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SAN OSCAR ARNULFO ROMERO DE AMÉRICA SÁBADO 23 de mayo de 2015 / Año 3 / N° 111 Télam

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SAN OSCAR ARNULFO ROMERO DE AMÉRICA

SÁBADO 23 de mayo de 2015 / Año 3 / N° 111

Télam

San Oscar Arnulfo Romero de AméricaINTRODUCCIÓNEl título se lo ha dado el pueblo salvadoreño; “San Romero de Améri-ca” debido a la identifi-

cación entre el religioso y su gente, en especial las capas pobres de su país.

El sábado 23 de mayo, día en que nuestro suplemento salga a la luz pú-blica, es el día de la beatificación de nuestro mártir y obispo. En otros pa-labras, hoy el monseñor Romero será San Oscar Arnulfo Romero de América.

Ahora bien situando su trayecto-ria, especialmente siendo ya obispo, como su asesinato, ambas señalan dos tipos de luchas simultáneas y re-lacionadas entre sí.

Por un lado la lucha del pueblo contra las élites locales, supeditadas a los intereses del Imperio norteño. Los años setenta, es el lapso de tiempo en el cual nuestro obispo ejercía su oficio, precisamente a favor de los pobres, se caracterizó por la imposición, de par-te de EEUU, de las dictaduras militares no sólo en el Salvador, sino en Centro-américa como en América del Sur.

La alianza con las élites civiles no correspondía plenamente a los de-seos e intereses de las corporaciones de EEUU. De este modo, tanto la CIA como la Escuela de Las Américas, ubi-cadas en la zona militarizada del Canal de Panamá, modificaron esta alianza y la tejieron con las élites militares de nuestro continente.

La opresión generalizada entonces tuvo su respuesta en la multiplicación de las luchas de nuestros pueblos, tan-to en El Salvador como en Guatema-la y Nicaragua, como las luchas más destacadas en América Central. En lo referente a América del Sur cabe men-cionar entre otros casos las luchas del pueblo boliviano, el argentino, el chi-leno, el uruguayo…, etc.

La salida coyuntural de esta situa-ción, dados los apuros de EEUU y las élites locales, se tradujo en un acomo-damiento de ambas partes que impli-có un retorno formal a la democracia representativa, manteniendo el domi-nio del poder en sus varios sectores.

Pero esta formal democracia permi-tió con el paso de los años que varias fuerzas revolucionarias asumieran el poder político por las urnas y no por las armas. El hecho abrió un amplio horizonte propio de una segunda y verdadera independencia.

La otra lucha se entabló dentro la misma iglesia católica. Frente a la posición tradicional del Vaticano, siempre a favor del poder desde que el Imperio Romano asumió al cristia-nismo como su religión oficial, se ha

Redacción internacional

2 23 de mayode 2015 323 de mayo

de 2015

LA JUSTICIA PARALIZADA Y LEY DE RECONCILIACIÓN NACIONAL

OBISPO DE LOS POBRES

En septiembre de 1981, D’Aubuisson fundó la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), con la que llegó al gobierno en 1988. Años antes, en marzo de 1984, D’Aubuisson había presentado en una videograbación la declaración de un supuesto comandante de la guerrilla de nombre Pedro Lobo, quien asumió la respon-sabilidad del asesinato de Romero. Lobo era un delincuente común a quien habían sobornado con cincuenta mil dólares. Aunque todas las prue-bas apuntaban hacia D’Aubuisson, éste nunca llegó a los tribunales, pues gozaba de inmunidad parlamentaria como diputado y presidente de la Asamblea Legislativa. Falleció en 1992 a causa de un cáncer de laringe. Hoy sigue siendo honrado como héroe por sus seguidores, pues habría pre-servado del comunismo a El Salvador.

Parte de los acuerdos de 1992 entre el Go-bierno y las fuerzas populares fue la creación de una Comisión de la Verdad para investigar los crímenes y las violaciones de derechos humanos del periodo del conflicto armado de El Salvador. La Comisión publicó su informe el 15 de marzo de 1993. De éste se desprende que el ejército fue responsable de más del noventa por ciento de las atrocidades cometidas durante la guerra civil. Uno de los casos investigados fue el asesi-nato del arzobispo Romero: se constata que es totalmente evidente que el exmayor Roberto D’Aubuisson Arrieta dio la orden de asesinar al arzobispo y dio instrucciones precisas a miem-bros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar la ejecución del asesinato.

