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Electivo de Magíster Profesor Francisco Alsina Universidad Andrés Bello Facultad de Ciencias Sociales Escuela de Psicología Proyecto de Monografía: El Esquema L y La Psicosis en los Seminarios 2 y 3 de Jacques Lacan.

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Electivo de MagísterProfesor Francisco Alsina

Universidad Andrés Bello Facultad de Ciencias SocialesEscuela de Psicología

Proyecto de Monografía: El Esquema L y La Psicosis en los

Seminarios 2 y 3 de Jacques Lacan.

.

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Electivo de MagísterProfesor Francisco Alsina

I. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo se centra en una primera instancia en la explicación de los

elementos que componen el esquema Lambda elaborado por Jacques Lacan en su

segundo Seminario “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”, el cual es

introducido para ilustrar los problemas originados por el yo y el otro, así como también por

el lenguaje y la palabra en el análisis.

Con la finalidad de ofrecer una descripción tanto topológica como dinámica de los

factores en juego en este esquema y ofrecer una comprensión de su relevancia para la

clínica psicoanalítica, se tomará como base a teoría de Lacan (1954-55).

Posteriormente se abordarán las particularidades de la psicosis, tomando como

base el Seminario “Las Psicosis” (Lacan, 1955-1956), en relación a la lógica del esquema

L planteada previamente.

En adición a lo anterior y con motivo de proporcionar una mayor claridad respecto

de los conceptos implicados en la enseñanza Lacaniana respecto del Esquema L, se

abordarán los lineamientos teóricos

propuestos por Alsina (2012), Dor (2008) y

Pardo (2012).

Alumna: Estefanía Schiappacasse.

Fecha: 09.07.2012

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La relevancia de este esquema para la clínica radica en el hecho de que es

necesaria una familiarización con los conceptos de yo (moi), otro (a´), Otro (A) y sujeto (S)

y el modo en que se presentan en la vida cotidiana y en el análisis, para posibilitar la labor

del analista y para la consecución del punto final del análisis.

En relación a lo anteriormente mencionado, se verá cómo a partir del Seminario 3

de Lacan (1955-56), queda explicitada una responsabilidad del analista en el rápido

desencadenamiento de psicosis, ya que si bien esto se encuentra en función de las

disposiciones del sujeto, también guardaría relación con un manejo imprudente de la

relación de objeto en el análisis en donde se autentifica lo imaginario, sustituyendo de tal

manera el reconocimiento en el plano simbólico por el reconocimiento en el plano

imaginario.

En adición a lo anterior, se expondrá la diferencia entre los modos de defensa

frente a la castración propios de la neurosis y psicosis y las consecuencias que esto

conlleva para el psicótico en términos de la exclusión del Otro.

Por último y teniendo en consideración los elementos anteriores se realizará un

recorrido por distintas clases del Seminario 3 en el cual se da cuenta de las

especificidades del funcionamiento del esquema L en la psicosis, teniendo como

referencia su funcionamiento en la neurosis.

II. EL ESQUEMA L EN EL SEMINARIO 2 DE JACQUES LACAN

Lacan (1954-55a) introduce el esquema L en la clase XIX “Introducción del Gran

Otro” de su segundo Seminario “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”.

El esquema en cuestión se introduce con motivo de ilustrar los problemas

originados por el yo y el otro, así como también por el lenguaje y la palabra.

Primeramente se asiste a una afirmación de que el yo es una construcción

imaginaria. Cabe mencionar en este punto que, dentro

de los márgenes de esta misma clase, Lacan ya había

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realizado una distinción entre dos otros: el primero sería el Otro (A) de quien se trataría en

la función de la palabra, el polo real de la relación intersubjetiva y un otro (a) que es el yo

imaginario, al cual se denominará en el presente trabajo como yo moi. Sin embargo,

existe un otro (a´) que es también imaginario, referido al semejante; este otro no es

independiente de uno, ya que en la medida en que hay semejante no puedo distinguirme

de ese otro porque hay una relación reflexiva, intercambiable; es decir, lo que le pasa a

ese otro guarda relación con uno.

Respecto de la constitución de este yo (moi), Dor (2008a) expone que el estadio

del espejo constituye la fase inicial de la evolución del psiquismo en donde el niño inicia

su promoción subjetiva hacia el acceso a lo simbólico gracias a lo cual terminaría la

relación especular imaginaria con la madre y dirá que “ese acceso a lo simbólico es lo que

organiza una recaída del sujeto en lo imaginario que culmina con el advenimiento del yo

(moi)” (Dor, 2008a, p. 140).

