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HACIA UNA HISTORIA DE LA PAZ FRANCISCO A. MUÑOZ - MARIO LÓPEZ MARTÍNEZ Instituto de la Paz y los Conflictos Universidad de Granada Hasta el momento, en nuestro primer trabajo («el re-conocimiento de la Paz en la Historia») y a lo largo de los diversos estudios expuestos en el presente libro, nos hemos preguntado sobre la posibilidad de dis- tinguir, examinar o reconocer la Paz en la historia. Tal vez, ahora, podamos comenzar otra tarea no menos necesaria, aquella de re-construir una Historia de la Paz. De aportar no sólo más variables, sino elementos que sean capaces de definir el marco en el que ha de desarrollarse una Historia de la paz. Resulta ésta una tarea tan indispensable como difícil, la de esbozar unas líneas que den una mayor coherencia teórica, justificativa y fundamentadora, a una Historia de la paz . No es nuestra pretensión aportar una nueva filosofía de la historia, una teoría que todo lo puede, todo lo justifica y todo lo interpreta, sino reconstruir un hilo conductor perdido, un eslabón malogrado por la historiografía, aquel que siente las bases para reconocer y construir una Historia de la paz, aquel que pueda interpretar los hechos del pasado con otro prisma, desde otra atalaya, capaz de aportar nuevos enfoques en los que espacios, tiempos y actores puedan ser interpretados como jalones, hitos y puntales de la paz, porque ¿cómo deberíamos mirar la historia, con temor o con confianza?, porque ¿no es la historia un continuo tejer y destejer del dominio racional de los seres humanos? Porque ¿no deberíamos de prestar más atención a aquellos aspectos que fueron un avance moral, una idea más tolerante, un ideal

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HACIA UNA HISTORIA DE LA PAZ

FRANCISCO A. MUÑOZ - MARIO LÓPEZ MARTÍNEZInstituto de la Paz y los Conflictos

Universidad de Granada

Hasta el momento, en nuestro primer trabajo («el re-conocimiento dela Paz en la Historia») y a lo largo de los diversos estudios expuestosen el presente libro, nos hemos preguntado sobre la posibilidad de dis-tinguir, examinar o reconocer la Paz en la historia. Tal vez, ahora, podamoscomenzar otra tarea no menos necesaria, aquella de re-construir unaHistoria de la Paz. De aportar no sólo más variables, sino elementos quesean capaces de definir el marco en el que ha de desarrollarse una Historiade la paz. Resulta ésta una tarea tan indispensable como difícil, la deesbozar unas líneas que den una mayor coherencia teórica, justificativay fundamentadora, a una Historia de la paz. No es nuestra pretensiónaportar una nueva filosofía de la historia, una teoría que todo lo puede,todo lo justifica y todo lo interpreta, sino reconstruir un hilo conductorperdido, un eslabón malogrado por la historiografía, aquel que siente lasbases para reconocer y construir una Historia de la paz, aquel que puedainterpretar los hechos del pasado con otro prisma, desde otra atalaya, capazde aportar nuevos enfoques en los que espacios, tiempos y actores puedanser interpretados como jalones, hitos y puntales de la paz, porque ¿cómodeberíamos mirar la historia, con temor o con confianza?, porque ¿no esla historia un continuo tejer y destejer del dominio racional de los sereshumanos? Porque ¿no deberíamos de prestar más atención a aquellosaspectos que fueron un avance moral, una idea más tolerante, un ideal

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más universalizable, un actor político o social más humanitario? Estetiempo de aventuras y esperanzas, de éxitos y fracasos que es la Historia,ese esfuerzo permanente por buscar respuestas en el pasado, ese diálogocontinuo con el ayer para construir futuros podría ser más edificante, máscompleto y consumado si también somos capaces de componer el hilo,la trama o el puzzle de los procesos que hicieron posible una Historiade la paz. Porque la paz es una forma creativa de hacer la historia.

1. BASES DE UNA HISTORIA DE LA PAZ

En nuestra primera aportación hemos sugerido algunos procesos,ámbitos y circunstancias sobre las cuales se podría construir una Historiade la paz y de la regulación pacífica de los conflictos: la reconsideracióndel modelo antropológico sobre el que se edifica la historiografía, lasatisfacción horizontal de las necesidades, la paz silenciosa, las semióticade la paz, la socialización, la solidaridad y la cooperación, las actividadesde baja entropía, la negociación como articulación de realidades en conflicto,la paz «imperfecta», etc.

Por otro lado, los artículos presentados en este volumen, contienenla suficiente información como para confirmar algunas de nuestras hi-pótesis iniciales y para abrir algunas nuevas vías de reflexión: sea lasorprendente compatibilidad de la especie humana y su capacidad deadaptabilidad; sea la aportación de culturas milenarias orientales con suasombrosa actualidad a pesar de que buena parte de sus pensamientosy creaciones tienen cientos de años; sean las prolíficas experienciasproducidas en el Mediterráneo; sean la capacidad creativa y generosidadhumana de las mujeres como actrices de las más diversas formas de paz;sean las expresiones materiales y espirituales de la estética y la semióticaque interpreten la paz humana; o sean las más contemporáneas configu-raciones de las acciones y reflexiones de la sociedad civil en la construcciónde escenarios e ideales de paz; todas ellas sitúan al lector sobre laspotencialidades interpretativas a que puede conducir la construcción deuna historia de la paz.

También, nos proponemos hacer una segunda aproximación partiendode tres componentes esenciales de la historia: actores, espacio y tiempo.Porque la paz, como una construcción social, está obviamente apoyadapor diferentes grupos que aparecen directa o indirectamente interesadospor su significado y operatividad práctica, es decir, de aquellos grupos

humanos, agregados, colectivos o pueblos, etc.; por aquellos períodoshistóricos, fechas significativas, años simbólicos, momentos históricosseñalados, etc.; y en aquellas áreas, ámbitos y espacios geográficos ygeopolíticos, que pudieran ser considerados para la construcción de unaHistoria de la paz. No cabe duda que sea en el Mediterráneo, a travésde las aportaciones de las religiones, las filosofías o las culturas antiguashemos visto ejemplos más que sobrados al respecto, sin embargo ahorapretendemos hacer un razonamiento más genérico.

2. ACTORES PACÍFICOS: GRUPOS SOCIALES INTERESADOSEN LA PAZ

La paz ha sido una construcción social apoyada en el trabajo y elesfuerzo de grupos muy específicos que han realizado aportaciones muysignificativas a su edificación. Para todas aquellas comunidades, también,que han entendido -a lo largo de la historia- que la regulación pacíficade los conflictos contribuía a resolver mejor percepciones, intereses ynecesidades enfrentadas. Regulaciones en las que no sólo se ubicabanposiciones éticas o morales, sino especialmente formas prácticas y des-trezas para velar más eficientemente por los intereses de sus comunidadeso intereses. Claro está que, también, esta máxima servía para aquellospara los cuales la guerra les generaba pocos beneficios cuando no enormespérdidas. Cuando Cicerón afirmaba: Nihil tam populare quam pacem(«nada tan popular como la paz»), era como consecuencia de constatarque la paz era un valor querido, resultaba agradable y muy beneficiosapara el pueblo, porque significaba la garantía de la unidad de las cosas,la tranquilidad de los espíritus y la dignidad reconocida de las gentes.Cabe recordar que, aunque el autor era miembro de las élites del estadoromano, caracterizado por una política expansiva e imperialista; sin embargo,aún desde esa privilegiada posición, entendía que el estado natural quese acomodaba mejor a los intereses populares, a las inclinaciones másgenerales, a las simpatías de los que gozaban de la ciudadanía(en muchasocasiones directa beneficiaria de las guerras emprendidas por el Senado)era la paz, interpretada como el acuerdo con otros pueblos, como el mayorgrado de integración y justicia, como el imperio de la ley, como el ordende las costumbres, etc. Por tanto, ¿cuáles podrían ser las razones de esteapego a la paz? Ante todo la vivencia práctica del que era el estado debienestar más acorde con las expectativas de vida de aquéllos.

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¿Hasta qué punto el «pueblo» está siempre interesado en la paz? ¿Hastaqué extremo todos los «pueblos» están interesados en la paz? Posiblemente,las respuestas adecuadas a estas preguntas no se podrán obtener hasta queno se realicen las investigaciones pertinentes en cada caso que determinenlas formas culturales, políticas y sociales que favorecen expresiones queconsolidan y promueven la paz como un valor querido; sin embargo,moviéndonos en el terreno de las hipótesis, del camino aún por recorrer,sí podríamos hacer algunas consideraciones generales. Si entendemoscomo el «pueblo» la suma de todos aquellos grupos sociales no ligadosdirectamente con las élites dominantes, no cabe duda de que ante todopudieran tener una percepción muy clara de la realidad: con la paz lasatisfacción de sus necesidades depende más directamente de su propioesfuerzo, de sus posibilidades de partida, de sus capacidades, de su «poderconstructivo». Desde luego, y en esa misma línea, son muy conscientesque resultan los menos beneficiados por la violencia (coerción, explo-tación, guerra, etc.). Es, por ello, siempre que pueden expresarlo de unamanera abierta, que son partidarios de la paz y contrarios a las formasde violencia estructural o directa que les flagelan a ellos antes que a otrosgrupos. Y, aunque, también, son cooptados permanentemente y fascinadospor los cantos de sirena utilizados por publicistas y voceros de la guerra,su resistencia a ésta ha sido, en muchas ocasiones, tan significativa comosilenciada.

También existe otra manera de abordar estas interrogantes. ¿Quiénescomponen el pueblo? Para empezar al menos un cincuenta por ciento dela humanidad olvidada: las mujeres, y como hemos tenido oportunidadde señalar, la inmensa mayoría de ellas sintonizaría predominantementecon la paz, la cual tiene un valor especial y sustantivo por cuanto conella se preserva, más tiempo, el don más preciado de todos: la vida. Otraparte, notable por su número, la formarían los niños y, aunque su voluntadno se manifieste expresa y razonadamente, no cabe la menor duda queson los más directos beneficiarios de las relaciones de armonía y concordiaentre los que pueden hacer la guerra, por cuántos éstos también los puedenutilizar como objetos y sujetos de guerra.

¿Qué decir de los ancianos? Con la experiencia acumulada a lo largode los años y siendo dependientes de la solidaridad del resto de los adultos,por su incapacidad para satisfacer por sí mismos sus necesidades, sonmayoritariamente partidarios de la paz. Ambos, por tanto, infancia ysenectud son beneficiarios directos de la todas las morfologías de la pazexpresadas como cooperación, solidaridad, o ayuda mutua.

Es decir que, independientemente de las estadísticas y pirámides quemanejemos de sexos y edades sí que se podría afirmar que «objetivamente»la mayoría de la población sería partidaria de la paz. Entrecomillamosesta objetividad porque no es menos cierto que en determinadas coyunturas«subjetivamente» estos sectores pueden ser partidarios de formas deviolencia extrema como la guerra.

Si al menos estos grupos señalados: mujeres, ancianos y niños hanestado muy interesados en la paz, también hay que señalar que han sido,particularmente, colectivos silenciados histórica y oficialmente. Y, sinembargo, no han sido los únicos que han estado en esa línea. En unoscasos por intereses muy particulares y en otros por simpatías coyunturalesotros colectivos han apostado por la paz, aunque no todos con la mismafinalidad: bien sean los campesinos y los comerciantes -como veremosa continuación-, bien los nómadas, los artesanos, los obreros, los indus-triales librecambistas, etc., estarían entre los agregados con más interés.Pero, incluso se podría decir que los máximos responsables de los ejércitostambién desearían conseguir cuanto antes -y al menor coste en vidas ybienes- los objetivos de sus guerras, aunque sólo fuese para alcanzar lavictoria, conseguir gloria y poder repartir el botín entre sus soldados.También, los soldados con la paz eliminarían las altas posibilidades deser víctimas en la contienda; así también, por fin, los propios gobernantessatisfarían sus objetivos propiamente cuando hubieran impuesto susdesignios. La guerra, por tanto, máxima expresión de la violencia, noconstituiría un fin en sí misma, ni tan siquiera un valor en sí misma, sinoun medio para alcanzar, en todos los casos, la paz, la deseada paz.

2.1. La paz de los débiles y la paz de los fuertes

Los débiles, personas y grupos, los frágiles, los sometidos, los quesatisfacen deficientemente sus necesidades, los que sufren más la violencia,puede que deseen más la paz. ¿La practican también más? Posiblementesí, porque son conocedores, consciente o inconscientemente de la depen-dencia, cuando no subyugación a la violencia, de la fuerza de los poderosos,del perjuicio que les puede causar la utilización de la misma sobre ellos.Esto les hace intentar evitar los efectos desoladores y desgarradores quesobre ellos puede causar la brutalidad en cualquiera de sus manifestaciones.A través del reconocimiento de su «debilidad» están muy interesados enque se regulen pacíficamente los conflictos, en que se normativicen todas

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las actividades para que estén sujetas a unos parámetros consensuadosy no irregulares o discrecionales; asimismo, desde su debilidad procuranbuscar todos los resquicios para conseguir la satisfacción de sus nece-sidades sin alterar, sustancialmente, el orden que les domina. Para ellos,la asimilación entre paz, supervivencia y resistencia están estrechamenterelacionados, y a esa tarea emplean sus energías mentales y materiales.

Nos podemos preguntar sobre qué significaría la paz para los pueblosque se vieran, permanentemente, sometidos. Sin duda, ante esta violencia«extra», la paz es el camino para aminorarla o regularla, aunque tambiénhaya que admitir situaciones de injusticia, «convivir con ella». Porque,en la práctica cotidiana, tanto los individuos, como los grupos tomanposiciones, de una forma o de otra, tratando de adaptarse a las prácticasque existen en la sociedad, dando lugar a consensos, colaboraciones odiscrepancias. Algunas de estas posiciones podrían ser entendidas comoclaras formas de resistencia; y, a pesar de que este término pudiera serentendido de manera dispar, dependiendo de la intensidad, complejidady objetivos del grupo que la ejerza, en cualquier caso, de una manera muygenérica podríamos entenderla como aquellos esfuerzos que los gruposhumanos dedican, en alguno de sus niveles, para preservar sus caracte-rísticas, sus condiciones de vida, su patrimonio cultural, etc. ante la acciónde otra, u otras, que por medio de su imposición tiene como objetivo laagresión, la dependencia, o el sometimiento, de la primera a la segunda.1

En ocasiones, la resistencia violenta sería la vía elegida para sostenersefrente a las intrusiones o invasiones, incluso no se puede dudar de suocasional éxito, aunque dado el grado de interrelación y de interdepen-dencia, la lógica impone otras vías de resistencia más cercanas a regu-laciones pacíficas, tales como el mestizaje o la interculturalidad, queademás actúan como resortes superadores de realidades anteriores (queestaban en conflicto aparentemente irresoluble).