La creación de la Comisión de la Verdad exi-gía llevar ante los tribunales a los responsables de los crímenes documentados, e indemnizar a las víctimas. Pero cinco días después de la publicación del informe, la Asamblea Legisla-

tiva aprobó una amplia ley de amnistía con el nombre de Ley de Reconciliación Nacional, que abarcaba todos los delitos y violaciones de de-rechos humanos cometidos desde el 1 de enero de 1980. Esta amnistía general ha conducido a perder la oportunidad de una verdadera recon-ciliación, además de atentar contra los tratados internacionales sobre derechos humanos que El Salvador había ratificado.

En septiembre de 1993, María Julia Hernán-dez, directora de la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador y Tiberio Romero, hermano del arzobispo, llevaron el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Washington. La acusación decía que “agentes de la República de El Salvador, que integraban es-cuadrones de la muerte, ejecutaron extrajudicial-mente a monseñor Óscar Arnulfo Romero”. Hasta agosto de 1997, la Comisión requirió hasta cuatro veces información y datos al gobierno de El Salva-dor. Sólo en febrero de 1998, el Gobierno entregó una respuesta, en la que pidió archivar el caso invocando para ello la ley de amnistía de 1993.

En agosto y septiembre de 2004, en un tribu-nal de Fresno, California, se presentó una deman-da judicial contra Alvaro Saravia, mano derecha de Roberto D’Aubuisson, por la planificación y ejecución del crimen de Romero. Esto porque Saravia vivía libre e impunemente desde 1987 en Estados Unidos. El 3 de septiembre de 2004, el tribunal emitió una sentencia condenando a Sa-ravia a pagar una indemnización de diez millones de dólares. Saravia nunca se presentó al juicio y su paradero es aún desconocido. Tutela Legal pidió que el juicio penal fuera reabierto por la justicia salvadoreña, lo que no ha ocurrido. En 2014, la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador, creación de Romero, fue cerrada por disposición del actual arzobispo de San Salvador.

Su inclinación a la defensa de los más desapa-recidos lo acompañó a lo largo de su camino en las filas de la Iglesia Católica. Pero los años 1978 y 1979 fueron decisivos en su evolución y radicalización en esta tendencia.

El avance de la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional y su triunfo en julio de 1979, junto con el empuje de la lucha dentro El Salvador, recrudecieron la represión dentro de este país centroamericano.

Cono consecuencia, monseñor Romero denunció en sus homilías los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obre-ros, de sus sacerdotes y de todas las personas que recurrieran a él, en el contexto de violen-cia y represión militar que vivía el país. En sus homilías posteriores a la muerte de Rutilio

Grande, recurrió sin temor a los textos de la Conferencia de Medellín y pidió una mayor justicia en la sociedad.

En referencia a la muerte del padre Ruilio Grande se puede señalar que fue amigo íntimo de Mons. Romero, fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto con dos campesinos. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organi-zación de los campesinos de la zona. El propio presidente de la República informó a Mons. Ro-mero sobre la muerte de Grande prometiendo una investigación sobre los hechos. El arzobispo reaccionó a este asesinato convocando a una misa única para mostrar la unidad de su clero. Esta misa se celebró el 20 de marzo en la plaza

Barrios de San Salvador a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos.

Previo al día cuando perdió la vida, mon-señor Delgado recuerda el contexto político y económico del país, donde “el latifundismo castigó a la sociedad campesina”, que exigía una reforma para el sector, debido al predo-minio de un grupo privilegiado de “10 o 14 familias” en la producción de café. Respecto a la identidad del asesino, contestó: “Tengo entendido que fue un francotirador cubano traído de Miami”, quien estuvo acompañado de un funcionario salvadoreño que se aseguró de que la víctima fuese la indicada. Delgado cree que monseñor Romero “definitivamente no tuvo miedo de morir. Había entregado su vida a la causa del Señor”.

El Domingo de Ramos de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía titulada “La Iglesia, un servicio de liberación personal, comunitaria, trascendente”, que más tarde se conoció como Homilía de fuego. En ella dice:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejérci-to. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesi-nos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obli-gado a obedecer una orden contra la Ley

de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nom-bre de Dios: cese la represión”.

