fría noche de verano · aquella noche, leía con la ayuda de la luz de la luna, tras no haber...

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Novela corta Fría Noche de Verano NECA Editorial Hannover - 2014

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Page 1: Fría Noche de Verano · Aquella noche, leía con la ayuda de la luz de la luna, tras no haber electricidad en todo el área, un triste suceso para unos, pero para otros, como Vero,

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Editorial Hannover - 2014

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El corazón es el órgano más delicado, debes de cuidarlo como un tesoro, pero debes

de cuidar más el de aquel que está junto a ti, aquel que se mezcla con el tuyo,

no todos responden igual ante el sufrimiento.

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Era la noche más fría de aquel verano, donde cada rama que tocaba la

ventana, al ser tocada suavemente por el viento, reflejaba oscuras sombras que a

veces parecían siluetas de personas caminando en la oscuridad, y si estabas de

casualidad solo en tu habitación, un escalofrío entraba en todo tu cuerpo si te

imaginabas si aquello era real.

En el segundo piso de la casa color limón, de la calle Rossvel, recostada en su alcoba,

estaba allí Verónica, con su larga y rubia melena, con aquel cuerpo que todos sueñan

con tenerla bajo sus sábanas, con su suave piel trigueña; su alma, su ser, tenía ese

toque, ese toque de aventura, de misterio, de locura. Era la típica rompecorazones.

Aquella noche, leía con la ayuda de la luz de la luna, tras no haber electricidad en

todo el área, un triste suceso para unos, pero para otros, como Vero, era solo un

deleite de sensaciones con su libro “Aquella noche, sin prisa”, denominaba ese libro

como su suculenta cena de amor, novela, drama y la pizca de terror que nunca

faltaba; ideal para una intrépida y fresca joven que busca solo aventuras con aquellos

dispuestos a dejarse llevar por la pasión y dejar a un lado todo el cliché de los

sentimientos y corazón.

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A Verónica, no le aterraba nada en la vida, sino que se atrevía a mucho más de lo

que su inocente rostro reflejaba.

Envuelta en dramáticas líneas, un poco provocativas, no pudo contenerse la emoción,

“Cuando Amancio, subió las escaleras suavemente para abrir la puerta de la alcoba

de su amada, se escurrió lentamente entre las sábanas” – leía Verónica, mientras

sentía como los recuerdos se movían a la parte baja de su estómago y se repetían una

y otra vez, esperando que las siguientes líneas se tornaran mucho más interesantes,

“Amancio entró en la cama, sin tocarle, solo haciéndole saber a su amada que quería

más, pero que era muy caballeroso para adelantarse”; que cobarde personaje, pensó

Verónica, ella le hubiese arrancado la vergüenza y el respeto no hubiese existido

entre ellos, era una sola noche, no debía de dejarlo pasar.

Ceñida de sentimientos, respirando suavemente, sintiendo cada palabra en cada

espacio de su piel, cada palabra bajaba suavemente a su parte prohibida, que

respondía sin esfuerzo ante aquella lectura. Paró en saco, debido a un extraño

sonido que provenía quizás del patio de su casa.

Este frío causa los sonidos más terribles. Ja ja ja – Pensó Verónica.

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Y dejándose envolver de nuevo en Amancio, pensaba en Fernando, debajo de sus

sábanas, pensaba en Marco recorriendo sus fuertes manos por su espalda, mejor

pasó a recordar la noche pasada, a Raúl acariciando los alrededores de su delicioso

ombligo, y bajando suavemente al oscuro y suculento lugar donde…

De repente algo la despierta de aquel pensamiento, escucha de nuevo el sonido

extraño, esta vez se escuchaba con más intensidad.

Se acercó rápidamente a la ventana por la que entraba la luz de la luna, detrás de su

viejo escritorio de madera, dirigió su mirada hacia la terraza en el primer piso, para

tener una mejor vista del jardín, era sin duda un jardín hermoso, lleno de tulipanes

y oscuras plantas que no estaban siendo iluminadas por la luna.

Sus ojos se enfocaron velozmente en la dirección de lo que anteriormente estaba allí y

se había dirigido ágilmente debajo de un gran árbol de frutas secas.

Sacudió fuertemente su dulce melena, como quien no cree haber visto nada, un poco

asustada, se convenció de que no era nada, que solo era el efecto del trama y el

ambiente en el que estaba.

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Cerró la ventana y suavemente movió su cuerpo, al compás del viento que ya se

escapaba y se levantó mirando por completo su alcoba, incrustada de tantos

recuerdos dejados al olvido, de la noche anterior, en la que dos cuerpos se habían

dejado llevar por la pasión; era una mujer que su corazón lo dejaba escondido, este

nunca lo dejaba al descubierto. Prefería entregarse a la carne y sacar la fiera libre y

sin ataduras que llevaba dentro; no importa la hora, no importa con quién, más de

una noche, no debía ser… Aunque, hay aquellos que no se escapan de las cadenas del

amor, que cierran con fuerte candados que no se puede ocultar con el olvido, aquellos

que una sola noche no les resulta suficiente.

Tomó suavemente, disfrutando de la noche, cada objeto y prenda desorganizada y

colocándola en su lugar, un brassier de encaje negro, una camisa estrujada, una

falda corta, tirada en el suelo, un panti diminuto, su preferido. De repente, entró un

fuerte viento, que la hizo tirar todo y voltearse completamente hacia la puerta de su

alcoba. La puerta estaba completamente abierta, la ventana también se abrió con la

fuerte presión con la que ese ser, tan repudiado por ella, entró a su alcoba.

En un solo instante cruzaron intensas miradas, el corazón de aquel extraño latiendo

fuertemente por volver a verla, aquella noche de pasión paso rápidamente por sus

cabezas, fue aquí mismo, con aquellas mismas sábanas color rosa, bajo la misma luz

de la luna.

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Con una velocidad horripilante, se acercó a donde ella, Verónica lo tenía frente a

frente nuevamente. Los brazos de Raúl agarraron los suyos, su cara, sus ojos rojos de

furia desencadenaron una presión inmensa sobre ella.

En un solo instante con la fuerte presión, Verónica ya no estaba en su alcoba. De

inmediato, empezó a sentir un fuerte vacío en el pecho, su melena impulsándose

hacia el cielo y su cuerpo respondiendo a la gravedad, había caído por la ventana.

En el final de ese tenebroso lapso de segundos, mientras gritaba sin fuerzas y miraba

el cielo oscuro, no era grama, ni rosas, ni plantas poco iluminadas por la luna lo que

encontraría, era un hueco, cavado del tamaño perfecto del cuerpo de Verónica. No

había tiempo de analizar, ni volver atrás, no había tiempo de volverse a los brazos de

Raúl y dejarse amar. Simplemente, cayó fuertemente, quedando su cuerpo

inconsciente y sin movimiento.

A los pocos minutos. Pulmones llenos. Pulmones vacíos. Pulmones llenos de tierra,

nariz obstruida, manos, pecho, piernas, incapaces de moverse, pies estáticos por el

espacio que ya no quedaba disponible, ojos incapaces de abrirse, pensamientos leves,

pensamientos profundos, una pala se escuchaba en el fondo, el sonido de la noche se

oscurecía y callaba.

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Recuerdos de pasiones sin fin nublaban la mente de aquella mujer, la vida

simplemente le estaba cobrando los latidos de tantos corazones que no estaban

preparados para sufrir.