Los fuertes (los grupos dominantes, los ejércitos, los dictadores, lossoberbios y las formas políticas que expanden la violencia, tales como

ciertos nacionalismos e imperialismos, etc.), aunque con otros intereses,entre otros mantener su poder originario y sus particulares formas deviolencia, también están interesados en cierta clase de Paz que puede llegarincluso a ser coincidente con grupos situados en el apartado anterior. La«dependencia»,2 aunque no necesariamente reconocida por unos y otros,acaba garantizando el status no sólo de los fuertes, sino también de losdébiles, dando como resultado una suerte de complicidades e interdepen-dencias que facilitan hasta las más inusitadas formas de regulación deconflictos, percepciones, intereses y pasiones. Mecanismos según loscuales, los fuertes pueden consolidar y perpetuar su poder, pero a cambiode estar transfiriendo permanentemente recursos y bienes a aquellos delos que depende en su dominio.

Como podemos ver intereses contrapuestos puede hacer que, contra-dictoriamente, grupos divergentes o enfrentados, puedan tener interesescomunes en la regulaciones pacíficas de situaciones dadas. Posiblementecomo señaló el filósofo Séneca: querer que la paz vuelva es bueno parael vencedor y necesario para el vencido.

2.2. Los campesinos

Las actividades agropecuarias en su conjunto y las agrícolas en par-ticular representan gran parte de la actividad en la historia de la humanidad.Entre sus características generales podemos destacar su relación directacon los ecosistemas, con los ciclos de la naturaleza, su lejanía física oformal de los centros urbanos y de poder concreto y, por otro lado, suorganización en grupos relativamente pequeños. Estos rasgos le confierenun carácter relativamente pacífico ya que la solución de sus problemasdepende grandemente de la cooperación, la solidaridad y la mutua ayudaante los cambios del ecosistema, los trabajos de temporada, las desigual-dades en la producción, etc.

La recolección, la caza, la pesca, la agricultura, la ganadería, han sidofundamentales en la sustentación de la población humana pobladora delplaneta, pero también, no sólo han sido omnipresentes sino también las1. BENABOU, M.: La résistance africaine à la romanisation, Paris, 1976. Opina que

la resistencia puede ser entendida al menos de tres formas: militar (reacción de lucha contrala ocupación extranjera), política (fuerza de conservación y oposición a la innovación yel movimiento) y sicológica (tentativa de proteger una parte de su personalidad contrala influencia de otro), aunque después habla de los aspectos económicos y culturales dela misma (pp. 15-20). Vease también: y en el coloquio sobre la Assimilation et Résistanceà la culture gréco-latine dans le monde ancien, Paris-Bucarest, 1976.

2. Cf. ELIAS, Norbert (1994) Conocimiento y poder, Madrid. Las formas de resistenciade los grupos dominados y sometidos busca el reconocimiento de sus capacidades, de supotencial de cara a una hipotética y, no siempre, explícita negociación.

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más extendidas. Desde el momento en que se produce la sedentarizaciónde los grupos humanos la agricultura -sin dejar de lado a las otrasactividades- es la garantía de su pervivencia. Hasta la implatanción delcapitalismo las actividades agropecuarias han sido absolutamente domi-nantes, incluso hoy día, cuando el mercado y el capitalismo dominan ladinámica económica, son muchas las poblaciones que permanecen ligadasa estas actividades.

Lo agropecuario se relaciona directamente con lo que hemos deno-minado actividades y trabajos de baja entropía, en la medida en quefundamentalmente utilizan los recursos almacenados en la tierra y laenergía que procede del sol. El trabajo humano, posible por la energíaaportada por estos productos, puede retroalimentar y regenerar de unaforma «natural» el ecosistema

Al representar la mayoría de la población en muchas ocasiones losagricultores han sido reclutados como soldados. A pesar de que susintereses pudieran coincidir coyunturalmente con los de los «señores dela guerra», debemos pensar que tienen una percepción y un interésestructural contrario a la guerra ya que ésta les supone el abandono desus labores y el empobrecimiento de sus campos que, además, en muchasocasiones termina con relegarlos a una situación peor que la de partida,como sucedía en la Antigüedad con la esclavitud por la deudas, perotambién hasta la misma época contemporánea donde si bien los campesinosfueron llamados a filas en las grandes guerras, también fueron los másreacios a continuarlas y los primeros que de una forma espontánea ycontravenida las abandonaron para incorporarse a sus tareas agrícolas.

2.3. Los comerciantes

La relación del intercambio comercial con la paz es algo manifiestoa lo largo de toda la historia, ha sido un móvil principal para el estable-cimiento de relaciones entre unas comunidades y otras. En muchas ocasionesla historia puede ser explicada en clave de las vías creadas para ladistribución y el intercambio de los productos, bienes y servicios (entreellos culturales) de unos y otros y, de esta forma, poder satisfacer lasnecesidades de los grupos humanos que, dicho sea de paso, es una delas condiciones primarias y primordiales para la existencia de paz. Lospropios grupos dominantes no son, en absoluto, ajenos a esta trama quetambién les garantiza un buen nivel de vida.

Y, así, en muchas sociedades, las precapitalistas sobre todo, loscomerciantes han sido apreciados muy positivamente, junto al valor dela tierra, porque la interpretación del resto de la sociedad es que cuandoel comercio es posible la paz está garantizada. Los comerciantes repre-sentarían, mejor que ningún otro grupo, las ventajas de la convivenciapacífica en diferentes ámbitos geográficos e históricos en los que ladiversidad de realidades de los ecosistemas y los grupos humanos pro-piciarían el intercambio de productos, ideas, y patrones culturales, lo queen definitiva se convertían en medio de acercamiento y compresión del«otro». Un caso claro en este sentido es el Mediterráneo, pero igualmentese podrían considerar otros mares, así como otros ecosistemas naturalesy sociales en los que la acción humana ha fomentado y explotado lascondiciones naturales para el intercambio.

Sin negar que, en algunas ocasiones, los comerciantes, han podidoapoyar acciones bélicas con el objetivo de controlar nuevos mercados,especialmente en la época contemporánea, o incluso resultar muy bene-ficiados por la industria armamentística o por los complejos asociadosa la guerra en la era industrial, no cabe duda tampoco que sólo se tratade una minoría comercial que extrae sus beneficios en perjuicio de todoslos demás. El propio análisis de Keynes, unos de los economistas másinfluyentes de este siglo, se fundamentó en la necesidad de hacer másinterdependientes a las economías nacionales para rebajar así situacionesde monopolio y favorecer las inclinaciones al intercambio en períodosde recesión o ajuste. Para él, la paz había de justificarse económicamentepor la colaboración y la asociación de naciones que unían sus destinospolíticos sobre la base de compartir su sujeción económica.

2.4. Mo Ti y La política del amor universal3

Mo Ti, o Mo-Tzu, fue un importante filósofo chino del siglo V a.C.,que influyó poderosamente entre las clases populares y desposeídas, muyposiblemente, porque su mensaje dirigido a campesinos, pequeños arte-sanos y propietarios era comprensible por muchos y alentaba a la esperanza

3. MO TI (1987) Política del amor universal, Madrid. A pesar de que es referidoen el trabajo sobre la China Antigua del profesor Pedro San Ginés, dada la importanciade sus presupuestos -aún mayor si consideramos su ubicación geopolítica y cronológica-optamos por concederle un lugar privilegiado en nuestras referencias.

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y la redención de un orden más justo y pacífico que, por extensión, debíacompartirse con todos al margen de su condición social o económica. Porello, el principal mensaje que destila su literatura es la justicia y el amoruniversales, que deben de practicarse en todas las acciones, tanto lascotidianas, como las importantes. Se trata de un ideal de vida que formala personalidad individual bajo los valores de justicia, equidad, sobriedad,razón, etc. con el fin de proyectarla socialmente, de extrovertirla a losdemás, con el ejemplo. Desde el punto de vista de la construcción socialy de la formación política resulta del máximo interés la influencia de MoTi en religiones y culturas más occidentales, desde la India hasta el orientemediterráneo, porque daba claves para poder edificar formas cada vezmás complejas de convivencia y entendimiento humano. La incorporaciónal análisis de la realidad de la variable ‘amor’, es de una importanciasustancial para entender el grado de compatibilidad humana, teniendo unagran proyección sobre la construcción de nuevas religiones como elcristianismo, o sobre formas políticas como la democracia, o sobre fun-damentos económicos como la solidaridad y la interdependencia.

2.5. Las Organizaciones No Gubernamentales

Las organizaciones no gubernamentales, con su corta existencia his-tórica, están jugando sin embargo un importante papel político, socialy económico en la construcción de la paz mundial. Se han acabadoconvirtiendo en unos actores casi imprescindibles para hacer la historiade la paz a través de su carácter cívico, diplomático, paliativo, mediadory reconciliador. Las ong’s formadas por una ciudadanía activa y com-prometida, da vigor y vitalidad a la sociedad civil democrática queexpande su concepción desde lo concreto a lo universal, desde la ayudasolidaria a la justicia. A través de la denuncia y la crítica de las lacrasy causas que motivan los conflictos internacionales, regionales, nacio-nales o locales (hambre, pobreza, armamentismo, etc.), con su trabajoen los campos del humanitarismo (desarrollo alternativo, apoyo a lasmujeres y la infancia, medioambiente, derechos humanos, etc.) y sucapacidad de gestión y de adaptación a los niveles micro y macro (grandescatástrofes o proyectos y programas pequeños) han permitido revivir,notablemente, un conjunto de valores para continuar la difícil tarea dela construcción de la paz y de la historia de la paz en el planeta, talescomo la solidaridad, la amistad, la caridad, el altruismo, la interdepen-

dencia, el sacrificio, la generosidad y entrega, la justicia, etc. Es también,su trabajo, un viaje de ida y vuelta, que busca la reciprocidad, que persiguela intersubjetividad y el diálogo porque el que ofrece paz quiere recibirtambién comprensión y paz.

Esta nueva ciudadanía con vocación universalista es también una nuevafuerza creadora de opinión que ha acabado incorporando a la agendapolítica internacional cuestiones como la defensa de los derechos humanos,la ayuda humanitaria y el derecho de injerencia ante peligros y desastresmanifiestos, la paz positiva es, también y asimismo, para ellas un valoren alza y construcción sin el cual no es posible la existencia armónicade la especie humana (y con el resto de la vida sobre el planeta). Igualmentelas ong’s son, cada vez más, auténticos actores autónomos con una grancapacidad de gestión, decisión, realización y evaluación en múltiplescampos; que mueven muchos recursos, tanto humanos, como financierosy de opinión; que han adquirido un status político y diplomático sobre-saliente en organismos supranacionales y que, incluso entran en choquede competencias con ellos. En definitiva se están constituyendo en unosimportantes actores pacíficos que hacen (peacemaking) y construyen(peacebuilding) la paz en zonas de conflicto llevando sus recursos y susactivos; haciendo presencia de la diplomacia popular no-violenta pararesolver, in situ, múltiples conflictos.

3. MOMENTOS HISTÓRICOS PACÍFICOS

Los presupuestos que estamos esbozando nos permiten realizar unamirada crítica a los propios manuales de historia, mirada en la quebuscamos momentos históricos en los que podamos suponer que hayaexistido la paz. Así podremos recibir una inmediata doble impresión: queson pocos los momentos catalogados como tales (o que se reducen a lapaz negociada o como paz como tratado que declara el final de unacontienda), aspecto éste que no sucede con las guerras que sirven comogenérico indiscriminado de periodos enteros;4 segundo que existen muchos

4. Por sólo citar algunos ejemplos muy claros de tal vaguedad nominal: Guerra delos Cien Años, Guerra de los Treinta Años -no estuvieron los actores haciendo la guerradurante todo este período-, Primera Guerra Mundial y Segunda Guerra Mundial,Periodode Entreguerras, Guerra Fría, Guerras de Oriente Próximo, etc. -por fortuna la mayorparte de la población mundial no estuvo implicada en estas guerras.

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períodos de la historia que carecen de contenidos por cuanto la formaen que se han ordenado los acontecimientos y la jerarquía de valoresacometida enajena tiempos que son calificados como ‘sin valor’ o ‘sininterés’. Es decir podemos observar con gran perplejidad cómo no sabemosen muchas ocasiones que ocurrió durante años y años con millones depersonas en la Historia de la Humanidad. ¿O debemos de suponer queestaban incluidos en los epígrafes generales elaborados desde una ópticaetnocentrista? Y por tanto inmiscuidos en acontecimientos (entre ellos lasguerras) en gran parte de los cuales ni llegaron a participar o tuvieronconocimiento de los mismos de una forma lejana e indirecta o se vieroninfluidos escasamente por ellos. Con un poco de perspicacia sabemos queaquello no es cierto, que la Historia que aparece en nuestro manuales olvidamuchos acontecimientos tan cotidianos, como importantes, que omitepueblos y culturas que por estar en un nivel de desarrollo o un estadiohistórico anterior al nuestro son considerados como inferiores, o que lasformas funcionalistas y marxistas de clasificación de las etapas históricashan sido marcadas por los acontecimientos de violencia, entre ellos laspropias guerras.

Cabría otra posibilidad, completamente especulativa por el momento,y es pensar que esos periodos «silenciados» lo son porque de hecho nosucedía nada que rompiera la «normalidad pacífica», aquella en la que lainmensa mayoría de los conflictos se regulaban y reglamentaban pacífi-camente. Aquellas realidades en las que las fuentes directas, o bien handesaparecido por cualquier circunstancia, o no «creyeron» reflejar acon-tecimientos sin apenas importancia, sin ninguna gesta especial de podergrandilocuente, sin ninguna actividad «visible» por encima de las demás,sin ningún acontecimiento que podríamos denominar de alta entropía.

Y, sin embargo, existen no obstante, al menos, algunos períodos quela propia historiografía ha considerado, de forma consensuada, comofructíferos, creativos y pacíficos, tanto desde el propio origen de lahumanidad, pasando por la China Antigua, el Mediterráneo o las religionesentre el Próximo oriente y la India, todos ellos períodos y tiempos dondese actuó y se pensó para crear y potenciar muchas posibilidades en lasregulaciones pacíficas de los conflictos, en formas superiores de creaciónartística, en expresiones culturales que subliman a la familia humana. Y,aunque muchos de estos períodos se han acabado incorporando a lasclasificaciones realizadas por la historiografía, lo han hecho todavía conun carácter subsidiario, sin encontrar el lugar y el acomodo adecuado asu importancia. Nos referimos, como ejemplo, a la denominadas Edad

de Oro para resaltar el momento álgido de una sociedad o una cultura,como podría ser la Paz de Westfalia, al denominado Siglo de las Luces,o al período de los Milagros económicos.5 Recobrando el paradigmaanterior, las guerras siguen siendo los acontecimientos que hacen departeaguas, que delimitan y clasifican, mientras los períodos de paz nohan tenido aún esa fuerza y consideración, como por extensión aún nola tiene una Historia de la paz.

