luego profesó su cuarto voto en su ciudad natal el 5 de febrero de 1855.

En junio de ese mismo año, y ya de regreso en Chile, fue destinado como profesor del nuevo colegio San Ignacio en Santiago, actividad que desempeñó hasta 1859. Al año siguiente se instaló en Puerto Montt donde se dedicó a misionar, para luego retornar como profesor en el colegio San Ignacio. Allí estuvo hasta 1864, año en que en que retornó a Valparaíso, específicamente a la misma casa donde había residido cuando estuvo anteriormente.

Entre 1868 y 1869 nuevamente aparece en la Residencia de Valparaíso, donde figu-ra en el catálogo de la siguiente forma: “escribe la historia de esta casa”. Ese mismo año de 1869 es nombrado Superior en Puerto Montt, lugar donde permaneció hasta

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1877; en efecto, y tal como recuerda el padre Tampe, además de ser rector del Cole-gio, nuestro autor fue el arquitecto de la bella iglesia que se construyó en la ciudad en 1872. Fue durante los años en Puerto Montt que el padre Enrich se interiorizó de la historia de Chiloé y sus misiones, todo lo cual quedó reflejado en su libro publi-cado en 1891. Entre 1878 y comienzos de 1880 reaparece en Valparaíso, para luego dirigirse a Concepción como Superior de la casa. Allí murió el 11 de enero de 1883.

La edición

La presente edición es posible gracias al financiamiento del Fondo del Libro del Mi-nisterio de las Culturas, la Artes y el Patrimonio, Proyecto Nº 446996. Este aporte nos permitió transcribir el original, así como también iniciar el trabajo de preparar la notas y comentarios que posibiliten una mejor contextualización y comprensión de la fuente. Para ello, también utilizamos la versión que estaba mecanografiada, y que incluía una introducción tentativa del padre Jaime Correa S.J., quien en su momento había intentado poner en valor el manuscrito llegando a conseguir la autorización de los superiores de la Provincia. Dicha edición nunca se concretó, pero hemos querido hacer referencias a ella tal como se ha indicado en las páginas precedentes.

En cuanto a la trascripción, esta se ha realizado teniendo a la vista las dos versiones existentes, tanto la manuscrita como la mecanografiada. Y en relación al criterio em-pleado, se optó por mantener tanto la grafía de la época como criterios de redacción que hoy podrían ser cuestionados. La razón es que se quiso mantener el estilo propio del padre Enrich, sin traicionar o manipular nada de lo que haya querido decir, o de la forma en lo que lo expresó; sin embargo, y con el fin de ayudar al lector, hemos incorporado una nota explicativa cuando ha sido necesario.

Queremos indicar que el objetivo principal que animó la presentación del proyecto, era el de transcribir, publicar y difundir esta segunda parte de la Historia de la Com-pañía de Jesús en Chile obra que, como se señaló, tiene el mérito de ser un docu-mento emanado de la pluma de un testigo privilegiado de su época. A este respecto, agradecemos al Hermano René Cortínez del Archivo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús quien nos autorizó a utilizar el manuscrito, a Ediciones Univer-sitarias de Valparaíso, y en particular a su gerente general María Teresa Vega quien quiso sumarse a esta iniciativa posibilitando que la obra salga bajo su prestigioso sello editorial. Del mismo modo extendemos nuestras palabras de agradecimiento a Jaime Padilla que se desempeñó como ayudante de esta investigación y al profesor Bastián Nelson quién nos ayudó con algunos usos lexicales y notas explicativas.

Finalmente, y como cierre a esta breve presentación y recuento biográfico, queremos indicar como manera anecdótica que el padre Enrich vivió varios años en la Resi-

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dencia de Valparaíso y, paradójicamente, su relato del último capítulo culmina en el trágico bombardeo del puerto aquel 31 de marzo de 1866 por parte de la escuadra española, por lo que no deja de ser simbólico que sea en esta misma ciudad donde su inédito escrito salga por fin a la luz 135 años después de la muerte de su autor.

Rodrigo Moreno JeriaAlfredo Palacios Roa

Valparaíso, 27 de agosto de 2018.

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PRÓLOGO DEL AUTOR

Después de haber escrito la Historia Antigua de la Compañía de Jesús en Chile, no solo desde que su provincia fue fundada hasta que fue extinguida, sino desde que sus hijos aparecieron por primera vez en este país, hasta que fallecieron cuantos chilenos a ella habían pertenecido, creo por conveniente, y aun por muy justo, el escribir la contemporánea. Así para consignar en ella el apoyo que sus buenos amigos le han prestado, y los beneficios que le han dispensado como para hacer justicia al mérito de los que tanto han trabajado, y trabajan aún en cultivar esta parte de la gran viña del Señor. Y también para dejar a la posteridad algunos recuerdos de sus ejemplos y virtu-des, sin olvidar ciertos casos aciagos que le puedan servir de escarmiento y enseñarle a proceder con mejor espíritu y mayor cautela.