Continuando con los lineamientos de Dor (2008a), este yo (moi) no es

independiente de la existencia de semejantes ya que el yo es capaz de tomar su valor de

representación imaginaria sólo por el otro y con respecto al otro. El estadio del espejo

sería entonces un proceso precursor de esta dialéctica, en tanto que, la identificación del

niño con su imagen especular es posible en la medida en que es sostenida por el

reconocimiento del Otro (madre); es entonces la mirada de otro la que le afirma al niño

que la imagen que percibe es la suya.

Es posible evidenciar de esta forma que el yo imaginario (moi) adviene sometido a

la dimensión del otro.

Lacan (1954-55a) afirma que este yo es fundamental para la constitución de los

objetos, viendo bajo la forma de otro especular a sus semejantes; esa forma del otro

tendría la mayor relación con su yo, sería superponible al mismo y se escribe como a´.

Continúa aseverando que el yo (moi), el otro (a´) son objetos imaginarios; son

objetos dado que son nombrados como tales por un sistema organizado, este sistema es

el muro del lenguaje. En este punto se puede evidenciar como Lacan sigue la tradición

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freudiana del Yo como un producto del narcisismo dado que el yo (moi) se configura como

un objeto y no un sujeto.

Es imperativo en este punto, habiendo establecido ya una descripción de los

objetos imaginarios, a saber, yo (moi) y el otro (a´), así como también del gran Otro (A),

ofrecer una explicación respecto de los elementos pertenecientes al plano simbólico del

presente esquema. Acorde a lo expuesto por Lacan (1954-55a), S es el símbolo y el

sujeto, no en su totalidad sino en su abertura y que este sujeto no sabe lo que dice y que

de no ser así se ubicaría en la posición del Otro; este sujeto se ve en la posición de a y es

por eso que tiene un yo.

Se asiste entonces a una división del esquema L en dos ejes, mediante la

separación del plano del espejo (a ---- a´), del plano de otro plano que llama el muro del

lenguaje (constituido por la relación entre el Otro (A) y S. Dirá luego, que lo imaginario

cobra su falsa realidad a partir del orden definido por este muro del lenguaje.

El analista supone que hay otros sujetos aparte de sí mismo, que hay relaciones

auténticamente intersubjetivas y aquello que caracteriza la intersubjetividad es que el

sujeto puede mentirle. Dicho de otro modo, la mentira se configura como el índice del

Otro.

Respecto a lo anterior Lacan (1954-55a) va a decir lo siguiente:

En otros términos, nos dirigimos de hecho a unos A1, A2, que son lo

que no conocemos, verdaderos Otros, verdaderos sujetos.

Ellos están del otro lado del muro del lenguaje, allí donde en

principio no los alcanzo jamás. Fundamentalmente, a ellos apunto cada vez

que pronuncio una verdadera palabra, pero siempre alcanzo a a´, a´´, por

reflexión. Apunto siempre a los verdaderos sujetos, y tengo que

contentarme con sombras. El sujeto está separado de los Otros, los

verdaderos, por el muro del lenguaje. (p. 367)

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Dor (2008a), expone que cuando un sujeto se comunica con otro, dicha

comunicación siempre está mediatizada por el eje imaginario (a --- a´) y que esta

mediación del lenguaje es la que hace que cuando S se dirige a un Otro verdadero nunca

llegue a él directamente porque ese Otro se encuentra del otro lado del muro del lenguaje

y entonces se asiste a un intercambio imaginario de yo a yo.

Posteriormente en relación al trabajo de análisis va a decir que si se forman

analistas es para que haya sujetos en que el yo esté ausente y va a puntualizar esto como

un ideal ya que no existe un sujeto sin yo. Este ideal tiene guarda como finalidad que el

análisis apunte al paso de una verdadera palabra, reuniendo a un sujeto con otro sujeto,

del otro lado del muro del lenguaje y puntualiza “Es la relación última del sujeto con otro

verdadero, con el Otro que da la respuesta que no se espera, que define el punto terminal

del análisis” (Lacan, 1954-55a, p. 369).