3.1. La paz de Dios6

En la Europa de la Alta Edad Media (especialmente en los siglos VIII-XI) la idea de paz sirvió de nuevo para buscar el re-equilibrio políticoy la armonía social. Este nuevo impulso adquirió una amplia dimensión,desde su oposición al pillaje y la violencia, hasta un rearme espiritual ycosmológico. La Iglesia fue la institución que encabezó tal movimientoe intentó que tuviera repercusión en todos sus ámbitos de influencia: elcuerpo, el alma y la sociedad. Además la Iglesia católica era prácticamentela única institución que tenía capacidad para atravesar la frontera de losestados y poder servir de vehículo unificador ante un pasado común detodo Occidente.

Probablemente, tal como se puede deducir del propio significado dela época, las dimensiones de la posible crisis hay que enmarcalas dentrode un período general de cambio, de búsqueda de nuevas soluciones aproblemas a veces demasiado antiguos. Aunque también hay que decirque tales planteamientos no cuestionaron en lo esencial las fuentes delpoder establecido.

En las décadas anteriores se hicieron más palpables algunas tensionesy conflictos sociales como pudieran ser las relaciones entre la institucióneclesiástica y los señores feudales, entre la amplia gama de poderes

5. La Edad de Oro forma parte de la mitología occidental desde que Hesiódo en Lostrabajos y los días relata que hubo al principio una raza de tal metal, cuyos hombres vivíancomo dioses, libres de padecimientos, no conocían la vejez, no estaban sujetos a la leyesdel trabajo, etc. Las tierras producían abundantes cosechas y vivían en paz. El mito quedoasociado en la Antigüedad a la Justicia y la Buena Fe.

6. CONTAMINE, Philippe (1984) «X. 2. Paz y tregua de Dios. Ética caballerescay cruzada, 5. El pacifismo medieval y sus límites», La guerra en la Edad Media, Barcelona,339-350, 362-367.

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sinodiales, también entre ricos y pobres, en la agudización de tensionesde tipo teológico que se plasmaron en diversas formas de rebelión,desobediencia y guerras. En este panorama es donde la paz resulta másreclamada, más querida, más necesitada, tanto por unos como por otros.Y si es necesario, para rescatar climas de paz, incluso se retoman laspropuestas de paz presentes en las sagradas escrituras (el pueblo de Dioscomo pueblo que debe permanecer en la alianza) e incluso las propuestaslatino-paganas para readaptarlas a las nuevas situaciones.

En semejante contexto, la Paz de Dios (pax Dei) suponía limitar lasacciones violentas contra los componentes eclesiásticos y sus propiedadespara después irse extendiendo a otros actos de guerra y sectores comolos agricultores y los pobres. Parte de esta protección se manifestaba enla solicitud de una especie de salvoconducto para todos los no combatientesy sus bienes (eclesiásticos, peregrinos, eremitas, conversos, mercaderes,mujeres, ancianos, niños, etc.). Su predicamento variaría, también, enfunción de la fortaleza de los estados para mantener el orden en susdominios. Por ejemplo, mientras que las formas imperiales, en Alemania,habían logrado una cierta «paz pública»; en el sur de Francia la autoridadde los reyes estaba en franca competencia con la de los señores feudales,dando lugar a mayores espacios para la arbitrariedad y el desorden. Estapuede ser la razón principal por la cual la Paz de Dios consiguió iniciarsey continuarse con más éxito en este último territorio.

Las discusiones al respecto quedaron perfectamente reflejadas en lasdeliberaciones y los términos de los debates sobre: pactum pacis, cons-titution pacis, retauratio pacis et justiciae, pax reformanda, etc., de losconcilios de Puy (975), Charroux (989), Narbona (990), Limoges (997),Poitiers (1.000), Toulouges (1.027), Bourgues (1.038), Letrán (1.139), etc.

También resultó importante la denominada Tregua de Dios (treguaDei), que limitaba en el tiempo la realización de actos violentos, impi-diendo a los cristianos luchar durante ciertos días de la semana (comen-zando por fines de semana y ampliándose hasta llegar a cuatro díassemanales), o durante ciertas fechas muy señaladas del calendario litúrgicoo cristiano (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, Rogaciones, Pente-costés, fiestas de la Virgen, etc.). Estas proposiciones tuvieron su primeraexpresión en Provenza pero se expandieron hacia otros lugares de Francia(Aquitania, Borgoña, Normandía, Vienne, Besançon, etc.) e Italia. Final-mente estos acontecimientos tuvieron su repercusión en el conjunto delos poderes públicos, especialmente reyes y príncipes. Al pasar de unapaz personal (de unos determinados tipos o colectivos protegidos) y

temporal (tregua) hacia una paz territorial, se proclamaba triunfante elderecho público frente al derecho privado, tal y como se podría interpretarel significativo ejemplo adoptado por Federico Barbarroja que el 1.158proclamó la paz para toda Italia.

En este movimiento participaron, no sólo las autoridades eclesiásticas,sino también las autoridades políticas, pero también ciertos movimientossociales e institucionales (hermandades, municipios, etc.), lo que nos indicala permeabilidad de estas ideas y la posible interacción en la toma dedecisiones por parte de los poderosos y el sentimiento popular. Pruebade ello son, también, las agrupaciones de «herejes»: cátaros, husitas,valdenses, etc., que de una u otra forma sí llevaban hasta sus últimasconsecuencias una interpretación del Evangelio, de la tregua y de la pazde Dios, porque se oponían a todas las formas de guerra, a matar a sussemejantes, e incluso predicaban la no violencia y el amor como eje centralde la convivencia política7 .

Una manifestación de estas controversias fue la promoción de loscaballeros de la paz y la creación de unas milicias de la paz, llegandoa ser auténticas Miles Christi, hasta cierto punto motivadas por la oposicióna los señores feudales y contra los poderosos que ejercían libremente supoder brutal sobre el conjunto de la población, sin que atendieran a losllamamientos de las treguas o no sintieran como suficientemente intimi-datoria la ex-comunión, por ello estas milicias se hicieron protectoras delos pueblos y de los humildes. De esta manera la paz aparece como unvalor espiritual ligado a la equidad y la justicia, aunque ello a costa deque finalmente la Iglesia terminara bendiciendo las armas (y las guerras)«justas», llegando a elaborar, a lo largo de los años, todo un protocoloal respecto, sobre el ius ad bellum y el ius in bello8 .

A pesar de reconocer la gran renovación pacifista de este movimientoes necesario, también, reconocer sus limitaciones, sobre todo en cuantoque no cuestiona las formas de violencia más institucionalizadas comoson las guerras, la explotación y la desigualdad económica y social; endefinitiva es retomar de nuevo el debate de la «guerra justa».9

7. Cf. DÍAZ DEL CORRAL, E.(1987), Historia del pensamiento pacifista y no-violentocontemporáneo. Barcelona, 29 y ss.

8. Víd. BOBBIO, Norberto (1992), El problema de la guerra y las vías de la paz.Barcelona, 51 y ss.

9. No es fácil delimitar lo que tiene este concepto de «justa»-pacífica y de «guerra»-violencia. En realidad, y tal como lo hemos manifestado en párrafos de este libro, podríamos

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Así los criterios de persona, res, causa, animo y auctoritas, dados porLaurentius Hispanus (1.210 circa) ponen teóricamente unas condicionesdifíciles para la realización de una guerra. Algo parecido ocurre con laelaboración de un serie de ritos religiosos en los que la Iglesia bendicea las armas y los ejércitos pero a su vez les pone determinadas condiciones.O, incluso, porque en su manifestación contemporánea más negativa (deépoca medieval) sirvió para dar legitimidad a las Cruzadas, y aunquemuchos de estos llamamientos sirvieron para unir intereses cristianos -tradicionalmente enfrentados- lo hicieron buscando un enemigo externo(infieles y herejes) y volcando muchos recursos para imponer la voluntadcatólica, en Jerusalén, por la fuerza de las armas.

3.2. La paz como firma de un tratado

La paz como firma de un tratado, como la clausura final de una guerrao de un enfrentamiento es, posiblemente, la forma de paz más conocida.Pero su significado es aún más importante, para nosotros, por cuantoinaugura un periodo de regulación por vía pacífica de los futuros conflictos.No es de extrañar que el derecho internacional y junto a él, el derechodiplomático hayan dedicado mucho tiempo a discutir los términos juris-diccionales, las sistemas de gestión o las formas de protocolo en que laspartes enfrentadas, los mediadores, los conciliadores, los árbitros, etc.,deben establecer las futuras reglas, precisamente porque se piensa quese están sentando las bases para un futuro que se prevé largo. Tambiénrecogen, en muchas ocasiones, los sentimientos y los deseos de gruposy sectores de la población que a lo largo de la contienda han expresadosus necesidades, o detallan las formas políticas y sociales sobre las quese va a establecer la futura convivencia.

Continuando con la propuesta que hacíamos más arriba, estos acon-tecimientos, estas paces, deberían de designar todo el periodo que les siguey no sólo el momento del acuerdo. Así reconoceríamos que hay periodosde paz que duran muchas décadas, al menos una paz tal como la enten-

demos, imperfecta, pero en la que no hay enfrentamientos, violencias yguerras que alteren o resulten tan significativas que rompan la etapa depaz. Siguiendo con ese ejercicio podríamos reconstruir una línea geomé-trica del discurrir histórico en la que los hitos de la paz estuvieran bienrepresentados y los segmentos de paz (imperfecta) fueran fácilmenteperceptibles, para apreciar con toda claridad que los períodos de guerrason significativamente pequeños frente a los ciclos de paz. Esta realidad,sin embargo, no acaba reflejándose debidamente en la periodización, nien la interpretación de la historiografía, en gran medida también ocurreigual acerca de los términos en los que se elaboran los tratados y elseguimiento histórico sobre el cumplimiento escrupuloso de los mismos.

3.3. Planes de Paz

Los investigadores de la paz han identificado como «planes de paz»algunas propuestas elaboradas por gobernantes, políticos o filósofos. Enmuchos casos, el origen y la finalidad de los mismos ha sido dar unarespuesta crítica a los planes de guerra o a los planificadores de las guerras.También, muchos proyectos nacieron para motivar la formación decoaliciones de naciones y gobiernos para establecer formas políticassuperiores que, previnieran la guerra o se adelantaran a intereses contra-puestos y enfrentados, que estuvieran fundamentados en equilibrios yformas de seguridad garantizada. Fuesen planes políticos, ideológicos,jurídicos o económicos, los mismos permitieron -en el momento deconvertirse en literatura- divulgar nuevas propuestas, motivar novelesideas y, especialmente, siempre que no pasaran desapercibidas ocasionardebate entre las élites intelectuales de su tiempo, quedando en la actualidadcomo un conjunto de proyectos que sirven para reconstruir la historia dela paz.10

Citaremos, a continuación, los que creemos que fueron más importanteso relevantes en su tiempo. Hasta el siglo XVI destacaron las obras de PierreDubois (De recuperatione Terre Sancte, c.1306); Dante Aligheri (De

decir que estamos ante un concepto «mediador» entre la guerra y la paz, en cuanto quearticula distintas posibilidades entre una y otra, frenando o impulsándolas, dependiendode las circunstancias y la correlación de fuerzas al respecto.

10. ARON, Raymond (1985) Paz y guerra entre naciones, Madrid, 197-223; BOUTHOL,Gaston (1984) «Los planes de paz políticos», Tratado de polemología (Sociología de lasguerras), Madrid, 665-718.

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Monarchia, c.1310); Marsilio de Padua y Juan de Jandum (Defensor Pacis,1324); así como el propio Erasmo de Rotterdam, el cual en su Querellade la Paz, 1517, hace su propuesta entendida en el contexto de la crisisde conciencia en el mundo cristiano ante las guerras de religión, y sobrelos términos en que debe contemplarse el fenómeno de la guerra, comohecho contrario al ideal apostólico y ecuménico universalista y pacifista(convencer por la palabra y no por la espada). En su obra pretende dialogarcon los humanistas señalándoles que la verdadera «paz reside en elpueblo», único con deseos para garantizarla frente a la «locura» y las«pasiones» de los reyes y príncipes ávidos de poder. A su estilo, Erasmopreconiza la solución de conflictos mediante una revisión sincera de lasacciones diplomáticas y la utilización de herramientas que agoten la guerray generen espacios de paz, tales como: fijación de fronteras, arbitraje dealtas autoridades morales y religiosas, llamamiento a la fraternidad cris-tiana, etc.11

De los siglos XVII al XVIII, el número y la calidad de las propuestasaumentaron significativamente, entre ellas las de Emeric Cruce (The newCyneas, 1623); Maximiliano de Béthune, duque de Sully, (Grand dessein,c.1620); Hugo Grotius (De jure belli ac pacis, 1625); William Penn (AnEssay towards the Present and Future Peace of Europe, 1693); JohnBellers (Some Reasons for an European State, 1710); el abate de Saint-Pierre (Memoires pour rendre la paix perpetuelle en Europe, 1712); J.J.Rousseau (Un proyecto para la paz perpetua, 1761); Jeremy Bentham(A Plan for Universal and Perpetual Peace, c.1786); Immanuel Kant (Zumewigen Frieden, ein Philosophischer Entwurf, 1796). Posiblemente, estasdos últimas las más conocidas y valoradas por los expertos, teniendo laexposición de Kant una influencia sin parangón en nuestros días. En cuantoa Bentham, es, en su obra, un adelantado de muchas propuestas posterioresrealizadas por el pacifismo de base burguesa y obrera: limitación de losarmamentos, diplomacia abierta y no secreta, renuncia a emprender guerrasde conquista, intercambio comercial como base del progreso y la confianzaentre las naciones. Bentham pretende crear un conjunto de normas vin-culantes -moral y políticamente- a todos los estados, ampliar jurídicamenteel papel del derecho internacional para que éste sea una contención a larivalidad geopolítica y económica entre las naciones y crear unas insti-

tuciones estables donde se litiguen los problemas, a modo de un tribunalde arbitraje, así como un parlamento de la paz donde se discuta cómoconstruirla y hacerla fuerte.12

Durante el siglo XIX, los planes de paz fueron más claramente frutode un diálogo de sus autores con movimientos sociales, sociedades y gruposmuy organizados que contestaban las agendas de sus gobiernos, o queproponían alternativas a las políticas que amenazaban la paz, fuesen éstos:William Ladd (An Essay on a Congress Nations, 1840); Jay (War andPeace, 1842); Bluntsehli (Europa als Satenbund, 1878); o Larrimer (TheInstitutes of the Law of Nations, 1884). Asimismo, a ellos se unieron losdebates en el seno de las organizaciones obreras, así como los teóricosanarquistas, socialistas o igualitaristas que escribieron sobre la paz, enrelación con la justicia social, contra el poder creciente de los estados,o sobre el deber de los ciudadanos para preservar los niveles de libertad.Fuesen estos William Godwin, H. David Thoreau, William L. Garrisono L. Tolstoi, cada una de sus propuestas y orientaciones significó unaaportación de interés para la construcción de la paz, y para la elaboraciónde una historia de la paz.