Al día siguiente, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la eucaristía, Romero fue

asesinado de un balazo disparado por un si-cario de la oligarquía. La Policía inspeccionó el lugar de los hechos sólo nueve días después del crimen. No tomó ninguna prueba ni inte-rrogó a los testigos. En la autopsia se hallaron fragmentos de una bala calibre 22, algo que no se incluyó en el acta. El Director de la Policía Nacional declaró tres semanas más tarde que era imposible saber el calibre de la bala. Se designó como juez instructor a Atilio Ramírez. Tres días después de su nombramiento, des-conocidos penetraron en su casa, dispararon e hirieron a una empleada del hogar. Ramírez abandonó El Salvador para no regresar. Napo-león González, quien había presenciado cómo los asesinos habían escapado en un automóvil, fue secuestrado y continúa desaparecido.

Escultura del arzobispo Oscar Romero flanqueado por Martin Luther King (a la izquierda) y la del pastor Dietrich Bonhoeffer (a la derecha), situada sobre la gran puerta occidental de la abadía de Westminister.

Oscar Romero cuando era seminarista, en Roma (1941).

Wikiped

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Wikim

edia

ido reforzándo una corriente cristiana más acorde con el cristianismo origi-nal, el de Jesús, que toma el partido de los pobres frente al poder del Imperio Romano. Aquí nos estamos refiriendo a la Teología de la Liberación que San Romero reflejó con fidelidad junto a otros tantos religiosos partidarios de este cristianismo original y oriental (en referencia al origen oriental del cristianismo).

Los resultados de estas dos luchas íntimamente ligadas y relacionadas han sido varios. No sólo se pudo ac-ceder al poder vía las urnas en varios de los países de nuestro continente, sino que este hecho y la dinámica de los movimientos sociales y pueblos originarios que empujaron en esta dirección permitió procesos constitu-cionales de refundar nuestros países en nuevo orden favorable a los intere-ses de nuestras mayorías como, entre otros casos, el proceso boliviano y el venezolano.

Paralelamente, en la Iglesia ocurrió otro proceso de mutación. Dentro de un proceso de derechización del Vati-cano que lo condujo a un callejón sin salida, donde el papa Benedicto XVI tuvo que dimitir para dar lugar a la elección del primer Papa latinoameri-cano en la historia del Vaticano.

Francisco simboliza estos profun-dos cambios en nuestro continente y la vuelta a la Teología de la Libera-ción”, pero también tiene proyeccio-nes más universales acordes con el papel de la Iglesia.

Su mediación a favor del inicio de contactos EEUU-Cuba con el fin de reanudar relaciones y poner fin al cri-minal bloqueo ejercido por EEUU, así como, entre otros hechos, su visita a tierras palestinas el año pasado y el recién reconocimiento al Estado pales-tino y la beatificación de dos monjas palestinas quiere decir que Francisco no sólo está a favor de los pobres del continente que sea.

San Oscar Arnulfo Romero de AméricaINTRODUCCIÓNEl título se lo ha dado el pueblo salvadoreño; “San Romero de Améri-ca” debido a la identifi-

cación entre el religioso y su gente, en especial las capas pobres de su país.

El sábado 23 de mayo, día en que nuestro suplemento salga a la luz pú-blica, es el día de la beatificación de nuestro mártir y obispo. En otros pa-labras, hoy el monseñor Romero será San Oscar Arnulfo Romero de América.

Ahora bien situando su trayecto-ria, especialmente siendo ya obispo, como su asesinato, ambas señalan dos tipos de luchas simultáneas y re-lacionadas entre sí.

Por un lado la lucha del pueblo contra las élites locales, supeditadas a los intereses del Imperio norteño. Los años setenta, es el lapso de tiempo en el cual nuestro obispo ejercía su oficio, precisamente a favor de los pobres, se caracterizó por la imposición, de par-te de EEUU, de las dictaduras militares no sólo en el Salvador, sino en Centro-américa como en América del Sur.

La alianza con las élites civiles no correspondía plenamente a los de-seos e intereses de las corporaciones de EEUU. De este modo, tanto la CIA como la Escuela de Las Américas, ubi-cadas en la zona militarizada del Canal de Panamá, modificaron esta alianza y la tejieron con las élites militares de nuestro continente.

