greene, graham - el tercer hombre

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Graham Greene

El Tercer HombreTtulo original: The third Man

A Carol Reed, con admiracin y afecto, en recuerdo de tantas madrugadas vienesas en Maxim's, Casanova y el Oriental.

Graham Greene

El Tercer Hombre

IntroduccinEl tercer hombre no fue escrito para ser ledo, sino para ser visto. El relato, como muchos asuntos amorosos, comenz durante una cena y continu con dolores de cabeza en varios lugares: Viena, Venecia, Ravello, Londres, Santa Mnica. Supongo que muchos novelistas llevan en la cabeza o en sus cuadernos de notas la idea inicial de una historia que nunca llegan a escribir. A veces, uno puede volver sobre ella al cabo de muchos aos y pensar con tristeza qu buena hubiera podido ser en un tiempo ahora muerto definitivamente. Hace mucho tiempo escrib en la solapa de un sobre un prrafo inicial: Haba dado mi ltimo adis a Harry haca una semana cuando depositaban su atad en la helada tierra de febrero, de manera que no me lo cre cuando le vi pasar por el Strand, sin un gesto de reconocimiento, entre una muchedumbre de desconocidos. Al igual que mi protagonista, tampoco yo tena ni idea de cul poda ser la explicacin, as que cuando Alexander Korda, durante una cena, me pidi que escribiera un guin para Carol Reed -a continuacin de nuestro dolo cado- lo nico que pude ofrecerle fue ese prrafo, aunque lo que Korda quera era una pelcula sobre la ocupacin de Viena por parte de las cuatro potencias. En 1948, Viena an estaba dividida n zonas bajo control norteamericano, ruso, francs y britnico, aunque cada potencia administraba la ciudad interior siguiendo un turno mensual, y grupos formados por cuatro soldados, uno de cada pas, patrullaban da y noche. Lo que Korda quera era plasmar esa compleja situacin, pero se mostr de acuerdo en que siguiera las huellas de Harry. Para m es imposible escribir el guin de una pelcula sin antes escribir un relato. Una pelcula no depende slo de una trama argumental, sino tambin de unos personajes, un talante y un clima, que me parecen imposibles de captar por primera vez en el inspido esbozo de un guin convencional. Se puede reproducir el efecto que se capta a travs de otro medio, la novela, pero no se puede realizar el primer acto de creacin en la forma de un guin. Se debe tener la seguridad de contar con ms material del necesario para su aprovechamiento (aunque la novela larga normalmente tiene demasiado). Si bien nunca tuve la intencin de publicar El tercer hombre, lo necesitaba tener claro como relato antes de comenzar a trabajar en las interminables transformaciones que van de un guin a otro. En cuanto al guin previo y a la trama argumental, Carol Reed y yo trabajamos muy unidos desde que volvimos a Viena, recorriendo kilmetros de alfombra cada da y representando las escenas el uno para el otro. (Es un hecho curioso el que no puedas escribir un guin sentado en tu escritorio, sino que tengas que moverte con tus personajes.) Nunca hubo una tercera persona en nuestras reuniones, ni siquiera el propio Korda; es mucho ms aprovechable el toma y daca de una conversacin entre dos. Para un novelista su novela es lo mejor que puede hacer con un tema concreto; no puede sino tomar a mal los muchos cambios necesarios para convertirla en cine; pero El tercer hombre nunca pretendi ser ms que la materia prima para una pelcula. El lector notar muchas diferencias entre el relato y la pelcula, y no debe pensar que esos cambios le fueron impuestos a un escritor mal dispuesto: en muchos casos fueron sugeridos por l mismo. En realidad la pelcula es mejor que el relato porque en este caso es el relato en su forma ms acabada. Algunos de los cambios se deben a razones obviamente superficiales. La eleccin de una estrella norteamericana y no inglesa supuso un cierto nmero de alteraciones: la ms importante de ellas, que Harry tambin tena que ser norteamericano. Muy razonablemente, Joseph Cotten puso reparos al nombre de Rollo, que para un odo

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norteamericano tiene, al parecer, implicaciones homosexuales. Sin embargo, yo quera que el nombre fuera absurdo y se me ocurri el nombre de Holly cuando record a aquel divertido poeta norteamericano, Thomas Holley Chivers. (Un crtico demasiado ingenioso atribuy tanto Holly como Lime a la influencia de La rama dorada, pero escog Lime1 no por el rbol, sino por la cal que se utilizaba en las prisiones para destruir los cadveres de los ahorcados.) Otro detalle menor: como deferencia hacia la opinin norteamericana sustituimos a Cooler por un rumano, porque con Orson Welles ya tenamos a un malvado de aquella nacionalidad. Lamento lo de Cooler; sus dilogos eran mejores que los del rumano. Una de las escasas disputas importantes que tuvimos Carol Reed y yo fue acerca del final, y l tena toda la razn. Mi opinin era que una pelcula de corte ameno como sta no poda soportar el peso de un final desgraciado. Reed pensaba que mi final -que era indeterminado, sin que se hablara una palabra- poda resultarle al pblico, que acababa de ver la muerte y el entierro de Harry, desagradablemente cnico. Me convenci slo a medias; tema que poca gente iba a aguantar en sus butacas el largo paseo de la muchacha desde la tumba y que el resto de los espectadores abandonara el cine pensando que ese final era tan convencional como el mo. Yo no saba hasta dnde era capaz de llegar la maestra de Reed, y por entonces, por supuesto, ninguno de nosotros prevea el descubrimiento que hizo de Antn Karas, el taedor de ctara. Todo lo que yo haba puesto en el guin era algn tipo de meloda relacionada con Lime. El episodio del secuestro de Anna por parte de los rusos (un incidente completamente verosmil en la Viena de esos tiempos) se elimin bastante tarde. No encajaba bien en el guin y amenazaba con convertir la pelcula en un filme de propaganda. No tenamos el menor deseo de conmover las emociones polticas del pblico; lo que queramos es que pasara un buen rato, se asustara un poco y hasta se riera. La realidad iba a ser slo el teln de fondo de un cuento de hadas, aunque la historia del estraperlo de penicilina se basaba en una srdida verdad, tanto ms srdida cuanto que la mayor parte de los estraperlistas eran inocentes, al contrario de Lime. Un cirujano que yo conoca, segn supe mucho tiempo despus, llev a dos amigos a ver El tercer hombre. Le sorprendi que se quedaran tristes y cariacontecidos por una pelcula con la que l haba disfrutado. Le contaron que al final de la guerra, cuando estaban con la Royal Air Forc en Viena, haban vendido penicilina. Nunca se haban imaginado las consecuencias de su ratera hasta que vieron la pelcula. Cuando Carol Reed volvi conmigo a Viena para ver las escenas que yo describa me qued desconcertado al encontrarme con que la ciudad haba cambiado por completo entre el invierno y la primavera. Los restaurantes del mercado negro, donde en febrero tenas suerte si conseguas que te sirvieran unos cuantos huesos que decan de buey, servan ahora comidas autnticas, aunque frugales. Haban limpiado las ruinas de enfrente del Caf Mozart, que yo haba bautizado La Vieja Viena. Una y otra vez tuve que decirle a Carol Reed: Te aseguro que Viena era as, hace tres meses. En aquel febrero mi relato no acababa de salirme: el falso funeral de Harry era el nico retazo de la trama que tena entre manos. Todo lo que se me ocurra en aquellos das, que pasaban con demasiada rapidez, eran fragmentos de un trasfondo fotognico; el zarrapastroso cabaret Oriental, el bar de oficiales en el Sacher's (Korda se las haba .arreglado para conseguirme una habitacin en un hotel reservado para militares), los pequeos camerinos que formaban una especie de aldea interior en el viejo Teatro Josefstadt (Anna iba a trabajar all posteriormente), el enorme cementerio donde se1

Lime significa cal. (N. del T.)Pgina 3 de 63

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necesitaban taladradoras elctricas para abrir el suelo en aquel febrero. No quera quedarme ms de dos semanas en Viena antes de reunirme con un amigo en Italia donde quera escribir el relato, pero qu relato? Me quedaban slo tres das y ni tena relato ni tena al personaje que lo iba a contar, el coronel Calloway, que ahora siempre imagino con los rasgos de Trevor Howard. El penltimo da tuve la suerte de almorzar con un joven oficial del Servicio de Inteligencia Britnico: mis relaciones durante la guerra con el SIS solan proporcionarme tiles dividendos en aquella poca. El me cont cmo cuando se hizo cargo de Viena, exigi de las autoridades austracas una lista de la polica vienesa. Una seccin de la lista tena la cabecera Polica Subterrnea.2 Deshganse de esa gente, orden, las cosas han cambiado, pero un mes ms tarde descubri que la polica subterrnea continuaba en la lista. Repiti irritado su orden y entonces le explicaron que la polica subterrnea no era polica secreta, sino una polica que literalmente trabajaba bajo tierra, en el enorme sistema de alcantarillado. En las alcantarillas no haba zonas aliadas, las entradas se encontraban diseminadas por toda la ciudad bajo la forma de quioscos de anuncios y, por alguna inexplicable razn, los rusos no permitieron que las cerraran con llave. Los agentes podan pasar sin control de una zona a la otra. Despus de almorzar nos pusimos botas pesadas e impermeables y nos fuimos a dar un paseo por debajo de la ciudad. La alcantarilla principal era como un ro en la pleamar y despeda un olor igual de dulzn. Durante el almuerzo, el oficial me cont lo del estraperlo de la penicilina y mientras caminaba por las alcantarillas el relato fue tomando forma. Las investigaciones que haba hecho sobre el funcionamiento de la ocupacin por parte de las cuatro potencias, mi visita a un viejo sirviente de mi madre en la zona rusa, las largas tardes de copas solitarias en el Oriental, nada haba sido en vano. Ya tena mi pelcula. La ltima noche invit a cenar a mi amiga Elisabeth Bowen, que haba venido a Viena a dar una conferencia en el Instituto Britnico. Despus la llev al Oriental. Me parece que nunca haba visto un cabaret tan miserable. Le dije: Quera ensearte la Polica Internacional en accin. Harn una redada aqu a medianoche. Cmo lo sabes? Tengo mis contactos. Exactamente cuando daban las doce, como yo haba pedido a mi amigo que hiciera, un sargento britnico baj con gran estruendo las escaleras, seguido por un polica militar ruso, otro francs y otro norteamericano. El lugar estaba en la penumbra, pero sin vacilacin (yo la haba descrito a ella con gran esmero) atraves el stano y le pidi a Elisabeth su pasaporte. Ella me mir con un nuevo respeto: el British Council nunca le haba proporcionado una noche tan dramtica. Al da siguiente, yo me diriga a Italia, va Praga, y a una revolucin comunista. Todo haba terminado salvo escribir.