En el siglo XX, los planes para construir la paz han aumentadosignificativamente en número e importancia, entretejiéndose una relacióncada vez más estrecha con la construcción del derecho y la sociedadinternacionales. Experiencias como la Sociedad de Naciones, las NacionesUnidas y otras formas institucionales siguen esa trayectoria de pensar enla paz, planificar los futuros, edificar sus posibilidades y hacer realidadalgunas propuestas. Algunas de estas últimas, como la Declaración Universalde Derechos Humanos, están siendo instrumentos importantísimos paraseguir construyendo la paz en el mundo y para tener referencias concretasy horizontes a los que aspirar.

4. ESPACIOS PACÍFICOS

En el mismo sentido que hemos propuesto revisar las referenciastemporales de la historia ahora aspiramos a revisar las espaciales. Aunquelas historias que manejamos (manuales, enciclopedias, obras de referencia,

11. CASTELLANO, Juan Luis (1993) «La paz en Erasmo», MUÑOZ, F.A. (Ed.) Laconfluencia de culturas en el Mediterráneo, Granada, 277-288.

12. Cf. MARTÍNEZ GUZMÁN, Vicent (ed.) (1995 ) Kant: La paz perpetua, doscientosaños después, Valencia.

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etc.) se intitulan de «universales», en realidad sólo se trata de una pretensióno, en el mejor de los casos, de una aspiración. Los propios historiadoressaben que no pueden acceder, que no pueden abarcar (en otras ocasiones,lamentablemente, lo olvidan) a «todos» o a un gran número de actores,periodos y espacios. La pretensión contraria también podría ser tomadacomo una ingenuidad, y no le faltaría razón a quien así lo pensara, porqueni tenemos, ni tendremos, capacidad para abarcar absolutamente todas lassituaciones de la historia de la humanidad. No obstante, a pesar de estanecesaria cura de humildad que, en el terreno historiográfico ha llevadoa una fragmentación de la Historia con mayúsculas (especialmente laHistoria Social) y al nacimiento de muchas nuevas historias, las cualesmás allá de las primeras desorientaciones están enriqueciendo sustancial-mente el panorama general; cabe, todavía, preguntarse si para la com-prensión global de la familia humana no debemos insistir más en buscarlos parámetros y las proporciones de lo que queremos denominar como«universal» y, con ello, no olvidar a muchos pueblos, categorías socialeso grupos que no pueden inscribirse en nuestras categorías de análisis etnoo euro-céntricas, con la primera finalidad de no desdibujarles, de nodesubicarlos de los mapas geográficos e historiográficos. En este sentidola historia de la paz quiere contribuir, desde su pretensión de universalidad,a abarcar más, a incorporar muchas más variables, a comprometernos aagregar más actores y espacios en nuestros juicios de valor histórico, atener presente otras experiencias, mentalidades y formas de ver e inter-pretar el mundo, corrigiendo así las nuestras: pretendidamente globales.Pero no se trata sólo y simplemente, de anexar más, sino de reorientar,de cualificar más y mejor nuestros juicios generales, y de reflejar mejortodas aquellas perspectivas y enfoques que puedan ser significativos parauna mejor y global comprensión del género humano.

Si hubiéramos de sugerir un ejemplo para reforzar lo dicho, podríamosencontrarlo en la -estimamos que mal llamada- Primera Guerra Mundial,el calificativo de mundial es, como poco, pretencioso y bastante orientativode quiénes han colocado tal etiqueta; no porque neguemos que muchosde los efectos de la guerra pudieron -de manera directa o indirecta- afectara muchas naciones y pueblos, y hemos de suponer que a bastantes másque otras guerras anteriores, aunque también habría que añadir que losescenarios de tal guerra estuvieron, esencialmente, en Europa; sino porqueuna focalización tan específica y singular en la guerra no permite ver otrasrealidades, no sólo ya en los países no directamente involucrados en elfenómeno bélico, sino entre aquellos otros que por la lejanía al foco central

del conflicto, o por tener economías y políticas no directamente implicadasen los intereses en guerra quedarían -en consecuencia- negados o, en elmejor de los casos, ocultos. Tal cosa -la ausencia real de guerra- se podríacomprobar en muchos escenarios o geografías -más o menos lejanos alos lugares donde tenían ocasión las terribles operaciones bélicas- en dondemiles de personas, no sólo seguían conviviendo pacíficamente, sino quese mostraban poco conscientes y ajenos a lo que pudiera ocurrir entreVerdún y Tannenberg. Qué se podría decir de miles de africanos indígenas;de cientos de etnias latinoamericanas; de ciudadanos instalados en lasantípodas a Europa; de los millones de campesinos en el lejano oriente.No es que neguemos que los que tuvieran conocimiento de aquella guerrano sintieran el horror y la solidaridad de la desgracia ajena, o supieranpreveer en su justa medida el calibre de tal debacle para el género humano,en absoluto; sino que, desde un punto de vista histórico, aunque seancoetáneos en el tiempo al fenómeno bélico, no lo son sin embargo en lascoordenadas esenciales que dirigen sus destinos políticos y sociales. Eneste sentido, la guerra no fue tanto la partera de la historia -según la ideahegeliana-, sino más bien la paz, la paz posterior a la guerra, fue la queverdaderamente modificó fronteras, condicionó los tiempos venideros yglobalizó, algo más, los destinos de toda la humanidad. La guerra hechapor unos pocos -comparándola con el resto de la población mundial- nocondicionó tanto como su paz posterior que, concebida por menos todavíaque esos pocos (los vencedores) obligó a muchos y por mucho tiempo.Una vez más, habría que decir que son más importantes para establecercategorías históricas, las paces que las guerras, por cuanto si estas sontan poco duraderas en el tiempo, como destructivas en bienes humanosy materiales, las paces condicionan por más tiempo y de manera másprofunda; también este mismo argumento sirve para la categoría anterior-mente puesta en solfa: la condición de mundial. Válganos decir estageneralización (aún por demostrar de una manera más empírica): si lasguerras condicionan a ciertos actores y determinados escenarios, las pacesamplían el número de aquéllos y la geografía de éstos.

Pero, como con cierta facilidad, el ejemplo anterior podría sugerir -por su cercanía en el tiempo y por ser un hito muy conocido- una lógicaconsecuencia de los más duraderos y constantes efectos de la crecienteglobalización en el planeta, con los matices que hemos expuesto, es decir,que el concepto global o mundial sirve a unos intereses y se legitima desdeuna determinada historiografía; y, además, no conviene tampoco olvidarque, tal concepto, es y se caracteriza porque está en permanente expansión

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o extensión: los que calificaron a la «gran guerra» como mundial, pudieroncomprobar que la que le siguió veinte años después era aún más universaly que, un holocausto nuclear hubiera sido -en caso de haberse producido-aún más cosmopolita.

Pues bien, sentado que nos hallamos ante procesos y efectos cada vezmás mundializadores y globalizadores, que no hemos querido nunca negarsino matizar; no obstante, no conviene olvidar que tales condicionescorresponden sólo a los últimos siglos de la dilatada historia de la huma-nidad. ¿Cuáles eran las situaciones anteriores para lo que intentamosdeterminar como la existencia de espacios pacíficos? No se puede tampocoen este caso generalizar, pero si se nos permitiera hacer una retrospectivageneral podríamos sugerir que las sociedades que han tenido más difi-cultades de adaptación al medio natural o que no han sabido acumularla suficiente riqueza para mejorar sus condiciones de vida y atender asus necesidades han acabado sucumbiendo; igualmente, aquellas otrassociedades cuyos modelos políticos y económicos se han fundamentadoen el uso sistemático de la violencia o en excesivas concentraciones depoder tampoco han conseguido armonizar sus intereses a los de otrassociedades gastando excesivas energías en su dominio, o incluso hanacabado haciendo un abuso de su entorno natural agotando su propiomodelo; asimismo, han existido otras sociedades que imponiendo ciertogrado de violencia sobre otras comunidades, y habiendo optimizado ciertasformas productivas o de poder, han conseguido organizaciones cada vezmás complejas de producción social, a cambio, de procesos más o menosvisibles de mestizaje, interculturalidad e integración. Sean éstos u otrosmodelos los expuestos de épocas precedentes, los espacios pacíficos sehan conseguido cuando las sociedades han alcanzado ciertos grados deequilibrio, seguridad y sostenibilidad. Cuando alguno de estos principios-o todos- se han perdido o deteriorado se apunta el límite de extinciónde esa sociedad, bien por propia incapacidad o bien por conquista de otracomunidad. Tampoco conviene despreciar que, en una situación de pococontacto entre modelos sociales diversos, podría darse o garantizarse mejoruna mayor perduración de los arquetipos, dicho de otro modo: a mayoraislamiento más posibilidad de mantener en armonía el modelo social;aunque, sin embargo, también cabe señalar que precisamente la riquezahumana (genética, patrimonial, cultural, etc.) se ha hallado, siempre, enla capacidad de contacto, de intercambio y de compatibilidad.

Por esto consideramos que los espacios pacíficos han estado y estaránen aquellos modelos políticos, sociales, económicos y culturales que sean

capaces de armonizar o conciliar sus necesidades con sus deseos, suspotencialidades con sus realidades, cuando sean aptas para mantenerequilibrio, seguridad y sostenibilidad. Posiblemente, en tiempos preca-pitalistas13 , dada la organización de la producción, las escasas concen-traciones de poder (negativo y destructivo) y las formas moderadas deviolencia sistemática (aún no con el carácter de holocausto u omnicidio)permitiría hablar de más espacios pacíficos. Si esto es así, una concienzudahistoria de la paz nos ayudará a conservar o despreciar esta hipótesis.Lo que no parece menos cierto es que, en el estadio en el que estamosdentro del proceso creciente de globalización, tanto la paz, como la guerray todas las formas de intermediación y negociación pacífica de los conflictos,están acabando por afectar, de una manera creciente, a más actores yespacios. Lo que también quiere decir que allí donde se siembra y construyela paz hay más posibilidades de extenderla, porque la retícula planetarialo permite, pero la inseguridad también está en que las formas inclusolocalizadas de guerra y conflictos violentos, igualmente acaban afectandopor cuanto la interrelación planetaria es también mayor. Ese es, por tanto,el reto y el desafío a nuestras voluntades presentes: hagamos lo quehagamos, sea positivo o negativo, acabará repercutiendo en el resto dehumanos del planeta.

Cabe, también, complementar la terminología utilizada de ‘espaciospacíficos’ refiriéndonos a otra dimensión más concreta y material de lacategoría. Cuando hablamos de espacios pacíficos nos podemos estarrefiriendo a lo que, históricamente, han sido los edificios destinados,sancionados o consagrados a la paz, aquellos que por haber albergadouna función pública, oficial o solemne -en menor medida si han sidoespacios privados, aunque también han tenido su funcionalidad y origi-nalidad-, tenían que estar reconocidos legítimamente como carentes deviolencia, como superficies y atmósferas que propiciaban el respetogeneralizado o que, de manera consensuada, eran admitidos como espaciosde paz, o más bien habría que decir donde las formas de la guerra o dela violencia extrema deberían quedar completamente ausentes; bien fueransantuarios, templos, monasterios o cementerios, cuyo marcado carácterreligioso hacía que su dimensión espiritual les diera una más acreditadalicitud; bien fueran hospitales, sanatorios u otros centros de salud físicay mental; o bien se tratara de colegios, orfanatos, casas de recogida o de

13. Cf. HOWELL, S. - WILLIS, S. (eds) (1989) Societies at Peace; London-New York.

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asistencia, dedicados a la beneficencia, todos ellos espacios de rehabi-litación que habían de ser, igualmente, respetados porque implicaban elalbergue de una humanidad incompleta o deteriorada; bien aludamos abibliotecas, universidades u otros centros del saber porque donde se suponeque está la ciencia está el diálogo y la tolerancia; bien nos refiriéramosa palacios de justicia, chancillerías o cualesquiera otros tribunales, en loscuales la paz era necesaria para impartir con corrección y ecuanimidadla justicia, caracterizada por su ceguera y neutralidad; o bien aludiéramosa edificios o centros de diplomacia, como embajadas y legaciones, ocualquiera otros espacios destinados a la representación diplomática tambiénserían respetados como tales espacios de paz. En este sentido, tanto laPaz de Dios, como el propio concepto de humanidad, junto a la cons-trucción del derecho diplomático o de la sociedad internacional han idoconformando estos espacios para el uso de la paz, como zonas neutrales,como áreas francas donde se puede encontrar, en mayor o menor medida,una cierta inmunidad y seguridad.

También, por último y de manera breve, hay que aludir a los espacioscaracterizados como símbolos de la paz. En esto cada sociedad ha idoconstruyendo, a través de formas iconográficas, de programas urbanísticos,de edificios emblemáticos o de lugares simbólicos sus propios espaciosde paz, o dedicados a expresar o significar la paz (ausente, conservadao soñada). A ello se han dedicado formas estatuarias o iconológicasdiversas, muy pocas sin embargo han conseguido la categoría de univer-sales y mundialmente reconocidas, tales como la paloma, de claras re-miniscencias bíblicas. En otras sociedades, como las europeas, los mo-numentos recordatorios al soldado desconocido -auténticos cementeriosen mitad de la trama urbana- son una forma de reconciliación y llamamientoa la paz sobre la base de rememorar la guerra. En otros casos se hanabandonado espacios derruidos, tal y como los dejó los efectos de losbombardeos, son los pueblos muertos o pueblos de la guerra, memoriasvivientes de un pasado de horror y muerte. En otras sociedades, espe-cialmente indígenas, el espacio de paz puede venir simbolizado por unespacio natural y ecológico, un claro en el bosque o un lugar concretoen una montaña, en muchas ocasiones suele ser un ámbito sagrado porquealberga antepasados o porque en él se celebró un acontecimiento quepermite recordar la paz deseada. Sean unas u otras formas, de esta o aquellasociedad, la humanidad tiene la necesidad de representar aquello queespecialmente desea y valora. Es precisamente, por último, la capacidadcomprensiva e intelectiva de los símbolos, de las formas artísticas, o de

los componentes míticos que adquieren -con el paso del tiempo o por lasanción de la mayoría- lo que acaba convirtiéndolos en universalizables.

