Ética empresarial. del diálogo a la confianza
DESCRIPTION
Resumen crítico de la obra de Domingo García Marzá, Ética empresarial. Del diálogo a la confianza. Madrid, Trotta,2004TRANSCRIPT
1
Resumen crítico del texto de Domingo GARCÍA MARZA; Ética empresarial. Del diálogo a la
confianza, Madrid, Trotta- 2004, 290 pp.
Por Asunción Velilla
Ética Empresarial, Comunicación y Sociedad Civil
Máster interuniversitario en Ética y Democracia
Universitat Jaume I de Castelló y Universitat de València, España
2012
El texto que nos ocupa se abre presentándose. Se trata de un ejercicio de ética aplicada, su propósito
es orientar la acción de la empresa, así: qué ofrece la ética del discurso a la empresa para que ésta se
entienda a sí misma como actor institucional; porque la empresa, como integrante fundamental de
nuestras sociedades, tiene responsabilidad y amplia para con el entorno, tanto humano como
ecológico en general, donde ha de desarrollar la confianza que como actor merece y necesita. Ahora
bien, este es tema amplísimo que el autor desgrana y secuencia.
Los objetivos del texto son: mostrar qué confianza le es susceptible desarrollar a la empresa, cómo
se pueden sistematizar las condiciones y presupuestos de esta confianza, cómo la confianza necesita
apoyarse en una dimensión moral, y cómo la moral se manifiesta y encamina a la acción sobre unas
bases racionales, consecuencia del “diálogo y posible acuerdo de todos los grupos de intereses
implicados en su actividad”i.
Para alcanzar los objetivos se hará uso de una metodología reconstructiva, es decir “una
exploración del saber práctico que poseen los diferentes interlocutores y que utilizan a la hora de
hablar de la credibilidad o legitimidad de la empresa”ii, esta metodología se servirá de un acceso
hermenéutico que permita realizar la reconstrucción propuesta y que arroje un criterio sobre el
diseño institucional que necesita desarrollar la empresa como merecedora de confianza.
Final y fundamentalmente, es necesario un nuevo vocabulario, o terminología que en boca de la
Sociedad Civil conceptualice sus competencias “para establecer relaciones y comprometerse con
ellas”iii
Vamos a mantener las cuatro partes en que se divide el texto, con sus grandes capítulos al interior,
en aras de orientar el resumen de un texto sutil en complejidad y exigencia.
I. LA CONFIANZA COMO RECURSO MORAL
1. La transformación del papel social de le empresa
La empresa es parte integrante de la sociedad, donde tradicionalmente se le ha otorgado un papel
económico. Ahora bien, esta limitación a lo económico revela hoy una disfuncionalidad, pues como
actor desarrolla sus actividades e influencia en numerosos ámbitos del entramado social y de
convivencia que van más allá de lo exclusivamente económico. Hoy, la misma sociedad de manera
creciente, le demanda la asunción de sus responsabilidades y ejerce una presión para que la
empresa, puesto que es actor social, lo sea a cabalidad. En este sentido el Libro Verde de la
Comisión Europea tiene como fin Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de
las empresas, y en este mismo sentido se desarrollan e implementan políticas formales en torno a la
ética empresarial.
Esta exigencia de un papel más versátil, amplio y comprometido social y éticamente de la empresa
se revela palmaria en el mundo global, si queremos hacer parte de él con las cualidades y exigencias
humanas que permiten fundar una convivencia basada en las propias capacidades de construir. En
este contexto la confianza tiene razón de ser, como la tiene la ética, no solo para maquillar o lavar la
imagen que presentamos de la empresa, sino para construirla desde su fundamento. Y puesto que el
mundo global también lo es de la sociedad de la información y el conocimiento, es preferible
apostar por un fundamento limpio y no solo por una imagen limpia, porque el refrán tradicional
puede hacer equipo con la sociedad de la información y la comunicación y recordar que antes se
2
coge a un mentiroso que a un cojo.
Así contamos con una herramienta eficaz para conocer, denunciar y corregir las malas prácticas
empresariales, herramienta en manos de otros múltiples actores, es decir, de la Sociedad Civil, que
sirviéndose de ella puede dar nuevo vigor a viejos mecanismos, acorde a la exigencia de desarrollo
de la confianza y la justicia, ya no solo en manos del poder regulador y coactivo jurídico, que se
revela insuficiente; de modo que la sociedad civil no solo se ve motivada en su vocación sino
impelida a ella.
La vocación de la sociedad civil es de carácter comunicativo, reforzada por la corriente
globalizadora. En este contexto, García Marzá aborda la ética dialógica como propuesta para
desarrollar la responsabilidad y la confianza de la empresa; de tal manera que sumada a la condición
global invita a hablar de ética universalista, porque si el ámbito de actuación de la empresa es
global también lo es su espíritu, es decir, una ética universalista, que se fundamenta en principios ya
interiorizados en buena medida y recogidos en los Derechos Humanos.
Así las cosas emerge un nuevo marco interpretativo que supera la coordinación de la acción ejercida
por el poder jurídico y llega a la acción libre y voluntaria de los sujetos integrantes de la Sociedad
Civil. Veámoslo.
2. El potencial ético de la sociedad civil
En el mundo global el papel del Estado se desplaza de su lugar central, en una revolución
copernicana asumida por las grandes corporaciones transnacionales, que nos invita a apersonarnos
de nuestra responsabilidad en la Sociedad Civil y a actuar en consecuencia -tengamos siempre
presente que la empresa es parte de la sociedad civil-, con las capacidades que esta responsabilidad
otorga, que no son pocas, si bien exigen esfuerzo, el propio de la libertad y la voluntariedad.
El hecho de que la empresa integre la Sociedad Civil revela su relación intrínseca con la ética y
obliga a una nueva caracterización de la Sociedad Civil, que el autor desarrolla en el marco del
nuevo vocabulario propuesto:
1. La Sociedad Civil es el lugar de interacciones y no un sujeto colectivo del que prever una
acción unificada.
2. Estas interacciones se dan con el Estado y el derecho, siendo así garantía de los derechos
básicos.
3. La esencia de la Sociedad Civil la constituyen la igualdad y simetría de todos sus
integrantes, de tal forma que posibilite la inclusión y la aceptación libre y voluntaria en los
diálogos, como herramienta fundamental de convivencia.
4. Se trata de un concepto normativo, no dual bueno-malo, sino en gradación a lo que
representa. Y del que se desprenden dos aspectos más:
5. La Sociedad Civil es espacio de intereses particulares (dinero, prestigio), comunes
(corporativos, profesionales), universales (dignidad, reconocimiento). Donde el ámbito
moral se identifica con los intereses universales o generalizables, pero sin cerrarse a sí
mismos.
6. Donde el diálogo es el aspecto moral básico de reconocimiento recíproco, con la
complejidad derivada en sus consecuenciasiv
.
Así las cosas, la sociedad civil dota de recursos morales a sus integrantes, donde “La ética
empresarial tiene como objetivo analizar cómo funcionan estos recursos en la práctica empresarial
cotidiana”v. Los recursos morales no son los únicos recursos sino que conviven con los
tradicionales e inmediatos del poder y el dinero. Esta convivencia nos recuerda que a una ética
aplicada le corresponde buscar la coherencia entre los argumentos y los hechos, pues existen
valores intrínsecos, y no únicamente instrumentales.