No desconozco cuán difícil sea desempeñar esta delicada tarea, por vivir aún gran parte de los sujetos, de cuyos hechos tendré que hablar y de las personas que en pro o en contra han intervenido o influido en ellos; y por estar muy fresca la memoria de los que ya han fallecido, y haber muchas personas que no pueden mirar con indiferencia ni su descrédito, ni su exaltación.

El temor de ofender la humildad de los buenos religiosos, el deber de mirar por el ho-nor de los que privadamente en algo hubiesen delinquido y el de no rebajar el mérito de los que, o por no haber recibido de Dios tantos talentos, o por no haberse hallado en circunstancias favorables al desarrollo de ellos, no hayan descollado como los de-más, y aún el prudente recelo de excitar contra nosotros mismos la susceptibilidad de nuestros émulos o adversarios, por pocos que estos sean, me impedirán el referir ciertos hechos, o algunas circunstancias de ellos, y mucho más el calificarlos con la libertad con que lo he hecho en la Historia Antigua.

Sin embargo, no me acobardo. Empezaré este trabajo con la confianza de superar estas dificultades esperando en el Señor que me dará tino y cordura para decir lo que convenga, y como convenga.

Por lo tanto protesto desde luego a mi lector, que si la prudencia me obligare a pasar

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en silencio algunos sucesos, jamás motivo alguno me comprometerá a referir lo que no sea cierto. Podré disimular, pero no engañar. Mi silencio no probará en todos los casos que yo ignore algún suceso, que el lector sabrá quizá por otro conducto, ni que sea falsa alguna anécdota o versión que yo omita, o deje de calificar.

En mi Historia Antigua he citado a cada paso la fuente de donde he tomado las noti-cias. Más en ésta casi nunca lo haré, por ser yo testigo de la mayor parte de los sucesos o haberlos sabido inmediatamente de los que los han ejecutado. Soy de los primeros Padres que hemos venido a esta República. He vivido en todas nuestras Casas. Me he ocupado en todos sus ministerios. Desde el principio he llevado mis apuntes y hecho prolijas observaciones sobre los hechos y personas. Esto por genio, como para escribir las cartas anuas11 de esta Misión, las necrologías de los ya finados, y otros papeles que para el mejor gobierno se escriben según nuestro Instituto.

Por ventura no faltarán quienes crean que me equivoco en varios casos12; y aunque no esté yo dotado del don de la infalibilidad, les suplico desde luego que suspendan por lo menos su juicio y no nieguen mis asertos sin averiguar a fondo la verdad. Más de una vez me han pasado ya con mis mismos compañeros casos semejantes por haberse fijado ellos poco en los sucesos al tiempo que se verificaban o habérseles ido de la memoria las circunstancias que después por lo mismo creían equivocadas.

No presumo, ciertamente, saber cuánto ha sucedido, ni menos niego el que me pueda equivocar, ni que haya quienes en varios sucesos y materias sean más competentes que yo, no obstante la diligencia suma con que he averiguado las cosas y tal vez pidiendo informes a los mismos que notarán ahora la falta de los sucesos, que entonces no recordaron y al leer el discurso de ella su misma ilación se los traerá a la memoria.

Bien podrá ser que otros echen de menos algunos pormenores que ellos crean dignos de ser referidos, y a mí no me habrán parecido de tal calidad. En tal caso bueno será que me lo comuniquen, por si acaso yo mismo creyere oportuno el insertarlos en su segunda edición o apúntenlos para que puedan servir al que la retocare o continuare.

Esta historia no es de tal importancia que pueda desde luego arrebatar la atención de sus lectores, tenerlos gratamente suspensos, y ofrecerles a cada paso sublimes ejemplos que imitar. La providencia divina, a la cual plugo13 por sus inescrutables designios proveer a la Compañía, en sus primeros tiempos de hombres verdaderamente gran-

11 Se refiere a las cartas que los provinciales emitían una vez al año al Prepósito General sobre el estado de la provincia.

12 De hecho, por el comentario escrito al comienzo de la obra, efectivamente lo que escribió Enrich sí tuvo detractores al interior de la Compañía.

13 “Plugo” forma verbal en desuso, la cual hace referencia a “le plació” o “quiso”.

