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29 ¿cómoves? Foto: Dante Bucio en el laboratorio estudiamos las bases bio- lógicas de las emociones: la tristeza, la alegría, el amor. Por ejemplo, el amor es una locura químicamente inducida, cuan- do nos enamoramos el sistema límbico, que controla las emociones, domina al sis- tema racional, por eso nos casamos con quien no nos conviene”, explica. La doctora Ostrosky obtuvo el Premio Nacional de Neurología y Neurocirugía en 1988 y la Medalla Gabino Barreda, entre otros reconocimientos a su labor pionera. Es autora de nueve libros sobre diversos temas de las neurociencias; el último, Toc, toc, ¿hay alguien ahí?, es un texto de di- vulgación que cuenta con varias edicio- nes. “Lo escribí para gente que se asombra de lo que ocurre con su memoria, con sus emociones. Fue una experiencia muy di- vertida”. La investigadora comenta que en esta primera década del siglo XXI “las neu- rociencias buscan responder preguntas como: ¿qué nos diferencia de otros ani- males en cuanto a mecanismos biológi- cos para reaccionar, por ejemplo, al miedo?, ¿cómo vivir en sociedad en for- ma más humana y equilibrada? Ese es el desafío y debemos aprender a hacer más conexiones en el cerebro de arriba hacia abajo, de la corteza al sistema límbico, para encontrar el balance entre razón y emoción”. Otro reto es propiciar la rege- neración neuronal (la neurogénesis). Des- de 1998 se sabe que esto es posible; falta identificar las células específicas para reparar los daños cerebrales. Feggy Ostrosky, desde luego, está en ello. “Cuando observo las bases biológicas de la conducta que ocurren en el cerebro hu- mano es como si hiciera un viaje fantásti- co, interminable, en el que soy una detective que trata de desentrañar secre- tos”. Ésta es la sensación que vive Feggy Ostrosky, pionera de la neuropsicología e investigadora en la Facultad de Psicolo- gía de la UNAM, al aproximarse al “telar encantado”, el órgano más complejo de la creación. Desde los años setenta, cuando al ha- cer su tesis de licenciatura medía el um- bral del dolor a sus compañeros y a menudo les quemaba la frente con su “má- quina diabólica” generadora de calor, ella se ha empeñado en entender diversos pro- cesos cerebrales y hacer aportaciones a la evaluación neuropsicológica y el estudio del envejecimiento. En su moderno laboratorio de neuro- psicología en Ciudad Universitaria, abre el libro de su vida y cada página que rela- ta transmite un desbordante entusiasmo por todo lo que hace, desde disfrutar a sus “tres ases”: sus hijos Alejandro, Alan y Arel, hasta los desafíos científicos que son cada día mayores. Confiesa “soy esclava de mi pasión, en parte por mi papá, el gineco-obstetra Luis Ostrosky, quien nos enseñó un gran respeto por la ciencia y por la investigación, y por mi mamá, que nos transmitió un modelo de vida cuyos valores eran la competencia y el logro”. Feggy siempre supo que la biología era su interés vital; en sus cajones guardaba como un tesoro escondido ranitas, pája- ros y hormigas muertas. Sin embargo, en 1971 ingresó a la Facultad de Psicología, de la UNAM, donde pronto se convirtió en ayudante del doctor Fernández Guar- diola, destacado investigador de las neurociencias. Desde entonces definió que sus campos de estudio serían la biología y la psicología. Al terminar la licenciatura, realizó la maestría y el doctorado en el área de tras- tornos de la comunicación en la Univer- sidad Northwestern, Chicago, Estados Unidos, y años más tarde hizo otro docto- rado, en biomedicina, en la Facultad de Medicina de la UNAM. Su laboratorio es su orgullo; en él Feggy trabaja con un equipo integrado por jóvenes estudiantes de licenciatura y posgrado, que más que alumnos para ella son “socios”. Aquí, donde prevalece un ambiente de creación intelectual y de aprendizaje común, se han realizado inte- resantes proyectos como el análisis del proceso de envejecimiento, con técnicas que registran el metabolismo celular para hacer diagnóstico preclínico de la enfer- medad de Alzheimer. “El espíritu de esta época es la depre- sión, a diferencia de la década de los ochenta que fue la de la angustia, por esto Concepción Salcedo Meza Feggy Ostrosky Las pesquisas de una detective del cerebro Autorretrato. Soy una mujer perseverante, comprometida, alegre y algo neurótica. Manía. La obsesión por el trabajo, eso me hace poco plural. Pasión. El cerebro humano. Arte. El ballet clásico, la literatura, la músi- ca clásica, el jazz, y en general la pintura latinoamericana. Me gustan particular- mente Pedro Coronel, Remedios Varo, y Botero. Deporte. De niña nadé mucho, ahora co- rro todas las mañanas. Me gustaría ir a los maratones de Nueva York a com- petir. Personalmente

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Page 1: Feggy Ostrosky - Revista ¿Cómo ves? · 29 ¿cómoves? Foto: Dante Bucio en el laboratorio estudiamos las bases bio-lógicas de las emociones: la tristeza, la alegría, el amor

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en el laboratorio estudiamos las bases bio-lógicas de las emociones: la tristeza, laalegría, el amor. Por ejemplo, el amor esuna locura químicamente inducida, cuan-do nos enamoramos el sistema límbico,que controla las emociones, domina al sis-tema racional, por eso nos casamos conquien no nos conviene”, explica.