5. ACONTECIMIENTOS PACÍFICOS

Aunque hasta ahora hemos separado en la Historia de la paz entreespacios (lugares) históricos de paz, momentos históricos de paz y, actoresy actrices, que construyen o ayudan a edificar la historia de la paz; enla práctica, tal división sólo existe como artilugio intelectual que nospermite seccionar o diseccionar los acontecimientos para comprender asímejor su devenir. En realidad en todos los casos anteriormente expuestosnos encontramos con múltiples combinaciones de esos elementos funda-mentales. No obstante, sí es cierto que desde la última mitad de nuestrosiglo XX existen, al menos, dos realidades que ciertamente combinanmejor que ninguna otras todos los elementos en juego: espacio, tiempoy actores. Son realidades tan dinámicas, tan movilizadoras de recursoshumanos y energías positivas que prometen tener una continuidad en eltiempo (para el próximo siglo), en el espacio (llegar a todos los rinconesdel planeta), e implicar, cada vez a más y más grupos sociales (actoresy actrices) comprometidos con la construcción de la paz y sus actividades.

En ambos casos nos estamos refiriendo: de una parte, a la expansiónde la galaxia de los derechos, libertades y necesidades humanas que suponela Declaración Universal de los Derechos Humanos y; de otra, a lautilización de la no-violencia como instrumento de cambio y transforma-ción social y política en cada vez más sociedades que necesitan modificarsus realidades injustas, indignas y violentas. Ambas variables nos repre-sentan mejor que ninguna otras sus potencialidades, sus proyecciones parael futuro y la búsqueda de denominadores comunes que traspasen cualquierforma o fondo de relativismo cultural o social. Ambas se están convirtiendono sólo en instrumentos sostenibles, eficientes y resueltos para los cambiosen dinámicas sociales incluso muy anquilosadas y enquistadas, sino tambiénen una forma de construcción de una ciudadanía universal que reclamaformas de poder y de distribución de la riqueza más sostenibles y per-misibles para la humanidad y el planeta.

Asimismo, y dados los cambios operados en las últimas décadas, comohan sido la caída de ciertos paradigmas políticos e ideológicos, como elsupuesto triunfo de determinadas formas de producción e ideas, tanto losderechos humanos, como la no-violencia, resurgen como filosofías y

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formas de pensamiento autónomos y fuertes, capaces de retomar poderososelementos éticos y universales de la humanidad, de ilusionar tanto desdeun punto de vista de la reflexión intelectual, como de la construcción moral,y hacer aportaciones genuinas y positivas a los retos pendientes de laespecie humana en su relación consigo misma y con el planeta.

5.1. Los derechos humanos

La conquista por el reconocimiento de los derechos humanos en todoslos rincones del planeta y su extensión a cada vez más seres humanoses un hito notorio para la construcción de la historia de la paz. Con losderechos humanos, la historia de la paz se refuerza, se reafirma y seacrecienta en los valores de la dignidad, la justicia y la libertad de «todoslos miembros de la familia humana». La historia de su construcción esparalela a la historia de la paz, porque han sido todos los seres humanos,todas las sociedades y sus valores los que han ido aportando, desde todassus concepciones mitológicas, religiosas o filosóficas parte de lo que hoyes considerado como patrimonio común. La denominada DeclaraciónUniversal, aunque aprobada en el siglo XX, no deja de ser sino el resultadomás acabado y último de una largísima trayectoria humana de lucha porlas libertades y por la dignidad, que no se agota en la mencionadadeclaración. Aquélla es un punto de referencia esencial, un espacio oterritorio común que permite a los ciudadanos de bien, a las víctimas, alos débiles, etc., pero también a los poderosos, a los violentos y genocidastener un punto de referencia ético, universal, de fuertes vinculacionesmorales, que nos recuerda la dependencia que tenemos los unos de losotros, que nos evoca el lugar más alto de conquista al que hemos llegadoy aspirado como humanidad, que nos despierta contra las injusticias ylos atropellos.

En los derechos humanos se combinan las tres variables utilizadas:espacio, tiempo y actores. No es poco que, toda la humanidad, se hallapuesto de acuerdo en hacer suya la Declaración, que se haya podido llegara ese altísimo grado de consenso. Ello ha hecho posible que, hoy día,ningún gobierno -aunque sea dictatorial-, que ningún grupo -por muyviolento que sea- se pueda permitir el desliz o el lujo de convertirpúblicamente la Declaración en papel mojado, en ropa vieja, en uninstrumento inservible. Las implicaciones políticas, sociales y judicialesde la Declaración, junto al dinamismo de los actores y organismos públicos

en velar por el cumplimiento de la misma han hecho proliferar más ymás mecanismos de observancia y respeto contra su violación. Aúnquedarán muchas situaciones impunes, aún habrá muchos dictadores quese mofarán indirectamente de la Declaración, pero cada vez más se puedeapreciar el poder vinculante y la capacidad dinamizadora y moral que tienela Declaración. Nos atreveríamos a decir que ha sido el instrumento másacabado que resumiría -mejor que ningún otro- la historia de la pazelaborada por la humanidad, dándole una capacidad de pragmaticidad,universalidad y obligatoriedad: que sirve para fijar criterios; que ayudaa resolver conflictos; que es una referencia para débiles y fuertes; quecoloca al ser humano en el centro del universo político, económico, socialy cultural; que echa raíces para construir futuros de paz; que alienta lareconciliación planetaria; etc.

Este compromiso internacional con los derechos humanos no sólo hagenerado nuevos pactos y «paces» entre estados y gobiernos, sino queha creado una retícula de organizaciones, grupos sociales y actores políticosque velan por un cumplimiento más profundo y amplio de la Declaración.Son especialmente estos actores y actrices los que están haciendo máspor la Historia de la paz y la reconciliación. Una sociedad civil inter-nacional que colabora, amplifica y mejora con sus acciones las múltiplesdimensiones que pueden tener los derechos humanos en los planos so-cializadores, educativos, ambientales, económicos, políticos, emocionalesy reconstructores. Cada incorporación, cada nueva variable al debateesencial de los derechos, sea la lucha contra la tortura, la denuncia dela utilización de los niños en las guerras, la abolición de la pena de muerte,la extinción de las formas de esclavitud, etc. son jalones para la cons-trucción de una Historia de la paz con vocación de sostenibilidad yperdurabilidad.

5.2. La no violencia

La «no-violencia» significa, sobre todo a partir de un determinadomomento, una táctica y estrategia social y política en la que sus presu-puestos esenciales son las acciones pacíficas. Su virtualidad es que aprendesus presupuestos teóricos y prácticos de la historia de la paz, de lasexperiencias de regulación pacífica a lo largo de toda la historia, paraconvertirlos en filosofía y teoría de acción práctica comprometida conel cambio social.

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Conviene empezar señalando una obviedad que se suele olvidar conmucha frecuencia pero que resulta importante destacar aquí: la antítesiso la antinomia de la «violencia» no es la «no-violencia», es la paz. Eneste sentido, esta idea queda aún más corroborada por cuanto la no-violencia -aunque podría ser un fin en sí misma por su altura moral-, sinembargo, pretende ser sobre todo un sistema y un instrumento de lo másútil y eficaz para conseguir la paz. Es, además, la utilización sistemáticade medios pacíficos para resolver los conflictos, buscando los puntos deencuentro con los otros, averiguando los denominadores comunes, per-siguiendo juntos más y mayores cotas de verdad..., pero sin dañar, sinlastimar, sin arruinar a los adversarios, desdeñando la violencia comométodo puesto que ésta engendraría más violencia y delataría la bajezamoral y ética de nuestras argumentaciones. Se trata de una forma, también,de presión moral que pretende liberar. De una fuerza tenaz fundamentadaen la confianza y la certidumbre, de una capacidad de persuasión sin límites,de una demostración permanente de una ética de la convicción que, pormucho que apremie y presione sobre los adversarios, nunca les causarádaño físico o moral. Por todo ello también cabe identificar este modelode liberación como una forma constructiva y creativa de hacer la historia,dicho de otro modo, la historia de la no-violencia está alimentandosignificativamente la Historia de la paz.

En este sentido, también, la no violencia es una de las corrientes deexpresión humana más antiguas y universales, que no siempre se haevidenciado -en los libros de historia- con toda su potencialidad. Suhistoria, sin embargo, es rica y se ha manifestado a través de múltiplesexpresiones religiosas, políticas, sociales, económicas, tanto colectivas,como individuales, aunque no siempre el concepto haya estado muy claropor quienes lo practicaban con una cierta sistematicidad o por quieneslo usaban de manera ocasional.

En la contribución a la no-violencia han estado personajes y doctrinasque han influido poderosamente en la historia de la humanidad, pero queno siempre han sido reconocidos desde esta perspectiva. Así en corrientesfilosóficas, religiosas o éticas como: el jainismo, el budismo, el taoísmo,el cinismo, el estoicismo, el cristianismo primitivo, el cristianismo radicalprotestante (husitas, mennonitas, cuaqueros, amish, etc.); o, en formas dedesobediencia civil, resistencia pacífica, objeción de conciencia e insu-misión, se pueden extraer fuentes, contenidos y símbolos que han alimen-tado y enriquecido la aportación de la no-violencia a la Historia. Asimismo,personajes históricos de la talla de Lao Tsé, Buda o Cristo, han influido

tan poderosamente con su palabra y su forma de vida que han sabidoencarnar justamente lo que la no-violencia quería aportar de novedoso,de liberador y de constructivo a la humanidad. Y, mucho más reciente-mente, personajes como Henry D. Thoureau, León Tolstoi, MohandasGandhi, Badshan Khan, Albert Schweitzer, Albert Luthuli, Martin LutherKing, Lanza del Vasto, Dorothy Day, Hélder Cámara, Adolfo PérezEsquivel, Nelson Mandela, Danilo Dolci, César Chávez, Petra Kelly oAldo Capitini, entre otros muchos, han sido y son referentes obligadospara la comprensión de la filosofía y la acción de la no-violencia. Lacoherencia entre sus escritos, su vida y su obra, junto a su capacidad deliderazgo, de creatividad e influencia han hecho que traspasen fronterasgeográficas y culturales.

Volviendo a los principios sobre la no-violencia, éstos están basadosen un corolario de fundamentos teóricos y filosóficos, religiosos y éticos,no fácilmente limitables, entre los primeros se destacan: el máximo respetopor las personas, evidenciado en un conjunto de premisas tales como laexistencia de una única especie humana que hay que preservar y proteger;que los hombres deben hablarse y entenderse puesto que tienen una mismanaturaleza; la utilización de la persuasión antes que la coerción, queimplica usar todas las habilidades del razonamiento y del entendimientopara convencer; apostar por enseñar, documentar e instruir con el ejemplopropio; revelar mediante la sinceridad cuáles son nuestros deseos yexpectativas; escuchar y comunicarse profundamente con los demás; etc;y la práctica continuada y la profundización de sus acciones, que no esuna teoría para conseguir determinados fines y olvidarse de ella, sino quees una práctica continuada. No se trata de una táctica de combate contrael poder sino una forma espiritual de revelarse pacíficamente contra elmal o contra el poder que nos resulta injusto e insoportable; es una teoríapara la acción y el cambio social; en este sentido la no violencia se acercaa ser una práctica religiosa, una forma de entender y comprender el mundoy las relaciones humanas). Es, por tanto, su fuerza, la forma de su presión,su recomendación ética la que permite hablar más allá de una simple«buena voluntad» -curiosa y sorprendentemente eficaz-, sino de unpensamiento y una acción combinadas para ejercer y facilitar cambiosen aptitudes, comportamientos y conciencias.14

14. Cf. NAGLER, Michael N. (1986) «Nonviolence », en LASZLO, Ervin y YOO,Jong Youl (eds.) World Encyclopedia of Peace, Oxford, tomo II, p. 75.

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En una historia de la paz, cercana en el tiempo a nosotros, la no-violencia ha sabido demostrar su gran influencia en multitud de mo-vimientos sociales y de acciones colectivas en favor de los derechosciviles de la minorías raciales desposeídas, de la lucha contra el apar-theid, de la defensa de los derechos de las mujeres y los niños, de losmovimientos por el desarme y el pacifismo, de grupos con formas devida alternativos, de comunas o movimientos vecinales, etc.; sino porquedesde un punto de vista práctico, la no violencia es una doctrina conuna enorme potencialidad para legitimar cualesquiera fines que sepersigan, porque es capaz de levantar mayoritarias simpatías inclusoentre quienes no comulguen con esos movimientos; y porque generaenormes satisfacciones entre quienes la practican, otorgándoles unaestatura moral primordial. Este fue uno de los muchos méritos históricosde Gandhi, Luther King, Day o Chávez, el de elevar espiritualmentea los «sin voz», a los desfavorecidos, a los «intocables», a los «in-deseables», a los indefensos de las sociedades en las que ejercieron suliderazgo e influencia; haciéndoles -a todos ellos- copartícipes y pro-tagonistas de un cambio político y social en su país, que no sólo erael de precipitar la liberación nacional, étnica o social, sino desde la no-violencia ser capaces de aportar su peso específico (por su número ypor su cultura) a la construcción de sociedades diferentes donde lareconciliación, la justicia y la dignidad no desaparecieran del horizonteprogramático y real de sus comunidades.

6. UNA HISTORIA DE LA PAZ

Creemos que dado el grado de conocimiento que hoy tenemos dela historia en general y gracias a la gran cantidad de corrientes histo-riográficas y de enfoques existentes, en gran medida suscitados por losdebates, las preguntas realizadas al pasado y las respuestas aportadas,sería posible reconstruir una Historia de la paz.15 No obstante, a pesarde un notable empeño, esta tarea no podría completarse en breve, nitampoco creemos que esté exenta de dificultades. Lo que sí estimamos

pertinente subrayar es la necesidad de que esta parte tan importante ysignificativa de la aventura humana sea componente de la HistoriaGeneral, que la Paz -como conjunto de regulaciones pacíficas de losconflictos y como experiencia creativa- sirva para explicar con másprofundidad buena parte de las conductas humanas, de los hechos yprocesos históricos.