3. Recursos morales y capital social
Es necesario abordar una honda dificultad que plantea el tema pues “parece que estemos limitando
el ámbito moral a una dimensión estrictamente funcional, es decir, a un medio para conseguir
3
aquello que queremos”vi
al hablar de recursos morales. Y efectivamente es así, lo que exigirá
mostrar la función social que cumple la dimensión moral para identificar su razón instrumental,
pues los recursos morales son los únicos que crecen en la medida que se usan, como veremos.
Dicho esto, vale la pena considerar el riesgo que se mimetiza tras la eficiencia y la compleja gestión
de los intangibles. La empresa aquilata su eficiencia en la posibilidad de medir, como afirma
Mintzberg “El gran culto de la eficiencia es el gran culto del cálculo”vii
, esto significa que, en los
cálculos de la empresa aquello que se resiste a la medición es proclive a ser segregado, lo que
ocurre con los recursos morales. La racionalidad económica ha favorecido la consideración de lo
que se puede contar, medir y calcular. Pero lo intangible, los recursos morales, no se puede ajustar a
estos sistemas de medición, que son ajenos a la naturaleza moral. Hay una segunda dificultad: la
gestión de los intangibles es de carácter comunicativo, no estratégico. No olvidemos al respecto que
en la empresa no todo es sombra o luz, y que las dificultades se constituyen en oportunidades
precisamente gracias a los recursos morales.
Por lo anterior la propuesta de ética empresarial que desarrolla García Marzá tiene entre sus
fundamentos el principio de publicidad de Kant, y la transparencia como medio para la gestión ética
de la empresa y de su reputación. Este punto servirá “para responder a la crítica de
instrumentalización que frecuentemente se le hace a la ética empresarial”viii
4. La dimensión ética de la confianza
La dimensión de la confianza se abre en un panorama esplendido en la sociedad global, con la
nueva envergadura de luces y sombras, de riesgos y oportunidades, sustentando un activo cada vez
más importante. Que desde el año 2004, en que se publica la obra, la relación de escándalos,
desatinos e infamias haya abrumado a la Sociedad Civil, léase también empresa, no le quita valor a
la confianza, incluso refuerza un moral optimismo que se aferra en buena medida a los logros
intangibles producto de largo y constante esfuerzo.
La confianza reduce la complejidad, asevera el autor, prevé y provee de un camino en un terreno en
penumbra y en buena medida desconocido. La confianza dota a la vulnerabilidad, común a todos los
hombres, de una razón humana y social, también en la medida en que salvaguarda la libertad, de tal
manera que los recursos jurídicos pueden ofrecer su cara amable de soporte y ayuda, de
complemento. Su valor así se ve exponencialmente crecido en el contexto global, oportunidad de
cooperación y de voluntariedad a la que se suma la libertad.
La confianza cuenta además con unas bases racionales y unas razones morales, porque “un
concepto de confianza abandonado a la arbitrariedad y a la falta de lógica sería claramente un
sinsentido”ix
. Nuevamente la metodología reconstructiva ofrece el hilo que lleva al ovillo,
permitiendo preguntar por el tipo de razones presupuestadas en las conductas basadas en la
confianza; estas razones no pueden ser solo de carácter egocéntrico ni reducido a la comunidad,
hasta aquí otros autores han podido ofrecer su propuesta, más allá hay que completarla. Para
completarla contamos con algunos conceptos muy prolíficos, derivados de la pregunta planteada: el
concepto de compromiso, pues subyace a las conductas basadas en la confianza y guarda estrecha
relación con la reducción de la complejidad, y el concepto de buena voluntad, que sienta las bases
de la confianza. De ellos derivan los fundamentos morales. Cabe recordar que los enfoques
psicológicos, sociológicos u organizacionales no cuentan con herramientas para dar cuenta de la
capacidad creativa, tanto individual como social de los conceptos de compromiso y buena voluntad.
La pragmática de toda acción comunicativa, creativa en sí misma de valor cívico, nos puede dar
cuenta de “los compromisos mutuos y las relaciones de reconocimiento recíproco que le subyacen
(...) (porque) Toda interacción presupone siempre un juego recíproco de expectativas y, en
consecuencia una asunción de responsabilidades”x de la que nace la validez de la norma de
convivencia. Reúne intereses generales y en esta medida apunta a un nivel postconvencional o
universal de la moral, punto de destino de las expectativas que la Sociedad Civil ha depositado en la
empresa, en consecuencia de las obligaciones con que la misma Sociedad Civil dota a la empresa.
Obligaciones paradójicamente insertas en la libertad, en definitiva en el sustrato moral del
4
convencimiento. Creemos que en este sentido el autor introduce la idea de contrato moral que
desarrollará después. Sienta en esta sección algo fundamental “la confianza tiene un valor
económico porque tiene un valor moral, y no viceversa”xi
II. EL VALOR MORAL DEL DIÁLOGO
5. La perspectiva ética
Este apartado II es el más bello. Desarrolla un fundamento ético de la confianza en la empresa en un
enfoque minucioso que comienza por recordar que la metodología reconstructiva aplicada a la
empresa desvela los criterios morales en que se mueve a través del mismo lenguaje moral.
La idea de la empresa amoral no es tal, es un mito que no reduce la complejidad y que, al contrario,
la desvirtúa. En nuestro lenguaje y conducta estamos impregnados de moralidad o inmoralidad, no
de su ausencia. Cabe así identificar los contenidos de la dimensión moral, en sentimientos, valores y
normas, que determinan el significado de la “buena voluntad” pues se guía entre ellos y da cuenta
de la libertad. Si somos morales es porque somos libres, lo que da razón de nuestra dignidad; de ahí
la imposibilidad de sustraerse a la moral. Esta es la misma razón que fundamenta nuestra
autonomía, paradójicamente no podemos escapar de ella como comunidad global, y en ella se
revela, precisamente, nuestra condición de Sociedad Civil, de modo que nos caben
responsabilidades por inmoralidad, y por moralidad, en tanto individuos o corporaciones, pues
forma parte de la naturaleza que nos constituye. Ortega recuerda que de la moral no es posible
desentenderse, ni descansar, podríamos añadir.
Ahora bien, si pareciera que hemos quedado desnudos en las manos de un torpe Epimeteo, no
hemos quedado desamparados, y la prueba que nos permite corroborarlo es el reconocimiento de
que nuestro fuero interno está en capacidad de juzgar, en consecuencia, también lo estará el fuero
interno de los otros. El reconocimiento de nuestra propia dignidad es el reconocimiento de la
dignidad de los otros: la moral es universal. Nos dota de un horizonte luminoso. “respetar a los
demás significa no solo estar dispuestos a ponerse en su lugar, sino también a establecer diálogos en
los que los demás participen y aporten su propia perspectiva”xii
. Estamos ante un recurso inagotable.