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des, cuyos heroicos hechos la recomendaron sobremanera, no ha tenido a bien de fa-vorecerla en tanto grado en los nuestros, o tal vez no habremos nosotros correspondi-do a sus gracias con la prontitud, fidelidad y constancia que nuestros primeros Padres.

Sin embargo ella no carece de algún interés, ni deja de tener ciertos pasajes capaces de entretener grata y útilmente al lector que donde no halle hechos heroicos que admi-rar, obras perfectas que imitar, ni virtudes sublimes que emular hallará escarmientos que lo podrán hacer correcto y precavido en su conducta.

Ni puede dejar de ser interesante en nuestros días el saber a punto fijo cuál es el modo de existir y de obrar de esa corporación que tanto ha llamado y llama aún la atención de las gentes.

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CAPÍTULO I

1. Fácil era prever la restauración general de la Compañía de Jesús. – 2. Más no la particular de la misma en Chile. – 3. Cuán difícil que ella se hiciera por Padres españoles. – 4. En efecto, permite Dios que estos sean echados de sus colegios. – 5. Vienen a Buenos Aires. – 6. Portales proyecta traerlos a Chile. – 7. Fruto hecho por ellos en Buenos Aires. – 8. Y en Córdoba. – 9. Su fama en toda Sudamérica. – 10. Rosas los echa de su Colegio. – 11. Los piden desde Chile. – 12. Dificultades para enviárselos. – 13. Lo son los padres Gomila y González. – 14. Son bien recibidos en Santiago. – 15. Vienen otros cinco. – 16. Ninguno capaz de contener a González. – 17. Disposición del país. – 18. El ministro les ofrece las Misiones de Arauco. – 19. Sus condi-ciones secretas. – 20. El padre González parte para Europa. – 21. Llega el Padre Berdugo. – 22. Arribada del Padre de Smet. – 23. El Padre Berdugo no se aviene con el Señor Ministro. – 24. Los Jesuitas se retiran de Chile.

1. Si al principio de este siglo, al considerar a los hijos de la Compañía de Jesús dispersos por todo el mundo sin la vida que ésta anteriormente les comunicaba, se hubiese preguntado a un hombre prudente y previsor, al modo que el Señor lo pre-guntó al profeta Ezequiel manifestándole en espíritu un campo cubierto de huesos áridos ¿se reunirán estos miembros desparramados, y en cierto sentido muertos, y reorganizando el hermoso y vigoroso cuerpo de su extinguida madre volverán junto con ella a la vida?, fácilmente habría respondido que sí. Porque millares de ellos no solo sobrevivían sino que también suspiraban por el momento feliz en que se revocará el Breve fatal de Clemente XIV14.

Centenares de jóvenes se educaban religiosamente para abrazar el Instituto de la Compañía tan pronto como ésta fuera de nuevo restablecida para toda la cristiandad. Los pueblos escarmentados por las horribles catástrofes de la revolución de 179315,

14 El autor alude al Breve de nuestro muy santo padre Clemente XIV por el cual su Santidad suprime, dero-ga, y extingue el instituto y orden de los clérigos regulares, denominados de la Compañía de Jesús, que ha sido presentado en el consejo para su publicación, publicado en Madrid en la Imprenta de Pedro Marín, 1773.

15 Se refiere al período denominado “El Terror” de la Revolución francesa. Este periodo se prolongó

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resultado funesto y en gran parte connatural de su extinción, deseaban con ansia su restablecimiento. Algunos de los reyes que la habían expulsado de sus dominios, se la pedían al Sumo Pontífice. Otros Soberanos estaban dispuestos a admitirla de nuevo en sus estados. Y allá en Rusia, así los que habían conservado su existencia por medios legítimos y providenciales como los muchos que de varias partes de Europa habían ido a reunirse con ellos, solo aguardaban una señal de su aquiescencia, para salir a restablecer las provincias a que habían pertenecido.16

2. Más si a fines del primer tercio de este mismo siglo se hubiese preguntado al indicado sujeto: ¿se restablecerá en Chile la Compañía de Jesús?, no habría contestado de igual suerte. Por el contrario, habría lamentado la poca o ninguna probabilidad de que ello se verificara, por lo menos en nuestros días. Los individuos de esta antigua provincia jesuítica ya habían fallecido. Uno solo sobrevivía en Italia, de clérigo parti-cular, tan anciano y decrépito, que bien pronto también falleció.

Por toda la América española no había a la sazón más que unos veinte jesuitas, en la República de México17, y éstos expuestos a un completo exterminio por hallarse dis-persos, sin Colegios ni Noviciados con que reparar las bajas que anualmente hacía la muerte en sus tan reducidas filas.

