fantazÍa

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Cuatro cuentos fantásticos que te llevarán a mundos conectados con el nuestro. Versión para ser leída en tablets.

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FANTAZÍA D. R. Zandy Benet Primera edición: mayo de 2012 Diseño y cuidado de edición: Ramiro Fernández Impreso en México ISBN: 03-2011-111613250800-14 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.

Así como el mar es de todos y de nadie, así este libro pretendo que lo sea.

Dejaré que a través de sus páginas te sumerjasen la fantasía.

Gracias a aquellos que fueron, son y serán.

ZB

EL

ANTIFAZ

ra una tarde cualquiera y Claudia acababa de

salir de su trabajo. La empresa en la que

labora se dedica a la publicidad de diferentes

compañías locales. Había tenido un día

especialmente activo para mantener todo en perfecto

estado, desde su pequeño cubículo en la enorme empresa

en la que presta sus servicios. Salía con gran alboroto, ya

que era fin de semana y quería darse prisa para llegar a su

casa, que se encuentra al otro lado de la ciudad.

-¡Hola Claudia! -la saludó su querida amiga Debby al

encontrarse ambas fuera del edificio-. Te recuerdo que hoy

es la fiesta de Tere y tenemos que ir; esta vez no vas a huir

como siempre lo haces. Tere no te perdonaría si no asistes

a su fiesta de cumpleaños. Por cierto, se me olvidaba decirte

que será de disfraces.

-¿Qué? -respondió asombrada-. Pero, yo no tengo

ningún disfraz, y a esta hora ¿en dónde voy a conseguir

uno? Ya es muy tarde y sólo tengo tiempo de llegar a casa

y cambiarme.

-Pues inventa algo -reparó Debby.

-Está bien, y veré que encuentro. Nos veremos más

tarde en la fiesta, -finalizó con desgana.

9

E

Rápidamente las amigas se despidieron y cada una corrió

a arreglarse para estar listas y asistir a la cita de esa noche.

Claudia era una joven delgada, bien parecida; pelo largo

y rizado, de grandes ojos verdes que contrastaban con el

negro de su pelo. En realidad no le gustaba ir a fiestas pero

ésta era una a la cual no le quedaba más remedio que asistir.

Tere era otra de sus grandes amigas, así que sería feliz de

poderla acompañar. Espero encontrar algo en mi

guardarropa que me sirva de disfraz. Procuraré darme

prisa, ya es bastante tarde, pensó.

Al llegar a casa se encontró con que sus padres y su

abuela tenían que asistir a otro compromiso, así que sólo

cruzaron abrazos y besos. No dejó de llamarle la atención

la tierna mirada que ésta le dirigió, acompañada de una

tenue caricia en la mejilla.

Una vez estando sola, se dedicó a buscar entre sus cosas

algo que le sirviera de disfraz. Pero por más que buscó y

revolvió, no encontró nada. ¿Y ahora qué hago?, se dijo.

De pronto, su mirada se iluminó. ¡Claro! ¡El ropero de la

abuela! Cómo no lo había pensado antes, murmuró para sí

misma.

Y sin más, corrió hasta la recámara del fondo, que era

la que su abuela ocupaba. Entró rápidamente, no tenía

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tiempo que perder. Seguramente no le importará que tome

prestado algo de su ropero -pensó-. Ella sabe que yo soy

muy cuidadosa y además le regresaré en cuanto esté de

nuevo en casa. Es más, tal vez ni se dé cuenta que tomé

algo de entre sus pertenencias, sonrió Claudia para sus

adentros.

Cuando estuvo frente al ropero tomó las dos grandes y

hermosas perillas que lo mantenían cerrado. Poco a poco

las jaló y, ante sus ojos, quedaron al descubierto hermosos

vestidos y zapatos, además de un sin fin de accesorios que

la abuela guardaba. Empezó a revisar todo hasta que su

mirada se fijó en una caja en la parte superior. Era un

estuche mediano y muy bello, sujetado con dos grandes

listones de seda color rosado.

Su abuela era una aristócrata venida a menos, pero eso

no le había impedido guardar muchos de los tesoros que

lució en el pasado, durante esos hermosos bailes de salón

que organizaban sus múltiples amistades en aquellos

tiempos lejanos.

Claudia se apresuró a bajarla con gran cuidado hasta que

la colocó en una mesa al lado. Poco a poco fue desatando

los dos listones que sostenían la tapa y de pronto, quedó

extasiada. Cuando la abrió, tuvo ante sus ojos el más

11

hermoso antifaz que persona alguna hubiese visto. ¡Pero,

que hermoso! ¡Cómo es que mi abuela nunca me había

dicho que tenía en su poder algo parecido!, exclamó

sin poder dejar de admirar lo que había en el interior. Al

sacarlo de su estuche, miles de luces centellantes y

multicolores saltaron, y la recámara de la abuela se iluminó

como nunca antes. Un torbellino de incandescentes luceros

destellaron arrasando todo a su paso. ¡Era como si se

hubiera hecho de día en plena noche! No podía creerlo, no

podía dejar de ver aquel hermoso objeto.

El antifaz estaba hecho de exóticas plumas blancas;

extrañas y sedosas, lisas y suaves al tacto, que le hablaban

de paisajes selváticos, lejanos y maravillosos. Estaba

cubierto de gemas multicolores que brillaban como ella

nunca había visto brillar otra. Sin embargo, ninguna podía

compararse a la enorme joya destellante que sobresalía

justo en el medio. Claudia no podía decir exactamente qué

clase de piedra era y tampoco importaba, solo que era la

más extraña y fascinante que hubiera visto en su vida.

Tomó el antifaz suavemente y poco a poco fue ajustándolo

a su rostro para finalizar atando sus hermosos listones

detrás de su larga cabellera.

¡De pronto, todo se borró! La habitación de la abuela empezó a

girar y a girar como una ruleta. Y todo quedó en la oscuridad total.

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¿Pero, qué sucede?, gritó asustada.

Hermosos sonidos provenientes de un grupo de músicos llegaron hasta ella. Todo empezó a tener sentido. ¡Se encontraba

en un gran baile! Pero, ¿cómo había llegado ahí?

El salón se encontraba iluminado por grandes candelabros y las

personas bailaban frenéticamente al son de una música alegre y

contagiosa. Los vestidos eran extraños, de corte recto, sueltos, sin

resaltar la silueta femenina, con accesorios recargados y largos

collares de perlas. Pelo corto y sombreros de casquete o cintas

amarradas en la frente, que le hacían recordar los tiempos de su

bisabuela. ¿Y los varones?, trajes sastres con rayas finas y sutiles,

al estilo gánster.

Pero ¡claro!, -dijo-. Conozco esa música ¡es el Charleston de

los años veinte! Que música tan festiva. ¡Seguramente mi

bisabuela era feliz bailando y girando al ritmo de estas melodías!

¿Pero qué estoy diciendo?, exclamó asombrada, recordando que

los veintes se caracterizaron por ser años felices, de cabarets y vida

nocturna y su tema era la libertad. Fue una época de invención

como el cine sonoro, ya que en aquellos años en el cine se habló

por primera vez. La película “The Jazz Singer” se convirtió en la

punta de lanza de una novedad cinematográfica: el sonido.

¡Esto no puede ser! ¡Es imposible! Seguramente esto es un

sueño, pensó. Sin embargo, lo que más llamó su atención, era

que todos llevaban puesto un antifaz.

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Una mano tibia tomó la suya y la dirigió hasta el centro del salón

en donde el baile prosiguió su encantamiento. De pronto, se vio

cara a cara con un distinguido joven que llevaba un singular antifaz.

Detrás de él se encontró con una mirada de fuego que parecía

decirle:

Tú y yo nos pertenecemos

Siempre hemos sido, somos y seremos

Siempre juntos a través de la eternidad

Sin cruzar palabra alguna, bailaron y giraron una y otra vez. En

un tiempo sin tiempo y a través de los tiempos ¿Cuánto tiempo? Ni

ella misma lo supo jamás.

Al sonar las doce campanadas de la noche en el gran reloj del

salón, el antifaz resbaló de su rostro yendo a estrellarse como un

gran espejo y miles de añicos saltaron al aire.

¿Qué pasa? ¿Qué pasa?, gritó Claudia. Y todo se hizo

nuevamente oscuridad.

Cuando recobró el conocimiento se encontró en el suelo de la

habitación de la abuela y junto a ella, ¡el antifaz!

¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy? - Se preguntaba a sí misma sin

entender nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor-. Pero…

¿no se rompió el antifaz? ¡Si yo

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misma lo vi caer y romperse en mil pedazos! -continuó en

voz alta-. Tengo que regresar, no sé como pero ¡tengo que

regresar!

Y tomando nuevamente el antifaz lo deslizó hasta su

rostro anudando una vez más sus hermosos listones detrás

de su larga cabellera.

¡De pronto, todo se borró! La habitación de la abuela

empezó a girar y a girar como una ruleta. Y todo quedó en

la oscuridad total.

¿Pero, qué sucede?, gritó asustada.

Hermosos sonidos provenientes de un grupo de músicos

llegaron hasta ella. Todo empezó a tener sentido ¡Se

encontraba en un gran baile! Pero, ¿cómo había llegado

ahí?

En esta ocasión las parejas bailaban al son de una música

rítmica, con movimientos gimnásticos e improvisados. Y el

sonido inolvidable del “Swing” hacía su aparición. Éste se

caracterizó por su carácter melódico, una música perfecta

para el baile ¿Música de los años cuarenta?

Eso le trajo a la memoria la Segunda Guerra Mundial,

época en que la moda se vistió de uniforme y colores grises;

por este motivo en los cuarenta, la moda fue un tanto opaca.

Observó que las damas llevaban labios rojo obscuro, y

cómodos vestidos drapeados que realzaban la figura. Estilo

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nada extravagante con pocos accesorios. Los varones

vestían amplios sacos y pantalones sin pliegues. En aquella

época reinaba la austeridad, ya que el hombre se encontraba

en guerra. Años de hambre, bombas atómicas y cine en

blanco y negro con detectives y mujeres fatales.

Seguramente mi abuela bailó con mi abuelo ésta música

maravillosa. ¡Pero qué estoy diciendo! - exclamó

asombrada- ¡Esto no puede ser! ¡Es imposible! ¿Acaso

sueño nuevamente?