Precisamente por esto es necesario abordar su racionalidad, para hacer de él un recurso con el que
podamos convivir en reconocimiento y responsabilidad moral, o en reconocimiento de lo que
somos.
6. La ética discursiva: de la justificación a la aplicación
Lo que somos, lo somos juntos, en vulnerabilidad, lo cual nos hace inmunes al desamparo, valga
repetir que es imposible la amoralidad, no sin embargo la crueldad, la inmoralidad. El lugar donde
nos encontramos, quizá por ser equidistante de lo que nos une y nos separa en nuestras
individualidades e intereses particulares, es el lenguaje. De ahí que en el lenguaje, por su franca
versatilidad, se desenvuelva también el método que permite desentrañar la racionalidad de lo
propio, es decir, del discurso. La metodología reconstructiva propuesta por el autor para abordar la
ética empresarial da cuenta de esta racionalidad, que la misma posición crítica del enfoque
discursivo o dialógico resalta. En palabras de Kant, la razón es la facultad de lo intersubjetivo, el
lugar “donde todos tienen voz”. Así el enfoque dialógico de la responsabilidad moral de la empresa
dará cuenta de nuestras responsabilidades y posibilidades de llegar a ser lo que somos. En este
punto el autor habla de contrato moral, que asentado sobre el diálogo (dia: a través de, logos: razón)
permite un nivel postconvencional ético que supera el nivel convencional de la norma jurídica.
García Marzá tiene buena cuenta de aclarar que la metodología reconstructiva impide riesgos de la
envergadura de la falacia eurocentrista pues “la única fuerza posible en el diálogo como valor
moral, nos dice Habermas, es la fuerza sin coacción del mejor argumento”xiii
: el diálogo es
universal, en consecuencia moral. El enfoque discursivo o dialógico de la ética universal se
caracterizaría por ser universalista, crítico, procedimental, deontológico; pues responde a uno de los
puntos fundamentales de la ética aplicada: la cuestión de la exigibilidad de responsabilidad moral,
por esto es “el momento en que una ética empresarial como ética aplicada deba ampliar los
5
estrechos márgenes de la ética discursiva y proponer su propio estatuto y su propia metodología”xiv
,
superando a Habermas que “ignora toda la fuerza que representan los mecanismos comunicativos
de coordinación de la acción, lo que aquí hemos denominado recursos morales, más allá de esta
estabilización de expectativas que supone el derecho”xv
, pues no es suficiente reducir a la empresa a
la exigencia de compromisos y negociaciones en al ámbito jurídico. Cabe resaltar que los acuerdos
que proporciona la ética dialógica no son valiosos solo por alcanzarlos, sino también porque obligan
a desarrollar mecanismos y recursos morales en el nivel postconvencional. De ahí que las éticas
aplicadas puedan constituirse en mecanismo propicio para la estructuración de la Sociedad Civil.
Limitarlas al terreno de lo jurídico y a sus mecanismos coactivos desvirtúa su perspectiva ética.
7. La ética empresarial como ética aplicada
Chesterton cuenta en Ortodoxia como después de una amplia búsqueda y de creer conquistar un
nuevo territorio, acaba por descubrir que ha llegado al lugar de donde había partido, pero
reconociéndolo. Este es el sentido último que creemos que le cabe a la ética dialógica, máxime en
clave empresarial, por habérselas con un territorio aferrado a tozudos mitos. “En este sentido
pragmático o práctico lo que se pretende de la ética es perder el miedo a lo concreto y responder así
a la necesidad de orientación que produce todo nuevo escenario, todo cambio social”xvi
, que
permitiría, gracias al método reconstructivo, el reconocimiento de sus bases racionales. Lo
interesante de la ética dialógica es que el coste de su ritmo lento es el propio de su irreversibilidad
constructiva; en observación del autor “desacuerdo existente entre los que defienden un
universalismo ético acerca del contenido concreto de esta moral universal. Desacuerdo que, sin
embargo, compagina muy bien con el logro de soluciones consensuadas en la solución de
problemas prácticos”xvii
, en consonancia con la metodología reconstructiva que parte de la idea de
que los principios deben extraerse de la misma praxis.
Praxis que se desenvuelve en un contexto de globalización y que enruta, con un carácter de
obligación moral, a la empresa en la necesidad de una ética empresarial universal y crítica. Esta
necesidad tiene varios sentidos de aplicación, dos de ellos, llamados enfoque correctivo y enfoque
funcional, se hallan superados a juicio y análisis del autor, esta superación adquiere evidencia al
llegar al tercer sentido de aplicación, el denominado enfoque integrativo o ética aplicada
integrativa. Se levanta éste sobre el horizonte que desvela la metodología reconstructiva: no es
factible, separar vigencia y validez. Que se pueda hacer, claro, y de hecho lo hacemos en el nivel
convencional; no es factible, sin embargo en el nivel postconvencional de una Sociedad Civil que
aspire a serlo, y aquí la advertencia de la falacia del eurocentrismo nos orienta. Dicho desde el
universo de la empresa y en palabras de Adela Cortina “estamos ante la tarea de mostrar el bien
interno que caracteriza a la empresa, su fin específico, para desde ahí averiguar qué valores y qué
virtudes y normas lo posibilitan”xviii
El enfoque integrativo se muestra sustancialmente promisorio, aquí tiene cabida la teoría de los
Stakeholders que se desarrollará después, y que abunda en la imposibilidad de separar vigencia y
validez. Y se abordan: 1- el nivel de justificación moral, que posibilita, aclara el autor, no un
contrato social sino un contrato moral sobre el diálogo asumido bajo los cuatro principios de
Habermas (principio de comunicación, de inclusión, de igualdad, de reciprocidad), que tienen un
carácter contrafáctico, es decir, “indica que no estamos ante un criterio operativo de decisión, sino
ante una idea regulativa cuya operatividad tiene que realizarse siempre después de la práctica”xix
. 2-
El nivel de adecuación institucional y 3- el nivel de concreción organizativa. No vamos a entrar a
resumir este análisis que equivaldría e empobrecerlo, aspiramos a ir evidenciando algunos de los
atisbos de su espíritu en lo que sigue, porque “en definitiva, la legitimidad de la empresa no se mide
tanto por el alcance de la respuesta como por las condiciones en que el diálogo ha tenido lugar, pues
es desde este mismo diálogo desde donde se deben calcular los logros alcanzados por la empresa en
la satisfacción de estos intereses”xx
, esto nos invita a pasar a la parte tercera del texto, para dar
cuenta de “los rasgos básicos de un diseño de la empresa derivado del valor moral del diálogo. Sólo
así es posible la utilización de los recursos morales”xxi
6
III. LA EMPRESA ÉTICA
8. Legitimidad: el contrato moral de la empresa
Si mencionábamos que la parte II de la obra nos parece la más bella por ofrecer una amplia
panorámica, esta parte III es la más densa y rica en conceptos, el fin será dar claridad a la
aplicación. Que de ética aplicada se trata va a ser evidente en cada trecho del desarrollo de esta
parte, anclada sobre las bases racionales que deben caracterizar a la empresa moral comprometida
con el diálogo. Intentaremos un abordaje del capítulo acorde a las exigencias del resumen,
advirtiendo sin embargo, que la densidad y riqueza del apartado merecen una mayor atención.