6.1. Una historia de paz y violencia

En definitiva, lejos de cualquier tipo de ingenuidad, es necesariorecuperar la Historia de la Paz y con ella contribuir a construir la únicaHistoria posible: la que aúne, analice y explique, la existencia, las estruc-turas y las dinámicas de los distintos grupos, las diversas realidades, lasdiferentes culturas, las distintas conductas y actitudes. Y, sin obviar oinfravalorar el significado de cada una de estas instancias, hacer especialhincapié en sus interrelaciones que son, en definitiva, las que permitencomprender unitariamente toda la sociedad humana, dado que ellas nosdan la dimensión de la riqueza, complejidad y abundancia del génerohumano en su indisociable sociabilidad.

Sabemos, también, que desde sus orígenes la «violencia» -ya seapor causas económicas, políticas, ideológicas, militares, de genero oétnicas-, ha sido ante todo la fijación e institucionalización del uso dela fuerza, mediante la cual se discrimina la satisfacción de las necesidadesde grupos o individuos en beneficio de otros.16

Desde que las sociedades, y particularmente los grupos dominantes,descubren la violencia, ésta jugará cada vez un papel más destacado ensus proyectos y sistemas. Sin lugar a dudas, debemos reconocerle a laviolencia un carácter de primera magnitud en el devenir histórico, máxime

15. Algunas revistas como Peace and Change, o Journal of Peace and Conflict dedicanparte de sus esfuerzos a reconstruir acontecimientos, hitos y procesos que podrían integrarseen una Historia de la paz.

16. Las anteriores son las causas que habitualmente se identifican con el nacimientode la violencia, aunque es posible que hayan podido existir otras, además de sus corres-pondientes interrelaciones. Víd. MUÑOZ, Francisco. A. (1993) «Causas y origen de laPaz (... y la guerra)», RUBIO, Ana (ed.) Presupuestos teóricos y éticos de la paz, Granada,102. Tales conductas se confunden a veces con la agresividad sobre la que se apoya, sinembargo ésta -como el resto de los instintos- está destinada a garantizar la continuidadde la especie y, por tanto, puede ser valorada como constructiva. Cf.: LABORIT, H. (1981)«Mecanismos biológicos y sociológicos de la agresividad», La violencia y sus causas,Madrid, 47 ss ; EIBL-EIBESFELDT, I. (1989) Guerra y Paz, Barcelona.

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si utilizamos un concepto amplio en el que incluimos muchas formas depoder y fuerza, la coerción, la explotación, la marginación, la discrimi-nación, etc. Sin embargo, esto no nos debe de llevar a creernos que todoabsolutamente es explicable en claves de violencia, o que ésta está om-nipresente en todos los acontecimientos históricos. Y, tampoco negamos-aunque no las compartamos-, que algunas teorías historiográficas -lascuales han tenido mucho predicamento-, se apoyan en la interpretacióngeneral de que la violencia es la fuente y fundamento de la Historia. Deuna violencia que sin ser sometida a un análisis crítico, sobre sus carac-terísticas y limitaciones, pueda ser sobredimensionada en su presencia eimportancia.17

Nos gusta suscribir la idea de que, al menos, el 90 por ciento de lahistoria de la humanidad ha tenido lugar, y en parte sigue teniendo lugar,sin violencia18 ¿Qué queremos dar a entender al señalar esta cifra tan alta?Desde luego, nada que tenga que ver con el intento de polemizar sobresi se trata de ésta u otra cifra similar expresada arriba o abajo de esteguarismo, sino con el valor simbólico que queremos expresar y resaltarcon aquélla. Es decir, que la mayor parte de la Historia de las sociedadeshumanas se han desarrollado o han vivido con formas que podríamosdenominar pacíficas, o con modelos que no han necesitado utilizar laviolencia en sus programas de vida o en sus sistemas políticos y econó-micos. Y, si esto puede ser considerado como algo generalizado en elpasado -casi seguro en una etapa prehistórica entre 35.000 y 10.000 añosa.C, donde creemos que la violencia instituzionalizada o como una formaesencial de organización no se dio-; también debe utilizarse esta sugerenciapara muchas formas de convivencia y colaboración entre personas ycolectivos que ya en etapas históricas, o muy esporádicamente utilizaronla violencia, o renunciaron voluntariamente a ella por entender que nole satisfacía para alcanzar sus necesidades.

Asimismo, queremos también señalar que, el hecho de que muchossistemas sociales en sus formas de organización y distribución del poder-especialmente con el surgimiento y desarrollo de las organizacionesestatales- utilicen ciertas formas de violencia, esto no quiere decir que

cualesquiera individuos que viven en esos sistemas tengan que sentirseimpelidos a utilizar o a comportarse conforme a las reglas que puedaimponer la violencia. Como fenómeno cultural, la violencia, requiere -al menos en algunos de sus aspectos y de sus formas de expresión- deun cierto grado de voluntariedad, conformidad y consentimiento. Y,muchos humanos, han demostrado a lo largo de la historia que no estándispuestos a dejarse llevar por la violencia sistemática para arreglar susdesacuerdos con otros humanos, o que simplemente ciertas formas deviolencia no deben formar parte de sus horizontes de vida. Y, no creemosque se trate tanto -como se repite con demasiada frecuencia- de que losciudadanos no ejerzan su (capacidad de) violencia por temor a ser cas-tigados por la violencia institucional, sino porque entienden que razona-blemente es mejor vivir pacífica que violentamente sus relaciones conlos demás, sin menoscabo de recurrir a ésta cuando lo estimen necesario(pero también excepcionalmente).

6.2. Regulaciones violentas y «violencia estructural»

Uno de los mayores avances con respecto al estudio de la violenciaha sido el desvelar las relaciones causales existentes entre las diferentesescalas donde se produce aquélla. Para ello hubo que ampliar el concepto,con la finalidad de considerar no sólo aquellas situaciones en las cualesse ejercía una violencia directa contra el cuerpo de las personas (agresión,asesinato y, sobre todo -y fundamentalmente-, guerra) sino estimar, tam-bién, aquellas otras en las que, siendo posible, no se satisfacían lasnecesidades (explotación, marginación, intercambio desigual, pobreza,hambre, etc.).19

La primera pregunta que al respecto se hizo la Investigación para lapaz fue cómo eran las relaciones entre una y otra formas de violencia,apreciando que existían claros vínculos entre ellas. Pero el avance másespectacular se dio cuando se precisó que podían existir relaciones causalesentre las diferentes escalas e instancias donde se regulan violentamentelos conflictos, a la categoría analítica que representaba esto se le llamóviolencia estructural, sobre la que ya hay abundantes estudios, y por tanto

17. El Manifiesto de Sevilla de la Unesco (París, 16 de noviembre de 1989) advertíaen sus proposiciones sobre el uso inadecuado de hechos y teorías científicos con el finde legitimar la violencia y la guerra.

18. Cuyas primeras formas las descubrimos asociadas a los estados y sus procesosde formación. Cf. MUÑOZ, F. A. (1993) «Sobre el origen de la Paz ... » 19. UNESCO (1981) La violencia y sus causas, París.

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no nos vamos a detener en analizarla, pero al menos sí queremos insistiry dejar constancia de la importancia de su conceptualización.20

Tradicionalmente se ha considerado que los ejércitos (las guerras) sonlas instituciones que representan la mayor concentración de la fuerza(violencia) en las sociedades. Los ejércitos también han servido y sirvende baluarte y símbolo de la violencia, como patrón fijo, omnipresente,intimidatorio, de regulación oficial de conflictos (violencia instituciona-lizada). Igualmente, la guerra y el armamentismo no son sólo una ma-nifestación de la violencia directa sino que potencian la violencia culturaly simbólica. Su virtualidad es que en la mayor parte de las ocasiones notienen que utilizarse o, cuando actúan, no tienen que usar toda su capacidaddestructiva. Siendo, aún importantísima, por tanto, la presencia de estaclase de fuerza (ejércitos, policías, guerras) para intimidar, amenazar ocrear violencia física -institucional y simbólica-; sin embargo, paradó-jicamente, los estudios sobre violencia estructural nos han llamado laatención sobre la cantidad de víctimas que ésta genera debido a causasestructurales (hambre, marginación, etc.), todavía más sacrificados quela propia guerra.

Explicado en clave de conflictos, la violencia (una y otra, en definitiva,todas) supone que ante los distintos intereses dispares, y en ocasionesenfrentados, en el seno de una sociedad, ciertos individuos o grupos queen ella viven optan por gestionarlos de tal manera que satisfagan mejorsus necesidades, pero a costa de los demás. El aprendizaje, en definitiva,y/o los beneficios, de esta solución discriminatoria puede ser aplicadaen otras situaciones con idénticos fines: el interés propio. Lo cual puedecontribuir a la creación de una cadena (que relaciona y retroalimenta todaslas formas de violencia y alimenta sus diferentes escalas y niveles deexpresión) en la que los beneficiarios de tales acciones tiendan a asegurarsela continuidad y acumulación de las mismas (las necesidades). Así se puedeentender que los que acumulan recursos económicos (tierras, alimentos,productos, servicios, etc.) estén, también, tan interesados en controlar elpoder político, y con él -tal y como está estipulado en las formas deorganización estatal-, los ejércitos, las fuerzas del orden, y todos suscorrelatos (como las guerras).

6.3. La matriz social de los conflictos: la dialéctica paz imperfecta/violencia estructural

Como puede presuponerse en la práctica social los conflictos no sonexplicables solamente por la paz imperfecta, como tampoco lo son porla violencia estructural. Ambos, sólo, son ideas y conceptos que nos sirvenpara aproximarnos al conocimiento de la dinámica histórica, ésta es máscompleja y rica que lo que alcanzan a explicarnos aquéllos; y, en estecaso, es precisamente la combinación de ambos lo que nos acerca mássutil y verazmente a la realidad.

Pensamos que los grupos humanos experiencialmente intentan víasalternativas (pacíficas o violentas) de regulación de los conflictos, cadasociedad genera respuestas pacíficas y no pacíficas ante los conflictos,los actores (individuos, grupos, instituciones, etc.) abordan (conscienteo inconscientemente) la multifactorialidad de sus situaciones, de ellodepende el satisfacer sus deseos, sus necesidades, sus proyectos, endefinitiva su éxito.

En la realidad no existen ni individuos ni grupos que puedan sercatalogados, unívoca o simplemente, como pacíficos o violentos. Tal comovimos al referirnos a la paz imperfecta, la propia paz no puede ser entendidacomo intachable, pura y acabada -eso nos alejaría de la realidad y nosacercaría a un idealismo ilusorio- por lo tanto, cuando optamos por buscarun término que nos permitiera un mayor juego analítico, tomamos elcalificativo de imperfecta, porque el mismo nos indica su estado real enpermanente construcción y creación.

Asimismo, tampoco la violencia estructural resulta capaz de expli-carlo todo, porque ninguna de las dos existe por sí misma, la imperfecciónde ambas consiste en la obligada convivencia de la una con la otra. Porello, incluso, para explicar mejor esa realidad compleja, optamos porintroducir el término matriz social para acentuar el sentido de un espaciodonde conviven todas las posibilidades, donde los actores sociales barajantodas las probabilidades en juego, y donde dependiendo de las relacionesy potencialidades coyunturales se opta por una salida u otra. Pensar enclave de matriz supone aceptar que en todas las sociedades existenpotencialmente variadas contingencias y posibilidades para optar porunos u otros proyectos, explicitados de una forma más o menos clara,dispuestos para entender, gestionar o superar los conflictos, las cuáles(posibilidades) -de acuerdo con las dinámicas sociales- son barajadasy seleccionadas.

20. Cf. GALTUNG, J. (1985) Sobre la Paz, Barcelona, 27-72 (Primera edición eninglés en 1969); y (1995) «Violencia, Paz e Investigación sobre la Paz», Investigacionesteóricas. Sociedad y cultura contemporáneas, Madrid, 311-354.

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Desde esta perspectiva, se podrían explicar las realidades históricasy sociales de los conflictos a partir de las distintas mediaciones e inte-rrelaciones (diacrónicas y sincrónicas, etc.) entre la Paz imperfecta (in-terrelaciones causales entre los distintos ámbitos y escalas donde se regulanpacíficamente los conflictos) y la Violencia estructural (interrelacionescausales entre los distintos ámbitos y escalas donde se regulan violen-tamente los conflictos). Esta perspectiva, también, refuerza el camino dela construcción de una dialéctica superadora del dualismo antagonista entrelo pacífico y lo violento, el bien y el mal, al aceptar que existen un sinfínde posibles situaciones intermedias sujetas a diversas dinámicas.

En consecuencia, para el análisis de las dinámicas sociales es necesariotener en consideración tales factores, las vías y las relaciones multilaterales,los proyectos alternativos y coetáneos, ambivalentes, las interrelacionesentre el interior y el exterior de los sistemas humanos, entre las múltiplesescalas, etc. La violencia estructural y la paz imperfecta pueden serconceptos útiles para tales fines. Aunque para ello haya que entenderlostambién no como compartimentos estancos sino como realidades inter-conectadas a su vez por una serie de correlaciones, mediaciones y ne-gociaciones vivas, dinámicas y activas.

6.4. Correlaciones, mediaciones y determinaciones

Por supuesto que no todas las situaciones vividas en la historia puedenser interpretadas en clave de conflictos. Tampoco toda dialéctica de losconflictos debe simplificarse en violentos o pacíficos, una serie de cir-cunstancias, estancias e instituciones sociales, que por sí mismas nosuponen la opción por una u otra, sirven para correlacionar, mediar yarticular las diferentes posibilidades para las vías alternativas de la re-gulación del conflicto. De entre ellas la negociación es la forma más visibley notable de mediación que articula las distintas realidades de los actoresen colisión y es una herramienta para afrontar los conflictos.

No parece que valgan, por tanto, leyes generales que nos den larespuesta precisa en cada ocasión, la realidad suele ser más esquiva, máshuidiza, menos clara, lo que nos obliga a estar permanentemente preci-sando y matizando las cosas y los casos. Un ejemplo notorio de esto sonlas instituciones e instancias que juegan papeles ambivalentes, que tienendobles caras, como es el caso de los estados, benefactores para unos,satánicos para otros, porque lo cierto es que los estados articulan el uso

de las soluciones violentas y, también, no violentas. Asimismo, desdenuestra perspectiva histórica y tomados como procesos de larga transición,aspectos organizativos como la división sexual del trabajo, la centraliza-ción, y la especialización -entre otros-, surgieron también para resolvero paliar problemas planteados en la sociedad humana, los cuales hanayudado y siguen ayudando a conciliar dificultades civilizatorias y téc-nicas, pero asimismo con esa perspectiva histórica también han servidopara institucionarlizar usos y formas de violencia. Pero son, sin dudaalguna, los estados, su concentración de poder, las energías acumuladaspara el uso de la violencia, lo que los convierten en hegemónicos en susrelaciones con otras sociedades y con respecto a los individuos. Una vezmás, cabe señalar, que nacen para resolver algunos problemas crónicosde las sociedades pre-estatales; pero, también por contra crean nuevosproblemas, ya desde sus inicios -y acentuados con el paso del tiempo ya pesar de su evolución-, convirtiéndolos -muy pronto- en institucionesrepresentativas de los grupos dominantes; y, sin embargo, en otras muchasocasiones servirían para mediar, reconocer y satisfacer las necesidadesdel conjunto de la población. Esto marcó en el pasado, distingue en elpresente; y, previsiblemente, seguirá caracterizando en el futuro su po-livalencia a lo largo de la historia, pero sin ser ésta una norma o ley general,sino una hipótesis analítica para que determinemos, en cada caso, en cadatiempo, con qué actores, responde más a una cosa que a otra y, sobretodo, en relación a la satisfacción de necesidades y a la correlación,mediación y determinación de los conflictos.