Underground, subterrneo, se utiliza tambin en ingls como sinnimo de secreto, clandestino. (N. de los T.)2

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1 Nunca se sabe cundo va a caer el golpe. Cuando vi por primera vez a Rollo Martins escrib esta nota para mis archivos policiales de seguridad: En circunstancias normales un tonto jovial. Bebe demasiado y puede provocar conflictos. Cuando pasa una mujer a su lado levanta la vista y hace algn comentario, pero tengo la impresin de que el asunto no le interesa. No ha crecido nunca y tal vez sea esa la razn por la que adora a Lime. Escrib esa frase, en circunstancias normales, porque le vi por primera vez en el funeral de Harry Lime. Era febrero, y los enterradores se vieron obligados a utilizar taladradoras elctricas para abrir la tierra helada del Cementerio Central de Viena. Fue as como hasta la naturaleza hizo todo lo posible para rechazar a Lime, pero por fin se le pudo bajar y echamos tierra sobre l como si fueran ladrillos. Se cerr la tumba y Rollo Martins se fue con tal rapidez que pareca que sus piernas largas y delgaduchas quisieran echar a correr, mientras lgrimas de chiquillo corran por su rostro de treinta y cinco aos. Rollo Martins crea en la amistad y por eso lo que ocurri despus supuso para l un choque mayor de lo que habra sido para ustedes o para m (para ustedes, porque lo hubieran achacado a una ilusin, y para m, porque se me hubiera ocurrido en seguida una explicacin racional, por equivocada que fuera). Si me lo hubiera contado entonces, cuntos problemas no se habran evitado. Si quieren comprender esta historia extraa y un tanto triste deben saber al menos algo de su trasfondo: la destrozada y lbrega ciudad de Viena, dividida en zonas por las cuatro potencias: las zonas rusa, britnica, norteamericana y francesa, marcadas nicamente por carteles de aviso, y en el centro de la ciudad, rodeada por el Ring con sus slidos edificios pblicos y su estatuaria ecuestre, la Innere Stadt bajo el control conjunto de las Cuatro Potencias. Cuando le llegaba el turno, cada Potencia asuma el mando, por decirlo as, durante un mes en la antao elegante Ciudad Interior y se haca cargo de su seguridad; durante la noche, si eras lo bastante tonto como para malgastar tus chelines austriacos en un cabaret, era casi seguro que podras ver al Poder Internacional en accin: cuatro policas militares, uno por cada Potencia, que se comunicaban entre s, si es que se comunicaban, en el idioma comn de su enemigo. No conoc la Viena de entreguerras y soy demasiado joven como para recordar la vieja Viena con su msica de Strauss y su encanto fcil y falso; para m era sencillamente una ciudad cubierta de ruinas sin dignidad, que en aquel febrero se convirtieron en grandes glaciares de nieve y hielo. El Danubio era un ro grisceo, liso y fangoso, que se vea a lo lejos, al otro lado del Segundo Bezirk, la zona rusa donde estaba el Prater destruido, desolado y cubierto de malas hierbas, con la gran noria dando vueltas lentamente sobre los cimientos de los tiovivos, que eran como piedras de molino abandonadas, el hierro oxidado de los tanques destrozados que nadie haba apartado y los hierbajos mordidos por la helada, slo cubiertos por una fina capa de nieve. No tengo suficiente imaginacin para visualizar cmo fue antes, como tampoco puedo ver al Hotel Sacher's como algo diferente de un hotel de trnsito para oficiales ingleses, o la Krntnerstrasse como una calle comercial de moda en vez de lo que era entonces, una calle en cuyas casas slo se haba reparado el primer piso. Un soldado ruso pasa con un gorro de piel y un fusil al hombro, unas cuantas busconas merodean en torno a la Oficina Norteamericana de Informacin y unos hombres con abrigo sorben un sucedneo de caf en los ventanales del La Vieja Viena. Por la noche lo mejor es no moverse de la Ciudad Interior o de las zonas de Tres de las Potencias, aunque all tambin se producen secuestros -esos secuestros que, a veces, nos resultaban tan inexplicables- de una muchacha ucraniana sin pasaporte, de un anciano ms all de la edad til y, a veces, por supuesto, el de un tcnico o de un traidor. Esa era a grandes rasgos la Viena a la cual

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lleg Rollo Martins el 7 de febrero del pasado ao. He construido el caso lo mejor que he podido a partir de mis propios archivos y de lo que me cont Martins. Es lo ms exacto posible -he procurado no inventarme ni una lnea del dilogo, aunque no puedo garantizar la memoria de Martins-; dejando aparte la muchacha, es una historia fea, siniestra, triste y montona, de no ser por el absurdo episodio del conferenciante del British Council. 2 Un sbdito britnico puede viajar si se conforma con llevar tan slo cinco libras que no puede gastar en el extranjero, pero si Rollo Martins no hubiera recibido una invitacin de Lime desde la Oficina Internacional de Refugiados, no le hubieran permitido entrar en Austria, que todava se considera territorio ocupado. Lime haba sugerido que Martins poda escribir sobre el trabajo de ayuda a los refugiados internacionales, y aunque Martins no se ocupaba de esas cosas haba aceptado. Eso le permitira tomarse unas vacaciones, que necesitaba con urgencia despus del incidente de Dubln y aquel otro de msterdam; siempre trataba de reducir las mujeres a incidentes, cosas que le ocurran porque s, sin que l pudiera hacer nada, como eran los actos de fuerza mayor para los agentes de compaas de seguros. Tena un aspecto ojeroso cuando lleg a Viena y una costumbre de mirar por encima de su hombro que durante un tiempo me llev a considerarlo persona sospechosa, hasta que me di cuenta que era por miedo de que una entre, digamos, seis personas pudiera aparecer inesperadamente. Me dijo vagamente que haba mezclado bebidas: era otra manera de plantearlo. A lo que se dedicaba normalmente Rollo Martins era a escribir novelas baratas del Oeste con el seudnimo de Buck Dexter. Tena un pblico amplio, pero poco rentable. No se hubiera podido permitir un viaje a Viena si Lime no se hubiera ofrecido a pagar sus gastos, al llegar, con dinero de un fondo que describi vagamente como de propaganda. Me dijo que Lime tambin le iba a dar vales: la nica moneda en uso, de peniques para arriba, en los hoteles y clubes britnicos. As fue como lleg Martins a Viena con cinco libras intiles. En Francfurt, donde el avin de Londres se detuvo durante una hora, le haba ocurrido un extrao incidente. Tomaba una hamburguesa en una cantina norteamericana (una simptica lnea area daba a sus pasajeros un cupn valedero por sesenta y cinco centavos de comida) cuando un hombre, al que pudo reconocer a cinco metros de distancia como periodista, se acerc a su mesa. Es usted el seor Dexter? S, dijo Martins sorprendido. Parece usted ms joven que en las fotografas, dijo el hombre. Quiere usted hacer unas declaraciones? Soy del peridico de las fuerzas locales. Nos gustara saber qu piensa de Francfurt. He aterrizado hace slo diez minutos. Bien, dijo el hombre. Qu opina usted sobre la novela norteamericana? No la leo, dijo Martins. El famoso humor cido, dijo el periodista. Seal con el dedo a un hombrecillo de pelo canoso y dientes salidos, que mordisqueaba un pedazo de pan. Sabe si es Carey? No. Qu Carey? J. G. Carey, por supuesto. Nunca he odo hablar de l.Pgina 6 de 63

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Ustedes los novelistas viven en otro mundo. Es a l a quien vena a entrevistar -y Martins le vio cruzar la sala en direccin al gran Carey, que le recibi con una falsaria sonrisa de primera pgina, dejando su corteza de pan. No era a Dexter a quien buscaba, pero Martins sinti cierto orgullo-, nadie le haba llamado novelista hasta entonces, y fue ese sentido del orgullo y de importancia lo que le permiti soportar la decepcin de que Lime no le estuviera esperando en el aeropuerto. Nunca nos acostumbramos a ser menos importantes para los dems de lo que ellos lo son para nosotros: Martins experiment, como una punzada, la sensacin de que se poda prescindir de l mientras esperaba en la puerta de autobuses, mirando cmo la nieve caa lentamente, tan fina y suave que los grandes montones entre los edificios en ruinas tenan una apariencia de permanencia como si no fueran el producto de aquella escasa nevada, sino que fueran a quedar para siempre sobre el nivel de las nieves perpetuas. Tampoco le esperaba ningn Lime en el Hotel Astoria, la terminal donde le dej el autobs, ni un mensaje: slo un crptico recado para el seor Dexter de alguien, de quien no haba odo hablar nunca, llamado Crabbin. Le esperbamos en el avin de maana. Por favor, qudese donde est. Voy para all. Habitacin de hotel reservada. Pero a Rollo Martins no le gustaba quedarse esperando. Si te quedabas en el vestbulo de un hotel, tarde o temprano sobrevenan incidentes; terminas mezclando las bebidas. Me parece or a Rollo Martins dicindome, Se acabaron los incidentes. Ni uno ms, antes de meterse de cabeza en el incidente ms serio de todos. En Rollo Martins siempre hubo un conflicto: entre su absurdo nombre de pila y su slido apellido holands (que databa de cuatro generaciones). Rollo miraba a cada mujer que pasaba y Martins renunciaba a ella para siempre. No s cul de los dos escriba las novelas del Oeste. Martins tena las seas de Lime, no senta ninguna curiosidad acerca de aquel hombre llamado Crabbin; estaba claro que se trataba de mi error, aunque todava no lo relacionaba con la conversacin en Francfurt. Lime le haba escrito que Martins poda disponer de su piso, un apartamento grande en los arrabales de Viena requisado a su propietario nazi. Lime pagara el taxi cuando l llegara, as que Martins se fue directamente al edificio, que estaba en la tercera zona (la Britnica). Dej al taxi esperando mientras suba a la tercera planta. Qu pronto se da uno cuenta del silencio, hasta en una ciudad tan silenciosa como Viena, mientras la nieve cae sin descanso. Todava no haba llegado al segundo piso, cuando Martins ya estaba convencido de que no iba a encontrar a Lime, porque el silencio era ms profundo que el de una simple ausencia: era como si no fuera a encontrar a Lime en ningn sitio en Viena, y cuando vio el lazo fnebre sobre el picaporte de la puerta, supo que no lo encontrara en ningn lugar del mundo. Por supuesto poda haber sido una cocinera la fallecida, un ama de llaves o cualquiera que no fuera Harry Lime, pero suposinti que lo haba sabido veinte peldaos ms abajo: que Lime, el Lime al que veneraba como un hroe desde haca veinte aos, desde aquel primer encuentro en un lbrego pasillo de escuela, mientras una campanilla rajada llamaba a oracin, haba muerto. Martins no estaba equivocado, no enteramente. Despus de llamar al timbre media docena de veces, un hombrecillo de expresin malhumorada asom por la puerta de otro apartamento y le dijo en tono irritado: No se moleste. No hay nadie. Se ha muerto. Herr Lime? Herr Lime, desde luego. Ms tarde, Martins me cont: Al principio no signific nada. Fue una pequea informacin, como esos prrafos que llaman en The Times, "noticias breves". Le pregunt: "Cundo ocurri? Y cmo? "Pgina 7 de 63