Sin embargo, lo que más llamó su atención, era que todos

llevaban puesto un antifaz.

Una mano tibia tomó la suya y la dirigió hasta el centro

del salón en donde el baile prosiguió su encantamiento.

De pronto se vio cara a cara con un distinguido joven que

llevaba un singular antifaz. Detrás de él se encontró con una

mirada de fuego que parecía decirle:

Tú y yo nos pertenecemos

Siempre hemos sido, somos y seremos

Siempre juntos a través de la eternidad

Sin cruzar palabra alguna, bailaron y giraron una y otra

vez. En un tiempo sin tiempo y a través de los tiempos

¿Cuánto tiempo? Ni ella misma lo sabía.

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Al sonar las doce de la noche en el gran reloj del salón.

El antifaz resbaló de su rostro yendo a estrellarse como

un gran espejo y miles de añicos saltaron por el aire.

¿Qué pasa? ¿Qué pasa?, gritó Claudia. Y todo se hizo

nuevamente oscuridad.

Cuando recobró el conocimiento se encontró en el suelo

de la habitación de la abuela y junto a ella, ¡el antifaz!

¡Ahora entiendo! -grito maravillada-, ¡Cada vez que

coloco el antifaz en mi rostro, éste me lleva a los tiempos

de mis antecesoras! Que hallazgo tan impresionante y que

gran oportunidad se me ha dado en conocer cómo fueron

las épocas de mi bisabuela, de mi abuela y… ¿de mi

madre? Veamos... Y Claudia tomó nuevamente el antifaz y

lo colocó en su rostro.

¡De pronto, todo se borró! La habitación de la abuela

empezó a girar y a girar como una ruleta. Y todo quedó en

la obscuridad total.

Hermosos sonidos provenientes de un grupo de músicos

llegaron hasta ella. Todo empezó a tener sentido ¡Se

encontraba en un gran baile!

Sí. Pero, a diferencia de los anteriores, la música parecía

traerle lejanos recuerdos. ¿Recuerdos acaso de los años

mozos de su madre? Los sesentas fueron los años del

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“Flower Power”, los “hippies” y la psicodelia. Los

adolescentes se expresaban libremente y se dieron grandes

cambios en muchos países , inf luenciando el

paisaje político y cultural hasta el día de hoy, con sus

protestas contra la guerra de Vietnam y el espíritu pacifista

de amor y paz. ¡La música de Los Beatles!, gritó

entusiasmada Claudia. Las chicas usaban en aquel entonces

minifaldas, cintas en el pelo y botas largas, los grandes

aretes y pulseras de plástico hicieron su aparición ¿Y los

varones? Melena larga y pantalones acampanados con

grandes dibujos orgánicos y florales de colores

extravagantes adornaban sus camisas psicodélicas. Me

encanta la música de los Beatles, mi madre ¡sabe todas sus

canciones!, sonrió.

Sin embargo, lo que más llamó su atención, era que todos

llevaban puesto un antifaz.

Una mano tibia tomó la suya y la dirigió hasta el centro

del salón en donde el baile prosiguió su encantamiento.

De pronto se vio cara a cara con un distinguido joven que

llevaba un singular antifaz. Detrás de él se encontró con una

mirada de fuego que parecía decirle:

Tú y yo nos pertenecemos

Siempre hemos sido, somos y seremos

Siempre juntos a través de la eternidad

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Sin cruzar palabra alguna, bailaron y giraron una y otra

vez. En un tiempo sin tiempo y a través de los tiempos

¿Cuánto tiempo? Ni ella misma lo sabía.

Al sonar las doce de la noche en el gran relo j del salón

el antifaz resbaló de su rostro yendo a estrellarse como un gran

espejo y miles de añicos saltaron por el aire.

¿Qué pasa? ¿Qué pasa? - gritó Claudia-, ¡No, no, no…!

Pero, fue demasiado tarde. Y todo se hizo nuevamente

oscuridad.

Cuando recobró el conocimiento se encontró en el suelo de

la habitación de la abuela y junto a ella, ¡el antifaz!

Entonces, lo tomó nuevamente y presurosa lo llevó a su

habitación. Cuando estuvo hermosamente vestida y arreglada,

dio un último vistazo al espejo hasta quedar satisfecha con su

apariencia y salió orgullosa dando un portazo tras de sí.

Ella sabía que algo mágico e inolvidable habría de ocurrirle

esa misma noche. Ahora lo entendía mejor que nunca: El hoy

bien vivido, hace del ayer un sueño de felicidad y del mañana

una visión cargada de esperanza.

El pasado es historia

El futuro un misterio

Pero el presente…

¡El presente es un regalo!

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ENLACE Mágico

a mujer más bella del planeta! Así se

sentía Zury cada vez que se sentaba

frente a su computador. Sí, la mujer más

bella y deseable del mundo entero.

Muchos hombres la admiraban y darían todo por

conquistarla y ella lo sabía, pero también, que nunca podría

ser de ninguno de ellos.

Todo empezó como un juego; le encantaba obtener

conocimiento de todo y además le gustaba tener muchos

amigos. Así que, instruyéndose, leyendo sus e-mails y

contestándoles, había comenzado toda esta aventura; era

tan divertido y excitante, y con tanto por aprender, que no

se había detenido a analizar lo que realmente estaba

sucediendo.

Le encantaba buscar todo tipo de información a través

del computador ya que de esa manera aprendía y además,

estaba en condiciones de compartir toda esa cultura con sus

amistades. Lo que ella deseaba era enseñar, ser una

“maestra cibernética”.

Sólo que de momento todo había dado un giro

inesperado, y ahora, todos le buscaban más por su alegre

23

¡L

personalidad que por sus conocimientos. Era hermoso para

ella saberse admirada pero, lo que ninguno de sus amigos

sabía, era que cuando terminaba la sesión y cerraba tras de

sí la pantalla, se levantaba con dificultad.

Zury hubiera dado todo por ser como cualquier otra

muchacha de su edad, feliz y sana, pero de niña había

sufrido una grave enfermedad que ahora le impedía

caminar adecuadamente. La poliomielitis dejó secuela en

su pierna derecha, por lo cual caminaba con un leve vaivén.

Ella era bella y educada, una mujer de personalidad

exquisita; pelo largo, negro, y radiantes ojos azul-turquesa.

La habían educado en las mejores escuelas del país. Sus

padres hicieron de ella una gran persona con grandes

cualidades y vasta cultura.

Pero, su defecto era para ella un gran pesar ¿Quién

querría a una mujer que tiene un defecto al caminar?

¿Quién querría amar a una mujer así? ¿Quién?

se preguntaba a si misma sin poder contestar, esperando y

rogándole al cielo que algún día desapareciera de su

vida tan dolorosa y triste realidad.

Ese día se había levantado con más ánimos que de

costumbre y después de sus acostumbrados ejercicios

matinales y de un exquisito desayuno, se sentó ante su

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querido computador. Después de encenderlo y marcar la

contraseña de entrada de su correo electrónico, apareció en

su pantalla una nueva invitación:

-Fischel desea ser tu amigo.

Tras pensarlo unos instantes decidió aceptarlo en su lista

de amigos. Ella vivía también a través de los sueños y de

las experiencias de sus muchas amistades cibernéticas

hechas a través de la red.

Seguro un nuevo amigo aportará nuevas experiencias

para mí. Pensó dando un clic en la tecla enter.

-Hola Zury, gracias por aceptarme como amigo. Mi

nombre es Fischel y Prometo no defraudarte y cultivar

nuestra amistad día a día.

Surgieron las primeras palabras.

-Yo sé que seremos buenos amigos, Fischel, ¿a qué te

dedicas? -Soy músico. Me gusta la música y soy adicto a

ella. Pienso en música, saboreo la música, vivo de la

música y por ella también muero. ¡La música es la

fuente de mi vida!

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-¡Fascinante! Yo creo que no hay nadie en el mundo

que no disfrute de la música, ya que ella es por

naturaleza parte del ser humano desde el principio de

la humanidad.

Contestó entusiasmada Zury. Ella le comentó que

trabajaba en una importante compañía pero que era maestra

“de corazón”, le confió un poco de su vida, aunque siempre

resguardando su “terrible secreto”. Platicaron de música,

de canciones, de temas de moda en la radio… Y así pasaron

horas sumidos en larga y amena charla, como dos grandes

amigos de antaño.

Tanto en común había entre esas dos almas que pasaron

las horas sin sentir, dejando entrever el inicio de un nuevo

día a través de la ventana.

-¡Es tardísimo! -Exclamó Zury.

-O muy temprano. -Contestó riendo Fischel. -No comprendo a donde se fue la tarde y toda la

noche. Jamás me había sucedido algo parecido ¡Es

increíble cómo ha volado el tiempo! -Finalizó ella.

Y entre risas y muchas despedidas decidieron dar por

terminada esa sesión quedando de acuerdo para verse al

siguiente día a la misma hora.

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Así pasaron días y semanas enteras. Y fue entonces que

se preguntó Fischel a sí mismo, por qué ahora deseaba tan

vehementemente conocer a Zury en persona si tenía tantas

admiradoras y mujeres que darían la vida por unos

segundos de su atención. Tal vez eso mismo era lo

que le resultaba tan interesante y perturbador de ella, ya que

con el paso de los días se había enamorado sin sentirlo y

ahora ya era tarde.

Había descubierto en Zury, todo un conjunto de

cualidades que ninguna otra mujer tenía, y sobre todo,

sencillez, ingenuidad y una belleza espiritual, que él

altamente valoraba. Ella era perfecta en todos los sentidos.

Lo que no sabía ella, es que Fischel no era un músico

cualquiera; él era el famoso guitarrista y cantante del grupo

de moda en su país y su nombre artístico era Falco.

Fischel, en la intimidad de sus pensamientos se

preguntaba ¿Qué pasará cuando mi amada Zury se dé

cuenta que yo soy Falco? ¿Me querrá? ¿Me despreciará?

No quería arriesgarse, no quería perderla; no ahora que

había encontrado en ella el más puro amor. ¿Que

debía hacer? ¿Acaso decirle la verdad? O callar… No lo

sabía.