Lo primero que llama la atención es que tras el objetivo “proponer un modelo de empresa derivado
de los planteamientos éticos realizados”xxii
se “hace público”, por usar un concepto prolífico en el
texto, el esfuerzo de construcción del modelo que se va a proponer por vía de aceptar los riesgos
que del intento se derivan y las críticas consecuentes. Participado el riesgo al lector, se halla el
equilibrio que justifica el abordaje y el uso del lenguaje cotidiano moral, pues en él se articulan el
poder de la Sociedad Civil de otorgar o retirar confianza a la empresa y la validez de la justicia con
la que la empresa opera, como se ha visto antes.
Para una empresa, contar con el apoyo de la Sociedad Civil equivale a contar con su credibilidad y
legitimación, consecuencia de la exigibilidad que la Sociedad Civil en su conjunto tiene sobre la
empresa. Sobre la credibilidad y legitimación se construirán las relaciones de confianza. Ha sentado
pues los puntos fundamentales que después se desarrollarán: lenguaje, sociedad civil, confianza.
Una síntesis en esquema:
ÉTICA EMPRESARIAL
Lenguaje Sociedad Civil
Confianza
Puesto que estamos ante una ética aplicada necesitamos una perspectiva crítica para comprender las
bases racionales sobre las que se asienta otorgadas por la capacidad dialógica de la Sociedad Civil,
en la que se integra la empresa. La perspectiva crítica exige que la ética aplicada se desarrolle sobre
lo que “la empresa debería ser según el saber intuitivo que poseemos como participes en, o
afectados por, su actividad”xxiii
, ahora bien, esta exigencia revela las condiciones asimétricas, de
desigualdad y precariedad para un propósito de tan largo alcance como el de establecer confianza.
¿Cómo resolverlo? Creemos que en parte ya está hecho en el texto desde el momento en que su
autor hace públicos los riesgos con los que se aborda el esfuerzo, sienta que es necesaria una visión
crítica para hablar de ética empresarial ante el prosaico material de la realidad, y añade que será
imprescindible “romper algunas etiquetas conceptuales que encorsetan la comprensión actual de la
empresa”xxiv
. Aquí es fundamental la metodología reconstructiva que permita situarse en el papel de
cada uno de los implicados en la actividad empresarial, la misma metodología debe ayudar a evitar
que se confunda lo que hay con lo que debería haber.
Es necesario comenzar por revisar dos concepciones de la empresa ya caducas: la visión de que la
empresa obedece a un móvil exclusivamente económico de propietarios y accionistas, y la visión de
que la legitimidad de la empresa se identifica con el derecho. Las dos posiciones forman parte del
mito de la empresa amoral, que ya hemos visto, se trata de un imposible aún incluyendo a
trabajadores y empleados, y ampliando así el panorama a una visión dual, de relaciones
denominadas “suma cero”, es decir, para que una parte gane la otra tiene que perder.
La exigencia global favorece una ética postconvencional en la que los implicados no
necesariamente están cerca en tiempo y espacio. En este punto creemos que al autor le cabe
enriquecer esta responsabilidad en su propuesta, respecto a las generaciones futuras y a los más
vulnerables y mimetizados a los intereses de los favorecidos; factible desde la perspectiva
7
metodológica propuesta que permite cobijarlos como implicados y afectados por la actividad
empresarial, contemplarlos desde el análisis del saber intuitivo bajo la panorámica global e
incorporarlos al concepto corporativo de empresa. Estos casos permiten nuevamente corroborar la
estructura de la empresa como un complejo sistema de poder que obliga a su constitución moral.
Las cualidades pluralista, corporativa y moral de la empresa suman las condiciones para su
legitimidad, es decir, para la necesidad que se deriva de toda situación de poder de obtener una
justificación desde y para la sociedad civil que integra. Justificación directamente proporcional a la
libertad gozada en los ámbitos donde se mueve, incluida esta capacidad de movimiento. Porque
además se desarrolla, creemos nosotros que de manera exponencial, una relación de situaciones de
dependencia: los trabajadores necesitan el salario, los consumidores se encuentran “formados” por
los mecanismos publicitarios, poco podemos hacer como vecinos contra la contaminación de
nuestra ciudadxxv
, son los ejemplos que ofrece el autor.
La sociedad civil, sus interlocutores, que conforman la misma sociedad civil presente, con sus
interlocutores futuros, tienen en su haber unas expectativas respecto a la empresa, que lleva a
desarrollar la confianza de que la empresa las va a cubrir en mayor o menor grado. Desde unas
bases racionales, propias de la sociedad civil, “entra en juego la motivación que vinculamos con las
buenas razones”xxvi
. De esta cita creemos desprender uno de los puntos clave de fundamentación del
modelo de empresa propuesto, por la síntesis que recoge que se puede desplegar como un
paraguasxxvii
. La motivación, con su componente psicológico, además de moral, que eleva la moral,
es subsidiaria de las buenas razones, se asienta en una base cognitiva que encamina su cometido y
de la que se desprende la legitimidad.
La legitimidad se desenvuelve en tres niveles concéntricos, primero la responsabilidad económica
de la empresa, con el mercado; en segundo lugar la responsabilidad jurídica con el Estado, por
último la responsabilidad social y ecológica con la ética. Los dos primeros son susceptibles de ser
medidos y cuantificados, lo que facilita su apropiación, y añadimos, la falacia eurocentristaxxviii
, el
último, no. Ahora bien, “si la empresa no es capaz de responder de estos tres niveles pierde
legitimidad y con ella la confianza necesaria para actuar”xxix
. La asunción de los tres niveles permite
llegar al contrato moral de la empresa.
El contrato moral de la empresa es tema crucial, en él desembocan los esfuerzos de
conceptualización sobre bases racionales, es decir factibles y universalizables, de una ética
empresarial de corte dialógico que se origine en una sociedad con vocación postconvencional.
García Marzá lo define así: “acuerdo racional entre todas las partes implicadas y/o afectadas por la
actividad empresarial”xxx
, el contrato moral sustenta y evidencia la reciprocidad de las partes, el
“sistema recíproco de expectativas y obligaciones, de derechos y deberes, como presupuesto básico
de toda confianza”xxxi
de ahí que sea fundamental para comprender la perspectiva ética y la
Responsabilidad Social Corporativa.
Hay que aclarar que el contrato moral se diferencia de otros: el contrato legal, psicológico, social.
En particular, es necesario recordar que el contrato social atiende a los acuerdos alcanzados en cada
situación concreta, a diferencia del contrato moral que cobija “las condiciones que permiten el logro
de acuerdos entre todos los grupos implicados y/o afectados”xxxii
. La diferencia entre estos dos tipos
de contratos afecta a cuatro aspectos: Las partes contratantes, se trata de un acuerdo entre todos los
grupos que pueden afectar o ser afectados por la empresa, no solo de una o varias partes con otras.