En Chile, aunque no se habían olvidado los grandes servicios que la Compañía había prestado anteriormente al país, ni perdido el afecto a tan benemérita Orden religiosa; sin embargo ni el pueblo, ni sus Mandatarios pensaban en su restablecimiento18. Ni tampoco los clérigos, que por su escaso número apenas bastaban a desempeñar los multiplicados cargos confiados a su cuidado. Su restablecimiento, pues, solo podría conseguirse viniendo de España un número competente de sujetos formados, por cuanto acá ningún joven se había educado con las piadosas miras de abrazar su Insti-tuto, ni sería fácil que en muchos años ellos los hallaran con tal disposición.

3. Pero, Chile se había segregado de España. Ésta no había reconocido aún su in-dependencia; y entre ambas naciones estaban cortadas las relaciones políticas y hasta las mercantiles19.

entre septiembre de 1793 y la primavera de 1794.16 Aquí hace alusión a los jesuitas que permanecieron en la Rusia Imperial en tiempos de Catalina la

Grande. 17 Sobre el desarrollo de la orden en México durante esta misma época, puede verse: Gutiérrez, José.

Jesuitas en México durante el siglo XIX. México, Editorial Porrúa, 1972.18 Una obra que analiza este proceso la siguiente: Hanisch, Walter. Itinerario y pensamiento de los jesuitas

expulsos de Chile: 1767-1815. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1972.19 A este respecto puede consultarse: VV.AA. Ruptura y reconciliación. España y el reconocimiento de las

independencias latinoamericanas. Madrid, Editorial Taurus, 2012.

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Y aunque el espíritu apostólico que había revivido con la renaciente Compañía fuese capaz de superar estas formidables barreras, todavía eran tan pocos los individuos que ésta allí tenía, y ellos tan jóvenes e inexpertos, que ni una mirada siquiera habían de dar hacia estas remotas regiones. Ninguna aspiración latía en sus pechos para seme-jante empresa.

España tenía colonias en ultramar, y se reputaba por un deber de los jesuitas españoles el ocurrir a las necesidades de ellas, antes que a las de las Repúblicas emancipadas de la Madre Patria.

Habiendo, quien esto escribe, entrado en la Compañía por el año 1832 en el Novicia-do de Madrid, y pasado de allí con otros connovicios a inaugurar el de Sevilla donde enseguida repasó el curso de humanidades, y empezó el de filosofía, datos adquirió para asegurar lo que dice. En efecto a principios del año 1833 solicitó Fernando VII20 a instancias de un Obispo de Filipinas, que los hijos de la Compañía pasaran a aquella su Colonia; y tan pronto como nuestro R.P. Provincial Antonio Morey mandó una circular a fin de averiguar quiénes se hallaban con ánimo de partir a esta expedición evangélica, muchos fueron los PP. y HH., que se ofrecieron gustosos a ella. Los dis-gustos, que entonces sobrevinieron en la Corte y la muerte de dicho Rey, que no tardó en trastornar el orden político en aquel Reino, frustraron completamente aquel plan, que no ha venido a realizarse, sino veintitrés años después; cuando era ya un hecho consumado la restauración de la Compañía en esta República de Chile en que no pensaban por entonces los hombres, pero sí Aquel que como Padre solícito vela sobre todos y dispone las cosas oportunamente al fin que se propone.

Veamos pues aunque de una sola ojeada, cómo dispuso la indicada restauración.

4. Después de la muerte de Fernando VII se apoderó del Gobierno de la Monar-quía un partido impío, que por julio del año 1835 arrojó a los jesuitas de todas sus casas, y los despojó de sus bienes, sin formación ninguna de causa, ni tener hecho ninguno en que fundarla. Liberales en sus principios, pero déspotas y absolutistas en sus hechos contra la Iglesia, atropellaron a trescientos cuarenta ciudadanos honrados sin más motivo, que el pertenecer a la Compañía de Jesús. Y bien pronto hicieron otro tanto con los religiosos de las otras Ordenes21.

20 Para conocer una completa y reciente biografía del llamado “rey felón” véase: La Parra, Emilio. Fer-nando VII: un rey deseado y detestado. Madrid, Tusquets Editores, 2018.

21 Se refiere a la segunda supresión de la orden acaecida en 1835 que golpeó toda la organización que la Compañía había reconstruido desde la restauración en tiempos de Fernando VII. La diferencia con el extrañamiento de 1767 es que esta vez también el proceso afectó a otras órdenes religiosas. Sin embargo, para los jesuitas, tal como se verá, este episodio sirvió para buscar posibilidades de estable-cimiento en territorios ultramarinos, como Argentina y Chile. Véase: O’Neill, Charles, Domínguez,

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