Dor (2008a) sostiene que:

La experiencia analítica está suspendida en el pasaje de un habla

vacía – la que está mediatizada por el eje o o´ - a un habla plena, un habla

verdadera. Esa es precisamente para Lacan, la significación esencial del

análisis y la asunción de su objetivo básico. (p. 144)

Respecto de la palabra verdadera o plena y la palabra vacía, Pardo (2012)

sostiene que, en análisis transcurren palabras vacías y palabras plenas que contraponen

dos ejes: el eje imaginario y el eje simbólico.

La palabra vacía se sitúa en el eje imaginario, en donde el (moi), se encontraría en

relación con un otro (a´). Mientras que por otro lado, la palabra plena o llena se inscribe

en el eje simbólico y se dirige al Otro.

La palabra plena o llena va a ser aquella en que aparece el sujeto, que adviene en

el momento en que se da una formación del inconsciente y ahí aparece algo del sujeto; en

el caso de un lapsus, sería ese lapsus el que hile, concatene y otorgue sentido a toda la

sesión analítica.

Continuando con lo expuesto por Dor (2008a), el yo (moi) debe dejar paso

progresivamente en el análisis al S, sujeto en la autenticidad de su deseo cuya verdad

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está comprometida debido a su alienación en el lugar de la división. Esta alienación del

sujeto se localiza en el eje imaginario del esquema L, donde se encuentra separado de sí

mismo por el orden del lenguaje.

Retornando a los lineamientos de Lacan (1954-55a), se puede decir que de tal

manera, al situarse el analista como un espejo vacío, lo que sucede dentro de la sesión,

sucede entre el yo (moi) del sujeto y los otros, posibilitando de esa manera que el

analizante tome conciencia de sus relaciones con todos esos Otros que no ha reconocido

y que pueda descubrir a qué Otro se dirige.

Más adelante en el Seminario, en la clase XXIV, titulada “A, m, a, S”, Lacan (1954-

55b) agrega que la realización simbólica del sujeto es aquella que se dirige desde A hacia

S, siendo siempre creación simbólica y dirá que dicha realización simbólica es siempre

inconsciente, subyacente y esencial a toda relación subjetiva.

No obstante lo anterior, acorde a lo señalado por Alsina (2012), si bien Lacan

afirma que lo que le interesa es aquella relación que va de A S, en estricto rigor lo que

ilustra es también su dirección contraria, ya que va a decir que su esquematización no

parte de un sujeto absoluto y aislado, sino que todo estaría ligado a un orden simbólico

desde que las personas hablan. En este hablar lo que se transmite y construye es un

mensaje en el cual lo real es retransportado, recreado. En este punto Lacan está

hablando acerca de la relación que va de S A, que constituye la simbolización de lo

real.

Continuando con lo expuesto por Lacan (1954-55b), se establece que esta

simbolización de lo real tiende a ser equivalente al universo simbólico, que se refiere a

ese gran mensaje que se mencionó anteriormente, que las personas comparten y

contribuyen a formar y que los sujetos actúan allí solamente como soportes al transmitir

un lenguaje que los transciende. Respecto a esto Alsina (2012) va a decir que el lenguaje

de alguna manera nos obliga a hablar y en ese sentido funcionamos como máquinas

parlantes, más allá de nuestros intereses o deseos.

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Por otro lado, “habría algo en el hombre que se encuentra ya lo bastante abierto,

imperceptiblemente desordenado en la coaptación imaginaria, como para que pueda

insertarse la utilización simbólica de la imagen” (Lacan, 1954-55b, 476).

Respecto a lo anterior, Alsina (2012) expone que los seres humanos tenemos una

sensibilidad hacia la imagen del semejante, esto se refiere a la coaptación imaginaria

donde hay una cuestión de especie por la forma. Sin embargo, hay algo

imperceptiblemente desordenado en esa coaptación imaginaria que permite que nuestra

especie sostenga relaciones sexuales sin fines reproductivos, con miembros del mismo

sexo o incluso con menores de edad. No se trata de una atracción animal, en tanto que si

bien hay algo que nos llama la atención del semejante, no siempre ocurre de la misma

manera.

Es entonces porque hay algo abierto, profundamente desordenado en esta

relación especular que el ser humano puede sostener relaciones de todo tipo. Eso abierto

es lo que permite la utilización simbólica de la imagen, es decir, que el símbolo intervenga

en la relación a´--- a.

Acorde a lo expuesto por Lacan (1954-55b) el ser humano tiene una relación

especial de tensión alienante con la imagen que es donde se inserta la posibilidad del

orden simbólico y que para todos los seres humanos la relación entre A y S siempre

pasará por la intermediación del eje imaginario (a --- a´).