Lo que permite concebir la empresa como “una red de interacciones entre sus diferentes
interlocutores”xxxiii
. El contenido, si el contrato social actúa para equilibrar unos intereses con otros
en intereses de carácter individual, el contrato moral da carta pública a la deliberación racional para
encontrar intereses comunes a todos. Las condiciones, el contrato moral es una idea regulativa, es
decir, es criterio para medir la validez o justicia de los acuerdos reales y, por lo tanto, la legitimidad
de estos acuerdos, lo que permite actuar en consecuencia. El carácter, puesto que atiende a las
condiciones de realización, se constituye en un principio crítico, que permite analizar la realidad
desde la perspectiva ética, más próxima a la idea de acuerdo, como base de la confianza y la
legitimidad, que habitualmente utilizamos en el lenguaje moral. Lo que responde al sentido de
8
autonomía y, al darnos carta de exigencia y reconocimiento, favorece el reconocimiento de
corresponsabilidad en la Sociedad Civil.
Los aspectos identificados se nutren en la transparencia y el diálogo, sobre éstos se apoya la
confianza. De este modo la confianza se va revelando cada vez más como terreno reconocido y
redescubierto, sobre el que se ha asentado, con sus más y sus menos, la Sociedad Civil en su
desarrollo y convivencia y de los que da cuenta una aproximación dialógica y un método
reconstructivo. Estos parámetros permiten hacer de la ética un instrumento de gestión, con sus
herramientas en los códigos éticos, comités de ética y auditorías éticas, que se verán al final.
9. Un marco ético para la responsabilidad social corporativa
Si bien el tema de la responsabilidad empresarial nos enfrentan a una hostil realidad, permite
recordar, para mantener el empeño, que hasta hace muy poco su existencia estaba relegada a la
condición de tabú en el ámbito empresarial. Dado el primer paso, que hemos de considerar el más
difícil, cabe comprender que los siguientes se desarrollarán mejor desde síntesis innovadoras y
creativas, naturalmente desde el mismo marco deontológico familiar y favoreciendo decisiones
morales y económicas rentables pues, superado el tabú, la empresa está en capacidad de comprender
que la confianza es excelente recurso.
La responsabilidad está asociada a otros dos conceptos: libertad y poder, en una estrecha relación
de reciprocidad. Si esto es así, hablar de la empresa como un negocio privado es un absurdo, pues
invariablemente el hacer de la empresa tiene impacto en la sociedad y en el entorno natural y se
sirve y abastece de los recursos de éstos, al punto de haberlos afectado largo tiempo antes de ser
cuando menos conscientes de su devastación irreversible. Ahora bien, el recurso moral va más lejos
todavía, como no podía ser de otra manera, ya que cuenta con la experiencia del tiempo que
necesitamos para advertir las consecuencias de nuestros actos cuando se mueven en el estrecho
margen de los intereses individuales, de por sí muy limitados, con el agravante de que el mismo
interés egoísta retrasa sustantivamente la toma de decisiones responsables y su puesta en marcha.
En este sentido, el ser capaces de considerar los intereses de los más desfavorecidos que
difícilmente cuentan con la posibilidad de exponerlos, y de contar con los intereses de las
generaciones futuras sirve, cuando menos de medida, para la asunción de la responsabilidad por
parte de las corporaciones que viven y se nutren de la sociedad civil y el entorno natural, en su
sentido global. Cabe mencionar aquí la relación que se establece sobre el número de planetas Tierra
que necesitaríamos si la población total de la misma viviera bajo unos estándares de calidad de vida
que benefician a unos pocos pero afectan a todos. La crisis que atraviesa Europa y España da cuenta
de la responsabilidad compartida y de las débiles bases racionales, y en consecuencia estrechísima
sensibilidad ética, sobre las que se cifraron los intereses individuales.
Milton Friedman hizo en 1970 una alegre y provocadora exposición de la más básica concepción de
la empresa, dejando tranquilos a propios y extraños sobre el camino recorrido, donde, con el riesgo
de algunos emprendedores y empresarios nos surtiríamos de un maná renovable y sin límite. Es
paradójico que el occidente de la medida y la cuantificación se enclaustrara en sus propios límites y
se atuviera a un interés necesariamente a corto plazo, sin medir cuando menos el peso de las
consecuencias para los más próximosxxxiv
. En esta actitud alegre y perezosa, Friedman comparte un
error bastante frecuente: confundir responsabilidad pública con responsabilidad estatal, como si a
todos nos cupiera lavarnos las manos cual pilatos mimetizados en la responsabilidad que cedemos;
pero sobre la que no cabe a cabalidad dejar de responder, tampoco la empresa obviamente. Ni
empresa, ni institución alguna, existen al margen de la responsabilidad moral porque no hay
empresa privada, a menos que no se surta de lo público si eso fuera posible. Del mismo modo lo
público abre su paraguas más amplio que el Estado, lo que lleva a una conclusión que, por cierto,
espetamos alegremente a los muchachos, si tienes derechos te dan responsabilidades.
La responsabilidad moral se ubica en la base de las demás responsabilidades pues es de la misma
sustancia que lo público, de otro modo la mecánica no puede engranar. No ha podido engranar en la
historia. La Responsabilidad Social Corporativa toma relieve después de largo tiempo de vida
empresarial como rueda suelta. ¿De qué responde entonces la empresa?: de un activo ante el que
9
responder “no estamos ante una entidad específica que actúa según las decisiones de un grupo de
interés, sino ante un proceso”xxxv
que se desenvuelve de forma dialógica pues da cuenta del carácter
de la sociedad civil, de ahí que la empresa integre de manera activa una cultura de la justificación y
la reciprocidad, o “el qué y el quién de la responsabilidad se confunden en esta propuesta de un
modelo de empresa que merezca el calificativo de ética”xxxvi
.
No debe darse la confusión, por su parte, entre ética y responsabilidad social de la empresa: “la
ética empresarial se ocupa de establecer las condiciones procedimentales desde las que es posible
definir y delimitar la legitimidad empresarial (...) la responsabilidad social corporativa concreta el
grado de aproximación y compromiso con el horizonte ético del diálogo y el acuerdo posible,
aspectos que constituyen las bases éticas de la confianza”xxxvii
.
10. Poder e interés: los grupos de intereses en la empresa
La teoría de los Stakeholders, en complementación con la ética del discurso permite distinguir entre
uso estratégico y uso comunicativo de la metodología propuesta de modo que otorgue carta de
viabilidad a la gestión de la responsabilidad social corporativa. El uso comunicativo da cuenta de
una dificultad que, consideramos, se puede convertir en oportunidad si la sociedad civil se mueve
en un nivel postconvencional de ética y desarrolla procedimientos de diálogo y participación,
acordes a nuestro mundo global y a atender a los que no están en situación regular de hacer valer
sus intereses. En el “enfoque crítico de la metodología de los Stakeholders es la legitimidad de los
intereses la que define un grupo de interés y no su poder para influir en la empresa”xxxviii
pues a la
inversa también funciona: la ética del discurso da a la metodología de los Stakeholders una
interpretación procedimental, o dialógica, donde a través del diálogo los grupos de intereses son
interlocutores válidos y no recursos para otros intereses. Saltar a la condición de recurso invalida la
legitimidad y perpetúa ese tiempo esquizofrénico en que se mueve la concepción más básica de la
empresa, en sus gestos de mantenerse en el presente, que pone condiciones estratégicas, y no
dialógicas a la resolución de conflictos y naturalmente ignora a los que no tienen posibilidad de
hacer valer sus intereses. Para un presente así concebido, la sensibilidad ética, el tener la voluntad
de construir dialógicamente, de ser tocado y quizá cambiado por el argumento de otro, no es útil y
no precisamente por la dificultad de medición, sino más bien porque la exigencia de la atomización
temporal estratégica no se aviene con la plasticidad y sentido de creatividad que exige el diálogo.