Así pues, armándose de valor se comunicó con ella por

Internet expresándole su deseo de conocerla:

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-Querida Zury, es mucho lo que hemos platicado y lo

que nos hemos visto en la pantalla pero ahora ya no

me es posible seguir así. Me gustaría poder conocerte

en persona y estrecharte entre mis brazos. Te invito

a Irlanda; me tomaré unos días y desearía que

vinieras conmigo. Hay muchas cosas por decirnos

y explicarnos, y únicamente podremos hacerlo frente

a frente. ¿Podrías venir? -Preguntó Fischel.

Zury se estremeció de emoción. Cómo le hubiera

gustado decirle que sí. Aceptar de inmediato y sin vacilar

esa invitación. Si tan sólo fuera todo como ella pretendía

que fuera. Si él supiera que ella no era igual que las demás

y su pierna enferma se lo permitiera…

-Déjame pensarlo.

Alcanzó a escribir, como si fuera posible, como si de

pronto un sortilegio fuera a suceder y retirara de su vida

aquella triste realidad.

Me ha invitado a ir a verlo, y no tendría pretexto alguno

para negarme si no fuera por mi pierna. Sollozó Zury.

-Ven a Irlanda y visitemos un lugar plasmado de

magia, fantasía, hadas y duendes. -Insistió Fischel.

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Zury no sabía qué hacer, su corazón estaba enfermo de

amor y deseaba a toda costa poder vivir ese mágico

encuentro con su príncipe encantado. Sabía que si se

arriesgaba, esta experiencia podría volverse en su contra,

atando su vida a ese recuerdo; miles de preguntas

saltaban en su mente ¿Y si me ha engañado? ¿Y si no es lo

que aparenta? Pero, qué podía juzgar, si ella misma no

decía la verdad y siempre volvía al mismo tema: ¡su maldita

pierna!

Tras largas horas de pensar detenidamente una solución

a algo que creía imposible, vino una maravillosa idea a su

mente. Le diré que me caí y que me fracturé la pierna.

Usaré una férula y nunca descubrirá mi engaño. ¡Eso

haré! De esa manera cubriré mi defecto para que no me

rechace. Y una leve sonrisa asomó a sus labios.

Así pues, fue hasta su computador y entró a Internet. Le

envió un e-mail a su adorado Fischel aceptando su

invitación, aunque haciéndole saber que había sufrido un

percance y se había fracturado una pierna, por lo cual

tendría que usar una férula hasta la rodilla.

-En pocos días estaré bien. -Mintió.

-No importa, aunque no estés del todo bien estaremos

29

juntos, podremos conocernos y pasar días

maravillosos. -Contestó Fischel.

-Sea pues, allá te veré. -Finalizó ella.

Una vez que a su amigo, el Dr. Basset, le proporcionó

una férula, empacó y se dirigió a ese hermoso lugar en

donde se encontraba su amor: Irlanda.

Ahora comprendía que lo amaba y algo interior le

aseguraba que él la amaba por igual. No quería perderlo y

deseaba vivir ese amor imposible para ella, dadas las

circunstancias.

Por fin llegó a “La Isla Esmeralda”, como también se

le conoce, haciendo referencia al intenso color verde de

los campos irlandeses. Los celtas denominaban “Eire” a

la población nativa, por lo que la tierra comenzó a

llamarse “Tierra del Eire” o “Eire Land”, cuya

derivación acabó siendo “Ireland” o Irlanda, en

castellano.

Era un lugar de ensueño con pequeñas casitas que

subían y bajaban entre acantilados y montañas. El clima

era relativamente tibio y con un viento de elevada

humedad, aunque en el corazón de Zury había calidez y

la embriagante sensación que surge del amor.

30

La isla estaba casi íntegramente cubierta por una pradera

en la cual predominaba el trébol, símbolo nacional que

identifica a Irlanda, además de variadas imágenes de San

Patricio, quien fomentó el cristianismo en ese territorio

tornándose en el patrón de la isla.

Una de las leyendas de la mitología irlandesa, habla de

un ser de la naturaleza llamado Leprechaun, sabio y

adinerado duende que cuida su oro con esmero. Su

nombre significa: “el que hace un zapato”, ya que es sabido

que los duendes sólo hacen uno. Aunque quizá la

incapacidad de los leprechaun de hacer un par completo de

zapatos se deba sólo a que a menudo se encuentran

en estado de embriaguez causado por el aguardiente o

cerveza casera.

Las imágenes de los duendes o gnomos suelen mostrar

un hombrecillo vestido de verde. Sin embargo, según

cuenta la tradición, era posible verlos vestidos con chaqueta

roja de brillantes botones plateados, grandes zapatos con

hebillas gruesas de plata, y sombrero de copa alta. Muchos

tienen barba y fuman en pipa. Según la leyenda, si alguien

logra fijar la mirada sobre un duende, este no puede

escapar, pero en el momento en que se retira de él la mirada,

éste desaparece. Cuando están trabajando, suelen usar un

delantal de cuero de zapatero y un pequeño martillo con el

31

que fabrican o arreglan pequeños zapatos de talla de hada.

Aparentemente, los leprechaun no tratan a sus compañeras

hadas mucho mejor que a los humanos, ya que sólo les

hacen un zapato, nunca el par completo.

A Zury le encantaban todas las leyendas de hadas y

duendes. Desde su niñez le habían fascinado todos estos

cuentos y más aún cuando recordaba a su madre quien se

los leía antes de sumirse en el mundo de los sueños y de la

magia.

Una vez llegada al hotel, y habiendo dejado todo en su

habitación, se arregló esmeradamente y bajó al lobby a

encontrarse por primera vez con Fischel. Su corazón

palpitaba a gran velocidad, dejando ver la gran excitación

y lo profundo del paso que estaba por dar.

Sintió agolparse los colores en su rostro cuando

por primera vez lo vio y miles de sentimientos

inexplicables brotaron desde el fondo de su ser.

Fischel era mucho más gallardo y apuesto que como

lucía en su pantalla. De estatura media, esbelto, pelo

negro y peinado con desenfado, ojos pequeños,

negros y penetrantes (que parecían escrutarle el

alma a una persona con solo fijar su mirada en ellos)

y una gran sonrisa de blanca dentadura. Se conocían

d e t a n t o v e r s e a t r a v é s d e l c o m p u t a d o r , p e r o

32

ahora, estaba ahí; ¡El hombre de carne y hueso estaba frente

a ella y le sonreía!

-¡Zury! -le gritó de lejos. Y tomando su chamarra se

dirigió a su encuentro.

Ella temblaba, no sabía si correr hacia él o dirigirse en

sentido opuesto. Tenía miedo a dejar entrever el gran amor

que sentía y un miedo rallando casi en terror de que se diera

cuenta que su férula era un engaño.

Cuando estuvieron frente a frente, él la abrazó. Ella

temblaba profusamente pero el temblor fue sosegándose

poco a poco entre sus brazos hasta convertirse en una

infinita paz.

-No sabes cómo he deseado este momento. Tenerte así

entre mis brazos y contemplar tu bello rostro ¡Eres tan

hermosa!

Y Zury no fue capaz de pronunciar palabra alguna...

Días indescriptibles pasaron. La vida al lado de Fischel la

había transportado a otra era, a otra época, a otro planeta.

Ya no podía decir que ella era la misma, ya no podría

vivir de otra manera diferente a la que él le había enseñado.

Su risa burbujeante, su aplomo, su tierna e impactante

mirada, sus gestos, su mano firme, esa personalidad dual

33

que impresionaba: el niño y el hombre unidos en una sola

persona. Se sentía tan segura y tan feliz a su lado, que ya

no existía nada en el mundo que pudiera separarla de ese

hombre. Aunque a veces descubría en él, una mirada

distante en la que se mantienen las palabras encerradas

queriendo dejarlas salir sin poder hacerlo.

-Zury, necesitamos hablar, ya no puedo más y he

decidido hacer algo al respecto. Deseo que esta sea una

noche inolvidable por lo que he decidido invitarte a cenar a

un lugar muy especial. ¿Aceptas?

Zury presentía que Fischel le pediría matrimonio esa misma

noche, lo sabía, lo intuía. Ese sexto sentido que las mujeres llevan

consigo se lo decía. Y ella, ¿qué contestaría? Por supuesto que

su respuesta sería un sírotundo, a no ser por el temor a descubrir,

por fin, su gran secreto. Ella tampoco podía esperar más, esa

misma noche le diría la verdad sobre su pierna.

Miles de estrellas aparecieron en el firmamento cuando

Fischel y Zury llegaron al imponente lugar a orillas del mar

donde todo había sido dispuesto para la ocasión. Zury estaba

nerviosa y, ¿cómo no estarlo? Se jugaría la última partida, en

donde dos seres que se aman se tomarían de la mano a seguir el

camino de la vida o se perderían para siempre en las tinieblas.

Los dos vestían sus mejores galas. Zury se veía

formidable en ese vestido turquesa que había decidido

34

ponerse haciendo juego con un pequeño listón que sostenía

su sedosa cabellera en la nuca. Fischel lucía muy

atractivo enfundado en un traje negro hecho para la

ocasión.

Se sentaron en una mesa reservada especialmente para

ellos ante un escenario espectacular, y una brisa deliciosa

jugueteaba con los largos y hermosos cabellos de Zury ¡La

noche no podía ser más bella!

-Zury, quiero explicarte el por qué he actuado con

tanto recelo durante estos últimos días -comenzó

Fischel-. No soy un hombre común y corriente,

aunque trato de serlo. En mi país he destacado

bastante como guitarrista, músico

y compositor; de hecho soy bastante conocido y

famoso en aquel lado del planeta -dijo soltando una

desternillante risa-. ¿Has escuchado cantar a Falco?

Zury seguía su charla sin entender que era lo que

ese hombre, al cual amaba, estaba tratando de decir.

No acababa de comprender que tenía que ver Falco

con lahermosa velada que estaban viviendo.

-¿Falco? ¿El cantante? -preguntó sin entender.

-Sí, ese mismo.

-He escuchado hablar de él. Me gustan un par de sus

canciones, aunque no sé mucho sobre su persona.

35

Realmente soy neófita en el tema. Pero, ¿qué tiene que ver

Falco en este momento? -interrogó Zury.