La resistencia se debe a que el yo (moi) no es el equivalente al sujeto y a que es

propio de la naturaleza de este yo imaginario que en el análisis se encuentra en la fuente

de las interrupciones del discurso fundamental.

La única resistencia verdadera en el análisis es la propia del analista y es por ello

que, retomando lo dicho anteriormente, en el análisis el yo (moi) del analista debe estar

borrado para que durante el transcurso de la experiencia analítica el analizante pueda

confundir el polo otro (a) con el del Otro (A). En relación con esto Lacan puntualiza lo

siguiente:

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Desde ese momento, y a partir de ese momento, lo que parte de lo

imaginario del yo del sujeto se pone en concordancia, no con ese otro al

que está acostumbrado y que es su pareja, aquel que está hecho para

entrar en su juego, sino justamente con el Otro radical que está

enmascarado. La llamada transferencia acontece muy exactamente entre A

y m, en la medida en que el a, representado por el analista, no está. (pp.

478, 479)

Cuando la resistencia proveniente de la función imaginaria del yo (moi) cesa de

existir, el A y m pueden concordar y de ese modo la palabra fundamental (llena) que va

desde el A hacia S encuentra la situación perfecta para permitir su paso.

La importancia de esto último reside en el hecho, mencionado con anterioridad, de

que el progreso del análisis radicaría para Lacan en el desplazamiento progresivo de la

posibilidad de dicha relación, en que se reúne al sujeto con otro sujeto, del sujeto con otro

verdadero del otro lado del muro del lenguaje. Este Otro sería el que da la respuesta que

no se espera y que define el punto final del análisis (Lacan, 1954-55a).

III. LA PSICOSIS Y EL ESQUEMA L EN EL SEMINARIO 3 DE JACQUES LACAN

Primeramente se hace necesario, para explicitar cómo se pone en juego el

esquema L en el caso de la psicosis, exponer las particularidades de dicha estructura de

personalidad.

Lacan (1955-56a), comienza la introducción a este Seminario con el ejemplo de un

psicótico quien relata que ha entrado en un mundo extraño en el cual todo se ha vuelto

signo, vale decir, no sólo es espiado, mirado, vigilado, indicado, sino que esto invade el

campo de los objetos reales inanimados.

Respecto de esta problemática Dor (1996), destaca que:

En la paranoia, el delirante es invadido por lo Imaginario en la misma

medida en que se encuentra “cortado” de lo Simbólico. Está

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constantemente tentado de simbolizar lo Imaginario. Al no conseguirlo,

construye un sentido con todo: todo se convierte en signo para él. Lacan

nos aporta un excelente ejemplo en su seminario Las psicosis, que ilustra

perfectamente el circuito de la palabra delirante. Todo ocurre como si el

sujeto estuviera “cortado” del gran Otro, es decir del lugar donde se

produce la autentificación simbólica de su mensaje. El circuito de la palabra

gira de esta forma en torno a los tres puntos S, a, a´, en un registro

estrictamente imaginario. (pp. 465-466)

Esta fijación en la dimensión imaginaria del esquema L en la psicosis será

explicada con posterioridad.

Acerca del manejo del Análisis y sus implicancias

Al remitir a la manera en que procede Freud sobre el caso Schreber, Lacan (1955-

56a), expondrá que hay algo del orden de la genialidad, en tanto que la interpretación

analítica se muestra allí mejor que en ningún otro lugar como simbólica.

Esta genialidad guarda relación con la suma importancia que tiene el hecho de dar

paso a un reconocimiento simbólico por sobre un reconocimiento en el plano imaginario.

El autor sostiene que el psicótico ignora la lengua que habla, pero que la

afirmación de que el inconsciente está excluido para el sujeto, sino que es necesario

saber por qué aparece en el orden de lo real.

Respecto a este modo de proceder del analista, Lacan (1955-56a), busca en el

presente seminario, relacionar las diversas formas de las psicosis con los tres registros

para elucidar la función que se le debe dar al yo en la cura.