Ahora bien, como en otras ocasiones, el texto, con su particular estilo, despliega dificultades
inmersas en un ámbito de creatividad y también buena fe ¿que esto forma parte de la naturaleza de
la propuesta dialógica?, posiblemente, pero también de cierto hacer de su autor que responde a un
férreo esfuerzo de mantener una propuesta que se construye a través del dialogo y se plasma en un
documento donde anclar las posibilidades fácticas desarrolladas: el contrato moral.
Yendo un poco más allá y atendiendo al gusto que tenemos por las metáforas, este contrato moral se
asemeja a la cañahueca en que Prometeo robo el fuego a los dioses, en ella se escondía la técnica y
el riesgo que se iba a desarrollar en manos de los que asumían la responsabilidad de ser sus
artífices: la Sociedad Civil, promisoria, es decir, en capacidad de desarrollar niveles de moral
postconvencional y la empresa, artífice excepcional pues reúne poder e interés. La misma
etimología de la palabra interés la revela y hace útil a nuestra metáfora, interés significa “estar
entre”; en fin, Prometeo al entregar el fuego sitúa al hombre entre la indigencia presente en que lo
había dejado la torpeza de Epimeteo y sus posibilidades procedimentales y los recursos éticos de
despliegue en la confianza y sus posibilidades futuras. La misma imagen del fuego puede dar cuenta
de la visión deliberativa o intersubjetiva con que se pudieron desarrollar las comunidades con
niveles de confianza en torno a él. En una sociedad tan crecida y global como la nuestra, la imagen
del fuego puede ser sustituida por la red virtual que congrega en torno suyo y alimenta sus propias
comunidades, sin olvidar, claro está, que algunas comunidades no tienen acceso a este fuego, pero
que a través de él cabe llevar los intereses y derechos fundamentales de los que no lo pueden hacer.
La misma web es espacio de publicidad. Publicidad necesaria para hablar de gestión de los recursos
morales, de la razón pública en términos de Kant, pues atendiendo al derecho del público construye
confianza. Ya dejando nuestra metáfora, que nos ha traído desde la propuesta del autor hasta la web,
10
pues es preciso considerar el desarrollo de ésta en los años siguientes a la publicación de la obra,
traemos el axioma del diálogo que ofrece el autor “la confianza es directamente proporcional a la
capacidad de las empresas para hacer públicas y justificar discursivamente sus acciones estratégicas
y políticas”xxxix
que expresa el carácter público de la apuesta por el diálogo y el acuerdo por parte de
la empresa.
11 La responsabilidad ecológica de la empresa
Tanto el ámbito económico en términos de mayor beneficio, como el jurídico en sus sistemas
estatales y supraestatales, se quedan escasos a la propuesta ética, a la realidad global presente y a su
paulatina conciencia, que va acompañada de justa alarma. Domingo García Marzá nos recuerda
regularmente en la obra estas indigencias, como una de las razones para avanzar en el camino
escasamente transitado todavía para el tráfico que le cabe acoger, es el caso de la responsabilidad
ecológica de la empresa, que da claridad y medida para la determinación de las bases éticas de la
confianza. Nuevamente se evidencia aquí el mito de que la responsabilidad, ecológica ahora, es
pasivo y no activo de la empresa, de que genera gastos y no ganancias. Nuevamente obedece a una
falsa perspectiva, precipitada y mantenida en un tiempo obcecadamente presente, lo que limita la
visión, plasticidad y creatividad connaturales a la ética empresarial; que se mueve en el tiempo
largo y consecuente de la confianza.
El contrato moral da cuenta de las bases éticas de la confianza. Si a éste se suma el principio de
justicia intergeneracional, que propone el autor, y el de justicia interregional, en el que venimos
insistiendo nosotros -pues justicia intergeneracional habla de tiempo y justicia interregional habla
de espacio, ambas visibles desde la perspectiva del largo plazo, de la confianza- creemos que cabe
optimizar la asunción de la propuesta desarrollada en el Libro Verde Fomentar un marco europeo
para la responsabilidad social de la empresa, presentado por la Comisión Europea en 1993, que
destaca el papel promisorio o activo de la empresa al respecto. Incluso el compromiso ecológico es
susceptible de ser concretado y medido, lo que facilita asumir su responsabilidad.
Bien sabemos, sin embargo, que numerosas empresas optan por la sanción, incluso por evitarla pues
la legalidad se muestra laxa al respecto. Por eso la ética aporta una función facultativa y la
propuesta de la responsabilidad como un recurso o activo de la empresa. Habermas ha ofrecido un
imperativo ecológico, que vamos a utilizar para hacer una llamada aquí de atención sobre la
relación entre intereses ecológicos e intereses de las regiones de los llamados países en vías de
desarrollo, que se concretan en los tratados de libre comercio, y que expresan una desequilibrada
balanza entre Estados y corporaciones, con el consiguiente daño y desajuste social y ecológico de
repercusión global. Esta realidad, que podemos tomar como ejemplo, nos da cuenta de que estamos
ante un activo de la empresa y de las amplia repercusión que el uso de su poder tiene.
IV. LA GESTIÓN DE LA CONFIANZA
12. La ética como instrumento de gestión
Estamos en el capítulo de las palabras clave por vía de la síntesis. Esto nos servirá para procurar un
breve recuento que nos procure un mapa de la propuesta y su metodología, pues de sobras sabemos
que nos hallamos ante un propósito complejo, por su amplitud, viejos mitos que revisa y
trascendencia. Al que se quiere ahora dotar de unos instrumentos de gestión.
Corresponsabilidad es el primer término del que nos vamos a servir. Lo público, más amplio que lo
estatal, y en consecuencia que lo legal, deriva su razón de ser de la corresponsabilidad, donde el
individuo, reconocido como igual, libre y fraterno por la modernidad, aborda sus derechos y
responsabilidades en un entorno global. El concepto de corresponsabilidad servirá para que ese
abordaje no se realice en indigencia y de él nazca no solo el derecho a influir sino también a
contribuir, derechos y responsabilidades asumidos en el reconocimiento de un espacio de
construcción de intereses generalizables.