Fischel dudo unos segundos. Tenía la boca seca del

temor que estaba provocándole ésta incertidumbre,

él, “El Gran Falco”, temblando de temor ante una

chica cuando había actuado en los mejores

escenarios del mundo delante de tantas y tantas otras.

Tomó un gran respiro y continuó. -Querida Zury

¡Falco soy yo!

¿Falco era “su” Fischel? ¡No, no podía ser! Seguramente

había escuchado mal. Sí, eso era. ¿Cómo era posible que un

artista famoso se hubiera fijado en ella? Eso rayaba en lo

imposible. Y en caso de ser verdad ¿ahora cómo le diría ella

su secreto? ¿Cómo decirle que se había enamorado de una

mujer enferma?

-Zury ¿me escuchaste? ¡Yo soy Falco! -dijo una vez más

Fischel.

Ella con la mirada perdida en el horizonte contestó casi

sin aliento.

-Fischel, no sé qué decir. Todo esto me toma por sorpresa

y me hace aún más difícil decirte algo que me atormenta

-dijo Zury con un nudo en la garganta y a punto de

soltar el llanto.- Yo también tengo un secreto y debo

confesarlo, ahora.

36

-¿Qué quieres decir, Zury?

-Deseo que sepas que estoy enferma, Fischel. Tengo una

enfermedad que desgraciadamente no voy a poder

solucionar. No quería causarte ningún problema,

únicamente deseaba amarte -unos segundos de espera y de

respirar profundamente le permitieron a Zury continuar.-

Tengo poliomielitis; de niña tuve esa grave enfermedad y

quedó una secuela en mi pierna por lo cual la férula que

llevo es únicamente un artimaña para hacerte cree que me

había fracturado. La realidad es que estoy enferma y mi

pierna no volverá a estar bien jamás.

A partir de ese momento en que fueron confesadas

sendas verdades, todo se tornó diferente. Miles de

sentimientos y de pensamientos embotaron las mentes de

aquellos dos seres, haciéndose un silencio interminable.

Un nuevo día brotó en el horizonte, y Zury se levantó una

vez más para bajar al comedor en donde tantas veces

desayunaran últimamente Fischel y ella. Lo buscó y

desmenuzó uno a uno a los comensales sin surtir efecto el

escudriñar de su mirada. Fischel no se encontraba en el

comedor, por lo cual decidió ir a preguntar a la

administración del suntuoso hotel. Se ha ido, le dijeron

simplemente. Y un gran vacío reinó en su corazón.

37

Decepcionada e inconsolable salió corriendo del hotel

en donde se encontraba hospedada. Quería huir de ese lugar

en el que había amado tanto a su adorado Fischel. Deseaba

encontrar un poco de sosiego para su alma, lo necesitaba

tanto en esos momentos...

Ahogada en sollozos, deseando liberarse de tanto dolor y

sin saber que hacer o a quien acudir, de pronto se encontró

en lo alto de los verdes y rocosos acantilados, repletos de

profusa vegetación y maravillosas vistas. Se detuvo unos

instantes para tomar aliento, iba tan absorta en sus

pensamientos y con el corazón hecho trizas de tanto pesar,

que de momento se asustó al contemplar algo moviéndose

rápidamente cerca de ella.

¿Qué era eso que corría de un lado a otro sin detenerse ni

un segundo? Por más que frotó sus ojos con el dorso de sus

manos, no podía creer lo que veía y su mente se rehusaba a

aceptar -¡Un Duende!- exclamó.

Un diminuto ser de la naturaleza, brincaba de un lado a otro

recogiendo tréboles para ir a depositarlos al lado de un pequeño

agujero debajo de un gran árbol. Tan atareado estaba que

cuando aquel se dio cuenta de la presencia de Zury, ya fue

demasiado tarde. La mirada de ella estaba clavada en su persona

por lo cual a éste, le sería imposible escapar.

38

Algo extraño había en el minúsculo personaje, no era

igual que los demás, era un duende de aspecto

contemporáneo y podría decirse que era bastante atractivo.

Joven, de pelo negro, delgado y de bien proporcionado

cuerpo. Podría pasar por un ser humano si no fuera por su

diminuta estatura, pensó Zury. Se acercó sigilosamente a él,

sin poder creer lo que estaba sucediendo y le dijo

tiernamente, casi como si fuera un susurro para no

asustarlo.

-Hola pequeño, ¿de verdad eres real? ¿No será esto

producto de mi imaginación dadas las circunstancias en las

que me encuentro? Esto es simplemente maravilloso y aún

para mí, difícil de creer -alcanzó a decirle antes de romper

en llanto nuevamente.

El pequeño duendecillo hubiera desaparecido

prontamente mas, era tanto el pesar que emanaba de

Zury que no hizo nada para huir. -¿Qué tienes, pequeña?

¿Qué es lo que agobia tu alma? ¿Tanto es tu pesar que te

lleva hasta las lágrimas? Una joven tan hermosa como tú y

tan limpia de corazón no tendría razón para llorar como

ahora lo haces. Dime, ¿por qué lloras? Es por un amor,

¿verdad? -dijo el duendecillo cruzando sus

pequeñas piernas después de sentarse en una roca cercana.

Zury levantó la mirada llena de dolor y envuelta en llanto

alcanzó a decir: -¡Sí!

39

-¿Sabes que me tienes en tu poder? ¿Y sabes tú que los

duendes podemos conceder deseos a aquellos que nos

atrapan? Tal vez yo podría ayudarte -dijo haciéndole un

guiño de complicidad con el ojo.

Limpiándose las lágrimas y dejando asomar una ligera

sonrisa, Zury le preguntó a su pequeño interlocutor:

-Dime, ¿cómo te llamas?

-Mi nombre es difícil de pronunciar para los seres

humanos pero me gustaría que me conocieras por el nombre

de Hvordy.

-¡Entonces seremos amigos, querido Hvordy! ¿Aceptarías

mi amistad? Para mí sería un gran honor tenerte como

amigo.

-¡Sea pues! -respondió el diminuto personaje.

Y a los dos seres, a pesar de ser tan extraños uno para el

otro, los inundó una inmensa paz y alegría. Pasaron horas

conociéndose, riendo y contándose sus vidas.

-¿Te gustaría venir conmigo? -le preguntó Hvordy.

-Pero, ¿cómo podría ir contigo si soy mucho más grande

que tú?

-Ese no es motivo de preocupación para un duende

como yo. Y vuelvo a preguntar, ¿te gustaría venir conmigo?

-¡Por supuesto que sí! -dijo Zury brincando

de felicidad.

40

-Entonces, párate enfrente de mí y cierra los ojos.

Piensa en el más bello sentimiento que haya embargado tu

ser y permite que ese sentimiento fluya a través de ti.

Una vez que Zury cerró los ojos y brotó de lo más

recóndito de su corazón el gran amor que le profesaba

a Fischel, escuchó a Hvordy decir:

Picty Pucty Picty Pac

¡Chiquita te vas a quedar!

Picty Pucty Picty Pac

¡Cuando el sol fenezca

tu altura vas a ganar!

Grandes oleadas de calor y frío inundaron a Zury. Todo

giraba a su alrededor, haciéndose cada vez más grandes los

ya enormes árboles circundantes, y la hierba cobraba altura

y más color. Sentía convertirse en un copo de nieve, o volar

como un algodón, volverse burbuja de jabón, o agua en

ebullición, un caramelo de mil colores, o un beso en una

noche de amor. Enormes flores de colores fluorescentes que

antes no estaban ahí, surgieron de repente y los antes

pequeños hongos ahora parecían enormes sombrillas

llenas de color. Su oído se agudizó, los que fueron dulces

murmullos provenientes del cantar de los pájaros,

41

ahora se escuchaban estridentes. El sonido de los

piececillos dejado por los ciempiés corriendo por el

sendero, parecían tambores resonando en su mente, y

tuvo que llevar las manos a sus oídos a fin de que no los

reventase el estruendo. El olor a hierba mojada, las dulces

flores que invitaban a acercarse y el tibio contacto de la

tierra se hicieron manifiestos ante ella. Nunca antes había

estado consciente de tantos olores, sonidos y belleza

¡Jamás había visto con tanto detalle toda la majestuosidad

contenida en la naturaleza!

Y así, el mundo feérico y el humano, se fundieron en uno

solo, un mundo de mito y leyenda caía a los pies de Zury

develándose ante sus ojos.

-Pero ¿cómo has hecho para crecer? -le preguntó a

Hvordy.

-Yo no he crecido, mi querida Zury... ¡Tú has encogido!

-respondió soltando tremenda risotada-. ¡Ven, entremos!

Y así, asiéndose de la mano de Hvordy, Zury se adentró

al mundo mágico, irreal, inexplorado y fantástico de su

pequeño y singular amigo.

Un sin fin de túneles corrían debajo del inmenso árbol

que acababan de dejar atrás; así pasaron varios minutos

caminando hasta que a lo lejos vislumbraron un pequeño

42

punto de luz. Se acercaron hasta llegar a él y un umbral se

descorrió ante los ojos de Zury, dejando ver en su interior un

mundo encantado, maravilloso e indescriptible.

-¡Una aldea! -gritó asombrada.

Era una villa de pequeñas casitas hechas de madera y

techos de palma. Artísticos racimos de flores de intensos y

destellantes colores bordeaban las viviendas. Un pequeño

jabalí ayudaba a recoger flores de exquisitos aromas. Un

poco más al fondo una gentil ardilla sostenía entre sus patas

delanteras una escalera para que no cayera al vacío el

pequeño duende empeñado en reparar un pedazo de techo

en mal estado. Un lindo puerco espín ayudaba con los hilos

de costura enfundados en su lomo a una inspirada hada que

tejía con premura, mientras que una ágil ratita acarreaba

semillas en un pequeño tractor. A lo lejos, varios ciervos

recogían frutas y verduras de los inmensos huertos,

mientras mariposas de mil colores dejaban caer semillas a

lo largo de nuevos surcos.

Todo era alegría y júbilo, y tanto los duendes como las

etéreas hadas corrían de un lado a otro ejerciendo sus

múltiples tareas. Zury observaba cómo se comportaban los

habitantes de ese mundo mágico y fantástico dándose

cuenta de que ellos vivían felices ese momento.

No comprendía por qué el ser humano siempre espera el

43

futuro para ser feliz, dejando pasar el presente sin gozarlo

con intensidad.