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"Le atropello un coche'", dijo el hombre. "El jueves pasado.' Y aadi con aire sombro, como si aquello no fuera con l: "Lo van a enterrar esta tarde. Se acaban de ir." "Quines?" "Oh, un par de amigos y el atad." "No estaba en el hospital?" "No tena sentido llevarle al hospital. Se muri aqu enfrente, instantneamente. El guardabarros derecho le peg en el hombro y le arroll como a un conejo. Fue entonces, me cont Martins, al emplear el hombre la palabra conejo cuando se le hizo presente el difunto Harry Lime, convirtindose en el muchacho que, mostrndole una escopeta, le haba enseado lo que era pedir prestado; un muchacho que corra entre las largas y arenosas madrigueras del Brickworth Common gritndole: Dispara, tonto, dispara! All. Mientras el conejo cojeaba buscando resguardo, herido por el disparo de Martins. Dnde le van a enterrar?, pregunt al desconocido en el rellano. En el Cementerio Central. Les va a costar mucho, con esta helada. No tena la menor idea de cmo iba a pagar el taxi o de dnde podra encontrar en Viena una habitacin por cinco libras inglesas, pero tena que dejar a un lado ese problema hasta que fuera a dar el ltimo adis a Harry Lime. Sali directamente desde la ciudad hasta el suburbio (de la zona britnica) donde estaba el Cementerio Central. Para llegar all haba que pasar por la zona rusa y atajar luego por la norteamericana, inconfundible por sus heladeras en todas las esquinas. Los tranvas corran a lo largo de las altas tapias del Cementerio Central, y al otro lado de las vas, a lo largo de una milla, se vean canteros trabajando sus piedras y jardineros con sus flores: una cadena aparentemente infinita de lpidas que esperaban propietario y coronas a la espera de los acompaantes de un funeral. Martins no haba tenido en cuenta el tamao de ese enorme parque cubierto de nieve donde iba a tener su ltima cita con Lime. Era como si Harry le hubiera dejado un mensaje dicindole: Esprame en Hyde Park, sin especificar ningn lugar concreto entre la estatua de Aquiles y Lancaster Gate; las avenidas de tumbas, cada una con su nmero y letra correspondientes, se extendan como los radios de una enorme rueda; recorrieron media milla hacia el oeste, giraron y se dirigieron durante media milla hacia el norte, giraron hacia el sur... La nieve daba un aire de comedia grotesca a los grandes y pomposos panteones familiares; sobre una cara anglica se ladeaba un bisoe de nieve, un santo tena un espeso mostacho blanco y sobre el busto de un funcionario civil de alta categora llamado Wolfgang Gottmann haba un charco de nieve en un ngulo ebrio. Hasta el cementerio estaba dividido segn las zonas de las Potencias; la zona rusa se distingua por sus enormes estatuas de mal gusto de hombres armados; la francesa, por sus filas de annimas cruces de madera y una desgarrada y cansada bandera tricolor. Luego, Martins, record que Lime era catlico y, por tanto, no era muy probable que le enterrasen en la zona britnica que haban estado buscando en vano. As que volvieron en el coche por el corazn del bosque donde las tumbas yacan como lobos entre los rboles, blancos ojos parpadeantes bajo los sombros rboles siempre verdes. Una vez emergi de debajo de los rboles un grupo de tres hombres, con extraos uniformes dieciochescos en negro y plata y tocados con tricornios, que empujaban una especie de carreta: cruzaron un claro en el bosque de tumbas y desaparecieron de nuevo. Por pura casualidad pudieron encontrar a tiempo el entierro: un pedazo de tierra en el

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enorme parque, limpio de nieve, donde se haba juntado un grupo diminuto, al parecer entregado a un asunto muy privado. Acababa de hablar un sacerdote -sus palabras llegaban tenuemente a travs de la fina y paciente nieve-, e iban a bajar un atad al interior de la tumba. Dos hombres vestidos con trajes corrientes estaban de pie al lado de la fosa; uno llevaba una corona que sin duda haba olvidado posar sobre el atad, porque su compaero le toc con el codo, ante lo cual l dio un respingo y dej caer las flores. Haba una muchacha, un poco alejada, que se tapaba el rostro con las manos, y yo, que estaba a veinte yardas de distancia, junto a otra tumba, mirando con alivio el final de Harry Lime y fijndome cuidadosamente en quienes estaban all: para Martins yo era tan slo un hombre con un impermeable. Se me acerc y me pregunt: Podra decirme a quin estn enterrando? A un tipo llamado Lime, dije, y me qued atnito al ver cmo se llenaban de lgrimas los ojos del desconocido: ni l pareca un hombre capaz de llorar, ni yo crea que Lime fuera de la clase de hombre por el que nadie pudiera sentir pena: pena autntica con lgrimas autnticas. Por supuesto, all estaba la muchacha, pero estas generalizaciones no incluyen a las mujeres. Martins permaneci all, hasta el final, cerca de m. Ms tarde me dijo que, como viejo amigo, no quera mezclarse con los nuevos: la muerte de Lime les perteneca a stos, que se quedaran con ella. Tena la ilusin sentimental de que la vida de Lime -al menos veinte aos de su vida- le pertenecan a l. Tan pronto como se acab aquello -no soy un nombre religioso y me impacienta un poco todo el ritual de la muerte-, Martins se alej hacia el taxi dando zancadas con esas largas piernas suyas que siempre pareca que se iban a enredar. No intent hablar con nadie y ahora lloraba de verdad, al menos esas pocas y mezquinas gotas que podemos exprimir a nuestra edad. Los archivos, saben, nunca se completan del todo; un caso no se cierra nunca, ni siquiera despus de un siglo, cuando ya se han muerto todos los participantes. As que segu a Martins: conoca a los otros tres; quera conocer al extrao. Le alcanc junto a su taxi y le dije: No tengo medio de transporte. Podra llevarme hasta la ciudad? Por supuesto, dijo. Saba que el conductor de mi jeep me vera al salir y podra seguirnos discretamente. Cuando arrancamos me di cuenta de que Martins no miraba atrs: son casi siempre los falsos apenados y los falsos amantes los que echan la ltima mirada, los que esperan saludando en los andenes, en vez de largarse rpidamente, sin mirar atrs. Ser porque se quieren tanto a s mismos y quieren que les miren los dems, hasta los que estn muertos? Mi nombre es Calloway, le dije. Martins, dijo l. Era usted amigo de Lime? S. La mayor parte de la gente en la ltima semana habra vacilado antes de afirmar una cosa as. Lleva mucho tiempo aqu? He llegado esta misma tarde de Inglaterra. Harry me haba invitado a que me quedara con l. No saba nada. Le ha impresionado un poco, no?

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Mire, dijo, necesito unas copas, pero no tengo ms que cinco libras esterlinas. Le agradecera mucho que me invitara. Me tocaba decir por supuesto. Pens un momento y luego le di al conductor el nombre de un barcito de la Kmtnerstrasse. No crea que quisiera que le vieran todava en el animado bar britnico, lleno de oficiales en trnsito y de sus mujeres. En aquel bar -quiz por lo exorbitante de sus precios- no haba en aquel momento ms que una pareja muy amartelada. El problema era que slo tenan una bebida -un licor dulce de chocolate que el camarero mejoraba, mediante una propina, con coac-, pero tuve la impresin de que Martins no iba a rechazar nada bebible, con tal de que corriera un velo sobre el presente y el pasado. En la puerta haba el acostumbrado cartel que deca que el bar se abra de seis a diez, pero no tenas ms que empujar la puerta y pasabas al saln principal. Dispusimos de una salita para nosotros solos; la nica pareja estaba en el saln de al lado y el camarero, que me conoca, nos dej solos con unos bocadillos de caviar. Afortunadamente, los dos sabamos que yo dispona de una cuenta de gastos. Martins dijo tomando su segunda copa, rpida: Lo siento, pero era el mejor amigo que tena. No pude resistir decirle, sabiendo lo que yo saba y porque tena ganas de pincharle, pues se aprende mucho as: Suena a novela barata. Dijo rpidamente: Escribo novelas baratas. Ya saba algo. Hasta que no hubo tomado su tercera copa, tuve la impresin de que no era un hombre al que se le soltara fcilmente la lengua, pero estaba bastante seguro de que era uno de esos que se ponan desagradables a partir de la cuarta. Hbleme de usted y de Lime, le dije. Mire, dijo l, necesito como sea otra copa, pero no quiero gorronearle a un desconocido. Me puede cambiar una o dos libras por dinero austriaco? No se preocupe por eso, dije, y llam al camarero. Ya me invitar usted a m cuando vaya a Londres de permiso. No me iba a contar cmo conoci a Lime? La copa de licor de chocolate poda haber sido de cristal de roca, a juzgar por cmo la mir y la hizo girar en una y otra direccin. Fue hace mucho tiempo. Supongo que nadie conoca a Harry como yo le conoc, dijo, y yo pens en el abultado fichero lleno de informes de agentes que haba en mi oficina, todos diciendo lo mismo. Confo en mis agentes; los selecciono con mucho cuidado. Hace mucho tiempo? Hace veinte aos, o un poco ms. Le conoc durante mi primer ao de colegio. Me parece estar viendo aquel lugar. Me parece estar viendo el tabln de anuncios y lo que haba all puesto. Me parece or sonar la campanilla. l era un ao mayor que yo y tena experiencia. Me ense muchas cosas. Tom un rpido sorbo de su copa y luego volvi a hacer girar de nuevo el cristal, como si quisiera verlo con ms claridad. Dijo: Es curioso. No puedo recordar el primer encuentro con ninguna mujer con tanta claridad. Era listo en el colegio? No en el sentido que ellos queran. Pero las cosas que inventaba! Era capaz de las ideas ms fantsticas. Yo era mucho mejor que Harry en asignaturas como Historia o Ingls, pero era un primo cuando se trataba de poner en prctica sus ideas.

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Se ri: ya estaba empezando, con ayuda de las copas y de la charla, a librarse de la impresin que le haba provocado la muerte. Dijo: Era a m a quien cogan siempre. Eso le vendra bien a Lime. Qu diablos quiere usted decir?, pregunt. Le estaba empezando la irritacin alcohlica. No es cierto? Era culpa ma, no suya. Poda haber encontrado a otro mucho ms listo que yo si hubiera querido, pero me tom cario. Desde luego, pens, el nio es el padre del hombre, porque a m tambin me haba parecido Lime paciente. Cundo le vio por ltima vez? Fue a Londres hace seis meses, a un congreso de medicina. Sabe?, tena el ttulo de mdico, aunque nunca ejerci. Eso era tpico en Harry. Le gustaba ver si poda hacer una cosa y luego perda inters. Pero sola decir que resultaba til. Y eso tambin era cierto. Era curioso cmo se pareca el Lime que l conoci al que conoc yo; slo que l miraba la imagen de Lime desde un ngulo o a una luz diferentes. Dijo: Una de las cosas que me gustaba de Harry era su humor. Sonri con una sonrisa forzada que le quit cinco aos de encima. Soy un bufn. Me gusta jugar a hacer el tonto, pero Harry tena verdadero ingenio. Sabe?, poda haber sido un compositor de msica ligera de primera categora si se hubiera empeado. Silb una meloda; me result extraamente conocida. : Nunca la olvidar. Vi a Harry escribirla. En un par de minutos, en el dorso de un sobre. La silbaba siempre cuando estaba pensando en alguna cosa. Era la meloda que uno relacionaba con l. La silb por segunda vez y entonces supe quin la haba escrito: por supuesto, no haba sido Harry. Estuve a punto de decrselo, pero para qu? La meloda comenz a desvanecerse y se esfum. Se qued mirando su copa, vaci lo que quedaba de ella y dijo: Maldita sea! Pensar que ha muerto de la forma que ha muerto. Ha sido lo mejor que poda haberle ocurrido, dije. No se enter muy bien de lo que quera decir; estaba un poco achispado. Lo mejor? S. .. Quiere decir que no tuvo ningn dolor? En eso tambin tuvo suerte. Fue el tono de voz y no mis palabras lo que llam la atencin a Martins. Me pregunt corts y peligrosamente -me di cuenta de cmo se tensaba su mano derecha: Qu insina usted? No hay por qu demostrar valor fsico en todas las situaciones: apart mi asiento lo suficiente como para ponerme fuera del alcance de sus puos. Lo que quiero decir, le dije, es que tengo toda su ficha en el cuartel general de la Polica. Hubiera tenido que pasar mucho tiempo -pero que mucho tiempo- en la crcel, si no hubiera sido por el accidente.Pgina 11 de 63

