estrés+ +[1]

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Artículos extraídos de http://www.laboris.net/static/ca_salud.aspx Fatiga mental: cuando el trabajo nos supera "Disminución temporal de la eficiencia funcional mental". Así definen los expertos la fatiga mental. Los efectos en el trabajo son evidentes: pérdida de concentración, peor relación esfuerzo-resultado, menor capacidad de asimilar información y, en consecuencia, aumento de los errores. A todos nos ha ocurrido en alguna ocasión, pero existen casos en los que la sensación de fatiga llega a ser permanente. Y entonces, las consecuencias para el afectado llegan mucho más allá del trabajo. Entre los síntomas asociados habitualmente a la fatiga mental encontramos trastornos en el sueño, fatiga ocular, sensación continua de cansancio, adormecimiento, mareos, cefaleas, irritabilidad, alteraciones digestivas… ¿Por qué se produce? La fatiga se produce cuando hay un exceso de carga mental en el trabajo. Es decir, cuando las exigencias de nuestra tarea diaria -esfuerzo requerido, ritmo de trabajo, nivel de atención, tensión emocional…- superan nuestra capacidad de respuesta. Esto puede ocurrir en trabajos que requieren una intensa actividad intelectual o una implicación emocional fuerte. Pero también en trabajos que aún siendo monótonos y repetitivos exigen atención continua. En todo caso, es más frecuente en puestos sedentarios, con poca actividad física. En una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo a finales de 1999, dos de cada tres personas que decían mantener un ritmo alto de trabajo y un nivel elevado de atención durante más de la mitad de la jornada presentaban síntomas claros de fatiga. En este punto, sin embargo, conviene aclarar dos cosas: primero, que la fatiga no siempre está motivada por el trabajo; segundo, que nunca está motivada sólo por el trabajo. Los hábitos poco saludables en la vida diaria y las circunstancias personales del individuo también influyen. La fatiga, además, es un síntoma habitual en muchas enfermedades graves, por

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Page 1: Estrés+ +[1]

Artículos extraídos de http://www.laboris.net/static/ca_salud.aspx

Fatiga mental: cuando el trabajo nos supera

"Disminución temporal de la eficiencia funcional mental". Así definen los expertos la fatiga

mental. Los efectos en el trabajo son evidentes: pérdida de concentración, peor relación

esfuerzo-resultado, menor capacidad de asimilar información y, en consecuencia, aumento

de los errores.

A todos nos ha ocurrido en alguna ocasión, pero existen casos en los que la sensación de

fatiga llega a ser permanente. Y entonces, las consecuencias para el afectado llegan mucho

más allá del trabajo. Entre los síntomas asociados habitualmente a la fatiga mental

encontramos trastornos en el sueño, fatiga ocular, sensación continua de cansancio,

adormecimiento, mareos, cefaleas, irritabilidad, alteraciones digestivas…

¿Por qué se produce?

La fatiga se produce cuando hay un exceso de carga mental en el trabajo. Es decir, cuando

las exigencias de nuestra tarea diaria -esfuerzo requerido, ritmo de trabajo, nivel de

atención, tensión emocional…- superan nuestra capacidad de respuesta.

Esto puede ocurrir en trabajos que requieren una intensa actividad intelectual o una

implicación emocional fuerte. Pero también en trabajos que aún siendo monótonos y

repetitivos exigen atención continua. En todo caso, es más frecuente en puestos sedentarios,

con poca actividad física.

En una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo a

finales de 1999, dos de cada tres personas que decían mantener un ritmo alto de trabajo

y un nivel elevado de atención durante más de la mitad de la jornada presentaban síntomas

claros de fatiga.

En este punto, sin embargo, conviene aclarar dos cosas: primero, que la fatiga no siempre

está motivada por el trabajo; segundo, que nunca está motivada sólo por el trabajo. Los

hábitos poco saludables en la vida diaria y las circunstancias personales del individuo

también influyen.

La fatiga, además, es un síntoma habitual en muchas enfermedades graves, por lo que el

afectado no debe confiarse pensando que el problema está causado por el trabajo, la falta de

sueño y una dieta poco recomendable. La visita al médico es obligada.

¿Cómo prevenirla?

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La sensación de fatiga, sea o no síntoma de otra enfermedad, nos indica la necesidad de

descanso. Es un mecanismo regulador del organismo. Cuando aparece, nuestro cuerpo y

nuestra mente ponen en marcha sistemas de defensa sin que seamos conscientes de ello:

ralentizamos el ritmo de trabajo, hacemos más comprobaciones de las habituales y

aplazamos las tareas más críticas. Todo esto ocurre cuando la fatiga ya es una realidad. Pero,

¿cómo evitar que aparezca?