Respecto de esta problemática, el autor va a sostener que el manejo de la relación

de objeto en el marco de las sesiones analíticas concebidas como duales, se encuentra

fundado en un desconocimiento respecto de la autonomía del registro simbólico,

desconocimiento que tiene como consecuencia una confusión del plano imaginario y el

real. Sin embargo, la relación simbólica sigue operando, en tanto que se sigue hablando

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pero el resultado del desconocimiento mencionado previamente es que aquello que en el

sujeto pide ser reconocido en el plano simbólico es reemplazado por un reconocimiento

en el plano de lo imaginario y va a aseverar incluso que “autentificar así todo lo que es del

orden de lo imaginario en el sujeto es, hablando estrictamente, hacer del análisis la

antecámara de la locura, y debe admirarnos que esto no lleve a una alienación más

profunda”. (Lacan, 1955-56a, p. 27)

Siguiendo con el planteamiento anterior, el autor expone que el

desencadenamiento de una psicosis en los primeros momentos del análisis es atribuible a

este manejo imprudente de la relación de objeto en la relación analítica.

Posteriormente Lacan (1955-56c), va a decir que el significante debe tomarse en

el sentido del material del lenguaje y que la trampa en la que no hay que caer es en creer

que los objetos son el significado; el significado sería algo muy distinto: la significación

que remite siempre a la significación, es decir, a otra significación. Esto último se debe al

hecho de que el sistema del lenguaje nunca culmina dirigiéndose hacia un punto de la

realidad dado que la realidad está cubierta por completo por el conjunto de la red del

lenguaje.

Para profundizar lo anterior el autor hace alusión a Schreber quien señaló la

originalidad de determinados términos de su discurso, que se constituyen como palabras

claves, las cuales serían palabras plenas y guardan una clara diferencia con las palabras

que Schreber usaba normalmente para comunicar su experiencia. Se pone en evidencia

así la existencia de dos planos distintos.

Lacan (1955-56c) sostiene entonces que

A nivel del significante, en su carácter material, el delirio se distingue

precisamente por esa forma especial de discordancia con el lenguaje

común que se llama neologismo. A nivel de la significación se distingue

justamente –hecho que sólo puede surgir si parten de la idea de que la

significación remite siempre a otra significación- porque la significación de

esas palabras no se agota en la remisión a una significación.

(…)

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La significación de esas palabras tiene como propiedad el remitir

esencialmente a la significación en cuanto tal. Es una significación que no

remite más que a sí misma. (p. 52)

Sobre el mecanismo de la forclusión en la psicosis

Continuando con lo relativo al delirio paranoide Lacan (1955-56a), dirá que la

dificultad de abordar el problema de la paranoia reside en el hecho de situarla en el plano

de la comprensión cuando el fenómeno elemental se encontraría en el nivel de la

interpretación. Si hay un núcleo comprensible o no, no tiene mayor importancia; lo que

llama la atención es que es inaccesible y estancado en relación a toda dialéctica.

El delirio entraña, acorde al autor, un elemento de significación que es repetitivo y

puede ser elaborado por el sujeto, pero continuará insistiendo siempre con el mismo signo

de interrogación implícito sin obtener nunca una respuesta al mismo o se haga algún

intento por integrarlo a un diálogo; el fenómeno del delirio estaría entonces, cerrado a

toda composición dialéctica.

En relación a esta dimensión simbólica, Hyppolite (citado en Lacan, 1955-56a),

planteaba que en lo inconsciente no es que todo se encuentre simplemente reprimido,

desconocido por el sujeto luego de haber sido verbalizado, sino que habría que admitir,

detrás del proceso mismo de verbalización, una admisión en el sentido de lo simbólico,

que puede faltar.

A raíz de lo previamente expuesto, el autor menciona un pasaje de Freud, en

donde éste admitiría un fenómeno de exclusión digno de ser llamado como forclusión, que

se distingue de la negación, la cual se produciría en una etapa muy posterior. Es posible

que un sujeto decline el acceso a su mundo simbólico de algo que experimentó, a saber,

la amenaza de la castración. Toda la continuación del desarrollo del sujeto muestra que

no quiere saber nada de esta amenaza en el sentido de lo reprimido.

Aquello que cae bajo represión retorna siempre, en tanto que lo reprimido siempre

se encuentra ahí y se expresa de un modo perfectamente articulado en los síntomas y

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otros fenómenos; en cambio lo que cae bajo forclusión tiene un destino muy distinto, dado

que reaparece en el orden de lo real.

Lacan (1955-56d), sostiene que cuando se actúa sobre lo reprimido mediante el

mecanismo de la represión se sabe algo de aquello porque la represión y el retorno de lo

reprimido son una sola cosa que se expresa en el orden del registro simbólico.