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Por qu? Era uno de los peores estafadores que se haya ganado jams su puerca vida en esta ciudad. Le vi midiendo la distancia entre nosotros y dicindose que no poda alcanzarme en donde yo estaba sentado. Rollo quera golpear, pero Martins era sensato y cauto. Comenc a darme cuenta de que Martins era peligroso. Me pregunt si despus de todo no habra cometido un completo error. No me pareca que Martins fuera realmente el primo que haba descrito Rollo. Es usted polica? , pregunt. S. Siempre he detestado a los policas. Son siempre sinvergenzas o estpidos. Es esa la clase de libros que escribe? Le vi que mova poco a poco su asiento para poder impedirme la salida. Mir al camarero y se dio cuenta de lo que quera decirle: tiene sus ventajas usar siempre el mismo bar para las entrevistas. Martins exhibi una sonrisa superficial y dijo cortsmente: Tengo que llamarles sheriffs. Conoce Norteamrica? Era una conversacin idiota. No. Me est usted interrogando? Simple inters. Porque si Harry era el estafador que dice, yo tambin debo serlo. Trabajamos siempre juntos. Me atrevera a decir que tena algo para usted, en la organizacin. No me sorprendera nada que se hubiera propuesto colgarle el muerto. Era su mtodo en el colegio, segn me ha contado usted, no es as? Lo que pas es que el director comenz a enterarse de algunas cosas. Estoy empezando a calarle. Supongo que habr habido alguna ratera con la gasolina o algo por el estilo, y como no ha podido cargrselo a nadie intenta colgrselo al muerto. Como todos los policas. Supongo que es usted un polica de verdad, no? S, de Scotland Yard, pero me meten en un uniforme de coronel cuando estoy de servicio. Ahora estaba entre la puerta y yo. No poda apartarme de la mesa sin exponerme. No soy un luchador y de todos modos me llevaba seis pulgadas de ventaja. Le dije: No era gasolina. Neumticos, sacarina... Por qu ustedes, los policas, no atrapan a unos cuantos asesinos para variar? Bueno, se podra decir que el asesinato formaba parte del negocio. Con una mano tir la mesa y con la otra intent pegarme; el alcohol le hizo calcular mal. Antes de que pudiera intentar repetirlo mi chfer le sujet. No le maltrates. No es ms que un escritor que ha bebido demasiado. Tranquilcese usted, seor, quiere? dijo mi chfer. Tena un exagerado sentido de la jerarqua. Probablemente hubiera llamado seor a Lime. Escuche, Callaghan, o como mierda se llame usted...Pgina 12 de 63

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Calloway. Soy ingls, no irlands. Voy a conseguir que haga usted el ridculo ms espantoso de Viena. No va a poder colgar todos los crmenes sin resolver a un hombre que est muerto'. Ya veo. Me va a encontrar usted al verdadero criminal? Parece una de sus novelas. Puede soltarme, Callaghan. Prefiero dejarle en ridculo que hincharle un ojo. Si le hincho un ojo slo tendr que pasar unos das en la cama. Pero cuando haya acabado con usted, tendr que irse de Viena. Saqu un par de libras en vales y los met en el bolsillo superior de su chaqueta. Sern suficientes para esta noche, le dije, y me asegurar de que tenga reservada una plaza en el avin de maana para Londres. No puede echarme. Tengo mis documentos en orden. S, pero sta es como cualquier otra ciudad: aqu se necesita dinero. Si cambia sus libras esterlinas en el mercado negro le encerrar a las veinticuatro horas. Sultalo. Rollo Martins se sacudi el polvo. Dijo: Gracias por las copas. - No hay de qu. Me alegro de no tener que agradecrselo. Supongo que las apuntar en la cuenta de gastos, no? Le volver a ver en una o dos semanas, cuando tenga lo que necesito. Saba que estaba irritado. Entonces no crea que hablara en serio. Pens que estaba representando un papel para recobrar su propia estimacin. Tal vez pueda ir a despedirle maana. No pierda el tiempo. No estar all. Paine le acompaar y le indicar el camino hasta el Sacher's. All tendr una cama y cena. Me encargar de ello. Dio un paso a un lado como si fuera a dejar pasar al camarero y se abalanz sobre m. Pude esquivarle, pero resbal contra la mesa. Antes de que pudiera repetirlo, Paine le peg un puetazo en la boca. Sali disparado entre las mesas y se levant sangrando por un labio partido. Cre que me haba prometido no pelear, le dije. Se limpi un poco de sangre con la manga y dijo: No. Dije que prefera dejarle en ridculo. No que no fuera a hincharle un ojo tambin. Haba sido un da muy largo y estaba cansado de Rollo Martins. Le dije a Paine: Acompale hasta el Sacher's. Y no vuelvas a pegarle si se porta bien. Y alejndome de los dos fui hacia el interior del bar (me mereca otra copa). O cmo Paine le deca al hombre que acababa de tumbar: Por aqu, seor. Est a la vuelta de la esquina.

3 Lo que ocurri luego no me lo cont Paine, sino Martins, mucho tiempo despus,

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cuando reconstrua la cadena de acontecimientos que, desde luego -aunque no de la manera que l esperaba-, me dejaron en ridculo. Paine le acompa simplemente hasta el mostrador de la conserjera y all explic: Este caballero lleg en el avin de Londres. El coronel Caloway dice que le den una habitacin. Despus de esta aclaracin, dijo: Buenas tardes, seor, y se march. Probablemente estaba un poco avergonzado por el labio ensangrentado de Martins. Tiene usted reserva, seor?, pregunt el conserje. No. No creo, dijo Martins con voz apagada, con un pauelo sobre la boca. Pens que sera usted el seor Dexter. Tenemos una habitacin reservada para una semana a nombre del seor Dexter. Ah, s, yo soy el seor Dexter, dijo Martins. Ms tarde me cont que se le ocurri que Lime poda haber reservado una habitacin para l con ese nombre, porque tal vez fuera a Buck Dexter y no a Rollo Martins a quien iba a emplear con fines propagandsticos. Una voz a su lado dijo: Lamento no haberle recibido en el aeropuerto, seor Dexter. Me llamo Crabbin. El que hablaba era un hombre regordete, en el principio de la edad madura, con una tonsura natural y con unas gafas de concha con los cristales ms gruesos que haba visto nunca Martins. Prosigui en tono de disculpa: Uno de nuestros nombres llam a Francfurt, y por casualidad le dijeron que estaba usted en el avin. Nuestra casa central meti una vez ms la pata y nos mand un telegrama avisando que no vena usted. Deca algo referente a Suecia, pero el telegrama estaba incompleto. Despus de hablar con Francfurt intent ir al aeropuerto, pero acababa de irse usted. Recibi mi nota? Martins, con el pauelo sobre la boca, dijo con voz oscura:S. S? Me permite que le diga, seor Dexter, que me siento emocionado de conocerle? Muchas gracias. Desde que era nio le he considerado el mejor novelista de nuestro siglo. Martins se sobresalt. Le dola abrir la boca para contestar. Por eso lo nico que hizo fue lanzar una mirada colrica al seor Crabbin, pero era imposible pensar que aquel joven fuera un bromista. Tiene usted muchos lectores en Austria, seor Dexter, tanto de su obra original como de sus traducciones. Especialmente de La Proa curvada, que es mi favorita. Martins trat de aclararse. Dijo usted una habitacin para una semana? S. Muy amable por su parte. El seor Schmidt, aqu presente, le dar los vales diarios para comer. Pero supongo que necesitar usted un poco de dinero de bolsillo. Nos encargaremos de eso. Pensamos que maana le gustara pasar un da tranquilo, para darse una vuelta. S. Por supuesto, cualquiera de nosotros estar a su servicio si necesita un gua. Luego, pasado maana, habr un pequeo coloquio privado en el Instituto por la tarde, sobre la novela contempornea. Pensamos que tal vez podra pronunciar usted unas cuantasPgina 14 de 63

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palabras para comenzar la discusin y responder a unas cuantas preguntas. Martins, en aquel momento, estaba dispuesto a decir que s a cualquier cosa con tal de quitarse de encima al seor Crabbin y conseguir alojamiento y comida gratis durante una semana; y Rollo, como descubr ms tarde, siempre estaba dispuesto a aceptar lo que se le ofreciera: una copa, una chica, una broma, una nueva diversin. Desde luego, desde luego, dijo desde detrs de su pauelo. Perdneme, seor Dexter, le duelen las muelas? Conozco a un buen dentista. No. Alguien me peg, eso es todo. Dios mo! Han intentado robarle? No, fue un soldado. Yo estaba intentando hincharle un ojo a su coronel. Se apart el pauelo para que Crabbin pudiera ver su boca partida. Me cont que Crabbin no fue capaz de articular ni una palabra. Martins no comprenda nada, porque nunca haba ledo la obra de su gran contemporneo, Benjamn Dexter: ni siquiera saba quin era. Soy un gran admirador de Dexter, as que poda entender el desconcierto de Crabbin. A Dexter se le considera un estilista de la categora de Henry James, pero tiene una veta femenina ms marcada que su maestro, hasta el punto de que sus enemigos han comparado su estilo sutil, complejo y fluctuante con el de una vieja solterona. Para ser un hombre que todava no ha cumplido los cincuenta aos, su apasionado inters por el bordado y su costumbre de aquietar su nada tumultuoso espritu haciendo encaje de frivolit -rasgo muy apreciado por sus discpulos- puede parecer a otros un tanto afectado. Ha ledo alguna vez un libro titulado El jinete solitario de Santa Fe? No. No creo. Al mejor amigo de ese jinete, dijo Martins, le mata a tiros el sheriff de un pueblo llamado Lost Claim Gulch. El relato describe cmo persigue a ese sheriff -siempre dentro de la legalidad- hasta que lleva a cabo su venganza. Nunca hubiera podido imaginarme que leyera usted novelas de vaqueros, seor Dexter, dijo Crabbin. y Martins tuvo que refrenar con todas sus fuerzas a Rollo para que no dijera: "Las escribo". , Bueno, pues del mismo modo persigo yo al coronel Callaghan. Nunca he odo hablar de l. Ha odo hablar de Harry Lime? S, dijo con precaucin Crabbin, pero realmente nunca le conoc. Yo s. Era mi mejor amigo. No me parece que fuera un personaje muy literario. Ninguno de mis amigos lo es. Crabbin parpade nerviosamente detrs de su montura de concha. Dijo con aire de apaciguamiento: S que le interesa el teatro. Una amiga suya -una actriz, sabe?- est aprendiendo ingls en el Instituto. l fue una o dos .veces a recogerla. Joven o vieja? Oh, joven, muy joven. Aunque yo creo que no es una buena actriz. Martins record a la muchacha que estaba junto a la tumba, cubrindose el rostro con las manos. Dijo: Me gustara conocer a algn amigo o amiga de Harry. Probablemente asista a su conferencia.