Evidentemente los proyectos de articulación de la realidad, de regu-lación de los conflictos, han variado en el espacio y el tiempo; asimismo,los propios actores han sufrido, también, modificaciones. Pero, aunquequizá pocas, también algunas de estas variables han permanecido cons-tantes, al menos esto nos señalan algunas líneas historiográficas o filosofíasde la historia.21 En cualquier caso preguntarse por las relaciones que seestablecen entre los «protagonistas» es una manera de analizar y com-prender lo que ocurrió. Asimismo, cuestionarse sobre si en estas relaciones

21. Éstas preguntas no son nuevas, ni tampoco han estado excentas de respuestas.Cabe recordar como para Hegel lo determinante era el Espiritu Absoluto y para Marx,desde la perspectiva del materialismo, lo era la economía. Cf. FREEDMA, Maurice -DE LAET, SigfrieD. J. - BARRACLOUGH, Geoffrey (1981) Corrientes de la investigaciónen las ciencias sociales. 2. Antropología, Arqueología, Historia, Unesco, Madrid-París.

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existen algunas que sean más decisivas que otras, más determinantes, esel camino para aproximarse a las causas y esa es, en gran medida la labordel historiador.

En consonancia con todo lo aquí expuesto pensamos que un factordeterminante -a lo largo de la historia- ha sido la satisfacción de lasnecesidades, ante todo las primarias: unas sujetas a lo material como lavivienda, el vestido o la comida; pero, otras sujetas a la parte «espiritual»y psicológica del ser humano -no desdeñable y complementario de lomaterial-, como autoestima, amor, educación, armonía con la naturaleza,integración social, etc. Por tanto, se puede comprobar cómo la satisfacciónde necesidades está ligada tanto a la organización económica, como a ladistribución de lo político y lo social. Lo cual podría ser entendido poruna generalización o una vaguedad, porque con ello estamos señalandoque todo es condicionante, y ciertamente esto sería así si no fuera porquelo importante de las necesidades es, precisamente, el juego de la graduaciónsocial que sobre su satisfacción se produce, esto es lo decisivo.

7. LA CONSTRUCCIÓN DE FUTUROS PACÍFICOS

Todas las sociedades han encerrado en su acervo cultural la prevencióndel «mañana», del «futuro», de las próximas horas, días, semanas, años,de sus ciclos de vida humanos, los ciclos de vida de la naturaleza, etc.En este mañana se proyecta la reproducción de sus condiciones de exis-tencia, individuales y colectivas. Esto puede ser leído, hasta cierto puntocomo solidaridad con generaciones futuras, probablemente, porque enmuchas ocasiones no existe una clara diferencia entre el «yo» y los«demás» ni en lo coetáneo ni en el tiempo.

Se podría afirmar que la cultura siempre tiene una funcionalidad defuturo, ya que: fija en el tiempo instrumentos para la satisfacción denecesidades, el aprendizaje humano tiene (sólo) proyección de Futuro yla memoria colectiva es el instrumento utilizado para garantizar toda estacontinuidad. De tal manera que muchos cambios de organización y deestructuras se relacionan con la prevención del futuro.

La propia naturaleza (estaciones, ciclos agrícolas, cambios climáticos,etc.) condiciona a adaptar las formas productivas (caza y recolección,almacenamiento, nomadismo sedentarización, revolución agrícola y re-volución urbana, acumulación de técnicas y conocimientos, etc.) a losacontecimientos venideros. En este sentido todas las formas de autoridad

y poder, las normas, las leyes, los monarcas son los garantes del futuro.Quienes controlan el pasado (escriben la historia) también lo hacen conel futuro. La construcción del pasado se basa, hasta cierto punto, en elcontrol del futuro.

Ahora se trata de utilizar el conocimiento científico, nuestra capacidadpara reflexionar y analizar nuestras propias acciones, para construir unosescenarios futuros donde la mayor parte de los conflictos se regulenpacíficamente. En realidad, la cuestión del horizonte temporal ha estadomuy presente en las ciencias sociales, prever o prevenir la aparición desituaciones problemáticas o aportar juicios sobre cómo aplicar ciertasterapias a la luz de los análisis sobre la realidad pasada o presente es partede la tarea y de la capacidad de prospectiva que tienen aquéllas.22

Hoy día, el futuro es igualmente objeto de conocimiento y, en surelación con la historia, o con la historiografía, también lo es comoindicativa ésta respecto de aquél. Recordemos cómo escuelas históricascomo el marxismo o el liberalismo-burgués articulan sus propias cosmo-logías laicas frente al futuro; la una haciendo predicciones sobre lascontradicciones internas de los sistemas y el empeoramiento de los mismosque darán lugar a rupturas revolucionarias y a la creación de una sociedadfutura completamente nueva y sin clases, pesimista en cuanto a los futuroscercanos pero optimista en tanto que el cambio revolucionario triunfaráy traerá el inevitable socialismo; la otra, cree -con su obstinado optimismoen el progreso material y expansivo- que el futuro ya ha comenzado, puestoque para aquél estamos en la mejor de las sociedades posibles, la deldesarrollo tecnológico, científico y material, con estas claves cualquiertipo de problemática futura -cercana o remota- quedará superada por lacapacidad humana de innovación y resolución de los escollos de ordentécnico. Y, aunque ambas se han enfriado como corrientes de pensamientoen los horizontes intelectuales y académicos -una más que otra, para labuena verdad-, siguen siendo un buen ejemplo de su capacidad de haceringeniería social (construir modelos sociales) y, sobre todo, de ilusionar(creación de imágenes aún no reales).

Igual que estas corrientes doctrinales han tomado su interés por elfuturo, también lo han hecho otras disciplinas como la economía ,muy

22. SÁNCHEZ, Jesús - MUÑOZ, Francisco A. - JIMENEZ, Francisco. - RODRÍGUEZ,Francisco Javier. (Eds.) (1995) Paz y prospectiva. Algunas consideraciones, en Paz yprospectiva. Problemas globales y futuro de la humanidad, Granada, 11-31.

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conocidas son sus predicciones especialmente a medio y corto plazo), lapolitología (sobre la capacidad de vida y regeneración de sus modelosy sistemas), la sociología (sobre el comportamiento y los hábitos sociales),etc.; y, este es también el caso de la Historia. Ésta se constituye no sóloen guía (maestra y consejera) del presente, sino también del futuro, porlas ventajas que tiene al basarse en acontecimientos ya estructurados, enhechos y datos documentados, poseyendo un significado objetivo propioque instruye por sí mismo. Ciertamente, ello implica que puede servirpara el futuro si aquélla es capaz de alumbrarnos sobre guías de acción,búsqueda de constantes y de tendencias, así como orientaciones sobre leyesdel desarrollo humano, si es apta para señalarnos líneas, caminos y fuerzas,sin que con ello se caiga en la miseria del historicismo (sea conservadoro revolucionario) o en la negación de la libertad y la voluntad humanaspara elegir y construir su propio futuro. Asimismo, la Investigación parala paz, al realizar sus diagnósticos y análisis de la realidad cercana tambiéntiende a hacer proyecciones, representaciones y pronósticos, es decir,digámoslo de esta manera: trata de pronosticar) lo que no significa adivinaro profetizar) el futuro, precisamente uno de sus muchos valores está ensu tendencia particular a ser una herramienta eficaz en este sentido; siendoen unos casos una forma de alerta temprana, de recomendación humanistao de previsión causal.

Aunar Historia e Investigación para la paz en el terreno que estamosargumentando significa tanto como preguntarnos si la Historia de la paztiene capacidad y posibilidades para decirnos algo sobre el futuro, si nospueden servir de algo sus recomendaciones, si también puede ser maestra,consejera y guía sin caer, precisamente, en ninguna filosofía historicistao en la simple especulación, al fin y al cabo no hay conocimiento científicoque no sea hipotético; por ello, la Historia de la paz -como interpretaciónhistórica- pudiera darnos algunas claves y normas para construir futurospacíficos, ofrecernos algunas herramientas, tales como espejos en los quepodernos reconocer como capaces para regular juiciosamente los conflic-tos, e inspirarnos aliento y audacia para usar de nuestra libertad. Para tratarde demostrar esta pragmaticidad y plasticidad de la Historia de la pazen su relación con el futuro queremos proponer algunos campos en losque, sin buscar leyes fundamentales del comportamiento social conpretendida validez universal, sean, al menos, orientativos: sea la paz comopunto de confluencia de la diversidad, la multiculturalidad y los conflictos;sea un instrumento para crear imágenes positivas del futuro; o pueda crear,fomentar y consolidar una cultura de la reconciliación y de la paz.

7.1. La paz como punto de confluencia de la diversidad, la multicul-turalidad y los conflictos

La paz ha sido en el pasado y deberá ser en el futuro un punto deencuentro, de confluencia y de diálogo, sea entre religiones, filosofías,culturas, intereses o cualesquiera otras posibilidades o materias. Ser unpunto de confluencia indica que su naturaleza busca crear territorioscomunes donde las disparidades y diferencias acaben encontrándose,entendiéndose y mezclándose, para dar como resultado algo diferente y,a ser posible, superador de lo anterior. La paz no sólo es, y por tanto,construcción de su tiempo, sino proyección de futuro, anticipo, preparaciónde éste para encauzarlo. Y, debe ser también, una construcción de todos,no sólo de los que dirigen, de los que se creen vencedores, o de los queviven contemporáneamente en ella, sino igualmente de los que están pornacer, como también del resto de las creaturas.

Pero, asimismo, para que la paz pueda ser un punto de encuentro yde confluencia debe perseguir la unidad, el ágape, la constitución decomunidad, en la cual convive y simpatiza, gracias al equilibrio y a lasostenibilidad (aceptable y armonizadora) la diversidad y la pluralidad.Esa paz del encuentro, de la convivencia, de la tolerancia positiva, indicaaltas cotas de riqueza, es decir, de complementariedad y compatibilidadentre voluntades, intereses y percepciones en conflicto. Y, es también,una opción moral, ética, un imperativo volitivo, generoso, constructivoy creativo que tiende la mano para el encuentro y para la búsquedacompartida.

Pero, también, la confluencia se manifiesta con otras posibilidades departida, de actores y escalas. En este sentido, la paz actúa como «regu-ladora», nunca mejor dicho, de distintas realidades e intereses coincidentes(convergentes o divergentes) en un mismo espacio. Para aquellos actorescon los mismos intereses, que se consideran iguales, se regularizará unapaz coordinadora y unificadora; en cambio, para aquellos otros que hanestablecido una relación desigual, la paz es conciliadora y negociadora.Sin embargo, una de las paradojas humanas es que los mismos actoresno siempre tienen idénticos comportamientos, esto es, que aún queriendoy practicando la paz en ciertos ámbitos, no lo hacen en otros, dificultandocon ello una mayor capacidad de confluencia en diferentes escalas, cir-cunstancias y espacios. Nos encontramos con actores (como los estados)que propician la paz en el interior, pero en ocasiones provocan el conflictoirreconciliable y violento en sus relaciones con otros actores; o, también

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las situaciones contrarias. En este sentido, para que la paz sea un puntoreal de confluencia deben también armonizarse, equilibrarse y sostenerseadecuadamente todos los niveles y escalas en las que los actores decidenconstruir paz.

Asimismo, cabe añadir que la paz supone también, una vía económica,esto es, una opción rentable de regulación de los conflictos, en la medidaen que, al menos, a partir de un determinado estadio es una acción que«ahorra» energías a todas las partes implicadas. Se trata de una opciónracional que implica una capacidad analítica, un grado de abstracción yla búsqueda del máximo de utilidad a tal decisión; pero, ello es tambiénfruto de la experiencia y del conocimiento histórico de situaciones an-teriores que siendo marcos de referencias propios o de otras latitudes sirvenpara la toma final de decisiones. Una vez más ciertos grados de equilibrio,sostenibilidad y seguridad se combinan, adecuadamente, para optar porla paz, en unos casos como mal menor, en otros como fin en sí mismo.

De la misma manera, nuestra preocupación, como historiadores, debeestar orientada a detectar cuáles son los proyectos, ideas o elementos quefavorecen una línea de salida u otra; caracterizarlos de acuerdo con laspautas espaciales y temporales en que se producen; averiguar los sistemasy estructuras sobre los que se sustentan; establecer, en caso de que asísea, cuáles de ellos son más determinantes en cada momento; crear una«cultura del conflicto» en la que se reconozca su papel histórico, se aprendaa vivir con él y mediante el uso de valores se opten por potenciar aquellasopciones más racionales: propagando las que creamos más adecuados,o sea las vías pacificas; y, desdeñando las inadecuados, esto es, las víasviolentas.

Así, el análisis de la historia nos lleva a pensar -de cara al futuro- quese intensificarán algunas constantes que favorecen y garantizan mayoresgrados de diversidad y multiculturalidad; unas porque han estado, estány estarán en lo que podríamos llamar la propia naturaleza de los sereshumanos y, en consecuencia, no hacen sino verificarse en cuanto pueden,ellas son por ejemplo el grado de compatibilidad de la especie o el amorque rompe obstáculos de todo tipo; y, otras producidas o intensificadaspor los efectos políticos o económicos de los últimos siglos, la llamadaglobalización y todas sus consecuencias, tales como migraciones, movi-lidad social, desarrollo de los intercambios de información, etc. Estarealidad, creciente previsiblemente en un futuro a medio y largo plazo,traerá nuevos conflictos. La Historia de la paz ya tiene ejemplos remotosy recientes sobre las posibilidades de acomodar esos conflictos evitando

situaciones de extrema violencia, también esa misma historia nos inquietasobre las experiencias que han terminado en persecuciones, exterminiosy toda clase de genocidios. Ella, mejor consejera que nadie, rescata delpasado muchas de las pautas a seguir para el futuro: procesos de socia-lización no excluyentes, sistemas de educación pluralistas, toma dedecisiones democráticas, formas de convivencia activa y tolerante, gradode integración social creciente, respeto a las minorías, etc. No se tratade más recetas o de simples corolarios de un prospecto sino políticas yacciones que diagnostican carencias e injusticias y que, sobre todo,contribuyen con terapias en todos los niveles y escalas, con todos losactores y actrices implicados, que piensan en incorporar a los que siempreestuvieron excluidos e, incluso, a aquellas generaciones que aún no hannacido. Es la búsqueda de formas de seguridad, equilibrio y sostenibilidadreales para la humanidad, al margen de que los pronósticos no gusten aciertos agentes, no sean bien recibidos por parte de la sociedad o parezcanpoco objetivos. Esa es también tarea de los historiadores de la paz, mantenerun grado de independencia y autonomía que no olvide la compatibilidadnecesaria entre valores éticos y fines científicos.