Lo primero que hay que hacer es fortalecer la propia capacidad de resistencia

mejorando los hábitos de alimentación, descanso y ejercicio. Son tres factores que, por sí

solos, pueden provocar una sensación de cansancio permanente si no se les presta la debida

atención.

La organización de las tareas del puesto de trabajo también es clave para prevenir la

fatiga. La asignación de funciones a cada trabajador y el establecimiento de timings

razonables dependen fundamentalmente de la empresa, pero la persona también puede

tomar algunas medidas:

← Establecer objetivos parciales de trabajo a lo largo del día ayuda a tener una

sensación de avance, de "cosas terminadas", que previene la fatiga. El problema de

estas metas parciales es que, si no se distribuyen correctamente y resulta imposible

alcanzarlas a la hora prevista, originan lo que algunos expertos llaman "agendas

calientes" y acaban teniendo un efecto contrario al deseado.

← Es muy importante poder hacer pausas durante la jornada. Pausas que serán

mucho más reparadoras si se cumplen dos condiciones: que el trabajador las pueda

distribuir según sus necesidades y que verdaderamente permitan "desconectar".

Estar esperando una información o una llamada de teléfono no es hacer una pausa,

porque la persona permanece alerta. Sí lo es alejarse del puesto de trabajo y cambiar

el foco de atención durante unos minutos.

Las condiciones ambientales en el entorno de trabajo también pueden influir en la

aparición de la fatiga. La mala iluminación o el exceso de ruido obligan a hacer un esfuerzo

suplementario que provoca más cansancio.

Cada individuo responde de manera diferente a la carga mental en el trabajo. Un trabajador

hipermotivado, por ejemplo, puede ser incapaz de percibir su propia fatiga hasta llegar al

borde del agotamiento. Una persona muy poco motivada, en cambio, puede notar los

primeros síntomas nada más empezar su jornada laboral.

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Estrés: cuando el trabajo se escapa de nuestro control

La lista es larga: los colectivos que más sufren de estrés son los que están sometidos al

contacto con el público o con los clientes; tanto altos directivos como cargos intermedios

pueden padecerlo, pero no se salvan tampoco las personas que realizan tareas repetitivas. O

las que se sienten infravaloradas. Por géneros, las mujeres son más propensas debido a la

suma de cargas laborales y familiares.

Parece como si cualquier profesional estuviera en el punto de mira del estrés. En realidad,

este fenómeno es el resultado de una difícil ecuación entre las aptitudes de la persona, su

adecuación al puesto de trabajo y la organización de la empresa.

Las causas

Tan diversas como a priori se podría suponer. Existen una serie de factores que empujan a la

aparición de la ansiedad, que mal controlada desembocará en estrés.

← Sobrecarga de trabajo: su volumen o dificultad está por encima de la capacidad

del empleado.

← Monotonía: el trabajador se siente poco motivado y, en muchos casos, considera

que no está sacando partido a sus habilidades y capacidad profesional.

← Falta de comunicación: la empresa no informa claramente al trabajador sobre su

función y éste se siente perdido al no saber cuál es su rol ni lo que se espera de él.

← Relaciones personales: estar enfadado con los compañeros de trabajo o no tener

buena sintonía con los superiores provoca soledad y ausencia de apoyo social.

← Incapacidad: errores durante la selección o promoción de personal cargan de

responsabilidades a un empleado que no tiene la suficiente preparación para

desarrollar sus nuevas responsabilidades.

← Problemas personales

Hay otros elementos ambientales que pueden desestabilizar nuestro equilibrio emocional.

Una iluminación insuficiente, temperatura inadecuada, exceso de ruidos o los horarios

nocturnos no ayudan precisamente a lidiar con la jornada laboral.

La valoración de lo que es o no es estrés cambiará para cada persona. La capacidad y

experiencia proporciona a cada uno herramientas para gestionar la tensión.

La personalidad tipo A

Uno de los grandes mitos del estrés es que sólo afecta a ejecutivos. Pese a no ser cierto,

muchos estudios se han centrado en estos líderes hasta encontrar similitudes en su

comportamiento. Así se llega a la llamada ‘Personalidad tipo A’. Se manifiesta en un interés

desmesurado por la perfección y una implicación muy profunda con su profesión. Estos

directivos son activos, enérgicos, competitivos, ambiciosos, impacientes y no saben delegar

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en sus colaboradores.