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Es austraca? Dice que s, pero yo sospecho que es hngara. Trabaja en el Josefstadt. Por qu dice que es austraca? A veces los rusos demuestran inters por los hngaros. No me sorprendera que Lime le ayudara con sus documentos. Dice llamarse Schmidt. Anna Schmidt. No podra imaginarse a una joven actriz inglesa llamndose Smith, no le parece? Y encima siendo guapa. Siempre me ha parecido un poco demasiado annimo como para ser verdad. Martins pens que le haba sacado a Crabbin todo lo que haba podido, de modo que se excus diciendo que estaba cansado, que haba sido un da muy largo, le prometi llamar a la maana siguiente, acept diez libras de vales para los gastos inmediatos y se fue a su habitacin. Le pareci que consegua dinero con mucha rapidez: doce libras en menos de una hora. Estaba cansado: se dio cuenta cuando se estir en la cama con as botas puestas. Al cabo de un minuto haba dejado atrs Viena v Paseaba por un bosque espeso, donde se hunda hasta los tobillos a la nieve. Un buho ulul y de repente se sinti solo y asustado. Tena una cita para encontrarse con Harry bajo un rbol concreto, pero en un bosque tan espeso, cmo podra distinguir un rbol de otro? Luego vio una figura y corri hacia ella: sta silb una meloda familiar y su corazn sinti alivio y alegra por no estar solo. La figura se dio la vuelta y no era Harry, slo un desconocido que le haca una mueca en un crculo de agua nieve fangosa, mientras el buho ululaba una y otra vez. Se despert sbitamente al escuchar el timbre del telfono al lado de su cama. Una voz con un poco de acento extranjero -slo un poco-, dijo: Rollo Martins? S. Era una novedad ser l mismo y no Dexter. No me conoce usted, dijo la voz innecesariamente, pero yo era amigo de Harry Lime. Tambin era una novedad hablar con alguien que se declaraba amigo de Harry. El corazn de Martins se sinti inclinado hacia el desconocido. Dijo: Me gustara conocerle. Estoy justo a la vuelta de la esquina, en "La Vieja Viena". No podramos esperar hasta maana? He pasado un da bastante espantoso entre unas cosas y otras. Harry me pidi que me hiciera cargo de usted. Estaba con l cuando se muri. Crea, dijo Rollo Martins y se detuvo. Iba a decir, crea que haba muerto en el acto, pero algo le aconsej precaucin. En vez de eso dijo: No me ha dicho su nombre. Kurtz, dijo la voz. Ira a verle, sabe?, pero es que los austracos no podemos entrar en el Sacher's. Quiz pudiramos vernos en "La Vieja Viena" por la maana. Desde luego, dijo la voz, pero est completamente seguro de que va a estar bien hasta entonces? Qu quiere decir? Harry pensaba que estara usted sin un cntimo. Rollo Martins se reclin en la cama con el auricular en el odo y pens: Nada como venir a Viena para hacer dinero. Era el tercer desconocido que le ofreca dinero en menos

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de cinco horas. Dijo prudentemente: Puedo aguantar hasta que nos veamos. Para qu rechazar una buena oferta hasta que no supiera en qu consista. Le parece bien, entonces, a las once, en "La Vieja Viena" de Krtnerstrasse? Ir vestido con un traje marrn y llevar uno de libros. Muy bien. Cmo lo ha conseguido? Me lo dio Harry. La voz tena un encanto y una cordura enormes, pero cuan-Martins le dio las buenas noches y colg no pudo por menos preguntarse cmo era que Harry, que se haba mostrado tan lente antes de morir, no le haba enviado un telegrama para no fuera. No le haba dicho tambin Callaghan que Lime haba muerto instantneamente? -o sin dolor, no?-, o era l mismo quien haba puesto esas palabras en la boca de Callaghan? Fue entonces cuando se asent firmemente en la cabeza de Martins que haba algo raro en la muerte de Lime, algo que la polica haba sido demasiado estpida para descubrirlo. Intent descubrirlo por su cuenta con la ayuda de dos cigarrillos, pero se qued dormido sin cenar y con el misterio todava sin resolver. Haba sido un muy largo, pero no lo bastante como para conseguir eso.

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Lo que en seguida me cay mal en l, me cont Martins, fue su bisoe. Era uno de esos bisoes imposibles de disimular: liso y amarillo, con el pelo cortado en lnea recta sobre el cogote y que no se ajustaba bien. Tiene que haber algo de falso en un hombre que lo acepta graciosamente la calvicie. Tena tambin uno de esos rostros en los que las arrugas han sido colocadas cuidadosamente, como un maquillaje, justo donde deben estar: para expresar encanto, fantasa, arrugas en el rabillo de los ojos. Pareca diseado para gustar a colegialas romnticas. Esta conversacin tuvo lugar unos das ms tarde: me cont toda su historia cuando la pista casi haba desaparecido. Estbamos sentados en la misma mesa de La vieja Viena que haba ocupado Aquella maana con Kurtz. y cuando hizo ese comentario sobre las colegialas romnticas vi que sus ojos acosados se fijaban en algo repentinamente. Era una chica, igual que cualquier otra chica, pens, que pasaba apresuradamente all afuera, bajo la fuerte nevada. Guapa? Desvi su mirada y dijo: He dejado eso para siempre. Sabe, Calloway? Llega un momento en la vida de un hombre en que hay que renunciar a ese tipo de cosas... Ya. Pens que estaba mirando a una chica. Lo estaba. Pero slo porque durante un momento me record a Anna, a Anna Schmidt. Quin es? No es una chica? Oh, s, en cierto modo. Qu quiere decir en cierto modo? Era la novia de Harry.

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Se va a quedar usted con ella? No es de esa clase. Calloway. No la vio en el funeral? No voy a mezclar ms las bebidas. Tengo una resaca que me va a durar toda la vida. Me estaba contando lo de Kurtz, dije. Al parecer, Kurtz estaba all sentado, haciendo gran alarde de leer El jinete solitario de Santa Fe. Cuando Martins se sent a la mesa dijo con un entusiasmo indescriptiblemente falso: Es maravilloso cmo mantiene usted la tensin. La tensin? La emocin. Es usted un maestro en eso. Al final de cada captulo uno est deseando saber... As que usted era amigo de Harry, dijo Martins. Creo que el mejor, pero Kurtz aadi tras una diminuta pausa, en la que su cerebro registr el error, con la excepcin de usted, por supuesto. Cunteme cmo muri. Yo estaba con l. Habamos salido juntos de su casa y Harry vio a un amigo al otro lado de la calle, un norteamericano llamado Cooler. Le salud y comenzaba a cruzar la calle hacia l cuando un jeep tom la curva a toda velocidad y le atropello. Realmente la culpa fue de Harry, no del conductor. Alguien me dijo que muri instantneamente. Ojal hubiera sido as. Muri antes de que llegara la ambulancia. Entonces pudo hablar, no? S. Ni siquiera el dolor hizo que se olvidara de usted. Qu dijo? No me acuerdo de sus palabras exactas, Rollo, me permite llamarle Rollo, no? Siempre se refera a usted as cuando hablaba con nosotros. Deseaba que yo me ocupara de usted cuando llegara. Que le atendiera. Que le comprara un billete de vuelta. Al contrmelo, Martins coment: Como ver no me faltaban ni billetes de vuelta ni dinero. Por qu no me mand usted un telegrama para que no viniera? Lo hicimos, pero sin duda el telegrama lleg tarde. Con esto de la censura y las zonas, a veces, los telegramas tardan en llegar cinco das. Hubo una investigacin? Por supuesto. Saba usted que la polica tiene la disparatada idea de que Harry andaba metido en negocios sucios? No. Pero lo est toda Viena. Todos vendemos cigarrillos y cambiamos chelines por vales y todo lo dems. No se encontrar a un ,solo miembro de la Comisin de Control que no haya quebrantado La polica insinu algo peor que eso. A veces se les ocurren ideas bastante absurdas, dijo el hombre -de bisoe con cautela. Me quedar aqu hasta demostrarles que no tienen razn. Kurtz volvi la cabeza bruscamente y el bisoe se movi un poco. Dijo:

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Para qu? Con eso no va a resucitar Harry. Har que echen a ese jefe de polica de Viena. No veo qu puede usted hacer. Voy a empezar a investigar hacia atrs, a partir de su muerte. Usted fue testigo, y ese hombre, Cooler, y el chfer. Dme sus direcciones. La del chfer no la s. Puedo conseguirla en los archivos del forense. Y luego est la chica de Harry... Kurtz dijo: Ser doloroso para ella. Ella no me preocupa. Me preocupa Harry. Sabe usted de qu sospecha la polica? No. Perd los estribos demasiado pronto. No se le ha ocurrido, dijo suavemente Kurtz, que poda enterarse de algo, digamos, desagradable, con respecto a Harry? Correr ese riesgo. Y que le va a costar tiempo y dinero. Tengo tiempo y usted me iba a prestar dinero, no? No soy un hombre rico, dijo Kurtz. Le promet a Harry cuidar de usted y que cogera el avin de vuelta... No tiene por qu preocuparse, ni del dinero ni del avin, dijo Martins. Pero voy a apostar con usted en libras esterlinas, cinco libras contra doscientos chelines, a que hay algo raro en la muerte de Harry... Fue como lanzar una sonda, pero instintivamente ya se daba cuenta de que haba algo que no encajaba, aunque todava no relacionaba la palabra asesinato con su intuicin. Kurtz tena en la mano una taza de caf que se llevaba a los labios y Martins le mir fijamente. Al parecer, la sonda no haba dado resultado; una mano firme acerc la taza a la boca, y Kurtz bebi con un poco de ruido, a largos sorbos. Luego pos la taza y dijo: Qu quiere decir con algo raro? A la polica le convena tener un cadver, pero no les convendra tambin a los propios delincuentes? Cuando ya haba hablado se dio cuenta de que quiz a Kurtz le haba chocado su descabellada afirmacin: no sera que se haba quedado tan helado que se volvi cauteloso y tranquilo? Las manos de los culpables no tienen por qu temblar; slo en las novelas la agitacin se trasluce dejando caer una copa. A menudo la tensin se demuestra en acciones estudiadas. Kurtz haba bebido su taza de caf como si nadie hubiera dicho nada. Bueno, tom otro sorbo, por supuesto le deseo suerte, aunque no creo que vaya a averiguar nada. Si necesita mi ayuda, pdamela. Quiero las seas de Cooler. Por supuesto. Se las apuntar. Aqu estn. Es en la zona norteamericana. Y las de usted? Ya estn apuntadas, ah debajo. Tengo la mala suerte de vivir en la zona rusa, as que no me visite muy tarde. A veces ocurren cosas por all. Le lanz una de sus estudiadas sonrisas vienesas, con un encanto cuidadosamente pintado por un fino pincel en las arrugas en torno a su boca y a sus ojos. No deje de llamarme, dijo, y si necesita alguna ayuda..., pero me parece que loPgina 19 de 63

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que va a hacer es poco sensato -toc El jinete solitario-. Estoy muy orgulloso de haberle conocido. Un maestro de la narracin, y con una mano se alis el bisoe mientras que la otra se la pas por la boca, borrando su sonrisa como si nunca hubiera existido.