La opresión generalizada entonces tuvo su respuesta en la multiplicación de las luchas de nuestros pueblos, tan-to en El Salvador como en Guatema-la y Nicaragua, como las luchas más destacadas en América Central. En lo referente a América del Sur cabe men-cionar entre otros casos las luchas del pueblo boliviano, el argentino, el chi-leno, el uruguayo…, etc.

La salida coyuntural de esta situa-ción, dados los apuros de EEUU y las élites locales, se tradujo en un acomo-damiento de ambas partes que impli-có un retorno formal a la democracia representativa, manteniendo el domi-nio del poder en sus varios sectores.

Pero esta formal democracia permi-tió con el paso de los años que varias fuerzas revolucionarias asumieran el poder político por las urnas y no por las armas. El hecho abrió un amplio horizonte propio de una segunda y verdadera independencia.

La otra lucha se entabló dentro la misma iglesia católica. Frente a la posición tradicional del Vaticano, siempre a favor del poder desde que el Imperio Romano asumió al cristia-nismo como su religión oficial, se ha

Redacción internacional

2 23 de mayode 2015 323 de mayo

de 2015

LA JUSTICIA PARALIZADA Y LEY DE RECONCILIACIÓN NACIONAL

OBISPO DE LOS POBRES

En septiembre de 1981, D’Aubuisson fundó la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), con la que llegó al gobierno en 1988. Años antes, en marzo de 1984, D’Aubuisson había presentado en una videograbación la declaración de un supuesto comandante de la guerrilla de nombre Pedro Lobo, quien asumió la respon-sabilidad del asesinato de Romero. Lobo era un delincuente común a quien habían sobornado con cincuenta mil dólares. Aunque todas las prue-bas apuntaban hacia D’Aubuisson, éste nunca llegó a los tribunales, pues gozaba de inmunidad parlamentaria como diputado y presidente de la Asamblea Legislativa. Falleció en 1992 a causa de un cáncer de laringe. Hoy sigue siendo honrado como héroe por sus seguidores, pues habría pre-servado del comunismo a El Salvador.

Parte de los acuerdos de 1992 entre el Go-bierno y las fuerzas populares fue la creación de una Comisión de la Verdad para investigar los crímenes y las violaciones de derechos humanos del periodo del conflicto armado de El Salvador. La Comisión publicó su informe el 15 de marzo de 1993. De éste se desprende que el ejército fue responsable de más del noventa por ciento de las atrocidades cometidas durante la guerra civil. Uno de los casos investigados fue el asesi-nato del arzobispo Romero: se constata que es totalmente evidente que el exmayor Roberto D’Aubuisson Arrieta dio la orden de asesinar al arzobispo y dio instrucciones precisas a miem-bros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar la ejecución del asesinato.

La creación de la Comisión de la Verdad exi-gía llevar ante los tribunales a los responsables de los crímenes documentados, e indemnizar a las víctimas. Pero cinco días después de la publicación del informe, la Asamblea Legisla-

tiva aprobó una amplia ley de amnistía con el nombre de Ley de Reconciliación Nacional, que abarcaba todos los delitos y violaciones de de-rechos humanos cometidos desde el 1 de enero de 1980. Esta amnistía general ha conducido a perder la oportunidad de una verdadera recon-ciliación, además de atentar contra los tratados internacionales sobre derechos humanos que El Salvador había ratificado.

En septiembre de 1993, María Julia Hernán-dez, directora de la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador y Tiberio Romero, hermano del arzobispo, llevaron el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Washington. La acusación decía que “agentes de la República de El Salvador, que integraban es-cuadrones de la muerte, ejecutaron extrajudicial-mente a monseñor Óscar Arnulfo Romero”. Hasta agosto de 1997, la Comisión requirió hasta cuatro veces información y datos al gobierno de El Salva-dor. Sólo en febrero de 1998, el Gobierno entregó una respuesta, en la que pidió archivar el caso invocando para ello la ley de amnistía de 1993.

En agosto y septiembre de 2004, en un tribu-nal de Fresno, California, se presentó una deman-da judicial contra Alvaro Saravia, mano derecha de Roberto D’Aubuisson, por la planificación y ejecución del crimen de Romero. Esto porque Saravia vivía libre e impunemente desde 1987 en Estados Unidos. El 3 de septiembre de 2004, el tribunal emitió una sentencia condenando a Sa-ravia a pagar una indemnización de diez millones de dólares. Saravia nunca se presentó al juicio y su paradero es aún desconocido. Tutela Legal pidió que el juicio penal fuera reabierto por la justicia salvadoreña, lo que no ha ocurrido. En 2014, la Oficina de Tutela Legal del Arzobispado de San Salvador, creación de Romero, fue cerrada por disposición del actual arzobispo de San Salvador.

