Panorama desde el puente de pasión y otros demonios por Gemma Quintana

Eduard Fernández es el hombre de las mil caras, lo dice su Concha de Plata al Mejor Actor recién abrazada por su interpretación en el filme de Alberto Rodríguez y lo gritan al unísono su interminable lista de trabajos para el cine. Sobre las tablas se le echaba de menos, desde que en 2006 revivió a Hamlet en la versión de Lluís Pasqual. Ahora pone carne a Eddie Carbone, el obcecado y autodestructivo protagonista de Panorama desde el puente, genial pilar del teatro de Miller que ha sido adaptado para cine y ópera.Arthur Miller no era autor de grandes epopeyas, le interesaban las fisuras de la gente real y acabó, gracias a un talento desconcertante, ofreciendo la tragedia del hombre contemporáneo envasada en historias de vecindad, como las que narra en sus memorias. Esta vez, un pequeño apartamento en los suburbios de Brooklyn donde un estibador del muelle de Reed Hook

“con el corazón en llamas” es arrastrado por una pasión ciega que no puede ni expresar ni superar y que le abocan a la traición, una decisión que es su fin y también su redención, según explica Lavaudant, director de este espectáculo. En una humanidad que inventa máscaras y rehúsa el peligro, Carbone es un individuo singular que nos vapulea entre la repulsión moral y la fascinación. El abogado Alfieri, que interpreta Francesc Albiol, nos guía en esta versión a modo de corifeo. Beatrice, la esposa, es interpretada por Mercè Pons y Catherine por Marina Salas, la deliciosa gaviota de la versión de Veronese Los hijos se han dormido. Junto al cuarteto que lidera soberbiamente Eduard Fernández, Rafa Cruz y Sergi Vallés, además de Bernat Quintana y Pep Ambrós como Rodolfo y Marco, los primos recién emigrados de Italia que detonan esta bomba de relojería llamada Eddie Carbone.

Panorama desde el puente de Arthur Miller

Eduard Fernández, Francesc Albiol, Mercè Pons, Marina Salas, Bernat Quintana, Pep Ambrós, Rafa Cruz y Sergi Vallès

Escenografía y vestuario Jean-Pierre Vergier Iluminación Georges Lavaudant Espacio sonoro Jean-Louis Imbert

Dirección Georges Lavaudant

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6 FORO Boletín 1. Temporada 2016/2017a

No resulta extraño que Arthur Miller haya sido considerado por el público el mejor dramaturgo del siglo XX. Nacido en 1915 y fallecido a los 90 años, este norteamericano se convirtió en un analista inigualable de las vicisitudes históricas del siglo que le tocó vivir. Miller creía que la función del escritor es la de ser un “rememorador”, labor con la que siempre se sintió profundamente comprometido. Miller en sus memorias se declara convencido de que el trabajo del artista consiste en recordar lo que la gente ha optado por olvidar. En ese sentido, su obra destaca por ser un crudo cuestionamiento del “sueño americano” y, junto a ese espejismo, de los valores morales de nuestra sociedad occidental. All my sons (1947) fue su primer éxito teatral cuando se estrenó en Broadway bajo la dirección de Elia Kazan y ponía en escena un drama familiar que reflexionaba sobre la responsabilidad moral y el enriquecimiento ilícito que representa la guerra. Muerte de un viajante (1949), su primer Pulitzer, es su obra más emblemática. La tragedia de Willy Loman se ha convertido en una sátira implacable del sistema

económico y social; y también en un ejemplo del sello Miller, que disecciona con dureza la cotidianidad para convertirla en drama, arte y toma de conciencia. Con The Crucible (Las brujas de Salem, 1953) Miller dejó un metafórico testimonio sobre el grave cuestionamiento de las libertades de intelectuales y artistas en plena paranoia anticomunista.Hay algo de esta angustia sobre el delator en Panorama desde el puente (1955), su segundo Pulitzer. La

historia de Eddie Carbone es la tragedia que se cuece despacio pero sin vuelta atrás, entre pasiones inconfesables y gran crudeza social.Suyo es el guión de Vidas rebeldes y numerosas obras como Después de la caída (1964), Incidente en Vichy (1964) o El precio (1968), piezas que le valieron su reconocimiento como clásico contemporáneo por su enorme habilidad para retratar en plena dimensión humana los principales debates morales del siglo XX, que siguen siendo los nuestros.

Arthur Miller rememorador

Georges Lavaudant es un director de escena francés con una larguísima experiencia creativa y de gestión de centros teatrales, en un país, el suyo, con una gran tradición por el arte público. Por eso, dice el director, ha contado con la libertad para elegir las obras que le interesaban, y con las que nos propone mirar la vida a través de gran parte del canon teatral europeo: Esquilo, Shakespeare, Chejov, Brecht, Pirandello, Molière, Koltés, Dürrenmatt…Comenzó su carrera con su compañía Thèâtre Partisan, con la que trabajó 20 años hasta que pasó a dirigir el Centre Dramatique National des Alpes. Luego dirigiría la Maison de la Culture de Grenoble y a finales de los 80 el Thêàtre National Populaire de Villerbaune. Del 86 al 2007, Lavaudant se ocupa de la dirección de prestigioso Odeon- Théâtre de l’Europe. Son de esta etapa sus notables montajes de Rey Lear, La Orestiada o La muerte de Danton. En nuestro país

ha dejado huella con estupendos montajes como El misántropo de Molière, Hay que purgar a Totó de Feydeau o Play Strindberg de Dürrenmatt.

Georges Lavaudant mirar la vida

“Una obra de teatro, incluso la de corte crítico y airado, es siempre, a determinado nivel, una carta de amor al mundo que espera con ansiedad una respuesta amorosa. La cuestión es saber afrontar el silencio del rechazo y ponerse a escribir otra carta: y al mismo amante, nada menos”.

Arthur Miller

“ (…) siempre he tratado de permanecer fiel a esta primera idea que yo tenía del teatro. Es como una especie de noviazgo, como un encuentro que se produce una noche y que termina de madrugada. Es una idea pasajera de las cosas, si usted quiere, pero que a medida que transcurre el tiempo nos queda un recuerdo increíble de la vida”.

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