5 Martins se sent en un asiento duro al lado de la entrada de artistas del Teatro Josefstadt. Despus de la funcin de tarde le haba enviado una tarjeta a Anna Schmidt poniendo en ella un amigo de Harry. Una galera de ventanitas, con cortinas de encaje y las luces que se apagaban unas tras otra, sealaban el sitio en que los artistas se preparaban para irse a su casa, para tomar su taza de caf sin azcar, su panecillo sin mantequilla para aguantar la funcin de la noche. Era como un callejn construido dentro de un edificio para servir de escenario a una pelcula, pero hasta all mismo haca fro, del que no se salvaba ni siquiera un hombre con un gabn grueso, as que Martins se puso a dar paseos bajo las ventanitas. Se dijo que era como un Romeo que no estuviera muy seguro de cul era el balcn de Julieta. Haba tenido tiempo para reflexionar: estaba tranquilo; el que surga ahora era Martins, no Rollo. Cuando se apag una luz de una de las ventanas y una actriz descendi hacia el pasillo por donde l caminaba, ni siquiera se volvi para mirar. Haba terminado con todo eso. Pens, Kurtz tiene razn. Todos tienen razn. Me estoy comportando como un tonto romntico. Voy a hablar un momento con Ana Schmidt, decirle unas palabras de condolencia, y luego har las maletas y me marchar. Se haba olvidado por completo, me dijo, de la complicacin del seor Crabbin. Una voz le llam desde arriba, seor Martins, y mir a un rostro que asomaba unos cuantos pies por encima de su cabeza. No era un rostro hermoso, me explic convencido cuando le acus de que volva a dedicarse a mezclar bebidas. Slo un rostro sincero; cabellos y ojos oscuros, que bajo aquella luz parecan castaos; una frente ancha, una boca grande que no pretenda hechizar. A Rollo Martins no le pareci que hubiera peligro por ningn lado de que fuera a sentir ese sbito y loco momento en que el aroma de unos cabellos o el contacto de una mano cambia una vida. Ella le dijo: Quiere usted subir, por favor? Es la segunda puerta a la derecha. Hay algunas personas, me explic cuidadosamente, a las que se reconoce en seguida como amigas. Puedes estar tranquilo con ellas porque sabes que nunca, nunca te expondrn a peligros. As era Anna, dijo, y no estoy seguro de si el empleo del tiempo pasado fue o no deliberado. Al contrario de la mayor parte de los camerinos de actrices, aqul estaba casi vaco; el armario no estaba atestado de ropas, no haba mezcolanza de cosmticos y pinturas: haba una bata en el suelo, una rebeca, que reconoci como la que se vea en el segundo acto, sobre el nico silln y una cajita de pintura y crema. Sobre el hornillo de gas canturreaba una marmita. Le dijo: Quiere una taza de t? Alguien me envi un paquete la semana pasada: a veces los norteamericanos te mandan eso en vez de flores la noche del estreno. Tomar una taza, dijo, pero si haba algo que odiaba era el t. La mir mientras lo preparaba y, por supuesto, lo hizo todo mal: el agua no herva, no calent la tetera y puso muy pocas hojas. Nunca he entendido por qu a los ingleses les gusta el t, le dijo.

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El se bebi la taza entera como un medicamento y la mir mientras ella sorba la suya cautelosa y delicadamente. Tena muchas ganas de verla. Por lo de Harry, le dijo. Fue un momento espantoso; vio cmo se endureca su boca para enfrentarse con ello. S? Le conoc hace veinte aos. Era amigo suyo. Sabe?, fuimos al colegio juntos y despus nunca pasaba mucho tiempo sin que volviramos a vernos... Cuando recib su tarjeta no pude decir que no. Pero en realidad no hay mucho de que hablar, no?... nada. Me gustara saber... Se ha muerto. Es el final. Todo se acab, se termin. Para qu hablar? Los dos le queramos. Yo no lo s. No puedes saber una cosa as despus. No s nada ms que... Que qu? 0ue yo tambin quisiera morirme. Martins me cont: Entonces estuve a punto de marcharme. Para qu iba a atormentarla slo por la descabellada idea que se me haba ocurrido? Pero le hice una pregunta: "Conoce a un hombre llamado Cooler?". Un norteamericano?, dijo. Me parece que fue el hombre que me trajo un poco de dinero cuando se muri Harry. No quise aceptarlo, pero me dijo que Harry, en el ltimo momento, se haba mostrado muy preocupado. As que no muri instantneamente? Oh, no. Martins me dijo: Comenc a preguntarme cmo se me haba metido esa idea con tanta fuerza en la cabeza, y luego pens que solo haba sido el hombre del piso el que me lo haba dicho, nadie ms. Le dije a Anna: "Deba de estar muy lcido al final, porque tambin se acord de m. Eso parece demostrar que no sufri De eso es de lo que trato de convencerme continuamente. Habl con usted el mdico? Una vez. Harry me envi a l. Era su mdico de cabecera. Viva cerca, sabe? Martins vio sbitamente, en aquella extraa cmara de la mente que construa esos cuadros instantneos, irracionales, un lugar desierto, un cuerpo en el suelo, un grupo de pjaros reunidos. Tal vez fuera una escena de uno de sus libros todava no escrito, que se iba formando en la puerta de lo consciente. Esta se desvaneci y pens que era extrao que todos hubieran estado all, en aquel momento justamente, todos los amigos de Harry: Kurtz, el mdico, ese hombre Cooler; tan slo faltaban las dos personas que le queran. Dijo: Y el chfer? Oy su testimonio? Estaba trastornado, asustado. Pero el testimonio de Cooler le exoner. El pobre hombre no tuvo la culpa. Cuntas veces le o decir a Harry que era un conductor muy prudente. Tambin conoca a Harry? Otro pjaro se pos y se reuni con los otros en torno a la figura silenciosa que yaca boca abajo, sobre la arena. Ahora poda ver que era Harry, por la ropa, por su actitud de nio dormido en el csped, junto al borde del campo de deportes en una calurosa tarde de verano. Alguien llam por la ventana, desde fuera. Frulein Schmidt!

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No les gusta que estemos demasiado tiempo. Gastamos su luz, dijo ella. Martins haba renunciado a la idea de ahorrarle algo. Le dijo: La polica dice que iban a detener a Harry. Quieren colgarle algn negocio sucio. Acept la noticia ms o menos como la haba aceptado Kurtz. Todo el mundo anda metido en negocios sucios. No creo que fuera nada serio. No. A lo mejor han inventado pruebas. Conoce a un hombre que se llama Kurtz? Me parece que no. Es uno que usa bisoe. Oh! Se dio cuenta que eso le haba recordado algo. Le dijo: No le parece extrao que estuvieran todos all, cuando la muerte? Todos conocan a Harry. Hasta el conductor, el mdico... Tambin yo me lo he preguntado, aunque no saba lo de Kurtz, dijo ella con una calma desesperada. Me pregunt si le habran asesinado, pero qu consigo con eso? Voy a ir por esos hijos de puta, dijo Rollo Martins. No vale la pena. Tal vez tenga razn la polica. Quiz el pobre Harry estuviera mezclado en algo. Frulein Schmidt!, volvi a llamar la voz. Tengo que irme. Le acompaar un poco. Casi era de noche; la nieve haba dejado de caer durante un rato y las grandes estatuas del Ring, los caballos corveteando, los carros y las guilas tenan el color gris acero como del final de la tarde. Es mejor dejarlo y olvidar, dijo Anna. La nieve, iluminada por la luna, llegaba hasta los tobillos sobre el pavimento. Me dar las seas del mdico? Permanecieron resguardados bajo un muro mientras ella le escriba la direccin. Y la suya? Para qu la quiere? Quiz pueda darle alguna noticia. Ninguna noticia servira ya de nada. K La mir desde lejos subir a su tranva, inclinando la cabeza contra el viento, como una oscura seal de interrogacin sobre la nieve.

6 La ventaja que tiene un detective aficionado sobre un profesional es que no trabaja con un horario fijo. Rollo Martins no se limitaba a una jornada de trabajo de ocho horas: no paraba sus investigaciones ni para comer. En un da cubra ms terreno que cualquiera de mis hombres en dos y, adems, tena una ventaja inicial sobre nosotros y es que era

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amigo de Harry. Trabajaba, por as decirlo, desde dentro, mientras que nosotros picotebamos en la periferia. El doctor Winkler estaba en casa. Tal vez no hubiera estado en casa para un polica. De nuevo utiliz Martins como brete, ssamo una indicacin en su tarjeta que deca: Un amigo de Harry lime. La sala de espera del doctor Winkler le record a Martins la tienda de un anticuario: una tienda de antigedades especializada en objetos de arte religioso. Haba innumerables crucifijos, probablemente ninguno posterior al siglo XVII. Haba esculturas en madera y marfil. Haba varios relicarios: trozos de hueso marcados con nombres de santos y colocados en marcos ovales, con un fondo de papel de estao. Si eran autnticos, qu extrao destino el del nudillo de Santa Susana, que haba venido a parar a la sala de espera del doctor Winkler. Hasta aquellas horribles sillas de respaldo alto podan haber servido de asiento a cardenales. La atmsfera de la habitacin era sofocante, y uno esperaba el olor a incienso. En un cofrecillo haba una astilla de la Vera Cruz. Oy un estornudo. El doctor Winkler era el mdico ms limpio que haba visto Nunca Martins. Muy pequeo y pulcro, llevaba un frac negro con un cuello duro y alto; su bigotito negro pareca una pajarita. Volvi a estornudar; quiz tena fro al ser tan limpio. Dijo: El seor Martins ? Un deseo irresistible de ensuciar al doctor Winkler se apoder de Rollo Martins. El doctor Winkler?, dijo. S, soy el doctor Winkler. Tiene una coleccin muy interesante. S. Esos huesos de santos... Son huesos de pollos y conejos. El doctor Winkler se sac de la manga un pauelo grande y blanco, como un prestidigitador que hiciera aparecer la bandera de su pas, y se son las narices pulcra y cuidadosamente, tapndose por turnos cada ventana. Uno esperaba que tirara el pauelo despus de utilizarlo una vez. Le importara decirme, seor Martins, cul es el objeto de su visita?, me espera un paciente. Los dos ramos amigos de Harry Lime. Yo era su consejero mdico, le corrigi el doctor Winkler, y se qued esperando obstinadamente entre los crucifijos. Llegu demasiado tarde a la investigacin. Harry me haba invitado a venir para que le ayudara en algo. No s exactamente en qu. No supe de su muerte hasta que llegu. Muy triste, dijo el doctor Winkler. Naturalmente, dadas las circunstancias, me gustara saber todo lo posible. No hay nada que pueda contarle que usted no sepa. Le atropello un automvil. Estaba muerto cuando yo llegu. Pudo seguir consciente? Creo que lo estuvo durante un rato, mientras le llevaban a su casa. Sufri mucho?

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No necesariamente. Est usted seguro de que fue un accidente? El doctor Winkler extendi una mano y enderez un crucifijo. Yo no estaba presente. Limito mi opinin a la causa de su muerte. Tiene usted alguna razn para sospechar? El aficionado tiene otra ventaja sobre el profesional: puede ser temerario. Puede contar innecesarias verdades y proponer teoras disparatadas. Martins dijo: La polica acusa a Harry de estar mezclado en delitos muy graves. Me parece que tal vez le asesinaran o que quiz se haya suicidado. No puedo darle una opinin, dijo el doctor Winkler. Conoce usted a un hombre llamado Cooler? Creo que no. Estaba all cuando muri Harry. Entonces claro que le conozco. Es uno que lleva un bisoe. se es Kurtz. El doctor Winkler no slo era el mdico ms limpio que haba conocido Martins, sino tambin el ms cauto. Sus afirmaciones eran tan limitadas que ni por un momento poda uno dudar de su veracidad. Dijo: All haba un segundo hombre. Si tuviera que diagnosticar un caso de escarlatina, pensaba uno, se limitara a decir que exista una erupcin visible, que la temperatura era sta o la otra. Nunca cometera un error en una investigacin. Fue durante mucho tiempo mdico de Harry? Pareca una extraa eleccin, si la haba hecho Harry: a Harry le gustaban los hombres que tenan algo de temerarios, hombres capaces de cometer errores. Durante un ao ms o menos. Bueno, le agradezco que me haya recibido. El doctor Winkler hizo una reverencia. Al hacerlo se oy un leve crujido, como si su camisa fuera de celuloide. No debo apartarle ms de sus pacientes. Al dar la espalda al doctor Winkler, se enfrent con otro crucifijo, una figura colgada con los brazos sobre la cabeza: un rostro alargado, como una agona de El Greco. Es un crucifijo curioso, dijo. Jansenista, coment el doctor Winkler, y cerr la boca bruscamente como si fuera culpable de dar demasiada informacin. No conozco la palabra. Por qu tiene los brazos sobre la cabeza? El doctor Winkler dijo de mala gana: Porque segn ellos, l muri solamente para los elegidos.