Su inclinación a la defensa de los más desapa-recidos lo acompañó a lo largo de su camino en las filas de la Iglesia Católica. Pero los años 1978 y 1979 fueron decisivos en su evolución y radicalización en esta tendencia.

El avance de la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional y su triunfo en julio de 1979, junto con el empuje de la lucha dentro El Salvador, recrudecieron la represión dentro de este país centroamericano.

Cono consecuencia, monseñor Romero denunció en sus homilías los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obre-ros, de sus sacerdotes y de todas las personas que recurrieran a él, en el contexto de violen-cia y represión militar que vivía el país. En sus homilías posteriores a la muerte de Rutilio

Grande, recurrió sin temor a los textos de la Conferencia de Medellín y pidió una mayor justicia en la sociedad.

En referencia a la muerte del padre Ruilio Grande se puede señalar que fue amigo íntimo de Mons. Romero, fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto con dos campesinos. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organi-zación de los campesinos de la zona. El propio presidente de la República informó a Mons. Ro-mero sobre la muerte de Grande prometiendo una investigación sobre los hechos. El arzobispo reaccionó a este asesinato convocando a una misa única para mostrar la unidad de su clero. Esta misa se celebró el 20 de marzo en la plaza

Barrios de San Salvador a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos.

Previo al día cuando perdió la vida, mon-señor Delgado recuerda el contexto político y económico del país, donde “el latifundismo castigó a la sociedad campesina”, que exigía una reforma para el sector, debido al predo-minio de un grupo privilegiado de “10 o 14 familias” en la producción de café. Respecto a la identidad del asesino, contestó: “Tengo entendido que fue un francotirador cubano traído de Miami”, quien estuvo acompañado de un funcionario salvadoreño que se aseguró de que la víctima fuese la indicada. Delgado cree que monseñor Romero “definitivamente no tuvo miedo de morir. Había entregado su vida a la causa del Señor”.

El Domingo de Ramos de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía titulada “La Iglesia, un servicio de liberación personal, comunitaria, trascendente”, que más tarde se conoció como Homilía de fuego. En ella dice:

“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejérci-to. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesi-nos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”. Ningún soldado está obli-gado a obedecer una orden contra la Ley

de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nom-bre de Dios: cese la represión”.

Al día siguiente, el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la eucaristía, Romero fue

asesinado de un balazo disparado por un si-cario de la oligarquía. La Policía inspeccionó el lugar de los hechos sólo nueve días después del crimen. No tomó ninguna prueba ni inte-rrogó a los testigos. En la autopsia se hallaron fragmentos de una bala calibre 22, algo que no se incluyó en el acta. El Director de la Policía Nacional declaró tres semanas más tarde que era imposible saber el calibre de la bala. Se designó como juez instructor a Atilio Ramírez. Tres días después de su nombramiento, des-conocidos penetraron en su casa, dispararon e hirieron a una empleada del hogar. Ramírez abandonó El Salvador para no regresar. Napo-león González, quien había presenciado cómo los asesinos habían escapado en un automóvil, fue secuestrado y continúa desaparecido.

Escultura del arzobispo Oscar Romero flanqueado por Martin Luther King (a la izquierda) y la del pastor Dietrich Bonhoeffer (a la derecha), situada sobre la gran puerta occidental de la abadía de Westminister.

Oscar Romero cuando era seminarista, en Roma (1941).

Wikiped

ia

Wikim

edia

ido reforzándo una corriente cristiana más acorde con el cristianismo origi-nal, el de Jesús, que toma el partido de los pobres frente al poder del Imperio Romano. Aquí nos estamos refiriendo a la Teología de la Liberación que San Romero reflejó con fidelidad junto a otros tantos religiosos partidarios de este cristianismo original y oriental (en referencia al origen oriental del cristianismo).