Tal como se expuso anteriormente, en el psicótico lo rechazado o forcluido, que es

lo que ha sido dejado afuera de la simbolización general que estructura al sujeto, retorna

desde el exterior en ese orden de la realidad.

Entonces el autor va a subrayar que la particularidad del psicótico reside en una

relación profundamente pervertida que guarda con la realidad, a saber, el delirio.

Posteriormente Lacan (1955-56e), va a afirmar que para que el sujeto tenga una

relación justa con la realidad es necesario que el complejo de Edipo haya sido vivido, ya

que esta adecuación sujeto-realidad dependería de una experiencia puramente simbólica

y para decir esto se va a basar en el hecho de que la experiencia muestra que hay

significantes de base sin los cuales el orden de las significaciones no se podría

establecer.

Es así como se establece una diferencia entre la psicosis y la neurosis, a saber,

que en la psicosis la defensa que se erige respecto de la castración constituye una

forclusión, un no saber y que aquella defensa propia de la neurosis consiste en la

represión.

Se plantea entonces que en los psicóticos pudiese existir una falta esencial de un

significante que corresponde al significante del nombre-del-padre y que esta falta sería

producto de problemas en el paso por el complejo de Edipo ya que el padre no es

solamente un generador, sino que posee el derecho a la madre del niño y como tal su

función es central en la realización del Edipo y condiciona el acceso del hijo al tipo de

virilidad.

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Acorde al autor, existe la posibilidad de que el padre hubiese tenido un cierto modo

de relación con el hijo que produjese que éste adoptase una posición femenina, pero no

por temor a la castración.

En la psicosis entonces al estar forcluido el significante del nombre-del-padre y por

lo tanto el Otro queda excluido, al sujeto le queda la imagen a la que se reduce la función

paterna que no se inscribe en dialéctica triangular alguna pero que tiene una función de

modelo en lo que concierne a la alienación especular y le permite al sujeto aprehenderse

del plano imaginario.

Esquema L

Lacan (1955-56a) retoma el esquema L, formulado en su Seminario 2 y dice a

modo de recuerdo que éste figura la interrupción de la palabra plena entre el S y el Otro

(A), y su desvío por los componentes del eje imaginario (a ---- a´). Va a sostener que en

este punto hay una triplicidad en el sujeto, en tanto el yo del sujeto es quien normalmente

le habla a otro del sujeto (S), en tercera persona y que de igual manera el sujeto se habla

con su yo.

El autor va a continuar esta idea señalando que en el sujeto normal hablarse con

su yo nunca es plenamente explicitable, pero que en el sujeto psicótico ciertos fenómenos

elementales, tales como la alucinación verbal, evidencian que el sujeto se encuentra

totalmente identificado al yo con el que habla, este yo habla del sujeto (S).

Esto sería lo que realmente se presenta en la alucinación verbal, a saber, que en

el momento en que aparece en lo real, el sujeto literalmente habla con su yo como si un

tercero, su doble, hablase y comentase su actividad.

Lacan (1955-56b) entonces, refiriéndose a la paranoia, señala que su elemento

central es la alucinación verbal, en la cual el sujeto articularía lo que dice escuchar.

Esta elucidación nace a partir de un libro de Séglas, llamado Lecciones clínicas, en

el cual dio a ver que las alucinaciones verbales se producían en personas en las que

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podía percibirse que ellos mismos estaban articulando las palabras que acusaban a las

voces de pronunciar.

Posteriormente Lacan (1955-56c) va a decir que en la estructura de la palabra

plena es el sujeto quien recibe su mensaje del otro en forma invertida y que hay dos

formas ejemplares de este tipo de palabra:

1. Fides, que es la palabra que se da bajo la forma de Tú eres mi mujer o Tú eres mi

maestro y que es fundante de la posición de ambos sujetos.

2. El fingimiento, que se constituye como el revés de la fides, en esta palabra lo que

el sujeto me dice está siempre en relación con la posibilidad de engañar, donde el

Otro me envía o recibo el mensaje de forma invertida.

Esto tiene relación con que en la palabra se hace hablar al Otro en tanto que Otro

absoluto. Se dice que es absoluto porque es reconocido pero no conocido, porque

siempre queda una incógnita en la alteridad del Otro, es por eso que en el caso del

fingimiento no se sabe si hay o no engaño; dicho de otro modo, es dado que existe algo

que no se conoce del Otro que es posible plantearse la posibilidad de engaño.