Zury y Hvordy se detuvieron en las afueras de una

bellísima casita blanca en donde él la invito a pasar.

-Pasa, Zury. Nos detendremos un momento para

empacar.

-¿Empacar? ¿A dónde iremos? -preguntó azorada.

-Iremos a ver a Dagda, nuestro Rey.

-¿Acaso los duendes tienen Rey? ¿Y para que iremos a

verlo? -cuestionó Zury.

-Tu problema de salud quedará resuelto si mi Rey,

Dagda, accede a cumplir tu deseo -finalizó Hvordy.

2

Una vez que recogió todo lo necesario para iniciar su

inesperado viaje, Hvordy le hizo una advertencia a Zury.

-Antes de presentarnos ante mi rey, Dagda, tendrás que

pasar por tres pruebas. La primera es conocida como

El Palacio de Cera, la segunda es La Casa de Chocolate, y

por último, te adentrarás en El Castillo de Cristal. En cada

una de ellas se te hará una pregunta y tendrás sólo una

oportunidad de contestar; de no ser así, vagarás hasta

44

encontrarla, de modo que piensa bien la solución-, dijo

tomando su pequeño equipaje.

Ese mismo día iniciaron su viaje, Zury iba emocionada

pero también sabía que de no contestar correctamente las

preguntas, sus ilusiones se desmoronarían. Trató de no

especular más y sacar toda su entereza para lo venidero. A

poco rato de caminar por un sendero abundante en

pequeñas sorpresas que la llenaban de júbilo, llegaron a su

primera parada.

-¡El Palacio de Cera! -exclamó asombrada

contemplando la entrada.

-Entrarás tú sola para descifrar la pregunta y salir

triunfadora. Yo esperaré aquí porque sé que lograrás tu

cometido -dijo Hvordy con una gran sonrisa dándole

ánimos a su entrañable amiga.

-Así será –contestó Zury, adentrándose hasta perderse

dentro del palacio donde poco a poco sus ojos turquesa se

acostumbraron a la oscuridad.

Qué extraño lugar, ¡absolutamente todo está hecho de

cera!, pensó.

Todo en aquel lugar estaba hecho de ese material,

paredes, pisos, mesas, sillas y cuanto estaba dentro del

recinto. Al recorrer los pasillos empezó a sentir un leve

calor que iba en aumento. El tiempo pasaba y éste se hacía

45

cada vez m á s i n t e n s o , Z u r y n o p u d o m á s

q u e empezar a sudar copiosamente. La temperatura subía

haciéndose sofocante, por lo que los pequeños objetos

empezaron a derretirse para luego continuar con el resto del

mobiliario. Gruesas gotas resbalaban por las paredes y

caían de los techos inundando todo a su paso. El palacio

completo escurría y Zury junto con él. Un río de cera se

formó atrapando todo a su paso, arrastrándola mientras

gritaba desesperadamente tratando de asirse inútilmente a

algo sólido. Cuando aquello se convirtió en un torbellino y

pensó que era su fin, se escuchó una escueta vocecita

proveniente de la esquina del inmenso salón. Todo cesó,

pareciera que nada había sucedido, el palacio y su

mobiliario estaban intactos de nuevo dejándola sentada en

el piso, atónita ante el suceso.

Poco a poco vio acercarse una figura hasta reconocer a una

tímida viejecita, su andar era penumbroso y débil; acercándose a

Zury, le dijo: -En mi vida no he hecho nada más que portarme

bien con mi prójimo, les ofrecí viandas y ropajes cuando lo

necesitaron y mira como estoy, enferma y triste. Si tú me dices

el por qué me encuentro así, entonces podrás irte; de lo contrario

vagarás hasta encontrar la

respuesta-, finalizó la anciana desapareciendo en un santiamén.

46

¿Cuánto tiempo pasó pensando la respuesta? Ni ella

misma lo supo. Al sentir hambre aparecían súbitamente

deliciosos manjares, cuando llegaba el sueño, una gran

cama con suaves y sedosos cojines, hacia su delicia. Todo

lo deseado se manifestó en el momento propicio pero, ¿la

respuesta? Su mente deseaba atrapar la contestación a tan

notable pregunta y fue entonces que la misma quietud del

lugar la hizo adentrarse en sí misma y su voz interior le

otorgó la anhelada respuesta: Nos enfermamos porque

creemos que existe la enfermedad. Ésta, es la desarmonía

manifestada en nuestro cuerpo. La felicidad no depende de

otros sino de nosotros mismos y si existe armonía y por lo

tanto felicidad en todo lo que hacemos, no habrá cabida

para la enfermedad.

Súbitamente el palacio desapareció y la luz del sol bañó

su dulce rostro. Por la cara de Hvordy supo que la respuesta

surgida de su interior había sido la correcta. -¡Felicidades

Zury, la respuesta siempre había estado en ti!, démonos

prisa para llegar antes del anochecer a la segunda prueba:

La Casa de Chocolate-, dijo Hvordy señalando hacia lo

lejos. -¡Apresuremos el paso para llegar a ella!- Y una vez

más los dos amigos se encontraron viajando hacia su nuevo

destino.

47

La entrada de la Casa de Chocolate, se escondía tras

matorrales de hierba crecida que hacían mucho más difícil

su encuentro. Zury, sin la ayuda de Hvordy jamás podría

haberla localizado. -Hemos llegado, Zury. Sé que la suerte

y el buen criterio estarán presentes en ti. Sabes que estaré

aquí apoyándote en todo momento-. Finalizó Hvordy

mientras ella se adentraba una vez más al nuevo lugar.

Pasaron unos minutos mientras sus bellos ojos se

acostumbraron a las sombras.

Una vez más estaba sola pero, ¿que era eso que estaba

formándose ante ella? Una gran mesa hizo su aparición, y

junto con ella, infinidad de chocolates de todos los sabores y

colores, y con diferentes rellenos; frutas cubiertas con nuez o

avellana; figuras de todos tamaños, sabores y colores; blancos

y oscuros; y deliciosas fuentes de chocolate derretido que

saltaban alegremente. Zury se acercó a saborear uno, lo asió

con su blanca mano llevándolo hasta su boca, donde se

derritió lentamente. Tomó uno y otro hasta ya no poder más,

solo que ahora ya no podía detenerse. Disfrutaba de cada uno

de ellos y aunque sentía que ya no sería capaz de engullir uno

más, éstos seguían llegando mágicamente a su paladar. Pensó

que iba a reventar o a desfallecer cuando el miedo hizo presa

de ella. Un gritó aterrador salió de su garganta y sus sentidos

se nublaron.

48

Cuando recobró el juicio, un aleteo incesante produjo un

eco en la chocolatada casa. No podía visualizar que o quien

era hasta que volando se acercó una blanca paloma

posándose frente a ella para convertirse en una pequeña

niña de graciosa sonrisa y fulgurante vestido.

La pequeña se dirigió a Zury y le preguntó sin

preámbulos: -Dime, ¿qué quiere decir madurez? ¿Qué es la

madurez?- Y convirtiéndose nuevamente en ave, voló

dejando a Zury pensativa ante la nueva pregunta.

Sucedió como en el primer lugar. Pasaron,

¿días?, ¿semanas? ¿o sólo unos minutos? De la nada

surgían todas las comodidades en cuanto ella lo requería

pero, ¿y la respuesta? Sumida en un sopor, se dejó llevar

por las inexplicables veredas de la mente humana, su

interior parecía tener todas las respuestas a la infinidad de

preguntas hechas por el hombre a través de los siglos. Sólo

tenía que dejarse ir y buscar ahí, en lo más recóndito de su

ser. Y así, una vez más, pasado el tiempo, ésta surgió: La

madurez es el entendimiento de que eres un ser mental

bueno, perfecto y eterno. La comprensión de que todo ser

está hecho de la misma substancia. La madurez no critica,

no señala, no juzga; acepta y se acepta tal y como es. No

hay defectos, solo virtudes desarrollándose hacia la

perfección.

49

La luz la cegó de momento, una vez más se encontraba

en la entrada y la misma claridad anterior la bañó. ¡Había

triunfado una vez más!

-Vamos, vamos, querida; corramos a nuestro nuevo

encuentro. -Gritaba de júbilo Hvordy, mientras la tomaba

de la mano y la jalaba hacia la nueva ruta que se abría a su

paso.- ¿Estás lista? -Y así, comenzaron nuevamente su

andar.

Finalmente y tras varias horas de caminata, llegaron a la

última parte de este extraño e inolvidable viaje. Hemos

llegado a tu última prueba: El Castillo de Cristal. Ésta será

nuestra última parada antes de llegar a la morada del Rey

Dagda.

-¿Me esperarás, como siempre, mi querido amigo?

-Por supuesto, aquí estaré.

Zury siguió la senda hasta la entrada antes de desaparecer

ante los ojos de su inolvidable compañero. Que fascinante lugar, pensó. No pudo menos que

admirar el interior del castillo, hecho totalmente de cristal

y recorrió todo alrededor, boquiabierta. Inmensos

candelabros llenos de destellantes luces, mobiliario

finamente tallado y una enorme mesa con una vajilla

labrados en ese material, todo era soberbio e

impactante. Entró hasta uno de los recintos en donde

50

intentó sentarse en uno de los grandes sillones para admirar

tal espectáculo, pero todo cuanto tocaba se convertía en

trizas por lo que no podía hacer uso de ningún objeto que

ahí había. De pronto se dio cuenta que se estaba

convirtiendo en un ser translúcido y el pánico se apoderó

de ella, ya que ahora, ¡ella misma era de cristal! Temía

caminar y romperse como todo lo demás. ¡Pero tampoco

podré estar mucho tiempo estática!, pensó desesperada. El

tiempo pasaba y en ella crecía el temor. Cuando al fin

decidió dar un paso, sintió romperse en mil

pedazos. Sus articulaciones, su cuerpo y su misma alma

habían quedado esparcidas a lo largo del camino cuando el

desmayo hizo su aparición.

Al despertar, todo era quietud y estaba en su estado

original. A lo lejos asomó una luz y al caminar hacia ella,

fue formándose una vereda sembrada de musgo y helechos

que la condujo poco a poco a un gran bosque pletórico de

animales y exuberante vegetación.