Los resultados de estas dos luchas íntimamente ligadas y relacionadas han sido varios. No sólo se pudo ac-ceder al poder vía las urnas en varios de los países de nuestro continente, sino que este hecho y la dinámica de los movimientos sociales y pueblos originarios que empujaron en esta dirección permitió procesos constitu-cionales de refundar nuestros países en nuevo orden favorable a los intere-ses de nuestras mayorías como, entre otros casos, el proceso boliviano y el venezolano.

Paralelamente, en la Iglesia ocurrió otro proceso de mutación. Dentro de un proceso de derechización del Vati-cano que lo condujo a un callejón sin salida, donde el papa Benedicto XVI tuvo que dimitir para dar lugar a la elección del primer Papa latinoameri-cano en la historia del Vaticano.

Francisco simboliza estos profun-dos cambios en nuestro continente y la vuelta a la Teología de la Libera-ción”, pero también tiene proyeccio-nes más universales acordes con el papel de la Iglesia.

Su mediación a favor del inicio de contactos EEUU-Cuba con el fin de reanudar relaciones y poner fin al cri-minal bloqueo ejercido por EEUU, así como, entre otros hechos, su visita a tierras palestinas el año pasado y el recién reconocimiento al Estado pales-tino y la beatificación de dos monjas palestinas quiere decir que Francisco no sólo está a favor de los pobres del continente que sea.

4 23 de mayode 2015

LAS DIFICULTADES DE LA BEATIFICACIÓNEl proceso de beatificación y canonización de Oscar Ar-nulfo Romero no ha sido fácil. El pueblo salvadoreño y todo el pueblo de América Latina lo han proclamado tempranamente como San Romero de América. Pero ha habido resistencias y dilaciones de parte de quienes aducen que no es prudente beatificarlo por ser un per-sonaje incómodo y ajeno a la predicación tradicional.

En 1990 se inició el proceso oficial de beatificación de monseñor Romero. El proceso terminó en 1996 a ni-vel diocesano y se envió a Roma. En 1996, Juan Pablo II visitó El Salvador y preguntó a los obispos salvadoreños sobre qué pensaban ante una posible beatificación de Romero. La respuesta la dio el obispo René Revelo: “Ro-mero es el responsable de los setenta mil muertos que hubo en este país”.

Los opositores a Romero tienen cargos influyentes en El Vaticano, al igual que en El Salvador, ya que son miembros de la clase alta e integrantes del círculo de D’Aubuisson. Ellos pusieron en marcha el asesinato y aún ahora afirman que el arzobispo fue manipulado por los jesuitas. Distinta es la visión de los pobres, en cuyas

La cripta del monseñor donde descansan sus restos y que lo representan “durmiendo el sueño de los justos“. Se encuentra en la catedral Metropolitana de San Salvador.

palestinalibre.org

En este trabajo se consultó a

• Óscar Romero vive en el corazón del pueblo Hervi Lar http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198951

• Monseñor Delgado: La derecha impidió beatifi-cación de Romerohttp://www.telesurtv.net/news/Monsenor-Delga-do-La-derecha-impidio-beatificacion-de-Rome-ro-20150522-0002.html

• Óscar Arnulfo Romerohttp://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rome-ro_oscar.htm

• ¿Quién fue Óscar Arnulfo Romero?http://www.telesurtv.net/news/Quien-fue-Oscar-Arnulfo-Romero-20150203-0018.html

• Ecured

• Wikipedia

chozas cuelga siempre una imagen de Romero. Estas di-ficultades las ha superado el papa Francisco al reabrir “el caso Romero”, inserto en una dolorosa y larga historia, regada en todo el continente por la sangre de muchos que fueron solidarios con los pobres. Por eso el 23 de mayo será recordado como un día en el que se hizo jus-ticia, al menos en el ámbito eclesial. Esto porque hasta hoy no se ha aclarado en los tribunales salvadoreños el asesinato de monseñor Romero, no obstante estar pre-cisada la información sobre los autores del crimen y sus inspiradores.

La tumba de Romero se encuentra en el subsuelo de la catedral de San Salvador. Este lugar y la capilla donde fue asesinado se han convertido en lugares de peregri-nación. En los 35 años transcurridos desde su muerte se ha formado una tradición en torno a Romero. En las canciones, los “corridos” típicos de El Salvador, las comu-nidades recuerdan a Romero y su martirio. El 24 de mar-zo de cada año, miles recorren en procesión el centro de San Salvador hasta la catedral para conmemorar su asesinato con una misa solemne.