Dicho esto, que trata de equivaler al gesto de abrir el plano. Situemos en él sus vías, su armazón
urbanística que nos oriente las decisiones de movimiento. Vamos a servirnos del tercer párrafo de la
11
página 232, donde aprovechamos el recuento que hace el autor para extraer las que hemos llamado
palabras clave. Preferimos usar la expresión palabras clave y no conceptos clave, pues si bien lo
son, nosotros nos acercamos con la espontaneidad del primer encuentro con esa dimensión del tema
y tratamos de hacer de ella una fortaleza inicial:
Ética empresarial: Es el tema del texto. La responsabilidad que deriva de las empresa, por ser parte
de la Sociedad Civil y comprender que su campo de acción no se limita a intereses económicos sino
que llega a los sociales y ecológicos, pues su actividad afecta a todo ese amplio entorno; en
consecuencia, estamos ante un engranaje ético, con toda la complejidad que implica. Para el que se
pueden identificar unas bases racionales, justamente las que dota la ética dialógica, gracias a la que
se crean las condiciones para el reconocimiento de todos los grupos de interés como válidos y
responsables, en consecuencia en capacidad de contribuir. Esto supera algunos mitos, quizá
fuertemente enraizados, pero al mismo tiempo abre el panorama que ya se estaba estrechando,
donde la misma empresa ha buscado fundamentos éticos. Si con fines estratégicos o dialógicos es el
riesgo mayor.
Ámbito de estudio: El ámbito de estudio lo despliega la ética empresarial. De carácter, decimos
nosotros, básicamente creativo, pues con un soporte racional derivado de la razón dialógica de los
grupos de interés se llega a la acción. Y en la acción concreta identificamos el fundamento ético
Legitimidad social: el cumplimiento de las expectativas y los intereses generalizables en la
sociedad, legitiman la empresa, le dan, por decirlo así, carta de ciudadanía empresarial. Con este
fin, la publicidad en nuestro entorno global es la principal herramienta de gestión, útil incluso para
combatir la elemental tendencia estratégica.
Recursos morales: la ética, o la moral, no es un abstracto sino una fuente de acción, lo que nos da
cuenta de su concreción, desde la que puede actuar. Por esto la ética es un recurso, el único además,
que crece en la medida en que se usa. Recurso creativo lo hemos denominado para resumir.
Dimensión económica: la dimensión tradicional de la empresa, desde la que se ha tratado de
justificar la posturas de que la empresa es amoral, se trata de una falacia, algo así como que
viviendo en un medio aéreo algunos no necesitan del aire. Ha desarrollado numerosos mitos todavía
vigentes, por ejemplo que el sector social lo integra el obrero y el económico el empresario, que
quedan revisados y criticados en la propuesta que estamos resumiendo.
Dimensión jurídica: soporte legal que protege a la empresa y al entorno de la misma. Insuficiente
una vez comprendido que lo público es más amplio que lo estatal.
Confianza: es el objetivo al que quiere llegar el trabajo, para el que desgrana una propuesta
ambiciosa. La confianza es el terreno cultivado por la Sociedad Civil, en la que habita la empresa.
Es el terreno cultivado por la sociedad en un nivel ético postconvencional, donde se asume la
corresponsabilidad.
Contrato: esta figura jurídica se despliega en un vasto panorama, desde el contrato laboral que da
cuenta de las condiciones de desigualdad del empleado, que en la sociedad democrática obra con
derechos y deberes más no al interior de la empresa; el contrato social, creado para hacer público el
balance social de la empresa; hasta el contrato moral, propuesta del autor que engranaría las
múltiples dimensiones de la vida en sociedad, donde lo económico, lo político, lo jurídico y lo
moral no son espacios ajenos entre sí, sino resultado de un todo donde quizá valga la pena volver a
recordar con Hobbes que el hombre es un ser vulnerable. El contrato lo cobija. El contrato moral da
cuenta de la realidad social, vigorosa y amplia no solo ante dimensiones de morales
postconvencionales sino ante la realidad global que revela en otra magnitud la misma condición
vulnerable del hombre. El mundo global enfrenta a la responsabilidad empresarial a realidades
sociales y ecológicas, la enfrenta también al futuro, a las generaciones que han de venir.
El recuento, insuficiente, ayuda a enrutar el resumen del texto, de amplia y versátil propuesta, que
en muy buena medida se fundamenta en una nueva terminología. Valga recordar aquí que es la
propuesta compartida con la Fundación ETNOR (Ética de los Negocios y de las Organizaciones) y
el equipo de investigación del Máster interuniversitario en Ética y Democracia de las universidades
12
de Valencia y Jaume I de Castellón.
El ámbito de actuación de las éticas aplicadas: la Sociedad Civil, las coloca en una situación difícil,
pero al mismo tiempo en el terreno de su oportunidad, derivada también de la presión de los
problemas sociales. En este sentido Domingo García Marzá analiza los instrumentos de gestión:
1- Asesoría ética: desarrollada por un experto en ética empresarial que articula tres niveles de
reflexión: estudio del ámbito moral, su soporte teórico y principios de actuación y realización
práctica en cada caso. Niveles implementados sobre el conocimiento del trasfondo hermenéutico
donde se imbrican acción y compresión de la realidad social.
La asesoría ética se surte de unas características que dan lugar a un sistema integrado para la gestión
ética.
1.2- Las características despliegan la idea de que la ética es un activo del que se nutre la empresa,
que para su ejecución se articula en un sistema integrado de gestión.
1.2.1- Objetivo: dotar de recursos morales a la empresa.
1.2.2- Ámbito: valores y normas sociales y éticos
1.2.3- Metodología: diálogo
1.2.4- Intrumentos: códigos, comités, informes/auditoriasxl
1.2.4.1- Códigos éticos como compromiso público
A la propuesta desarrollada en el texto le interesan los códigos éticos empresariales. El propósito de
los mismos lo aclara el Libro Verde “señalar los objetivos y valores fundamentales de la empresa,
así como sus responsabilidades hacia sus interlocutores”xli
. Se nutre de unos estándares éticos, que
el mismo Libro Verde recomienda en las normas mínimas internacionales, esto es:
La Declaración de Derechos Humanos y la Convención Europea de Derechos Humanos.
La Declaración de Principios Tripartita de la OIT sobre las empresas multinacionales y la
política social.
Las Directrices de la OCDE para empresas multinacionales.
El Pacto Mundial de las Naciones Unidasxlii
En el orden de la propuesta desarrollada por el autor será necesario establecer unos mecanismos de
información, seguimiento y control, que deben ser de carácter externo y deben integrar en su
proceso de elaboración a todos los grupos de interés, como codialogantes, lo que da cuenta de su
compromiso público.
1.2.4.2- Comités de ética: Un espacio para el diálogo
El contrato moral es la instancia que da cuenta de la exigencia del diálogo, que es, recordamos, “un
espacio para la búsqueda de intereses comunes y para la explicitación e interpretación de intereses
generalizables”xliii
. El diálogo es ámbito fundamental, por eso no cabe su instrumentalización, no
cabe un monólogo disfrazado de diálogo que tiene como fin informar. El diálogo implica
participación pues en él se asume “la responsabilidad por las decisiones en que se juegan los
intereses de todos”xliv
El diálogo es un derecho básico, por lo tanto de obligatoriedad moral, se fundamenta en la dignidad
de las personas, en su autonomía y libertad. No contemplarlo abre espacios de indigencia y cinismo;
indigencia por la carencia de lo básico, que como moral crecería en la medida de su uso. Cinismo
porque es la consecuencia de su instrumentalización.