La palabra no sólo habla al Otro, habla también del otro en tanto objeto en el

momento en que el sujeto habla de él.

El autor va a sostener que el hecho de que el mundo humano esté cubierto de

objetos se fundamenta en que el objeto del interés humano es el objeto del deseo del otro

y que esto es posible porque el yo humano es el otro en tanto que la primera síntesis del

ego es esencialmente alter ego, y se encuentra alienada. El sujeto humano deseante se

constituye en torno a un centro que es el otro en tanto éste, su imagen especular, le

brinda su unidad, y dentro de esta dinámica el primer abordaje que tiene del objeto es el

objeto en cuanto objeto del deseo del otro.

Entonces en el objeto se incluye una alteridad primitiva en tanto que el objeto de

deseo es objeto de rivalidad y de competencia desde el momento en que sólo interesa

como deseo del otro.

El conocimiento paranoico es un conocimiento instaurado en la rivalidad de

los celos, en el curso de esa identificación primera que intenté definir a

partir del estadio del espejo. Esta base de rivalidad y competencia en el

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fundamento del objeto es, precisamente, lo que es superado en la palabra,

en la medida en que concierne al tercero. La palabra es siempre pacto,

acuerdo, nos entendemos, estamos de acuerdo: esto te toca a ti, esto es

mío, esto es esto y esto es lo otro. Pero el carácter agresivo de la

competencia primitiva deja su marca en toda especie de discurso sobre el

otro con minúscula, sobre el Otro en cuanto tercero, sobre el objeto.

(…)

Esta dialéctica entraña siempre la posibilidad de que yo sea intimidado a

anular al otro. Por una sencilla razón: como el punto de partida de esta

dialéctica es mi alienación en el otro, hay un momento en que puedo estar

en posición de ser a mi vez anulado porque el otro no está de acuerdo. La

dialéctica del inconsciente implica siempre como una de sus posibilidades

la lucha, la imposibilidad de coexistencia con el otro. (Lacan, 1955-56c, pp.

61-62)

La distinción que se mencionaba previamente entre Otro con mayúscula (no

conocido, sino reconocido) y el yo (moi, fuente de todo conocimiento), es fundamental

para comprender las vicisitudes de la psicosis en tanto que el psicótico habla de algo que

él habló, comprendió algo que él mismo formuló y eso al tomar forma de palabra le habla.

Respecto de la estructura del discurso paranoide Freud (citado en Lacan, 1955-

56c) dice que hay un enunciado de una tendencia fundamental que podría tener que

hacerse reconocer en una neurosis, a saber: yo (je) lo amo, y tú me amas. Hay 3 modos

de negar esto según Freud, que se corresponden con tres tipos de delirios:

1. No soy yo quien lo ama, es ella. En esta operación de negación el sujeto hace que

su mensaje lo lleve otro, entonces el ego hablaría por intermedio del alter ego. Hay

aquí entonces una alienación invertida, en tanto que en el delirio de celos se

encuentra en primer plano esa identificación al otro con una inversión del género.

En esta forma de negación no se trata de proyección de la neurosis en que se le

imputarían las propias infidelidades al otro, sino que esta que lo ama se vuelve el

mensajero del propio sentimiento frente a un número de hombres indefinido.

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2. No es a él a quien amo, es ella. A este nivel la defensa no es suficiente para el

sujeto paranoico, en tanto que hace falta que intervenga la proyección.

3. Yo (je) no lo amo, lo odio. Además de la inversión se hace necesario que

intervenga el mecanismo de proyección bajo la forma de él me odia y es en este

punto en el que se llega al delirio de persecución.

Esta última forma de negación se acerca más a la denegación porque es una

alienación convertida, habiéndose transformado el amor en odio, donde la perturbación

imaginaria se muestra llevada al máximo.

Continuando con la explicación del proceder del fenómeno delirante, Lacan (1955-

56d), sostiene, tal como se había mencionado con anterioridad, que el mensaje de la

alucinación verbal es el mensaje del propio sujeto, esto no quiere decir que el sujeto

reciba del otro su mensaje, sino que el psicótico le dice al otro su mensaje. Se trata

entonces del propio mensaje del sujeto y no del mensaje recibido en forma invertida y es

escuchado en lo real; esto quiere decir que cuando hay alucinación es la realidad la que

habla. En cambio cuando el Otro habla, no es pura y sencillamente la realidad ante la cual

están, sino que hay un más allá de esa realidad.