Un rugido que a más de uno hubiera hecho correr tras

sus pasos, se impregnó en el ambiente y un enorme león

con volátil melena hizo su aparición. Estaba sobre de una

inmensa roca y cuando Zury pensó que era su fin, el

imponente animal saltó y flotó, sólo para transformarse en

un sublime y sutil ser. Los ojos de Zury se tornaron

51

entonces suaves y dóciles al contemplar tan bella ilusión

¡Oh!, divina presencia celestial, pensó.

La hermosa aparición descendió flotando hasta que estuvo

a unos centímetros de ella y con voz aterciopelada le dijo:

Dime, adorada niña ¿Qué es la felicidad y como se

obtiene?

Zury no podía dejar de admirar a tan divino ser, su rostro

resplandecía en belleza y bondad y del aroma que emanaba

se desprendían miles de deliciosas fragancias que le

recordaban su niñez. Tan embelesada estaba que nunca lo

vio irse, simplemente se desvaneció poco a poco, suave y

lentamente perdiéndose en la nada.

Cuando volvió a la realidad, aquella esencia había

desaparecido y ella lo lamentó profundamente. Hubiera

deseado tenerlo conmigo toda la eternidad, pensó aún con

los ojos entornados.

¿Felicidad? ¿Qué es la Felicidad? Por tercera y última

ocasión se dio a la tarea de adentrarse en sí misma para

encontrar la respuesta. Nuevamente las horas y días pasaron

sin sentir hasta que ésta surgió a través del análisis

profundo de su ser: La felicidad es un estado de armonía

plena y surge al comprender que el bien está en todo. Se

logra al pensar y obrar basándonos en el hecho de que sólo

existe el lado bueno, perfecto y eterno de la vida. Es el

52

reconocimiento total del bien en todos y cada uno de

nosotros.

El rocío bañó su cara, a lo lejos se escuchaba el aleteo de

las aves preparándose para un nuevo día cuando se despertó

fuera del castillo y vio venir a su gran amigo Hvordy desde

lejos. Venía dando saltos por todo el sendero hasta llegar

junto a ella.

-¡Hurra, hurra, hurra! ¡Felicidades, Zury! Has triunfado.

Estoy tan orgulloso de ti. -Exclamó Hvordy, por lo que

Zury dedujo que había encontrado la solución una vez más.

Sintió que un gran peso había quedado dentro del lugar al

saberse triunfadora. Así pues, podrían proseguir con su

aventura.

-Y ahora, ¿iremos por fin a ver al rey Dagda? -Preguntó

Zury.

Hvordy la miró fijamente y le dijo: -Zury, hay algo que

debo aclararte antes de proseguir. -Y tomando un profundo

suspiro continuó.- Has buscado tanto, cuando delante de ti

está aquel a quien buscas, lo buscado siempre se ha

encontrado a tu alcance. He aquí al soberano de estos

bosques, he aquí al que te ha puesto a prueba para que

encontraras la sabiduría que mora en tu interior ¡Yo soy

Dagda!-, dijo en tono solemne.

53

Los ojos azul turquesa de Zury se abrieron al

máximo recordando que no hacía mucho, había sido

sorprendida de la misma manera por otra revelación.

-¡Dagda!

-Sí, así me llaman, Dagda, el rey de estos parajes y de los

seres de la naturaleza, -prosiguió.

-Querida Zury, antes de finalizar con este viaje

inolvidable y despedirnos deseo hacerte comprender que tu

sufrimiento y tenacidad no han sido en vano, ya que has

obtenido algo mucho más preciado que lo que has venido a

buscar: El Conocimiento. Pero antes de separarnos, deseo

obsequiarte una inigualable y valiosa joya.

Así pues, Dagda, haciendo unos pases mágicos y

emitiendo unas extrañas palabras, agitó sus brazos en el aire

haciendo surgir de la nada una impresionante

alhaja.

-¡Un rubí en forma de corazón! -gritó asombrada.

Dagda, apoyándola en el pecho de Zury, presionó hasta

hacerla desaparecer en su interior.

-Ahora nadie podrá quitártela porque ella significa el

poder de la amistad. Cuando desees verme, solo apoya las

manos en tu corazón, y ahí estaré. Ahora, cierra esos

preciosos ojos azules y déjate llevar por el manto de los

sueños…

54

Un sonido lejano la despertó. ¿Acaso todo había sido su

imaginación?

Se levantó siendo otra, pero no de cuerpo sino de mente.

Su pierna, mantenía el defecto, pero ahora contaba con la

sabiduría y esa le daba el poder de la comprensión.

Han pasado varios meses, su pierna ha ido recuperándose

un poco de la enfermedad que la atormentaba, mas ése ya

no es pesar para ella. Ahora tiene un jugoso empleo en una

de las mejores empresas internacionales de su país. Ella es

feliz ya que no solo obtiene un buen salario y viaja a

menudo por el mundo; ahora, Zury se dedica también, a dar

conferencias de superación personal a individuos con

discapacidad.

Ese día en especial se sentía nerviosa, extraña y con una

ansiedad inexplicable. Tenía que viajar a Irlanda a una cita

de trabajo proyectada por la empresa donde labora, aunque

no deseaba regresar a ese lugar que le evocaba tantos bellos

y dolorosos recuerdos.

El aeropuerto se encontraba en plena actividad matinal y

una vez documentado su equipaje en la línea aérea, se

apresuró a ir a la sala de espera para luego abordar el

avión que la llevaría hacia su destino. De pronto lo vio,

sentado en una de las butacas de la sala, sabía que estaba de

55

gira por América, pero nunca imaginó encontrarlo ahí. El

hombre que nunca había dejado de amar y seguiría amando

hasta el fin de sus días. ¡Fischel! Dijo casi sin aliento. Aún no podía creer que

estaba ahí cuando sus miradas se cruzaron nuevamente. Su

corazón se paralizó para luego desbocarse hasta casi salir

de su pecho, instantes en los cuales su mundo se desvaneció

y aparecieron imágenes lejanas y tortuosas. Hacía tanto que

no recordaba el palpitar agitado y la sensación tan

maravillosa que da el amor. No pudo correr, se quedó

clavada en el piso como una estatua de bronce.

-¡Zury! -exclamó al verla.- Te he buscado por todo el

planeta sin saber de ti. Me han dicho que ahora viajas

constantemente, por lo cual eres difícil de localizar. Por

favor, no te alejes, necesito hablar contigo largamente. -dijo

en son de súplica aferrándola del brazo para no dejarla

escapar.

La mente entorpecida de Zury no podía pensar, ni

analizar, ni siquiera sabía si estaba viva o tal vez éste era

un sueño del cual despertaría en unos segundos más.

Fischel, estaba ahí parado frente a ella suplicándole casi de

rodillas su atención.

-Mi amor… -Susurró Fishel en su oído.- Te pediré

perdón de rodillas si es necesario, fui un tonto, un estúpido

56

engreído, presté más atención al defecto en tu pierna que a

la grandeza de tu alma. Perdóname, por favor. No pararé,

ni hoy, ni nunca; hasta hacerte entender que te amo y

restituir todo el dolor que te causé. He vagado sin rumbo,

sin tener conmigo el corazón, ya que lo perdí cuando te

abandoné. No sabes cuánto he llorado tu ausencia y mi

estupidez; aunque sé que yo la provoqué. No tengo más que

rogarte que me permitas acercarme nuevamente e irme

ganando tu amor día a día. -Dijo Fischel, tomando las

manos de Zury para besarlas dulcemente.

Los dos vestían sus mejores galas. Zury se veía

formidable en ese vestido turquesa que había decidido

ponerse haciendo juego con un pequeño listón que

sostenía su sedosa cabellera en la nuca. Fischel lucía muy

atractivo enfundado en un traje negro. Se sentaron en una

mesa reservada especialmente para ellos ante un escenario

espectacular de Irlanda, y una brisa deliciosa jugueteó con

sus largos y hermosos cabellos. ¡La noche no podía ser más

bella!

-Querida Zury, tiempo atrás dejé algo pendiente, en aquel

otro tiempo en que no supe valorarte por todo lo que eres.

A lo lejos se quedó una plática, una oferta de amor, un

reconocimiento a tan maravillosa mujer. Dejé mi vida

57

y mi corazón enterrados en este lugar; pero esta nueva

oportunidad no la desperdiciaré. Un nuevo día aparece cada

veinticuatro horas, un nuevo mes cada treinta días, un año

nuevo cada doce meses pero, una persona tan especial

como tú, una sola vez en la vida. Te amo, Zury.

Fishel había cometido un error y ahora lo reconocía

plenamente jurándole amor eterno, había comprendido que

la verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la

lanzas contra alguien puede herir, mientras que si la arropas

en un delicado paño será aceptada con agrado. A su vez ella

había aprendido que para ser feliz no necesitaba a nadie.

Ahora conocía la fortaleza y la seguridad que emana del

interior cuando está uno en p l e n a a r m o n í a ; é s t o ,

a u n a d o a l a p o y o y cariño de sus seres queridos

era la verdadera felicidad.

Sus miradas se entrelazaron y sus almas se unieron, el perdón

salía ganando y habría una nueva oportunidad. Zury entonces,

entreabrió los labios para ofrecerle ese beso tan esperado, el

beso sublime de dos almas que al fin se unen en una sola. Las

manos de Zury subieron hasta su corazón presionándolas en su

pecho para hacer partícipe de ese inolvidable momento a su

gran amigo, Hvordy. Aunque realmente no hacía falta, ya que

él los observaba desde hacía mucho tiempo.

58

EL HADA DE LA

LAGUNA AZUL

uando yo era jovencita, mi abuela, una

mujer tan bella hoy como lo fue en su

época, solía hablarme sobre la Laguna

Azul que está cerca de la casa donde

vivíamos. Nuestra vivienda era un primor y estaba

encallada en el bosque, con techos inclinados y tejas

rojizas, y con un pequeño porche en el cual, al atardecer,

platicábamos de infinidad de temas. Al entrar, podía verse

una pequeña y confortable sala de madera en donde mi

madre, se ponía a tejer largas horas disfrutando de la música

o noticias de aquella época, que provenían de un radio que

mi difunto padre le había regalado. Junto a la sala había una

pequeña cocina, con diversos utensilios para preparar

exquisitos guisos, además de una mesa para comer y cuatro

sillas.