7 Tal como yo lo veo al repasar mis archivos, las notas de las conversaciones y las

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declaraciones de varios personajes, en aquel momento Rollo Martins todava habra podido irse de Viena sin correr peligro. Haba demostrado una curiosidad insana, pero le haba frenado la enfermedad en cada brote. Nadie haba soltado nada. La lisa pared del engao no haba mostrado ninguna grieta a los dedos que palpaban. Cuando Rollo Martins dej la consulta del doctor Winkler no corra peligro. Poda volver a su cama del Sacher's y dormir con la mente tranquila. Hasta poda haber visitado a Cooler en aquel momento sin problemas. Nadie se senta seriamente molesto. Desgraciadamente para l -y siempre habra perodos en su vida en que lo lamentara amargamente- escogi volver al piso de Harry. Quera hablar con el hombrecillo irritado que deca haber visto el accidente... o realmente no haba dicho tanto? Hubo un momento, cuando iba por la calle helada y sombra, en que se sinti inclinado a ir directamente a Cooler para completar su cuadro de aquellos pjaros siniestros que rodeaban el cadver de Harry, pero Rollo, al mostrarse como Rollo, decidi lanzar una moneda al aire y sta cay del lado de la otra accin y de la muerte de dos hombres. Quiz el hombrecillo -que se apellidaba Koch- haba bebido ms vino de la cuenta, quiz simplemente haba tenido un buen da en la oficina, pero esta vez, cuando Rollo Martins toc el timbre, se mostr amable y muy dispuesto a hablar. Acababa de cenar y tena migas en el bigote. Ah, me acuerdo de usted. Es el amigo de Herr Lime. Acogi con gran cordialidad a Martins y le present a su voluminosa esposa, a la cual estaba claro que controlaba muy estrictamente. En los viejos tiempos le hubiera ofrecido a usted una taza de caf, pero ahora... Martins le pas su pitillera y la cordialidad aument. Cuando vino usted ayer me comport con cierta brusquedad, dijo Herr Koch, pero es que tena un poco de jaqueca y, como mi esposa no estaba en casa, fui yo el que tuvo que ir a abrir la puerta. Me cont que haba visto realmente el accidente? Herr Koch intercambi una mirada con su esposa. Use, la investigacin ya ha terminado. No hay peligro. Puedes confiar en mi criterio. El caballero es amigo. S, yo vi el accidente, pero usted es el nico que lo sabe. Cuando digo que lo vi, quiz sera mejor decir que lo o. O el frenazo y el ruido del patinazo, y llegu hasta la ventana a tiempo de ver cmo llevaban el cuerpo a la casa. Pero no prest testimonio? Lo mejor es no mezclarse en esas cosas. En mi oficina me necesitan. No tenemos personal suficiente y adems no vi... Pero usted me cont ayer cmo ocurri. As fue como lo describieron los peridicos. Sufri mucho? Estaba muerto. Mir directamente desde la ventana de aqu y vi su rostro. S cuando un hombre est muerto. Mire, en cierto modo, es mi trabajo. Soy el jefe administrativo de la funeraria. Pero los otros dicen que no muri en el acto. Tal vez no conocen la muerte como yo. Estaba muerto, por supuesto, cuando lleg el mdico. l me lo cont. Muri en el acto. Puede fiarse de la palabra de un hombre que sabe. En mi opinin, Herr Koch, deba usted haber testimoniado.Pgina 25 de 63

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Uno debe cuidarse de s mismo, Herr Martins. Yo no era el nico que deb hacerlo. Qu quiere usted decir? Haba tres personas que ayudaron a llevar a su amigo hasta la casa. Lo s. Dos hombres y el conductor. El chfer se qued donde estaba. Estaba muy impresionado el pobre hombre. Tres hombres... Fue como si sbitamente, al palpar aquella pared lisa, sus dedos se hubieran encontrado no tanto una grieta, pero s al menos, una rugosidad que no haba sido alisada por los cuidadosos constructores. Puede describirme a los hombres? Pero Herr Koch no estaba acostumbrado a observar a los vivos: solamente se haba fijado en el hombre del bisoe; los otros dos no eran ms que hombres, ni altos ni bajos, ni flacos ni gruesos. Los haba visto desde arriba, encogidos, agachados sobre su carga, no haban mirado para arriba y l haba apartado la vista rpidamente y cerrado la ventana, dndose cuenta en seguida de que lo ms sensato era que no le vieran. Yo no poda testificar, Herr Martins. Cmo que no, pens Martins, cmo que no! Ya no le quedaban dudas de que haba sido un asesinato. Por qu si no mentan sobre el momento de la muerte? Queran acallar con sus regalos de S. O su historia puede ser mentira. S. El problema es que no veo motivo para que sea as. Es cierto que ya es usted culpable de estafa. Vino aqu para ver a Lime, quiz para ayudarle... En qu consiste ese famoso trfico ilegal que est insinuando constantemente?, me pregunt Martins. Le habra contado toda la verdad la primera vez que le vi si no hubiera usted perdido los estribos tan rpidamente. Ahora me parece que no resultara tan sensato contrselo. Sera revelar informacin oficial y sus contactos, sabe?, no inspiran confianza. Una muchacha con documentos falsos conseguidos por Lime, ese hombre llamado Kurtz. El doctor Winkler... No tengo nada contra el doctor Winkler. No, si es usted un mentiroso no necesita la informacin, pero podra ayudarle a conocer exactamente lo que nosotros sabemos. Es que, sabe?, no conocemos bien todos los hechos. Seguro que no. Yo podra inventarme un polica mejor que usted tomndome un bao. Su estilo literario no hace honor a su tocayo. Cuando se acord del seor Crabbin, aquel pobre y apurado representante del British Council, Rollo Martins se ruboriz molesto, desconcertado, avergonzado. Eso tambin me hizo confiar en l. Desde luego haba hecho que Crabbin lo pasara mal durante unas cuantas horas. Al volver al Hotel Sacher's, despus de su entrevista con Herr Koch, encontr una nota desesperada del representante. Llevo todo el da intentando localizarle, deca Crabbin. Es esencial que nos veamos para poder decidir un programa adecuado para usted. Esta maana he concertado

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por telfono conferencias en Innsbruck y Salzburgo para la semana que viene, pero necesito que me d usted su consentimiento en lo que se refiere a los temas, para poder imprimir los programas. Yo le sugerira dos conferencias: "La crisis de fe en el mundo occidental", (aqu se le respeta mucho como escritor cristiano, pero la conferencia no debe ser poltica y no se pueden hacer referencias ni a Rusia ni al comunismo) y "La tcnica de la novela contempornea". Sera la misma conferencia que la de Viena. Aparte de eso, hay muchsima gente a la que le gustara conocerle y quisiera preparar un cctel para principios de la prxima semana. Pero para todo esto tengo que hablar con usted. La carta terminaba con una nota de profunda ansiedad: Vendr usted al coloquio de maana por la noche, no? Le esperamos a las 8:30 y, huelga decir, que estaremos encantados de que venga. Enviar un automvil a recogerle al hotel a las 8:15 en punto. Rollo Martins ley la carta y, sin acordarse ms del seor Crabbin, se fue a dormir.

8 Despus de un par de copas el espritu de Rollo Martins siempre se volva hacia las mujeres: de una manera vaga, sentimental, romntica y como sexo en general. Despus de tres copas, como un piloto que una vez localizado el blanco se lanza en picado, comenzaba a dedicarse a una chica que estuviera libre. Si Cooler no le hubiera ofrecido una tercera copa, probablemente no hubiera ido tan pronto a casa de Anna Schmidt y si..., pero hay demasiados ses en mi manera de escribir, porque mi profesin es medir las posibilidades humanas y la fuerza del destino no puede encontrar espacio en mis archivos. Martins se haba pasado la hora del almuerzo leyendo los informes de la investigacin, demostrando una vez ms la superioridad del aficionado sobre el profesional y hacindose ms vulnerable al alcohol de Cooler (que cualquier profesional hubiera rechazado en horas de servicio). Eran casi las cinco cuando lleg al piso de Cooler, situado sobre una heladera en la zona norteamericana: el bar estaba lleno de soldados con sus chicas, y el ruido de las largas cucharas y las risas curiosas, libres e inmaduras le siguieron escalera arriba. Los ingleses, a quienes no les gustan los norteamericanos en general, llevan en la mente una excepcin como Cooler: un hombre de revueltos cabellos grises, un rostro bondadoso, preocupado y perspicaz, ese tipo de persona humanitaria que aparece en una epidemia de tifus, en una guerra mundial o en una hambruna china antes de que sus compatriotas hayan descubierto el lugar en un atlas. La tarjeta con la indicacin un amigo de Harry pareca abrirle todas las puertas. Cooler llevaba el uniforme militar, con unas letras misteriosas en la galleta y sin galones de rango, aunque su criada le llamaba Coronel Cooler. Su caluroso apretn de manos fue el signo ms amistoso que Martins haba encontrado en Viena. Cualquier amigo de Harry es amigo mo, dijo Cooler. Por supuesto que conozco su nombre. Por Harry? Soy un gran lector de novelas del Oeste, dijo Cooler, y Martins le crey como no haba credo a Kurtz. Me gustara que me contara -porque usted estaba all, no?-algo acerca de la muerte de Harry.

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Fue algo terrible, dijo Cooler. Yo estaba empezando a cruzar la calle para acercarme a Harry. El y el seor Kurtz estaban en la acera. Tal vez si yo no hubiera comenzado a cruzar l se hubiera quedado donde estaba. Pero me vio y vino hacia m, y entonces aquel jeep... fue terrible, terrible. El conductor fren, pero no pudo hacer nada. Tome un whisky, seor Martins. S que es ridculo, pero me pone nervioso pensar en aquello, dijo mientras serva la soda. A pesar de este uniforme nunca haba visto antes un hombre muerto. Estaba el otro hombre en el jeep? Cooler tom un largo trago y luego midi lo que quedaba con sus ojos cansados y amables. A qu hombre se refiere usted, seor Martins? Me han dicho que haba otro hombre. No s de dnde ha podido sacar esa idea. Todo est en los informes de la investigacin. Volvi a servir dos copas muy abundantes. Slo ramos tres: yo, el seor Kurtz y el chfer. El mdico, por supuesto. Supongo que pensar usted en el mdico. El hombre con quien he hablado lo vio desde una ventana -estaba en el piso al lado del de Harry- y me ha dicho que vio a tres hombres y al chfer. Eso fue antes de que llegara el mdico. No fue eso lo que dijo en el tribunal. No quera comprometerse. Jams se conseguir que estos europeos se conviertan en buenos ciudadanos. Era su deber. Cooler medit tristemente mirando su copa. Es algo muy extrao, seor Martins, esto de los accidentes. Nunca encuentras dos informes que coincidan. Ni siquiera el seor Kurtz y yo estbamos de acuerdo en cuanto a los detalles. Las cosas ocurren sbitamente; en lo que menos piensas es en fijarte, hasta que pum!, y luego tienes que reconstruir, recordar. Supongo que me qued demasiado desconcertado intentando entender lo que haba ocurrido y lo que vino despus, como para darme cuenta que ramos cuatro. Cuatro? Cuento a Harry. Qu ms vio, seor Martins? Nada de inters, salvo que dice que Harry estaba ya muerto cuando le llevaron hasta la casa. Bueno, estaba muriendo, la diferencia es mnima. Quiere otra copa, seor Martins? No, me parece que no. Pues yo s quiero otra. Le tena mucho afecto a su amigo, seor Martins, y no me gusta hablar de ello. Tal vez una ms por hacerle compaa. Conoce a Arma Schmidt?, pregunt Martins, con el hormigueo del whisky en la lengua. La chica de Harry? Slo la vi una vez, eso es todo. En realidad ayud a Harry a arreglar sus documentos. No se deben contar esas cosas a un extrao, supongo, pero, a veces, hay que romper las reglas. Tambin es un deber humanitario.