Ahora bien, la cuestión del diálogo y la participación en la empresa lleva a terrenos macro de la
ética económica, que aquí solo nos cabe mencionar; esto es, los temas de democracia económica,
democracia empresarial, democracia industrial, imbricadas en un entorno global donde no son
suficientes las leyes estatales, que dan pie, por su parte, a hablar de democracias participativas o
deliberativas: “el futuro de la democracia política está vinculado a las posibilidades de participación
en los ámbitos económicos y empresariales. Así como en general a todos los ámbitos de la Sociedad
Civil”xlv
. En consecuencia los comités de ética han de ser un grupo interdisciplinar que ejerce su
13
labor en el diálogo, en palabras de Kant un foro para la razón pública.
1.2.4.3- La auditoría ética. Del balance social a la auditoría ética
La auditoría ética tiene su origen en el concepto de balance social, cuyo objetivo es la presentación
de resultados sociales, este propósito, sin embargo, tuvo corta duración; desplazado por las
expectativas que se desprendieron del llamado Estado de bienestar, sobre el que no es necesario ya
dar cuenta de lo inapropiado de su nombre.
Cabe también señalar que, el que nuestro autor llama protagonismo estelar del Estado es origen y
asiento del modelo de empresa que acompaña al balance social. En el balance social la empresa se
concibe como una relación binaria, lo que además de irreal ha originado una serie de iniquidades
que la propuesta de García Marzá procura corregir, no sin dificultad, pues se han asumido con el
lastre de los mitos amparados en la estrategia que se surte de la vulnerabilidad humana. Esta
empresa es entendida en una relación binaria de trabajadores y propietarios-directivos. Se ha dado
un paso, ya no es relación de uno sino de dos. Un paso al que siguen otros.
El horizonte actual obliga, la globalización ha roto la división Estado y Sociedad Civil, se abre el
escenario para una concepción pluralista de la empresa y la opción de la auditoria ética emerge
sobre un suelo que no solo parece capaz de sostenerla, sino que empieza a demandarla. La auditoría
ética comparte con el balance social “el objetivo de una presentación, un registro metódico y
sistemático del grado de consideración y cumplimiento de los intereses en juego”xlvi
y trabaja desde
unas nuevas coordenadas: consideración de todas las expectativas en juego, y no solo uno o dos
grupos; consideración de los tres niveles en que se divide la responsabilidad de la empresa:
económico, legal y ético.
La ética empresarial dialógica sustenta una empresa como institución social, donde el acuerdo de
los diferentes grupos afectados da razón de la legitimidad de la empresa. La publicidad abre el
horizonte de la auditoría ética y da cuenta del “carácter público tanto de los informes como de todo
el proceso de su elaboración. De ahí que en esta propuesta de ética empresarial la realización de la
auditoría quede bajo la vigilancia y el control del comité de ética, como espacio donde todos “tienen
voz”xlvii
Diez valores sustentan la legitimidad o credibilidad de la empresa, sobre los cuales construir los
indicadores concretos de la auditoría ética, recordando que dibujan un horizonte normativo. Los
reproducimos:
1. Integridad: Coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
2. Credibilidad: Fiabilidad de las expectativas depositadas en la empresa.
3. Justicia: Distribución equitativa de cargas y beneficios.
4. Diálogo: Posibilidad de participación y mecanismos de consenso entre los diferentes grupos
implicados y/o afectados.
5. Transparencia: Veracidad, inteligibilidad y accesibilidad en las estructuras comunicativas
internas y externas.
6. Dignidad: Respeto y fomento de los derechos humanos y de los valores implicados en el
reconocimiento recíproco de las personas.
7. Legalidad: Cumplimiento de las leyes y disposiciones legales.
8. Compromiso cívico: Contribución al desarrollo local y regional, corresponsabilidad por el
orden social.
9. Ecología: Posición ante el mantenimiento y mejora del medio ambiente.
10. Responsabilidad: Capacidad de respuesta ante las expectativas y demandas sociales.
El decálogo cumple la labor de brújula que orienta a los stakeholders. Éstos se integran gracias a los
valores y la confianza derivada de ellos. El autor lo expone de forma gráfica al final del texto, a la
que creemos cabe añadir los valores que se crean para la sociedad, que de manera tentativa
proponemos en estos cinco: trabajo, construcción, aprendizaje, creación, todos ellos de cuño ético;
14
con lo que hallaríamos a la ética dialógica como el quinto.
El amplio horizonte ético sobre el que se despliega el trabajo de García Marzá, cumple su doble
función: guiar y desplegarse en la medida que va siendo asumido, por eso cabe volver a recordar
que la ética es el único recurso que crece en la medida que se usa. No en vano empezaba el autor
esta parte cuarta de su texto recordando que las éticas aplicadas se encuentran en una situación de
dificultad en la Sociedad Civil, pero que en esta situación, la empresa, como integrante de la
sociedad civil, acude a la orientación y ayuda de la ética.
i GARCÍA MARZA, Domingo; Ética empresarial. Del diálogo a la confianza, Madrid, Trotta- 2004, p 14
ii Ibíd p 13
iii p 14
iv P 44
v P 48
vi P 49
vii Citado en ibíd p 50
viii Ibíd p 52
ix P 66
x P 72
xi P 77
xii P 91
xiii P 103
xiv P 107
xv P 110-111
xvi P 116
xvii Ibíd
xviii Parafraseado en p 125
xix P 133
xx P 134
xxi P 141
xxii P 145
xxiii P 147
xxiv Ibíd
xxv P 154
xxvi Ibíd
xxvii Cabe aquí una anécdota producto de la realización a distancia del Máster en Ética y Democracia: en respuesta
a una pregunta realizada a la profesora Elsa González, del equipo de trabajo del autor de la obra que nos ocupa, Elsa
usó la imagen del paraguas, que ahora toma relevancia, el paraguas se puede abrir y cerrar, y tanto de manera
potencial como en acto debe cubrir a todos los afectados. La imagen, que hemos adaptado nosotros al descubrir la
riqueza que de entrada nos permaneció oculta, creemos que revela la versatilidad plástica de la ética bien acuñada, y
se ofrece con transparencia al lenguaje moral intuitivo de donde toma su sustancia la metodología reconstructiva que
desarrolla el autor.
xxviii El texto de Alfred Crosby, La medida de la realidad. La cuantificación y la sociedad occidental, 1250-1600,
Barcelona, Crítica-1998, revela la relación entre cuantificación y sociedad occidental.
xxix Ibíd P 157
xxx P 160
xxxi Ibíd
xxxii Ibíd
xxxiii P 161
xxxiv El desarrollo de la economía capitalista se sustenta en buena medida del proyecto burgués de familia, que
después acaba atomizando.
xxxv Ibíd p 184
xxxvi P 186
xxxvii P 187
xxxviii P 196
xxxix P 208
xl P 236
xli Citado en p 249
xlii Citado en 255
xliii P 262
xliv A. Cortina, Ética aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid, 1993. Citado en p 164
15
xlv P 269
xlvi P 283
xlvii P 284