Mi madre era feliz cocinando o simplemente tejiendo y

escuchando sus melodías favoritas. Pero mi abuela, ¡era tan

especial para mí! Ella era la persona con la cual disfrutaba

estar. Su cultura y sabiduría, hacían que yo fuera feliz

escuchándola todo el tiempo. Sólo había un tema que

me recordaba constantemente: La Historia de La Laguna

Azul.

61

C

-Querida mía -decía- no te acerques a la Laguna Azul

en la que desemboca el Río Dorado, ¡recuérdalo!

Pero, yo amaba aquel bello río, ahí solía ir a jugar entre

la variada vegetación y disfrutaba tirando pequeñas piedras

que iban a parar al fondo. Sus aguas eran cristalinas, llenas

de pececillos que saltaban y seguían el sendero hasta

desembocar en la laguna. Los reflejos multicolores en

el agua me encantaban y trataba de ver mi silueta dibujada

en ella, pero ésta se distorsionaba con su rápido correr.

Muchas veces lo único que conseguí fue caerme, pero a mí

no me importaba, yo seguía jugando con las algas o

pequeños trozos de madera que corrían en su bajada

incontenible hasta la Laguna Azul. Por supuesto, cuando

llegaba a casa y mi madre me veía, únicamente balanceaba

la cabeza de un lado a otro y sin decir palabra alguna, me

metía.

-Sonia -decía mi abuela- juega en el Río Dorado si así lo

deseas, pero no vayas a la Laguna Azul, ¡y mucho menos

al atardecer!

De tanto decírmelo, por fin un buen día pregunté. -Pero

abuelita, dime, ¿qué tiene de malo ir a jugar a la Laguna

Azul si es un lugar tan bello y pacífico?

-Mira, Sonia -me contestó con ternura-, sucede que en

ella habita una bellísima hada. Es una mujer tan bella que

62

ninguna persona se le resiste -continuó-. Las hadas del agua

pueden encontrarse en cualquier lugar donde se halle este

elemento al natural y puro, así podemos encontrarlas en los

ríos, manantiales, mares y fuentes. Por tal motivo, siempre

se ha creído que el mundo de las hadas, o su lugar secreto,

se encuentra tras la cortina de una cascada. Pero, el hada de

la que estoy hablando, el hada de esta laguna es de un tipo

particular y tiene una característica especial: ¡Que la

laguna en donde habita es imaginaria! -prosiguió mi

abuela-. En un claro del bosque, donde decide instalarse,

construye su hogar mágico, que es totalmente translúcido,

de paredes cristalinas, y para no ser detectada por los

humanos, crea una ilusión óptica sobre la hierba simulando

una hermosa laguna de aguas claras y puras.

-¡Que hermoso, abuela! ¿Y podemos ir a conocerla?

-respondí.

-¡No! ¡De ninguna manera! -saltó de su asiento

mi asustada abuela-. Lo que no te he dicho es que ella

también tiene el poder de llevarse a los jóvenes que

encuentra a su paso, varones o mujeres, para ella es

indistinto. Esta hada tiene la facultad de cantar dulces

melodías para atraer a sus víctimas, y una vez que están a

su alcance, las seduce con su infinita belleza, haciendo

que el joven penetre en el agua para no volverlo a ver

nunca más. -Concluyó mi abuela.

63

Desde aquel día, como cualquier chiquilla a la cual le han

prohibido algo, me atrajo mucho más aquel lugar. Deseaba

creer que mi abuela tenía razón pero, lo que decía era algo

realmente inconcebible aún para una jovencita como yo.

Así que decidí probarle a mi abuela que esas eran

únicamente supersticiones de la gente y que no existía esa

famosa Hada de la Laguna Azul. Una tarde cualquiera me

decidí a hacerlo y con algo de miedo fui a esperar el ocaso.

Era un bello atardecer y su luz iba apagándose lentamente,

poco a poco todo quedaba en silencio a mi alrededor. Los

animales buscaban sus escondrijos para pasar la noche

cuando, de pronto, ¡la escuché! ¿Qué era ese sonido tan

dulce y melodioso? Nunca había escuchado algo parecido,

era como la voz de los árboles al pasar el viento entre su

follaje, o el sonido de las aves cuando regresan al nido; era

tan armonioso y tenue como el sonido de un arpa; intrigante

e indescriptible, venía de la nada y contenía el todo,

simplemente no podía ser descrito.

Me acerqué poco a poco hasta que vi una figura alta,

espigada y con cara de ángel. Ojos azules y enormes

pestañas que hacían lucir su dulce y espectacular mirada.

Con el pasar del viento se extendía su bella y larga cabellera

que más bien parec ía rayos de sol . L levaba una

túnica transparente, a través de la cual, podía apreciarse

64

toda la belleza de su bien delineado e impresionante

cuerpo ¡No podía creerlo, esto no estaba sucediendo,

simplemente era imposible!

Pero ya era demasiado tarde… el hada, con sus perfiladas

manos, que parecían hechas de alabastro, y con esa mirada

cautivadora de grandes y penetrantes ojos, me llevó

sutilmente hacia la orilla de la laguna. Y así, sin sentirlo,

fui adentrándome de la mano de mi acompañante hasta que

me desvanecí por completo de la faz de la tierra.

Remolinos, turbulencias y silbidos, mi cuerpo era

llevado entre sacudidas y ráfagas intercaladas que surcaban

todo mi ser. El agua hervía sin hervir, me ahogaba sin ser

así, era un mundo de sentidos sin sentir. Luces de cristal,

clarificadoras, refulgentes, llenas de magia y color

aparecían por doquier. Un mundo rico, complejo, secreto,

de un esplendor visual único.

De pronto lo vi en manos de mi ahora tutora, La Reina del

Lago; llegué al entorno más impactante que hubiera existido

aún en mi imaginación. Impresionante y diáfano castillo

repleto de pequeñas hadas que corrían de un lado a otro a la

llegada de su dueña. Y entonces, mi mente se perdió en el

olvido, una música del alma quedó en mi corazón...

Al despertar, me encontré con varias doncellas que al

igual que yo, habían sido traídas hasta este maravilloso

65

lugar. Entonces supe que el nombre de la reina era:

Tenanyé, que significa La Reina Alegre de las Hadas.

Yahora entre todas, tendríamos el honor de

atenderla. Yo había sido escogida para cuidar a su

hermoso corcel plateado; un impactante unicornio en el

cual salía todas las noches a recorrer sus dominios.

Al bajar el sol, salíamos en compañía de la reina e íbamos

hasta la cascada de aguas claras y puras que desemboca en

la Laguna Azul en donde se sentaba en una inmensa y

apacible roca. Varias de sus damas peinaban sus largos y

sedosos cabellos con un peine de oro, incrustado con joyas

de valor incalculable. Otras le ungían el cuerpo con aceites

de aromas dulces y exóticos. Yo tomaba entonces su

unicornio y lo cepillaba para después llevarlo hasta su

presencia para que lo montara y saliera a todo galope por el

bosque.

El hada de la Laguna Azul era majestuosa, brillante,

inteligente, buena, sabia y hermosa. Había tanto que

aprender de tan perfecta reina, aunque también contábamos

con una maestra, el Hada Tíboli. Esta inteligente y culta

hada es la encargada de instruirnos. Ella nos enseña

infinidad de labores y por supuesto a cantar y a bailar. Es

sabia y disciplinada y se sumerge y brinca como un delfín

a través de las aguas asegurándose que todo esté bajo su

66

control. Las hadas pueden manipular, controlar y mover el

agua a su antojo y tienen talento para hablar con los

animales a los que entienden y protegen.

Nuestra ropa está hecha de pequeñas gotas de agua que

hilamos poco a poco con hilos de luz de luna, hasta lograr

el diseño deseado y una vez terminada la prenda la

saturamos con caracolas, pequeñas estrellas de mar o

perlas.

Era un mundo ideal. Vivíamos en armonía pero, el

recuerdo de mi madre y de mi adorada abuela seguía

clavada en mi alma. Jamás volveríamos a ver a nuestros

seres queridos. Esa era la ley y como tal, tendríamos que

cumplirla, ya que el tiempo y el espacio cambiaban entre

los dos mundos y un año o un mes humano, podían ser un

instante para nosotras.

Así pues, fui a ver a la hada del destino, ella es la

indicada a ayudarnos para cambiar alguna situación que nos

aflija. -No deseo ver sufrir a mi madre y abuela, ayúdame

con tus consejos y dime que hacer para que ellas no

padezcan por mi desobediencia -le supliqué.

-Sonia -me dijo- tendrás que salir en una noche de luna

y juntar caracolas. Con ellas formarás tu nombre a la orilla

del lago, pero tendrá que ser escrito al revés. De esa manera

67

y cuando termine la noche, todo trazo de tu vida será

revert ido y el las no tendrán memoria de tu

existencia, tu madre y abuela quedarán liberadas del dolor,

más no tú. ¿Estás dispuesta? -preguntó. Yo,

simplemente asentí.

Funesta noche la escogida, le he pedido a la Reina

Tenanyé permiso para llevar la paz a las vidas de mis seres

queridos y lo ha otorgado. Así pues, me di a la tarea de

recoger lustrosas caracolas que relucen a la luz de la luna y

con ellas lentamente he escrito mi nombre. La luna brilla

en el firmamento anunciando la paz para los hombres, pero

un triste despertar para mi historia.

Han pasado varios años y mi madre y abuela vienen de

vez en vez a caminar a la orilla del plácido lago. Se ven

sonrientes y disfrutan cada momento que la vida les

obsequia. Son felices y eso me hace ser feliz a mi manera,

sin tocarlas, sin que sospechen de mi existencia, sin poder

hablar con mi abuela como antes lo hacía. Siempre

recordaré que por mi inconsciencia perdí la oportunidad de

crecer a su lado.

Ahora solo puedo decirme a cada instante y con tristeza:

Abuela, abuelita, tus advertencias eran sabias ¡Tenías

razón! 68

El Guerrero

De Terracota

ra medio día y la hermosa Liu platicaba con

su madre en la cocina de su impecable casa

ubicada dentro de un gran bosque. Lo

exuberante de la vegetación la hacía parecer

aún más pequeña de lo que realmente era, pero estaba

siempre llena de luz y de ilusiones, sembradas a través del

tiempo entre ella y su amado esposo, el guerrero Tsin Tsu

Chi. Justo en ese momento, Liu le hablaba a su madre sobre

el trabajo que éste tenía que desempeñar.