Realmente, resulta difícil no imaginar otro futuro que no sea uno llenode diferencias entre unos grupos humanos y otros, de múltiples y diversasculturas y conflictos por doquier. Pero esto no quiere decir que seanecesariamente un porvenir negativo o sólo positivo. Será lo uno o lootro de acuerdo con la capacidad de los humanos para vincularnos conestas realidades, con nuestra predisposición para ser «creativos» con lascircunstancias presentes y futuras. Ese es el reto y el desafío.

7.2. Crear imágenes positivas del futuro

Cada civilización, cada cultura, ha creado sus propias imágenes dela paz, a través de cuentos, mitologías o utopías, porque donde se creanesperanzas y modelos de ser y estar caben las expectativas.

Una de las mejores imágenes y retos que tienen los educadores ehistoriadores de cara al futuro -y como papel social- están en prepararlos instrumentos, los espacios y las conciencias para poder diseñar opcionesde futuro, es decir, para ser capaces de pensar en múltiples temas de unamanera menos convencional, más audaz y atrevida, en suma, más alter-nativa. No sólo tienen que pensarlo y hacerlo los investigadores de la paz,sino enseñar también éstos a la ciudadanía cómo hacerlo de una manera

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autónoma. La primera finalidad en la creación de estas imágenes positivasde futuro está en mantener vivas las esperanzas, la capacidad de decisióny las expectativas de todos aquellos que tienen el derecho y el deber deconstruir socialmente. Esto significa, en la práctica, saber edificar poradelantado otro tipo de sociedad y saberlo hacer de manera diferente; enel terreno de la seguridad: pensar en un mundo sin armas nucleares quenos amenacen, concebir modelos de defensa alternativos, reflexionar sobrela determinación de tener ejércitos de civiles por la paz; en los sistemaseducativos: pensar en modelos que eduquen para la diversidad y la libertad,que ayuden a saber convivir con los conflictos, que tengan en cuenta lasformas de desigualdad compleja, etc.; en el terreno económico: considerary prever las economías de demanda, mantener altos grados de biodiver-sidad y sostenibilidad, pensar sobre nuestras necesidades y no sobrenuestros caprichos, etc. No es, en suma, una cuestión simple o baladí:ayudar a construir futuros de paz, a ser capaces de edificar imágenespositivas del futuro forma parte de la construcción necesaria para favorecerel cambio social y político.

Fred Polak23 ha reclamado la atención sobre la atrofia de nuestracapacidad -particularmente en las sociedades occidentales- de visualizarfuturos completamente diversos, especialmente entre mandatarios, auto-ridades, políticos, incluso entre activistas y, por supuesto, entre los ciu-dadanos en general. Ésta no es sólo una cualidad que conviene enseñardurante el proceso de socialización: en la familia, la escuela, etc; sinoque, tiene la virtualidad, de ayudar a vivir mejor, a ser más optimista,más creativo e imaginativo... todo ello completamente necesario paraarticular proyectos y sueños en toda sociedad. Para dar salud política,económica y cultural a una sociedad. ¿Nos podríamos imaginar niños yadultos sin sueños? ¿Podemos concebir sociedades sin capacidad parasoñar e ilusionarse, que sólo estén viviendo para el presente?

Psicólogos, pedagogos, historiadores de la paz, etc. trabajan -desdehace tiempo- sobre imágenes e imaginarios, sobre simulacros e ideariosque recorren desde el pasado hasta el futuro, todo ello especialmenteimportante para establecer conjeturas sobre muchas de las variables conlas que trabajan: en qué se fundamentan las relaciones con los demás;cuál es la idea que tenemos de los adversarios; cómo imaginamos la guerray sus calamidades, y cómo la paz y su sustrato cultural; cómo percibimos

los conflictos lejanos y cercanos; cómo interpretamos los códigos moralesde los otros, etc. Trabajar sobre futuros faculta para detectar todo tipode patologías sociales, así como prever los potenciales fallos organizativos;pero, también, permite concebir esperanzas sobre las alternativas de futuro,ni tan lejanas, ni tan imposibles como algunos portavoces pusilánimesse han encargado de señalar machaconamente. Con ser esto destacado,significa, también, dejar volar la imaginación y la creatividad para resolvermuchos retos, se trata de una forma de imaginación terapéutica, que ayudaen todos los niveles y escalas, no sólo a individuos, o pequeños grupos,sino a organizaciones y a la sociedad en su conjunto.

Así, por último, la construcción de la historia de la paz requiere, dela misma manera, de la capacidad para edificar construcciones mentales,políticas y sociales de futuro que acaben favoreciendo la aproximaciónpositiva a la paz. Preguntarle a la historia de la paz cómo se resolvieron-en el pasado- conflictos potenciales, manifiestos o latentes, junto a nuestracapacidad para realizar prospectivas imaginativas, creativas y sostenibles-de futuro-, permitiría responder positivamente a muchos de los retos nosólo pasados y presentes, sino sobre todo futuros. Prepararse para elporvenir es saber pensar positivamente en él y tener la capacidad y laflexibilidad para apropiarse de alternativas de futuro. Las ciencias socialesrequieren, aquí, una vez más, de muchas de las capacidades humanas queel positivismo científico quiso arrinconar con un exceso de racionalidadmanifiesta. Por ello, idear, ilusionar, imaginar, inventar, etc. deben serverbos a los que se les debe dar la bienvenida para la construcción dela paz, un concepto que se concibe por esa capacidad humana, tanmisteriosa como estimulante, que es imaginar más y mejor.

7.3. Cultura de la reconciliación

La historia de la Humanidad es, en gran medida, una historia dereconciliaciones permanentes, de daños y reparaciones, de encuentros ydesencuentros, de víctimas y victimarios, de guerras y paces, etc. El primervalor que tiene la reconciliación es que permite procurar el reconocimientomutuo; y, con él, restaurar el diálogo perdido, recuperando la capacidadde la palabra y de la comunicación entre grupos o sujetos enfrentados.El segundo valor es una apuesta muy decidida por la paz y la construcciónfutura, sin la cual no es posible conciliar. El tercer valor es que permitereconsiderar los fundamentos éticos y políticos en los que se va a fun-23. (1961) Image of the Future, New York.

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damentar la sociedad futura: la justicia, la propia reparación, una miradacrítica al pasado inmediato, un propósito de enmienda para el futuro, etc.Y, el cuarto valor que expondríamos tendría una referencia muy clara alrechazo a la violencia como instrumento y fin en sí para conseguir cualquiertipo de objetivo económico, político o del tipo que sea, por cuanto seentiende que ella ha sido la causante de desequilibrios anteriores que, ahora,se quieren reparar mediante la reconciliación.

La reconciliación tiene, ineludiblemente, un fuerte componente reli-gioso, ético y moral, que ayuda a restablecer el equilibrio perdido, quesirve para organizar el comienzo de la reparación y de la reconstrucción.En todo ello el perdón juega un papel central. El mismo es, siempre, unacondición -en muchas ocasiones sine qua non- para que tenga un mínimode éxito la reconciliación. Sólo el perdón permite restituir al victimarioen la sociedad, sólo la concesión del perdón por parte de la víctima permitesuperar el daño causado, el daño en su extensión menos visible, aquellaque no se puede reparar mediante ningún bien material. El perdón no esantagónico de la justicia, sino parte integrante de ella. Ambos se relacionan,el perdón porque permite reconstruir la convivencia en los niveles máscotidianos y sensibles: al que lo recibe le consiente integrarse en unacomunidad superadora que quiere vivir en paz y no en falsas victorias,al que lo da, le tranquiliza el ánimo y le otorga una altura moral reconocidasocialmente. En cuanto a la justicia, es necesaria siempre para restablecerderechos hollados, para recordar el buen orden de las cosas y, sobre todo,para que no exista impunidad.

Pero, si la reconciliación tiene fuertes fundamentos religiosos, éticosy morales, también tienen mucho que decir las cuestiones de orden políticoy jurídico, las cuales pueden establecer formas y modelos de reparación,restitución e integración que permitan una auténtica pacificación de losespíritus. El camino siempre es largo y difícil, más tortuoso y dolorosocuanto más daño se haya causado, o cuanta menos flexibilidad exista paracomprender y negociar los términos de la reconciliación.

Las experiencias históricas más recientes nos han demostrado fórmulasinteligentes y positivas -aunque no todas iguales de lo uno y lo otro- sobrecómo realizar la reconciliación en el orden político. Las comisiones dela verdad se han convertido en instrumentos que han favorecido lapacificación en todos sus niveles, sobre la base del valor legítimo eimperativo de la verdad y de la justicia. ¿Cómo? Repartiendo cargas yresponsabilidades, reconstruyendo el recuerdo y la memoria, señalandoa los victimarios, reflexionando sobre la violencia, reparando públicamen-

te a las víctimas, cicatrizando heridas, buscando el perdón general sinomitir, la justicia, estableciendo el pago material y psicológico a los deudosde la tragedia..., permitiendo en suma una catarsis general. Con estascomisiones se facilita la vía a la reconciliación administrativa y políticaque buscará la deseada reconciliación nacional, en la que todos reconocenlos daños causados, se arrepienten en su parte alícuota, renuncian expre-samente a la violencia y se comprometen a construir una sociedad dialógicay democrática que es capaz de alcanzar cotas de justicia que superan elpasado.

Todo esfuerzo reconciliador, nos dice la historia de la paz, está másque compensado: todas aquellas sociedades que han sido capaces dedeliberar sobre sus violencias y sus sufrimientos, que no han olvidadosin más, que quieren caminar hacia una verdadera paz, que no hantrivializado ninguno de los pasos en el proceso por precipitación, olvidoo nuevas formas encubiertas de violencia, han sido capaces de reconstruirel tejido social y psicológico perdido, obteniendo una sociedad resultantede una paz más equilibrada, duradera y sostenible.

7.4. Por la construcción de una cultura de la paz

Construir sobre los pilares de una cultura de paz es sembrar un futurocon muchísimas posibilidades de ofrecernos un cobijo seguro contra todaslas formas de violencia. Es una tarea de todos, no de unos pocos. Es unaobra edificante desde sus primeros pasos por la gran cantidad de satis-facciones que promete y de los buenos resultados que ofrece. Conformaruna cultura de la paz sobre el conjunto de valores, actitudes y compor-tamientos, así como modos de vida y acciones que respeten la vida delas personas, su dignidad y sus derechos, y que rechace la violencia yse adhiera a los principios de la libertad, la justicia, la solidaridad, latolerancia y el entendimiento entre los pueblos, grupos y personas, es unsostén, una referencia permanente, una forma creativa de hacer comunidadcon el género humano, de construir universalidad y unidad desde ladiversidad, que debe tener y tiene implicaciones en el orden moral,educativo, político, social, cultural y económico.

Este instrumento de prosperidad verdadera, de equilibrio de intereses,de seguridad para todas las expresiones de vida, de sostenibilidad de laespecie se está convirtiendo en una galaxia en permanente expansión,sustentándose sobre diversas bases y presupuestos que le dan fundamento:

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una de ellas es la cultura de los derechos humanos, entre ellos el derechoa la paz; otra es el rescate de un cierto optimismo antropológico, tannecesario para reformular paradigmas y ofrecer esperanzas; o la construc-ción de una sociedad no asentada en la dominación patriarcal, sino enla colaboración y complementariedad, que permita edificar un sólo génerohumano; o, en la detección y el rechazo de muchas formas encubiertaso manifiestas de violencia, algunas de ellas fácilmente toleradas por lasociedad; en la defensa de la diversidad étnica y de la pluralidad de visionessobre el mundo; en la satisfacción de las necesidades básicas de todos;en el apoyo y mejor conocimiento de una cultura del conflicto, armo-nizadora, negociadora y superadora de intereses y percepciones enfren-tados; en la concepción de perspectivas planetarias que curen de patologíasetnocéntricas, demasiado egoístas, codiciosas e interesadas; o en el fo-mento de medios y estrategias para el cambio social, basados en valoresmorales y éticos de altura, como la no-violencia; etc.

Este simple corolario, es sólo un muestrario de la ingente -peronecesaria y apasionante- tarea que queda por hacer. Es una obra de presenteque a medida que avanza se proyecta más y más en el futuro. Es tambiénuna acción para la esperanza que da respuestas positivas y creativas antelos nuevos retos planteados con la fenomenología de la globalización. Conla cultura de la paz se aspira a que los valores, costumbres, creencias ynormas socialmente admitidas se fundamenten en una paz de todos y paratodos, una cultura de paz que ha de armonizar la labor de análisis críticoy de denuncia de los procesos de maldesarrollo, violencia y destrucciónque están en marcha, desvelando los intereses sobre los que se apoyany los actores que se benefician de ello, con la creación y apoyo a proyectos,programas e ideas que sean capaces de transformar -o ayudar a transformar-los sistemas actuales por otros verdaderamente alternativos, sosteniblesy equilibrados.

Partiendo de esta óptica, la Historia -desde la Investigación para lapaz- quiere ser, también, un instrumento que facilite el camino, que ayude,que aconseje, que llene de contenidos a la paz; o que contribuya a edificaruna cultura de la paz. Con ello, la Historia se transforma en instrumentode paz. Tan necesario es este hecho por la multiplicidad de implicacionesque tiene en los procesos de socialización: educativos, formativos, ins-tructivos, preventivos, etc. Una historia que contribuya a la integracióny no al antagonismo, que sea capaz de captar las bondades de la pluralidad,que denuncie todas las formas de violencia, que se asiente en los valoresdemocráticos y que, con sus enseñanzas, los fundamente, etc.; una historia

para la confluencia, la multiculturalidad, la esperanza y la cultura de lapaz. Esa es la gran tarea con la que quiere contribuir la Historia de lapaz.

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