Los que responden a este perfil son más sensibles al estrés, al igual que lo son las personas

ansiosas, introvertidas o inflexibles. Las primeras viven en un nerviosismo constante; los

tímidos no tienen mecanismos para descargar la ansiedad y los que no se adaptan al cambio

viven momentos difíciles ante cualquier imprevisto.

Estos rasgos de personalidad no originan por sí solos el estrés, pero dificultan que se pueda

reaccionar cuando aparece el problema.

Profesiones de riesgo

Cualquier empresa con una mala organización interna o una comunicación insuficiente

genera mucha inestabilidad y ansiedad en los trabajadores. Aun así, algunas profesiones son

por sí mismas más exigentes a nivel emocional o psicológico:

← Atención al cliente: la interacción con otras personas provoca incertidumbre y

desgaste. La tensión se eleva al tener que estar permanentemente pendientes de lo

que nos dicen, sobre todo si son quejas.

← Médicos, profesores, asistentes sociales, enfermeras: en estos colectivos

puede aparecer el “síndrome de estar quemado” -burn out-, que se da en profesiones

donde los trabajadores se implican emocionalmente con las personas a las que

prestan sus servicios.

← Departamentos comerciales: la presión viene de la necesidad de dar respuestas

inmediatas, ganar nuevos clientes, facturar más y solucionar los problemas de

clientes.

← Trabajo en cadena: no se exige pensar y hay una gran desvinculación con la

empresa, debido al desconocimiento sobre el producto que se realiza o para qué

sirve. Por eso, estos profesionales se sienten perdidos y creen que su trabajo no tiene

sentido.

← Policía y fuerzas de seguridad: el estrés sobreviene al tener que estar alerta en

todo momento, llevando a cabo tareas tan poco agradecidas como el control del

tráfico o tan peligrosas como las detenciones.

Métodos paliativos desde la oficina

Generalmente, el estrés se hace evidente cuando ya han aparecido sus consecuencias

negativas. Por eso, la mejor solución es acudir a profesionales o, por extraño que parezca,

hablar directamente con los superiores, ya que deberían ser los primeros interesados en

atajar esta situación.

La cultura de empresa que se comienza a imponer en algunas compañías consiste en

considerar al empleado como su activo más valioso. Así pues, son los empresarios los que

deberán aplicar las medidas correctoras desde la organización. Estas medidas pueden variar

mucho dependiendo de los motivos que causen el estrés.

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De todas formas, cualquier empleado tiene diferentes recursos para paliar y prevenir el

estrés desde su puesto de trabajo:

← Exteriorizar las emociones: comentar con los compañeros de trabajo, amigos o

familiares las preocupaciones y los sentimientos que nos angustian. Está demostrado

que quienes comparten sus emociones liberan mucha tensión. Y los que ríen,

también.

← Descansar: las personas mantenemos un nivel de atención máximo durante 20

minutos. Superado este umbral, la atención se mantiene una hora más. Para evitar la

fatiga mental lo mejor es cambiar la tarea que se está realizando cada hora y media,

o tomarse un breve descanso de cinco minutos realizando tareas menores.

← Autorreflexión: es muy importante conocerse a uno mismo y detectar los

elementos que causan estrés para evitarlos. La experiencia, la formación y la

personalidad de cada uno contienen herramientas para atajar la tensión.

← Eliminar tareas innecesarias: saber gestionar el tiempo y planificar la jornada.

← Moverse y caminar para evitar la rigidez muscular.

Estrés: cuándo debemos preocuparnos

Los síntomas más comunes del estrés son:

- En el plano psicológico:

← Cansancio emocional (pérdida de energía y fatiga)

← Respuestas negativas hacia los demás y hacia el trabajo (irritabilidad,

agresividad)

← Pérdida de motivación y realización personal

← Frustraciones, insatisfacción y ansiedad más allá de nuestro control

← Dificultad en el trato con los compañeros

← Excesiva autocrítica, dificultad para concentrarse y tomar decisiones

← Olvidos, preocupación por el futuro y excesivo temor al fracaso

- En el plano físico:

← Apretar las mandíbulas de forma irreflexiva

← Aumento del consumo de tabaco y alcohol

← Aumento o disminución del apetito

← Músculos contraídos, manos frías o dolor de cabeza

← Perturbación del sueño

← Pulso acelerado

- Conductas habituales:

← Dejar pendientes asuntos importantes hasta el último minuto y experimentar

entonces una sensación de pánico

← No dedicar suficiente tiempo al trabajo ordinario y a las citas importantes

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← Comer mientras se trabaja

← Dedicar menos tiempo a la vida familiar que a la profesional

← Gritar y hablar demasiado deprisa

← Perder el sentido del humor