-Tengo que terminar pronto mis labores para preparar los

alimentos que Tsin necesita para ir a cumplir con la misión

que nuestro ilustre emperador, Qin Shi Huang, le ha

encomendado -dijo Liu a su madre-. Tsin Tsu Chi, es uno

de los muchos guerreros a los que el emperador ha asignado

la tarea de construir la gran muralla para defendernos de los

mongoles -continuó Liu-. Los que están participando en su

construcción son guerreros provenientes de las

guarniciones fronterizas, campesinos y reos también, ya

que de esa manera podrán pagar sus condenas. Tengo que

apurarme y preparar los alimentos que llevará mi adorado

Tsin para el camino. Así que ahora, querida madre, te

suplico me dejes para continuar -concluyó la hermosa Liu.

71

E

Una vez que despidió a su madre, se dedicó a preparar

los más exquisitos platillos para que su esposo pudiera

llevarlos hasta su lugar de trabajo, un sitio bastante

lejano, ya que le tomaba varios días llegar a él.

Liu, era del tipo de belleza que los chinos aprecian, y que

consiste en tener frente ancha, nariz pequeña, ojos oblicuos,

grandes orejas y los cabellos largos y muy negros. Portaba un

calzado especial, una de las costumbres más extrañas de este

pueblo, que es la que casi privaba a las mujeres de la facultad de

andar, pues desde niñas les ponían un calzado especial que les

doblaba los dedos sobre la planta, deformando el pie de manera

que quedaba hecho una especie de muñón. Eso era el principal

rasgo de belleza de la mujer china, y Liu era realmente una

belleza.

Se sentía feliz de ser la esposa de tan maravilloso

guerrero, pero como en aquellos tiempos se acostumbraba, ella

debía de permanecer lo más callada posible en lo que su marido

permanecía en casa. El estado de la mujer china, entonces, era de

abnegación total, de respeto ilimitado hacia el marido. Que el ser

amado nunca percibiera sus defectos, únicamente sus virtudes.

-Hija mía -le había dicho su madre al desposarse con

Tsin-, las palabras de la mujer deben ser siempre honestas,

72

dulces, mesuradas; no debe hablar demasiado, ni decir nada

trivial. Si es bastante instruida en las letras no debe hacer

gala de su cultura. En general disgusta al hombre que una

mujer cite a cada paso autores, poetas u obras literarias,

pero será muy valiosa para su marido si, sabiendo que es

instruida sólo se le oyen conversaciones gratas. Además,

debe ser gran compañera de su amado, obediente a él y a la

familia de éste. -Y así era la Liu.

Cuando llegó más tarde su marido, ella ya tenía los alimentos

preparados para la partida de su amado.

El guerrero Tsin le dijo a su bella esposa Liu: -Nos están

llamando al palacio del emperador para hacer un guerrero

de terracota idéntico a cada uno de nosotros. Cada figura

tendrá rasgos iguales al original, y nuestros uniformes y

armas reflejan el rango militar al que pertenecemos. Este

ejército consistirá de más de 8.000 figuras de nosotros, sus

guerreros, además de algunos caballos. De esa forma el

emperador seguirá teniendo las tropas bajo su mando el día

que parta de este mundo.

Mi guerrero está terminado y me llamaron para certificar

que fuera exactamente como yo. Y ¿sabes? querida Liu,

parecía un reflejo mío ante un espejo. Los colores son

los mismos que nuestras armaduras y la figura es idéntica

en cada detalle a mi persona.

73

¡Es algo inigualable! ¡Me siento orgulloso de poder

pertenecer al ejército de nuestro ilustre emperador! Doy

gracias infinitas por haberme bendecido con este trabajo y

con tan maravillosa esposa-, finalizó Tsin.

Y así transcurrió la tarde y la noche, durante la cual, los

dos amantes esposos pudieron susurrarse palabras de amor

y brindarse caricias y ánimos para seguir su destino.

Liu y Tsin, formaban una pareja admirable y se adoraban

el uno al otro. Su amor era inigualable y se reflejaba hasta

en el más mínimo detalle. Eran dos cuerpos fundidos en uno

solo, un amor infinito era lo prevalecía entre ellos ¡Era un

amor formado al principio de los tiempos!

Pero llegó el momento en que Tsin tuvo que partir para

seguir ayudando a construir la muralla. Los dos sentían que

el amor, aunque la lejanía estuviese de por medio, nunca

dejaría de existir entre ellos.

Fue una despedida sin palabras, pero estas no eran

necesarias. Cada uno sabía lo que el otro sentía al

alejarse. Y así fue que Tsin partió dejando atrás a su bella

esposa, triste y solitaria.

El tiempo pasó, y Liu estaba emocionada de saber que

muy pronto tendría nuevamente entre sus brazos a su

amado Ts in . La obra es t aba t e rminada y p ron to

74

regresaría pero, pasó una semana, dos, tres... Todas las

tardes esperaba ver dibujada en la lejanía la silueta de

su esposo retornando al hogar, pero eso nunca sucedió.

Así que, cansada de esperar y al ver que el ser amado no

regresaba, decidió ir en su búsqueda. De manera que

empacó un poco de arroz, té, pan y ropa, y partió.

Después de mucho andar, un buen día se encontró en el

camino con una figura solitaria. Ésta se le hacía conocida,

así que apresuró su andar y rápidamente pasó al desencanto

al ver que era Ho Ling, el mejor amigo de su esposo.

-Buen día, honorable Ho Ling -dijo Liu- ¿Sabes que ha

sido de mi querido y amado esposo? Dime Ho Ling,

responde ¡por favor!

Pero, las palabras no brotaban de la boca del guerrero

quien, únicamente miraba hacia el horizonte sin saber que

decir.

-Honorable Ho Ling -continuó Liu-, dime qué ha sido de

mi adorado marido.

Del pobre hombre rodaron gruesas lágrimas para irse a

estrellar en el polvoso trazo del camino y entonces, cayó de

rodillas ante ella, únicamente para decirle dos palabras:

-¡Ha muerto!

Por las mejillas de Liu empezaron a deslizarse peque-

ñas gotas saladas hasta convertirse en gruesas y sin control.

75

El sufrimiento no cabía en su corazón. Un nudo inmenso de

sentimientos inexplicables fluía en su garganta,

revoloteando y girando sin saber qué hacer. Su corazón

palpitaba rápidamente y pareciera que iba a saltar fuera de su

cuerpo, pero ¿acaso aún tenía corazón? Y si aún lo tenía, éste

estaba destrozado y los pequeños pedazos tardarían siglos en

ser unidos nuevamente, si es que pudiera encontrarlos

tirados a lo largo del camino. El dolor era tal, que no podría

describirse; inmenso, clavado en su pecho y, cada paso que

daba, era una daga que se enterraba en su alma.

Pensó que tal vez había escuchado mal, que eso no podía

sucederle a su amado esposo; que todo era una

equivocación. Miles de sensaciones incomprensibles

brotaban de su cuerpo, no sabía a ciencia cierta si estaba

despierta o dormida. ¡Sí! ¡Eso era! Estaba en un sueño

terrorífico y las sombras la acechaban, pero pronto

despertaría. Su mente divagaba sin poder comprender lo

que había escuchado. Sintió que su pequeño cuerpo se

aflojaba. Ahora le pesaba demasiado y presintió que iba a

desplomarse. Pasó interminables instantes tratando

de guardar la compostura, cosa que le parecía imposible, y

solo alcanzó a decir -¿Cómo fue?

-Nos atacaron los mongoles justo cuando cayó la noche

y, aunque su olor los precede y el impacto del galope

76

de sus caballos se distingue desde mucho antes que su

presencia física, no pudimos hacer nada. Algunos

logramos huir, pero tu marido, el gran Tsin Tsu Chi, salió a

defender al resto de los campesinos. Pero, todo fue

inútil ¡Lo han matado!-, dijo sollozando sin control Ho

Ling.

Liu ya no escuchó más y como una autómata y con pasos

sin rumbo se perdió en la inmensidad.

-¿Para qué regresar a mi hogar? Ya no me interesa nada,

me siento sin aliento. Para qué seguir viviendo sin mi

amado esposo-, lloraba y gritaba

-Mi gran guerrero, mi amor. Mi vida entera era de él y

para él, ahora estoy perdida, no tengo rumbo, ni vida. Toda

se fue con mi amado Tsin.

¿Cómo regresó? Aún no lo recuerda, pero ¿acaso

importa?

Hoy por la tarde un mensajero llegó a la casa de

Liu. Le ha mandado un mensaje el Ilustre Emperador Qin

Shi Huang, diciéndole que desea verla.

Así que, al llamado del dignatario, la hermosa

mujer ha acudido junto con su madre. El emperador le

habló del gran honor que era ser la viuda del gran guerrero

Tsin Tsu Chi, quien había combatido contra los mongoles

en nombre de su imperio.

77

El emperador, tras los halagos, la ha hecho pasar a ver la

figura de terracota del que fuera en vida su amado esposo.

Ahora estaba parada frente al singular guerrero observando

cada centímetro de tan majestuosa obra. Tenías razón, mi

amado Tsin, el guerrero de terracota es exactamente igual

a ti en todos sus detalles. Es tu vivo retrato, adorado esposo

mío -pensó Liu-. Recuerdo cuando me dijiste que era como

ver tu reflejo en un espejo.

Y así, lo contempló una y otra vez, amando y recordando

hasta el último rasgo de su ser.

El ilustre emperador Qin Shi Huang, le prometió que no

quedaría desamparada y que la figura de su esposo, el

guerrero Tsin Tsu Chi, estaría por siempre en la guardia de

honor que le acompañará eternamente cuando él muera.

¡Un gran honor en verdad!

Aunque eso no le importa más a la bella Liu. Lo

único que la mantiene viva, feliz e ilusionada, es ir todas

las tardes a ver la figura de su marido al palacio real. Correr

para ver a su único y gran amor: Su guerrero de terracota.

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Índice

El Antifaz 7

Enlace Mágico 21

El Hada de la Laguna Azul 59

El Guerrero de Terracota 69