En la palabra plena, el Otro, es aquello ante lo cual se hacen reconocer. Pero sólo

pueden hacerse reconocer por é porque él está de antemano reconocido. Este Otro se

instituiría en el reconocimiento como un absoluto irreductible, más allá de al modo de un

puro elemento proveniente de la realidad.

Diciéndole a alguien: Tú eres mi mujer, implícitamente le dicen Yo (je) soy

tu hombre, pero primero le dicen Tú eres mi mujer, vale decir que la

instituyen en la posición de ser reconocida por ustedes, mediante lo cual

podrá reconocerlos. Esa palabra es entonces un más allá del lenguaje.

(Lacan, 1955-56d, p. 79)

Acorde a lo planteado por el autor, en el caso del psicótico no es que el otro hable

a través de él, sino que el sujeto recibe de él su propia palabra, no de modo invertido sino

que en este caso su propia palabra estaría en el otro que a la vez es él mismo y esto que

dice concierne al mismo más allá que sería él mismo en tanto S, del cual sólo es posible

para él hablar por alusión.

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Sólo existen dos maneras de hablar de ese sujeto: por un lado el sujeto se puede

dirigir al Otro y recibir de él el mensaje que lo concierne en forma invertida o bien por

medio de indicar su existencia bajo la forma de alusión.

Como en la psicosis hay una exclusión del Otro el circuito se cierra sobre los

pequeños otros que hablan y es en ese otro en quien resuena su mensaje, siendo el

sujeto mismo quien siempre es otro en tanto que yo (moi) y habla por alusión.

Aquello que dice un paciente psicótico presupone la respuesta, dicho de otro

modo, en el psicótico la alocución presupone la respuesta.

En cambio en la palabra plena, la alocución es la respuesta, en tanto que la

consagración del Otro como mi mujer es lo que responde a la palabra y luego, la

respuesta presupone la alocución.

IV. CONCLUSIONES

El esquema L es introducido con la finalidad de ilustrar los problemas originados

por el yo y el otro, así como también por el lenguaje y la palabra.

Se pone en juego tanto una dimensión imaginaria como simbólica que da cuenta

de la existencia de palabras plenas que se rigen por el orden simbólico y de palabras

vacías donde predomina la dimensión imaginaria.

En adición a lo anterior se expone que en lo que respecta a la relación

intersubjetiva existen cuatro elementos que se pueden relacionar. Por un lado S (sujeto) y

A u Otro en el plano simbólico hacia quien nos dirigimos, no obstante, ese habla es

interceptada o mediatizada por el plano imaginario, redirigiendo la comunicación a un

nivel especular al ser captado el mensaje por el otro y luego al responder éste se entabla

una relación de o´o (yo moi).

En la palabra plena aquello que se realiza en la operación del habla se dirige

justamente a Otro, en tanto que lo reconocemos como tal y puede sólo desde ese

momento, otorgarnos un reconocimiento y se habla de reconocimiento por el hecho de

que siempre en el Otro hay una dimensión, algo que se desconoce y que es lo que

instaura la posibilidad de engaño.

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Es con motivo de lo anterior que se expone la necesidad de no efectuar el

reconocimiento que se pide a nivel del Otro desde el plano imaginario en el análisis, para

así poder dar paso a la palabra plena tanto para evitar el rápido desencadenamiento de la

psicosis en algunos enfermos como para favorecer la consecución del punto culmine del

análisis.

En el Seminario 3 se va a dar cuenta de las particularidades de la psicosis en la

cual el significante del nombre-del-padre se encuentra forcluido y es por ello que lo

rechazado retorna en lo real a diferencia de lo que sucede en el neurótico, quien simboliza

aquello reprimido.

Esta forclusión tiene como consecuencia una fijación en el plano imaginario en el

psicótico dado que el Otro queda excluido de su lógica intersubjetiva y le lleva a

constituirse a partir de la imagen de la función paterna como modelo especular y le

permite aprehenderse del plano imaginario.

Esto en el esquema L se puede ver representado en el sentido de que aquello que

es elemental en el psicótico, a saber, el delirio corresponde a un mensaje del propio

sujeto que se encuentra en otro en tanto que a la vez es él mismo y como su palabra

concierne al sujeto sólo puede hablar respecto del mismo por alusión al no poder dirigirse

al Otro.

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Electivo de MagísterProfesor Francisco Alsina

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