La doctora Ostrosky obtuvo el PremioNacional de Neurología y Neurocirugía en1988 y la Medalla Gabino Barreda, entreotros reconocimientos a su labor pionera.Es autora de nueve libros sobre diversostemas de las neurociencias; el último, Toc,toc, ¿hay alguien ahí?, es un texto de di-vulgación que cuenta con varias edicio-nes. “Lo escribí para gente que se asombrade lo que ocurre con su memoria, con susemociones. Fue una experiencia muy di-vertida”.

La investigadora comenta que en estaprimera década del siglo XXI “las neu-rociencias buscan responder preguntascomo: ¿qué nos diferencia de otros ani-males en cuanto a mecanismos biológi-cos para reaccionar, por ejemplo, almiedo?, ¿cómo vivir en sociedad en for-ma más humana y equilibrada? Ese es eldesafío y debemos aprender a hacer másconexiones en el cerebro de arriba haciaabajo, de la corteza al sistema límbico,para encontrar el balance entre razón yemoción”. Otro reto es propiciar la rege-neración neuronal (la neurogénesis). Des-de 1998 se sabe que esto es posible; faltaidentificar las células específicas parareparar los daños cerebrales. FeggyOstrosky, desde luego, está en ello.

“Cuando observo las bases biológicas dela conducta que ocurren en el cerebro hu-mano es como si hiciera un viaje fantásti-co, interminable, en el que soy unadetective que trata de desentrañar secre-tos”. Ésta es la sensación que vive FeggyOstrosky, pionera de la neuropsicología einvestigadora en la Facultad de Psicolo-gía de la UNAM, al aproximarse al “telarencantado”, el órgano más complejo dela creación.

Desde los años setenta, cuando al ha-cer su tesis de licenciatura medía el um-bral del dolor a sus compañeros y amenudo les quemaba la frente con su “má-quina diabólica” generadora de calor, ellase ha empeñado en entender diversos pro-cesos cerebrales y hacer aportaciones a laevaluación neuropsicológica y el estudiodel envejecimiento.

En su moderno laboratorio de neuro-psicología en Ciudad Universitaria, abreel libro de su vida y cada página que rela-ta transmite un desbordante entusiasmopor todo lo que hace, desde disfrutar a sus“tres ases”: sus hijos Alejandro, Alan yArel, hasta los desafíos científicos que soncada día mayores. Confiesa “soy esclavade mi pasión, en parte por mi papá, elgineco-obstetra Luis Ostrosky, quien nosenseñó un gran respeto por la ciencia ypor la investigación, y por mi mamá, quenos transmitió un modelo de vida cuyosvalores eran la competencia y el logro”.

Feggy siempre supo que la biología erasu interés vital; en sus cajones guardabacomo un tesoro escondido ranitas, pája-ros y hormigas muertas. Sin embargo, en1971 ingresó a la Facultad de Psicología,de la UNAM, donde pronto se convirtióen ayudante del doctor Fernández Guar-diola, destacado investigador de lasneurociencias. Desde entonces definió quesus campos de estudio serían la biologíay la psicología.

Al terminar la licenciatura, realizó lamaestría y el doctorado en el área de tras-tornos de la comunicación en la Univer-sidad Northwestern, Chicago, EstadosUnidos, y años más tarde hizo otro docto-rado, en biomedicina, en la Facultad deMedicina de la UNAM.

Su laboratorio es su orgullo; en élFeggy trabaja con un equipo integrado porjóvenes estudiantes de licenciatura yposgrado, que más que alumnos para ellason “socios”. Aquí, donde prevalece unambiente de creación intelectual y deaprendizaje común, se han realizado inte-resantes proyectos como el análisis delproceso de envejecimiento, con técnicasque registran el metabolismo celular parahacer diagnóstico preclínico de la enfer-medad de Alzheimer.

“El espíritu de esta época es la depre-sión, a diferencia de la década de losochenta que fue la de la angustia, por esto

Concepción Salcedo Meza

Feggy OstroskyLas pesquisas de una detective del cerebro

Autorretrato. Soy una mujer perseverante,comprometida, alegre y algo neurótica.

Manía. La obsesión por el trabajo, eso mehace poco plural.

Pasión. El cerebro humano.Arte. El ballet clásico, la literatura, la músi-

ca clásica, el jazz, y en general la pinturalatinoamericana. Me gustan particular-mente Pedro Coronel, Remedios Varo,y Botero.

Deporte. De niña nadé mucho, ahora co-rro todas las mañanas. Me gustaría ira los maratones de Nueva York a com-petir.

Personalmente