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Qu problema tena? Era hngara y su padre haba sido un nazi, segn dicen. Tena miedo de que los rusos la fueran a coger. Por qu iban a hacerlo? No siempre entendemos por qu hacen esas cosas. Tal vez simplemente para demostrar que no es bueno tener amistad con un ingls. Pero ella vive en la zona britnica. Eso no les hubiera importado. Est slo a cinco minutos desde la Commandatura. Las calles estn mal iluminadas y no hay muchos policas. Le llev usted dinero de parte de Harry, no? S, pero yo no lo habra mencionado. Se lo cont ella? Son el telfono y Cooler vaci su copa. Diga?, dijo. S, habla el coronel Cooler. Luego se sent con el auricular en la oreja y una expresin de triste paciencia, mientras una voz muy lejana se deslizaba por la habitacin. S, dijo una vez ms. S. Sus ojos se posaron en el rostro de Martins, pero pareca mirar mucho ms all: inexpresivos, bondadosos y amables, podan estar contemplando el mar. Ha hecho usted muy bien, dijo en tono encomistico y luego, con cierta aspereza. Por supuesto que se los entregarn. Le doy mi palabra. Adis. Colg el telfono y se pas la mano con gesto hastiado por la frente. Era como si tratara de recordar algo que tena que hacer. Martins dijo: Sabe algo de ese trfico ilegal del que habla la polica? Lo siento. Cmo ha dicho? Dicen que Harry andaba metido en negocios sucios. Oh, no, dijo Cooler. No. Imposible. Tena un gran sentido del deber. Kurtz pareca pensar que era posible. Kurtz no entiende la mentalidad de los anglosajones, respondi Cooler.

9 Era casi de noche cuando Martins comenz a caminar a lo largo de la orilla del canal: al otro lado de las aguas se vean los semidestrozados baos de Diana, y, a lo lejos, el gran crculo negro de la Noria del Prater, quieta sobre las casas en ruinas. Por all, al otro lado de las aguas grises, estaba el Segundo Bezirk, de propiedad rusa. St. Stephanskirche lanzaba su enorme chapitel herido al cielo que cubra la Ciudad Interior y, al subir la Krnterstrasse, Martins pas junto a la puerta iluminada del centro de la Polica Militar. Los cuatro hombres que formaban la Patrulla Internacional suban a su jeep; el P.M. ruso se sent junto al conductor (porque ese da los rusos haban tomado el relevo y empezaban sus cuatro semanas) y el ingls, el francs y el norteamericano subieron detrs. El tercer whisky puro comenz a calentar el cerebro de Martins y se acord de la chica de Amsterdam, de la chica de Pars; la soledad caminaba a su lado por la acera llena de gente. Pas la esquina de la calle donde estaba el Sacher's y sigui adelante. El que dominabaPgina 29 de 63

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ahora era Rollo y se diriga hacia la nica chica que conoca en Viena. Le pregunt cmo saba dnde viva. Oh, dijo, haba encontrado la direccin que ella le haba dado la noche anterior, en la cama, estudiando un plano. Quera orientarse en la ciudad y se le daban muy bien los mapas. Poda memorizar nombres de calles y donde haba que dar la vuelta fcilmente, porque siempre haca el viaje de ida a pie. De ida? Quiero decir cuando voy a ver a alguna chica o a alguien. Por supuesto no saba que ella iba a estar en casa, que esa noche no haba funcin en el Josefstadt, o tal vez tambin eso lo haba memorizado al ver los carteles. En cualquier caso estaba all, sentada a solas en una habitacin sin calefaccin, con una cama disfrazada de divn, y con un guin mecanografiado, abierto por la primera pgina, sobre una mesa coja inadecuada y demasiado recargada -si es que a aquello se le poda llamar estar all..., porque sus pensamientos estaban muy lejos-. Dijo con torpeza (y nadie poda decir, ni siquiera el propio Rollo, hasta qu punto su torpeza formaba parte de su tcnica): Pens que a lo mejor estaba usted en casa y decid subir. Es que pasaba por aqu... Pasaba? Hacia dnde iba? Haba un paseo de una buena media hora desde la Ciudad Interior hasta el lmite de la zona inglesa, pero l siempre tena una contestacin preparada. He bebido demasiado whisky con el coronel Cooler. Necesitaba caminar y me encontr por aqu. No le puedo ofrecer una copa. Slo t. Queda algo del paquete. No, gracias, dijo l, estaba usted acaso leyendo ese guin? No he pasado de la primera lnea. Lo cogi y lo ley: Entra Louise. LOUISE: He odo llorar a un nio. Podra quedarme un rato?, pregunt con una gentileza que era ms propia de Martins que de Rollo. Encantada. Se dej caer en el divn y mucho tiempo despus me cont (porque los amantes reconstruyen los ms mnimos detalles si encuentran a alguien que los escuche) que fue entonces cuando realmente la mir por segunda vez. Ella estaba all, tan torpe como l, vestida con unos viejos pantalones de franela malamente remendados en la parte de atrs; estaba all con las piernas firmemente asentadas, como si estuviera defendindose de alguien y decidida a no ceder terreno: una figura pequea y un poco rellenita, bien guardada la gracia que pudiera tener para fines exclusivamente profesionales. Ha sido un mal da?, pregunt l. A sta hora siempre estoy mal, le explic ella. l sola visitarme, y cuando le o tocar el timbre, por un momento pens... Se sent en una silla dura frente a l y le dijo: Hbleme, por favor. Usted le conoci. Cunteme cualquier cosa. As que l se puso a hablar. El cielo se iba oscureciendo al otro lado de la ventana mientras hablaba. Al cabo de un rato se dio cuenta de que las manos de ambos se haban juntado. Me dijo: No tena intencin de enamorarme y menos de la chica de Harry. Cundo ocurri?, le pregunt.

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Haca mucho fro y yo me levant para correr las cortinas de la ventana. Slo me di cuenta de que tena mi mano sobre la suya cuando la retir. Cuando me puse en pie y baj la vista para mirar su rostro. No tena una cara bonita, se era el problema. Era una cara para vivir con ella un da tras otro. Una cara para toda la vida. Me sent como si estuviera penetrando en un nuevo pas cuyo idioma no supiera. Yo siempre haba credo que se ama a una mujer por su belleza. Permanec all, junto a las cortinas, esperando para correrlas, mirando hacia afuera. No poda ver ms que mi propio rostro, buscando por la habitacin, buscndola a ella. Me dijo: Y qu hizo Harry aquella vez? Y quise decir: Al diablo con Harry, se ha muerto. Los dos le ambamos, pero se ha muerto. Los muertos son para que se les olvide. Pero en vez de eso dije: Qu crees que hizo? Se puso a silbar su antigua meloda como si nada hubiera ocurrido. Y la silb para ella lo mejor que pude. Le o contener el aliento y me di la vuelta para mirarla y antes de que pudiera pensar: Voy por el buen camino, es sta la carta ganadora, el truco adecuado?, ya haba dicho: "Se ha muerto. No puedes pasarte la vida recordndolo". Ya lo s, pero quiz ocurra algo antes, me dijo. Qu quieres decir con que ocurrir algo? Oh, que puede haber otra guerra, que me morir, que me llevarn los rusos. Con el tiempo te olvidars de l. Te enamorars otra vez. Ya lo s, pero no quiero hacerlo. No te das cuenta que no quiero? De manera que Rollo Martins se apart de la ventana y se sent de nuevo en el divn. Cuando se haba levantado medio minuto antes era el amigo de Harry que consolaba a la chica de ste; ahora era un enamorado de Arma Schmidt que haba estado una vez enamorada del hombre que ambos conocan por el nombre de Harry Lime. Aquella tarde l no volvi a hablar del pasado. En lugar de eso le habl de la gente que haba conocido. De Winkler puedo creer cualquier cosa, le dijo, pero Cooler, bueno, Cooler me cae bien. Fue el nico de sus amigos que defendi a Harry. El caso es que si Cooler tiene razn, Koch no la tiene, y la verdad es que cre que haba encontrado algo interesante. Quin es Koch? Le explic que haba vuelto al piso de Harry y le describi su entrevista con Koch, la historia del tercer hombre. Si es cierto, dijo ella, eso es muy interesante. No prueba nada. Despus de todo Koch no colabor en la investigacin; puede ocurrir lo mismo con ese desconocido. Esa no es la cuestin, dijo ella. Significa que ellos mintieron: Kurtz y Cooler. Pudieron mentir tal vez para no crearle complicaciones a ese tipo, si es que era un amigo. Otro amigo, all mismo. Y dnde est entonces la honradez de tu Cooler? Qu podemos hacer? Koch se cerr Como una ostra y me ech de su piso. A m no me echar, dijo ella, ni tampoco su Use. Hicieron juntos el largo camino hasta el piso; la nieve se pegaba a sus zapatos y les haca avanzar lentamente, como presos arrastrando sus cadenas. Amia Schmidt pregunt: Est lejos? Ya no. Ves a ese grupo de gente en la calzada? Est por ah cerca. El grupo pareca una mancha de tinta sobre la blancura, una mancha que se corra,

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cambiaba de forma y se "extenda. Cuando estaban ms cerca, Martins dijo: Me parece que es se el bloque. Qu crees que ser eso, una manifestacin poltica? Anna Schmidt se detuvo. Dijo: Has hablado de Koch con alguien ms? Slo contigo y con el coronel Cooler. Por qu? Tengo miedo. Esto me recuerda... Tena los ojos clavados en el grupo y l nunca supo qu recuerdo surgi de su confuso pasado para ponerla sobre aviso. Vamonos, le suplic. Ests loca. Aqu hemos descubierto algo, algo importante... Te esperar. Pero t vas a hablar con l. Averigua primero lo de toda esa gente, dijo, cosa rara en alguien que trabaja tras las candilejas. Odio el gento. Camin lentamente, solo, con la nieve pegada a sus talones. No era una reunin poltica porque nadie estaba pronunciando un discurso. Tuvo la impresin de que las cabezas se volvan para mirarle, como si l fuera la persona a quien esperaban. Cuando lleg al principio de la pequea muchedumbre, supo que aquella era la casa. Un hombre le mir con dureza: Es usted otro de esos? Qu quiere decir? La polica. No. Qu estn haciendo? Han estado entrando y saliendo todo el da. Qu estn esperando? Quieren ver cmo le sacan. A quin? A Herr Koch. A Martins se le ocurri que alguien, adems de l, haba descubierto que Herr Koch no se haba presentado como testigo, aunque era raro que eso fuera cuestin de la Polica. Pregunt: Qu ha hecho? Nadie lo sabe. Los que estn dentro no lo tienen claro an: pudo ser suicid